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Punto sin retorno

Capítulo siete

El mundo de su padre

 

 

Vegeta se abrió paso a través de la taberna donde estaban sus subordinados. La iluminación era tenue y había una buena cantidad de alienígenas allí. El saiyayín se tomó su tiempo para observarlos de un modo sospechoso, buscó cualquier señal de un enemigo con intenciones asesinas, pero lo único que vio en los ojos de aquellos que lo reconocieron fue puro terror. Les lanzó una sonrisa de satisfacción; esa mirada aterrorizada cada vez que aparecía era siempre un enorme cumplido para él.

Finalmente llegó a la esquina de atrás donde Raditz y Nappa estaban sentados en una mesa redonda. Ya había una gran cantidad de bebidas frente a ellos y Vegeta se rio ante el panorama.

—Veo que comenzaron la fiesta sin mí —dijo llamando su atención.

—Vegeta, hay un montón de tragos para todos —le aseguró Raditz entre carcajadas.

El príncipe los observó por un momento, luego frunció el ceño y señaló en silencio su rastreador antes de hacer un ademán de corte con la mano. Los otros dos saiyayíns captaron la indirecta y desactivaron las comunicaciones en sus rastreadores.

—¿Te hiciste cargo del muchacho? —preguntó Raditz.

Vegeta se sentó a la mesa y cruzó los brazos sobre su pecho. Miró las bebidas por un momento con una clara desconfianza en sus ojos. Finalmente hizo un gesto de negación. 

—El muchacho no es una amenaza, es un “corazón puro”Se burló.

Raditz y Nappa gruñeron en simultaneo.

—Un corazón puro, debería haberlo sabido —dijo Nappa mientras negaba con la cabeza.

Vegeta se pasó una mano enguantada por el rostro y comenzó a reflexionar, sus ojos se quedaron mirando la mesa. Permaneció en silencio durante medio minuto y ni Nappa ni Raditz se atrevieron a presionarlo. Estaba claro que el príncipe meditaba en algo y sabían por experiencias dolorosas que odiaba que su línea de pensamiento fuera interrumpida.

Al fin, Vegeta miró a Nappa, sus ojos se estrecharon. 

—¿Cuál fue exactamente la lectura de poder que obtuviste del muchacho? —preguntó.

—36 000 —respondió Nappa.

Vegeta bajó la mirada, frunció el ceño y se volvió a cruzar de brazos. Negó con la cabeza lentamente. 

—No es posible —murmuró mientras alzaba la mano, esta formó un puño y lo descansó sobre su boca, la concentración estaba grabada en sus rasgos.

—Lo sé, eso fue lo que dije —comentó Raditz acercándose una bebida—. El rastreador de Nappa debe estar funcionando mal porque es imposible que un muchacho de su edad sea tan fuerte.

Los oscuros ojos de Vegeta se dispararon hacia Raditz. Lo fulminó con la mirada por un momento antes de bajar la mano.

—Idiota, su poder de pelea es superior a 36 000 —le aseguró dejando a Raditz y a Nappa boquiabiertos. La mirada asesina de Vegeta pasó de largo a los alienígenas hasta la entrada de la taberna en la que se encontraban—. Estaba indefenso, el nrehi lo dejó absolutamente debilitado. Cuanto más poderoso eres, más fuerte te derriba. El muchacho es poderoso... mucho más poderoso que nosotros.

Nappa y Raditz se miraron, ambos se hicieron la misma pregunta en silencio. Era extraño que Vegeta supiera que alguien era mucho más fuerte que él y que no lo matara a la primera oportunidad.

—¿Fuiste misericordioso? —le preguntó Nappa tratando de ocultar el impacto en su voz.

Vegeta lo miró y sonrió con suficiencia. 

—Supongo que podrías llamarlo así, ¿verdad? —Luego se inclinó más cerca de la mesa para que sus antebrazos descansaran sobre esta. Nappa y Raditz se inclinaron por instinto y Vegeta les habló en voz baja—. Miren, yo lo veo de esta forma. El muchacho es un corazón puro y no me va a traicionar, de eso estoy seguro. Si consigo doblegarlo y hago que disfrute del sabor de la muerte, será un poderoso aliado. Podemos usarlo para que nos ayude con los tsufurus y luego lo usaremos para derrotar a Frízer. Cuando ese momento llegue, seré más fuerte que él. —Una siniestra sonrisa apareció en el rostro de Vegeta—. Y luego, una vez que el muchacho haya cumplido con su propósito, yo mismo me desharé de él... sin embargo, hasta entonces, debemos ganarnos su confianza. Así que hagamos que se sienta como en casa, ¿si, caballeros?

Raditz sonrió y asintió mientras Nappa se reía.

—Que buena idea, Vegeta, el mocoso será útil después de todo.

—¿Dónde está ahora? —preguntó Raditz mirando a su alrededor para localizar a Trunks.

—Está afuera aceptando su primera matanza. Sabía que era capaz de hacerlo, solo necesitaba un poco de... persuasión —dijo Vegeta, su sonrisa creció. Bajó los ojos a las bebidas frente a él y esa sonrisa desapareció—. ¿Todo está en orden por aquí?

—Sí, revisé el lugar cuando llegamos. No hay nada sospechoso—le aseguró Raditz. Vegeta gruñó, entrecerró los ojos y miró a unos alienígenas que pasaban.

—¿Qué vamos a hacer con los tsufurus, Vegeta? —preguntó Nappa frunciendo el ceño al pensar en el enemigo que acechaba entre las sombras.

—Nada —le contestó Vegeta para sorpresa de Raditz y de Nappa. Él ignoró sus miradas mientras cogía una bebida que no había sido tocada. La acercó más y, con vacilación, la llevó hasta sus labios. La olió primero para tratar de captar algo sospechoso con sus sentidos y luego vertió un poco sobre la mesa—. El universo es demasiado grande para andar por allí en una persecución sin rumbo —dijo mientras tocaba el líquido como si su guante se fuera a disolver al contacto. Por último, levantó la bebida otra vez y sonrió burlonamente—. Vamos a esperar hasta que los cobardes vengan a nosotros.

**********

Tan pronto como Vegeta estuvo fuera de vista, Trunks se dejó caer de rodillas y vomitó. Su cuerpo temblaba y el sudor que bajaba por sus ojos los quemaba tanto que tuvo que cerrarlos con fuerza.

No era que no tuviera la capacidad de matar. Definitivamente la tenía si el objetivo era el correcto. Si consiguiera una oportunidad real con Frízer o si pudiera hacerle frente a los androides, estaba seguro de que haría un trabajo rápido y disfrutaría cada segundo. Era un verdadero hijo de su padre en ese sentido.

Pero esto... Estaba tan afectado por lo que acababa de hacer que otra ola de náuseas lo golpeó y vomitó de nuevo. Se sentía destrozado por dentro porque había matado y ahora tenía sangre inocente en sus manos. Toda su vida quiso proteger a los débiles, sin embargo, aquí, en el mundo de su padre, a los débiles no se les permitía vivir.

