Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Punto sin retorno ❯ Lecciones de supervivencia ( Chapter 6 )
Punto sin retorno
Capítulo seis
Lecciones de supervivencia
Tan pronto como la puerta de su vaina espacial se cerró, Trunks maldijo y frustrado, le dio un puñetazo a la pared lateral produciendo una abolladura. Se quitó el rastreador, lo dejó caer a sus pies y se frotó los ojos con dos de sus dedos. El estrés, la tensión y la atmósfera empezaban a afectarlo. Su estupidez, más que nada, lo roía mientras se regañaba una y otra vez por su impulsividad e impaciencia con la cápsula de la máquina del tiempo.
—¿Hay algún problema, mestizo? —dijo la voz de Raditz por el sistema de comunicación. Trunks se sobresaltó cuando lo oyó, había olvidado que podían escucharse entre sí sin ninguna dificultad.
—Eh, no, lo siento —respondió tímidamente mientras se quitaba el cabello de la frente. Su mano comenzó a temblar de forma involuntaria, él la miró con ojos preocupados y la apretó en un puño para que dejara de moverse. Empezó a sudar y se secó la frente con el antebrazo.
Sí, definitivamente estaba empezando a afectarle.
Las luces que parpadeaban en la consola llamaron su atención. Miró por la ventana de vidrio circular y pudo distinguir a Vegeta y a Nappa hablando parados cerca de sus vainas espaciales. O más bien, Nappa hablaba y Vegeta escuchaba atentamente con los brazos cruzados sobre su pecho. Como si sintiera que lo estaba observando, él de inmediato miró hacia la vaina espacial de Trunks. El adolescente se recostó al instante para ocultarse y observó los controles de su nave.
La ansiedad y la desesperación que sentía se desvanecieron cuando notó que allí mismo, en la punta de sus dedos, tenía el poder de cambiar su trayectoria. Si tan solo pudiera descubrir cómo establecer las coordenadas para la Tierra...
Sus ojos azules se estrecharon en señal de concentración mientras estudiaba los controles. Había varias luces, toneladas de interruptores y muy pocas cosas que tenían sentido para él. Trunks echó una ojeada por la ventana circular y solo logró ver que la vaina espacial de Nappa se cerraba. Vegeta, sin embargo, todavía seguía de pie en el mismo lugar.
Y lo estaba mirando fijamente.
Trunks se recostó de nuevo, el corazón le latía con fuerza. Miró los controles otra vez.
¿Intentaría establecer unas coordenadas que podrían fallar o acompañaría a su padre no solo a una, sino a dos misiones de purga?
¿Se atrevería?
Su mano volvió a temblar cuando la acercó a los controles. Frunció el ceño y apretó el puño con fuerza deseando que cesara el temblor. Parpadeó, ya que el sudor comenzó a correr por sus ojos y maldijo mentalmente mientras se lo limpiaba con la otra mano.
Se arriesgó y presionó un botón.
—Sistema de comunicación desactivado.
Trunks quedó sorprendido y miró a su alrededor, como si esperara que algo más sucediera. Nada pasó.
—¿Raditz? —preguntó con cautela. No obtuvo ninguna respuesta y lo intentó de nuevo—. ¿Nappa? ¿Están ahí, chicos?
No recibió ninguna comunicación. La mente de Trunks comenzó a pensar a toda prisa y al fin sintió un destello de esperanza. Si no podían escucharlo, entonces él podría intentar dar una orden verbal.
—¿Destino? —preguntó.
—Destino establecido: Rithica, galaxia número trece en el sector norte.
Sus ojos se ampliaron, ¡esa era la clave! Iba a comenzar a hablar para establecer un nuevo destino cuando fue presionado contra su asiento por el despegue de la vaina espacial a una aceleración habitual para esta. Apretó los dientes mientras se volvía a acostumbrar a la sensación. Ahora le temblaban las dos manos y las cerró con fuerza. Habría cuestionado su ansiedad más, pero estaba demasiado preocupado por la oportunidad potencial para escapar de la locura que era el mundo de su padre.
—Computadora, cambia el destino al planeta Tierra —ordenó el adolescente con una voz firme.
—Autorización para sobrescribir el destino denegada.
—¡Mierda! —gritó Trunks furioso y golpeó un puño contra su muslo. Luego descansó la cabeza en sus manos apoyando los codos en las rodillas, gimió y se llevó las manos al cabello, se quedó así por horas.
¿Qué debo hacer? Se preguntó desesperado. Él no podía participar activamente en esas purgas. Hacerlo lo convertiría en un monstruo como los androides de su tiempo... Trunks se negaba a herir a seres inocentes solo porque Frízer lo quería. El adolescente bajó las manos y se cubrió la cara con ellas.
Vegeta iba a ordenarle que lo hiciera, desobedecerlo sin duda alguna causaría serios problemas. Era o seguir las órdenes de su padre o estar preparado para luchar contra él, lo más probable hasta la muerte.
Volvió a gemir en sus manos. Su padre podría ser un bastardo frío y despiadado, pero no tenía corazón para hacerle daño.
¿Qué demonios iba a hacer?
—Destino establecido sobrescrito por Vegeta, soldado de tercer rango —dijo la computadora con una voz monótona, sorprendiendo a Trunks—. Actualizando coordenadas.
Trunks miró por la ventana y pudo ver dos vainas espaciales volando justo delante de la suya. Eso mitigó un poco su temor de que Vegeta solo hubiera cambiado el destino de su vaina. El adolescente suspiró y se concentró en lo que estaba viendo para dejar de pensar en lo que iba a hacer. Una vez más fue arrastrado por la inmensidad del universo. Era tan grande, tan interminable... tan vacío. En algún lugar allá afuera había un pequeño planeta azul con todo lo que amaba.
Hizo un juramento silencioso de que, sin importar como, iba a salvarlo.
Finalmente, horas más tarde, tuvieron un aterrizaje venturoso. Trunks respiró hondo cuando la puerta de su vaina espacial se abrió en un nuevo y extraño planeta. Había decidido que aceptaría la farsa de participar en las purgas, aunque no mataría a nadie. Cómo haría eso, no estaba muy seguro, pero valía la pena intentarlo.
