Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Un día alegre ❯ Capítulo V ( Chapter 5 )
CAPÍTULO V
Vegeta: Chikyuu
Las voces iban y venían, a veces silenciosas, a veces elevadas por la ira. Percibía el paso del tiempo, de días y semanas que transcurrían como si fuera agua que pasara por él a las orillas de un río. Sabía que estaba muy mal herido, tal vez mortalmente. ¿Los chikyuuyíns le negaron el tratamiento como parte del pago por todos sus millones de muertos? Se hundió dentro y fuera de la conciencia yendo unos días a la deriva en un mar de bendito olvido y otros en un infierno de pesadillas delirantes...
—... ya debería haberse recuperado. —La tranquila y profunda voz de Coran vino a él desde la distancia.
—Le hemos dado el mejor tratamiento que tenemos —dijo Briefs sonando triste y frustrado—. Por desgracia, lo que tenemos no es mucho. Y... creo que la infección de estafilococos y las secundarias que contrajo después de la cirugía que le realicé son el resultado directo del virus al que ustedes tres sobrevivieron. Puede haber dañado permanentemente su sistema inmunológico además de los centros del cerebro que canalizan su ki. Aunque... incluso eso no explica la forma en que su cuerpo se ha negado a recuperarse o que él no ha recobrado la conciencia ni una vez en todo este tiempo. —Un suspiro—. Pero creo que por fin está fuera de peligro. Odiaría encontrar a mi Bulma-chan solo para tener que decirle que su esposo murió bajo mis cuidados.
—¿Ha tomado su decisión entonces, Briefs-san? —La pregunta de Coran fue hecha con mucho tacto, como si éste fuera un tema que hubieran discutido el anciano y él muchas veces.
—Ellos no estarán aquí hasta dentro de unas cuantas semanas. —El anciano respondió dando evasivas—. No es una decisión tan simple como imaginas, hijo. Hay una gran cantidad de personas que no se irán. Hemos trabajado tan duro para traer de regreso a este planeta de las orillas del olvido…
—Y solo tiene la palabra de tres hombres que son de la misma raza de los que lo quemaron —terminó Coran de un modo cortante—. Lo entiendo, pero se lo digo otra vez por mi honor como guerrero de Vegetasei, que estas comunicaciones de la "Nueva Alianza de Planetas" no son lo que parecen. Ellos lucharon contra mi pueblo por su libertad, sin embargo, la creencia de que las razas que no tienen poder de pelea de importancia deben ser esclavas de aquellos que sí, es un concepto casi generalizado a escala galáctica. Ellos verán este planeta, sus inmensos mares y sus ricas montañas cargadas de minerales, su potencial para alojar caza y producir suficiente grano para alimentar a una docena de planetas, y encontrarán una razón para arrebatárselo. En verdad ya tienen una excusa, saben que este es el planeta natal de Bulma-san. Buscan la nave en que escapó, por su hija y los niños que están a su cargo. Sus intenciones son matarlos a todos.
—Yo diría que llegaron a la misma conclusión que tu príncipe —acordó Briefs—. Que los llevaría a su casa o al menos era una posibilidad suficiente como para comprobarlo. Y... tú crees que usarán el hecho de que Bulma-chan es su enemigo como una excusa o bien para purgar todo Chikyuu de nuevo, o para tomar este planeta y esclavizarnos. —Hubo un poco de silencio—. No soy el rey de mi pueblo, Coran. Te creo, pero hemos discutido esto una y otra vez entre nosotros y casi todo el mundo quiere esperar a que esta delegación llegue y ver lo que tienen que decir. Ellos han sufrido muchas pérdidas a manos de los saiyayíns, muchos no te creerán si les dices que el cielo es azul. Pensarán que si estas personas de la Nueva Alianza fueron enemigos de los saiyayíns entonces "deben ser nuestros amigos".
Vegeta se movió con ansiedad luchando por volver a subir a la conciencia. ¡Esto no iba a suceder! No vería la única oportunidad de su mujer para recuperarse asesinada por los esbirros de Jeiyce, muy probablemente por nada más que el rencor de estos crédulos tontos que eran familiares de Bulma.
—¿Habló? —La profunda voz de Rikkuum se oyó como un estruendo de esperanza infantil—. ¡Oujisama! ¡Despierte! —Algo lo empujaba no muy despacio.
—Cálmate, Rikkuum —indicó el anciano con una nota de mando en las suaves palabras—. No lo sacudas así, no es bueno para él.
El mundo se escapó de nuevo. Después de lo que pareció un momento o dos, aunque sin duda era mayor, oyó la voz de Rikkuum hablar otra vez.
—Ella me aseguró que era libre, que podía hacer lo que quisiera ahora —dijo el hombre grande, lo más próximo a la reflexión que Vegeta recordaba alguna vez escucharlo—. Pero siempre he sido propiedad de alguien. Hay muchos hombres que morirían una docena de muertes terribles en lugar de llamar a otro amo, yo no soy uno de ellos. Le respondí que no deseaba ser libre. Bulma-sama dijo que había sido esclava y que nunca podría ser dueña de otra persona, incluso si esa persona quería ser su propiedad.
—Una esclava... —reflexionó el pequeño guerrero Chikyuuyín calvo, Krilin—. Vaya, eso debió haber sido duro para ella.
—Recibía órdenes de otras personas —murmuró Briefs—. Construía y diseñaba el trabajo de alguien más tal vez. Ella apenas podía trabajar en un proyecto conmigo y mucho menos que le digan que hacer.
—¿Qué sabes sobre su tiempo en Vegetasei, Rikkuum? —La voz de Yamcha preguntó tensa y llena de tranquila ira—. Ella fue secuestrada por los hombres que quemaron Chikyuu, eso lo sabemos.
—Yamcha… —comenzó Krilin—. El hombre más pequeño parecía sentir la ira y el verdadero significado de la pregunta de su hermano de escuadrón.
—¿Qué le pasó a ella después de que se la llevaron a Vegetasei? —Volvió a preguntar Yamcha, su voz era dura.
—El capitán Bardock-san la llevó a Vegetasei en lugar de dejarla morir con todos los otros en este planeta —respondió Rikkuum—. Toma-san me contó una vez mientras bebíamos juntos, que ella tocó el corazón de su capitan cuando la vio llorando por su hijo, Kakaroto. La dejó vivir porque había sido como una hermana para su hijo y porque era hermosa.
El anciano hizo un suave ruido de dolor ante el repentino silencio que siguió.
Nadie pronunció ni una palabra durante un momento, luego Krilin dijo en voz baja lleno de rabia:
—Eres un bastardo insensible. —Él no estaba hablando de Rikkuum.
—¡Dime que no es algo que todos nos hemos estado preguntado desde que nos enteramos de que no la mataron, Krilin! —parloteó Yamcha.
—¿Se te ha ocurrido qué no era algo que Briefs-san habría preguntado? —contestó Krilin enojado.
—Yo. —Yamcha finalmente encontró la sabiduría para cerrar su tonta boca.
—Él no la lastimó. —Rikkuum habló despacio—. Bardock-san podría haberla vendido a una gran casa de cortesanas por una fortuna, pero no fue tan cruel. Él se la dio a su hijo.
—¿Cómo una... una esclava técnica? —preguntó Briefs, parecía que tragaba saliva mientras hablaba.
—No —continuó Rikkuum—. Ella fue su... ella fue la esclava de placer de Raditz-san.
De nuevo silencio.
—Bulma-chan... —dijo el anciano después de un momento. Pareció volver a tomar el control de sí mismo—. Estoy bien, muchachos. Rikkuum... ¿Cuándo la conoció el príncipe?
—Yo aún no estaba al servicio de mi príncipe —respondió el guerrero gigante—, pero... he oído que era un huésped en la casa de Raditz cuando la conoció. Se dice que puso sus ojos en ella y cayó bajo su hechizo en ese mismo instante. La tomó de Raditz, que había sido su amo durante más de cinco años. Lucharon y Vegeta-ouji mató a Raditz de un solo golpe.
—Bien por él —sentenció Krilin sonriendo sombríamente.
—Fue un escándalo que el príncipe hubiera matado a un hombre bajo su mando por el bien de una esclava de placer. Su padre, el rey, le ordenó que la hiciera a un lado más de una vez. El príncipe Vegeta no lo hizo. Desafió a su padre, a las costumbres y a toda la élite en Vegetasei para mantenerla y ponerla a salvo. Él le dio un hijo, el hijo menor de Bardock-san, para que lo criara como suyo. La liberó y la puso a construir máquinas y escudos para evitar que el enemigo atacara a Vegetasei. Muchas de las élites nobles temían su influencia, creyendo que pondría a una mujer alienígena a su lado como reina cuando tomara el trono.
—¿Ella lo amaba? —le preguntó el anciano, justo por encima de un susurro.
—La oí decir las palabras —contestó Rikkuum a su manera lenta—. Y oí a mi príncipe responderle de igual forma, a pesar de que está en contra de la costumbre saiyayín decir esas cosas en voz alta. Cuando los vi juntos, los ojos de ella parecían brillar. No soy un hombre rápido, pero incluso yo pude ver eso entre ellos.
Vegeta quería gritar en voz alta que el gran idiota estaba equivocado, que el cuento se hallaba torcido a través del hermoso lente de adoración al héroe del hombre grande. Que él había sido el villano, el monstruo, la bestia de la devastación, no Raditz. Pero no pudo hablar ni una palabra de protesta.
Dio vueltas en la cama y gimió todo ese último día, se abrió paso con uñas y dientes hacia la conciencia mientras los últimos cálidos rayos del sol del atardecer atravesaban la ventana abierta de la habitación y el aroma de las flores de verano llenaron sus ojos con impotentes lágrimas de debilidad cuando reconoció el olor.
—Rosas... —dijo, su voz parecía en carne viva la por falta de uso.
Briefs se inclinó sobre su cama y le sonrió con tristeza.
—Sí, ¿cómo sabes eso, hijo?
—Ella... mantuvo un jardín de flores clonadas a partir de unos pétalos muertos cosidos en la ropa que llevaba el día en que llegó a Vegetasei. Las rosas chikyuuyíns eran preciosas para ella. —Vegeta apartó su rostro del anciano, avergonzado por haber llorado una vez más como un niño de la edad de Romayn, avergonzado por tantas cosas...
El anciano asintió, sus ojos se veían distantes por antiguas pérdidas y antiguo dolor que nunca se desvanecería con el paso del tiempo.
—Su madre tenía un jardín espectacular, lleno de cada flor que te puedas imaginar.
—Hay cosas que debo decirle... Briefs-san —comenzó Vegeta.
—Sé algo de lo que vas a decir, muchacho —repuso Briefs—. Reserva tus fuerzas para más adelante, vas a necesitarla, me parece. Todos lo haremos. Has estado inconsciente por mucho tiempo y está pasando un gran acontecimiento.
—No confíe en la Nueva Alianza —dijo Vegeta probando y fallando sentarse en su cama—. ¡Debe irse con la mayor cantidad de personas que pueda traer antes de que lleguen a este planeta! ¡Fuércelos si no están dispuestos a irse! Se enojarán, pero estarán vivos. No entiende…
—Es demasiado tarde —contestó Briefs empujándolo hacia abajo—. Ya están aquí.
—¡Tonto! —Vegeta escupió lleno de furia, sin embargo, las palabras sonaron desesperadas cuando llegaron a sus oídos—. ¡Ellos descuartizarán a todos! Ellos…
—Podrán intentarlo —sostuvo Briefs—, pero nosotros no estamos del todo indefensos. Le disparamos a tu nave en el cielo y podemos hacer lo mismo con ellos si nos obligan. Preferiría que nadie salga lastimado, pero como un poeta de los días de mi juventud dijo una vez: «No siempre se puede conseguir lo que se quiere». —Él negó con la cabeza y frunció el ceño de forma leve, le daba un aspecto muy parecido al de su hija—. No podemos tan solo empacar y marcharnos. No tenemos nada en que irnos.
Vegeta maldijo en voz baja. Por supuesto, ellos no podían irse. Estaban sustancialmente muy limitados después de la purga de hace diez años y, en todo caso, no habían sido una raza espacial para comenzar. Un pensamiento se le ocurrió.
—Mi nave… está hecha pedazos, pero pudo haber quedado lo suficiente como para arreglarla.
—Ese era el plan —acordó Briefs—. Y los Dioses nos sonrieron a lo grande cuando nos enviaron a tres de ustedes. Tu amigo Okuda es un ingeniero, se especializa en el diseño de naves. El gran problema no era que no sabíamos qué hacer, sino conseguir la materia prima. Para hacer la aleación "ardantium", él nos explicó que la necesitábamos para el marco y la osamenta de la nueva nave, tuvimos que encontrar los metales, luego extraerlos, transportarlos y fundirlos sin la infraestructura de una sociedad industrializada. Para construir los motores, debimos encontrar ocho diamantes del tamaño de la cabeza de un T-rex, luego tuvimos que cortarlos según las especificaciones dentro de una cien milésima de centímetro… creo que entiendes lo que quiero decir. Súmale a eso, que la mayoría de mi pueblo no ha levantado una mano para ayudarnos. Nuestros "cabildos" nocturnos se han convertido en peleas a gritos. Hay mucha gente que piensa que deberíamos acoger a la Nueva Alianza con los brazos abiertos y, tal vez, incluso entregarles a ti y a tus amigos como una muestra de nuestra buena fe. —Sus ojos azules se estrecharon en una expresión que él conocía bien, que le había legado a su hija. Era una mirada implacable—. Somos una democracia en la mayoría de las cosas, pero les aseguré que eso no iba a suceder. Ellos creen que la Nueva Alianza suena como la mejor idea desde la rueda. Así que, esa es una larga historia para decir que hemos tenido poca ayuda en la construcción de nuestra arca y todavía no estará terminada hasta dentro de unos meses. —Vegeta se tensó en reflejo cuando el hombre mayor le puso amablemente una mano en el hombro para empujarlo hacia abajo sobre la cama. Nadie, ningún hombre en todo caso, jamás lo había tocado de una forma tan casual, sin un rastro de miedo. Nadie, excepto su propio padre.
—No te preocupes por eso, Vegeta, me encargaré de todo si estas personas se salen de control. Tengo a Coran, a Okuda y a Rikkuum enfriando sus ánimos en la habitación contigua, y tengo el comedor principal abajo lleno de tipos de la Nueva Alianza comiéndose casi la mitad de nuestras provisiones para este invierno. Así que, tú y yo hablaremos más adelante. Okuda se encargará de todo si estas interesado en bajar y ayudarnos si los muchachos del príncipe Jeiyce deciden ponerse desagradables.
Él dejó la cama de Vegeta y dio unos golpecitos en la puerta de la suite adyacente. Coran irrumpió en la habitación con Rikkuum y Okuda por detrás.
—¿Cuánto tiempo? —le preguntó Vegeta a Coran en un tono cortante cuando el padre de Bulma los había dejado.
Coran parecía inquieto.
—Sé que han sido más de un par de semanas —lo incitó Vegeta—. Yo estaba consciente, a veces, aunque no podía moverme ni despertar.
—Cinco meses —respondió Okuda sin expresión—. Ellos no saben por qué, pero su medicina es algo primitiva.
Cinco meses inconsciente. Vegeta tenía una idea en cuanto a la razón de esto. De alguna manera sabía, sin ninguna evidencia que lo llevara a esa conclusión, que su largo coma había sido producto del vínculo demasiado profundo con Bulma. Estuvo lo suficientemente bien mientras estaba sano y fuerte de cuerpo, pero cuando se debilitó por sus heridas durante el accidente, el vínculo debió haberlo... haberlo arrastrado hacia la silenciosa quietud de su locura.
Bulma... amada...
Él arrancó su mente de ese dolor, forzado ante la emergencia a mano.
—¿Cuántos de ellos hay?
—Tal vez seis mil —dijo Coran, su rostro lucía sombrío—. Llegaron en un gran portatropas maiyoshyín. Deben haber tenido la esperanza de encontrar a los niños aquí para haber enviado una fuerza de combate tan grande. La mascota aquiryín de Jeiyce, Dodoria, los dirige.
La sangre de Vegeta se diluyo en hielo.
¡Arrástrate hacia mí, pedazo de mierda saiyayín! Grandes carcajadas estridentes y la agonía al rojo vivo de un látigo con navajas de púas cayendo una y otra y otra vez. Ruégame para que me detenga, muchacho. Ruégame y, tal vez, solo tal vez, te permitiré dormir un poco... Y el sonido irreconocible de su propia voz, suplicando, sollozando como el roto niño loco en que se había convertido…
Él rugió como un animal enloquecido echando espuma por la boca.
—Dodoria. —Se levantó de la cama y se paró en sus inestables piernas. ¡Había pasado otro medio año acostado sobre su puta espalda! Otro largo camino de regreso a la fuerza, de regreso a la salud. Okuda alargó una mano firme cuando la sala comenzó a inclinarse demasiado hacia un lado—. ¡Lo voy a matar! —espetó Vegeta entre dientes—. Lo voy a…
—¡Mi príncipe! —Okuda lo agarró con fuerza por los hombros, desafiando la ley real de restringir físicamente a su soberano que los otros dos no se atrevieron—. ¡Escúcheme! Podemos luchar si se tratara de eso, pero si tenemos suerte no se llegará a una pelea. La fuerza que Dodoria ha traído está llena de combatientes. Estos chikyuuyíns no tienen más ki que un paquete de madranis. ¡Nos superan en número y no somos rivales ni siquiera para uno de ellos tal como estamos! —Vegeta se congeló e incluso Rikkuum pareció sentir la neblina roja de la sangrienta rabia construyéndose dentro de su príncipe, por lo que el hombre grande retrocedió unos pasos.
—Nissan… —comenzó Coran, pero Okuda no terminaba.
El rostro del hombre más joven era duro, frío y sin ni siquiera un atisbo de emoción cuando habló las siguientes palabras:
—No podemos ganar usando la fuerza, así que debemos ser fríos e inteligentes. Y su señora no le dará las gracias si su padre muere mientras está bajo su protección, Oujisama.
Él podía sentir a los demás contener la respiración. Cerró los ojos y trató de estabilizar su propia respiración, trató de forzar a bajar la rabia demencial por haber sido sermoneado de esa manera por su propio siervo, lo suficiente para pensar. Pensar. ¿Qué le había dicho su mujer una vez? Algo sobre contar del uno al diez. Intentó eso, pero todavía temblaba de ira por que el hijo de Articha se atrevió a poner sus manos sobre él y le habló como si fuera un niño de mente confusa. Su señora no le dará las gracias si su padre muere mientras está bajo su protección, Oujisama.
Tomó una profunda respiración más. Todo lo que Okuda acababa de decir no era otra cosa más que la dura verdad. Ellos eran superados en número. No tenían poder de pelea, no tenían ninguna nave. Él debía ver que el anciano regresara a su mujer de forma segura, así que... así que, debían ser inteligentes. Abrió los ojos y fijó en el hijo menor de Articha una mirada furiosa.
—Quítame las manos de encima, soldado —ordenó en un tono duro. Él y el otro hombre aún estaban cara a cara, Okuda poco a poco lo dejó en libertad. El rostro del hombre más joven estaba tranquilo, no mostraba ni ira ni disculpas, como si hubieran estado discutiendo del clima—. Mi padre me comentó una vez —habló Vegeta fríamente—, que tu madre era la clase de mujer que siempre le decía la verdad tal como la veía, incluso si hacerlo significaba su propia vida. Él dijo: «Tal vasalla debe ser valorada, muchacho, así que trata de no matarla cuando ella te diga lo que no deseas escuchar».
Una de las comisuras de la boca de Okuda se arqueó en un mínimo.
—Mi vida es suya para que la tome o para lo que ordene, Oujisama, pero si va a matarme debe esperar hasta después de que nos hallamos ocupado de los lacayos de Jeiyce.
Vegeta dio un paso atrás y se irguió.
—Pensaré en eso. Tal vez solo te dejaré sangrando.
—¿Eso quiere decir qué todavía lucharán, Coran-san? —preguntó Rikkuum un momento después, sus rasgos fuertes se retorcieron en confusión y su ceño se profundizó cuando los tres saiyayíns estallaron en unas cortas y rugientes carcajadas.
—Esto es algo de la astucia de Briefs-san. —Coran dio un paso adelante. Él sostenía lo que parecía ser un pequeño holoproyector en su mano—. Dodoria y todos sus guerreros están equipados con rastreadores, pero nosotros… nosotros no seremos registrados. —Pareció tragar saliva antes de continuar—. Eso es una ventaja en cierto sentido, ya que seremos casi invisibles para ellos. Estos holoproyectores producirán una imagen que reorganizará nuestros rasgos y enmascararán nuestras colas y cabello. Los hombres de Jeiyce pensarán que somos senshis chikyuuyíns. Aún seguimos siendo fuertes en espacios reducidos, lo suficiente como para atravesar con un puño el corazón de la mayoría de los hombres que Dodoria ha traído consigo.
Vegeta ató el holograma en su muñeca y asintió con gravedad.
—Vigilaremos y buscaremos una manera de tomarlos por sorpresa, pero si atacan, les ordeno que protejan al anciano con sus vidas. —No añadió que con gusto habría entregado el resto de la crédula raza suicida de su mujer a la tierna misericordia de Dodoria.
No, no eran crédulos, solo ignorantes. Ellos fueron purgados por manos saiyayíns. ¿Por qué deberían confiar en la palabra de un saiyayín de que los hombres de Jeiyce los traicionarían para matarlos o esclavizarlos?
El pasillo exterior a la alcoba de Vegeta los llevó a una mezanine desde donde se veía hacia abajo el gran salón. Era improbablemente descomunal, casi tan grande como el salón del rey en Vegetasei había sido, y ahora parecía albergar a la totalidad de la población superviviente de este planeta, y a la mayor parte de los hombres de Dodoria, lo cual ponía el recuento de cabezas debajo de ellos en cerca de dieciséis mil cuerpos tibios.
—Él sacó este salón de una cápsula —dijo Okuda en voz baja. Vegeta pudo escuchar el tranquilo asombro en la voz del otro hombre—. Me contó que lo construyó hace años para una gran fiesta y casi se olvidó de su existencia hasta hace una semana. Abrió la cápsula en el centro del principal complejo de viviendas y el resto del edificio simplemente se expandió para acomodarse al cambio. No pude seguir las matemáticas detrás de como lo hizo.
Caminaron a paso lento por la gran escalera que se curvaba hacia los niveles superiores de la casa como una serpiente gigante. Descendieron en el centro exacto de la multitud de chikyuuyíns que se mezclaban felieces con sus "visitantes".
—... y tu llegada es como una respuesta a una oración. —Una sonriente mujer de cabello amarillo le decía a un soldado maiyoshyín mientras ellos los pasaban rozando. Ella trazó un dedo tentativamente por el antebrazo expuesto de su compañero—. Entonces, dime... ¿eres de ese color por todas partes?
Coran rio de forma audible junto a él, luego se detuvo y su cuerpo se tensó. Vegeta siguió su mirada y mordió su propia lengua en un esfuerzo por evitar saltar a través de la muchedumbre aullando como un demente.
Dodoria estaba a menos de veinte metros de distancia, sentado en una mesa alta de forma circular situada sobre un estrado elevado, la mitad más alto que un hombre y, por lo tanto, retirado de la multitud en general. El aquiryín se daba un banquete como si fuera un hambriento saiyayín, su hinchado rostro rosado se detuvo en la obscena parodia de una sonrisa.
Y a su mano izquierda se sentaba el padre de Bulma. Vegeta pudo oír a Briefs hablar muy animado mientras él y los demás se acercaban abriéndose paso a través de la presión de los cuerpos, un poco demasiado rápido para parecer hombres cruzando casualmente el pasillo. El anciano tenía el aspecto de un hombre en el sopor etílico tirando más hacia el lado alegre mientras deambulaba sin prisa de un tema al otro de una manera encantadora y amable, y con un estilo de apariencia casi excéntrica que Dodoria al parecer había llevado a su valor nominal. No obstante, Briefs capturó los ojos de Vegeta cuando los saiyayíns se acercaron y subieron lentamente por la escalerilla a la parte superior del estrado, y Vegeta no confundió la sobria y fría mirada de advertencia.
—¡Oh, ven aquí! —exclamó Briefs en un tono alegre—. Dodoria-san, no has conocido a mi hijo todavía. —El anciano hizo un vago gesto a Vegeta y a los otros de sentarse en algunas de las sillas vacías a su izquierda. A pocos asientos, los guerreros chikyuuyíns, Krilin y Yamcha, se tensaban de forma ostensible. Vegeta no se sentó, él apenas podía respirar por el esfuerzo necesario para mantener una apariencia de calma—. Este es Trunks. —Briefs irradiaba orgullo—. Tiene un poco de mal genio, pero es un buen muchacho a pesar de todo. ¿Han evitado tú y tus amigos los problemas esta noche, hijo?
—Lo mejor que podemos —respondió Vegeta con suavidad mortal, sin apartar los ojos del rostro del aquiryín. Dodoria le dio una mirada de divertida condescendencia. Él podía ver su propio falso reflejo en los pequeños espejos gemelos de los ojos del "vicecanciller". Los ojos azules debajo de una suave caída lavanda eran del mismo tono que los de Briefs—. Deseaba conocer a nuestros invitados.
—Bien, permíteme presentarte a todos —comenzó Briefs—. Ya conoces a Yamcha, a Krilin y a todos los demás de aquí en la capital oeste. Este es Satán-san de ciudad Nuevo Mundo en el sur… ¿dije correctamente el nombre de tu ciudad, Satán-san?, soy terrible con los nombres. No tuvimos ningún contacto real con ellos desde que descubrimos que otras personas habían sobrevivido en los profundos refugios antinucleares que el antiguo rey construyó durante la guerra fría contra el ejército de la Cinta Roja. Ellos apenas nos contactaron hace tres o cuatro meses.
Satán era un fornido hombre de pecho grueso, con fuertes cejas fruncidas debajo de una enmarañada franja de cabello negro rizado. Al parecer, la vida había sido más difícil en el sur desde la purga. Él y su pequeño séquito parecían una manada de carnívoros medios muertos de hambre. Sin el beneficio del búnker refugio de Briefs y sus almacenes encapsulados con alimentos y ropa, ellos probablemente pasaron la última década sobreviviendo con roedores, insectos y los cadáveres de sus muertos. Y las pieles de animales que llevaban, el aspecto delgado de sus rostros sucios, decían que todavía tenían que aceptar la caridad de sus vecinos.
—No tengo ningún interés en cumplidos, Briefs. —La profunda voz de Satán no era de calmada descortesía, pero no tenía ninguna nota de simpatía—. Estoy aquí para ver que no hables por todos en Chikyuu y rechaces lo que podría ser nuestra única esperanza de supervivencia.
—Eras mucho más amistoso hace dos meses, cuando llegaste pidiendo penicilina para tratar la fiebre de tu hija, ¿no es verdad, Jissan? —dijo Yamcha oscuramente.
Satán se volvió hacia él, pero Briefs levantó una mano en reproche.
—Caballeros, nos estamos desviando del tema aquí. Y Yamcha-kun, si no puedes ser educado con nuestros invitados, voy a tener que enviarte lejos de la mesa como lo hacía cuando eras un adolescente.
Yamcha contestó algo en voz baja en chikyuuyín que sonaba como "disculpe" y se cruzó de brazos.
—Ahora, ¿qué estaba diciendo? —Briefs frunció el ceño—. Oh, sí, las presentaciones. Trunks, este es Dodoria-san, vicecanciller de la Nueva Alianza de Planetas. Él acaba de decirnos que Chikyuu cae directamente dentro del cuadrante galáctico de su nuevo cargo de gobernador. ¿Cómo funciona este nuevo gobierno, Dodoria-san?, ¿se supone que debemos votar sobre nuestra condición de miembros o es solo automático?
Dodoria le dio una sonrisa aceitosa.
—La anexión es automática para todos los planetas que todavía no han desarrollado los viajes espaciales. El nuevo senado ha decretado que todos los planetas y pueblos que no tienen ni la tecnología ni el poder de pelea para defenderse de los agresores, sean tomados bajo el ala protectora de los gobernadores regionales por su propia seguridad... si muestran fidelidad a la Alianza.
—Ha hablado toda la noche entre las porciones de nuestros alimentos sobre cómo sería en nuestro mejor interés estar de acuerdo con la anexión de Chikyuu —dijo una mujer chikyuuyín de mediana edad con la piel color madera negra pulida—. Pero la idea esencial de lo que ha dicho, Dodoria-san, es que seremos suyos para que haga lo que mejor le parezca. ¿Qué ganamos si estamos de acuerdo en ser su planeta satélite obediente?
—Más importante aún, ¿qué hará si nos negamos? —preguntó Krilin tranquilamente.
Dodoria dejó el plato en el que había estado comiendo como si se tratara de un abrevadero e hizo gestos y señas al pequeño grupo de guerreros maiyoshyíns que estaban de pie en el borde del estrado. Ellos se acercaron sin prisa, trayendo una sensación de peligro subyacente implícita en todos sus movimientos y tomaron posiciones alrededor de la mesa. Un guerrero con una cicatriz en la cara y la insignia de la garra de fuego de los Demonios Rojos grabada en el pecho de su armadura ocupó un asiento al costado derecho de Dodoria, a medio metro de donde estaba sentado Briefs. Demasiado cerca. Vegeta tuvo una imagen mental repentina, tan clara como un sueño despierto, del maiyoshyín alcanzando y rompiendo el cuello del anciano con indiferencia, y de la maliciosa y estruendosa risa de Dodoria. Algo muy parecido a esto, el aquiryín se rio entre dientes en el sueño.
Vegeta se adelantó para tomar un lugar detrás de Briefs y le dio al maiyoshyín una mirada de advertencia que habría convertido las entrañas de un hombre menor en agua en el pasado. El maiyoshyín solo se burló, sin miedo. Por qué debería temerle, Vegeta pensó con amargura. El bastardo rojo no podía percibir ningún poder de pelea en él, ninguno en absoluto.
Pero Dodoria no hizo ningún movimiento para dar órdenes al guerrero a su costado. Su entrecerrada mirada de cerdo estaba fija en Vegeta.
—Su hijo parece desconfiar de nosotros, Briefs-san —rio—. Bueno... en primer lugar, permítanme decir que no he disfrutado de una comida como esta en muchos años. Tengo en mente ofrecerle a tu chef empleo como parte de mi personal privado antes de irme. La cuestión de que pasaría si… Bien, yo prefiero mantener las posibilidades desagradables en el ámbito del quizás a menos que alguien fuerce mi mano. Le deseo a Chikyuu lo mejor, de verdad lo hago, pero este planeta está en una situación muy delicada, políticamente hablando. Dime, Briefs-san. —Dodoria se inclinó y miró de forma maliciosa al hombre mayor a su lado—. ¿Qué fue de los tres saiyayíns que derribaste del cielo hace cinco meses?
—Bueno —respondió Briefs sin perder el ritmo—, uno de los hombres jóvenes murió por sus heridas poco después de que se estrelló. Los otros tres... —Él parecía afligido.
—Hubo una turba —explicó Yamcha sin rodeos—. Los reconocieron por sus colas como de la misma raza que purgó nuestro planeta y nuestra gente se volvió loca. Ellos los sacaron a rastras de su celda y los quemaron vivos. Así fue como la mayoría de nuestras familias murieron durante la purga. Ellos fueron quemados vivos. Yo diría que terminó siendo bastante justo a largo plazo, murieron de la forma en que asesinaron.
—Escuchamos que dos sobrevivieron —señaló el Demonio Rojo al costado de Dodoria.
—No sé quien podría haber dicho algo así. —Briefs le dio una inocente mirada de perplejidad.
—¡Yo sí! —espetó Satán—. Lo oí de tu propia gente. Ellos dijeron que has sido tramposo en esto, mantuviste a los bastardos fuera de vista la mayor parte del tiempo, pero que conservaste al menos a uno vivo a ciencia cierta. ¡Describieron al que vieron a la perfección! Dijeron que tenía el cabello negro con púas y una cola, y que podía volar como un maldito pájaro. —Satán asintió a Dodoria—. Su hombre Tresha aquí me comentó que quería una señal de lealtad, que tendríamos una provisión de sus medicamentos y alimentos en el momento en que nos tomaran como un protectorado. —Él sacudió la cabeza ante Briefs—. ¡Al diablo con este viejo loco! Hablo en nombre de mi pueblo y estamos listos para vivir como hombres civilizados de nuevo. Le daremos la fidelidad que desea, Dodoria-sama. Un poco de libertad es un pequeño precio a pagar para evitar que nuestros niños mueran de hambre este invierno.
—El "saiyayín" que tus espías vieron era yo, estúpido hijo de puta —dijo Yamcha, su voz estaba llena de disgusto—. ¡Yo tengo el cabello negro en puntas y soy tan chikyuuyín como tú! ¡La "cola" que tu amigo vio fue el final de mi faja gi! —Se puso de pie, empujó la silla hacia atrás con estrépito y se elevó dos metros en el aire flotando antes de que levitara de regreso a su asiento—. La mayoría de los chikyuuyíns no pueden volar y no pueden aprovechar su propio ki ni siquiera para encender un fósforo, pero yo puedo.
—Así que puedes —remarcó Dodoria.
Detrás de él, Tresha dio un toque a la configuración avanzada en su rastreador.
—Tiene una lectura muy alta, la de un guerrero de primera clase, pero el patrón de su firma ki es consistente con la de los otros nativos. Es chikyuuyín. —El maiyoshyín se encogió de hombros—. Esto se ve muchas veces en las razas que están en el borde evolutivo de la sensibilidad del ki. Simplemente es precoz para su especie. —Tresha observó a Satán y sacudió la cabeza fastidiado—. Creo que este chikyuuyín Satán es un tonto que no distinguiría a un saiyayín de su propio ano.
El guerrero más pequeño chikyuuyín, Krilin, hizo un ruido que sonó como una risa ahogada. Satán solo farfulló indignado, aunque no habló en su propia defensa. Tenía la suficiente inteligencia para detectar que estos invasores sonrientes no lo pensarían dos veces en matarlo. Menos que nada.
—Él es un tonto por ofrecerle a cualquier hombre su servicio incondicional —dijo Vegeta sin quitar los ojos del maiyoshyín Tresha—. Solo un cobarde se vendería a sí mismo y a sus parientes como esclavos por el lujo de un estómago lleno.
El pecho de Satán se hinchó beligerante.
—¡No seré sermoneado sobre un estómago lleno por el hijo consentido de un hombre rico! No tienes ni idea…
—Cierra la boca, ki menos que el de un animal —ordenó Tresha con frialdad. La boca de Satan se abrió, luego hizo lo que se le pidió. Al menos, el hombre tenía buenos instintos de supervivencia, aunque la amenaza en la llana orden casi improvisada del maiyoshyín era difícil de confundir.
—¿Eso es lo que somos para usted? —preguntó el guerrero calvo, Krilin, en voz baja—. ¿Animales? Mi poder de pelea es tan alto como el de Yamcha, ¿todavía soy un animal o solo Satan-san y todos los demás miembros de mi raza que no pueden manipular su propio ki? —Parecía serio, no enojado, pero había una extraña nota de piedad en su voz.
El maiyoshyín se encogió de hombros e increíblemente, parecía un poco incómodo bajo la mirada constante del calvo chikyuuyín.
—Es solo una expresión.
—Acaba de luchar en una guerra por liberar a su pueblo de los saiyayíns —continuó el hombre más pequeño—. Apuesto a que ellos pensaron en su pueblo como animales, ¿verdad? ¿Cómo puede dar media vuelta y hacerle lo mismo a otra persona?
La expresión del maiyoshyín osciló con el fantasma de la vergüenza por un breve instante, luego apretó la mandíbula.
—Me refería a ese hombre en particular, no a toda su raza. No los estamos esclavizando, sin embargo, decidiste ver eso. Si no están en unión con el enemigo, les ofrecemos nuestra protección y guía.
—¿Puedo hacer otra pregunta? —consultó Krilin de manera educada, ubicando la mirada entre Dodoria y el Demonio Rojo—. Ustedes vinieron aquí en busca de sobrevivientes saiyayíns de su plaga manipulada. ¿Han encontrado a alguno hasta ahora? ¿Y qué harán con ellos cuándo los capturen?
—Hemos encontrado muy pocos que sobrevivieron al contagio —declaró Tresha y esbozó una sonrisa desagradable—. Varios cientos, en un principio. La plaga quemó los centros del ki de sus cerebros, por lo que no son una gran amenaza para nadie. Pero ustedes chikyuuyíns, que han sufrido una purga saiyayín como tantos otros pueblos en toda la galaxia, estarán encantados de saber que no los matamos. Hemos reunido a la mayor parte de los sobrevivientes en un gran circo en un planeta llamado Shikaji. La gente viene de todas partes de la galaxia para... participar. Para tener un poco de deporte con ellos. Los saiyayíns tienen que ser refrenados en todo momento de quitarse sus propias vidas y la mayoría de los adultos languidecen, y mueren después de algunos meses con este tipo de atenciones, así que siempre estamos buscando más.
—¿Qué hacen con ellos? —La voz de Okuda era tan suave que apenas era audible.
—Todo lo que se nos ocurre —rio Dodoria y empujó otro cucharón de comida en sus fauces rosadas—. Los atendemos a todos como ellos se sirvieron de nosotros por muchos decenios. Los varones y los más pequeños permanecen en la arena principal, y hemos construido un burdel para las hembras sobrevivientes. Tresha y sus hombres descubrieron un tiempo atrás, cuando tuvimos a una de sus soldados femeninas de alto rango como nuestra invitada por un corto tiempo, que sus mujeres son putas finas.
Hubo un suave sonido de respiración forzada a través de dientes apretados detrás de él. Okuda había conducido un fuerte codazo en el estómago de su hermano mayor, que evitó que vuele a través de la mesa en un ataque furioso de sangre. Yamcha se inclinó al lado de Coran para hablarle gentil y atentamente.
—Bueno, ¿amigos? —continuó Briefs con total tranquilidad y convirtió de repente en piedra su mirada sobria sobre cada miembro de la asamblea chikyuuyín de ancianos sentados alrededor de la mesa—. ¿Ha oído todo el mundo lo suficiente?
—Por lo tanto —murmuró Dodoria. Él pasó un paño por su boca, la limpió e hizo retroceder su plato—. No habrá ningún trofeo vivo saiyayín que llevarle a casa a Jeiyce y a sus muchachos. Fue una necedad de nuestra parte pensar que un pueblo purgado por los monos los habría albergado por cualquier motivo. Ah, bueno, pasemos a la siguiente orden del día. Briefs, buen hombre, dime... ¿has oído algo de tu preciosa hija recientemente?
El rostro del anciano solo mostró una vaga mezcla de sorpresa y confusión. Él podría haber enviado a un hijo de las antiguas casas de comercio a la escuela por la forma en que instruía sus expresiones para engañar, Vegeta pensó mientras daba un paso hacia adelante, ahora estaba casi frente a frente con el maiyoshyín. Volvió su fría mirada de Tresha hacia el aquiryín.
—La hija y la esposa de Briefs-san murieron en la purga. —Yamcha casi escupió encima de la mesa a Dodoria—. ¡¿Es esta la extraña idea alienígena de una broma?!
—Me dicen que su nombre era "Bulma" —continuó Dodoria lascivamente—. Un nombre poco común. Y su apellido "Briefs". ¿Es también infrecuente en este planeta? —Su sonrisa se ensanchó y dejó al descubierto sus dientes afilados como agujas que le daban el aspecto de un alcaudón de mar sonriendo—. El juego se acabó, niños. Creo que algunos de ustedes saben muy bien que Bulma de la casa Briefs, Bulma de Chikyuu, Bulma el Amo de la Tecnología y la puta del Saiyayín no Ouji, y Bulma la traidora a la Red Roja está viva, bien y huyendo de la Nueva Alianza. Creo, anciano, que incluso sabes donde está. Ahora, tengo varias opciones para ofrecerles a estas excelentes personas. Si alguno de ustedes sabe la ubicación de la hija errante de Briefs y me lo dice, "y" esa información resulta ser cierta, consideraré eso como un acto de buena fe y tomaré a este planeta bajo el ala benévola de mi administración. Confíen en mí en esto, "averiguaré" lo que saben y cuanto. Ahora, puede ser que aquí nadie sepa absolutamente una maldita cosa sobre lo que la hija más infame de su planeta ha estado haciendo en estos últimos diez años. Sí, cuando le haya preguntado a todos ustedes y a un número adecuado de su pueblo, y esté convencido de que este planeta no ha tenido contacto con la "Saiyayín no Ojo", y no saben nada… pues bien, yo todavía extenderé una mano caritativa a su pueblo en declive con la condición de que el maestro Briefs aquí nos acompañe de regreso a Shikaji. —Él sonrió a las caras afectadas de los chikyuuyíns alrededor de la mesa, su mirada de cerdo se detuvo en Briefs—. Estoy apostando que tu preciosa hija, dondequiera que pueda estar escondida, monitoriza todo el tiempo las transmisiones de hiperluz para obtener información sobre lo que está pasando en el resto de la galaxia. Si anunciamos que eres nuestro invitado, creo que ella acabará viniendo a Shikaji para salvar a su querido padre de la ejecución.
—Quizás tengas razón —contestó Briefs, ningún rastro del buen humor quedaba en su rostro. Él volvió la mirada a los otro chikyuuyíns sentados alrededor de la mesa—. ¿Estamos de acuerdo, entonces? —Uno por uno, todos asintieron en silencio—. ¿Satán-san?
El hombre corpulento agachó la cabeza e inclinó la mitad superior de su cuerpo en una reverencia formal.
—He sido un tonto, Briefs-sama —reconoció con una avergonzada humildad que Vegeta nunca hubiera creído posible en un fanfarrón tan inútil.
—Un tonto no podría haber mantenido a su pueblo con vida durante los últimos diez años, Satán-san —dijo Briefs. Una pequeña alarma, el pitido estridente de un localizador sonó. Briefs alzó su antebrazo y comprobó la lectura de los mensajes en el pequeño comunicador de su muñeca—. Dios mío, este tipo de sincronización perfecta casi nunca sucede en la vida real. —Se volvió de nuevo a Dodoria y sonrió—. Creo que todos estamos de acuerdo en rechazar su oferta, Dodoria-san.
Una fría luz azul atravesó el largo y ancho del gran salón, y el sonido de cientos de estrepitosos golpes rebotaron en las paredes cuando todos los soldados armados a la vista se derrumbaron bruscamente. La cabeza de Dodoria cayó hacia adelante en el pudín que un zumbante servo-robot había colocado frente a él un momento antes. Tresha estaba tumbado sobre su espalda, fuera de combate. ¡Dioses... todos ellos estaban fuera de combate! Todos los hombres que Dodoria trajo consigo.
Todos los hombres, excepto Tresha.
El maiyoshyín abrió los ojos, el estado de shock ya se había convertido en terrible rabia y se puso en pie. Él empezó a levantar su mano en reacción para dirigir un disparo como el punto de una aguja al corazón de Briefs. Vegeta cerró la distancia entre ellos en medio segundo y agarró al hombre en un abrazo de oso, sujetando los brazos del maiyoshyín hacia los lados. En el siguiente medio instante, él los desplazó fuera del estrado tambaleándose, lejos de Briefs. Un cuchillo ardiente de dolor atravesó su estómago, pero no lo soltó. Un segundo más tarde, se oyó el grito de rabia de Rikkuum y de los hijos de Articha, y Tresha fue arrastrado por el cuello y sacudido como un roedor en la boca de un depredador. Rikkuum abordó al maiyoshyín con una resonante ráfaga que hizo a los oídos de Vegeta vibrar y colapsó el escudo ki del Demonio Rojo. Un instante después, Coran cortó la garganta de Tresha con el borde de uno de los cuchillos de mesa.
—¡Maldita sea, muchachos! —dijo Briefs enojado en algún lugar cercano—. ¡Les pedí que no mataran!
—Es cho-gugol, Briefs-san —explicó Coran, su voz se oía alterada—. ¡Es cho-gugol!
—¡Oujisama! —Rikkuum se inclinaba sobre él ahora, bloqueando la vista de todo excepto de su propio gran marco. El dolor en su estómago se sentía candente y profundo.
—Retrocede y déjame verlo, Rikkuum. —Briefs empujó suavemente al hombre gigante hacia atrás y bajó la mirada a la herida de Vegeta—. Bueno... no recibiste un buen tiro o no habría quedado nada, pero vas a volver a la mesa de operaciones. Eso fue muy valiente y muy tonto, hijo.
—No soy tan débil, incluso ahora —sostuvo Vegeta con voz áspera—, como para no poder proteger a mi propio pariente.
—Débil es una palabra que jamás asociaría contigo —aseguró el anciano sonriendo. Hubo el sonido de una inyección tranquilizante y Vegeta sintió que su cuerpo se relajaba y descendía al sueño con los sonidos de gritos mezclados con aplausos y pies corriendo a su alrededor.
Se despertó oyendo el ruido de grandes motores acelerando en la quietud de la madrugada.
—Si continuas así, me temo que no podré regresarte a mi hija en una sola pieza, hijo.
Él se encontraba en la unidad médica de un portatropas de tamaño estándar. El puerto de triaje estaba abierto de par en par, lo que dejaba ingresar el sonido y el calor húmedo de la noche del exterior. Los chikyuuyíns entraban y salían cargando provisiones en un torrente de actividad apresurada.
—Esas holobandas que te di a ti y a tus amigos los blindaron contra mi rayo nocaut —dijo Briefs—. Penetra en cualquier onda cerebral que no reconoce como la de un ser humano. Creo que debes de haber estado parado tan cerca de Tresha cuando la explosión golpeó tu pulsera que lo protegió también. Tuvimos que esperar a que varias de nuestras jóvenes se las arreglaran para conseguir que los soldados de Dodoria las inviten a abordar la nave durante la fiesta. Estaba aguardando su llamada en la que me dejaran saber que habían atacado a los soldados que tripulaban la nave con el rayo nocaut y el tiempo suficiente para que Dodoria mostrara su verdadera cara en frente de todo el mundo. Todo el sentimiento pro-Nueva Alianza entre nuestro pueblo se esfumó después de su último discurso.
—Usted es... —Vegeta tosió e hizo una mueca de dolor por la tirantez de la piel recién curada de su abdomen—, es un anciano astuto.
—Esa no es una cosa agradable de decir. —Briefs sonrió maliciosamente, las comisuras de sus ojos se arrugaron de alegría reprimida—. Mi padre siempre afirmó que es mejor hacerle ver a la gente que están siendo tontos en lugar de gritarles. Me gustaría que tus amigos no hubieran matado a Tresha, pero me explicaron el porqué. Su pobre madre.
—Nunca la llame así en su cara si desea vivir —repuso Vegeta con voz ronca—. ¿Ha reacondicionado el portatropas como su transporte?
—Ha tomado un par de días, pero vamos a estar listos para salir esta noche —respondió Briefs—. Tenemos a Dodoria y a sus amigos sedados tan fuerte que no podrán despertar durante una semana. —observó a Vegeta mostrar sus dientes y frunció el ceño ante el gruñido que salía de su yerno—. Él te dio esas cicatrices, ¿verdad? No sé como supe eso, solo es así.
Vegeta bajó la mirada hacia su pecho desnudo, a la red de rayas de látigo que el aquiryín había excavado. Estaba temblando de furia.
—No me arrebatará mi venganza —declaró.
—No estoy siendo tan amable con ellos como piensas. Lo dejaremos a él y a su gente aquí —aseguró rotundamente Briefs—. Abandonados sin suministros ni una nave de escape. Y voy a encapsular la estructura del complejo principal de la Corporación Cápsula para traerla con nosotros, así que ni siquiera tendrán un refugio adecuado cuando se despierten. Ellos probablemente morirán de hambre antes de que llegue una nave de rescate.
Vegeta se dejó caer sobre la cama dispuesto a que la tensión y la rabia disminuyeran. Que sea así entonces. Dejaría que Dodoria tuviera una muerte sin honor como la vida que había llevado.
Briefs negó con la cabeza.
—Bulma-chan debió haber estado muy ocupada contigo y ese temperamento. —Se quedó mirando a Vegeta en silencio por un momento, luego pareció obligarse a preguntar—. ¿Está bien?, ¿estaba bien la última vez que la viste?
—No —susurró Vegeta, él no se apartó de esa constante mirada azul clara—. ¿Cómo lo sabe?
—Hablaste mucho esta vez mientras estabas inconsciente. Le decías que lo sentías mucho una y otra vez, y rogabas su perdón. —Hubo un poco de silencio—. ¿Qué hiciste, hijo?
Él le debía a este hombre una deuda de sangre que solo podía pagar con su propia vida. Si le decía la verdad, toda la verdad, Briefs de seguro lo mataría o lo abandonaría aquí en Chikyuu con Dodoria. De una u otra forma, el hombre nunca aceptaría ayuda de manos de Vegeta y eso no serviría de nada. Él tenía que llevar al padre y al pueblo de su mujer de manera segura a donde quiera que el último de los saiyayíns hubiera hecho su nuevo hogar. Le diría toda la verdad con el tiempo y aceptaría cualquier castigo que sus parientes consideraran justo. Pero por el momento...
—Yo le daré la más corta de las dos respuestas —contestó Vegeta despacio—. Ella había perdido a su familia, a su planeta y todo lo que alguna vez conoció. Yo no entendía lo difícil de soportar que fue para ella hasta estos últimos meses. Creo que la herida nunca sanó, aun así se fortaleció otra vez, sobre todo debido al niño que dio a luz para Raditz, ya que tenía algo que cuidar de nuevo. —Él hizo una pausa para respirar hondo—. La noche que la tomé de Raditz, mientras peleaba con él, mi teniente de escuadrón... mató al bebé en la lucha. Ante sus ojos. Yo lo castigué, pero el acto ya había sido cometido y ella casi perdió el juicio.
—Ella se echó la culpa... —dijo Briefs en voz baja—. Probablemente pensó que si se hubiera quedado donde estaba, con ese bastardo del que era esclava y nunca se hubiera enamorado de ti, el bebé habría vivido.
Vegeta apretó los dientes en una triturante oleada de vergüenza, pero no podía librar al hombre de sus conceptos erróneos. Ahora no, tal vez jamás. Se le ocurrió de pronto que contar toda la historia sería como atravesar un cuchillo en el corazón del anciano. Ganar el odio de Briefs y permitirse sufrir la peor parte del castigo que tanto merecía solo serviría para aliviar su propio sentido de la vergüenza y el arrepentimiento. Pero la verdad de cómo había sido todo, de lo que ella había sufrido, podría matar a este anciano.
—Me perdonó la culpa de eso —susurró Vegeta—. Y sin embargo, realmente no lo hizo, siempre estaba ahí entre nosotros. La madre de Raditz resultó muerta en la guerra y ella le legó su pequeño hijo a Bulma, y eso pareció aliviar su dolor. Su mundo entero giraba en torno al niño y yo pensé que todo estaría bien. Ella era feliz, nosotros eramos... fue bueno, mejor de lo que pensé que la vida jamás podría ser. En la noche de nuestra boda, engendré un hijo en ella. Era el final de la guerra y el inicio de la temporada de la demencia, cuando enclaustramos a todos nuestros niños y a los que no pueden luchar contra la llegada de la luna a Vegetasei. Le dije... le dije que no podía ser, que un heredero mestizo al trono dividiría el imperio. Mi pueblo habría matado al niño y a ella con él. Fui un tonto, eso hizo que su mente se rompiera, Briefs-san. Y cuando ella me encontró con las secuelas de la plaga, vi que había enloquecido, que la destruí al tratar de salvar su vida. Me dejó morir y me dijo que no podía amarme más y vivir. Así que... así que, lo llevaré con ella. Eso sanará su mente y su corazón cuando vea que usted y los otros viven. La veré totalmente equilibrada, incluso si ella me odia hasta el día de su muerte.
Briefs no habló, aunque las lágrimas rodaban por sus mejillas. Tomó un pequeño cilindro parecido a un papel de su bolsillo, encendió un extremo e inhaló el humo de la hierba en sus pulmones.
—Ella no te odia, Vegeta. Está muy enojada y herida... y probablemente muy enferma. Te equivocaste, no voy a mentirte, debiste encontrar una manera de rescatarla de ese Raditz sin poner a mi nieto en el fuego cruzado. Debiste haber sabido lo que un aborto haría con ella después de perder a su primer hijo de esa forma, pero sé que preferiste mantenerla a salvo. Yo sé que la amas. Dioses... es... es una gran y complicada tragedia, hijo. No te puedo decir lo que ella hará cuando la veas de nuevo, pero la hija que crié tenía un corazón bueno y fuerte, y una mente firme. Te creo cuando dices que ella tuvo algún tipo de ruptura y aun así... se pondrá mejor. ¿Tiene personas a su alrededor que la aman?
—Bardock moriría por ella —aseguró Vegeta—. Él la llama su "hija".
—¿El mismo Bardock qué dirigió el escuadrón de purga que quemó Chikyuu? —La expresión de Briefs se volvió un poco fría.
—El mismo. La tomó como una especie de sustituto de su hijo, el que ella llama «Son-Gokú». Él siempre cuidó de ella como si fuera de su propia familia.
—Pensaría mejor de él si no se la hubiera dado a su hijo como una... una...
—Voy a ser franco con usted, aunque solo sea para calmar su mente —dijo Vegeta—. Raditz nunca la tomó por la fuerza. Ella era muy joven, estaba sola y él era un hombre que las mujeres encuentran agradable a la vista. La sedujo, no la lastimó. Era su esclava, carecía de libertad para irse, para rechazarlo o para ordenar su propia vida... pero él no fue cruel con ella.
El anciano pareció languidecer de alivio, temblaba por la falsa creencia de que ella nunca había sido... utilizada como un animal.
