Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ Míos ❯ Capítulo 1 ( Chapter 1 )

[ X - Adult: No readers under 18. Contains Graphic Adult Themes/Extreme violence. ]

*******
 
Capítulo 1
 
*******
 
Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
 
A/N: Esta historia consta de dos capítulos, sólo eso, no hay más. Espero que les agrade. Tiene algo de tortura y non-con pero no descritos ya que no es la parte “interesante” de la trama, no esperen que me explaye en esa explicación de sucesos. Por lo demás, doble Mpreg o embarazo masculino, pero la trama tampoco gira alrededor del “alumbramiento” así que… bueno, ya saben cómo soy en eso. El resto es un culebrón.
 
Y como está terminada, se las voy a presentar aunque queden cuatro historias sin terminar. Besos y se me cuidan mucho.
 
Advertencia: Desaparición de un personaje.
 
*******
 
“Esta es tu única salida.” Casi le escupió el hombre de negros cabellos. Harry intentó respirar, tomar aire, lo que fuera pero apenas podía. Voldemort acababa de asesinar al director de la escuela. Albus Dumbledore y muchos otros habían muerto y ahora el hombre que estaba a cargo de su vida y bienestar no era otro que Severus Snape. El hombre que lo odiaba a muerte. ¿Y qué le había propuesto el hombre? La solución más tenebrosa y disparatada que podía pensar. Unirse a un mortífago en un matrimonio arreglado y desaparecer hasta que le fuera posible derrotar al Señor Tenebroso. Porque él sabía que Lucius Malfoy continuaba siendo un mortífago en cuerpo y alma.
 
“¡No, eso no es cierto!” Intentó soltarse del agarre de su profesor pero haber estado maltratando su cuerpo esos días no le ayudaba en nada. “No voy a casarme con ese hombre, ¡es un mortífago!” De pronto escuchó un sonido agudo y sintió dolor en su rostro. El profesor le había pegado. Se le aguaron los ojos y se llevó una mano al rostro.
 
“Harás todo lo que yo te diga, Potter, soy tu guardián y voy a prepararte para que derrotes al Señor Tenebroso de una buena vez. No como el tonto de Dumbledore que te tenía lástima.” Lo empujó contra uno de los sillones. “Te casarás con el señor Malfoy, él es el único que puede protegerte ahora. ¿Pero qué digo? Es el único que está dispuesto a completar lo que se requiere con un mocoso impertinente como tú porque si por mí fuera... te dejaría a merced del Señor Tenebroso para que lo primero que hiciera fuera encontrarte y asesinarte... no sin antes torturarte, claro está.”
 
“No, profesor Snape, por favor, no me haga esto, se lo suplico.”
 
“Harás lo que yo te ordene... y es mi última palabra.”
 
Y así comenzó la tortura día y noche. Las clases de Oclumancia, las Clases de Magia Oscura y las visitas de Lucius en preparación para la ceremonia. El hombre se satisfacía viéndolo enrojecer y provocándole más humillación que la del profesor ahora convertido en director.
 
Pero la noche que lo marcaría para el resto de su vida fue la noche de bodas. Un mago del Ministerio vino a la Mansión Malfoy a casarlos. Harry apenas había logrado retener lo que había desayunado y se hallaba cada día más débil. ¿Acaso esos dos hombres no podían ver que lo estaban matando lentamente?
 
Día con día, noche con noche le iban endureciendo el alma pero esa noche fue la peor de todas. Sería la que marcaría no sólo la vida de Harry sino el futuro del Mundo Mágico. Esa noche Lucius consumó su matrimonio frente a los atentos ojos del profesor Severus Snape. Una y otra vez, en contra de su voluntad y consentimiento, Lucius Malfoy lo marcó por dentro y por fuera en el alma y en el corazón. Con vara de hierro y fuego.
 
Harry dejó de comer e incluso intentó terminar con su vida en varias ocasiones hasta que llegó el día en que tuvo que enfrentarse al Lord de todas formas. Pero había sido entrenado... y a pesar de su cuerpo y mente débil logró vencer al monstruo.
 
De ese día en adelante comenzó la Era de Harry Potter, una era tan oscura como la del mismo Voldemort, con la única diferencia que no había matanzas de muggles o sangres sucias... sino de sangres puras en muchos casos. Especialmente los sangres puras que se habían burlado de él, que lo habían condenado y lo habían obligado a ser su salvador.
 
