Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Libre mi alma ❯ Capítulo 3 ( Chapter 3 )

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Capítulo tres

 

 

Los pasos tranquilos de Vegeta golpeaban el suelo. Pequeñas nubes de polvo se levantaban bajo sus talones mientras caminaba con confianza hacia el par que lo esperaba. Lyedra era una poderosa guerrera, tan bella como mortal. Su popularidad entre los soldados tenía menos que ver con su belleza femenina, que no estaba por encima de usar si la situación lo requería, y más con su control de los detalles. Era eficiente, meticulosa y la obvia candidata para ser la segunda al mando. No poseía su misma capacidad estratégica, pero podía aprender sin dificultad. Era un cuchillo de batalla, aunque no demasiado inteligente, algo que le restaba valor a su encanto en general, ya que para él la inteligencia era un rasgo que encontraba muy atractivo. Más importante aún, a Vegeta no le parecía confiable. No confiaba en nadie, en especial no confiaba en Lyedra, quien tenía más que ganar si caía de su recién adquirido puesto de poder. Así que, naturalmente, la mantuvo como su mano derecha.

Al lado de ella se paraba su nuevo enemigo. Como hermano de Frízer y responsable del cuadrante occidental del espacio, Vegeta nunca tuvo mucho trato con Cooler. Sabía que era el más poderoso de los hermanos y que hacía gala de su fuerza porque jamás dejaba que su poder disminuyera de su tercera transformación. Corría el rumor de que contaba con un total de cinco transformaciones, algo que a Vegeta le era difícil comprender. Frízer había sido la entidad más poderosa en su vida durante tanto tiempo, que lidiar con ese nivel de fuerza le causaba un dolor de cabeza justo detrás de los ojos.

Desde su ascenso al poder, Vegeta tenía poco contacto con la familia Cold aparte de unas pocas delicadezas formales. No necesitó informarles de la muerte de Frízer, ya que su uniforme estaba vinculado a la base de datos principal. En tanto ellos hacían luto, Vegeta se movió a toda prisa y sometió bajo su control lo que restaba del ejército de Frízer. Una vez que terminó con esa tarea, no le quedaba a King Cold más que confirmar su posición. Aunque King Cold y su hijo Cooler ni confiaban ni les gustaba Vegeta, sin embargo, admitían que era el guerrero más fuerte y capaz para tomar el lugar de Frízer. Cold y Cooler ya se hallaban demasiado dispersos y no podían absorber el imperio de Frízer por su cuenta. Mientras que los Cold eran físicamente más poderosos que él y lograrían asesinarlo sin problemas, no disponían de nadie que ocupara su puesto y los soldados de Frízer harían de las suyas sin un líder. La situación en la que los tres hombres se encontraban era desagradable, pero merecedora de un compromiso. Vegeta se ganó el derecho a gobernar el cuadrante oriental del espacio y a cambio tuvo que inclinarse y adular al par de amos lagartos.

—Cooler —saludó con frialdad cuando se detuvo frente a él.

—Vegeta. —Cooler asintió a su vez. Lyedra miró entre los dos antes de dar un paso atrás. Ella no se colocó más cerca de ninguno, escogió no tomar ningún lado durante la conversación. Vegeta observó esa postura neutral y puso otra raya en el recuento mental de sus fallas.

—¿Por qué has venido? —le preguntó ya no viendo ningún punto en andarse con sutilezas sociales.

—¿Se necesita una razón para visitar a un viejo amigo? —replicó Cooler solemnemente, sus finos labios se extendieron a lo ancho.

—No somos amigos —le respondió Vegeta en un cortante tono duro y sus ojos negros lo evaluaron.

Los labios de Cooler tiraron hacia abajo de las esquinas en una burlona expresión, pero él todavía podía ver la sonrisa brillando en sus ojos.

—¡Ay querido!, no quería implicarte de ningún modo. Que inconsciente de mí parte y tú siendo un niño sin amigos.

Los brazos cruzados de Vegeta se tensaron sobre su pecho. Aunque Cooler no era tan afeminado como su difunto hermano, era igual de cruel. Disfrutaba de menospreciar a los que lo rodeaban dándoles a entender que eran más jóvenes, más pequeños y menos poderosos que él. Su blanco favorito a lo largo de los años fue su hermano menor Frízer. Después de una visita de Cooler, Frízer quedaba furioso por días, incluso semanas. Vegeta nunca tuvo mucho contacto con su amo durante esas visitas, sin embargo, ahora podía apreciar la razón de su furia. El reptil era un cabrón total.

