Rurouni Kenshin Fan Fiction ❯ De seres mágicos y bestias legendarias ❯ Lemon ( Chapter 9 )

[ Y - Young Adult: Not suitable for readers under 16 ]

I do not own Rorouni Kenshin, bla, bla, bla...

Note: Be warned. It will include violence, some use of profane language, and will include some extent of explicit sexual contend . So keep on reading at your own risk.

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Warning- Warning- Warning

Lemon ahead

Keep on reading ONLY if you are not under 17. If not, read next chapter. This one does not affect the rest of the story.

Advertencia:

Capitulo apto para mayores de 17. su no lectura no afecta la continuidad directa de la historia

Esta es una versión TOTALMENTE diferente de la que originalmente salió publicada.

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Oh Beloved,
take me.
Liberate my soul.
Fill me with your love and
release me from the two worlds.

If I set my heart on anything but you
let fire burn me from inside.

Oh Beloved,
take away what I want.
Take away what I do.
Take away what I need.
Take away everything
that takes me from you.

Oh, Amado

Tómame

Libera mi alma

Lléname con tu amor

Y libérame de ambos mundos

Si pongo mi corazón en otra cosa que tú

Que el fuego me consuma desde mi interior

Oh Amado,

Llévate lo que deseo,

Llévate las acciones

Llévate lo que necesito

Llévate todo aquello

Que me aparta de ti

Jalaluddin Rumi (Persian poet)

Antes de que tuviera idea de lo que pasaba, estaba en mitad del corredor, viajando sobre el hombro de Enishi.

Recorrieron el trayecto literalmente en segundos. No es que hubiera mucha distancia, pero había que atravesar un corto corredor y el estudio para llegar a la habitación de él.

Apenas traspusieron el umbral y la puso de nuevo en pie, Asiyah se descubrió con la espalda apoyada firmemente contra la pared, y su boca atrapada en un beso devorador, furioso, que sin duda dejaría sus labios hinchados, mientras sentía como las manos de él parecían volar yendo de su cintura, a sus muslos, a sus caderas, a sus pechos, y de pronto sintió como era izada en el aire, mientras Enishi hacía que sus piernas lo rodearan, levantándole los muslos por detrás haciendo que sus brazos sostuvieran todo el peso del cuerpo de ella. No había soltado sus labios ni siquiera por un momento y sentía claramente a través de las ropas de ambos la excitación de él, haciéndole saber deliberadamente cuanto la deseaba con cada premeditada arremetida de sus caderas presionando sólidamente contra ella. De pronto, divertida comprendió la utilidad de los profundos tajos de los vestidos que él le había regalado a lo largo de las últimas semanas... Este no los había tenido... al menos hasta momentos atrás, cuando las manos de él rasgaron la seda sin contemplaciones, buscando facilitarle el situarla en aquella posición.

Después de la fiera reacción inicial, él volvió a ponerla en el suelo, la tomó por la muñeca y la condujo hacia su lecho, ubicándose a sus espaldas. Con desesperante lentitud ahora, le quitó la dupatta y desarmó la trenza que retenía los espesos rulos carmesíes, que cayeron como una incontenible cascada sobre su espalda y la falda de él. Con la misma parsimonia, desabrochó los botones del vestido, y deslizó su mano bajo la tela. Ella, que temblaba ligeramente, ahogó un gemido al sentir los dedos rozar levemente uno de sus pezones, el cual instantáneamente respondió al contacto irguiéndose casi dolorosamente bajo la tela de su ropa interior. Instintivamente, cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás y ésta quedó apoyada en el hueco del hombro de Enishi, que aprovechó el movimiento para deslizar la tela del vestido hasta la cintura de ella, mientras su boca se dedicaba a recorrer la expuesta garganta de Asiyah, y su mano ahora tomaba posesión completa del seno con el cual había comenzado el juego.

Si Asiyah hubiera tenido sus ojos abiertos hubiera disfrutado de la lujuriosa sonrisa y el fiero tono azulado que habían adquirido las pupilas de Enishi, normalmente de un pálido tono turquesa, cuando había hecho aquel movimiento exponiendo por completo la parte delantera de su cuerpo a su hambrienta mirada.

- Bien... eso es... - le susurró al oído

Toda ella olía a violetas, su cabello, su piel...