Dos de esos sangres puras vivirían para contarlo.
 
*******
 
Ese día Harry despertó en su cama en la Mansión Malfoy. A su lado su esposo, Lucius, esperaba aburrido a que despertara.
 
Se sentía atolondrado pero no débil y eso lo sorprendía sobremanera. Sentía como si la magia recorriera su cuerpo, deseosa de ponerse en acción. Poder, todo el poder liberado que había sentido al momento de exterminar a Voldemort ahora corría por sus venas sin esfuerzo.
 
“Finalmente despiertas, muchacho.” Siseó el rubio a su lado. “Ahora que has derrotado al Lord tenemos muchas cosas que hacer. El Mundo Mágico nos espera para que seamos sus señores.”
 
“¿Sus señores?” Murmuró sin sentir nada de emoción.
 
“Sí, con tu fama y mi dinero Fudge no tendrá otra opción que entregar el Ministerio en nuestras manos y pronto comenzará una verdadera era de orden en el Mundo Mágico como nunca antes se había conocido jamás.” El hombre parecía resplandecer con los planes que había forjado en su cabeza.
 
Harry se levantó de la cama y se sentó. “Creo que eso no será posible.” Dijo en un tono de voz que no delataba nada. El rubio entrecerró los ojos y se acercó airado al joven.
 
“¿Qué dijiste?”
 
“Dije que eso no será posible... adorado esposo mío.” Y levantando una mano hizo que Lucius dejara de respirar y lo escuchara atentamente. “De hoy en adelante... en esta unión... seré yo el que diga qué es lo que se va a hacer. ¿Entendido?” Lucius gruñó y se puso rojo de la ira pero cuando aquel agarre mortal comenzó a asfixiarlo tuvo que asentir. De inmediato cayó al suelo.
 
“Ahora, adorado esposo... quiero que llames a Severus a la casa. Necesito ajustar unas cuentas con él. Y nada de trucos.” Susurró y Lucius sintió un dolor en el medio del pecho tan potente como un cruciatus pero concentrado sólo en ese lugar, como un ataque al corazón.
 
Cuando tuvo consciencia nuevamente de sus alrededores estaba frente a la chimenea de la sala, sólo y tirado en el suelo. Tenía que llamar a Severus de inmediato.
 
Apenas habían pasado diez minutos cuando Severus Snape hacía su entrada a la Mansión. Se halló frente a un Lucius muy pálido y con temor en sus ojos. “¿Lucius? ¿Qué es lo que sucede?” Preguntó el profesor con curiosidad, el rubio le respondió casi tartamudeando pero controlándose de hacerlo al final.
 
“Severus... Harry, mi querido esposo, quiere hablarte.”
 
“¿Tú querido esposo?”
 
“Sí... Severus, su querido esposo, Harry Potter.” La sonrisa en aquel rostro de niño era cruel y Lucius al escucharlo tembló. El profesor estuvo a punto de insultarlo e intentar humillarlo pero Harry continuó. “Es que quiero que sean los primeros en ser testigos de cómo comienza mi reinado en el Mundo Mágico.” Un rayo de luz salido de los dedos del joven hizo que Severus fuera arrojado por los aires, un segundo rayo hizo que Lucius cayera a su lado.
 
El joven cerró los ojos y la magia lo rodeó haciéndolo resplandecer. Lucius sintió las barreras de la Mansión caer ante la magia y luego, como un potente llamado en sus propias venas, sintió aquella magia llamándolo, cuestionándolo y haciéndolo completamente suyo. Sintió también el temblor de la tierra cuando aquella magia salió en todas direcciones, cientos miles de ondas mágicas que atravesaron el cielo como relámpagos de luz en dirección a todos los magos importantes.
 
Una magia que doblegaba mentes desde aquel distante punto en Inglaterra. Cuando la magia desapareció finalmente el joven ni siquiera se tambaleó del esfuerzo. Simplemente extendió ambas manos y se acercó a los dos hombres en el suelo.
 
“Me enseñaste muy bien, Severus... tú también, amado mío... así que es tiempo de que reciban su recompensa. Quiero que ambos estén a mi lado cuando todos vengan a rendirme los debidos respetos y a reconocer mi soberanía.” Como impulsados por una fuerza invisible las manos de ambos se levantaron y tomaron las de Harry.
 
