Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Punto sin retorno ❯ Presentaciones ( Chapter 2 )
Punto sin retorno
Capítulo dos
Presentaciones
Trunks aterrizó con gracia en el suelo y comenzó a correr hacia el gran palacio que tenía enfrente, o lo que quedaba. La edificación que se alzaba por delante era una fortaleza real que ahora estaba notablemente devastada. Había enormes agujeros en la estructura, el humo se elevaba en aluvión hacia el cielo cuando trozos de lo que aparentaba ser concreto caían al azar derribando más el palacio. Parecía que un ejército de miles de hombres lo hubieran atacado, pero él sabía la verdad. No fueron tantos, solo tres.
O quizá, solo uno.
Sintió que un ki estallaba y se llevó una mano hacia atrás para desenfundar su espada, nunca paró su paso silencioso. Nappa y Raditz se encontraban dentro de lo que quedaba del palacio, de eso estaba seguro. Aceleró el ritmo, sus botas golpeaban el suelo rápida y ligeramente, era una velocidad tan vertiginosa que parecía que apenas lo tocaba. Sabía, por el estallido repentino del ki, que estaba ocurriendo algo como una pelea. Sus pensamientos fueron confirmados cuando un disparo de luz azul atravesó el techo del palacio, lo que causó que cayeran rocas y que la edificación amenazara con derrumbarse.
El adolescente dio un salto al aire con un movimiento fluido, asegurándose todo el tiempo de esconder su ki para que su llegada no fuera detectada. Cayó en la saliente de la ventana de un piso superior, buscó equilibrarse bien, miró por encima de su hombro y se quedó quieto para verificar que nadie lo estuviera siguiendo. El cielo del planeta era púrpura oscuro como cuando llega la noche. Una brisa fría sopló su cabello lavanda alejándolo de su rostro, este regresó de inmediato a sus ojos al irse la corriente, pero él permaneció sin moverse. El palacio se hallaba estable por ahora, no obstante, unas cuantas explosiones más como la última y no duraría más.
En silencio y sin esfuerzo abrió la ventana grande y entró. Miró alrededor mientras guardaba la espada en su funda, era incapaz de ver bien en la oscuridad de la habitación. Captó una luz leve bajo la puerta y comenzó a oír voces atenuadas, venían sin duda del nivel inferior. De repente resonaron unas carcajadas y una explosión lo sacudió todo. Apenas logró mantener el equilibrio, pero oyó que varios objetos se rompían a su alrededor. No sabía que cayó, sin embargo, podía distinguir el vidrio destrozado.
Corrió hasta la puerta tan pronto como todo se calmó y la abrió un poco para asomarse con mucho cuidado. Había un pasillo justo afuera que se ubicaba a lo largo del borde de la pared y, al otro extremo de este, una intrincada barandilla lo bordeaba. Era como un mirador en forma de u, con vista a lo que parecía una Corte en el nivel inferior. Pudo sentir la energía de Raditz y Nappa abajo entre los demás. Existía una en particular que sobresalía del resto y era claramente la más poderosa de todas. Nunca antes la había sentido y, sin embargo, de alguna manera, la reconoció de inmediato.
Salió de la habitación en silencio manteniéndose cerca de la puerta, agradecido de que el nivel superior pareciese más oscuro debido a toda la luz que venía de abajo. El adolescente se arrodilló y luego se acostó por completo en el suelo. Se sujetó a la barandilla que tenía diseños tallados de guerreros involucrados en guerras legendarias y miró hacia abajo.
—¿Eso es todo, hombre púrpura? —preguntó Raditz en un tono burlón mientras veía a un acobardado alienígena vestido con atuendos reales. Él levantó sus garras como en súplica, lo que solo le causó gracia al saiyayín. Trunks frunció el ceño al ver eso y procedió a examinar al resto de la Corte.
Raditz y su víctima estaban en el centro, evidentemente las estrellas actuales del “torneo” sádico esperaban atrás. El evento se llevaba a cabo con el único propósito de mofarse de los alienígenas antes de ser sacrificados. Trunks sintió que su estómago se revolvía ante la vista. Detrás de la criatura a la que se enfrentaba Raditz, a más o menos cuatro metros, había más de éstas criaturas que parecían pertenecer a la realeza, ninguno lucía como un humano, pero él reconoció el gran miedo que sentían al ver la locura frente a ellos.
Tres metros detrás de Raditz estaba el saiyayín amenazador llamado Nappa, él lo observaba todo con la cola bien asegurada a su cintura, un rastreador azul encendido y una sonrisa divertida en el rostro.
Más allá, detrás de Nappa, un poco más arriba y sentado en lo que parecía ser el trono del palacio, se hallaba el saiyayín más pequeño del grupo. Tenía el cabello hacia arriba como una llamarada, negro como la noche, y unos ojos aún más oscuros.
Trunks sintió que se quedaba sin aliento cuando reconoció los rasgos del rostro del saiyayín desde donde estaba. Había visto esos mismos rasgos toda su vida cada vez que se miraba al espejo. Excepto por los ojos azules y el cabello lavanda, los cuales heredó de su madre, era prácticamente la viva imagen del hombre sentado en el trono debajo de él.
Sin duda alguna ese era Vegeta, el Príncipe de todos los Saiyayíns, el hombre del cual su madre algún día se enamoraría.
Su padre.
—¿Vas a terminar esto sí o no, Raditz? No tenemos todo el día. —Nappa se rio, le divertía el espectáculo frente a él. Vegeta se mantenía en silencio con una expresión entre indiferente y aburrida, tenía el codo apoyado en el brazo del trono y descansaba la cabeza en su mano enguantada. Su rastreador verde brillaba en la oscuridad, un recordatorio silencioso para que Trunks permaneciera oculto mientras formulaba un plan sobre cómo proceder.