—Ese tipo Bardock cuidará de ella y está rodeada por médicos —consideró Briefs después de un momento—. Y tiene al niño que adoptó, el hijo de Bardock. Se pondrá mejor, Vegeta, es una muchacha muy fuerte, tendremos que creer en eso. Y mientras tanto, tú y yo haremos todo lo posible para encontrarla, ¿está bien? —suspiró y tomó otra larga bocanada de su hierba ardiente—. He hecho todo lo posible para hacer que esta nave esté lista y Okuda preparó los motores. Voy a salir a caminar un rato por mi planeta, lo extrañaré muchísimo.
—El niño vive —declaró Vegeta con voz ronca—. No lo abortó, ya tendría que haber nacido para este momento. Y cuando ella me dejó, vi su nombre en su mente. Trunks... por su padre.
Briefs sonrió, el azul de sus viejos ojos brillaba en exceso y lo dejó sin decir nada más.
Vegeta se despertó de nuevo, horas más tarde, para encontrar a Rikkuum junto a él, paciente y leal como Baka o Yaro.
—¿Estamos lejos?
—Estamos en el espacio, Oujisama. —Rikkuum sostenía algo en la mano. Vegeta sintió que su corazón dejó de latir cuando vio lo que era. El disco de datos del diario de Bulma.
—¿Cómo…
—Lo encontré cuando buscábamos nuevas piezas para la nave espacial en los restos de nuestra nave, Oujisama —le explicó Rikkuum—. Escuché por un primer minuto y oí la voz de su señora. Sabía que era suyo y que desearía tenerlo cuando se despertara.
—Has hecho bien —dijo Vegeta y el gigante se iluminó de felicidad—. Ve a descansar, Rikkuum. No necesito ningún guardia ahora que estoy despierto.
Esperó a que el hombre grande se fuera para meter el disco en la minicomputadora de la cama.
Bulma: Vegetasei
Desperté cuando Vegeta se retiró de mis brazos al amanecer. Me dio un suave beso en los labios y me dejó para ir a sorprender a su padre y al consejo superior.
—Todo saldrá bien —susurre sentada al lado de la alberca de agua natural mientras se bañaba, su rostro parecía distante y preocupado. Todas sus emociones seguían siendo evidentes en cada movimiento rápido de su semblante, tal como lo eran ayer y el día anterior. De repente me di cuenta de que él sabía esto. Su padre y el consejo lo verían también, y eso era un problema. Estaba tan cambiado que era casi irreconocible ahora. Ellos desconfiarían de cualquier diferencia que vieran en él y temerían que fuera una nueva sombra de su locura. Es el mentiroso más lamentable que he conocido en mi vida y creo que sabía que no sería capaz de fingir que era el mismo de antes. ¿Cómo reaccionaría su padre ante esta… esta fusión del "gentil niño" y el hijo violento que había criado hasta la edad adulta?
—Soy fuerte —dijo encontrándose con mis ojos mientras levitaba fuera del baño y se secaba el cuerpo con su ki. No me pidió que me uniera a él y yo no me hubiera ofrecido. Entendía sin que nadie se lo diga, que bañarnos juntos estaba en algún lugar un poco más allá del umbral invisible que yo no quería cruzar en ese momento. No hasta que descubriera que demonios sentía ahora por él, no hasta que tuviera tiempo para tomar el control de todo lo que había sucedido ayer—. Ellos no me derribarán fácilmente. Pase lo que pase hoy o mañana, veré que tú y el niño estén a salvo. —Terminó de ponerse el traje de combate y la armadura, y se inclinó para besarme. Puso un disco de datos en la palma de mi mano—. Este es un sello de requisición real —indicó, su voz era calmada—. Toma cualquiera de las naves preparadas para el espacio atracadas en el hangar del centro médico. Si soy derribado hoy o en el futuro, coge al niño y vete. —Me miró con sus solemnes y mudos ojos negros—. Lleva a Scopa y a tantos otros como desees —agregó en seguida. Nos contemplamos el uno al otro en silencio por un momento, ninguno de los dos sabía que decir o cómo actuar hoy, ahora que todo era tan diferente. Luego me besó una vez más, gentilmente, a la manera chikyuuyín antes de salir para reclamar su asiento a la mano derecha de su padre.
Me senté y me quedé mirando el agua humeante por un tiempo, pensando que había demasiadas emociones en conflicto haciendo saltos mortales dentro de mí para tener algún interés en el desayuno. Un bajo dúo de gruñidos caninos y el sonido de la voz de Rom-kun pidiendo a los perros ser buenos me pusieron en movimiento de nuevo. Lo que encontré en nuestro nuevo dormitorio envió a mi estómago tambaleándose hasta mi garganta.
Batha se respaldaba contra la pared mientras que Baka y Yaro gruñían bajo y amenazantes, con las espaldas arqueada y los dientes al descubierto. Rom-kun estaba sentado en su cama luciendo asustado e infeliz.
—¡No le hagan daño, perritos! —decía mordiéndose el labio y al borde de las lágrimas.
Ella no parecía tenerle mucho miedo a los perros, pero los había dejado retrocederla hasta la pared con un saludable respeto por lo que podrían hacerle si se le abalanzaban. Movió sus ojos rápidamente hacia mí con maldad.
—¡Retira a estas bestias inmundas, Bulma!
—Ellos no están entrenados para obedecer de esa manera —repliqué con frialdad—. Quiero que tú y tu hermana salgan de esta casa hoy. —Las palabras colgaron allí mientras iba hacia Rom-kun para levantarlo, examinarlo y comprobar cualquier tipo de marca o lesión. ¡Oh, Dioses, la mujer había entrado a la habitación donde mi bebé estaba durmiendo! Esta perra de corazón muerto mataría a un niño saiyayín sin la menor vacilación o remordimiento como si sintiera que pisaba a un insecto...
—Así que... —Ella se burló mirándome de arriba abajo como una anciana matrona sintiendo repugnancia por una callejera—. Te has convertido en su "muñeca" después de todo.
—No sabemos si nos ha traicionado, hermana —alegó Caddi en voz baja detrás de mí. Ella estaba de pie en la puerta, su gris piel marfil parecía contraída por la tensión.
—No he traicionado a nadie —le contesté—. Pero te conozco, a las dos, y no te quiero en la misma habitación o incluso en la misma casa con mi bebé.
—¡Ese saiyayín no es tu bebé, pobre tonta rota! —dijo Batha entre dientes.
—No voy a discutir contigo acerca de él —le espeté—. Piensa lo que quieras.
Me paré y observé como empacaban sus pocas pertenencias, Caddi dirigía miradas compasivas en mi dirección y Batha me fulminaba con una negra mirada asesina.
—Veré que ambas sean rotadas oficialmente al centro médico —les aseguré cuando terminaron—. Van a estar a salvo allí de la inquisición hasta que Zabón pueda asignarles sus nuevas funciones en la Red.
—Te oí anoche, puta. —Batha soltó llena de veneno—. Estabas acostada en los brazos de tu amo, diciéndole que lo ayudarías a salvar a su pueblo.
—¡Hermana! —siseó Caddi—. Debemos irnos ¡ahora! Bulma-chan le ha dicho al príncipe dulces mentiras mil veces antes, ¿por qué debería la última noche ser diferente? ¡Lo viste!, él es como una sombra de sí mismo. Gran Diosa, hermana, si es una ruina débil ahora, está completamente en su poder... ¿no es eso lo que queríamos desde el principio? Y... —Sus hombros temblaron, pero su postura encorvada se enderezó. Ni una sola vez la había oído contradecir a su hermana hasta ese momento—. Y tiene razón en temer por el niño, Batha. Tú... tú no debes vivir en la misma casa con él. No estaría seguro a solas contigo… —Ella bajó la cabeza, su mirada se alejó del rostro aturdido de su hermana—. O conmigo. La Red nos sostiene y es todo lo que necesitamos o deseamos. Este niño es lo que la sostiene. Bulma-chan ha hecho grandes cosas por la causa, hermana, creo que va a hacer cosas más grandes todavía... pero este bebé saiyayín es lo que necesita para seguir viviendo.
Eso pareció aplacar a Batha tanto como era capaz de ser aplacada. Las vi salir mientras sostenía a Rom-kun en un fuerte abrazo. No lo había soltado ni una vez cuando ellas empacaban. Me quedé pensando mucho sobre qué hacer a continuación, hasta que la voz de Rom-kun me sacudió fuera de los pensamientos oscuros que rondaban por mi cabeza.
—¡Mamaaaá! —exclamó cuando todavía no me movía—. ¡Tengo hambre! —Estaba pensando preocupada por lo que podrían hacer ahora y lo que iban a decirle a Zabón. Necesitaba hablar con él hoy. Quería a las gemelas lejos del centro médico tan pronto como sea posible, antes de que Batha empezara a husmear, antes de que comenzara a sospechar lo yo iba a hacer en las próximas semanas. En algún momento, pensé con un escalofrío de inquietud mientras alimentaba a Rom-kun con su pastel de carne, que muy pronto no podría esconder mi nuevo "proyecto" de ellas... o de Zabón. Yo en verdad creía que hablando con él podría comprender mi punto de vista, al menos en parte. Pero Batha... ella enloquecería cuando lo supiera y Caddi lo vería como la prueba de que su hermana había tenido razón sobre mí todo el tiempo.
Tratarían de matarme.
Y atentando contra mi vida, podrían lastimar a Rom-kun. Ellas no tendrían reparos en matarlo.
Me detuve inmóvil y horrorizada cuando lanzaba mi bolso médico en el aviador. Mis Dioses, había estado más allá de considerar eso. Empecé a examinar posibles métodos mientras ataba al bebé y a los perros en sus asientos, de matar a las gemelas que no pudieran ser rastreados de regreso a mí. Tenía que haber una forma de impedirles que vengan por mí después. No dejaría que fuera de otra manera, porque si ellos lo hacian, Dios de los Dioses, los mataría sin dudarlo para proteger a mi bebé.
Entré lentamente al centro médico cargando a Rom-kun por un costado, tan concentrada en mis pensamientos que casi choqué con Scopa.
—Hay mucho que necesitas escuchar —dijo muy serio—. La mayor parte es grave.
Mousrom había confiscado a la mitad de los especialistas en cirugía de trauma y los tenía trabajando para su central de la inquisición en ciudad Kharda.
Nachti fue tomada. Mi amiga está en el medio acre del infierno del inquisidor, viéndose obligada a utilizar sus habilidades como médico para mantener a las víctimas de Mousrom vivas tanto como sea posible y así puedan durar más bajo tortura. Hiru tuvo una crisis después de que se la llevaron. Está mejor ahora que él y Scopa están recibiendo comunicaciones regulares de ella, pero parece que no logra concentrarse en nada durante largos períodos de tiempo y rompe a llorar por las más pequeñas cosas. Scopa lo había sacado del servicio de los vuelos de transporte indefinidamente y lo asignó como camillero bajo las órdenes directas de Nail para que así pueda tener atención constante.
¿Cuánto trauma emocional puede alguien soportar y aún así levantarse de nuevo? Los textos de medicina dicen que depende de la persona. Pasé la primera mitad de la mañana solo sentada y hablando con él, sosteniendo su mano, escuchándolo llorar. Me preguntó que había hecho para merecer esto. No tengo una respuesta para él, todo lo que sé es que tenemos que traerla de vuelta pronto, no solo por su bien. Si ella está ausente por mucho más tiempo, vamos a perder a Hiru.
—Habría pensado que las lágrimas incontroladas eran una mala señal —me comentó Scopa mientras cerraba la puerta de su oficina después de dejar a Hiru durmiendo en su habitación—. Pero no soy un psicólogo. Nail dice que ellos están sanos.
Cerré los ojos y escuché el sonido de Rom-kun corriendo a toda velocidad entre las camillas en la habitación de al lado y los felices, y profundos "guaus" de los perros.
—Es cuando las lágrimas dejan de caer que tienes que preocuparte —contesté en voz baja.
—Estaba seguro de que no necesitaría pasar por la villa esta mañana y verte —dijo vacilante—. Por favor, dime que no me equivoqué.
—No te equivocaste —respondí—. Él no me hizo daño. No creo que alguna vez me lastime de nuevo.
Scopa suspiró de alivio y pareció buscar las palabras adecuadas.
—Su postura corporal, sus gestos, la forma en que sus emociones se muestran en su rostro... esa voz suave que usa, todo es de "nuestro" Vegeta, no del de antes. Es como si el Vegeta de antes y el que conocimos en casa de Bardock…
—Se hubieran fusionado —terminé la oración y asentí—. Externamente, parece más duro, más saiyayín ahora. Se acuerda de todo, Scopa. Todo nuestro tiempo con Bardock, todo lo que los maiyoshyíns le hicieron... todo lo que me hizo. —Dejé escapar un suave sonido mudo que no hizo justicia a la confusión y el conflicto rugiendo dentro de mí.
—Lo amabas mientras estuvo en la casa de Bardock —afirmó Scopa estudiándome más de cerca—. Diosa... todavía lo amas, ¿verdad? —Tragó saliva—. Bulma, eso podría ser muy malo para ti.
—Sí —reconocí con una sonrisa un poco lúgubre—. Eso se me ha ocurrido. —Lo miré a los ojos, él era la única persona en toda la galaxia a la que podría decirle toda la verdad, la única persona que sabía que no me juzgaría ni me despreciaría—. No puedo dejar de amarlo. Creo que esto probablemente me desgarrará antes de que todo termine, pero no sé que hacer. Nos quedamos despiertos toda la noche hablando de lo que quiere ahora, sobre lo que quiero ahora. Él me liberó, Scopa. Nosotros... nosotros no tuvimos relaciones sexuales. Nosotros... —Me extremecí y volví a hablar antes de que él pudiera pensar en algo que decir. No podía reflexionar sobre eso ahora, no podía perder el tiempo llorando hoy, no cuando había tanto que hacer.
Se escuchó un ligero golpe en la puerta y el rostro sonriente de Nail apareció mientras empujaba a los perros que ladraban hacia atrás de la puerta entreabierta con un pie. Me sorprendió cuando me dio un abrazo. Él me había dicho hace unos meses que evitaba el contacto físico con los no telépatas sin blindaje, porque al tocarlos siempre recibía emisiones involuntarias de sus pensamientos. Estaba tan concentrada en el namekkuseiyín que no me di cuenta en un primer momento que no había venido solo. Podía escuchar a Rom-kun hablar con alguien detrás de él, diciéndole a la persona invisible todo acerca de volar con su papá, como quería hacer grandes booms como papá y Edeeta, como tenía una nueva casa que era toda suya, de mamá y de Edeeta, y que los perros vivían allí también. Me asomé rodeando el amplio marco de Nail para descubrir a Zabón inclinado, escuchando con un leve asombro la alegre charla de mi hijo. Podía verlo contar los meses desde el nacimiento de Rom-kun y ver su malestar oculto de que un niño tan pequeño estuviera llevando una conversación que habría sido precoz para alguien cuatro años mayor que él.
Rom-kun se había abierto paso en torno a la historia de como sus perritos casi mordieron a dos mujeres esta mañana.
—Mamá estaba enojada. —La voz de Rom-kun se redujo a una forma confidencial—. Les dijo que se vayan porque ellas no me quieren. Cuando papá y Edeeta lleguen a casa esta noche, los robots harán un montón de pasteles de carne. Es mi favorito. ¿Te gusta el pastel de carne? Mamá dice que Scopa tiene que cuidar a la gente lastimada esta noche y no puede venir, pero tú puedes venir. Después de la cena, Scopa y Edeeta juegan a lanzar, puedes jugar también.
—¿Qué lanzan? —preguntó Zabón en un tono solemne.
—A mí —trinó Rom-kun—. A veces Scopa me deja caer y mamá le grita, pero Edeeta me arrojó demasiado alto una vez y le gritó también. Él es un "pichi". —Zabón sonrió ampliamente.
—Quiere decir príncipe —le expliqué.
—Me gusta más pichi —dijo Zabón tratando de sofocar una amplia sonrisa burlona.
—¿Conoces a Edeeta y a papá? —preguntó Rom-kun lleno de alegría.
—Conozco a tu padre —respondió Zabón mientras dudaba un instante antes de responder a los brazos estirados hacia arriba del niño—. Nunca he conocido al príncipe en persona.
—Estaba herido, pero está mejor ahora —añadió Rom-kun.
—Eso he oído.
Me adelanté un poco demasiado rápido y tomé a Rom-kun de él. El leve dolor en sus ojos me hizo arrepentir de lo que hice. Zabón nunca le haría daño a mi bebé.
—Nos hemos estado poniendo al día —comentó Zabón ofreciéndome un casto beso en la mejilla—. Le conté a Rom-kun que la última vez que lo vi no podía hablar. Ahora habla muy, muy bien para un niño de su edad.
—Sí, así es —coincidí. Sabía que Scopa y Nail podían sentir la tensión entre nosotros en el pequeño silencio que siguió, pero no mencionaron nada—. Me alegro que los tres estén aquí —dije finalmente—. Hay mucho que necesitamos discutir.
Zabón se cruzó de brazos, su hermoso rostro no decía nada. Los Dioses sabrían lo que Batha le había dicho.
—Estamos escuchando.
—Todos sabemos que hay dos fuerzas que trabajan una en contra de la otra en esta guerra. En el espacio, en Vegetasei y en el propio centro médico —continué—. Tengo una propuesta: convirtámonos en la tercera fuerza, dedicada a salvar a todos en ambos lados, a pesar de sí mismos. Bueno... a todos excepto Mousrom. Estoy enferma a muerte de lo que pasa en todos lados y de ser incapaz de detener el asesinato.
—Bulma… —comenzó Zabón.
—Escúchame —le pedí—. Hazlo por mí, luego cada uno de ustedes puede tomar su propia decisión. —Esperé hasta que Zabón asintió muy tenso—. Creo que puedo detener esta guerra. Tengo una solución técnica y un plan de tres pasos bastante sencillo. El primer paso es una obviedad: deshacernos de Mousrom.
—Yo te ayudaré a hacer eso con todo mi corazón, amor —murmuró Zabón.
—Tenemos un buen número de aliados en esa parte del plan —les aseguré—. Bardock y todo su escuadrón están implicados, pero probablemente sabes que ha estado trabajando con objetivos diferentes a los de Mousrom durante bastante tiempo.
—Lo sé. —Zabón me dio una media sonrisa velada—. De hecho, lo ayudé una o dos veces en sus operaciones anti-Mousrom.
—Mi única preocupación es usted y Rom-kun, Bulma-san —aclaró Nail—. Pero he visto las cosas que le ha hecho a las personas que sobrevivieron a Kharda, a las que no puedo darle la espalda. Yo la ayudaré.
—Si me dan su permiso —proseguí—, traeré sus nombres a la atención de Vegeta y él les dará a ambos las insignias de libertad y la mensajería de los sellos reales para que así puedan ser más eficaces y moverse con mayor facilidad.
—Él le está otorgando la libertad a cualquiera que lo ayude contra Mousrom —le explicó Scopa a Zabón, sus ojos brillaban—. Serás libre.
—Está bien —le dije y apreté los dientes. La siguiente parte no iba a ser tan bien recibida—. El segundo paso es la implementación de mi "escudo punto muerto" en cada planeta habitado por la comunidad galáctica.
—¿Qué hace esta nueva máquina tuya? —Zabón ya parecía desconfiar.
—Se trata de un escudo impenetrable que encierra un planeta —afirmé de forma rotunda—. Detendrá la guerra por el precepto más antiguo de la política del patio del colegio. Si no puedes detener a dos niños que se pelean, separarlos. Los Demonios Rojos no serán capaces de bombardear más planetas y los saiyayíns no podrán purgar más planetas. Voy a producir en masa el escudo por todo el imperio saiyayín en primer lugar, luego encontraré una manera de filtrar la tecnología a los planetas rebeldes también y eso será todo. Durante un tiempo, seguirán tratando de atacarse el uno al otro, pero no exagero cuando digo que el escudo es impenetrable y el tener la tecnología no ayudará a romper el escudo de alguien más. Después de un tiempo, incluso los halcones guerreros más obstinados cederán. Punto muerto.
—Diosa —susurró Scopa después de un momento—, realmente podría funcionar.
Zabón se quedó en silencio mirándome de cerca, de la manera en que las personas lo hacen cuando piensan que te has vuelto loco.
—Aún no has dicho que será de nosotros y de todos los otros millones de no saiyayíns que quedarán atrapados dentro de esos escudos en planetas imperiales para nunca ser liberados o de cualquiera de los planetas inexplorados sobre los que los saiyayíns caerán y esclavizarán, o purgarán en el futuro. ¿Cuál es tu plan para ellos?
—Ese es el paso tres —dije.
—¿Cuál es el tercer paso? —me preguntó despacio.
Tomé una respiración profunda.
—Poner a un nuevo rey en el trono.
Él aspiró una lenta y constante bocanada de aire para tratar de calmarse.
—¿Un nuevo rey? Espero por los Dioses que te refieras a Bardock. En realidad, podría ser capaz de tragar eso. El príncipe mató a tu familia, amor, y a la de Hiru y a innumerables, incontables otras. Tú... ¿está loca, Scopa?
—No lo has visto todavía —le respondió Scopa—. El príncipe es diferente.
—¿Quieres decir que él esta... qué? —Una pequeña sonrisa viciosa jugó alrededor de su boca—. He oído decir que puede haberse convertido en un débil mental después de su estancia en Avani Trice. ¿Es cierto, Bulma?
—Él... él no es el mismo. —Scopa dio varios pasos hacia su amante. Me tomó un par de segundos darme cuenta de que se había colocado directamente entre Zabón y mi cuerpo—. Imagínate si rompes algo mal hecho y una buena persona lo vuelve a armar otra vez. Tal vez de la forma en que siempre debió haber sido.
—¿Quién lo rearmó, amor? —Zabón parecía tan quieto que podía haber estado hecho de piedra—. ¿Tú y Bulma?
—Sí.
—Puedo detener la guerra, Zabón —le aseguré deseando poder verter todo lo que creía que era verdad en mis palabras para hacerle ver como podría ser.
—¿Qué pasa si no hay más saiyayíns o de la Red Roja, o rebeldes, o inocentes atrapados en el fuego cruzado que tengan que morir? —le preguntó Scopa. Él había tomado las manos de su amante y las sostuvo con tal fuerza que podía ver el azul de los dedos de Zabón aplastados a blanco—. ¿Qué pasa si no hay más planetas que tengan que ser purgados ni más niños de cualquier raza que tengan que morir gritando entre las llamas de sus planetas quemados? Sé que destruyeron tu planeta, al igual que destruyeron Madran. Sé que eres... simpatizante de los rebeldes. ¿Pero no valdría la pena dejar que los saiyayíns vivan? —Vi tanto horror y tristeza en el rostro de Scopa que incluso Zabón tuvo que pensar en ello, él debía sopesar la fría alegría de la venganza contra miles de millones de vidas—. Nadie más tiene que morir, ¿no es eso lo que querías, Zabón? —La voz de Scopa estaba suplicando, rogaba que la respuesta honesta fuera sí—. ¿Qué quieres, Zabón-kun? Los guerreros del príncipe rojo... las cosas que escucho que han hecho... creo que algunos han matado a tanta gente que no hay diferencia entre ellos y los saiyayíns que purgaron sus planetas, y los esclavizaron. Yo... yo no quisiera ver que eso le pase a nadie que ame. —Zabón hizo un sonido suave e inclinó la cabeza para tocar la frente de Scopa—. Una vez me dijiste que lo que más deseabas en la galaxia era que viviéramos en un pacífico planeta verde donde pudieras abrir una escuela de chefs y donde las únicas heridas que yo tratara fueran las rodillas raspadas de los niños que cayeran de los árboles. ¿Todavía quieres eso?
—Confía en mí, Zabón —le rogué con suavidad—. Sabes mejor que nadie que puedo construir lo que digo.
—Está bien... —Él respiró—, está bien. Si los dos tienen alguna máquina de paz galáctica en una mano y al Saiyayín no Ouji en la otra, creeré en todo lo que dicen. Pero los Demonios Rojos y Jeiyce nunca renunciarán a su lucha, Bulma, ellos nunca se detendrán.
—Si golpeas tu cabeza contra una pared de ladrillos el tiempo suficiente —le dije—. Con el tiempo obtendrás un dolor de cabeza y te darás por vencido. Y he diseñado la madre de todas las paredes de ladrillo.
Fui a la ronda y recibí con gran placer los abrazos sorprendidos y contentos, y las palabras de saludo de casi todos los que conocía. Me sentía mejor, más feliz y más llena de esperanza de lo que podía recordar desde que era una niña.
Al mediodía, salimos a ver el espectáculo. Vegeta había decidido mostrarle a toda la capital de una manera muy sensacional cuan débil no era. Estaba luchando contra más de una docena de guerreros a la vez, golpeándolos a una pulpa y arrojando sus cuerpos inconscientes sobre la ciudad como balas de cañón.
Scopa se inclinó y me sonrió.
—Los está lanzando a las oficinas principales de la central de Inteligencia.
Le devolví la sonrisa.
Zabón me encontró sola justo antes de irme del centro médico después del día. Parecía un hombre cuyo mundo entero estaba al borde de un punto de inflexión y que acababa de tomar una decisión que esperaba profundamente no vivir para lamentarlo.
—Me hice cargo de las gemelas —comentó de modo cortante.
Me tensé.
—¿Te encargaste?
—Las reasigné a una ciudad portuaria en el sur para contar las tropas enviadas fuera del planeta —respondió—. Te das cuenta de que estoy traicionando a mi príncipe, Bulma.
—No vas a verlo de esa manera cuando te envíe a él con los planos para el escudo punto muerto —repuse—. Él nunca sabrá que hiciste otra cosa aparte de robar los planos cuando fue el momento adecuado. Incluso sin las gemelas alrededor para espiarme, la Red averiguará que soy quien diseñó el escudo tan pronto como entre en producción, lo sé. Me importa un bledo. ¡Déjalos anotarme en su historia como una perra traidora del infierno, siempre que ellos y sus familias, y todos los planetas rebeldes estén vivos y bien, odiándome por el resto de sus largas y felices vidas!
—Les aseguré a las gemelas que no se equivocaron cuando me contaron que el príncipe aún podría estar loco —me informó muy serio—. Le he dicho a los otros agentes de la Red en el centro médico y en la capital lo mismo. Que el Saiyayín no Ouji ya no es él mismo, que todavía está loco y completamente bajo tu control, y por lo tanto de Jeiyce; y las máquinas que construirás para el príncipe en las próximas semanas asegurarán un pronto fin a esta guerra. Eso evitará que vengan después por ti cuando se conozca lo que estás haciendo para el príncipe.
—Gracias —dije en voz baja.
—No falles, Bulma —me pidió con un hilo de terror y enfado bajo el barítono tranquilo de su voz—. Todas nuestras vidas están en tus manos.
—No lo haré —le susurré.
Era casi de noche cuando llegué a la villa. Decapsulé los servo-robots antes de salir y los activé a distancia para que sirvieran la cena en una hora. El olor a carne asada y verduras a la parrilla era muy apetitoso y el sonido zumbante de los robots ocupados en la cocina sonaba como... como en casa. Como la cocina de mamá. Fui a mi modesto taller y decapsulé mi pequeño prototipo del escudo punto muerto, hice los pequeños ajustes a los últimos detalles hasta que oí bramar el sonido de las risas de los hombres en el salón del pozo de fuego. Me uní a ellos a través de la cocina, asegurándome de que los robots estuvieran funcionando correctamente. Podía oír a Vegeta dándole a Rom-kun serias instrucciones sobre como evitar que los perros lo ahoguen en saliva canina, pero no existía ni un trasfondo en el tono duro de su voz que no fuera la misma suave gentileza que usó para leerle a mi bebé una historia cada noche en la última... me detuve, suspiré hondo y luché contra el aguijón de las lágrimas, en duelo por el hombre que fue ayer. ¿Alguna vez le leería a Rom-kun una historia de nuevo? Había tantas cosas de las que ni siquiera podía permitirme tener esperanzas. Tuve que tratar a todas mis ilusiones personales como si se hubieran desvanecido irreparablemente. Había demasiado acerca de este nuevo hombre que no conocía, demasiadas cosas que podrían haber vuelto a ser... como antes.
Cogí una jarra de vino baya de oro de la nevera y tres copas, y caminé a través de las puertas de vaivén de la cocina. Rom-kun estaba luchando contra Yaro en el piso, animando su propia victoria.
—¡Te tengo! —gritó Romayn.
—¿Debería estar hablando a esta edad? —Vegeta estaba sentado de nuevo en su silla de madera negra favorita al lado del pozo de fuego. Tuve de repente una helada imagen de mí misma sentada al lado de la silla a sus pies como un perro obediente, bebiendo el susaji mezclado con el vino baya de oro que me dio. Me pregunté débilmente mientras forzaba al recuerdo a bajar al pozo frío de la noche que era la cárcel del dragón del odio, si le importaría que destruyera esa silla, tal vez con un hacha.
—Los textos de desarrollo infantil del ala de incubación dicen que no —comenté usando una voz muy alegre. Ambos hombres estaban felices, sangrando y magullados. Bebieron las copas de vino que les serví de un trago—. Al menos no oraciones completas —continué sirviéndoles otra copa—. Creo que se trata de la inherente precocidad saiyayín y una cantidad poco común de estimulación mental temprana que, ¿qué? —Los dos hombres se habían congelado, miraban a los robots poner la mesa del comedor detrás de mí como si fueran una especie de monstruos tentaculares. Luché para no poner los ojos en blanco.
—¿Ninguno de ustedes ha visto un robot de servicio antes?
—Mami los hizo —dijo Rom-kun.
—Ellos pueden hacer todo lo que un esclavo humanoide hace y no necesitan dormir o comer. Y tienden a cometer menos errores. Pruébenlos esta vez, si aún los ponen nerviosos, podemos hacer venir a Batha y a Caddi, o a alguien más para reemplazarlos. —Recogí a Rom-kun por debajo de un brazo. Será un día frío en el infierno antes de dejar que Batha o Caddi regresen a esta casa—. ¿Tienes hambre, Rom-kun? ¿O te has vuelto a llenar con pelo de perro?
—¡Tengo hambre! —gritó zafándose de mis brazos. Lo puse de pie y me sentí un poco triste de que él se estuviera haciendo tan grande. Iba a ser demasiado grande para cargarlo pronto. Dejé que todos comieran hasta saciarse y luego solté las dos bombas sobre ellos. La tecnología de las cápsulas que había "craqueado" y el escudo punto muerto. Rom-kun hizo un suave sonido de asombro cuando le pedí a Bardock que tratara de explotar mi pequeño escudo. Él siempre se queda mirando maravillado y con envidia cada vez que ve a alguien liberar una ráfaga de ki en estos días. Su naturaleza saiyayín no esta ni mucho menos tan guardada y "suavizada" como Bardock parece pensar.
—Tú… tú. —Fue más gratificante de lo que hubiera podido imaginar ver a Vegeta balbucear y quedarse sin palabras momentos después de la primera demostración de mi escudo. Lo que sea que él hubiera esperado, de seguro que no había sido nada de esa magnitud—. Mujer, tú…
—Tuvimos una tecnología muy, muy similar a la ciencia de la miniaturización de los Demonios Rojos en Chikyuu —le conté—. Empecé con piezas del rompecabezas que nadie más conocía, pero el escudo de seguridad es todo mío. Estoy muy orgullosa de lo bien que resultó.
Todavía lucia aturdido, aun así, se estaba recuperando rápido, las ruedas en su mente comenzaron a girar y empezó a ver el impacto total de lo que acababa de darle.
—¡Mujer... esto nos dará el respiro que necesitamos de sus camuflados ataques sorpresas!
Una hora más tarde, el rey, Turna y Articha se reunían alrededor de la mesa del comedor para una segunda demostración de las cápsulas y mi escudo. Cuando Bardock realizó la prueba para la real audiencia por segunda vez, Rom-kun estaba listo en esta ocasión, saltó con un pequeño canto de deleite y atrapó el globo plateado que volaba fuera de la mesa de comedor de madera negra. Articha rio entre dientes y lo arrancó del aire, pasándomelo de regreso como una pequeña pelota de fútbol. Capturé los ojos de Vegeta, vi su sonrisa de satisfacción mal escondida y se la devolví.
El rey se quedó en silencio por un largo tiempo, lanzándome dagas con los ojos debajo de esas espesas cejas. En parte debido a que acababa de ver la mirada que su hijo y yo habíamos intercambiado, y lo consideró como otro signo de los cambios en Vegeta. En parte porque creo que estaba a centímetros de realizar la conexión y darse cuenta de que yo era el Amo de la Tecnología. También podía verlo dándole vueltas a todas y cada una de las implicaciones de semejante tecnología defensiva en su mente. Poco a poco su boca se curvó en una amplia sonrisa, luego estalló en una inesperada risa cordial.
—¡Pocas veces he estado tan contento como lo estoy en este momento de haberle perdonado la vida a alguien, muchacha! —dijo al fin.
¿Acababa de entregarle a su patética persona la clave para la salvación de su raza y eso fue lo único que pudo pensar en decirme? Bajé la cabeza para no claverle mis ojos llenos de furia.
—Sin embargo —continuó oscuramente, perforándome con esa mirada de rayos x tan suya—, creo que eres demasiado peligrosa para correr libre por mi imperio.
De nada, viejo bastardo, casi contesté en voz alta.
Vegeta-ou y Turna entraron en un frenesí organizativo, Vegeta se marchó a la parte trasera de la casa por algo y Articha y yo nos quedamos mirándonos la una a la otra en silencio. Ella me dio una inquebrantable mirada saiyayín que no revelaba nada. Me quedé sin saber lo que debía decir. Preguntarle como había estado sería una mala idea. Sabía como estaba, no estaba bien. Me pregunté si dejó de llorar, quería decirle que si no lloraba por lo que ellos habían tomado de ella corría el riesgo de morir por dentro. Pero... no existía manera de abordar el tema que no le diera un insulto mortal a su orgullo de guerrera. El orgullo que no lograron aplastar o doblegar en seis meses de... de...
Había tantas formas en que podríamos ayudarnos la una a la otra si tan solo pudiéramos hablar de ello.
Pero eso nunca sucedería.
Ella finalmente rompió el silencio.
—Él es fuerte —murmuró—. El hijo de Bardock. Volará antes de que el verano termine.
—Su hermano, Raditz, voló a los tres años —comenté—. Creo que es un rasgo familiar.
Ella asintió y frunció el ceño ante la mención del nombre de Raditz.
—Los hijos de las tribus de Turrasht son buenos soldados con los que se puede contar. Mi padre me prohibió casarse con Turna al principio porque su madre era Turrashti y de nacimiento común. —Ella resopló—. Era un tonto, cualquiera que sea semianalfabeto y haya leído las historias de nuestro pueblo sabe que Turrasht es una fuente de sangre real desde los días en que el super saiyayín Vegeta, nuestro primer verdadero rey, aún vivía. El primer Vegeta-ou tuvo siete hijos, seis de los cuales fueron al sur a las montañas de Turrasht y forjaron sus propias baronías. Se puede ver las señales de ello en la actualidad. El cabello de Raditz creció con el patrón de entradas que solo se encuentra en la casa real. El cabello de Turna es igual, eso ofende a muchos norteños.
—Ver que los pobres guerreros de la zona rural —señalé—, cuyo linaje está en línea directa con los descendientes del Legendario y que pueden reclamar el parentesco de sangre con el trono, debe volver locos de celos a algunas de las élites del norte.
Ella se rio en voz baja de esto, pero la sonrisa se escapó después de solo uno o dos segundos.
—El príncipe debe procurar parecer más duro, muchacha, o los nobles lo creerán débil, por muy fuerte que este su cuerpo.
—Lo sé —le dije—. Él lo sabe.
—¿Cómo está realmente?
Sostuve su mirada y me decidí por la verdad.
—Por... por un largo tiempo, no podía recordar quien era ni nada de su pasado. En el espacio de tal vez unas semanas, fue como si... creciera de nuevo, de un pequeño niño a un hombre.
Ella me estudió de cerca y cuando lo hizo, una especie de rigurosa tensión pareció fluir fuera de ella.
—Y tú lo criaste a partir de la segunda infancia de la misma manera gentil en que estás criando al hijo de Bardock. Ahora lo entiendo.
—Fui amable con él —asentí preguntándome a que miedo o tal vez pesar que ella tenía le estaba poniendo fin. No tuve que esperar mucho tiempo para averiguarlo.
—Yo era amiga de su madre —prosiguió–. Y por eso, Nappa siempre me odió como odiaba a cualquier persona que ganara incluso el más pequeño de sus afectos, así que me mantuvo distante del bebé mientras crecía. Yo podría haber prevalecido ante el rey, ya que mi casa es más antigua y mi linaje más fuerte que el de Nappa. Podría haber acogido al príncipe con mis hijos en mis propias tierras en el norte. No lo hice. Fui una tonta, pero culpé al niño y a su Majestad por la muerte de mi amiga y no quise saber nada de él.
Cerré los ojos, porque logré ver en mi mente el tipo de hombre que esta mujer habría educado para que Vegeta se convirtiera. Tantas, tantas cosas podrían haber sido diferentes si ella lo hubiera hecho.
—Puedo ver en él ahora al hombre que podría haber sido si alguien que no fuera el gran imbécil lo hubiese criado —declaró hablando en voz alta mis pensamientos—. No estaba segura cuando llegó al consejo esta mañana. Tenía que asegurarme que clase de hombre es ahora y ver como te estaba yendo con él. —Ella mostró sus dientes en una emoción reprimida y podías haber congelado el sol con solo su voz—. Soy diferente ahora también y no podría servir al hombre que alguna vez fue.
No le respondí, no había nada que necesitara ser dicho. Ella recogió a Rom-kun, que estaba sentado en silencio en el piso entre nosotras y lo levantó para inspeccionarlo.
—¿Cuánto tiempo puedes mantener los pies fuera de la tierra antes de que tengas que aterrizar de nuevo, niño?
Ella escuchó su explicación de como sus habilidades de flotar en el aire se veían seriamente obstaculizadas por la costumbre de los perros de agarrar sus pies y tirarlo de vuelta a la tierra.
—Se pondrán tristes si vuelo lejos y los dejo —le dijo—. ¿Pueden los perritos volar, mamá?
—No lo creo, cariño.
—No ablandes el corazón de tu príncipe demasiado, muchacha —me aconsejó sobre la cabeza de Rom-kun—. Lo matarán por ello.
—¿Cómo? —le pregunté. Ella me miró un poco confusa—. Él era el guerrero más fuerte nacido de su raza en siglos —continué—. ¿Cuánto cree que es su lectura de ki ahora, después de haber sido torturado durante meses?
—Dioses... mis Dioses, muchacha. —Pero su sorpresa fue rápidamente reemplazada por una pequeña media sonrisa de alivio.
—No creo que un millar de guerreros o diez mil podrían matarlo ahora —recalqué preguntándome por qué nadie más aparte de mí misma, Bardock y Scopa se habían dado cuenta de eso.
Vegeta regresó al salón del pozo de fuego con los perros dando pasos suaves detrás de él. Dejó caer un texto de enlace en mi regazo y señaló:
—¿Puedes construir esto con algunas modificaciones? ¿Cómo una función adicional de tu escudo?
Era un estabilizador de radiación plasma zapriayín que convierte los elementos más pesados en sólidos de baja energía. Sumado a mi escudo, proporcionaría un nivel adicional de seguridad. Convertiría una bomba nuclear de plasma en un enorme trozo de metal y carbón en cuestión de segundos.
Le sonreí.
—Sí, puedo construirlo.
Se fue a buscar a su padre y a Turna. Empecé a trabajar en la aplicación del estabilizador con las especificaciones del escudo de tamaño completo. Articha se quedó y hablamos hasta altas horas de la noche mientras yo trabajaba. Ella me agrada.
Ella y Turna vendrán a cenar mañana por la noche.
Él regresó a la villa un poco después del amanecer acompañado por Turna. Vegeta volvió a entrar en mi taller después de que se fueron y se quedó mirándome por un momento. Yo sabía que Bardock y Rom-kun estaban acostados en la biblioteca con los perros.
—Está casi listo —dije mientras él se acercaba por detrás de mí, a mirar por encima de mi hombro lo que había pasado toda la noche trayendo a la vida en mi mesa de dibujo.
—Has tenido este taller aquí todo el tiempo —murmuró con el ceño fruncido. Yo giré la cabeza y todo el tranquilo placer de haber pasado horas de trabajo sobre lo que incorporaría al escudo se fue en un instante. Pero no existía ninguna desconfianza en sus ojos, ningún indicio de lo que sabía que su padre sospechaba.
—Es lo que hago —le expliqué relajándome otra vez—. Lo que me criaron para ser y lo que amo. Me mantuvo cuerda hasta que Rom-kun llegó.
Él asintió y su rostro se puso serio.
—Tus ojos están pesados —observó. Me tomó de la mano y dejé que me llevara a la cama. Se acostó junto a mí de costado, sin tocarme, simplemente me miró con los gentiles ojos oscuros del hombre que había amado hasta ayer. Era la primera vez que se daba cuenta de que estaba sin dormir o cansada. No... él lo notó un montón de veces en la casa de Bardock, ¿verdad?. Los dos eran el mismo hombre... Empujé todo eso a un lado antes de que empezara a darme un dolor de cabeza.
Pensé sobre eso, sobre lo que quería en ese momento. El dragón solo se quejó y se movió una vez en su celda oscura antes de caer en el silencio. Tal vez tenía sueño también. Tomé su brazo y lo dejé reposar sobre mí para acurrucarme en su abrazo, y sus ojos me dijeron que era mucho más de lo que él esperaba. Lo besé castamente una vez y me quedé dormida en cuestión de segundos.
Los perros desarrollaron malos hábitos en Turrasht. Los llevé al trabajo y fueron directo al invernadero en el centro del complejo médico principal. De inmediato hicieron sus necesidades por donde se les ocurrió, marcando este nuevo territorio —supongo que no recuerdan haber sido cachorros aquí— como propio. Luego comenzaron a desenterrar mis flores. Tengo que pensar en una solución para esto mientras mi jardín secundario todavía sea salvable. Zabón me dijo que tenía un par de ideas y que los perros todavía parecían deliciosos. Lo odian, lo cual es extraño porque los saiyayíns son más carnívoros por naturaleza que los rashayyayíns, y creo que él decidió tenerles antipatía por sus sentimientos heridos más que por otro motivo.
Han pasado un par de semanas desde que escribí por última vez. Dioses, ¿por dónde empiezo a ponerme al día?
He estado dividiendo mi tiempo entre ayudar a la preparación del centro médico para enclaustrar aproximadamente a treinta mil niños en destete para el mes que precede a la temporada de la luna. La luna no se elevará hasta el otoño, aún son semanas y semanas de distancia, pero hay mucho por hacer. La otra mitad de mi tiempo está dedicado a trabajar en las fábricas del escudo y a hacer copias de los servo-robots diseñados en el modo de seguridad, un modo que detecta el movimiento y el cambio de temperatura en el aire, incluso si los sensores oculares no detectan nada en el espectro visual. Esto evitará que los hombres de Jeiyce destruyan las fábricas o los generadores de los escudos más adelante, mientras se encubren con escudos de invisibilidad. Yo podría diseñar un haz de partículas espectrales que rompería la refracción de la luz de los escudos de invisibilidad, pero... he aprendido de la manera difícil a no entregarle a nadie ningún tipo de tecnología que se pueda utilizar para matar. Un haz de partículas que destruya los escudos rebeldes de invisibilidad terminaría siendo utilizado para masacrar planetas rebeldes enteros, así que no. Tengo que estudiar detenidamente todo lo que construiré a partir de ahora, y aún así, dosificarlo con una cucharita.
Zabón y Bardock han desarrollado un tipo de cautelosa amistad desde que comenzaron a trabajar lado a lado en "el primer paso", haciendo un sinnúmero de cosas disimuladas en toda la capital en aras de arruinar a Mousrom. Me tomó un tiempo averiguar de donde provenía toda esta tensión entre ellos. Yo sabía que Bardock conocía los pies errantes de Zabón y su tendencia a abandonar su puesto en un arranque de humor. No tenía sospechas sobre la verdadera actividad de Zabón y tachaba el hecho como que algunas personas eran demasiado inteligentes e independientes para llevar sus vidas ordenadas por otros. Es extraño, tan extraño que Bardock viera eso, lo entendiera y sin embargo no viera nada de malo con la esclavitud en general.
Ellos no me dejan participar en ninguna de las cosas secretas que hacen para Vegeta y eso me saca de quicio. He adoptado algo así como la costumbre de espiarlos por nada más que el sentimiento infantil de ser excluida, pero hasta hoy han sido muy buenos para encontrar lugares secretos donde hablar. Vegeta no me dirá nada tampoco. Él se limitó a gruñir cuando le pregunté y me dijo que cuanto menos sepa, mejor. Lo que significa que lo que Zabón y Bardock están haciendo es muy peligroso.
Temprano por la mañana, baje al nivel inferior del almacén para cazar un centenar de anticuadas vainas de incubación que alguien traspapeló hace diez años, vainas que necesitaremos desesperadamente en unas pocas semanas. Yo había estado hurgando entre las cajas gigantes y motas de polvo en un rincón oscuro de la sección de suministros de tecnología durante unos diez minutos cuando la voz sin cuerpo de Zabón me detuvo en seco.
—Él no trabajará como un señuelo para Mousrom nunca más —declaró sombrio—. Me aseguré de eso.
—Te das cuenta de que si eres atrapado con sangre saiyayín en tus manos, no hay nada que yo o ni siquiera el príncipe pueda hacer para detener tu muerte —le respondió Bardock de un modo cortante.
—Yo sé lo que puede pasar —replicó Zabón—. Además... solo estás molesto porque lo maté yo y tú no.
—Él atrajo al hermano de escuadrón de Bardock-san a las manos de Mousrom. —Me sobresalté cuando reconocí la voz de Hiru. Todos ellos debían estar al otro lado de la pared en el depósito de suministros de obstetricia—. Por supuesto que Bardock-san te envidia la muerte.
—Yo no le envidio nada —espetó Bardock—, pero si él hubiera tenido la presencia de ánimo para mantener al bastardo vivo, podríamos haberlo llevado ante el rey como prueba de que Mousrom está torturando a los saiyayíns. Y eso, rashayyayín, podría haber sido la caída del inquisidor.
—Había demasiada gente alrededor —murmuró Zabón—. No podría haberlo dominado y sacado de Kharda vivo. Tal como está ahora, Mousrom pensará que dejó Kharda y tuvo una desgracia en la capital. Nachti metió todo lo que quedaba de él en el incinerador y eso es lo mejor que pudimos hacer.
—Si hubiera desaparecido de allí. —La voz de Hiru tembló—. Nachti y todos los otros reclutas del centro médico habrían muerto antes de que la noche hubiera terminado. Zabón hizo lo que era correcto, Bardock-san.
—Y Mousrom estaba muy complacido con la comida que le preparé —añadió Zabón tranquilamente—. Voy a ser requisado de nuevo a Kharda. Por lo tanto, pronto habrá otra oportunidad para robar los registros que queremos. Si no confías en mis instintos como espía aficionado, confía en ellos como el de un chef que conoce la forma más rápida de llegar al corazón de un hombre gordo. —Hubo un breve silencio—. ¿Hemos terminado aquí? Tengo una larga carta en disco de Nachti, Hiru.
Hiru hizo algo parecido a un ruido de alegría. Se oía más vivo y alerta de lo que había estado desde que regresamos de la casa de Bardock. Desde que Nachti fue llevada a Kharda.
—¡Gracias, Zabón! —exclamó despacio.
—Hemos terminado —continuó Bardock—. Ve y encuentra a tu compañero, Zabón. No dormirá hasta que sepa que todavía vives.
Zabón hizo un sonido que parecía equivaler a un acuerdo incómodo y de repente me di cuenta de que Bardock había tomado una postura casi paternal hacia un cierto joven doctor madrani en quien Zabón estaba interesado y él no estaba seguro de que Zabón fuera lo suficientemente bueno para Scopa.
Levanté un puño y golpeé la pared.
—¡Psst! —dije.
Hubo un helado y aterrador silencio.
—Soy yo, Bulma, ¡maldición! —hablé más fuerte, no quería que me disparen a través de la pared—. Chicos, solo pensé que debían saber que pude escuchar cada palabra que dijeron desde la habitación de suministros sobre sus operaciones encubiertas.
Nadie me contestó, pero creo que el silencio que me saludó en esta ocasión parecía claramente desconcertado. ¡Ja! Adiós a su club de espías solo para muchachos.
Al final de la tarde del mismo día, todos ellos me dieron miradas avergonzadas cuando nos encontramos en cirugía.
—El príncipe no quería que te involucraras en lo que estamos haciendo —me confesó Bardock—. Tú estás en riesgo, ya que puedes ser capturada por Mousrom porque eres la concubina de su enemigo. No vamos a darle una razón válida.
Fruncí el ceño, sintiéndome infantil y rebelde por haber sido tan sumariamente excluida de esto por una conspiración de todos los hombres en mi vida, cuando, para comenzar, yo era quien había puesto nuestra pequeña "facción de poner fin a la guerra" en movimiento. Incluso Scopa estaba involucrado.
—No te enfades, niña. —Bardock estuvo observando el juego de mis pensamientos en mi rostro con una débil sonrisa—. No es como si no tuvieras bastante que hacer.
Soy una concubina real libre, eso es lo que Bardock me llamó hoy. Lo he sabido intelectualmente durante dos semanas, pero en realidad no había probado la dimensión de eso todavía.
Hoy, mientras almorzábamos en el comedor del personal, uno de los principales ayudantes de Mousrom, Oriff, hizo una visita al centro médico. Llegó con una orden de requisición de Mousrom para reunir a cinco nuevos médicos para la "fábrica de Kharda". Marchó sobre nosotros, su guardia personal era una docena de hombres detrás de él. Bardock me contó que Mousrom y todos sus ayudantes tienen que llevar guardaespaldas con ellos dondequiera que vayan en estos días para estar a salvo de su propia gente. Gran sorpresa, aunque tengo la sospecha privada de que Bardock y Zabón saben mucho más acerca del personal de alto nivel de Mousrom desaparecidos ultimamente sin dejar señales, de lo que dicen.
—Me quedo con ésta —dijo agarrando el brazo de una mujer que yo sabía que pertenecía a la Red Roja y tiró de ella como si fuera una muñeca de trapo—. Y... vamos a ver. ¡Tú! —señaló a Scopa, que estaba sentado a mi lado, él se quedó boquiabierto justo cuando alimentaba a Rom-kun con su parte de un budín de paya.
—¡No puedes llevarte a la cabeza de cirugía! —Yo estaba parada antes de que me diera cuenta de lo que había hecho—. ¿Quién demonios va a conducir la unidad quirúrgica la próxima vez que recibamos una avalancha de heridos?
—¡No él, preciosa! —subrayó mirándome de arriba abajo—. Creo que voy a llevarte también. —Él me dio una desagradable sonrisa lasciva y me agarró por la muñeca con tanta fuerza que grité.
—No debemos enfrentar a nuestra propia especie en tiempos de guerra —le advirtió Bardock en un tono peligroso desde detrás de mí—. Así que, no voy a matarte si dejas ir a la mujer.
Zabón estaba de pie junto a él, preparado como una pistola cargada, y pude ver que el escuadrón de Bardock se acercaba, mostrando los dientes como una manada de lobos en previsión de una pelea. Todo el que no era saiyayín tomó refugio debajo de las mesas del comedor.
—Soy un servidor del señor inquisidor Mousrom, soldado —declaró Oriff, su agarre en mi muñeca se apretó de forma dolorosa—. Voy a tomar a tu mujer y no hay nada que puedas hacer para detenerme.
—No soy la mujer de Bardock —dije amenazadoramente en la cara de Oriff—. Soy Bulma de Chikyuu, la concubina real del Saiyayín no Ouji. —Su cara burlona se congeló. Él había visto el espectáculo sobre la capital hace dos semanas. Sabía que, a pesar de los desagradables rumores y susurros que la gente de Mousrom produjo en serie, Vegeta estaba de vuelta, bien y más fuerte que nunca—. No estás tomando a cualquiera del centro médico, Oriff —proseguí con frialdad—. Los heridos, los verdaderos soldados de Vegetasei, ellos nos necesitan más de tu fábrica de tortura. Si te das la vuelta y sales en este momento, podré encontrar piedad en mi corazón para rogarle a mi príncipe que perdone tu vida por haber puesto tus manos sobre mí. Si no es así, daré un paso atrás y dejaré que Bardock y sus hermanos te maten. —Dejé que eso se hundiera, pero la sorpresa había desaparecido. O tal vez simplemente Oriff sabía que Mousrom lo mataría si volvía con las manos vacías.
—¿Crees, pretenciosa pequeña puta —me escupió muy calmado—, qué Mousrom le teme a un loco delirante y débil? —Me retorció la muñeca de nuevo y esta vez sentí que el hueso cedía produciendo un chasquido audible.
Una mano se cerró sobre su antebrazo y lo aplastó como a una astilla quebradiza, luego voló a través de la pared detrás de él. La luz del sol se filtró por el agujero que su cuerpo acababa de hacer como una nueva puerta desigual hacia la plataforma de aterrizaje. Caí en los brazos de Vegeta. Rom-kun gritaba en el fondo y la voz de Scopa lo estaba haciendo callar usando tonos suaves. Él corrió y puso a Rom-kun en el brazo sano que estaba levantando y con el cual le hacía señas para traerme a mi bebé.
—¡Mamá está bien, cariño! —dije una y otra vez mientras Vegeta me sentaba lentamente en el piso.