Su piel, tan imposiblemente blanca... tan deliciosamente suave y brillante como el satén... Sus dientes se hincaron en la unión del cuello y el hombro, plantando allí una marca rojiza, que tardaría varios días en irse, dejándole un recuerdo de a quien pertenecía desde aquel momento. Sonrió complacido ante el pensamiento, y un estremecimiento lo recorrió cuando el sonido de un gemido de genuino placer escapó de los labios entreabiertos de ella, tan cerca de su oído que lo rozaban.

Cerró con fuerza los ojos y su mano libre estrujó las sábanas hasta que sus nudillos quedaron blancos, luchando contra la urgencia de arrojarla sobre el lecho y poseerla allí mismo y en ese exacto momento, sin más preámbulos, una urgencia que había sentido desde el momento en que ella lo había besado en su habitación, poco rato atrás.

Pero no iba a dejar que aquella salvaje necesidad se apoderara de él y arruinara el momento que había esperado desde hacía meses, aunque sólo había estado conciente completamente de ello por las últimas semanas. Iba a necesitar echar mano a toda su autodisciplina si quería mantenerse dentro de lo que había estado planeando cuidadosamente para cuando aquel momento llegara.

Siempre había sabido que solo era cuestión de tiempo para que aquello ocurriera... y pensaba disfrutarlo largamente. De hecho, acariciaba la idea de gozar de ella exhaustivamente, en cada forma que conocía durante lo que restaba de la noche... o hasta que cayera exhausto, lo que ocurriera primero. Rió mentalmente ante el pensamiento. Era una fortuna que su entrenamiento y sus duras experiencias le hubieran dotado de una fuerza y una resistencia muy superiores al promedio, lo que sumado a que estaba en la cima de la juventud, le permitían disfrutar de aquellos placenteros efectos colaterales más allá de lo esperable.

Mientras estaba sumido en sus pensamientos, su mano libre se había deslizado bajo el vestido y sus dedos trazaban morosos círculos y caprichosos contornos sobre la piel de las piernas de Asiyah, que había extendido su brazo y tenía entrelazados sus dedos en su plateada cabellera, tironeando de vez en cuando, ante un mordisco demasiado fuerte sobre su cuello o una caricia especialmente excitante sobre sus pechos.

Un gemido particularmente audible se sintió en el cuarto cuando la mano de él que estaba sobre su pierna, comenzó a deslizarse hacia arriba, hacia el placentero dolor que pulsaba entre sus muslos.

- No... no... es... justo- la voz de ella, entrecortada y ronca por el deseo le llegó de improviso, captando de inmediato su atención

- ¿Qué es exactamente lo que no es justo?- peguntó en un susurro en su oído, haciendo que su aliento cálido rozara la mejilla de ella.

- Tu... aún estás... vestido... quiero sentir tu piel contra la mía... quiero verte... quiero tocarte... quiero recorrerte... acariciarte... devorarte... Y hacerte las mismas marcas que tú me hiciste...

- Tendrás tu oportunidad, te lo prometo- dijo él besándola en los párpados cerrados- Ahora es la mía. Pero como lo justo es justo...

Con un rápido movimiento, se desembarazó de la chaqueta y el ceñido chaleco que llevaba debajo, arrancando tiras y botones del segundo en el proceso. Ahora, ambas pieles estaban en contacto. Un gruñido gutural escapó de Enishi cuando los dedos de Asiyah comenzaron a trazar los músculos de su espalda, que era lo único que podía alcanzar desde la posición en la que la sostenía, y ella casi gritó cuando finalmente los dedos de él se internaron en el interior de sus muslos, que separó instintivamente todo lo que su postura le permitía.

Él sonrió ferozmente. Estaba más que lista para recibirlo. Aún sobre la tela, sus dedos percibían claramente la humedad que se filtraba desde el centro de su femineidad. Los introdujo dentro de la prenda y entre los jugosos pliegues, que se abrieron dócilmente a su exploración, y comenzó a acariciarla.

Ella se tensó contra su cuerpo, jadeando, y clavó sus uñas en los muslos de Enishi, que la rodeaban, manteniéndola prisionera de aquel placentero tormento que sus manos ministraban. Él tomó una de sus crispadas extremidades y la dirigió hacia donde la suya propia se había anidado, provocándole esas deliciosas sensaciones, y la colocó encima de ésta.

- Enséñame como te gusta ser tocada- le susurró en una voz sensualmente ronca, cargada del mismo deseo que la estaba consumiendo y el tono y el sentido de las palabras dispararon en ella una ola incontenible, que la condujo inexorablemente a su clímax.