—Deja que me divierta, Nappa —gruñó Raditz en respuesta.
—Bueno, apresúrate, también quiero un poco de acción —replicó Nappa, la sonrisa en su rostro creció y se giró para mirar a su príncipe— ¿Tú qué dices, Vegeta? ¿Te sientes de humor para divertirte?
—Tanteé el terreno antes de que llegaran —dijo Vegeta con una voz tan fría que le produjo escalofríos a Trunks. Su voz era grave y más alta que la suya, pero mucho más sádica y calculadora de lo que podía imaginar. Una pizca de demencia acechaba en segundo plano, era como si los saiyayíns pudiesen perder el control en cualquier momento y destruirlos a todos. Vegeta hizo un gesto con su mano libre hacia el techo dañado, las paredes y las escaleras que los rodeaban. —Los ayudé a redecorar, ¿no ves?
—¡Hey, yo creo que es una mejora! —rio Nappa—. Deberían pagarte por ayudarlos.
—¿No vas a luchar entonces? —le preguntó Raditz. Trunks lo miró de nuevo y notó que el saiyayín tenía al alienígena al que estaba “enfrentando” en el suelo, él presionaba una bota en su espalda mientras la criatura se retorcía debajo, era claro que agonizaba.
—Bueno, es que no quiero que mi armadura se ensucie —dijo Vegeta sonriendo de un modo siniestro—. Además, nadie acá merece mi tiempo. Será más entretenido mirarlos a ustedes encargarse de ellos. Estoy un poco decepcionado, la base de operaciones le dio a este planeta una clasificación alta de guerreros, pero estos idiotas no son más que unos débiles.
—Las clasificaciones tal vez están obsoletas, porque nadie acá representa un desafío, ni siquiera para Raditz que de por sí es débil —agregó Nappa y rio entre dientes. El saiyayín de cabello largo gruñó indignado por el comentario ofensivo, una reacción que hizo a Vegeta soltar una carcajada fuerte. Los ojos de Trunks se entrecerraron porque reconoció esa risa como la misma que precedió a la explosión que sintió cuando se escabulló dentro del palacio, ese reconocimiento hizo tensar su cuerpo.
Una fracción de segundo después, una luz parpadeó en la pantalla del rastreador de Vegeta. De inmediato miró hacia arriba en dirección al adolescente, dejó de reír y sus ojos negros e intensos inspeccionaron el área. Solo podía ver la barandilla que rodeaba la Corte y más allá, a la oscuridad. Trunks apenas tuvo tiempo suficiente para alejarse y ahora se hallaba sentado con la espalda pegada a la puerta de la habitación de la que había salido. Sabía que estaba fuera del alcance de la vista de su padre y suspiró, ahora se preguntaba qué hacer mientras el corazón le golpeaba el pecho.
¿Debía mostrarse ante ellos? ¿Bajar y pretender ser un saiyayín? ¿Participar en su torneo y ganarse su respeto con sus habilidades en el combate? ¿Y qué si no le creían? O peor, ¿qué si lo forzaban a pelear hasta las últimas consecuencias? Él sabía que incluso una pelea de calentamiento se tornaría rápidamente en una a muerte con sus congéneres saiyayíns. No podía arriesgarse. Tenía que ganarse su confianza y no dejarse provocar, ni siquiera podía dejarles saber cuán poderoso era. Trunks suspiró profundamente al comprender que se le agotaban el tiempo y las opciones.
Vegeta soltó un gruñido bajo y cruzó los brazos sobre su pecho, su vista no se movía del piso superior oscuro. Ni Nappa ni Raditz notaron eso mientras continuaban con sus burlas en el fondo. El príncipe entrecerró los ojos con recelo y dejó de prestarles atención antes de voltear a ver al resto del llamado torneo.
Había sentido el parpadeo de un monstruoso nivel de poder, pero decidió que su rastreador tuvo un desperfecto. Nadie en el planeta podía ser tan poderoso, era imposible. Había hecho una búsqueda exhaustiva con su rastreador tan pronto como llegó junto a los otros saiyayíns y él era por mucho, el ser más fuerte del lugar. Era capaz de convertir en polvo a sus camaradas si le apetecía. Además, los rastreadores de Nappa y de Raditz no parecieron haber detectado nada. El príncipe gruñó y volvió a recostarse en su trono con el ceño fruncido, se sentía ridículo por haberse dejado llevar por un rastreador que evidentemente requería una reparación.
Raditz presionó su bota con fuerza sobre la espalda del alienígena, lo que provocó un grito doloroso. Trunks se sintió enfermar cuando reconoció el sonido de los huesos rompiéndose. El resto de los alienígenas estaban acobardados y temblaban mientras el saiyayín se reía.
—Parece que gané, hombre púrpura. —Raditz se rio.
—¡Bueno, ahora es mi turno! —dijo Nappa con una voz alta y resonante. Chasqueó los dedos y comenzó a caminar hacia Raditz—. Te has divertido demasiado, ahora yo también quiero.
—Está bien. Caray, qué impaciente eres. —Raditz volvió a reír y removió su bota del alienígena, el traje real que una vez fue espléndidamente llevado, ahora estaba sucio y hecho harapos. La criatura luchaba por alejarse del brutal saiyayín que lo había herido de un modo tan grave—. Miren muchachos, creo que intenta escapar.
—El fenómeno intenta marcharse —comentó Nappa riendo por lo bajo—. Déjame ayudarlo.
Sin advertencia, Nappa pateó al alienígena mandándolo a volar violentamente por el aire hasta atravesar la barandilla. El alienígena rodó por el pasillo y cayó a escasos metros de Trunks. Él observó a la criatura y se horrorizó ante el dolor que vio grabado en su rostro.
