Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Punto sin retorno ❯ La base de operaciones ( Chapter 3 )
Punto sin retorno
Capítulo tres
La base de operaciones
Trunks miraba el fuego que Raditz había iniciado. Raditz, Nappa y él estaban sentados alrededor de las llamas, y acostado, alejado de ellos, se encontraba Vegeta. El príncipe yacía de espaldas con los brazos cruzados detrás de la cabeza. Tenía una rodilla levantada y la otra pierna se apoyaba en esta, sus ojos permanecían cerrados. Trunks le echaba un vistazo de vez en cuando, como para asegurarse de que el hombre acostado en el suelo era de verdad su padre. Había tantas preguntas que quería hacerle, años de preguntas, pero nadie hablaba y él no iba a ser quien rompiera el silencio.
De improviso, Raditz se levantó y se fue molesto. Trunks lo miró con recelo, no tenía que ser un genio para ver que el hombre odiaba el hecho de que Vegeta le hubiera permitido unirse al grupo.
—¿A dónde va? —preguntó Trunks. El único sonido que escuchó como respuesta fue el crepitar de las llamas frente a él. Miró a Nappa que observaba la figura en retirada de Raditz con disgusto y luego miró a su padre, pero el príncipe no había movido ni un músculo. Era difícil saber si incluso estaba despierto.
Finalmente, Nappa gruñó.
—No te preocupes por Raditz, muchacho —dijo el hombre grande mientras se giraba para verlo por encima de las llamas. Trunks podía distinguir su propia imagen en el reflejo del rastreador azul de Nappa—. Él hace eso todas las noches.
—¿Hace qué? —preguntó Trunks. El adolescente miró a Vegeta de nuevo, como si esperara que su padre se uniera a la conversación. Quería tanto hablar con él y entender lo que le sucedió para que fuera como era. Seguramente ya no era así cuando conoció a su madre... Solo podía preguntarse cómo el asesino acostado en el suelo pudo un día reclamar el corazón de su madre.
Nappa, ajeno a la mirada que el adolescente le daba el príncipe saiyayín, resopló en respuesta.
—Piensa que su hermano está vivo en alguna parte.
—¿Tiene un hermano? —preguntó Trunks sorprendido mientras miraba en la dirección por la que Raditz se había marchado—. Ah, sí... ustedes lo comentaron antes... —dijo y recordó a su padre mencionar que lo más probable era que hubiera otro saiyayín en el universo. Trunks miró a Raditz que estaba de espaldas a ellos, era claro que el hombre contemplaba el cielo nocturno. Su mente comenzó a pensar a toda velocidad, solo existía otro saiyayín de sangre pura con el que no se había encontrado todavía.
Gokú...
—"Tenía" un hermano —corrigió Nappa—. No hay forma de que aún esté vivo.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? —preguntó Trunks.
El adolescente oyó un gruñido y miró a Vegeta, él todavía tenía los ojos cerrados, pero ahora fruncía el ceño.
—Realmente no sabes nada acerca de tu propio pueblo, ¿verdad, muchacho? ¿Estás seguro de que eres un saiyayín?
—Sí, lo soy —respondió Trunks al instante. Vegeta abrió los ojos y giró la cabeza para verlo. El adolescente sintió que un escalofrío recorría su espalda ante la mirada fría que su padre le estaba dando. Él tenía una forma de mirar tan agresiva que podía derretir el acero.
Vegeta se quedó mirando a Trunks un poco más antes de resoplar. Luego volvió la cabeza hacia el cielo para contemplarlo y finalmente cerró los ojos otra vez.
—Nappa, educa al muchacho —ordenó.
Nappa suspiró y se sacó el rastreador para tirarlo a un lado, se reclinó en un tronco que estaba detrás de él y estiró las piernas. Trunks se quedó en silencio sentado con las piernas cruzadas esperando a que hablara.
—Bueno... —comenzó Nappa antes de fruncir el ceño—. Hay mucho que contar... Ay, Vegeta —gimió mirando a su príncipe—. No sé por donde empezar.
Vegeta sonrió burlonamente mientras el hombre grande se reía avergonzado.
—Empieza desde el principio.
