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Punto sin retorno
Capítulo cuatro
Vueltas y más vueltas
El líquido rosado en la copa sostenida entre los dos dedos de Frízer seguía dando vueltas y más vueltas mientras giraba lentamente la muñeca. Era la única parte de él que Trunks, apoyado en una rodilla, siguiendo el ejemplo de Nappa, podía ver. El tirano sentado en un asiento que levitaba a unos centímetros del suelo le daba la espalda a los saiyayíns, ya que estaba frente a una gran ventana con vistas a su imperio.
A un lado de Frízer, se encontraba un alienígena alto, de aspecto engreído, con el cabello verde oscuro atado hacia atrás y un rastreador azul en el rostro. El soldado tenía los brazos cruzados despreocupadamente sobre su pecho mientras miraba a Trunks con una divertida curiosidad. Al otro lado de Frízer, se ubicaba un alienígena rosado más bajo y mucho más redondo, con púas que salían de su cabeza y de sus antebrazos. Él parecía más ansioso por la presencia del recién llegado, tenía los ojos entrecerrados y apretaba sus labios azul oscuro en señal de sospecha.
Vegeta caminó entre Trunks y Nappa, siguió avanzando un par de pasos más y se detuvo. Miró a los dos alienígenas con reprimido odio antes de caer sobre una rodilla. El príncipe saiyayín apoyó un antebrazo en su rodilla levantada, apretó los puños y finalmente bajó la cabeza como una muestra de profundo respeto. Trunks frunció el ceño, pero hizo lo mismo, su cabello se dirigió hacia su rostro al hacerlo. Sin embargo, los agudos ojos del adolescente se quedaron viendo entre la copa en la mano de Frízer y el cuerpo tenso frente a él.
—Gran Frízer, el planeta Dariya ha sido destruido, tal como lo ordenó —le informó Vegeta. Los ojos de Trunks se posaron en la espalda de su padre. Su voz sonaba diferente al dirigirse al tirano. Era como si la locura que había oído antes estuviera ahora sometida… controlada. En su lugar no quedaba nada de nada, ni inflexión ni emoción ni ninguna indicación del odio que Vegeta expresó tan libremente ante él, Nappa y Raditz. Trunks miró a Nappa por el rabillo del ojo, pero el saiyayín arrodillado tenía la cabeza baja, los ojos cerrados y el rostro inexpresivo.
El alienígena alto y verde soltó una risa oscura mientras miraba tranquilamente a Vegeta.
—Te tomó dos días enteros, saiyayín —dijo usando una suave voz que llevaba consigo la leve insinuación de un acento que Trunks no pudo identificar. La voz estaba impregnada al mismo tiempo con arrogancia y desdén—. Creo que estás perdiendo tu habilidad.
Vegeta levantó poco a poco la cabeza y lo miró.
—Lo único que estoy perdiendo es mi paciencia contigo, Zabón —gruñó de manera peligrosa.
—Harías bien en recordar tu lugar, príncipe mono —siseó Zabón—. A menos que quieras que te lo recuerde de nuevo. —Lo amenazó con una pequeña sonrisa. Vegeta gruñó por lo bajo como respuesta.
—¿Tenemos que recordarte que solo te debió tomar un día y que pediste una vaina espacial extra? —interrumpió el alienígena rosado pasando su mirada de Vegeta a Trunks.
—Dodoria, Zabón, calma —dijo Frízer llamando la atención de todos. Trunks nunca había escuchado hablar al tirano y todavía no veía nada de él, excepto su mano alienígena que sostenía una copa. A pesar de eso, el adolescente no pudo evitar sentir su propia forma de odio quemándolo por dentro al oírlo. Frízer continuó con una elegante voz profunda y falsa cortesía—. Estoy seguro de que Vegeta tiene una explicación perfectamente aceptable sobre por qué ordenó una vaina espacial adicional sin pedirme permiso primero. —La amenaza que resonó en el aire tras las palabras hizo que Trunks apretara los dientes por la furia.
El vino dio vueltas y más vueltas…
—Gran Frízer —dijo Vegeta bajando la cabeza de nuevo. Mantenía la mano que no estaba en su rodilla a un lado con los nudillos en el suelo. Trunks prácticamente podía ver las venas en la mano de su padre a través de su guante blanco por lo apretado que ponía el puño—. Mientras mis hombres y yo purgábamos a Dariya antes de destruirlo, encontramos a un joven con un enorme nivel de poder para su edad. Pensé que sería un desperdicio matarlo. Decidí traerlo aquí para que usted pueda conocerlo, creo que podría ser un aliado útil.
Dodoria y Zabón miraron de inmediato a Trunks, pero los ojos del adolescente se enfocaban en la copa de Frízer. Ya no estaba girando.
Lo que estaba girando despacio era el asiento levitante en el que se sentaba el tirano. Finalmente, los enfrentó a todos con una expresión sombría en su mirada y un explorador rojo sobre su ojo izquierdo. En silencio, Trunks sintió la energía que emitía el alienígena; era más oscura que la de su padre, lo que creyó imposible. Él era un poco más bajo que Vegeta. Por un momento deseó transformarse en un super saiyayín para destruirlo de una vez por todas.
Frízer escrutó a Trunks por un instante y el adolescente le devolvió la mirada con valentía, las anteriores palabras de Vegeta aún resonaban claras en su cabeza. Frízer entrecerró los ojos antes de volver su mirada hacia el príncipe y comenzó a hacer girar distraídamente el contenido de la copa en su mano otra vez.
—Veo que ya has hecho que el muchacho se sienta cómodo, Vegeta. Estoy un poco ofendido porque no pediste mi opinión primero.
