Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Libre mi corazón ❯ Capítulo uno ( Chapter 1 )

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Hola a todos, quiero dejar bien claro desde el inicio que esta historia no me pertenece, la autora se llama Tempestt y pueden encontrar su perfil aquí en esta página web, yo solo subo la traducción de su novela Libre mi corazón y lo hago porque como le dije cuando le escribí, me parece un crimen que esta obra solo se quede archivada en mi laptop. Además, quiero informarles que este año 2023 hice la última corrección de erratas de esta traducción, así que aquí tienen una versión mejor adaptada al español de la historia original, ya que llevé algunos cursos de edición de libros. Sin más que agregar espero que disfruten esta dramática y bellísima historia.

Exención de responsabilidad de la autora: No soy dueña de Dragon Ball Z.

ADVERTENCIA DE LA AUTORA: ¡Hay lenguaje obsceno! Como siempre mis historias contienen un elemento de acidez literaria que no es para niños. Por favor, debes ser mayor de edad para leer esto, hay contenido para adultos. También ten en cuenta que aunque yo uso la violación como una amenaza, esto no es un fic de violación.
 
 

Libre mi corazón

(Free My Heart)

Autora: Tempestt

Traductora: Chicamarioneta 

Última corrección de erratas: septiembre del 2023.

 

 

Capítulo uno

 

 —No voy a hacerlo.

Bulma estaba doblada casi a la mitad por la fuerza del hombre que ejercía presión desde detrás de ella. Un grueso brazo masculino se ataba a su cintura como una barra de hierro y una mano se envolvía con tal fuerza alrededor de su puño, que prácticamente lo aplastaba. En la mano cerrada ella tenía un electrolátigo, este era un mango con varios cables de corriente eléctrica que desprendían chispas de las puntas. Esas chispas caían en cascada hacia el suelo en una hermosa, pero mortal lluvia dorada.

Ante ella se arrodillaba su más odiado enemigo. Vegeta estaba desnudo de la cintura para arriba, vestía solo un ajustado pantalón azul rasgado. Tenía los pies desnudos metidos debajo de él y sus brazos llevados hacia atrás por una barra de acero que se enroscaba entre sus codos y su espalda, le empujaban el pecho hacia delante, haciendo que luzca como una dura e impenetrable pared de músculos. Su piel rojiza y resbaladiza por el sudor brillaba bajo la severa iluminación interior de la nave. Había un grueso collar metálico alrededor de su cuello y una serie de destellos rojos a lo largo del lado izquierdo de este se mantuvo captando la atención de Bulma.

Él lucía diferente de lo que había visto a través de la bola mágica de Uranai Baba. Su físico estaba lleno de músculos en capas muy definidas, a pesar de lo cual todavía se veía esbelto y ágil, incluso en la forma inmovilizada en la que se encontraba. No era tan pequeño como lo recordaba, aunque su malevolencia aún flotaba rodeándolo como un mal olor.

Parecía más regio, como si una y otra vez hubiese tenido que inclinarse frente a sus verdugos, pero se negara a ceder ante ellos. Su silencioso orgullo le dio a ella una fuerza que era a la vez reconfortante y perturbadora. Cargaba moretones de una paliza anterior en las costillas y la mandíbula, pese a eso, aún sostenía la cabeza desafiante, retándola con sus oscuros e insondables ojos a que derribara el látigo en sus hombros. Ella lo despreciaba y lo admiraba.

Mientras miraba hacia abajo, en lo único que podía pensar era que nunca había odiado a alguien tanto. Gracias a él, su planeta era una ruina humeante y todo lo que amaba estaba muerto. Era personalmente responsable de la muerte de sus amigos y del asesinato de su amante, Yamcha. Fue quien llevó la muerte a su puerta en la forma de un lagarto sonriente propenso a la destrucción total.

Su brazo se estremeció con la necesidad de bajar el látigo para azotarlo una y otra vez hasta que vertiera ríos de sangre, sin embargo, se negó a hacerlo. Ella era Bulma Briefs, una humanitaria, una creyente en la misericordia, no era un monstruo como la bestia que tenía enfrente. Ella era mejor.

—Oh, vamos, sabes que quieres hacerlo, lo odias; él hizo esto y destruyó todo, estamos aquí por su culpa. —le susurró una voz sedosa al oído.