Se tragó la asquerosa sensación de bilis en su garganta al pensar en su padre. El mismo hombre que se había reído después de verlo hacer un trabajo rápido con los niños que huían de la aldea. El mismo hombre que lo felicitó por un trabajo bien hecho, como si lo que acababa de hacer fuera honorable.

Trunks se limpió los labios con el dorso de la mano y respiró hondo. Aunque se paró lentamente, se sentía mucho mejor ahora. El adolescente frunció el ceño, levantó su mano buena y formó una pequeña esfera azul de ki en su palma, luego jugó con ella y la manipuló de manera experta durante unos segundos. Estaba complacido y aliviado de hacerlo sin esfuerzo. La apagó rapidamente y apretó el puño con fuerza al sentir el vigor de su poder restaurado fluyendo por su brazo. Parecía que lo que sea que los saiyayíns le hubieran hecho ingerir con ese pan en la base de Frízer, al fin estaba abandonando su sistema.

Levantó la vista hacia la puerta por la que su padre había pasado, sus ojos azules ardieron con una resolución feroz cuando se juró que no dejaría que Vegeta lo dominara de esa forma otra vez.

Nunca más.

Diez minutos más tarde, Trunks entró en la taberna. Llevaba el ceño fruncido y un manierismo sospechoso que lo convertía prácticamente en la imagen especular de cierto saiyayín que entró poco antes de él. Los ojos azules del adolescente se movieron de un lado al otro mientras exploraba su nuevo entorno. Estaba en lo que a todas luces se asemejaba a la versión alienígena de un bar. Parecía que no solo las sonrisas era universales...

El lugar lucía inmundo y le daba la impresión de que nadie allí poseía un alto estándar moral. La taberna tenía un ambiente oscuro por los alienígenas que se reían a carcajadas y que bebían hasta la saciedad. Algunos incluso realizaban actos obscenos en las zonas menos iluminadas, haciendo que Trunks se sonrojara de vergüenza cuando los alcanzó a ver. Alrededor de la mitad eran nativos por su piel azul y sus ojos amarillos. Trunks no sabía de donde provenía el resto, pero sí sabía quienes eran los tres en la esquina trasera.

Vegeta lo vio primero y le hizo un gesto para que se acercara. El ceño de Trunks se profundizó, pasó a los alienígenas que lo rodeaban y apretó los puños cuando llegó, ya estaba determinado a no beber nada de lo que le ofrecieran.

—Vaya, vaya, mira a quién tenemos por aquí —dijo Vegeta con una sonrisa de suficiencia. Trunks le dirigió una mirada helada que hizo que el príncipe echara la cabeza hacia atrás y soltara una carcajada—. ¡Así que alguien está molesto conmigo! ¿Fue por algo que hice? —preguntó inocentemente, esa sonrisa de suficiencia mezclada con locura siempre parecía estar presente en su rostro.

—Lo que diga —murmuró Trunks en voz baja. Nappa sacó un asiento y le hizo una seña para que se sentara. El adolescente observó las bebidas en la mesa que parecían estar en jarras de cerveza medieval con asas. Había por lo menos siete.

—Siéntate y relájate, muchacho, estás muy tenso —le dijo Nappa con una sonrisa de oreja a oreja. Trunks dirigió la vista hacia el saiyayín grande y recordó su traición. Lo fulminó con la mirada y apretó aún más los puños.

—Vamos, muchacho, toma asiento —le ordenó Vegeta. Trunks miró a su padre y frunció el ceño, pero hizo lo que le decían a regañadientes.

—¿No tenemos que ir a purgar los planetas que Zabón nos asignó? —preguntó sin demasiada convicción mientras absorbía el ambiente relajado que los saiyayíns le ofrecían. Era muy poco natural y lo estaba haciendo sentir incómodo.

—Parece que el mestizo está ansioso por matar —comentó Raditz soltando una risa.

—Tómalo con calma, muchacho. —Vegeta sonrió de lado y le dio una palmada amistosa a Trunks en la espalda. El adolescente lo miró con recelo, se preguntaba cuál sería el nuevo juego de su padre—. Siempre habrá tiempo para hacer el trabajo sucio de Frízer. Por ahora, podemos relajarnos un rato. Tómate un trago —dijo acercando una de las jarras hacia él.

—No, gracias —respondió Trunks sin alterarse.

Raditz sonrió burlonamente.

—No te preocupes, muchacho, ya revisé el lugar. Está limpio.

—Sí, claro —murmuró Trunks con incredulidad. Vegeta se rio ante la clara desconfianza en el rostro del adolescente.

—Así que ya estás aprendiendo una o dos cosas de mí, ¿no es así? —dijo con una petulante sonrisa de satisfacción—. Pese a eso, Raditz tiene razón, los tragos están limpios. Este es el único lugar en el universo en el que no hemos tenido problemas. Además, los tragos son exquisitos.

Trunks le frunció el ceño a su padre antes de bajar los ojos a la bebida que Vegeta tenía enfrente. Aunque él agarraba el asa de la jarra, la bebida en sí seguía intacta.

—Si esos tragos están limpios, ¿por qué no ha tomado el suyo todavía? —le preguntó Trunks en un tono desafiante. Nappa y Raditz miraron a Vegeta, él estaba observando de un modo insistente a su hijo y sonreía con suficiencia, pero sus ojos no le revelaban absolutamente nada al adolescente. El agarre del príncipe sobre el asa aumentó mientras se reía entre dientes.

—Que desconfiado eres y eso que fui misericordioso contigo. Ya te dije que los tragos están bien. ¿Alguna vez te he dado un motivo para que desconfíes de mí? —le respondió en un tono despreocupado, su sonrisa creció. Vegeta cogió su bebida y tomó un gran sorbo para probar su punto. Luego se limpió los labios con el dorso de la mano y miró a Trunks detenidamente—. ¿Ves? No te preocupes, no pasa nada, muchacho.

Trunks frunció el ceño y despacio, agarró la bebida que Vegeta había empujado hacia él para acercarla. La levantó y la olió. Hizo una mueca. Definitivamente era una bebida alcohólica, pero una muy fuerte. Nappa y Raditz se rieron de su reacción mientras Vegeta lo estudiaba en silencio. El príncipe se preguntó quién pudo ser el padre del muchacho, era imposible que fuera tan poderoso siendo el hijo de un soldado de clase baja...

—¿Qué?, ¿nunca has tomado un trago fuerte, mestizo? —le preguntó Nappa en un tono burlón.

—No, la verdad es que no bebo —admitió Trunks.

—¿Qué sigue, muchacho? ¿Nos vas a decir que nunca has tenido una mujer? —dijo Raditz con una sonrisa socarrona.

Trunks se sonrojó al sentirse incómodo y los tres saiyayíns estallaron en risas ante su respuesta.

—¡Vegeta! ¡No podemos irnos hasta que encontremos una chica para este niño! —Nappa se echó a reír y le dio una palmada a Trunks en la espalda que casi lo estrella de cara contra la mesa como resultado.

Vegeta sonrió con superioridad.

—Lo siento, Nappa, pero si hay alguna chica aquí que valga la pena, será mía.

—Oh, vamos, Vegeta —gruñó Raditz mostrando firmeza en su voz—. ¡Tú siempre eliges primero y siempre te quedas con las más hermosas!