Desde abajo, Vegeta sonreía con satisfacción; a la par, Nappa y Raditz se reían. Trunks apretó los dientes, sabía que tenía que intervenir pronto. No podía dejar que esto continuase, pero tampoco podía pelear con ellos. No, debía usar su ingenio e intentar evitar en lo posible lastimar a esta raza alienígena mientras preservaba su propio futuro.
—Entonces, ¿a quién elijo? —preguntó Nappa examinando al resto de las criaturas. Ante esto, las cejas de Trunks se fruncieron, había visto demasiado.
Era la hora de actuar.
Los alienígenas al instante comenzaron a retroceder haciendo que Raditz se riera, él se había movido para tomar el lugar de Nappa cerca a Vegeta, que permanecía sentado en su trono prestado. El príncipe tenía el cuerpo frente a la acción, pero sus ojos entrecerrados miraban en dirección a donde Nappa pateó al alienígena.
—Véanlos. —Se burló Raditz—, son todos unos cobardes y merecen morir.
—Les diré algo, al que se ofrezca voluntariamente le daré un final rápido e indoloro… el resto de ustedes no será tan afortunado —dijo Nappa y se echó a reír, luego inclinó la cabeza y se tronó el cuello—. Entonces, ¿quién quiere ser el primero?
—¡Basta!
Vegeta, Nappa, Raditz y los alienígenas miraron hacia la voz que resonó. El príncipe se levantó con calma y sus ojos se enfocaron en el adolescente que se encontraba a la vista de todos parado sobre la barandilla del mirador ubicada por encima de ellos. Nappa le gruñó al muchacho mientras Raditz presionaba el botón de su rastreador para evaluar a la nueva amenaza. Los alienígenas alarmados retrocedieron horrorizados porque otro monstruo estaba allí para lastimarlos y destruir más de su palacio real. Trunks les lanzó una mirada asesina a todos antes de saltar desde arriba, hizo una voltereta en el medio del aire y cayó en el piso frente a la pasmada audiencia.
—¿Quién es este? —preguntó Nappa a nadie en particular, molesto porque su diversión era interrumpida—. No se ve como los demás.
—Raditz —ordenó Vegeta con dureza, sin dejar de ver al muchacho. Sus ojos se entrecerraron y se preguntó si este joven era a quien su rastreador había registrado más temprano. Pero eso era imposible, ¿un muchacho con tanto poder? Frunció el ceño ante el pensamiento.
—Estoy en eso —dijo Raditz, le urgía que su rastreador funcionara bien para no despertar la ira del príncipe—. Tiene un nivel de cinco, Vegeta —le informó con una sonrisa—. Es patético, su nivel de poder está incluso por debajo del de estos alienígenas.
—¿Quién eres? —preguntó el príncipe. Trunks bajó la cabeza, dejó que el cabello lavanda cayera frente a sus ojos y permaneció en silencio. Raditz y Nappa se miraron mientras Vegeta gruñía furioso. El príncipe dio un paso adelante—. Respóndeme ahora, muchacho, o te silenciaré para siempre —le advirtió. Trunks pudo notar que no había mentira ni fanfarronería en la voz de su padre.
Era ahora o nunca.
Lentamente, él se acercó al grupo, los alienígenas de inmediato se apartaron de su camino y se acurrucaron juntos, no estaban seguros de qué esperar de estos extraños. Nappa y Raditz se miraron, tampoco confiaban en el muchacho, en cambio, Vegeta cruzó los brazos sobre su pecho. Cuando Trunks estuvo solo a unos pocos metros de su padre, sorprendió a todos en la Corte al arrodillarse en una pierna frente a él.
—Príncipe Vegeta, este pueblo está indefenso y no representa ninguna amenaza para usted ni para sus amigos saiyayíns —dijo Trunks con la cabeza baja y la vista enfocada en el suelo—. Le pido por favor que los deje en paz.
—Miren, tienen un embajador que habla por ellos —exclamó Raditz en tono burlón.
—Al menos ahora podemos traducir lo que esas cosas espantosas nos dicen —añadió Nappa.
—Ustedes dos, esperen —dijo Vegeta mirando con diversión al adolescente arrodillado ante él—. Al parecer mi reputación me precede. ¿Sabes quién soy, muchacho?
—Sí, usted es Vegeta, el Príncipe de todos los Saiyayíns —respondió Trunks sin alzar la mirada.
—¿Puedo preguntarte cómo es que sabes eso? Claramente no eres de este planeta, para nada luces como uno de los nativos —señaló Vegeta, su curiosidad se despertó, pero en sus ojos oscuros había suspicacia. Pudo ver al adolescente vacilar y se rio, aunque no existía humor en su voz—. No pongas a prueba mi paciencia, muchacho.
Trunks vaciló solo un poco más e inmediatamente sintió que su cabeza giraba hacia un lado. Usó una mano para estabilizarse sobre el piso después de que Vegeta lo abofeteó. Su padre era poderoso, mucho más de lo que había pensado. Aun cuando él era un millón de veces más fuerte, sabía que no podía hacer alarde de sus poderes durante el tiempo que estuviese frente a la compañía que tenía. Escupió un poco de sangre mientras era sujetado de un modo rudo por la chaqueta.
—Te lo advertí una vez, muchacho —dijo Vegeta y se inclinó amenazadoramente sobre Trunks, el príncipe levantó su mano libre para acumular la energía con la que formar una esfera de ki—. Respóndeme ahora o morirás. ¿Cómo es que sabes de mí?, ¿con quién estás?
—Hazlo, Vegeta —lo alentó Raditz—. Él podría estar con ellos.
—Ellos no tienen importancia para nosotros —contrargumentó Nappa—. Los podemos destruir fácilmente.
—Sí, pero si él está con ellos, entonces no vivirá para contarlo —gruñó Vegeta, el agarre en la chaqueta de Trunks aumentó mientras una sonrisa siniestra se apoderaba de su rostro. El adolescente sintió escalofríos, ¿es que estaba demente?—. Después de todo, es cuestión de principios.
