Yu-Gi-Oh! Fan Fiction ❯ El Amor Después ❯ Hojas Secas ( Chapter 28 )
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Disclaimer: al César lo que es del César, YGO no es mío.
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Warnings: yaoi y derivados
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EL AMOR DESPUES.
Capítulo 28. Hojas Secas.
KA
Dolor en oleadas recorría su cuerpo, provocando que sus músculos se contrajeran en un rictus punzante. Su piel resentía la intravenosa adherida a ella y los demás catéter. El ardor en su garganta le dijo que tenía un tubo de respiración pasando por ella. Sus párpados se sentían demasiados pesados pero aún así se atrevió a abrirlos. Náuseas y espasmos se apoderaron de su cuerpo y se irguió adolorido.
-¡No, Joey! ¡Enfermera! -la voz de Mai se acercó a él- ¡Enfermera!
Enfocó su vista, reconociendo a la rubia. La puerta se abrió, pasando por ella una enfermera seguida de Serenity.
-¡Hermano, no te muevas! ¡Es peligroso!
El mareo fue mayor a su inquietud y se dejó caer de nuevo a la camilla. Su corazón latió presuroso al vislumbrar antes de desmayarse las letras del carnet de identificación de la enfermera:
Boston Hospital.
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¿Qué era más frío? ¿La nieve cayendo sobre la ventana o la soledad de su habitación? Tal vez lo último. El silencio a su alrededor era amargo como las lágrimas que derramaba, cayendo una a una sobre la carta que contemplaba desconsolado.
El Dragón Blanco de Ojos Azules cubierto de sangre seca.
Sangre de Mokuba y de Seto.
La llevó a sus labios resecos y la besó con profunda reverencia. Un sollozó escapó de su garganta.
-¿Faraón? -Marik entró al cuarto, preocupado- ¿Faraón? ¿Necesitas algo?
El tricolor negó con la cabeza inclinada.
-Mi señor -el egipcio se acercó con cautela- Mokuba quiere verte.
-No… -musitó débilmente.
-Pero él ya está aquí, Faraón. Le ha pedido a Ishizu que lo trajera hasta tu habitación.
Atemu cerró sus ojos desconsolados.
--No…
-Faraón -Marik puso una mano sobre el hombro enyesado del otro- Tienes que escucharle… y decirle…
-¿Por qué has estado conmigo todo este tiempo, Marik?
La pregunta tomó desprevenido al egipcio que se sonrojó bruscamente.
-Yo... nosotros estamos para ayudarte, mi señor -balbuceó nervioso.
-Pase lo que pase siempre querrás estar a mi lado ¿no es así?
El rubor en las mejillas de Marik se oscureció.
-Faraón… yo… Mokuba te espera ¿Hablarás con él?
El egipcio esperó una respuesta pero no la recibió. Con un suspiro se dirigió hacia la puerta y la abrió. Mokuba entraba apoyado del brazo de Ishizu. Su cabeza seguía vendada al igual que su rostro pálido. Vestía un largo abrigo invernal que sólo dejaba ver su suéter de algodón junto con su pantalón y botas. Sus ojos buscaron los del Faraón. Ishizu se separó de él y llamó a Marik para dejarlos solos. Con lentitud, el chico tomó una silla, acercándose hasta la camilla del tricolor que evitaba levantar su rostro. Mokuba se percató de la carta y las lágrimas de Atemu.
-Mi hermano te necesita -dijo con firmeza.
Otro sollozo brotó del pecho del Faraón.
-El señor Mutuo tiene razón, huir no solucionará tus problemas. Si vas a redimirte como me lo prometiste, empieza por Seto.
-No puedo… -murmuró el otro- … no debo.
-Entonces, ¿no era a mi hermano al que te referías? ¿No era él el amor que juraste proteger?
-Sí, lo es -mintió sollozando el tricolor.
Mokuba se quedó en silencio, meditando. Volvió su vista hacia la carta.