Recogió su rastreador y salió al mismo tiempo que Raditz. Nappa y Vegeta ya se hallaban parados en el nuevo planeta, ambos revisaban los alrededores en silencio dándole la espalda. Vegeta miró por encima del hombro, sus ojos oscuros observaron el paisaje. Trunks vio las luces activadas y corriendo en el rastreador verde de su padre y se dio cuenta de que Nappa y Vegeta trataban de detectar cualquier señal de una posible amenaza. Miró a su alrededor, el planeta parecía ser en su mayor parte estéril con algo como arena, esta era negra. Luego miró hacia el cielo, pero no había la luz de ningún sol cercano, solo las estrellas los iluminaba. El aire nocturno era frío y penetraba hasta los huesos.
—Todo está despejado —dijo Nappa antes de dirigirse al saiyayín más bajo del grupo—. Vegeta, ¿qué pasa?, ¿por qué nos detuvimos en este planeta? —preguntó mientras Raditz y Trunks caminaban hacia ellos, los cuatro saiyayíns formaron un pequeño círculo. Vegeta no los veía, tenía la mirada perdida en el horizonte. Trunks se limpió el sudor de su frente mientras esperaban con calma la orden de Vegeta.
Finalmente, el príncipe se volvió hacia ellos. Cruzó los brazos sobre el pecho y comenzó a hablar en un tono casi paciente.
—No podemos realizar la misión que nos asignó Frízer hasta que nuestros rastreadores estén otra vez operativos. Paré aquí para encargarme de eso.
—¿Cómo, Vegeta? —preguntó Raditz con extrañeza.
—No te frías el cerebro tratando de entenderlo, Raditz —respondió el príncipe saiyayín mostrando una sonrisa de superioridad—. Ahora bien, tú y Nappa vayan y... relájense un rato. —Desvió la mirada hacia Trunks y de pronto su sonrisa se volvió siniestra. Trunks se movió incómodo cuando la vio—. Me llevaré al muchacho conmigo y nos encargaremos del problema.
—Oh, eso no es divertido, Vegeta, no hay nada que hacer por aquí —refunfuñó Nappa en un tono peligrosamente cercano a una queja mientras Raditz se echaba a reír.
—Vamos, grandulón, no me digas que ya te olvidaste de la taberna de Uvi en el extremo oeste de este planeta —dijo Raditz con una risita y golpeó a Nappa en la espalda.
—¡Oh, eso es cierto! —Nappa se echó a reír, sus ojos brillaban llenos de emoción—. Diablos, sí, ¡vamos ahora mismo!
Vegeta se rio y negó un poco la cabeza, a Trunks le recordaba a un padre divertido por las travesuras de sus hijos. El adolescente esbozó una pequeña sonrisa, su corazón se enterneció un poco al verlo.
—Que tontos son —dijo el príncipe con una clara diversión en su voz—. Vayan y pásenla bien, me escucharán cuando los rastreadores vuelvan a funcionar.
Raditz se echó a reír, Nappa soltó un grito de emoción y ambos se lanzaron al aire. Trunks los vio volar antes de volverse para mirar a su padre. Vegeta lo estaba observando, su oscura mirada era tan intensa como siempre. Trunks se limpió el sudor de la frente otra vez, se sentía extremadamente incómodo bajo su escrutinio.
—Entonces... ¿a dónde vamos? —preguntó el adolescente nervioso.
Vegeta lo estudió por unos momentos más y a Trunks le tomó toda su fuerza de voluntad no mirar hacia otro lado. Finalmente, el príncipe sonrió con suficiencia.
—Hay un individuo en este planeta que tiene la inteligencia y la habilidad para resetear el dispositivo de comunicación de nuestros rastreadores según mis especificaciones. Me debe un favor y así es como quiero que me lo pague. Es un... amigo —dijo el príncipe, su sonrisa se amplió.
De alguna manera, Trunks lo dudaba seriamente. Pese a eso, asintió.
—¿Dónde está?
—Por aquí —le indicó Vegeta haciendo un ademán con la cabeza. Trunks esperó a que Vegeta comenzara a volar primero para poder seguirlo, pero se sorprendió cuando él se dio la vuelta y empezó a caminar en la dirección que le había indicado.
—¿No volaremos? —preguntó Trunks apurándose un poco para ponerse al lado de su padre. Parpadeó ni bien el sudor bajó por sus ojos otra vez. Le pareció extraño considerando que el planeta era frío, se lo atribuyó al estrés. Volvió a limpiarse el sudor.
—Quiero disfrutar del paisaje, muchacho —dijo Vegeta en un tono que Trunks no pudo descifrar. El adolescente miró a su alrededor, no se veía nada más que interminables extensiones de arena negra. Tragó saliva y se preguntó si su padre no había perdido la razón por completo.
De repente, Vegeta le puso una mano en el hombro y lo empujó bruscamente hacia adelante.
—Quédate frente a mí, muchacho —gruñó—. Nunca se sabe qué criaturas pueden estar al acecho y tu ignorancia resulta escandalosa.
—Sí, señor —respondió Trunks al momento, ahora caminaba unos pasos por delante de él.
Las manos de Trunks comenzaron a temblar de nuevo debido al estrés. Estaba caminando en lo que parecía ser el medio de la nada en un planeta oscuro y frío con su padre justo detrás de él. Por alguna razón, no pudo evitar la sensación de estar caminando por la plancha de un barco pirata. Apretó los puños con fuerza para detener sus temblores, lo que hizo que Vegeta se riera.
—¿Qué pasa? No me digas que le tienes miedo a la oscuridad —dijo el príncipe. Sin ninguna razón en particular, su tono envió escalofríos por la columna vertebral de Trunks.
—No —contestó negando con la cabeza.
—Un verdadero saiyayín no le teme a nada, ni siquiera a la muerte —le informó Vegeta casi asumiendo un tono de sermón. Trunks sonrió un poco ante eso, imaginó que así era como probablemente le hablaría si supiera quién era en verdad.
Caminaron en silencio y con dificultad por la arena. Trunks se pasó una mano por su cabello ahora sudoroso, se sentía fatigado. Se preguntaba si se estaba enfermando. Para distraerse, decidió romper la monotonía e intentó entablar una conversación con Vegeta después de que avanzaron poco más de un kilómetro por el desierto oscuro.