—Sé quién es usted —dijo Trunks haciendo contacto visual directo con su padre—, porque yo también soy un saiyayín.
La habitación quedó en silencio.
Vegeta observó fijamente al adolescente, el shock estaba grabado en sus facciones y la esfera de ki desapareció de sus dedos. Nappa se quedó boquiabierto, Raditz solo miraba. Trunks intentó evaluar qué reacción tendría su padre una vez que la conmoción desapareciera, pero no podía leer nada bien al príncipe. Los segundos se convirtieron en minutos mientras Raditz y Nappa pasaban lentamente sus miradas del muchacho a su líder. Pero vegeta observaba con tanta intensidad al adolescente que ninguno de los dos se atrevió a interrumpirlo hasta que él estuviera listo.
Finalmente, la conmoción desapareció del rostro de Vegeta para darle paso a la ira. Más rápido de lo que Trunks fue capaz de pensar, su padre lo agarró y lo lanzó con violencia enviándolo a volar varios metros hacia atrás. El adolescente se recuperó en el aire y aterrizó de cuclillas.
—Es imposible —gruñó Vegeta— ¡Maldito seas tú y tus mentiras!
—Déjame encargarme de esta rata —le pidió Nappa sonriendo mientras se acercaba a Trunks, estaba ansioso por retomar lo que había dejado—. Le enseñaré un par de cosas para que no tome a nuestra raza en broma.
—Vas a desear ser saiyayín, muchacho. —Raditz se rio por lo bajo.
—No estoy mintiendo —dijo Trunks, su voz se oía firme y decidida. Sus ojos estaban fijos en los de su padre. Bajó la cabeza y continuó—. Príncipe Vegeta, es un honor estar en su presencia. Sé de usted porque tengo sangre saiyayín corriendo por mis venas. Usted es mi príncipe y no le deseo ningún mal.
—¿Crees que soy un tonto, muchacho? —siseó Vegeta furioso—. Los únicos saiyayíns puros sobrevivientes somos Nappa, Raditz y yo, y tal vez Kakaroto, el hermano de Raditz, si sobrevivió a su misión. Tres con seguridad, quizá cuatro. Tú no figuras en la ecuación.
—TENGO sangre saiyayín —refutó Trunks.
—Mentiroso —replicó Raditz, indignado de que esa piltrafa estuviera parada frente a Vegeta—, los saiyayíns no tenemos ese ridículo color de cabello. Todos los puros lo tenemos negro.
—Es correcto —afirmó Vegeta mirando a Trunks—. Un verdadero saiyayín tiene el cabello negro y tú no lo tienes. Y lo más importante, no tienes cola. No eres un saiyayín.
Trunks palideció un poco, no había pensado en ninguno de los aspectos que los saiyayíns acababan de mencionar. Aunque eso no importaba, no era como si tuviera el tiempo o los métodos para teñirse el cabello de negro ni tampoco podía crecerle una cola espontáneamente. Viendo las miradas hostiles que recibía de los saiyayíns y la categórica mirada asesina que le estaba dando su padre, Trunks supo que tenía que confesar. Lentamente se arrodilló y bajó la cabeza otra vez.
—Príncipe Vegeta… Usted tiene razón, no soy un saiyayín puro, de hecho, soy mitad saiyayín —dijo.
—¿Un mestizo? —preguntó Vegeta incrédulo, sus ojos mostraban sospechas.
—Sí, mi padre fue un saiyayín puro y mi madre era… de una raza diferente —continuó Trunks, no quería dar mayor información sobre su pasado—. Mi padre murió en batalla cuando yo era una criatura, por lo que nunca lo conocí. Tengo sangre saiyayín, no miento.
Los ojos de Vegeta se entrecerraron mientras Nappa y Raditz se acercaban a él. Raditz examinó a Trunks, que aún tenía la cabeza baja, y le lanzó una mirada de desprecio. Luego ambos le dieron la espalda al adolescente deliberadamente y observaron a Vegeta. Ante el prolongado silencio, Trunks levantó un poco la cabeza para echarles un vistazo, dos de los dedos de su mano derecha estaban cruzados.
—¿Un mestizo? Imposible —susurró Raditz.
—Podría estar con ellos —le dijo Nappa a Vegeta—. ¿Y si es un espía tratando de infiltrarse?
Vegeta gruñó.
—Ya nos superan en número, cientos contra tres. ¿Por qué se molestarían en reclutar a un muchacho débil para que pelee sus batallas?
—Te quieren muerto, están desesperados —señaló Raditz—. Quizá ellos amenazaron con matar al muchacho o a su familia a cambio de que se ganara nuestra confianza para obtener información sobre nuestro paradero y actividades.
—Puedo matarlos a todos con una sola mano —dijo secamente Vegeta y resopló—. Sus esfuerzos son insufribles, no valen la pena ni para perder el sueño.
—Los reportes dicen que se están haciendo más fuertes y que están en un reclutamiento agresivo —le recordó Nappa—. Tenemos muchos enemigos en el universo.
—Lo sé, es un problema, pero no uno sin solución. No sé cómo este muchacho puede ser de utilidad para ellos.
—Es sospechoso considerando los eventos de la semana pasada —susurró Raditz.
Vegeta volvió su mirada hacia Raditz y sus ojos se entrecerraron.
—¿Les temes? —A pesar de ser formulada como pregunta, fue pronunciada más como una declaración.
—No —respondió inmediatamente Raditz—, solo no quiero que nos sorprendan.
—Deja que Vegeta y yo nos hagamos cargo de la estrategia. —Se burló Nappa. Raditz se enfureció ante el ambiguo insulto y, aun así, no replicó. Mientras Vegeta analizaba la situación, los otros dos saiyayins lo observaban expectantes.
