Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ Corre, Corre, Pequeño Auror... ❯ One-Shot ( Chapter 1 )
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Corre, Corre, Pequeño Auror...
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
N/A: Advertencia, por favor, leer antes de continuar. Esta historia es un Non-con. No hay violencia ni descripción excesiva, pero sigue siendo un non-con. Es más un drabble que otra cosa así que no se enojen conmigo. Actualmente tiene una segunda parte titulada “Sólo la Luz, Sólo Mi Luz”.
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Ron observó a su alrededor con precaución mientras era levitado hasta el centro de lo que parecía ser la arena de un estadio, seguramente algunas viejas ruinas transformadas con un hechizo ilusorio bastante poderoso. La jaula donde lo habían encerrado no le permitía demasiado movimiento, tan sólo estar en pie. En el interior de la misma unos grilletes mágicos mantenían en su lugar manos y piernas de forma innecesaria o eso pensaba.
Su cuerpo estaba tenso por la adrenalina que corría su cuerpo como fuego. Apenas dos días antes él y un grupo de aurores habían sido capturados y encerrados en las más infectas mazmorras que había visto en su vida. Había otros prisioneros pero de la forma en que los habían encadenado ninguno podía ver en qué condiciones se encontraban sus compañeros, menos aún reconocer al resto de los ocupantes. Ni siquiera se les había permitido hablar entre sí, con un hechizo de silencio les habían cortado la voz, sus varitas y sus ropas de aurores removidas.
Habían pasado esas cuarenta y ocho horas sin ser molestados pero al cabo los habían ido encerrando uno a uno en aquellas jaulas. Finalmente los habían comenzado a levitar hasta sacarlos a la luz del sol en aquel extraño lugar. No era demasiado grande, apenas un redondel hundido en el suelo, rodeado de murallas de piedra y la puerta de madera rústica por la cual los habían sacado al interior del pozo. Alrededor de las murallas los asientos y en ellos varios mortífagos, todos con sus máscaras blancas y ropajes negros.
Uno a uno los fueron asegurando contra las paredes de piedra dejando libre el espacio del interior. Los mortífagos reunidos parecían ansiosos porque comenzara la acción y eso era lo que más temía el pelirojo... la clase de diversión que les proporcionarían. En total contó dos aurores de su unidad y tres de los asignados al patrullaje en Hogsmeade. Maldijo en su interior, eso significaba que los mortífagos habían llegado a Hogwarts. Esperaba que la desaparición de los aurores pusiera en alerta al viejo Dumbledore.
Los gritos y vítores de los mortífagos hicieron que volviera a concentrarse en sus alrededores. La puerta incrustada en la pared de piedra se abrió y por ella entraron siete figuras enmascaradas. Una de ellas se paró justo en el centro y con un sonorus de mediana intensidad se hizo escuchar. Los ojos de Ron se entrecerraron cuando el hombre anunció la distracción del día. Los mortífagos contra los aurores, mano a mano, nada de magia aunque no comentó nada acerca de lo justa que serían las peleas. Lo típico entonces. El anunciador salió de la arena y los seis mortífagos restantes comenzaron a rondar las jaulas como si examinaran animales en una tienda de mascotas. Los observó con detenimiento tratando de dar con las identidades pero no había mucho que pudiera hacer.
Uno de los mortífagos se detuvo frente a su jaula y lo observó con sumo interés, se acercó y metió la mano por entre los hierros. Observó la mano en máxima alerta, estaba enguantada en fino cuero negro y cuando rozó su barbilla para levantarle la cabeza sintió escalofríos por toda su espalda. Gruñó y le lanzó una dentellada a la mano casi atrapando uno de los dedos. De haber tenido la oportunidad se lo hubiera arrancado pero el mortífago había sido mucho más rápido. Escuchó una risa profunda tras la máscara y luego sintió la mano posarse sobre su pecho desnudo. La jaula se estremeció con la fuerza que sus músculos ejercieron sobre ella. Para sus diecinueve años Ronald Weasley había desarrollado un cuerpo atlético de estrechas caderas y lo suficientemente amplio en el pecho como para impedir que pasara por un larguirucho jovenzuelo, pero ser auror causaba ese efecto, en especial cuando los ataques de los mortífagos se habían tornado violentamente físicos.