—Bardock —ordenó Vegeta entre dientes—. Acaba la lucha afuera en la plataforma de aterrizaje, envía sus cuerpos de regreso a Mousrom.
—¡Sí, mi príncipe! —respondió Bardock con oscura alegría.
Podía oír las voces airadas de los hombres maldiciendo y el sonido de ráfagas de ki ser despedidas detrás de nosotros. Scopa le estaba diciendo a Nail que esto era algo de lo que él debía encargarse y Rom-kun seguía gritando de miedo por mí. Entonces, Vegeta lo arrancó de mis brazos justo antes de que un blanco resplandor me cegara.
Y enloquecí.
La sensación de tener un bebé gritando aterrorizado arrebatado de mis brazos, los ojos del rostro de Vegeta retorcidos en un ataque de rabia, incluso si era por mi bien, eran demasiados detonadores de recuerdos que me devolvieron a la noche de la muerte de Karot-kun.
—¡Devuélvemelo! —Estaba gritando como una loca, sorda a la gentil voz de Scopa, luchando contra el suave agarre de Vegeta mientras me sostenía con un brazo y a Rom-kun en el otro—. ¡Devuélveme a mi bebé! ¡Devuélvemelo!
—No hasta que te calmes —dijo Vegeta—. Su poder está demasiado cerca de la superficie. Romayn. —Esa voz suave de mando hizo que Rom-kun dejara de retorcerse para llegar a mí. Si no hubiera estado dominada por la histeria, me habría dado cuenta antes de ese momento que los lamentos de Rom-kun se habían detenido en el instante en que Vegeta lo tomó de mis brazos. Ahora, mi hijo estaba mirándolo con unos amplios ojos atentos, secándose las lágrimas de la cara con su puño regordete. Vegeta tocó la frente de Rom-kun a la ligera para concentrarlo.
—¿Sientes eso, niño?
—Ajá —sollozó Rom-kun.
—Empújalo hacia abajo, de regreso a donde estaba antes y dejaré que Bulma te sostenga. Si la tocas mientras todavía está fuera de control, le harás daño.
—... está bien. —La carita de Rom-kun se estrujó de concentración y yo lo observaba, fascinada, mientras Nail sondeaba los huesos de mi muñeca y lo oí murmurar "fractura simple..." suavemente, y sentía un cálido impulso fluir cuando sanó la ruptura. Yo ni siquiera estaba mirando hacia abajo al milagro del poder sanador de Nail, estaba demasiado concentrada en el pequeño milagro frente a mí. El rostro de Vegeta no era suave o amoroso, no era la expresión abierta del hombre que había vivido en la casa de Bardock, pero... podía ver el amor allí, evidente como el sol en un día despejado. El amor por Rom-kun.
Sentó a mi bebé en mi regazo, su rostro era un retrato del estoicismo saiyayín. Yo le sonreí con todo mi corazón, él me devolvió la sonrisa.
Y todos en el centro médico lo vieron.
Ellos se quedaron atrás, aún más en sus sillas del comedor o por debajo de ellas, aunque algunos abarrotaron el agujero en la pared que Vegeta había hecho con el cuerpo de Oriff, para ver a Bardock y a sus hermanos darles una buena golpiza a los hombres de Mousrom, animando como niños en un partido de béisbol. Pero la gente lo vio. Lo vieron, lo marcaron y se lo guardaron para contarlo más tarde a cualquier lado del conflicto al que sirvieran. Aunque la interpretación era más o menos la misma de forma universal.
Ellos piensan que Vegeta está absolutamente loco. Que está en mi poder, lo cual añade mérito a las mentiras que Zabón le ha dicho a todos los agentes de la Red Roja de su célula a lo largo y ancho del planeta, pero es muy, muy malo para la reputación de Vegeta entre su propio pueblo. Le da crédito a todo lo que Mousrom había estado susurrando en los oídos de las élites desde que Vegeta regresó.
Maldita sea. Es un signo de la locura de la sociedad saiyayín en general que él esté siendo difamado como alguien que se ha vuelto loco por el pecado de no comportarse como un insano bastardo del infierno. Por actuar como un hombre cuerdo.
Me llevó de regreso a mi demasiado a menudo utilizada cama en mi pequeño taller junto a la oficina de Scopa y yo estaba muy somnolienta incluso para sentarme en el momento en que me acostó. El poder de Nail siempre induce a un sueño reparador, pero yo luchaba contra eso, porque algo terrible se me acababa de ocurrir. Agarré su cuello mientras me dejaba en la cama y le fruncí el ceño.
—No te atrevas a matar a Bardock.
Él me dio una sonrisa de suficiencia.
—Bardock se ha hecho indispensable para mí, mujer, aunque como agradecimiento por haberse quedado parado y dejado que seas herida, creo que entrenará a fondo conmigo después de que él haya terminado con Oriff.
Me hundí y me quedé dormida casi al instante.
Hiru estaba sentado junto a la cama cuando me desperté. Él y yo realmente no habíamos abordado el asunto, y yo todavía no le decía a nadie lo que pensaba acerca de dejarlo que tome parte en las peligrosas actividades extracurriculares de lo que Scopa bautizó como la "Red Azul", azul por el color característico del centro médico y de todos los sanadores de Vegetasei, no por mi cabello.
—Te ves bien —dije en voz baja. Rom-kun no estaba conmigo, pero podía oír su risa en la oficina de al lado y el sonido de Scopa leyendo una historia sobre el vuelo de un cho-ciervo. Estaba molestando más y más a Rom-kun que los perros nunca iban a aprender a volar, pensé somnolienta. Al menos siquiera no tendría que abordan el doloroso tema de la corta esperanza de vida canina con él. Volveré a trabajar en los genes de los perros para darles un tiempo de vida natural de unos setenta años. Ja. Baka y Yaro podrían aprender a volar para ese momento.
Hiru me sonrió, lucia tanto como su antiguo yo que quería llorar.
—Me siento bien. Mejor. Quería hablar contigo antes de que arremetieras contra Scopa por dejar entrar al "pobre enfermo Hiru" en tu proyecto.
Lo miré preocupada y avergonzada al mismo tiempo.
—No tienes que hacer esto, Hiru.
—Lo haré —declaró—. Scopa sabía que me traería de vuelta del borde de ese pozo profundo. Sé que sabes a cuál me refiero, has estado allí. Me habló de tu plan, el plan completo donde todos viven para ver el mañana. —La expresión de mi rostro debió haber sido algo digno de observar—. No estés enojada con Scopa —continuó—. Esto era lo que necesitaba. Me ha dado un propósito, algo que hacer aparte de sentarme y hundirme en mí mismo, y un contacto más directo con Nachti del que habría tenido en caso contrario. La Red... —Su rostro se volvió marfil frío, sus enormes ojos ansouseiyíns en forma de círculos, se pusieron negros de ira—. Ellos no levantaron una mano para ayudarla cuando Mousrom la tomó, por lo tanto, al diablo con ellos. La Red tiene pronunciamientos altruistas cuando te reclutan, pero en realidad todo se reduce a la venganza y nada más allá de eso. Nadie puede decir lo que sucederá cuando finalmente derribemos a los saiyayíns y maten hasta el último hombre. Es una locura pensar que todos ellos podrán ser asesinados en todo caso. La guerra se alargará y alargará hasta que miles de miles de millones sean matados y al final la galaxia se desmoronará. Ya ha sucedido. Sobrevivir a la clase de cosas que tú y yo hemos sufrido se trata de la esperanza y de tener a alguien que te ame, Bulma-chan. Eso mantiene tu espíritu fuerte y te mantiene vivo cuando lo que has sufrido debería haberte matado una docena de veces. Quiero una vida con Nachti, no una tumba en el altar de la venganza y creo que tu plan va a funcionar. Después de hoy, estoy seguro de ello. —Él frunció el ceño, su mirada se encerró en sí misma—. Mi pueblo tenía un refrán que dice que la venganza es un camino que serpentea en círculo, es un ciclo que no tiene fin. Me gustaría ver al príncipe morir una muerte terrible, Bulma-chan, por Noira y Dusca, por Raditz y Karot-chan. Pero si esto significa que la guerra terminará, que Nachti y yo tendremos una larga vida juntos, y que innumerables legiones de inocentes no serán asesinados, entonces... que viva y gobierne a su pueblo detrás de la otra mitad de tu escudo divisorio de paz. Haber sobrevivido a él es suficiente victoria.
Yo había empezado a llorar en algún lugar en medio de esto y él tocó mi rostro, sus ojos oscuros estaban llenos de una terrible preocupación—. Scopa cree que el príncipe liberará a todos los esclavos en el imperio cuando asuma el trono de su padre. ¿Es eso cierto?, ¿lo tienes tan completamente bajo tu control cómo para eso? ¿O te dejaré en... en una vida llena de horror si salgo de Vegetasei con Nachti en busca de una nueva vida? No voy a hacer eso, Bulma-chan.
—No es de horror —le contesté, elegí mis palabras con cuidado. No quería mentir, pero sabía que él no creería que Vegeta esta extremadamente cuerdo ni en un millón de años. Y en diez veces ese lapso de tiempo, nunca podría explicar lo que había entre Vegeta y yo. No a él—. Es como lo viste hoy, es así todo el tiempo desde que volvió. No me dejarás en una pesadilla, pero no puedo ir contigo y Nachti cuando todo esto termine bien. Tengo que permanecer con él... y ayudarlo a hacer lo correcto, por el bien de todos.
—No mereces ser sacrificada de esa manera —dijo en un tono gentil.
—No me estoy sacrificando —le aseguré—. Tengo una familia y amigos... y tengo a Rom-kun.
Él asintió con seriedad y me dejó después de una pequeña conversación sobre cuan grande Rom-kun se estaba poniendo, me preguntó si mi bebé de verdad había estado a punto de producir una explosión de ki espontánea. Me recosté y pensé en eso. Rom-kun no es como los demás niños saiyayíns, todos los que lo conocen lo saben. Iba a tener que empezar a aprender a controlar su poder pronto. Suspiré y volví lentamente a dormirme, con el deseo irracional de que pudiera quedarse pequeño para siempre.
Trabajo, trabajo, trabajo.
Estoy tan somnolieeeenta.
Hemos construido un escudo prototipo de tamaño completo para probarlo en la segunda luna de uno de los planetas hermanos de Vegetasei y analizarlo. Funcionó como en un sueño. Enviamos seis transportadores llenos de armas nucleares de plasma para atacar una luna de Cinco, ese es el nombre imaginativo que los saiyayíns le dieron al quinto planeta en su sistema solar. El escudo resistió. En la prueba secundaria lanzamos un montón de bombas a través de la red inicial alrededor de todo el planeta, para simular a algunos emprendedores terroristas de la Red introduciendo clandestinamente una bomba en Vegetasei mismo. El estabilizador antirradiación incorporado al escudo convirtió las bombas en polvo de carbón.
Celebramos al refinado antiguo estilo saiyayín. Todo el mundo, la tripulación de Bardock, Scopa, Hiru, incluso Zabón que nunca bebe en exceso, se emborracharon. Solo Vegeta permaneció sobrio, mirando a todos con un rostro duro y frío, que a pesar de eso mostraba una inmensa satisfacción al acecho debajo de la superficie. Tuvimos esta pequeña fiesta en cirugía fuera de horario y despertamos a unas cuantas personas de las habitaciones más cercanas a la zona residencial. Varios de ellos se unieron a nosotros. Tengo un recuerdo confuso de bailar con Scopa y de las risas de Rom-kun en el piso junto a la silla de Vegeta, mirándolo unos con grandes ojos somnolientos diciendo: «Mamá está siendo tonta, Edeeta».
Hiru se fue temprano. No lo culpo. Era difícil para él estar en la misma habitación con Vegeta, a pesar de que se mantuvo a distancia e intentó disfrutar. Todos los demás se fueron retirando hasta que solo quedamos Vegeta y yo. Podía oír la suave risa de Scopa mientras Zabón lo llevaba en una feliz marcha en zigzag a su apartamento. Los observé irse y solo entonces pensé en buscar para ver donde Rom-kun se había metido. Yo me había aplicado una inyección de absorción del alcohol media hora antes, después de que empecé a sentir náuseas y ahora estaba completamente sobria, pero no pensé en averiguar quien, si alguien, recogió a Rom-kun por la noche. Lo encontré muy pronto. Vegeta todavía estaba sentado en la silla de la que no se movió la mayor parte de la noche. Rom-kun yacía acurrucado en uno de sus brazos, con su pequeña cabeza en su pecho. Los dos estaban dormidos. Me quedé paralizada, pensando en que Vegeta era la única persona que he conocido que puede quedarse dormido en una silla con tanta facilidad como en una cama. Se había esforzado tanto, con cada gramo de la fuerza que tenía, en todo en lo que estampó su firma. Cuando dormía, siempre lo hacía intensa y profundamente... y donde era más conveniente. Me moví en silencio hacia su silla y me incliné para besarlo en la boca, pero me detuve para mirar su rostro, ese rostro que había odiado más que a nada en la creación, ahora tan diferente por nada más que un cambio interno que podría no haber reconocido…
—No lo destruiré.
Me di la vuelta y vi una forma corpulenta de pie en el umbral de cirugía, sin la guardia real, con los puños apretados a los lados como un hombre preparado para la batalla. Probablemente había llegado para felicitar a su hijo en secreto por el éxito de hoy. Me puse de pie y crucé los pocos metros que nos separaban, sin despertar a Vegeta. Me detuve cuando estaba justo fuera del alcance del brazo de este hombre que tanto deseaba matarme y no podía, no todavía, porque ni una sola vez en su vida había puesto sus propios sentimientos antes del bien de su pueblo y de su planeta.
—No lo voy a destruir —dije en un tono suave.
—Es posible que te hayas convencido de eso, muchacha —repuso el rey de Vegetasei con un bajo estruendo—. Puedes decirte a ti misma que tienes todo lo que perdiste: un hijo, un amante amable y tu libertad. Quizá incluso sea cierto, pero cho-gugol no es tan fácil de sepultar. Hará un agujero en tu corazón y con tu espíritu lo que quiera.
Sentí una ráfaga de escalofríos a través de mí.
—No soy saiyayín —susurré.
—Lo eres... más de lo que crees. —El rey se rio sin alegría—. Si hubieras nacido saiyayín, muchacha, lo obligaría a entrar en el lecho matrimonial contigo con todas mis fuerzas. Pero no lo eres y no voy a verlo contaminar la sangre de la línea del Legendario con una alienígena debil o desgarrar mi imperio en dos por establecerte en el trono a su lado.
Un temerario impulso me hizo contestarle, me hizo verlo a los ojos sin pretensión ni humildad.
—¿De verdad cree que soy una mujer débil, Ousama?
Tomó mi mentón en su dura mano y me obligó a mirarlo a los ojos.
—No, no lo creo —gruñó. Dio un paso adelante, tan cerca que podía sentir su aliento en mis mejillas—. ¿Has olvidado la imagen de Nappa aplastando la vida de tu primer hijo, Bulma de Chikyuu? —Hice un gemido suave y cerré los ojos—. No lo creo. Mírame. —Lo último sonó casi amable, lo más cerca posible a la amabilidad que jamás había oído en su voz. Abrí mis ojos—. Hay demasiada deuda de sangre entre ustedes —sentenció—. Todo lo que podría haber sido bueno está envenenado, muchacha. Será la muerte de los dos si te quedas a su lado.
Me temblaba todo el cuerpo por la fría y horrible verdad que sentí en sus palabras. No pude hablar por un momento.
—¿Quiere que lo deje?
—Cuando la guerra sea ganada —murmuró—, yo te daré riquezas y una nave. Toma tantos vasallos contigo como te parezca, toma a Bardock y a su hijo, pero vete y no vuelvas. Si en realidad valoras a mi hijo, harás eso. —Dejó caer su mano y se volvió para irse—. Si no lo haces, me aseguraré de que estés muerta antes de que mis cenizas se dispersen desde lo alto del monte Cho-tal.
Pasó un largo tiempo antes de que regresara y despertara a Vegeta para que voláramos a casa.
Oh, Dioses... ¿Cuándo comencé a pensar en su villa como mi casa?
Vegeta me llevó al Real Colegio de Ingenieros hoy, luego a la larga y ordenada fila de fábricas en las tierras orientales para modificar los robots guardianes y comprobar las líneas de montaje una vez más antes de que entren en producción mañana.
Los asientos del Real Colegio están configurados en forma de un estadio circular, en la que cada grada ascendente viene a ser otra magnitud de altura en el orden jerárquico de ese augusto cuerpo. Yo sabía que habían rechazado inicialmente mis diseños como fantasías imposibles de desarrollar, luego se retractaron, después de que Vegeta-ou los desautorizara. Ahora los necesitaba para ayudar con el montaje fuera del planeta tan pronto como las plantas comenzaran a producir los escudos terminados. Vegeta me llevó a la sede del gremio que queda justo al lado de la expansión principal del palacio real y me dejó allí con Bardock parado tras mi hombro como guardia. Esperaron hasta estar seguros de que él se había ido y luego me miraron con desprecio, todos y cada uno, mientras estaba de pie en el centro a nivel del piso en el banquillo de los solicitantes. Todos eran hombres, todos eran saiyayíns a excepción de algunos ayudantes madranis y todos eran unos imbéciles arrogantes que no podían seguir las instrucciones de los gráficos en 3-D que había tomado especial cuidado para ver que fueran excesivamente simplificados solo para ellos. Así que, por supuesto, concluyeron que el escudo no funcionaría cuando estuviera montado y el maestro tecnológico del Colegio Imperial de Ingenieros mismo sugirió que yo podría haber perpetrado el fraude más audaz del siglo.
—¿Pretende decir, maestro Uretiss —dijo un joven guerrero desde la fila de escaños de menor nivel de las gradas del Colegio—, qué el rey ha sido lo suficientemente tonto cómo para dejarse engañar por una concubina? —El joven me parecía familiar, aunque sabía que nunca lo había visto antes. Llevaba la insignia del Cuerpo de Ingeniería Mecánica en su armadura. Él no era parte del Real Colegio de Ingenieros entonces, lo que significaba que había construido máquinas en lugar de solo teorizar sobre lo que podría ser posible crear.
Uretiss abrió la boca para hablar, lo pensó mejor y volvió a cerrarla al momento. Los otros maestros tecnológicos menores en el escaño alto junto a él miraban con avidez, sabiendo que si, en efecto, sugirió que el rey se dejó timar por mí, uno de ellos estaría sentado en su asiento mañana a esta hora.
Finalmente habló enrojecido de ira.
—Explícalo de nuevo, mujer.
Ellos me dieron su puto sello de aprobación. Después de unas breves preguntas del joven ingeniero, no se atrevieron a votar en contra de mí. Indiqué con dulzura que no molestaría a hombres tan importantes con el trabajo pesado del ensamblaje de los escudos y ellos, agradecidos, me asignaron un grupo de ingenieros. Bardock me contó después de que revisé los planos con los ingenieros de alto nivel del Cuerpo de Ingeniería, que el nombre del joven era Okuda. Es el hijo más joven de Articha y Turna.
No hay mucho tiempo para hablar por que hay demasiado por hacer. Dioses, estoy cansada.
Encontré a Vegeta en el jardín ayer por la noche. Él va allí a sentarse solo, en una especie de "tiempo consigo mismo", a pesar de que deja que Rom-kun ande por ahí con él. Rom-kun tomó el desagradable hábito de pisar las babosas del jardín y se las da de comer a los perros. Le dije a Vegeta no le permitiera pisar las babosas, porque deja huellas en la casa, y él me hizo una especie de gruñido de sí. No sé por que esto me molesta, salvo que odio la idea de que Rom-kun mate a cualquier cosa, incluso algo tan repugnante como las babosas que han estado tratando de masticar mis rosas todo el verano.
Salí al jardín la última noche en busca de Rom-kun, no había oído a Bardock llegar y llevarse a su hijo de regreso a la biblioteca para dormir. Vegeta no me vio, estaba sentado totalmente recto en uno de mis bancos de madera negra, con el rostro delineado en tensión. Luego soltó un punto de ki, quemó una babosa a una sustancia viscosa verde… y se dobló jadeando, agarrándose la cabeza, y cada músculo de su cuerpo se contrajo impartido por el dolor.
Observé hasta que al fin se recuperó, que el dolor no lo iba a asfixiar como lo había hecho en la casa de Bardock y después retrocedí.
Ha encontrado otra mina subliminal y ésta podría terminar siendo fatal indirectamente. Él no puede matar, ni siquiera puede matar a una babosa sin sentir un dolor debilitante.
Se lo conté a una persona, a Scopa. Dice que tiene algunas ideas que lo ayudarán, se refiere a las cosas que la sala de psiquiatría ha utilizado para apoyar a las personas a que superen la red de trampas mentales de Mousrom.
Vegeta regresó después de que se recuperó anoche y no lo mencionó. Si él quisiera que lo supiera, me lo habría dicho. En una galaxia perfecta, no sería algo malo si Vegeta nunca vuelve a matar a otro ser vivo en el tiempo que le quede de vida. Pero antes de que esto se acabe, él y Jeiyce lucharán el uno contra el otro. No sé cuando ni como, pero de alguna manera, sé que va a pasar. Y si Vegeta es como ahora, Jeiyce lo matará. Y si la "discapacidad" de Vegeta se da a conocer aquí en Vegetasei... sería malo, muy malo.
La primera de las plantas de producción del escudo se puso en línea hoy. Me gustaría poder decir que todo fue color de rosa, pero hubo un gran contratiempo anoche.
Estaba dando los últimos toques al nuevo sistema de seguridad para los generadores del escudo, una mejora respecto a lo que le había mostrado al rey una o dos semanas atrás. Vegeta-ou echó una mirada a mi identificación electrónica del software, que abre un escudo "puerta" para una nave mediante la verificación del usuario basado en su firma ki personal y me sonrió. Honestamente me sonrió.
—¡Niña buena! —dijo y autorizó esto de inmediato. Creo que es el mejor elogio que alguna vez voy a obtener del padre de Vegeta.
Al fin conseguí que Rom-kun se durmiera antes de la medianoche, un logro importante en estos días. Ni Vegeta ni yo ni Bardock ni Scopa estamos durmiendo, así que Rom-kun se ha tomado como licencia combatir el sueño todas las noches. Creo que tiene miedo de perderse algo. Yo estaba tan somnolienta que caí dormida durante un minuto o dos, boca abajo sobre mis planos.
—¡Mujer! —La voz de Vegeta me despertó de golpe y tuve esta extraña desincronización con el momento presente en el que pensé, por un segundo o dos, que él había llegado a casa esperando ser recibido en la puerta con una sonrisa y una solicitud de sexo, y ahora me iba a castigar mucho por haberlo desatendido. Me sacudí y me levanté, sintiéndome enojada por haber sido despertada, enojada de que podría haber despertado a Rom-kun y aún más enojada de que me gritara a través de la casa. Él nunca levanta la voz. Entré en el salón del pozo de fuego dando pasos fuertes y me dirigí hacia él con las manos en las caderas. Vegeta se levantó de cualquiera que sea la logística de producción estancada que él y Turna trataban de resolver sobre la mesa del comedor y una de las esquinas de su boca se curvó ante mi vista. Sentí que mis ojos se estrechaban.
—¿En qué puedo servirle, Oujisama? —le pregunté en un tono menos complaciente. Su sonrisa se amplió y eso solo me enojó más. Luego estiró el brazo y limpió un lado de mi nariz delicadamente, sus dedos salieron con tinta negra. Me había manchado la cara con tinta cuando me quedé dormida sobre mis planos, tanto como para parecer casi una tonta. Él retiró unos rizos sudorosos de mis ojos, su rostro se suavizó... y sentí que toda mi ira desaparecía. Detrás de nosotros, Turna miraba de forma intencional los planos sobre la mesa.
Pareció reprimir un suspiro y dejó caer su mano.
—Las plantas usan un completo número de tus mecanoides sirvientes para la producción —mencionó—. Las instalaciones están vigiladas por guerreros saiyayíns que tienen experiencia técnica superior al promedio. El centro de escudos con base en el planeta requerirá de fuertes medidas de seguridad también. Lo que necesitamos es una mayor seguridad y una producción más rápida.
Pensé por un segundo o dos.
—Puedo hacer las dos cosas —contesté—. Puedo ir a todas las plantas y ajustar a los robots, uno a la vez, para una mayor velocidad. Eso quemará sus procesadores rápido, pero solo los necesitaremos por pocos meses de todos modos. También...
Yaro gruñó con odio desde debajo de la mesa. Miré hacia abajo y vi que ambos perros gruñían en un tono bajo y se enfocaban en la puerta abierta que dejaba que el aire fresco de la noche entrara en la sofocante casa. Luego Vegeta y Turna comenzaron a gruñir también, haciendo casi el mismo sonido canino de amenaza y vi que algo estaba bloqueando la brisa en la puerta. Mousrom.
—Si alguna vez reproduce estos animales, Oujisama —murmuró Turna—. Me encantaría tener uno para mi propia casa. Un animal que puede oler la presencia de un enemigo más rápido que nosotros es una criatura invaluable.
—Mis más humildes disculpas por molestarlo a una hora tan tardía, mi príncipe —dijo el inquisidor—, pero hay un asunto urgente que se debe abordar. —Su mirada se arrastró sobre mí y me observó de arriba abajo, haciéndome sentir como si acabara de ser manoseada a través del cuarto.
—Mousrom —gruñó Vegeta en voz baja—. Si tan solo te atreves a mirar en dirección a mi mujer otra vez, voy a destriparte justo donde estás parado.
Mousrom empezó a decir algo hábil, pero juzgó la mirada en los ojos de Vegeta y lo pensó mejor. Que lástima. Se inclinó a modo de disculpa y apartó la mirada de mí.
—¡Dime cuál es tu asunto! —espetó Vegeta.
La papada gruesa del inquisidor se frunció en una sonrisa aceitosa y movió la pila de documentos que llevaba en la mano.
—Tengo una lista de nombres de presuntos enemigos del imperio, todos los cuales han sido puestos en interrogatorio, Oujisama. Víboras en mi propio seno, de hecho. Todos ellos son antiguos doctores del centro médico a quienes había recibido para ayudar a extender la esperanza de vida de los sospechosos más valiosos bajo mis atenciones.
Mi pecho se paralizó mientras él hablaba y tuve que luchar para mantener mis piernas firmes. Oh, Dioses, Nachti y Twili, Nikeet, Sauwa, Torq... En mi mente vi los nombres y los rostros de todos los que Mousrom había tomado, de todas las personas que habíamos alegremente hecho pasar a su mesa de tortura por pedirles su ayuda. Vegeta agarró la lista de sus manos. Baje la mirada a esta y la leímos juntos. El nombre de Nachti no estaba, pero... pero Torq, Nikeet y Sauwa... yo estaba luchando para no colapsar.
—Tengo el nombre de la persona a quien se reportan, su líder de división —continuó Mousrom—, pero él es un empleado libre del centro médico y por lo tanto, está bajo su protección personal. De hecho, creo que fue por un tiempo un esclavo en su propia casa. En cualquier caso, necesito su permiso para tomarlo.
Y, por supuesto, se refería a Scopa. Mi boca estaba seca.
—No son de la Red Roja —dijo Vegeta con suavidad mortal—. La gente de Scopa monitorea tus acciones por orden mía. Debo estar seguro de todos mis siervos, ministro.
Mousrom se quedó mirándolo como si Vegeta acabara de hacer un número de baile.
—No puede dudar de mi lealtad a Vegetasei —balbuceó.
Este era el momento, pensé. Esto iba a hacer por Vegeta lo que las babosas que yacían en el jardín cada noche no pudieron, esto iba a romper la mina mental de Jeiyce contra la matanza. Mousrom estaba a punto de morir.
—Siempre juras tu lealtad a Vegetasei —recalcó Vegeta, moviéndose lentamente hacia el hombre obeso como un gran gato a punto de desgarrar en jirones a un antílope—, pero nunca al trono. Un príncipe no se puede dar el lujo de confiar en nadie, Mousrom.
El rostro grasoso de Mousrom estaba de color rojo sangre por la rabia.
—Me devolverás a mis sirvientes... —ordenó Vegeta con mucha calma—. ¿Todavía están vivos?
—Viven. —Mousrom se burló y le dio a su príncipe una mirada calculadora que envió un rayo de miedo disparado a través de mí. Tenía que saber que Vegeta iba a matarlo por esto. Era como si él le estuviera poniendo un cebo para hacerlo—. De cierta manera, aunque me temo que nunca volverán a estar del todo bien otra vez. Los que han sido rotos nunca lo están. Pero... usted sabe de eso, ¿no es así, Oujisama?
Vegeta lo arrojó sobre las baldosas de piedra del piso y se arrodilló sobre él, gruñendo.
—¡Debe encantarte recibir dolor tanto como infringirlo para desafiarme todo el tiempo, Mousrom!
—¡He hablado con toda franqueza! —escupió Mousrom en su rostro—. Y volveré a hacerlo. Eras un irreflexivo y mimado joven egoísta antes de que el príncipe rojo te tomara bajo su cuidado. Un peligro y un pasivo para el trono y el imperio. Ahora eres débil, mentalmente inestable, suave…
Vegeta maldijo y levantó el puño, estaba a un instante de lanzar una ráfaga de ki a través del corazón de Mousrom y luego... luego se desplomó gritando y sollozando con su garganta en carne viva. Su respiración comenzó a detenerse en su pecho y su cuerpo se hizo un ovillo en una postura que recordaba sus primeros días en casa de Bardock. Las minas se habían activado... exactamente como Mousrom sabía que sería.
—¡Turna-san! —grité ignorando a Mousrom. Vegeta no estaba recibiendo aire—. Dale la vuelta por mí. No soy tan fuerte.
—¡Mi príncipe! —Turna se apoderó de él y lo puso boca arriba.
—Necesitamos un tranquilizante —dije en un tono apremiante. Oh, Dioses, ¿dónde había puesto mi bolso médico? ¡¿Siquiera lo había traido a casa hoy?!—. ¡Él no está respirando!
—Justo como pensé —rio Mousrom—. ¡Minas subliminales! No puede matar. ¡Por los Dioses, qué cosa tan diabólicamente cruel e inteligente para hacerle a un guerrero saiyayín! Tendrás que noquearlo, mi niña, supongo que se asfixiará si no lo haces.
Alcé la mirada a Turna y asentí. Turna lo golpeó una vez, un golpe rápido, sin dolor a un lado de la cabeza y Vegeta se desplomó inconsciente. Inconsciente, pero respirando.
Miré hacia el bastardo obeso que se paró a un lado del cuerpo tendido de Vegeta, mostrando una desagradable sonrisa triunfante untada en su rostro.
—Turna —advertí friamente—. Él se lo dirá a todos si sale de esta casa con vida.
Turna se puso de pie, su ki se arremolinó como una pared sólida de poder. Levantó su palma abierta a Mousrom y su duro rostro plano se lleno de fría satisfacción por lo que estaba a punto de hacer.
—¿Dónde está tu señora, señor Turna? —sonrió Mousrom.
Turna se detuvo y sus cejas bajaron.
—¿Qué quieres decir?
—Tu villa en el extremo norte de la capital está rodeada por muchos guerreros —informó Mousrom—. Ella es fuerte, pero no lo suficiente como para más de un centenar de hombres.
—Maldito cobarde —siseó Turna en voz baja, pero dejó caer la mano. Permanecimos juntos, paralizados y observando a Mousrom salir. No había nada más que hacer. Podríamos haberlo retado a que demuestre que lo que decía era verdad, pero si Articha no conseguía abrirse camino fuera de la emboscada, Turna moriría con ella y entonces sería mi palabra contra la de Mousrom de que sus muertes no eran obra de los terroristas de la Red. Estaba segura de que el rey me creería, tal vez incluso tendría la cabeza de Mousrom por esto, pero Articha y Turna estarían muertos.
El rey llegó menos de una hora más tarde. Su rostro era como un angustiado bloque de piedra al entrar en nuestra habitación sin previo aviso. Turna había llevado a Vegeta a la cama y se fue como una bala para ver con sus propios ojos que su compañera estuviera ilesa. Me había sentado junto a Vegeta, acaricié su rostro y su frente después de que mecí a Rom-kun hasta volverlo a dormir. Los gritos de Vegeta no lo aterrorizaron, sino que lo enviaron a un ataque de llanto que fue difícil de detener. Él no tenía miedo de Vegeta, solo estaba preocupado por él. No paraba de decir: «¡Pobre Edeeta!» mientras sollozaba.
—Eso fue rápido —dije. No tenía intención de que mi voz estuviera tan llena de tranquila rabia.
—¿Por qué lo dejaste salir vivo? —me preguntó enojado. Le conté acerca de como Mousrom les había tendido una trampa a Turna y a Articha, y escupió con asco—. Él es una bestia inteligente, ¿no es así? —Su boca se curvó en un extremo—. Y tú lo habrías matado si hubieras podido.
—En un abrir y cerrar de ojos, Majestad —le aseguré. Vegeta gemía y se agitaba. Alcé la mirada hacia el rey y encontré sus ojos—. Sé lo que está a punto de hacer. Dígame, por favor, Ousama... si Scopa y yo podemos romper el condicionamiento, ¿usted lo aceptará de nuevo?
El rey de Vegetasei asintió y su rostro se puso serio.
—En un abrir y cerrar de ojos, muchacha.
Vegeta se despertó entonces y el rey me ordenó que saliera para que repudiara a su hijo.
Esperé a que Vegeta-ou se fuera, mientras tanto hurgué en algunas cápsulas en mi taller por una de las herramientas de rehabilitación de psicología que Scopa me había dado. Él estaba trabajando en algo mucho más elaborado, pero una pequeña videofoto sería un buen comienzo. Luego volví al dormitorio y me senté junto a él de nuevo en la cama, miré sus gentiles ojos oscuros y sentí todo el dolor del mundo caer sobre mí ante la vista, sin palabras, pero tan elocuente, de cuan profunda y completamente me amaba. Ver esa mirada en el rostro de un hombre y sentir mi propio corazón responder del mismo modo ante esa visión, me debería haber llenado con nada más que alegría. Todo lo que podría haber sido bueno está envenenado, muchacha, el rey había dicho. Quería acostarme y ponerme a llorar durante un año por la verdad en esa declaración.
—No puedes estar de duelo por mí —susurró.
—No lo estoy —le dije—, no estás muerto.
—Estoy peor que muerto —respondió sombrío.
—No —alegué—. Estás sintiendo lástima por ti mismo.
Si le hubiera dado una bofetada en el rostro no habría estado más sorprendido. Pero ahora él estaba pensando en algo más que el hecho de que acababa de ser desheredado por el padre que amaba. Tenía que conseguir ponerlo en movimiento otra vez, hacer que comience a trabajar en el problema. Era fuerte, él volvería a levantarse si lo empujaba.
—No te das cuenta —seguí—, que amas a tu planeta y a tu pueblo más de lo que jamás me amarás a mi o a tu padre. Comenzaste a darte cuenta el día en que Arbatsu cayó y desde tu regreso has utilizado todos los medios a tu disposición, no solo tu poder de pelea, para salvarlos. Incluso si tu pueblo es tan voluble y tonto que no puede ver que existe algo más que ser gobernado por la fuerza bruta y la matanza. ¿Quieres ver caer a Vegetasei?, ¿quieres ver a tu pueblo aniquilado y a este hermoso planeta incendiado?
—¡No! —dijo con dureza—. ¡No quiero eso! ¡No voy a permitirlo!
—Entonces, cumple tu deber hacia ellos como su príncipe —indiqué—. Levántate mañana como si no pasara nada. Sigue trabajando en el proyecto de los escudos antirradiactivos, sigue entrenando con la gente de Rikkuum y de Bardock, sigue buscando la base de Jeiyce y sigue tratando de romper los detonadores de condicionamiento que dejó en tu cabeza. Scopa y yo hemos tratado a cientos de víctimas de Mousrom, gente que puso en libertad después de que los rompió y encontró que no sabían nada. Te puedo decir por donde empezar. —Empujé la videofoto en su mano—. Es la imagen de Jeiyce de Maiyosh, tomada en su boda en Corsaris hace ocho años. —Bajo la mirada hacia la foto como si acabara de poner una serpiente en su mano. Dioses, habían hecho un trabajo concienzudo con él si estaba teniendo problemas con solo sostener una videofoto de Jeiyce. Yo sabía lo mal que estaba, creo. Lo sabía por la forma en que siempre tartamudeaba sobre el nombre de Jeiyce. Eso es grave, el condicionamiento de miedo-sumisión es profundo y casi imposible de superar—. Es la única foto que pude encontrar de él —continué—. El primer factor para romper cualquier pared de condicionamiento es hacer añicos el control personal de aquel que te hizo eso. Podemos empezar mirando su imagen, ¿listo?
Él asintió muy serio. Activé la videofoto y la miró durante medio segundo antes de que se alejara violentamente y se hiciera un ovillo con un gemido de horror que sonaba como el del niño que había sido la primera vez que despertó en casa de Bardock. Mi corazón se contrajo.
—Inténtalo de nuevo —le pedí. Él apretó la mandíbula, furioso consigo mismo por lo que debía ver seguramente como su propia debilidad, se dio la vuelta y se obligó a mirar de nuevo. Sus manos se flexionaron en el dispositivo y lo hizo añicos mientras jadeaba por aire como si acabara de enfrentar una batalla hasta el límite de sus fuerzas—. Diez segundos —anuncié. Estuvo bien, mucho mejor de lo que esperaba. Coloqué su cabeza en mi regazo y lo sentí todavía temblar como una hoja en mis brazos—. Eso es un muy buen comienzo y aplastar su imagen es un signo aún mejor. Di su nombre.
Él me miró con una especie de horror impotente.
—Bulma... —La sola idea de que Jeiyce lo hubiera roto de un modo tan grave, que ni siquiera podía decir el nombre del hombre debió quebrantar su espíritu.
—Di su nombre —dije de nuevo firmemente—. No dejes que mantenga ese poder sobre ti. Recupéralo, Vegeta. ¿Quién es tu enemigo?
Saqué la ira, la rabia por lo que le había hecho, de cuanto fue humillado, justo como quería.
—¡Jeiyce! —Él escupió—. ¡Jeiyce de Maiyosh! ¡El príncipe rojo! El… —Se detuvo y me miró asombrado, dándome el crédito por lo que acababa de hacer él mismo. Dioses, no esperábamos que podría haber hecho algún progreso en absoluto tan rápido. Me estaba dando esa mirada de nuevo, descubierta y desnuda de la máscara inexpresiva saiyayín que había aprendido a usar cuando tenía compañía. Era todo su corazón expuesto al desnudo y abierto ante mi, tal como había sido en ese páramo verde cerca a la casa de Bardock. Era el rostro del hombre que amaba. Le di un beso y probé lenta y profundamente su sabor, deslicé mi mano por debajo de su espalda y acaricié su cola. Él gruñó despacio y me recostó, su boca se arrastró por el calor de mi cuello.
—¿Por qué fue eso? —preguntó con voz ronca.
—Refuerzo positivo —contesté dándole una sonrisa traviesa—. Debes hacer esto tan a menudo como sea posible. Míralo, di su nombre una y otra vez, y sigue intentando matar a las babosas de mi jardín.
—Lo sabías —susurró, todo su cuerpo vibraba bajo mi contacto.
—Sí, lo sabía —confesé en voz baja—. Un paso a la vez, Vegeta. —Él me sonrió dulce y amablemente, yo le devolví la sonrisa y apreté su cola un poco más fuerte hasta que ronroneó como un gato.
—Bulma... —dijo en un tono profundo que llevaba un hilo de deseo real—. Dioses, te quiero...
—Aquí me tienes —contesté débilmente. Él hizo un áspero ruido de alegría por mis palabras de permiso, su boca se movió sobre mis senos, sus manos subieron a través de mi blusa y debajo de mi falda, trazando un abrazador calor sobre cada curva familiar de mi cuerpo y lo atraje hacia mí, a horcajadas sobre su regazo con mi boca en todas partes. El pensamiento y el miedo habían desaparecido, ya no quedaba nada, salvo el calor negado demasiado tiempo arrasando a través de nosotros. Una mano cubrió mi seno y la otra se enganchó en el dobladillo de mi falda. Cuando su mano se abrió paso entre mis piernas arqueé la espalda y jadeé por aliento, ya casi me tambaleaba al borde del orgasmo. Pero su otra mano, la mano que acariciaba mi seno a través de la fina tela de mi blusa con una lentitud exasperante, se cerró por el aroma de lo cerca que yo estaba de la liberación y al cerrarse lo hizo con fuerza magullándome sin intención, y gruñó profunda y suavemente en su garganta. Abrí los ojos al momento para encontrar los suyos y vi la cruda necesidad allí, el denso calor del deseo animal. El peso de su mirada ardiente hizo que algo dentro de mí se atemorizara como un animal golpeado hasta la sumisión, sin extinguir el fuego de mi deseo. Era él. El hombre que me había tocado en mi jardín de Turrasht y me hizo quererlo, incluso mientras lo maldecía.
Él lo vio y se quedó inmóvil, estremeciéndose, con los ojos una vez más como los del nuevo Vegeta, mi Vegeta. Hay demasiada deuda de sangre entre los dos, el rey había dicho. Todo lo que podría haber sido bueno está envenenado.
—No... por favor no te detengas —sollocé sabiendo que él no podía seguir adelante, sabiendo que yo no podía.
—No puedo —respondió vacilante. Vi toda mi desesperación reflejada de regreso a mí en sus ojos—. En la casa de Bardock, te expliqué que había mirado tus ojos y vi que me deseabas, pero que ese deseo te causaba pena. No puedo sostenerte con esa mirada en tus ojos... aún si eso significa no volver a tenerte jamás.
—No se suponía que sería así —susurré dejando que me atraiga de nuevo a sus brazos y recostando mi cabeza sobre su pecho. Su mano acarició mi rostro y secó las lágrimas que ni siquiera me había dado cuenta que derramé—. Debimos habernos conocido de otra manera, comenzado de otra forma. Ahora, todo se retorció... y... ¡y está arruinado!
Él se puso de costado, escrutó mi rostro y movió su cabeza negando.
—¿Por qué te quedas, Bulma?, ¿por qué me ayudas?, ¿por qué no estás trabajando con la Red Roja para destruir el imperio?
Le dije la verdad, acostada despierta toda la noche en sus brazos, de por qué había aplaudido a los rebeldes en un primer momento, de por qué ahora creía que se convirtieron en lo que enfrentaban... llegando a ser peores monstruos que los saiyayíns que los habían esclavizado.
—Las manos de Jeiyce están sucias con sangre inocente —continué con frialdad—. Y lo peor de todo es que lo sabe muy bien. Él no fue criado para pensar que la gente de otras razas no son realmente personas. No se le enseñó que luchar y matar son lo mejor que hay en la galaxia. Corsaris era una monarquía parlamentaria y su padre adoptivo lo crio para respetar la vida y la libertad y… y ahora, él es peor de lo que considera que tu padre es, porque no hay nada, ninguna regla de honor o moralidad ni horrorosa atrocidad que esté por encima suyo. —Hice una pausa, ardiendo de rabia contra ellos, todos ellos, saiyayíns y maiyoshyíns por igual, por todos los inocentes masacrados y atrapados en el fuego cruzado de su monstruosa guerra—. A pesar de todo lo malo que creo que es el imperio, el caos en toda la galaxia y las luchas internas que seguirían a la caída de Vegetasei matarán a más gente de lo que ha hecho esta guerra. Los hombres que comenzaron esta rebelión han perdido el rumbo, se han convertido en lo que odian, sin la pauta del honor saiyayín para detenerlos antes de que se conviertan en monstruos sin leyes y despiadados como en las historias de Bardock que describen al imperio tsiruyín. Y tú... tú has cambiado tanto como Jeiyce desde que comenzó esta guerra. Si Jeiyce y sus hombres se han vuelto malvados, tú te estás volviendo...
—¿Bueno? —Él intentó pasar eso como una pregunta medio en broma, sin embargo, me estudió de cerca y esperó mi respuesta.
—No —respondí—. No todavía... pero vas en camino. —Lo besé—. Vegetasei ha sido mi hogar durante ocho años. Es como tú, hermoso y terrible en sus grandes bienes y grandes males. Lo amo tanto como lo odio... así que lucharé para salvarlo.
Ha pasado casi un mes desde que hablé. Mousrom envió a todos los espías de la "Red Azul" que le sobrevivieron de regreso al centro médico. Scopa y yo comenzamos a tratarlos, con un silencioso y tembloroso Hiru a nuestro lado. Los estamos cuidando lo mejor que podemos. Creo que Twili y Nekeet pueden tener una recuperación completa. Los otros están hundidos en... en este profundo e impasible miedo al movimiento, al ruido, a todo fuera de los confines de sus habitaciones de recuperación. Scopa se vino abajo cuando se enteró de lo que había sucedido. Se culpa, por supuesto, por conseguir que se involucren. Pero al día siguiente de que la gente de Mousrom llegaran con las cáscaras rotas de los doctores y auxiliares médicos que habían sido nuestros amigos, Hiru recibió información de Nachti. Ella dijo que no iba a detenerse y Zabón más le vale que traiga su trasero de regreso de Kharda en algún momento de la próxima semana, porque la noticia alrededor de la fogata en el barrio de los esclavos de ciudad Kharda es que Mousrom está desarrollando un especializado y fuerte ki-supresor basado en los ki-asesinos capturados a los Demonios Rojos, con el propósito expreso de detener e interrogar a los saiyayíns "subversivos". Que es otra palabra que usa para cualquier persona de su propia raza que lo moleste.
Así que no podemos detenernos. Scopa está un poco mejor ahora que reconoció la realidad de que todos estamos involucrados y que esto tiene que hacerse. Y sobre todo, que Mousrom tiene la culpa, no nosotros. Hiru todavía existe en el terrible limbo del miedo permanente por la vida de Nachti, pero Zabón es el que casi perdió más. Los escuché a él y a Bardock hablar la mañana después de que Mousrom regresó a nuestra gente al centro médico, diciendo que él podía bailar con la muerte una docena de veces antes del desayuno todos los días de su vida, pero que Scopa estuviera involucrado en todo esto podría conducirlo a un colapso nervioso. Scopa ama a Zabón con un amor profundo, inmutable y dulce que la mayoría de la gente sueña cuando piensan en ser amado. Y nadie más que... Scopa es el eje de toda la existencia de Zabón. Él encontraría una forma de morir muy rápidamente si algo le pasara y la idea de lo cerca que su amante estuvo de ser tomado por Mousrom lo volvió loco de rabia contra mi por «arrastrar a Scopa a esta tormenta de mierda». Zabón se disculpó por eso desde entonces y él y yo estamos bien ahora, pero sé que está viviendo en la misma clase de infierno que Hiru, en constante temor por sus seres amados.
Vegeta ha estado matándose para poner el escudo de Vegetasei en su lugar antes de la temporada de la luna.
El rumor es que los Demonios Rojos van a hacer algo desagradable durante ese tiempo. Los espías e informantes de Mousrom están susurrando que algo grande está en el viento, aunque nadie parece saber lo que es. Zabón dice que algo está a punto de ocurrir, pero que cuanto más grande es, menos probable es que Jeiyce se lo diga a cualquiera de los operarios dentro del planeta antes de que les envíe la orden para actuar. Bardock, Nail, Scopa y Hiru están empezando a verse un poco cansados también. Ahora que lo pienso bien, no me siento tan descansada yo misma. Solo quedan unos pocos obstáculos más y podré descansar. Todos podremos descansar. Todo el mundo en toda la maldita galaxia podrá tomar un respiro, porque la guerra estará permanentemente estancada.
Podría dar una lista exhaustiva de todo lo que hemos estado haciendo, pero tomaría un tiempo muy largo. Las plantas y el generador del escudo para el propio escudo de Vegetasei son la primera prioridad. Vamos a las plantas y al emplazamiento del generador cerca del puerto espacial de la capital todos los días y cuando no estamos ahí, estamos en las fábricas, cuidando que produzcan los escudos para cada planeta en el imperio. Fuera de horario, Bardock y Vegeta investigan en los libros de contabilidad financiera tsiruyíns y maiyoshyíns, tratan de encontrar una pista sobre donde Jeiyce podría estar escondiendo su base principal.
El pueblo de Vegeta está demostrando ser fiel a su estilo, lo rehuyen por el pecado de no haberse suicidado por la vergüenza de que su padre lo desheredara, pero más que nada por el pecado de ser de carne y hueso. Por haber sido capturado, torturado y roto hasta el punto de que pudo tener un bloqueo mental contra la matanza erigido en su mente. Él está haciendo un buen trabajo en ignorarlos, sin embargo, esto lo está carcomiendo y a veces conduce su cuerpo hasta el punto del colapso cuando entrena al final del día, para verter toda su rabia y frustración en esas sesiones antes de venir a la cama y derrumbarse a mi lado. En realidad no hay tiempo para entrenar, pero él dice que es una necesidad. Está tratando de poner una correa de control alrededor de su poder. Este ha crecido tanto desde que su cuerpo se recuperó totalmente de Avani Trice que casi no puede controlarlo. Asegura que es como... como agarrar la cola de un tornado. Tiene miedo de que se salga de control y lo mate a él y a todos a su alrededor si no consigue manejarlo.
Ayer por la noche sabía que algo sospechoso estaba ocurriendo en el jardín. Cuando salí para llevar a Rom-kun a la cama, me encontré con un rosal frito y dos muy culpables mirandas saiyayíns. Le pregunté a Rom-kun lo que pasaba cuando lo acosté, pero se mordió el labio y dijo que se lo preguntara a Edeeta.
—Le estaba mostrando como controlar su ki —me explicó Vegeta cuando ambos caímos exhaustos en nuestra cama.
Me tensé y di la vuelta en sus brazos.
—¿Es el momento para esto? —le consulté. Sentí una tristeza horrible, era el dolor por la pérdida de la infancia de mi hijo.
Vegeta frunció el ceño incómodo.
—Debería ser demasiado pronto, pero no lo es. Aunque él no... no es como los demás niños. —No sabía que pensar de eso—. Bardock me ha dicho que crees que de verdad es el joven. Él pensó que era una locura al principio, te cree ahora.
—¿Qué lo hizo cambiar de opinión? —le pregunté.
—Las cosas que el niño ha dicho —contestó Vegeta. Parecía no querer hablar o pensar acerca de ese tema, pero se obligó a sí mismo, como si sintiera que no tenía otra opción—. El niño comentó algo en mi oído, repitió a Bardock sobre lo que su padre le dijo a Kakaroto justo antes de que él matara al joven en Chikyuu.
Un escalofrió de temor nervioso pasó por mí.
—Romayn mencionó algo esta noche —continuó Vegeta —. Le pregunté si no recordaba como convocar su poder de pelea de... antes. Me respondió que «Ojjiisan» le quitó sus conocimientos de como aprovechar su ki, ya que era «malo para los bebés».
Mi boca se secó.
—Mis... Dioses, Vegeta.
—No creo que el recuerdo de quien era sea constante, si eso es realmente lo que es —reflexionó Vegeta—. A veces parece ser nada más que un niño, pero otras veces...
—Lo sé —reconocí—. A veces apenas puede armar una frase entera y al minuto siguiente puede mantener una conversación compleja. —Lo estudié de cerca—. ¿Tú lo crees?
—No sé —confesó después de un largo momento de silencio—, pero cualquiera que sea su naturaleza o su destino, su ki esta pugnando por salir. Cuando el hombre de Mousrom, Oriff, rompió tu muñeca, Romayn pudo lastimarte con la cantidad de energía que estaba liberando debido a su temor al verte en ese estado. Debe aprender a controlarlo o será un peligro para ti.
—Bueno —suspiré tan fuerte que él envolvió sus brazos un poco más firmes a mi alrededor.
—Bardock te acompañará al emplazamiento del generador mañana al amanecer. Lleva a Romayn contigo.
Me aparté para mirarlo a los ojos, de repente sospeché.
—¿Que está pasando?
—Mousrom ha obtenido el permiso de mi padre para tomar el centro médico —dijo. No hubo ningún tipo de inflexión en su voz, aun así, esta llevaba mucha ira contra su padre—. Scopa vino esta noche y me lo contó. La gente de Bardock y los informantes de Scopa en Kharda averiguaron hoy que la inquisición se estará mudando al centro médico mañana por la mañana. —Vegeta esbozó una sonrisa sombría—. Voy a darle la bienvenida a Mousrom cuando llegue... pero me gustaría que estés en otro lugar hasta que los expulse.
Vegeta se reunió con la gente de Mousrom al romper el día y los apaleó. A todos, a ciento veintitrés de ellos. Luego, de acuerdo con Scopa, le dio a Mousrom la golpiza de su vida. ¿Me pregunto cómo el bastardo tomó ser el receptor del dolor por una vez? Scopa comentó que cuando todo terminó, Vegeta parecía... asqueado y un poco triste. Él no vio a todo el personal médico que lo miraban a escondidas, o escuchó la alegría que se elevó en el interior del centro médico cuando arrojó a Mousrom lejos. Hiru sigue convencido de que Vegeta está loco, que los maiyoshyíns rompieron su mente y ahora yo controlo al príncipe, lo cual según Hiru, es justo lo que merece. Y... creo que la mayoría del centro médico es de la misma opinión.
Pero cuerdo o loco, prefieren a este Vegeta.
Hace una semana, Turna y Articha solicitaron de modo formal al trono la autorización para distribuir los escudos entre las colonias personalmente. Nosotros encendimos el generador para el escudo de Vegetasei ayer por la mañana. El escudo se levantó y está funcionando, está funcionando como en un sueño. Sentí como si bailara en círculos cuando entró en línea. Los soldados que entrenamos son el único componente falible, ellos se encargan de dirigir el control del tráfico espacial, comprobarán que la autenticación de la firma ki sea verídica y darán el visto bueno a cada ventana del escudo para que las naves entren y salgan.
