Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ Atrapando al Pelirrojo II ❯ Capítulo 3 ( Chapter 3 )
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Capítulo 3
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
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Percy intentó mostrarse tan cortés y servicial como siempre mientras tomaba notas durante una de las reuniones del Primer Ministro. A su izquierda el señor Fudge hablaba incesantemente palabras que cubrían con miel las expectativas de los que le escuchaban, todos ellos tontos e impresionables.
Se sentía cansado, podía sentir su cuerpo cambiando e incomodándolo según los cambios se hacían presentes. Cierto que aún no se notaba ni se notaría nada por mucho tiempo pero estaba ahí, la magia recién nacida estaba ahí y podía sentirla. Todo era normal con la excepción que Percy sabía que quien lo esperaba afuera de la reunión era Lucius pues el tema que trataban en aparente privacidad le concernía al hombre y tener que verlo afuera no lo animaba en lo absoluto.
Habían pasado cinco semanas desde que se enterara que esperaba un hijo del hombre y desde entonces el rubio no fallaba en recordarle con su presencia la tormenta que se avecinaba. ¿Le quitaría Lucius el niño en cuanto naciera o esperaría a que se encariñara con el pequeño para entonces amenazarlo y finalmente convertirlo a las malas en su amante prohibido? Esos pensamientos sólo lo deprimían más. Suponía que su depresión era parte de sus cambios pero la situación no era para menos. Además pronto tendría que renunciar a su puesto en el Ministerio de Magia si no quería que todos se enteraran y los comentarios comenzaran a correr dañando su medianamente respetable reputación. Suspiró largamente e intentó volver a tomar el hilo de la reunión.
Lucius vio a los primeros funcionarios abandonar la reunión, entre los últimos en salir fueron el Ministro y su asistente, su pelirrojo>. Para su deleite Fudge le pidió al joven que le informara los tan positivos resultados a favor de su propuesta. Siguió al joven hasta su oficina y lo escuchó sin interrumpir mientras le daba su reporte. Lo observó con detenimiento, escuchando la suave voz y comenzó a notar algunos detalles en el físico del joven hombre que le causaron preocupación. La mirada antes clara y alerta había sido reemplazada por una cansada y mustia, con unos leves círculos oscuros bajo ellos. El semblante también parecía haber sufrido, como si hubiera bajado de peso. Por eso, cuando el joven terminó decidió tomar cartas en el asunto.
“No te ves bien…” Comenzó a decir pero el joven lo cortó con cortés sarcasmo.
“Gracias por el cumplido.” Lucius dio un levísimo resoplido de indignación.
“Lo digo en serio. Espero no estés intentando hacerle daño a la criatura.” A esto recibió una mirada fulminante que lo alegró muy en el fondo. Era obvio que la sugerencia no había sido bien recibida lo que significaba que la criatura estaba segura con el pelirrojo y que adicional, aún le quedaba algo de fuego a ese ejemplar tan elusivo.
“Jamás haría nada para dañar a mi propia sangre.” Siseó enojado Percy.
“¿Entonces qué es lo que te sucede?” Preguntó con frialdad ocultando su preocupación como mejor podía.
“¿Qué es lo que me sucede?” Le respondió serenamente el joven. “Sucede que estoy esperando un niño sin tener un legítimo esposo. Sucede que todos los días se me recuerda que me lo van a quitar en cuanto nazca. Sucede que pronto tendré que abandonar mi trabajo para evitar un escándalo. Eso, señor Malfoy, hace que no pueda dormir y no pueda comer. Por lo demás no me pasa nada en especial.” Estaba tan cansado que las palabras ni siquiera salían con el veneno que hubiera querido.
“No tiene por qué ser así.” Comenzó a decir con voz tersa mientras se acercaba un poco más al escritorio y por ende al joven.
“No, claro que no, tengo la opción de convertirme en el amante silencioso de Lucius Malfoy aunque de todas formas perderé a mi hijo.” El sarcasmo era evidente a pesar del cansancio y Lucius tomó una profunda respiración antes de intentar nuevamente persuadirlo.