—¿Así que los rastreadores también son dispositivos de comunicación?
—Los mejores de su clase —respondió el príncipe en un tono reservado.
—Entonces, ¿por qué necesitamos que alguien los arregle?
—Porque los desarmé y los desconecté. Incluso el tuyo lo está. Aunque es nuevo, no le activé el modo de intercomunicación.
Trunks frunció el ceño confundido.
—Pero por qué no solo activa…
—Suficiente, muchacho —lo interrumpió Vegeta bruscamente—. Ahora me toca a mí hacer las preguntas.
—Está bien... —contestó Trunks con una voz cautelosa tensándose ante la expectativa.
—¿Quieres que te enseñe las lecciones fundamentales que te ayudarán a sobrevivir en el universo?
—Sí, me gustaría mucho —le aseguró Trunks lleno de entusiasmo, se relajó y empezó a sentirse algo más cómodo. Con su padre caminando detrás de él, poco podía pasarle.
Vegeta se rio ante el entusiasmo del adolescente.
—Bien, lo primero que debes saber es que nunca se hace nada por otro sin obtener algo a cambio. No te enseñaré nada, muchacho, hasta que me digas cómo puedes suprimir tu nivel de poder.
—Oh, bueno, esa es una técnica muy simple —dijo Trunks con una sonrisa mientras miraba por encima del hombro a su padre. Vegeta solo levantó una ceja hacia él, sus ojos lo vigilaban. Trunks volvió a mirar hacia adelante y siguió caminando con dificultad—. Solo debes estar en sintonía con tu ki y concentrarte en él hasta que puedas controlarlo. Si puedes controlarlo, entonces puedes embotellarlo dentro de ti y nadie lo detectará.
—Una técnica simple, pero increíblemente útil —comentó Vegeta—. ¿Dónde la aprendiste?
Trunks frunció el ceño y miró un poco hacia abajo.
—Mi maestro me enseñó la técnica —contestó en voz baja.
—¿Por qué te pones melancólico, muchacho? Te enseñó bien, debe de estar orgulloso.
—Él murió hace algún tiempo —respondió Trunks con una mueca cuando un dolor familiar le apretó el corazón.
—Oye, no te preocupes —dijo Vegeta usando una voz sorprendentemente cariñosa y comprensiva—. Ahora yo cuidaré de ti... te lo prometo.
Trunks sonrió. Tal vez este era el lado bueno de Vegeta que su madre había visto. Sí, quizás esto no sería tan malo después de todo.
—Gracias —contestó con sinceridad.
Vegeta se rio entre dientes.
—Ni lo menciones. Ahora, allí te va otra pregunta.
—Hágala.
—Dime, mestizo... ¿realmente pensaste que Nappa no me diría que nos mentiste acerca de tu poder?
Trunks se detuvo poco a poco y se quedó sin aliento mientras las palabras de su padre resonaban en su mente.
Él lo sabía.
—¿Qué pasa?, ¿fue algo que dije? —La voz despreocupada de Vegeta preguntó detrás de él.
—Lo que sea que Nappa haya dicho, no es verdad —dijo Trunks tratando de no sonar desesperado a pesar de que prácticamente podía sentir la vehemencia de la rabia de su padre sobre su espalda—. Yo no…
Vegeta soltó un rugido de furia mientras agarraba a Trunks por el brazo y lo hacía girar. Antes de que el adolescente pudiera defenderse de forma adecuada, ya le había dado un violento puñetazo en la cara que lo noqueó y envió al rastreador por los aires. Trunks tosió, su cuerpo comenzó a temblar al mismo tiempo que la sangre le goteaba por la nariz. El adolescente parpadeó y sacudió la cabeza, se dio cuenta de que aquí sucedía algo raro. Se sentía exhausto, como si no tuviera nada de fuerza. Intentó levantarse poco a poco, pero le estaba tomando un esfuerzo extraordinario.
Entre tanto, Vegeta caminaba a su alrededor como un tiburón oliendo sangre.
—Nos mentiste acerca de tu verdadero poder. Convenientemente tropezaste con nosotros en una purga una semana después de que Ares fracasara en su intento de asesinarme a mí y mis hombres. Debes tomarme por un maldito idiota, muchacho.
Trunks levantó los ojos justo a tiempo para ver como Vegeta estampaba un pie con tal fuerza sobre su esternón que lo obligó a regresar al suelo. El adolescente gritó de dolor por el impacto, el violento golpe había roto la placa de su armadura. Él miró a su padre haciendo una mueca de dolor, pero los ojos de Vegeta eran fríos e intransigentes.
—Muestras mucha preocupación por mi bienestar. Muestras demasiado interés por los tsufurus como si trataras de averiguar qué pensamos de ellos. Luego tonteas con tu juguete tecnológico y casi lloras cuando lo destruí. ¿Qué era, muchacho? ¿Un dispositivo de espionaje de los tsufurus? —Lo miró con desprecio.
—¡NO! ¡Fue algo que me dio mi madre! —gritó Trunks por instinto, estaba horrorizado por la conclusión a la que había llegado su padre. Su plan de unirse a los saiyayíns se volvió en su contra. Desesperado, intentó reunir fuerzas para quitarse el pie del pecho, pero sus ojos se llenaron de pánico cuando se dio cuenta de que era inútil. Vegeta inclinó la cabeza con curiosidad mientras lo miraba, era claro que veía lo que trataba de hacer.
—Ah, sí, casi lo olvido. Deberías prestar más atención a lo que comes, muchacho —dijo y una sonrisa siniestra se extendió por su rostro.
—¿Usted... me envenenó...? —jadeó Trunks completamente incrédulo. Vegeta echó la cabeza hacia atrás y se rio en voz alta ante la acusación.
—Dame más crédito que ese, muchacho. No hay honor en envenenar a alguien. Es algo cobarde, ¿no estás de acuerdo?
Acto seguido, retiró su pie del pecho de Trunks y, con un rugido, estampó su bota en la muñeca de su hijo rompiéndola al instante. Soltó una risita cuando lo vio contener un grito, Trunks solo dejó escapar un siseo como muestra de su agonía mientras se agarraba el antebrazo. El adolescente levantó su mano y su muñeca con mucho cuidado, los dedos le temblaban incontrolablemente por el golpe. Apretó los dientes e intentó sentarse, solo para descubrir que no podía hacerlo.
