Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Punto sin retorno ❯ Atrapado ( Chapter 5 )
Punto sin retorno
Capítulo cinco
Atrapado
Un repentino impacto que produjo un estallido de dolor en su estómago, sacó a Trunks de su sueño. El adolescente jadeó y se giró hacia un lado, el cuerpo le dolía por la miserable excusa de catre en el que durmió. Se agarró el estómago, parpadeó con los ojos nublados y miró de un lado al otro de la habitación poco iluminada mientras se preguntaba qué demonios lo había golpeado.
Ni bien vio a un hombre alto con una armadura saiyayín, obtuvo la respuesta.
—Buenos días, cariño —dijo Raditz y se rio disimuladamente cuando Trunks le lanzó una mirada fulminante—. ¿Qué? ¿No te gustó mi servicio de despertador?
—¿Cómo pueden dormir en estas cosas? —preguntó el adolescente tirando de su cuerpo para poder sentarse. Hizo una mueca de sufrimiento por sus músculos adoloridos—. Son muy duros.
—Ahora eres un soldado del ejército de Frízer, mestizo. Ponte un par de bolas y actúa como uno —se burló el saiyayín.
Trunks se limitó a fruncirle el ceño mientras se sentaba al borde de su catre. Se estiró, levantó su armadura desechada en el suelo, la llevó a su regazo y suspiró. Había dormido con su malla y sus botas puestas, solo se sacó el rastreador, la armadura y los guantes. Los dos últimos estaban manchados con la sangre de Vegeta por haber ayudado a cargarlo. El recordatorio de esa paliza le produjo nauseas. Una sensación de suciedad lo embargó y eso lo hizo desear ducharse.
Miró con timidez a Raditz.
—Supongo que no hay un lugar donde pueda bañarme aquí, ¿verdad?
—Mira, esto no es un cuento de hadas y tú no eres una princesita. Si no tenías las agallas, debiste pensarlo más antes de alistarte, muchacho —dijo Raditz enojado y cruzó los brazos sobre su pecho. Trunks solo atinó a fruncir el ceño y levantó la armadura, luego la pasó por la cabeza, se la acomodó y alcanzó sus guantes—. Ahora, si has terminado de quejarte, necesitamos que lleves a Vegeta hasta un tanque de regeneración. Nappa y yo tenemos que ir a informarnos con Zabón sobre nuestra próxima misión.
Trunks lo miró sorprendido, se puso los guantes a toda prisa y agarró su rastreador. Se paró y se colocó el aparato de exploración rojo sobre el ojo izquierdo mientras pasaba a Radditz. Efectivamente, Vegeta todavía seguía acostado donde lo dejaron la noche anterior. El adolescente había pensado que con seguridad ya se estaría recuperando para cuando se despertara. Sus ojos azules escudriñaron rápidamente la habitación en busca de Nappa, pero el saiyayín no estaba a la vista. Él le lanzó a Raditz una mirada asesina.
—¡No puedo creerlo! ¿Por qué no lo han llevado todavía? —preguntó furioso antes de ir a ver a su padre.
—Oh, deja de lloriquear, mocoso —le respondió Raditz poniendo los ojos en blanco—. Zabón acaba de dar el visto bueno.
Trunks estudió a Vegeta con preocupación. La piel de su padre lucía pálida y sudorosa, además tiritaba. Su nariz hinchada y torcida torpemente era de un rojo oscuro. Estaba cubierto con sangre seca y, él se dio cuenta con espanto, de que todavía había una gota de sangre fresca bajando por su rostro, era claro que salía de su cuero cabelludo. Puso una suave mano sobre el hombro herido y suspiró en voz baja. Vegeta abrió un poco un ojo inyectado de sangre cuando sintió el contacto, la visión de ese ojo se hizo borrosa, pese a eso, levantó una mano para tratar de alejarlo. Raditz se echó a reír al ver el movimiento. En respuesta, Trunks lo miró furioso por encima del hombro.
—No subestimes a Vegeta, muchacho. Incluso como está, te dará una paliza. Como sea, llévalo rápido. Mientras más dolor sienta, más se lo querrá causar a otro una vez que esté mejor —dijo Raditz soltando una risa desagradable—. Ahora solo gira a la izquierda, es la segunda puerta a la derecha. Alguien de allí sabrá qué hacer.
Trunks no dijo nada cuando notó que Raditz se iba. Cerró los ojos, respiró hondo al oír que la puerta se cerraba e hizo una mueca de dolor. El olor de la sangre de Vegeta le producía nauseas. Se tomó un momento para recuperar su resolución antes de abrir los ojos y lo miró. Parecía que el saiyayín apenas había sobrevivido a un espantoso accidente automovilístico.
En realidad, un accidente automovilístico sería una misericordia en comparación con esto, pensó Trunks mientras agarraba con delicadeza el brazo de Vegeta. Su otra mano lo tomó por el costado y, tan suavemente como pudo, lo sacó del catre. Vegeta gimió e hizo una mueca de dolor cuando Trunks lo paró. El adolescente colocó uno de los brazos heridos sobre su propio hombro y con una mano lo sujetó de la cintura para estabilizarlo, teniendo cuidado de no lastimar más su cola. Vegeta se recostó contra él, el cuerpo le temblaba, era prácticamente peso muerto, pero a pesar de que casi se hallaba inconsciente, todavía tuvo la fuerza para caminar despacio, lo que impresionó a su hijo.