Detrás de ellos, Trunks miraba a los alienígenas que permanecían muy juntos cerca de la pared del fondo. Quería hacerles un ademán para que se marcharan, pero sabía que su padre lo vería. Volvió sus ojos hacia los saiyayíns, con una rodilla aún en el suelo.
Nappa era enorme y Raditz era casi tan alto como él, sin embargo, su padre, Vegeta, era mucho más bajo que ellos. Apenas llegaba por encima del codo de Nappa sin su cabello. Incluyéndolo, casi a su hombro. En complexión, ni siquiera se comparaba a los dos saiyayins más altos. Mientras aquellos eran de músculos demasiado gruesos y bien definidos, él era más esbelto. Parecía delgado en comparación.
Trunks intentaba no mirarlo, pero tenía una presencia tan dominante que era difícil no hacerlo. Además, todavía trataba de deducir su edad. Claramente su padre era mayor que él, aunque era complicado saber cuánto más. Debía admitir que no conocía mucho de los saiyayíns, a causa de eso fue tomado por sorpresa con lo del cabello y había olvidado por completo su falta de cola, pero sabía que conservaban su juventud mucho más tiempo que los humanos. Como resultado, iba a ser muy difícil adivinar la edad de su padre.
Lo que no era difícil de entender era el hecho de que independientemente de las diferencias de estatura, Nappa y Raditz eran los súbditos de Vegeta y él era su líder. Trunks trató de no vigilarlos mucho mientras hablaban entre sí en voz baja. Esperó, su cuerpo estaba tenso.
Finalmente, los dos saiyayíns subalternos se voltearon a mirarlo. Raditz dio unos cuantos pasos adelante y Nappa se mantuvo al lado de Vegeta. El saiyayín más pequeño miraba con intensidad a Trunks, sus brazos estaban cruzados sobre su pecho y no mostraba ninguna emoción en el rostro. A su lado derecho, Nappa reía entre dientes. El adolescente se levantó y enfrentó a Raditz, su rostro parecía de piedra.
—Hemos decidido que aún si lo que dices es verdad, muchacho, y tú eres en realidad un saiyayín mestizo, tus genes híbridos desafortunadamente te hacen débil. Por lo tanto, no nos sirves para nada —dijo Raditz con un brillo de triunfo en sus ojos—. Qué mal.
—O tal vez sus rastreadores son limitados —respondió Trunks con calma. Vegeta arqueó una ceja por ello, pero se mantuvo en silencio.
—¿Es esto algún tipo de reto? —siseó Raditz indignado. Trunks solo le dio una sonrisa de suficiencia como respuesta.
Nappa, Vegeta se comunicó en silencio con su subordinado. Nappa miró al príncipe por el rabillo del ojo. ¿Reconoces a este muchacho?
No, respondió mentalmente Nappa, nunca he visto al muchacho en mi vida, ¿por qué preguntas?
Vegeta frunció el ceño sin dejar de mirar a Trunks. Me parece familiar, como que lo he visto antes.
Mmm, Nappa volteó a mirar al muchacho y estudio sus facciones con más detenimiento. Ahora que lo mencionas, también me parece familiar.
Supongo que no importa, no nos es útil, incluso si es uno de los nuestros.
Lo sé, Frízer destruiría a ese muchacho solo con mirarlo, se burló Nappa.
Vegeta apretó los dientes, los músculos de su mandíbula se contrajeron. No respondió.
—En caso de que no lo hayas notado, muchacho, tenemos algo así como un torneo. —le dijo Raditz con desprecio—. Ahora, tienes dos opciones. Puedes irte en este momento y morir más tarde cuando destruyamos este patético planeta o puedes quedarte y morir ahora, aquí, en nuestro torneo.
—¿Y qué tal una tercera opción? —sugirió Trunks.
—¿Cuál es?
—Me uno a ustedes, chicos, después de todo, tres es un número impar —contestó Trunks con una sonrisa burlona.
Los tres saiyayíns lo miraron pálidos, como si le hubiese salido una segunda cabeza frente a ellos. Finalmente Raditz soltó una sonora carcajada mientras Nappa hacía lo mismo. Vegeta no reaccionó, sus ojos aún escrutaban al adolescente, intentaba averiguar por qué se le hacía tan familiar.
—¿Tú, con nosotros? Muchacho, no me hagas reír —dijo Raditz y negó con la cabeza divertido—. Bien, dado que continúas aquí, asumo que prefieres la segunda opción. Ya que estás tan ansioso por ser uno de los nuestros, te mostraré uno de los trucos de la profesión. —Una sonrisa maligna apareció en su rostro, él levantó una mano por encima de la cabeza y una luz azul comenzó a salir. Vegeta y Nappa observaron expectantes mientras Trunks miraba a Raditz—. Llamo a esta técnica “mira al pajarito"…
Trunks simplemente le devolvió la sonrisa, Raditz representaba una amenaza tan pequeña para él que era casi triste y, sin embargo, sabía que no podía destruirlo. No deseaba tentar al destino con un drástico cambio en la línea de tiempo que siempre conoció. Pero solo porque no podía matar a Raditz, no quería decir que iba a dejarse humillar frente a Nappa y a Vegeta. Ambos saiyayíns lo miraron, las cifras en sus rastreadores activados comenzaron a aumentar a toda prisa mientras Raditz incrementaba su nivel de poder.
—Aquí te va, ¡atrápala! —gritó Raditz lanzándole una esfera de energía al adolescente.
Esta alcanzó a Trunks un segundo después. Otra fracción de tiempo pasó y él ya había desviado el ataque. Estratégicamente la envió a través de un agujero que tenía el edificio para no causarle un mayor daño estructural. No había movido un músculo, excepto para levantar la mano y desviarla. Sonrió con suficiencia cuando vio que los saiyayíns lo miraban sorprendidos.
