Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ El Arte de Sobrevivir ❯ Vacante abierta ( Chapter 2 )
Capítulo II
Vacante abierta
La pequeña habitación que Vegeta compartía con Nappa y Raditz en la base central de Frízer estaba vacía de todo salvo unos cuantos elementos esenciales: tres catres duros como piedra para que los saiyayíns durmieran, una exigua luz y algunos juegos de repuesto de guantes viejos y botas arrojados descuidadamente en la esquina. Había antiguas manchas de sangre desvaneciéndose en el suelo; la decoración mórbida era solo realzada por el tenso y sepulcral silencio que llenaba el lugar.
El príncipe adolescente cruzado de piernas en el suelo tenía una brillante moneda de oro que deslizaba entre los dedos de una mano sin prestar la menor atención, sus oscuros ojos permanecían fijos en la puerta que conducía a su habitación mientras esperaba lo inevitable. Nappa seguía recostado en su catre luciendo mucho más relajado de lo que se sentía. Por lo general odiaba esperar, pero en este caso, el tiempo se movía demasiado a prisa para su gusto. Raditz era el único saiyayín que se apoyaba contra la pared, con los ojos enfocados en el suelo. Su pensamiento era el mismo que venía a él cada vez que eran convocados a los aposentos de Frízer, si la muerte estaba en sus cartas, quería que fuera lo más rápido.
El príncipe finalmente retiró los ojos de la puerta y miró la bolsa de dinero en su regazo que habían juntado en su asignación. Era apenas una casualidad que Frízer se hallara en otro sector por negocios familiares cuando él y sus compañeros saiyayíns regresaron a la base o esto habría sucedido antes. Vegeta deseó que ese hubiera sido el caso; aunque todavía dudaba mucho que lo fueran a matar, nunca se podía estar lo bastante seguro si se trataba de Frízer. Él quería saber si las cosas acabarían bien o no de una buena vez.
Nappa y Vegeta se pusieron de pie al instante cuando la puerta de la habitación se abrió. Dodoria entró arrastrando los pies, echó un vistazo desinteresado a los tres, luego miró hacia el saiyajín más joven y le hizo un gesto para que lo acompañara. Vegeta agarró la bolsa de monedas y siguió su ejemplo, con Nappa y Raditz pisándole los talones. Les tomó dos pasos antes de que Dodoria se diera la vuelta.
—Ustedes dos no —dijo Dodoria lleno de desdén haciéndoles a Nappa y a Raditz un ademán de despedida—. Quédense aquí monos, el Gran Frízer solo quiere al más pequeño de la manada. —Dodoria se rio del destello de ira en el rostro de Vegeta. Indiferente, agarró al príncipe por la nuca, lo empujó hacia el pasillo y salió después de él. La puerta metálica se cerró automáticamente tras ellos.
—Maldita sea —gruñó Nappa, él se puso a caminar de un lado al otro sin descanso por la habitación—. Ese feo monstruo rosa piensa que es algo especial…
—Al diablo con Dodoria —dijo Raditz molesto y se sentó pesadamente en su catre que no tenía ninguna elasticidad. Sin darse cuenta, su mirada fue de regreso hacia la puerta—. ¿Por qué Frízer solo quiere a Vegeta?
—No lo sé —admitió Nappa.
Después de unos pocos segundos de gran silencio, Raditz expresó la pregunta que los tres saiyayíns se hacían.
—¿Piensas qué va a matarlo esta vez?
Nappa se sentó en su propio catre y frunció el ceño.
—Lo más probable es que no —respondió después de pensarlo por un momento—. Frízer lo favorece, eso lo ha salvado antes.
—Sí, pero el favoritismo se agota.
Nappa no dijo nada sobre eso, aunque concordó en silencio.
En tanto, Vegeta caminaba por un largo pasillo blanco con Dodoria detrás de él. En el exterior, no había nada más que pura confianza en cada paso que daba, lograba esconder bien su creciente ansiedad y paranoia mientras se preguntaba si Frízer estuvo fingiendo al lanzar la amenaza. Su caminar desaceleró cuando la puerta metálica de plata de los aposentos de Frízer apareció a la vista. Sentados cruzados de piernas allí, se hallaban tres soldados esperando. El príncipe inmediatamente se dio cuenta de que se trataba de sus otros compañeros sin rango. Todos habían estado en el último planeta con él en la competencia para entrar al equipo clasificatorio. Cada uno de ellos tenía una bolsa de monedas también. A diferencia del joven saiyayín, sin embargo, no eran muy buenos en ocultar su miedo, con la excepción del otro chico adolescente que era un ciclo solar mayor que Vegeta.