—Lo mataré en este instante si no lo aprueba —dijo Vegeta con calma. Trunks se tensó ante las palabras de su padre, la incredulidad lo recorrió mientras miraba su espalda. ¿Así de fácil él lo tiraría a los lobos? Había entrado esperando resistir una paliza de Frízer y en su lugar, Vegeta soltaba la idea de matarlo como quien sugiere salir a dar una vuelta—. Solo pensé que sería una pena desperdiciar su potencial y él está más que dispuesto a unirse a nosotros.
Frízer miró a Vegeta con suspicacia por un momento. Finalmente, le entregó la copa a Dodoria, quien la tomó al instante, luego volvió por completo su atención hacia Trunks.
—Acércate, muchacho —ordenó el tirano, él llevó una mano hacia su rastreador y presionó un botón—. Déjame echarle un vistazo a lo que Vegeta cree que es digno de estar aquí.
Trunks se levantó lentamente y pasó junto a su padre, sentía los ojos penetrantes del príncipe siguiendo cada uno de sus movimientos hasta que se paró a unos dos metros de Frízer. El adolescente respiró hondo para calmar sus nervios mientras observaba correr el rastreador.
—Impresionante —comentó Frízer y esbozó una sonrisa oscura—. ¿Qué es lo que piensas, Zabón?
—Creo que aquí hay más de lo que parece —opinó el alienígena que también mostraba una sonrisa oscura mientras se apartaba un mechón de cabello verde de su rostro.
Frízer se rio entre dientes.
—Sí, sí, yo también lo creo —dijo dándole a Trunks una mirada divertida—. ¿Cómo te llamas, muchacho?
—No tengo un nombre —mintió Trunks de inmediato, como si hubiera planeado la respuesta.
—Bueno, ¿no es una pena? —preguntó Frízer fingiendo simpatía—. ¿Y puedo preguntarte por qué quieres trabajar para mí?
—Quiero trabajar para el príncipe Vegeta. Hacerlo significa que también tengo que trabajar para usted —respondió Trunks sin alterarse, a pesar del disgusto que apareció en su voz.
—“Príncipe” Vegeta… —dijo Frízer en un tono burlón y con una sonrisa en el rostro. Dodoria y Zabón se rieron por lo bajo—. No había oído que llamaran así a mi pequeño mono desde que era un niño. —El tirano miró un instante al príncipe, la diversión era clara en su rostro—. Él será el primero en decirte que el único que recibe títulos especiales aquí soy yo. —La amenaza apenas era velada a través de su falsa cortesía. Trunks tomó otra respiración profunda, el estrés de la situación hizo que su corazón se acelerara cuando Frízer le devolvió la mirada—. ¿De qué planeta eres, muchacho?
—No sé su nombre —mintió el adolescente—. Solo le pregunté a Vegeta si podía unirme a su grupo porque soy mitad saiyayín.
De inmediato todos los atisbos de diversión desaparecieron del rostro de Frízer ante las palabras que oyó. El rostro blanco del alienígena pareció llenarse de oscuridad por el odio.
—Ustedes, monos, son como las cucarachas. Sencillamente se niegan a morir —dijo con un veneno asesino en su voz y escrutó a Trunks mucho más que antes. El adolescente apretó y aflojó los puños, intentaba mantenerse tan calmado como fuese posible para que su ki no se disparara y quedara desenmascarado.
Era del todo exasperante para él saber que podía destruir al alienígena, pero no debía dejarse llevar. Habría sido diferente si hubiera retrocedido los veinte años que se suponía originalmente. Frízer estaba destinado a morir en esa época a manos de Gokú en la Tierra. Con gusto habría intervenido y eliminado al tirano, hacerlo habría hecho poca diferencia en ese punto. Pero eliminarlo ahora significaría que la batalla épica que ocurriría en Namekusei, de la que su madre le había hablado, nunca sucedería. Esta debía pasar para empujar a Gokú a sus límites y así alcanzara su ascensión legendaria. Trunks necesitaba al amigo de su madre con su potencial al máximo si quería marcar alguna diferencia cuando llegasen los androides. El adolescente se sintió indefenso mientras luchaba por contener el impulso creciente de matar a Frízer.
—Debería exterminarlos a todos ahora mismo —sugirió Dodoria en voz baja. Trunks entrecerró los ojos, su mirada se desvió hacia el alienígena rosado. El corazón le latía con furia en el pecho ahora. ¿Iba a provocar inadvertidamente una guerra en esta época solo por su mera presencia?
—Tranquilízate, Dodoria —dijo Frízer relajando los músculos de su rostro mientras se reía—. Si Vegeta quiere tener otra... mascota, entonces que así sea. Ordenen todo para que el muchacho duerma con ellos. Quiero tener a todos mis monitos en su jaula —añadió con una sonrisa de superioridad.
Detrás de él, Trunks podía escuchar a Vegeta sisear de furia y a Nappa gruñir en respuesta.
—No parece que al “príncipe” le guste mucho eso, Gran Frízer —comentó Zabón mientras se reía divertido.
—Bueno, yo creo que el príncipe debe ser muy, muy cuidadoso, porque ha hecho algunas cosas que no me gustan mucho —respondió Frízer. Su rostro se oscureció mientras sus ojos se movían de Trunks al aún arrodillado saiyayín ubicado unos pocos metros detrás. Vegeta se tensó al instante, uno de sus ojos comenzó a contraerse—. Ya terminé de hablar contigo, muchacho —continuó Frízer, haciéndole un ademán de despedida a Trunks como si no fuera más que un niño molesto, pero mantenía sus ojos fijos en Vegeta—. Retírate, tengo que hablar con mi mono favorito que está por allá.
Dudando, Trunks dio un pequeño paso hacia atrás, no le gustaba la forma en que el tirano miraba a su padre. Él le echó un vistazo a Vegeta quien, aunque exteriorizaba un incuestionable respeto en la posición en la que estaba, no mostraba nada más que absoluto odio en sus ojos mientras miraba desafiante a Frízer. Trunks abrió la boca para hablar, para atraer la atención hacia sí mismo y alejarla de su padre, por lo que finalmente balbució:
—Gran Frízer —dijo odiando las palabras tan pronto como salieron de su boca. El tirano entrecerró los ojos y miró al adolescente con desinterés y aburrimiento—. Si esto es por mí, fue mi idea unirme a Vegeta y su a grupo. Si... si fuera por él, yo no estaría aquí...