-El abuelo de Yugi acertó al decir que tienes que volver a empezar. Todos. Pero lo único que quiero en este momento es que Seto despierte…. Desafortunadamente eres el único que puede hacerlo… él… está destrozado… -algunas lágrimas rodaron por las mejillas del pelinegro- … saber la verdad le hizo mucho daño… antes de caer en ese coma ¿sabes lo que me dijo? `¿Por qué lo hizo? ¿Qué hice mal?'. Voy a volverme loco si lo escucho de nuevo. Ya no tengo las fuerzas esta vez para hacerlo solo… Si estás diciendo la verdad, tu cariño hará el milagro. Como se supone que tuviste que hacerlo…
-Pero yo…
-Has vuelto a ser el Atemu de antes ¿no? Aquél que siempre sacaba adelante a sus amigos no importaba en qué situación se encontraran. Entonces podrás ganarte el corazón de mi hermano y devolverle lo que le arrebataste. Algunas veces he pensado que hiciste bien al borrarle esa memoria del Parque y otras te odio por eso. Y aunque me cueste admitirlo, ese daño solo lo hizo Joey. Mi hermano no lo olvidará. El tiempo dirá si tu amor vale la pena. ¿Lo ayudarás?
Atemu asintió. Mokuba llamó a Ishizu y a Marik para que ayudaran al tricolor a bajar a la silla de ruedas.
-Vamos con mi hermano.
-Yo estaré en la sala de espera -habló Ishizu- Marik irá con Odión a decirles a los demás como están las cosas.
-Estoy de acuerdo.
Se separaron, el chico llevó al Faraón hacia los pisos superiores.
-Eres el más grande imbécil, idiota, malnacido y desgraciado Faraón que haya tenido Egipto -comentaba el adolescente mientras el elevador subía- Que Ra te queme vivo si mientes sobre mi hermano…
Llegaron al piso de Terapia Intensiva. Mokuba se dirigió hacia el ala donde tenían a su hermano. Después de hablar con la enfermera para dejarlos pasar, cruzaron las puertas corredizas de cristal hasta la camilla de Seto. El dolor del arrepentimiento en los ojos violetas de Atemu cobró fuerza al verle. El pelinegro se fue sin decirle nada. El Faraón recorrió con la mirada la figura del ojiazul y los monitores que pulsaban débilmente. Esperó hasta que no hubiera nadie alrededor para moverse. Apretando los dientes ante el dolor de levantarse de la silla y arrodillarse, el tricolor puso la carta contra su pecho y si inclinó con su frente tocando el piso ante Kaiba.
Cerró sus ojos, liberando más lágrimas, pensando en cada momento, cada llanto, en cada doloroso recuerdo que dejó en el alma de Seto.
-Seth, yo ya no merezco tu perdón. Lo sé bien. Y aún así te lo ruego. Perdóname. El monstruo que destruyó tu vida te suplica que lo perdones… yo… conoces la razón por la que volví a la vida, no puedo mentirle a tu alma… pero en verdad quería hacerte feliz… creyendo que así yo lo sería… y me equivoqué, Seth, hice todo mal, todo lo confundí y el único que pagó por mis errores fuiste tú… pero… pero… -el Faraón lloró abiertamente- ¡Oh, Ra! Ofrezco mi alma a Seth, mi sangre a la suya… mi corazón… m-mi amor… y renuncio a mi propia felicidad…para que sea la de él…
Atemu colocó la carta en la mano de Kaiba, antes de besar sus dedos, susurrando en el idioma antiguo. Sus vendajes comenzaron a teñirse de carmín y su piel palideció aún más.
-Mi vida es tuya, Seth.
Los monitores conectados al cuerpo del castaño empezaron a alterarse. Algunos chillaron al tiempo que el pecho de Seto se agitó. El Faraón le dedicó una sonrisa antes de caer inconsciente al suelo.
Médicos y enfermeras entraron corriendo en respuesta a las alarmas de los monitores. Mokuba vio el movimiento y trató de ingresar pero una enfermera y su médico lo detuvieron, conviniéndole a esperar afuera. Antes de darse vuelta, el adolescente observó como levantaban el cuerpo ensangrentado de Atemu y daban RCP a su hermano. Temeroso, se dirigió al pasillo. Ishizu estaba sentada esperándolo, al verla, corrió junto a ella, tomando una de sus manos.
-Tenías razón -le dijo- Creo que ha pasado algo bueno.
-Ya todo ha terminado entonces.
-¿Qué fue lo que le hizo Atemu?
-Lo ignoro, Mokuba. Ahora debes hablar con la policía, esperan que levantes cargos…
-No tengo ánimos de hablar con nadie del asunto, además…
-¿Sí? -la egipcia le miró atenta.
