Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ Atrapando al Pelirrojo II ❯ Capítulo 2 ( Chapter 2 )
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Capítulo 2
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
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Esa noche Lucius se encontró con que Draco lo estaba esperando en la mansión. Desde hacía unos días lo había estado notando extraño pero no había sido hasta que renunciara a la medicina que el asunto en cuestión le había llamado la atención. Claro que se había reprochado el no haber tratado el tema con anterioridad pero ahora no le quedaba más remedio que aceptar la decisión de Draco. Además, alguien le acababa de dar una visión diferente con respecto a la carrera de auror.
“¡Draco! ¿Cómo te ha ido en el Instituto?” Lo saludó con más ánimo que de costumbre cosa que hizo que el joven lo mirara extrañado. Hacía mucho tiempo que no veía en el rostro de su padre aquella sonrisa. Su padre había dejado muy en claro su desaprobación cuando le comunicó su decisión de retirarse de la medicina.
“Todo perfectamente. Adivina con quién me ha tocado compartir cursos.” Mejor irle dando las otras noticias poco a poco.
“Nunca fui bueno en la adivinación así que tendrás que decírmelo tú.” Lucius sonrió nuevamente.
“Nada más y nada menos que con el famoso Harry Potter.” Lucius que estaba entretenido guardando su capa de viaje giró hacia su hijo con algo de sorpresa.
“¿Harry Potter? Vade Retro, el mocoso me sale hasta en la sopa.” Exclamó irritado pero Draco sonrió ante las manías de su padre, en esos momentos no había el usual odio hacia el Salvador del Mundo en sus palabras.
“Padre, ya es tiempo de que eches a un lado tu orgullo y le agradezcas a ese mocoso el haberte liberado de la sabandija híbrida y que no caíste en Azkabán como me temía.”
“Ya, ya, no comencemos con eso. Mejor vamos a tomarnos un buen vino que tengo el paladar atrofiado con la comida que sirvieron en esa tonta fiesta del Ministerio.” Ambos pasaron a una cómoda sala donde Lucius sirvió dos copas y le ofreció una a su hijo mientras se ponían al día en los eventos recientes. Finalmente llegaron como siempre al tema del ahijado de Draco que era en realidad el tema que quería tocar Lucius, más específicamente el tema de los Weasley.
“Ese niño, Michael, debe ser un verdadero milagro.” Comentó Lucius con toda la intención de obtener la mayor información posible.
“Lo es. Algún día convenceré a Blay para que me deje traerlo. Así podrás verlo por ti mismo.” Lucius le dio varias vueltas a la copa hasta que se atrevió a preguntar lo que le interesaba en realidad.
“Dime, Draco… ese don que tiene el hijo de Arthur… ¿cómo funciona?” Draco arqueó una ceja en su dirección cuestionando el repentino interés de su padre luego de tanto tiempo.
“Según lo que me comentó Blay, los Weasley han heredado por generaciones una condición mágica llamada Fertilidad Infalible. Si una mujer de la familia tiene como mínimo un contacto sexual entonces ella quedará embarazada, pero… si es un hombre puede ocurrir una de dos cosas. La mujer con la que tenga relaciones quedará inevitablemente en estado o si tiene relaciones con un hombre será él quien quede en estado… claro… dado el caso de que sea él el receptor.” Lucius que estaba muy atento tardó un poco en volver a moverse.
“¿Y si en una relación con otro hombre no es él el receptor?”
“Yo también tenía esa curiosidad. Porque Ronald no es tan… pasivo que digamos.” Tosió levemente, se le había ido un poco la lengua, pero ante la mirada de interés de su padre decidió continuar. “Yo esperaba que de un momento a otro Blay me dijera que estaba esperando pero aparentemente sólo los Weasley, los que son varones, pueden concebir y no sus parejas.”
“Mhh… Interesante.”
“Mucho. Y sólo es necesario una vez. Es por eso que tiene el adjetivo de infalible. Dice Blay que necesitan tomar una pócima especial para contrarrestar la magia. Arthur hizo que Ron la aprendiera. Draco observó que su padre palidecía repentinamente y pensó que era justo el momento de jugarle una broma a su padre. “Oye, ¿por qué tan interesado en los Weasley? ¿Piensas tirarte a uno y darme un hermanito?” Lucius se atragantó con el vino y Draco echó a reír de buena gana. “Sólo una cosa te puedo decir, Ronald Weasley no es un cuerpo al que rechazaría de tener la oportunidad.” El comentario le hizo recibir una mirada reprobatoria de su padre y finalmente se concentró en contarle graciosas anécdotas del pequeño Michael Zabini Weasley.