El príncipe levantó un poco la cabeza cuando escuchó que la puerta se abría para que salieran de la habitación. Gruñó, su voz se oyó adolorida y ronca.
—Mu… muchacho... no... no necesito...
—Sí, lo sé, no necesita ayuda —lo interrumpió Trunks usando un tono amable y esbozó una pequeña sonrisa—. Solo me estoy asegurando de que camine en la dirección correcta.
Vegeta giró la cabeza para verlo con curiosidad y murmuró en voz baja. El adolescente se sintió aliviado de que la discusión que anticipaba nunca se produjera.
Finalmente llegaron al lugar. Dio las gracias al cielo cuando la puerta se abrió de forma automática y entró con su padre a paso lento. Mientras echaba una mirada a su alrededor, un alienígena morado que llevaba una armadura negra y un rastreador verde se acercó a él con interés.
—Así que tú eres el chico nuevo del que todos hablan —comentó el alienígena atrayendo la atención de Trunks. El adolescente le frunció el ceño, su color le recordó la masacre que presenció cuando se unió a los saiyayíns por primera vez.
—Supongo que sí —respondió en un tono reservado.
—No te pareces a ningún saiyayín que haya visto —dijo el alienígena con una risita antes de mirar a Vegeta que parpadeaba lentamente y luchaba por mantener la cabeza en alto—. Aunque pensándolo bien, al menos te ves mejor que él —añadió en son de burla.
Vegeta gruñó.
—Vete a... la mierda... Cui... —Él se atragantó antes de toser. Hizo una mueca de dolor y se inclinó más hacia Trunks, sus temblores se agravaron.
—¿Puedes ayudarlo? —preguntó el adolescente con impaciencia.
—Sí, sí —Cui se oía aburrido, puso los ojos en blanco antes de estudiar a Vegeta más de cerca. Lo miró por detrás y soltó un silbido cuando vio su cola—. Hombre, ¡apuesto a que eso dolió! Muy bien, la parte inferior de la malla y las botas pueden quedarse. Si intentamos quitársela con su cola así, seguro le dará un síncope y después Frízer pedirá mi cabeza. La parte superior se va, cuanto más piel quede expuesta, más rápido se curará y más rápido dejaré de ver su cara fea —Él se rio.
Trunks frunció el ceño, pero condujo a su padre hacia un tanque en el centro de la habitación que tenía el vidrio frontal levantado, luego miró con ojos cautelosos como Cui presionaba algunos botones en el panel de control.
—¿Lo pondremos allí?
—Bueno, supongo que no tenemos que hacerlo si prefieres que se muera. Yo no lo extrañaré —contestó el alienígena, acto seguido, se volvió hacia ellos, agarró el otro brazo de Vegeta y lo arrastró mucho más rápido que Trunks, haciendo que el príncipe gimiera de dolor. El adolescente apretó los dientes, pero no dijo nada mientras juntos lo sentaban en la cámara del tanque.
Vegeta siseó cuando Cui le quitó la armadura sin ninguna delicadeza. Él comenzó a toser de nuevo escupiendo sangre en el proceso. Trunks miró a Cui, que le devolvió la mirada y soltó una risita.
—¿Qué pasa, muchacho? ¿Nunca viste a alguien tan guapo como yo?
—¿Podría tener cuidado? Él no está en buen estado —dijo Trunks con una voz enojada. Vegeta abrió un poco su ojo bueno para mirarlo con un indicio de desconcierto. Cui soltó unas carcajadas y negó con la cabeza.
—Encontraste a uno bueno, Vegeta —exclamó y siguió riendo. El adolescente solo lo miró con una expresión huraña, pero decidió que apurarse no era algo malo si eso le traería alivio a Vegeta más rápido.
Le quitó uno de los guantes rotos y llenos de sangre, luego iba a hacer lo mismo con el otro cuando se dio cuenta de que su padre tenía el puño apretado. Quiso ver su rostro magullado, pero el saiyayín inclinaba la cabeza hacia adelante, su ojo bueno estaba cerrado y solo se enfocaba en respirar. Trunks entrecerró los ojos, bajó la mirada y vio que agarraba algo. Al percatarse de eso trató de separarle los dedos con mucha suavidad, encontró poca resistencia.
Cogió el artículo rápidamente y lo metió en la parte superior de su uniforme, debajo de su armadura donde guardaba el antídoto de Gokú y la cápsula de la máquina del tiempo, sin preocuparse en ver lo que era. Lo hizo antes de que Cui lo notara, después le quitó sin ningún esfuerzo el otro guante ensangrentado y retrocedió para que el alienígena le arrancara la parte superior del uniforme azul de combate empapado de sangre y desgarrado. Trunks palideció en el momento en que vio los desagradables hematomas que cubrían el cuerpo de Vegeta, en particular su lado izquierdo. Sus costillas parecían que iban a ceder con cada respiración temblorosa que tomaba. El adolescente suspirando, cruzó los brazos cuando Cui le puso una máscara de oxígeno a su padre y lo conectó a una máquina con la finalidad de obtener lecturas.
—¿Cuánto va a durar esto? —preguntó Trunks al ver que Cui salía para presionar algunas teclas en el panel.