—Bueno, está bien —cedió Nappa. Agarró una vara que estaba cerca, atizó el fuego y comenzó a ordenar sus pensamientos. Menos de un minuto después alzó la vista y encontró a Trunks mirándolo. El hombre grande parpadeó, sintió una sensación de déjà vu al ver los destellos de la luz de las llamas iluminar el rostro del adolescente—. ¿Estás seguro de que nunca nos hemos visto antes, muchacho?
—Estoy seguro. Definitivamente recordaría a alguien tan grande como tú —respondió Trunks esperando que la tensión en sus músculos no lo delatara. Nunca había estado más agradecido de no parecerse tanto a su padre como en ese momento.
—Bueno, nosotros los saiyayíns preparamos planetas para que otros los compren. Antes de que nuestro planeta Vegetasei fuera destruido por un gran meteorito, enviábamos a nuestros bebés más débiles a otros planetas para que los purgaran, una vez hecho eso los vendíamos. El hermano de Raditz fue enviado a una de esas misiones.
—Comprendo —dijo Trunks mientras bajaba sus ojos para ver las llamas otra vez—. Y él nunca regresó.
—¿Cómo podría? Nuestro planeta fue destruido —le explicó Nappa. Trunks atrapó a su padre atisbando por el rabillo del ojo—. Además, hicimos una búsqueda en el planeta y todavía hay vida allí. Falló en su misión, lo que nunca le pasa a un saiyayín. Solo hay una explicación para eso.
—Está muerto —dijo Trunks en voz baja.
—Exacto —exclamó Nappa sonriendo abiertamente—. Hey, Vegeta, tenemos un genio aquí.
Vegeta solo gruñó en respuesta.
Trunks miró de nuevo a Raditz.
—¿Pero y si él todavía está vivo?
—Eso no importa —le aseguró Vegeta con brusquedad—. Si Kakaroto está de verdad vivo, debe ser más débil que Raditz. El único en el universo a quien le importa si ese tonto todavía respira es a su hermano aún más tonto. Nos es igual de útil vivo o muerto. No vale la pena.
—Sí —contestó Trunks pensando en silencio—. ¿Entonces ustedes fueron enviados a destruir toda la vida de este planeta?
—No exactamente —dijo Nappa riendo—. Hay otro planeta cerca de aquí que está a la venta. Los compradores no quieren planetas cercanos, así que vamos a destruir este.
—¿Pero por qué? —preguntó Trunks mirando a su padre—. ¿Por qué hacer algo así?
—Es nuestro trabajo, muchacho —respondió Vegeta con ira—. Hacemos lo que nos ordena Frízer y tú también lo harás.
—¿Cómo pueden vivir así? Es como si prácticamente fueran... —La voz de la adolescente se apagó cuando vio la mirada gélida que su padre le estaba dando.
—Dilo, muchacho —dijo Vegeta, sus duros ojos le lanzaron una mirada asesina a su hijo—. Dilo. ¿Somos prácticamente, qué?
—Esclavos —susurró Trunks, se sentía tan incómodo que intentó evitar los ojos de su padre. Miró a Nappa, pero él tenía los brazos cruzados y los ojos clavados en el fuego. Luego miró a Raditz, el saiyayín estaba sentado en el suelo lejos de ellos, solo contemplaba el cielo.
—Así es, muchacho, somos esclavos. Le pertenecemos a Frízer —Vegeta hizo una mueca de disgusto—. Pero no lo seremos por siempre.
—Un día, muchacho —le aseguró Nappa mientras volvía a atizar el fuego con la vara—. Un día, Vegeta será lo suficientemente fuerte y matará a ese monstruo.
—Así es —asintió Vegeta que ahora tenía la mirada fija en el cielo. Trunks lo observó y suspiró en silencio, se sentía dolido por la vida que llevaba su padre—. Un día, muchacho, ascenderé y me convertiré en el legendario super saiyayín. Vengaré a nuestro pueblo y destruiré a Frízer de una vez por todas.
Trunks se sintió incómodo, sabía que en su línea de tiempo estaba en el destino de Gokú destruir a Frízer y no en el de su padre. Miró de nuevo las llamas.
—Le creo —dijo abatido, ahora fruncía el ceño. Sus pensamientos giraron de un modo vertiginoso cuando se imaginó a sí mismo yendo a esas misiones con su padre. Se sintió enfermo de solo pensarlo. Sacudió un poco la cabeza intentando no pensar más en ello. En su lugar, se centró en Gokú y en la idea de que en alguna parte del universo, él y su madre estaban vivos, a salvo, por el momento... pero si no terminaba con esta misión, nunca llegarían a envejecer.