Vegeta continuó caminando a su alrededor como un gato jugando con un ratón y se mojó los labios por adelantado, la diversión brillaba en sus ojos.
—Ese pan que comiste estaba cargado con un mineral que absorbió toda tu fuerza. Cuanto más fuerte eres, más intenso es el efecto. Frízer nos obligaba a consumirlo para enseñarnos a sobrevivir de la manera difícil. —Vegeta esbozó una sonrisa de satisfacción —. Mis hombres y yo, sin embargo, ahora nos hemos vuelto inmunes a eso. Le ordené a Nappa que te diera un poco para endurecerte y luego él me contó tu secretito. Tengo que decírtelo, muchacho, no me gustan los secretos.
Trunks se dio cuenta de todo y se quedó sin aliento. Vegeta había descubierto que él le estaba escondiendo su verdadero nivel de poder, lo había clasificado como una amenaza y lo llevó allí para ejecutarlo.
Y con su fuerza y su ki completamente agotados, no había nada que pudiera hacer para detenerlo.
—Te recogí, pedazo de mierda mestiza —gruñó Vegeta y colocó su bota justo en la garganta de su hijo. Trunks jadeó y tosió, trató de luchar contra su padre para que le quitara el pie—. Te di una armadura, respondí por ti frente a Frízer, por el amor de Dios, ¿Y ES ASÍ CÓMO ME LO PAGAS? —gritó—. ¡Burlandote de mí y trabajando para mi enemigo a mis espaldas!
Trunks estiró desesperadamente su mano buena hacia la pierna de su padre, su cara se volvió de un rojo brillante mientras luchaba por respirar. Cerró los ojos con fuerza y trató de transformarse en un super saiyayín como último recurso, pero no sirvió de nada. Estaba débil y no podía reunir la energía necesaria.
—Ofendes mi inteligencia, muchacho —dijo Vegeta en un tono frío y vacío. Él apretaba los puños a los costados y observaba al adolescente en la arena. Trunks lo miró con los ojos entrecerrados y con la mano en la bota de su padre. No conseguía moverla, bien podría ser un yunque de acero en su garganta—. Estás con los tsufurus y cada respiración que tomas es un insulto a mi honor como Príncipe de todos los Saiyayíns.
—¡No estoy con ellos! —jadeó Trunks arañando la pierna de su padre para que lo dejara ir. Su visión comenzaba a desvanecerse, estaba peligrosamente cerca de desmayarse.
—¡MENTIROSO! —rugió Vegeta lleno de furia. Quitó la bota de la garganta de Trunks haciendo que jadeara desesperado por aire para calmar sus pulmones. Él apenas tuvo la oportunidad de recuperar el aliento antes de que, sin compasión, Vegeta le pisara la muñeca rota. Trunks gritó tan fuerte que le dolieron los pulmones y las lágrimas acudieron a sus ojos.
Nunca se había sentido tan indefenso en toda su vida. Incluso los golpes de los androides tenían la misericordia de dejarlo inconsciente muy rápido. Su padre, por otro lado, trabajaba de manera diferente.
—¡ESTAS con ellos! —gruñó Vegeta—. ¡Estás aquí de infiltrado para mandarle información a nuestros enemigos, pedazo de BASURA! ¿Estabas esperando a que te diera la espalda para liberar tu verdadero poder y destruirme de una vez por todas, cobarde? ¿O el plan era llevarme de vuelta a Ares para que él hiciera el trabajo por sí mismo? ¿Era eso, muchacho?
—¡NO! ¡Yo estoy de su lado! ¡Lo juro! —gritó Trunks de nuevo. Ahora, su cabello lavanda se pegaba a su frente por el sudor mientras miraba hacia arriba a los ojos oscuros y despiadados de su padre—. ¡Estoy de tu lado!
Vegeta lo miró, su expresión no mostraba compasión por el dolor del adolescente que yacía parcialmente de lado agarrando su brazo herido. Trunks estaba siseando al exhalar como un intento desesperado de ocultarle su dolor a su padre. Incluso ahora, todavía quedaba una inexplicable pizca de deseo en su subconsciente por impresionarlo.
—Basta de mentiras, muchacho. Vamos directo al grano. Podemos hacerlo de la manera fácil o de la difícil, tú eliges.
La mirada de Vegeta se volvió mortal, levantó la palma de la mano derecha y la apuntó a la cara del adolescente. Los ojos de Trunks se ampliaron cuando esa mano comenzó a brillar.
—Dime dónde está Ares y haré que tu muerte sea rápida e indolora... Y dicen que no soy misericordioso —dijo Vegeta con una risa oscura y sin alegría.
Trunks gritó por instinto.
—¡NO ESTOY CON LOS TSUFURUS!
Vegeta chasqueó la lengua y sacudió la cabeza en señal de desaprobación.
—Respuesta equivocada —le aseguró, su voz se oía carente de emoción. Él cambió de mano y disparó.
Trunks gritó de agonía, rodó hacia un lado y se agarró el brazo en el que Vegeta acababa de disparar una ráfaga de ki a quemarropa. Era el mismo brazo con la muñeca destrozada. La ráfaga quemó rápidamente el material de su uniforme y llegó directo a la carne. El cuerpo de Trunks empezó a temblar y el sudor goteó de nuevo sobre sus ojos cuando su piel quedó en carne viva con los bordes ampollados, parecía pegamento seco que empezaba a pelarse. Se tragó el dolor y apretó los dientes, el olor de su propia carne quemada le produjo nauseas.
Con su bota y sin piedad, Vegeta pateó a Trunks en las costillas, lo que obligó al adolescente a darse la vuelta para estar de espaldas. Jadeó cuando Vegeta pisó su garganta otra vez.
—¿Te importaría cambiar tu respuesta ahora? —preguntó el príncipe saiyayín con una sonrisa burlona.
—No. —A Trunks le costó responder, ya que tenía dificultades para respirar y temblando, puso una mano en la bota de su padre que por fortuna no ejercía la misma presión de antes—. No estoy con ellos.
Vegeta lo miró por unos momentos antes de cerrar los ojos y suspiró.