—Interesante —lo interrumpió Frízer con un tono frío—. El muchacho está tratando de protegerte, Vegeta. —El tirano volvió sus ojos oscuros hacia el príncipe—. Muy interesante...
—No me di cuenta de que necesitas protección, Vegeta —dijo Zabón con una risita.
Trunks apenas se había dado cuenta de su error cuando sintió que una mano asía un puñado de su cabello lavanda. El adolescente gimió de dolor antes de que Vegeta lo arrojara violentamente con una expresión feroz en el rostro. Trunks aterrizó en el piso a pocos metros de distancia de Nappa, que le lanzó una mirada de desaprobación.
—Peleo mis propias batallas, muchacho. —Vegeta hizo una mueca y miró con desprecio por encima del hombro a Trunks. El adolescente se incorporó para ver a su padre volverse hacia Frízer. No por primera vez, deseó despertar de esta pesadilla. Dodoria sonrió ampliamente ante la escena y Zabón se rio entre dientes. El rostro de Frízer no mostraba ninguna diversión.
—Dime algo, Vegeta —dijo Frízer con una expresión dura mientras miraba al príncipe saiyayín—. ¿Cuál es la verdadera razón por la que trajiste a este muchacho aquí?
Los dedos en la mano derecha de Vegeta parecieron temblar de forma involuntaria antes de que ambas manos formaran puños. Miró al tirano sin mostrar ninguna señal de miedo, pese a que la tensión en su cuerpo delataba su ansiedad. Se tomó un momento para elegir sus palabras con cuidado y finalmente dijo:
—Creo que el muchacho tiene potencial...
—No, no, no —dijo Frízer levantando y negando con un dedo en advertencia—. No te pedí que me mientas, mono, pedí la verdad.
—Esa es la verdad —afirmó el príncipe con convicción.
—Me decepcionas, Vegeta —le aseguró Frízer suspirando profundamente—. Después de todo lo que he hecho por ti, no puedes ni siquiera ser honesto conmigo. Yo que te he tratado con tanto favoritismo y así es como me lo pagas... —El tirano cerró los ojos y sacudió la cabeza con falsa tristeza y pesar. Trunks apretó los dientes, veía lo que estaba sucediendo y se pregunta si podría soportarlo. Por el rabillo del ojo notó que Nappa apenas conseguía contener su furia.
Vegeta no dijo nada, lo único que hizo fue devolverle la mirada a Frízer con el rostro vacío de emociones. Solo un músculo que se flexionaba cerca de su mandíbula cada ciertos segundos traicionaba su creciente rabia.
—¿Tiene algo que ver con los eventos de la semana pasada? —preguntó Frízer con curiosidad. El cuerpo de Vegeta se tensó aún más ante la pregunta—. No has resuelto el problema, ¿verdad? —añadió peligrosamente, formuló la pregunta más como una declaración.
—Es solo un problema menor, Gran Frízer —afirmó Vegeta con una voz llena de confianza—. No hay nada de qué preocuparse.
—No estoy tan seguro. Ya has sido blanco de otros y ninguno ha sido tan... “persistente” como tu nuevo enemigo. ¿Debo llamar a las Fuerzas Especiales Ginyu...? —preguntó Frízer, la molestia y la impaciencia se entrelazaron en su voz.
—No —respondió Vegeta de inmediato, frunciendo el ceño—, eso no será necesario. Lo manejaré personalmente.
—Recuerdo haberte dicho que te encargaras de ese problema apenas surgió —declaró el tirano en un tono oscuro antes de girar la cabeza hacia Zabón—. ¿A menos que mi memoria me falle?
—No, Gran Frízer —contestó Zabón con una sonrisa petulante—. Les ordenó a los monos que se ocuparan de ese problema ni bien apareció por primera vez hace varias semanas.
—Y mis órdenes fueron ignoradas descaradamente —dijo Frízer con una fingida sorpresa, sacudió la cabeza de nuevo y cerró los ojos mientras suspiraba—. Qué decepción.
—Mis hombres y yo hemos estado demasiado ocupados siguiendo “sus” órdenes de purgar planetas y no hemos hallado el tiempo para lidiar con este pequeño problema —respondió Vegeta, la amargura se oía en su voz. Trunks volvió su rostro hacia Nappa sin estar seguro de lo que estaba pasando. El otro saiyayín miraba hacia abajo con los ojos cerrados, una vena palpitaba de forma visible en su sien.
Frízer abrió los ojos y observó a Vegeta con diversión.
—Vaya, vaya... —se burló—. Primero, arrogantemente ignoras una orden directa mía durante semanas, luego te encuentras a un muchacho con sangre saiyayín e inmediatamente lo agregas a tus filas sin pedir mi permiso y ahora me hablas con una falta de respeto deliberada. Estás pisando hielo delgado, saiyayín.
—Mis más sinceras disculpas, Gran Frízer —dijo Vegeta cerrando los ojos y haciendo una respetuosa reverencia. Su tono de voz y su lenguaje corporal parecían tan genuinos que Trunks se lo habría tragado por completo si no hubiera notado el lento goteo de sangre que caía de los guantes blancos de su padre hacia el piso. Vegeta estaba apretando los puños tan fuerte que sus uñas rasgaron la tela de sus guantes y atravesaron la piel de sus palmas—. Me encargaré del problema de inmediato.
—Eres muy afortunado de que me agrades tanto, pequeño mono —dijo Frízer con una sonrisa siniestra—. Cualquier otro ya estaría muerto.
