Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ Atrapando al Pelirrojo II ❯ Capítulo 1 ( Chapter 1 )

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Capítulo 1
 
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
 
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Lucius Malfoy mostró por quincuagésima vez su falsa sonrisa frente a los representantes del Consejo Internacional de Brujas y Magos aún cuando en su mente maldecía de forma tan grosera que nunca se hubiera rebajado a utilizar en voz alta. Pero para el hombre de largos cabellos rubios aquel no era su día.
 
La mañana había comenzado con la agradable noticia de que estaba siendo investigado nuevamente por su no tan supuesta conexión con el Señor Tenebroso. Algunos miembros del Ministerio de Magia no estaban completamente convencidos de su “inocencia” por lo que seguramente tendría que gastarse una pequeña fortuna comprando silencios.
 
Luego había recibido un pergamino de parte de su adorado vástago informándole su decisión de abandonar su prometedora carrera en medimagia para dedicarse a… nada más y nada menos que a la carrera de auror. A esas alturas no tenía ni la más mínima idea de qué era lo que pasaba por la cabeza de su hijo.
 
Finalmente y luego de la comida los abogados de su amantísima esposa, Narcisa, le habían comunicado que tendría que subastar la mansión Malfoy y entregarle la mitad de la liquidación junto con la mitad de todo lo que guardaba en Gringotts. No por nada sentía su cabeza a punto de estallar y empeorando.
 
Pero el broche de oro era hallarse en la tonta fiesta de bienvenida que inauguraba la Cumbre Anual de Brujas y Hechiceros que duraría los próximos días allí en el Londres mágico. Si era sincero consigo mismo prefería estar en una de las reuniones de mortífagos con Lord Voldemort. Al menos no tendría que estar sonriendo tanto y un cruciatus bien administrado seguramente le haría olvidar sus miserias.
 
Cada minuto adicional que pasaba era un suplicio, no porque no estuviera acostumbrado sino porque su malestar iba en aumento.
 
La mansión donde se celebraba la Cumbre era propiedad del Ministerio y era donde regularmente se hacían las reuniones de aquella índole. La etiqueta le indicaba que debería esperar otras dos horas antes de pensar en retirarse pero por más etiqueta que existiera sencillamente tenía que escabullirse unos minutos para recuperar la compostura y usual simpatía. Discretamente se fue alejando hasta hallarse en uno de los pasillos que llevaban a las habitaciones que siempre estaban dispuestas por si se presentaba la eventualidad de que alguno de los invitados necesitara quedarse. En esta ocasión muchas de ellas estaban ocupadas por lo que se decidió a entrar a una especie de estudio donde habían varias butacas, mesas, libros y una enorme chimenea.
 
Con un movimiento de su bastón encendió la chimenea y se sentó en una de las butacas frente al fuego. Se desabrochó parte de la elaborada túnica que llevaba dejando al descubierto una prístina camisa blanca. Comenzó entonces a masajearse las sienes en la semipenumbra de la habitación cuando escuchó que alguien más entraba al estudio.
 
Era un hombre joven que aparentemente no lo había visto allí sentado al entrar. Caminaba muy erguido con pasos rápidos y precisos. Se sentó en uno de los escritorios e hizo aparecer un pergamino y una pluma. Al recitar un lumos Lucius pudo ver que el color de los cabellos era rojo como la sangre. La tenue luz de la varita mostraba un rostro común pero agradable a la vista. Lucius supuso entonces que aquel tenía que ser uno de los Weasley. Estuvo varios minutos escribiendo hasta que terminó y guardó los artículos. Fue entonces que vio a Lucius sentado frente al fuego observándole.
 
“Señor Malfoy. ¿Cansado de la fiesta tan pronto?” Dijo cortésmente. Lucius suspiró cansado. No tenía la más mínima intención de tomar parte en otra inane conversación y estaba a punto de responderle de forma algo inapropiada que aquel no era su asunto cuando el pelirrojo hizo aparecer dos vasos y abrió un pequeño gabinete que no había visto al entrar. Sirvió dos tragos y le ofreció uno al hombre.
 
