Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ Atrapando al Pelirojo ❯ Capítulo 1 ( Chapter 1 )
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Capítulo 1
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
Advertencia: Mpreg o embarazo masculino. Breve referencia a non-con. Escenas de sexo gráficas.
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El pelirojo despertó con la desagradable sensación de haber sido arrastrado por todo el Bosque Prohibido. Se encontró estirado cuan largo era sobre una cama, manos y pies atados a los postes de la misma con lo que suponía eran sogas mágicas. No podían haberlo sacado de la escuela, eso era imposible... ¿o sí podían? Intentó recordar lo último que había estado haciendo. Finalmente había logrado deshacerse un rato de Hermione que lo buscaba para estudiar por adelantado en la biblioteca. Harry había estado con él y habían practicado el Quidditch un rato. Luego se había retrasado mientras guardaba su equipo, especialmente su Nimbus. Había estado brillándola cuando había perdido la noción de sus alrededores.
Trató de ver sus alrededores esperando encontrar alguna pista de dónde se encontraba pero el lugar estaba pobremente iluminado. Escuchó risas al otro lado de la puerta aunque no podía levantar demasiado la cabeza para ver. Se sonrojó notablemente, su desnudez era la causante de ello. Cuando escuchó las voces acercarse a la puerta jaló fuertemente las sogas, podía soportar ciertas humillaciones pero no una como esa. Pero la puerta se abrió y él no había conseguido soltarse. Afortunadamente sólo sintió entrar a una persona.
“Buenas noches, cachorro.” Susurró una voz que no conocía. “¿Cómo te sientes?” Apretó los labios con furia y sus ojos azules intentaron reconocer a la persona que entraba.
“¡Desátame!” Exclamó con ira el pelirojo.
“Tsk, tsk, tsk, lo lamento pero no puedo cumplir con tu petición. ¿Hay alguna otra cosa que necesites decirme antes de que comencemos?”
“¿Por qué me trajiste aquí?”
“Una apuesta. Y pienso ganarla. No te preocupes, al final voy a borrarte la memoria y no recordarás nada de lo que pase esta noche.”
“¡Eres un maldito bastardo!” Volvió a exclamar el pelirojo intentando soltarse con renovada desesperación.
“Así es. ¿Acaso no lo son todos los Slytherin?”
“Debí suponerlo.”
“Si ya dijiste todo entonces podemos comenzar.”
“¿Comenzar qué?”
“La apuesta, claro está.”
“¿De qué... de qué trata la apuesta?”
“¿No te lo imaginas?” Dijo al tiempo que se subía a la cama y se sentaba a horcajadas entre las piernas del pelirojo.
“No... tú no puedes... No puedes querer...”
“No es lo que quiera, ya te dije, es una apuesta y pienso ganarla.”
“Por favor, no lo hagas.” Susurró estremecido el pelirojo. “No tienes por qué hacerlo. No te he hecho nada.”
“Es cierto, no me has hecho nada, pero sí tengo que hacerlo. No me voy a acobardar ahora. Venga, que ya tienen que haber empezado en la otra mazmorra.” Comenzó a quitarse la ropa frente al pelirojo el cual vio con desesperanza que el joven sobre sus piernas estaba parcialmente excitado.
“Por favor... por favor...” Rogó con su voz más aterrada pero cuando el joven se inclinó sobre su cuerpo para susurrarle al oído pudo sentir un fuerte olor a alcohol. No era cerveza ni wiskey de fuego. Había algo extraño en aquel olor a alcohol, era dulce.
“Sshhh... no te preocupes, no te voy a hacer daño. Apenas nada. Tienes suerte que sea yo y no Draco.” El joven dejó escapar una risita que hizo que al pelirojo se le volteara el estómago. “El es bastante violento cuando está tomado.” Una enorme sonrisa se dibujó en aquellos labios y Ron reconoció a su atacante.
“¡Zabini!” Sus ojos azules se abrieron y se entrecerraron en cuestión de segundos.
“Hasta que al fin me recuerdas, Weasley, pensé que ya no lo harías.”
“¡Estás borracho!”
“Así es, y con el mejor vino de frambuesas que jamás haya probado, dudo mucho que tú alguna vez lo hagas. Pero si te portas bien podría traerte un poco.”
“¡Estás demente!”