—Sí, Gran Frízer —respondió Vegeta casi mecánicamente mientras se enderezaba. La sangre seguía goteando.
—Encárgate del problema de inmediato —le ordenó Frízer—. Zabón te dará a ti y a tus compañeros otra tarea mañana. He centrado mi atención en un pequeño y bonito planeta que puede darnos buenos dividendos, pero primero debe ser purgado.
—A menos que sea demasiado trabajo para ustedes, monos. —Zabón se rio entre dientes.
Los ojos de Vegeta se entrecerraron cuando se giró para mirar a Zabón.
—No es demasiado trabajo para nosotros, los saiyayíns —gruñó con rencor.
—¡Pero qué temperamento tienes, mi pequeño mono! —dijo Frízer riendo como un maniático—. Y mantén a tu nueva mascota en su sitio, Vegeta. Si él se sale de la fila, lo mataré y luego te haré desear haber muerto en su lugar —le advirtió usando una falsa cortesía que envió escalofríos a la columna vertebral de Trunks. Vegeta dio un breve asentimiento de comprensión—. Eso es todo lo que tengo que decir sobre el mono callejero que encontraste —añadió con desinterés.
Vegeta asintió y de inmediato giró sobre sus talones para salir rápidamente mientras Trunks y Nappa se ponían de pie. Trunks dejó escapar un profundo suspiro de alivio por el hecho de que no hubiera tenido lugar ningún enfrentamiento físico y solo deseaba que su ritmo cardiaco bajara cuando Frízer de pronto dijo:
—No recuerdo haber dicho que te fueras, Vegeta. —El príncipe se detuvo mientras Trunks lo miraba con aprensión. Vegeta cerró los ojos con fuerza, su rostro era una mezcla de profunda vergüenza y odio asesino—. Solo porque he decidido ser misericordioso y no matarte, no significa que dejaré pasar tu insubordinación. Necesitas que se te recuerde cual es tu lugar, mi precioso mono —enfatizó Frízer con una voz fría.
Trunks estaba tan preocupado mirando al tirano alienígena y a su padre que no se dio cuenta de Dodoria y de Zabón hasta que ambos alienígenas se pararon frente a él y a Nappa.
—Es hora de que se marchen —dijo Zabón con una sonrisa malvada—. No quiero que ustedes dos se metan en el camino del Gran Frízer.
Trunks no sabía si sentirse agradecido porque no tendría que mirar u horrorizado porque él, en parte, era el responsable del castigo que su padre estaba a punto de recibir. Vegeta lo miró por un momento, luego miró a Nappa y frunció el ceño. Detrás suyo, Frízer se levantaba lentamente de su asiento.
Zabón sorprendió a Trunks con un violento empujón que lo mandó hacia atrás. El adolescente recuperó el equilibrio en el último momento, sus ojos furiosos miraron a Zabón, después a Frízer y de nuevo a Zabón.
—No lo repetiré —amenazó el alienígena.
Los ojos de Nappa se encontraron con los de Vegeta y luego de un instante, Nappa se giró para mirar a Trunks.
—Salgamos de aquí, muchacho —murmuró el saiyayín grande dándose la vuelta no sin antes enviarle a Dodoria una mirada de odio. Trunks le dio un vistazo a su padre y se volvió de mala gana para seguir a Nappa.
—Dejen que se queden —indicó de repente Frízer, haciendo que Vegeta se estremeciera. Trunks se detuvo y miró sobre su hombro con dudas—. Quiero que vean a su... “príncipe”... por lo que realmente es.
—Como ordene, Gran Frízer —dijeron Zabón y Dodoria al mismo tiempo. Trunks se sintió entumecido cuando Dodoria lo agarró por detrás y lo obligó a arrodillarse.
—¡Suéltame, anormal! —gritó Nappa mientras Zabón le hacía lo mismo. El alienígena solo se rio y puso un brazo alrededor del cuello del saiyayín grande.
—Te sugiero que guardes silencio, a menos que quieras unirte a él —declaró Zabón con calma.
Trunks vio como Vegeta se volvía para enfrentar a Frízer de nuevo. La escena se desarrolló casi como en cámara lenta, observó con horror cómo Frízer levantaba un dedo y apuntaba directamente a su padre. De inmediato, una luz rojiza rodeó a Vegeta y cayó de rodillas, sus ojos se cerraron de dolor y se mordió el labio tan fuerte que se sacó sangre.
Frízer se rio por lo bajo.
— Ahora te haré gritar, mi pequeño mono… Después veremos cuantas ganas te quedan de ignorar mis órdenes.
Súbitamente, el tirano voló hacia Vegeta a una velocidad vertiginosa y lo golpeó con tanta fuerza en el estómago, que hizo salir sangre de la boca del saiyayín ni bien se estableció el contacto. Vegeta no había terminado de doblarse por completo aún, cuando Frízer le dio un brutal codazo en la espalda que obligó al príncipe a caer al suelo con tal ferocidad que el mármol se rompió por el impacto y el polvo inmediatamente se levantó. Vegeta soltó un fuerte grito de dolor, un grito que resonó a través de su hijo horrorizado. Los ojos azules del adolescente se llenaron de odio y lágrimas de frustración cuando vio que el cuerpo de su padre temblaba de pura agonía.
Trunks observó como Frízer agarraba la cola de Vegeta y la desenrollaba de su cintura mientras él intentaba en vano alejarse. Vegeta estaba jadeando por el dolor en su espalda, era incapaz de controlar sus piernas lo suficiente después del golpe recibido como para hacer que cooperaran con su inútil intento de escape. El adolescente vio que Frízer llevaba su otra mano hasta la cola y él instintivamente gritó:
—¡No lo haga!
Frízer estaba a punto de romper la cola cuando miró sorprendido a Trunks y le sonrió.