Tenía que terminar su propia misión. De alguna manera, si lograba regresar a la Tierra, podría encontrar a Gokú y darle el antídoto, luego salvaría al mundo de experimentar el futuro en el que él creció. Y una vez que estuviera allí, su madre repararía la cápsula de su máquina del tiempo. Entonces él finalmente podría ir a casa...
—Oye, muchacho, te estoy hablando —siseó una voz enojada. Trunks parpadeó y regresó a la realidad cuando miró a su padre. Parecía que estuvo en las nubes por un rato. Raditz se había reunido con ellos y estaba acostado junto al fuego en una posición similar a la de Vegeta, al igual que Nappa. Ambos parecían estar durmiendo. Trunks volvió a mirar a su padre que lo observaba con el ceño fruncido—. Dije que mejor te duermas si quieres sobrevivir a lo de mañana.
—¿Qué pasará mañana? —preguntó Trunks tratando de no mostrar su malestar. Se sacó la funda que protegía su espada, ya que se sentía un poco seguro con ellos ahora. Después de la "bienvenida" tensa y escabrosa que había recibido en la corte del palacio alienígena, parecía que Nappa y Vegeta no querían hacerle daño. Raditz claramente no compartía esa actitud, pero Trunks sabía que no desobedecería al príncipe.
—Mañana te llevaremos a conocer a Frízer —dijo Vegeta con un tono sin emoción. Cerró los ojos y respiró hondo—. Prepárate para una paliza, muchacho.
Trunks se quitó la chaqueta mientras fruncía el ceño.
—¿Va a tratar de golpearme? —preguntó. Resistió la tentación de reírse ante la idea. Podía destruir a Frízer en unos pocos segundos, pero sabía que no era su destino hacerlo. Ese privilegio era de Gokú y él no debía interferir. Si lo hiciera, Gokú nunca se enfrentaría al monstruo y, por lo tanto, nunca sería empujado a convertirse en un super saiyayín. Trunks suspiró y dobló su chaqueta tomando cuidado en proteger el antídoto y la cápsula de su máquina del tiempo. El príncipe saiyayín resopló ante la pregunta como si esta tuviera una respuesta ridículamente obvia.
—Si tenemos suerte, solo serás tú el que reciba la paliza, muchacho, —murmuró Vegeta, su voz estaba cargada de odio—. Depende del humor del bastardo.
Trunks tragó saliva mientras colocaba su chaqueta doblada en el suelo. Estaba seguro de que podría soportar una paliza de Frízer. Los androides de su época eran mucho más poderosos que el tirano alienígena y él se había enfrentado a ellos. Pero si Frízer involucraba a su padre y comenzaba a golpearlo también... Sintió que el pecho se oprimía ante la idea. ¿Podría quedarse parado viendo a su padre ser golpeado ante sus ojos?
El adolescente suspiró otra vez y se acostó en el suelo, de lado, usando su chaqueta como almohada. Acercó su espada y observó cómo bailaban las llamas en la noche. Pensó en las palabras de su padre, en Raditz mirando el cielo nocturno, en las lágrimas de su madre las noches que extrañaba a su padre y lentamente sucumbió a la fatiga...
Algún tiempo después, un fuerte ruido resonó y Trunks se despertó de inmediato. Se puso de pie en un segundo con la espada ya desenvainada. Miró alrededor, su cabello lavanda caía sobre sus ojos mientras respiraba de un modo difícil. Los tres saiyayíns estaban de pie a unos dos metros y cada uno tenía un módulo circular detrás de él que parecía una pequeña nave espacial. El fuego ya no ardía y daba la impresión de que hacía mucho que se había consumido. Raditz lo observaba furioso y su boca hacía una mueca horrible mientras Nappa se reía divertido. Vegeta estaba parado entre ellos y miraba a Trunks con una ceja levantada y los brazos cruzados sobre el pecho.
—Ya era hora de que despertaras —dijo Vegeta sin alterarse. Trunks bajó la espada lentamente, rompió el contacto visual con su padre y miró a su alrededor.
—¿Qué fue ese estruendo? —preguntó.