“Gracias.” Murmuró antes de tomarlo y el joven se alejó para tomar el suyo en silencio. No le prestó demasiada atención y luego de varios sorbos sus manos fueron automáticamente a sus sienes, qué no hubiera dado por un remedio para el dolor de cabeza. Sintió que el pelirrojo se acercaba nuevamente y para su sorpresa le ofrecía una pócima sencilla.
 
Elevó la mirada confundido pero el rostro del joven no mostraba nada especial. “El señor Fudge suele padecer de dolores de cabeza frecuentes.” Le dijo a modo de explicación. “La tensión se los provoca.” Lucius volvió a agradecerle antes de tomar la pócima. Luego de unos minutos el dolor disminuyó pero no del todo. Sorbió un poco más del trago y finalmente reconoció la calidad del güisqui que bebía, de hecho, era el mismo que solía beber en su casa.
 
Al recordarlo los problemas que tenía le volvieron de golpe, especialmente el problema con Narcisa. Frunció el ceño con disgusto olvidándose del pelirrojo.
 
“¿Hay alguna otra cosa en que pueda serle útil, señor Malfoy?” El rubio le dedicó una mirada gélida que esperaba lo hiciera desaparecer pero el joven no pareció perturbado por ella. Seguro que un ataque verbal sería más efecto y quizás hasta más satisfactorio.
 
“Eres uno de los Weasley…” Notó que el joven se tensaba. Bien.
 
“Percy Weasley, asistente del Primer Ministro, a sus servicios.” Dijo aún tenso como si ya esperara una burla o un comentario despectivo acerca de su apellido. No sería entonces tan difícil involucrarlo en una discusión. Todo mundo sabía que los Weasley eran enemigos de todos aquellos que habían tenido parte con el Señor Tenebroso. Tomó otro sorbo y tiró el anzuelo.
 
“Dígame, señor Weasley, ¿le han llegado los rumores de mi supuesta participación con Aquel Que No Debe Ser Nombrado?” Sonrió para sus adentros mientras tomaba otro sorbo y esperaba la reacción del joven, después de todo, los pelirrojos eran famosos por sus explosivos arranques.
 
“Pienso, señor Malfoy, que esos rumores, con todo respeto, son sólo chismes de viejas.” Lucius arqueó una ceja confundido. “El Ministerio no debería prestarle oídos a semejantes calumnias.” El rubio tardó unos segundos en reaccionar, genuinamente tomado por sorpresa.
 
“Coincido con usted.” Dijo al fin.
 
“No debe preocuparse por eso. Escuché sin embargo que su hijo, el joven Draco, decidió ingresar al Instituto de Aurores.” Vaya que volaban las noticias, pensó Lucius con sorpresa. “Debería alegrarse, un auror en la familia siempre tiene sus ventajas. Estoy seguro que una vez termine, el joven Draco traerá orgullo y prestigio al apellido Malfoy.” A esas alturas Lucius lo miraba con curiosidad apenas contenida. “Debo añadir que siempre hacen falta en el Ministerio magos que compartan la mentalidad y ambición que siempre han tenido los Malfoy.” El rubio parpadeó con lentitud y se sintió de pronto con la necesidad de levantar su vaso y brindar a la salud de los Malfoy. Aquella voz suave y sedosa parecía haberlo hipnotizado y lo había adulado sin hacerlo sentir falsamente adorado. Ni siquiera se había percatado que poco a poco el joven se había acercado a espaldas suyas. “Está algo tenso, señor Malfoy.” Dijo al tiempo que colocaba sus manos sobre sus hombros. “Permítame.”
 
Por unos momentos estuvo a punto de reaccionar pero cuando aquellas manos comenzaron a masajear sus hombros la sensación de bienestar lo hizo quedarse en su lugar. Cerró los ojos y dio un profundo suspiro. Ni siquiera Narcisa se había ofrecido alguna vez a confortarlo de esa forma.
 
Y mientras estaba allí sentado permitiendo que las manos del pelirrojo trabajaran su magia pensó que todo aquello era irreal porque si un Weasley lo estaba tocando entonces sus demás problemas debían ser parte de ese sueño.
 