El alienígena verde, Zabón, tenía la cara de un ángel y la voz de una sirena. Cada fibra de su ser que estaba entrenada para adorar a todas las cosas bellas respondieron al sentir el tirón de la tentación. Pero mientras Vegeta llevaba la monstruosidad en el rostro para que todos la puedan ver, mostrando al mundo lo que realmente era, Zabón se escondía detrás de la belleza de sus ojos ámbar y perfectos labios besables. Era un diablo grotesco y terrible en el núcleo, decidido a romperla hasta que no quedara nada de ella ni de su alma.

—No lo haré. —Su voz tembló, aun así, Bulma se esforzó por levantarla tan fuerte como pudo. No se haría pequeña, mantendría firme y en alto sus convicciones, aun cuando su cuerpo fuera pisoteado.

El desafío era exasperante para el hombre. Él la giró, lo que hizo que el inutilizado látigo cayera al suelo.

—Lo harás o te vas a arrepentir. —Para mejorar su amenaza, le dio un potente revés en la boca que le partió los labios. Ella perdió el equilibrio y cayó hacia atrás, pero fue capaz de voltear el cuerpo poniendo los brazos hacia fuera para salvarse de la caída, sin embargo, en lugar de eso chocó con fuerza contra el saiyayín, quien absorbió el impacto con la firmeza de un árbol bien arraigado.

Vegeta notó que la sangre de la mujer le salpicaba el pecho. El olor metálico inundó al instante sus sentidos mezclado con el olor salado de las lágrimas. La sensación fue lo suficientemente fuerte como para tirar de sus propios pensamientos de autocompasión. Había estado tan cerca de lograr la inmortalidad. Cuando oyó la conversación de Raditz por el rastreador, sintió una oleada de euforia que fue casi sobreabrumadora. Por primera vez en poco menos de una década, se permitió creer que existía una posibilidad de redimir a su raza y derrocar al malvado iceyín que lo esclavizó.

No sabía que Frízer tenía todas sus comunicaciones monitorizadas y había establecido curso a la Tierra tal y como él hizo. Llegó justo para verlo explotar a Nappa debido a que no derrotó a los guerreros humanos. A partir de ahí, su victoria fácil se convirtió en cenizas cuando Frízer inmediatamente lo golpeó por atreverse a desviarse de la misión que le asignaron y por participar en el motín. Luego fue enviado a las entrañas de la nave bandera durante una cantidad indeterminada de tiempo para que se le enseñara porque era una mala idea pensar que sería posible liberarse del gobierno de la lagartija.

Viendo la apariencia de la exótica mujer días después y por las ojeras de cansina pérdida en sus ojos, solo pudo asumir lo lógico. Su mundo era una ruina ardiente y todo lo que amaba estaba muerto. Ahora ella se había unido a los millones de personas que sufrían bajo el gobierno del iceyín. Una de las desafortunadas en sobrevivir a la purga de su planeta natal.

La mujer se estabilizó en él apoyándose con fuerza en su pecho. Vegeta podía sentir la pulsación individual de unos dedos clavándose en sus bíceps, como si ella estuviera tratando de enterrarse dentro de él para esconderse de la agonía que estaba segura que vendría.

Solo por un diminuto momento lamentó no poderla absorber, llevarla a su interior y protegerla. El inesperado impulso lo sorprendió. Ella era una cosa tan pequeña y delicada, tan incomprensiblemente frágil en comparación suya. Era por eso que Zabón y Jeice concentraron sus malévolas atenciones en ella. A los dos amantes les gustaba jugar con las cosas pequeñas, verlos retorcerse una y otra vez mientras pinchaban y cortaban. Pasaban mucho de su tiempo libre en los calabozos de la nave buscando nuevas presas para entusiasmarlos antes de caer el uno sobre el otro en un frenesí de excitación sexual.

En este momento, ellos todavía tenían que enfocar su atención hacia él, pero a pesar de que el látigo se hallaba posado sobre su cabeza, no le estaba dirigido. Esto era todo para el beneficio de ella. La trataban de romper forzando su voluntad en la suya hasta que se derrumbe y se convierta en nada más que un títere sin vida. De alguna manera Vegeta supo que cuando se derrumbara, estaría hecha. Ellos podrían quebrar su cuerpo y ella perseveraría, pero si rompían su espíritu, la cosa que la hacía ser quien era, entonces nunca se recuperaría.

Vegeta le dio la bienvenida a la venganza en sus ojos azules mientras ella lo miraba con desprecio y el látigo era elevado por otra mano. Él se sentía cómodo con evocar ese tipo de emociones en la gente. El odio, la venganza, la ira, esas eran cosas de las que podía alimentarse y hacerse más fuerte. Lo que no podía soportar era su renuencia a hacerle daño. La negativa a arremeter contra él, a pesar de que claramente lo odiaba. La misericordia de otra persona solo aumentaba su rabia hacia el universo. La piedad era una debilidad que mataba, en el caso de la mujer, la piedad era una debilidad que consiguió que la torturaran.