“No, ya dijiste que estaba borracho. Pero ya hemos hablado demasiado, pelirojo, hora de la acción.” Ron intentó safarse nuevamente mientras el joven de cabellos negros buscaba algo sobre la cama. “Ajá.” Exclamó triunfante. Levantó un frasco a la altura de los ojos azules que parecían desorbitados del coraje y del temor. “Esto hará que todo sea más fácil, ya verás.” Ron sintió que comenzaba a hiperventilar cuando las manos del joven comenzaron a acariciar sus muslos y se levantó levemente para acomodarse entre sus piernas abiertas.
“Por Merlín, Zabini, no hagas esto, te daré lo que quieras si me dejas ir ahora. No diré nada, lo juro, pero no me hagas esto, te lo suplico.” Gimió el pelirojo cuando sintió que las manos comenzaban a acariciar su sexo y su trasero. “Por favor.” Una lágrima solitaria rodó por su mejilla y dejó escapar un suave sollozo.
“Hey... hey... rojo, no te pongas triste.” Murmuró con aparente ternura el moreno mientras se reclinaba sobre su pecho con lentitud y besaba el húmedo camino que había dejado la cristalina gota. “Ser derecho no lo es todo.” Susurró mientras continuaba besándolo a todo lo largo del cuello y la quijada. “Voy a hacer que lo disfrutes.” Susurró nuevamente contra la suave piel de su cuello mientras comenzaba a bajar al pecho.
Ron intentó safarse nuevamente aún sabiendo que sería en vano. Sintió ser tocado en lugares que nunca había pensado que existieran y aún cuando no quería responder a ninguna la continua caricia comenzó a provocarle sensaciones que no podía controlar.
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Ron despertó sintiendo esta vez que además de haber sido arrastrado por todo el Bosque Prohibido lo habían estado cogiendo toda la noche. Sus ojos azules se abrieron desmesuradamente cuando recordó que, en efecto, lo habían estado cogiendo durante toda la noche.
“¡Demonios sangrientos!” Exclamó cuando vio que unos brazos lo tenían agarrado por la cintura. Al menos ya no estaba sujeto a la cama. Tenía que salir de allí en cuanto pudiera, si mal no recordaba el Slytherin tenía pensado borrarle la memoria. Se desenredó lo mejor que pudo de los brazos y la pierna que lo mantenían en aquel cálido abrazo y se levantó rápidamente buscando sus ropas y su varita. Se vistió sin hacer ruido y susurró un simple hechizo de limpieza que su madre le había enseñado para sentirse menos sucio. Salió a toda prisa de la mazmorra que era en realidad el cuarto y rogó por no encontrarse con ninguna de las serpientes que podían estar rondando por allí. Con un suspiro de alivio se encontró en el pasillo principal, subiendo con toda la presteza que su cuerpo le permitía por las escaleras que conducían al cuadro de la señora gorda. Susurró la contraseña y entró a la sala común de los Gryffindor.
Se metió a las duchas sin siquiera pensarlo demasiado cuando subió a los dormitorios y abrió la regadera lo más caliente que su cuerpo le permitía. Estaba completamente humillado y sin embargo no conseguía sacar su frustración y su ira afuera. Se apoyó contra la pared del baño y permitió que el agua caliente lo calmara. Tenía que tranquilizarse, no podía ir gritando por ahí lo que acababa de sucederle como hubiera hecho de haber sido cualquier tipo de ataque en su contra. Esta vez era algo que no podía ni nombrar, menos aún dejarle saber a sus amigos. Dejó escapar un suspiro tembloroso cuando terminó de ducharse y se vistió con su pijama. Se hundió entre las cobijas y cerró las cortinas de su cama, al menos todavía ninguno había despertado aunque seguramente habrían notado que no había estado a la hora de dormir. Tendría que inventarse algo y luego... luego sería otro día.
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En la mazmorra de la cual había escapado el pelirojo un moreno se despertaba extrañando el calor que hasta hacía poco había estado disfrutando. Abrió los ojos adormilado y tanteó la cama. Algo faltaba allí pero no recordaba bien qué podía ser.
“Cabellos rojos.” Murmuró desconcertado. Era obvio que había pasado la noche con alguien de cabellos rojos. Sonrió placenteramente, nunca se había sentido tan satisfecho después de una noche de pasión. Fuera quien fuera con quien había pasado la noche había sido espléndido.