La tomó firmemente de la cintura, cuando comenzó a tensarse y a retorcerse bajo el efecto de su íntima caricia y su éxtasis. Dio un respingo al sentir los dientes de ella hundirse profundamente sobre su hombro, para así ahogar el grito contra su carne.

Apretó los dientes, y cerró los ojos, pensando en lo delicioso que se sentiría deslizarse en su interior y ser rodeado por aquella cálida carne que aún tenía entre sus dedos.

<No, no aún... >, pensó

Sin embargo, el momento estaba cada vez más cerca. La hizo poner de pie, y con un fluido movimiento, ella, que aún temblaba bajo los efectos de su clímax, se despojó del vestido que aún colgaba de su cintura.

- Mmmm... pero que interesante... - él pasó las manos sobre la tela y el encaje que cubría sus pechos y su sexo- Esto es lo que han comenzado a importar de Europa... Nunca lo había visto antes... Pero me gusta mucho.

Un gemido ronco escapó de la garganta de la joven ante el íntimo contacto.

Una maliciosa sonrisa se dibujó en el rostro de Enishi ante la velocidad de la reacción, a pesar de haber alcanzado la cúspide de su goce tan pocos minutos antes.

Asiyah sintió que sus rodillas cedían, y él detuvo su caída, tomándola por la cintura y haciéndola sentar sobre su regazo, con sus piernas envolviéndolo alrededor de la cintura.

Sus rostros casi se tocaban por la cercanía, y se enfrascaron en un beso incendiario.

Por primera vez pudo posar sus manos en el pecho de él, delinear sus marcados músculos, trazar las delgadas líneas de sus cicatrices sobre la piel y ahogó un jadeo contra los labios de él.

Él la tomó por las caderas, y la empujó tratando de acercarla aún más a su propio cuerpo, mientras casi de manera instintiva embistió la pelvis de ella. Cada vez estaba más cerca de perder el control que venía imponiéndose.

Asiyah logró zafarse del abrazo y se arrodilló en el suelo, entre sus piernas, mientras clavaba sus ojos en los de él. Ahora eran sus manos las que acariciaban encima de la tela, sobre la muy palpable evidencia de su excitación. Lo escuchó sisear entre sus dientes fuertemente apretados, las mandíbulas tensas, un puño golpeando suavemente contra la cama y la otra mano crispada aferrando las sábanas.

Asiyah sonrió, conciente de que ahora ese era su turno de hacerle perder el control que venía manteniendo tan dominantemente desde el principio.

Pero la tela era una barrera que la limitaba en sus intenciones, por lo que se enfrascó en desatar el nudo del obi que sostenía los pantalones de él.

Él fue mucho menos paciente. Simplemente lo arrancó de un tirón, incapaz de esperara a que ella terminara con su tarea.

Con indisimulada avidez, separó las capas de tela hasta liberarlo de la incómoda presión de las mismas y dejarlo a merced de sus caricias.

Mientras con una mano lo tomaba y lo sometía a un tratamiento equivalente al que él le había dado, arrancándole gemidos y frases entrecortadas mitad en chino, mitad en japonés, con la otra se desbrochaba el brasier dejando sus pechos en completa libertad.

Él había echado ligeramente hacia atrás el tronco, para facilitarle el acceso, apoyando sus manos abiertas sobre la cama. Cuando levantó la vista, sonrió al verlo con los ojos cerrados, mordiéndose los labios para no gritar, el cuello tenso y arqueado y el rostro dirigido hacia arriba. Mantuvo los ojos en él, mientras lo soltaba y hacía que sus pezones rozaran su piel más sensible para, sin darle respiro alguno, envolverlo entre la cálida carne de sus pechos. Ya no pudo verle la cara pero lo escuchó maldecir por lo bajo, cuando sumó a su tratamiento las caricias de sus labios. Sus manos, se aferraron a los costados de su cabeza, tratando de detenerla

- Ba-basta... No... ahora...

- ¿Qué? ¿Te lastimé?- preguntó confundida, soltándolo. Era la primera vez que realizaba tales maniobras, pero había escuchado y visto suficiente cuando sus primas y amigas traían varones para gozar de ellos, como para pensar que no lo estaba haciendo de la manera correcta

- Oh... no... no, no, no... Te lo garantizo... Solo que ahora... quiero otra cosa... La noche es larga... y quiero que continúes esto más tarde... Ahora, ven aquí...

La hizo subir a la cama, mientras terminaba de quitarse la ropa.

Necesitaba desesperadamente unos momentos para calmarse.