Alguna vez había pensado que todos los Weasley eran iguales, muchos y pobres. Pero lo que había visto hasta ese momento lo estaba haciendo repensar su teoría. Aquel Percy parecía estar lleno de orgullo y confianza propia, además que su porte y presencia no delataban su origen. Sus ropas, al igual que cualquier miembro del Ministerio que se respetara eran de excelente calidad. En esos momentos sintió aún más curiosidad pero no la suficiente como para interrumpir lo que hacía el pelirrojo.
 
La tensión lo fue abandonando poco a poco hasta que finalmente todo el malestar desapareció. Justo entonces el pelirrojo retiró sus manos y le habló en voz suave. “Creo que será mejor que regresemos con los demás invitados, seguramente ya lo extrañan.”
 
“Ciertamente.” Murmuró con resignación y ambos regresaron al salón donde no bien habían entrado algunos funcionarios se le acercaron a Lucius quien al buscar a su alrededor pudo constatar que el pelirrojo ya se le había escapado.
 
Pronto lo involucraron en una de las tantas conversaciones sin sentido de las cuales eran aficionados haciendo que pronto se olvidara del suceso con el pelirrojo. No fue hasta una semana después, en la fiesta de despedida que volvió a toparse con él. Fue entonces que se fijó más detenidamente en el joven. Tendría entre veintidós o veintitrés años y realmente de no haber sido por los rojos cabellos nunca lo hubiera asociado con la familia a la cual pertenecía.
 
Vestía de forma elegante aunque sin atraer la atención a su persona y sus ojos parecían vigilar cada uno de los invitados por lo que no tardó en darse cuenta de que era observado. Sonrió e inclinó la cabeza en su dirección a modo de saludo, gesto que Lucius devolvió con la misma discreción.
 
No podía ocultar la curiosidad que sentía hacia el joven por lo que el tiempo comenzó a transcurrir a prisa cuando decidió que le interesaba descubrir el secreto del Weasley, además que no tenía nada más interesante que hacer en aquel lugar. Vio su oportunidad cuando el joven se excusó y salió del salón. Esperó unos minutos y también se excusó con los magos que lo rodeaban.
 
Lo halló en el mismo estudio que la vez anterior, escribiendo concienzudamente en el pergamino. Se acercó en silencio y estuvo en pie frente al joven hasta que la misma suave voz le dejó saber que no había pasado tan inadvertido como pensaba.
 
“Buenas noches, señor Malfoy. ¿Aburrido del bullicio?” Casi saltó en su lugar pero las viejas costumbres nunca mueren y pronto dominó su sorpresa con una sonrisa, debía reconocer que lo había sorprendido.
 
“No, señor Weasley, sólo pensé que sería agradable volver a conversar con usted.” El pelirrojo sonrió y procedió a guardar el pergamino y demás útiles.
 
“Entonces es para mí un honor complacerlo.” Respondió en aquel tono suave y educado.
 
“Si mal no recuerdo, hace un tiempo mi hijo se convirtió en padrino de su sobrino.”
 
“Eso tengo entendido y supongo que siente curiosidad por saber cómo pudo suceder tal fenómeno.” Dijo con naturalidad el joven.
 
“Yo no lo llamaría fenómeno, pero sí es algo poco usual en nuestros días.”
 
“Lamentablemente es un rasgo que los Weasley llevamos en la sangre.” Esta vez la voz estaba algo falta de emoción. Vio al joven servir dos tragos de la misma forma que la vez anterior y le ofreció uno. Luego de un sorbo se permitió comentar.
 
“Eso, señor Weasley, es un rasgo que a mí me hubiera servido de maravilla.” El joven casi se atragantó con su trago y sintió que el alcohol le quemaba la garganta.
 
“¿Disculpe?” Preguntó perplejo y Lucius sonrió por haberle sacado alguna reacción.
 
“Sencillo, si yo hubiera tenido ese don no hubiera necesitado a la tonta de mi esposa para conseguirme un heredero y justo ahora no estaría preocupado por tener que partir mi fortuna con ella. En adición lo hubiera disfrutado más.” Percy tragó en seco cuando en la última frase la voz del hombre se volvió un sugestivo susurro acompañado por la apreciativa mirada. ¿Acaso Lucius Malfoy estaba sugiriendo que sus inclinaciones sexuales eran hacia su mismo sexo? Dio un paso atrás, lo que provocó una sonrisa maliciosa en Lucius. “El lado negativo de ser hijo único es que nos echa encima la responsabilidad de un heredero negándonos la oportunidad de disfrutar ciertos… placeres.” Lucius casi dejó escapar una carcajada de triunfo cuando comprobó lo nervioso que se había puesto el joven. Sentía su sangre encenderse ante el prospecto de una inocente víctima de la misma forma que en sus tiempos de cacerías. Viejas costumbres que había tenido que abandonar el día de su boda con Narcisa.
 