-Estoy tan cansado de odiar, Ishizu -respondió el chico, recostándose en su regazo.
-Te comprendo, pero el Faraón quiere que hagas lo que tienes que hacer.
-¿Y qué gano con Atemu en prisión?
-¿Qué pierdes si no?
-¿Sabes? Mi hermano siempre me habló de cómo pensar en estos casos. Bueno, ya conoces sus métodos. Todos piensan que es insensible, egoísta y solo busca poder y dinero. Pero siempre ha sido lo contrario. Jamás se dio por vencido cuando trataba de alcanzar sus sueños, una y otra vez se levantaba de sus derrotas.
-El antiguo sacerdote Seth fue el sucesor del Faraón, eso habla de cómo confiaba en él y de lo que era capaz. A nadie más le hubiera dejado el futuro de Egipto más que a su primo.
-Si busco al que me hirió con su flecha envenenada, moriré. Si mejor me levanto a buscar el antídoto, me salvaré. Seto siempre tuvo confianza en las capacidades de las personas y le molestaba que no tuvieran el valor de hacer lo que podían por miedo. Miedo y odio son lo que domina a las bestias, me solía decir. Si descargo mi rencor contra Atemu, todo lo que él me dio lo tiraré a la basura y de nuevo comenzaré el ciclo de venganza y dolor.
-Tu hermano te ha enseñado bien, pero no te presiones. Es muy pronto para que tu corazón se abra al perdón, Mokuba -replicó Ishizu, peinando sus mechones- Más si deseas darle una oportunidad al Faraón, él sabrá ganarse tu confianza.
-Estoy seguro que mi hermano volverá a deprimirse. Aquella vez no tenía opción alguna. Ahora, quiero al menos darle una esperanza. Como dices, Atemu tiene una conexión muy importante con él, puede ser que a través de ella mi hermano se recupere y vuelva a ser lo que era antes de que todo esto empezara. Me temo que el amor de Joey se marchitó…
-Déjalo eso a Kaiba. Recuerda que el Faraón lo ha ayudado, vivirá para escoger su opción, cualquiera que ésta sea.
-Hay algo que no comprendo, ¿por qué si todo esto lo hizo por Seto, fue Yugi el que lo salvó?
-El corazón tiene razones que la razón no entiende, pequeño. Y esa respuesta sólo la conoce el Faraón.
-Estamos como en el principio…
-No, todo es diferente ya.
Su médico acompañado de otra doctora, aparecieron en la salita. Mokuba se sentó al verlos sin dejar de soltar la mano de Ishizu.
-Mokuba, hay buenas y malas noticias -empezó el médico, sentándose junto a ellos- La buena es que tu hermano se ha curado inexplicablemente. Lo hemos monitoreado con el ultrasonido y no hay traumas internos. Se lo han llevado a unos exámenes tomográficos pero creo que su cuerpo ha dejado de tener cualquier herida. Su presión y su pulso van en aumento de manera estable. Lo tendremos en Terapia Intensiva un poco más, pero creo que Seto ya ha salido del coma, sólo queda que despierte.
-¿Y Atemu? ¿Qué le ocurrió?
-Esa es una de las malas noticias. Tuvimos que remitirlo de nuevo a quirófano. Tuvo un repentino derrame interno y su factor de coagulación cayó, lo que le provocó un paro cardiaco. Es como si se hubieran invertido los papeles. Aunque cuento con que su sistema inmunológico vuelva a recuperarse con la rapidez de antes. Ignoro el factor por el cual su cuerpo sana en cuestión de horas pero me aferro a que aún sea así. Por lo mientras, estará también en Terapia Intensiva.
Mokuba respiró profundamente antes de hacer su pregunta.
-¿Cuál es la otra mala noticia?
El médico intercambió una mirada seria con la doctora.
-Mokuba, te presento a la doctora Jung, ella platicará contigo.
La mujer le regaló una sonrisa antes de que se pusiera en cuclillas frente al adolescente, que sintió un nudo en la garganta.
-Se trata de tu hermano…
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BA
Angie contemplaba el paisaje nevado de la ciudad, el cielo gris el movimiento en las carreteras. Se acercaban las festividades navideñas y el ambiente se dejaba sentir. El movimiento de la camilla detrás de ella la hizo girarse, Joey despertaba poco a poco.
-Tranquilo, mi amigo. Todavía no puedes bailar mambo.
El rubio la miró sorprendido.