Miró a un lado y notó que Lyedra se le había acercado algo en un esfuerzo por evitar ser sindicada como el misterioso amigo de Cooler, pero él sabía que no existía tal persona. El imperio sentía curiosidad en cuanto a por qué gastaba tanto tiempo en un planeta no reportado y sin valor, por lo cual, obviamente, Cooler fue enviado a investigar. Sin embargo, no había manera de que Vegeta fuera a contarle al lagarto el motivo, así que seguirle la corriente parecía ser el mejor curso de acción.

—¿Qué amigo es ese?

Cooler se encogió de hombros con indiferencia y los músculos de su cuerpo blanco con morado se marcaron.

—Son demasiados para contar. —Él observaba la sabana plana, pero mientras hablaba sus fríos ojos se movieron, lo miraron y una taimada sonrisa se deslizado a sus labios. Los ojos de Vegeta se estrecharon debido a sus pensamientos, su ágil mente listaba a todos aquellos bajo su mando que le ofrecerían de buena gana información a Cooler. Nadie conocía su verdadero propósito en Namekusei, ni siquiera Lyedra. Las mágicas esferas del dragón eran un misterio, aun así, no le tomaría a Cooler mucho tiempo para desentrañarlo. Estaba cerca de conseguir su objetivo, solo le faltaban dos esferas, con suerte estaría pidiéndole su deseo al todopoderoso dragón antes de que el lagarto se diera cuenta de lo que pasó.

—Seguro te refieres a la gente que intimidas para que te hablen. —Vegeta se horrorizó de sus propias palabras antes de que incluso hubieran terminado de salir de su boca. Tanto Lyedra y Cooler voltearon sus cabezas para mirarlo con extrañeza. Como debía ser, la intimidación era cómo las cosas se hacían en el universo. El fuerte siempre aplicaba presión sobre los débiles. Rayos, esa fue una de las primeras lecciones que su padre, el rey Vegeta, le enseñó. La intimidación era lo que usó el día de hoy para conseguir la esfera del dragón y era exactamente por lo que se le hizo un nudo en el estómago mientras observaba las casas arder.

—¿Se siente bien, señor? —le preguntó Lyedra en voz baja. Vegeta la miró y vio preocupación en sus ojos. No era el mismo nivel de preocupación que Bulma había mostrado hacía unos momentos cuando pensaba que él se encontraba enfermo. Eso fue genuino, tan brillante como ella. Bulma no era una mentirosa y nunca pudo ocultar sus verdaderos sentimientos detrás de falsos pretextos, era demasiada abierta y honesta. Lyedra por otra parte tenía una agenda, solo que no estaba aún seguro de cual era.

Vegeta no le hizo caso, en lugar de eso guio una firme mirada hacia Cooler y vio una enfermiza curiosidad en su rostro. Sabía por pasadas experiencias con Frízer que esa expresión era peligrosa. Él instruyó a sus rasgos para ser más suaves de lo normal y sonrió de un modo burlón mientras hablaba.

—Haz lo que sea que estés aquí para hacer, Cooler, solo quédate fuera de mi camino. —Advertencia emitida, giró y se marchó por la rampa de su nave. Siguió a ciegas el corredor principal que se ubicaba alrededor del borde exterior de la nave circular con sus desbocados pensamientos en desorden. Cooler iba a representar un problema. Era solo cuestión de tiempo antes de que se enterara de las esferas del dragón y de sus propiedades mágicas. Vegeta necesitaba obtener las dos últimas esferas lo más rápido posible.

Tan importante como eran, las esferas del dragón no estaban a la vanguardia de sus reflexiones. Bulma lo estaba. Ella se hallaba allí en Namekusei y aunque jamás creyó que la vería otra vez y sabía que no debería dedicarle un pensamiento, lo hacía. No podía dejar de hacerlo. Después de abandonarla durmió horas de horas, comió toda la comida que pudo, llenó sus días con batallas y conquistas, y sus noches con estrategias. Pero a pesar de todo, ella era un pensamiento constante en el fondo de su mente.