No bien lo hubieron hecho la magia volvió a pulsar alrededor del joven cuerpo y todo a su alrededor se volvió nebuloso. Cuando los volvieron a abrir el lugar no se parecía en nada a lo que había sido originalmente la Mansión Malfoy. Ahora parecía más una enorme fortaleza de piedra mágica que de alguna forma tenía semblanza con lo que había sido alguna vez el escondite del que no debía ser nombrado.
 
Ese fue apenas el primer cambio que hubo porque cuando los magos de todo el mundo comenzaron a llegar a aquel lugar las cosas comenzaron a pintarse del verdadero matiz que serían el resto de sus vidas... lúgubre.
 
*******
 
Severus se aferró a la piedra del suelo mientras el mago continuaba cogiéndoselo. Las únicas dos personas adicionales allí eran Lord Potter y su esposo. Ambos sentados en unas especies de tronos.
 
Los ojos verdes no dejaban de mirar su cuerpo aún cuando parecían no tener expresión alguna. Gimió de dolor al sentir cómo, por no sabía cuál vez, su cuerpo era violentado. Sabía que no importaba cuántas veces lo hicieran su cuerpo regresaría al mismo estado que había tenido la primera vez que había sido violentado. Esa era la maldición que el joven Gryffindor le había impuesto a su cuerpo. Virginidad perpetua.
 
Al lado del joven Lucius Malfoy apretaba sus dedos contra los brazos de la silla. No era que no estuviera acostumbrado al espectáculo... su ansiedad era por una razón muy diferente. Ahora que su querido esposo era el que llevaba la voz cantante en aquella relación una maldición le había sido impuesta. Su cuerpo podía excitarse pero nunca alcanzaría el orgasmo a menos que su esposo lo estuviera poseyendo. Y su esposo al parecer había perdido el apetito por todo acto carnal que se relacionara mínimamente con tocar a Lucius.
 
Esto último Lucius lo había aprendido luego de cientos de intentos frustrantes. No estaba condenado como Severus a permanecer al lado de su esposo, pero si quería mínimo que el joven lo mirara y que se interesara por poseerlo tenía entonces que estar lo más cerca posible, lo más dispuesto y disponible que pudiera estar.
 
El hombre que estaba sobre Severus terminó con un gruñido de placer, irguiéndose luego mientras que el hombre quedaba en el suelo. “Lucius... la marca.” Murmuró Harry y Lucius se levantó a cumplir su parte. La marca del joven era muy parecida a la del Lord, una versión diferente del Mosmorde. En vez de una calavera era el león de Gryffindor sujetando entre sus garras a la serpiente de Slytherin. Dibujó la marca con su varita en el brazo del hombre, haciéndolo maldecir de dolor pero al final la marca no era tan dolorosa como la de Voldemort. Lucius mismo la tenía en su brazo... sobre la que se había borrado.
 
Cuando terminó y el hombre pensaba que ya podía irse lo golpeó con un hechizo desmemorizante. Harry le hizo señas a Severus para que se levantara del suelo cosa que hizo de inmediato desapareciendo del salón. “¿Podrías llevarlo afuera, amor?” Musitó el joven con aparente dulzura pero ya Lucius sabía que aquella era una voz desprovista de sentimientos, incluso estaba desprovista de desdén.
 
Desde la noche en que había derrotado al Lord el joven parecía haber muerto a los sentimientos de tal forma que nada lo sorprendía ni le afectaba así como ninguna de sus tácticas por seducirlo funcionaba.
 
Arrastró el hombre afuera del salón y le aplicó un hechizo enervante, cumpliendo así su propósito social, explicándole al hombre sus nuevas responsabilidades. Justo en esos momentos y cuando el hombre ya se iba una lechuza entró volando por el pasillo. Extendió su mano y el ave se posó en ella. Le dejó caer la carta que llevaba en el pico y se alejó. Le parecía conocida el ave.
 
Regresó al interior de la sala y le extendió la carta a su esposo con una leve reverencia antes de tomar su lugar a su lado. Lo vio abrir la carta con parsimonia y al finalizarla se la extendió. “Creo que tenemos una petición especial.” Murmuró y Lucius se apresuró a leer la carta. Nunca su esposo había catalogado ninguna de las peticiones como especial, ni siquiera la de sus antiguos compañeros de casa. Sus ojos fueron al final de la carta y leyó con horror el nombre de su propio hijo.
 