Y también necesitaba tenerla.

En aquel instante.

Ya no podía soportar la espera.

Casi lo había hecho perder el control por completo. Hacía mucho tiempo que ninguna mujer lograba excitarlo de aquella manera. Tal vez el hecho de que ella había actuado más osadamente de lo que esperaba, o que ella era una verdadera conquista, no alguien que cedía a sus deseos sólo por el temor que inspiraba o que venía a él por la paga o un favor, o el deseo tan claro que ella sentía por él, o quizás todas cosas juntas, eran lo que lo estaban llevando más allá de los límites.

A pesar de todo lo extraña que ella era, de las situaciones inusuales que los rodeaban, estaba muy feliz de haberla encontrado.

Sentía algo muy fuerte por ella. No se atrevía a llamarlo amor, pero era lo más parecido a aquella emoción que había experimentado por otra persona además de su hermana.

Sabía que podía confiar en ella por completo, y que ella se preocupaba realmente por él como ser humano. Y hacía muchos años que nadie le hacía semejante regalo.

Tal vez, y sólo tal vez, podía decirse que la amaba, a su muy particular manera.

Por el momento, aquello le bastaba.

Asiyah lo aguardaba, ya desnuda sobre las sábanas de seda lista para recibirlo. Alargó los brazos, llamándolo suavemente, invitante, dispuesta. Él le sonrió. No con su media sonrisa, no con su gesto malicioso, sin la sorna o la ironía de siempre. Era una sonrisa auténtica, desprovista de las barreras que normalmente Enishi subía sobre sus sentimientos y se dijo a sí misma que ese momento de desnudez emocional y expuesta vulnerabilidad sin dudas sería el más placentero de toda la noche.

Enishi, se arrodilló a su lado y se inclinó sobre ella, besándola primero suavemente, para ir profundizando el contacto poco a poco, mientras su mano se deslizaba nuevamente hacia los flamígeros rulos que coronaban su monte de venus. Ella quiso protestar. No era justo que ella no hubiera podido darle el mismo tratamiento... Pero la boca posesiva no se apartaba de la suya. Y pronto se olvidó de sus quejas, envuelta otra vez en placer. Sintió un muslo deslizarse entre los suyos, ayudando a aquella mano perversa.

- Por... por favor, querido...

- ¿Qué?- quería que ella se lo pidiera, quería oírla decir cuanto lo deseaba- Dime que necesitas... y te lo daré.

- A ti... te necesito a ti... Por favor, quiero ser tuya.

Momentos después, él estaba completamente encima de ella, haciéndole separar las piernas ampliamente para darle acceso completo.

Haciendo uso de la última pizca de autocontrol que aún le quedaba, resistió el impulso de hundirse en ella de un solo movimiento salvaje, y lo fue haciendo con lentitud. Por lo que había experimentado con ella, dudaba que aquella fuese su primera experiencia, pero no quería correr riesgos y arruinar una noche que estaba siendo perfecta por un momento de goce egoísta.

Para su sorpresa, ella resultó ser virgen. Respiró con calma, tratando de contenerse y ser lo más suave posible.

Una vez que estuvo completamente dentro de ella, Asiyah subió las piernas y las cruzó con fuerza tras la espalda de él, mientras pasaba sus brazos por sobre su cuello.

Enishi entendió: quería que permaneciera quieto unos momentos, hasta que el dolor menguara.

Gotas de sudor refulgían sobre la piel de Asiyah, la luz de la luna que entraba por la ventana tornándolas en una cascada de satinadas perlas que se deslizaban por el valle entre sus pechos. Enishi hundió su rostro allí, embriagándose en la fragancia a violetas que emanaba de ella. Sobrepasado por su propio deseo dejó que sus dientes se clavaran en la carne tierna, arrancándole un voluptuoso gemido a su compañera.

La besó en los párpados fuertemente cerrados, en los labios apretados, en las mejillas sonrojadas, y susurró en su oído elogios a su belleza y a la forma en que casi lo había vuelto loco un rato antes, buscando que ella se relajara.

Asiyah abrió los ojos, y le sonrió, aflojando lentamente su apretado abrazo. Él había conseguido su objetivo. Aprovechó para intentar moverse tentativamente de manera suave y con acometidas cortas.

Cuando estuvo seguro de haber obtenido su absoluta confianza, y su consentimiento, profundizó sus embates, haciéndolos todavía lentos pero a la vez cada vez más profundos. Cuando ella comenzó a acompañar sus movimientos, supo que ya era completamente suya.