—Mira, Vegeta, tu mascota está preocupada por ti. ¿Él no lo sabe todavía? Me perteneces, mi dulce monito saiyayín —dijo con puro y escalofriante placer. Con una mano, el alienígena acarició lenta y suavemente la cola desde la punta hasta la base y apretó su agarre allí mientras Vegeta intentaba alcanzarla en vano para quitársela.
Trunks volvió la cabeza y cerró los ojos con fuerza justo antes de escuchar a Vegeta soltar un grito desgarrador de absoluta agonía cuando Frízer rompió el hueso cerca a la base de su cola. El grito fue tan alto que pareció hacer eco en la habitación. Zabón y Dodoria se rieron mientras Trunks luchaba por mantener sus lágrimas a raya.
Sé que superará esto, Frízer no lo mata, sé que lo supera, lo supera... se repetía el adolescente a sí mismo sin abrir los ojos y tratando de bloquear los horribles sonidos que sus oídos registraban. Los gritos de su padre llenaron la habitación, cada uno era peor que el anterior. Y a través de todo, podía escuchar a Frízer riendo como si estuviera teniendo el momento más divertido de su vida. Oyó que la piedra y el mármol se rompían por lo que le pareció una eternidad al adolescente. De pronto sintió que la mano áspera de Dodoria agarraba su cabello y giraba su cabeza hacia el frente.
—Mira, muchacho —le ordenó Dodoria antes de reír—. Mira a tu amado príncipe recibir lo que se merece. —Trunks se negó a abrir los ojos, aunque su cuerpo temblaba de rabia y apretaba los dientes. Su único consuelo era que el tirano no tenía la intención de matar a su padre, pero incluso eso no era sino un fragmento de restricción que estaba peligrosamente cerca de romperse. Si abría los ojos, perdería el control y los mataría a todos. Lo sabía, podía sentirlo.
Frízer miró al saiyayín que se hallaba boca abajo entre una pila de mármol roto, luego se inclinó, lo agarró por el cabello para alzar su cabeza del suelo y lo forzó a arquear la espalda. Ahora el saiyayín estaba casi inconsciente, su visión se desvanecía y regresaba mientras se atragantaba con su propia sangre, pero instintivamente levantó una mano débil hacia la de Frízer. El tirano solo se echó a reír y la apartó. Iba a darle al príncipe un último golpe por precaución cuando una luz parpadeó en la pantalla roja de su rastreador.
Frízer giró la cabeza con curiosidad, sus ojos se posaron en Trunks. La expresión de su rostro se oscureció y soltó a Vegeta que, sin mayor ceremonia, cayó de nuevo entre los escombros. El saiyayín tosió seco y escupió sangre mientras se deslizaba dentro y fuera de la conciencia por la brutal paliza. Frízer se enderezó y se cruzó de brazos, miró a Trunks y se olvidó por completo de lo estuvo haciendo.
—Qué interesante —dijo el tirano con diversión, por detrás, su cola se movía de un lado al otro como señal de que estaba intrigado—. En verdad eres poderoso para tu edad, muchacho —comentó Frízer esbozando una sonrisa—. Dime, ¿Vegeta sabe que eres más poderoso que él?
Trunks no dijo nada, solo luchaba por contener su odio para no hacer algo de lo que se arrepentiría. Frízer simplemente se rio de placer.
—Bueno, eso es muy interesante. Estoy deseando que se lo digas. No hay nada que me guste más que ver a dos monos montar un buen espectáculo para mí. Aunque tengo que decirte que yo apostaría por Vegeta. Vaya, vaya... —Frízer suspiró y miró alrededor de la habitación ahora dañada—, qué desastre he hecho aquí. Zabón, Dodoria —ordenó.
—Sí, señor —ambos respondieron al unísono.
—Tengo asuntos más importantes que atender. Vamos, dejemos que los monos se limpien entre ellos mismos.
—¿Debo ordenar que preparen un tanque de regeneración para Vegeta, Gran Frízer? —preguntó Zabón mientras soltaba a Nappa.
—No —contestó el tirano que ya caminaba lentamente hacia las puertas—. Que sea mañana. Quiero que recuerde esta lección por el resto del día para asegurarme de que no vuelva a cometer errores.
Trunks dejó que su cuerpo se relajara solo un poco, supo que la tortura al fin había terminado, porque Dodoria lo soltó. Nappa ya estaba arrodillado al lado de Vegeta cuando Trunks se levantó de prisa para ir a verlo. Se le vino el mundo abajo al llegar a su padre.
Vegeta estaba recostado boca abajo en medio de una pila de mármol partido, era claro que había sido arrojado —y parcialmente atravesó— el piso. Su rastreador verde aplastado se ubicaba a pocos metros de distancia. Los espasmos de su cuerpo eran casi imperceptibles, sangre salía de su nariz rota y de su boca. Su uniforme estaba deshecho, la mitad de sus hombreras se veían completamente destrozadas, había sangre en su cabello y en todo su uniforme. Su cola, que Trunks solo vio envuelta alrededor de su cintura, caía recta de un modo torpe como si alguien le hubiera dado una descarga. Estaba jadeando, le palpitaban los ojos y tenía un brazo cerca de sus costillas cuando Trunks se arrodilló lentamente al otro lado de él, frente a Nappa. El adolescente sintió ganas de vomitar al ver a su padre así.
Trunks colocó con mucha suavidad una mano sobre el hombro de su padre antes de escuchar un gruñido. Levantó la vista hacia Nappa, que lo miraba furioso.
—Nos mentiste acerca de tu poder, muchacho —dijo enojado Nappa—. ¿Sabes lo que hará Vegeta cuando se entere?
—Nappa —respondió Trunks—, no tenemos que decírselo.
—No le voy a mentir —replicó Nappa indignado—. Nunca antes le he mentido a Vegeta y no voy a empezar ahora por un canalla como tú. ¡Ahora quita tus sucias manos del príncipe, rata mestiza!