—Ese es tu nuevo medio de trasporte, muchacho —Nappa señaló con la barbilla para que Trunks mirara lo que tenía detrás. El adolescente lo hizo y vio que el estallido había sido otra nave pequeña que aterrizó en el planeta. Sus ojos azules se ampliaron ante la vista—. Pedimos que envíen una para ti —le informó Nappa. Vegeta sonrió de un modo burlón mientras Trunks caminaba para inspeccionar la nave. Presionó un botón en el costado y la puerta se abrió con un silbido.
—Bueno muchacho, es hora de que volvamos a la base —dijo Vegeta colocando una mano en su propia nave.
—Creí que íbamos a volver mañana —replicó Trunks. Raditz ya había subido a su nave y había cerrado la puerta, Nappa estaba subiendo a la que le estaba asignada. Vegeta presionó el botón para abrir la suya y miró a Trunks por encima del hombro.
—Tonto, ya es mañana. No hay luz diurna en este planeta —le aseguró Vegeta con una sonrisa de suficiencia—. Creí que eras más listo. Ahora apúrate y entra o te dejaremos atrás.
Trunks regresó para recoger su chaqueta y luego se apresuró a volver a su propia nave espacial. Subió y la puerta se cerró de inmediato. Miró a su alrededor en busca de algún tipo de cinturón de seguridad u otro tipo de sujeción, pero apenas tuvo tiempo antes de ser enviado de golpe contra su asiento cuando la nave despegó. Después de unos segundos, su cuerpo se acostumbró a la aceleración y finalmente tuvo la oportunidad de revisar el lugar.
—Woow, genial —susurró sorprendido de lo avanzada que era la tecnología. Estaba ocupado tratando de estudiar las coordenadas cuando un destello de luz cegadora entró por la pequeña ventana circular en la nave. Trunks hizo una mueca de dolor y levantó una mano para taparse los ojos.
—Buen disparo, Vegeta. —La voz de Nappa soltó una carcajada. Trunks sintió que su corazón se hundía cuando se dio cuenta de que su padre debía de haber destruido el planeta en el que estuvieron. Intentó respirar al oír su risa por el sistema del audio incorporado.
—Tengo buena puntería, ¿no? —preguntó Vegeta—. Hey, muchacho, ¿estás escuchando esto?
—Sí —respondió Trunks sacando la cápsula de la máquina del tiempo de su chaqueta. La agarró con fuerza, cerró los ojos y respiró hondo como si únicamente la cápsula lo estuviera sosteniendo en ese momento.
—Tú destruirás el próximo planeta —le ordenó Vegeta—. Será bueno para ti. —Trunks se encogió de temor al escuchar las risas burlonas de su padre y de Nappa—. Hay un rastreador en el techo. Póntelo y acostúmbrate a usarlo.
Trunks levantó la vista y vio que había un compartimiento en lo alto, lo abrió y sacó un rastreador nuevo con un lente de cristal rojo. Se lo puso sobre la oreja izquierda y su ojo izquierdo quedó cubierto con el cristal. Era lo suficientemente cómodo. Presionó un botón lateral y una luz parpadeó en su pantalla formando una palabra.
—Estaremos allí en tres horas. —Se oyó a la voz de Nappa decir—. Oye Raditz, ¿ya puedes hablar?
Un gruñido vino a través del sistema de audio y tanto Nappa como Vegeta se rieron. Trunks estaba demasiado ocupado mirando por la ventana. Nunca antes había estado espacio y la vista que tenía ante él era increíble. Presionó una mano contra el vidrio y lo sintió tan frío como el hielo.
Las tres horas llegaron y se fueron antes de que Trunks se diera cuenta. Poco después se abrió la puerta de su nave espacial. Salió con reticencia, ya que un alienígena que llevaba una armadura saiyayín se paraba frente a él. El alienígena era verde y usaba un rastreador del mismo color. Le frunció el ceño a Trunks y lo miró de arriba abajo. El adolescente vio a un lado y notó que los otros saiyayíns también estaban saliendo de sus naves. Habían aterrizado en una enorme pista aparentemente construida solo para naves espaciales como las suyas. Delante de ellos se ubicaba un gran edificio de piedra blanca. Sin duda era su base de operaciones.
La base de operaciones de Frízer.
—Entonces, ¿para este era que Vegeta quería una vaina espacial? —El alienígena resopló, estiró el brazo y con un dedo hincó a Trunks en el pecho. El adolescente parpadeó y miró al alienígena burlón con los ojos entrecerrados—. No me parece tan fuerte.