Ella estaba de rodillas ahora y su cabello sedoso le rozaba la mandíbula. Su rostro húmedo se deslizó sobre la piel tensa del pecho de Vegeta dejando rastros de sangre y lágrimas. Él oyó su irregular aliento justo antes de que ella exhalara. Una ráfaga de aire cálido le cosquilleó el cuello levantando sacudidas a su paso. Bulma se apartó unos cuantos centímetros con los ojos bajos, como si no pudiera soportar verlo a pesar de que todavía retenía sus bíceps en un férreo agarre.

—Vamos, vamos, querida, no te ocultes de nosotros. —Zabón se rio entre dientes y con sus largos y elegantes dedos la cogió de los antebrazos para levantarla y ponerla en pie. Bulma entró en pánico, se inclinó más cerca de Vegeta y se agarró más fuerte de sus brazos. Él olía a almizcle, a sudor y algo indeterminadamente masculino. Por un momento, se sintió más segura al lado del monstruo que vino a matar a sus amigos. Al menos atado como estaba no podía hacerle ningún daño, a diferencia del hombre que la jalaba.

—Hazlo ya. —le gruñó Vegeta con una voz áspera que solo ella pudo oír. Sus ojos de zafiro se dispararon para verlo y él sintió una intensa sacudida de deseo tirar de sus entrañas. En esa mirada no vio el odio o la ira, sino únicamente miedo desnudo, miedo primario del que por una vez no tenía responsabilidad—. No es como si no halla sido golpeado antes.

Y era verdad. Había sido golpeado numerosas veces en el pasado, demasiadas para contarlas. Estaba acostumbrado a que el fuego eléctrico del látigo ardiera en sus venas y al ruido sordo de huesos rompiéndose por un puño en sus costillas. Podía tomar un golpe con la misma facilidad con la que podía respirar, pero la mujer no. Su piel blanca era suave y delicada como crema batida sin romper y sin imperfecciones, a excepción de la obscena mancha de sangre que se extendía por su mejilla. Vio el comienzo de una oscura contusión rodearle los labios y no pudo detener el ceño fruncido que tiró de sus cejas. Ella amplió los ojos y se apartó de él con miedo.

—Ponte de pie, esclava. —Zabón se burló tirando insistentemente de sus brazos—, quiero mostrarte algo.

La maligna salacidad en su voz puso a todos los instintos de supervivencia dentro de Bulma a chillar en estado de alarma.

—¡No! —gritó ella y se lanzó hacia Vegeta rompiendo el agarre de Zabón. Lo abrazó por los hombros y trató de cerrar las manos detrás de él, pero era demasiado amplio.

—Qué demonios haces.

Zabón se inclinó, la cogió por debajo de los brazos y tiro. Fue difícil. Ella soltó con renuencia a Vegeta y sus uñas le dejaron surcos profundos cuando las clavó en su espalda. Él ni siquiera se inmutó y ella nunca se dio cuenta del daño que le causó, tan en pánico estaba al pensar en lo que le tenían reservado para después.

Al final la arrancó de Vegeta y ella se vio obligada a mantenerse en pie o sino permanecería en el piso donde era más vulnerable. Comenzó a patear a su torturador gritando amenazas mientras las lágrimas inundaban su rostro. Su una vez blusa rosada que ahora lucía casi marrón por la suciedad y el sudor se desgarró y un seno blanco apareció. Se apresuró a cubrirse, pero ya era demasiado tarde. Jeice, quien estuvo descansando en el fondo disfrutando de algunas frutas al mismo tiempo que observaba a su amante trabajar, se puso de pie como un animal al mando.

—¡Gokú llegará, él encontrará el camino de regreso y los destruirá a todos por lo que han hecho!

Vegeta sintió algo oprimirse con firmeza en su pecho al oír la mención del otro hombre, pero la ira de inmediato se apagó. Gokú era el salvador del que los guerreros humanos se habían jactado acerca de cómo se enfrentaría a él. Gokú, el saiyayín supuestamente huérfano; Raditz le había puesto tanta fe. Si solo hubiese tomado un lugar en las filas de Vegeta, entonces tal vez todo esto podría haber sido evitado. Si los estúpidos humanos simplemente le hubieran dicho donde estaban las esferas del dragón, tal vez podría haber hecho su deseo antes de que Frízer llegara. La palabra “si” era la pesadilla de Vegeta. Su vida entera se componía de “síes” y “tal vez”, más nunca el destino jugó a su favor.

