Card Captor Sakura Fan Fiction ❯ Sombras del Pasado ❯ Otoņo ( Chapter 3 )

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DISCLAIMER: Los personajes de Card Captors Sakura y todo lo relacionado con ellos, pertenecen a CLAMP. La trama de Sombras del Pasado es propiedad de Inner Angel.
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SOMBRAS DEL PASADO
Capítulo III. Otoño
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El otoño del fin del mundo,
La danza de la muerte,
El heraldo de los monstruos,
El hombre oscuro,
El Apocalipsis...

Ha comenzado...
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Las hojas de los árboles volaban caprichosamente sobre el helado viento típico de la época. Era un día más del otoño gris de Tomoeda. Sakura caminaba con paso lento mirando las copas de los árboles a su alrededor quedar desnudas poco a poco con la brisa que las agitaba sin descanso. A su lado, su mejor amiga desde que tiene memoria del mundo, Tomoyo, caminaba al mismo paso con su atención puesta en el rostro de su amiga.
“Has estado muy callada hoy”. Sakura se volteó a tiempo para ver unos ojos violetas cargados de suspicacia.
“Si bueno… estoy algo distraída supongo”, contestó sinceramente incomoda por la pregunta, aunque no muy segura del porque.
“¿Qué ocurre Sakura?, sabes que puedes confiar en mi y desde hace días te noto pensativa y más distante que de costumbre”. Sakura sacudió la cabeza con fuerza, a veces se le olvidaba lo observadora que es su amiga, y lo distraída que es ella misma.
“No es nada Tomoyo, de verdad, solo que...”.
“¿Qué?”
“Que me he sentido algo extraña estos días, no sé que es, sólo es una sensación, sólo eso”. Sakura detuvo su paso. “Supongo que son nervios por la graduación, ya no falta mucho, y todavía no decido que quiero hacer después”.
Tomoyo inclinó levemente su cabeza continuando el minucioso escrutinio del rostro de su compañera. Nadie conocía mejor a la dulce Sakura, y esta vez Tomoyo no estaba dispuesta a dejar escapar el asunto tan fácilmente. Ya estaba cansada de ver como la melancolía que la envolvía habitualmente, estaba ahora creciendo fuera de proporción. Algo más pasaba, algo grave, y su instinto no le solía fallar en cuanto a su amiga.
“No creo que sea eso Sakura. De hecho, también he notado a Eriol-kun algo diferente estos días. Como si algo le perturbara, al igual que tu”.
“¡De verdad… Eriol también!!”, contestó sorprendida, abriendo su boca a más no poder.
Tomoyo dejó escapar una risita de triunfo. “Si, él también, así que supongo que es algo mágico lo que les perturba a los dos, ¿o me equivoco?”.
Sakura cerró rápidamente su boca y bajó su mirada al piso mientras se preguntaba a sí misma que era lo que en verdad la había estado molestando; porque ni ella misma estaba segura de que fuera algo relacionado con la magia.
“No lo sé Tomoyo, no estoy muy segura de lo que siento”, hizo una pausa para mirar a los ojos de su amiga, como si buscara en ellos una respuesta a su propia confusión. “Últimamente no puedo deshacerme de la sensación de que algo está por pasar, pero no sé concretamente que es. Tampoco he sentido ninguna presencia o fuerza mágica que pueda estar relacionada...”.
Decir sus preocupaciones en voz alta las hizo sonar tontas y a la vez inminentes. Nada de lo que decía tenía sentido y sin embargo, su querida Tomoyo la miraba atentamente en lugar de salir corriendo y llamar a la policía para que la encerraran de una vez en una celda… con lindas paredes acolchadas.
Sakura sacudió su cabeza para deshacer la imagen mental. ‘No es momento de tonterías’, se dijo para sus adentros. Dando la espalda a su amiga alzó el rostro y dejó que su mirada se perdiera en el cielo cargado de nubes.
“También, he tenido sueños extraños de nuevo”.
“¿Qué clase de sueños?”, preguntó Tomoyo dando unos pasos para ponerse frente a Sakura nuevamente.