Se estremeció cuando aquella mano enguantada rozó uno de sus pezones y volvió a gruñir salvajemente. No, Ron no se había refinado con el paso del tiempo, se había vuelto algo salvaje y su trabajo como auror no ayudaba a suavizar su carácter, muy al contrario, ver cómo muchas veces sus compañeros aurores caían víctimas de ataques le había recrudecido. El auror Weasley hacía que aquel dicho acerca de los pelirojos se volviera palpable para cualquiera que osaba ponerle un dedo encima y aquel mortífago se las iba a pagar... bueno... en cuanto saliera de aquella jaula, claro está.
El mortífago repasó su pecho hasta su vientre y retiró la mano, podía escuchar la risa aún, profunda, burlona. Lo midió de arriba a abajo y se paró frente a su jaula. Ron se dio cuenta que los demás mortífagos habían escogido a su pareja del día. El primer mortífago abrió la jaula, se quitó las ropas negras hasta quedar en los pantalones mostrando un cuerpo bastante fornido y musculoso. El auror, al ver al hombre tragó fuerte, los grilletes no lo habían soltado aún pero con un movimiento de la varita los hierros se abrieron y con algo de temor salió de su confinamiento. Ron cerró los ojos brevemente, el ganador era obvio, el mortífago era mucho más fuerte y el auror parecía haber sido golpeado salvajemente al contrario de sus compañeros. Suspiró fuertemente y se concentró en el hombre parado frente a su propia jaula.
Era un poco más bajo, apenas unos centímetros más bajo pero si el ancho de su espalda era alguna indicación el hombre era de tener cuidado. Cierto que Ron parecía más fuerte pero nunca se sabía la fuerza que una persona aparentemente delgada podía poseer y si lo había escogido significaba que confiaba en que podía vencerlo.
El primer mortífago venció al auror y para alivio de Ron decidió no matarlo allí frente a los demás. Tomó el cuerpo inconsciente del suelo y lo cargó hacia la puerta de madera, los restantes mortífagos lo vitorearon animadamente.
El siguiente turno... para su malestar, fue el suyo. La jaula se abrió a la señal del mortífago pero no lo soltó de las cadenas. El hombre se acercó y Ron supo que sonreía bajo la máscara. “Bastardo.”
“Muy al contrario, de las mejores sangres del mundo mágico.” La voz se le hizo conocida, casi podía adivinar los ojos que debían ir con ella pero en esos momentos el mortífago lo tomó por los trapos que hacían de camisa y los desgarró dejándolo desnudo del torso. Se alejó como admirándolo y se quitó las ropas hasta quedar en los pantalones. Una piel blanca como marfil lo saludó y como había supuesto, aunque el cuerpo no era demasiado grande o musculoso, las formas se marcaban perfectamente. No lo iba a subestimar, seguramente era rápido y con suficiente astucia podía ganarle... después de todo tenía que ser un Slytherin y las malditas serpientes eran demasiado astutas para su gusto.
Los grilletes se abrieron y salió impulsado hacia el hombre. Ron hizo rotar sus hombros y calentó levemente los brazos para luego comenzar a rodear al mortífago que aún no se quitaba la máscara. “Una sola cosa... auror. Si me quitas la máscara tus compañeros morirán sin tener siquiera oportunidad de defenderse. En estos momentos su vida depende de nuestro incógnito.” Más que hablar el hombre susurraba. De todas formas Ron asintió su entendimiento.