“Por Salazar...” Susurró demasiado afectado para hablar. No podía iniciarse de la misma forma que todos. Severus era su padrino... no podía, simplemente no podía. Cayó de la silla a los pies de su esposo, la carta en la mano y sin atreverse a tocarlo. “Por favor... mi señor...” Susurró sin sentirse demasiado atrevido como para decir demasiado. “Severus es su padrino.”
 
Algo en aquellos ojos verdes se movió por primera vez en mucho tiempo al escuchar aquella palabra que invariablemente le hizo pensar en Sirius. Cuando Severus regresó Lucius aún estaba de rodillas frente a su silla. No se atrevió a preguntar nada, simplemente observó la postura, la súplica en esos ojos grises... tenía que ser algo demasiado importante.
 
“Lo pensaré.” Susurró el joven. “Pero ni una palabra a nadie.” Le hizo ademán para que se levantara y se sentara, luego también a Severus. “¿Hay algo más pendiente por el día de hoy?” Preguntó. Lucius le afirmó que no. “Bien... estaré en mi recámara, no quiero ser molestado. Necesito meditar.”
 
*******
 
Draco Malfoy entró al salón con sus usuales aires de arrogancia. Ver a su padre sentado al lado del ser más poderoso del Mundo Mágico le hacía sentir orgulloso. Bendita ignorancia la suya. Su padre lo miraba intentando ocultar el estremecimiento que su sola presencia le provocaba. ¿Qué pasaría cuando Potter le dijera con aquella voz muerta que la ceremonia de iniciación consistía en tomar a su propio padrino.
 
Severus, que hasta ese momento no sabía a quién iban a iniciar se puso pálido mientras se sujetaba con las pocas fuerzas que tenía de su asiento.
 
El rubio dobló una rodilla al suelo. “Mi señor.”
 
Harry lo miró desde su lugar. Había tantas cosas que le podía haber dicho. Cosas desagradables, cosas humillantes, sobre su padre, sobre su padrino. Podía demostrarle cuán poderoso era y sin embargo ninguna de aquellas cosas le satisfacía en esos momentos. “Draco Malfoy. Acércate.” Musitó y el rubio lo hizo, irguiéndose y mirando a su padre por unos segundos, luego a su padrino.
 
“Lucius, amor, la marca.” Por unos segundos el hombre se quedó inmóvil intentando asimilar lo que significa la orden fuera de lugar. Pero entonces, como un rayo de luz, el significado brilló. Se acercó a su hijo y comenzó a trazar la marca. Para su orgullo Draco ni siquiera gimió.
 
Cuando todo finalizó Harry lo observó largamente. “Recibirás instrucciones a través de Severus directamente y de nadie más. ¿Entendido?” El rubio asintió y esta vez no hubo hechizo desmemorizante que utilizar. Cuando las puertas del salón se cerraron tras Draco, Lucius y Severus respiraron un poco más normalmente.
 
“Saben que esta... excepción tiene su precio.” Murmuró quedamente haciendo que ambos hombres volvieran a aguantar sus alientos. “Lucius, cariño, tendrás que tomar el lugar de tu hijo esta noche.”
 
Por un largo rato hubo silencio en el lugar y Harry estuvo a punto de ordenarles con palabras exactas lo que esperaba que hicieran. No, aún no había perdonado a aquellas dos serpientes... dudaba poder hacerlo.
 
“Pero... yo no podría...” La humillación en su rostro era clara. ¿Cómo podía su esposo olvidar que él no podía obtener placer alguno como para tomar el lugar de su hijo? El mismo se la había impuesto.
 
“Oh.” El joven movió su mano en su dirección y Lucius sintió un pequeñísimo estremecimiento recorrerle el cuerpo. “Ahora no habrá problema alguno.”
 
Lucius se levantó de inmediato y comenzó a desvestirse mientras Severus se ponía en pie y lo imitaba. Pronto estuvo en el medio del salón, tal cual si fuera a iniciar a alguno de los magos y Lucius, casi sin poder contenerse se dispuso a tomarlo. Los gritos de Severus se convirtieron en gemidos de placer demasiado pronto y cuando el orgasmo los golpeó y levantaron los ojos con temor para mirar a su señor se encontraron con una silla vacía.
 
*******
 
Decir que habían aprovechado la oportunidad que se les había dado era poco. Simplemente la habían agotado hasta el último suspiro de placer. Severus no había sentido cuando el hechizo de virginidad había sido removido de su cuerpo. ¿Pero cómo hubiera sido posible estando empalado por Lucius. Se hallaban dormidos en la cama en la cual habían transformado las tres sillas que allí se encontraban. Allí los encontró Harry.
 
