Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Libre mi alma ❯ Capítulo 2 ( Chapter 2 )
Capitulo dos
Bulma se quedó mirando su reflejo en el agua. Estaba a la orilla de un lago, debajo de un viejo y muy ramificado árbol con flores de color púrpura que llovían sobre ella. Este era diferente a los otros árboles de troncos delgados en Namekusei, sospechaba que tenía algo que ver con la mágica esfera del dragón que encontró acurrucada en sus raíces.
La imagen era borrosa por las lágrimas en sus ojos de zafiro. No podía creer que Vegeta fuera un monstruo, pero siempre lo supo. Lo había visto la primera vez que vino a la Tierra en el placer que tomó al destruir a su ejército y en la muerte de sus amigos. Era malvado, ella lo sabía entonces y, aun así, le permitió lanzarle un hechizo vudú a su alma mientras estuvieron encarcelados. Las palabras susurradas suavemente que él murmuró contra su piel no eran caricias, sino runas vinculantes. La atrapó con su toque posesivo y su cuerpo de bronce. Su calor aplastante la embrujó llevándose los recuerdos de quién y qué era para así poder hacer lo que quisiera con ella. Así podría besarla, tocarla y adorar cada centímetro suyo.
Suspiró cuando el anhelo estremeció su traicionero cuerpo. Dios, como lo echaba de menos. El calor, el contacto, el fuego ardiendo en sus ojos negros, incluso la forma brusca en que le hablaba. Lo extrañaba todo, lo ansiaba tanto que le dolía. Pensó que había suprimido su necesidad de él este último año. Se dijo una y otra vez que fueron las circunstancias, un momento sin sentido en una larga vida útil y, aun así, nunca lo pudo borrar de su memoria. Se encerró en sí misma, se ahogó en el trabajo, volcó sus pensamientos lejos de él, pero jamás logró olvidarlo. Olvidar a Vegeta era imposible. Era una fuerza que se imponía y se negaba a ser convertido en un distante, aunque grato recuerdo. Demandaba estar a la vanguardia de su mente en todo momento, a pesar de que no quería nada más que decirle adiós.
—Te cortaste el cabello.
Bulma se quedó sin aliento y dio un traspiés que casi la hace caer en el lago. Se dio la vuelta agarrando las culatas de las pistolas que colgaban de sus caderas. Vegeta estaba detrás con la mano extendida, como si fuera a enrollar los dedos en sus mechones cortos. Ante su mirada de sobresaltado horror, él inmovilizó el rostro y bajó la mano. Ella solo pudo mirarlo sorprendida de verlo tan cerca. Por una fracción de segundo pensó que lo había conjurado de la nada con sus recuerdos, sin embargo, el viento arreció y por debajo de la fragancia floral del árbol, captó su singular y seductor aroma masculino.
La mirada de Bulma buscó detrás de él a la mujer que nunca parecía estar muy lejos, pero se hallaba solo. La única cosa que vio fue su moto de vuelo estacionario y el camino de tierra desplazada que las salidas del aire dejaron atrás. Se maldijo por dejar una pista tan obvia. Lo volvió a mirar y se sumergió en lo guapo que se veía en su armadura real y su capa carmesí. Sus manos estaban enguantadas y su pecho protegido por una gruesa coraza blanca. Se encontraba cubierto enteramente a excepción del rostro y de la piel en la depresión de su cuello que brillaba como bronce. A ella no le gustaba este nuevo y civilizado Vegeta, prefería al hombre desnudo con el que compartió una celda.
Cuando Bulma no respondió de inmediato, los labios de Vegeta bajaron en las esquinas. Ella esperaba ver llamear el fuego en sus ojos oscuros, pero solo vio el vacío. Sin darse cuenta, se tocó el cabello con una mano, las hebras más largas le llegaban al mentón y resplandecían en todas direcciones. Se cortó el cabello porque era más manejable que una larga cola de caballo de la siempre estaban tirando. Colocó un mechón detrás de su oreja y de repente entró en pánico, le pidió a Dios que no pudiera verla a los ojos y descubriera el secreto que ocultaba.
—Es más fácil de manejar de esta manera. Resulta difícil armar una nave casi inhabitable si tu cabello se queda atrapado en cualquier objeto pequeño.
Bajó la mirada mientras hablaba y se alejó de él. Volvió el rostro hacia el lago para ver su pálido reflejo. Dejó la esfera del dragón a buen recaudo en una cápsula de almacenamiento, no existía manera de que Vegeta fuera capaz de encontrarla.