—Tonto, no lo toques —gruñó Vegeta que venía acercándose, Nappa y Raditz lo seguían detrás—. Él es uno de mis hombres ahora.
El alienígena se apartó y asintió mientras Trunks se volvía a poner la funda de su espada y cogía la chaqueta en sus manos. Vegeta lo examinó y resopló. Cruzó los brazos y miró a Raditz.
—Tú, ve al tanque de regeneración por una hora para que tu boca se cure —le ordenó. Raditz le lanzó a Trunks una mirada de odio que hizo que el adolescente se pusiera tenso—. Tú —dijo Vegeta girando hacia Nappa—. Ve a infórmale a Zabón que ya estamos aquí.
—Sí —contestó Nappa obedientemente antes de marcharse por la misma dirección que Raditz había tomado.
—Y en cuanto a ti. —Vegeta hizo una mueca de desdén y se volvió hacia Trunks Lo miró por un momento de arriba a abajo con esa mirada oscura e intensa que lo caracterizaba, justo como el alienígena de hacía unos minutos. Trunks le devolvió la mirada a su padre, no quería parecer un cobarde—. Eres un saiyayín, muchacho, así que es hora de vestirte como tal. Vamos —dijo el príncipe, luego se giró y se alejó por una dirección diferente a la de los otros saiyayíns, con los brazos todavía sobre su pecho.
Trunks siguió a su padre al interior del edificio y notó cómo algunos alienígenas se apartaban de inmediato del camino de Vegeta mientras que otros simplemente ignoraban su presencia. Casi todos llevaban armaduras y casi siempre lucían como las de él. Era como si todos estuvieran listos para una batalla.
—¿Es aquí donde vive? —preguntó Trunks acelerando su paso para mantenerse al día con su padre. Vegeta solo gruñó.
—Si puedes decir que la esclavitud es vivir, entonces sí, supongo que podrías decir que vivo aquí —dijo Vegeta en un tono amargo—. Aun así, no te pongas demasiado cómodo, muchacho. Casi nunca nos quedamos por muchos días. Hay mucho trabajo que hacer.
—Sí, ya veo —respondió Trunks profundamente emocionado por estar hablando con su padre en ese momento. Había soñado por años con cómo sería tener una conversación con él y ahora estaba sucediendo. Claro, Vegeta no era ni remotamente lo que él había pensado, pero aun así era su padre. Él sabía que sería capaz de romperle la mandíbula (o el cuello) si le hacía preguntas, así que no lo presionaría. Solo miró a su alrededor esperando encontrar un lugar donde pudiera hallar algunas herramientas para reparar la cápsula.
Vegeta se detuvo frente a una puerta y puso su mano en un escáner. Las puertas metálicas se abrieron y padre e hijo entraron. El príncipe caminó y presionó un botón en la pared. De repente, la pared cobró vida, haciendo mucho ruido cuando se dividió en dos para revelar un gran armario metálico lleno con muchas réplicas de la armadura que todos llevaban.
—¿Es esta la armadura que todos usan aquí? —preguntó Trunks.
—Esta es una armadura saiyayín, muchacho —contestó Vegeta mientras se inclinaba y sacaba un juego—. Frízer decidió adoptarlas y ahora sus hombres usan una similar. Supongo que los saiyayíns tenemos muy buen gusto —dijo de forma sarcástica con ese tono amargo en su voz. Trunks permaneció en silencio mientras Vegeta se erguía. El príncipe saiyayín miró la armadura que sostenía antes de soltar un gruñido de aprobación. Se giró y se la arrojó a Trunks, que la atrapó con una mano. Vegeta frunció el ceño y cruzó los brazos sobre su pecho una vez más.
—Oh, woow —exclamó Trunks bajando su chaqueta y sosteniendo la armadura con ambas manos—. Es más ligera de lo que parece. Aunque se ve un poco pequeña, pa... —El adolescente dejó de hablar y tragó saliva, ya que Vegeta lo miraba con una mezcla de confusión y curiosidad en su rostro—. Este... para un tipo como yo —terminó de decir maldiciéndose por su estupidez. ¡Casi dio un paso en falso y llamó a Vegeta "padre"! Quería patearse mientras él lo miraba. Trunks examinó su armadura y trató de evitar la penetrante mirada que su padre le estaba dando.
Finalmente, después de lo que pareció un milenio, Vegeta resopló.