—Mira, no estoy diciendo que le vayamos a mentir —discutió Trunks desesperado tratando de convencer al hombre—. No estás mintiendo si simplemente... omites la verdad.
—¿Por qué no debería decirle? —preguntó Nappa, sus ojos examinaron la cola dañada de Vegeta. El saiyayín grande sintió escalofríos, su propia cola se apretó por instinto alrededor de su cintura.
—Porque estoy del lado de ustedes y puedo ayudarlos. Mantengamos esto entre nosotros —insistió Trunks, sus ojos azules prácticamente le rogaban a Nappa ahora. Sí, era muy consciente de lo que pasaría si Vegeta descubría que otro saiyayín era más fuerte que él, a juzgar por la infame rivalidad de su padre con Gokú que su madre le había contado una vez. Y con él siendo un saiyayín mestizo, eso solo empeoraría las cosas.
Ambos miraron hacia abajo cuando Vegeta gimió de dolor. El príncipe cerró los ojos con fuerza antes de toser flema llena de sangre. Nappa colocó suavemente una mano reconfortante en la espalda del saiyayín y miró de nuevo a Trunks con dudas.
—Lo juro, no los traicionaré —dijo el adolescente con absoluta convicción en su voz—. Además, me superará pronto de todos modos —agregó, había empezado a sudar ahora. Estaba agradecido de no haber dejado que sus emociones se apoderaran de él por completo, pero había permitió que su ki aumentara demasiado.
Nappa simplemente gruñó antes de murmurar:
—Solo ayúdame con él.
Trunks asintió y dejó escapar un suspiro de alivio. Juntos, con mucha cautela, pusieron a Vegeta de lado. El príncipe gimió, pero no se resistió cuando Trunks y Nappa finalmente lo levantaron de la mejor manera posible para no causarle más dolor. Nappa agarraba el borde de la armadura sobre los hombros de Vegeta y dejó que la cabeza y el cuello del príncipe descansaran contra su propia armadura. Trunks lo cargaba por debajo de las rodillas y le sostenía las piernas apoyándolas contra su costado. Así sacaron su cuerpo inerte, teniendo cuidado de no dejar que su cola lesionada tocara el suelo. Nappa caminaba hacia atrás con la cabeza girada sobre su hombro mientras los guiaba por el camino correcto hacia sus habitaciones. Trunks no podía apartar los ojos del rostro magullado, ensangrentado e inconsciente de su padre; la única vez que había visto algo peor fue cuando halló el cuerpo destrozado de Gohan yaciendo bajo la lluvia.
Caminaron en silencio, ignorando las risas disimuladas a su alrededor. Después de un rato, el rostro de Vegeta se retorció en una mueca dolorosa.
—Pa… —comenzó a decir Trunks antes de tragar saliva. Nappa lo miró un poco confundido—. Este, parece lejos —repuso.
—Sí, pero ya casi llegamos. Nuestras habitaciones son las más alejadas —le aseguró Nappa, sin sentir la ansiedad del adolescente por su casi error. Trunks miró a Vegeta que se estaba despertando. Sintió como intentaba débilmente mover las piernas contra él mientras sus ojos parpadeaban.
—Nappa, se está recobrando —dijo Trunks. Nappa se detuvo y miró a Vegeta, que de hecho volvía en sí. El príncipe abrió un ojo con mucho esfuerzo, había comenzado a hincharse.
—Bájenme… idiotas —siseó Vegeta furioso y jadeó mientras hacía una mueca de dolor. Parpadeó debido a la sangre que corría por sus ojos y los cerró. Nappa y Trunks hicieron contacto visual y el primero le hizo un gesto de asentimiento con la cabeza al adolescente para que obedeciera. Trunks se mordió el labio y, vacilando, bajó las piernas de Vegeta al piso. Nappa lo agarró por la armadura y sujetó al príncipe hasta que se paró, Vegeta se apoyó completamente agotado contra el saiyayín más alto.
—Vegeta, si caminas la cola te dolerá —le aseguró Nappa, sabía que sus palabras caerían en oídos sordos. Vegeta tomó unas pocas respiraciones temblorosas antes de empujar a Nappa para alejarlo. El príncipe se dejó caer sobre una rodilla, apoyó una mano en la pared junto a él y la otra se dirigió a sus costillas. Trunks no pudo soportarlo más y agarró el brazo que su padre estaba usando para apoyarse contra la pared.
—Necesita ayuda —dijo Trunks con unos ojos azules llenos de preocupación. No vio a Nappa negando con la cabeza—. Deje que lo ayudemos —añadió el adolescente con un tono de urgencia. El príncipe soltó un gruñido y dejó que Trunks lo ayudara a levantarse. Tan pronto como Vegeta recuperó el equilibrio y se sintió levemente estable, gruñó y le dio a Trunks un codazo tan fuerte en la cara que derribó su rastreador. Trunks no lo vio venir en absoluto, cayó y se agarró la nariz de la que ahora salía sangre a borbotones.
—No… necesito… ayuda, im… im… imbécil. —Vegeta se ahogó con tanto odio que empezó a jadear. Favoreciendo a su lado izquierdo, comenzó a cojear y a alejarse por sus propios medios usando su otro antebrazo para limpiar la sangre de su cara. Trunks se incorporó, hizo una mueca de dolor al sostener su nariz y Nappa negó con la cabeza.
—Intenté advertirte, muchacho —le recordó Nappa. Negó con la cabeza de nuevo antes de ofrecerle la mano a Trunks. El adolescente lo miró sorprendido, pero la aceptó. Nappa lo ayudó a levantarse sin ningún esfuerzo.
—Gracias —dijo Trunks con sinceridad.
—De nada, solo no olvides lo que dijiste —murmuró Nappa apretando la mano de Trunks con más fuerza de la necesaria. El adolescente asintió y ambos volvieron su atención a Vegeta, que solo había avanzado unos pocos metros. Trunks se detuvo un instante para recoger su rastreador y se lo volvió a poner.