Su nombre era Jhainer, el luchador más hábil que el planeta Trika tenía para ofrecer. Además de entregar al muchacho a Frízer, el planeta le había jurado lealtad y fidelidad —eso fue suficiente para salvarlo de ser purgado o destruido por completo—. Incluso, aunque Trika hubiese sido purgado, Vegeta dudaba que Jhainer fuera asesinado. Él poseía un talento demasiado raro para pasar por alto, había sido bendecido con la habilidad de cambiar de forma y tomar la apariencia de cualquier otro ser viviente, así como cambiar el tono y el timbre de su voz para sonar como la persona que quisiera. Ambos contaban con raras habilidades de sus razas en extinción. Al igual que Vegeta, él también era un luchador excepcional para su edad y su conjunto de habilidades únicas lo hacía otro favorito personal a los ojos de Frízer.
Dodoria empujó a Vegeta hacia los soldados que estaban sentados. El príncipe le lanzó una mirada feroz antes de tomar asiento al lado de Jhainer, refunfuñando por lo bajo. Se sentó con las piernas cruzadas y apoyó la espalda contra la pared. Dodoria luego pasó a los aposentos de Frízer, como si hiciera deliberadamente alarde de que a pesar de ser un soldado de élite rango 2, disponía del suficiente privilegio para entrar. Vegeta intentó echar un vistazo, pero la puerta se cerró detrás de Dodoria antes de que lograra su objetivo. Él frunció el ceño y volvió su atención a Jhainer. El muchacho solo tenía un ojo bueno, había perdido el otro en una purga; sin la pupila, la mirada vacía en blanco podría asustar a cualquiera, excepto a Vegeta.
—¿Cuánto tiempo has estado sentado aquí? —le preguntó Vegeta, ignorando a los otros dos soldados que los acompañaban.
La larga y espinosa cola azul de Jhainer se deslizó despacio por debajo de su armadura, esta se levantó y dio unos azotes en el aire mostrando la frustración del chico sin decir una palabra. Vegeta gruñó, sabía que significaba que había permanecido allí por un buen rato. Ante el sonido, Jhainer volvió la cabeza, vio al príncipe sentado a su lado y lo miró fijamente. Vegeta igualó la mirada sin problemas. De los dos, Jhainer desvió la vista primero y observó la bolsa de monedas en el regazo del príncipe.
—¿Y tú cuánto has conseguido? —Quiso saber Jhainer. A diferencia del príncipe saiyayín, cuya voz ya poseía el borde profundo que tendría por el resto de su vida, la voz de Jhainer era suave y gentil.
Vegeta le ofreció una sonrisa de superioridad en respuesta.
—Estoy seguro de que es más de lo que tienes, trikan —respondió con arrogancia.
Una sonrisa a juego se extendió sobre el rostro de Jhainer mientras mostraba sus afilados dientes de plata.
—Lo estaba haciendo muy bien hasta que tú y Tanus arruinaron todo. Elegiste un mal momento, saiyayín.
—No pude evitarlo, me gusta destrozar cosas. Es muy entretenido.
—Bueno —dijo Jhainer volviendo su vista hacia la puerta—. ¿Recuerdas la advertencia del señor Frízer?
—Dudo que lo cumpla —contestó Vegeta demostrando confianza—. Al menos no conmigo ni contigo, él nos favorece.
—Sí. Es bueno ser favorecido, ¿no es así, Vegeta? —Jhainer habló en voz baja, sin mirarlo.
Vegeta frunció el ceño y no respondió. No estaba muy seguro de creer eso y por el tono de voz de Jhainer, dudaba de que él lo creyera tampoco. Sus ojos se dirigieron a los otros soldados, ambos casi le doblaban la edad. Los había visto por ahí, pero carecían de fuerza en comparación con él y Jhainer. Los dos eran bestias peludas de piel color púrpura y ojos amarillos, lo cual Vegeta pensó que era muy apropiado ya que se veían asustados a más no poder. Eran cobardes y no tenían ninguna oportunidad.