—Pensé que podrías estar de nuestro lado el día en que derrotemos a Frízer. Me decepcionas, muchacho —dijo en un tono que casi parecía de arrepentimiento. Trunks lo miró sorprendido—. Tenías tanto potencial, qué lástima...
El príncipe levantó la mano para que su palma estuviera sobre el rostro de Trunks. El adolescente parpadeó cuando la mano de su padre comenzó a brillar nuevamente con un peligroso ki amarillo. Podía sentir que esta vez la energía que había reunido era letal, esta no iba a ser una ráfaga de advertencia. Sabía muy bien que no quedaría nada de su cabeza si disparaba.
Los labios de Vegeta se curvaron de nuevo en una sonrisa siniestra. Con la luz que emitía su mano, era una visión aterradora.
—Dale mis saludos a Frízer cuando se una a ti en la siguiente dimensión.
De pronto, el adolescente tuvo una idea más rápida que la velocidad de la luz. Por pura desesperación gritó:
—¡Mi padre le sirvió al suyo! ¡Era leal al rey, como yo a usted!
Los ojos de Vegeta lanzaron rayos al oír las palabras. Antes de que Trunks pudiera darse cuenta de su error, el príncipe le dio una patada justo en la cara. Trunks se desmayó por un breve momento, luego parpadeó con dificultad, aturdido por el golpe.
—Primero intentas hacerme quedar como un tonto y ahora metes a mi padre en esto. Realmente me estas cabreando, muchacho —gruñó Vegeta caminando a su alrededor otra vez, rabia ardía en sus ojos oscuros—. Iba a sacarte de tu miseria, pero ahora creo que disfrutaré despedazándote. Así que dime, ¿qué extremidad quieres que te arranque primero?
—No miento —replicó Trunks escupiendo sangre mientras su cuerpo temblaba en la arena. Levantó la cabeza aturdido, su visión borrosa volvió a él. Miró a su padre con los ojos entreabiertos—. Es la verdad... se lo… mostraré...
Vegeta soltó una risa estruendosa y se cruzó de brazos.
—Oh, muchacho, ¡me partes de la risa! Últimamente no he matado a nadie tan divertido como... como…
Su voz se desvaneció cuando volvió a mirar a Trunks. Entrecerró los ojos con curiosidad ante lo que el adolescente le entregaba con una mano temblorosa. Era una especie de cadena y, por un momento, Vegeta pensó que alcanzó a ver algo muy familiar en el dije que pendía de esta.
—¿Qué es esto? —siseó Vegeta arrebatando la cadena de la mano de Trunks. La examinó rápidamente y sus ojos se posaron en el dije. Al acercarlo más, sus ojos se ampliaron—Imposible —susurró. El diseño era uno que conocía muy bien.
—Es el escudo real —jadeó Trunks antes de volver a desplomarse en la arena por el agotamiento. Parpadeó y miró las estrellas agradecido por el breve aplazamiento de la paliza.
—¡Sé lo que es! —gritó Vegeta lanzándole una mirada asesina al adolescente—. Lo que quiero saber es, ¿cómo un pedazo de mierda como tú consiguió poner sus manos en esto? ¡RESPONDÉME AHORA, MUCHACHO! —Volvió a gritar. Acto seguido, clavó brutalmente su bota en el pecho de Trunks haciendo añicos la placa de su armadura y casi le rompió el esternón en el proceso. Trunks gritó de dolor y tosió sangre por el golpe, jadeó mientras miraba a Vegeta con los ojos nublados.
—Era de mi padre. —El adolescente soltó la respuesta enojado—. Mi madre me lo dio, me dijo que lo sirviera a usted si alguna vez lo conocía. Mi padre fue leal al rey.
Vegeta lo miró por un momento antes de volver a mirar al dije en su mano. Retiró el pie del pecho de su hijo mientras pasaba un pulgar por el escudo de la Familia Real de su padre y sus antepasados.
No es posible que este muchacho se haya hecho con el símbolo del escudo de mi familia por su cuenta, se dijo frunciendo el ceño. ¿Cómo, entonces, pudo adquirir esto?
Mil pensamientos invadían la mente de Vegeta. Nunca antes había visto al muchacho en su vida hasta ahora, por lo que su padre debió haber tenido algún contacto con el suyo, el rey Vegeta. Era evidente que el rey tuvo que haber confiado en ese soldado si se le permitió estar lo suficientemente cerca para ver el escudo de la Familia Real de los saiyayíns. Este era usado por el rey y por el príncipe en su armadura y solo en su armadura.
El muchacho no podía ser aliado de los tsufurus. El escudo se creó cuando el primer rey Vegeta fue coronado, justo después de que los saiyayíns reclamaran el planeta como propio. Los tsufurus ya se habían marchado para entonces.
¿Será verdad? Vegeta dirigió su dura mirada hacia Trunks y lo miró fijamente por un largo tiempo. Sus ojos oscuros escudriñaban, contemplaban. Volvió a mirar el dije. ¿Pudo el padre de este muchacho haber trabajado para el mío?
Trunks tomó una respiración temblorosa y aprovechó la distracción de Vegeta para meter su mano buena dentro de su armadura rota. Sus dedos palparon en torno y se sintió aliviado al descubrir que lo poco que quedaba del pectoral había servido para proteger el antídoto contra la enfermedad del corazón de Gokú.
Dejó que su mano descansara sobre su pecho cuando el príncipe volvió su mirada penetrante hacia él. Trunks lo miró con recelo, su cuerpo se tensó en espera de otro ataque y se preparó para ello.
Se miraron el uno al otro por un tiempo antes de que Vegeta finalmente gruñera. Miró el dije y con lentitud volvió a pasar el pulgar sobre el gravado.
—¿Me juras tu lealtad, muchacho, por el honor de tu padre? —le preguntó en voz baja. Trunks sintió que el alivio inundaba su cuerpo ante esas palabras y esbozó una pequeña sonrisa.
—Sí, moriría por usted —contestó con pura convicción, creía en cada palabra. Vegeta lo miró al momento levantando una ceja, un ligero desconcierto lo embargó ante esa respuesta. El príncipe buscó en los ojos azules del adolescente cualquier indicio de una mentira y se sorprendió sinceramente al no hallar ninguna.
Por último, asintió.