Se detuvo a lo lejos a observarlos. La noche anterior no había soportado los gemidos de placer que brotaban de los labios de ambos. Le traían malos recuerdos aquellas voces pero no se sentía con ánimos de nada. Era como si la inexistente felicidad que alguna vez hubiera poseído se la hubiera arrebatado y lo hubieran dejado más amargado aún.
 
Se acercó a las dos figuras desnudas y entrelazadas sobre las sábanas, mirándolos, observándolos, grabándose sus sinuosas formas unidas aún íntimamente. Los primeros en abrirse fueron los ojos grises que apenas verlo se abrieron desmesuradamente e intentó levantarse despertando así a Severus en el proceso.
 
Ambos hombres le dieron una mirada llena de temor y pánico. Se habían quedado dormidos, se habían propasado con el regalo que les había hecho su señor y ahora vendría el castigo. Harry pareció no inmutarse y simplemente les señaló lo más obvio. “Es hora del desayuno.” Sin más se alejó de ambos en dirección al comedor de la casa.
 
*******
 
Dos meses más tarde y ningún otro mago había pedido ser iniciado. De hecho... no quedaban demasiados sin iniciar por lo que a Harry no le sorprendía en lo absoluto. Tenía a todos los magos de Inglaterra bajo su dominio, mortífagos, orden del fénix, magos del ministerio, todos sin excepción.
 
La sorpresa se la llevó cuando en medio de una de las reuniones con algunos de sus mediadores con el actual Ministro, Severus se levantó de su silla sin permiso e hizo el intento de abandonar el lugar. Lo detuvo, obviamente, sólo para ver cómo devolvía todo lo que se había comido horas antes. Se alarmó un poco. Jamás en su vida había visto al profesor de pociones así por lo que en contra de su juicio llamó un medimago.
 
Le indicó que por favor también revisara a su esposo que también parecía algo indispuesto por si fuera que se había contagiado.
 
Al final resultó que ambos tenían la misma condición. Estaban en estado y cuando Harry lo supo el shock fue tan grande que todas las ventanas, vidrios y demás cosas frágiles en la casa estallaron repentinamente. Lucius y Severus supieron entonces que estaban a punto de recibir el mayor castigo de sus vidas. Lucius más que Severus porque era el esposo de Harry y todo el mundo mágico estaría pendiente de las noticias.
 
Pero cuando al cabo de un cuarto de hora el medimago salió del lugar sin apenas reconocerlos tuvieron aún más temor. No estaban seguros de cómo el joven había tomado todo, pero era obvio que enfrentarlo ahora sería un error craso. Se encerraron en el cuarto de Lucius sabiendo que tarde o temprano él iría a buscarlos y no podrían hacer nada.
 
Por su parte, Harry se había encerrado en su habitación. Inmóvil en el alfeizar de la ventana. No podía quitarse de la mente que él mismo había provocado aquella situación. Nadie, ni siquiera él, había estado con Lucius aparte de aquella noche con Severus.
 
El sabía que habían pasado toda la noche juntos. A él mismo le había sorprendido el habérselos permitido cuando se había jurado que sólo conocerían el dolor y la humillación. Ahora no podía... Se rebeló contra lo que comenzaba a sentir. No quería sentir, no quería pensar. Pero no podía negarse ni hacerse el ciego ante lo que sus acciones habían causado.
 
Dos vidas llegarían al mundo... bajo el estigma de sus padres. Sufrirían con el mismo escarnio que sus padres, con las mismas humillaciones... como él había sufrido por ser hijo de su padre. Y aunque fueran los hijos de sus más odiados enemigos simplemente él seguía siendo Harry... un Gryffindor, el Salvador del Mundo Mágico. Escondió el rostro entre las manos. Sentir que su corazón volvía a latir por la razón más estúpida le dolía igualmente.
 
Finalmente y luego de horas de estarlo meditando salió de su habitación en busca de su esposo y de Severus. Los encontró en la habitación de Lucius, ambos muy pálidos, sentados uno junto al otro, tensos y casi podía sentir el miedo que emanaba de ellos. Ninguno de los dos atinaba a hablar de lo aterrados que estaban y según se acercaba a ambos se iban alejando. “Tenemos que hablar.” Ambos hombres parecieron estremecerse a la misma vez y no pudo menos que suspirar.
 