A veces cuando se quedaba solo y todo se ponía demasiado tranquilo, él echaba una mirada alrededor de la habitación buscándola. La preocupación le oprimía el pecho porque nunca había tranquilidad cuando Bulma se encontraba en un lugar. Pero nunca estaba allí y el silencio lo ahogaba con su peso.

En algunas ocasiones mientras escuchaba los informes de sus soldados, su mente vagaba y volvía a ella una y otra vez. Al color de su cabello, a la sensación de su piel, a los suaves sonidos que hacía cuando la tocaba. Jamás en su vida le había obsesionado así el recuerdo de una mujer.

Pero ahora estaba aquí, al alcance, de fácil acceso y deliciosamente caliente. Se le acercó lo suficiente para inhalar su aroma a sol, para ver en las profundidades de sus ojos azules y sentir su calor. El tenue control que tuvo sobre sus pensamientos el año pasado se rompió dejándolo libre para recordar cada pequeño detalle de su tiempo juntos y, aún más, para fantasear acerca de todo lo que podía hacerle mientras se quedaran aquí. Todo lo que podía hacer con ella sin su collar.

Se terminó deteniendo al lado de una ventana con una gruesa placa de cristal que daba hacia el plano paisaje Namekiano. No vio la hierba azulada ni los árboles delgados, todo lo que vio fue la mirada de miedo en el rostro de Bulma cuando se dio cuenta de que él estaba a sus espaldas en la orilla del lago. La expresión de pánico en sus ojos mientras cogía sus armas. No desde la primera vez que se conocieron, antes de que le asegurara que no se forzaría en ella, le mostró alguna vez esa emoción. ¿Por qué hoy la había visto así? Ira lo hubiera esperado, quizás hasta pasión, pero nunca eso.

—¿Señor? —La musical voz de Lyedra cortó los pensamientos de Vegeta con la presteza de un cuchillo afilado. La columna vertebral se le tensó ante su cercanía, aun así, se negó a dar la vuelta y mostrar debilidad. Mantener la espalda hacia ella era un sutil recordatorio de que a pesar que ocupaba la ilustre posición de segunda al mando, estaba todavía muy por debajo suyo en poder.

En lugar de tomar la indirecta, Lyedra se acercó a su lado y de la forma más íntima arrastró las largas puntas de sus uñas por la espalda de Vegeta. A él le tomó cada gramo del control que tenía no alejarse. La miró con frialdad desde debajo de sus pestañas y esperó con la imperiosidad de un príncipe a que se explique. Ella se le acercó aun más y la luz del sol a través de la ventana hizo que su largo cabello rubio brille intensamente.

—Cooler va a ser un problema para nosotros. —Su voz musical trató de envolverlo, pero Vegeta era impermeable a sus efectos. Él le ladeó una oscura ceja, sin palabras decía que no le presentaba información que ya no supiera.

—¿Nosotros? —comentó con dureza mientras miraba a la llanura.

—Sí, nosotros, señor. —Ella apoyó las manos en el alféizar y miró por la ventana también. Su hermoso rostro vino a descansar en una expresión reflexiva que mostraba los signos de una inteligencia felina.

—No parecía haber un “nosotros” antes. —Vegeta se cruzó de brazos y giró el cuerpo para que pudiera mirarla. Ya que Lyedra no tomaba la sutil indirecta, tal vez necesitaba una pista más directa de que lo dejara solo.

—No sea sensible. Si me presento como separada de usted, eso aumenta la posibilidad de que Cooler venga a mí a hacer sus preguntas y seré capaz de distraerlo de la verdad. —Ella se enderezó y giró para enfrentarlo por lo que quedaron parados en un mismo eje de luz.

—¿Qué verdad? Tú no sabes nada tampoco. —Los ojos oscuros de Vegeta eran más duros que la obsidiana cuando la miró. Las largas piernas de Lyedra y las suelas metálicas de sus botas la hacían unos cuantos centímetros más alta que él, algo que lo molestaba muchísimo.

—No soy solo una cara bonita, señor. Sé que esas esferas que ha estado recogiendo son importantes. Muy importantes. No fue tan difícil averiguar lo que hacen. —Con un movimiento de su mentón, la larga cola de su cabello se posó sobre uno de sus hombros para que pudiera trenzar los dedos a través de los filamentos sedosos. Ella ladeó una rodilla y colocó su peso contra el fino alféizar de metal de la ventana hasta que sus alturas fueron iguales. Los ojos de Vegeta se fruncieron ante esa táctica.