“Buenos días, holgazán.” La tersa voz de un Draco Malfoy lo hizo voltearse en dirección a la puerta. “¿Tienes la prueba?”
“¿Qué prueba?”
“La prueba de que te cogiste a ese Gryffindor anoche. Teníamos una apuesta.” Blaise se enderezó en la cama, sus ojos color caramelo oscuro se abrieron enormes.
“¡La prueba!” Draco comenzó a reír como un desquiciado.
“Te lo cogiste y se te olvidó la prueba, eso es algo que sólo a tí se te podía olvidar, Blaise.” El moreno se dejó caer nuevamente sobre la cama. Ahora lo recordaba todo. Habían estado bebiendo y luego habían hecho esa tonta apuesta. ¿Con quién rayos le había tocado? Cabellos rojos como el fuego, ojos azules. Un Weasley seguramente, ¿pero cuál de todos?
“Al menos te acordaste de borrarle la memoria a la Comadreja, ¿cierto?”
“Sí... claro. Eso no lo olvidé.” Demonios, se había cogido al pelirojo, Ronald Weasley, ahora lo recordaba. Claro que no iba a decirle a Draco que había olvidado echarle el hechizo desmemorizante. Para eso tendría que levantarse tan pronto pudiera y atajar al pelirojo.
“Eres un tonto, Blaise, mira que olvidar la prueba.” El rubio salió de la habitación dejándolo solo finalmente y el moreno comenzó a vestirse a toda prisa. Si se apresuraba un poco podría atajar al pelirojo antes de que le contara a uno de los profesores o al mismo Dumbledore.
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Ron bajó al Gran Comedor acompañado de Harry y Hermione como siempre, intentando poner su cara alegre de siempre pero fallando miserablemente. Cuando al sentarse a la mesa de los Gryffindor comenzó a jugar con su comida su amiga le dio una mirada extrañada.
“¿Qué te pasa, Ron? No has probado tu desayuno.” Comentó por lo bajo con aquella mirada de regaño al ver que su amigo, que siempre parecía estar hechizado con la maldición famélica, no probaba bocado alguno.
“No tengo mucha hambre, Mione.” La chica le dio una mirada incrédula para luego mirar a Harry como diciéndole haz algo. Pero Harry no sabía qué hacer, que Ron no se sintiera con ánimos de comer era raro, sí, pero no lo suficiente para preocuparse demasiado cuando era apenas la primera vez que pasaba. Quizás estaba simplemente enfermo o algo parecido. Se encogió de hombros y la chica le dio una mirada resentida pero finalmente y sin hacer más comentario se dedicó a desayunar.
Ron no se sentía bien, era lo más lógico luego de lo que le había sucedido la noche anterior. Sin embargo sentía algo más. Era tonto decirlo pero no parecía tener nada que ver con que su cuerpo le doliera en los lugares más bochornosos.
Al terminar el desayuno Harry y sus amigos se dirigieron a su primera clase del día, Aritmancia y mientras se dirigían al salón unos ojos color caramelo oscuro observaron cada movimiento del pelirojo.
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Zabini maldijo quedamente. No había podido conseguir atajar al pelirojo a solas ni una sola vez en toda la mañana. Tal parecía que había sido realmente un milagro que lo hubiera atrapado aquel día en los vestidores de Quidditch. Pero siguiéndolo al menos se había asegurado de que el pelirojo no le había ido con el cuento a ninguno de los profesores. Sin embargo eso no significaba que no le hubiera contado a sus amigos quienes sí podían considerar que el decirlo a uno de los miembros de la facultad era lo correcto.
No fue hasta después de las nueve de la noche que halló la oportunidad que estaba buscando. Primero Potter se había separado del grupo, aparentemente tenía que completar otro castigo. La joven de cabellos castaños se había internado en la biblioteca y finalmente el pelirojo se había cansado de hacerle compañía.
Lo siguió por un rato, esperando que fuera el momento oportuno para acorralarlo. Lo vio subir al séptimo piso de la escuela y lo siguió pero al doblar una esquina lo perdió de vista repentinamente. “Maldición.” Susurró mientras buscaba frenético en todas direcciones. El pasillo estaba completamente vacío y hacía un rato había visto al pelirojo paseándose de arriba a abajo en ese lugar. Se acercó cauteloso y finalmente pudo notar una puerta donde momentos antes no había visto nada. Sonrió triunfal, ahora podía hacerse cargo del pelirojo.