“Ya sabes, los mismos que he tenido otras veces… especialmente sobre la captura de la carta void/hope. Ahora son mucho más frecuentes... y más claros”.
Ante estas palabras el rostro de Tomoyo palideció visiblemente, algo casi imposible para su ya blanca tez. Una sombra de remordimiento le obscureció la mirada. Como era de esperarse, Sakura no se percató en lo más mínimo de la reacción de su amiga.
Los segundos en silencio se arrastraron pesados en torno a Tomoyo, de pie en medio de la acera, buscando las fuerzas para hablar de nuevo. No, no era nada fácil. Dadas las circunstancias, las cosas se estaban complicando en la dirección equivocada. Tomoyo se estremeció ante su propia miseria. ‘¿Como pude…?. No…. no es momento de recriminarme por lo que ya está hecho y no tiene remedio’. Pestañeo rápidamente para disolver las lágrimas que comenzaban a formarse en el fondo de sus ojos y que le empañaron brevemente la mirada.
La condición de Sakura era motivo de sufrimiento constante para la joven. Ya había perdido la cuenta de cuantas veces había estado a punto de decirle todo lo que sabía. La verdad de lo que ocurrió ese día. Pero no podía. Ya era tarde de todos modos.
Además, Eriol la hizo prometer guardar silencio por el bien de la propia Sakura.
Eriol…
En momentos así, es cuando más le pesaba haber hecho esa promesa.
“Sakura, tal vez debas ir a hablar con Eriol-kun, de seguro él te podrá ayudar si es que también ha sentido lo mismo que tu”, dijo rápidamente, con la vista fija en el suelo, incapaz de enfrentar la mirada directa de su amiga.
“¡Hoe!... Si, tienes razón, ¡no sé que haría sin ti Tomoyo-chan!”. Sakura la tomó de la mano y empezó a caminar con un paso más ligero. “Mañana podemos ir después de clases a su casa, ¿qué te parece?”, preguntó mucho más animada, mientras arrastraba a una pensativa Tomoyo.
“Claro Sakura-chan, es mejor salir de dudas de una vez”, contestó resuelta en ayudar a su amiga como pudiera.
Aunque muchas cosas debían permanecer en secreto.
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Por varios segundos, Meyling se quedó de pie, admirando las enormes puertas de madera labrada que conducían al estudio de su primo. Las delicadas e intrincadas figuras grabadas eran parte de la simbología propia de la familia Li, y hablaban de su linaje y de su historia. Cada trazo miraba hacia un pasado marcado por la magia y la tradición como pilares de la dinastía más antigua de la china.
En realidad, más que interesada en repasar la iconografía histórica del clan, Meyling estaba dudando en llamar a la puerta, pues aunque ella, oveja negra de la familia Li, no poseía magia alguna, si había desarrollado su agudo sexto sentido femenino, además de ser muy perspicaz y astuta. Ahora, sola ante estas puertas, todas sus alarmas estaban encendidas en alerta roja. Algo grave se avecinaba, y lamentablemente, sólo había una forma de averiguarlo.
Sus nudillos golpearon firmemente la superficie.
“Pase”, fue la respuesta que vino de inmediato desde el interior.
Al entrar su primo la esperaba de pie junto a su escritorio. “Gracias por venir, siéntate por favor Meyling”, dijo marcando sus palabras con una pequeña reverencia e indicandole con su mano los asientos a su derecha.
Tan inusual era en él una sonrisa como que se dirigiera a su prima con tanta formalidad. Entre ellos había un vínculo muy fuerte, forjado durante muchos años de experiencias compartidas, las cuales hicieron de su amistad algo sagrado para ambos. Claro, peleas aparte por el conocido temperamento Li, los dos eran casi como hermanos.Es por ello que tanto protocolo por parte de Syaoran sólo podía generar una respuesta.
“¡¿Pero qué rayos te ocurre ahora?!!” chilló Meyling entornando los ojos para ver a su mejor a su primo. Esto definitivamente olía muy mal; alerta naranja como mínimo.
“Esto es muy serio Meyling, siéntate, tenemos que hablar”, explicó dirigiéndose a un amplio sofá en donde tomó asiento, invitándola con un gesto de su mano para que lo acompañara.