El joven pareció recuperar la compostura para responderle. “Supongo entonces que habría sido una ventaja para usted. ¿Pero qué beneficios me podría dar el traer otro Weasley al mundo?” Sus ojos café se habían oscurecido al recordar los sucesos que lo habían llevado a alejarse de su familia. Era una larga historia de la cual se hallaba completamente arrepentido y que no encontraba cómo afrontar. El recuerdo le causaba gran malestar por lo que se descuidó en notar la cercanía del hombre.
 
Lucius no había tenido amantes desde Narcisa, quien para su completa decepción no se había interesado en ninguna de sus “necesidades” más que en darle un heredero y eso era algo que no podía perdonarle. Porque a pesar de su elitismo y temperamento los Malfoy eran apasionados y románticos. Pero de todo lo que extrañaba lo más que anhelaba era volver a sentir un cuerpo masculino bajo el suyo. La nada común conversación con el pelirrojo había llevado sus pensamientos a escabrosos recuerdos de días enterrados en que reducir a su presa era lo que le llenaba de placer. Justo en esos momentos sus ojos apreciaban el esbelto cuerpo que parecía ajeno a sus intenciones.
 
Le dio un breve vistazo a la puerta y con la punta de su bastón, lugar donde escondía su varita, le echó cerrojo. “Tengo una curiosidad, señor Weasley.” Susurró sensualmente y el joven giró sobresaltado. Sus ojos se llenaron de muda sorpresa al notar que la gélida mirada devoraba su cuerpo. Hacía tiempo que Percy sabía que le atraían los hombres de la misma forma que las mujeres pero entre sus deberes y demás compromisos nunca se había dado el tiempo para explorar sus posibilidades. Ahora aquel hombre lo estaba acechando y pese a todos sus conocimientos no tenía ni la más mínima idea de qué hacer en una situación como esa. Correr le parecía buena idea pero su orgullo le decía que se vería como un cobarde. Por esa razón se quedó en su lugar y abrió la boca.
 
“¿Una curiosidad?” El rubio asintió y se acercó.
 
“Quisiera saber cómo es que ocurre el milagro de la concepción en un… cuerpo como este.” Sus manos se posaron sobre el plano vientre y lo acariciaron sugestivamente. Sonrió complacido al ver que no se alejaba aunque le era obvio que el joven no tenía mucha experiencia en el juego de la seducción. El dato hizo que sonriera lobunamente, relamiéndose los labios por haber encontrado una presa tan fácil.
 
“Yo… no lo sé… señor Malfoy.” Murmuró con dificultad Percy.
 
“Lucius… dime Lucius… Percy.” Lo escuchó y asintió quedamente. Las expertas caricias lo mantenían en el mismo lugar de forma inconsciente. Eso, aunado al hecho de que aquel era Lucius Malfoy terminaron por nublarle todo pensamiento lógico. Las manos continuaron su inquisitiva exploración hasta dar con los broches de su túnica los cuales abrieron en segundos dejando que la pieza se deslizara al suelo con lentitud. La ropa bajo la túnica comenzó a sufrir la misma suerte mientras su respiración se volvió algo difícil cuando las manos se deslizaron sobre su piel desnuda.
 
La poca coherencia que le quedaba desapareció cuando Lucius rozó con sus labios su cuello. “Señor Lucius.” Susurró en un último intento de comprender lo que sucedía, pero cuando los labios se adueñaron del lóbulo de su oreja su voz degeneró en un largo gemido de placer.
 
Lucius, seguro ya de su conquista lo fue llevando a una de las butacas donde lo hizo poner de rodillas mirando hacia la puerta y presentándole la espalda. Como en sueños Percy sintió los dedos de Lucius comenzar a prepararlo haciéndolo jadear cuando el primer dígito se deslizó en su interior. Una parte de su mente aún intentaba recordarle algo importante pero cuando los dedos del hombre rozaron ese lugar especial en su interior echó la cabeza hacia atrás y se arqueó.
 
