Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Libre mi alma ❯ Capítulo 1 ( Chapter 1 )
Además, quiero informarles que este año 2023 hice la última corrección de erratas de esta traducción, así que aquí tienen una versión mejor adaptada al español de la historia original, ya que llevé algunos cursos de edición de libros. Sin más que agregar espero que disfruten la parte final de esta bellísima historia.
Nota de Tempestt: esta es la secuela de Libre mi corazón, realmente tienes que leerlo primero para entender esta historia.
Aunque siento que Libre mi corazón es mejor como un independiente, tenía una especie de final terrible. Esta historia va a tener muchos más trasfondo sobrenatural y toneladas de angustia. También habrá acción (es decir movimiento) puesto que ya no están encarcelados. Si parece que emocionalmente la historia se está moviendo rápido, es porque ya han pasado mucho tiempo de calidad juntos hablando. Ellos pueden haber pasado un año separados, pero van a continuar emocionalmente casi de inmediato desde donde lo dejaron.
También asegúrense de revisar otra historia V/B que voy a publicar más adelante esta semana: Fijación es un thriller psicológico con drama y romance, ¡todos mis favoritos en uno!
Exención de responsabilidad de la autora: No soy dueña de Dragon Ball Z.
Libre mi alma
(Free My Soul)
Autora: Tempestt
Traductora: Chicamarioneta
Última corrección de erratas: octubre del 2023.
Doce meses después de la destrucción de la Tierra.
Capítulo uno
Bulma levantó el rostro hacia el cielo color limonada cuando la cálida brisa namekiana revolvió su nuevo corte de cabello pixie. Había pasado un año desde que sintió tierra firme de cualquier tipo debajo de sus pies y hasta ahora no se dio cuenta de lo desconectada que se había sentido flotando en el espacio en un trozo de metal. Ella y el resto de los supervivientes humanos estuvieron viviendo en los restos de la nave de Frízer trabajando sin descanso para reparar lo que podían y salvando lo que no podían. Durante todo el tiempo se mantuvieron en órbita alrededor del cementerio destrozado de la Tierra, en perpetuo luto por lo que perdieron.
Gokú se quedó a su lado por unos meses. Ambos trabajaron juntos para reconstruir la nave usando el conocimiento técnico y la inmensa fuerza que poseían respectivamente. Con poco más de que hablar, él le contó sobre la batalla que ocurrió en la Tierra: atrasado en el camino de la serpiente, llegó demasiado tarde para salvar a sus amigos y familiares, algo que pesó en su corazón por lo general ligero. Uno por uno luchó contra los hombres de Frízer en largas batallas extenuantes. Lo golpearon muchas veces, pero siempre se levantó más fuerte que nunca. Finalmente fueron solo Gokú y Frízer, todos los demás estaban muertos o se habían amotinado y destruyeron la nave antes de huir.
Él le confesó la desesperación que sintió frente a Frízer, el tirano que mató a todos por quien se preocupaba. Le contó de la emoción de la batalla corriendo a través de sus venas junto con la certeza de que iba a ganar, la absolutez de que allí no podría haber otro resultado, ya que era su destino poner fin a tan terrible demonio. La confianza explotó a través de su piel en un brillo dorado dándole el poder para derrotarlo.
En el momento justo antes del final, Gokú vio el corazón de la oscuridad, el verdadero rostro del mal. Tuvo tan solo unos segundos para escapar de la Tierra. Usando el poder de su mente se teletrasportó a la nave antes de que Frízer se autodestruyera, él eligió matarse y destruir el planeta en lugar de enfrentar la derrota.
Por seis meses la ayudó cuando de repente anunció que sintió el pulso del mal invadiendo el universo. Con solo unas pocas palabras de consuelo, la dejó sola junto a los otros sobrevivientes para apoyarla.
Unos meses después de eso, su situación en la nave se hizo insostenible, incluso peligrosa. Ella tocó su, de improviso, boca seca e ignoró como le tembló la mano. Tomó una de las cápsulas de escape y la dirigió a Namekusei. En ese diminuto planeta verde estaba la solución a todos sus males. Las esferas de dragón namekianas eran lo suficientemente potentes para desear que la Tierra fuera creada de nuevo. Con un solo giro verbal podía resucitar a toda la civilización humana. Todo volvería a ser como era antes de Frízer… antes de Vegeta.
Bulma sacó su recién fabricado localizador de las esferas del dragón y lo programó para reducir el parámetro de búsqueda. Por el último año había sido capaz de trabajar en otros proyectos secundarios, además de hacer la nave de Frízer habitable. El localizador era uno de ellos, pero por fortuna algunas cosas no tuvo que volverlas a crear. Cuando originalmente fue capturada, llevaba su cinturón de herramientas con un kit de cápsulas que contenía diversos elementos esenciales como una casa, una moto de vuelo estacionario y varias armas. Una inspección rápida en la mazmorra donde fue desvestida reveló un depósito conteniendo las posesiones de los prisioneros, incluyendo su cinturón.