—El material se estira, estúpido —Él se burló y Trunks dejó que su cuerpo se relajara. Nunca antes se había sentido tan agradecido de haber sido insultado—. Hay guantes, botas y ropa interior allí —agregó el príncipe saiyayín señalando el armario—. Vístete. Volveré en un momento y luego iremos a presentarte ante Frízer —dijo Vegeta mientras pasaba por delante de su hijo. Salió de la habitación sin decir otra palabra y sin mirar atrás.
Trunks se tranquilizó cuando la puerta se cerró y comenzó a desvestirse. Hasta ahora, todo iba según lo planeado. No creía haber alterado demasiado la línea de tiempo original y había conseguido algunos días para reparar su cápsula. En el peor de los casos, podría escapar a la Tierra para encontrar a su madre y entregarle el antídoto a Gokú. Al menos ahora contaba con tiempo y opciones.
Y finalmente tenía la oportunidad de interactuar con su padre. Concedido que Vegeta no se parecía en nada a lo que había imaginado. El hombre tenía un corazón de piedra, si es que tenía uno, pero Trunks sabía que en el fondo, muy en el fondo, era una buena persona. Su madre lo había visto, así que él también lo haría.
Quince minutos después, Trunks se volvió al oír que las puertas metálicas se abrían y vio a su padre allí, escrutando su apariencia. El adolescente ahora estaba vestido con una malla negra ajustada, botas y guantes blancos y la tradicional armadura saiyayín con extensiones en los hombros. Por encima del ojo llevaba puesto un rastreador rojo encendido. Vegeta se quedó mirándolo un instante antes de asentir lentamente su aprobación.
—Mucho mejor —dijo mientras Trunks se ajustaba uno de los guantes. A escondidas del príncipe, él guardó algunas cosas dentro de su armadura. Vegeta avanzó unos pasos en su dirección y la puerta se cerró. Se quedó allí con el ceño fruncido, Trunks le devolvió el gesto.
—¿Pasa algo? —preguntó el adolescente luego de un momento de silencio incómodo.
—Escucha, muchacho —gruñó Vegeta—. Trabajas para Frízer, pero me obedeces a mí. Soy el Príncipe de todos los Saiyayíns, tu príncipe, así que harás todo lo que te diga, ¿entiendes eso? —dijo en un tono amenazador—. También harás lo que él te diga, pero no olvides quién soy. No olvides quién eres, porque el día que lo hagas, será el día en que mueras por mis manos —le aseguró con los ojos mirando fijamente a Trunks. El adolescente asintió, se sentía nervioso por la mirada dura que su padre le estaba dando una vez más—. No me importa si Frízer te descuartiza hoy, muchacho. Demonios, me importa un bledo si te mata. Pero escúchame, cuando te golpee, no muestres miedo. Nunca lo muestres porque no te representas a ti mismo delante de él, nos representas a todos. Y aunque el número de saiyayíns ha disminuido, nuestro orgullo nunca lo hará, ¿te quedó claro? —gruñó.
—Como el agua —respondió Trunks. Vegeta se dio la vuelta y salió con él siguiéndolo de cerca.
—Bien —dijo gruñendo—. Ahora vamos a averiguar cuan fuertes eres en realidad, muchacho —añadió con sorna.
—Sí, señor —contestó Trunks respetuosamente mientras caminaban juntos por un largo y oscuro corredor. Vegeta lideraba el camino con el adolescente solo un paso por detrás. Notó que incluso cuando caminaba, su padre prácticamente definía la palabra orgullo. Sintió que su pecho se llenaba de lo mismo al saber que pese a la tortura y la esclavitud que era vivir bajo el reinado de Frízer, él no se había estropeado por completo. Tal vez se había corrompido y descarriado, pero todavía seguía siendo fiel a sí mismo.
Era un verdadero príncipe.
Padre e hijo finalmente alcanzaron a Nappa frente a unas grandes puertas metálicas detrás de las cuales, sin duda, Frízer los estaba esperando. Los dos saiyayíns puros asintieron entre sí como un gesto de estar preparados antes de que miraran a Trunks. El adolescente respondió moviendo la cabeza afirmativamente mientras Nappa miraba con recelo a Vegeta. Vegeta repitió el gesto de un modo firme.
Trunks juró en silencio que no decepcionaría a su padre cuando Nappa abrió las puertas.Final del formulario