Aun así, de vez en cuando, uno de ellos le disparaba una mirada de odio puro. Seguramente, lo culpaban por este desastre, a pesar de que Vegeta no fue el que provocó el problema, solo lo terminó. Él inclinó la cabeza hacia atrás y no los miró más. Su odio no lo perturba, estaba acostumbrado a ello.
Al mismo tiempo, al otro lado de la puerta, Frízer leía un informe holográfico sentado en su silla de levitación. Zabón y Dodoria se hallaban de pie a cada lado de él, y había un solitario alienígena verde aterrado frente a los tres.
—De acuerdo a la investigación que elaboramos por orden del Gran King Cold, sus hombres están sufriendo de muy baja moral —afirmó el pequeño alienígena redondo delante de ellos. Su voz era firme, pero sus garras chocaban una y otra vez entre sí en sus manos temblorosas que intentaba mantener juntas—. Todo hombre que trabaja para usted tiene el treinta por ciento de probabilidades de morir por heridas sufridas en batalla, el sesenta y cinco por ciento de probabilidades de quitarse la vida, y solo el cinco por ciento de probabilidades de morir por causas naturales. Cuanto menor es el rango, mayores son las probabilidades de suicidio. Además, más de la mitad de sus hombres están muy desnutridos, pero nada es tan malo como las pruebas psicológicas.
—Benevolencia —dijo Frízer con total calma mientras avanzaba por las páginas virtuales mediante movimientos rápidos de muñeca en el aire—. ¿Usted ha elaborado este informe, Shimdro?
—Sí, Gran Frízer —respondió el alienígena de inmediato.
—Esta escritura a mano digital suya es exquisita, ¡simplemente fantástica! —aseguró el tirano en un tono encantador. Se volvió hacia el hombre a su lado derecho—. Zabón, mira esto. Ya no se ve tal cuidado con los informes en estos días.
—Muy impresionante. —Zabón estuvo de acuerdo y esbozó una sonrisa de lado.
—Sí, es todo un arte perdido.
—Eh... gracias —dijo Shimdro, quien parpadeó al momento por la sorpresa, luego continuó—. Gran Frízer, su padre le recomienda implementar los cambios necesarios para bajar la tasa de suicidios de sus hombres, tenerla tan alta es contraproducente para la construcción de un imperio fuerte…
—Dodoria. —Frízer cortó la oración y miró a su izquierda. Dodoria en seguida dio un paso adelante.
—¿Sí, Gran Frízer?
—Ya casi termino con Shimdro. Trae al grupo que fue al planeta Xin, hazlos entrar y ubícalos en la parte posterior. Ese calvario es la siguiente orden del día.
—De inmediato, Gran Frízer —contestó Dodoria realizando una pequeña reverencia antes de dirigirse rodeando a Shimdro hacia la puerta.
—Mi queridísimo Shimdro, siempre pasamos por esto cada dos ciclos solares —suspiró Frízer, apenas era capaz de ocultar el aburrimiento de su voz. En la parte trasera, los dos alienígenas peludos color púrpura avanzaban seguidos por Jhainer y Vegeta venía por detrás. Los cuatro soldados se alinearon en silencio delante de la pared del fondo e hincaron automáticamente una rodilla. Frízer no se fijó en ellos mientras continuaba—. Empecemos, ¿de acuerdo? Dime cuales son tus recomendaciones, actualizaremos los registros para el disfrute de la lectura de mi padre y luego todos podremos volver al trabajo.
—Un día adicional de descanso entre misiones sería beneficioso, la instalación de más tanques de regeneración en la base también ayudaría, la alimentación de los hombres…
—Bueno, bueno, no nos entusiasmemos demasiado. Mira a los hombres de allá atrás, ninguno se está muriendo de hambre.
Shimdro se volvió, los miró para estudiarlos y asintió.
—Sí, sí, los recuerdo a todos. Los dos tepmans tienen ansiedad severa y sufren de paranoia extrema. El muchacho trikan está desnutrido y tiene lesiones físicas crónicas que no han mejorado desde la última vez que lo examinamos. El muchacho saiyayín también padece de desnutrición y sus pruebas psicológicas muestran una tendencia creciente hacia la violencia irracional…
—¡Todo lo que mencionas forma el carácter, Shimdro! —Frízer se rio—. Ellos serán más fuertes gracias a eso y es todo lo que importa. Ahora bien, creo que hemos terminado aquí. Dodoria le mostrará el camino de salida.