—Bueno, soy de la realeza —dijo Vegeta soltando una risita divertida—. Ahora, si ustedes, par de tontos, piensan que nuestro protocolo habitual es injusto, podemos tener una competencia de fuerza para resolver las cosas —miró a Nappa, su sonrisa era cada vez mayor—. Aunque estoy seguro de que recuerdan lo que sucedió la última vez que entablamos una competencia de ese tipo.

Nappa se sonrojó de vergüenza cuando Raditz se rio a carcajadas. Vegeta tenía una sonrisa divertida en su rostro mientras observaba a Nappa.

—¿Qué pasó? —preguntó Trunks con curiosidad, él se relajó un poco ante la obvia camaradería entre los tres saiyayíns.

La sonrisa de Vegeta se tornó presumida. 

—Cuando yo era niño, Nappa perdió en una competencia de fuerza contra mí y tuvo que pagar un alto precio por su derrota.

—Vegeta le afeitó el cabello —dijo Raditz antes de que él y Vegeta estallaran en risas al recordar el evento, Nappa enrojeció aún más.

—El cabello de un saiyayín nunca vuelve a crecer. —Se quejó Nappa—. He sido calvo desde entonces.

—¡Vegeta lo hizo mientras dormía y Nappa lloró cuando se despertó y vio su imagen en el espejo! —Raditz se seguía riendo.

—¡NO LLORÉ! —gritó Nappa con firmeza. Raditz se rio tan histéricamente que golpeó un puño sobre la mesa y terminó por llevarse la otra mano a los ojos. Vegeta escondió la cabeza entre sus brazos que descansaban sobre la mesa haciendo todo lo posible por ocultar sus carcajadas, pero falló miserablemente. A pesar suyo, Trunks sonrió ante la genuina amistad.

—Ah, mis invitados favoritos —dijo con énfasis una voz que de repente apareció por un lado. Vegeta y Raditz se pusieron serios al instante y los cuatro saiyayíns se voltearon a mirar. Trunks se tensó y se preparó para una arremetida violenta de Vegeta. De pie junto a su mesa, había un alienígena nativo con una cicatriz profunda que recorría un lado de su cara. La cicatriz dejó uno de sus ojos completamente cerrado, el otro los miraba con calidez y un indicio de gratitud. Tenía cabellos anaranjados muy despeinados que colgaban sobre su frente.

—Ah, Uvi, bonachón —exclamó Vegeta de buen humor mientras extendía la mano para darle una palmada al alienígena como un gesto amistoso. Trunks le dio una mirada suspicaz a su padre, no creyó en su actuación esta vez, pero el alienígena apenas parecía desconfiar. Vegeta se volvió hacia el adolescente con una sonrisa de suficiencia—. Este hombre aquí es el dueño de este local y te lo diré, muchacho, no hay un lugar en el universo donde puedas encontrar mejores tragos.

—Eso no es verdad —dijo Nappa mostrando una amplia sonrisa, luego tomó un trago mientras Raditz soltaba una risita.

—¿Cómo está la familia? —preguntó Vegeta despreocupadamente, él miró con mucha atención al alienígena y levantó su jarra para pedir otra bebida.

—Muy bien, príncipe Vegeta. Mi esposa acaba de dar a luz a un varón —contestó Uvi.

Los tres saiyayíns gritaron al unísono ante la noticia, lo que sorprendió a Trunks. Los miró a todos asombrado y luego miró la bebida frente a él. Decidió que debía ser muy fuerte para que los tres saiyayíns actuaran así, en especial su padre. Alzó su jarro y se atrevió a tomar un pequeño sorbo. El rostro se le puso rojo al instante mientras trataba de no ahogarse.

—¡Un varón! ¿No es estupendo? —comentó Raditz atrayendo la atención de Trunks. ¿Estaban siendo sinceros o todo esto era una farsa?

—Debes estar orgulloso. Edúcalo bien —le recomendó Vegeta y levantó su bebida en señal de felicitaciones.

Al instante Trunks le echó un vistazo, la esperanza estalló en su pecho contra su voluntad ante las palabras de su padre. Tal vez, si la verdad saliera a la luz, él lo aceptaría... el adolescente frunció el ceño y bajó los ojos. Estaba siendo ridículo. No podía dejar que Vegeta supiera la verdad, definitivamente eso aseguraría que nunca existiría en este tiempo.

—Gracias —dijo Uvi en un tono amable haciendo una pequeña reverencia—. Me retiro esta noche para ir con ellos, pero arreglé un espectáculo especial para usted en agradecimiento por su generosidad pasada, príncipe Vegeta.

Los ojos de Vegeta se oscurecieron sospechosamente cuando Uvi hizo un gesto con la mano hacia la pared opuesta de la taberna. Había un escenario con una luz, la única en el lugar. Los tres saiyayíns volvieron los rostros y sus miradas quedaron paralizadas al instante e incluso Trunks se halló ligeramente fascinado por la mujer parada en el escenario. Ella tenía la piel azul como la mayoría de los otros alienígenas, pero de un tono más claro que la hacía destacar. Su aspecto lucía exótico por las joyas en su físico femenino que brillaban mientras bailaba de una manera hipnótica. Trunks tragó saliva con dificultad y la charla en la taberna pareció apagarse, ya que todos miraban a la belleza de ojos color avellana y cabello negro.

—Woow —murmuró el adolescente para sí mismo.

—Hmm —gruñó Vegeta después de unos momentos. Él se dirigió hacia Uvi sin dejar de mirar a la bailarina en el escenario—. Haz arreglos para que la mujer venga aquí una vez que haya terminado. Me gustaría hablar con ella.

—Como desee —dijo el alienígena cortésmente antes de ir a transmitir el mensaje.

—¿Solo hablar? —preguntó Raditz con una sonrisa cómplice. Vegeta se encogió de hombros en señal de indiferencia, pero siguió mirando a la chica por el rabillo del ojo.

—Más o menos —respondió finalmente y dejó que una sonrisa de suficiencia se extendiera a paso lento por su rostro.

—¡Eso no es justo, Vegeta! Siempre te quedas con las más hermosas —exclamó Nappa exasperado.

—Bueno, solo hay una manera de resolver esta disputa. Ya que estoy de buen humor, lo haremos a la antigua —dijo Vegeta, acto seguido levantó su bebida y se la tomó de un solo golpe para asombro de Trunks. El príncipe bajó su jarra vacía a la mesa, se tronó el cuello como si estuviera calentando y se volvió hacia Trunks para dirigirle una mirada desafiante—. ¿Quieres entrar, muchacho?

—No, gracias —respondió el adolescente tímidamente, no se sentía cómodo con la idea de tener intimidad con una mujer alienígena a la que ni siquiera conocía.

—Bien, cuantos menos compitan, mejor —dijo Raditz haciendo crujir sus nudillos. Trunks se tensó en preparación para una pelea entre los tres saiyayíns sobre quién tendría el derecho de reclamar a la sensual belleza, pero casi se cayó de su asiento cuando comenzaron a lanzar sus puños repetidamente en un juego que conocía demasiado bien.