Di una fiesta la noche anterior.
Articha y Turna estaban fuera con el primer envío de escudos a las bases de los planetas imperiales, pero estuvieron presentes todos los demás. Todo salió bien. Todo el mundo estaba tan cansado, yo incluida, y solo necesitábamos relajarnos un poco. Bardock bebió mucho, lo sé porque él solo empieza a cantar cuando está completamente ebrio. Eso es un poco triste ya que tiene una hermosa voz de tenor. Zabón y Hiru brillaron por su ausencia. Hiru porque era la casa de Vegeta. No creo que Zabón hubiera venido tampoco, él se mantiene en un segundo plano cada vez que Vegeta esta alrededor, hasta el punto de que dudo que Vegeta reconozca su cara si yo los presento. Pero Zabón no estaba cerca, se marchó de improviso en la mañana. Batha y Caddi no están en sus puestos de trabajo, simplemente desaparecieron. Eso puso un freno a la sensación de eufórico alivio, ya que la explicación más probable es que han sido capturadas o asesinadas. Y Dioses... espero que sea lo último. Y por causa de ellas, él ha ido a la ciudad portuaria donde las puso para ver lo que puede averiguar.
Todos se fueron yendo poco a poco varias horas después de la medianoche, Scopa y Bardock colgando uno en el hombro del otro, sin dejar de cantar muy alegres. Lo último que le oí decir a Scopa mientras salían fue una risa de advertencia acerca de volar borracho. No sé si se refería a sí mismo o a Bardock. Me preocupaba vagamente que Scopa intentara llevar su aviador de regreso al centro médico en su condición, entonces empecé a medio caerme hacia atrás. Ja. Mis centros de equilibrio se hallaban un poco apagados. Vegeta estaba allí y me atrapó. Rom-kun colgaba de su hombro como un pequeño saco de harina, dormido como una roca.
—Estás muy ebria, mujer —dijo mientras me volteaba con suavidad y me sonrió un poco.
Caí sobre él, lo sentí acercar su rostro a mi cabello y tomar una respiración que saboreó profundamente.
Sonreí contra su pecho y deslicé los brazos alrededor suyo en un abrazo cálido y confortable.
—Estoy... muy feliz —le confesé.
—Eso es bueno —respondió.
Me llevó a la cama y puso a Rom-kun entre nosotros. Hablamos sobre lo que teníamos que hacer a continuación, sobre todo el trabajo que aún quedaba por hacer. Me repetí mi mantra, aquello que había activado un brillo tan completo y feliz dentro de mí. Nadie más tenía que morir.
—No terminará hasta que Jeiyce esté muerto —murmuró contra mi cabello y su mano inconscientemente pasó a través de la melena en picos del pequeño Rom-kun. No creo que fuera consciente de hacerlo—. Tenemos poco menos de nueve semanas hasta la temporada de la luna. Estaría más tranquilo si él saliera de debajo de la tierra antes de eso.
—Esta será mi primera luna —le comenté. No había estado en el centro médico en tres o cuatro días, pero Scopa dice que la prisa loca ha comenzado. Los saiyayíns estaban en filas de centenares para recibir sus neuroinhibidores, así podrán ponérselos bajo la luna y no tener una vinculación afectiva lunar. Eso me recordó la historia que Articha me contó antes de marcharse con Turna para entregar los escudos—. ¿Alguna vez has oído cómo Articha y Turna se unieron?
—Solo que están vinculados por la luna —respondió.
Yo alcé una ceja, sentí curiosidad.
—¿Alguna vez has estado con una mujer bajo la luna?
Él me dio una sonrisa de suficiencia.
—Siempre he preferido luchar. —Je, hice una pregunta tonta—. Esta será mi primera luna como un hombre adulto, solo tenía diecisiete la última vez. Cuéntame la historia de Turna y Articha.
—Él era un noble de la zona campestre —le dije—. Y con solo un moderado alto poder. Ella era una super élite heredera de una antigua y poderosa baronía, pero me contó que se quisieron desde el primer momento en que se conocieron. El problema era que si él iniciaba una pelea de cortejo, el honor de ella le habría exigido no perder y es aproximadamente dos veces más fuerte que Turna, y lo habría aplastado. Así que ellos rechazaron sus neuroinhibidores en la temporada de la luna, fueron a las tierras baldías en el norte donde nadie vive… y se unieron bajo la luna llena. —Suspiré pensando en lo que ella había descrito, como algo parecido a fundirse en la piel del otro, de ver la totalidad del alma de tu pareja y dejar una parte de tu propia alma en él mientras él hacía lo mismo.
—No es el dulce encuentro que te imaginas. —Se rio—. El vínculo afectivo lunar es muy, muy violento. Los dos "amantes" casi se desgarran el uno al otro en pedazos mientras se aparean.
—Pero Articha me contó que es como si él estuviera dentro de su mente y su alma —aludí—. La otra mitad de su corazón.
Vegeta resopló.
—Y si uno de ellos es asesinado, el otro sufrirá y morirá dentro de un día si el shock de la pérdida misma no le detiene el corazón. No es "romántico" llevarte a tu pareja a la muerte contigo. ¡Si yo debo morir quiero que tengas un vida larga y feliz, mujer! no que mueras conmigo como Turna hubiera tenido que morir si Articha hubiera sido asesinada por los maiyoshyíns.
Sonreí y lo abracé acercándolo más.
Esta mañana dejé el cuarto de baño para oír la risa Vegeta. Él había salido al jardín para encontrar a Scopa desmayado entre las petunias.
—Oujisama —comenzó Scopa y se sentó vacilante—, yo... yo...
—Tú, doctor —dijo Vegeta con severidad—. Eres tan inepto para tolerar el alcohol como lo eres para atrapar un pase alto de Rom-balón. —La boca de Scopa colgó abierta. "Rom-balón" fue el nombre que le dieron al juego que jugaron en la casa de Bardock, un juego tonto de lanzamiento con Rom-kun como balón. Luego la boca de Vegeta se curvó solo un poquito... le tendió la mano y tiró de Scopa para ponerlo de pie—. Ven, Scopa, todavía hay mucho que tenemos que hacer antes de que llegue la luna.
Esa fue la primera vez que lo oí hablarle a Scopa como lo hacía en la casa de Bardock. Como a un amigo, un buen amigo de confianza. Deseo que cada día sea tan bueno como ayer.
Fue un día perfecto.
Vinieron por nosotros a las doce y media.
Los hombres de Mousrom cayeron en el centro médico a través de los tragaluces, Rom-kun y yo estábamos almorzando con Scopa en el invernadero. Apenas hace un momento se me ocurrió que alguien dentro del centro médico debió haberles dicho acerca de nuestro nuevo hábito de almorzar allí. Fue tan rápido que no tuvimos tiempo de gritar o incluso saber realmente lo que sucedía antes de que uno de ellos me golpeara dejándome mareada y media inconsciente. Luego atravesamos los tragaluces y nos alejamos pasando como un rayo a través de la capital para aterrizar en algún sitio muy cerca del palacio. Nos llevaron al interior, donde fuera que estuviéramos y vi al hombre que caminaba resuelto al lado del hombre que me cargaba, sostener a Rom-kun. Mi bebé estaba completamente flácido y era llevado bajo su brazo casi con negligencia. No grité. No sé como evité gritar, pero sabía que habría dejado a Rom-kun tirado en los jardines si estuviera muerto. No podía ver a Scopa, aunque lo oía luchando en las garras del soldado detrás de nosotros.
Nos llevaron a través de un laberinto de pasillos blancos y estériles, luego a través de una burda puerta sin adornos hacia una habitación blanca que parecía una sala de operaciones. Pero no lo era. Oh, Dioses, yo no tenía miedo, ni siquiera cuando vi a Mousrom esperando por nosotros en esa habitación, sonriendo como un niño malo de cara redonda en su cumpleaños. Yo estaba mortalmente aterrada por Rom-kun y por Scopa, pero no creí que ni siquiera Mousrom fuera un suicida tan estúpido como para hacerme daño.
—¡Bienvenidos! —Mousrom saludó feliz.
—Usted ha sido víctima de una trampa, mi señor inquisidor —dijo Scopa, su voz sonaba ronca como si tuviera la boca seca de miedo, pero nada de eso se mostraba en su rostro.
—¿Lo he sido? —Los ojos de Mousrom se abrieron fingiendo sorpresa—. Ilumíname, doctor.
—Hablé con el rey hace dos días —prosiguió Scopa—. Le informé que su hijo está haciendo grandes progresos en superar las minas que el príncipe rojo instaló en su mente que le impiden matar a cualquier ser vivo. Vegeta-ou me preguntó que conjunto de circunstancias podrían ayudar al príncipe a superar el condicionamiento mental ahora, en este mismo instante. Le respondí que algún tipo de shock, donde el miedo y la rabia rebasaran las minas, podría romper el bloqueo en su mente. Le di el ejemplo del príncipe encontrando a su padre muerto por un asesino miembro de los Demonios Rojos y que este siguiera en pie e in fraganti. El shock, la rabia y el dolor romperían las minas y Vegeta-ouji mataría al asesino. El rey está resolviendo dos enojosos problemas de una manera muy práctica, mi señor Mousrom. Él lo está utilizando para poner a Bulma y al niño en peligro. En una hora, tal vez dos, soltará a su hijo sobre usted. Vegeta-ouji romperá el bloqueo contra el asesinato y lo matará, así de un solo golpe, el rey tendrá un hijo del todo recuperado y se librará de usted.
Mousrom pareció desconcertado por un segundo o dos, y yo debí quedarme con la boca abierta. ¡Ese maldito viejo bastardo de sangre fría! ¡Eso era exactamente lo que Vegeta-ou estaba haciendo! Luego Mousrom echó hacia atrás la cabeza y rio.
—¡Me gustas, muchacho! —dijo sin dejar de reír—. Sería una buena teoría, pero hay más en la historia de lo que conoces. Esta mañana, le di al rey un informe completo de mi interrogatorio a dos espías de la Red Roja capturadas en el puerto meridional de Biyan. Imagínate mi alegría cuando supe que ambas eran antiguas esclavas domésticas de la casa del Saiyayín no Ouji. La mujer Caddi murió al ser interrogada sin hablar una palabra. Su hermana, Batha, se rompió al final y nos dio un nombre. Zabón de Rashayyasei.
Scopa hizo un bajo ruido de horror.
—¿Lo tiene en custodia? —susurró él.
—Lamentablemente no —contestó Mousrom y las rodillas de Scopa se habrían doblado de alivio si el soldado que lo restringía no hubiera estado allí para mantenerlo de pie—. Él no se encuentra donde debería estar. Sin embargo, sus movimientos, sus asignaciones pasadas y el natural alto poder de pelea de toda su raza me llevan a creer que puede ser el líder de la célula de la Red para todo Vegetasei. También creo, basándome en la información que he juntado en las últimas semanas, que él es el enlace directo de Jeiyce con el Amo de la Tecnología mismo... —Sus ojos brillantes, contentos y codiciosos, cayeron sobre mí—. O misma. Ese tipo de encantadoras máquinas que has construido para tu príncipe, Bulma de Chikyuu, y la forma en que descifraste la ciencia de miniaturización cuando nadie más le encontraba sentido. Es casi como si ya conocieras la tecnología íntimamente. —Él nos observó procesar eso y sus ojos se empaparon con nuestro creciente temor.
Él nunca habría comprendido que nuestros temores, los míos y los de Scopa, eran en su mayoría por los demás, por Rom-kun, por Zabón. Oh, Dioses, ¿siquiera él sabía que lo estaban buscando, que su identidad fue revelada? ¿Entraría en el centro médico en algún momento de esta tarde, sin darse cuenta del peligro, y sería capturado por los hombres de Mousrom?
—¡Por tanto! —dijo Mousrom con esa odiosa alegría—. ¿Quién era y todavía es más cercano a Zabón?, ¿quién vivía en la misma casa con él y las mujeres ansouseiyíns? Esos serían ustedes dos. Vegeta-ou miró mi informe de esta mañana, escuchó mis teorías y firmó las órdenes de sus arrestos él mismo. El príncipe no los encontrará hasta que tenga sus dos confesiones. Después el rey le dará a su hijo rebelde, de mente suave, las grabaciones de sus declaraciones y tengo la sensación… —Su sonrisa se amplió—… de que el doble golpe de su traición y su muerte será el fin de él. —Luego levantó sus manos carnosas y crujió los nudillos—. ¿Comenzamos? Vamos a empezar por averiguar todo el jugoso chisme de la Red que tu amante debe haberte susurrado, doctor.
Empecé a gritar y patear, sin darme cuenta de que Scopa estaba de pie allí, extrañamente tranquilo, mientras los guardias me arrastraban fuera de esa habitación en la que había una camilla médica con correas e instrumentos de restricción que no tenían nada que ver con la medicina. Me llevaron por el pasillo y me lanzaron a una celda, y grité aún más fuerte cuando me di cuenta de que se llevaron a Rom-kun. Me senté, me mecí y lloré tratando de no saber lo que debía estar pasándole a Scopa, tratando de no verlo en mi mente. No sé cuanto tiempo los guardias me dejaron sola, pero regresaron después de un corto tiempo, sonriéndome, mientras abrían la puerta de la celda y entraban.
—¿Dónde está mi bebé? —pregunté, mi voz ahogada sonó como la de una anciana.
—Si te comportas y haces lo que decimos —me indicó uno de ellos—, no vamos a cortarle los pequeños dedos de sus manos y pies.
Hice todo lo que me pidieron. No fue tan malo como mi primer año en la casa de Vegeta… no me hicieron venir de la forma en que el príncipe del mal hizo cuando finalmente cedí a él. Y ellos sabían que significarían sus vidas si me herían. Pero fue malo, muy malo.
Me desvanecí en algún momento y volví a la lucidez mientras estaba siendo arrastrada por el pasillo hacia la habitación blanca. Mousrom me preguntó si disfruté pasar tiempo con sus guardias. Scopa estaba a su lado, atado en la camilla médica. No había sangre, utilizaron agujas conectadas a inductores de dolor neural. Uno de ellos me sujetó al costado de la cama y me hizo ver como Mousrom volvía a trabajar en Scopa, como Mousrom lo hacía gritar. Mi pobre, bueno y dulce amigo, que no le hizo daño a nadie en su vida...
Empecé a derrumbarme después de menos de dos minutos.
—¡Alto! —Yo estaba llorando—. ¡Detente! ¡Diré lo que quieras que diga! ¡Por favor, por favor, por favor, deja de hacerle daño!
Mousrom se volvió hacia mí, sus ojos brillaban de triunfo y Scopa … Scopa pronunció una palabra con su voz ronca y rota por los gritos.
—Rom-kun...
Cerré mi boca y vi en la despreciable y embustera mirada de Mousrom, que él sabía que yo no le diría nada ahora. Si hablaba, ¿qué pasaría con Rom-kun? La única esperanza que teníamos en absoluto, la única esperanza para mi bebé, era que Scopa y yo resistiéramos hasta que Vegeta descubriera donde estábamos. A estas alturas, seguramente sabría que desaparecimos y debía estar buscándonos.
La mirada de Mousrom pasó de Scopa a mí y luego regresó a él otra vez.
—Maldita sea —gruño. Se quedó mirando a Scopa con admiración—. Eres más hombre de lo que te hubiera dado crédito, muchacho. Suelta a la mujer por un momento, soldado. —El guardia que me restringía me dejó ir y yo me incliné sobre Scopa y empecé a sacar las agujas de los puntos de presión en su cuerpo, sollozando histéricamente, diciendo su nombre una y otra vez, sin preguntarme por qué me habían liberado o por qué me dejaban desconectar a Scopa de sus aparatos de tortura. Me incliné otra vez y besé su rostro.
—Scopa... —dije—. ¡Lo siento, lo siento mucho! Te amo...
Su rostro tenía una palidez mortal y su maraña de rizos negros estaban enredados y empapados con su propio sudor, pero de alguna manera, se las arregló para sonreírme.
—Te silencié porque tenía miedo y fui débil —susurró—. No seré débil esta vez, Bulma... no seré débil.
Mousrom había estado de pie en la cabecera de la camilla. Se agachó y tomó la cabeza de Scopa con las dos manos, y le rompió el cuello.
Me quedé mirando el rostro de Scopa sin moverme. Me tomó un momento o dos antes de darme cuenta de lo que acababa de ver. Entonces empecé a gritar "¡no!" una y otra vez. Mousrom hizo rodar el cuerpo... el cuerpo de Scopa fuera de la camilla y este golpeó el piso con toda la fuerza del peso muerto. Me arrodillé y traté de levantarlo de nuevo, traté de despertarlo, pero Mousrom me arrastró cogiéndome por debajo de los brazos y me dejó caer sentada en la camilla médica. Él me golpeó con la fuerza suficiente para hacer zumbar mis oídos, luego, puso sus manos a cada lado de mi rostro para obligarme a mirarlo.
—Piensa en el pequeño hijo de Bardock y cálmate, muchacha —me ordenó con frialdad.
Aún así, mi cabeza nadaba en el horror, la negación y demasiado dolor para procesarlo, atrapada en el destellante y malvado brillo de sus ojos. Me acarició el rostro y yo gemí, y traté de arrastrarme lejos.
—Ahora —continuó usando una uniforme voz firme como si estuviera hablando con un niño pequeño—. Solo hay una regla en esta habitación. Me precio de ser un juez perspicaz de como una persona dada reaccionará al estrés y al trauma. Tú, mi niña, tendrás la tentación de salir de la sesión antes de que se haya completado. Mi orden para ti es esta: no te encierres en ti misma y me dejes con nada más que una muñeca que respira. Si lo haces, voy a traer a tu pequeño "Rom-kun" a esta habitación y cortaré en trozos los dedos de sus pies... ¿Me entiendes?
Asentí.
Intentaron con las agujas inductoras de dolor primero. Dolió como el infierno y yo grité como un alma en pena, pero algo en la forma en que respondí pareció molestar a Mousrom. Mantuve mis ojos fijos en los suyos, mantuve un contacto visual constante, así él no pensaría que me replegaba en mí. Así no lastimaría a Rom-kun. Parecía que le gustaba eso. De vez en cuando estiraba el brazo y tocaba mi rostro o mi mano, y me di cuenta de que esto era el sexo para él. Creo que fue cuando la rabia me golpeó finalmente por todo lo que él había hecho. Por Scopa, por mí, por demasiadas personas para contar. El dragón del odio se revolvió desplazándose en sus espirales, se despertó y aulló dentro de su prisión para liberarse, y empecé a aullar con ella. Empecé a maldecir a través de los gritos, luchando contra las correas de seguridad. Cuando Mousrom tocó mi cabello, le mordí el dedo hasta el hueso.
—Vamos a intentar algo un poco menos refinado ahora —me dijo mientras empezaba a sacarme las agujas.
Me arrancó las uñas, una a la vez, una pequeña pieza a la vez. Dolió. Grité. También pateé y le escupió en la cara y lo maldije con cada sucia palabra obscena que había aprendido de Bardock y su escuadrón en los últimos ocho años.
Se detuvo después de que los dedos de mis manos eran un caos sangriento, sin uñas, y me estudió evaluándome de una manera que de repente me espantó de nuevo.
Él gruñó y frunció el ceño.
—Te podría romper, pero tomaría más tiempo del que disponemos. Estoy luchando contra las agujas del reloj en este asunto. Tu umbral de dolor es demasiado alto para una muchacha tan bonita, querida. Debería haber recordado que fuiste una esclava de placer. No habrías sobrevivido un año en la casa del príncipe si no fueras mucho más dura de lo que aparentas, así que... vamos a probar un enfoque diferente. —Se apartó de mí y le ordenó algo a uno de los guardias. El soldado se fue y volvió unos pocos tensos momentos después, trayendo a un muy despierto Rom-kun.
—Mamá —comenzó—, estos hombres son malos. Ellos…
No sé lo que Rom-kun vio primero, mis manos o a Scopa tendido frío y muerto en el piso con los ojos abiertos y fijos. La habitación empezó a temblar, era como estar en una vía de ferrocarril cuando el sonido y las vibraciones de un tren en movimiento se te vienen encima.
—¡Mamámamámamá! —gritó Rom-kun.
Y la sala estalló a nuestro alrededor.
Recuerdo que estaba atrapada debajo de algo, de una sección del techo. Este cayó sobre nosotros en una sola pieza, encajonándonos en un pequeño agujero y probablemente eso salvó nuestras vidas cuando todo el complejo se desplomó sobre nosotros. Recuerdo sentir el sólido peso de Rom-kun entre mis brazos, no cuestioné como había llegado hasta allí, y el sonido de su voz sollozando.
—Mamá... pobre mamá...
Algo arrancó la losa de piedra que estaba equilibrada sobre nuestras cabezas y una nevada de polvo de cemento se vertió sobre nosotros. Manos cálidas, callosas y gentiles nos levantaron, y luego yo estaba en los brazos de Vegeta. Me quedé inerte contra el fuerte calor de su pecho, escuchando los sollozos de terror de Rom-kun diciendo «¡Edeeta! ¡Edeeta!» empezar a retroceder lentamente. El rostro de Vegeta, pálido y surcado por las lágrimas, el horror y la creciente rabia al ver lo que le habían hecho a mis manos parecía muy lejano. Sé que hablé con él. Sé que Bardock se lanzó sobre los hombres de Mousrom con un rugido como el de un león al asalto y empezó a matarlos. Vi a Vegeta levantarse y caminar con calma hacia Mousrom y matarlo sin dudar. Se volvió hacia mí, me tomó de nuevo en sus brazos y me meció contra él, sus gentiles dedos trazaron las líneas de mi rostro y me alejé a la deriva bajo esa caricia relajante, lejos de todo mal, de todo lo hiriente, suspendida en un útero como en un capullo de paz.
Desperté una vez para encontrar a Nail cernido sobre mí, sus manos brillaban con el resplandor verde de su poder curativo. Bardock estaba a mi lado y Rom-kun todavía seguía en mis brazos.
—... He hecho una sanación profunda y una purga uterina para protegerla de la concepción —oí a Nail decirle a Bardock en voz baja—, pero no puedo sanar la peor de sus heridas...
—Ahora duerme, niña —murmuró Bardock. Me hundí debajo de la superficie de la conciencia de nuevo.
Soñé con Scopa sentado con mi mamá en su jardín. Ella le estaba diciendo que era un joven agradable y le ofreció limonada. Me desperté llorando en nuestra cama en la villa con el calor del cuerpo de Vegeta envolviéndome. Rom-kun se había ido y mis brazos estaban vacíos. Vegeta se puso de costado a mi lado y me miró de modo solemne, mientras mis sollozos se hacían más fuertes y perdía completamente el control de mí misma. Se me ocurrió en algún lugar de esa parte clínica y analítica de mi cerebro que procesa los hechos con serenidad, que yo no le había permitido a mis emociones ir más allá de lo que podía recordar. Tal vez no desde ese día en la cima de la montaña en los riscos del norte. Reprimir el dolor, deshacerme de él, del sufrimiento y del horror, y conseguir volver a levantarme se había convertido en una segunda naturaleza para mí. Pero yo no me estaba deshaciendo de esto. Lloré hasta que los sollozos se elevaron a lamentos, luego a gritos y perdí todo rastro de pensamiento racional. Gemí hasta que mi voz comenzó a fallar, hasta que mi fuerza comenzó a diluirse en una especie de melancólica languidez. Y todo el tiempo, él me sostuvo, sin hablar, solo estando allí, solo amándome. Él me amaba. Él me ama…
Poco a poco, empecé a hablar.
—Es mi culpa —le susurré. Yo lo atraje a nuestra pequeña conspiración de paz. No hablé ni confesé, porque sabía que hacer eso podría significar la muerte de Rom-kun—. Yo… yo pude haber dicho algo mientras ellos estaban… estaban hiriéndolo, pero tuve miedo de lo que le sucedería a Rom-kun. ¡Debí haber hablado! ¡Debí haber confesado lo que sea que quisieran para salvarlo!
Sus brazos se apretaron a mi alrededor y su voz profunda y suave sostenía un lejano estruendo de furia asesina.
—No es tu culpa —dijo—. Es culpa de Mousrom y lo ha pagado con su vida.
—Scopa... —Casi gemí su nombre. Pude ver su rostro en mi mente, escuchar su voz diciéndome que no tendría miedo nunca más, ver la luz y la vida dejar sus ojos mientras Mousrom le rompía el cuello… —. ¡Él nunca le hizo daño a nadie! —Mi voz se había comenzado a elevar con estridencia, en discanto con el sonido de los rugidos distantes en mi mente, el dragón gritaba su canción de odio y rabia por su propio dolor por Scopa—. Él salvó más vidas de las que puedo contar. Y él… él… —Me senté saliendo bruscamente de su abrazo y mis aún sensibles manos se cerraron en puños—. ¡Todo lo que es bueno y decente siempre es despedazado! Toda mi vida... todos y todo lo que he amado o me importan. Y solo vuelvo a ponerme de pie cada vez que mi vida es destruida y empiezo a construir otra, cuando sé... ¡Cuándo sé que todo volará por los aires al final! Romayn y Scopa y… y tú y todos. Voy a despertar un día para encontrar que Rom-kun fue matado en un ejercicio de entrenamiento después de que se lo llevaron a los cuarteles de niños, o que tú, o Bardock, o Kyouka, o Articha han muerto en una batalla en alguna parte. O que tu padre finalmente te ordenó que me pusieras a un lado y me envíes fuera del planeta como una mujer libre, pero… pero…
—Eso no va a suceder —replicó usando un tono rudo—. No si yo vivo para ver un millar de años. ¡Bulma... escúchame! —Se sentó, me miró y me estudió casi con incertidumbre antes de que se acercara y me tomara en sus brazos de nuevo—. No diré que nadie que valoras no morirá. Eso sucederá en algún momento, pero mi padre no me controlará de cualquier forma nunca más.
Habría sabido o habría descubierto ya, que su padre nos tendió una trampa para empujarlo a romper las minas.
—Tú no…
—No... —gruñó—, aunque fue una cosa cercana.
Por supuesto, él no había matado a su padre ni siquiera por esto. Él me ama, ama a Rom-kun, había sentido más afecto y amistad por Scopa de lo que jamás admitiría, pero ama a su padre también. Y el más marcado de todos los cambios en Vegeta desde su recuperación era que él probablemente sería incapaz de matar a su padre ahora o a cualquier persona que le importe.
—Tu padre te dijo que iba a «ayudarte a mantener tu derecho». Él sabía que vernos en las manos de Mousrom rompería las minas en tu mente y todo lo que le costaría sería tu amor y la vida de Scopa... —El viejo bastardo... ¡El demoníaco, demoníaco viejo bastardo!
Pude ver que él sabía que eso era cierto y lo vi luchar contra la rabia por lo que su padre había hecho, y alejarse del dolor y la traición.
—Jeiyce es mi prisionero, Bulma.
Parpadeé por la sorpresa absoluta.
—¿Cómo… ?
—Bardock encontró su escondite por una pista que recibimos en una transmisión de hiperluz interceptada. Estaba en Tsirusei, un planeta donde nunca habríamos pensado en buscarlo. Fui allí mientras te estabas recuperando, peleé con él y lo traje vivo. —La fiera luz en sus ojos, llenos de tanto odio por el hombre que lo había despojado de su orgullo, de su voluntad y en última instancia su propia identidad lo hacía... lo hacía parecer al otro Vegeta, el príncipe del mal. Me estremecí contra él. Por supuesto, ellos tenían el mismo aspecto. El príncipe del mal no estaba muerto. Decirme que se fusionó con el hombre que amaba era una manera bonita y poética de mentirme a mí misma, de tratar de hacer que el hombre que mató a mi hijo y me usó tan brutalmente era alguien más. ¿O estaba equivocada? ¿Había Jeiyce matado al príncipe de esa casa de verano de pesadilla en el mar occidental con tanta seguridad como si hubiera atravesado una estaca a través de su negro corazón? No lo sabía... ¡Dioses, no lo sabía!
—La guerra va a terminar pronto, Bulma —afirmó Vegeta—. Lo ejecutaré en la primera noche de la temporada de la luna, el día del centenario de mi padre, en ocho semanas. A pesar de lo que Jeiyce cree, la guerra va a morir con él, aunque no de forma inmediata. Cazaremos a los rebeldes todavía. Los buscaremos y lucharemos contra ellos donde los podamos encontrar, eso nos mantendrá vigilantes y listos para la lucha durante muchos años por venir, pero como has dicho, van a ser difíciles de ubicar. Y con tus escudos antirradiación, no podrán atacarnos. —Él había empezado a temblar por algún tipo de conflicto interno, un leve estremecimiento apenas se extendió atravesando su cuerpo—. Cuando Jeiyce esté muerto y el imperio esté una vez más estable y fuerte, tomaré el trono. Mi padre… —Se detuvo. Había llegado al punto conflictivo de todos sus planes para el futuro. Su padre. A quien debía matar con sus propias manos para ascender al trono del Vegetasei. Él sabía que su padre quería eso, sabía lo que el rey me había hecho a mí y a Scopa. Sabía que no existía otro camino, pero eso lo destrozaría cuando llegara el momento. Se encontró con mi mirada y sus ojos hablaron más elocuentemente de la angustia que cualquier palabra.
—Él lo entiende —dije—. Él sabía que firmar la orden de arresto lo haría más fácil para ti. Se dio cuenta de que estás listo.
Vegeta asintió.
—Cuando sea rey, voy a servir a mi pueblo, los protegeré y los guiaré. Daré mi vida por ellos si es necesario, pero dispondré de todas las cosas en mi propia casa como desee. La tradición y la propiedad serán condenadas, no tomaré ninguna reina, encontraré a una guerrera fuerte para dar a luz a mi hijo... pero será tuyo para criar. Tú… —Me tocó el rostro—. Tú has demostrado ser una talentosa instructora de futuros reyes. Romayn será su hermano de crianza, su primer lugarteniente y su guardaespaldas. Como tal, será entrenado en el palacio junto con mi heredero y no irá a los cuarteles. Eres libre, mujer, vete si es tu deseo, tú y el niño, o quédate y ayuda a reconstruir mi imperio. Es tu derecho, ya que has contribuido a salvarlo.
Le di un beso, inundada en otra tormenta de lágrimas. Parecía que no podía parar. Había demasiada felicidad y dolor arremolinándose en mi interior para separarlos, y cada emoción positiva se enhebraba con la tristeza o el dolor. ¡Quería sentirme bien! Quería sentirme joven y viva, libre del pesar y de todos los horrores de mi pasado. Quería que él se llevara todo lejos antes de que las manos que agarraban a los muertos que había enterrado me arrastraran consigo para siempre. Profundicé el beso, mi cuerpo se moldeó al suyo y sentí que su corazón comenzaba a correr.
—Hazme el amor —le susurré.
—Bulma... —empezó y buscó mis ojos para tratar de comprender qué era lo que realmente quería, lo que realmente me ayudaría.
—Te necesito —sollocé—. Quiero... quiero dejar de sufrir. Quiero sentirme como lo hice ese último día en casa de Bardock: feliz, amada y en paz. Te deseo, Vegeta... por favor...
Él hizo lo que le pedí. Fuera lo que fuera que viera en mis ojos lo convenció de que ese era el mejor remedio. Pasó su mano por mi cabello y me recostó gentilmente. Empezó a delinear mi cuerpo con dedos inestables, sus ojos oscuros estaban llenos de amor, pero también llenos de miedo. De que me haría daño, de que fuera a arruinar esto. Cada toque era ligero como una pluma y su rostro... parecía el de un hombre en adoración en un templo, sirviendo a su diosa hecha carne. Comenzó a besar mi cuerpo y cada nuevo centímetro de piel que su ardiente boca tocaba quedaba prendida en fuego, haciendo que mi corazón y mis pulmones se fatigaran más con cada respiración. Cuando llegó a la hendidura de mis muslos, hizo una pausa y me sonrió con malicia cuando hice una especie de suave y bajo gemido de necesidad.
—Paciencia mujer —susurró. Y empezó su caminata lenta y enloquecedora a lo largo de mi muslo interno, tocando todos mis sentidos, cada sinapsis, cada terminación nerviosa; luego su boca encontró mi centro y provocó clímax tras clímax en mí hasta que tiré mi cabeza hacia atrás como un animal salvaje y grité. ¡¿Cuándo... Kamisama, cuándo aprendió a hacer eso?! Pensé con un aturdido estremecimiento en el momento en que se levantó y se arrastró por encima de mi cuerpo en un dulce retroceso de besos sobre cada centímetro de piel que había olvidado en su camino hacia abajo. Él estaba sonriendo ligeramente de satisfacción por un trabajo bien hecho, luego arqueó la espalda como un gato grande mientras descendía sobre mí y besó mi boca temblorosa. Su sonrisa burlona se escapó cuando envolví mis brazos y mis piernas alrededor de él, y sentí su dureza sobre mí, ahora estaba casi loca por la necesidad de tenerlo dentro. Él avanzó apenas pasando el umbral de mi interior... luego se detuvo, su corazón golpeaba contra el mío como un tambor.
—Vegeta... —Casi suplique.
—Shhh... —dijo temblando en mis brazos como una hoja, con el rostro empapado en sudor. Él comenzó a hundirse dentro y fuera de mí, pero nunca yendo más profundo de lo que había hecho, en una serie de dulces y agonizantes golpes de poca profundidad que se mantuvieron trayéndome justo al borde de la liberación, siempre apenas por debajo de esta. Sus ojos me encontraron, sus labios se posaron sobre los míos y todos los músculos de su cuerpo se tensaron por instruirlos a contenerse de enterrarse en mí por completo. Oh, Dioses, ¿qué estaba esperando...
—Por favor... —Traté de tomar aire—. Vegeta…
—¿Me quieres? —susurró contra mis labios.
—¡Sí, sí!
Todavía se movía rítmicamente, aun negándose a mí; cuando él tomó un larga y profunda respiración temblorosa y comenzó a hablar, su voz sonaba cruda por la tensión de lo mucho que me quería.
—Eres libre, Bulma... Romayn es tuyo para siempre. Este planeta te pertenece, es tu hogar. —Se retiró y quedó suspendido sobre mí, riachuelos de sudor corrían por su rostro—. Juré devolverte todo lo que tomé. El niño, el hogar y la libertad son tuyos, tanto como un hombre mortal puede reemplazar esas cosas… todo excepto tu compañero. Te lo daré si me aceptas, Bulma. —Me besó lenta y profundamente; sus ojos ardían en los míos, tratando de leer mis pensamientos para sentir lo que yo sentía—. ¿Me aceptas?
Y mi corazón pareció quedarse inmóvil en un balbuceante ataque cardíaco por el golpe repentino. Me estaba preguntando... si quería que sea suya. Su amante, su compañera, su esposa, su todo. Y yo quería... Oh, Dioses, ¡no lo sabía! Sabía que lo amé con todo el corazón en la casa de Bardock. Sabía que él trabajó muy duro rompiendo su esencia y su orgullo en todo momento desde su regreso a la capital para convertirse en el hombre que amaba de nuevo.
Pero... no había una manera de conocer con certeza, fuera de toda duda, quien me sostenía en sus brazos, salvo con una prueba muy simple...
—¿Me amas?
Y algo dentro de mí comenzó a llorar de dolor mientras su boca se cerraba en una reacción automática a las palabras.
—Bulma…
Él no podía hacerlo. Todavía quedaba suficiente de la bestia para levantar el brazo desde cualquier hoyo donde Vegeta lo hubiera enterrado y cerro su boca contra la expresión que había llegado tan fácilmente como respirar a él antes de recordar su pasado.
—¿Me amas? —pregunté de nuevo, suave y firme—. El hombre que amé en la casa de Bardock, el hombre que deberías haber sido, me dijo que me amaba. Lo veo dentro de ti más de lo que imaginé posible. Él no se ha ido... es una parte de ti. Lo veo en todo lo que has hecho desde que regresamos, pero hay que hacerlo salir un poco más. ¡Tienes que decirlo!
—Yo… yo… —gruñó frustrado y lo intentó de nuevo—. Bulma... —Se encontró con mis ojos y su mirada estaba llena de odio hacia sí mismo, llena de indefensa e impotente necesidad de decir lo que sentía. Él gruñó de nuevo, más suave esta vez y se sentó conmigo poniéndome a horcajadas sobre su regazo, todo su corazón estaba en sus ojos... y hundió sus dientes profundamente en la base de mi cuello para empujar sus pensamientos hacia mí como una suave melodía entretejida con el canto de mis propios pensamientos. No fue invasivo. Pude ver lo que estaba ofreciendo mostrarme, desnudó el núcleo de su propia alma para enseñarme lo que él no era capaz de decir, pero yo tenía que extender la mano y tomarlo. Pasé a través de los bordes exteriores de su mente y probé su corazón y su alma. Se sentían como el viento y el cielo, como el calor del sol en mi rostro. Su corazón se sentía fuerte y salvaje, como el de un lobo o el de un león. No podías domarlo ni conquistarlo, pero si podías ganar su amor, te amaría con todo su ser. Cambiaría toda su violenta forma asesina por estar a tu lado, por tener el más pequeño trozo de tus afectos. Moriría por ti. Abrí mi mente a él, lo dejé entrar y le mostré todo lo que era yo, todo mi ser. Lo sentí verterse en mí mientras su cuerpo comenzaba a moverse contra el mío y continuó haciéndolo sin entrar realmente. Él tomó la medida completa de lo que yo era, de lo que sentía por él, mi odio, mi amor, mis temores, mis esperanzas y su pecho empezó a sacudirse con desgarradores sollozos cuando vio todo el mal que me había hecho a través mis ojos, todo en lo que él se había convertido y todo lo que yo necesitaba que fuera. Pasó junto a la prisión del dragón con un estremecimiento de horror, al ver lo que era, el cementerio de mis más negros y salvajes odios y pecados. De alguna manera, él no pudo oír su voz, quizá debido a que su rabia por lo que yo estaba haciendo quedó enrejada, pero el trueno de su rugido era ensordecedor. Él no permaneció allí para mirar los horrores que estaban ocultos en esa celda de obsidiana ni el secreto del constructor de las armas de Jeiyce.
La vergüenza y la maravilla se arremolinaron en su interior, al ver que yo pudiera sentir cualquier cosa que no sea rechazo, odio y repugnancia por él, por que esas eran cosas que ya había pagado docenas de veces, y que lo reconociera como alguien nuevo, un hombre nacido el día en que el príncipe del mal murió en algún lugar en las mazmorras más profundas de Avani Trice. Él era mío, lo pude ver. Mío para darle órdenes, mío para amarlo si quisiera. Él movería las estrellas de sus órbitas en el cielo si se lo pidiera o emplearía los últimos gramos de su fuerza intentándolo. Yo era... yo era su eje.
Pero el otro... el otro estaba todavía dentro de él. Podía sentir el fantasma del príncipe del mal dormir en el rincón más oscuro de su corazón, el lugar donde mató a demasiadas personas para contarlas y gritó de alegría mientras lo hacía. Era el lugar del violento asesinato manchado de sangre, de rabia, de carnicería, de violación y de malicia, y de, sobre todo, la piedra de toque de todos sus pecados, el desmesurado orgullo y la arrogancia. Todo eso estaba vivo dentro de él, todavía lo tenía y siempre desearía llamar a esa parte de su naturaleza cuando le fuera indispensable. Pero yo... yo no podía vivir con el príncipe oscuro en mi corazón y en mi cabeza. Eso me volvería completamente loca. Tenía que saber que él era solo un fantasma, que mi Vegeta era el verdadero, el hombre que debería haber sido siempre.
—Dilo, Vegeta —dije de nuevo, mi voz se quebrantó mientras él vertía toda su alma en mis manos para abrazarla o romperla en pedazos. Una brizna de pensamiento, el suyo, de que lo último era lo que me correspondía si lo deseaba, pasó deslizándose, de que yo era la medida de todo lo que conocía o entendía por amor.
—¡Te amo! —Él se ahogó con las palabras, casi las gritó, obligándolas a pasar las fauces de su propio dragón del odio que era la sombra del monstruo que había sido. Y cuando lo hizo... cuando lo hizo, el otro no se despertó ni se movió. ¡Él estaba muerto! ¡Muerto!
¡Te amo, Vegeta!... ¡Eres el Vegeta que amo! ¡Lo eres! No lo expresé en voz alta y no fue necesario. Nunca tendría que poner lo que sentía por él en bastas palabras de nuevo a menos que lo quisiera.
Me hundí sobre él para dejarlo entrar profunda y lentamente, mi boca se posó sobre la suya y mis ojos se llenaron de lágrimas. Nos movimos juntos de una forma dulce y pausada, y me quedé sin aliento por la suave risa cuando me di cuenta de que estábamos en el aire, flotando sobre la cama, mi cuerpo estaba envuelto alrededor de él y el de él alrededor mío. Mi mente estaba en la suya y la suya en la mía. Yo lo presioné, instándolo a moverse más rápido, más fuerte, mientras girábamos en un círculo lento en el aire. El cosquilleo de su energía se ondulaba sobre mi piel, revistiéndome con su aura, sosteniéndome como si yo no tuviera peso. Sentía como si mis pulmones fueran a estallar, como si mi corazón fuera a volar por los aires cuando nos fundimos juntos hacia el final enredando nuestras almas, encerrados juntos en una llamarada de amor, odio y necesidad, y… y él se empujó dentro de mí una última vez y yo me vine sollozando y riendo. Todo quemó dentro de mí como el fuego de un sol recién nacido. Aún no puedo describir el final con algo tan lastimosamente insuficiente como las palabras. Él gritó y cayó sobre el borde conmigo, su voz se entrecortó en mi oído cuando se vino dentro de mí y todo su cuerpo tembló con el peso y la verdad de las palabras que pronunció.
—Te amo, Bulma —susurró—. Oh, Dioses, te amo...
Él se preguntaba si era posible morir de insuficiencia cardíaca solo por la alegría. La habitación parecía estar girando a su alrededor con una placentera y vertiginosa falta de definición, cada una de sus terminaciones nerviosas cosquilleaban de placer. Y yo... yo podía sentirlo, podía escuchar sus pensamientos.
—Puedo sentirte —dije con voz trémula—... aún dentro de mí... en todas partes
—Fue tan profundo a causa de la luna —me explicó en voz baja, su respiración se desaceleraba y su corazón martilleaba contra el mío—. Pronto será peligroso para nosotros compartir la misma cama... —Un hilo de preocupación y de inquietud se disparó a través de él.
Lo besé.
—Pero todavía no.
—Todavía no. —Él estuvo de acuerdo—. Duerme ahora... mañana será un mejor día.
Fui al centro médico hoy. Vegeta quería que me quedara en casa, pero yo sabía que tenía que mantenerme en movimiento. Si me sentaba en la villa durante todo el día, a solas con nada más que mis propios pensamientos... eso sería malo. El enclaustramiento final para aislarnos del tiempo que durara la temporada de la luna estaba a solo un mes y los bebés me iban a necesitar. Hiru se sentó en cirugía, su rostro lleno de cicatrices era una máscara en blanco, sin movimiento, no pareció notar que estaba en la habitación cuando llegué para tomar a Rom-kun de Bardock. Kharda fue destruida, lo sabía por el servicio de noticias de hiperluz. Nachti...
—¿Ella está bien? —pregunté tomando su mano. Él me apretó los dedos con una presión ligera y suave.
—Tuve noticias. Ella está bien, Bulma-chan. Está bien ahora. Hay mucho por hacer antes de la temporada de la luna, pero la veré pronto. —Me sonrió y él se veía... aliviado. En paz. No existía más tormento o preocupación agobiando su rostro, aunque tenía el corazón roto por la muerte de Scopa. No podía hablar de ello y yo tampoco. Todo en el centro médico estaba quieto y en silencio, no había ninguna charla ni ninguna conversación ociosa. Un manto de duelo se había sentado sobre todo el complejo, tan espeso que era tangible.
Zabón me encontró al final de la tarde. Su rostro estaba... Él estaba en ese lugar profundo y oscuro que está más allá de las lágrimas. Yo conocía ese lugar, lo conocía muy bien y mi corazón se rompió de nuevo por verlo allí.
—Me voy, amor —dijo, su voz sonaba apagada—. Escúchame, toma a Rom-kun y desaparece con Nail-san. Puedes pasar el escudo. Vete ahora y no mires hacia atrás.
—No —le contesté de manera constante—. Estoy salvando a todo el mundo, Zabón. A todo el mundo. Todos, excepto Scopa...
—Es demasiado tarde para eso —sentenció—. Vegetasei va a morir. No te interpongas entre los saiyayíns y la justicia, Bulma.
Tuve la sensación repentina de Nail justo detrás de mí, de pie como un alto guardián de piel esmeralda a mi hombro.
—Te voy a detener —declaré.
—Es demasiado tarde para detener cualquier cosa. —Luego se inclinó y me besó en la frente—. No te volveré a ver, amor.
Se giró para irse, pero Bardock estaba parado detrás de él. Yo aún no lo había visto entrar en la habitación. Los dos hombres se congelaron suspendidos al borde de la violencia. Bardock se interpuso en su camino.
—He leído el informe del arresto, rashayyayín —dijo Bardock con frialdad—. Tú trajiste esto sobre él, sobre Bulma y mi hijo.
Zabón tragó saliva cuando recibió el golpe. No discutió ni trató de defenderse y Bardock no atacó, solo se le quedó mirándo.
—Vete. —Bardock finalmente se encolerizó—. Vuelve a tu señor maiyoshyín. Scopa me rogaría por tu vida si todavía viviera, pero si nos encontramos de nuevo, te enviaré a él.
Zabón sonrió con gravedad.
—Lo veré muy pronto. Toma a Bulma y al niño y deja este planeta, Bardock, antes de que sea demasiado tarde.
Bardock solo se quedó parado y lo vio alejarse.
—Hay algo terrible en su mente —dijo Nail en voz baja.
—De eso no tengo ninguna duda —retumbó Bardock—. Él va a su muerte, no volveremos a verlo.
Intenté comer hoy, pero empecé a llorar sobre mi comida. Scopa está en todas partes aquí, sus cosas y su rostro están atados a una docena de recuerdos en cada habitación. Yo sabía que Rom-kun se hallaba a mi lado y que no debía llorar delante suyo. Él era tan pequeño, tan pequeño y vio lo que le habían… habían hecho a Scopa y a mí. Yo tenía que ser fuerte y consolarlo, pero mientras me sentaba allí tratando de obstruir las lágrimas, su pequeña mano tocó mi rostro. Se había metido en mi regazo, sus ojos negros lucían enormes y llenos de lágrimas.
—Mamá, soñé con Scopa anoche. Estaba sentado con una señora muy bonita en un jardín. Él le estaba contando sobre nosotros.
Demasiado había sucedido en las últimas veinticuatro horas para ser impactada. Besé su carita.
—Yo tuve el mismo sueño, bebé.
—Era real, mamá. No estés triste, allí es muy agradable... lo recuerdo. Scopa es feliz, mamá, pero… pero… —Su rostro empezó a desmoronarse—. ¡Todavía lo extraño mucho! —Y se puso a llorar. Nos sentamos y lloramos durante bastante tiempo hasta que ya no nos quedaron lágrimas, como papá solía decir. Pero, oh, Dioses, yo le creo. Fue real. ¿Cómo podríamos haber soñado lo mismo? Y el recuerdo de ese sueño, de Scopa y mamá sentados en su jardín juntos, me ayudó a pasar el resto de ese primer día.
Me desperté esta mañana enredada en los brazos de Vegeta y miré su rostro durmiente. Capturé la sensación del vuelo, del aire corriendo por mi rostro y el horror de que fuera demasiado tarde para salvarme. Él estaba soñando con ayer y con la loca lucha suya y de Bardock para salvarnos.
—¿Estamos vinculados por la luna? —le pregunté más tarde, antes de salir para el centro médico—. Todavía puedo sentirte...
—No... —respondió con el ceño fruncido y sentí la preocupación escapar de él—. Fuimos más profundo de lo que deberíamos, como ya he dicho, a causa de la luna. Es más que un sencillo vínculo matrimonial, pero la intensidad del enlace empático se desvanecerá a medida que avance el día. ¿Entiendes cuán importante es que nadie sepa lo que hay entre nosotros?
—Sí —dije suavemente.
Lo entiendo. Lo que hicimos ayer por la noche es permanente y mucho más profundo de lo que cualquiera de nosotros hubiera imaginado porque la temporada de la luna está muy cerca. Sería peligroso que alguien se entere, incluso cuando él sea rey, y puede ser mortal para mí si alguien lo averigua ahora mismo. El rey... el padre de Vegeta hará todo lo imposible por matarme cuando se haga evidente que no empacaré y me marcharé al segundo de que la guerra acabe.
Esta tarde, a la caída del sol, quemamos el cuerpo de Scopa al estilo saiyayín, como si hubiera sido un guerrero de Vegetasei. Lo había sido, Vegeta me aseguró solemnemente, a su manera. Levanté la primera pieza de madera de su féretro. Todo el mundo añadió más. Todo el mundo, porque todos los que lo conocieron lo llamaron su amigo. Había muchos guerreros, hombres que yo no conocía, sobrevolando en torno a la parte superior del centro médico, en respetuoso silencio. Articha y Turna regresaron en algún momento durante la noche y ambos pusieron su propia rama de madera negra en el féretro, después Vegeta hizo lo mismo. Volvió el rostro hacia arriba y alrededor, y miró asesinamente a los guerreros reunidos en el cielo, todos los cuales Scopa trató en algún momento, que se quedaron con la boca abierta por el asombro.
—Es justo —declaró con una voz que llegó a lo más apartado de ellos—, que un príncipe honre a sus buenos y fieles servidores. ¡Quién quiera que sean!
Luego de regresar a casa, me acosté al lado de Vegeta y lloré toda la noche. En algún momento Rom-kun se metió en la cama, llorando también y Vegeta se sentó para jalarlo entre nosotros. El funeral había terminado. Mañana... mañana tendríamos que lidiar con que él se ha ido para siempre.
Se está haciendo tan familiar la sensación de profunda tristeza. Estoy tan cansada, muerta de cansancio. Descubrí lo que Hiru quiso decir cuando mencionó que Nachti estaba bien. Ella está muerta. Murió en la confusión y el fuego cuando ciudad Kharda fue destruida, me explicó Nail. Cuando se supo que Mousrom era un cadaver, todos en Kharda, los saiyayíns y alienígenas por igual, comenzaron disturbios. Los esclavos de Kharda quemaron su propia ciudad hasta los cimientos, demoliéndola por la indignación y el horror de lo que había pasado allí, y los residentes saiyayíns terminaron el trabajo. Vieron la fábrica de torturas de Mousrom como una mancha al honor de todos los verdaderos guerreros. Y en algún momento, de alguna manera, durante todo esto, Nachti murió. Nail dijo que no conocía los detalles, tal vez nadie los conozca. No importa. Ella simplemente está muerta. Hiru no hablará conmigo ni con nadie sobre eso, continúa con su trabajo cada día, casi alegremente. Me repitió hoy que la verá pronto, después de que la temporada de la luna termine. No creo que esté en la negación, creo que quiere decir que se unirá a ella pronto.
Es dos semanas desde mi última entrada. Articha vino a mí hace tres días y me entregó un proyecto que no podía esperar, incluso en el calor de los preparativos del enclaustramiento en el centro médico, incluso mientras todavía estoy devanándome los sesos en busca de fugas de seguridad en el diseño del escudo y la autenticación del control del tráfico espacial. Ella me dijo con una voz dura, sin inflexiones, lo que por lo general sucede con las adolescentes, las que son demasiado mayores para el claustro y demasiado jóvenes para haber madurado físicamente para la locura de deseo que la luna despierta en todos los que se quedan en la superficie.
—El fuerte sobrevive —sentenció sombría—. Las cosas siempre han sido así. Yo he prevalecido sobre el rey para alterar la costumbre de esta luna. Hemos perdido demasiados guerreros en esta guerra para desperdiciar la vida de nuestros jóvenes de una forma tan displicente. El rey está de acuerdo conmigo.
¿Ah? Él probablemente tuvo miedo de interferir con ella en esto. Hombre inteligente. Yo encapsulé y desmonté seis grandes portatropas usando soldadores microencapsulados para rediseñar las naves en una fracción del tiempo que habría tomado si hubieran estado de tamaño completo. Articha llamó a filas a todas las mujeres guerreras estacionadas dentro del planeta en edades comprendidas entre los seis y los catorce años, y en unos dos días, ella y Turna despegarán del planeta hasta que termine la temporada de la luna. Ayer por la mañana, me dijo que si ocurría algo "desafortunado", debía trasmitir un mensaje de amplia difusión pidiendo ayuda en una frecuencia específica. Ella haría lo mismo.
Anoche soñé que oía al dragón negro, mi dragón del odio, gritando en su prisión. Y aunque no podía escapar, escupió un sueño, una saludable ración de veneno para mí y para el hombre entre mis brazos.
Soñé... soñé con la casa de verano en el mar occidental. Y a través del vínculo, la unión demasiado profunda que une nuestros corazones y mentes, Vegeta lo soñó también, sintió todo lo que yo sentía y revivió el recuerdo conmigo.
Los dos nos despertamos en el mismo instante, salimos del sueño con el fantasma del dolor de huesos rompiéndose y carne desgarrada, y nos acostamos uno al lado del otro en un terrible silencio atormentado, sin tocarnos. Él estaba temblando como reacción a lo que había visto y sentido, pero yo no tenía consuelo que ofrecerle.
Me levanté y entré en el baño a pesar de que eran tres horas hasta el amanecer.
Lo dejé y no regresé a la cama.