—Eh, no mucho, ya que Vegeta se recupera más rápido que la mayoría porque está acostumbrado a las palizas de Frízer, o quizás simplemente pierda la paciencia y perfore el tanque con una explosión para salir. —Cui se rio mientras la máquina cobraba vida. El adolescente avanzó unos pasos, sus ojos azules mostraban curiosidad al ver que el líquido comenzaba a subir dentro del tanque—. El temperamento de este saiyayín es legendario por estos lares.
—Apuesto a que sí —dijo Trunks en voz baja. Se quedó mirando a su padre por un rato antes de volverse hacia Cui. Titubeó por un segundo, pero decidió que valía la pena intentarlo—. Oye, eh... —Cui levantó la vista de las lecturas que estaba recibiendo de Vegeta y le dio a Trunks una mirada molesta, pese a eso, el adolescente se obligó a continuar—. Este rastreador está fallando. Me preguntaba si sabrías dónde puedo encontrar algunas herramientas para repararlo.
—Solo consigue uno nuevo —le indicó el alienígena mirándolo como si fuera un idiota—. Los saiyayíns son unos estúpidos, absolutamente todos —murmuró por lo bajo mientras volvía su atención a las lecturas.
Trunks frunció el ceño, ya que pensaba que esto no iba a ninguna parte. Le echó un vistazo a su padre, pero él se veía bien. De hecho, la tensión había dejado su cuerpo ahora que estaba completamente sumergido en el fluido del tanque y sus temblores al fin habían disminuido. El adolescente dudó por un momento, no confiaba del todo en el alienígena púrpura que tenía en frente, pero luego recordó que mencionó algo sobre como Frízer se molestaría si algo le pasaba a Vegeta. Trunks no entendió eso ni un poco, ya que Frízer era el responsable de que él estuviera tan herido, pese a eso, tampoco lo cuestionó.
Se dio la vuelta y salió de la habitación. Respiró hondo y estaba comenzando a pensar a dónde demonios podría ir para encontrar algunas herramientas cuando recordó lo que había tomado de la mano de Vegeta. Asegurándose de que no hubiera nadie vigilándolo, lo sacó y lo examinó con curiosidad.
Sostenía lo que parecía ser un pequeño trozo de metal roto del pectoral de una armadura. Era irregular y de aproximadamente unos cuantos centímetros de longitud, el color lucía amarillento por el paso de los años, aunque el material seguía siendo tan fuerte como siempre. Trunks lo miró con interés, se preguntaba por qué su padre agarraba lo que parecía ser basura para él y donde rayos lo habría estado escondiendo. Lo limpió de la sangre que lo cubría, le dio la vuelta y sus ojos se ampliaron.
Había un diseño intrincado color rojo en el trozo de metal que reconoció al instante. Metió la mano debajo de su armadura y sacó la cadena que su madre le dio poco después de la muerte de Gohan. Levantó el dije de acero al final de la cadena y sostuvo los dos objetos uno al lado del otro. El diseño grabado en su dije coincidía con el grabado pintado de rojo en la pequeña pieza rota...
—Pensé que tal vez te gustaría tener esto, Trunks.
—¿Qué es?
—Este es un dije con el escudo de armas de la Familia Real de tu padre. Eres el hijo de Vegeta, un príncipe por derecho propio, si alguien merece tener esto, eres tú.
El niño de trece años tomó la cadena con el dije grabado en sus manos como si fuera de porcelana. No tenía nada de su padre, excepto su sangre y sus rasgos. Era como si de repente hubiera tropezado con el tesoro más grande del mundo y lo cuidaría como si lo fuese.
—Wow... ¿esto era realmente de mi padre?
Bulma esbozó una sonrisa de dolor.
—¿La cadena? No exactamente. La mandé hacer para él, pero bueno... nunca tuve la oportunidad de dársela...
—Ya veo —dijo con suavidad mientras sostenía la cadena con una expresión de admiración—. El escudo de la Familia Real... —añadió impresionado.
—Ahora es tuyo.
Trunks miró los dos objetos un momento más antes de que el pánico lo golpeara. Se dio cuenta de que Vegeta notaría que el trozo roto ya no estaba en su poder. Volvió a ponerse la cadena debajo del uniforme y pensó en lo que debía hacer ahora. Decidió guardar primero el trozo de metal y luego buscaría las herramientas. El adolescente corrió a la habitación que los saiyayíns compartían y frunció el ceño cuando vio el escáner para ingresar.
Maldita sea, pensó. Sin saber qué más hacer, decidió intentarlo y pasó la mano por el escáner.
Para su sorpresa, la puerta se abrió.
Trunks se dirigió inmediatamente al catre donde había estado su padre e hizo una mueca de asco. Se llevó una mano a la boca y se tapó la nariz, la sensación de náusea regresaba con fuerza por el olor de la sangre. Conteniendo las arcadas, miró el pequeño pedazo de armadura que su padre había guardado quién sabía cuántos años. Lo dejó en el suelo, metido en un rincón. Si Vegeta preguntaba, pensó que podía decir que se le escapó de la mano en el lapso de tiempo en el que lo ayudó a pararse para ir al tanque de regeneración.
Trunks se volvía con la intensión de irse cuando casi choca con Nappa. Asustado, se sentó en el catre de Vegeta. Nappa le dirigió una mirada sospechosa.