—¡Imposible! —gritó un incrédulo Raditz con los ojos bien abiertos mientras miraba a Trunks—. ¡No hay manera de que haya podido bloquear mi ataque desde tan cerca!
Nappa presionó el botón al lado de su rastreador para ordenar una lectura de Trunks.
—¿Estás seguro de que leíste un nivel de cinco, Raditz?
En ese instante, Vegeta recordó el parpadeo de poder que había sentido hace poco. Paralelo a eso, Raditz miró irritado a Nappa:
—¡Claro que estoy seguro! ¡Sé cómo leer mi rastreador!
—Era él —se dijo Vegeta en voz baja, un poco sorprendido y a la vez molesto de que el muchacho pareciera ser más fuerte de lo que dejaba ver.
—Todavía estoy recibiendo un poder de cinco —informó Nappa mirando a su príncipe—. Es imposible que haya bloqueado ese ataque con un nivel de poder tan bajo.
—De algún modo, este muchacho sabe cómo suprimirlo —comentó Vegeta mientras caminaba hacia Raditz y a Trunks. Todos voltearon a mirarlo e inmediatamente Raditz se apartó. Vegeta hizo contacto visual con Trunks y el adolescente se tensó. Los ojos de su padre eran ilegibles—, ¿no es así, muchacho?
—¿Cómo es posible? —preguntó Raditz, pero su príncipe lo ignoró.
Lentamente, con los brazos cruzados sobre su pecho, Vegeta comenzó a caminar alrededor de Trunks, el adolescente permaneció tranquilo a pesar de que se sentía como una presa que estaba siendo acosada por un peligroso depredador: su padre lo analizaba. Siguió los movimientos del príncipe por el rabillo del ojo, en guardia debido a un posible ataque por la espalda.
—Hace rato, mi rastreador detectó una lectura de poder masivo aquí mismo en el palacio. Fue por un breve instante y luego desapareció —dijo Vegeta con tono igual de indescifrable mientras continuaba caminando alrededor de Trunks. Él les lanzó una mirada a sus subordinados—. El poder que leí era más alto que el de ustedes dos y creo que le pertenecía al muchacho.
—¡¿Qué?! —gritó Nappa.
—¡Eso es imposible! —añadió Raditz— ¿Este muchacho es más fuerte que nosotros dos?
—Muéstranos, muchacho —ordenó Vegeta parándose ahora frente a Trunks. La cara del príncipe se animó por la curiosidad mientras sonreía, era claro que estaba intrigado y agradecido de que la visita al planeta no hubiera sido una total pérdida de tiempo—. Muéstranos tu verdadero poder.
Trunks sabía que los rastreadores explotarían si escuchaba a su padre y se convertía en un super saiyayín, eso no debía ocurrir. El adolescente respiró hondo, no estaba seguro de cuánto era demasiado. Podía incrementar su nivel de poder en un instante con un esfuerzo pequeño, pero lo último que quería era mostrarse como el saiyayín vivo más fuerte. Su madre no le había dicho mucho sobre su padre y, aun así, él conocía lo suficiente, sabía que heriría profundamente su orgullo si le mostraba que era el más poderoso de los dos.
Trunks apretó los dientes y los puños con fuerza haciendo un espectáculo mayor del que necesitaba a fin de evitar más sospechas. Vio a los tres rastreadores activarse simultáneamente y luces parpadear cuando su poder comenzó a subir. Cerró los ojos, usó su disciplina para mantener un aumento razonable utilizando una fracción ínfima de su verdadero potencial.
—Asombroso —susurró Vegeta mientras veía pasmado al adolescente—, su nivel de poder está por encima de los nueve mil.
—Y…, sigue subiendo… —tartamudeó Raditz mirando los números elevarse en su rastreador.
—¡Alcanzó los doce mil! —exclamó Nappa— ¡Es más fuerte que yo! —Trunks tomó eso como una señal para detenerse. Lentamente exhaló y se relajó, abrió los ojos para mirar a los saiyayíns frente a él.
—Debe estar dañado, ¡es imposible! —gruñó Raditz antes de quitarse el rastreador para aplastarlo en su mano. Vegeta le dio una mirada a Nappa y el saiyayín más alto asintió.
—Raditz —dijo Nappa mientras se acercaba tronándose los nudillos—, vamos a ver si están buenos nuestros rastreadores.
Antes de que Trunks tuviera la oportunidad de contestar, Raditz y Nappa se abalanzaron sobre él. Raditz llegó primero e iba a golpearlo, pero Trunks desapareció antes de que lo lograra. El saiyayín apenas notó que el adolescente ya no se hallaba frente a él cuando este reapareció por detrás y le dio una patada tan fuerte en la espalda que lo envió volando completamente agónico unos tres o cuatro metros hacia adelante. Nappa lo alcanzó una fracción de segundo después, sin embargo, antes de que supiera lo que pasaba, fue pateado tras las piernas y cayó de rodillas, el hombre abrió la boca para gritar de dolor y se congeló al sentir el frío metal de una espada presionada contra su cuello.
—No te muevas… mi espada podría resbalarse —le advirtió Trunks. Todo el suceso tomó menos de dos segundos, pero ahora él era el único que quedaba en pie. Unas carcajadas resonaron de repente haciendo que Trunks mirara al más pequeño de los saiyayíns, al cual le divertía lo que acababa de ocurrir.
—Este muchacho los ha hecho quedar como idiotas. —Vegeta se rio, incluso su risa tenía una mezcla de locura en ella. Trunks frunció el ceño y alejó su espada de Nappa antes de retroceder un paso mientras el saiyayín alto se levantaba. Nappa se volvió para encarar al adolescente con una vena pulsando en su frente, era evidente que se sentía molesto y humillado.