Vegeta no está mostrando ningún síntoma de la demencia lunar todavía. Eso es extraño, cree que es el vínculo de alguna manera. Lo encontré esta mañana trabajando en las solicitudes de transporte que enviará más ayuda médica a las colonias agrícolas y de caza que se vieron afectadas de manera constante por los rebeldes. Él levantó la vista de los archivos, su cuerpo estaba tenso, no sabía como reaccionar y tenía miedo de tocarme. Después de mi sueño de anoche, pasé las primeras horas caminando a través de las colinas, pensando y calmando demonios y fantasmas que se negaban a permanecer inmóviles.
Extendí la mano, tomé la suya y me incliné para besar sus labios.
—Esto sucederá, ya lo sabes.
—Lo sé —dijo y su voz se quebró—. Daría mi vida por retirar eso de ti, amada.
—No se puede —le contesté—. Así que vive. Vive y ámame.
Se puso de pie y colocó sus brazos a mi alrededor, todavía se mostraba indeciso y delicado.
—Todos mis días, Bulma.
Los niños se están acumulando en la entrada del centro médico como lemmings al borde de un acantilado. Para la siguiente temporada de la luna, tenemos que organizar esto mejor, no tienen todos que aparecer el mismo maldito día. Los bebés, mis bebés, aquellos cuya programación infantil de condicionado manipulamos Hiru y yo, son ahora parte del cuartel infantil de un año de edad.
Ellos... ellos cantan todas las canciones infantiles madranis de Scopa. Apenas pueden caminar y aun así, los sargentos de instrucción los hicieron marchar hasta la entrada principal sin incidentes. Los otros, las cosechas de niños de mayor edad lucharon y mordieron, y tuvieron que ser golpeados para que se sometan a sus sargentos, pero mis bebés... obedecían, marchaban... y cantaban. Algunos de ellos me sonrieron y saludaron a Rom-kun mientras pasaban. Su sargento parecía nervioso por todo esto, pero comentó que nunca había tenido un grupo mejor y más fácil de manejar de cachorros. La falta de condicionamiento no parece haber deteriorado su voluntad de luchar en lo absoluto.
Estoy hasta el cuello de niños hiperactivos. Niños hiperactivos saiyayíns. Vegeta envió a Bardock y a su escuadrón para ayudar con el enclaustramiento de los niños, con esto me refiero a todos los niños en Vegetasei de cinco y menos. ¿He mencionado que los instructores de los cuarteles de los pequeños simplemente dejaron caer sus cargas —Bardock y Toma se refieren a ellos de manera cariñosa como «los pequeños hijos de puta»— en el umbral del centro médico y corrieron a las colinas? Los niños entrenan, juegan, se pelean y de vez en cuando sueltan ráfagas entre sí, que vuelan secciones de paredes, techos y el piso durante las tres actividades. Todavía tengo que ser capaz de discernir la diferencia entre entrenar, el juego y la lucha real, todo luce más o menos lo mismo para mí.
Pensé que tendría que llevar a los perros de regreso a la villa hasta el final de la temporada de la luna, después de que encontré a un grupo de niños de los cuarteles de tres años rodeando a Baka, discutían si debían cocinarla o comerla cruda. Bardock dio un pequeño discurso esa mañana a todos nuestros pequeños huéspedes, describió con lujo de detalles lo que el Saiyayín no Ouji haría con cualquiera que dañara a sus perros. Ahora, los niños tienen miedo de acercarse a cualquiera de ellos por temor a herirlos accidentalmente. Baka y Yaro de alguna manera han percibido el cambio de su lugar en la cadena alimentaria y han tenido una gran cantidad de diversión persiguiendo a los niños por todo el centro médico desde entonces.
El secuestro de más de treinta mil niños saiyayíns entre las edades de fase inicial y cinco años es una experiencia que solo ocurre una vez cada década. Gracias a los Dioses por eso. La próxima semana, estaremos listos para llevar a otro millar abajo y los pondremos en hibernación. El rey había puesto una prohibición a todos los embarazos el año pasado. Las incuvainas en la sala de incubación están vacías, lo que significa que más o menos veinte mil de los niños pueden ser colocados allí en un agradable bioéstasis y no tienen que ser sedados hasta la inconsciencia.
Rom-kun pasa su tiempo durante el día con los niños de los cuarteles de un año de edad. Mis niños de un año de edad, aquellos cuya programación alteré. Dice que ha hecho algunos amigos, pero está un poco impaciente por que ninguno de ellos puede mantener realmente una conversación todavía. Él les está enseñando nuevas canciones. Casi me puse a llorar delante de todos en cirugía ayer cuando las reconocí, son todas las canciones que Scopa le enseñó a Rom-kun.
Dioses... Scopa está en todas partes aquí, en todas partes. Lo extraño mucho, extraño oír su voz y tenerlo para conversar. Él me estaría mirando con un poco de preocupación esta semana, me diría que me veo muy cansada y me preguntaría si estoy durmiendo.
No estoy durmiendo, no sé por que. A veces sueño cosas horribles, pero no puedo recordarlas por la mañana. A veces mis sueños se entrelazan con los de Vegeta y eso... eso puede ser muy bueno o muy malo, dependiendo de lo que cada uno de nosotros este soñando.
Algunas noches no duermo en lo absoluto.
Scopa se habría dado cuenta de que parezco desconectarme durante los raros momentos en que estoy sola y en silencio. Ahora estoy muy ocupada luchando contra el reloj, así que no es un problema en este momento, pero después de la temporada de la luna... voy a tener que lidiar con esto. ¿Es trastorno de estrés postraumático? Creo que sí. ¿Cuál trauma? Debo tomar una maldita decisión.
¿Me pregunto si cuándo la temporada de la luna haya terminado sabré siquiera qué hacer conmigo misma?
No habrá ningún gran horror ni mal que combatir y seré capaz de relajarme. Es decir, si Vegeta-ou no intenta matarme por el temor de que su hijo "díscolo" pretenda poner a una alienígena en el trono a su lado y destroce el imperio que pasó su vida forjando al hacerlo.
Creo que Vegeta está pensando lo mismo. Comentó algo anoche en la cena, algo sobre que su padre le ha entregado los códigos de seguridad del tesoro real y de la contaduría general fuera del planeta. No ha dicho nada al respecto, pero creo que el rey está pasando poco a poco los últimos y más sensibles secretos del trono a su hijo. Pienso que lo han discutido y que un día o dos después de que acabe la temporada de la luna, Vegeta tomará el trono, que es otra forma de decir que va a matar a su padre. Dios de los Dioses... yo sé que es una costumbre antigua y sé que Vegeta-ou está más que bien con eso, está listo para morir de hecho. Los saiyayíns no envejecen. La vejez es una deshonra y un signo de cobardía, de miedo a la muerte. Elegir el momento de tu fallecimiento y poner tu casa en orden en algún lugar de la parte saludable de la mediana edad es lo mejor que esperan. Ven como un acto de amor matar… matar a sus padres y no dejarlos envejecer y enfermar. Pero por los Dioses... hará pedazos a Vegeta tal como es ahora.
Incluso si esto hubiera pasado hace tres o cuatro años, lo habría desgarrado por dentro, me parece. Ama al viejo bastardo demasiado. Y ahora... ahora, Vegeta es diferente, un hombre diferente y... será… Dioses, ¡¿qué fue eso?!
Me pareció...me... me pareció oír un rugido, como el de un enorme... un enorme depredador afuera, más allá de las colinas detrás de la villa.
Oigo el rugido. Suena lejano, pero está cada vez más cerca.
¿Dónde está Vegeta? Es bien entrada la noche...
Me gustaría que estuviera aquí.
La mitad de la sala está vacía ahora. Nos quedamos sin vainas de incubación en el momento en que llegamos a los tres años de edad, así que estamos tomando a los niños más grandes unos pocos a la vez y los sedamos. Luego cerramos el centro médico como una sala en cuarentena, por lo que los niños no recibirán incluso el más remoto destello de la luz de la luna o del olor de…, este..., adultos en celo. Eso podría despertarlos de los tranquilizantes tan fácilmente como la luna, a pesar de que todos están a años y años de distancia de la madurez sexual.
Nail quiere hacer un profundo tratamiento curativo en mí. Su tipo de curación.
Dice con esa tranquila y profunda voz suya que yo no estoy bien. Sé que no quiere decir físicamente.
Me siento... me siento bien. Bien. Me siento mejor que en mucho, mucho tiempo, pero eso no quiere decir muchísimo, ¿verdad? De cierta manera... colapsé hoy. No colapse en realidad, solo un poco al salir a comer por un momento o dos. Me estoy mirando en el espejo del dormitorio en este momento. Luzco cansada, pero por lo demás, me veo bien. Mi color es bueno, lleno de vida incluso. Estoy casi brillando, creo. Debo salir de este abismo en el que estoy ahora, amada y rodeada de las personas que amo: mi hijo, mi amante, mis amigos, mi profesión, mi... mi...
Está bien.
Creo que Nail estaría en lo correcto al diagnosticar agotamiento nervioso. Me está observando muy de cerca. Dijo que hablara con él siempre que quiera. Podría haber hablado con Scopa, podría haber hablado con Nachti. Scopa habría sacado cosas de mí que ni siquiera hubiera reconocido que me estaban carcomiendo y Nachti me habría dado su mordaz evaluación de una sílaba que pondría todo en perspectiva, pero ambos están muertos. Nail es un buen hombre, aun así no quiero otro mejor amigo. Sé que una gran parte de esto es debido a que estoy saldando cuentas por haber empujado las muertes de Scopa y Nachti a un lado porque había demasiado que hacer para detenerme y llorar.
Fui y me senté con Hiru hoy durante el almuerzo y sostuve su mano, aunque ninguno de los dos habló durante toda la comida. Quiero esperar lo mejor, pero ¿cuántas veces puede un hombre perder todo lo que ama y levantarse otra vez? Él ya es como un fantasma, aunque su cuerpo todavía está vivo, vagando a través de su día a día entre los deberes. Él no se recuperará en esta ocasión.
Dioses, estoy muy cansada. ¿Es por eso que me sigo quedando dormida? Soñé anoche que el dragón del odio estaba gritando en su prisión, sus garras acuchillaban las paredes de su celda. Me desperté sintiendo como si no hubiera dormido en absoluto, como si hubiera estado luchando contra la perra escamosa durante toda la noche. Cuando todo esto termine, iré a la casa de Bardock y pasaré unas semanas con Rom-kun y Vegeta, caminaré por los páramos, dormiré hasta tarde, comeré en exceso, haré el amor todas las noches. Descansaré. Los tres desapareceremos por un tiempo, mi familia y... y... yo...
¿Qué estaba diciendo?
Ah sí. La solución por el momento es trabajar. Trabajar hasta que esté bien el último número binario de seguridad del escudo punto muerto de Vegetasei, trabajar para conseguir que el último de los niños quede oculto antes de que comiencen a convertirse en ózarus tempranos por la aproximación de la luna.
Vegeta me contó anoche que durante su primera temporada de la luna lloriqueó y fastidió por permanecer despierto durante esos días. Se convirtió en ózaru cinco semanas antes de la salida de la luna. Arrancó la parte superior del palacio y destrozó la mitad de la ciudad antes de que una docena de élites cambiaran y lo tumbaran. Él tenía cuatro años. Es hora de que Rom-kun entre en su propia vaina de incubación. Tenía su vaina separada de las filas interminables del almacén debajo en la sala de incubación y la coloqué en la sala de servidores del escudo al lado de mi propia oficina. En mi pequeño taller. Así lo podré ver dormir en el interior y sabré que está bien, incluso si no puedo abrazarlo por más de un mes. Bardock me ayudó a mover la vaina y me observa muy de cerca. Sabe, tal vez mejor que nadie, lo mucho que Rom-kun significa para mí y cuanto... cuanto necesito a mi bebé...
No me importa la sombra constante de Bardock ahora. Él es de la familia, también, ¿verdad? Mi suegro, el abuelo de mi hijo…no. No. El padre de mi hijo. El padre de Rom-kun.
Por la noche, me acuesto agotada en los brazos de Vegeta y sé que él también lo está. Me hace el amor tan gentilmente. A veces solo me abraza. No lo dejo ver lo cansada que estoy en realidad, lo agotada que estoy. Él me ama, ¡él me ama tanto!
Pero a veces, me despierto en la noche y siento a mi dragón tratando de soltarse de su prisión. Mi dragón es un ella. El dolor que me produce es bajo y profundo como los dolores de parto o como cuando un hombre te destroza por dentro cuando te usa.
Es cuatro semanas hasta la temporada de la luna.
Hoy me mudé al centro médico para pasar ese periodo allí. Besé mi adiós a Vegeta, recogí al bebé y a los perros, y lo dejé a la espera de la llegada de la luna solo. Puse a Yaro en un tanque después de que Rom-kun accidentalmente lo lastimara, aplastó su pelvis y su esternón con nada más que un abrazo demasiado entusiasta. Observé su carita, durmiendo con tanta dulzura y besé el cristal que nos separaba. Lloró hasta que lo sedé, estaba tan lleno de horror por lo que había hecho que no quería que lo abrazara de despedida. Tenía tanto miedo de tocarme después de lo que le hizo a Yaro, que Vegeta tuvo que llevarlo al aviador y ponerle el cinturón. Cuando llegamos al centro médico, se lamentó en su asiento negándose a dejar que lo levante, hasta que llamé a Bardock que estaba en cirugía para que lo pusiera dentro en su vaina de incubación.
Vegeta se encargó de esto un poco mejor. Los encontré esa mañana en el jardín, sostenía a Rom-kun en un extraño abrazo torpe y le hablaba suavemente, contándole sobre la luna y como esta volvía a los saiyayíns violentos, y tomaba todo su autocontrol a medida que se acercaba. Luego alzó la vista hacia mí desde encima de la cabeza del niño, sus ojos se encontraron con los míos, y lo vi endurecido por el esfuerzo de mantener sus emociones bajo control. Y con miedo. Miedo por mí, de lo que podría hacerme si me quedaba aún otro día. Ayer por la noche, él y Rom-kun parecían estar bien, pero en algún lugar entre el anochecer y el amanecer, la luna comenzó a trabajar en ambos. Esta mañana, pude ver el destello rojizo en sus ojos, los primeros destellos de la locura por venir.
Es más tarde. Me doblé después de la cena, enferma y vomitando, todo mi cuerpo se sacudía y podía sentir las garras afiladas de mi dragón negro arrastrándose a lo largo de las paredes de mi útero mientras vomitaba. Nail llegó, me encontró y me ayudó a limpiarme.
Luego me preguntó si necesitaba una vaina de incubación, mencionó que había cuatro o cinco que mantuvimos en reserva para casos de emergencia. Él me explicó que si esperaba hasta después del primer trimestre tendría que llevar al bebé a la viabilidad hasta que lo pueda retirar. Acababa de asumir que yo sabía que estaba embarazada.
Un bebé... un nuevo bebé.
El bebé de Vegeta. ¿Era esto lo que quiso decir en nuestra noche de bodas, cuándo afirmó qué me devolvería todo lo que tomó de mí? De todas las reparaciones, esta es la más valiosa e importante. Me ha dado otro hijo.
Voy a decírselo esta noche, él se pondrá feliz.
¿No es así?
Se lo conté. Él dijo «no». Dijo «no puedo permitirlo». Su pueblo se dividiría a la mitad por esto, su imperio caería en una guerra civil. Su pueblo me mataría junto con el bebé.
Es solo sentido común, yo lo entiendo.
Sufrí un colapso en un primer momento. Volví en mí cuando me sacudió, su rostro estaba aterrorizado y su voz sonaba entrecortada, casi lloraba. No pude oírlo al principio, los rugidos del dragón eran tan altos que no podía oír nada.
Él quiere que esté a salvo. Él me ama. Él me ama tanto. Él...
Lo dejé. No recuerdo lo que hablé cuando me fui. Lo dejé de rodillas detrás de mí, con lágrimas no derramadas estancadas en sus ojos. Fui de regreso al centro médico. Creo que choqué el aviador en algún lugar cerca del complejo. Caminé el resto del sendero y con cada paso que daba mi dragón negro arrancaba las paredes debilitadas y frágiles de su celda. Antes de llegar al complejo principal ya era libre. Y... y exactamente como sabía que lo haría, ella se volvió hacia mí y empezó a destrozarme gritando y acuchillando, rodeándome y estallando todo su desmesurado y oscuro odio hacia el interior. Hacia mi interior. Ella gritaba nombres y su voz... su voz era la mía, era esa voz que había estado de pie en la cima de la montaña en el norte y rugió como un demonio ante el cielo, ante el infierno y ante todo lo demás. ¡Son-Gokú, papá, mamá, Scopa, Yamcha, Raditz, Romayna, Noira, Duska, Nachti, Hiru, Karot-chan! ¡Karot-chan! ¡Karot-chan! ¡¿Dónde está tu bebé, estúpida perra infiel y olvidadiza?!, gritó, ¡¿dónde está Karot-chan?!
Ella me hizo pedazos, no dejó nada en pie en la casa de mi mente y para el momento en que llegué al campo de aterrizaje del invernadero en el medio del centro médico, se quedó tranquila. Tranquila porque no quedaba de mí nada más grande que un desecho sangrante donde ella pudiera hundir sus garras.
Bardock me encontró vagando por los jardines, cuidando las flores de allí. No había venido al invernadero desde que los hombres de Mousrom nos llevaron a través del cielo luminoso y nosotros desviamos todos nuestros recursos, incluyendo el agua, a la sala de incubación hasta después de la temporada de la luna. Todas las flores estaban muertas, las regué de todos modos. Bardock pareció sentir que había algo mal al momento. Intentó hablarme, pero yo estaba cantando y le pedí que se callara porque despertaría a mi bebé. Dejó de intentar hablar conmigo y simplemente me recogió y me llevó a Nail. Había otras personas allí, otras voces a mi alrededor. Me pareció oír a Hiru sollozar. Él y Bardock eran los únicos que reconocieron la canción que estaba cantando. Oí a alguien decir algo sobre el symnothol. Eso despejó la agradable niebla borrosa de la nada por un momento. Dejé mi canción de trino suave, dejé de cantar la canción de cuna de Karot-chan y logré centrarme en Nail. Bardock estaba justo a su lado.
—Ningún... ningún tranquilizante.
—Quédate quieta, niña —me indicó Bardock, su rostro se veía tenso y pálido—. Los medicamentos te ayudarán.
—Mi bebé...
—Romayn está seguro en su vaina de incubación.
—¡No! —exclamé con estridencia y agarré la mano de Bardock, la otra voló de manera protectora a mi vientre—. El symnothol causa defectos de nacimiento, le hará daño a mi bebé.
Nadie hizo un sonido.
—Dioses de la misericordia —habló alguien despacio después de un momento. Toma tal vez.
Agarré el brazo de Bardock y lo hallé temblando por la rabia contenida.
—Él me pidió que me deshaga del bebé, Bardock. Dice que me asesinarán por llevar a un heredero mestizo al trono. Dice que mi bebé tiene que morir. —Enterré mi rostro en su amplio pecho de acero y me aferré a él—. No lo dejes que me obligue, Bardock. No dejes que mate a mi bebé otra vez.
El pecho de Bardock retumbó contra mi cuerpo y su voz gruñó, fue un sonido bajo, lleno de una especie de ira silenciosa que era aterradora.
—¡Ese estúpido... ese estúpido muchacho idiota!
—Nosotros podemos sacarlo y esconderlo, Bulma-chan —sugirió Hiru desde algún lugar de la mancha gris que nos rodeaba—, ¿verdad?
—Podemos sacarlo y ponerlo en una vaina de incubación, justo al lado de Rom-kun —afirmó Nail—. Todo estará resuelto cuando haya pasado la luna.
Le sonreí con dulzura y sentí que todo mi cuerpo se relajaba.
—Está bien —le contesté. Nail era mi protector, había dicho. Él se encargaría de todo. Los Dioses lo enviaron para cuidar de mí.
Ellos me durmieron y retiraron al bebé mientras Bardock y los otros se fueron a realizar mecánicamente la etapa final del encierro en cuarentena.
Yo flotaba sobre un lecho de nubes, a veces con Karot-chan durmiendo en mis brazos, a veces acostada en mi cama en casa, de regreso en la Corporación Cápsula, con mamá y papá que me hablaban en un tono suave, diciéndome que todo estaría bien, diciéndome que se estaba haciendo tarde y que era hora de despertar.
En algún momento en la oscuridad de la noche, oí la voz de Hiru llena con una tristeza y desesperación tan absoluta que me hizo subir a través de las capas de tranquilizantes y de la vaga locura pacífica, para abrir los ojos.
—Ella está perdida… —Hiru estaba hablando en voz baja—. Noira, Duska y Nachti están muertas, pero por los Dioses... Bulma-chan fue la que tuvo mala suerte.
Zabón se inclinó sobre mi cama en el silencio mortal de la sala de cirugía y me dio un beso en la frente.
—Lo siento, amor. Te vengaré, Bulma. Te vengaré a ti, a Scopa y a los miles de millones de otros. Cuando esto termine, cuidaré de ti, exactamente como Scopa lo haría.
—Al fin ha escapado del príncipe —comentó Hiru—. Él no puede hacerle daño ahora.
—Vegeta no me hará daño —le susurré—. Él me ama, lo dijo en voz alta. Él… —Pero el dragón rugió y desgarró ese pensamiento con una oscura y sangrienta garra, y yo gemí y me eché a llorar como un animal herido. Dolía tanto...
—Duerme amor —me pidió Zabón mientras me reconfortaba y me regresaba a la calma, sosteniéndome, y el sufrimiento poco a poco disminuyó a un dolor sordo—. Volveré pronto. Voy a sacarte a ti y a tu bebé…
—A ambos bebés —dije con una voz debil.
—A ambos —aceptó vacilando. Sonreí y lo abracé. Sería bueno ir de vacaciones con Zabón, había estado tan cansada últimamente. Tal vez Scopa y Vegeta podrían venir también.
—... y cuanto menos sepas por el momento, mejor —le decía Zabón a Hiru en algún lugar de la oscuridad a mi alrededor—. Te llamaré cuando sea el momento, mi amigo.
—Voy a estar aquí —aseguró Hiru entre dientes, luego llevó su mano hacia la mía y la tomó con calidez—. Sea lo que sea, estaré listo.
Yo iba a la deriva de un lado al otro flotando dentro de un sueño, los rugidos del dragón eran tan distantes que apenas podía oírla. Ella permanecía quieta, pero sus garras estaban incrustadas en lo profundo de mi corazón y de mi mente. Las flexionaba de vez en cuando para recordarme su presencia, para dejarme saber que no había terminado conmigo y cuando lo hacía, yo empezaba a gritar y a revolcarme contra las restricciones de la cama que evitaban que arañara mis propios ojos.
Me desperté por las voces, Bardock y Nail conversaban quietos, tensos y sombríos como la muerte.
—No se trata de ninguna fantasía, capitán —aseveraba Nail—. Se lo juro. Él intentó entrar, pero lo detuve. Llevaba un escudo de invisibilidad, aun así lo vi porque mi especie no ve solo con los ojos. Lo encontré en el puerto del escudo oriental y lo enfrenté desde este lado. Vi lo que estaba en su mente. Es ilegal examinar a otro sin permiso, pero... había un manto de tanto dolor y tanto odio alrededor de su fuerza vital... era como si se tratara de un hombre diferente del Zabón que conocimos. Transportaba un virus de Tsirusei que derribará a tu pueblo como lo hizo con los tsiruyíns. Ese es el plan secreto de Jeiyce.
—¿Cuándo van a liberarlo? —preguntó Bardock muy serio.
—Lo liberaron hace cinco días.
Me quedé escuchando el horrible golpe de silencio crecer a ensordecedor y sentí que mi cabeza se aclaraba y que mi mente se centraba, obligada a cohesionarse bajo el peso de lo que había que hacer, por la necesidad.
—Mis... mis Dioses... —decía Toma, su voz era un susurro ahogado.
Me saqué las restricciones y me senté. Lo bueno de esto es que por lo general uno puede encontrar la manera de quitárselos si está en su sano juicio. Me puse de pie, temblorosa y me dirigí hacia la puerta abierta de la antigua oficina de Scopa, justo al lado de la enfermería principal. Bardock se volvió y me estudió mientras entraba a la oficina.
—Estoy bien —dije dándole una mirada firme y lúcida. Él asintió, conciso y sombrío, demasiado aturdido para discutir conmigo.
—Hay un antídoto y una vacuna para cada virus —agregué mirando a los rostros pálidos y sin esperanzas—. Solo tenemos que encontrarlos, pongámonos a trabajar.
Saqué todos los archivos de Bardock de su expedición a Tsirusei y comencé a trabajar. Voy a dormir un poco ahora. Estoy en mi oficina privada, en mi cama y mis hijos están conmigo, durmiendo a mi lado en sus vainas de incubación, uno en criosueño y el otro en incubación a modo completo.
Los salvaré, lo haré.
Ya han pasado tres semanas. No ha habido tiempo para comer, dormir o hacer una entrada en el diario hasta ahora. He encontrado dos cosas. Una de ellas es buena, la otra es mala. Muy mala.
Tengo una vacuna. No es un antígeno, es temperatura. He inyectado todos los saiyayíns dentro del centro médico con un agente inductor de fiebre, luego los expuse al virus. Si la temperatura de tu cuerpo es lo suficientemente alta cuando contraes la enfermedad, esta muere en pocas horas. La quema fuera de tu sistema y una vez que lo has tenido, adquieres la inmunidad.
Bardock y Toma llegaron a los golpes por ser el conejillo de indias. Han tenido tres semanas, casi cuatro, para que asimilen todo y ambos están luchando su propia guerra interna contra la desesperación. Por ser ambos saiyayíns, su primer impulso fue el de golpear algo. Kamisama, el kharma es una perra despiadada. Han matado a tantos planetas, el mío incluido, y ahora van a tener que ponerse de pie y mirar la muerte de Vegetasei. Toma ganó el derecho de ser nuestro sujeto de prueba, al sacar el as del juramento de Bardock de protegerme.
Incrementamos su temperatura corporal, lo expusimos al virus... y oramos. Funcionó. Cuando analicé su sangre doce horas más tarde, no encontré ni rastros del virus. Vacunamos a todos los niños y a los guardias saiyayíns dentro del centro médico de la misma manera. Mi hijo pequeño fue más fácil. Solo le di una diminuta terapia genética así que estará naturalmente inmunizado cuando nazca.
Todos los demás...
Hasta el último momento no he encontrado un antídoto para aquellos que han estado expuestos. La fiebre no puede matar al virus una vez que empieza a incubarse dentro de ti. A las pocas horas, se adapta al calor del cuerpo de su huésped.
He cambiado los códigos del bloqueo de seguridad para que nadie más que yo y Bardock podamos entrar o salir del escudo. Puse un escudo punto muerto independiente alrededor de la sala de incubación y otro en torno a mi oficina donde duermen mis hijos. Con la ayuda de los saiyayíns coloqué un doble motor atómico en los puntos angulares de los escudos del centro médico, cada uno con un puerto externo que puedo abrir al despegar, ambos vinculados a las computadoras centrales. El escudo mantendrá todo junto cuando despegue el complejo al espacio. Nos vamos mañana. Tenemos que hacerlo, porque cuando empiece la plaga, los hombres de Jeiyce estarán presentes para ver el espectáculo y regodearse. Jeiyce es un prisionero por el momento, pero sus hombres están llegando. Nail dice que siente que ya están aquí, moviéndose alrededor de la ciudad, invisibles y silenciosos. Esperando.
Nail ha explorado a todo el mundo en el complejo. Había catorce agentes de la Red Roja y cinco más de los que denomina como "corazones envenenados". Los llamé a la oficina de Scopa, uno a la vez, y les informé que ya no necesitábamos de sus servicios. Aquellos que se negaron a salir fueron expulsados a la fuerza por Bardock y su escuadrón.
Hiru... Nail dice que es suicida, aunque nunca me haría daño a mí o a mis hijos. Pero también dice que Hiru es una página en blanco para él. No puede ver dentro de él, no del todo.
Nail nos explicó que esa es una señal de que alguien está tan mal herido en su mente y su espíritu que es probable que nunca se recupere. Lo que quiere decir es que... es que Hiru está muerto por dentro.
Hacerlo fue por el secreto. Bardock y los suyos querían con desesperación matar a la gente que expulsamos, sabían que eran de la Red Roja, sabían que su planeta respiraba todavía, pero está muerto y no lo entienden aún. Alegó que irían corriendo directamente a Jeiyce y le dirían que tenemos una vacuna. Le respondí que si siquiera uno ellos tenía un intercomunicador, entonces Jeiyce ya estaba informado. Le pedí que los dejara ir.
Nosotros... no podemos contarle a nadie fuera del centro médico que van a estar muertos en dos días. Nail vio en la mente de Zabón como ellos cronometraron la liberación de la plaga en todos los planetas del imperio para que todo el mundo caiga enfermo en el mismo día. En Vegetasei, será el primer día de la temporada de la luna. Nadie pensará que los síntomas son otra cosa que la invasión de la demencia lunar. No ayudará decírselos. Les permitiremos vivir los últimos días de sus vidas en feliz anticipación del festival, aliviados por que la guerra está prácticamente ganada con la captura de Jeiyce.
Vegeta...
He mantenido mi mente lejos del más pequeño pensamiento hacia él para que mi dragón esté tranquila. Él ha luchado tanto por salvar a su pueblo. Habría luchado el resto de su vida para salvar a su pueblo de ellos mismos si alguna vez hubiera llevado la corona. Ama a este planeta y a su pueblo más que a su propia vida.
Él habría matado a nuestro bebé para evitar que libraran una guerra civil... para... para evitar que me maten...
No.
Siempre hay otra respuesta. Él tendría que haber pensado con más detenimiento. Debería haber sabido que... que haría añicos la casa de cristal ya fracturada de mi cordura al decirme que debo ver a otro bebé muerto por el bien del imperio. Al decirme que debo matar a este niño yo misma.
Mi bebé...
Estoy rota y destrozada y no estoy cuerda. Me mantengo unida a mí misma por nada más que mi voluntad por salvar a los niños; los míos y todos los otros en el centro médico.
Vegeta... ¿Cómo podría no saber que eso me destruiría?
¿Cómo puedo amarlo? Cómo puedo todavía amarlo tanto qué es como una lanza que atraviesa mi corazón cada vez que cierro los ojos y veo su rostro, huelo su piel, siento su cuerpo contra el mío... sosteniéndome, acariciándome... inmovilizándome debajo de él mientras me sonríe burlonamente, mientras yo grito y grito sin voz cuando me golpea por dentro, rasgando y rompiendo y empujando y el pequeño cuerpo de Karot-chan todavía ni siquiera esta frío y, sin embargo, las cenizas de su pira siguen ardiendo... y...
Nunca te olvidé, Karot-chan. ¡Nunca, nunca, nunca! El rugido del dragón es tan fuerte ahora que está libre. Tengo que morderme la lengua hasta que sangra para poder escuchar lo que la gente me dice sobre sus aullidos.
Es mejor así, ¿verdad?
Vegeta va a morir. Podré recordar lo bueno en él y no lo malo, si todavía queda lo suficiente de mí cuando esto termine para recordar algo en absoluto.
Lo amo. Amo a Vegeta más que a mi vida y mi salud y mi cordura. El dragón del odio destrozó mi mente hasta jirones sangrantes porque lo amo.
Mañana por la noche es la salida de la luna.
Voy a verlo esta noche para decirle adiós, para estar con él una vez más. Y para matarlo mientras duerme. Lo amo y él va a morir sufriendo muchísimo, sabiendo que todo su planeta lo acompaña en su muerte. Es tan fuerte que vivirá para verlos a todos morir antes de él. Voy a hacerle el amor. Voy a abrazarlo hasta que se duerma y luego lo mataré, porque lo amo tanto.
No pude hacerlo.
Estaba gruñendo y tenía los ojos rojos como un lobo rabioso cuando llegué a él. Lloraba en silencio, las lágrimas rodaban inadvertidas por sus mejillas mientras se sentaba en su silla que da a la región montañosa. Dijo que me fuera. Me quedé.
Me llevó a la cama, su respiración era entrecortada y fatigosa. Me acostó y cubrió mi rostro con besos, sollozaba de alivio y se esforzó por mantener la locura bajo control. No me hizo daño, excepto cuando mordió mi hombro, reabriendo la cicatriz que me marcó como su compañera.
—Amada... —Seguía diciendo una y otra vez—. Amada.
Hicimos el amor toda la noche y me quedé dormida en sus brazos, envuelta en un cálido manto de olvido.
Cuando se despertó por la mañana... había perdido el juicio al principio. Me tomó brutalmente, gruñendo y mordiendo, desgarrando e hiriendo, sus ojos rojos y ardientes eran como el fuego del infierno. Todavía podía hablar, pero sus pensamientos y percepciones eran del todo violentas y retorcidas debido al resplandor de la luz rojiza de la mañana.
Volvió en sí mismo a tiempo para no matarme. Lloró otra vez cuando vio lo que había hecho conmigo. Puso sus brazos a mi alrededor antes de irme y yo sostuve su agitado cuerpo febril en mis brazos. Ya estaba enfermo, ya estaba muriendo. La pistola de ki se hallaba en mi mano, readaptada especialmente para él, lista para matarlo al instante, sin dolor.
¡No pude!
El dragón no me dejó hacerlo. Congeló mi mano, paralizó mi dedo en el gatillo. Yo... yo le aseguré que lo vería de nuevo cuando acabara todo. Tal vez... tal vez nos volveremos a encontrar en nuestra próxima vida. Tal vez seremos felices.
Cuando regresé a través del escudo, Bardock me gritó. Se puso como una fiera esta mañana cuando se dio cuenta que me había ido. Colocaron de cabeza el centro médico buscándome. El ordenador de los motores había colisionado durante el encendido preliminar y tuvieron que comenzar la preparación del lanzamiento otra vez. Lo que significaba que serían otras catorce horas antes de poder salir. Eso no nos dejaba tiempo... no nos dejaba casi nada de tiempo si los hombres de Jeiyce decidían hacer explotar Vegetasei a polvo antes de poder despegar.
Bardock cesó de gritarme cuando notó que estaba herida. Pudo ver las mordidas y los hematomas que se mostraban fuera de mi ropa, probablemente podía oler el aroma de Vegeta en mí.
—Fuiste a él —me recriminó y me levantó para ponerme sobre la mesa de tratamiento con gentileza, de regreso a los brazos de Nail.
—Iba a matarlo —contesté mientras Nail me quitaba la ropa para así poder curarme. La corriente cálida y pura de su poder comenzó a fluir a través de mí como un río de agua curativa. Suspiré de alivio y fue casi un sollozo—. Será una muerte dolorosa, no quería lastimarlo. No lo pude matar. Lo siento... —Mi voz se apagó y me quedé mirando fijamente mientras Nail me sanaba, aunque creo que empecé a cantar en voz baja en algún momento. Me parece porque Bardock me dio una bofetada.
Fue increíblemente suave para ser una bofetada saiyayín, pero aún así puso mi cabeza y mis oídos a zumbar. Parpadeé y me concentré en él, lúcida y coherente de nuevo.
—Gracias —dije sonando mucho más como yo—. Siéntete libre de abofetearme de nuevo si empiezo a volverme loca.
Se inclinó y me besó en la frente.
—No nos dejes, niña. Mantente fuerte.
—Está bien. —No podía decirle que ya me había ido.
Traté de acelerar el tiempo de preparación del motor y reforcé los estabilizadores cuánticos alrededor de los puertos del motor del escudo punto muerto. Llamé a Rikkuum, cogí mi bolso médico, le mostré el portatropas encapsulado y le indiqué que no lo perdiera de vista.
—Si los hombres de Jeiyce aparecen demasiado pronto, si algo va mal con el escudo o si de alguna manera entran, quiero que tomes a mis hijos y a Nail-san, y huyas. Nail-san sabe a donde ir. Si sucede lo peor, tu primera prioridad es tu príncipe… tu pequeño príncipe. Trunks-ouji.
Pude sentir el leve rumor de los motores acelerar debajo de mis pies. Dentro del centro médico, nosotros esperábamos como si estuviéramos en el infierno por saber lo que estaba por venir.
En el exterior, Vegetasei había empezado a morir.
Todo ha terminado.
Nosotros estamos seguros y lejos.
La plaga había matado a casi todo el mundo por la tarde, luego los Demonios Rojos vinieron por nosotros. Por los niños. Ellos se descamuflaron y sitiaron el centro médico, en espera de que la flota rebelde llegue para volar el núcleo del planeta. Encontraron una ingeniosa manera de destruir el escudo alrededor de Vegetasei; excavaron la tierra de debajo del generador del escudo, lo levantaron como si alguien trasplantara una planta y lanzaron el generador hacia arriba al escudo burbuja. Destruyeron mi escudo utilizándolo a él mismo.
Pero fue una estrategia de un disparo, una que no podían usar contra el centro médico. Nuestro generador está dentro de nuestro propio complejo. Trataron de destruir el escudo toda la tarde, luego intentaron razonar conmigo.
Era extraño ver por fin su rostro en mi videocomunicador. Jeiyce de Maiyosh, el príncipe rojo mismo. Pensé que sería más alto.
—Toc-toc, encanto —ronroneó Jeiyce—. Déjanos entrar o volaremos este planeta por debajo tuyo.
—Está fanfarroneando. —Toma se burló desde detrás de mí. Bardock gruñó un acuerdo sin palabras—. No nos puede tocar y él lo sabe.
El rostro de Zabón apareció en la pantalla al lado de Jeiyce y creo que yo gruñí. Fue un ruido muy saiyayín.
—No queremos hacerte daño ni a ti ni a tu personal, Bulma —dijo Zabón con ansiedad—. Nosotros solo…
—Quieren entrar y matar a todos los niños —susurré friamente—. ¡Váyanse a la mierda los dos! Disparen con lo que quieran al escudo hasta que caigan muertos de vejez. No tienen ningún arma que pueda hacer frente a la mía, ambos deben saberlo mejor que nadie.
—Bulma… —La voz de Zabón estaba tan llena de dolor que era difícil mantener la ira. Cerré mis ojos e imaginé los rostros de todos los niños que había colocado dentro de sus vainas, los rostros de mis niños de un año de edad cantando las canciones de cuna de Scopa.
—¡No me digas Bulma, maldito asesino de bebés! —escupí—. ¡Scopa está en el cielo ahora maldiciéndote por lo que has hecho! —La parte más oscura en mí entendía demasiado bien como él pudo liberar la plaga en Vegetasei. Pero esto... venir por los niños... no había excusa. Ninguna.
—¡Scopa está en el cielo debido a esos feroces monstruos asesinos cuyos mocosos estás protegiendo! —Zabón se ahogó con las palabras—. ¡Fue el mejor hombre, el más amable, el alma más buena que cualquiera de nosotros haya llegado a conocer y ellos pagaron todas sus buenas acciones rompiéndolo en pedazos! Ellos… ellos… dejó de hablar, era incapaz de continuar. Si lo hubiera hecho, habría terminado llorando también.
—Bien —dijo Jeiyce con indiferencia y empujó suavemente a un lado a Zabón—. Pero los tendremos, señora, por las buenas o por las malas. —La pantalla se apagó.
Y menos de un minuto después, el suelo debajo de nosotros se estremeció cuando una explosión sacudió el complejo. Ellos nos habían estado golpeando con todo lo que tenían durante el día entero y el escudo nos amortiguo contra incluso el más pequeño temblor. El rostro de Bardock estaba pálido y supe que se había dado cuenta de lo mismo.
Bulma..., la voz en mi cabeza era tan clara que me sobresalté. Era como si estuviera en la misma habitación. Una explosión de dolor, pena y horrible miedo pasó como una ráfaga por mi mente y mi corazón con el sonido de su voz—. ¡Bulma!
—¿Ve… Vegeta? —respondí en voz alta. Era Vegeta. Estaba vivo y con un horrible dolor, todo porque fui demasiado débil para matarlo en la mañana y evitarle eso. Bardock y Anyan me sostuvieron cuando me derrumbé.
¡El escudo alrededor del centro médico!, su voz gritó desesperada dentro de mi mente—. ¡El servidor! Jeiyce tiene un hombre en el interior del centro médico, Bulma! ¡Él está a segundos de sabotear el escudo!
Y simplemente lo supe. Fui una tonta al no haberme dado cuenta de lo que haría.
—¡Oh, Kamisama! —Casi gemí—. ¡Es Hiru! ¡Bardock!, ¡Toma!, ¡Rikkuum! ¡Vegeta dice que Hiru está en el servidor del escudo! ¡Él… él va a…
Otra onda de choque invadió el centro médico, tan fuerte que el piso pareció ceder bajo nuestros pies. Y oh, Kamisama, el escudo alrededor del centro médico titileó al sacudirse.
No recuerdo correr a mi taller, todo es un aterrador borrón. Solo recuerdo estallar ante la vista de Hiru con las manos en el servidor del escudo. Él... él estaba a dos metros de las vainas de incubación de mis hijos, yo grité y lo derribé.
Bardock lo sacó de debajo de mí, puso su mano alrededor de la garganta de Hiru con el rostro negro de rabia.
—¡¿Qué hiciste, Hiru! ¡¿Qué has hecho?!
—Virus... —reveló Hiru, su voz era debil—. En el servidor. Ellos no te harán daño a Bulma-chan o a tus hijos... Zabón lo prometió. —Su rostro marfil cubierto de cicatrices era frío y sus enormes y planos ojos negros estaban llenos de gélido odio—. ¡Al diablo con el resto de ustedes!
Me incorporé como pude, tirando de mí misma hasta el terminal y mis dedos volando sobre el teclado.
—¡No le hagas daño, Bardock! —grité. Detrás de mí, Hiru escupía y maldecía mientras Bardock lo cogía con firmeza—. ¡Necesito saber lo que hizo!
Bardock se volvió a Nail.
—¡Entra en su cabeza y consigue la información, Nail! ¡Sé que puedes!
Nail se le quedó mirándolo con horror, su rostro palideció a verde tenue.
—¡No… no puedo hacer tal cosa!
—¡Me aseguraste que tu único propósito en la vida es proteger a Romayn! —dijo Bardock—. ¡Si no nos ayudas, Romayn morirá!
Nail tragó saliva, pero no vaciló, Bardock sabía exactamente que decir para forzarlo. Su rostro se retorció en agonía mientras tomaba la cara de Hiru entre ambas manos, al tiempo que Hiru aullaba desafiante... y luego, Hiru solo aulló. Gritó como un alma condenada mientras Nail se forzaba en su mente. Le tomó unos pocos segundos. Unos pocos segundos que duraron una eternidad mientras Hiru gemía y gemía y... y después Nail lo dejó ir y cayó de rodillas, las lágrimas se arrastraban por su rostro.
—Lo tengo —declaró con un susurro quebrado.
—Dime —le dije. Él empezó a trasmitirme paso por paso los detalles de lo que Hiru había hecho. Descifré el problema. Podía solucionarlo, solo necesitaba tiempo.
—¿Es muy grave, niña? —La voz de Bardock preguntó a mi oído.
—¡Puedo estabilizarlo! —contesté—. Pero necesito unos minutos... oh, Dioses, solo un par más… —Otro estruendo chocó contra el centro médico con todo lo que tenían y me balanceé sobre mis pies. Las luces parpadearon y se agitaron, el monitor del servidor se apagó luego, y mi corazón paró su ritmo con este. Las estadísticas del escudo informaron que se había reducido a un cincuenta por ciento y que caía—. Oh, Dioses, Vegeta, ¡necesito más tiempo! Los bebés... —Podía oír a Vegeta en algún lugar en el fondo de mi cabeza, discutiendo con Zabón, diciéndole que Jeiyce le mintió, que el príncipe rojo iba a matarnos a todos.
—Por Noira —siseaba Hiru, su rostro aún estaba tan cerca de Bardock que sabía que el saiyayín podía sentir su aliento.
Bulma..., la voz de Vegeta sonaba a través de mi mente como una canción de muerte.
—Por Duska —dijo Hiru lleno de rabia.
Otra explosión ensordecedora.
—No vamos a lograrlo —gritó Toma desde el sensor terminal situado a mi lado.
Introduje el código de reparación en el servidor, la solución para poner el escudo de nuevo en línea completamente, pero era demasiado tarde. Se necesitaba tiempo para que se propagara y no lo teníamos.
—¡Oh, Dioses, Vegeta! —grité—. ¡No vamos a lograrlo! ¡Necesito más tiempo para arreglar lo que ha hecho! Oh, Dios; oh, Kamisama... ¡van a matar a todos los niños! —¡Mis bebés... iban a venir y matarían a todos mis hijos!
De repente pude sentir los latidos del corazón de Vegeta fuertes y estables cuando antes habían sido irregulares y lentos, porque su cuerpo se debilitaba con la pérdida de sangre, ya que el virus poco a poco iba desgastando lo último de su gran fuerza. Algo se estaba construyendo en su interior como la presión contra el manto de un volcán antes de que explote.
—Por mi planeta destruido por los soldados saiyayíns —sollozó Hiru—. ¡Soldados cómo tú, Bardock! ¡Por mi pueblo esclavizado por el tuyo... y por Nachti! ¿Quién de ustedes la mató, Bardock? ¿Fuiste tú o el príncipe?
—¿Qué? —preguntó Bardock.
—Cuando tú y el príncipe fueron a ciudad Kharda para rescatar a Bulma-chan y a los demás, redujeron la mitad de la ciudad a escombros. Hicieron estallar los cuartos de esclavos donde Nachti estaba durmiendo. ¡Tú la mataste!
—Yo. —Bardock se puso pálido y su rostro duro se congeló.
—Tú la mataste y a la mitad de los otros esclavos en ciudad Kharda y ni siquiera te diste cuenta —escupió Hiru débilmente, flácido en las garras de Bardock—. ¡O acaso te importó… responde! ¡Todos ustedes son demonios! ¡Demonios con el corazón podrido!
Vegeta estalló en mi mente, ardiendo como un sol en explosión, con poder, dolor y amor. Oh, Dioses, con tanto amor.
—¡Vegeta! —susurré—. Él… él es…
—Super saiyayín —dijo Bardock sin aliento, su mirada parecía desenfocada y ya no atrapada en los ojos llenos de odio del hombre al que había llamado amigo—. Él nos salvará en la hora de nuestra mayor necesidad. —Los rostros de los otros saiyayíns en la habitación estaban llenos de asombro y temor casi religioso.
Podía ver la batalla con los ojos de mi mente, sentirlo aplastar sus armas y a sus soldados, barriéndolos a todos lejos como el polvo ante una tormenta que se avecina. El escudo osciló una vez más y luego regresó a un saludable azul impenetrable. Y Vegeta...
—¡Eso es! —grité—. ¡Lo hice! Está de nuevo en línea. —Lo sentí caer, su conciencia se dispersó y giró hacia abajo para estrellarse entre hojas, pétalos y espinas, desapareciendo de mi mente como el último suspiro de una llama moribunda—. ¡Oh, Dioses; Vegeta, Vegeta...!
... Bul... amada..., y desapareció.
—Vegeta... —Me dejé hundir y sollocé su nombre una y otra vez. Me arrastré hasta donde Hiru yacía jadeante, donde Bardock lo había dejado caer. Me agaché y toqué su rostro lleno de cicatrices.
—¿Cómo... —Se ahogó con las palabras—. ¿Cómo puedes llorar por él, Bulma-chan?
—No lo sé —respondí en voz baja—. Oh... Hiru. —Yo no podía pensar en nada más que decir.
—Tomé veneno —murmuró—. ¿Yo... yo soy un hombre malo, Bulma-chan? —Él estaba llorando—. ¿Voy a ir al infierno y no veré... veré a Noira ni a Duska ni a Nachti? Intenté ser bueno... como Scopa, como tú... como Nachti. Intenté con todas mis fuerzas... no odiar.
Murió en mis brazos, conmigo llorando sobre él, con Bardock arrodillado junto a nosotros; su rostro estaba blanco por el shock cuando tomó conciencia de que había matado a Nachti y nunca lo supo, de que le dio a Hiru el último empujón que necesitaba para llevarlo al lugar donde un buen hombre podría hacer lo impensable. Con Nail doblado en las inmediaciones, llorando en silencio, porque acababa de violar todos los cánones de decencia entre su pueblo cuando entró en la mente de otro hombre por la fuerza. Con el ensordecedor silencio atronador del planeta muerto que nos rodeaba, presionando sobre nosotros como el peso de una avalancha.
Nail se levantó primero, tembló mientras hablaba.
—Bulma-sama... él también saboteó los alerones de los motores. No podemos despegar.
Me llevó toda la noche solucionarlo, trabajamos juntos en un terrible silencio de muerte y rezamos para que la flota no llegara a explotar el núcleo del planeta antes de que pudiéramos ponernos en marcha. Bardock me preguntó si el escudo podría sobrevivir tras el rompimiento del planeta debajo de nosotros. Le dije honestamente que no lo sabía. Lo arreglamos. Luego todos nos alejamos los unos de los otros, cada uno en su infierno particular para conseguir descansar de lo encontraríamos mientras esperábamos a que los motores se acondicionaran.
Me senté sola en mi taller y escuché el bajo rugido distante de los motores poniéndose en marcha, preparándose para despegar otra vez. Yo había mejorado el tiempo de preparación y teníamos un poco más de tres horas hasta que estuvieran listos. Podía sentir un atisbo de las imágenes mentales de los sueños intermitentes de Vegeta. Todavía estaba vivo. Soñaba que caminaba a través de los páramos cerca de la casa de Bardock. Yo estaba junto a él, sonriente y hermosa, Rom-kun y los perros corrían por delante, riendo y ladrando... y... y yo cargaba a Karot-chan en mis brazos, mi bebé estaba riendo y sus pequeños pies felices daban patadas. Vegeta estaba soñando un deseo, soñaba que podía cambiar el pasado y que hacía todo correctamente... un hermoso, feliz y esperanzador sueño que nunca, nunca podría ser...
¿Sentiría cuando él muriera?
—¿Bulma-sama? —Una voz profunda, lenta y vacilante me sobresaltó.
Rikkuum estaba de pie delante de mí como una montaña respetuosa, con su enorme cabeza baja y las manos cruzadas delante de él como un niño que hace una pregunta en la escuela.
—¿Qué pasa, Rikkuum? —le pregunté. Había estado durmiendo antes, cuando Hiru saboteó el servidor. Yo le había dicho que se fuera a acostar y descansara, pero estaba segura de que todavía se culpaba. Cuando se hallaba despierto, nunca salía de mi taller, hacía guardia sobre mis hijos como un perro guardián gigante.
—Bulma-sama —respondió—, vi esta plaga una vez antes, cuando estaba al servicio de mi señor Frízer de Tsirusei. Todo su pueblo murió también.
—Lo sé —le dije.
—Soy un tonto por haber olvidado esto —continuó—, pero se lo diré ahora. Mi señor Frízer no murió por la peste ni tampoco muchos de los suyos, tantos como cien, creo. Los científicos tsiruyíns comentaron que era debido a que sus cuerpos eran muy fuertes, lo suficientemente fuertes como para sobrevivir a la plaga.
—¿Qué le pasó a tu señor, entonces? —le pregunté sintiendo de repente que todo mi cuerpo se ponía frío.
—Él… él se despertó y descubrió que no tenía más poder de pelea, la enfermedad había matado eso. Él y todos los que sobrevivieron a la plaga se suicidaron en lugar de vivir como débiles. Bulma-sama, ¡Vegeta-ouji es fuerte!, tan fuerte como el señor Frízer era entonces. Él no va a morir por la plaga, ¡y… y no debemos permitir que se lo lleven con vida, mi señora!
Me levanté temblando y lo vi a los ojos.
—Voy a salir a buscarlo —dije—. Tú quédate aquí. Debes proteger al pequeño Saiyayín no Ouji, Rikkuum. Voy a encontrar al... rey, lo iré a ver.
Salí a la quietud del amanecer. El aire olía a fresco y limpio, los primeros indicios del otoño colgaban en la brisa fría de la mañana. El sol se elevaba en el último día de Vegetasei. Los refuerzos de Jeiyce llegarían en cualquier momento y cuando la flota arribara, todo esto, todo, no sería más que polvo flotando en el negro vacío del espacio. Mi casa en Turrasht, el féretro de piedra donde Karot-chan y Raditz fueron quemados, los campos de flores sin fin que rodeaban la casa de Bardock, nuestra cueva de la montaña en los riscos del norte y la villa donde había construido un hermoso jardín que vivía en el frío suelo pedregoso, cuando lentamente convertí mi cárcel en mi hogar... cuando lentamente hechicé al monstruo que custodiaba mi celda y lo convertí en un apuesto príncipe.
Fui directo a la villa, casi demasiado ciega por el dolor para ver lo suficientemente bien como para guiar el aviador. No hay remedio para este tipo de dolor ni ningún fármaco de toque sanador. El dragón despertó cuando aterricé detrás de la casa y hundió sus garras un poco más profundo en mi mente para desgarrar con lento sadismo malévolo lo poco que todavía estaba entero, todavía cuerdo.
Lo encontré muriendo en mi jardín de rosas, su sangre brillante se mezclaba con los pétalos rojos aplastados debajo de su cuerpo. Estaba medio inconsciente, respiraba apenas y su fuerte, fuerte cuerpo todavía luchaba contra el virus que trataba de hacerlo pedazos desde el interior.
Sin embargo, no fue así. El virus no lo había hecho y oh, Dioses, cuando me arrodillé junto a él, vi que estaba bañado en un río de sudor perlado de sangre y que temblaba de forma incontrolable mientras su fiebre bajaba. Rikkuum tenía razón. Vegeta era demasiado fuerte para morir a causa de la peste, aunque ciertamente moriría por la pérdida de sangre si no recibía varias unidades de plasma.
Abrió los ojos.