—¿Pero pudiste arreglarla? Debió quedar más que suficiente comida para ti y tu pueblo hasta que la hicieran un lugar digno. Estabas a salvo.
La última frase fue una declaración, sonaba como algo de lo que había estado tratando de convencerse durante un largo tiempo. Bulma escuchó la pregunta y levantó la mirada desde debajo de sus pestañas veladas. Pensó en el peligro en el que estuvo las últimas semanas dentro de la nave y en la burla que había engendrado entre sus compañeros humanos. Si no hubiera escapado cuando lo hizo, podría no estar hoy aquí.
—Seguro, a salvo —concordó apenas ocultando el sarcasmo en su voz.
El rostro de Vegeta se tensó y apretó los puños a los costados. Ella vio a su cuerpo dar las pistas sutiles de sus emociones con una especie de fascinación enfermiza. Tal vez era porque estaba tan acostumbrada a mirar su piel desnuda para las respuestas a las preguntas que le planteaba, pero podía leerlo mejor que otras personas, se imaginó. Mostraba preocupación por su bienestar. No lograba imaginar porqué, la dejó después de todo.
—¿Dónde están los demás? —Él miró a su alrededor buscando algún indicio de que no se encontraba sola, de que estaba protegida. Finalmente desvió la mirada hacia ella y advirtió que sus manos todavía agarraban las armas. Una ceja negra se alzó mientras la veía a la cara.
»¿Éstas asustada?
Algo doloroso y crudo estremeció a Bulma al recorrer su espina dorsal. ¿Tenía miedo de Vegeta?, ¿debía? Él era un monstruo que solo hace unas pocas horas ordenó el sacrificio de todo un pueblo. Hacia bien en mantener las manos en sus armas, ¿o no?
Como no tenía una respuesta para la segunda pregunta, se concentró en la primera.
—Solo estoy yo.
Por un diminuto segundo la furia recorrió todos los rasgos de Vegeta e inconscientemente eso la hizo cerrar las manos sobre sus armas. Quería dar un paso atrás, pero tenía miedo de sacar más de su ira. De pronto él suavizó su rostro, ella pudo ver un fuego distante en sus ojos y exhaló aliviada. Por lo menos ahora sus ojos no lucían muertos. Ellos eran aterradores cuando estaban vacíos y fríos.
—¿Qué significa que estás sola?, ¿dónde está la nave?, ¿dónde está esa mierda inútil de Kakaroto?
Bulma sabía hacia donde se dirigía la conversación y necesitaba guiarlo fuera del tema tan pronto como sea posible. La última cosa que quería era que le preguntara porqué vino aquí.
—La nave no está operativa y Gokú se marchó hace algunos meses para perseguir a algún tipo de entidad del mal en el universo. Solo puedo suponer que se refería a ti —murmuró lo último entre dientes, no obstante, por la estrecha mirada que Vegeta le lanzó, la oyó. Ella sintió el calor en sus mejillas y se pasó una mano nerviosa por la frente para distraerse de su vergüenza. No había querido sonar tan cruel, pero estaba enojada. Enojada con él por haberla dejado, enojada con él por lo que hizo ese mismo día, enojada con él por haber destrozado sus frágiles percepciones de que era un buen hombre.
» Estoy buscándolo ahora. ¿Qué haces aquí, Vegeta? —Levantó el mentón y lo vio directamente a los ojos para demostrarle que no se arrepentía de su comentario. Di la verdad, su madre siempre dijo.
La mirada de Vegeta se afiló y demasiado tarde Bulma recordó que no era un hombre estúpido. No se distraía con facilidad como algunos otros que conocía. Él se le acercó y la atrapó en la orilla del lago con la eficiencia de un depredador. Ella volvió la vista a su alrededor esperando encontrar una vía de escape, más no había ninguna.
—Vine por la misma razón que tú, supongo. Busco las esferas del dragón. —La miró fijamente para mantenerla paralizada mientras retiraba un pétalo púrpura de su cabello verde azulado. Bulma quería preguntarle por qué necesitaba las esferas de dragón, pero estaba atrapada por su imponente presencia—. Estoy muy decepcionado de ti. Estás aquí sola y sin protección, ¿sabes qué clase de monstruos hay en el universo?