—Pequeño rufián —dijo Nappa con despreció. Trunks miró por el rabillo del ojo a Raditz que se levantaba poco a poco—, voy a darte una lección que nunca olvidarás.
—Suficiente —ordenó Vegeta en voz alta—. Parece que el muchacho no es tan debilucho y quiere unírsenos. —Él miró intencionalmente a Nappa—. Podríamos necesitar algunos refuerzos, solo para estar seguros.
Nappa se indignó, estaba enfurecido y, aun así, se mordió la lengua. Raditz cojeó hacia ellos queriendo fulminar a Trunks con la mirada.
—Vegeta, ni siquiera es un saiyayín puro —gruñó Raditz. El príncipe volvió su mirada penetrante hacia el saiyayín y él al instante añadió—. Pe…pero si tú piensas que vale la pena…
—¿Cómo te llamas, muchacho? —preguntó Vegeta acercándose a Trunks nuevamente.
—Yo… no tengo nombre. —dijo Trunks escogiendo sus palabras con cuidado. Bajó la mirada mientras su padre se aproximaba a él—. Mi madre no me puso uno.
—Así que tenemos una porquería de mestizo sin nombre —comentó Vegeta mostrando un falso asombro y comenzó a caminar alrededor de Trunks otra vez—. Eres un caso de caridad, muchacho, pero este no es un centro de adopciones, ¿sabes? —Trunks asintió sin responder, así que Vegeta continuó— Dijiste que tu padre era un saiyayín puro. ¿Cómo se llamaba?
—No lo sé —respondió Trunks.
—No me gusta que me mientan, muchacho —le advirtió Vegeta con un gruñido peligroso.
De improviso, su puño salió disparado y golpeó a Trunks con fuerza en la espalda. El golpe no se sintió ni tan remotamente fuerte como el de los androides de su tiempo, pero el adolescente igual cayó sobre sus rodillas e hizo un gesto de dolor cuando sintió que Vegeta lo tomaba por el cabello para tirar de su cabeza hacia atrás.
—No estoy mintiendo, no sé su nombre, mi madre nunca me lo dijo —contestó Trunks del modo más convincente que pudo, en ese momento sintió que el metal de su propia espada lo presionaba por debajo del mentón. Repentinamente deseó ser un mejor mentiroso. Su padre era muy intuitivo y él no podía permitirse ningún error ahora.
—¿Nos hemos visto antes? —preguntó Vegeta.
—No —respondió Trunks con una mueca de dolor cuando su padre le sujetó con más fuerza el cabello.
—¿Cuál es tu nombre, muchacho?
—No tengo uno.
—¿Por qué estás en este planeta?
—Aterricé aquí por accidente. Mi nave fue destruida cuando llegué.
—¿Conoces a un sujeto llamado Ares?
—No.
—¿Estás trabajando para alguien? —Vegeta presionó más fuerte la espada contra la piel de Trunks.
—No, para nadie.
El príncipe se quedó en silencio contemplándolo mientras Nappa y Raditz miraban ansiosos; querían terminar lo que habían comenzado, solo esperaban la orden. Trunks también se mantuvo en silencio, deseaba que los latidos de su corazón reduzcan su velocidad. Si su padre no le creía, ¿entonces que iba a hacer? Empezarían una lucha total y no debía permitirlo. Podía matar por accidente a cualquiera de ellos con su enorme diferencia de poderes y ellos seguramente no se detendrían hasta verlo muerto.
Lo más rápido que le fue posible intentó idear un plan por si Vegeta descubría su engaño. ¿Tal vez podría noquearlos y robar una de sus naves? Pero ellos serían capaces de perseguirlo. Estaba casi seguro de que lo convertirían en una misión. Pese a ello, probablemente esa era su mejor opción si el plan actual fallaba.
De improviso, el metal fue removido de su piel y su cabello fue liberado. Trunks abrió los ojos poco a poco y miró con curiosidad al príncipe de los saiyayíns que estaba de pie a su lado. Él lo miraba amenazante sosteniendo la espada con su mano derecha. Después de unos minutos sonrió de un modo siniestro.
—Bueno, ahora trabajas para nosotros, muchacho —declaró.
—¡¿Qué? ¿Vamos a dejar que esta rata mestiza venga con nosotros? —gritó Raditz indignado.
Vegeta se tronó el cuello.
—Discúlpame, tengo que ocuparme de algo —le dijo a Trunks con una fingida cortesía. El adolescente se levantó y vio como el príncipe caminaba hacia Raditz, que retrocedió un poco.
—Vegeta, lo siento, yo no…
Antes de que pudiera terminar lo que estaba diciendo, Vegeta saltó al aire y pateó a Raditz directo en la cara. El saiyayín salió volando y se estrelló contra una pared mientras el príncipe aterrizaba suavemente sobre sus pies.
—Te rompí la mandíbula para no tener que oírte. La próxima vez que cuestiones una de mis decisiones, te romperé el cuello para no tener que hacerlo jamás. No te lo advertiré otra vez —le aseguró molesto y le lanzó una mirada a Nappa para darle una advertencia silenciosa. Regresó con Trunks que lo veía conmocionado y el saiyayín calvo se fue a asistir a Raditz.
—Entonces, ¿en dónde estábamos? —preguntó Vegeta como si no hubiera pasado nada. Trunks intentó hablar, pero no pudo. Se estaba cuestionando más y más la cordura de su padre cada instante que pasaba— Ah, sí —dijo el príncipe—, te nos ibas a unir, ¿verdad?
—Mmm, sí —respondió Trunks indeciso, dudaba un poco de su plan ahora.
—Bien, ven conmigo entonces, muchacho —le ordenó Vegeta mientras caminaba. Trunks titubeó un momento antes de seguir a su padre, el estómago se le revolvió al ver que se dirigían hacia los olvidados alienígenas que habían visto todo. Era evidente que estaban demasiado asustados para huir, aunque de ninguna manera se los hubiesen permitido.