Amada... La palabra era como una canción de amor que hacía eco a través de los aposentos en ruinas de mi mente, una nota en aguda disonancia con la canción de cuna de Karot-chan y los aullidos del dragón. Ella era libre ahora, nunca sería encadenada de nuevo y aunque había estado dormida la mayor parte de las últimas semanas, solo se despertaba cuando pensaba o soñaba con Vegeta, sus garras estaban siempre allí, siempre incrustadas profundamente en los restos destrozados de mi mente. Ella se sentía contenta de tomarse su tiempo en arrancar los últimos restos de mi cordura. La había sujetado con la fuerza de mi voluntad por hacer lo que debía para salvar a los niños, pero el tiempo se acercaba rápido cuando estaríamos lejos y la necesidad ya no me daría la fuerza para reinar sobre ella. Tomé su cabeza y la recosté sobre mi regazo. Me incliné y besé sus labios ensangrentados, preguntándome si yo iba a entrar en las tranquilas aguas oscuras de la nada cuando ella terminara conmigo o si iba a pasar todo lo que quedaba de mi vida hablando incoherentemente por el horror, encerrada en un laberinto de espejos giratorios donde todas las pesadillas de mi vida se reflejarían de regreso hacia mí.
El intentó mover la boca y trató de formar las palabras.
¿El centro médico?
—El escudo está en su lugar —le sonreí con tristeza—. Lo hiciste, Vegeta... nos salvaste. Tu pueblo vivirá gracias a ti, debido a ti. Escucha, Vegeta, no tengo mucho tiempo, produje una vacuna para todos los niños, para Bardock y tu pueblo, para Articha y Turna y todas las niñas en sus naves si podemos encontrarlas antes de que queden expuestas. Pero solo funcionará si aún no lo han contraído. Esto no puede ayudarte... —No podía ayudar a ninguno de ellos y tal como me había quedado parada, y tuve que observar a Chikyuu morir, incapaz de levantar una mano para detenerlo, yo tenía que observar a este planeta morir y era igualmente impotente para impedirlo. Lo sostuve un poco más cerca, acaricié su rostro y obligué al dragón a descender una vez más.
—Bulma, vete... —No sé si hablaba las palabras o si las oí en mi mente—. No me veas morir...
Había una cosa que podía darle, una cosa que facilitaría su fallecimiento hacia lo que le esperara en el juicio de Enma Daio en el más allá.
—Tenía que decírtelo —dije suavemente—. Tenía que hacértelo saber...
Quise abrir mi mente solo lo suficiente como para dejarle ver mi secreto, dejarle ver a Trunks durmiendo en su incubadora, creciendo más fuerte y más hermoso todos los días, pero él empujó el vínculo y vio... vio todo. El dragón había destrozado mi tambaleante barrera en pedazos y todos mis secretos, todos ellos, estaba abiertos y al desnudo para que Vegeta los descubriera. Vio que yo era el Amo de la Tecnología, la autora de las armas más mortales del enemigo que inclinaron la balanza a favor de Jeiyce a cada paso. Vio que él me había empujado a sus brazos, sin darme ningún otro lugar hacia donde huir, sin ningún otro recurso... vio a través de mis ojos todo lo que él había hecho, todo lo que escondí de él, incluso mientras le daba mi corazón y todo mi ser en nuestra noche de bodas. Sentí que el golpe lo conmocionó como un cuchillo atravesándole el corazón y lo destruyó quitándole todo consuelo mientras agonizaba.
No…
Traté de bloquearlo. Oh, Dioses créanme, lo intenté, pero el dragón se alzó y gritó su triunfo, lo azotó a través de su dolor y vertió todo su odio, su aversión y su eterna rabia en su mente. Lo sentí desmoronarse bajo la embestida y él no levantó una palabra, un pensamiento o una brizna de negación en su propia defensa. Se quedó allí y aceptó todo, toda la culpa que era suya... y más. Podía verlo retroceder en sus recuerdos para rastrear la culpa de la destrucción de todo su planeta, de toda su raza y colocarla directamente sobre sus propios hombros.
Podía escuchar sus pensamientos demasiado débiles por la agonía y la absoluta desesperación, como si los hablara a mi oído. Si no fuera por mí, ella nunca habría forjado sin saberlo, las máquinas de destrucción de mi planeta. Todo un imperio derribado en el espacio de un día. Muerto por la mano de Jeiyce de Maiyosh, muerto por la mano de Zabón de Rashayyasei, muerto por la mano de Bulma de Chikyuu... y muerto por la mano de Vegeta, el Saiyayín no Ouji.
—Oh, Kamisama... —gemí—. ¡No tenía la intención de que vieras eso! —Me incliné y sequé sus lágrimas. Todo su cuerpo se estremecía por los sollozos silenciosos—. ¡No es tu culpa! ¡No lo es! ¡Yo lo hice! Fui estúpida y crédula. No sabía lo que harían con las cosas que hice... y confié en Zabón. Solo quería que los rebeldes pudieran defenderse... que pudieran ser capaces de ocultar a sus familias con los escudos de camuflaje. —Gemí y apreté los dientes con esfuerzo, tratando de mantener la canción de cuna en mi cabeza en un bajo rugido, agarré al dragón con una última ráfaga de fuerza y la empujé hacia abajo—. Voy a salvar a los niños, Vegeta. La burbuja de protección alrededor del escudo del centro médico puede soportar incluso el estrés cuántico de la velocidad de la hiperluz. Tengo dos motores de trasporte incorporados en las bases, en el punto focal del escudo. En una hora, voy a despegar el centro médico y lo conduciré como una nave a un nuevo planeta, a algún lugar donde nadie nos encontrará. No fue mi intensión que mi trabajo fuera utilizado de la forma en que Jeiyce lo hizo, Vegeta, así que tengo cho-gugol por todo tu pueblo a causa de eso y no voy a defraudarlos. Pero nada de eso es lo que vine a decirte.
Vio lo que había venido a decirle, Trunks durmiendo a salvo y soñando cualquiera de los dulces sueños que vienen a nosotros antes de nacer, cuando no tenemos memoria ni culpa ni dolor.
Nuestro hijo...
Y de alguna manera... de alguna manera se las arregló para sonreír.
El dragón de la medianoche se levantó y desplegó sus afiladas alas, y yo la vi al fin, completamente, por primera vez. Nunca la había mirado, siempre me alejé horrorizada y con repugnancia por todo lo que ella era. La vi. Era un monstruo hecho de odio, nacida de mi dolor y mi pérdida. Ella no era un horrible demonio que ascendió del infierno para atormentarme. Ella era... era...
Era yo.
Y de repente supe como liberarme, como podría seguir viviendo y quizás lograr un cierto grado de cordura por un tiempo. Todo lo que tenía que hacer era... era dejarla salir a la luz del día, dejarla hacer lo que quiera. Solo una vez.
Me incliné y acaricié su rostro retorcido en una agonía que no tenía nada que ver con sus heridas ni nada que ver con la plaga. Oí mi voz hablar suavemente, pero era ella, el dragón, hablando a través de mí.
—¿De verdad creíste que te dejaría matar a otro hijo mío, Vegeta?
Él se estremeció en mis brazos y sollozó cuando la ráfaga helada de odio, de traición, de los gritos de rabia, lo golpeó con toda su fuerza. Y pude ver que él lo sabía, había visto en mi mente que yo estaba loca, perdida, rota y destrozada de forma irremediable… y que el último golpe, el que me rompió, fue su orden de destruir la vida que crecía dentro de mí, que matara a otro hijo.
¡Yo te escogí, Bulma! Su voz angustiosa se extendió a través de mí. ¡A ti por encima del niño... a ti por encima... por encima de todo!
—Siempre hay otra opción —le dijimos con calma el dragón y yo, implacables como el ardantium de acero—. Lo puse en una vaina de incubación y te dejé creer que lo había abortado. Le diré cuando sea mayor cuan fuerte y valiente fue su padre... y la forma en que murió para salvar a su pueblo. Él va a ser hermoso, Vegeta, todo lo bueno de los dos y nada de lo malo. Quise que supieras sobre él, quise que supieras que algo de ti va a continuar, que no será como si nunca hubieras vivido. —Las dos le sonreímos, Bulma que lo amaba más que a su propia vida y Bulma el dragón de la medianoche del odio y de la implacable venganza—. Bajo tu fiebre. El virus... si eres lo suficientemente fuerte, puedes sobrevivir a él. A un precio. El edema cerebral y la hemorragia romperán y destruirán los centros de tu cerebro donde reside tu poder, tu ki. Si te doy suficiente sangre, sobrevivirás... pero vivirás el resto de tu vida sin poder.
—Bulma... —susurró crudo y roto—. Viviré... llévame... viviré. No me importa el… el… —Tropezó con las palabras, con la sola idea de vivir sin ki, lisiado y débil, luego apretó la mandíbula. Aprendí tarde, dijo su voz en mi mente, que la mayor medida de la fuerza de un rey no está en su poder de pelea. Llévame al centro médico. ¡Voy a vivir para guiar a mi pueblo. Viviré para ser tuyo, mujer, si es que podemos volver a hacerlo correctamente! Llévame de vuelta...
—No —suspiré. La dejé hablar, la dejé tomar su venganza. Entendí demasiado tarde para salvarme a mí misma, demasiado tarde para impedirle volverse hacia mi interior y destruirme, que su orden de abortar a nuestro hijo solo terminó lo que el pecado de amar al hombre que mató a mi bebé y me había esclavizado puso en marcha. Era amarlo lo que me condujo a la locura al final. Y la única manera de ser libre... la única salida era deshacerme de él y de mi amor por él. Acomodé su cabeza sobre el lecho de espinas y pétalos rojo sangre, y me paré por encima suyo, mirando hacia abajo a su agonizante rostro vuelto hacia arriba—. No puedo amarte más, Vegeta. No puedo tenerte en mi corazón y en mi mente, eso está acabando conmigo. Finalmente me di cuenta cuando me dijiste que asesinara a nuestro bebé. Eso me está matando... Y tengo que vivir para Rom-kun y nuestro hijo y todos los otros niños. Te amo... siempre te amaré. —Di un diminuto pequeño sollozo desesperado, pero por alguna razón las lágrimas no venían—. Por lo tanto, tengo que dejarte morir. —Guardé silencio por un momento, aparté mis ojos de su rostro y arranqué mi mente lejos del amor claro, puro y desinteresado que yo sentía salir de su alma, incluso ahora. Tenía que dejarlo, tenía que hacerlo.
Todas mis flores habían volado por los aires, el jardín estaba destruido por la fuerza de su caída. Y, al fin, empecé a llorar en silencio.
—Todas mis flores bonitas... las haré crecer de nuevo, siempre lo hago. —Su mano se aferraba al dobladillo de mi traje, lo sujetaba como un hombre ahogándose sosteniéndose a una balsa. Me incliné y retiré su mano.
—... Te amaré... por siempre... —me susurró. Incluso ahora mientras lo dejaba morir, no había rabia ni súplicas de piedad ni ninguna palabra para defenderse a sí mismo. Iba a morir en la agonía, la desesperación y el dolor por mí y por todo lo que podría haber sido, y moriría creyendo que había conseguido exactamente lo que se merecía.
Me incliné y lo besé por última vez, un dulce beso para que lo lleve consigo a lo que el destino tenía reservado para él más allá de esta vida.
—Te amo, Vegeta —dije—. Te amo... —Me aparté de él y me alejé tropezando, ciega por las lágrimas; el sonido de sus débiles y rotos sollozos menguaban con cada paso que daba.
Recorrí los alrededores hasta el frente de la casa antes de caer de rodillas, con el sonido de la canción de cuna de Karot-chan como un trueno en mis oídos. Levanté la cabeza y miré hacia abajo a la quieta, silenciosa y muerta capital. Nada se movía allí, nada vivía. Nada.
Y el dragón murió dentro de mí como... como una ráfaga de viento de primavera tirando de mi cabello. No había ningún rugido, ningún arañazo o punzante dolor, ninguna luz. Ella murió llevándose todo el veneno negro de su odio consigo. Su trabajo terminó, su venganza fue lograda. Y ahora... ahora ya no quedaba nada, salvo la loca que había sido Bulma de Chikyuu.
Me puse de pie, enderecé los hombros y miré desde nuestra cima de la colina al silencioso cementerio que fue la capital de un imperio. Me quedé allí durante un largo tiempo, respirando el aire fresco de la mañana, sintiendo el aroma de las últimas flores de hellda del final del verano y de las flores de la luna, de la resina de la madera negra y el olor cobrizo de la tierra debajo de mis pies. ¿Cuántas horas más estaría este planeta en pie? No lo sabía. ¿Cuánto tiempo más podría aferrarme a los últimos hilos desechos de mi cordura? No mucho tiempo.
Tenía una cosa más que hacer, una última tarea y podría descansar.
Tomé el aviador y bajé a la ciudad. Había cuerpos por todas partes, demasiados para hacerles justicia en un mes, así que elegí a uno. Tenía siete años, tal vez ocho. Demasiado mayor para entrar en el claustro, pero seguía siendo un niño pequeño, aunque habría sido muy probablemente un guerrero experimentado. Él tendría... tendría más o menos la edad de Karot-chan ahora si hubiera vivido. Era más pesado de lo que parecía, ya que sus huesos y músculos eran macizos como los de toda su raza. Pero de alguna manera, lo llevé a mi aviador y me lancé a través de los rayos rojizos de la luz del sol de la mañana, densos y brillantes por las cenizas y la tierra que la batalla de ayer había arrojado al cielo. Aterricé en el pico más alto de Vegetasei, que era una enorme columna de granito que se adentraba en el cielo como un cuchillo cincelado a pilar por algún océano muerto hace eones de años atrás. Siempre había sido un símbolo de la fuerza de Vegetasei, de las tribus del norte en particular, debido a que resistió el impacto del cataclismo meteórico hace cinco milenios.
El monte Cho-tal.
Tomó toda la fuerza que tenía levantar al niño hasta el ataúd de piedra. Debería haber apilado ramas de madera negra en torno a él. Debería haber encendido la pira con mi propio ki. No tenía ninguna de esas cosas, así que utilicé el combustible del aviador y una bengala. La idea era que un héroe de Vegetasei debía tener sus cenizas esparcidas sobre toda la faz de la tierra desde esta cumbre, para convertirse en parte de cada acre de este planeta por quien había dado su vida. Era lo mejor que podía hacer por él. Era lo mejor que podía hacer por todos ellos.
Me quedé de pie y vi las llamas lamer su ascenso con los ojos secos, volví toda mi pena hacia mi interior, con no más expresión en mi rostro que la que el padre del niño o su escuadrón de hermanos habrían mostrado si hubieran estado vivos para hacerlo descansar en paz. No podía permitirme llorar, no sobre la pira de todo el planeta de Vegeta. No podía deshonrar las cenizas de una raza guerrera con lágrimas.
No había sonidos ni sentido de cualquier otra persona que estuviera a mil kilómetros de aquí. No sé cuanto tiempo se paró detrás de mí antes de hablar. Él debió haber visto el humo desde donde quiera que la última mayor descarga de energía de Vegeta lo hubiera derribado. Yo solo tengo un ki insignificante, pero en algún momento lo sentí de pie a pocos pasos detrás de mí. Y de alguna manera, supe que había estado a solas conmigo desde antes de que encendiera la pira funeraria del niño, incluso antes de que se adelantara para estar a mi lado mirando las llamas impasiblemente. Su armadura blanca y carmesí estaba carbonizada y fundida en algunas partes. Su larga y pálida trenza de guerrero había sido quemada y lo que quedaba de su cabello se paraba alrededor de su maltratado rostro ennegrecido por el hollín, para enmarcar sus apuestos rasgos de duende como una salvaje llamarada casi saiyayín de marfil enredado.
—Todo esto —dije sin volverme para mirarlo—. No los traerá de regreso, ¿verdad?
—No —respondió tranquilo—, pero ellos tienen su justicia ahora. —Jeiyce de Maiyosh giró hacia mí y me examinó con cansado asombro—. Señora... ¿cómo puede llorar por ellos?
—Amo a algunos de ellos —le contesté en un débil susurro—. Odié a algunos de ellos, pero... pero... —Mi voz disminuyó poco a poco. Sabía que nunca podría hacerle entender y era realmente demasiado tarde para intentarlo.
—¿Dónde está Vegeta? —preguntó después de un momento de silencio.
—Muerto —mentí en voz baja. Fue solo la mitad de una mentira.
—Tú lo mataste. —No era una pregunta.
—No podía dejar que te lo lleves otra vez —suspiré—. Nadie merece lo que habrías hecho con él. Y tú... —Me volví para mirarlo a la cara. Se sentía tan extraño, había tanto entre nosotros y ni siquiera nos concíamos—. Estás enojado porque no pudiste derrotarlo. Porque murió en sus propios términos, a manos de alguien que amaba, de la forma en que un guerrero saiyayín debería. Murió sabiendo que había salvado a su pueblo. Te diré la forma en que todavía puedes derrotarlo si lo quieres conocer.
—Dímelo, señora —demandó. Su rostro lucía tan extraño, atrapado en algún lugar entre la furia y la piedad.
—Encuentra un planeta hermoso y una bella muchacha amable. Cásate con ella y ten otro hijo. Vive en ese planeta con tu nueva familia, ámalos y se feliz. Si lo haces, habrás derrotado a Vegeta, porque él nunca podrá ver a Rom-kun aprender a volar o a nuestro nuevo bebé dar sus primeros pasos, o ver en que clase de hombres se convertirán. Y si lo haces, salvarás tu alma, príncipe de Maiyosh. Aún estas vivo... pero ya te encuentras en el infierno. La condenación real es amar a tu odio por aquellos que te han herido más de lo que amas a cualquier otra persona.
Ni siquiera consideró el camino que le había sugerido. Él ya estaba fuera de sí. Buscó mi rostro con esos negros y perturbados ojos devastados por el odio.
—No puedo detener lo que he puesto en marcha. Debo llevarlo a cabo hasta el final, con sangre. —Pero él levantó lentamente una mano enguantada de negro y me tocó la mejilla con suavidad—. Vine aquí para matarte por tu traición contra la rebelión, Bulma de Chikyuu, pero no eres una traidora, ¿verdad? Fuiste robada de tu planeta y dada en esclavitud a ese carnicero de Raditz, luego robada de él para ser utilizada por una bestia aún más cruel y la única cosa en tu vida que realmente amabas fue asesinada ante tus ojos. He tenido interminables pesadillas desde el día en que Corsaris cayó, de cuan... de cuan terribles las últimas horas de sus vidas debieron haber sido… de Jula y de Jehan, sin embargo, fueron mucho más afortunados que tú. Dejaré que Zabón se salga con la suya. Te llevaré a él para que cuide de ti. No eres una traidora, señora, ellos te hicieron enloquecer.
—Lo sé —dije en un pequeño susurro sin aliento—, pero podría haber sido peor. —Clavé en él una mirada fría que era mucho más lúcida de lo que sentía—. Pude haber terminado como tú. —Él no respondió, creo que no discrepaba conmigo—. No puedo ir contigo —objeté—. Y no puedo morir. Tengo que cuidar de los niños. Los llevaré a algún lugar hermoso. Los criaré como lo hice con Rom-kun, los criaré para ser buenas personas. Tengo que estar allí para ellos y para mis hijos.
—Los hijos de Vegeta... —dijo Jeiyce. Cerró los ojos y todo su cuerpo comenzó a temblar sin cesar. La mano suave en mi mejilla me cogió por el cuello y él abrió los ojos de nuevo. Estaban llenos de odio y un propósito frío. Él estaba tan loco como yo. Me pregunté si se había dado cuenta—. Los hijos de Vegeta no vivirán cuando mi Jehan está muerto —dijo entre dientes—. Los hijos de Vegetasei no vivirán cuando los miles y miles de planetas que sus padres destruyeron son polvo. —Su mano apretó dolorosamente mi cuello—. Dime, señora, ¿cómo podemos atravesar tu escudo? ¡Dímelo!
—No —le respondí con calma.
—Por las buenas o por las malas, preciosa —sentenció—. Me lo dirás por tu propia voluntad o te entregaré a Dodoria. Si él no puede persuadirte de que nos muestres el camino a través de tu escudo antes de que el centro médico despegue, dejaré que extraiga de ti el destino hacia donde ellos huirán en su tiempo libre.
—Jeiyce —le aseguré casi en un tono burlón—. No queda suficiente de mí para la tortura.
—Veremos —contestó.
Un ardiente relámpago azul atrapó el puño que Jeiyce estaba alzando para golpearme y le dio un puñetazo en la cara. El príncipe rojo voló hacia atrás, casi se resbaló por el borde escarpado de la montaña antes de que se detuviera a sí mismo. Hizo una voltereta y aterrizó vacilante ante Zabón, que ahora estaba de pie entre Jeiyce y yo.
—¡Me mintió, bastardo! —Zabón jadeaba—. ¡Dijo que la dejaría en paz!
—Ella conoce el camino para atravesar el escudo, chico —sostuvo Jeiyce con frialdad—. Sabe a donde irán si escapan de Vegetasei. —Se limpió la sangre de la cara y escupió rojo—. Un sacrificio más, Zabón. Un derramamiento más de sangre inocente en nuestras manos y habremos acabado con el último de los monos. Ellos nunca volverán a atormentarnos otra vez.
—Mi príncipe —habló Zabón intentando ser diplomático—. Mírela. ¡Mírela! Ella se perderá a sí misma y nunca regresará si hace que la interroguen. Dioses de la misericordia, ¡Jeiyce, déjala en paz!
Jeiyce se difuminó hacia adelante y lanzó una ráfaga mientras se acercaba. Sentí que daba en el blanco, sentí a Zabón tambalearse hacia atrás contra mí. Y Zabón... dirigió la pistola ki-asesina en su mano hacia Jeiyce y le disparó a quemarropa. Zabón se dobló y cayó sobre mí, tendiéndonos a ambos en la tierra. No sé que le pasó a Jeiyce. Debe de haber sido derribado hasta pasar el borde del acantilado. Después de recibir un sólido golpe del ki-asesino en el pecho, es probable que cayera a tierra con mucha fuerza, sin su ki-escudo para amortiguar la caída.
Me senté y tomé a Zabón en mis brazos. Suspiré y fue un sonido penoso y afligido, incluso para mis propios oídos cuando vi el desastre que Jeiyce había hecho con su pecho.
—Zabón... pobre Zabón... —Yo no sabía que más decir.
—Shhh, amor —dijo—. Es... es mi culpa. Toda mía. —Él me sonrió y vi que su sangre azulada se agrupaba en sus labios—. He traicionado a todos... Scopa... a mi Scopa más que a nadie.
—Lo verás pronto —le susurré.
—No. —Su boca se torció—. Son demasiadas muertes sobre mi cabeza... ¡Escucha! Hay una trampa un poco más allá de la órbita del quinto planeta... un campo de fuerza. No vayas a la velocidad de la hiperluz hasta que estés más lejos.
—Está bien —contesté acariciando su rostro. Incluso cubierto de polvo, lágrimas y su propia sangre, todavía era hermoso. Me incliné y lo besé suavemente—. ¿Estás triste, Zabón?, ¿por todas esas muertes sobre tu cabeza?
—Sí. Sí. —Su voz se fue desvaneciendo y desapareció por su falta de aliento.
—Entonces, dale mi amor a Scopa —le pedí en voz baja. Y murió como un niño dando un último suspiro de cansancio antes de dormir.
Regresé al centro médico. Regresé a mis hijos. Bardock, Nail y Rikkuum me recibieron en la puerta del escudo, sus rostros estaban demacrados y enojados. Yo los había "bloqueado" cuando me fui, al establecer la configuración del escudo para solo reconocer mi firma ki desde el exterior. Pasé por delante de ellos sintiéndome distante, tranquila... y serena. Mi dragón estaba muerta y aunque ella me rompió en pedazos desde el interior, era bueno, tan bueno, haberla dejado irse.
—Zabón está muerto —les comuniqué en voz baja—. Él murió para salvarme de Jeiyce. Creo que lo mató.
—Pobre hombre —murmuró Nail.
Bardock se volvió hacia él con un gruñido como el de un tigre rabioso.
—¡¿Pobre hombre?! ¡Le cortó la garganta a toda mi raza mientras dormían, tonto! Él…
—Él me dijo que hay una trampa un poco mas allá del quinto planeta. —Yo quebré la voz sobre su angustiada rabia—. No podemos ir a la velocidad de la hiperluz hasta que rompamos la burbuja del campo de fuerza allí.
—¿Le crees? —siseó Bardock.
—Me advirtió porque es lo que Scopa hubiera querido. —Di un paso adelante y caí en su amplio pecho, sobre este padre que había matado a mi papá... y de alguna manera tomado su lugar. Sus brazos me rodearon y me capturaron cuando empecé a caerme.
—Bulma...
—Vegeta se ha ido... —suspiré.
No recuerdo el despegue. Supongo que lo hicieron sin mí o tal vez yo solo estaba en piloto automático. Recuerdo ser sostenida sobre el suave y sólido refugio de los brazos de Bardock y sentir el poder de Nail tocándome, después de eso, sondeó los bordes exteriores de mi conciencia para ver que tan grave era el daño.
—Vegeta... —sollocé—. Yo lo dejé...
Y la imagen de mi amado tendido en mi jardín de rosas, con sus ojos empañados de sangre y lágrimas mientras lo destruía y luego lo dejaba morir, atravesó el enlace de curación en la mente de Nail. Él me giró lentamente en los brazos de Bardock, contempló mi pálido rostro y sus ojos se ensancharon con horror y lástima al ver la verdad en mi memoria.
—¿Él sobrevivió a la plaga? ¡Él habría vivido sin un trozo de su poder de pelea, pero habría vivido! ¡Y... y lo dejó morir! Después de que él salvó…
—¡Si eso es así, ella le hizo un favor al muchacho! —dijo Bardock—. Morirá como un héroe de leyendas. ¡¿De verdad crees qué podría haber vivido lisiado y mutilado?!
Bardock me llevó a mi taller, a mis bebés. Me acostó en mi pequeña cama al lado de las vainas de incubación.
—¿Quieres morir, hija? —me preguntó con suavidad.
Se estaba ofreciendo a hacer por mí lo que yo no estaba segura de poder hacer.
—Sí —le contesté, podía decirle la verdad y él lo entendería—, pero no puedo. Tengo que cuidar de mis hijos, tengo que cuidar de Rom-kun y de Trunks. El Dios me explicó... —Era tan difícil hablar ahora—. Tenemos que llegar a Namekkusei.
Pasó una dura y callosa mano por mi cabello, alisándolo hacia atrás, fuera de mi rostro.
—¿Están ustedes vinculados por la luna?
—Él mencionó que fuimos demasiado profundo en el vínculo matrimonial porque la luna estaba muy cerca —le respondí medio dormida—. No un vínculo lunar, pero lo más cercano a este.
—Cuando muera, el enlace puede llevarte con él —indicó en un suave murmullo.
—Está bien —le dije. Necesitaba vivir, pero... sería agradable descansar el sueño de la muerte. Me dormí con él sentado a mi lado, pero me desperté una hora más tarde. Se había acostado y me tenía abrazada; roncaba sumido en el sueño de los exhaustos. Empujé su brazo lejos de mí y me levanté para besar el cristal que me separaba de mis hijos. Rom-kun y... y... el pequeño rey Trunks, el Saiyayín no Ou. Dioses, me gustaría poder abrazarlo solo una vez, pero no puedo esperar.
Eso es todo. Esto es todo lo que me queda. He terminado consumida. No tengo más fuerzas. Voy a descansar en los brazos de Bardock como cuando era pequeña y me metía en la cama de mis padres después de una pesadilla... hace cien millones de años. Voy a hundirme en el fondo de las silenciosas aguas apacibles de la nada y descansaré.
Buenas noches.
Y hubo un silencio ensordecedor. Él presionó el botón de búsqueda del disco de datos para avanzarlo, explorando por algo, cualquier cosa, con las manos temblorosas y los dientes apretados. Buscó. El disco se detuvo después de algunas horas de silencio. Ella... ella debió haber dejado la grabadora prendida. Pulsó el botón de reproducción.
—Bulma-san. —La voz de Nail, suave aunque cada vez más preocupada y más ansiosa, se escuchaba mientras continuaba repitiendo su nombre, pero ella no respondió. La ligera caída de sus pasos saliendo y el silencio.
Botas resonaron en el piso de la cubierta.
—La dejé durmiendo —dijo Bardock, su voz sonaba hueca.
— Ella está despierta, capitán —murmuró Nail—, pero... no está con nosotros.
—¡Qué demonios quieres decir con que no está! —espetó Bardock—. ¡Ella está sentada justo delante de ti, namekkuseiyín! ¡Entra en su cabeza y encuéntrala!
—No puedo. —Fue la respuesta suave—. Se ha retirado tan lejos en el laberinto de su propia mente que no puedo encontrarla. Yo... —Dio un doliente suspiro cansado—. Yo le he fallado. Fallé en mi misión y a mi Dios. Sabía que esto iba a suceder. Le ofrecí un remedio, uno que le hubiera evitado esto y se hubiera llevado gran parte de su dolor, pero no lo permitió.
—¿Qué le ofreciste hacer? —gruñó Bardock—. ¿Limpiar sus recuerdos de los últimos ocho años?
—No... no exactamente —respondió Nail—, pero podría haber atenuado algunos de ellos. Podría haber nublado o quitado por completo los horrores de sus primeros días como esclava del príncipe. Podría haber limpiado los recuerdos de su hijo muriendo ante sus ojos. Esas dos cosas habrían sido suficientes para salvar su mente, me parece. Todavía habría sabido que sucedieron, pero tendría poca o ninguna memoria de lo que pasó. Ella me dijo... dijo que eso la cambiaría. Que nuestras experiencias nos hacían ser quienes somos y perder ese pasado la habría convertido en una persona diferente. Me dijo que creía que intentar enterrar esos recuerdos ella misma, enjaularlos y encerrarlos después de que el príncipe regresó de Avani Trice tan cambiado, había destilado su odio en un ser viviente con voluntad propia.
—¿Eso la ayudaría ahora?
—Ahora pienso que ella estaba en lo correcto al rechazar mi «solución rápida», como la llamó. Los recuerdos nunca se pueden borrar, solamente encerrarlos o nublarlos. Y las cosas que ella había visto y sufrido, vivencias como esas... habrían encontrado un camino hacia la luz algún día, de una manera u otra. Pero...
—¿Pero? —empujó Bardock.
—Tengo otra idea —sostuvo Nail—. Despertemos a su hijo.
—Sí —dijo Bardock después de un momento de silencio—. ¡Sí!
Vegeta reprodujo el disco hacia adelante otra vez, hacia la siguiente pieza de datos de audio.
Y escuchó el sonido de la voz de Romayn suplicando, llorando para que se despertara. Era el sonido más lastimoso que jamás había imaginado posible y siguió, y siguió hasta que Bardock se quebró dando un gemido ronco y levantó al pequeño.
—Vamos, niño —le ordenó con un acento triste.
—¡No! —respondió Romayn y su voz comenzó a elevarse—. ¡No! ¡Mamá! ¡Despierta, mamá, despierta! ¡Despierta!
Bardock gruñó por un repentino y sorpresivo dolor y hubo el ruido de algo pequeño que golpeaba el suelo, y una pelea. Romayn lo había mordido.
—¡Basta, niño! Te estoy sacando para…
—¡No le hagas daño, papá! —El niño pidió claramente.
Silencio... luego.
—Tengo la intención de ayudarla, Romayn.
—No —replicó Romayn de un modo tajante—. Matarla no la ayudará. Mamá está enferma y muy lastimada, pero ella regresará si la dejas. ¡Lo sé!
Bardock no habló durante un largo momento.
—¿Quién lo sabe? ¿Romayn o Kakaroto?
—Yo —respondió el niño.
El suave sonido del crujir de telas y Romayn gritó de alegría.
—¡Mamá! ¡Mamá!
—Si ella puede moverse para sostenerlo, no está perdida para nosotros —declaró Nail—. En cualquier caso, confiaré en la palabra del niño de que puede recuperarse.
—Confiaré en él. —Bardock dijo su acuerdo con voz temblorosa.
—Debemos trasladarla a algún otro lugar distinto de este taller. Podemos trasladar la incubadora del pequeño también. —El débil desplazamiento de Bardock levantándola en sus brazos.
Y silencio.
Y más silencio.
Vegeta: Espacio profundo
El ki prestaba fuerza a los huesos, tendones y músculos, pero incluso sin este, seguía siendo más que un reto para los guerreros chikyuuyíns. Vegeta sonrió de un modo feroz mientras conducía un puño en el estómago del guerrero de cabello oscuro y se burló de la forma en que el hombre dejaba que el dolor se mostrara tan fácil. Yamcha era un guerrero aceptable, físicamente más fuerte que la mayoría de los soldados saiyayíns de tercera clase. Pero había una... una ausencia de voluntad de lucha en el hombre. En ambos senshis de Chikyuu. Yamcha y su hermano de escuadrón, Krilin, entrenaron durante casi una década para hacer frente a la amenaza de otra purga, se habían empujado a sí mismos pasando los límites de su clase y más allá. Luchaban con todo el poder que los Dioses tuvieron a bien darles, sin embargo, no tenían el amor inherente a la batalla por sí misma. Solo la determinación, solo la necesidad. Y en esto, los amigos y parientes de Bulma tenían un desconcertante parecido con los maiyoshyíns, que nunca fueron una raza guerrera hasta que una purga saiyayín... los cambió. Los senshis de Chikyuu vivían en ese estado mental que Vegeta solo había descubierto cuando luchó contra Jeiyce y sus hombres por la vida de Bulma y de todos los niños en el centro médico, un lugar donde la necesidad te hace hacer lo imposible. Ellos vivían allí constantemente o Yamcha lo hacía. Krilin tenía un poco de amor a la lucha por sí misma, pero había una calma en el pequeño hombre que resultaba menos que incomprensible.
El chikyuuyín moreno golpeó el metal plateado del piso de la sala de entrenamiento de la nave con un ruido sordo y Vegeta le hizo una señal a Coran que estaba de pie observando con avidez. Yamcha dejó que lo derrotaran sin trampas. Sin usar su ki, en otras palabras. El hombre había sido, desde el principio, intransigentemente hostil hacia él, aun cuando parecía haber estado muy cómodo con los hijos de Articha y con Rikkuum durante los meses en que Vegeta permaneció en coma. Pero a pesar de su inquebrantable antipatía, no rompió su honor.
Todos los chikyuuyíns se habían enterado con alivio del "efecto secundario" de la plaga, un hecho que Rikkuum dejó escapar en algún momento. El conocimiento permitió que toda la gente que observaba a los saiyayíns con desconfianza y miedo al principio, fueran capaces de soportar su presencia con mayor comodidad.
Yamcha se puso de pie con cuidado y le sonrió abiertamente mostrando un breve destello en sus dientes blancos. No era una sonrisa amistosa. Le había tomado a Vegeta más tiempo del que debería darse cuenta del porqué este hombre que se hizo amigo de Rikkuum y de los hijos de Articha, sin embargo, seguía siendo hostil hacia él. Yamcha... desearía haberlo tratado mejor, la voz de su mujer se hizo eco, con pesar, en su mente.
—Ya he terminado aquí —dijo Vegeta de modo cortante, asintiendo con la cabeza a Coran y a Krilin para que entren al centro si así lo deseaban—. Tengo que hablar con Briefs-san.
—¿En serio? —preguntó Yamcha mirándolo—. No estarás tratando de convencer al consejo de ancianos para que te dejen bajar con el grupo de trueque cuando lleguemos a Soussa, ¿verdad?
Habían pasado seis meses desde que abandonaron a Dodoria y a sus hombres pudriéndose en Chikyuu. Los chikyuuyíns embarcaron todo lo que tenían en cuanto a reservas de alimentos, todo el caudal de víveres encapsulados en los búnkers de Briefs. Los almacenes de la despensa habían sido enormes, lo suficiente para alimentar a casi diez mil bocas durante una década, aunque no eran inagotables. El agua no venía a ser un problema. Chikyuu era un planeta anegado y las cápsulas de Briefs le permitieron a su pueblo llevar suficiente agua para cien años si era necesario. Pero los alimentos se estaban acabando muy rápido.
Por lo tanto, no había otra opción. Tenían que detenerse y reabastecerse. Soussa era una buena elección. Estaba poco poblada y era un planeta de guarnición al borde del imperio. Los nativos no poseían un poder de pelea que contara y ningún lazo con los rebeldes. Eran una cultura agrícola de cazadores-recolectores que vivían casi exclusivamente en el continente sur del planeta. La tropa estaba localizada en el continente norte. Los registros en la computadora de la nave decían que los nativos habían inclinado la cabeza de forma obediente ante sus amos saiyayíns en las raras ocasiones en que se cruzaron y nada más. No era posible que nadie de la Nueva Alianza no se detuviera en Soussa hasta este momento, Vegeta pensó oscuramente. Alguien debió haber llegado para liberar parte de la plaga en ese lugar. Los sensores de largo alcance informaron que la guarnición saiyayín no estaba desierta, lo que significaba que algunos veteranos emprendedores de la rebelión se habían instalado allí. Pero, a pesar de todo, Soussa era la mejor elección en una galaxia con pobres opciones.
—Me voy —anunció Vegeta sin rodeos tragando la refleja oleada de rabia, porque este tonto pensaba que debía responderle—. Tu pueblo no conoce la forma de manejarse ante cualquier sociedad distinta de la suya.
—Has dicho todo eso en la mesa redonda de la semana pasada —dijo Yamcha lleno de impaciencia—. La facción de Satán no escuchó.
—Entonces lo diré una vez más esta noche —replicó Vegeta tajantemente. Él asintió cortante hacia Coran y Krilin para que tomen el próximo combate si así lo deseaban y salió rápido, antes de que perdiera su ya tenue confianza en su temperamento. Estas personas, toda la raza de su mujer, pondrían a prueba la paciencia de un sabio inluyín. Golpeó el control de elevación en la puerta escudo de la sala de entrenamiento y casi pisó a la pequeña figura que estaba sentada pacientemente afuera. Bajó la mirada hacia el rostro terco debajo de una mata de cabello negro despeinado y reprimió una sonrisa. La cachorra de Satán.
—Lárgate, niña —le ordenó Yamcha sin darle importancia mientras pasaba a Vegeta a través del arco de la puerta—. Tu papá nos mandará al diablo de nuevo si te atrapa aquí.
—No hasta que me muestres cómo —respondió ella mirando al guerrero chikyuuyín mas moreno con enojada determinación.
—Escucha. —Yamcha se detuvo y suspiró sobre la niña esbozando una cansada media sonrisa de condescendencia—. No puedo enseñarte mientras estemos en la nave. Y aunque estuviéramos en el cielo abierto, las probabilidades son una en un millón de que seas capaz de…
—¡Enséñame a volar, grandísimo idiota! —pidió ella de un modo estridente.
Detrás de él, Krilin y Coran comenzaron a asfixiarse por la risa contenida. La niña iba todos los días a sus sesiones de entrenamiento, perseguía los talones de Yamcha ni bien salía y siempre terminaba lanzándole maldiciones al hombre cuando éste se negaba a cumplir con su demanda.
Ella tal vez era dos años mayor que Romayn y muy... muy saiyayín en sus estados de ánimo e intereses. A Vegeta le resultaba difícil asociar a esta niña con el tonto de su padre; de hecho, no se habría sorprendido si alguien le decía que la difunta madre de la mocosa había sido menos que fiel al peludo fanfarrón en los meses anteriores a la concepción de su cachorra.
—Sabes —dijo Krilin sonriendo abiertamente ahora—. Si solo le das unas cuantas lecciones, Yamcha…
—Si solo le doy unas cuantas lecciones —respondió Yamcha con impaciencia—. Voy a tener que escuchar a su padre insultarme por el próximo año acerca de porqué él es el único que entrenará a su niña y no un «vistoso charlatán volador» como yo. Y ella no será capaz de aprender a volar así le dé un centenar de clases.
—Rikkuum-san asegura que puedo —mencionó la cachorra en voz baja.
Vegeta frunció el ceño y se puso de cuclillas a la altura de los ojos de ella.
—¿Qué asegura Rikkuum, niña?
Ella lo observó con una mirada clara y abierta que no le guardaba ningún miedo. Todos los otros cachorros chikyuuyíns huían aterrados ante la vista de su cola.
—Rikkuum-san estaba en nuestro lado de la nave hace dos días —respondió—. Le pregunté y me aseguró que soy lo suficientemente fuerte como para volar. Asegura que yo puedo aprender a hacer ráfagas de ki y todo, si alguien me enseña como hacerlo. Él hizo una prueba de poten... potetil... um... —Frunció el ceño tratando de recordar la palabra.
—¿Una prueba de potencial de ki? —murmuró Vegeta.
Ella asintió alegre.
—Eso fue todo. Y dijo que soy más que bastante fuerte y puedo aprender a volar muy bien, y él es mucho más fuerte que tú, Yamcha-san. ¡Así que lero, lero candelero! —Y le sacó la lengua al senshi de Chikyuu.
Yamcha tomó una respiración profunda y le lanzó una mirada furiosa a la niña, enojado, pero incapaz de demostrarlo sin arriesgarse a la penosa vergüenza de ser arrastrado a una pelea de insultos con una niña.
—Voy a tomar una ducha —gruñó y se fue rápido.
Vegeta se puso de pie y se alejó en la dirección opuesta hacia su propia habitación para limpiarse antes de que la mesa redonda se reuniera. No había recorrido menos de cincuenta metros cuando escuchó las ligeras pisadas de las pequeñas botas de la niña detrás de él. Se volvió y notó con una sonrisa interna como ella no se inmutó ante la mirada fría y dura que le ofreció.
—No soy un profesor, niña. Si Rikkuum se tomó el tiempo para hacerte una prueba, déjalo que te entrene también. Él tiene una gran cantidad de experiencia enseñándole a mocosos el arte de la guerra.
—¡No puedo! —exclamó ella enojada, casi lastimeramente—. Papá se enteró y lo echó de nuestras áreas comunes. Papá le ordenó que no vuelva y que no hable conmigo nunca. ¡Quiero aprender, Vegeta-san! Papá me enseñó todo lo que sabe, pero no me deja que aprenda de nadie más. ¡No es justo! —Estampó su pequeño pie en el suelo. Era una pobre expresión de toda su voluntad de lucha, de la desesperada necesidad de volverse más fuerte rugiendo dentro de su pequeño cuerpo. Vegeta sintió una enferma repugnancia por su idiota padre florecer dentro de él ante el pensamiento de que cualquier criatura con tanto amor por la batalla sea innecesariamente paralizada de alcanzar su pleno potencial.
Ella debió ver el ablandamiento de su estado de ánimo en su rostro, porque dio un paso hacia adelante con entusiasmo.
—Le puedo pagar —dijo.
—¿Con qué puedes pagar, niña? —preguntó él dándole una sonrisa de suficiencia.
—Mi perra Gekko tiene una camada de cinco cachorros nuevos —declaró con orgullo—. Si usted me muestra como volar, puede tener uno, pero tienen que crecer un poco más primero antes de que sean destetados. Todavía tienen sus ojos cerrados ahora. ¿Le gustan los perros?
—Sí —respondió Vegeta en voz baja. No le temía a la fanfarrona ira de Satán. Si el hombre lo molestaba demasiado, lo tiraría a través de la mampara y... él no tenía ningún compromiso urgente, ¿verdad?—. Yamcha tiene razón en que es mejor estar en cielo abierto cuando se está aprendiendo a volar. Yo te enseñare, aunque solo después de que aterricemos en el planeta que será el nuevo hogar de los chikyuuyíns. Esa es mi oferta.
Ella lo estudió mientras tragaba lágrimas de agradecimiento, pero con la misma rapidez las obligó a alejarse y lo miró con el rostro estoico y sin expresión. Vegeta se sobresaltó al darse cuenta de que estaba imitándolo concientemente hasta en su rostro en blanco, luego la niña se inclinó despacio, a la manera formal de su pueblo. Su pequeña cabeza reapareció y vio sus oscuros ojos llenos con una especie de agradecida adulación que lo hizo sentir muy incómodo.
—Arigato... sensei. —Ella se dio la vuelta y corrió.
Venían en tantos tipos, mentalidades y colores, éstos chikyuuyíns, él reflexionó. Era increíble encontrar tanta variedad dentro de una sola especie. Y más sorprendente encontrar a alguien como la cachorra de Satán, que podría pasar por una mocosa saiyayín en todos los sentidos, excepto por la falta de una cola. Empujó a un lado esos pensamientos. Debía concentrarse, se dijo mientras se duchaba en las habitaciones del cuartel que compartía con los hijos de Articha y Rikkuum. Ya no contaba con la fuerza que obligara a estos idealistas y confiados chikyuuyíns suicidas para que lo obedezcan, así que tenía que ser inteligente y persuasivo. Debía hacerlos escuchar y entender que serían vistos como un maravilloso botín de mano de obra esclava gratis por la mayoría de las razas con tecnología espacial que dominaban los sectores del espacio del que una vez fue el imperio saiyayín. Salió de la ducha predispuesto a la calma, dispuesto a que su mente se concentre en su propósito de esta noche. Si perdía los estribos... ellos solo verían el miedo que le tenían y no escucharían sus palabras. Se vistió de forma mecánica con el atuendo de los chikyuuyíns que él, Coran y Okuda decidieron usar en lugar de sus armaduras. Era suave y no brindaba ninguna protección en lo absoluto, y lo hacía sentir desnudo por la falta del familiar elástico negro de un traje de combate y el reconfortante peso de la armadura de acero y ardantium. Pero conseguía que el pueblo de Bulma se sintiera menos nervioso en su presencia dentro de los confines a menudo claustrofóbicos del oxidado y obsoleto portatropas maiyoshyín, que era el hogar de todos ellos en la actualidad. Él miró fijamente en el espejo al extraño rostro sombrío del que fue el príncipe del imperio más grande que la galaxia había conocido, del que una vez había sido un hombre orgulloso y fuerte que vivía lleno de esperanzas gracias a todas las innumerables mañanas que compartiría con su mujer a su lado, con Romayn, que crecería más fuerte cada día, a quien colocaría junto a su heredero para que fuera el brazo derecho del imperio cuando llegara a la edad adulta...
Cerró los ojos y empujó sus rostros lejos. Si pensaba demasiado profundamente o demasiado tiempo en la historia, la historia de ella, si se permitía soñar con todo lo que podría haber sido, él... él se caería en pedazos.
Así pues, seguía adelante y luchaba su camino a través de cada día con una diminuta pizca de esperanza sujeta a su pecho como una cuerda de vida. La esperanza de que la encontraría, que le traería este inesperado regalo de su familia y sus amigos mucho tiempo muertos para ella. La esperanza que no sería demasiado tarde para salvarla, para sacarla de esa silenciosa prisión de su locura.
A veces, él pensaba mientras se dirigía al comedor central de la nave que Briefs y los otros ancianos chikyuuyíns requisaban una noche a la semana para mantener un consejo abierto, a veces soñaba que tocaba los débiles y distantes hilos de sus pensamientos. Que veía las imágenes a través del filtro de sus ojos, del rostro de Bardock, de Romayn y... que veía su sonrisa, sana y completa, mientras mecía a su hijo en sus brazos, mientras cantaba esa tonta canción del ruiseñor que Romayn prefería tanto. Pero eran fantasías, lo sabía. Los sueños eran más crueles que el látigo de un torturador a veces y los dulces sueños imposibles eran los peores.
Entró en el comedor con la espalda recta y la cabeza en alto, cada gesto era calculado para transmitir realeza y autoridad. Los ancianos chikyuuyíns lo miraron con cautela y la gente común, que presionaba en torno a la mesa circular del consejo y a través de las puertas a rebosar, murmuraron entre sí.
—Vegeta —dijo Briefs de forma amigable, su suave rostro de erudito no revelaba nada, lo que significaba que algo muy importante iba a ser decidido—. Estábamos a punto de empezar a acordar quien irá a la superficie del planeta con el grupo de trueque mañana.
—Yo iré —declaró Vegeta levantando un poco la voz para que llegara a todo el pasillo. Yamcha lo miró sin expresión como un hijo de Vegetasei desde donde se encontraba detrás de la silla de Briefs, intercalado entre Krilin y Coran. Rikkuum se alzaba al otro lado de Krilin y parecía incómodo y confuso. Okuda se ubicaba un poco apartado, observando desde donde estaba rodeado de varias mujeres jóvenes.
Él no hacía nada para alentar a eso, pero de acuerdo con Coran, ellas perseguían a su silencioso hermano más joven día y noche, y peleaban entre sí como gatas desesperadas por un lugar en su cama.
«Es la "mística del chico malo"», Krilin le había dicho a Vegeta, un tanto sombrío, «el hecho de que ustedes tres se ven peligrosos y son de la misma raza que purgó Chikyuu excita a algunas chicas».
Pero ahora, Satán lo miraba furioso desde debajo de sus espesas cejas negras.
—Sabemos lo que quiere, príncipe de Vegetasei. —La baja y profunda voz de Satán atravesó la habitación como el parlamento de un actor entrenado—. Y estoy en contra. ¡No voy a ceder un pelo en esto, Briefs!
—Satán —dijo Vegeta manteniendo la voz neutra, aunque retirando el sufijo honorífico del nombre del hombre. Él observó las manos del chikyuuyín de pesadas cejas apretarse de ira—. Esperábamos, basados en los informes de los sensores de largo alcance, que no hubiera nadie para recibirnos en Soussa distinto de la población autóctona; pero a partir de ayer, los análisis más recientes revelan que el sistema tiene un moderado tráfico espacial. Si lideras el grupo de trueque con quien quiera que encontremos que haya tomado posesión de Soussa, ¿como les harás frente, Satán?, ¿cómo tratarás con una casa de comercio de estafadores, Demonios Rojos, avariseiyíns, o con cualquiera de las miles de razas que podrían haber capturado este planeta como pago por sus labores para la rebelión? Serulia se encuentra más cerca de este planeta en los mapas estelares. Dime, Satán o Briefs-san, o Goma-san, o cualquier persona aquí, ¿qué harán si un seruliano les ofrece la hospitalidad de su casa?
—¿Este... decir qué no? —preguntó Krilin, su nariz chata se arrugó debido al interés.
—Si aceptas su hospitalidad, te ofrecerá a sus esposas por la noche. Es una cortesía común entre los serulianos. Pero tu especie es mucho más débil en lo físico que el seruliano más frágil y sus hábitos de apareamiento son notablemente violentos. No sobrevivirías al encuentro, pero negarse es un insulto mortal.
—O podríamos arrojarles a Rikkuum a ellas —sugirió Krilin—. Él es muy muy fuerte. —Alzó el brazo y le dio una palmada al hombre grande en el hombro—. ¿Qué te parece, chico grande? ¿Quieres aceptar el desafió por el equipo?
—Yo... —Rikkuum se puso rojo—. No soy hábil con las mujeres.
Vegeta sintió que sus labios amenazaban con dar un tirón y vio que Yamcha e incluso Satán luchaban por no sonreír también. El pequeño guerrero Chikyuu tenía un don innato para difundir la tensión.
—Está bien —dijo Yamcha—. Has dejado clara tu postura, príncipe Vegeta. Sé que Briefs-san está de acuerdo contigo y puedo ver la lógica en lo que estás diciendo. Pero permíteme hacerte una pregunta. —Él barrió su mirada hacia atrás, incluyendo a Coran y a su hermano. Okuda se había adelantado en silencio para pararse al lado derecho de Coran—. ¿Qué harán los tres cuando se sienten en la mesa de trueque de este seruliano o quienquiera que sea y él comience a regodearse sobre la caída de Vegetasei, o hable de lo divertido que fue el "gran circo de Shikaji" la última vez que estuvo allí? —Vegeta estaba en silencio, pero todos sus músculos internos se habían tensado de rabia anudada al imaginar tal encuentro. Contuvo la respiración y la liberó muy lentamente antes de hablar.
—Puedo dominar mi odio por el hombre con quien tengo que sentarme a la mesa tan bien como tú —contestó irritado y sintió una gran cantidad de satisfacción de que el comentario mordaz no había pasado desapercibido para Yamcha o para los otros ancianos alrededor la mesa. Vegeta se encontró con los ojos furiosos del guerrero de Chikyuu y reprimió una vez más la furia de que este hombre, esta presumida excusa débil de un guerrero, debiera cuestionar su control de…Tomó una respiración profunda más y juntó sus dientes afilados. Nada de esta agitación interior se había mostrado en su rostro o en su postura. Outtoussama habría estado orgulloso—. Dodoria no es el único líder rebelde que tomará planetas otrora del imperio «bajo su ala». La fiebre está en cada oportunista con una docena de guerreros a sus órdenes para apropiarse de tantos planetas como les sean posibles y erigirse en un pequeño dictador. El imperio está... no está más, pero la naturaleza aborrece el vacío. Esta nueva alianza no va a durar. Pronto los enemigos de Vegetasei comenzarán una guerra entre sí para ver quien será el nuevo amo de la galaxia.
—Conozcan al nuevo jefe que es igual al antiguo jefe —comentó en voz baja Krilin.
—Bueno, vayamos al grano y resolvamos esto ahora para que podamos dormir un poco. Mañana va a ser un gran día. —Briefs sonrió en torno a todos los demás, su amable y paternal sonrisa suavizó los rostros de incluso los más tensos miembros del consejo—. Satán-san, a menos que puedas memorizar varios cientos de costumbres, tratados y convenciones culturales entre hoy y mañana por la mañana, creo que tendrás que estar de acuerdo en que necesitamos que Vegeta esté en la comitiva. —Satán gruñó, parecía muy disgustado, pero asintió de una forma poco caritativa—. Yamcha y Krilin irán también, y creo que Rikkuum tendría que ser restringido físicamente para evitar que siga a Vegeta, así que lo llevaremos también.