Les hizo señas de que se acercaran y lenta pero inexorablemente le obedecieron. Luego de cinco años habían aprendido más que bien su lección. Esperó pacientemente a que se sentaran frente a la chimenea de la habitación y los imitó. “Estuve... hablando con el medimago y me informó de la condición de ambos.” Lo había pensado mucho y tenía una vaga idea de cómo enfrentar la situación sin que pareciera que se estaba suavizando. “Me recalcó que es una condición algo riesgosa para ambos y no me gustaría arriesgar la vida de mi amado esposo... y de mi guardián.” La sonrisa que se asomó a sus labios era cruel y cínica pero cubría a la perfección su coartada. “Me aconsejó que no utilizaran mucho la magia y que no se esforzaran demasiado.”
 
Ambos hombres le dieron una mirada extrañada y comenzaron a observarlo más detenidamente, especialmente su esposo quien era, de los dos hombres, el que menos roto estaba.
 
“Es por esa razón que he decidido que no habrá más iniciaciones hasta que ambos hayan llegado a termino.” Se volteó hacia su esposo. “Con respecto a... lo que sucederá cuando la noticia de tu embarazo llegue a oídos de los medios de comunicación del Mundo Mágico, creo que no habrá problemas cuando declaremos nuestro eterno amor nuevamente.” Sonrió de forma casi maniaca. “Porque, obviamente, el hijo que llevas es mío. ¿Cómo podría no serlo si nos amamos tanto? A Severus estoy seguro que nadie le insistirá sobre el padre de su hijo... no después de la debida persuasión. Nadie cuestionará a la mano derecha de Lord Potter el decidir comenzar una familia por su propia cuenta, menos aún cuando me has pedido ser el padrino.”
 
Ninguno de los dos parecía poder comprender lo que les decía, podía verlo en sus rostros y sonrió para sus adentros. “Espero que limiten la magia al mínimo, tú especialmente, Severus. Tampoco te quiero cerca de los calderos ni de las pociones. Los humores de alguna podrían causarte daño. Por lo demás quiero que guarden reposo todo lo que les sea posible. Yo puedo continuar solo de ser necesario.” Se levantó del asiento y les dio un último vistazo. “Los espero en la cena si no están indispuestos.”
 
Con eso los dejó solos, saliendo de la habitación y cerrando la puerta tras de sí. Sus sentidos le indicaron que en el interior ambos hombres continuaban muy quietos por lo que esperó. Tenía hechizos para espiar lo que sucedía en las habitaciones y tenía una vista muy clara de lo que sucedía en aquella intimidad robada.
 
Severus Snape, luego de varios minutos sin moverse comenzó a llorar sin hacer ruido. Gruesas lágrimas bajaban por sus pálidas mejillas. Vio a Lucius levantarse de su lugar y abrazarlo con cuidado. Frunció el ceño. La imagen le causaba sentimientos nuevamente. Con un resoplido los apartó de su mente y terminó el hechizo, alejándose del lugar con pasos rápidos.
 
*******
 
A dos meses de haber recibido la noticia ambos hombres tenían cuatro meses en estado y ya se les notaba el cambio físico. El que ambos estuvieran esperando a la misma vez no se le hizo raro a nadie, no luego de las declaraciones al periódico El Profeta. El único problema era que Harry sentía demasiada curiosidad.
 
Hacía demasiado tiempo que no se unía a su esposo por lo cual no había tenido oportunidad de verlo en su desnudez y por lo tanto comprobar que su estado era más que cierto y no una ilusión de las ropas que llevaban. Así mismo... llevaba dos meses sin ver la desnudez de Severus.
 
No había regresado a ninguno de los dos la maldición que había utilizado desde que tomara control sobre ambos y sabía que más de una vez ambos hombres se habían “visitado” en las noches mientras pensaban que él dormía. El asunto no le molestaba en lo absoluto... pero una de esas noches tuvo una brillante idea para satisfacer su curiosidad y a la misma vez dejarles saber que no era ajeno a sus rondas nocturnas.
 
Esperó pacientemente una de esas noches en que sabía que estaban en sus visitas nocturnas y esperó pacientemente a que terminaran sus actividades. Les permitió dormitar y entonces se deslizó al interior de la habitación donde estaban ambos, unidos de tal forma que no podía definir dónde terminaba uno y comenzaba el otro.
 