—¿Interrumpí algo, muchacho?
—No —respondió Trunks de inmediato, maldiciendo que el saiyayín entrara en un mal momento.
—¿Llevaste a Vegeta al tanque de regeneración?
—Sí, un tipo llamado Cui se encargó de él.
Nappa resopló.
—Ese condenado cara de pescado habla demasiado. Vegeta va a matarlo un día —Trunks solo asintió mientras reflexionaba en silencio si debía o no preguntarle a Nappa dónde podría encontrar algunas herramientas—. Bueno, solo quería ver si tenías hambre y querrías comer algo, muchacho. —Casi en el momento justo, el estómago de Trunks gruñó. Nappa sonrió cuando el adolescente se sonrojó de vergüenza—. Supongo que eso es un claro sí, ¿eh?
—Bueno, en realidad tienes razón —comenzó a decir Trunks mientras se sacaba su rastreador rojo y luego lo miró—. Creo que hay algo raro con esta máquina. ¿Sabes dónde puedo encontrar algunas herramientas para arreglarlo?
Nappa miró el rastreador y después al adolescente como si estuviera loco.
—Solo consigue uno nuevo, muchacho. Y yo que pensé que eras inteligente —Se rio.
Trunks suspiró derrotado. Estaba resolviendo buscar las herramientas por su cuenta cuando de repente advirtió que si tenían un gran suministro de rastreadores, podrían tener algo en ese almacén que pudiera usar. Miró a Nappa.
—¿Dónde puedo conseguir un nuevo rastreador?
—¿Vegeta no te llevó a la sala de equipos para que te cambiaras? Hay rastreadores allí.
—Genial —dijo Trunks levantándose. Estaba bastante seguro de que recordaba dónde se hallaba el lugar. Nappa frunció el ceño mientras lo observaba.
—¿No quieres comer, muchacho? Probablemente no comamos durante días una vez que comience nuestra nueva misión, que será tan pronto como Vegeta esté curado y listo para partir.
—Oh —respondió Trunks al darse cuenta de lo que decía—. Bueno, supongo que podría comer cuando Vegeta lo haga.
Nappa se rio a carcajadas al oírlo, luego se giró y se dirigió hacia la puerta.
—Si te gustan los cuerpos ensangrentados en trozos, seguro. Haz lo que quieras, la dieta de Vegeta te vendrá bien. —Trunks palideció un poco ante sus palabras y lo miró fijamente.
Él negó con la cabeza, estaba bastante seguro de que nadie comería cuerpos ensangrentados en trozos de forma voluntaria. Nappa debía de estar gastándole una broma. Aun así, vaciló por un momento; ahora que Nappa había mencionado el tema de la comida, su hambre se hizo de pronto abrumador. Estaba debatiendo qué hacer cuando advirtió de que si iban al comedor, seguramente habría algunos utensilios allí. Tal vez podría tomar uno y convertirlo en una especie de herramienta que le fuera útil.
Una fracción de segundo después, salió tras del saiyayín.
Nappa se rio por lo bajo cuando el adolescente comenzó a caminar a su lado. Trunks lo miró un tanto avergonzado.
—Creo que tengo algo de hambre.
—Bueno, tienes sangre saiyayín —rio Nappa y Trunks esbozó una pequeña sonrisa.
—Sí, claro —dijo mirando a su alrededor a todos los que estaban pasando. Caminaron en silencio por un rato y luego miró a Nappa—. ¿Siempre es así?
—¿Así cómo?
—Solo... no sé... —Trunks luchó por encontrar las palabras para transmitir la intensa y mortal atmósfera de la base. Con todos vistiendo rastreadores y armaduras, tenía una increíble sensación militar que nunca había experimentado. Se dio cuenta de que Raditz no estaba bromeando cuando llamó a esto un ejército—. Es como si todos aquí quisieran matar.
Nappa resopló.
—No te preocupes, muchacho, te acostumbrarás.
—¿Cuánto tiempo te llevó acostumbrarte? —preguntó Trunks con curiosidad.
—Yo era un comandante del ejército saiyayín. Esto no es nada nuevo... aunque el trato podría ser mucho mejor —comentó en un tono amargo—. Bueno, ya llegamos.
Trunks miró la habitación a la que Nappa lo llevó. Lo primero en lo que pensó fue que parecía un enorme comedor de estilo militar. Había mesas viejas y sucias por todo el lugar llenas con soldados de diferentes formas, tamaños y razas, todos ellos estaban sentados y comían a un ritmo casi frenético. Él hizo una pequeña mueca de asco mientras seguía a Nappa. Las mesas habían sido servidas con algo que aparentaba ser comida y todos los soldados se alimentaban con sus propias manos.
Nappa lo llevó a una mesa más pequeña donde Raditz ya estaba sentado en una especie de banco desgastado. Nappa se sentó al lado de su compañero de armas y le sonrió burlonamente a Trunks.
—Mete la mano en la comida, muchacho. —Él se rio.