Asiyah comenzó a disfrutar de cada pequeño juego que él proponía en su marcha. Eran uno, y se descubrió experimentando el más delicioso sentimiento de completitud que hubiese disfrutado jamás.

Enishi cerró los ojos y apretó los dientes, siseando. La sensación de absoluta posesión, de la ceñida carne de ella cediendo a sus embates con una leve, exquisita resistencia, envolviéndolo cálida, suave como seda, estaban siendo demasiado para su disciplina y autocontrol.

Quería que ella disfrutara de la experiencia tanto como él lo estaba haciendo, pero a aquel ritmo y en aquella posición, nunca alcanzaría su meta. La agitación de su respiración y el hecho de que no pudiera evitar ir cada vez más rápida y salvajemente sobre ella, no le dejaban lugar a dudas al respecto.

Con un gruñido de protesta de parte de sí mismo y una exclamación de sorpresa de ella, abandonó su cuerpo.

- Confía en mí. - le susurró con la voz teñida por el deseo.

Asiyah lo miró sorprendida, pero comprendió la causa de aquel abrupto cambio en poco tiempo.

La hizo ubicarse a gatas sobre el lecho y desde aquella posición, volvió a tomarla, en una sola acometida. La rodeo con el brazo y sin romper el contacto, de un solo movimiento los sentó a ambos en medio de la cama.

Con suavidad, sin presionarla, él posó las manos sobre sus caderas y la animó a iniciar un ritmo lento y continuo. En su actual posición, era ella la que marcaba el ritmo, y la profundidad de los embates, lo que aliviaba la incomodidad que aún sentía.

Una de sus manos dejó su nido en las caderas de ella y se deslizó entre los rulos carmesíes que coronaban su femineidad, moviéndose al compás de la cadencia que ella marcaba ahora. La otra mano, que aún reposaba en la cadera, también la soltó y comenzó a dibujar formas caprichosas con los ásperos, encallecidos dedos sobre su vientre, sobre sus pechos, sobre su cintura. Tampoco la boca de Enishi tenía descanso, incitando, mordiendo, besando, degustando las salobres huellas de su sudor desde los hombros hasta la nuca, jugando con el lóbulo de sus orejas, sus mejillas, el hueco de su cuello...

Cada una de esas caricias la hacían derretirse, y el fuego en su interior crecía y crecía, imparable. Se mordió los labios hasta hacerlos sangrar, desesperada por ahogar el aullido salvaje que yacía en el fondo de su garganta. Y otra vez, subió la cuesta. Ya no pudo contenerse y gritó, pero Enishi ahogó su exclamación, tomándola del cabello y forzándola en un beso salvaje. Ella lo mordió, y el sabor de la sangre de él se mezcló con el de la suya.

< Demasiado... esto... es demasiado... >, pensó Enishi, cuando el espasmo del clímax de ella se cerró sobre su carne. <No... no así.. quiero verla a la cara... >

Con ella aún estremeciéndose, volvió a salir de su interior. La depositó en la cama, ella estaba demasiado débil para protestar siquiera por la súbita separación, y fue nuevamente sobre ella, que lo recibió arqueándose contra él, buscando de nuevo el contacto íntimo de su cuerpo con el suyo. La tomó por las muñecas y separó sus brazos, uno a cada lado de su cabeza, manteniéndola completamente clavada al lecho.

Se había entregado por completo a él, a su dominio total.

Y lo había hecho casi desde el momento en que habían entrado en su cuarto. Sabía que debía esperar que Enishi hiciera sentir su dominante carácter, y si bien a veces le molestaba francamente, aquí era como un intoxicante, delicioso y bienvenido tormento.

Cualquier cosa que él quisiera hacerle, sería inefable, exquisita, aceptada sin cavilaciones.

Su ritmo ahora era casi brutal, sin darle respiro, ni tregua. Su boca era tan salvaje como sus acometidas y se encontró respondiéndole de la misma desbocada manera, saboreándolo con detenimiento.

Los gemidos, los jadeos y las exclamaciones de Asiyah alentándolo, lo estimulaban a ir cada vez más rápido, cada vez más salvajemente, y finalmente se dejó ir, con un feroz gruñido, el cuerpo tenso, la cabeza echada hacia atrás, y los ojos fuertemente cerrados.

Cuando lo sintió explotar dentro de su cuerpo, ella lo abrazó con sus piernas fuertemente, como si quisiera atraerlo aún más hacia su interior y no dejarlo ir nunca. Era suya. Y él, de ella.