Comenzaron a rodearse el uno al otro como dos fieras y de pronto ambos saltaron a la vez encontrándose a la mitad.
Quince minutos más tarde Ron tenía la nariz y la boca ensangrentada, jadeaba cansado de la misma forma que su opositor quien escurría sangre por el cuello manchándose la máscara. Al comenzar no había meditado en casi nada pero ahora comenzaba a sospechar que si ganaba moriría en aquel instante. Todos los presentes observaban silenciosos y con suma atención. ¿Qué sucedería si realmente ganaba? ¿Qué le sucedería si perdía? No pudo pensar más pues el hombre volvía al ataque. Esta vez le atinó un golpe en la sien que lo dejó algo más que mareado y cayó de rodillas al suelo. Los mortífagos vitorearon ensordecedoramente excitados por la emoción de la pelea. Una rodilla encontró blanco en sus costillas y el aire fue expelido de sus pulmones para finalmente ser golpeado nuevamente en la sien. Cayó al suelo sobre sus manos y rodillas y se quedó allí.
Los mortífagos rugían una palabra y cuando finalmente la entendió sus ojos se abrieron desmesurados. “¡Collar! ¡Collar!” Un collar con dos correas fueron lanzados al medio de la arena y el mortífago los recogió.
“¿Te rindes?” Ron apretó los puños sobre la arena y miró a sus compañeros. Ellos sabían que no estaba vencido, lo veía en sus ojos y en la forma que le suplicaban que se rindiera. Por Merlín, aquella humillación era demasiado pero ¿qué hacer?
Un pie en su costado terminó de tirarlo completamente al suelo y Ron se obligó a permanecer allí. “¿Te rindes?”
“Me rindo.” Gimió tan fuerte como pudo.
“Manos en la espalda y de rodillas.” Se incorporó lo mejor que pudo y puso sus manos en la espalda. El mortífago lo ató con la correa dejando suficiente para ponerle el collar, pasó la hebilla hasta dejarlo exacto a su cuello y luego tomó la correa que colgaba y lo hizo levantar. Nuevamente los mortífagos vitoreaban excitados y el hombre lo dirigió a la puerta de madera.
Una vez lejos de los demás el mortífago sacó su varita de entre sus pantalones y terminó de asegurarlo para luego llevarlo por los pasillos hasta una habitación amueblada con una cama y algunas sillas. Lo sentó en una y lo dejó allí hasta que se hubo duchado y cambiado. La boca de Ron colgó abierta cuando del baño emergió alguien que conocía perfectamente. “Malfoy...” Susurró con rabia, se había rendido ante uno de sus antiguos Némesis. El rubio traía un paño húmedo en las manos y con eso le limpió la sangre del rostro para luego sanar con un hechizo su boca y nariz. No era como si Ron fuera a agradecerle nada. Draco Malfoy era un mortífago hasta donde él sabía y dado el historial de ambos era poco probable que aquella fuera a ser una estancia agradable.
Draco aseguró las puertas con hechizos dobles y luego dirigió su varita a su pecho. Ron contuvo el aliento pero sus ojos no perdieron contacto con los del rubio en ningún momento. Lo vio sonreír y volvió a maldecir su suerte, seguramente le esperaba un día muy largo.
“¿Por qué te rendiste, Weasley? Esperaba más de ti.”
“Puedo vencerte cualquier día.”
“¿Hoy no?”
“¿Y qué iba a pasar si ganaba? No creo que tus compañeros me permitieran la victoria sin una buena lección. Son todos unos cobardes.” Gruñó irritado.
“Cierto, seguramente habrían enviado otro después de mí. Pero eso era sólo diversión, la tortura apenas comienza.” Ron dio un resoplido pero se mantuvo callado. “Te diré qué haré. Vamos a terminar la pelea aquí, puedo ver que aún no estás vencido realmente. Si gano... tendré derecho a tu cuerpo, sin protestas. Si ganas entonces te ganarás una noche más de tranquilidad. Draco no esperó a que aceptara, simplemente quitó los hechizos que lo mantenían en la silla y la correa se soltó aunque no el collar. La varita desapareció y Draco volvió a tomar una posición de ataque.