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Temprano en la mañana siguiente Lucius se hallaba hablando con sus abogados acerca de su divorcio pero no había mucho que pudiera hacer a menos que demostrara que su esposa le había sido infiel. Por eso a media mañana se hallaba en la biblioteca del Ministerio buscando algún tecnicismo en la ley que lo ayudara en su situación. Hasta el momento sólo había hallado una cláusula que le permitía heredarle en vida a Draco con lo cual Narcisa sólo recibiría una tercera parte de todos los bienes. “Una cuarta parte.” Se corrigió mentalmente. El rostro del pelirrojo volvió a su mente. Si lo que Draco había dicho era cierto entonces Percy Weasley pronto estaría esperando un hijo suyo. La idea no le molestaba como debiera. Otro Malfoy en la familia era bienvenido. ¿Quién lo hubiera dicho? De pronto lo asaltó una duda. ¿Y si Percy Weasley no le entregaba al niño? Después de todo el haberlo poseído una sola vez no le aseguraba la paternidad legalmente. Bien lo había dicho el joven, aquello había sido sexo casual.
Se puso en pie y comenzó a recoger los libros, tenía que visitar una oficina en el Ministerio y tendría que asegurarse de que el pelirrojo entendiera que una vez nacido el niño le iba a pertenecer. Salió a toda prisa y se dirigió a la oficina donde lo recibió una joven bruja. La mujer le informó que desafortunadamente el señor Weasley hijo se había reportado enfermo por primera vez en cuatro años. Con algo de persuasión y mucho encanto logró sacarle la dirección a la mujer.
La casa donde vivía el joven quedaba a las afueras del Londres mágico y era lo que podía decirse una casa de clase medio alta cosa que no sorprendió a Lucius. Tocó a la puerta varias veces sin obtener respuesta hasta que decidió entrar desactivando los hechizos de protección del lugar de la forma en que solía hacer cuando era mortífago, siquiera para algo le eran útiles. Al entrar observó los alrededores. El lugar no era lujoso pero tenía cierto estilo agradable a la vista y todo parecía estar en perfecto orden. Recorrió el lugar hasta llegar a la recámara principal y al abrir la puerta sonrió.
Allí, en medio de una enorme cama y enredado en las sábanas dormía plácidamente el pelirrojo. La visión era encantadora y por lo que podía observar estaba totalmente desnudo bajo las sábanas. Lucius se humedeció los labios, el riesgo de lo prohibido no fallaba en excitarlo y haber allanado la residencia del pelirrojo para encontrárselo en aquel estado era más que suficiente para comenzar.
Se acercó con cautela y deslizó la sábana dejando el cuerpo al descubierto. Oh, cuánto anhelaba en esos momentos tomar al pelirrojo de nuevo y sentirlo y escucharlo gemir de placer por su causa. Era la combinación perfecta de sensual inocencia y estaba a punto de despertarlo cuando una débil luz resplandeció desde el interior del vientre del joven. La observó hasta que apenas fue nada y desapareció. En esos momentos Lucius supo que había presenciado un milagro y que de ahora en adelante Percy Weasley albergaba en su interior una criatura que llevaría su sangre.
De pronto Lucius se sintió el hombre más afortunado sobre la faz de la tierra, no todos los días podía presenciar el momento exacto de la concepción de un hijo, menos uno que era concebido puramente por magia. Sonrió cálidamente y tan fascinado estaba que no se percató que el pelirrojo comenzaba a despertar.
Percy podía sentir a otra persona en su cuarto y antes de estar totalmente despierto, su varita que había estado segundos antes bajo la almohada, le apuntaba al intruso. Cuando lo reconoció bajó su varita confundido.
“¿Señor Lucius, qué hace aquí?” Murmuró con la voz aún ronca por el sueño. La noche anterior se había ido a dormir con más sueño del que nunca antes había sentido y en la mañana no había despertado a tiempo para presentarse a trabajar. No usaba reloj despertador porque no le era necesario pero con ese pequeño desliz supo que ese día no sería de provecho para el Ministro, por ende les había avisado que no se presentaría.
“Quería asegurarme personalmente que estabas bien, hoy faltaste al trabajo.”
“Pues… estoy perfectamente, sólo algo cansado.” Se cubrió con las sábanas con algo de vergüenza. “¿Me permite?” Lucius sonrió de forma predadora.