Shimdro suspiro. Era el mismo resultado, solo que en una fecha diferente del calendario; todo lo que le importaba era salir ileso. Se inclinó tan abajo como su marco redondo le permitió y luego siguió a Dodoria para retirarse.
Mientras lo hacía, Frízer desactivó el informe holográfico y usando un dedo, le hizo una seña al grupo contra la pared para presentarse. Todos se pusieron de pie y se acercaron, luego se hincaron de nuevo. Con una mirada fría Frízer inspeccionó al grupo. Los dos peludos tepmans estaban casi temblando de miedo, era evidente que esperaban ser ejecutados. Jhainer lucía tranquilo, pero mantuvo la cabeza baja mirando al suelo.
Vegeta era el único que alzaba la vista. El saiyayín miró a Frízer cuando el tirano al fin colocó sus ojos sobre él. Frízer exhaló hondo y después se echó hacia atrás en su asiento.
—Cinco de ustedes aceptaron el desafío que propuse en el planeta Xin. Solo cuatro regresaron y he recibido el informe de una batalla que ocurrió en ese planeta. No puedo dejar de estar confundido, ya que “sé” que di instrucciones claras de que ninguno de ustedes fuera a llamar la atención. Así que, por favor, ayúdenme a entender. Díganme exactamente lo que sucedió. —Cuando nadie se ofreció de voluntario, volvió a mirar al miembro más joven del grupo—. Vegeta, ¿por qué no empiezas?
—Sí, Gran Frízer —respondió Vegeta de forma automática. Él bajó la cabeza y habló—. Todos estábamos realizando el desafío que usted lanzó. Antes de que el tiempo se acabara, sin embargo, el quinto hombre, Tanus, de repente comenzó a atacar la ciudad. Mis hombres y yo sentimos su aumento de poder en nuestros rastreadores, recuerdo que usted dijo que quería a los nativos intactos. Decidí ponerle fin a la matanza antes de que Tanus pudiera causar más daño. Como sospechaba, estaba teniendo problemas para llegar a juntar una buena cantidad del dinero nativo sin usar la violencia y esa fue la razón por la que su mente se rompió. Lo maté y ahora estamos aquí.
—Y ahora tú estás aquí, en efecto... —Frízer se hizo eco analizando al grupo una vez más.
El silencio se extendió mientras Frízer deliberaba sobre qué hacer. Vegeta a regañadientes volvió a alzar la mirada y apretó la mandíbula con fuerza. No por primera vez, su vida dependía del estado de ánimo del tirano más sádico que el universo había conocido. Él ni siquiera era lo suficientemente fuerte como para aguantar una pelea decente y morir con algo de honor y orgullo, en caso de llegar a eso. Cada segundo que pasaba se sentía como años para el joven príncipe que no era consciente de que estaba comenzando a sudar.
Por último, Frízer se acercó y recogió una copa al lado de su asiento.
—Bueno —dijo arrastrando las palabras—. No me tengan en suspenso, caballeros, ¿cuantos yins consiguió cada uno? Bien podría averiguar quién ganó esta pequeña competencia.
—350 —gritó el primer Tepman con orgullo.
—10 000. —El segundo rápidamente soltó su bolsa en el piso.
Jhainer levantó la vista y una sonrisa lenta se extendió sobre su rostro. Su tranquila voz se hizo fuerte al dar su respuesta.
—Un poco más de 103 000, Gran Frízer.
Frízer asintió y luego se quedó mirando a Vegeta en espera a que el saiyayín le dijera cuanto había recogido. El rostro del príncipe que enrojeció de vergüenza al escuchar la respuesta de Jhainer, reveló la verdad.
—No hiciste más que Jhainer, ¿verdad, Vegeta? —preguntó Frízer, él ya lo sabía.
—Yo... Gran Frízer, si hubiera tenido más tiempo... —Vegeta comenzó a decir luchando de forma visible por encontrar las palabras correctas. Aceptar la derrota no era nada fácil para él y se notaba. Pero más que eso, el príncipe estaba comenzando a darse cuenta de que probablemente no iba a salir vivo de ese lugar.
—Me temo que se te acabó el tiempo, muchacho. —Frízer levantó su copa, tomó un trago lento, cató el sabor durante unos segundos y luego volvió a hablar—. Jhainer.
El alienígena adolescente reaccionó, esta vez hizo contacto visual directo con el tirano.
—¿Sí, Gran Frízer?