Ella lo obedeció de mala gana y se sentó junto a él sin quitarle la vista de encima. Syaoran no mostraba ningún sentimiento en su semblante, aunque mentalmente tragaba grueso pensando en lo que se le venia encima con esta plática.
“Iré al grano, se que conoces bien la maldición de los Li, así que me ahorraré los detalles...”.
“¡HA!! Claro que la conozco”, indicó interrumpiéndolo, “... y si no fueras tan cabeza dura te dejarías de tonterías y...”.
“¡Meyling!... ya sé de memoria lo que piensas de este asunto, no te pedí que vinieras para discutirlo de nuevo”.
“Vale, vale, ya me callo”.
Meyling se revolvió en su asiento, poniendo mucha mala cara por lo testarudo de su primo. “Dime que es lo que ocurre ahora”. En ese momento sintió un escalofrió recorrer como relámpago su espalda. Su mirada buscó de inmediato el rostro de Syaoran que tenía sus ojos fijos en la costosa alfombra bajo sus pies.
“La razón por la que te pedí que vinieras Meyling es para encomendarte una misión muy importante”, cerrando los ojos, hizo una pausa para respirar hondo y darse fuerzas para continuar. Levantó la vista para fijarla en el rostro ansioso de su prima.
“Debes saber que la maldición se adelantó, de hecho ya está en marcha y en menos de dos meses seremos atacados”.
“¡¿QUEEEE?!!!!”. De un salto Meyling estaba de pie con los ojos como platos y la boca abierta a más no poder. “No puede ser, es, es, muy pronto...”, apenas consiguió decir con voz temblorosa.
“Lo sé, pero no hay nada que podamos hacer más que prepararnos. Por eso necesito que vayas a Japón y alertes a Eriol. Debes ponerlo al tanto de todo lo que se ha investigado en torno a la maldición. Ellos también serán atacados por ser parte del legado de Clow”.
Aun de pie Meyling se había quedado sin palabras por primera vez en su vida. A medida que se sentaba de nuevo, iba asimilando poco a poco la información que acababa de recibir. Syaoran la observaba cuidadosamente analizando todos sus movimientos, tratando de descifrar sus pensamientos y sentimientos, pues con Meyling nunca se podía predecir como se tomaría las cosas. Al ver que no había reacción alguna,tomó con delicadeza su mano y la apretó con fuerza entre las suyas.
“Sé que esto es muy duro, pero sabes que confío en ti como en nadie más Mey. Ahora más que nunca necesito de tu ayuda, de tu apoyo, si es que aun quedan esperanzas para el final... te necesito a mi lado”.
“¡No hables así!”, repuso reaccionando bruscamente ante el tono triste y resignado que se dejaba sentir en la voz de su primo.
“No hables como si estuvieras derrotado, como... como si... si te estuvieras… despidiendo”. Un sollozo se escapó de sus labios y pronto las lágrimas inundaron sus ojos.
Syaoran la abrazó silenciosamente, apoyando el mentón sobre su cabeza y acercándola con cuidado hacia su cuerpo como tratando de protegerla de un agresor invisible. Podía sentir las lágrimas descargándose contra su pecho, mojando su camisa, el cuerpo menudo pero fuerte agitarse entre sus brazos por una angustia contenida por años. Extrañamente se sintió reconfortado por el dolor de su prima, por saber que aun cuando la maldición estaba por cumplirse, contaba con el cariño y el apoyo de su familia y amigos, los que harían todo lo posible por ayudarle.
Se maravilló por un instante con la libertad con que Meyling podía expresar sus sentimientos sin restricciones. ¿Cuándo fue la última vez que él mismo expresó sus sentimientos?, ¿cuándo fue la última vez que había llorado?. No podía recordarlo, pero se alegró de que Meyling lo hiciera por él. “No les voy a fallar”, pensó más determinado que nunca, recordando la promesa que hiciera años atrás frente a la tumba de su padre. “No permitiré que nada les pase, acabaré con la maldición de una vez por todas”.