-¡Angie! -se dio cuenta de que ya no tenía el tubo de respiración aunque sentía la garganta reseca.
-Toma -la chica le ofreció un vaso de agua que sorbió.
-¿Dónde estoy?
-En un hospital.
-Angie…
-Estamos en Boston, Joey. Mai y Duke te trajeron hasta aquí para que recibieras la mejor atención médica y alejarte de todo…
-¿Mai? ¿Y Serenity?
-Ah, las envíe a descansar. Apenas llegué vine a verte.
-¿Cuánto tiempo he estado en el hospital?
-Un par de semanas. El invierno ya llegó y yo creí que ibas a hibernar.
Joey se quedó callado asimilando el hecho de que estuviera vivo. Un par de lágrimas se asomaron a sus ojos.
-Hice algo horrible, Angie.
-No es cierto, Joey.
-No… yo… ¡Oh, Dios! -se llevó sus manos a su rostro.
-Joey, mírame -ordenó Angie- Si yo te digo que no hiciste nada horrible, es la verdad.
Los ojos de Joey se llenaron de angustia.
-¿Te quedaste en… ¿Qué pasó? ¡Dime ya!
-Despacio, vaquero. Aún estás muy débil como para escuchar lo que te tengo que decir.
-¡Quiero saberlo, Angie! Nadie me dice que ha ocurrido. Estoy encerrado en esta estúpida habitación sin saber como están las cosas…
-Te digo que esperes.
-¡Si eres mi amiga me lo dirás! ¡Tú siempre me has hablado sin mentiras!
Angie suspiró.
-Está bien, pero quiero que permanezcas tranquilo -respondió tomando las manos del rubio.
-Por favor…
-El chiquillo de cabello negro está sano y salvo. La bala sólo rozó su cabeza. Un poco de cirugía estética y listo.
-¿Lo dices en serio? -preguntó Joey con un hilo de voz.
-Así es. Hubieras visto a la policía, no sabían ni por dónde empezar. Por esa razón tus amigos te trajeron aquí. Pero no tienes de que preocuparte, el caso se cerró por falta de pruebas.
-Mokuba está vivo -susurró.
-Hey.
-¿Y…
-Digamos que ha tenido mejores momentos…
-¡Está vivo!
-Mira -la chica fijó sus ojos en él- Lo que ocurrió en ese lugar nadie lo puede explicar. Hubo muchos heridos y cosas raras, la condición con que llegó tu gatito al hospital era muy crítica, despertó unas horas y cayó en coma. Los médicos no le daban buen pronóstico pero entonces… se curó… hablando físicamente…
-¿Qué quieres decir?
-Antes de tomar el vuelo, supe que lo habían trasladado al piso de Psiquiatría… -Angie hizo una pausa al ver la reacción de Joey.
-¿P-Por qué?
Angie se sentó en la orilla de la camilla. Acariciando las manos del rubio, cuyas lágrimas aumentaron al recibir el silencio de su amiga como respuesta.
-Le diagnosticaron un transtorno post-trauma…
Joey se echó a llorar, mientras Angie lo abrazaba. La imagen de Seto frente a él con las manos y las ropas manchadas de la sangre de Mokuba, con sus ojos llenos de decepción, vino a su mente.
-Es mi culpa.
-No digas eso. Tú no le hiciste nada.
-Lo hice, Angie. Créeme.
La chica dejó que Joey llorara en su hombro. Sabía, por todo lo que había visto en el hospital, que las cosas resultaron catastróficas.
-Angie…
-¿Qué pasa?
-¿Por qué dices que Seto de pronto se curó? ¿Cómo ocurrió?
-Un milagro…
Joey se separó de Angie.
-Hay algo que no me has dicho, ¿verdad?
-Es que no sé cómo lo vayas a tomar, puedes recaer…
-¿Es… Atemu?
-Sí.
-Él…
-Fue el que lo hizo, Joey, él se quedó al lado de esos hermanos. El fue quien detuvo la hemorragia del pequeño y curó a tu ojiazul…
-¿Qué? Pero…
-No puedo decírtelo. No lo sé.
-Gracias, Angie -musitó Joey, dejándose caer en su almohada, cansado y triste.
-¿Quieres algo? No vayas a pedirme que te traiga a Sniffle. No cabe en ninguna maleta que pase la inspección… -trató de bromear la chica, acomodando sus sábanas.