“Adelante… por mí no te detengas.” Al verlo Percy se quedó muy quieto, incapaz de distinguir las intenciones del hombre. Decidió quedarse donde estaba y tratar de razonar con él.
“Señor Lucius, ¿a qué debo en realidad esta visita tan personal? No creo que haya nada pendiente entre nosotros.” Lucius se le acercó un poco más y le tomó la mano para comenzar a trazar pequeños círculos con el pulgar. Percy observaba curioso y sin tener idea del por qué de su comportamiento.
“Pues verás, Percy. Primero que nada me gustaría que dejaras las formalidades.” Hizo una pausa para mirarlo directamente a los ojos como esperando alguna reacción pero Percy ya estaba acostumbrado a miradas intensas. Cuatro años en el Ministerio entre lobos y buitres era más que suficiente para perder la timidez y saber que una mirada podía ser crucial en el juego de poder. “Después de lo de anoche creo que tenemos algo pendiente entre los dos.”
Sintió la necesidad de verificarse los oídos. Lucius Malfoy intentaba decirle que lo ocurrido la noche anterior había sido algo más serio. Contra su buen juicio sonrió con algo de incredulidad.
“Lucius… pensé que lo de ayer había quedado claro. Fue sólo sexo. Usted lo necesitaba y yo accedí. Simple y sencillo.” Comentó con calma.
“¿Y si te dijera que de alguna forma estoy interesado en que continuemos viéndonos?” Esta vez Lucius no podía creer lo que él mismo estaba diciendo. No estaba en sus planes convertir al joven en su amante, sólo había ido para asegurar que la criatura que acababa de engendrar le sería entregada. Pero de pronto tenía la sensación de que el joven ignoraba lo que acababa de ocurrir. Percy en cambio le dio una mirada incrédula.
“¿Qué?”
“Que estoy interesado en continuar nuestra relación.” Repitió para beneficio del pelirrojo.
“No puede estar hablando en serio.” Exclamó de pronto el pelirrojo mientras se soltaba de su mano. Tenía que ser una cruel broma… una muy cruel. “Y aún cuando estuviera hablando en serio hay cosas que debería considerar. Primero su esposa o ex esposa, como le llame. ¿Sabe lo que podría costarle una aventura si aún no tiene el divorcio? En segundo lugar, ambos somos figuras públicas, seguramente se formaría un escándalo que no beneficiaría a ninguno de los dos.”
“Has dicho cosas ciertas pero esas razones no tienen suficiente peso.” La mirada de Lucius lo retaba pero el pelirrojo sabía exactamente a dónde lo estaba llevando y no caería en la trampa.
“Yo no estoy interesado, Lucius. Quizás a usted no le afecte nada de lo que he dicho pero yo no tengo las influencias ni el dinero para respaldarme.” Vio a Lucius fruncir el ceño levemente.
“Creo que no me has entendido bien, Percy. Yo deseo continuar.” Dijo con el tono de voz que decía a las claras que siempre obtenía lo que deseaba. Percy suspiró, estaba seguro que tendría problemas si el hombre se empeñaba en hacer que la relación existiera. ¿Pero acaso no había mejores jóvenes que desearían lo que Lucius ofrecía? ¿Por qué demonios tenía que escogerlo a él, un miserable Weasley? Entonces se le ocurrió que quizás el rubio deseaba en realidad otra cosa que probablemente estuviera al alcance del Asistente del Primer Ministro de Magia y no que realmente deseara convertirlo en su amante.
“Lucius, no tiene por qué arruinar mi carrera ni convertirme en nada si lo que desea es un favor en el Ministerio.” Lucius parpadeó varias veces confundido hasta que comprendió lo que el joven pensaba.
“Mis intenciones son legítimas, tal y como las acabo de expresar. No necesito favores de ninguna clase.” Exclamó con indignación.
“Supongo entonces que arruinará mi carrera si lo rechazo.” Comentó Percy como si fuera lo más obvio y Lucius casi estuvo a punto de gritarle que sí. “Lamento decirle que esa clase de amenazas ya no me intimidan aún cuando sepa que tiene las influencias suficientes como para cumplirlas. Ahora le voy a pedir amablemente que abandone mi propiedad de inmediato.” Lucius sintió que toda su sangre ardía del coraje. ¿Cómo se atrevía ese mocoso a rechazarlo y encima ignorar sus deseos? Pero también sabía que todo tenía su tiempo, sin embargo, no se iría sin antes comprobar su teoría.