—¿Cómo DIABLOS saben jugar piedra, papel o tijera? —Trunks casi gritó por la sorpresa. Los tres saiyayíns se detuvieron a mitad del juego y lo miraron como si de repente le hubiera brotado un par de extremidades extras.

—Lo aprendimos de las Fuerzas Especiales Ginyu —contestó Raditz dando a entender que la respuesta era obvia.

—¿Por qué la sorpresa, muchacho? —preguntó Vegeta con curiosidad.

Trunks apenas podía hablar, su mente trabajaba demasiado rápido para su boca.

Ellos conocían su idioma.

Ellos conocían un juego que él estaba bastante seguro de que no era universal.

Claramente, en algún punto del camino, debían haber conocido a alguien que estuvo en la Tierra. Si pudiera averiguar si esa misteriosa persona todavía seguía viva, tal vez podría conseguir las coordenadas que necesitaba para ir a su planeta. Y si él tuviera las coordenadas, entonces tal vez sería capaz de anular a mano el destino en su vaina espacial...

Trunks se sorprendió al darse cuenta de que los tres saiyayíns todavía lo seguían mirando. Nappa y Raditz lo observaban como si estuviera loco, pero la mirada de Vegeta se concentraba en él, sus ojos se estrecharon mientras fríamente escrutaba al adolescente sentado a su lado. Trunks forzó una carcajada y se quitó el cabello lavanda que cayó en su rostro.

—Es solo que no tenía idea de que las personas fuera de mi planeta conocieran ese juego —admitió soltando una risita. No fue del todo una mentira.

—Ya tuve suficiente de ti, muchacho estúpido. Volvamos a lo nuestro —ordenó Vegeta mientras miraba a la mujer en cuestión por un momento antes de regresar su atención a la mesa. Trunks observó fascinado como reanudaban el juego.

—¡Uno, dos, tres!

Raditz lanzó tijera, Vegeta lanzó piedra, Nappa lanzó papel. Raditz y Vegeta se miraron por un breve momento, ambos sonrieron.

—¡Uno, dos, tres!

Raditz y Vegeta lanzaron tijeras, Nappa lanzó papel.

—¡Maldita sea! Siempre pierdo —gruñó Nappa, él se acercó un trago y a regañadientes, se unió a Trunks para ser un observador.

—¡Uno, dos, tres!

Raditz lanzó papel, Vegeta lanzó piedra. El príncipe frunció el ceño.

—JA, gané —declaró Raditz lleno de satisfacción y orgullo en su pecho por haber conseguido una victoria sobre él—. Ahora yo me quedo con la muj…

Hasta allí pudo llegar antes de que Vegeta lo golpeara brutalmente en la cara, el saiyanyín más grande cayó al suelo sorprendiendo a Trunks. Ante eso, el príncipe sonrió mientras Nappa se echaba a reír.

—La mujer es mía —dijo con aire de suficiencia.

Raditz alzó una mano y la puso sobre la mesa, pero para entonces, Vegeta ya se había puesto de pie. Trunks miró con los ojos muy abiertos como la mujer descendía lentamente del escenario entre los aplausos y los gritos del resto de hombres. Tan pronto como ella bajó, se encontró cara a cara con el mismísimo príncipe saiyayín. Él la miró de arriba abajo como si fuera un trozo de carne mientras los dos intercambiaban algunas palabras. Eso fue todo lo que hizo falta para que la mujer se le acercara más y descansara las manos sobre su pecho. El adolescente parpadeó sorprendido cuando Vegeta puso su brazo con total tranquilidad alrededor de la cintura de la mujer para conducirla detrás de la taberna.

—Woow, él trabaja rápido, eh —comentó Trunks, estaba impresionado, pero también sentía un ligero rechazo por lo que veía.

—Debí haberlo sabido —gruñó Raditz que ahora se hallaba sentado mirando el rastreador rojo en sus manos, su nariz sangraba. Parecía ajeno a la hemorragia nasal cuando frunció el ceño y golpeó la máquina varias veces—. Ahora mi maldito rastreador no se volverá a encender.

Nappa solo se rio de él. 

—Tal vez si Vegeta todavía está de buen humor, te dejará tener algo con ella antes de que la mate.

Trunks lo miró estupefacto antes de entrecerrar los ojos.

—¿Él la matará? ¿Cómo lo sabes?

—Porque eso es lo que hace —dijo Nappa encogiéndose de hombros con indiferencia y le hizo un ademán a alguien para que le trajera más bebidas—. Las folla y luego las mata. Dice que es la única manera de asegurarse de que no queden embarazadas y tengan un hijo.

Trunks sintió como si le hubieran golpeado el estómago, se quedó sin aire al escuchar cuán lejos su padre estaba dispuesto a llegar todo para asegurarse de no tener hijos. ¿Significaba eso que su madre cambió la mentalidad que tuvo toda una vida o que él había sido un error que Vegeta odió hasta su muerte?

—¿Haría… haría eso solo para no tener hijos? —Trunks respiró con dificultad.

—Sí, a Nappa y a mí no nos importa —contestó Raditz encogiéndose de hombros. El saiyayín terminó de ponerse su rastreador rojo, se lamió la sangre de los labios y luego se limpió el resto con la mano—. A Vegeta, sin embargo, ni se te ocurra tocarle el tema. Se enoja muchísimo de solo pensarlo.

Trunks miró su bebida y frunció el ceño, su rostro adquirió una expresión pensativa, pero se obligó a no reflexionar sobre ello. Tenía problemas más grandes de los que preocuparse.

—Así que, a esas Fuerzas Especiales Ginyu... ¿quién les enseñó a jugar piedra, papel o tijera? —preguntó tan despreocupadamente como pudo.

Raditz y Nappa se miraron desconcertados por la pregunta. Al fin, Raditz chasqueó los dedos. 

—Sabes, lo más probable es que lo tomaran de Lentiz. Él era el único que conozco que jugaría ese juego.

—¿De quién? —preguntó Trunks inclinándose hacia adelante y prestando atención.

—Era un tipo que trabajó para King Cold y después para Frízer. Viajó a muchos planetas y aprendió mucho sobre medicina y sanación. Lo tenían en muy alta estima. Nos ayudaba a recuperarnos y todo eso cuando los tanques de regeneración no funcionaban. El tipo sabía muchísimo —dijo Nappa encogiéndose de hombros.

—¿Sabía muchísimo? —repitió Trunks.

—Sí, Vegeta lo mató un día después de que Frízer... bueno, digamos que Vegeta lo mató para molestar a Frízer. Fin de la historia —murmuró Raditz mientras alcanzaba su bebida de nuevo.

De pronto, frustrado y enojado con el príncipe saiyayín por haber eliminado su única pista real, Trunks siseó las siguientes palabras antes de que pudiera detenerse.

—¡Maldición, padre!

**********

Mientras tanto, afuera, en la oscuridad de la noche, Vegeta empujó violentamente a la sensual belleza de cara contra la pared de la taberna. Ignorando el grito de dolor como resultado del movimiento, se apretó contra ella por detrás y se abalanzó sobre un lado de su cuello. Ella se recostó ansiosamente contra él mientras Vegeta, con impaciencia, sacaba de un tirón su cabello para explorar aún más de su piel, ambos respiraban con dificultad.