Cuando Meyling se calmó un poco, Syaoran la abrazó con más fuerza acercando un poco más su rostro para susurrarle suavemente al oído “No te pongas así Mey - Mey, tienes que ser fuerte, ahora más que nunca… hazlo por mí”.
Meyling levantó la cara y sus ojos se perdieron en la profundidad de una mirada llena de coraje y determinación. No había dudas ni temores en el rostro del joven mago. Tomándola firmemente por los hombros la aparto un poco antes de hablarle nuevamente, esta vez, como el líder del Clan Li, no como su primo.
“Tu vuelo sale mañana a las 5am, antes de partir los ancianos del Clan te darán todas las instrucciones. Necesito que te quedes en Japón para ayudar en lo que sea posible”.
Era demasiado, Meyling sentía su cerebro a punto de estallar, su cuerpo nublado por el dolor, el corazón comprimido por la angustia. Incapaz de tener una reacción coherente, ni siquiera de protestar por tener que quedarse en Japón, Meyling sólo atinó a asentir lentamente con la cabeza y darle un beso rápido en la mejilla.
“Iré a alistar mis cosas enseguida”, dijo mientras se ponía de pie con decisión fingida, secando el resto de las lagrimas con el dorso de su mano. “Cuenta conmigo primito, no voy a defraudarte, después de todo estas hablando con la única e inigualable Li Meyling”, dijo con una sonrisa a medias en los labios, y en un tono de voz más que forzado.
Girando sobre sus talones se apresuró a salir sin mirar atrás, sin decir otra palabra. Sus pasos más o menos firmes la llevaron fuera del estudio, donde se convirtieron pronto en una carrera desesperada por llegar a su habitación, para esconder las lágrimas que lloraría toda la noche.
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A la mañana siguiente, mientras Meyling se movía incomoda a miles de kilómetros de altura en el asiento del avión que la llevaba rumbo a Japón, Syaoran tenia los pies bien plantados en el suelo, haciendo lo único que sabía hacer para relajar su mente y despejar sus preocupaciones.
Entrenar.
En medio de lo que parecía una jungla propia de la época prehistórica se alzaba una vieja construcción hecha de roca sobre roca, y en cuyo interior muchas generaciones de guerreros habían sudado y sangrado en nombre de su Clan. Era una gran sala rectangular que reflejaba en sus paredes castigadas por el tiempo, la historia de una vida dedicada a cultivar tanto el espíritu como el cuerpo en las más difíciles artes de la magia y la lucha. No había ningún símbolo o adorno en el recinto más que el cielo que se podía ver con tan sólo levantar la vista. Nunca tuvo techo pues un guerrero Li debía estar siempre en contacto con la naturaleza, y soportar la lluvia, el sol o la nieve durante su camino hacia la perfección.
Con la gran espada del Clan Li en sus manos, símbolo del Jefe de Clan, Syaoran batallaba arduamente con un enemigo imaginario, realizando movimientos complejos con la gracia de un bailarín, pero con la fuerza de una tormenta capaz de acabar con un ejército de mil hombres si fuera el caso. Las habilidades del joven aun no estaban al máximo, pero sin duda ya era considerado uno de los guerreros más poderosos en la historia del Clan.
Mientras hacía girar la espada de un lado a otro, cortando el aire con precisión, sus pensamientos se alejaban por primera vez en muchos días de la maldición que lo perseguía. Como si el tiempo se detuviera y todo a su alrededor se desvaneciera. Sólo existían él y su espada, como una unidad, conectados por un aura verde que crecía y se retraía según los movimientos de su cuerpo.
Pero el momento de olvidar había pasado, y tan pronto como el viento cambió de dirección, una explosión pudo sentirse en la distancia, deteniendo en seco la danza mortal de Syaoran.
“No puede ser... se adelantó”, fue lo único que alcanzó a pensar antes de dar media vuelta y correr de regreso a la mansión.
Una explosión que pudo sentirse en todos los rincones del mundo, pero que sólo los poseedores de magia podían captar.
Un desequilibrio repentino en las fuerzas mágicas, un llamado de venganza, un despertar.
¡Ha comenzado!
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INNER ANGEL