Trunks miró la comida servida en la mesa e intentó ocultar su asco sin éxito mientras trataba de no vomitar. No se veía apetitosa en lo más mínimo. Parecía que un caballo había sido sacrificado, despellejado, cortado y luego dejado en la mesa durante una semana. Encima de la carne de aspecto extraño se extendía una capa de baba gris que lucía más como algo salido del laboratorio de su madre que como algo que debería ser comido. Había un objeto que parecía una enorme hogaza cuadrada de pan al lado de la carne repugnante y Trunks estaba agradecido de ver algo un poco familiar. En el extremo más alejado de la mesa descansaba un gran cubo. A juzgar por las otras mesas y los otros soldados, eso era lo que tenían para beber. Desafortunadamente, no había platos, servilletas ni tazas de ningún tipo.
Y lo peor de todo, ni siquiera tenía cubiertos que pudiera usar.
Se sentó en silencio frente a los saiyayíns que comían usando solo sus manos como si fuera un buffet libre. Trunks decidió que era mejor que respirara por la boca mientras se quitaba los guantes blancos para ponerlos en su regazo. Luego alcanzó una pequeña porción de la carne y la arrancó, contuvo una arcada cuando vio que goteaba algo que se parecía mucho a la sangre.
El adolescente se lo llevó cautelosamente a la boca, pero su sentido del olfato protestó de forma violenta antes de poder acercarlo y terminó dejándolo sobre la mesa. Suspiró decepcionado al ver como Raditz y Nappa devoraban la miserable comida. Raditz solo se rio de él con la boca llena de carne sanguinolenta.
—El muchacho es una maldita mujer disfrazada —dijo en son de burla—. Ni siquiera puede comer como un verdadero hombre.
Nappa se rio, luego arrancó un enorme trozo de carne y arremetió contra esta. Trunks se estremeció del asco, pero cuando miró el pan, estiró la mano con el fin de sacar un trozo, solo para descubrir, para su consternación, que la cosa era tan dura como una roca.
—Hey, muchacho —exclamó Nappa sobresaltando al adolescente, ya que dejó caer su puño sobre el pan y lo rompió en pedazos. El saiyayín tomó un trozo y se lo metió en la boca, crujió como si fuera una papa frita. Trunks solo dio un lento asentimiento de gratitud al mismo tiempo que tomaba un pequeño trozo. Se lo llevó a la boca y trató de comerlo, bien podría haber estado masticando un ladrillo.
Pese a eso, se obligó a masticar mientras miraba alrededor de la mesa. Para su sorpresa, se dio cuenta de que enterrado bajo un pedazo de carne de aspecto podrido había un pequeño trozo hueso. Sus ojos se dispararon hacia los saiyayíns sentados frente a él, pero con la montaña de comida entre ellos y sus apetitos voraces, apenas le prestaban atención. Trunks alcanzó el trozo de hueso y con una presión de sus dedos, lo rompió. Poco después lo levantó con mucho cuidado para estudiarlo, era pequeño y afilado, justo lo que necesitaba.
Dejó el pan duro sobre la mesa y miró a su alrededor para asegurarse de que nadie lo observara. Luego sacó la cápsula de la máquina del tiempo, cerró la mano con que la sostenía en un puño y la descansó en la mesa mientras miraba comer a los saiyayíns. El adolescente agarró el pequeño trozo de pan que había estado comiendo con su mano libre y continuó masticándolo.
Raditz tomó el cubo de la mesa, lo levantó y bebió directamente de él, el líquido discurrió por los lados de su boca y sobre su armadura. Trunks frunció el ceño ante la exhibición, pero no dijo nada cuando vio que dejaba caer el cubo sobre la mesa. El saiyayín notó que el adolescente lo miraba y le dio una sonrisa de satisfacción.
—Refrescante —dijo con una risita. Trunks siguió comiendo en silencio y perdió la noción del tiempo.
—Entonces, ¿qué crees que Vegeta pensará de nuestra misión? —preguntó Nappa con la boca llena de comida.
—No lo sé, pero será mejor que ustedes dos piensen en algo —respondió Raditz. Trunks bajó los ojos a su puño, sabía que sospecharían si se levantaba y se iba. Silenciosamente se preguntó qué hacer mientras Raditz continuaba—. El primer planeta no será un problema, en cambio el segundo, bueno, escuché algo sobre ese planeta, Liyana. —añadió—. No será presa fácil.
—Eso es seguro. Puede que tengamos que esperar hasta que podamos convertirnos en ózarus para acabar con él.
Raditz resopló.
—Nappa, sé que son fuertes, pero seamos honestos, no hay planeta que represente una gran amenaza para nosotros.
—¿Liyana?, ¿estás bromeando? Los Liyans son guerreros muy respetados. No bajarán la cabeza y morirán como los monstruos de Dariya. No será una purga típica, tendremos que diseñar una estrategia —dijo Nappa y le hizo un gesto a Raditz con el fin de que le pase el balde para que pudiera beber.
—Esto es demasiado —exclamó Raditz molesto mientras extendía el brazo para agarrar el cubo con una mano. Prácticamente se lo arrojó a Nappa en la cara al entregárselo sin cuidado alguno y Trunks notó con repulsión que el líquido salpicó sobre el cubo y sobre la "comida" que estaban consumiendo—. Esa sola misión nos dará demasiado trabajo. Luego, además de eso, tenemos que purgar otro planeta y lidiar con nuestros amigos favoritos en el universo que nos persiguen a cada oportunidad que se les presenta, todo dentro de la fecha límite que nos dio Zabón. Diablos, hombre —gruñó frustrado—. Hay idiotas que se sientan por aquí sin hacer nada durante todo el día y Frízer nos asigna toda esta mierda.