Él se limpió la sangre del rostro y junto a Nappa, siguió de cerca a su padre que caminaba con una extremada lentitud. Vegeta estaba empapado de sudor y sangre, su cuerpo aún temblaba por el dolor, pero se negó a vocalizarlo más de lo que ya lo había hecho. Cada pocos pasos, el príncipe se detenía y se acercaba a la pared para estabilizarse y no caer. Trunks observó lo difícil que era para él respirar y mucho menos caminar. Sintió que su pecho se llenaba de admiración por la fenomenal fuerza de voluntad de su padre.
—No puedes permitirte elegir cuál de sus órdenes vas a seguir, Vegeta —dijo Nappa en voz baja—. Un día agotarás su paciencia y te matará.
Vegeta soltó una risa amarga antes de caer sobre una rodilla. Hizo una mueca de dolor cuando los temblores atormentaron su cuerpo y comenzó a sudar frío. Llevó una mano temblorosa hacia atrás y tocó con cautela su espalda a unos centímetros de su cola. Siseó de dolor y retiró la mano, el temblor en esta ahora había empeorado. Trunks también hizo una mueca de dolor, quería ayudarlo.
—No… no lo hará —resopló finalmente Vegeta, que tenía un ojo cerrado por el dolor—. Yo… lo divierto.
—Sí, lo divierte molerlo a palos —lo interrumpió Trunks mientras Vegeta se levantaba. Él continuó cojeando muy despacio, su mano derecha se arrastraba por la pared.
—Lo… necesito. —Vegeta exhaló con dificultad antes de estallar repentinamente en una carcajada llena de locura irrestricta. La risa resonó en el aire hasta que de pronto cayó sobre una rodilla y vomitó. Era sobre todo sangre, los temblores empeoraron. Trunks hizo una mueca de horror e intentó tocarle el hombro, pero Nappa tomó su mano antes de que pudiera hacerlo. El saiyayín grande negó con la cabeza en advertencia. Trunks lo miró con frustración antes de mirar a su padre que se estaba levantando poco a poco.
—¿Está loco? ¡Mírese! —siseó el adolescente—. ¿Cómo podría necesitar este dolor?
Vegeta gruñó enojado y Nappa decidió intervenir mientras miraba intencionalmente a Trunks.
—Los saiyayíns se hacen más fuertes cuando se recuperan de una pelea. Una vez que Vegeta se cure, será más poderoso.
—Sí —dijo Vegeta mientras continuaba cojeando por el pasillo. Podía ver la puerta de su habitación ahora. Tan cerca, apenas un poco más—. Solo… importa… el poder —jadeó.
Los ojos de Trunks se ampliaron al darse cuenta.
—Usted hace esto a propósito para...
Vegeta solo le dio una sonrisa de dolor por encima de su hombro.
—No… pero… haré lo…lo que haga… falta, muchacho.
—¿Lo que haga falta? ¿De qué está hablando? —preguntó Trunks exasperado, odiando el dolor en el que estaba su padre—. ¿Qué puede valer tanto?
—Ven… vengar a… nu… nuestro… pu… pueblo —jadeó Vegeta lleno de dolor, finalmente puso una mano en un escáner sin notar que el anonadado adolescente se hallaba detrás de él. Trunks sacudió la cabeza con absoluta incredulidad, consideró que su padre estaba oficialmente loco cuando se abrió la puerta.
Vegeta entró dando unos pasos temblorosos y, una vez que escuchó que la puerta se cerraba detrás de Nappa y de Trunks, sus ojos se pusieron en blanco y terminó por desplomarse completamente agotado. Sin embargo, Raditz estuvo en un instante allí y atrapó al príncipe antes de que cayera al suelo, él lo observó con confusión, pero sin sorpresa. Su mandíbula claramente había sanado, miró a Nappa ignorando a Trunks.
—¿Y ahora qué le dijo a Frízer?
—Para mi sorpresa, no mucho —respondió Nappa mientras pasaba a Trunks para agarrar a Vegeta por debajo de las piernas. Los dos saiyayíns lo cargaron y lo pusieron suavemente boca abajo en un catre de la habitación. Vegeta gimió un poco, pero no se movió de donde lo dejaron, Trunks sintió nauseas.
—Tú... ¿quieres decir que esto sucede a menudo? —preguntó en voz baja.
Raditz se burló y miró al adolescente por encima del hombro con desdén.
—Sí. Debiste ser tú quien esté así, no Vegeta —recalcó con odio.
Trunks miró hacia otro lado incómodo, sus ojos rápidamente revisaron la habitación. No había mucho que ver. Era pequeña y oscura con una exigua luz en la esquina. Tenía tres catres sin contar en el que Vegeta estaba acostado y eso era todo. No había almohadas ni sábanas, solo losas blancas. La de Vegeta era la más cercana a la puerta y supuso que la siguiente era la de Nappa, ya que el hombre grande se sentó en ella soltando un profundo suspiro. El catre no cedió bajo su peso, parecía que bien podría haber estado sentado en una mesa.
—Frízer ha estado golpeándonos así por años, muchacho —dijo Nappa con amargura mientras se sacaba su rastreador—. Vegeta es quien siempre se lleva lo peor. Solía recibir este tipo de palizas al menos una vez al día cuando era un niño porque decía muchos improperios. Le tomó a Frízer mucho, “mucho” tiempo imponérsele... —El saiyayín dejó que sus palabras se desvanecieran y frunció el ceño profundamente.