Esas palabras la hicieron tragar saliva con fuerza, sabía que miraba a uno de esos monstruos en este momento. Vegeta debió haberla visto a los ojos y notar la verdad de lo que pensaba, porque su rostro se oscureció.
»Nunca te haría daño —juró en voz baja y se le acercó aun más. La sinceridad en su tono hizo que en ella se rasgara una cuerda profunda de la cual cundió una feroz y terrible ira. Una ira tan intensa que amenazó con ahogarla.
—¡Me dejaste sin una explicación! ¡Simplemente me diste la espalda! —Le gritó en un arranque de furia y empujó su coraza. Él se echó hacia atrás, pero no se movió. La angustia la sofocó cuando sintió el frío metal debajo de sus manos en lugar de piel caliente—. ¿Cómo pudiste hacerme eso? —le preguntó en un tono suave, de repente pasó a estar tan triste como antes había estado enojada. Vegeta frunció el ceño y su mano enguantada le rodeó la muñeca para mantenerla cerca.
—Te dejé con tu amigo y con tu gente. Todos los que quisieron hacerte daño estaban muertos o se habían ido, tú estabas más segura allí de lo que jamás podrías estar conmigo. —Él se defendió a través de unos labios tensos. Bulma apartó el rostro, su cabello sedoso se deslizó sobre su mentón y le ocultó los ojos. No quería verlo de esta manera, completamente vestido y mintiendo. Este no era el hombre de quien se llegó a enamorar hace un año.
—A ti no te importa mi seguridad, Vegeta, nunca te importó. Yo solo fui un polvo conveniente para ti y ambos lo sabemos.
Él apretó los dedos alrededor de su delicada muñeca de un modo doloroso y la atrajo más, pero Bulma mantuvo el rostro apartado, era incapaz de obligarse a mirar al hombre que había estado anhelando.
—Sacrificar mi orgullo por ti nunca fue conveniente. —Las palabras eran suaves. Ella podía arriesgarse a decir que eran casi un susurro tierno, si no fuera por la resaltante dureza enhebrada a través de estas.
—¿Por qué? —murmuró Bulma en respuesta. No pudo detener la caída de una sola lágrima por su mejilla. Solo esperaba que Vegeta no la notara.
—¿Por qué, qué? —preguntó él con cautela, inclinándose de nuevo mientras se negaba a dejarla ir.
Bulma cerró los ojos contra una ola de dolor y solo quiso gritarle. ¿Por qué había dormido con ella, sacrificando su orgullo como afirmaba, si pretendía dejarla atrás una vez que estuviera libre?, ¿por qué no la quería siquiera un poco?, ¿era incapaz de amar o simplemente la consideraba más débil que él?
—¿Por qué me dejaste? —respondió al fin, la cobardía no le permitía hacer preguntas reales.
—Tenía que hacerlo. —Otra vez sin explicaciones, solo frías palabras recortadas. Eso hizo que la furia la embargara, convirtiendo el sabor de su boca en amargo.
—Y ahora mírate, vestido tan apropiadamente con tu capa carmesí de la realeza. ¿Qué eres ahora? ¿Un señor? ¿Gobiernas el universo entero? —Se burló y sus ojos erraron con malicia por el atuendo. Intentó tirar de su brazo, pero él la jaló y la obligó a mirarlo. El rostro le temblaba por la ira, aun así, Bulma no sintió ningún temor y mantuvo la otra mano cerrada alrededor de la parte superior de su coraza mientras al mismo tiempo trataba de escapar. Pasó los dedos por debajo del metal y no pudo sentir el calor de su cuerpo.
—No todo el universo. —Los ojos de Vegeta se oscurecieron por un conocimiento oculto y ella se vio en apuros para no hacer las preguntas que mordían la punta de su lengua. Si quería una pelea, entonces iba a conseguir una.
—¿Debo ponerme de rodillas y adorarte como el tirano que eres? —le dijo furiosa y sus ojos azules escupieron fuego. Como reacción, él la capturó por debajo de los codos, la levantó hasta que quedó de puntillas y la miró fijamente para que no pudiera haber ninguna duda de su respuesta.
—Nunca, tú nunca te inclinarás ante nadie durante el tiempo que yo viva. —Su voz era áspera por la pasión y sus ojos, intensos. Parte del hielo que ella percibía alrededor de su corazón se derritió ante el juramento y sintió que su cuerpo se relajaba. Había tanto que quería decirle, no solo palabras violentas, sino también cosas íntimas. Guardaba secretos que burbujeaban en sus labios rogando por ser dichos, pero ya no veía a un amigo delante suyo, veía a un extraño.