“Percy…”
“Señor Malfoy, le agradecería que siquiera me diera un descanso con todo el asunto.” Intentó que el hombre le entendiera y que por un milagro lo dejara tranquilo, aunque fuera unos días más.
“No hasta que entiendas…”
“…que lo que quiere lo obtiene, ya lo sé de memoria. Pero dígame, señor Malfoy, ¿a qué precio está dispuesto a obtenerlo? Usted habla de querer esta criatura, ¿pero con qué intención? Me quiere como amante, ¿pero por cuánto tiempo?” Dio un resoplido. “¿Realmente espera que confíe en usted cuando todo lo que me ha demostrado es que sólo servimos a sus propósitos y nada más? Lo único que me gustaría que entendiera es que ni yo, ni mi hijo seremos juguetes de nadie, como aparentemente está planeando.” Percy dio un profundo suspiro mientras veía en aquellas grisáceas pupilas que sus palabras no habían sido escuchadas.
Vio a Lucius levantarse y rodear el escritorio por lo que se preparó mentalmente para lo que vendría. Ya en otras ocasiones el hombre se había mostrado algo violento cuando sus intentos y avances se veían atajados por su constante negativa. Pero ese día Percy no se sentía ni con los ánimos ni con la fuerza para evitar al hombre por lo que cuando Lucius lo tomó con fuerza de la nuca para que lo mirara a los ojos se le escapó un suave quejido.
Lucius esperaba la resistencia de siempre, la terquedad que parecía ser perenne en el pelirrojo, aquellos ojos mirándole con un desafío controlado, pero la repentina docilidad le dio a entender que algo andaba realmente mal. Era como si hubiera tocado un muñeco de algodón y por primera vez tuvo miedo de lastimarlo. Los dedos que se habían enredado forzosamente en los rojos cabellos se soltaron de inmediato y el gesto se volvió uno más delicado sobre el cuello de Percy. Toda su actitud cambió en un parpadear e incluso su voz sonó dulce como el que trata de convencer a un pequeño.
“Estás débil.” Susurró preocupado y Percy parpadeó confundido.
“Sólo estoy cansado.” Murmuró sin intentar soltarse y sin querer mirarlo a los ojos aún.
“No, es algo más serio, vendrás conmigo.”
“Pero tengo un informe que terminar.” Intentó negarse una última vez.
“Al diablo el informe.” Gruñó Lucius y al momento siguiente se hallaban en la mansión Malfoy y Lucius lo hizo recostar de uno de los lujosos divanes y Percy se sintió como el más tonto aunque no se arriesgó a levantarse, se sentía mareado y mientras escuchaba que el hombre hablaba a lo lejos con alguien que supuso sería a través de la red flu, se fue dejando ir en el pesado sueño que lo envolvía.
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El medimago recomendó comida y mucho descanso. Lucius estaba preocupado porque el joven no había despertado durante toda la revisión pero el galeno le aseguró que no era nada grave. Decidió dejarlo descansar, luego se preocuparía por alimentarlo.
Cuando Percy despertó ya era tarde en la noche y aún sentía que el mundo aún le daba vueltas. Descubrió que estaba en una cómoda cama y que le habían puesto una ropa de dormir algo grande para su cuerpo sin embargo, era de la mejor calidad que alguna vez su piel hubiera sentido. Buscó a su alrededor hasta que dio con la figura de Lucius que sonreía mientras se acercaba con una bandeja de plata en sus manos. Arqueó una ceja confundido, más por la sonrisa que por las acciones del hombre.
Sin comentar nada Lucius llegó a su lado y destapó la bandeja que contenía la cena. Podía reconocer algunas de las cosas que habían sobre ella pero más que nada era sencilla aunque alta en lo que su madre llamaría nutrientes. Contuvo la respiración cuando el hombre cortó la carne. Lo vio usar las grandes pero delicadas manos para la tan mundana tarea y luego ofrecerle un pedazo de la misma. Abrió la boca con lentitud y tomó lo que se le ofrecía mientras dejaba escapar un suave suspiro. Cuando terminó otra porción llegó a sus labios y así continuó la extraña cena.