—¿Cuánto tiempo han estado viviendo aquí? —preguntó Trunks mientras miraba a su padre con ansiedad. La cola del príncipe aún colgaba de un modo torpe y su respiración era áspera, la sangre seguía corriendo por su rostro y su cuerpo. Trunks se acercó y vio manchas de sangre viejas y descoloridas en el piso cerca del "catre" en el que su padre descansaba. Sangre fresca goteaba de los dedos de su brazo derecho, el cual se hallaba justo al filo del catre. Las viejas manchas de sangre en el piso estaban siendo cubiertas con otras nuevas. Trunks apretó los puños al ver a su padre así, se sentía tentado a quedarse el tiempo suficiente para ver la futura batalla de Gokú contra Frízer en Namekusei y ser él quien lo matara con sus propias manos. Tan pronto como Gokú hiciera su ascensión, la vida del tirano tendría poca utilidad.
—Demasiado —contestó Raditz parado frente a Vegeta, él estudiaba sus heridas con unos ojos intensos, luego cruzó los brazos sobre su pecho—. Desde que Vegeta era un niño pequeño.
—Esto es una locura —dijo Trunks sacudiendo la cabeza con absoluta incredulidad. Lentamente se agachó para sentarse y apoyó la cabeza contra la puerta—. Esto es, yo... —Su voz fue desapareciendo mientras sacudía la cabeza casi con desesperación.
—Esto no es nada, mestizo. —Raditz miró a Trunks con amargura—. Vegeta prefiere una paliza física en comparación a otras cosas que Frízer es capaz de hacer, déjame decirte. Él ni siquiera lo lastimó tanto como normalmente hace.
—Sí... aunque es mejor que te mantengas fuera de su camino mañana después de que se cure en el tanque de regeneración —dijo Nappa con una risa disimulada mientras comenzaba a desabrochar sus botas—. Va a matar a cualquier cosa que se mueva, incluyéndote a ti.
—¿Dijo ese anormal cuándo es nuestra próxima misión? —preguntó Raditz mirando de nuevo a Vegeta por un momento, luego caminó hacia el catre al lado de Nappa e ignoró a Trunks mientras lo hacía. El adolescente ni siquiera se dio cuenta, estaba con la cabeza baja observando el piso y su cabello caía sobre sus ojos.
—Zabón nos lo dirá mañana. Otra misión de purga será perfecta para Vegeta —bromeó Nappa mientras se quitaba la armadura. Raditz se acostó en su catre y cruzó los brazos detrás de su nuca. Poco después, Trunks frunció el ceño y finalmente alzó la cabeza confundido.
—¿Cuál es ese pequeño problema del que Frízer hablaba? —preguntó con curiosidad.
Nappa y Raditz se miraron antes de que ambos voltearan a verlo.
—Tenemos un enemigo que nos está haciendo la vida de cuadritos. Su problema no es con Frízer ni con sus otros soldados. Solo nos quieren a nosotros cuatro —le explicó Raditz.
—Nos quieren ver muertos, querrás decir. —Se burló Nappa.
—Sí, nos quieren muertos... especialmente a Vegeta. Odian a los saiyayíns y somos los únicos que quedan —gruñó Raditz fastidiado ante las correcciones de Nappa—. Kakaroto todavía está vivo y lo más probable es que aún se encuentre en el planeta al que fue enviado. Él podría ayudarnos —argumentó.
—Ya olvídate de eso, Raditz —le pidió Nappa—. Estás volviendo loco a Vegeta con eso de Kakaroto. ¿Quieres que te rompa la mandíbula de nuevo?
—Solo digo que siempre ayuda otro par de manos —respondió Raditz.
—Ya las tenemos, encontramos a este muchacho. —Nappa se rio disimuladamente y señaló a Trunks con la barbilla—. De todos modos, no hay forma de que Vegeta pida ayuda con esto. De por sí se niega a pensar que son un problema, así que no hemos lidiado con ellos todavía. Por eso Frízer estaba tan enojado.
—¿Quiénes son? —preguntó Trunks mirando a su padre por el rabillo del ojo cuando un escalofrío recorrió el cuerpo del saiyayín. Vegeta tosió fuerte, sangre salió de su boca mientras gemía. Trunks entrecerró los ojos con preocupación y comenzó a levantarse—. Oye, ¿no deberíamos hacer algo por él? —sugirió.
—No, a menos que quieras que Vegeta te mate —contestó Raditz con una sonrisa de superioridad—. Yo digo que lo hagas. Vive peligrosamente, muchacho.
Nappa se echó a reír cuando Trunks les lanzó una mirada asesina a los dos antes de ver a su padre. Muy a regañadientes, el adolescente se apartó de él y se dirigió hacia el último catre al otro extremo de la habitación. Se sentó allí y sintió como si se hubiera sentado en una piedra.
—No me han dicho quién es este nuevo enemigo —dijo finalmente Trunks mientras comenzaba a quitarse la armadura.
—¿Quién dijo que es un nuevo enemigo? —preguntó Nappa con amargura. Trunks pareció confundido por el comentario e iba a indagar más cuando Raditz levantó la mano y chasqueó los dedos. La luz se apagó de inmediato.
—Basta de hablar, muchacho —gruñó Raditz, su impaciencia era clara—. Si despertamos a Vegeta con nuestro parloteo, él se enojará y me gustaría que pasaran unos días antes de que me rompa otra parte del cuerpo.
Nappa se rio entre dientes en la oscuridad.
—No te preocupes, muchacho, lo descubrirás muy pronto.
Trunks se sentó en silencio, podía oír como las respiraciones de los saiyayíns comenzaban poco a poco a emparejarse. Después de un tiempo, uno de ellos empezó a roncar y fue seguido pronto por el otro, el sueño les llegaba fácilmente. A través de los ronquidos, Trunks podía escuchar a su padre respirar con dificultad y, cada tanto, toser de forma violenta. Oír su dolor mantuvo a Trunks despierto durante lo que le parecieron horas, la dura piedra en la que se había acostado tampoco ayudaba.
Y yo que creí que mi vida era difícil... pensó Trunks lleno de culpa, suspiró y finalmente cerró los ojos.
Por fortuna, el sueño no estaba tan lejos como había imaginado.