-No, ahora ya no quiero nada.
-Tus heridas aún tiene que sanar, Joey.
-Quizá nunca lo hagan, Angie.
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Un aroma terminó de despertar a Bakura. Se sentía somnoliento y un poco adolorido, pero todo era soportable. Abriendo sus ojos se dio cuenta del lugar donde estaba. Era una habitación privada de hospital. Su brazo de nuevo tenía una intravenosa, para un par de bolsas colgadas al lado de su camilla. Una cánula de oxígeno atravesaba su rostro. Sus heridas estaban curadas, dejando solo el malestar. Buscó el aroma que llamó su atención. Una cabellera blanca reposaba en su hombro. Ryou estaba dormido a su lado, abrazándolo apenas.
Dobló su brazo para rozar son sus yemas las mejillas de Ryou.
-Mi niño -carraspeó, su garganta estaba adolorida por el todo lo que había pasado por ella.
Los dedos que reposaban sobre su pecho se estremecieron un poco y luego volvieron a quedarse quietos. El Ladrón de Tumbas sonrió malicioso.
// ¡RYOU, ME ESTÁS LASTIMANDO! //
Éste se levantó de golpe, cayendo al piso. Bakura se rió quejumbrosamente.
-¡Bakura! -exclamó feliz Ryou, sentado en el suelo.
-Bu.
-¡Oh, Bakura! ¡Al fin despertaste! -sin aviso, Ryou se lanzó sobre el Ladrón de Tumbas, abrazándolo con fuerza.
-… bien… -tosió aquél- … regla de los tres segundos… Ryou… no puedo… no puedo respirar…
-¡Oh, lo siento! ¡Perdóname! -algunas lágrimas resbalaron en su rostro- Bakura…
Una mano atrapó su mentón y lo atrajo a unos labios ansiosos.
-Tontito… -murmuró Bakura, limpiando sus lágrimas.
-No vuelvas a hacer eso.
-Eso no puedo prometértelo. Siempre voy a protegerte.
-Me sentí perdido sin ti.
-Mentiroso.
-¡Es cierto!
-Pues mal hecho. Nunca te dije que te cortaras las venas por mí.
-Te amo.
-¿Y qué con eso?
Ryou escondió su frente en el cuello del Ladrón de Tumbas, al tiempo que éste lo abrazaba con su brazo libre.
-No quiero arruinar tu felicidad, chiquito, pero se supone que iba a morir y ahora estoy aquí. A menos que sea una broma cruel de Anubis, necesito una explicación.
-Yugi los salvó.
-¿Uh?
-Marik lo llevó hacia donde estaban. Llegaron justo cuando las Sombras iban a liberarse. Yugi enfrentó al Faraón y los salvó a todos ustedes.
-En el nombre de Ra, ¿cómo hizo eso? El Faraón ya era una bestia que yo recuerde…
-Pues lo hizo. Yugi lo abrazó con fuerza hasta que volvió en sí. Cuando el Faraón “despertó” usó su poder para salvarlos en la medida de lo posible… ¿qué le hiciste Bakura? Parecía carne para brocheta.
-Espera mi niño, ¿cómo que sólo lo abrazó?
-Bueno, supongo que algo le dijo pero Marik lo ignora. Antes de recuperarse, el Faraón también atacó a Yugi y Marik trató de defenderlo, y lo arrojó lejos de ellos, pobre Marik, sufrió varias fracturas.
-Merecido lo tenía por imbécil. Se lo advertí. Pero continúa.
-Pues Marik llamó a Ishizu y ella buscó a Tea y a Tristán. Las ambulancias los trajeron a todos aquí: tú, Yugi, Marik, Mokuba, Kaiba y Atemu…
-Menuda sorpresa cuando me vieron, ¿eh?
-Muchas cosas ocurrieron, Bakura. Tristán habló con Serenity y ella le pidió a Mai y a Duke trasladar a Joey para que la policía ya no lo molestara.
-¿Se llevaron a Joey?
-Ajam. Sabemos que ya está bien. Al igual que tú -Ryou se enroscó contra Bakura.
-¿Y luego?
-Sólo hemos esperado que todos se recuperen. No hay caso para la policía porque no hay arma ni huellas de la batalla que le diste al Faraón.
-¿Y que le pasó a ese bueno para nada?
-Está con Seto.
-¿QUE?