“Bien, Percy, te complaceré por esta vez. Pero no me iré sin antes comprobar algo.” Lo tomó del brazo de repente y lo hizo acercarse a donde estaba para forzarle un salvaje beso. Percy se retorció con todas sus fuerzas asustado por lo repentino de la acción e intentando soltarse sin causarle más enojo al hombre, rechazar a Lucius era una cosa, golpearlo ya era algo serio. Al cabo de un rato dejó de luchar y le permitió besarlo.
Al sentir que el pelirrojo se rendía Lucius suavizó la caricia y deslizó una mano a la entrepierna del joven ocasionándole un débil suspiro. Cuando terminó y Lucius soltó al pelirrojo este presentaba un cuadro encantador con los ojos cerrados y la boca entreabierta como esperando una repetición. Acarició por última vez la entrepierna sobre la sábana arrancándole un sonido de placer.
“¿Por qué insistes en rechazarme cuando es obvio que me deseas?” Percy abrió los ojos y le dio una mirada seria mientras intentaba recuperar la compostura.
“No dije que no fueras deseable, Lucius.” Murmuró aún envuelto en las agradables sensaciones que le había provocado el hombre con sólo un par de caricias. “Sólo que este no es el momento más conveniente para ninguno de los dos. Además sigo dudando de la validez de la oferta. ¿Cuándo Lucius Malfoy ha ofrecido algo sin querer nada a cambio?” Esta vez los labios de Lucius fueron a su cuello y Percy deseó que el hombre olvidara sus advertencias y que lo volviera a tomar allí mismo. Al diablo con su puesto y con lo que pudiera pensar el mismísimo Lucius de su honor. Un Weasley no necesitaba honor, aunque lo tuviera nadie se fijaba en ello.
“Tienes mucha razón, Percy.” Murmuró el hombre contra su piel. “Sólo puedo asegurarte que no me interesa aprovechar tu posición en el Ministerio. Lo que deseo es algo que me pertenece pero al momento me conformo con saber que me deseas.” Se acercó y le dio otro beso que el pelirrojo correspondió sin ofrecer resistencia. Finalmente se levantó de la cama y con una elegante reverencia desapareció. Percy suspiró entre aliviado y desilusionado, rehizo los hechizos de la casa y se dejó caer sobre la cama. Mañana sería tiempo de preocuparse, al momento sólo le interesaba descansar, eso si después de aquel despliegue de sensualidad era capaz de dormir.
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Dos semanas habían pasado desde su extraño encuentro con Lucius Malfoy y Percy no había vuelto a ver rastro de él. Había resumido sin problemas sus obligaciones al día siguiente y se hallaba en esos momentos ocupado revisando unos informes cuando tocaron a la puerta de su despacho.
“Adelante.” Respondió sin levantar la vista. Un hombre de cabellera roja, atada en una coleta y con un arete en una oreja se sentó y al hacerlo subió sus botas sobre el escritorio y casi sobre los informes. “William.” Siseó enojado.
“Buenos días, hermanito. ¿Cómo está todo?” Exclamó sonriente su hermano mayor.
“Baja esas asquerosas botas de mi escritorio.” Gruñó entre dientes.
“Bien, bien, pero no te exaltes, no queremos que se te reviente la hernia.” Percy le dio una mirada cargada de enojo pero se contuvo, como todo el dignatario que era, de responderle con una grosería. Con el paso del tiempo había aprendido que sus hermanos sólo buscaban que mordiera el anzuelo y así poder traerle el tema de su traición a colación.
“¿Qué quieres?” Volvió a gruñir pero algo cansado, sin ganas realmente de comenzar nada en ese momento.
“¿Es esa forma de saludar a un hermano?” Percy se obligó a tragarse la nueva corriente de groserías que bailaban en la punta de su lengua. Control… se murmuraba mentalmente.
“Buenos días para ti también, queridísimo hermano mayor. Dime ¿qué demonios te trae por mi oficina una mañana como esta?” El sarcasmo ni siquiera le movió una pestaña al mayor de los Weasley.
“Sabes perfectamente a qué vengo.”
“La respuesta sigue siendo no.” El pelirrojo del arete se levantó con brusquedad.
“¿Por qué diablos eres tan testarudo y no aceptas que te equivocaste? Los haces sufrir sin necesidad. ¡Nuestra madre te necesita, tus hermanos te necesitamos y nuestro padre también! ¿Piensas esperar a que algo les pase para entonces doblegar tu precioso orgullo? Me tienes harto, Percy.” Percy se llevó las manos a los ojos, se sentía acorralado, Charlie y William casi lo tenían convencido de regresar a casa o al menos hacer las paces con sus padres. Había pasado demasiado tiempo huyendo de lo inevitable. Se llevó las manos al rostro y estaba a punto de acceder a la petición de su hermano cuando la puerta se abrió sin mediar aviso.