—¿Valió la pena? —¿Valió la pena dejarla atrás para ser un señor abandonando todo lo que tenían?
Vegeta apartó sus ojos oscuros y los centró en el aleteo del pulso al ras del delicado cuello que se quedó contemplando. Un indescifrable silencio se extendió entre los dos y ella no sabía si él se negaba a contestar porque no quería herir sus sentimientos o porque sentía pesar por las decisiones que tomó.
Bulma deslizó las manos hasta su pecho, siguió subiendo, enmarcó la gruesa columna de su cuello y se quedó sin aliento ante la frialdad de su piel. Él siempre había sido tan cálido al tacto, como una estatua de bronce al sol, pero ahora se sentía como si estuviera tallado en un bloque de hielo.
—Vegeta, ¿estás enfermo? —Ella presionó la palma sobre su frente y la preocupación se marcó en su rostro cuando todo lo que sintió fue la frialdad de su piel.
Él la hizo retirar las manos y no contestó ninguna de las preguntas. La forma en que apartó sus ojos oscuros hicieron estallar la preocupación en el pecho de Bulma. Ella abrió la boca, dispuesta a insistir en que le diga todo, pero en lugar de eso Vegeta la jaló e inclinó la cabeza para rozar sus labios. El calor se extendió atravesándola. Brevemente, pensó que tendría que haber alguna incomodidad. Un beso suyo debería ser amargo, no obstante, era como si el último año nunca hubiera pasado. Tocó sus labios y ella se olvidó de todo.
De repente, él se retiró y la dejó desprovista en algún lugar profundo de su interior. La oscuridad la rodeó y se filtró en las grietas de su corazón mientras lo veía levantar el rostro hacia el cielo para que sus ojos buscaran entre las nubes.
—¿Qué pasa, Vegeta?
—Tenemos compañía —le gruñó en respuesta irradiando una helada ira que apagó las pequeñas llamas en sus ojos. La apartó e ignoró su sobresalto—. Márchate, debes irte rápidamente de este planeta. Vuelve con tu pueblo, ve donde estés segura.
La pérdida excavó un lugar en el corazón de Bulma cuando la empujó. Cada fría palabra entrecortada de su boca hizo que se disipara el calor que sentía por su mera presencia.
—Todavía tengo negocios aquí, Vegeta —le respondió en un tono desapasionado y sus ojos se desplazaron para ver la danza del sol dorado en el agua de color verde pálido.
Él se movió más rápido de lo que ella pudo respirar. La sujetó de la parte superior del brazo en un agarre de castigo que la hizo hacer una mueca de dolor.
—Márchate —le ordenó y Bulma pudo oír que la autoridad de esa palabra la atravesaba de la cabeza a los pies.
Ella estrechó los ojos y levantó el mentón con altivez.
—No soy el tipo de mujer a la que se le puede ordenar, Vegeta. No soy tu súbdito ni soy nada tuyo. Entonces ¿por qué no vas a aterrorizar a alguien más?
Él retorció sus labios con crueldad y sus ojos negros se volvieron increíblemente duros.
—No seas estúpida, no es seguro estar aquí.
—No soy estúpida —dijo ella entre dientes y tiró de su brazo lejos de su agarre. Sabía que iba a despertar con moretones en la mañana y el conocimiento la puso aún más furiosa—. No hay un lugar seguro en el universo y no hay nada como tener tu casa volando por los aires para subrayar ese hecho.
Él no respondió y Bulma deseó que una vez más estuviera desnudo. Si tan solo pudiera ver el baile de los músculos en su pecho sabría lo que estaba pensando.
—Debes permanecer oculta, pero si alguna vez me necesitas puedes encontrarme aquí. —Vegeta le lanzó un pad electrónico del tamaño de un PDA con coordenadas—. Daré la orden a mis hombres de que no te dañen si se encuentran contigo, pero no somos los únicos aquí. Ten cuidado y mantente fuera de vista.
Antes de que ella pudiera contestar o preguntar cualquier cosa, él saltó hacia el aire y cruzó el cielo como un cometa haciéndola que se sacudiera de su aturdimiento y quisiera saber lo que sucedió. Le había permitido encantarla otra vez. Lo dejó hacer algo para que se olvidara del monstruo que era. Escondió el pad prometiéndose que no iba a cometer el mismo error de nuevo.