Empujó la puerta con suavidad y se deslizó al interior sin hacer el más mínimo ruido, al entrar cerró la puerta y susurró un hechizo para trancarla y así impedir que se le escapara el pelirojo. El espacio donde había entrado estaba apenas iluminado por unas cuantas lámparas en su punto más bajo bañándolo todo en una luz cálida y agradable. Había unas ventanas al fondo del mismo y contra ellas se recortaba la silueta del que había estado acechando todo el día.
Estaba vestido con un suéter rojo algo grande, seguramente hecho a mano y unos pantalones de mezclilla algo gastados pero en apariencia cómodos. Se abrazaba fuertemente y de vez en cuando se sobaba los brazos como si tuviera frío. Ron no se había dado cuenta de la presencia a sus espaldas, sus pensamientos simplemente estaban en otra parte. Se sentía miserable, esa palabra era la que mejor resumía sus sentimientos en esos instantes.
No bastaba con ser pobre, con ser pelirojo o con no ser el más brillante del grupo más que en ajedrez y eso era tan natural que no lo consideraba nada especial. No, además de tampoco poder jugar correctamente al quidditch cuando era necesario tenía también que sumársele aquella desgracia. Ser completamente humillado por un Slytherin y encima tener el conocimiento de que su cuerpo había reaccionado de forma... Por las barbas de Merlín, ni siquiera era porque le gustara a la sucia serpiente, simplemente había sido una estúpida apuesta que seguramente había logrado llevar a cabo dado el estado de ebriedad en que se hallaba el susodicho. Se abrazó más fuerte aún, fue entonces que unos brazos de acero lo atraparon en aquella posición impidiéndole moverse y dejándolo indefenso con efectividad.
Pero no iba a permitir una repetición de la noche anterior, esta vez luchó con todas sus fuerzas y casi estuvo a punto de liberarse cuando el joven a sus espaldas recitó un hechizo que le era desconocido y su cuerpo perdió toda voluntad de resistencia. Lágrimas de amargura rodaron por sus pecosas mejillas al saber que nuevamente estaba a merced de alguien.
“Weasley.” Susurró la voz en su oído y sintió que el estómago se le revolvía instántaneamente. “Quiero hablarte.” No se dignó en contestarle, simplemente miró más allá de las ventanas deseando con todas sus fuerzas estar lejos de allí, de Hogwarts, de todos y ser libre e inalcanzable.
Estuvieron largo rato en aquella posición hasta que el moreno sintió que el joven Gryffindor regulaba su respiración.
“Creo que no es necesario que te recuerde lo que sucedió anoche, eso me lleva a otra cuestión. Olvidé borrarte la memoria antes que despertaras. Se suponía que no recordarías nada, ni siquiera te sentirías diferente, pero te me escapaste antes que pudiera hacerlo.” Zabini comenzó a descender y con él el pelirojo hasta que quedaron sentados sore la gruesa alfombra que cubría todo el lugar. “Es hermoso este lugar, no sabía que Hogwarts poseyera habitaciones como esta.” Comento Zabini pero todo lo que recibió fue silencio. Suspiró resignado pero se decidió a continuar de todas formas. Había tenido todo el día para pensar en lo que le diría al pelirojo antes de borrarle los recuerdos de esa noche y que todo volviera a la normalidad.
“Sólo quería decirte algo más y espero que no te lo tomes a mal. Tienes el cuerpo más delicioso que jamás haya probado. Eres único y serías el amante perfecto si decidieras que los hombres son tu inclinación pero sé que eres completamente derecho. Una pena en realidad.”
“Eres un bastardo.” Siseó entre dientes el pelirojo mientras intentaba contener inútilmente las lágrimas. Fue entonces que el joven a sus espaldas lo soltó levemente para voltearlo y verlo al rostro. Intentó secarle las lágrimas pero no pudo evitar intentar escapar de aquel toque a pesar de su impotencia para moverse. Sus ojos azules chispeaban furiosos y enrojecidos.
“No era mi intención dañarte... no de esta forma.” Susurró el moreno. “De no haber sido por el vino de frambuesas seguramente no habría siquiera aceptado la apuesta. Pero si me lo permites borraré todo rastro de esta noche de tu mente y todo volverá a la normalidad.”