—¡¿Nosotros?! —Vegeta frunció el ceño molesto cuando se dio cuenta de que él y Yamcha habían dicho la misma palabra en el mismo aliento.
—Hay algunas partes de los estabilizadores de hiperluz en los motores de la nave que tengo que sustituir —informó Briefs—. Okuda me explicó hace unas semanas que los reguladores cuánticos están peligrosamente desalineados. Nosotros no hemos dejado la velocidad de la hiperluz ni una vez en seis meses, mis amigos, para evitar encontrarnos con alguien que pudiera hacer preguntas incómodas sobre como conseguimos esta nave maiyoshyín. Hay varias cosas que implican la integridad de los motores, que están más o menos descompuestas y tenemos que conseguir las piezas para eso ahora.
—Okuda puede ir con el grupo de trueque en lugar de usted —indicó Vegeta.
—Puedo —dijo Okuda—. Pero... en unos pocos meses, Briefs-san ha adquirido una mejor comprensión de la mecánica cuántica de la que yo jamás alcanzaré. Si él debe conformarse con una parte que es similar o construir lo que necesitaremos a partir de cero, tiene que estar allí para revisar lo que sea que guarden en stock y ver lo que se puede ensamblar a partir de esas piezas.
Los ancianos votaron y mientras Vegeta esperaba, se encontró con los ojos de Yamcha por encima de la mesa. Briefs obtuvo lo que quiso. Satán se quejó y murmuró entre su propia gente, pero no interfirió contra él cuando la moción de Briefs fue aprobada por la mayoría. Vegeta nunca había visto una manera más estúpida, inútil y peligrosa de gobernar a un pueblo, pero el anciano no podía ser persuadido de admitir que debía liderarlos con una ley, la suya. Briefs no le quitaría a su pueblo la voz para determinar su propio destino y conducirlos él mismo. Eso era una locura.
Esperó hasta que los últimos observadores salieron en fila, antes de volverse hacia el anciano con un gruñido.
—¡Se pondrá en peligro! —espetó.
—¡Él tiene razón! —acordó Krilin—. Jisan... no podemos perderlo. No tenemos ninguna manera de saber lo que encontraremos allí.
Pero Vegeta empezó a sentir que toda su rabia iba desapareciendo cuando observó los suaves y eruditos rasgos del anciano fundirse fuera de la fácil máscara de buen carácter que había estado usando durante toda la mesa redonda. Su rostro estaba demacrado y cansado, y se notaba un marcado endurecimiento en su mandíbula que Vegeta conocía bien. En su mujer, esa expresión significaba que la discusión era inútil.
—¿Qué tan grave están los motores? —le preguntó lentamente.
—Muy graves —respondió Briefs—. Han estado sangrando refrigerante de plasma durante casi un mes y... —Miró a los rostros absortos de los hombres más jóvenes—. Hay algo más que Okuda acaba de descubrir hoy. Sabíamos que había algo sospechoso en la forma que Soussa parecía estar casi desierta hace dos meses y luego repentinamente pegó un salto cuando tomamos nuestro último par de lecturas con los sensores. Los estabilizadores cuánticos están kaput, muchachos. Hemos estado aprovechando el vacío de la succión de la velocidad de la hiperluz casi desde que nos fuimos. Dejamos Chikyuu hace seis meses subjetivamente, pero hemos ido ganando tiempo en una relación de alrededor de seis a uno en el espacio real. Para nosotros, han pasado seis meses; para todos los demás en la galaxia, han sido un poco más de tres años y medio. —Observó los rostros atónitos de los hombres y asintió con gravedad—. Si no solucionamos el problema ahora, muchachos, seremos un caso perdido dentro de un mes.
Por supuesto, Vegeta pensó furioso mientras caminaba de regreso a sus cuarteles. Debería haber sabido que esta nave se desmoronaría. Era un viejo carguero de la casa Maiyosh convertido en un portatropas después de la caída de Maiyosh Prime, utilizado en la guerra de guerrillas de Jeiyce contra los saiyayíns durante los largos años de la resistencia, y luego, a través del curso de la guerra. Era un milagro que la tonta cosa se mantuviera unida tal como lo había hecho. Se acostó en su litera, su mano se desvió hacia el disco de datos del diario de su mujer colocado al lado de su cama con un código de bloqueo en el minicomputador. ¿Tres años? Dioses…
Se sentó, estabilizó su aliento y miró el minicomputador como si fuera una víbora venenosa. Tres años. Y en todo ese tiempo, no escuchó el diario ni una vez. Al final casi rompió su voluntad de vivir, lo dejó en un estado de…
A menos que no fuera el final. Romayn había dicho que, con el tiempo, ella se recuperaría.
Se inclinó y pulsó el botón de reproducción.
Nada. Silencio.
Por supuesto. Recostó la cabeza sobre la almohada y cerró los ojos.
—Señora... —susurró. No podía llorar. Existía un tipo de dolor y pesar más allá de cualquier expresión física. Él viviría, él vendría a ella con su gran regalo. Haría lo correcto, si las manos mortales eran capaces de hacer reparaciones por todos sus pecados. Y luego... luego se iría y la dejaría en paz—. Señora, te encontraré. —Volvió a susurrar y se durmió.
La tensión nerviosa entre los omóplatos se hundió en sus huesos en el instante en que puso un pie en Soussa. El nuevo amo del planeta, el sobrino nieto más joven del anciano Hadshi de la casa bancaria de Serulia, era un hombre sonriente y locuaz llamado Zandu.
Él había enviado una cordial, incluso ansiosa contestación de regreso al portatropas, en respuesta a la solicitud de los chikyuuyíns de aterrizar con un pequeño grupo de trueque.
Ahora, sentado con las piernas cruzadas sobre una alfombra seruliana de intrincados adornos y terriblemente incómoda por los bordados con cuentas, y con su cabeza llena por el humo perfumado del incienso y los fogones de leña, Vegeta podía ver que el hombre salivaba bastante ante la perspectiva de estafar a un grupo de confiados pueblerinos con cada fragmento de tecnología y riqueza potencial que pudiera. Los pocos pequeños artefactos que Briefs había presentado casualmente como una oferta inicial hizo que los ojos debajo de las oscuras y pesadas cejas del seruliano brillaran de emoción. Vegeta se sentó en silencio y vigiló detrás de la máscara de su disfraz holográfico chikyuuyín, como el padre de Bulma fingía temblorosa semisenilidad y agitaba sus propias cartas escondidas bajo los brillantes ojos del comerciante: una red de sensores que podían detectar y aislar partículas del tamaño de un pulgar en el borde del sistema solar de Soussa integrado a un catalizador de decapsulación con la fuerza para decapsular cualquier cosa —como por ejemplo un arma nuclear de plasma— que golpeara la red de los sensores. En estos días de incertidumbre política, Briefs estaba literalmente ofreciendo como incentivo un premio más allá del precio frente al seruliano.
—Hemos sido un pueblo con tecnología espacial por menos de cinco años. —Briefs le explicaba a Zandu mientras bebía sin ahogarse de la taza caliente de kaval que una de las esposas del seruliano le ofreció. Vegeta no podría haber hecho lo mismo. La bebida seruliana hacía que la mayoría de las otras razas sintieran nauseas hasta el punto de anular sus bazos. Ottoussama había creído firmemente que esa era la razón por la que los serulianos servían la bebida como una atención social habitual a los alienígenas durante las negociaciones comerciales y bancarias. Un hombre que trataba de no vomitar con desesperación nunca estaría en su máxima capacidad. Briefs realmente sonrió mientras terminaba su taza.
—¡Mi Dios! Sabe casi igual a café fresco recién molido. ¿Puede darme otra taza, querida? —La esposa de Zandu parpadeó sorprendida y le sirvió una segunda taza, obediente; su piel verde profundo se ruborizó a un tono más oscuro cuando el anciano le hizo un guiño—. Pero como le decía, Zandu-sama, habríamos estado perdidos cuando el centro de la tormenta de meteoritos golpeó nuestro planeta, si este carguero abandonado no se hubiera desviado de manera fortuita a nuestro sistema un año antes. Lo arreglamos lo mejor que pudimos y buscamos un nuevo hogar. Pero como se puede ver, todavía necesita un poco más de trabajo. Nuestra principal preocupación es que nos estamos quedando sin provisiones.
—¿Y los soldados a bordo? —El soldado armado de piel roja de Zandu preguntó, sus duras facciones eran intensas—. ¿Alguien quedó vivo?
—Nadie —mintió Briefs y puso una cara de tristeza—. Tenía una enorme brecha en el casco que debió haber destruido el soporte central vida. Parecía que las personas a bordo habían estado luchando.
—Encontramos soldados de tu raza, Horda-san —añadió Vegeta con una suave voz diferente y observó la forma en que los ojos del enlace maiyoshyín destellaron con recelo. Era un cuento probable, sin embargo. Demasiadas naves se perdieron durante las más acaloradas batallas de la guerra, era imposible llevar la cuenta de todas ellas—. Y había cuerpos de sus grandes enemigos, los saiyayíns, también. Ellos debieron destrozar la nave mientras luchaban adentro. No lo sabemos a ciencia cierta. Los registros fueron volados en pedazos junto con el soporte de vida.
—O ustedes los borraron —dijo el maiyoshyín sin rodeos. Zandu habría hablado, pero el Demonio Rojo lo interrumpió con un brusco movimiento de su mano, lo cual resolvió la pregunta en la mente de Vegeta en cuanto a quien estaba en verdad a cargo de este planeta. Al parecer, la Nueva Alianza había asignado una unidad de guerreros maioyoshyíns en cada planeta "protectorado", independientemente de la raza que reclamó el sistema como parte de su botín de guerra. Eso quería decir que Jeiyce trataba de consolidar la autoridad maiyoshyín poniendo a todas las otras razas como miembros subordinados en el nuevo orden. Horda todavía lo observaba con la misma penetrante mirada dura, pero ésta estaba libre de desprecio, a diferencia de las miradas de los otros guerreros maiyoshyíns que se situaban cerca al hombro de su capitán. Sus burlas mal ocultas le dijeron más elocuentemente que cualquier palabra, que Vegeta era menos que un hombre porque no tenía poder de pelea. Él sintió sus manos apretarse en puños.
—No necesitaban molestarse —prosiguió Horda sin reproche—. Si pensaban que alguien podría leer los registros y le quitaría esta nave a su pueblo. Desechamos todos los cubos oxidados de esa marca y modelo tan pronto como tomamos las fábricas de naves en Arbatzu y las pusimos a funcionar de nuevo. ¿Saben sobre la guerra, entonces? ¿Cuánto tiempo han estado monitorizando las trasmisiones de noticias de hiperluz?
—Desde que encontramos la frecuencia en el explorador de comunicaciones de la nave —respondió Vegeta—. Dimos a esa parte del espacio un gran rodeo hasta estar seguros de que la guerra había terminado. No deseábamos quedar atrapados en una batalla.
—Movimiento inteligente. —El Demonio Rojo rio entre dientes, sus rasgos duros se relajaron en una actitud más amigable—. Los monos debieron acabar con su nave. —Él miró a Briefs de nuevo y a la red de sensores de demostración en las manos del anciano—. O tal vez no. Usted remendó un carguero que voló en pedazos, se escabulló por el otro lado de un oscuro sector inexplorado del espacio y diseccionó, reconstruyó y readaptó la tecnología de las cápsulas que encontró a bordo de su nave.
Zandu asintió con una sonrisa impaciente.
— Si su pueblo es una raza que conoce bien las naves espaciales como parece, no tendrán ningún problema en encontrar un contrato en Arbatzu o incluso en Shikaji. De hecho, podría enviar una carta de presentación con usted si se decide por Shikaji. Mi primo segundo es un jefe de comercialización menor de una pequeña compañía de armas allí.
Shikaji. El nuevo centro del gobierno de la Nueva Alianza y el hogar del gran circo.
—Abordaremos la cuestión en nuestro siguiente consejo de ancianos —dijo Briefs aparentando hábilmente estar intrigado—. No podemos seguir viajando para siempre, eso es seguro.
—Shikaji es donde han aprisionado a los últimos de sus grandes enemigos, ¿no es así? —La pregunta de Vegeta no era calmada. La agobiante vergüenza de que había conocido durante medio año lo que su pueblo estaba sufriendo y que era incapaz de ayudarlos no le permitió mantenerse en silencio—. Solo vimos sus cadáveres cuando rescatamos la nave, ¿cuántos quedan vivos?
—No tantos como habían —contestó Horda con una voz carente de inflexión—. Una gran cantidad de ellos desearon sus muertes después de un tiempo y simplemente murieron enseguida. Nadie ha encontrado a ningún nuevo superviviente de la plaga en un par de años. Yo diría que hay menos de cincuenta o algo así en el circo ahora. —Sus labios se torcieron reprimiendo el desagrado—. Si ustedes quieren ver a un saiyayín vivo, es mejor que vayan a Shikaji pronto. Lo más probable es que se extingan en un año.
Zandu parecía enfadado e intranquilo.
—Eso no es del todo cierto, capitán. En algún lugar, escondidos en las profundidades del espacio, mis amigos, en algún planeta desconocido, hay aproximadamente treinta mil cachorros saiyayíns aún vivos. Encontrarlos ha sido y seguirá siendo la preocupación más importante de Jeiyce-sama desde que terminó la guerra. Nadie en la galaxia podrá estar tranquilo hasta que el último de esa monstruosa raza sea asesinado. Si no los encontramos ellos… —Él se estremeció dramáticamente.
Horda asintió con solemnidad.
—Si no son encontrados, ellos volverán para vengar a sus padres un día. Y la guerra comenzará de nuevo.
—Un guerrero, incluso un pequeño cachorro —explicó Zandu—, podría arrasar un planeta entero en tres días. Gracias a los Dioses que ustedes nunca se toparon con ellos. Eran terribles, ¡terribles!
—Siento haber traído recuerdos desagradables —dijo Briefs en un tono amable—. Mi hijo solo tenía curiosidad por la guerra y todas las cosas que hemos oído en los canales de noticias, pero que nunca vimos. —Él se rascó la cabeza pensativo—. Entonces, sobre estas pequeñas baratijas mías. Tuve tiempo esta mañana para revisar el inventario que nos envió acerca de todos sus suministros tecnológicos y creo que podríamos intercambiar la red de sensores y uno o dos otros artilugios que he construido por digamos... hmm... una carga completa de alimentos concentrados y por... una docena de pequeñas piezas de su almacén de tecnología. Tengo una lista aquí.
Zandu estudió la lista por un momento y sus ojos bailaron con codiciosa alegría. Luego levantó ambas manos magnánimamente y sonrió.
—Haré de una vez el intercambio, Trunks-san —habló de un modo cordial—. No suelo renunciar a la alegría del regateo por cualquier precio, pero su difícil situación, el valor y la creatividad de su pueblo han tocado mi corazón. ¡Es un trato!
—Ahora viene la parte difícil. —Briefs les informó mientras Vegeta se acercaba a su lado fuera del hedor del humo del pequeño palacio del seruliano—. No podemos reparar los estabilizadores cuánticos en gravedad cero.
—Así que tenemos que correr el riesgo de aterrizar —añadió Yamcha, tenso, mirando a su alrededor a los aburridos soldados serulianos y a los maiyoshyíns ocupados en sus tareas y jugando tridados. Habían demasiados para tener una pelea—. Si tan solo una persona abre la boca y…
—Nadie abandonará la nave —declaró Vegeta de un modo tajante.
—La gente de Satán-san están vigilando las salidas en caso de que alguien sienta la tentación de ir a explorar —dijo Briefs.
Una hora más tarde, Vegeta se encontraba de pie al lado del capitán maiyoshyín, Horda, observando al carguero aterrizar y posarse en las hojas azul verdosas del paisaje pantanoso que les rodeaba. Briefs asintió con un gesto de alegría hacia él mientras educadamente hacía pasar a dos soldados maiyoshyíns de aspecto aburrido que se habían ofrecido para cargar la mayor de sus piezas desde el depósito de suministros de tecnología hasta la entrada principal del hangar de carga del portatropas. Los hombres de Satán se encontraron con ellos en la entrada y tomaron la carga de comida y piezas tecnológicas a partir de ahí. Briefs estuvo en lo correcto al pensar que Zandu no tendría los reemplazos exactos que necesitaban, pero él había compilado una lista de instrumentos y mecanismos que podían encajar en el lugar que debían. La ventaja de esto era que los serulianos no tenían idea de que reparaciones eran necesarias o en cuan graves apuros estaban los chikyuuyíns.
—Nunca he visto a nadie estafar a un seruliano en mi vida —comentó Horda en tono familiar. Él capturó la atención de Vegeta, luego puso su rostro en blanco y sonrió. Era una expresión honesta, irónicamente divertida y... amigable. La expresión parecía extraña en su rostro duro, como si Horda hubiera tenido muy poco por lo que sonreír en un tiempo muy largo—. No te preocupes, muchacho, no estoy aquí para ayudar a Zandu a ser más rico de lo que ya es. ¿Puede tu padre arreglar cualquier tipo de problema mecánico con el que la nave haya bajado?
—No hay nada que él no pueda arreglar —dijo Vegeta, estaba siendo honesto.
—Me sentía preocupado por tu pueblo al principio —sostuvo el maiyoshyín—. Hasta que vi ese aparato sensor y observé a Trunks-san trabajar al viejo Zandu como un profesional. —Él se rio entre dientes—. Ahora, me pregunto si tu raza no establecerá su propia nueva casa de comercio en unos pocos años. Me di cuenta de que la mitad de tu grupo parecen tener lecturas de ki bastante altas, pero tu padre no. Y tú no registras en los rastreadores nada en absoluto. —Vegeta se tensó visiblemente y el Demonio Rojo lo observó con astucia—. Te mueves como un guerrero, muchacho. Puedo decir con solo mirarte caminar que has entrenado en las artes de la guerra toda tu vida. ¿Qué pasó?, ¿fue alguna lesión?
—No te equivocas —contestó Vegeta tratando de ser cuidadoso. Tenía que alejarse de este bastardo rojo ahora, antes de que perdiera el último trozo de su autocontrol y se lanzara sobre el hombre, con o sin poder de pelea—. Me lesioné... cuando el primer meteoro golpeó nuestro planeta. Ya no tengo ki. —El sabor de esas palabras era amargo como cenizas funerarias.
—Todo ser vivo tiene ki, muchacho —afirmó Horda, su plano y preocupado rostro se concentró—. Eso compone tu propia fuerza de vida. La única forma en que podrías no tener ki es si estuvieras muerto. —Vegeta se quedó en estado de shock en silencio mientras el hombre mayor le sonreía como si fuera un tío amable—. Cuando era joven, los saiyayíns purgaron mi planeta natal, Maiyosh Prime. Sobreviví, pero me di un golpe en la cabeza que pareció extinguir mi poder de pelea para siempre. Sin embargo, lo que los médicos llaman los "centros de ki" del cerebro de un guerrero son solo canales para tu poder, joven Trunks. Todo el poder de pelea que los Dioses te dieron sigue ahí, solo tienes que entrenar a tu cerebro para dirigirlo de manera diferente.
—¿Cómo… ? —Vegeta tenía la boca seca. Había abandonado la esperanza y considerado todo lo que fue como perdido para siempre—. ¿Cómo entrenaste tu cerebro, capitán?
—Debes intentar alcanzarlo desde el mismo lugar del que siempre lo llamaste —explicó Horda—. Pero esa parte de tu cerebro está dañada ahora. ¿Tu pueblo tiene técnicas de meditación?
—Sí.
—Busca en tu mente, en cada parte de esta, una nueva salida. La encontrarás, te lo prometo. —Y de nuevo le sonrió a Vegeta. Una extraña y surrealista visión de un guerrero maiyoshyín—. Sabía que te habías herido de la misma forma que yo cuando te vi por primera vez. Puedo sentir tu poder de pelea retorcerse dentro de ti por liberarse, solo tienes que hallar una nueva puerta para dejarlo salir, muchacho. —Su sonrisa se escapó—. Y encuéntrala rápido. Cuando sucedas a tu padre como líder de tu pueblo, eso los salvará de muchos problemas si muestras un alto poder de pelea.
—Seremos vistos como una raza inferior pensante sin eso —gruñó Vegeta. La galaxia que había conocido desde la infancia estaba de cabeza, pero ninguno de sus enemigos parecía haberse tomado su propia propaganda a pecho. Tal vez era por tener a una persona viéndote por encima del hombro como menos que un hombre por la falta de poder, el cual no te hacía menos o mejor en su ausencia. Si Vegeta no hubiera visto esa mirada desde el extremo del receptor, nunca lo habría comprendido realmente. Briefs no tenía poder de pelea y, sin embargo, era un hombre mejor, un hombre más fuerte que Yamcha o Krilin. O él. Su mujer no podía levantar tanto como una pluma con su ki, pero no la cambiaría por ninguna guerrera de la galaxia.
Horda asintió con gravedad.
—Eres muy listo. Dale mi consejo sobre esto a tu padre, joven Trunks. No acepten la oferta de Zandu de atracar en Shikaji y demandarle el empleo a su pariente. Jeiyce-sama ha proscrito la esclavitud, pero la costumbre de la servidumbre obligatoria en pagos de deuda es todavía fuerte. Shikaji es un... un lugar tumultuoso para estar ahora y tu pueblo podría encontrarse fácilmente siendo contratados por el precio de sus propias viviendas. No dejen que la curiosidad por ver a los cautivos saiyayíns o la nueva sede del gobierno galáctico los atraiga allí. El gran circo... —Los arrugados y canosos rasgos de Horda se retorcieron con disgusto—. Atrae a gente que ha sufrido tanto en las manos de los saiyayíns, que están muertos para todo sentimiento, salvo el odio. Y ha atraído a otros, a aquellos que se deleitan por el tormento en sí mismo. —Hizo un ruido suave de ira—. No tengo ninguna inclinación por ese tipo de cosas. La guerra fue sucia, y al final, ganamos por los medios más sucios imaginables. Pero después de haberlo hecho, deberíamos haber matado al último de nuestros enemigos con honor. Limpiamente.
Vegeta lo estudió en silencio. Otra inversión de todo lo que debería ser, encontrar honor en un Demonio Rojo.
—¿Esa es la razón por la que están estacionados aquí en la frontera?
—Jeiyce-ouji... —dijo Horda en voz baja—. Lo he servido desde que comenzó a liderar la pequeña guerrilla atacante hace quince años. Lo conozco desde que era un muchacho en Corsaris. Me hicieron capitán de guardias sobre los monos en el circo como una especie de regalo por... todos mis años de servicio a la causa. Duré alrededor de una semana antes de que le diera a uno de ellos una navaja que escondí en mi bota para que pudiera quitarse la vida. Ellos se la pasaron de un hombre al otro dentro de sus jaulas. Veinte de ellos lograron suicidarse antes de que alguien los atrapara. Me reasignaron al día siguiente.
Vegeta habló despacio, eligiendo sus siguientes palabras con gran cuidado.
—Gracias por tu consejo, Horda-san. Y por tu bondad hacia mi pueblo.
Dos días de frío sudor y tensión se arrastraron lentamente mientras Briefs y Okuda trabajaban lado a lado en los motores. Los chikyuuyíns en el interior del carguero, ninguno de los cuales habían visto el cielo ni olido aire fresco en medio año, se enojaron y rebelaron por haber sido prohibidos de salir de la nave. Vegeta evitó los sonidos de su irritabilidad extrema y sus ingratos lloriqueos, pasando casi todo el tiempo en el exterior. Durmió dos noches en la parte superior del casco a estribor de la nave, mirando las estrellas mientras se dejaba llevar por el sueño después de permanecer las últimas horas de cada día en meditación profunda.
Estaba allí. Su poder...
Podía sentirlo ahora, depositado y dormitando en el pozo de su alma como un ózaru dormido. Más que eso... dulces Dioses de la misericordia, ¡podía tocarlo!, solo un poco, apenas. Solo lo suficiente para extraer una gota del tamaño de una perla del río de su ki. Horda estuvo en lo correcto y Vegeta había sido un tonto sin sentido por no haber notado la verdad por sí mismo. Su poder fluía fuera del pozo de fuego ardiente de su propia fuerza vital, que era su fuerza de vida. Y en el instante en que dejó de llegar a este a través del canal quemado y muerto por el que siempre se había vertido su ki, en el instante en que comenzó a buscarlo desde el centro de su ser y permitido que encuentre cualquier camino que pudiera para manifestarse de forma física, en ese instante él fue milagrosa, alegremente de repente capaz de tocarlo otra vez.
Se tumbó de espaldas, miró hacia el ancho cielo oscuro con la sensación de su propio poder martilleando a través de su cuerpo y sintió una especie de felicidad profunda y tranquila que solo había hallado acostado en los brazos de su mujer. Y por primera vez desde que cayó en Chikyuu, en una lluvia de metal ardiente y esquirlas, con su cuerpo roto y el corazón desgarrado en jirones sangrantes, tenía algo de paz. Por primera vez desde que oyó la suave y temblorosa voz de su mujer darle las buenas noches a sus pensamientos, a sus recuerdos y a su cordura, y sintió que todas las posibilidades de cualquier buen futuro morían con el debilitado esfuerzo de su gemido de despedida, por primera vez, tenía una esperanza real. Él había vivido en un estado de obstinada negación de la realidad para evitar romper en la desesperación y el fatalismo gris y vacío, aferrándose a ese hilo de esperanza. Su padre vivía, su pueblo vivía. Si tan solo ella pudiera volver a verlos, tocarlos, saber que eran reales y que no los perdió para siempre, ella podría... ella podría...
Había pasado los primeros días de su viaje en un silencioso dolor, luchando una batalla desesperada para no quitarse la vida después de escuchar la segunda mitad, la segunda mitad de su diario. Dioses... nunca la conoció, ¿verdad? No realmente. Aunque conocía cada centímetro de su pálida piel de satén, cada sabor de su dulce sonrisa, cada atisbo de ira, cada estado de ánimo y el impredecible destello de su mente brillante, ahora... ahora la conocía. Todo lo que ella era, la verdadera dimensión de su dolor, su genio, su fuerza, su odio, su amor. Había sido lo suficientemente estúpido, incluso después de tomarla como esposa, incluso después de ver su locura, sabiendo que fue su autor, ¿había sido tan obtuso, tan egoísta, en creer que ella le debía una deuda de sangre? Él condujo sus gritos a los brazos de la Red Roja. Él construyó las armas que ella hizo para ellos indirectamente, porque trabajó todas las noches de ese primer verano en su dolor, su horror y su locura. Aun después de la caída de Vegetasei, no la entendió en verdad. No hasta que la oyó contar su historia.
Lo había roto en pedazos. La tercera, la más intensa y profunda ruptura de su vida. Y exactamente como despertó en la casa de Bardock siendo un hombre diferente, tal como descubrió que la parte más profunda y más verdadera de su poder y su ser estaba en su amor por aquellos que defendió el día que Vegetasei murió, él emergió poco a poco de este último golpe... diferente. No podía decir como, no tenía el talento para apartarse y observar sus propias acciones y comportamientos. Fuera lo que fuera, en su propia mente, era el mismo. Pero Coran y Okuda habían visto las diferencias y las marcaron, y aunque ellos no decían nada, sabía que los cambios debían ser profundos. Los dejaría mirarlo boquiabiertos si así lo deseaban, a él no le importaba.
Bulma vivía. La encontraría y la vería reunirse con su padre. Por fin tenía de nuevo la fuerza para ver que su padre llegara a ella ileso. Confiaría en las palabras de Romayn, pronunciadas a Bardock al final de su diario, que con el tiempo, ella estaría bien otra vez. Confiaría en que el niño veía cosas que estaban ocultas más allá de los límites mortales. Ella sería sanada, ella volvería a estar equilibrada y feliz. Había tomado el disco de datos de su diario y lo envolvió en una funda de cuero para tenderlo alrededor de su cuello como un talismán con todas sus esperanzas.
El ruido sordo de unas botas de material blando en el casco junto a él lo sacó de su ensimismamiento. Frunció el ceño irritado al hombre de pie al lado suyo. Yamcha. Pero esta noche, incluso la perturbadora compañía del guerrero chikyuuyín no era inoportuna. Un instante después, Krilin aterrizó suavemente a su costado.
Yamcha se cruzó de brazos, su rostro lucia serio y poco amistoso.
—Jissan me pidió que te diga que nos vamos con la primera luz. Cerraremos la nave tan pronto como Briefs-san regrese de decirle adiós a Zandu. Los serulianos le están dando unas plantas de frijoles kaval para que las llevemos con nosotros como un regalo de despedida. ¿Dormiste aquí afuera de nuevo esta noche?
—Es bueno respirar aire fresco —respondió Vegeta—. Lo disfrutaré mientras pueda.
Krilin sonrió.
—Me podría quedar afuera esta noche también, si el casco al lado de babor no hubiera sido tomado. Pero no se lo digas a nadie en el interior, ellos nos arrojarán tomates podridos si se enteran de que cualquiera de nosotros pasó la noche al aire libre mientras ellos estaban encerrados en la nave. —Se sentó, se apoyó en los codos y contempló la cúpula azul negra de la noche—. Así que... ¿me lo imaginé o volaste hasta aquí hace una hora, Vegeta?
—Trunks —corrigió Vegeta en voz baja, echando un vistazo hacia atrás a la ciudad seruliana, o al inicio de lo que sería la ciudad seruliana. Era poco más que una aldea pantanosa improvisada con cuarteles rodeándola en este momento—. Volé —dijo volviendo la vista de la leve manifestación de curiosidad de Krilin a la fulminante mirada sospechosa de Yamcha.
—¿Planeabas decirle a alguien que tus poderes han regresado? —preguntó Yamcha en seguida.
—No han "regresado" —le contestó Vegeta entrecerrando los ojos—. He estado tratando de... redireccionar mi ki en torno a los centros dañados de mi cerebro. Esa es la mejor forma en que puedo describirlo, pero está funcionando.
—¿Cómo alguien que se recupera de un derrame cerebral? —reflexionó Krilin.
—Muy parecido —dijo Vegeta—. Y me imagino que la tarea de recuperar todo mi poder será muy larga y ardua, aun así esta noche fui capaz de volar. Fue bueno hacerlo. No puedo hacer mucho más por el momento, pero... fue bueno tocar mi poder otra vez, aunque solo sea un poco.
—Sí, lo apuesto —sonrió Krilin—. ¿Se lo dirás a Coran y a Okuda?
—Mañana. —Yamcha se puso de cuclillas junto a Vegeta y lo miró de cerca. Él se sentó para coincidir con su mirada—. ¿Tienes algo que decir?
—¿Qué tan fuerte fuiste, Vegeta —preguntó Yamcha—, antes de la plaga?
—Yo era el más fuerte que mi raza había visto —respondió Vegeta con total tranquilidad—. Y justo antes de que cayera, mi poder saltó a algo más allá de lo imaginable. Por una breve hora, chikyuuyín, tuve la fuerza de un Dios.
—Coran nos contó como salvaste a Bulma y a todos los niños saiyayíns. —Krilin, siempre el pacificador, miraba a su hermano de escuadrón consternado.
—No me gusta la idea de que recuperes tu poder de pelea, Vegeta —declaró Yamcha tenso—. He conversado con los soldados de aquí en el último par de días. Les hice preguntas sobre la guerra. Estaban llenos de historias sobre tu pueblo y sobre el Saiyayín no Ouji. Tú purgaste más de cincuenta sistemas personalmente en los primeros meses de la guerra, hijo de puta. Tú…
—¡Yamcha! Necesitamos tener esta discusión en otro momento —pidió con nerviosismo Krilin—. ¡Cómo después de ponernos en marcha!
Yamcha respiró hondo y se tragó su ira por el momento.
—Está bien. Pero quiero que sepas, Vegeta, que no permitiré que lastimes a mi pueblo.
—Protegeré a tu pueblo —dijo Vegeta despacio y con fiereza—. A Briefs-san, a los mocosos de la sala de orfandad, a los tontos menos merecedores de la nave que está debajo de nosotros. Los protegeré con mi vida porque son el pueblo de Bulma. Cuidaré de todos porque eran sus amigos. La veré reunirse con ustedes, porque eso sanará las heridas que su corazón carga desde el día en que Chikyuu fue quemado. —Él mostró sus dientes afilados en una sonrisa dura y salvaje—. Pero no me equivoco contigo, Yamcha de Chikyuu. No me odias por los miles de millones que maté en la guerra o por la amenaza que piensas que represento para tu pueblo. Me odias porque la mujer que amaste desde la infancia es mi compañera y no la tuya.
El silencio se marcó como el sonido de las agujas de un reloj entre ellos, como la eternidad entre una explosión asesina dirigida a tu corazón y el instante en que perfora tu pecho.
—Tienes razón —sostuvo Yamcha—. Ella nunca debió ser tuya. Si ese bastardo que asesinó a Son-Gokú no la hubiera secuestrado, habríamos sido felices, habríamos... —Sus manos se apretaron a los costados con impotente agonía—. No me agradas, Vegeta, y no creo que me agrades jamás, pero no es tu culpa que ella me fuera arrebatada. Si la encontramos y al resto de tu pueblo... Dioses, cuando vea a ese monstruo que la secuestró…
—El hombre que se la llevó de Chikyuu se ha convertido en su segundo padre. Él la llama su hija y moriría gustosamente por ella. Si levantas tu mano contra él cuando todos nos encontremos de nuevo, tendrás que enfrentarte a su ira, Yamcha. Y su ira es una cosa terrible de ver. Me imagino que era así, incluso cuando era una niña.
Krilin esbozó una débil sonrisa.
—Ella solía asustarme como el demonio cuando se enfadaba.
Yamcha le dio a su hermano algo que era un pariente cercano a una sonrisa en respuesta.
—Te he odiado como si me hubieras jugado sucio quitándome la buena vida que podría haber tenido con ella —confesó sombríamente—. Y eso no es cierto. —Él se encontró con la mirada sin emociones de Vegeta. Los ojos marrones del chikyuuyín eran claros y directos, libres de la malicia o el orgullo de los tontos. Libres de sangre inocente y de todos los monstruosos pecados que yacían sobre la cabeza y el corazón de Vegeta. Ella habría... Vegeta tragó saliva. Ella habría sido feliz con este simple guerrero honesto. Y... y... y ella podría serlo de nuevo, una vez que se reunieran. Una vez que Vegeta ya no estuviera ahí para atormentarla con el amor que casi la había destruido. Que la había destruido. Él asintió en silencio en respuesta a la disculpa del hombre, no confiando en su propia voz.
Ninguno de los dos habló hasta que Krilin se aclaró la garganta.
—Hey, chicos —dijo en un susurro cómplice—. Me enteré de algo hoy. ¿Pueden guardar un secreto? —Vegeta lo miró con curiosidad y Yamcha asintió en silencio. El hombrecillo se inclinó hacia adelante con atención—. Rikkuum tiene una novia.
—Mientes —dijo Vegeta en voz baja.
—¿Quién es? —Los labios de Yamcha se retorcieron en las esquinas.
—¿Conocen a esa guapísima chica con el largo y rizado cabello azul, y con unas muy generosas... este... dotaciones? ¿La que es niñera de la pequeña Videl-chan?
—¡¿Maron?! —Yamcha se atragantó.
—La vi besándolo en la bodega de almacenamiento superior —reveló Krilin—. Él estaba siendo astuto, fingía que no sabía como besar para que ella pudiera "enseñarle" el viejo beso francés de los chikyuuyíns.
Vegeta sintió que sus hombros empezaban a sacudirse.
—Creo que no estaba fingiendo. —Pero... bien, pensó, que bueno por Rikkuum.
—Bien por él. —Yamcha se hizo eco del pensamiento y sonrió ligeramente—. No es el tipo más brillante por aquí, sin embargo es un buen hombre.
—Sí, aunque ella tampoco es neurocirujano —agregó Krilin—. Sus hijos serán…
Los maiyoshyíns estaban alrededor de ellos, rodeándolos. Yamcha se tensó y Vegeta se puso de pie en un santiamén preparado para saltar. Los bastardos rojos dirigían los ki-asesinos hacia ellos a quemarropa. El rostro de Horda era sombrío y resuelto.
—¿Qué traición es esta, capitán? —escupió Vegeta.
—Lo siento jóvenes —aseveró el Demonio Rojo—. De verdad.
Él y otro maiyoshyín dispararon como uno.
Vegeta se despertó gruñendo débilmente, los recuerdos de las pesadillas en la celda de tortura de Jeiyce convirtieron su sangre en hielo, sus entrañas se retorcían como una masa de víboras.
—Tranquilo, hijo. —La mano de Briefs se posó en su cabeza con suavidad, tan suave como Bulma calmando a Romayn.
Trató de sentarse y no pudo. Sus músculos aún eran gelatina por la reacción al ki-asesino. Estaban en una especie de calabozo espartano. Junto a él en el suelo yacían Yamcha y Krilin, todavía inconscientes. Se dejó caer y se durmió de nuevo.
—... no hay excusas, capitán. —Briefs estaba diciendo. Vegeta apenas alzó la voz por el agotamiento, arrastrado por la sensación tan terriblemente familiar de su tormento en Avani Trice. Un amortiguador de ki, ¡lo habían encadenado con un amortiguador de ki! Se retorció y golpeó profiriendo un ahogado sollozo de gruñido ante el dolor de la demoniaca cosa que atrapaba su garganta. No, no de nuevo. No esto... ¡No esto otra vez!
—¡Trunks! ¡Basta! —Manos tiraron de sus puños apretados, alejándolas del collar blanco tsiruyín—. Está configurado para volarte la cabeza si te lo arrancas —advirtió con urgencia la voz de Briefs—. ¡Cálmate, hijo!
Vegeta respiró profunda y lentamente. Hizo a un lado los agarres restrictivos de Yamcha y de Krilin, se sentó y fulminó con una oscura y fría mirada asesina al hombre al otro lado de los barrotes.
—Bastardo traicionero —le siseó al maiyoshyín.
—No tenía otra opción, muchacho —dijo Horda—. Hay una orden de detención en toda la galaxia para todos ustedes. Para todos los chikyuuyíns.
Vegeta echó un vistazo a la banda de aspecto inofensivo alrededor de su muñeca. De alguna manera el escudo de Briefs en el holodispositivo le permitió eludir la exploración tecnológica maiyoshyín. A simple vista, el artefacto parecía una simple banda ornamental, lo que explicaba por que Horda no le había dado la rápida muerte misericordiosa que le concedió a los pobres y desgraciados saiyayíns en Shikaji.
—No somos criminales —declaró Yamcha enojado.
—Lo sé —respondió Horda sin mirarlo a los ojos—, pero eres chikyuuyín. Tú, Briefs-san y su hijo son familiares directos de la mujer más buscada en la galaxia.
—Significa que Jeiyce nos utilizará para sacarla de su escondite —dijo Vegeta, un frío horror se hundió en su pecho como una lanza de hielo. Y ella vendría. Dioses... si le quedaba siquiera algo de inteligencia o cordura, ¡vendría a salvar a su padre y a su pueblo!
—Sí. —Estuvo de acuerdo Horda—. Nos dimos cuenta de quienes eran ayer por la tarde, cuando uno de mis hombres le echó un vistazo al número de serie de su nave. Ustedes sacaron el número del casco, pero él alcanzó a verlo justo dentro del soporte de acoplamiento de su nave cuando estaba entregando los últimos de sus suministros de alimentos. Habíamos estado tratando de descifrar que nave podría ser desde su llegada, esperando que eso pudiera darle algunas explicaciones a los amigos o familiares de los que aún están desaparecidos desde que terminó la guerra. Cuando revisamos la serie en el equipo de la base de datos, la orden de detención apareció. Después de que Dodoria y su equipo no regresaron de Chikyuu hace tres años, Jeiyce dirigió una flota de rescate él mismo, pensó que Dodoria debió encontrar lo que buscaba y murió poco después. Los hallaron a todos muertos, la mayoría por violencia, los últimos por inanición. ¿Qué diablos les hicieron?
—Los varamos en Chikyuu con solo ellos mismos como compañía —aclaró sombríamente Briefs—. Podrían haber sobrevivido si hubieran trabajado juntos. Me imagino que se enfrentaron entre sí cuando la comida comenzó a escasear. Incluso si nos culpan a los cuatro de sus muertes, eso no explica por qué está remolcando un carguero que lleva quince mil personas inocentes con un rayo de tracción detrás de su gran nave de guerra. ¿Qué cree que Jeiyce hará con mi pueblo si... si es que se las arregla para atrapar a mi hija? ¿Qué hará con nosotros si no logra atraparla?
Horda parecía inquieto.
—Cuando capturemos a la Saiyayín no Ojo y a sus pupilos, no habrá ninguna razón para retenerlos por más tiempo. Jeiyce-sama le permitirá a tu pueblo irse. Como han dicho, ninguno de ustedes es un criminal.
—No crees en tus propias palabras, capitán —espetó Vegeta.
El maiyoshyín se fue enseguida con la espalda recta y los hombros firmes. No quería oír lo que ya sabía. Que la venganza de Jeiyce no conocía los límites de la justicia, la ley o la decencia.
La nave de guerra maiyoshyín era un nuevo modelo equipado con una unidad de ultrahiperluz. Una de las mejoras de Bulma en el motor estándar del portatropas saiyayín que Jeiyce debió haber robado antes de estallar a Vegetasei en polvo. El viaje a Shikaji tomó catorce horas y en ese tiempo, Vegeta se dio el lujo de imaginar todos los posibles horrores que Jeiyce le inflingiría a Bulma si caía en sus manos. Y todo lo que sin duda le haría a Briefs cuando llegaran. Él empujó y aguijoneó los nuevos circuitos encontrados de su ki, se retorció contra el reptante horror del ki-amortiguador alrededor de su cuello y se sumergió en el manantial oculto de su poder, el centro de su fuerza de vida. Se sentó como un hombre hecho de piedra, tan profundizado en la búsqueda meditativa de un camino, una nueva ruta que le permitiera liberar el poder de un Dios que dormía dentro de él, el poder suficiente para salvarlos a todos, que no respondió al principio cuando Briefs lo sacudió. De alguna manera penetró tanto dentro de sí mismo, que no se dio cuenta de que estaban en tierra firme con gravedad natural ahora. Los Demonios Rojos los habían movido, con celda y todo, a una nueva ubicación. Debían estar en Shikaji.
—Alguien viene —susurró Krilin.
Su celda en el calabozo de la nave de Horda, un cubo enjaulado de seis caras con barras blindadas magnéticamente, ahora estaba sentada en el centro de una mazmorra de paredes de piedra completamente oscura, con una puerta de ardantium. El ruido de tacones de botas sobre la piedra se hizo más fuerte y la puerta giró abriéndose. Horda, con el rostro sombrío como la muerte, entró en la cárcel trayendo a un par de guerreros maiyoshiyíns y a un técnico madrani. El capitán asintió al técnico y el hombre de piel dorada ajustó un mando a distancia en su palma. Vegeta percibió el zumbido del ajuste de potencia del collar elevándose y sintió que su fuerza se escurría de sus extremidades como agua a través de un puño cerrado.
—¿Dónde... —Vegeta logró preguntar mientras los hombres de Horda lo sacaban inestablemente en sus pies y lo arrastraban junto con el padre de Bulma fuera de la celda y fuera de la puerta del húmedo sepulcro.
—Están en Shikaji —informó Horda con voz apagada—. Vamos, muchacho. —Ellos mitad lo empujaron, mitad lo arrastraron a través de un laberinto de pasillos de piedra hasta unas escaleras de aspecto borroso. El collar... Dioses, el collar estaba configurado tan alto que apenas podía mantener la cabeza erguida. En algún momento debió desmayarse, luego volvió en sí de golpe y la sensación junto a la movilidad regresaron a su cuerpo.
—Así está mejor. —Una voz familiar rio entre dientes—. No había necesidad de subir la energía tan alto que no lo dejara ver bien.
Vegeta levantó la cabeza, su visión se aclaró y se quedó mirando el rostro sonriente del príncipe rojo. Mantuvo su mirada con las facciones en blanco y los ojos neutros, mientras se sentaba al lado de Briefs en la silla acolchada demasiado cómoda a la que Horda lo había empujado. Te voy a matar, Jeiyce de Maiyosh, lo haré. Se volvió para ver al padre de Bulma y parpadeó sin saber si no estaba delirando. El anciano revolvía con total tranquilidad un endulzante de algún tipo en una taza humeante de kaval seruliano.
—Nunca tuve la oportunidad de agradecerle a Zandu-san por esta bebida antes de que nos atacara por la espalda en Soussa. —Briefs estaba diciendo—. Trunks, este es Jeiyce-sama, el Maiyoshyín no Ouji y nuevo... ¿Es el emperador o el rey de la Nueva Alianza, Jeiyce-sama?
—Mandatario —anunció Jeiyce en un tono amable—. Le estaba explicando a tu padre, joven Trunks, que desgraciadamente es necesario mantener a tu pueblo en su carguero robado bajo arresto domiciliario hasta que este pequeño drama haya llegado a su fin.
—Hasta que hayas matado a Bulma y a los niños que rescató de las ruinas de Vegetasei —replicó Vegeta con frialdad.
La sonrisa de Jeiyce no vaciló.
—Estoy ante el final de un largo y sangriento compromiso, Trunks de Chikyuu. Esos miles de cachorros supervivientes saiyayíns crecerán fuertes si viven. Y toda la matanza empezará de nuevo cuando lo hagan. No espero que comprendas o estés feliz de que los use a ti y a tu padre como cebo, pero terminaré con esto, sin importar el costo. He transmitido el retrato de tu padre y el tuyo a todos los servicios de noticias galácticas. Le daré una semana para que se muestre. Si no viene, te añadiré al circo, muchachito. Me imagino que el hermano de la Saiyayín no Ojo será un gran éxito. Y si la encantadora y talentosa Bulma de Chikyuu todavía se niega a honrarnos con su presencia, voy a añadir a su anciano padre al espectáculo y comenzaré a ejecutar a uno de tu pueblo cada día que me haga esperar. Pero me parece que ella vendrá, ¿no está de acuerdo, Briefs-san?
—Hay un viejo proverbio chikyuuyín que sigue dando vueltas por mi cabeza una y otra vez desde que empezamos esta conversación —comentó Briefs con el ceño fruncido—. ¿Le gustaría escucharlo?
Jeiyce se inclinó hacia atrás en su silla que guardaba más parecido a un trono que con un asiento corporativo de la casa Maiyosh, y asintió.
—Por supuesto.
—Ten cuidado con lo que deseas. —El anciano sonrió—. Porque podrías conseguirlo. —Él apuró lo último de su kaval y sus ojos se desviaron por encima del ostentoso escritorio tras el cual Jeiyce estaba descansando casi con indolencia—. Bueno... parece que tenemos el valor de una semana de tiempo en nuestras manos. Así que dígame, Jeiyce-sama, ¿alguna vez ha oído hablar de un juego llamado ajedrez?
El resto de la entrevista fue un asunto extrañamente cordial y casi social. Briefs lanzó una sucinta descripción de los movimientos y las estrategias detrás del juego, el príncipe rojo pareció intrigado y dijo que sonaba muy parecido al juego de tronos maiyoshyín.
La semana avanzó de tal manera que parecía como si una babosa de hojas escalara el monte Cho-tal. Los maiyoshyíns no los atormentaron ni arrojaron tanto como un insulto verbal en dirección de sus prisioneros de cuatro estrellas. Ellos apenas les prestaron alguna atención. Horda fue el rostro más común que vieron y él hacia guardia, con el semblante de piedra, todos los días desde el mediodía hasta la medianoche. Todos los días al mediodía, el ruido comenzaba a subir, se filtraba a través de las capas de piedra del gran himno monolítico a la arquitectura debajo del cual estaban encarcelados y crecía a un rugido, a una masa aullante con las voces de todas las razas, de todas las clases hasta elevarse a un estruendo de loca alegría sanguinaria. Era el gran circo de Shikaji.
Solo existía un lugar donde podía celebrarse. Si Vegeta le hubiera dado al tema algún pensamiento en absoluto, habría sabido donde estaban. Hace años, cuando condujo esa funesta misión de purga y conoció al príncipe rojo en batalla por primera vez, había visto las ciudades forestales de Shikaji reducidas a cenizas; pero una estructura se libró por orden de su padre. La cámara. Era un coliseo con cúpula del tamaño de una ciudad y era el único lugar que Vegeta dejó con las piedras en pie unas sobre la otras en este planeta. Ottoussama pensó que la cámara podría ser un centro para los nuevos intereses de las finanzas imperiales. Ahora... ahora allí se llevaba a cabo el circo. Todos los días, las multitudes lo llenaban a rebosar y vitoreaban ante la vista de la tortura. La tortura de los sobrevivientes saiyayíns de la plaga tsiruyín. Los aplausos eran tan fuertes, tan fuertes que tuvo que luchar contra el impulso de apretar las manos sobre sus oídos para aislarse del sonido después de la primera o segunda hora.
—Dime, Horda-san —dijo Vegeta después de tres noches de eso—. ¿Estás contento de regresar a la benevolencia de tu príncipe?, ¿aclamarás con el resto de ellos cuando arranquen las extremidades de mi padre de sus órbitas y comiencen a ejecutar a uno de mi pueblo cada día?
—¡Cállate! —El hombre mayor le respondió con voz hueca—. He servido a Jeiyce-ouji desde que él era un niño. No traicionaré a mi pueblo ni a mi príncipe, así que deja de tratar de hacerme sentir como una mierda. ¡Ya me siento así, pero eso no cambia nada!
Vegeta se hundió en la tensión del silencio y reanudó su infierno de esperar a que los guardias trajeran de vuelta a Briefs a la celda. Sea cual sea el ininteligible y misterioso encanto que el anciano irradiaba como un escudo contra el mal, este había trabajado en la voluntad del príncipe rojo. Cada día, Briefs era sacado de su celda para hablar con Jeiyce, para enseñarle las complejidades y las tácticas del ajedrez, para discutir de la política y la historia chikyuuyín. Y cada día, Vegeta esperaba con el corazón en la boca para ver si la suerte del anciano mantendría la locura de Jeiyce a raya. Cada día se sentaba alejado de los otros, y llamaba a Coran y a Okuda, que todavía estaban encerrados dentro del carguero con Rikkuum y quince mil aterrados chikyuuyíns. Los hijos de Articha no habían estado inactivos, se enteró después de dos días dedicados a agotar los límites de sus mínimas capacidades telepáticas para ponerse en contacto con ellos.
—Están confinados justo a las afueras de la cámara —informó Briefs en la sexta mañana de su prisión.
—¿Qué tan grande es el auditorio por encima de nosotros? —preguntó Yamcha tenso.
—Tan grande como era la capital del oeste —le contestó Briefs. Sus ojos azules estaban atenuados esta mañana y las líneas de su rostro eran más pronunciadas—. La arena principal de la cámara es de aproximadamente dos kilómetros de diámetro. Jeiyce me permitió estar en el circo anoche, muchachos. —Él suspiró y su mirada se fijó en Vegeta—. Fue una cosa muy difícil de ver... Trunks. Nunca me imaginé que la gente pudiera hacer cosas como esas a otras... —Se aclaró la garganta—. ¿Pero dices que todos dentro del carguero se mantienen ocupados? Eso es bueno. Le dejé a Okuda una gran cantidad de juguetes para que se divierta en mi taller.
Vegeta le devolvió la sonrisa con frialdad. Krilin y Yamcha asintieron en silenciosa comprensión. El padre de Bulma había hecho alteraciones y mejoras en la tecnología rebelde, los inventos de Bulma, que encontró en la nave de Dodoria. Y aunque él y los demás, sin duda, estaban siendo vigilados y escuchados a cada segundo, el anciano entendió lo que Vegeta no podía decir abiertamente. Los hijos de Articha y los otros no estarían cautivos en el carguero mucho más tiempo.
—Dioses, espero que sea cuidadosa cuando venga —murmuró Briefs.
—Ella no está cerca —dijo Vegeta con calma—. Todavía no. No puedo sentirla en lo absoluto. —Aunque eso podría ser muy bien porque ella todavía estaba atrincherada en su contra, en contra de su enlace. O tal vez no vendría, no podía venir porque... porque todavía estaba encerrada en la prisión de su propia locura. Él había buscado en los extremos de sus sentidos, tratando de captar el trozo más leve de sus pensamientos, de su presencia, pero no halló nada.
—Si no aparece —murmuró Yamcha—, irás al circo mañana por la tarde.
—Así es. —Vegeta lo aceptó estoicamente. Los dejaría arrancar su carne y romper sus huesos. Él no le temía al dolor, temía por su mujer. Temía que viniera y diera la vida por su padre. Había permanecido despierto todas las noches de la última semana por el frío terror, imaginándola en las manos de Jeiyce, imaginando a Jeiyce haciéndole todo lo que le había hecho a Vegeta en ese pozo negro en Avani Trice. Imaginando su dolor si el frágil cuerpo anciano de su padre fuera hecho pedazos ante sus ojos.
En el séptimo día vinieron por ellos a las cuatro horas pasado el mediodía. Por todos ellos. Los ki-amortiguadores zumbaban alrededor de sus cuellos como insectos enojados mientras Horda y media docena de soldados los arrastraban por el largo laberinto de curvas que salían de las mazmorras hasta el ancestral escaño de la casa Maiyosh, en el coliseo escalonado en forma de cúpula de la cámara.
—Mantengan la boca cerrada cuando lleguemos, muchachos —murmuró Horda en voz baja—. Está furioso esta noche por como van las cosas. Pongan a prueba sus nervios y los dañará mucho peor.
—¿Qué ha pasado?
Atravesaron las amplias puertas y el ruido, el rugido, los golpeó como una explosión física. Era el sonido de decenas de miles de voces ovacionando, gritando y vociferando. El circo estaba en su apogeo.