-Ellos siguen juntos. O eso parece. Mokuba nos ha mantenido al margen de esa situación.
-Espera, espera, espera -Bakura se sentó en su camilla- ¿El Faraón sigue con Kaiba?
-Ya te dije que sí. De hecho fue el que lo sacó del coma.
-Siento que me he perdido una parte de la historia…
-Kaiba entró en coma y el Faraón usó de nuevo su poder para sanarlo -explicó Ryou- ¿qué pasa? -rozó con sus dedos la mejilla del Ladrón de Tumbas- ¿Bakura?
-Si lo hizo en esas condiciones… debió de haber ofrecido algo muy sagrado para que le cumplieran su súplica… -balbuceaba para sí mismo Bakura- si ofreció algo… pero entonces….
-¿Bakura? -Ryou lo llamó más preocupado esta vez.
Éste enfocó su vista en Ryou y le sonrió
-Todo está bien, mi niño. Al menos para nosotros.
-¿Qué insinúas?
-Ven acá, quiero seguir abrazándote.
Los dos se recostaron. Bakura jugueteaba con los mechones platinados de Ryou, pensativo.
/Tú solo escogiste tu castigo, Faraón. Te admiro. Yo nunca renunciaría al amor de mi vida por propia voluntad. Tú sí lo hiciste. Les has entregado a los Dioses tu futuro al lado de Yugi para salvar a Seth. Le vas a dar tu corazón... La muerte en vida. La muerte en vida. En verdad has vuelto a ser el mismo Faraón de antes/
-… kura? -susurró adormilado Ryou.
-Shh, duerme mi niño. Hoy quiero velar tu sueño. Estoy aquí.
-… todo terminó…
-Shhh, duerme.
Bakura miraba hacia las ventanas con las persianas cerradas, dejando ver apenas la luna fría y los copos de nieve cayendo lentamente. Bajó su vista hacia Ryou, que dormía tranquilamente. Cerró sus ojos concentrado.
Dos dragones peleaban furiosos, en un embate cruel. Uno de ellos se abalanzó sobre el otro y le arrancó el corazón, dejándolo sin vida en el suelo.
El Dragón Blanco de Ojos Azules moría en agonía con el pecho abierto mientras el Dragón Negro de Ojos Rojos planeaba sobre él, victorioso y estrujando el corazón entre sus garras.
/Has cambiado de nuevo los hilos el destino, Faraón. Solo espero que sea la decisión correcta, y que Ra esté de acuerdo contigo…/
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Todo se había terminado. El Faraón había vuelto a ser el mismo y todos finalmente no perdieron la vida, aunque aún faltaba por ver que tanto daño era el que debían afrontar. Su propio abuelo había estado en la plática entre Atemu y Mokuba, para evitar que ocurrieran más tragedias. El menor de los Kaiba le había escuchado y también el Faraón.
Sin embargo, a pesar de que las cosas apuntaban ya hacia una sola dirección, no dejaba de pensar en que todo pudo haber tenido una mejor solución si hubiera dicho esas palabras con más anticipación.
Si su corazón hubiera tenido el valor de sacarlas a la luz.
Yugi miró sus brazos, sanos ahora, que fueron castigados por las garras de Atemu, al igual que su espalda, cuando se atrevió a abrazarlo.
El Faraón estaba irreconocible, parecía una bestia furiosa. Y lo único que atinó a hacer fue correr hacia él y abrazarlo. Con fuerza, como si se le escapara hacia un abismo de donde nunca podría sacarlo. Tal como ese sueño que había desaparecido.
El halcón era Atemu, y se hundía en las tinieblas, solo y confundido. Recordaba sus lágrimas mientras lo llamaba una y otra vez mientras éste trataba de quitárselo de encima, vociferando que el había jurado proteger a su amor con su alma, y que no podía fallar a esa promesa. Yugi se sintió desesperado al verle así, lleno de odio, pero también de miedo, podía sentir ese miedo llenando el corazón del Faraón como cuando compartían su cuerpo y sus pensamientos estaban conectados, así sentía como quería escapar de ese pesar, porque en ese momento se encontraba solo, la sangre y el dolor lo rodeaban.
Marik, asustado por la forma en que lo atacaba, intentó separarlos, pero Atemu lo lanzó con increíble fuerza lejos de ellos. Yugi lo sujetó con más fuerza aún, llorando su nombre.