Media hora más tarde Ron se hallaba en el suelo, magullado. Un golpe de suerte, o eso deseaba que hubiera sido, había volteado las tablas a favor de Draco. Ahora el rubio sabía que su debilidad eran sus rodillas... y cómo le dolían, quizás le había partido el menisco de la derecha puesto que no podía ponerla en el suelo y estaba muy hinchada. El rubio no estaba en mejores condiciones, su rostro estaba bastante magullado y tenía su buena ración de golpes.
“¿Te rindes, Weasley?” El pelirojo apretó los dientes con fuerza y levantó sus ojos furiosos hacia Draco que yacía tirado sobre la cama mientras él yacía tirado a sus pies en el centro de la habitación. Sí que era rápido el muy maldito. Ante el largo silencio el rubio se levantó y tomó con fuerza sus rojos cabellos halándolos dolorosamente. “Dilo, Weasley, o esto no habrá terminado aún.”
“Me rindo.” Siseó entre dientes. Era la segunda vez que lo tenía que decir pero esta vez había algo real que perder tras la aceptación y no simplemente un poco de orgullo.
“¿Realmente?” Tragó fuerte y cerró los ojos por unos segundos.
“Acepto tus condiciones.” Lo vio sonreír triunfal y sacar su varita. Apuntó a sus rodillas y al instante ambas quedaron reparadas y sin rastro de dolor.
“Desnúdate y acuéstate en la cama.” Con dolorosa parsimonia el pelirojo se quitó las pocas ropas que conservaba. Antes de moverse sintió un hechizo de limpieza sobre su cuerpo que lo hizo contener la respiración por unos segundos. Se movió a la cama con renuencia y se acostó. “Boca abajo.” Apretó los dientes con fuerza pero obedeció. Escuchó el sonido de las ropas de Draco caer al suelo y lo sintió subir a la cama con él. Cerró los ojos y esperó, el rubio no se andaba con cuentos y sabía que pronto lo tendría respirando sobre su espalda. Maldijo nuevamente su suerte. De todos los mortífagos bastardos tenía que ser él.
Una mano se posó en la curva de su espalda y comenzó a recorrer toda la expansión sin dejar ni un sólo centímetro de piel. Apretó los puños con fuerza sobre la cama. “No deberías molestarte tanto, Weasley... yo conozco tu secreto.” Susurró aún acariciándolo. El pelirojo se quedó petrificado y abrió los azules ojos cuan grandes eran. “Así es... Ronald... Conozco tu secreto desde séptimo año.” Sintió la mano acariciar sus glúteos pero apenas atinó a parpadear, la sorpresa era demasiada, ¿cómo sabía Malfoy de su secreto? Lo había estado ocultando celosamente... demasiado celosamente.
“He querido hacer esto desde que lo supe... pero nunca conseguí atraparte a solas, ni siquiera contestaste mis notas. Aún me siento enojado por eso.” Musitó el rubio haciendo un puchero indignado que volvió a ser sonrisa con rapidez al ver que los músculos del trasero de Ron se tensaban al contacto de sus manos. “Separa las piernas, Weasley.”
Ron tragó fuerte nuevamente y trató de sobreponerse pero la voz de Draco sonaba... extrañamente... sensual. Por lo que antes de poder saber lo que hacía, sus piernas se separaron y la mano de Draco acarició el interior de sus muslos con lentitud. “Eso es, auror, ábrelas para mí.” Al sonido de aquella voz el pelirojo bajó la cabeza sobre la cama y cerró los ojos mientras intentaba controlar su respiración.