De improviso, el príncipe saiyayín detuvo su asalto cuando vio una marca en el cuello que no había notado hasta ahora. Entrecerró los ojos por el desconcierto y se apartó de ella lo suficiente como para echarle un buen vistazo.

—¿Qué…

Eso es todo lo que pudo decir antes de que sus sentidos captaran algo que venía hacia él. Con la misma rapidez, le cogió la mano. Resopló cuando vio que ella tenía la intención de hundirle una aguja. Sin ningún esfuerzo, le rompió la mano y se rio al oírla gritar de dolor mientras la aguja caía al suelo.

Vaya, vaya, así que no juegas muy limpio, ¿verdad, puta tsufuru? —susurró suavemente detrás de ella en su idioma—. Está bien... yo tampoco juego limpio.

En un instante la giró, la agarró por la garganta y la estrelló con fuerza contra la pared haciéndola gritar de dolor. Las lágrimas corrían por el rostro de la mujer debido a su mano destrozada. Vegeta se le acercó tanto como pudo, sus ojos fríos se clavaron en los de ella color avellana.

—¿Dónde está Ares? —gruñó de un modo peligroso.

No lo sé, e incluso si lo supiera, nunca te lo diría, saiyayín.

En ese momento, la mujer lo escupió en la cara, el odio ardía en sus ojos. Vegeta se rio entre dientes, levantó su mano libre y se limpió como si no hubiera pasado nada. Su cola ahora se movía de un lado al otro con el pelaje erizado.

¿Lo dices en serio? ¿Te das cuenta de que llevas la marca de los tsufurus en tu piel? —preguntó en voz baja.

¿Y qué hay con eso? —Ella lo desafió

Esa marca ha sellado tu muerte, mujer. —Vegeta la miró de arriba abajo, sus ojos se oscurecieron con odio y lujuria. Él arrastró su mano libre por el cuerpo femenino y envolvió la cola alrededor de uno de sus muslos mientras sonreía—. Pero, tal vez, te romperé primero antes de matarte.

El príncipe agarró un puñado de su cabello oscuro, tiró brutalmente de su cabeza hacia un lado y se rio al oírla gritar de dolor. Luego se inclinó más cerca y susurró contra su piel: 

¿Qué dices, puta tsufuru? ¿Quieres jugar?

Vegeta, mi muerte ha sido decidida hace mucho tiempo —le dijo la sensual mujer con una sonrisa astuta en el rostro a pesar de su dolor. Vegeta se alejó un poco y frunció el ceño ante la mirada triunfante en sus ojos—. Ahora estamos en igualdad de condiciones, así que haz tu trabajo.

En ese momento, él se dio cuenta de todo. Su mandíbula se tensó mientras se alejaba con una mano todavía apretándole el cuello en un agarre de acero. Por lo general, era cuidadoso en extremo, pero esta resultó ser una nueva táctica que no había anticipado. Frunciendo el ceño ahora, hizo un gesto de asentimiento como si reconociera un trabajo bien hecho. No era muy frecuente que alguien le ganara.

Gruñó. 

Me envenenaste, ya veo. Así que tenía razón, ustedes los tsufurus no tienen honor en lo absoluto —dijo en un tono de conversación y frustrado, sacudió la cabeza—. Desafortunadamente para ti, no tengo miedo de morir, pero antes de hacerlo, me llevaré hasta el último de ustedes conmigo.

La mano alrededor del cuello de la mujer comenzó a brillar y a latir haciéndola gritar cuando el calor empezó a quemarle la piel. Vegeta le dedicó una sonrisa cruel mientras observaba su agonía con un deleite maniático.

Y creo que empezaré contigo...

**********

Los ojos azules del adolescente se ampliaron al darse cuenta de lo que dijo.

—Este… yo... —comenzó a balbucear intentando desesperadamente pensar en algo qué decir para arreglar el desastre que hizo.

De pronto, Raditz comenzó a reír. 

—¡Este muchacho está borracho! La bebida le ha jodido la cabeza por completo. ¡Cree que Vegeta es su padre! —exclamó soltando una carcajada.

Trunks forzó una risa y sonrió un poco aliviado. Así fue hasta que echó un vistazo y vio que Nappa lo observaba con más escrutinio que antes. El saiyayín frunció el ceño y abrió la boca para decir algo cuando de pronto todos los rastreadores se encendieron.

Los tres giraron al instante en la dirección por la que Vegeta había salido. Medio segundo más tarde, hubo un estallido en el exterior que sacudió toda la taberna. Las bebidas cayeron al suelo y el sonido de la alarma se elevó en el aire. Dos alienígenas en particular y un mestizo se levantaron de golpe.

Pasado un segundo, Vegeta pateó violentamente la puerta trasera de la taberna para abrirla. Trunks tragó saliva cuando vio a su padre y un escalofrío le recorrió la espalda. Su cola se agitaba furiosa mientras se acercaba a la mesa donde se ubicaban, la rabia de Vegeta se sentía a lo largo de toda la taberna. Estaba cubierto de lo que solo podía ser la sangre de la mujer, esta le bañaba el rostro, se esparcía por toda su armadura blanca, por su uniforme azul oscuro y le manchaba los guantes blancos. Con la oscura iluminación, el Príncipe de todos los Saiyayíns se parecía más al Príncipe de la Muerte.

—Los tsufurus saben que estamos aquí —les informó sin rodeos con una voz fría y carente de toda emoción.  El asesinato y el derramamiento de sangre ardían en sus ojos oscuros—. Raditz, Nappa, asegúrense de que nadie salga de aquí con vida. Cuando hayan terminado, purguen la ciudad. Los quiero a todos muertos, ¿entendieron?

Los dos saiyayíns asintieron. Vegeta dirigió su mirada oscura hacia Trunks quien, estupefacto por el horror, miraba a su padre. Había tanta sangre, pero el príncipe parecía completamente ajeno a ella al clavarle los ojos.

—Tú, muchacho, ven conmigo ahora le ordenó antes de volverse para salir por donde vino.

Trunks vaciló por un momento mientras Nappa y Raditz comenzaban a poner en práctica las órdenes de Vegeta. El adolescente observó con una fascinación enfermiza como los saiyayíns sin piedad y de forma metódica empezaron a desmembrar a todos los alienígenas que se hallaban en la taberna uno a la vez, sin siquiera usar su ki. Los gritos llenaron el aire y la sangre se esparció por el piso, el olor era tan potente que Trunks casi podía saborearla...

—¡NO TE LO REPETIRÉ OTRA VEZ, MUCHACHO! —gritó Vegeta.

Trunks apartó los ojos de la carnicería antes de correr hacia su padre. En el momento en que ambos salieron a la calle, una ola de náuseas lo golpeó con fuerza al ver los restos de la belleza en el piso. Contuvo el impulso de vomitar y se obligó a apartar el rostro. Cuando miró de nuevo a su padre, entrecerró los ojos confundido por el barril que él ahora arrastraba por detrás.

—¿Qué es eso? —preguntó preocupado.

—Una extorción —murmuró Vegeta con odio, sin devolverle la mirada.