—Muy bien, tu padre le sirvió al mío y ahora tú puedes servirme. Quizás todavía pueda encontrarte algún uso, muchacho —dijo con una sonrisa de suficiencia.
Trunks se relajó en la arena, respiró pesadamente y en silencio le agradeció a su madre una y otra vez.
—Gracias —respondió, su voz se oía cansada.
—Cállate y levántate de inmediato antes de que cambie de opinión —le ordenó Vegeta. Él le lanzó la cadena y esta aterrizó en su pecho. Trunks llevó su mano buena hacia el pectoral destrozado y la agarró con fuerza en su puño. El príncipe se cruzó de brazos y con unos ojos fríos lo observó intentar levantarse poco a poco. Alzó una ceja en el momento en que el adolescente volvió a caer agarrando su brazo izquierdo con dolor.
Trunks se sentó en la arena y trató de recuperar el aliento. Estaba quitándose el sudor de los ojos otra vez cuando escuchó a Vegeta sisear de frustración.
—Tus heridas son todas triviales. Ahora levántate, muchacho, tenemos que ocuparnos de estos rastreadores —dijo en un tono áspero.
Trunks apretó los dientes y se obligó a levantarse mientras Vegeta lo observaba. El príncipe gruñó ni bien el adolescente estuvo de pie otra vez, luego se giró y comenzó a marcharse. Trunks lo miró, una mezcla de emociones lo inundó al ver que se alejaba. Cansado, levantó su brazo bueno y se limpió la cara. Escupió una bocanada de sangre antes de examinar su brazo izquierdo. El dolor de sus quemaduras había disminuido, pero las palpitaciones de su muñeca hinchada estiraba su guante. Suspiró, se puso la cadena y volvió a agradecerle a su madre en silencio.
Trunks apenas levantó la vista a tiempo para atrapar su rastreador rojo que volaba hacia su cara.
—Será mejor que vayas a mi ritmo, mocoso, o te dejaré atrás.
Con eso dicho, una brillante aura azul estalló alrededor de Vegeta creando un vórtice de arena negra. Una fracción de segundo después, el saiyayín de sangre pura despegó al aire y se alejó a gran velocidad.
Trunks gruñó, abruptamente tomó la decisión férrea de demostrarle su valía a su padre. Se había ganado —de un modo bastante doloroso— la confianza de Vegeta por el momento, pero se hallaba muy, muy lejos de lograr algo que se pareciera remotamente al respeto del orgulloso príncipe.
Un instante después, también se disparó al aire manteniendo su brazo izquierdo cerca de él y trató de alcanzarlo. Vegeta estaba volando bajo, a menos de dos metros del suelo, la arena era lanzada por los aires mientras volaba sobre ella. Trunks siguió su ejemplo, todavía se sentía agotado e incluso el acto de volar le era completamente agotador.
Permanecieron en silencio con Trunks ignorando las implicaciones muy reales de su condición física. Sin la carta de triunfo de su fuerza de super saiyayín, estaba a merced de su padre. El adolescente apretó los dientes cuando se dio cuenta de que ya no se encontraba en posición de desobedecer una orden directa de él. El saiyayín había sido "misericordioso" una vez y dudaba mucho que recibiera la misma amabilidad de nuevo.
Pasado de unos veinte minutos de vuelo, Vegeta descendió en la arena. Trunks siguió su ejemplo tratando de no mostrar cuán agotado estaba. El príncipe alcanzó su rastreador y lo activó mientras Trunks miraba a su alrededor. Se ubicaban frente a lo que parecía un pequeño pueblo de casitas humildes muy similares a cabañas. Frunció el ceño cuando Vegeta olfateó el aire y revisó su entorno con una mirada intensa antes de avanzar hacia una de las cabañas.
Trunks se acercó a él por detrás mientras lo veía golpear la puerta.
La puerta se abrió y un alienígena de piel azul apareció en la entrada poco iluminada. El sujeto tenía el cabello blanco, la piel envejecida y unos ojos dorados que mostraban muchos años. Llevaba una prenda blanca simple que realzaba el aura de sabiduría que Trunks percibía de él.
—Yilayen, tunisai Vejiita —saludó cortésmente en una lengua extranjera. Casi de inmediato, la traducción apareció en el rastreador de Trunks.
«Bienvenido, príncipe Vegeta».
Vegeta miró por encima de su hombro al adolescente y vio el rastreador iluminado que él usaba. Murmuró algo sobre los nuevos modelos extravagantes que hacían que los muchachos se volvieran perezosos en estos días, luego cruzó los brazos sobre su pecho y regresó su atención al asunto en cuestión. Asintió antes de responder en el idioma alienígena con la fluidez de un nativo. Trunks lo miró sorprendido, solo se mantenía al día con la conversación debido a su rastreador.
«Basta de bromas, viejo», dijo Vegeta con impaciencia, «sabes por qué he venido».
«Sí», respondió el alienígena apartándose lentamente, «por favor, pase».
Vegeta gruñó y entró con Trunks por detrás. El adolescente le dio al alienígena una dolorida sonrisa y un gesto de asentimiento. El alienígena le devolvió la sonrisa y al instante Trunks se sintió a gusto con él. Irradiaba calidez y amabilidad, dos cosas que no experimentaba desde que dejó su mundo para viajar en el tiempo. Parecía que el significado de una sonrisa era universal.
Había una pequeña fogata ardiendo en la esquina de la sala que no se salía de control, solo se consumía silenciosamente en llamas azules. No muy lejos del fuego se ubicaba una mesa baja de unos treinta centímetros de alto. Vegeta estaba siguiendo al alienígena hacia allí. El príncipe permaneció de pie mientras el alienígena se agachaba muy despacio para sentarse en el suelo frente a la mesa. Sobre esta, para sorpresa de Trunks, había una variedad de equipos técnicos muy avanzados que podían rivalizar con los de su madre.
Vegeta se quitó su rastreador verde y lo dejó caer sin ceremonias sobre la mesa.
«Necesito que reprogrames este rastreador para que Frízer no pueda fisgonear cuando me comunique con mis hombres», le ordenó con brusquedad. «Ahora está desconectado, así que no podrá rastrear nuestra conversación, pero lo necesito operativo lo antes posible».