En esos momentos algo en su interior comenzó a hacer sentido. Severus y Lucius... Lucius y Severus, siempre juntos, siempre cerca. ¿Habrían sido amantes antes de que le impusieran aquella aborrecible unión? Tenía que ser... sino ¿por qué Lucius se excitaría tanto al ver a Severus en aquella posición, siempre humillado, siempre violentado? ¿Por qué había aceptado tan rápidamente la proposición para tomar el lugar de Draco?
 
Sacudió la cabeza y se obligó a aclarar sus pensamientos antes de continuar, no quería tomar el riesgo de enojarse con aquel par de serpientes y lastimar inocentes. “Lumos.” Susurró. De inmediato ambas formas se definieron. Severus descansaba con la cabeza apoyada en el pecho de Lucius, tan pacífico como nunca lo había visto. Los brazos de Lucius lo sostenían con suavidad, serpenteando por su cintura y espalda. Una pierna en el interior de las otras, las caderas unidas, los blancos cabellos desparramados, mezclándose con aquellos otros negros.
 
Unos ojos grises se abrieron asustados y se abrieron aún más cuando distinguieron la forma de Harry casi sobre ambos. “Mi señor.” Susurró apenas sin voz.
 
“Buenas noches... amor.” Susurró enfatizando el cariñoso apelativo. Hizo el amague de levantarse pero una mano de Harry lo detuvo. “Ssshhh... no te muevas. Sólo tengo curiosidad.” El rubio se quedó inmóvil mientras la mano de Harry bajaba hasta su vientre apenas abultado y lo acariciaba con cuidado. “¿Severus está igual?” Preguntó dado que la postura del hombre no le permitía verlo con claridad.
 
Lucius asintió pero al notar que la mirada del joven seguía clavada en el cuerpo de su acompañante decidió moverlo suavemente. Rodó el cuerpo de Severus de tal forma que quedó boca arriba sobre uno de sus brazos. La cabeza caía de lado completamente relajada como si estuviera sumamente agotado. Frunció el ceño. “Está cansado. ¿Acaso no le dije que descansara?”
 
“Mi señor...” El rubio titubeó antes de continuar. “Severus no está bien. Nunca ha estado bien.” Susurró.
 
“¿A qué te refieres con eso?”
 
“Severus nunca... cuidó su cuerpo adecuadamente. El Señor Tenebroso tenía la costumbre de... desconfiar de su lealtad.” Con justa razón, pensó Harry. Severus Snape había creado el monstruo que había derrotado a Voldemort. Pero las palabras de Lucius sólo le indicaban que Voldemort, de la misma forma que él, había tenido le costumbre de castigar a Severus en repetidas ocasiones.
 
Se retiró unos pasos y les dio una larga mirada. El suave abultamiento en el vientre de Severus imitaba a la perfección el que se veía en Lucius. “Oblígalo a descansar.” Musitó para luego conjurar una gruesa cobija y tenderla sobre ambos cuerpos. “Oblígalo a comer. Es una orden. Nox.” Y se retiró dejando a Lucius demasiado sorprendido como para hablar.
 
*******
 
Durante días luego de aquella visita Harry se negó a salir de su recámara. No recibió a ninguno de los miembros del Ministerio que vinieron a consultarle, ni siquiera antiguos amigos. No quería ver a nadie, no quería hablar con nadie y de buena gana se hubiera desaparecido de una vez y para siempre si no hubiera sido por la necesidad que sabía que aún tenía la patética excusa de Ministerio por alguien que le diera dirección real aunque fuera a través del títere que tenía por Ministro de Magia que hacía todo según su santa voluntad.
 
Por eso el toque vehemente a la puerta de su habitación le sorprendió sobremanera. Más aún el ver los rubios cabellos de su esposo. “¿Sucede algo, Lucius?”
 
“Severus.” El tono en la voz del hombre le decía que algo pasaba por lo que extendió su magia por todo el lugar y de inmediato pudo sentir que algo pasaba con la magia de Severus. Como movido por resortes se levantó y desapareció en el acto, apareciendo al lado de la cama de Severus.
 
Sus manos se movieron ágiles sobre el cuerpo que se estremecía y estaba tan frío como el hielo. “¿Severus, qué sucede?” Preguntó con alarma intentando que el hombre le respondiera pero en vano. Por primera vez y sin haberlo hecho antes de esa forma se internó en los pensamientos de Severus. Miedo, terror, tan profundos como la eternidad. Dolor y angustia. Los pensamientos de Severus eran un mar de caos pero entre todo ese mar logró distinguir los hilos negros de una maldición. Una que al parecer se remontaba a la juventud del hombre y que tenía algo de familiar.
 