—¿Qué quieres decir? —gruñó él bajo y peligroso.

—Bien, no son solo un tesoro. Aun cuando sean materialmente valiosas, no serían nada comparadas con la riqueza que usted posee y apenas valen el tiempo y los recursos que está gastando aquí. Eso significa que deben tener algún tipo de función. La única cosa que es importante para usted, por la que gastaría esa cantidad de tiempo, es el poder. Por lo tanto, se deduce que de alguna manera esas esferas lo conceden.

Vegeta avanzó para inmovilizarla contra la ventana calentada por el sol.

—Es mejor que tengas mucho cuidado con lo que digas después —le advirtió. Lyedra se permitió ser presionada hacia atrás, hundiéndose aún más bajo por lo que tuvo que mirarlo de un modo sumiso.

Ella extendió la mano, le rozó el pecho con los dedos y sus ojos verdes brillaron.

—Todo lo que digo es que muy pronto va a ser muy poderoso. King Cold y Cooler no tendrán ninguna oportunidad contra usted, y eso es una gran cantidad de territorio para que un solo hombre lo controle por sí mismo. Va necesitar a alguien a su lado, alguien en quien pueda confiar. Alguien que se haga cargo de todas sus necesidades. —Las palabras eran seductoramente suaves, insinuaban que podría hacer de cada pensamiento sucio que él hubiera tenido una realidad.

Lyedra colocó una palma sobre el pecho de Vegeta y la deslizó hasta su nuca. Con un suave, pero insistente tirón lo jaló hacia abajo y curvó los labios un poco en las esquinas antes de que presionara un beso sobre su boca cerrada. Ella se arqueó contra Vegeta con la pericia de una cortesana aplicando todos los trucos que conocía para hacerlo responder.

Tenía razón, por supuesto. Las esferas del dragón iban a concederle una increíble cantidad de poder haciéndolo invencible en la batalla. Vegeta albergaba la intención de destruir a los Cool y hacerse cargo de su territorio. Era exactamente lo que su padre hubiera querido que hiciera: gobernar como un saiyayín sobre todo lo que podía contemplar. Administrar tres cuadrantes del espacio, cientos de planetas y docenas de sistemas estelares, sería abrumador. Necesitaría un socio, alguien a su lado en quien pudiera confiar. Alguien que se adhiriera a su poder porque los demás eran demasiado débiles para derrotarlo. Leal, siempre y cuando las riquezas se mantuvieran fluyendo.

Lyedra era la candidata perfecta para ser su socia en todo. Ella sería una reina despiadada. Le ayudaría a gobernar con mano de hierro y a seducir a aquellos que no pudieran ser influidos por la violencia. Lo más importante era que quería el trabajo, mataría por conseguirlo si fuera necesario. Fue hecha para eso.

Bulma, por otro lado, simplemente le daría la espalda si se lo preguntara. Nunca se ataría a un tirano, sin importar el poder o la riqueza que poseyera. Tenía un estándar moral que estaba muy por encima suyo. Ella echaría un vistazo a sus manos ensangrentadas y gritaría de horror. Y si la forzaba, si la hacía quedarse como su reina, su esposa y su puta, moriría por dentro. Dejaría de ser todo lo que él deseaba y se convertiría en nada más que un pedazo de carne viviente.

El cuerpo entero de Lyedra se ajustó contra Vegeta y a pesar de eso todo lo que sintió fue una inmensa frialdad en el alma. No lo encendía como Bulma lo hacía. No agitaba nada en su interior, ni siquiera deseo. La apartó y observó su rostro enrojecido y como sus labios se separaron por la necesidad. Ella no lo quería realmente, era su poder lo que la hacía mojarse entre las piernas, todas las cosas que podría darle si conseguía que cayera bajo su hechizo.

Vegeta la miró por un largo rato buscando algo en sus ojos verdes. No sabía lo que buscaba, pero no lo encontró. Estaba tan vacía por dentro como él. Sin palabras, se dio la vuelta dejando a Lyedra de pie bajo el sol con solo la cólera para hacerle compañía.