Jeiyce permanecía de pie, revestido con la armadura carmesí y blanca de la casa Maiyosh, en el centro de las oficinas circulares del escaño. Él no se volvió para enfrentarse a ellos cuando Horda y sus hombres los arrastraron a la habitación. Jeiyce estaba de cara hacia las cortinas abiertas que separaban las habitaciones de la oficina, del balcón que miraba al gran circo.
—Está retrasada. —La voz de Jeiyce era plana y prosaica—. Podría ser que ella sopesó el peligro para la seguridad de los niños en contra de sus vidas y descubrió que ustedes no daban la talla. Podría ser que ella esté aquí en cualquier momento. Podría ser que ella y todos los cachorros saiyayíns a su cargo estén muertos en algún lugar de las profundidades del espacio. Pero hay un asunto más apremiante ahora mismo, sus amigos en el carguero se han ido. La nave estaba rodeada por cinco mil guardias de los Demonios Rojos y sujetada con un rayo de tracción de estasis que podría mantener a una pequeña luna inmóvil a plena potencia. Aun así, hace una media hora, el carguero se alzó y desapareció de entre nosotros. Simplemente no está más. —Se volvió para enfrentarlos y caminó hacia ellos con una desigual cojera. Era la primera vez que Vegeta lo había visto de pie. Él sonrió con malicia. Zabón de Rashayyasei debió haberle hecho algún daño después de todo al dispararle a su príncipe en lo alto del monte Cho-tal. En el instante siguiente, su cabeza explotó en un destello cegador cuando Jeiyce lo golpeó en la mejilla con un puño enguantado de negro. Vegeta escupió sangre y se quitó del agarre de Horda que lo contenía.
—Eres muy valiente con ancianos y guerreros encadenados con ki-amortiguadores —señaló, su voz se oía áspera.
—¿Te estás ofreciendo para pelear conmigo, muchacho? —preguntó Jeiyce despacio—. ¿Uno a uno?
—Saca este collar de mi cuello, maiyoshyín —gruñó Vegeta—. ¡Y te daré una pelea que no vivirás para recordar!
Jeiyce sonrió de repente y todo su buen humor súbitamente volvió.
—Tal vez lo haga, pero primero tenemos que persuadir al carguero a volver a salir a la luz del día. Apuesto todo lo que tengo a que no se ubican muy lejos y que nos están observando, tratando de averiguar la posibilidad de liberarlos. Comprobemos si verlos en la arena los motivará a materializarse.
—No van a poner a todos los demás en peligro solo para salvarnos —le dijo Briefs.
—Probablemente no. —Jeiyce sonrió, sus ojos estaban llenos de un loco buen estado de ánimo—. Pero aún queda tu encantadora hija en quien pensar. Ya sea que se muestre o no, hice la promesa pública de añadir a tu familia al circo si ella no venía y soy un hombre de palabra.
Los soldados de Horda los empujaron a través del arco revestido con cortinas que llevaba a los asientos del palco. Fueron arrojados en las sillas con un guardia a cada lado, cubriendo todo el largo del borde de la intrincada barandilla de la platea tallada a mano. Tenían los mejores asientos de la casa. Oyó un jadeo ahogado a su derecha y vio las mandíbulas de Yamcha apretándose con rabia, Krilin tomaba respiraciones profundas y sus ojos se apartaban de lo que veía abajo. Vegeta solo tenía ojos para Briefs. El anciano estaba sujetando su brazo izquierdo, justo por encima de la articulación del codo y Vegeta sintió que sus venas se congelaban al recordar un texto de medicina que había leído en la casa de Bardock, algo sobre la sintomatología de un paro cardíaco.
—¡Ottousan! —exclamó de una forma apremiante.
Briefs lo miró, sombras de miedo y horror atenuaban la vívida mirada azul cielo que le legó a su única hija. Y sonrió débilmente.
—Nunca me has llamado así, hijo. Me gusta como suena.
—¡Horda! —Jeiyce con dificultad había reposado su cuerpo lisiado en la más destacada silla central, en otro trono lujoso que era un ataque a la carpintería y al buen gusto—. Si alguno de ellos retira la mirada del espectáculo en la arena, cortarle la mano derecha a uno de los otros. —Les sonrió como un gran felino rojo amenazando a un roedor encogido—. ¡Estoy limpiando el circo esta noche, mis amigos! Le ofrecí al viejo amigo de mi padre, Horda, una recompensa por su esmero al traerlos a visitarme aquí a Shikaji y pidió que le ponga fin a la miseria del último de los saiyayíns. Es un buen hombre, pero tiene un estómago débil para los detalles más sutiles de la venganza. Tenemos un show de tres actos esta noche con un gran final. Lo que están viendo es el primer acto, una media docena de pequeños aperitivos para la multitud. Y para los drackets dientes de lanza.
Vegeta se quedó mirando al último de los "aperitivos" que aún quedaba vivo en la arena.
Quizá tenía siete años de edad y era veloz. Y habría sido un intrépido guerrero valiente, si alguna vez hubiera tenido la oportunidad de luchar como los Dioses habían destinado que sea. Debió de haber estado en el circo desde la caída de Vegetasei, pero todavía sus ojos eran feroces, todavía se aferraba a la vida con todas sus fuerzas. Él no podía volar, no podía elevar su ki para defenderse, sin embargo, el niño se escabullía ágilmente de un lado al otro de la arena, eludiendo al paquete de diez drackets que Jeiyce desató allí, aquellos drackets que no estaban demasiado ocupados cenando los cuerpos inertes de los otros cinco niños saiyayíns que habían derribado, como para molestarse en acechar al que aún quedaba vivo.
Él duró dos horas antes de que sus fuerzas comenzaran a decaer y su pequeño cuerpo empezara a cansarse y enlentecer. Luego lo atraparon y todo terminó muy pronto después de eso. Los drackets dientes de lanza fueron mucho más misericordiosos y bondadosos que la multitud del circo. Vegeta levantó la cabeza y sus ojos barrieron a la multitud alrededor de ellos, cuyos vítores de alegría escalaron a un ensordecedor trueno cuando los drackets desgarraron al niño. Detrás de él, Horda hizo un ruido suave, pero Vegeta no se volvió para mirarlo.
El segundo "acto" fue más largo. Los técnicos madranis y los soldados maiyoshyíns sacaron a diez mujeres saiyayíns desnudas y muy delgadas a la arena de una en una a la vez, las guerreras fueron descuartizadas con deliberada y lenta malicia.
—Los saiyayíns pueden soportar mucho daño y todavía volver por más —dijo Jeiyce en tono familiar—. La mayoría de la muchedumbre ha permanecido aquí durante todo el año, pero aun rara vez ven una muerte. No es plenamente satisfactorio cuando nadie muere. Es como si lo sacaras antes de venirte. Están recibiendo su más anhelado deseo esta noche.
Vegeta no miró al príncipe rojo, no volvió su mirada de la vista de la mujer que se ubicaba abajo, la última de las mujeres saiyayíns dejadas con vida en el circo. Sus brazos y sus piernas ya se habían ido y estaba siendo golpeada hasta morir por una multitud de hombres que se reían.
—¿Qué harás cuando todos estén muertos? ¿Un sorteo entre ustedes para ver quién tomará su lugar?
Jeiyce rio en voz baja.
—Bueno... yo había planeado sustituirlos por quince mil chikyuuyíns, pero el astuto lote a bordo de la nave me despojó de eso. Sé que no vendrán. A decir verdad, dudo que tu hermana se presente tampoco. Estaba tan loca como un gato hop drogado cuando la vi por última vez. Apuesto que los saiyayíns con ella la sacaron de su miseria poco después.
—Es una lástima que no te queden leales vasallos que hagan lo mismo por ti. —Vegeta respiró.
Podía sentir al príncipe rojo tensarse detrás de él, los ojos de Jeiyce taladraron en su dirección.
—Tal vez sea así —dijo su enemigo después de un largo y mortal silencio. Oyó un sonido suave a su derecha. Briefs se había sentado en silencio como una piedra a lo largo de los primeros dos "shows" mientras silenciosas lágrimas corrían por su rostro. Ahora, se había derrumbado por completo. Yamcha trató de moverse de su silla para ir hacia el anciano, pero uno de los soldados detrás de él le dio un golpe que lo dejó sangrando y medio inconsciente. Briefs se estaba agarrando el brazo de nuevo, como si los dolores que se disparaban en su envejecido corazón encogido por los horrores que presenciaba, se detendrían si apretaba su mano lo suficiente. Vegeta se levantó de su silla, se puso de cuclillas frente al anciano y evaluó su pulso. Horda no hizo ningún movimiento para detenerlo. Jeiyce no reprendió a su capitán y solo observó a Vegeta mirar con impotencia el rostro surcado por las lágrimas del anciano, en agónica comprensión de que no había nada que pudiera hacer para salvar al padre de su mujer si su corazón, en efecto, le estaba fallando.
—Es mi brazo, no mi corazón, hijo —aclaró Briefs sonriéndole amablemente a través de las lágrimas—. Uno de los soldados lo agarró demasiado fuerte cuando nos sentaron y creo que lo rompió.
Vegeta sintió que una oleada de histérica risa de alivio brotaba en su interior y le devolvió la sonrisa.
—Eso no es... no es bueno, pero es mejor que lo otro.
—Mataron a tu esposa. —Jeiyce le recordó—. Robaron a tu hija, anciano, y se la dieron a una bestia como su puta. Quemaron todo tu planeta, ¿cómo puede llorar por ellos?
—Mi esposa habría llorado por ellos —respondió Briefs con una voz muy suave—. Esclavizaron a mi hija y ella todavía encontró amor en su corazón para ellos. ¿Cómo puedo hacer menos?
—Jula-chan hubiera llorado por los niños hoy si estuviera aquí, mi príncipe —dijo Horda en un susurro.
El rostro del príncipe rojo parecía incruento e inmóvil. Se quedó mirando a Horda con los rasgos fruncidos con tanta tensión por la emoción, que se vio por un breve instante como un cráneo viviente.
—Si no fueras su padre, te mataría en este instante, viejo tonto —replicó entre dientes.
—Hemos ganado, Jeiyce-kun —continuó Horda, la voz le temblaba—. El enemigo está muerto y somos libres. No tienes que matar a esta gente.
Jeiyce tomó una respiración profunda e inestable.
—Lleva a los chikyuuyíns a la arena, Horda. Hazlo ahora, ¡o lo haré yo mismo!
Horda giró mecánicamente y puso de pie a Vegeta en el borde del escaño, luego pasaron por la cornisa, el capitán lo llevó al centro de la gran arena. La multitud parecía más grande desde allí, extendida hacia arriba sobre los niveles graduales de la cámara. Y estaban aullando por sangre. Detrás de él, Yamcha había comenzado a maldecir. Vegeta se dio la vuelta y vio la razón. Estaban rodeados por un anillo de cuarenta o cincuenta esqueletos inmundos. Sus cabellos lucian enmarañados con sangre y suciedad, sus ojos eran salvajes y ya no los de hombres pensantes. Eran los últimos saiyayíns que quedaban vivos en el gran circo.
—¡Ciudadanos! —La voz de Jeiyce resonó a lo largo de la señal de audio y la multitud rugió llena de adulación—. Tenemos un regalo especial esta noche. Los cuatro hombres que van a unirse al circo de esta tarde son todos parientes de Bulma de Chikyuu, ¡la Saiyayín no Ojo misma! —La multitud aulló como un hombre con sangre ózaru—. Ahora, el juego es muy sencillo. Las bestias saiyayíns han sido informadas de que si pueden llegar a matar al anciano, ese es Trunks Briefs, ciudadanos, el padre de Bulma de Chikyuu, entonces se les permitirá morir esta noche. Los animales saiyayíns no tienen poder de pelea y gracias a los ki-amortiguadores tsiruyíns que están usando, tampoco los chikyuuyíns. Todos en la mezcla solo tienen su propia fuerza física y habilidades de combate para ayudarlos.
Vegeta y los dos senshi chikyuuyíns habían formado un guante triangular alrededor de Briefs sin una palabra de discusión.
—No duden en lanzar el golpe mortal —ordenó Vegeta—. Les están haciendo un favor.
—La mayoría se ven como adolescentes —observó Yamcha tenso cuando los saiyayíns comenzaron a rodearlos lentamente.
—¿Golpe mortal? —preguntó Krilin con voz temblorosa.
—¿Nunca has matado antes? —dijo Vegeta incrédulo y empezó a maldecir en voz baja.
—¡Nos hemos pasado la vida tratando de salvar a la gente, no matándolos! —espetó Yamcha molesto. El anillo de guerreros se estaba cerrando alrededor de ellos.
Mis soldados, Vegeta pensó mirando los locos rostros demacrados de sus oponentes. Mi pueblo, mis hermanos, mi…
Él atacó con un aullido de rabia por las mil imágenes de gritos en Avani Trice, por la risa burlona de Jeiyce, por todos los tormentos que sabía que esas miserables criaturas que fueron una vez guerreros fuertes y orgullosos habían sufrido. Conocía esa locura, ese lugar más allá del punto de ruptura de la voluntad y la resistencia. La furia pareció encenderse desde el pozo de su ser y quemó un nuevo canal rasgado en su alma hasta el plano físico como un río de lava fundida atravesando piedra sólida. Él se desplazó como una estela de bruma roja de movimiento y muerte, y olió el candente crepitar del odiado collar blanco tsiruyín alrededor de su cuello mientras su ki se elevaba como un ser vivo que toma vuelo, fluyendo a través de todos sus nervios y sinapsis. Pasó entre ellos como una tormenta de fuego giratoria y cada golpe cayó con fuerza y efectividad en misericordiosos y rápidos impactos mortales.
Mis guerreros, mis valientes soldados... ¡Los salvé a todos de la única manera en que pude! ¡Mueran como hombres, en batalla y descansen!
El último de ellos cayó con un áspero suspiro de paz. Vegeta tuvo un breve segundo para ver que Krilin y Yamcha seguían de pie en un flanco de protección a ambos lados de Briefs. Él se movió tan veloz y mató a todos tan rápido, que los chikyuuyíns no tuvieron tiempo de unírsele. Briefs todavía estaba milagrosamente intacto. Luego, el martillo de los ki-amortiguadores los golpearon de nuevo y ellos cayeron de rodillas.
Vegeta examinó el borde de la arena hasta el enjuto rostro del técnico madrani que sostenía el control de sus collares. Allí estaba, de pie junto a Horda. Se abrió paso de nuevo con un grito de rabia y arrancó el poder no drenado aún por la fría succión del collar, de ese profundo, profundo lugar de necesidad en el pozo de su alma. Preparó una ráfaga de poder y la arrojó hacia el corazón del burlón técnico madrani que había estado desangrándolos hasta dejarlos secos con su mando a distancia cuando comenzó a avanzar hacia ellos a través de la arena, caminando descaradamente delante de Horda y sus guardias. El técnico cayó como un árbol hendido por un rayo y Vegeta se lanzó con la mano extendida en dirección del controlador, sintiendo el ardiente aguijón de los circuitos friéndose cuando su ki se disparó aún más alto. Demasiado alto para que el infernal dispositivo lo reduzca o lo mantenga bajo control.
Una bota conectó contra su cabeza y él voló hacia atrás girando de regreso al centro del anillo donde Yamcha y Krilin yacían paralizados por sus propios collares junto a Briefs. Jeiyce estuvo sobre él en un segundo, sonriendo con odio mientras capturaba los puños de Vegeta en cada mano, obligándolo a bajar, obligándolo a estar de rodillas. Él gruñó de rabia desafiante, cara a cara con su mayor enemigo... y era todo lo que podía hacer. Todo lo que recuperó en esta nueva explosión de poder, de necesidad, era solo una fracción de lo que había perdido. Jeiyce lo empujó hasta el piso de piedra polvorienta de la arena junto a Briefs. No es suficiente, pensó Vegeta mientras miraba hacia el padre de Bulma con furiosa desesperación. Hizo lo imposible y todavía no era suficiente.
—Tu raza es más peligrosa de lo que pensé si su ki puede exceder sus límites anteriores cuando están bajo presión de la manera en que lo hiciste hace un momento. —Jeiyce sonrió y cojeó hacia ellos con un seguro propósito mortal—. Veamos si puedes hacerlo de nuevo, muchacho. Tal vez incluso obtendrás tu deseo de pelear conmigo con todas tus fuerzas. —Él levantó su palma abierta hacia Vegeta, la muerte y el poder estaban reunidos en los bordes de las puntas de sus dedos—. Apuesto a que incluso podrías reventar el ki-amortiguador en tu cuello si le disparo a tu padre.
Jeiyce disparó.
No había ninguna decisión que tomar, no había otro camino para él. Vegeta se lanzó hacia la bola de energía sin freno y sintió el golpe del rayo en el pecho, sintió el abrasador, el profundo estallido mortal de la sangre en su corazón arder en su pecho, la mayor parte de sus pulmones se habían quemado bajo su esternón roto. Alguien lo abrazó y lo sostuvo.
—Chico estúpido —declaró Jeiyce desde algún lugar lejano.
—¡Oh, no... ! —La voz de Briefs sonaba tan llena de dolor desgarrador. ¿Sentía pena por él?
—Espera, amigo —le pidió Krilin en un tono apremiante—. ¡Quédate con nosotros!
Se produjo una aclamación en todas partes, la multitud celebraba la victoria del príncipe rojo sobre un hombre que llevaba un collar grillete de ki. Y él no había logrado nada, Vegeta pensó con amargura, sibilando en un ardiente jadeo por aire. Jeiyce mataría al padre de Bulma ahora, de la misma manera.
Se oyó un griterío, el metal se retorció con un desgarrador estruendo y el cemento y las piedras se rompieron. Algo, una enorme y monstruosa sombra, se cernió sobre ellos bloqueando la luz. El techo abovedado de la cámara... Vegeta alzó la mirada, no estaba seguro de lo que veía. El techo en media luna se levantó fuera del marco estructural del coliseo como si hubiera sido arrancado por unas potentes manos gigantes.
Vegeta escuchó las voces ahogadas de las legiones de amantes del circo volver a gritar de terror y se puso a reír débilmente. ¡El techo de la cámara había sido arrancado por manos gigantes!
Dos, luego diez, luego cincuenta gigantes y monstruosas formas gloriosas y descomunales aterrizaron en el piso de la arena a su alrededor. El choque atronador de sus grandes pies golpeando el suelo eran como el rugido de las risas de los Dioses de la guerra.
—Le dije —murmuró Briefs en su oído—, que tuviera cuidado con lo que deseara…
Los ki-asesinos destellaban por todas partes disparando a los ózarus en una desesperada y repetitiva histeria. Todas las ráfagas rebotaron inofensivamente sobre los gigantes inmóviles que estaban de pie en un círculo de protección alrededor de ellos, casi en posición de firmes. Por supuesto, ella había desarrollado un escudo contra los ki-asesinos. Ella había…
Jeiyce atravesó de forma violenta el anillo de ózarus gritando, aullando de miedo y de rabia.
—¡Perra! ¡Maldita perra del infierno!
La luz azul de un ki-asesino se disparó desde la palma del principal ózaru y derribó al príncipe rojo, dejándolo caer como una piedra. Horda se lanzó hacia arriba de improviso, capturó a su príncipe y lo bajó con cuidado al suelo a menos de diez metros de donde Briefs y los demás se arrodillaban alrededor de Vegeta.
El principal ózaru se inclinó lentamente, él sostenía algo pequeño y delicado en su enorme mano, una preciosa carga que dejó caer con una suavidad incongruente.
—No mates, Bardock. —Su mujer le ordenó de un modo severo a la enorme figura que gruñía y se cernía detrás de ella como un descomunal perro guardián.
Bulma dio un paso adelante y caminó lenta e inexorablemente hacia el cuerpo boca abajo y tembloroso del príncipe rojo. Horda dirigió una descarga de energía directo a ella, pero un brillante escudo azul cobró vida a su alrededor dispersando la ráfaga asesina sin causarle daño. Bardock rugió, levantó al capitán maiyoshyín por un pie y lo sacudió como una muñeca de trapo. Todos los ózarus en la arena gritaron de rabia, pero Bulma alzó una delgada mano y los hizo callar.
—Les indiqué que no maten. —Volvió la mirada hacia Jeiyce. Bardock, obediente, dejo caer a Horda como si fuera un desagradable bulto y el maiyoshyín de inmediato se arrastró para arrojarse sobre el cuerpo de su príncipe.
—Ojosama. —Le pidió con voz ronca—. ¡Ten piedad! Él… lo conozco de toda su vida. Fue un buen hombre una vez.
—Lo sé —dijo ella respecto a Jeiyce sin odio ni ira, a pesar de que él habría matado a su padre y al último de su pueblo por nada más que malicioso despecho. Pero su mirada solo guardaba lástima. Se arrodilló al lado de su enemigo y retiró los pálidos mechones empapados de sudor de sus ojos—. Su dragón del odio creció y creció hasta que devoró toda su alma. —Ella suspiró con tristeza—. Lo siento, Jeiyce. Siento no haber podido hacerte entender que no era demasiado tarde para dar marcha atrás, incluso ahora. Lamento no haber podido ayudarte. —Levantó los ojos para encontrarse con los de Horda—. Eres Horda-san, segundo canciller de Corsaris. Tu hija fue Jula de la casa Maiyosh, ¿verdad?
—Sí —contestó el hombre.
—Cuida a tu yerno —agregó—. Aún hay esperanza para él. Mientras esté vivo, hay esperanza de que pueda recuperarse.
—Cuidaré de él por el resto de mi vida, señora. —Horda asintió suavemente.
—... mátame, señora. —Jeiyce habló con un tono áspero mientras hacia lo posible por soltarse del gentil abrazo de su suegro e intentaba librarse de los temblores incapacitantes del ki-asesino para atacar.
—No —dijo Bulma en un tono implacable—. Tomaré a mi padre, a mis amigos y a mi pueblo, y me iré.
—¡Te encontraré! —siseó Jeiyce—... ¡Los mataré a todos!
—No. —Ella volvió a decir—. He erigido un escudo punto muerto en torno a este planeta. Su generador es autoblindado y está instalado en el corazón del sol de Shikaji. Cuando nos marchemos, todos ustedes quedarán atrapados en este planeta para siempre. Tú y los fanáticos del circo. —Alzó sus luminosos ojos azules y barrió a la multitud presa del pánico en las gradas escalonadas con una triste y melancólica mirada—. Les deseo toda la felicidad juntos. —Luego les dio la espalda, vio a su padre por primera vez y dejó a su enemigo sollozando y maldiciendo detrás suyo sin girarse para verlo. Ella cayó en los brazos del anciano, llorando y riendo al mismo tiempo.
—¡Papá! —sollozó. Su voz era como el alegre grito de toda una vida de dolor sanada—. ¡Papá!
El anciano lloraba también, aunque no de felicidad.
—¡Oh, cariño... Bulma-chan! Le han disparado. ¡Él tomó la explosión que estaba destinada a mí!
—¿Quién... ? —Su suave mano estaba en su mejilla, como un dulce recuerdo de felicidad.
—Saca... el holo…dispo... sitivo...—Vegeta intentó decir. Podía sentir su vida derramándose a través de la herida en su pecho. No había suficiente tiempo.
Briefs retiró el holograma de banda de su muñeca y el disfraz de luz, color y sombras se apagó y desapareció. Ella lo miró fijamente, sin moverse, como una mujer detenida en el tiempo. Luego pareció verlo todo de una vez y cayó hacia él con un grito bajo para cubrir su rostro con besos, sus lágrimas lavaron la suciedad de sus mejillas.
—¡Vegeta! —susurró—. ¿Cómo… ?
—Rikkuum... me salvo. —Él empujó tentativamente su enlace y Bulma lo recibió con un grito de alegría mezclado con dolor. La herida... ella lo había internalizado y visto como lo que era. Mortal. A Vegeta no le quedaba tiempo para decirle todo lo que deseaba. No quedaba tiempo para nada.
Amada... perdóname.
¡Ya lo hice! Bulma sollozó. Lo hice hace mucho tiempo. Oh, Dioses, ¡Vegeta, no! ¡No es justo!
Es lo justo, él le aseguró despacio. El mundo se había reducido a la vista de su hermoso rostro llorando. Sus labios se posaron en los suyos, suaves como la caricia de una pluma. Era mil veces más de lo que había esperado o soñado posible. Era más por lo que valía la pena morir.
—Te amo —dijo él—. Las mejores palabras que pasaron alguna vez por sus indignos labios. Y las últimas.
—¡Te amo, Vegeta! —respondió ella en voz baja—. Y... y te veré de nuevo.
Eso me alegraría, él pensó sonriendo. Y la fría manta de la muerte lo envolvió en su abrazo.
La luz del sol, cálida, dorada y filtrada con un diminuto matiz esmeralda, cayó a raudales en sus ojos. Vegeta parpadeó y se estiró en la cama acolchada con plumas debajo suyo. El pequeño peso sentado a horcajadas sobre su pecho se movió con impaciencia y finalmente logró enfocar sus atónitos ojos, y frunció el ceño con curiosidad a la pequeña figura.
—¡Despertaste! —exclamó un pequeño niño que lo miraba de forma imperiosa—. ¡Has dormido todo el día y la noche!
Vegeta lo estudió con absoluta fascinación y una amplia sonrisa empezó a aparecer en su rostro. Los ojos azules de Bulma, el cabello lavanda del anciano Briefs y... y el resto era completa, indiscutiblemente suyo. Un frío pico de terror se disparó a través de él. Se incorporó y cargó al niño en un brazo.
—Morí. Creo que morí. ¿Cómo es que estás aquí, niño? ¿Acaso… acaso tú…
—No, tú estabas muerto y bien muerto —le informó el niño—. Dende-sama deseó que regresaras.
Vegeta digirió eso por un momento. El pueblo místico de Namekkusei... ¿Podían realmente deshacer la muerte como decían las leyendas? Sacudió esas preguntas lejos con una indiferencia mental. Ellos le responderían pronto, estaba seguro. Pero ahora, contempló a la pequeña y maravillosa criatura en sus brazos, y observó crecer su impaciencia, al ver como las cejas del niño se fruncían de la misma manera que las suyas hacían cuando él no encontraba que decir a continuación.
—¿No vas a preguntarme quién soy? —dijo el niño muy entusiamado.
—¿Quién eres? —preguntó Vegeta con obediencia, a pesar de que ya lo sabía. Habría reconocido a este cachorro en una multitud de cien mil mocosos.
—Soy Trunks-sama —declaró lleno de orgullo—. El Saiyayín no Ou.
—Todavía no, niño —respondió Vegeta con una suave y profunda risa baja.
—Oh, quise decir, el "Saiyayín no Ouji". —Trunks parecía adecuadamente disgustado—. Estoy acostumbrado a que estés muerto... papá.
Vegeta sonrió y observó el rostro de su hijo iluminarse como un faro en reacción a su sonrisa.
—¿Papá está bien, entonces? —preguntó Trunks con alegría y Vegeta asintió—. Jissan Bardock dijo que debía llamarte «Ottoussama», pero nissan puede llamarlo papá, así que pensé que podía llamarte papá, también.
Vegeta se palpó el pecho, entero y sin cicatrices. Su cuerpo estaba en forma y fuerte. No existía ninguna señal o recuerdo de la herida que le había quitado la vida. Una pequeña mano tocó su rostro ligeramente, con timidez.
—Me parezco a ti —dijo Trunks.
—Sí —contestó Vegeta—. ¿Dónde está tu madre?, ¿dónde está Romayn?, ¿dónde...
—Nissan se llevó a los perros afuera para que hagan popo —explicó Trunks—. Estaba esperando aquí conmigo a que te despiertes. Se fue hace un minuto. —El niño dio un bostezó enorme—. Tardaste demasiado tiempo en despertar, papá... —Su hijo se estaba durmiendo. Los pequeños brazos estaban envueltos alrededor de su cuello con tanta espontánea confianza que Vegeta sintió que su corazón se contraía con un escalofrío de protector temor por este hijo que acababa de conocer. ¿El niño sabía que todos los planetas de la galaxia conocida lo matarían por el pecado de llevar sangre saiyayín? Examinó los bordes del ki del niño. Dioses... el cachorro era fuerte.
Él sintió que la tonta sonrisa de superioridad regresaba y se quedó perfectamente inmóvil al sentir la apacible elevación y caída de la respiración del niño en un suave ritmo constante contra su pecho. ¿Qué le había dicho su mujer? Él va a ser hermoso... todo lo bueno de los dos y nada de lo malo. Recostó el cuerpo dormido de su hijo en la cama despacio, con pesar. Habría tiempo para conocerlo. Trunks. Un buen nombre.
Solo llevaba un pantalón de tela suave. Encontró una camisa de un material similar colocada sobre el respaldo de una silla cerca del ingrso al dormitorio de piedra sin ventanas y se la puso. Se abrió paso a través de la puerta de lona y emergió al cálido sol de la tarde.
Estaba de pie en un precipicio, en un alto promontorio escarpado que miraba hacia un mar de profundas verdes praderas que se extendían hasta el horizonte oriental. Los huesos de la montaña bajo sus pies se sentían fuertes, como las heladas alturas de los riscos del norte en Vegetasei, las sombrías y duras montañas que habían fortalecido la sangre de sus padres, las antiguas tribus del norte. Pero esto no era Vegetasei.
Los tañidos de un millar, de decenas de miles de ráfagas de ki individuales, cantaron dentro de su mente a lo lejos en los interminables páramos. Eran distantes, pero Dios de los Dioses ¡estaban allí! Y eran muchos. Los niños del centro médico estaban vivos y fuertes.
Un dúo de felices ladridos habían olfateado su presencia, que parecía la única forma en que su especie retenía el pensamiento y la memoria, y se dio la vuelta desde el borde del acantilado para ver a los perros correr furiosamente por la escalera de piedra tallada a una velocidad vertiginosa. Tuvo un instante para abarcar las entradas de las viviendas talladas como intrincadas colmenas, todas pulidas y labradas en la suavidad del mármol, todas nacidas en la ladera de la montaña que se elevaba por detrás de él. Era una ciudad cincelada en el escarpado acantilado de la montaña.
Luego, las dos bestias babeantes se estrellaron contra él con ladridos histéricos de alegría canina.
—¡Tontos e inútiles animales descerebrados! —gruñó y les dio una amplia sonrisa—. ¿Han conquistado a los gatos hop y a los roedores de este nuevo planeta?, ¿ellos se inclinan ante ustedes? —Las bestias le respondieron lo mejor que pudieron. Él tocó la banda alrededor del cuello de Yaro, era un collar de algún tipo que zumbaba por la corriente de un mecanismo incorporado. Frunció el ceño pensando en los ki-amortiguadores—. ¿Quién te ha apresado, perro?
—Es un collar antigravedad. —No notó que el niño había aterrizado a su lado. Romayn había crecido, Vegeta decidió estudiando los cambios de cuatro años de desarrollo en él, que era la copia refleja de su padre—. A veces, cuando vuelo, ellos saltan al precipicio después de mí. Los collares se activan si lo hacen y flotan en lugar de caer. —El niño tragó saliva, sonrió y dio un paso hacia adelante—. Hola, Vegeta.
—Dijiste mi nombre correctamente —respondió él como un tonto. Y una parte inexplicable en su interior se lamentó ante el hecho de que no volvería a oír la palabra "edeeta" de nuevo. Romayn tenía seis años de edad ahora. Era un guerrero crecido—. Es bueno verte, niño.
Toda la extraña timidez de Romayn se disipó en un instante y Vegeta... no se tensó o frunció el ceño, o retrocedió cuando el niño se lanzó hacia él y arrojó los brazos alrededor de su cintura en un feroz y feliz abrazo.
—¡Te extrañe! —exclamó Romayn—. ¡Te extrañé mucho!
Vegeta inclinó la cabeza del niño hacia atrás de donde estaba enterrada y pasó una mano por la melena en picos de estrellas del cabello alborotado de Romayn.
—Estoy aquí, vivo, pero no entiendo como.
—Utilizamos las esferas del dragón —le explicó Romayn tranquilamente—. Dende es el nuevo Dios de Namekkusei y es muy joven, no mucho mayor que yo. Estas son las primeras esferas del dragón que alguna vez ha hecho, por lo que no podremos utilizarlas otra vez durante cien años. Pero Dende dijo que Ojjiisan le informó que te vamos a necesitar.
Vegeta lo estudió y se congeló a pesar del calor del sol sobre su espalda.
—¿Para qué?
—Algo viene —anunció Romayn despacio—. Algo tan malo que matará todo en todas partes si no lo detenemos. —Sus ojos se volvieron distantes y extraños, eran los ojos de un alma que había cruzado a través del velo de la vida y la muerte, y volvió con el recuerdo de su viaje—. No sucederá en un largo tiempo, nos lo dirán cuando sea el momento. Hasta entonces, tenemos que volvernos más fuertes. —Él pareció liberarse de la extraña clarividencia e hizo un gesto hacia el horizonte, a través de los páramos orientales—. Todos los bebés están allí. Viven con Nail-san y los demás sacerdotes guerreros namekkuseiyíns. Pero unos cuantos de los niños más pequeños ya se han ido a vivir con algunos de los chikyuuyíns que se unieron al asentamiento madrani al otro lado del mar interior. Muchos de ellos perdieron a sus niños y niñas cuando papá vino a Chikyuu, así que están felices de tener hijos. Los guerreros de Nail-san les están enseñando a los niños más grandes como meditar, ser agradables y esas cosas. —Él hizo un gesto vago hacia la ciudad de la montaña detrás de ellos, debajo de ellos, por encima de ellos—. Aquí es donde todas las niñas de las naves de Articha-san y Turna-san viven. Nos encontraron gracias a los sensores balizas de mamá un año después de que dejamos Vegetasei. Muchas de ellas son un poco malvadas, así que no viven con los namekkuseiyíns ni con los madranis. Papá, Jisan Toma, Articha-san y todos los demás saiyayíns adultos las pusieron en unidades de cuarteles y escuadrones porque eso es a lo que están acostumbradas. Mamá dijo que tienen que ir «un paso a la una vez». Papá dice que las niñas mayores necesitan «mano dura», porque ellas crecieron saiyayíns. Eso significa que Articha-san o alguien las golpean si tratan de comerse a un niño namekkuseiyín como una niña hizo el mes pasado. Vegeta, ¿por qué las niñas siempre te patean en las bolas cuando entrenas con ellas y luego se ríen de eso?
—No lo sé. —Vegeta sonrió—. Supongo que es por nuestra debilidad y no la de ellas.
—Ah —respondió Romayn. La palabra era más que un eco perfecto de la manera de hablar de Bulma, que Vegeta sintió que su pecho se oprimía—. Me tengo que ir —añadió el niño. Un rápido y fuerte abrazo, y Romayn dio un paso atrás de nuevo. Tomó dos correas que había colgado de su cinturón y las ajustó a los broches del collar de cada perro, hablando mientras lo hacía—. Voy a ir a jugar con Krilin y Yamcha en el asentamiento Chikyuu. Ellos realmente se sorprendieron al verme. Krilin-kun se desmayó. Tengo que ir allá, porque no van a venir aquí. Todavía no les gusta papá mucho y sé que quieres ver a mamá a solas. —Hizo una pausa y miró el rostro de repente en blanco de Vegeta—. Ella está en la cima. —Él apuntó hacia arriba al lado de la montaña detrás de ellos. Romayn pulsó un diminuto control en los collares de los perros y los dos animales comenzaron a flotar como tambaleantes globos ladradores—. ¡Vamos, muchachos! —Romayn se lanzó hacia el cielo, tirando de los perros que volaban con él por las correas y giró de regreso en el aire hacia el rostro de Vegeta—. Dile a mamá que vuelvo para la cena. Ah, y ¿Vegeta? Hay una niña en el asentamiento Chikyuu llamada Videl-chan que dice que es mejor que no olvides tu promesa. Ella golpea muy fuerte para ser una niña de Chikyuu. —Y el niño salió volando alejándose de la alfombra verde, con los perros que ladraban a cuestas. Vegeta lo vio alejarse en silencio.
Se preguntó vagamente si alguna mala gestión de juicio lo había aterrizado en la tierra de los muertos buenos, donde todas las heridas eran sanadas y todos los errores eran corregidos. Su pueblo vivía y crecía fuerte. Vivía y crecía... diferente. Como una raza que no violentaría algo hermoso para poseerlo, como un pueblo que vería el valor de un hombre como Briefs o Scopa. Su hijo... sus hijos, crecían fuertes y felices. Su mujer...
Agarró el disco de datos, todavía atado en su bolsa de cuero alrededor de su cuello como un tótem de coraje y colocó un búnker en la puerta de su mente para bloquear los ya vibrantes vínculos entre ellos, a fin de no violar... los pensamientos de ella. Bulma era una puerta cerrada contra él otra vez, su mente y su corazón estaban amurallados una vez más. La barrera no era fría, no estaba rodeada por un remolino de locura, odio y dolor como lo había sido cuando ella lo dejó en Vegetasei. Pero estaba allí.
Preparó su mente y su alma lo mejor que pudo, y se elevó, recurriendo a su poder con tan poco esfuerzo que solo notó cuando estaba en el aire que lo sacó de ese lugar muerto en su cabeza, el viejo canal familiar de poder por el que su ki había fluido desde la infancia. Su poder de pelea, la medida completa de la fuerza del Legendario, de alguna manera le fue devuelta junto con su vida.
Eso es bueno, pensó distraido mientras se elevaba más alto, pasando los portales en arco de la ciudad saiyayín. Dio la vuelta al lado de un peñasco y vio que ese pico era el primero de una gran variedad de pedregosas montañas parecidas a cuchillos sobresalientes que se extendían hacia el oeste. Cada montaña estaba esculpida como la primera, con ornamentadas cavernas-viviendas para los más salvajes, los más duros sobrevivientes de la caída de Vegetasei. En el distante oeste captó miles de destellos de incandescentes ráfagas de ki. Bardock y Articha dirigían a las chicas jóvenes en sus programas de entrenamiento. Llegó a la cima de la primera montaña y bajó en la parte superior de la meseta plana. Sus pies descalzos aterrizaron en la suave hierba y melilotos chikyuuyíns.
Allí estaba Bulma.
Sentada en una terraza de madera de tonalidad dorada, en medio de un jardín de flores arco iris chikyuuyíns, ella lo observó aterrizar, lo observó detenerse; un hombre en solemne contemplación de su destino, de pie ante su juez y jurado. La visión de su hermoso rostro sonriente, feliz y sano era una sentencia de muerte para todas sus esperanzas egoístas. No echaría a perder ese aspecto de dulce felicidad por estar cerca de ella. Debía irse y pronto. Se hincó de rodillas sin una palabra, ahogándose en el azul de sus ojos. El rostro de Bulma era perfecto y sereno, tal y como lo había imaginado, soñado. Su mano se desvió hacia el talismán alrededor de su cuello, tiró de este liberándolo de su lazo y desenvolvió la suave bolsa de cuero que lo mantenía a salvo. Lentamente tomó su mano y colocó el disco en su palma.
—Es la mitad del receptáculo de tu diario —dijo Vegeta.
—Yo... yo pensé que lo puse en las cápsulas que almacené con las cosas personales de Scopa —respondió ella. Alzó la vista hacia él y palideció mientras estudiaba su rostro—. ¿Has escuchado todo?
—Sí.
—Vegeta...
Él ya la estaba haciendo fruncir el ceño, ya estaba causando que esos gloriosos ojos rebosaran de lágrimas. Dioses, debía dejarla y pronto.
—Jeiyce me rompió primero —susurró—. Y me convertí en un hombre diferente. Me rompí de nuevo el día que mi planeta murió, cuando pensé que tú, Romayn y los últimos de mi especie estaban a punto de ser asesinados en el centro médico. Tu diario... fue la tercera ruptura. Y otra vez he cambiado porque ya era demasiado tarde para salvarte de todo lo que escribiste y contaste, y demasiado tarde para cambiar algo de lo que paso. —Él descansó sus palmas en la terraza de madera debajo de ellos, se inclinó y postró su rostro ante ella—. Me iré ahora. Solo quise traer a su padre ante usted. Dígame que hacer, señora, a donde debo ir. Vivo o muero según su voluntad.
Suaves manos lo levantaron, frágiles brazos de seda lo atrajeron hacia su cuerpo en un trémulo y fiero abrazo. Bulma temblaba, lloraba y sonreía al mismo tiempo, y Vegeta limpió las lágrimas de su rostro mientras ella lo sostenía. Eran otra cucharada en el océano de lágrimas que había derramado debido a él.
—Kamisama, Vegeta —dijo ella suavemente exasperada—. ¿Por qué siempre tiene que ser todo o nada con ustedes los saiyayíns?
—No me puedo quedar —contestó con voz ronca—. En tu diario... Bulma, fue amarme lo que te condujo a la locura al final. Te amo. ¡No sería hacerlo si escogiera estar cerca de ti, a riesgo de tu cordura!
Ella guardó silencio y su mirada azul profundo brilló en exceso. Seguía llorando, aunque no de pena ni de dolor. Abrió su mano libre y colocó un segundo disco en los dedos temblorosos de Vegeta.
—Es mi nuevo diario. Estaba haciendo un registro cuando llegaste. Lo empecé cuando nació Trunks.
—¿Su nacimiento... fue lo que te trajo de vuelta?
—No exactamente. —Bulma sonrió—. Es hermoso, ¿verdad?
—Sí. —Vegeta bajó la cabeza—. Seré un padre para él si me concedes el permiso. Sé que no tengo derecho…
Ella lo hizo callar colocando sus gentiles dedos contra sus labios.
—Silencio —indicó con suavidad—. Quiero que escuches la primera entrada de mi segundo diario, luego... hablaremos, ¿de acuerdo?
Él asintió en silencio. Presionó el audio en el pequeño mecanismo, era una grabadora y base de datos en un solo artefacto.
Hola…
Volví.
Ha pasado mucho tiempo, lo sé. Yo... al fin tomé mis vacaciones. Je. No del tipo que había imaginado, pero me siento... me siento mucho mejor. No, me siento bien.
No estuve en estado de coma mientras estaba lejos. Estaba... No puedo describir el lugar donde estaba, no realmente. No hay ninguna palabra mortal que le haga justicia.
Parecía, en un primer momento, como si estuviera en uno de los picnics de mamá, en uno de los que ella siempre preparaba para Son-Gokú y el resto de mis amigos cuando todos venían y se quedaban en la Corporación Cápsula. Entré por la puerta en la parte de atrás del recinto donde estaban el huerto y los jardines, y mamá corrió hacia mí, me abrazó riendo y me llevó de la mano al medio de toda la gente allí reunida. Parecía que era por la mañana y parecía que era de tarde, ambos al mismo tiempo. Y el día... el día duraba para siempre. Sé que había gente rodeándome, hablándome, abrazándome, diciéndome lo bueno que era verme, y todos ellos eran personas que conocía. La gente que amaba tan entrañablemente y echaba mucho de menos.
Recuerdo jugar al ajedrez con Scopa. Recuerdo a mamá sonriéndome mientras ponía a Karot-chan en mis brazos y me decía que era demasiado grande para que una dama mayor lo cargara por mucho tiempo. Lo sostuve y cubrí su rostro con besos hasta que sollozó para que lo dejara bajar y pudiera jugara con Rom-kun. Él era el mayor, tanto él como Rom-kun. Ambos parecían tener cerca de cuatro o cinco años de edad y jugaban a combatir y se disparaban de un lado al otro a través del jardín como pequeños cometas. Dusca jugaba con ellos cuando podía ser arrancada de sus muñecas, pero ellos se negaron categóricamente a unirse a ella en su fiesta de té. Solo había otro niño allí ese día. Se veía como de la misma edad de Rom-kun y Karot-chan, nunca habló y parecía ser terriblemente tímido, porque se sonrojaba hasta las raíces de su cabello lavanda cada vez que hablaba con él. Pero me observaba a donde quiera que yo iba con sus enormes e intensos ojos azules, y se quedaba atrás a menos que Rom-kun lo llevara de la mano hacia adelante para dejarse abrazar. Había algo tan familiar en él que me daba escalofríos. Era hermoso, tan hermoso como mis hijos.
Rom-kun venía y se iba. Estoy segura de que no siempre estaba allí y creo que me di cuenta de como llegó a esta fiesta al aire libre de mamá y papá en el lugar del verano eterno cuando simplemente se comenzó a desvanecer frente a mí, dio un enorme bostezo y dijo somnoliento: «¡Deja de sacudirme, papá!» mientras se volvía humo insustancial. Estaba soñándose aquí.
A veces yo era una niña pequeña, tan pequeña como Rom-kun y Karot-chan, y jugábamos juntos todo tipo de juegos imaginables. En un momento dado, durante una profunda conversación con Scopa sobre algún tema que ni siquiera puedo recordar, le pregunté por Zabón. Scopa se limitó a sonreír y me contestó que estaría aquí pronto. Nachti y Noira dijeron lo mismo sobre Hiru. «Él estará aquí pronto». Me volví hacia mamá que me había entregado otro vaso de limonada y le pregunté donde estaba papá.
Ella se rió y exclamó: «¡Ese viejo tonto! Llegará tarde, como de costumbre». Comentó lo mismo acerca de Yamcha y Krilin.
Vegeta no estaba allí. Tenía miedo de preguntar donde se hallaba, pero Scopa capturó el pensamiento que nunca pronuncié, extendió su brazo y tomó mi temblorosa mano en la suya.
«Lo verás pronto», dijo con absoluta certeza. Se puso de pie y me abrazó como si estuviera a punto de irse.
«¿Qué tan pronto?», pregunté, «¿cuándo? y... ¿qué le diré si nos encontramos?, ¿qué debo hacer?». No había odio en esta tierra de verano ni sentimientos de culpa de parte de ninguno de nosotros ni reproches ni recuerdos dolorosos. Podríamos amamos aquí y ser felices.
«Un día o cien años», sonrió Scopa, «todo es pronto». Me dio un beso y luego simplemente... desapareció.
«¡No!», dije de forma brusca. El sonido de mi voz se levantó en alarma registrando un nota aguda y discordante en todo a mi alrededor. Y yo me estaba... desvaneciendo. Me volvía más insustancial con cada segundo que pasaba, aunque tal vez siempre había sido así. Todo sonaba como un ensueño cuando me escuché tratando de decir que esto era real, que no solo lo parecía, que esto era más auténtico y más sólido que cualquier cosa que jamás había visto. «¡No me quiero ir», exclamé y comencé a llorar, «¡no quiero volver!».
«Cariño, no te molestes», mamá me pidió mientras me arropaba en mi propia cama después de que todos se despidieron de mí, uno por uno, «no es como si nunca nos volveremos a ver». Ella me dio un beso y tomó a Karot-chan de mis brazos.
«Mi bebé», le dije somnolienta, «te extrañé mucho». Y desaparecieron.
Papá estaba sentado en el borde de mi cama donde mamá había estado.
«No me voy», repliqué con terquedad. De repente era muy pequeña, muy niña, no mayor que Rom-kun.
«¿Qué le pasará a Rom-kun?», preguntó papá gentilmente, «¿qué le pasará a todos los otros niños?, ¿quién cuidará de ellos, Bulma-chan?».
Fruncí el ceño furiosa, sin responder. Sabía que no dejaría a Rom-kun y al bebé Trunks sin madre, pero igual estaba enojada.
«¡¿Por qué tuve que venir aquí, solo para volver?!», pregunté molesta. Ahora era una adolescente discutiendo con papá porque no me daría lo que quería cuando lo quería, «¡esto... esto hará que vuelva con más dolor, sabiendo lo que estoy dejando atrás!».
«Dolerá menos», contestó papá. Detrás de él, Rom-kun se asomó por la puerta del dormitorio y avanzó a través de la habitación. Él estaba jalando al niño de cabello lavanda con una mano por detrás suyo. «Una cosa es saber intelectualmente que la vida es efímera», papá continuó con suavidad, «que hay un estado de felicidad más allá del final de una buena vida donde todo el dolor es limpiado, donde te reúnes con todos los seres queridos que has perdido. Pero otra cosa es haber estado en ese mejor lugar, haber abrazado a tu hijo perdido y a tu madre una vez más, y saber que son felices y que esperaran tu regreso, ¿no es así?».
«Sí», dije con una vocecita. Él estaba en lo correcto. Todo el dolor, todos los males que había sufrido, todos los horrores de los que fui testigo... no me lastimaban ahora. Las heridas estaban cerradas y curadas, porque eran solo dolores fugaces del mundo mortal después de todo. Y al mirar en los ojos de papá, vi las caras de todos los que me había hecho daño a través de la verdad perfecta de su percepción, vi que eran tan desdichados, tan miserables y estaban tan perdidos, porque no entendían. No conocían nada mejor.
Todos ellos, excepto Vegeta.
Él había empezado a entender, a aprender a ser mejor. Y... y yo lo había matado. Lo destruí primero, aplasté su corazón, sus esperanzas, su todo y luego lo dejé morir. Empecé a llorar y papá me abrazó.
«¡¿Dónde está él?!», sollocé, «¿está en el infierno?».
«No», respondió papá mientras limpiaba las lágrimas de mi rostro, «y tienes mi promesa de que lo verás de nuevo. Aunque lo que hagas cuando se encuentren otra vez será tu elección».
«Es hora de irnos, mamá», dijo Rom-kun. Él se subió a la cama y tomó mi mano. El otro niño se quedó atrás porque aún era tímido. Papá lo levantó y lo colocó en mis brazos. El niño me sonrió, sus ojos azules eran como los míos, él estaba feliz de que simplemente lo abrazara y sentí una oleada de reconocimiento y absoluto amor fluir a través de mí. «Mi bebé», susurré.
Papá me besó en la frente. «Es tiempo de irse. Recuerda lo que has visto y entendido aquí, hija. Esto te ayudará a ver el mejor camino a elegir y te dará la fuerza para hacer lo que debes».
Lo miré y sonreí. «No eres realmente mi padre, ¿verdad?».
Y él me devolvió la sonrisa. «Soy el padre de todos, Bulma-chan».
Desperté.
Con Rom-kun todavía sosteniendo mi mano. Con Bardock y Nail de rodillas a mi lado. Con el cálido y dulce peso de mi nuevo bebé en mis brazos.
Me hicieron acostar. No estaba cansada, pero los dejé meterme en la cama de todos modos. Tengo al bebé Trunks aquí conmigo en un brazo y a Rom-kun acurrucado junto a mí.
Voy a terminar este diario ahora. Empezaré uno nuevo, uno que comenzará con el primer día de la vida de Trunks. Un diario lleno de recuerdos felices. No sé donde estamos o lo que pasará mañana, pero en este momento, soy feliz.
¡Soy tan feliz!
Ella finalmente habló después del silencio que siguió.
—Hubiera estado perdida y rota sin posibilidades de reparación, Vegeta, si no hubiese sido llevada a ese lugar mejor donde besé a mi mamá otra vez, donde hablé con Scopa y sostuve a mi Karot-chan de nuevo. Y cuando desperté... me di cuenta de que había traído un pedazo de esa tierra de verano conmigo. O tal vez solo entendí que todo es mejor ahora, más que las personas que solo han visto el mundo de los mortales. Entendí que la muerte es una ilusión, que el mal es una enfermedad, una mala comprensión de lo que es real y de lo que importa. Regresé sana, Vegeta, más que eso... regresé sin odio y todo el dolor que conocí en Vegetasei es como un sueño ahora. Así que... así que, quiero que te quedes. Te quiero cerca y... y luego ya veremos. —Bulma colocó su mano contra la mejilla de él y Vegeta volvió su rostro, y besó el interior de su palma, todo su cuerpo temblaba. La tomó en sus brazos y la besó lentamente, disfrutándola, como si ella fuera a desvanecerse como el humo en cualquier momento. Esto no podía ser real.
Pero ella era real y estaba bien, y estaba cerca. Lo que viniera después, si serían amigos o amantes, él acataría su decisión y le agradecería a los Dioses por cada aliento que respirara en su presencia. Pero ahora Bulma lo miraba con curiosidad mientras él la abrazaba. Esperó a ver lo que le diría.
—Eres tan diferente, Vegeta —dijo—. Más diferente que cuando despertaste en casa de Bardock.
Él la estudió.
—Tú también has cambiado. Nosotros... somos casi extraños el uno para el otro ahora. Creo que tendremos que volver a conocernos.
Y ella sonrió como el sol del amanecer de un nuevo día.
—Eso me gustaría.
FIN
Si toda la fuerza
Y todo el coraje
Vinieran y me levantaran de este lugar,
Sé que podría amarte mucho mejor que esto.
Llena eres de gracia,
Mi amor...
-Sarah Maclachlan
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Nota de la traductora: Si les gustó la historia, la pueden bajar maquetada como libro con carátula y contracarátula en archivo pdf, en la siguiente dirección de google drive:
https(://)drive.google.com/file/d/1jyLTfbg6bBO2z52LwnlM7uSbVYU6owxg/view?usp=sharing
Retiren los paréntesis del link.
La anchura de las hojas es de 150 milímetros y la altura es de 230 milímetros.
Las letras de la carátula son:
-Lisalu: Imperator
-Título Un día alegre: Crystal symphony
Es el archivo que yo he usado para imprimir esta historia como libro de tapa dura, lo bueno es que está maquetada, así que casi no hay errores de huerfanas, viudas, etc. (aunque es imposible sacarlas todos), lo cual no ayuda a una lectura placentera.
Quiero dejar en claro que este archivo no tiene fines comerciales, la historia le pertenece a su autora y la traducción a mí, y únicamente lo hago para que todos disfrutemos de una agradable lectura, me dicen a mi correo de fanfic si hay problemas para descargar el archivo.
Muchos saludos.
Chicamarioneta