Trunks frunció el ceño, pero el aura azul de Vegeta explotó y el saiyayín despegó antes de que el adolescente pudiera decir otra palabra. Él no perdió el tiempo y siguió el ejemplo de su padre, en el fondo se sentía aliviado de que ahora le fuera más fácil volar. Su fuerza había regresado, sin embargo, estaba preocupado por algo más. Volvió a fruncir el ceño, ya que sus sentidos captaban algo extraño en el ki de Vegeta. No sabía lo que era ni podía señalarlo con exactitud. El ki no era más débil, solo... diferente.

—¿Está bien? —gritó Trunks con una expresión dudosa. Como era predecible, fue ignorado. El adolescente suspiró antes de mirar por encima de su hombro. Podía ver y sentir las explosiones a la distancia producto del trabajo de Nappa y de Raditz. Por alguna razón, sin embargo, Vegeta volaba en la dirección opuesta.

Finalmente, el príncipe descendió frente a una pequeña cabaña aislada. Trunks sintió que el pecho se le oprimía por un déjà vu ante la vista que tenía. Esta vez, la cabaña era aún más pequeña y menos resistente que las de la aldea que Vegeta había diezmado con anterioridad.

La bota de Trunks apenas se hundió en la arena cuando Vegeta levantó el barril y lo lanzó directo a la cabaña. Este terminó hecho pedazos por el impacto y dejó una gran abolladura en la pared. El lado de la pequeña cabaña ahora estaba empapado de alcohol.

—¡SAL DE ALLÍ DE UNA VEZ O TE QUEMARÉ VIVO! —gritó Vegeta. El príncipe lívido por la furia comenzó a caminar de un lado al otro a un ritmo implacable, su cola erizada silbaba por detrás y sus puños se apretaban fuertemente a los costados. La mayor parte de la sangre se había desprendido de él durante el vuelo, pero todavía quedaban pequeños rastros de ella en su uniforme. Trunks lo miró receloso, no sabía lo que llegó a provocar esta repentina ira.

—Que estamos haciendo…

—¡SILENCIO! —le rugió Vegeta al adolescente. La boca de Trunks se cerró al instante ante la mirada enfurecida que su padre le disparó. Vegeta no parecía tenerlo en la mira en este momento, así que optó por solo observar y no involucrarse en la nueva situación.

Al fin, un alienígena sumiso y asustado de piel azul y cabello naranja emergió a la noche. Los ojos de Trunks se ampliaron cuando lo reconoció como el tranquilo y educado dueño de la taberna, Uvi.

Vegeta se detuvo y soltó un profundo y animal rugido al verlo, el sonido atravesó la noche. Aterrado, Uvi comenzó a temblar de miedo al ver que el príncipe le enseñaba los dientes como un depredador listo para matar.

—Demonio traicionero —dijo Vegeta enfurecido mientras avanzaba lentamente—, te he conocido la mitad de mi vida ¿y te pusiste del lado del enemigo de mis antepasados? Muy mala jugada, viejo amigo. —Se detuvo y levantó la mano derecha con los ojos ardiendo de odio.

—¡No! —Uvi se quedó sin aliento y retrocedió aterrorizado—. Yo no... yo nunca...

—Lo hiciste y ahora lo pagarás.

Vegeta disparó una ráfaga de ki que desintegró las piernas del alienígena. El sujeto cayó en la arena oscura con un aullido de agonía que pareció resonar por todo el planeta. Trunks se quedó boquiabierto, sus ojos se llenaron de horror cuando su padre caminó como si nada pasara hacia el alienígena que se retorcía en la arena.

Vegeta levantó la mano para que estuviera sobre la cara de Uvi cuando Trunks lo agarró de la muñeca. El príncipe miró con frialdad al adolescente por el rabillo del ojo al sentir la fuerza con que lo cogía.

—Pare esto —le rogó Trunks—. Él tiene una familia.

Los ojos de Vegeta se estrecharon y bajaron a la mano del adolescente que estaba sobre su muñeca. La miró por unos momentos. Lo único que se oía era a Uvi intentando desesperadamente jalar su cuerpo para llevarlo a un lugar seguro.

—Ya veo que el nrehi dejó muy rápido tu sistema. Eres poderoso, muchacho, lo sé —dijo Vegeta en voz baja mientras cerraba los ojos como si lo avergonzara admitirlo. Poco a poco, comenzó a girar la cabeza en un esfuerzo por tronar su cuello—. Pero escúchame, si es verdad que mi sentencia ya ha sido firmada, entonces ten por seguro que estoy más que listo para llevarte conmigo.

Trunks parpadeó por la sorpresa.

—¿Su sentencia? ¿De qué está hablando?

Vegeta gruñó, liberó su brazo y volteó para darle a Trunks una mirada que heló al adolescente. 

—La mujer tenía veneno en su cuerpo, idiota. Voy a morir, pero no sin antes haberme llevado hasta el último tsufuru conmigo. Preferiría que siguieras con vida para que derrotes a Frízer a mi muerte, pero puedo cambiar de parecer si así lo deseas.

Atónito, Trunks retrocedió un paso. ¿Veneno?, ¿fue envenenado? Por supuesto... el veneno en su sistema debía haber sido la razón por la que su ki se sentía tan diferente. Frunció el ceño y apretó los dientes, la ira lo inundó por la manera en que funcionaba el mundo de su padre.

Él no tenía a nadie en quien confiar, sufría incontables atentados contra su vida a cada momento y debía soportar un dolor ininterrumpido a manos de Frízer.

Trunks finalmente estaba empezando a comprenderlo todo.

Vegeta miró a su hijo con desprecio antes de volver al tema en cuestión. Trunks solo lo observó en silencio y el deseo de intervenir desapareció. No podía creerlo y se horrorizó un poco al admitirlo, pero descubrió que no le importaría demasiado si Vegeta hacía un trabajo rápido con el obvio traidor que tenía delante. Su ceño fruncido se profundizó cuando cambió su peso de un pie al otro, no se sentía del todo cómodo con aceptar eso...

Vegeta colocó su bota en la garganta de Uvi y sonrió con suficiencia.

—Vamos, resiste —dijo en un tono casi divertido mirando al alienígena que sangraba a sus pies—. Necesito que me cuentes todo lo que sabes sobre los tsufurus.

—Yo... no puedo... decir... —Uvi se quedó sin aliento.

—Vamos, buen hombre, puedes hacerlo —lo alentó Vegeta con una amplia sonrisa—. ¿Qué sabes?

Él se encontró con un hermetismo obstinado. Trunks exhaló con impaciencia, en silencio solo deseaba que el alienígena hablara para que esto pudiera terminar lo más rápido posible.

—Así que quieres ser un tipo duro. —Vegeta inclinó la cabeza hacia un lado con interés—. Tu tolerancia al dolor físico es alta, Uvi, ¡estoy realmente impresionado! —exclamó soltando una risa. Removió la bota de la garganta del alienígena y poco a poco volvió su mirada hacia la cabaña con unos ojos fríos y taimados—. Hmm, tal vez pueda hacerte hablar de otra manera. —Vegeta caminó con total tranquilidad hacia la cabaña.

—Solo díselo —siseó Trunks enojado, sus ojos azules le suplicaron mientras Uvi lo miraba con dolor. El alienígena temblaba de un modo involuntario—. ¡Deja de empeorar las cosas para ti!