Trunks estaba tratando de arreglar su cápsula de la máquina del tiempo debajo de la mesa, ya casi metía con éxito el pequeño hueso en el tornillo que lo mantenía unido. Se sentía agradecido de que los saiyayíns prácticamente lo ignoraran, sin embargo, los escuchaba con atención. Sus ojos se alzaron debido a la curiosidad, no pudo evitarlo, quería saber.
—¿Quiénes son esos enemigos de los que tanto hablan?
—Es una flotilla de desplazados —contestó Nappa—, dirigidos por un hombre llamado Ares. Él es para ellos lo que Vegeta es para nosotros.
—¿Quién es él? —preguntó Trunks dejando el hueso y la cápsula de la máquina del tiempo en el banco, justo a su costado. Cogió otro pedazo de pan. Estaba dañando sus dientes, aun así, necesitaba algo en su estómago.
Nappa se llevó un gran trozo de carne a la boca y arrancó una buena parte con los dientes. Masticó con brusquedad e impaciencia, se veía enojado. Trunks miró a Raditz, pero él estaba bebiendo del cubo de nuevo. Finalmente, Nappa tragó la carne y usó su antebrazo para limpiarse la boca de un modo grosero.
—Ares es el líder de los tsufurus supervivientes.
—¿Quienes?
Raditz se rio disimuladamente.
—El enano ni siquiera conoce su propia historia, qué triste.
Nappa solo puso los ojos en blanco y miró a Trunks.
—Los tsufurus y los saiyayíns una vez libraron una gran guerra por el planeta Vegetasei. Los saiyayíns ganaron cuando se transformaron en ózarus…
—¿Cuándo se transformaron en qué?
—Ah, claro, él no tiene cola —dijo Raditz burlándose—. Por supuesto que no sabe lo que eso significa.
—Ah, ¿te refieres a la transformación ante la luna? —preguntó Trunks recordando que Gohan le había contado eso. Al parecer, esa fue la única forma en que pudieron derrotar a Vegeta cuando llegó a la Tierra por primera vez.
—La transformación ante la luna —repitió Nappa desestimándolo—. Mestizo, no conoces el poder ózaru ni la conexión que tenemos los saiyayíns con ese poder, ¡así que no hables como si lo supieras! —gruñó con una furia repentina que sorprendió a Trunks.
—Está bien, está bien —respondió el adolescente para calmarlo.
—Como iba diciendo —continuó Nappa con impaciencia—, los saiyayíns, nuestros ancestros, se transformaron en ózarus y derrotaron a los tsufurus. Exterminaron a su patética raza... o eso creían. Nuestros ancestros no lo sabían en ese momento, pero algunos de ellos estaban en el espacio cuando ocurrió la batalla final. Han estado esperando vengarse por generaciones. Como solo había un puñado de ellos, no pudieron hacer nada contra el poderoso imperio saiyayín que crearon los ancestros de Vegeta.
—Ya veo —dijo Trunks lentamente y asintió en señal de comprender lo que decía, estaba cautivado por aprender más sobre su linaje y su pueblo.
—Luego nuestro planeta Vegetasei fue destruido y eso les encantó a los supervivientes tsufurus. Los pequeños imbéciles pensaron que se había hecho justicia. No sabían que existían supervivientes saiyayíns... nosotros.
—Eso no te incluye, mestizo —intervino Raditz. Trunks se limitó a asentir en silencio mientras Raditz arrancaba otro pedazo de carne para metérselo en la boca.
—Nunca se habrían enterado de nosotros, pero nos enviaron a una misión hace muchos años, cuando Vegeta era un niño. Estábamos buscando... ¿qué estábamos buscando? —preguntó Nappa de repente y miró a Raditz, quien sonrió de un modo sarcástico.
—Estábamos buscando a un soldado que conspiraba contra Frízer. Frízer nos ordenó que lo encontráramos y lo matáramos, eso nos llevó directo a los tsufurus. Claro que no lo sabíamos en ese momento. Decidimos dejar que Vegeta tomara el mando en eso, aunque fuera solo un niño. Pensé que le haría bien y sí que lo hizo. No le tomó mucho tiempo llegar al fondo de las cosas para encontrar a ese tipo.
—¡Sí! Eso es verdad. Vegeta era impresionante incluso de niño... hizo que el tipo chillara antes de que le arrancara la cabeza, el muy bribonzuelo. —Nappa se rio, pero Trunks se tensó, le incomodaba muchísimo escuchar que su padre había estado acumulando un reguero de cadáveres desde que era pequeño.
—¿Cuantos años tenía? —Quiso saber Trunks.
—En ese momento tenía poco menos de un ciclo saiyayín.
—¿Vegeta era un bebé y ya mataba? —preguntó Trunks con total incredulidad, asumía que un ciclo saiyayín era el equivalente a un año.
—Por supuesto que no era un bebé, idiota. Tenía poco menos de un ciclo —contestó Raditz enojado. Trunks frunció el ceño, se dio cuenta de que, evidentemente, ellos no contaban los años de la misma manera que él.
—¿Qué edad tiene ahora?