—Ganaste la competencia y, fiel a mi palabra, has adquirido el derecho de unirte al equipo clasificatorio para el rango. Zabón, saca al chico de aquí y dale más instrucciones. La mejor de las suertes, joven trikan. Espero sinceramente que no mueras, estaría muy disgustado si oigo ese tipo de noticias.
—Gracias, Gran Frízer —dijo Jhainer en voz baja. Le dio a Vegeta un breve vistazo, pero el príncipe lo ignoró y siguió mirando al frente. Jhainer no albergaba ninguna mala voluntad hacia Vegeta; él se puso de pie, se dio la vuelta y salió junto a Zabón sin mirar atrás al saiyayín. En su mente, Vegeta ya era un cadáver.
Ni bien la puerta se cerró, Frízer bajó su copa, se puso de pie y levitó hasta el suelo. Juntando las manos con indiferencia detrás de su espalda, el tirano se acercó a los tres soldados restantes que aún estaban hincados delante de él.
—La parte inferior de la cadena alimenticia —reflexionó Frízer en voz alta, su cola se agitó despacio detrás de él mientras los rodeaba—. ¿Qué haré con ustedes, me pregunto? Dos hombres adultos que fallaron en la tarea que asigné, un niño que piensa que ya es un hombre cuando no está ni siquiera... Tepmans, déjennos, pero quédense cerca, los llamaré de vuelta en poco tiempo. Por ahora, solo quiero hablar con mi príncipe mono favorito.
Vegeta permaneció en silencio e inmóvil mirando fijamente al frente mientras oía a los otros dos hombres levantarse y salir de la habitación, la puerta se cerró detrás de ellos. Por un lado, estaba agradecido de que lo que sea que pasara no sucedería delante de los demás. La humillación adicional sería demasiado difícil de soportar, no obstante, desde otra perspectiva, estar a solas con el tirano envió un inconsciente escalofrío por su columna vertebral.
—Matar a uno de mis hombres está en contra de las reglas cuando no se tiene rango, Vegeta —dijo Frízer finalmente detrás de él—. ¿O se te olvidó eso?
—No lo he olvidado, señor —respondió Vegeta. Él trataba de mantener su voz firme, una hazaña difícil ya que sentía que la cola de Frízer empezaba a enrollarse poco a poco alrededor de su cuello por atrás—. Me disculpo por mis acciones, pero no vi ninguna otra opción en aquel momento.
—Tu estupidez tal vez no te permite verlo, mi mascota; esa tarea no fue algo sin ningún propósito. A menudo necesitaré de hombres que se infiltren en un planeta sin ser detectados, que se muevan sin llamar la atención. Parece que fallaste en eso, ¿estás de acuerdo? —preguntó Frízer con indiferencia mientras apretaba su cola alrededor de la garganta de Vegeta.
—No, Gran Frízer, no fallé en eso. Estaba haciéndolo bien hasta que Tanus se quebró y comenzó a tratar de acabar con esa ciudad. Habría matado a más si no lo hubiera detenido. —Vegeta se ahogó por el dolor y su rostro se puso rojo.
—Por una vez en tu vida, joven príncipe, tienes razón. Oí que las explosiones y la batalla no fueron tan malas como me temía. Tienes suerte, muchacho, porque si hubiera oído una palabra de lo contrario, estaría rompiendo tu frágil cuello en este momento —amenazó Frízer—. Aunque, de acuerdo a lo que estuviste diciendo en tu rastreador, es evidente que no crees que te mataré, ¿estoy en lo correcto?
Vegeta ahora trataba con desesperación de liberarse de la poderosa cola del tirano, la cual lo estrangulaba por completo, pero era inútil. Incluso intentó boquear un poco de aire, sin embargo, no pudo y sus pulmones empezaron a quemarle. Frízer luego tiro brutalmente de él hacia atrás, obligando al rastreador de Vegeta a volar de su rostro al mismo tiempo que el saiyayín se estrellaba de nuevo en el piso sobre su estómago. El agarre de su cola en la garganta de Vegeta nunca se aflojó.
—Arrogante, rebelde y autotitulado muchacho estúpido. —Se burló Frízer, su timbre era ácido mientras apretaba aún más su agarre haciendo que el rostro de Vegeta adquiriera un enfermo tono púrpura—. ¿Crees que eres tan especial que estás por encima de ser asesinado, Vegeta?, ¿no es así? Porque no lo eres y para ser honesto, debería matarte ahora mismo. Has perdido tu filo, tu instinto asesino, no puedo decir cuan decepcionante es eso para mí.