—No puedo —le susurró el alienígena con una voz dolorida y ronca llena de pesar.

Segundos después, Vegeta emergió de la cabaña arrastrando por el cabello a una alienígena de color azul.

—¡NO! ¡Déjela ir! —le gritó Uvi—. ¡Por favor!

Vegeta miró a la mujer que gritaba y temblaba de puro terror. Intentaba desesperadamente liberarse del férreo agarre de su largo y negro cabello, pero era imposible. Vegeta sonrió, la miró con lascivia y dejó que sus ojos vagaran por su cuerpo, su intención era obvia.

—Sabes, no tuve la oportunidad de terminar lo que empecé con esa puta tsufuru. ¿Tal vez a tu esposa le gustaría terminar con el trabajo? —preguntó Vegeta en un tono peculiar. Se inclinó e inhaló el aroma de la mujer mientras ella luchaba por liberarse. Él se lamió los labios y usó su cola para acercarla más.

Trunks gruñó por la furia que lo recorrió. Esto era demasiado, él no podía y no vería a su padre hacer eso.

Una luz titiló en la pantalla del rastreador verde de Vegeta haciéndolo volver el rostro hacia Trunks. Lo miró completamente conmocionado, estaba sorprendido por la lectura que recibía: ¡50 000!

—¡Es suficiente! —gritó el adolescente.

Vegeta parpadeó y sacudió la cabeza, pero reemplazó la mirada de asombro en su rostro por un ceño fruncido.

Tranquilízate, muchacho, la voz de Vegeta de repente sonó en la mente de su hijo. Trunks vaciló, habría jurado que no vio moverse los labios de su padre. No tocaré a la mujer. Solo quiero que Uvi me dé información sobre los tsufurus. Ella solo me sirve para extorsionarlo.

Ante la mirada sospechosa que Trunks le dio, Vegeta puso los ojos en blanco.

Tienes mi palabra.

Trunks respiró hondo y se relajó algo mientras Uvi intentaba en vano arrastrarse hacia ellos ignorando su agonía cuando vio la forma en que Vegeta sostenía a su esposa.

—Por favor, ella no tiene... —Hizo una pausa para toser sangre, temblores recorrían todo su cuerpo—... nada que ver con esto... —continuó débilmente.

—Solo dime lo que quiero saber, imbécil —gruñó Vegeta.

—¿Pro… promete dejarnos en paz?

—Lo prometo —respondió de inmediato Vegeta. El príncipe arrojó a la mujer hacia la arena donde cayó con un gran estrépito, luego envolvió la cola alrededor de su propia cintura, cruzó los brazos sobre su pecho y observó con ojos endurecidos como ella se arrastraba hacia su esposo herido. Trunks también los observó y su corazón sufrió por ellos—. Ahora habla antes de que entre y me presente ante tu hijo. Me gustan los niños —dijo con una sonrisa cruel.

—Ares… se infiltró en los rastreadores de Frí… Frízer. Él le siguió la pista por mucho tiempo… así fue como me encon… —Uvi cerró su único ojo bueno, los temblores lo atormentaban. Trunks miró hacia otro lado.

—¿Te encontró y qué? ¿Reclutó a un debilucho como tú? —Vegeta se burló.

—No… me dijo que le informara cuándo usted… o sus hombres volvieran otra vez. Me… me amenazó a mí y a mi familia… si no lo hacía.

—Le dijiste y él envió a esa mujer para que me matara —terminó Vegeta mientras levantaba una mano para frotarse la barbilla pensativamente, Uvi asintió—. Hmm, qué cobarde —murmuró asqueado y se quedó meditando. Trunks se encontró silenciosamente acuerdo.

—No sabía que ella estaba en.. en…venenada —insistió Uvi con una voz suplicante.

Vegeta gruñó y comenzó a avanzar de nuevo. 

—¿Donde esta él? —preguntó de un modo amenazador.

—Rith… Rith…

—¿Rithica? —dijeron Trunks y Vegeta, ambos estaban sorprendidos. Uvi asintió débilmente. Vegeta echó la cabeza hacia atrás y lanzó un aullido furioso al cielo nocturno que llevaba consigo un ligero timbre de demencia.

—¡LO JURO! Cuando ponga mis manos en ese cobarde, lo haré pedazos —exclamó el príncipe enfurecido y, lívido, comenzó su andar de nuevo mientras activaba las comunicaciones de su rastreador. Trunks lo observó con cautela y suspiró de alivio al ver que ahora parecía estar ignorándolos por completo.

—¿Terminaron? —gruñó Vegeta por el rastreador mientras se alejaba de todos ellos. Trunks miró a los indefensos alienígenas y se estremeció cuando vio que intentaban desesperadamente volver a su hogar para alejarse del despiadado príncipe. Le echó un vistazo a su padre y frunció el ceño antes de dirigirse a ayudarlos.

—Sí, Vegeta, la ciudad está limpia. —La voz de Nappa soltó una carcajada—. Ninguno de esos monstruos feos quedó con vida.

Uvi intentó arrastrarse para ponerse a salvo con su esposa que hacía todo lo posible por ayudarlo. Trunks se agachó y le ofreció una mano, se estremeció un poco cuando ambos retrocedieron aterrorizados. 

—Solo quiero ayudar —susurró el adolescente, el corazón le dolió al escuchar que un niño lloraba desde el interior de la cabaña. Nadie se merecía esto—. Por favor, déjeme ayudarlo.

Vegeta giró un poco para mirarlos desde su visión periférica. Frunció el ceño y sus ojos se oscurecieron.

—Ares está en Rithica —le informó a sus hombres, luego se dio la vuelta nuevamente y miró hacia la noche.

—Ve… Vegeta va a… matarnos a todos —le susurró Uvi a Trunks, quien negó con la cabeza de manera categórica.

—No, prometió que no lo haría. Vegeta es un hombre de palabra —insistió el adolescente mientras los ayudaba a volver a la cabaña. Él contuvo las náuseas cuando la sangre azul oscura y caliente del alienígena le empapó las manos y el uniforme. Levantó la vista hacia la esposa del alienígena y vio lágrimas que hacían que sus ojos dorados parecieran una brillante puesta de sol; la oscuridad de Vegeta la estaba consumiendo viva, el miedo a perder su familia la paralizaba. Trunks apretó la mandíbula y tuvo que apartar la mirada.

—Bueno, eso es conveniente —dijo Raditz a través de su rastreador con una risita—. Solo destruiremos el planeta y nos libraremos de este pequeño problema.

—No, no podemos destruir el planeta. Debe ser purgado —gruñó Vegeta—. Además, no lo dignificaré con una muerte tan rápida. Él es mío —escupió la palabra en un tono que destilaba amargura—. Repórtense a sus vainas espaciales de una vez. Iremos a Rithica de inmediato.