Ella se hallaba en la entrada de una cueva profunda donde ocultó lo que venía a ser su nuevo hogar mientras permaneciera en Namekusei. Estaba lista para la aventura, vestía un polo algo ajustado color verde olivo manga cero, un pantalón kaki con múltiples bolsillos donde guardaba todo lo necesario para sobrevivir y un par de robustas botas de montaña. En sus caderas se ató un par de pistolas láser guiadas. No había utilizado una desde el tiempo previo a conocer a Gokú en su primera búsqueda de las esferas del dragón, pero ahora estaba sola otra vez, en un planeta alienígena el cual podría estar invadido por una enorme cantidad de peligros. Al mirar por la llanura azulada con solo un puñado de árboles tipo palillo de dientes, el miedo la golpeó. El camino extendiéndose por delante parecía inmenso y vacío. Ella era la última esperanza para la especie humana, pero no era más que una mujer. Tenía el cerebro y el ingenio, aun así, eso no la protegería de un monstruo que buscara su comida.
Tragando saliva con fuerza, tiró una cápsula y cerró los ojos contra la bocanada de humo. Pasó la pierna sobre la moto y ajustó el localizador en el manillar para que pudiera leer la cuadrícula con facilidad. Lanzó un último vistazo por encima de su hombro a la cueva antes de que apretara la boca con una férrea determinación y arrancara para dirigirse a la llanura desolada con solo un pequeño punto de guía.
Algunas horas más tarde llegó a su destino. Se detuvo, reexaminó las coordenadas y frunciendo el ceño miró al frente, se había dado cuenta de que estaba en la cima de un promontorio y la esfera del dragón se ubicaba en el valle a los pies de este. Bajó de la moto llevando el localizador consigo. Cuando se acercó al borde del precipicio y oyó gritos de terror, el instinto le ordenó tirarse al suelo para evitar ser vista. Se arrastró el resto del camino y de pronto sus ojos de cristal se ampliaron ante la escena debajo de ella.
Lo primero que vio fue a Vegeta. Todo su ser parecía conectado a él de alguna manera, individualizarlo entre la multitud fue instintivo. Lucía tan guapo. Cada recuerdo, cada fantasía que tuvo vino corriendo de regreso y una oleada de calor le atravesó el cuerpo enrojeciéndole la piel. Se le hizo un nudo en el estómago y su respiración se congeló. Dobló los dedos en la tierra, no podía despegar los ojos de él. Exploró su cuerpo y capturó una armadura azul marino recubierta con un pectoral de perla, unos guantes y unas botas. Por encima de su hombro colgaba una brillante capa carmesí que caía en cascada a lo largo de su espalda en largos pliegues. Se veía tan diferente vestido, casi parecía un extraño. Él permanecía impasible de brazos cruzados con el rostro en un cortante ceño fruncido. A su lado se paraba una mujer en una similar, aunque menos llamativa armadura y en un brazo cargaba una esfera de oro grande.
Bulma se quedó sin aliento ante la visión. Vegeta había venido por las esferas del dragón al igual que ella. Pero ¿por qué lo haría? Su peor enemigo, Frízer, estaba muerto. ¿Qué hacía aquí?, ¿quiénes eran estas personas que lo acompañaban?, ¿qué estuvo haciendo durante el último año? La mujer a su lado se inclinó para así poder susurrarle al oído. El cuerpo de Vegeta siguió inquebrantable y su rostro firme mientras le hablaba. Bulma se acercó más para conseguir un mejor ángulo de la desconocida. Era hermosa, más alta que ella, con la figura de una guerrera elegante y un largo cabello rubio capturado en una cola que se azotaba a sus espaldas. Sus ojos verdes brillaban a la luz del sol y sus perfectos labios de color rosa se retorcían con crueldad. Las manos de Bulma se contrajeron y la suciedad cavó un camino debajo de sus uñas.
El pecho le dolía como si estuviera siendo exprimido de un modo brutal, por lo que tuvo que apartar la mirada para tomar el resto de la escena. Varios hombres y niños con la misma piel verde y antenas de Pícolo estaban de cuclillas frente a sus casas. Se veían asustados apiñados allí, los niños pequeños habían sido empujados a la parte posterior. Más soldados de menor rango, obviamente eso eran, se movían por todos lados. Quedaba claro que Vegeta era su líder por la forma en que ellos se mantenían lanzándole miradas.