Vegeta caminó directo hacia el alienígena más pequeño que parecía un niño y lo tomó por uno de sus brazos escamosos. Las otras criaturas gritaron en protesta, pero Vegeta tiró del niño para acercarlo más a él, luego lo soltó y levantó su mano hacia los demás.
—¡No, no haga eso! —gritó Trunks justo cuando una esfera de ki estaba siendo preparada para ser disparada. Vegeta lo miró por el rabillo del ojo antes de sonreír.
—Y afirmas que tienes sangre saiyayín —dijo con un tono burlón. Bajó la mano y se giró hacia Trunks—, pero no vas a unirte a la cacería con nosotros sin participar. Nadie tiene permitido ser un espectador, excepto yo.
—No le han hecho nada —respondió Trunks en voz baja y miró directo a los ojos oscuros de su padre, dentro de esos ojos no había nada. Vegeta le devolvió la mirada a su hijo.
—No recuerdo que alguna vez eso fuera relevante —replicó Vegeta, el indicio de locura en su voz ahora ya no era tan pequeño—, pero puedo ver que eres nuevo en esto, muchacho, así que haremos un trato. Tú te haces cargo de este. —Agarró al niño alienígena junto a él y se lo lanzó a Trunks— Y te ahorraré el resto. Si te rehúsas, me encargaré de todos. —Vegeta le extendió la espada que sostenía en su mano, su mirada era desafiante—. Es hora de ensuciarse las manos.
Vacilando, Trunks tomó la espada, la volteó para empuñarla y miró al pequeño alienígena que tenía enfrente. Él lo vio con terror y Trunks sintió que se le hacía un nudo en la garganta. Este ser no le había hecho nada a él ni a su padre. No se podía defender, así como él tampoco podía defenderse de los androides de su época.
Trunks, con la mano temblorosa, puso la espada sobre el hombro del alienígena. El pequeño soltó lo que pareció ser un gemido y él levantó la mirada hacia su padre que lo observaba.
—Estoy esperando —le advirtió Vegeta. Trunks asintió, tomó aire y cerró los ojos. Levantó la espada y la bajó rápidamente.
—Lo siento —dijo con un tono apesadumbrado mientras alzaba la mirada de nuevo hacia su padre—, no puedo.
Vegeta observó la espada del adolescente parar a una fracción de distancia del cuello del alienígena. Sus ojos hicieron contacto con los azules de su hijo. Hubo silencio, Trunks lentamente retiró la espada y la colocó otra vez en su funda. La mirada del príncipe desconcertó a Trunks haciéndolo sentir algo ansioso. Miró al resto de los saiyayíns: Nappa todavía seguía donde había estado hace poco; Raditz, que estaba ahora a su lado con la mandíbula amoratada, lo observaba con odio desde su posición. Vio de nuevo a su padre.
Vegeta sonrió repentinamente.
—Ya veo, la basura genética de tu madre ha contaminado cualquier atisbo del orgullo saiyayín que hayas tenido. Perdiste tu lado asesino aun cuando eres muy poderoso para tu edad. Tu sentimentalismo te hace débil, muchacho. —Trunks no supo cómo responder, así que solo asintió en silencio—. Está bien, supongo. Te enseñaré a utilizar tu verdadero instinto saiyayín para pelear.
—No puedo matar a ese niño —murmuró Trunks, Vegeta solo se encogió de hombros.
—Hey, muchacho, no te preocupes por eso —le aseguró Vegeta y Trunks lo miró confundido—, no estás acostumbrado, lo entiendo. —Él se acercó tranquilamente al niño, puso ambas manos sobre sus hombros y el pequeño alienígena se estremeció—. Yo también tengo corazón, sabes —continuó y la sonrisa siniestra volvió a su rostro mientras miraba directo a Trunks, que ahora estaba tenso—. No soy tan malo, muchacho. De hecho, soy un gran tipo una vez que llegas a conocerme.
—Sí, no me cabe duda —dijo Trunks titubeando. Vegeta solo se rio entre dientes y apretó más fuerte los hombros del alienígena.
De improviso hubo un flash de luz ardiente y brillante.
—¡No! —gritó Trunks.
La palabra no había dejado sus labios cuando el cuerpo ahora decapitado del niño cayó al suelo. Vegeta automáticamente se giró hacia los demás y les disparó una ráfaga de energía que los desintegró mientras Trunks veía todo horrorizado.
El saiyayín bajó la mano y miró el cuerpo del alienígena decapitado frente a él.
—Mmm —resopló—, parece que tanta acción le hizo perder la cabeza. —Miró hacia Trunks, esta vez no sonreía, sino que lo veía fríamente—. Siempre cumplo mi palabra, muchacho. —Se volteó y regresó con los otros saiyayíns—. Supongo que soy el nuevo campeón —dijo riendo de esa manera tan propia de él mientras Trunks, aturdido, caía de rodillas frente al cuerpo sin vida del niño.
Su padre era un monstruo, un asesino, uno cruel y sin corazón. Trunks apenas había interactuado con el hombre y ya lo había sacudido hasta la médula. ¿Cómo iba a manejar pasar días, quizás semanas con él mientras intentaba reparar la cápsula de su máquina del tiempo?
—Vamos, muchacho —gritó Nappa, Trunks levantó la vista y vio que Vegeta ya estaba saliendo de la Corte con Raditz siguiéndolo de cerca. El saiyayín calvo aún permanecía parado mirándolo, era claro que esperaba por él.
El adolescente cerró los ojos con fuerza y soltó lágrimas de frustración por la situación en la que se veía envuelto, pero no tenía otra opción.
Lentamente se paró y comenzó a caminar en dirección a ellos.