Enishi finalmente colapsó sobre ella, tratando de mantenerse sobre sus codos para no aplastarla por completo bajo el peso mucho mayor de su cuerpo, aunque el esfuerzo lo dejó temblando. Ella lo mantuvo abrazado y aún en su interior.

- No estuvo mal para ser la primera vez... - susurró con voz soñolienta, finalmente después de que su respiración comenzó a normalizarse.-Ah... pero la noche es larga todavía, querida. Mejoraremos. Ahora, no me sueltes, por favor, quiero quedarme así, quiero sentirte así.

Ella no se resistió a su pedido. Sentirlo así era delicioso, tan íntimamente unido a ella aún, su piel húmeda, el débil aroma del sudor mezclado con el habitual de sándalo que era su marca personal. Miró con detenimiento su rostro. Nunca lo había notado tan relajado como en aquel momento.

Era, honestamente hablando, físicamente muy hermoso, se dijo mientras lo examinaba con detenimiento, aún con las numerosas cicatrices que recorrían su espalda, brazos y pecho, y las que recordaba haber visto sobre sus piernas cuando lo atendía de sus heridas en el otro reino.

Y su rostro casi aparecía angelical, tan distante de su habitual expresión inescrutable o aquel sombrío semblante que presentaba tantas veces, oscurecido aún más en muchas oportunidades por un tinte maléfico que casi que le ponía los cabellos de punta en los momentos en se mostraba de tal talante delante de ella.

Incluso, en aquel momento y situación, envuelto entre sus brazos, parecía lucir más joven...

Realmente era toda una visión...

Se preguntaba cuantos habrían tenido el privilegio de haberlo visto alguna vez tan... vulnerable.

Dudaba seriamente que alguna de las mujeres que habían visitado su lecho en el pasado hubiesen tenido la oportunidad que a ella se le presentaba en ese momento.

Sintió que el sueño comenzaba a vencerla y cerró los ojos.

El suave roce de los labios de él detrás del pabellón de su oreja y su nariz frotándose contra su cuello, la hicieron retornar a sus sentidos. Era un gesto tan tierno, tan distante a su comportamiento habitual... Esa era una noche de sorpresas agradables.

En la somnolencia que la había embargado, no se había percatado que lo había liberado de su abrazo, y él lo había aprovechado para acomodarse a su lado. Abrió los ojos por completo, para encontrarse con la mirada divertida de él, que había levantado su cabeza, sostenida por el brazo firmemente apoyado sobre la cama, y parecía estudiarla con inocultable curiosidad desde aquella posición.

- ¿Qué?-

- ¿Te dije alguna vez que me alegra haberme perdido en el desierto? Nunca creí que allí pudiesen encontrarse criaturas tan encantadoras como tú...

< Ni tan queribles... aunque no lo oirás salir de mí boca... al menos no por ahora. >, pensó, una media sonrisa dibujándose en sus labios.

- Usualmente no se encuentran... y gracias por el cumplido. - giró y se acurrucó contra su pecho.

- Tienes figura y reacciones muy humanas para no serlo en absoluto...

- Vivo entre humanos, es lógico que adopte un cuerpo similar al humano, más... sólido... El nuestro es originalmente más... sutil... Tú y yo de seguro no hubiéramos podido hacer lo que hicimos hace un rato, si me mantuviera fiel completamente a mi naturaleza exterior. Pero si lo prefieres...

- ¡No! Estoy muy conforme y feliz con tu... solidez...

- En cuanto a las reacciones... Hay cosas en las que no somos diferentes en lo más mínimo. Y los sentimientos y las cosas que ocurren entre machos y hembras son idénticos entre los Yinn que entre humanos.

- Mmmm... Estaba pensando... tal vez esta conversación sería más adecuada para otro momento... No es que no me interese...

- Bueno... después de todo, fuiste tú quien inició el tema... Ahum... ¿Tienes sueño?- en lo que a ella concernía, un rato de sueño reparador sería muy bienvenido

- Oh, no, no, no, pequeña. Nada de dormirse. Tengo mucho que enseñarte todavía. Creo que además habías prometido finalizar algo que habías comenzado a hacerme y que realmente me gustaba mucho... ¿Qué te parece si...?

Su mirada maliciosa y la amplia sonrisa le advirtieron que tenía una muy larga y agotadora noche por delante, sentimiento que se confirmó cuando sintió nuevamente las grandes manos de él recorriéndola con sensualidad.