—Si quieren salvar sus vidas, dígannos donde están el resto de las esferas del dragón. —La mujer habló y Bulma se sorprendió de lo musical que era su voz. Su tono cadencioso no llevaba el borde afilado que hubiera esperado. Era una voz para la seducción, la voz que una mujer utiliza para conseguir que un hombre cumpla sus órdenes. Bulma volvió a mirar a Vegeta con los ojos húmedos bajo el caliente sol. A su demanda, los namekuseiyíns se apiñaron más, pero la mujer simplemente sonrió y en lo profundo ella sabía que estaba a la espera de llevar a cabo sus amenazas.
Bulma miró el valle y notó que, si bien había unos pocos namekuseiyíns heridos, no se veían cadáveres ni otros signos de carnicería. Cuando no hubo respuesta, un soldado salió disparado y uno de los hombres cayó de rodillas por un fuerte golpe en el estómago. El espanto cundió entre los aldeanos, no obstante, ellos permanecieron con la boca cerrada.
—¿Qué dice usted, señor? —preguntó la mujer con una sonrisa astuta curvándose en sus hermosos labios.
—Prendan fuego a las casas y láncenlos uno por uno hasta que alguien hable —ordenó Vegeta con una voz tan fría que heló a Bulma hasta los huesos. Sobresaltada, se alejó poniendo distancia entre ellos. Se echó de espaldas y se cubrió el rostro con las manos para proteger sus ojos del sol. Detrás oía los gritos y el crepitar del fuego. La acre mancha de humo llegó hasta ella para amordazarle la garganta. Trató pero no consiguió bloquear nada de eso y cuando retiró las manos, vio el cielo verde a través de sus ojos llorosos.
Asqueada, no pudo procesar nada más. Tenía que alejarse lo más rápido posible. Ella no conocía a este Vegeta, la persona debajo era un extraño. Él no era el hombre que le había hecho tan apasionadamente el amor mientras estaban encarcelados. No era el héroe que la llevó a un lugar seguro en su espalda negándose a dejarla caer. Ni siquiera era el hombre que la tranquilizó en la oscuridad cuando tuvo tanto miedo aquella primera noche juntos. El hombre en el valle era un monstruo. Era el monstruo que vino a la Tierra con la intención de asesinar a sus amigos y destruir su forma de vida para beneficiarse. Era un monstruo persiguiendo la inmortalidad.
Vegeta sintió que algo familiar parpadeaba en la cumbre por encima de él. Alzó la mirada, sus ojos de halcón revisaron las rocas en busca de cualquier cosa fuera de lugar. Al no ver nada, volvió su atención a la tarea en cuestión, pero el parpadeo se quedó en el fondo de su mente, doliendo como una vieja herida de guerra. Observó cómo los soldados prendían las casas, estas ardieron y las hambrientas llamas naranjas se alzaron hacia el cielo. Apretó los brazos sobre su pecho mientras miraba de un modo sanguinario a los aldeanos tratando de asustarlos para que hablaran antes de que tuviera que arreglárselas con su amenaza.
En algún momento del último año había perdido el gusto por las matanzas. Oh, pero aún podía asesinar como el mejor de ellos. Derrotó al ejército de Frízer a base de puñetazos, la muerte de unas pocas manzanas podridas fue necesaria, sin embargo, por primera vez el asesinato de inocentes le dejaba un mal sabor de boca y ninguna cantidad de licor podría eliminarlo.
Uno de sus hombres agarró a un niño pequeño y una vena en la frente de Vegeta se marcó. Con una expresión sombría, observó la reacción de los aldeanos. Vio que un hombre miraba hacia otro lado con la cara grabada de horror y miedo. Él le indicó a sus soldados detenerse.
—Tú. —señaló al hombre y se le acercó como una amenaza física—. ¿Dónde puedo encontrar la siguiente esfera del dragón?
El hombre tragó saliva con fuerza, sus ojos lucían abatidos. Vegeta lo agarró por el cuello y lo alzó a su nivel.
—Dímelo —lo instó a confesar con una voz fría. El hombre luchó por respirar mientras él le clavaba sus duros ojos.
—Guru, nuestro gran patriarca que está hacia el oriente, tiene una esfera del dragón.
En voz baja, los aldeanos le hicieron saber su indignación, pero a Vegeta no le importó. Con una señal de la cabeza, dio la orden de liberar al niño y se volvió para irse. Siempre consciente, se percató de la burla en algunos de los rostros de los soldados cuando dejaron a los namekuseiyíns ilesos. Estaban bajo una nueva autoridad ahora, su autoridad. Lo obedecían o morían. La mayoría de sus hombres eran asesinos hijos de puta entrenados para matar por Frízer, sin embargo, otros apreciaban la nueva ley de no derramamiento de sangre innecesario. Ellos seguían siendo aterradores, pero no eran bastardos completos, por lo que de alguna forma eso les dio un nuevo sentido del orgullo que estuvo ausente por mucho tiempo.
Vegeta se alejó, su mente ya había despedido a los hombres detrás suyo y se centraba en el oscuro parpadeo de energía alejándose rápidamente de él.