“No quiero que me oblivies. Sólo déjame en paz.” Susurró entre dientes el pelirojo. Por todos los cielos, era tan miserable que ni siquiera podía controlar unas estúpidas lágrimas cuando estaba siendo humillado. Una mano tímida intentó nuevamente secar su rostro y esta vez se quedó quieto mirándolo desafiante. Si hubiera podido moverse el Slytherin no conservaría su prístino rostro en el mismo estado, el cabello rojo no era la única razón por la cual Ron se sentía violento en esos momentos. Sin embargo aquel hechizo estaba haciendo que cada vez se sintiera más tranquilo y reposado. “¿Qué me hiciste?” Murmuró de pronto. El joven de cabellos negros lo miró extrañado sin entender. “El hechizo que usaste... ¿qué hace?”
“Ah... el hechizo. Es para calmar ataques y convulsiones del cuerpo.” Ron arqueó una ceja. “Mi madre solía tener convulsiones siempre que el señor tenebroso la castigaba. Mi padre la calmaba con ese hechizo. Cuando tuve edad suficiente y aprendí a controlar mi magia mi padre me enseñó el hechizo en caso de que él no estuviera cerca. No te hará daño, sólo relaja los músculos, como un sedante sin efectos secundarios. Durará una media hora durante la cual te sentirás tranquilo y completamente relajado.”
“Vulnerable.” El moreno asintió quedamente. “Lo que aprovecharás para hacer quién sabe qué conmigo.” Siseó con rencor.
“Podría. Claro que sí. Pero no lo haré.” Le dijo con una seriedad que Ron no le creyó ni por un segundo. “Aún cuando esté tentado a no cumplir la palabra que te acabo de dar.” Susurró tan bajo que parecía un ronroneo y contra su voluntad el cuerpo del pelirojo se estremeció. Cerró los ojos y alejó el rostro todo lo que pudo. No quería sentir a la serpiente cerca de su cuerpo, no quería sentir su calor ni su olor cuando respiraba.
El moreno observó al pelirojo sin ocultar los deseos que sentía de volverlo a tocar. Notó que las pecas en su piel no estaban regadas por todo su cuerpo como había creído en un principio, en realidad se concentraban donde el sol alcanzaba a tostarle la piel un poco como las mejillas y la parte superior de los brazos. Una marca en el cuello llamó su atención y acercó los dedos para tocarla. De inmediato el pelirojo se tensó nuevamente.
“¿Por qué no me dejas en paz de una buena vez? No quiero que me toques, no quiero estar cerca de tí, ¡no quiero que nadie vuelva a tocarme jamás!” Exclamó entre rabiosos jadeos.
“Voy a borrarte la memoria. Será lo mejor.” Musitó el moreno sacando su varita y apuntándola en su dirección.
“¡No! Por favor, no lo hagas, sólo déjame en paz, no le diré a nadie, lo juro. Sólo déjame tranquilo.” Sollozó desesperado.
“¿Pero por qué no? Te afecta demasiado.”
“Porque entonces volvería a ser igual de inocente.”
“Esa es la idea.”
“Pero no estaría preparado. Me pasaría otra vez, volvería a pasar por todo una segunda vez. Al menos así sabría...” Tragó con dificultad. Volvió a cerrar los ojos con fuerza, al menos el hechizo no permitía que se asfixiara de ansiedad como solía pasarle algunas veces. Los abrió nuevamente cuando escuchó una pequeña exclamación. En lo que antes había sido una habitación vacía había aparecido un amplio sofá que se veía extremadamente cómodo.
“¿Qué clase de habitación es esta?”
“Es la Sala de los Menesteres.” Susurró el pelirojo. “Tendrá todo lo que necesitas en cuanto lo necesites. Aparentemente deseas sentarte.” Contestó sin emoción.
“Ah... no. Sólo deseaba que hubiera otro lugar para dejarte que no fuera el suelo.” El moreno se levantó y con él al pelirojo que aún no podía quedar en pie. El pelirojo se preguntó cuán fuerte en realidad sería la serpiente si podía levantarlo del suelo con tanta facilidad, no había escuchado que le pusiera un hechizo para disminuir su peso. Lo acomodó sobre el sofá con cuidado y se sentó en la esquina opuesta.