Entonces dijo lo que su corazón había callado tanto tiempo.
“Yami… te amo…”
Las tinieblas que se abalanzaron sobre ellos desaparecieron al instante e incluso le pareció que la luna brillaba con luz blanca. Donde había oscuridad, volvieron aquellos ojos violetas que le cautivaban.
El tiempo pareció detenerse, ambos se miraron fijamente. Después, lágrimas comenzaron a escapar de los ojos del Faraón, que miraba alrededor todo lo que había hecho. El solo siguió abrazándolo, sin saber que hacer, no sabía si Atemu lo había escuchado o no. Pero no quiso dejarlo solo.
Esos ojos violetas volvieron a él y lloraron aún más.
Y el Faraón cayó en sus brazos, inconsciente. Las profundas heridas que tenía sangraban espantosamente. Marik volvió con ellos a rastras y busco su teléfono. Lo que pasó después le fue muy confuso. Luces, voces, llantos se cruzaban en su memoria. Se había dejado llevar por el sueño para tranquilizarse.
Porque la dura realidad le esperaba.
Tenía fe en que Atemu si le hubiera escuchado y que su reacción hubiera confirmado lo que sentía por él. Por dentro, deseaba ser el amor que el Faraón quería proteger a toda costa…
Pero no era así, el Faraón seguía con Kaiba y no parecía que fuera a separarse de él. Kaiba era el amor de Atemu. No él.
-Yugi, ¿te sientes bien? -preguntó Solomon abriendo su puerta- Vi que tenías la luz encendida…
-Estoy bien, abuelito.
-Ya no te preocupes más, hijo. Es el turno del Faraón ahora.
-Lo sé, abuelito, lo sé.
-Descansa, buenas noches, Yugi.
-Buenas noches, abuelito.
Ni siquiera su abuelo sabía lo que sentía por Atemu. Nadie lo sabía. Era un secreto que siempre tuvo bien guardado de todos. Incluso de él mismo. Solo cuando vio en peligro al Faraón se atrevió a pronunciar lo que nunca imaginó posible. Pero había sido in intento fallido.
Quizá todo había terminado, pero para él todo comenzaba a desmoronarse cual copos de nieve que descendían frente a su ventana.
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AKH
Joey alcanzaba a escuchar el rumor de las enfermeras sobre el adorno navideño que debían colgar en la pared. Sonidos de cascabeles y pequeñas trompetillas se dejaron oír. Sus lágrimas corrían silenciosas por sus mejillas.
No sólo un océano lo separaba de Seto, peor aún, el desamor. Aquellos desconsolados ojos azules llorando por él serían la cruz de su vida. Todo el dolor por el que ahora atravesaba el castaño había sido producto de una sola cosa…
Una tarde en el Parque de Ciudad Domino.
Nadie, ni el Faraón, levantaron sus puños contra el ojiazul, ni le obligaron a escupir las cosas que le dijo. Fue un momento de ira, miedo y venganza que arruinaron la vida de Seto.
Él había sido quien lo puso en las manos del Faraón y de nuevo lo regresaba a sus brazos. Solo él.
Él había sido quien aplastó su corazón con su imprudencia y luego le traicionó, jugando a los amantes sin nunca revelarle la verdad.
Él había sido quien había disparado el gatillo y herido a Mokuba, derramando su sangre y su vida en los brazos de su hermano.
Era ya demasiado dolor para Seto. Solo le hizo daño cada vez que trató de estar a su lado. Su amor solo le había traído la desgracia a Kaiba. Ya no era posible que le hiciera de nuevo algo así.
Tenía que dejarlo ir.
Como prueba de su amor, tenía que olvidarse del ojiazul y dejarlo hacer una vida más plena y feliz lejos de él. Donde el dolor y la amargura que le provocaba su cariño ya no le tocara.
Pero a pesar de todo, su corazón quería ver una vez más a Seto. Quería verle sonreír, ver sus ojos brillar como solían hacerlo. Una vez más.
Joey sollozó lastimosamente.
Ya no.
Ya no existía esa oportunidad.
-Koneko.
Hoy estoy buscando
la mejor manera de decirte adiós,
y al mirarte siento
que el dolor despierta
en mi corazón…
…hoy te estoy pidiendo
que a pesar de todo, seas feliz…
……………………… ;…….. Balada para una despedida, José Luis Perales.
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