—Cumplió los tres ciclos no hace mucho. Cuando lo hizo, nos tomamos la noche libre e hicimos una fiesta, muchacho. Déjame decirte que todo el maldito universo probablemente nos escuchó con esas mujeres —Raditz trató de disimular su risa y Nappa soltó una carcajada.
—¡Esas hembras fueron fantásticas! Nunca había tenido semejante revolcón. Lástima que Vegeta tomó a las hermosas para él... —dijo Nappa con un suspiro de decepción.
—Debimos dejarlas con vida después de follarlas. Es difícil conseguir perras tan hábiles en estos días—le aseguró Raditz con una sonrisa que envió escalofríos por la columna vertebral de Trunks. El adolescente ignoró las implicaciones de lo que ellos hicieron y tomó otra porción del pan que era tan duro como una roca.
—Entonces, ¿yo tengo alrededor de dos ciclos de edad? —preguntó con curiosidad, adivinando para ver si podía calcular sus edades.
Nappa se encogió de hombros.
—Sí, te ves como si tuvieras alrededor de dos. Aquel tiene cuatro, yo tengo cinco.
—Estas viejo. —Raditz se rio mientras Trunks juntaba la información. Él tenía dieciocho años, redondeando unos veinte; eso significaba que Vegeta tenía alrededor de treinta. Era su mejor conjetura con los datos que le habían dado, si su suposición de que un ciclo saiyayín equivalía a diez años era correcta. Miró a Raditz y a Nappa más de cerca y descubrió que ambos parecían de unos treinta también. Esa debía ser la cúspide de la juventud para ellos, la que sus cuerpos conservaban el mayor tiempo posible.
—¿Ares? —Trunks finalmente sugirió.
—Oh, sí, es cierto —dijo Nappa al recordar el tema principal—. En fin, Vegeta aniquiló a ese tipo y la noticia de que el príncipe de los saiyayíns seguía vivo llegó a Ares y a su padre. Han estado escondidos en las sombras todo este tiempo, dos ciclos completos, solo esperando. Nos han dejado hacer más y más enemigos. Ahora Ares es su nuevo líder, ha reclutado a nuestros enemigos y se están preparando para una guerra.
—Cientos de ellos preparándose justo debajo de nuestras narices —comentó Raditz a la vez que negaba con la cabeza—. La semana pasada, sabotearon nuestras vainas espaciales mientras estábamos en una misión de vigilancia para Frízer. Casi nos matan con gas venenoso. Apenas fuimos capaces de llegar a la base a tiempo y no pudimos terminar la otra misión que teníamos. Es por eso que Frízer estaba tan enojado.
—Espera un minuto, ¿cuánto tiempo es una semana para ustedes?
—Diez salidas del sol aquí en la base. Sigue así, muchacho.
—Hmm... ya veo. Los tsufurus, eh... —Trunks se dijo pensativamente.
—Son unas ratas —siseó Nappa—. Todos ellos se esconden en las sombras como unos cobardes. No pelean cara a cara como los verdaderos hombres.
—¿Vegeta no cree que sean un problema?
—Vegeta no cree que muchas cosas sean problemas —respondió Raditz con un toque de amargura en su voz—. Eso por lo general solo consigue que Frízer se encabrone.
Nappa gruñó.
—Maldito monstruo —dijo en voz baja. De pronto dio un fuerte puñetazo en la mesa haciendo que prácticamente toda la "comida" se levantara y cayera. Trunks frunció el ceño, volvió a comer su pan duro y analizó la nueva información. Abstraído, extendió el brazo para agarrar sus cosas a fin de poder esconderlas de nuevo bajo su uniforme.
Excepto que no sintió nada en el banco.
Intentando no mostrar pánico, miró hacia atrás, su ritmo cardiaco volvió a la normalidad cuando vio que la cápsula de la máquina del tiempo y el pequeño trozo de hueso simplemente se habían caído del borde del banco. Respiró hondo y decidió que era demasiado arriesgado. Tenía que guardarlo todo y ocuparse de eso más tarde. Tal vez ni bien abordara la vaina espacial y tuviera privacidad real.
Se estaba inclinando para recoger la cápsula luego de dejar sus guantes a un lado, cuando de pronto una bota blanca la aplastó y la hizo pedazos.
El adolescente sintió que la bota también le aplastó el corazón y se quedó sin aliento.
No te metas en problemas, Trunks...
Consternado, levantó la vista, sus ojos azules y afligidos se encontraron con los de su padre. La mirada de Vegeta era fría, oscura y vacía. Llevaba una armadura nueva y un rastreador verde, su cola ahora estaba firmemente sujeta alrededor de su cintura.
—¿Me extrañaste, muchacho? —preguntó Vegeta con un tono sin emoción y el rostro reservado.
Trunks no hallaba las palabras para responderle, estaba tan sorprendido y completamente abrumado por una sensación de temor y desesperación que nunca antes había sentido en toda su vida. Vegeta no le dio ni siquiera la oportunidad de intentar rehacer sus pensamientos, él solo gruñó y le lanzó un puñetazo tan fuerte en el rostro que de inmediato lo botó del asiento y lo tiró al piso, ocasionando que el rastreador de Trunks volara. Nappa ignoró la escena mientras Raditz se reía de un modo desagradable. Trunks se quedó en el piso haciendo una mueca de dolor por el golpe de su padre y tratando de mantener sus lágrimas a raya.