Tocó los hilos, los palpó, eran finos, muy finos, pero eran muchos unidos, seguramente había comenzado muy pequeña y se había ido fortaleciendo regándose como un cáncer por todo el sistema del hombre. Comenzó a cortarlos con sus dedos. Unos eran débiles pero otros le cortaron la carne. No se detuvo, no sentía, hacía mucho que no sentía, unos estúpidos hilos no iban a triunfar sobre el poder de su magia. Poco a poco fueron desapareciendo hasta que llegó al núcleo. Como una bola de estambre con patas de araña que se movía sin cesar. Se acercó hasta que finalmente la atrapó y la aplastó entre sus manos. Un grito, como un ladrido escapó de la misma al deshacerse.
 
“Black.” Susurró antes de retirarse del interior de la mente de Severus. El hombre finalmente había dejado de temblar y estaba recuperando el calor de su cuerpo. A su lado estaba Lucius a quien no había sentido llegar. “Maldito.” Volvió a susurrar sobresaltando al rubio que de repente se había alejado unos pasos al escucharlo.
 
Seguramente Severus había estado luchando contra aquella maldición por años pero ahora que se había debilitado tanto la misma había comenzado a hacer estragos. Miró a Lucius a los ojos. “Mantenlo abrigado.” Salió de la habitación con una extraña sensación en sus dedos. Al mirarlos notó que sangraban. Con un susurro la sangre y las heridas desaparecieron de su vista.
 
Si continuaba así aquellas dos serpientes rastreras finalmente se saldrían con la suya y escaparían su castigo. Maldijo en silencio y se volvió a encerrar en sus aposentos.
 
*******
 
La mañana siguiente su preocupación pudo más que su lógica y salió de su habitación a la hora del desayuno para dirigirse a las habitaciones de Severus. Allí descubrió que el hombre de negros cabellos continuaba durmiendo mientras que su esposo, Lucius, se hallaba sentado junto a la cama, también dormido en una posición por demás incómoda. Se sintió como si invadiera la intimidad de ambos pero su corazón se rebeló de inmediato. Ambos hombres le pertenecían de igual forma. Se acercó al rubio y procedió a despertarlo.
 
“¿Lucius? ¿Lucius?” Le llamó con voz suave. Con todo, el hombre se sobresaltó a tal grado que poco faltó para que perdiera el balance. No le prestó atención a la reacción y se limitó a preguntarle. “¿Está mejor?”
 
“Mírelo usted mismo, mi Señor.” Murmuró el hombre. Harry se acercó a Severus y pudo ver unos cambios inmediatos. La piel había perdido su tono amarillo y aunque pálida se veía mucho mejor, los cabellos habían perdido aquella cualidad grasienta que recordaba y se veían tan sedosos como los de Lucius. La totalidad del cuerpo se veía menos avejentada e incluso los dedos habían perdido aquella apariencia de garra. Arqueó una ceja confundido.
 
“¿Qué sucedió? No lo entiendo.”
 
“La maldición que estaba afectando a Severus estaba haciéndole mucho más daño de lo que teníamos idea. Lo afectaba físicamente más que nada pero también influía en su carácter…”
 
“Es... hermoso.” Al siguiente instante supo que lo que había dicho lo pagaría caro, había dado un cumplido al hombre que más odiaba frente al segundo hombre que más odiaba.
 
“Lo es.”
 
“Asegúrate que desayune. Luego quiero verlos a ambos en mi recámara. Quiero estar seguro que no tienen alguna otra maldición oculta.” Salió mucho más rápido de lo que hubiera querido y estaba seguro que la impresión que daba era que huía de ambos.
 
Ese día estuvo metido en las mentes de ambos, revisando cada rincón, cada rendija y quebrando más maldiciones de las que pudiera imaginar. Sí, ambos hombres estaban malditos pero se decía a sí mismo que lo hacía por los niños, los cuales heredarían las maldiciones si no las quitaba a tiempo.
 
Malditos, siempre habían estado malditos. Cómo habían sobrevivido antes era un misterio pero ahora esos dos hombres le pertenecían y si iban a cumplir alguna maldición sería la suya. Pero sólo cuando hubieran nacido los niños. Sólo entonces, no antes, se decía para convencerse.
 
*******
 
Gracias por leer.