Vegeta estaba justo al borde de la inconsciencia cuando Frízer terminó por liberarlo. El príncipe rodó tembloroso hasta quedar de espaldas y jadeó en busca de aire. Le tomó un momento recuperar su orientación de nuevo. Después de lograrlo, levantó la cabeza con una mano en la garganta, casi esperaba que Frízer dirigiera un rayo directo a su corazón. El tirano tenía los brazos cruzados sobre su armadura y su cola ondeaba perezosa detrás de él. Sus ojos implacables fulminaron con la mirada a Vegeta.
—Levántate, muchacho —le ordenó Frízer. Vegeta tembló un poco y se obligó a sí mismo a apoyarse sobre sus pies. Su cuello ya mostraba signos de moretones cuando fijó una mirada de puro odio en Frízer.
—Gran Frízer —comenzó a decir Vegeta con una voz ronca odiando que incluso ahora, tuviera que mostrarle respeto al tirano—. No entiendo por qué cree que he perdido mi filo…
—Sí, ya sé que no eres lo suficientemente inteligente como para ver las señales, así que te iluminaré. Hace unos pocos ciclos solares, al fin habías empezado a aprovechar tu naturaleza oscura cuando pasaste por el estirón de la adolescencia. Nunca había visto a alguien de tu edad ser tan despiadado. Eras imparable, Vegeta, una verdadera fuerza de la naturaleza. Pensé que estabas alcanzando tu máximo potencial, pero por desgracia eso no duró. Recientemente has comenzado... a caer en la autocomplacencia. Estas dejando que tu reputación aterrorice planetas y civilizaciones, usas ese terror para conseguir lo que quieres con un mínimo de derramamiento de sangre. Te has vuelto suave y eso se refleja mal en mí.
Vegeta puso una expresión que era una mezcla de incredulidad, humillación y rabia. Nunca había sido llamado suave en toda su vida. Era un montón de cosas, pero suave NO era una de ellas.
El príncipe habló apretando los dientes.
—Gran Frízer, esa etapa de mi vida fue en respuesta a un cambio hormonal que algunos saiyayíns atraviesan, lo cual provoca sed de sangre. A pesar de que era temporal, he matado a un montón desde entonces y mataré a un montón más en el futuro. “No” he perdido mi filo.
—Mmm, sí, eso dices, aunque no estoy convencido. Te pedí que purgaras y luego destruyeras los últimos siete planetas que te asigné. No purgaste ni siquiera uno de ellos, solo fuiste a destruirlos…
—No entiendo el punto de purgarlos, si el planeta sería destruido de todas formas…
De improviso, Frízer abofeteó a Vegeta en la cara con la fuerza suficiente para forzar al saiyayín a caer por completo. El príncipe hizo una mueca de dolor, le dolía toda la cabeza por el golpe y sus ojos inconscientemente se humedecieron por el ardor, sin embargo, nada le dolía más que su orgullo. Que lo venciera, podía soportarlo, pero esas bofetadas eran humillantes.
—No me interrumpas de nuevo —siseó Frízer, agachándose y agarrando a Vegeta por el cuello de su armadura con una sola mano. Él arrastró sin esfuerzo al saiyayín hasta ponerlo de pie, sacudiéndolo de una manera violenta al hacerlo—. Cuando te dé una orden, muchacho, no es para que elijas que seguir. No todos esos planetas eran tan retrógrados e inservibles como tu planeta natal. Algunos tenían cosas de valor, como combatientes expertos que pudieron ser reclutados o tecnología avanzada que pude utilizar. Pero no lo sabrás a menos que hagas la purga primero, ¿lo entiendes?
—Sí, Gran Frízer —respondió Vegeta de inmediato—. No cometeré ese error otra vez.
Frízer liberó la armadura de Vegeta, luego soltó una risita y palmeó al príncipe en la mejilla un par de veces. Todo lo que Vegeta podía hacer era no echarse hacia atrás ante el contacto.
—Por supuesto que no, mi preciosa mascota. Estoy haciendo una inversión en ti y tengo la seguridad de que no me vas a defraudar. Eres como mi hijo para mí, Vegeta, sé que vas a hacer que me llene de orgullo.
—Gracias, Gran Frízer. —El príncipe refunfuñó tragándose la bilis.