“¿Vas a borrarme la memoria sí o no?”
“Oye, esa no es la forma de hacer que cambie de opinión.”
“No lo es, pero tampoco me gusta esperar por una respuesta y preocuparme más de lo que debiera.” Gruñó.
“No lo haré.” Dijo finalmente el moreno y el chico de ojos azules sólo atinó a darle una mirada incrédula. “Si eso es lo que deseas pero...” Ron volteó los ojos, sabía que no podría deshacerse de la serpiente tan fácilmente y con sólo su palabra. Sintió movimiento en el otro lado del mueble y abrió los ojos de inmediato. El moreno de largos cabellos se estaba sacando algo del cuello de la camisa. Esperó con ansiedad hasta que vio que era una especie de medallón pequeño que relucía débilmente a la luz de las lámparas. El Slytherin se le acercó y sin vacilar le puso el medallón al cuello. “...este medallón guarda un transportador en su interior, si alguna vez te encuentras en una situación... como la de anoche... podrás escapar. Consérvalo.”
“¿A dónde lleva?”
“Es... un escondite que suelo utilizar cuando estoy en problemas. Es una casa muggle, de mi propiedad. Siempre está vacía a menos que decida ir, no hay otra forma de entrar a ella más que con el transportador.” El moreno sonrió de lado y Ron se quedó mirándolo con desconfianza.
“¿Puedo preguntarte algo?”
“Ya lo hiciste.”
“Sabes a lo que me refiero.” El pelirojo no se dignó a contestar y Blaise se arriesgó a preguntar de todas formas. “¿Todos en tu familia tienen el pelo de ese color?” Ron volteó los ojos pero se tensó cuando sintió al moreno acercarse. “Te ves muy gracioso cuando haces eso.” Susurró muy bajo y dándole una mirada que lo hizo sentir demasiado vulnerable.
“¿Cuánto tiempo más dura el hechizo?” Preguntó preocupado.
“Unos quince minutos, diez cuando menos. Es hora de regresarme a los dormitorios. Pero antes tendrás que perdonarme una vez más.” El tono que estaba utilizando no tranquilizaba para nada al pelirojo y cuando lo vio acercarse aún más sintió deseos de golpearlo, empujarlo, dañarlo pero sabía que estaba indefenso por lo que intentó prepararse para lo que tendría en mente la serpiente. Unos dedos le quitaron los mechones rojos de los ojos y se enredaron en su nuca impidiéndole moverse.
El beso no fue lo que esperaba, no hubo violencia, no fue forzado contra su boca pero sí que lo sintió y duró mucho más de lo que había pensado. Mantuvo los labios firmemente cerrados mientras la lengua de su atacante los acariciaba lánguidamente. Finalmente Blaise lo soltó y se levantó del sofá dándole una mirada extraña.
El moreno acarició con sus ojos el cuerpo recostado sobre el sofá y sintió unos tremendo deseos de regresar y devorarlo como lo había hecho la noche anterior. Su respiración se volvió pesada y cálida y le fue demasiado difícil separarse de la figura del pelirojo. Apretó los puños con fuerza antes de acercarse con lentitud a la puerta de la habitación.
“Le pondré algunos hechizos a la puerta... así no te molestarán mientras termina el hechizo.” Salió de la habitación y como había dicho hechizó la puerta para que no pudieran abrirla más que del interior. Se recostó de la misma e intentó calmar su respiración. Tenía problemas, serios problemas, acababa de pronunciar sentencia sobre sus deseos al acercarse demasiado al pelirojo. Se maldijo mentalmente por su estupidez pero no iba a retractarse de la palabra que acababa de darle. Por Merlín, esos ojos azules eran hermosos, como hundirse mar adentro y su rostro reflejaba las emociones con tanta candidez que era refrescante. Ninguno de sus compañeros de casa era tan inocente como para llevar las emociones en el borde de la manga. Tampoco entendía su repentino impulso de ofrecerle su medallón, su única escapatoria de la escuela y de... otras situaciones peligrosas en las que solía verse involucrado. Tendría que buscar otro transportador y otro lugar sólo en caso de que el que le había dado el pelirojo cayera en manos extrañas.
Se enderezó y con paso apresurado se encaminó a los dormitorios de los Slytherin. Tenía muchas cosas en qué pensar.
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Gracias por leer.