Lucius sabía lo que significaba la forma en que el interior del joven se cerraba sobre su dedo y se sintió complacido de haber sorteado de forma correcta la inocencia que había percibido en aquel cuerpo. Introdujo un segundo y un tercer dedo, asegurándose de que no lo lastimaría y que la experiencia sería placentera porque según sus propias reglas así era como debían recordarlo todos sus amantes. La segunda razón era que sentía que su deseo por el joven duraría más de una vez, una segunda ocasión sería tan buena como la primera si era cuidadoso. Susurró un hechizo de silencio mientras continuaba sus caricias porque pensaba hacerlo gritar.
 
Se quitó la túnica y se soltó los pantalones dejando su engrosada erección en libertad, con un hechizo la lubricó y la acarició con lánguida lentitud para luego retirar sus dedos y posicionarse en la entrada del pelirrojo. Separó los glúteos del joven y empujó tan sólo la punta levemente enrojecida y se detuvo sintiendo que los músculos del joven lo apretaban deliciosamente mientras le provocaba un ronco grito. El pelirrojo quiso regir la intrusión pero sujetándolo por las esbeltas caderas con suave firmeza lo mantuvo en su lugar. Se alejó levemente para empujar y el cuerpo se arqueó aprisionándolo con fuerza, cada vez que los músculos lo apretaban él penetraba un poco más hasta que finalmente estuvo completamente sumergido en la exquisita calidez. Detuvo todos los movimientos más que aquellas caricias de sus manos sobre las caderas y la espalda desnuda. No lo iba a distraer demasiado de aquel dolor porque ese sería el contraste que dictaría cuán bien se sentiría cuando comenzara a poseerlo.
 
Percy jadeaba intentando acostumbrarse. Sabía qué esperar pero sentirlo era muy diferente, nunca había sido capaz de soportar demasiado dolor, tenía poca resistencia y muchas veces sus hermanos lo molestaban por lo mismo. Pero si había algo que compensaba su temor al dolor era su perseverancia. Simplemente nunca hacía nada a medias y esto ya lo había decidido hacía mucho sólo que siempre había una excusa para posponerlo. Pero este era Lucius Malfoy, no cualquier hechicero sino un sangre pura y muy quisquilloso en sus gustos. Su paciencia dio frutos y el dolor fue cediendo. De pronto el que Lucius estuviera en su interior no era suficiente. Contrajo los músculos comprobando que aún se hallaba en su interior y las sensaciones se extendieron por todo su cuerpo. Probó empujar contra la erección y escuchó a Lucius emitir un ronco gemido por lo bajo. Al parecer aquella era la señal que esperaba el hombre puesto que salió con lentitud y volvió a penetrarlo. Aquel ritmo lento fue "in crescendo" hasta convertirse en uno placentero. Sintió las manos de Lucius moverse a sus hombros pegándolo al respaldo de la butaca y haciendo que quedara un poco más expuesto para luego regresar a sus caderas y elevarlas un poco más. La próxima embestida fue más profunda y rozó algo en su interior que lo hizo estremecer y gritar. En adelante Lucius no falló en rozar aquel lugar y Percy se halló queriendo abrir sus piernas mientras perdía la vergüenza que le provocaba el acto.
 
Las caderas de Lucius se movían con una sensualidad que hubiera hecho palidecer las artes de un incubo haciendo que el cuerpo de Percy se meciera al compás. Confirmó nuevamente la inocencia del joven por la pasividad con la que se sometía a su manera de tomarlo mientras lo apretaba de forma que lo enloquecía y sus gemidos arrancados puramente de su placer y no de un intento por excitarlo alimentaban su ego y por ende su propio placer. Sonrió con arrogante satisfacción.
 
Lo que sí sorprendió al hombre fue la aparente resistencia del joven para permanecer excitado, se preguntó fugazmente si lo estaría haciendo correctamente y una de sus manos se deslizó hasta cerrarse sobre la erección endurecida. Estaba tan dura como podía estarlo y por unos fugaces momentos pensó en lo deliciosamente extensa que podría ser una sesión con el pelirrojo. En sus tiempos muy pocos de sus amantes habían tenido la oportunidad de tomarlo y cuando la otorgaba siempre intentaba que tuvieran esa resistencia, muy pocos sabían de su don para alcanzar el orgasmo varias veces en una noche y la razón era sencilla… no pasaba toda una noche con ninguno.
 