—Ahora bien, como hemos aclarado todo eso, tengo algunas noticias para ti que podrían ser muy interesantes. Parece que el cuarto miembro del equipo clasificatorio, un muchacho del planeta Yentilis... benevolencia, he olvidado su nombre...
—Wygen —dijo Vegeta de un modo tranquilo. Su ceño se frunció un poco antes de mirar de nuevo a Frízer.
—Se suicidó el día de hoy, ¿lo escuchaste?
—Lo vi. —El príncipe corrigió sin emoción en su tono de voz.
—Sí, bueno, es una trágica pérdida, pero como dicen: la pérdida de un hombre es la ganancia de otro. Tradicionalmente, tenemos cuatro miembros en el equipo de clasificación y ahora una vacante está abierta. Pensé que tal vez aún eras demasiado impulsivo e imprudente para esto, pero creo que este reto podría ser lo que necesitas. Las competiciones serán difíciles, más duras que cualquier asignación que jamás hayas tenido. El entrenamiento será largo, agotador y doloroso. Si puedes sobrevivir de alguna manera, lo cual no está garantizado, en ese caso, finalmente serás un hombre y en la poco probable posibilidad de que ganes las competiciones, tendrás tu rango, Vegeta. ¿Aceptas la oferta?
—Sí —contestó Vegeta sin ninguna duda—. Acepto.
—Entonces es tuya, pero solo bajo una condición.
Vegeta se obligó a no temblar. Debería haber sabido que no sería tan fácil conseguir lo que quería. Permaneció en silencio, luego Frízer puso una mano en su hombro y giró al joven príncipe haciéndolo enfrentar la puerta.
—Demuéstrame que no has perdido tu filo, mi mascota. Mata a los dos soldados tepmans —ordenó Frízer, notando que los dedos de Vegeta habían comenzado a crisparse en anticipación a la matanza. Después del insoportable estrés bajo el que estuvo, todo lo que el príncipe quería hacer era disfrutar de un poco de sangre y violencia; no sabía que Frízer esperaba exactamente esa reacción de él—. Tienes un segundo desde el momento en que la puerta se abra para matarlos y volver a esta recámara trayendo sus dos cabezas. Muéstrame el asesino que realmente eres, muéstrame que no te has vuelto suave y la vacante en el equipo será tuya. No me decepciones, muchacho.
—Hmm, un segundo es tiempo más que suficiente —respondió Vegeta con confianza y de modo automático se inclinó un poco hacia adelante. Frízer se rio entre dientes, el príncipe era de hecho una inversión, tal vez todavía había una esperanza para él.
—Muéstrame entonces. —El tirano lo desafió e hizo la señal manual personalizada que abría la puerta metálica.
Solo le tomó a Vegeta medio segundo estar de pie ante Frízer de nuevo. Detrás de él, en el pasillo, dos cuerpos se desplomaron con golpes sordos. Había oscura sangre roja salpicando su armadura, pero Vegeta no lo noto mientras levantaba sus espeluznantes trofeos por los cabellos, uno en cada mano enguantada; sus intensos ojos inyectados de sangre no se desviaron de Frízer.
—¿Es esto suficiente filo para usted, Gran Frízer? —gruñó Vegeta y liberó las cabezas que cayeron al suelo.
Frízer se rio entre dientes y una pequeña sonrisa apareció en su rostro.
—Una encantadora exhibición, Vegeta. Sí, ese es el filo que me gusta ver. Espero seguir viéndolo cuando sigas mis órdenes en el futuro al pie de la letra —agregó con una inconfundible amenaza en su voz—. Repórtate a Zabón para futuras instrucciones. La mejor de las suertes a ti, joven príncipe, confío en que salgas de esto en una sola pieza. Retírate.
Vegeta hizo una pequeña reverencia, luego se dio la vuelta y se marchó. No comenzó a respirar otra vez hasta que estuvo seguro de que no iba a ser llamado de nuevo. Disminuyó la velocidad un poco, el príncipe bajó la mirada hacia la sangre en su armadura, uniforme y guantes, y frunció el ceño ante el desastre. Pero era irrelevante, seguía vivo y tenía lo que quería: un puesto en el equipo de clasificación. Los medios para conseguirlo no importaban. Él estaba allí ahora y era solo cuestión de tiempo antes de que ganara el estatus de soldado rango 5. En su mente, la parte más difícil ya se había terminado.
Desconocido para él, apenas comenzaba.