“¿Te gusta esto, auror?” Ron no respondió pero su cuerpo se estremeció traicioneramente. “Seguro que te gusta. Voltéate.” Ronroneó cerca de su oído.
Ron obedeció, su cuerpo deseando lo que su mente intentaba negar. Al hacerlo el rubio lo tomó por las muñecas y las atrapó arriba de su cabeza mientras se sentaba a horcajadas sobre sus muslos, la erección del rubio anidándose junto a la suya. Un hechizo susurrado y sus manos quedaron atadas a la cabecera de la cama con cuerdas, para entonces los dedos de Draco recorrían su cuerpo. “Siempre me pregunté hasta dónde llegarían estas pecas... Weasley.” Ron se sintió enrojecer de la vergüenza pero el rubio no parecía estarse burlando sino que trazaba las graciosas manchas con los dedos, como fascinado por las miles de formas y miles de tonos que tenían cada una. Separó por instinto las piernas cuando los finos dedos llegaron a su vientre. “Umhh... genuinamente pelirojo... ¿cómo podías haberlo ocultado?” Sonrió con malicia fijando sus ojos con los del joven a su merced. “¿Qué sucede auror? ¿No vas a rogar?” Un estilizado dígito pasó por todo lo largo de su erección haciéndolo gemir suavemente. “Y yo que pensaba que acababa de atrapar un león. Ruégame que no te haga daño, auror.” La erección palpitó bajo su dedo pero no hizo amague de continuar la caricia, sólo dejó el dedo puesto allí. Los ojos azules lo miraban con malicia mientras se quedaba quieto en aquella posición. No podía decirlo, simplemente no podía aún cuando todo su cuerpo lo pidiera a gritos.
“¿Eres virgen aún, Weasley? ¿Cuántas veces has imaginado al malvado mortífago quitándotela? Seguro que lo has imaginado cientos de veces... Pues ahora se te va a cumplir tu fantasía más oscura.”
“No...”
“¿No? Perdiste, Weasley y ahora es tiempo de entrar en posesión de lo que me pertenece.” Lo obligó a abrir las piernas tanto como podía dejando al descubierto su trasero y susurró un hechizo de lubricación. Ron no podía ver pero sintió cuando los dedos lubricados acariciaron su sonrosada entrada sin penetrarlo. Jadeó con más fuerza, el rubio no lo iba a preparar, simplemente se lo iba a coger. Lo sintió moverse y estaba seguro que ahora lubricaba su propia erección. “Seguramente eres tan estrecho que me va a doler, pero no me importa, será la mejor cogida que te hayan dado nunca.” Cuando la punta de aquella carne se posó en su entrada se sintió contraerse con fuerza lo que hizo reír al rubio con evidente malicia.
Sólo entonces llegó a su mente la realidad de su situación y lo que estaba a punto de suceder, no había marcha atrás y aunque su cuerpo lo deseaba sintió miedo. Draco Malfoy nunca había sentido compasión por nadie, menos por Ron Weasley. Sentía la carne presionar contra su entrada y la leve punzada de dolor le vaticinaba lo dura que estaba. Mucho antes de lo que imaginaba la tendría toda en su interior y sintió miedo de su propio deseo. El rubio sujetó con fuerza amoratadora sus caderas mientras sus piernas levantadas por sus brazos lo dejaban completamente vulnerable. Allí, suspendido en el aire a punto de ser penetrado se arrepintió fugazmente de su fantasía y a la vez se convenció de que ya no podía escapar de ella. El tobogán acababa de cerrar sus puertas y ahora tendría que terminar el viaje que había elegido.
“Corre, corre, pequeño auror... que ahí viene el mortífago cazador...” Canturreó el rubio lleno de sarcasmo, aquella canción para niños que de pequeño había jugado con sus hermanos mientras se tomaban de la mano y hacían ronda. Entonces el rubio empujó sus caderas en un movimiento único que lo invadió por completo.
Y el mundo de Ron estalló en rojo.
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