Vegeta desactivó las comunicaciones en su rastreador y se lo sacó. Levantó la otra mano y se frotó los ojos usando dos de sus dedos. Luego de respirar profundamente, se concentró por entero en sus reservas de energía. Como era capaz de entrar en sintonía consigo mismo, podía sentir que el veneno comenzaba a extenderse por su cuerpo. Con el ceño fruncido, se preguntó cuánto tiempo le quedaba. Era posible que un tanque de regeneración pudiera eliminar el veneno de su sistema, pero era cuestión de suerte. En cualquier caso, volver a la base habiendo sido presa de uno de los tsufurus de nuevo, sin haberlos matado, sin haber realizado las purgas, significaría su muerte segura. Ni siquiera el favoritismo de Frízer lo sacaría de un fracaso tan colosal. No, tenía que seguir adelante y perseguir a Ares, sin embargo, no podía permitirse más errores si iba a salir vivo de esto.

De repente, consciente de que estaba siendo observado, Vegeta bajó la mano y miró a Trunks con desprecio por encima del hombro. 

—¿Ya terminaste? —gritó lleno de impaciencia, uno de sus ojos se contrajo cuando levantó su rastreador para volvérselo a poner con una mano que temblaba un poco.

Trunks frunció el ceño e indeciso, caminó lentamente hacia él. 

—Sí... ¿está seguro de que está bien? —le preguntó intentado no demostrar su repentina preocupación. El ki de su padre, por lo general estable y firme como una roca, ahora había descendido una pequeña cantidad. La caída era apenas perceptible, pero seguía siendo inquietante.

Vegeta resopló. 

—Muchacho, si crees que un poco de veneno me derribará, mejor piénsalo otra vez. Ahora vámonos, ve al frente —dijo haciéndole un gesto para que caminara delante de él. Trunks frunció el ceño, vaciló, y aun así terminó obedeciéndolo. No era consciente de la sonrisa burlona en el rostro de su padre cuando le dio la espalda.

Es hora de empezar a endurecerte, muchacho.

Trunks finalmente se relajó un poco al sentir que Vegeta caminaba detrás de él. Estaba a punto de saltar al aire cuando decidió lanzar una mirada por encima de su hombro.

Se giró justo a tiempo para ver que Vegeta liberaba una ráfaga de ki hacia la cabaña que, de inmediato, quedó envuelta en llamas. Enfurecido, el adolescente avanzó tan rápido como pudo hacia él y lo empujó por el pecho. Vegeta ya se había preparado, pero aun así tuvo que retroceder unos pasos por la fuerza del golpe.

—¡Qué está haciendo! —le gritó Trunks—. ¡Usted le hizo una promesa!

—¿Lo hice? —preguntó Vegeta inocentemente, su sonrisa creció ante la mirada de indignación que recibía—. Tonto de mí. ¿Dónde están mis modales?, debo haberlo olvidado.

Los ojos azules del adolescente ardían con una ferocidad tan oscura como la noche y Vegeta sintió que un hormigueo de genuino entusiasmo se arrastraba por su piel al contemplarlo. Sí pudiera cambiar a este muchacho, tendría el arma definitiva para derrocar a Frízer —una vez que los tsufurus estuvieran fuera del camino y el veneno hubiera desaparecido de su sistema, en todo caso—. Y sin Frízer, solo sería cuestión de tiempo hasta que matara al muchacho, subiera al poder y tomara el control del universo.

Justo como siempre estuvo destinado a ser.

—Dice que tiene honor y orgullo. —dijo Trunks mirando con desprecio a Vegeta, lo enfurecía la loca sonrisa de superioridad que nunca se apartaba de su rostro—. ¡Pero su palabra y sus promesas no significan nada!

—Las promesas están hechas para ser rotas —afirmó Vegeta mirando a su hijo directamente a los ojos—. Mi padre me enseñó esa lección de niño.

Trunks quedó sorprendido, su ira dio paso a la confusión.

—¿Qué?

—Dije que las promesas están hechas para ser rotas —repitió Vegeta mientras se inclinaba hacia adelante, terminó tan cerca del adolescente que sus narices casi se tocaron—. Y si no te gusta, entonces haz algo al respecto. —Lo desafió en voz baja.

Trunks se echó hacia atrás siseando y apretando los puños con tanta fuerza que Vegeta se rio en voz alta ante su reacción. El príncipe le sonrió con superioridad e inclinó la cabeza hacia un lado, luego llevó un dedo hacia un costado de su mandíbula y la golpeteó burlonamente.

—Vamos, muchacho, incluso te dejaré dar el primer golpe. —Lo volvió a desafiar. Trunks gruñó, estaba muy tentado cuando Vegeta comenzó a reírse de su vacilación—. ¿Qué pasa? ¿No tienes las agallas? No me digas que tu madre crio a un maldito cobar…

Vegeta golpeó la arena con tanta fuerza que esta pareció explotar a su alrededor por el impacto. Parpadeó unas cuantas veces debido al aturdimiento y lentamente dirigió una mano hacia su mandíbula. El movimiento había sido tan rápido que ni siquiera lo vio venir. Los ojos de Trunks se ampliaron al darse cuenta del puñetazo que acababa de lanzar.

—Lo siento —dijo de inmediato mientras Vegeta se levantaba poco a poco y se sentaba.

El príncipe miró al adolescente con los ojos bien abiertos por el asombro. ¡Su poder era extraordinario para su edad! Sí, definitivamente este muchacho era un aliado en el que valía la pena invertir. Gruñó mientras se agarraba la mandíbula por unos segundos más. La frotó un poco antes de volverse para escupir una bocanada de sangre. Trunks hizo una mueca de dolor, ya veía la hinchazón en la cara de su padre, incluso en la oscuridad. Su culpa se intensificó cuando sintió que su ki se debilitaba un poco, solo un poco más luego del golpe.

Vegeta lo miró con una expresión cautelosa. Finalmente resopló divertido.

—Tal vez todavía haya esperanza para ti después de todo, muchacho —dijo, su voz se oía petulante.

Trunks quedó sorprendido cuando vio la mirada casi triunfante que él le estaba dando a medida que se levantaba de nuevo.

—¿Qué?

Una astuta sonrisa se extendió por el rostro de Vegeta mientras ponía una mano firme en el hombro de Trunks.

—Muchacho, somos los últimos saiyayíns, tenemos que mantenernos unidos, lo que significa que debes echar a un lado la compasión. Uvi era un traidor y por lo tanto tenía que morir, ¿no tiene sentido? —preguntó hablando como si se estuviera dirigiendo a un niño pequeño.

—Pero, él era su amigo…

Vegeta echó la cabeza hacia atrás y se rio un buen rato ante eso. Miró a Trunks con una expresión de clara diversión y sacudió la cabeza como si le hubiera contado la mejor broma del universo. 

—Muchacho tonto, yo no tengo amigos. La tercera lección de supervivencia que debes aprender es: no confíes en nadie. Ahora, vámonos, ¿sí? Tengo una cita con los tsufurus, no debo llegar tarde.

Palmeó a Trunks en el hombro y le dio otra triunfante sonrisa de suficiencia antes de girarse para despegar. Trunks frunció el ceño ante las palabras de despedida de su padre y respiró profundamente. Comenzó a sentir un tic en un ojo por lo que alzó la mano y lo frotó antes de seguir a regañadientes a Vegeta.

La tercera lección era una que estaba aprendiendo muy rápido por su cuenta.