En esta ocasión su orgullo no le permitía obtener su placer primero que el joven por lo que su mano sobre el sexo del pelirrojo apuró el paso mientras la otra se deslizaba a su pecho y retorcía delicadamente un sonrosado pezón. El pelirrojo gritó extasiado y comenzó a pronunciar su nombre. La necesidad ahora era imperante por lo que sus embestidas se volvieron más forzadas. Sonrió cuando sintió los espasmódicos movimientos de la erección en su mano y se preparó para lo que vendría. La fuerza con la que se vino el muchacho amenazó con hacerle perder la consciencia cuando no pudo moverse en el sedoso interior. “Percy.” Susurró trabajosamente antes de unirse al grito del joven derramándose en su interior.
 
Ambos quedaron casi silenciosos a excepción de las elaboradas respiraciones, Percy sujeto aún de la butaca y Lucius sujeto de sus caderas. Cuando el hombre recuperó el aliento se inclinó sobre el cuello del joven y con un ronroneo satisfecho le dio leves mordidas a las cuales Percy respondió echando su cabeza hacia atrás para buscar su boca. Al retirarse pudo ver cómo su blanca semilla escurría lentamente del trasero hasta el interior de las piernas. Acarició una última vez el bien cogido trasero y susurró un hechizo de limpieza en ambos. Se arregló las ropas pausadamente mientras el pelirrojo continuaba recuperando su aliento sobre la butaca. Lo hizo poner en pie sobre piernas temblorosas y con un hechizo lo vistió. Percy no podía mirarlo a los ojos y su aparente sumisión le provocaba desnudarlo nuevamente y volver a empezar, pero el lugar no era el apropiado y ya había pasado bastante tiempo, corrían el riesgo de que alguien los estuviera buscando.
 
En resumidas cuentas, Percy era más inocente de lo que había imaginado y eso lo hacía más apetecible a sus ojos. Le alisó las ropas con el único propósito de volverlo a tocar. “¿Sucede algo malo, Percy?” Musitó obligándolo a levantar el rostro y pudo ver que aquellos ojos color café estaban llenos de emociones conflictivas. Cuando Percy finalmente recuperó su voz le respondió.
 
“No, señor Lucius, todo está perfectamente.” Susurró abochornado.
 
“¿Por qué esa cara entonces?”
 
“Debe disculparme. El sexo casual es un concepto nuevo para mí.” Lucius frunció el ceño al notar que la voz del joven aunque suave era algo fría y distante.
 
“¿Pero lo disfrutaste?”
 
“Absolutamente.” Respondió sin titubear. “Pero ahora que se acabó la diversión debemos volver con los demás invitados y cumplir nuestros deberes.” A Lucius comenzaba a molestarle el tono por lo que terminó soltándolo y asintiendo su acuerdo. Con un gracioso gesto le indicó que saliera primero. El pelirrojo no volteó ni una vez y al llegar al salón se disculpó y se perdió de vista entre la multitud de funcionarios.
 
Percy intentó separarse de Lucius tan pronto le fue posible, en primer lugar no quería esperar el momento en que el hombre le dijera que había sido un buen polvo ni nada por el estilo. Su cuerpo le pedía una cama y acurrucarse con la persona a la que le había entregado lo que quedaba de su inocencia pero sabía perfectamente que un Weasley no podía soñar con semejante honor, amanecer en la cama de Lucius, menos aún mancillar aquel cuerpo perfecto llevándolo a su propia cama que no tenía las costosas sedas a las que estaba acostumbrado. Una butaca era más que suficiente para cogerse a un Weasley, eso era claro, cualquier lugar era adecuado… después de todo habían tantos… Maldijo suavemente y borró los pensamientos negativos escogiendo grabar a fuego los recientes eventos. Nunca había imaginado que su cuerpo sería estrenado por un Malfoy… menos por Lucius y eso había que atesorarlo.
 
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Gracias por leer.