“Espero no interrumpir nada importante.” Comentó Lucius desde la puerta dándole una mirada escrutadora a Bill, no reconociéndolo en el acto por estarle dando la espalda…
“Lucius Malfoy.” Exclamó Bill dándose la vuelta y encarando al hombre. “Nunca pensé que vería cara a cara a uno de los pocos mortífagos que pudo comprar su inocencia.”
“¡Bill!” Pero el pelirrojo ignoró a su pequeño hermano.
“Debo decir que sí interrumpió algo importante.” Masculló Bill contrariado.
“¿Lo conozco?” Murmuró peligrosamente el rubio.
“Auror Bill Weasley. Una pena que no pueda estar a sus servicios.” Respondió con pesado sarcasmo.
“William, fuera de la oficina, ahora.” Exclamó Percy furioso de que su hermano estuviera tratando así a Lucius Malfoy. Una cosa era que Bill no soportara al hombre, pero en su oficina se hacía lo que él decía y no lo que querían los demás.
“No tienes que pedírmelo, hermanito. El aire ya se siente un poco viciado. Ten cuidado, no tenemos antídoto para la mordedura de algunas serpientes.” Salió sin siquiera darle tiempo al rubio de contestar el insulto por lo que Lucius se quedó rumiando su ira.
“Disculpe el mal rato, señor Lucius. Madre nunca pudo domesticarlo por completo.” Se excusó el pelirrojo y el rubio intentó recuperar la calma, no era propio de un Malfoy perder la compostura, al menos no tan rápidamente. “¿Hay algo en lo que pueda ayudarle?”
“Estaba terminando de cerrar el asunto de los falsos rumores y pensé que sería agradable si me acompañaras a almorzar.” Luego de la desagradable confrontación Percy se sintió en la obligación de aceptar.
“Aún es temprano, pero si a la hora del almuerzo aún está interesado en que lo acompañe sería un placer hacerlo.” El hombre asintió complacido y decidió regresar a la biblioteca del Ministerio y continuar investigando su situación marital. A las doce en punto regresó a la oficina del pelirrojo y para su satisfacción el joven ya estaba listo para partir y dispuesto a ir a donde él quisiera. ¿Quién hubiera dicho que existía un Weasley que supiera comportarse al nivel que su persona requería? Y mientras más lo pensaba, más se arraigaba en su mente la idea de adueñarse no sólo del niño sino también del padre.
Ingresaron a un restaurante de los que solía frecuentar Lucius y el rubio ordenó por ambos sin siquiera preguntar. Comieron en relativa tranquilidad aunque Lucius se percató que el pelirrojo comía mucho menos de lo que había esperado.
“¿Has pensado en lo que te propuse?” El pelirrojo dejó el cubierto sobre el plato y se limpió tranquilamente con la servilleta de tela para luego plantar su mirada algo cansada sobre el hombre. Sabía para qué lo había llevado allí pero aún no podía realmente creer que Lucius Malfoy estuviera tras su despreciado pellejo. Sencillamente nadie, en su sano juicio, estaba tras Percy Weasley, lamebotas oficial de todo el Ministerio de Magia, bien que los había escuchado hablar a sus espaldas. Si algo le había enseñado los años de convivencia con los gemelos era cómo ser un buen fisgón… silencioso… manipulador… algunos de los inventos de sus queridísimos hermanos funcionaban a la perfección si se les daban otros usos.
“Pensé que se había olvidado de ese asunto.” Murmuró sin apartar los ojos de los grises de Lucius.
“No pienso olvidarlo.” Respondió con igual aplomo el hombre y Percy suspiró.
“No, no lo he pensado aunque de todas formas no hubo una oferta real. Lo único que me quedó claro es que deseas que sea tu amante con todos los beneficios para ti y sin decirme qué hay para mí en todo ese asunto.” Miró el plato con desgano, realmente la conversación no se tornaría mejor mientras más intentara el hombre de pasar por encima de su negativa.
“Lo haces ver como si fuera un negocio.” Comentó Lucius al escuchar el tono.
“¿Acaso no lo es?” Repuso cortésmente el joven. “Preferiría que expusiera todos sus motivos para sustentar lo que a mi parecer es un capricho carnal suyo.”