—Eso es un montón de fe para ser puesta en un solo hombre, niña. Aun así, no puedo culparte, la esperanza es adictiva; es una droga que se ingiere y saborea, pero el tope desaparece demasiado rápido. Al final, siempre te deja pidiendo más, incluso si estas clamando para que todo se detenga. No quiero ver a una criatura tan hermosa como tú hirviendo en deseos por una dosis más. No, eso no sería bueno en absoluto —Zabón pasó los dedos por su mejilla hinchada sonriendo mientras ella se apartaba de su toque.

»Voy a tener que hacer mi mejor esfuerzo por desintoxicarte. Así que cada vez que sientas la desagradable sensación de la esperanza elevándose en ese perfecto y turgente seno tuyo. —Dejó caer la mano, cubrió el seno desnudo y lo apretó dolorosamente.

»Recuerda que pronto no habrá ningún hogar al cual regresar. La tierra no será nada más que polvo en el espacio cuando Frízer termine, así que yo no pondría fe en algo que nunca va a pasar.

Bulma se quedó inerte ante esas palabras y Vegeta pudo ver que un pequeño destello de luz abandonaba sus ojos. Zabón era un maestro en todas las cosas sádicas. Si había una manera de romperte, él la encontraría. Y por la mirada en los ojos de la mujer, la encontró. Vegeta desvió la vista hacia otro lado, era incapaz de presenciar más de sus juegos.

Zabón apretó la cara contra la mejilla de Bulma cuando ella luchó y lo pudo sentir sonreír sobre su piel. Desesperada, vio un movimiento a su izquierda y encogió los hombros tratando de zafarse. Jeice caminó tranquilamente hacia ellos con sus caderas meneándose en un balanceo femenino. Hasta ahora había estado tranquilo, no obstante, la sonrisa que se extendió por sus labios hizo que el estómago de ella se desplomara.

—Sé lo que estás pensando, mi amor, pero tengo una idea más deliciosa. —Se inclinó hacia Zabón para susurrarle al oído. Bulma no podía oír lo que decía y tampoco quería. Estaba tratando de apartarse de él y su duro brazo musculoso le presionaba el estómago. A sus pies, Vegeta concentró sus ojos oscuros en la pared. Ella sintió su pérdida inmensamente. Con su mirada, se llevó su fuerza y se sintió débil y asustada.

—Eres demasiado perverso, cariño —. Zabón se rio de un modo burlón y cambió su peso para así poder patear a Vegeta a un lado de la cabeza. Bulma se quedó boquiabierta ante la violencia no solicitada, pero él apenas parpadeó.

»¿Sabías que nuestro noble príncipe nunca ha violado a una mujer? Algunos irían más lejos al decir que nunca ha tenido una mujer. —Zabón estaba hablando con ella y, aun así, Bulma podía ver los músculos del pecho de Vegeta contraerse levemente en respuesta.

—Esas personas piensan que el príncipe es un eunuco, pero sabemos que no es así, ¿verdad, querido? —replicó Jeice, su voz enfermiza era similar a la de Zabón. La insinuación que unto en cada palabra fue suficiente para ponerle la piel de gallina a Bulma. Ella quería desaparecer, sin embargo, no podía escapar de ese infierno y tenía miedo de que nunca lo haría.

»Oh, sí, el paquete entero de Vegeta está definitivamente intacto. Si lo usa o no, esa es la verdadera cuestión. Él piensa que está por debajo de su nivel obligar una mujer.

Los dos hombres se rieron como si eso fuera lo más absurdo que hubieran oído en sus vidas. Bulma miró a Vegeta, confundida de porqué él seguía mirando fijamente a la pared como si estuviera avergonzado. Como si las burlas de los hombres fueran en realidad un defecto en lugar de un rasgo honorable de su carácter.

—Bueno, creo que entre los tres podemos responder a esa pregunta, ¿no te parece? —instigó Zabón y Bulma sintió que el mundo se le venía encima. No podía respirar, no podía pensar y le pidió a Dios no poder sentir tampoco.

—Ahora, la verdadera cuestión no es si lo usa, sino ¿cuánto tiempo le tomará?

Por último, Vegeta levantó la vista para mirarla a los ojos. Mientras sus dos verdugos se reían en el fondo, ellos se observaron el uno al otro con ambas miradas llenas de cantidades iguales de temor y repulsión.