«Sí, he estado preparando el chip que hará el trabajo», respondió el alienígena con amabilidad y paciencia. Cogió el rastreador de Vegeta y levantó una pequeña herramienta para comenzar a ajustarlo. Trunks la miró con un poco de amargura al recordar que estaba atrapado en este momento. Volvió los ojos hacia otro lado.
«Este no es el mismo rastreador que traje la última vez, aquel fue destruido. Este, sin embargo, es del mismo modelo que el anterior. ¿Puedes hacerlo, viejo?»
«No será un problema, príncipe Vegeta».
«Bien. También necesitaré que el de este muchacho tenga la misma capacidad».
«Es solo cuestión de sincronizar la frecuencia de su rastreador con el de usted, como hice con los demás. Solo uno de los rastreadores necesita el chip que he diseñado».
«Bien. Entonces ponte a trabajar, viejo».
Trunks leyó la conversación y se sorprendió genuinamente de la manera un tanto tranquila en la que Vegeta le hablaba al alienígena. A ojos vista, el alienígena era mayor y estaba seguro de que él podría aplastarlo con una mano si quería. Sin embargo, no había ningún rastro de la hostilidad característica de su padre al dirigirse al indefenso anciano.
Mmm, tal vez realmente sea su amigo, pensó mientras bajaba despacio y con cautela para sentarse en el piso cerca de la puerta. Respiró hondo y apoyó la cabeza contra la pared.
«También haz que tu compañera venga y atienda a este muchacho», le ordenó Vegeta mirando a Trunks por encima del hombro. El adolescente se sorprendió. «Sus heridas atraerán atención no deseada si no se tratan».
«Ella llegará dentro de poco, está visitando a una amiga», dijo el alienígena, él ya había desarmado el rastreador y estaba estudiando los circuitos con detenimiento.
Vegeta solo gruñó y caminó hacia el fuego que ardía en la esquina. Una vez allí, se sentó a su lado con un movimiento fluido, se cruzó de piernas y se apoyó contra la pared, luego cruzó los brazos, frunció el ceño y cerró los ojos.
Pasado unos momentos, siseó con impaciencia.
—¿Qué es lo que estás mirando, muchacho? —preguntó sorprendiendo a Trunks que de inmediato apartó la mirada.
—Este, nada. Es solo que no pensé que le importaran mis heridas...
Vegeta resopló como si eso fuera lo más absurdo que había escuchado.
—Esta es la primera lección de supervivencia que debes aprender, muchacho: no muestres tus debilidades. Si vas a estar a mi lado, entonces no puedes parecer un debilucho como lo haces ahora. Eso es todo lo que me importa.
—Gracias... supongo —contestó Trunks en voz baja.
—Te lo dije, soy un gran tipo —añadió Vegeta con una risita antes de pasar con fluidez a la lengua del alienígena.
«Dritrosai, dile a este muchacho lo genial que soy».
El amable alienígena azul sonrió mientras continuaba trabajando diligentemente.
«El príncipe Vegeta perdonó mi vida y la de mi pueblo a cambio de mis servicios tecnológicos. Es muy misericordioso».
—¿Oíste eso, muchacho? —preguntó Vegeta abriendo los ojos y mirando a Trunks con una sonrisa burlona—. Soy... misericordioso.
Trunks no respondió e ignoró la risa de su padre ante sus propias palabras, solo se limitó a mirar su muñeca rota. No podía mover ninguno de sus dedos en absoluto. Intentó quitarse el guante con cautela, pero apretó los dientes y cerró los ojos fuertemente cuando una ola de dolor se disparó por todo su brazo. Suspirando, apoyó la cabeza contra la pared, su agotamiento de pronto se hizo abrumador.
Algún tiempo después, el sonido del fuego ardiendo y la voz baja de su padre comenzaron a sacar a Trunks de su bruma. También había una voz femenina. Frunció el ceño, ya que no entendía lo que estaban hablando. Lentamente abrió los ojos con una considerable dificultad y vio a otro alienígena azul arrodillado frente a él. Entrecerró los ojos para tratar de ver con claridad, pero su visión era borrosa. Sacudió la cabeza y sus ojos empezaron a enfocarse. El alienígena azul era tan viejo como el que aún trabajaba en el rastreador de Vegeta, tenía el cabello grisáceo y unos ojos dorados suaves y amables. El físico era claramente femenino.
«Está bien, niño», dijo ella con suavidad. Trunks parpadeó, bajó la vista y vio que ya había vendado sus quemaduras. Acababa de quitarle el guante y ahora estaba atendiendo su muñeca dañada. Como no podía sentir nada, supuso que debía haberle dado alguna especie de anestésico. El adolescente se tocó el pecho, pero ya no le dolía, luego se llevó la mano a la cara y tocó algún tipo de vendaje justo al lado de su ojo. La hinchazón de sus labios y su nariz habían cedido casi por completo.
Trunks le sonrió a la alienígena en agradecimiento, ya que no sabía el idioma lo suficiente como para expresar su gratitud con palabras. Ella le devolvió la sonrisa.
«Su frecuencia de operación está completamente fuera del rango en el que por lo general operan los rastreadores de Frízer», explicaba el otro alienígena. Trunks levantó la vista y vio que su padre estaba sentado frente a la mesa revisando su rastreador reparado. «Ahora se hayan fuera de peligro».
Vegeta gruñó y se volvió para mirar a Trunks.
—Lánzame tu rastreador, muchacho. —Trunks hizo lo que le pidió y Vegeta lo atrapó con facilidad. Lo bajó a su nivel y presionó un botón antes de señalar algo sobre la mesa. El alienígena le entregó una pequeña herramienta y Trunks observó con asombro cómo Vegeta abría el rastreador sin ningún problema. Utilizó la herramienta para girar una rueda aquí y allá, luego le dio un golpe y lo cerró. Una vez terminado el proceso, se lo arrojó de vuelta a Trunks y se puso de pie.
Vegeta se colocó su rastreador verde reparado y lo activó, Trunks siguió su ejemplo. Después de un momento, el príncipe frunció el ceño y habló en un tono severo.
—Raditz, Nappa, respondan de inmediato, par de idiotas, si pueden oírme. —Trunks podía escuchar la voz de su padre a través de su propio rastreador.
—Aquí Nappa. —Una voz se rio.
—Raditz reportándose. ¿Están todos los demás fuera del aire?