“Si eso es lo que se requiere para considerarme entonces no me dejas otra opción.” Antes de continuar el hombre sorbió un poco de su vino y luego volvió a darle aquella mirada fría y calculadora que le conocía. “Mi prioridad es reclamar la paternidad de la criatura que estás gestando de la cual soy legalmente el padre…”
“¡¿Qué?!” Exclamó el joven poniéndose en pie e interrumpiéndolo. “Eso es imposible.” Susurró mientras se estremecía. “Yo no puedo…” Lucius lo vio palidecer y supo que de alguna forma el joven no estaba consciente de su estado aún. “Es imposible.” Lucius apenas tuvo tiempo de seguirlo fuera del restaurante y verlo desaparecer. ¿A dónde podía habérsele escapado? Maldijo en su mente y lo único que se le ocurrió fue esperarlo en su oficina en el Ministerio. Pero el pelirrojo no se presentó a trabajar. Finalmente decidió buscarlo en su casa.
El lugar estaba silencioso y oscuro pero Lucius buscó de todas formas en las habitaciones. Estaba por rendirse cuando lo escuchó, un suave sollozo proveniente de la biblioteca. Lo encontró acurrucado al lado de un estante de libros con el rostro oculto entre los brazos y un pedazo de pergamino sujeto en su puño.
“¿Percy?” El joven levantó la cabeza con presteza, sus ojos estaban enrojecidos y su cuerpo listo para huir o al menos eso le parecía al rubio.
“¿Cómo pudo sucederme a mí?” Susurró. “No es justo.” Cuando Lucius intentó acercarse le apuntó con la varita. “Usted lo sabía. Sabía lo que pasaría y aún así… ¿Esto era lo que quería, no es así?”
“Tú mejor que nadie deberías saberlo, Percy.” Le recriminó Lucius al joven.
“¿Saber qué? ¿Que la maldición de la familia me afectaría con sólo una vez?” Murmuró con coraje.
“¿Acaso tus padres no te dijeron nada?” Preguntó Lucius confundido.
“¿Decirme qué? No hablo con ellos desde hace cuatro años y sólo supe que mi hermano menor fue afectado. Nunca pensé… que yo también…” El joven tragó dolorosamente pero no sollozó de nuevo.
“Todos en tu familia tienen el don, aunque debo admitir que esa noche no sabía que ibas a quedar en estado.” Lucius se agachó hasta quedar a la altura del joven. “Quiero a ese niño, quiero que sea un Malfoy y si de paso también puedo tenerte a ti estaría doblemente complacido. Haré todo lo que esté a mi alcance para que sea así.” Percy lo miró detenidamente, en esos momentos su mente estaba totalmente nublada y no podía entender por qué Lucius Malfoy deseaba un hijo suyo o su persona en todo caso.
“¿Y si no deseo entregarle al niño?” Susurró Percy, sabiendo muy en el fondo cuál sería la respuesta, los Malfoy todo lo que querían lo obtenían sin importar los medios.
“Entonces me veré obligado a recurrir a los medios legales para obtenerlo.” Susurró amenazante el hombre. Percy se echó a reír con lágrimas en los ojos mientras meneaba la cabeza como si ya se lo esperara.
“No me decepciona, señor Malfoy. Pero en este momento la criatura aún está en mi cuerpo, por lo tanto no puede quitármela, así que le voy a pedir encarecidamente que me deje solo.” Murmuró volviendo a apuntarle con la varita que había dejado caer levemente.
“Será mejor que no cometas una tontería.” Amenazó Lucius con la mirada endurecida al ver la reacción del joven.
“No me amenace, señor Malfoy, aún no me conoce.”
“Conozco a los Weasley.” Siseó Lucius entrecerrando los ojos. El joven sonrió torcidamente.
“Espero que también conozca a los Black.” Susurró tan bajo que Lucius apenas lo entendió. “Ahora, si es tan amable…”
Lucius se enderezó, nadie lo iba a humillar forzándolo a salir de ninguna casa pero tampoco sentía el deseo de llevarle la contraria al joven que a pesar de su negativa le mostraba contradictoriamente que lo deseaba. Salió dejándolo solo mientras rumiaba su coraje y le daba vueltas a lo que el joven le había dicho. ¿Qué tenían que ver los Black en todo aquello? Decidió que no le importaba y que esperaría hasta que el niño naciera para reclamarlo como suyo. Pero mientras tanto llegaba el momento se encargaría de hacerle entender al joven Weasley que lo que Lucius quería, Lucius lo obtenía.
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Gracias por leer.