¿Cómo voy a ir a casa ahora? se preguntó horrorizado al pensar que su madre estaría sola con los androides. La desesperación que se apoderó de él parecía que iba a asfixiarlo mientras luchaba por respirar. La van a encontrar, la matarán y nunca me lo perdonaré... ¡cómo pude haber sido tan estúpido!
—Hmm. No sabía que golpeaba tan fuerte, es bueno saberlo —comentó Vegeta con interés, luego bajo la mano, agarró a Trunks por el cabello con fuerza y lo obligó a levantar la cabeza y a arquear la espalda como había hecho Frízer con él. Vegeta se puso de cuclillas frente a Trunks y miró sus ojos llorosos—. Así que piensas que eso fue doloroso, ¿verdad, muchacho? —continuó, pronunció la pregunta más como una declaración. Sus ojos eran aterradores; Trunks no podía ver casi ninguna señal de cordura allí. El adolescente, que tenía los sentidos aturdidos, se preguntó si Frízer había terminado de destruir la mente de su padre cuando Vegeta resopló—. Estas equivocado, no tienes ni puta idea de lo que es el dolor. —Él se inclinó hacia adelante para estar cara a cara con Trunks, sus ojos eran fríos como el hielo—. Pero la próxima vez que me avergüences en frente de Frízer y de sus lugartenientes, te lo juro, muchacho, te mostraré el verdadero significado de esa palabra cuando termine con tu miserable existencia y te envíe a la siguiente dimensión.
Vegeta lanzó la cabeza de Trunks hacia un lado, después se levantó y pasó por encima de él. Tiró los guantes del adolescente, se sentó en su lugar y buscó algo de comida. Raditz y Nappa no iniciaron ningún diálogo con él, no querían probar el temperamento volátil del príncipe. Vegeta luego comenzó a comer tranquilamente, con mucha más dignidad y refinamiento que sus compañeros saiyayíns.
Trunks no podía moverse de donde se encontraba, sus ojos estaban puestos en la cápsula aplastada a menos de medio metro de distancia. La miró por lo que pareció un tiempo muy largo antes de que Vegeta gruñera.
—Es una vergüenza que estés tirado en el suelo, muchacho. Levántate inmediatamente antes de que te obligue a quedarte allí de forma permanente.
Con el corazón hecho pedazos, Trunks tomó los restos de su cápsula. La sostuvo con el mismo cariño con el que una vez había sostenido la cadena que llevaba religiosamente y temblando, puso los restos debajo de su uniforme donde podría ser protegida por su armadura, ignorando la voz que le decía que era inútil. Se sentía tan destruido como la cápsula y la necesitaba cerca de él en este momento.
El adolescente se sentó entumecido junto a su padre con el rastreador puesto y se agarró las manos fuertemente debajo la mesa. Nappa y Raditz ya no comían, ambos esperaban a que Vegeta se llenara. Trunks sintió que apenas respiraba, solo miraba la carne sacrificada frente a él mientras desesperado se preguntaba qué iba a hacer ahora.
—Informe —ordenó Vegeta bruscamente después de tragar un bocado de carne con sangre.
—Dos planetas. Uno trivial e insignificante: Rithica. El otro podría ser un problema mayor: Liyana —contestó Raditz de forma mecánica.
Vegeta solo gruñó y miró a Nappa.
—Son una raza de guerreros como nosotros, aunque no tan buenos. ¿Qué tan serio es el problema? —dijo.
—No he analizado los informes actualizados todavía, pero los liyans tienen la reputación de ser unos guerreros que vale la pena tener en cuenta. Pensé que debía esperarte, vamos a necesitar una estrategia para enfrentarlos.
—¿Noticias sobre Ares? —preguntó Vegeta haciendo un gesto hacia el cubo en la mesa. Trunks lo agarró con unas manos temblorosas y se lo pasó a su padre. Vegeta se dio cuenta, sin embargo, no realizó ningún comentario mientras lo tomaba para beber de él. Lo hizo con mucha más educación que Nappa y Raditz.
—Ninguna, pasan desapercibidos.
Vegeta bajó el cubo a la mesa, lo contempló por un momento y luego se levantó.
—Muy bien, vamos entonces. Levántense y muévanse, "ahora" —ordenó con dureza fijando una mirada autoritaria en los tres.
—Sí, Vegeta —respondieron Raditz y Nappa mientras se levantaban. Ambos salieron en dirección a sus vainas espaciales, pero Trunks permaneció sentado. Vegeta volvió su mirada intensa hacia su hijo.
—¿Qué pasa, muchacho?, luces derrotado. ¿La vida de un saiyayín no es la gran aventura que esperabas? —preguntó usando un tono mortal y amenazador. Trunks palideció ante las palabras y bajó la mirada, el cabello le cayó en los ojos—. Deberías tener cuidado con lo que pides. Ahora mueve las piernas antes de que te las quite, ¿entendiste? —gruñó.
Trunks se levantó lentamente y siguió a Vegeta con la cabeza baja y los ojos llenos de lágrimas. Su único consuelo era que al menos conservaba el antídoto para la enfermedad del corazón de Gokú. Todavía podría hacer una diferencia. Sí, todavía podía salvar el destino de la Tierra en esta línea de tiempo.
Aun cuando ya no podía salvar el suyo.