—Veamos... Zabón, un día te voy a hacer pedazos y te dejaré pudriéndote —Vegeta pronunció las palabras con puro odio. No se oyó nada por un rato, luego sonrió satisfecho—. Sí, parece que no estamos siendo supervisados como niños.
—¡Genial! Así se hace, Vegeta. —Nappa se rio una vez más—. Finalmente estamos de nuevo en línea.
—Estaré allí en breve —le aseguró Vegeta en un tono seco y desactivó su rastreador. Se cruzó de brazos y miró al alienígena que todavía seguía sentado frente a la mesa.
«Buen trabajo, viejo», dijo con un gesto de aprobación. Se volvió hacia la alienígena que atendía a Trunks. «¿Ya concluiste con el muchacho, mujer?»
«Sí, príncipe Vegeta», respondió ella mientras terminaba de estabilizar la muñeca del adolescente. Él miró su mano, la alienígena había esparcido algún tipo de extraña pomada en sus dedos que bajó la hinchazón y los espasmos casi por completo. Ahora tenía algo que parecía hojas endurecidas desde los nudillos hasta el antebrazo. Trunks agarró su guante y se lo puso, estaba complacido de no sentir dolor.
—Vámonos, muchacho —le ordenó Vegeta, que ya se dirigía a la puerta. Trunks se levantó poco a poco, se sentía algo mejor, pero aún seguía débil. La alienígena se acercó a su compañero y el adolescente les dio una mirada de gratitud.
«Vuelva otra vez si necesita algo más, príncipe», dijo el anciano amablemente.
Vegeta solo gruñó mientras él y Trunks salían de la cabaña juntos, de regreso a la oscuridad de la noche.
No habían dado cinco pasos cuando Vegeta se giró, automáticamente levantó la palma de su mano derecha y disparó una violenta ráfaga de ki a la cabaña que la volvió cenizas de inmediato.
—¡Qué está haciendo! —gritó Trunks horrorizado. Vegeta levantó su otra palma ignorando a su hijo, sus ojos ya estaban enfocados en sus próximos objetivos. Con ambas manos ahora, comenzó a disparar ráfagas letales con una precisión mortal, cada una destruía una cabaña del pueblo. El humo y el fuego se elevaron hacia el cielo desde la carnicería y el olor a carne quemada y muerte alcanzó la nariz del adolescente otra vez—. ¡Pare! —gritó lleno de espanto.
Vegeta lo ignoró hasta que Trunks agarró desesperadamente una de sus muñecas para detenerlo. Con una velocidad que lo sorprendió, Vegeta desapareció y reapareció detrás de él, lo pateó con fuerza en la base de la columna vertebral y lo obligó a caer de rodillas. Trunks todavía estaba débil y sus reflejos eran demasiado lentos. Él apretó los dientes con furia, su mano buena estrujó un puñado de arena por la frustración.
—Eres demasiado blando, muchacho —dijo Vegeta haciendo una mueca de desprecio—. Estos monstruos no son nada tuyo y aun así lamentas sus muertes.
—Confiaron en usted. —Trunks dejo salir las palabras con amargura—. ¡Y los mató como si no fueran nada!
—Sabían demasiado sobre mí y mi escuadrón. Eran débiles y podrían haber sido obligados a ayudar a los tsufurus para que nos localicen. Obtuve lo que necesitaba de ellos, no había razón para mantenerlos con vida un momento más —respondió Vegeta con una voz fría.
—Es... —Trunks negó con la cabeza, repentinamente se sintió avergonzado de tener alguna relación con el hombre que estaba detrás de él—. Un monstruo…
Vegeta soltó una carcajada en respuesta.
—Muchacho, tienes espíritu, me gusta eso. Ahora bien, ya que fuiste tan grosero y me interrumpiste, ahora terminarás lo que empecé. Es tiempo de ensuciarse las manos.
Trunks sintió que su corazón se hundía cuando Vegeta lo agarró por el cabello y lo obligó a ponerse de pie. Él levantó su mano buena para apartar la mano de su padre. Vegeta solo se rio antes de señalar la carnicería.
—Mira ahí, muchacho. Sobrevivientes.
Trunks miró a regañadientes a un grupo de alienígenas azules huyendo aterrorizados. Eran jóvenes. Niños. Tragó saliva con dificultad, sus sentidos captaron a Vegeta preparando otra ráfaga de ki.
Excepto que esta estaba dirigida a él.
—La primera lección de sobrevivencia fue no mostrar debilidades. Es hora de la lección número dos: matar o morir. —sermoneó Vegeta todavía parado detrás del adolescente—. ¿Qué vas a ser, señor lealtad?, ¿vas a hacer que me arrepienta de dejarte con vida? Porque puedo remediar ese error en este instante.
—Son niños —dijo Trunks con los dientes apretados.
—Precisamente por eso deben morir —respondió su padre, su tono ahora era frío—. Los niños son criaturas emocionales, guardan rencores y juran venganza por sus seres queridos. ¿Sabías que Ares era un niño cuando supo de mi existencia? Mire al payaso ahora. Alguien pudo haberme hecho un gran favor y matar al cobarde cuando era un mocoso, me habría ahorrado un problema.
—No puedo hacerlo —replicó Trunks, su voz amenazaba con quebrarse.
Vegeta soltó un gruñido de impaciencia.
—O lo haces tú o lo haré. Y te lo juro, muchacho, no les daré la muerte rápida que tú les darías. Eso puedes apostarlo.
Trunks contuvo el odio hirviendo a fuego lento dentro de él que estaba dirigido hacia su propio padre y después levantó una mano temblorosa, la cual orientó directo a los niños que huían. Se concentró para reunir prácticamente toda su energía que aún era muy débil. Finalmente, su mano comenzó a brillar justo cuando lágrimas de ira y odio comenzaron a caer por sus ojos.
—Hazlo, muchacho —gruñó Vegeta desde atrás. Trunks estaba sudando con profusión ahora por el calor de la ráfaga de ki contenida que su padre apuntaba a su nuca y también por usar una gran cantidad de energía en reunir su propia ráfaga de ki—. Destrúyelos de una vez.
No había nada que pudiera hacer. Tomó una respiración temblorosa, le pidió perdón a Gohan y a su madre en silencio.
Y luego disparó.