Todo sucedía sin que ninguno de los dos dijera nada, simplemente sucedía y Percy se sentía extraño, dominado y a la misma vez… mimado. Como si su vida poco a poco dejara de ser suya para convertirse en la propiedad de Lucius Malfoy. Eso le provocó pensamientos negativos que amenazaron con deprimirlo nuevamente.
Pero una voz en su interior le decía que podía dejar de sentirse así porque en realidad tenía bastantes oportunidades para demostrarle al hombre que él no era de su propiedad y que nunca nadie lo había obligado a lo que no quería. ¿Entonces por qué permanecía allí, acaso era tanta su soledad?
Pronto se sintió lleno y Lucius retiró la comida. Le dio de beber y finalmente limpió sus labios con delicadeza. Para terminar Lucius se inclinó y tomó su boca con lentitud, impartiéndole al beso una ternura poco usual que lo dejó confundido y somnoliento. Con gusto se hubiera vuelto a dormir de no haber sido por la presencia del hombre en la habitación pero muy a su pesar no se creía capaz de transportarse de regreso a través de ningún medio mágico su casa pues le faltaba concentración.
“¿Cómo te sientes ahora?” Le preguntó el hombre mientras acariciaba su mejilla.
“Mucho mejor, gracias.” Susurró de vuelta con su usual cortesía pero sin mirarlo directamente.
“El doctor dijo que necesitabas descanso.”
“Lo tendré pronto, cuando presente mi renuncia.” Replicó sin inmutarse demasiado. Había planeado su renuncia para el mismo tiempo en que comenzara a notarse un poco, así la noticia sería ya cosa del pasado cuando comenzara a notarse su propio estado.
“Lo necesitas ahora.” Dijo Lucius con firmeza y el joven no protestó cuando el hombre lo hizo acostar y lo arropó cómodamente.
Lucius lo observó por mucho tiempo, viéndolo luchar contra el sueño hasta que se cansó. “Esta noche no irás a ninguna parte así que será mejor que no luches más y te duermas.” Sólo entonces se quedó quieto bajo las cobijas y cerró los ojos obedeciendo la orden. Lucius suspiró profundamente. El pelirrojo había cambiado en poco tiempo, aunque no podía decirlo con certeza, pues no lo había conocido de antes. Pero de algo estaba seguro, él era la causa. Como ex mortífago conocía todas y cada una de las fases depresivas de un ser humano, había sido de esa forma que había aprendido a manipular y a torturar, conociendo la psiquis de sus víctimas. Esta vez tendría que revertir el proceso si realmente esperaba que el pelirrojo llegara a término y le diera un bebé saludable. Pero al momento sería mejor que él también descansara y qué mejor que al lado del pelirrojo, después de todo estaba en su propia cama. Sonrió de lado mientras se cambiaba.
La mañana siguiente no fue la mejor ni para Lucius ni para Percy, ambos estaban profundamente dormidos cuando unos furiosos gritos los despertaron.
“¡Malditos bastardos!” La voz chillona e histérica de Narcisa penetró directamente al cerebro de Lucius. “¿Cómo te atreves a traer a un cualquiera a la casa?” Percy se restregó los ojos y lo primero que vio fue la espalda y los lacios cabellos de Lucius algo enredados, frente a él una mujer lo increpaba con voz estridente.
“Narcisa, será mejor que salgas de la casa ahora mismo.” Era evidente que Lucius estaba enojado pero trataba de controlar sus impulsos con aquella mujer. Tenía que ser Narcisa.
“Esta todavía es mi casa puesto que aún no estamos divorciados. Esto te va a costar muy caro, Lucius, y a este que has traído le irá peor, sucio bastardo busca fortunas, pobre arrastrado sin vocación.” Lucius estaba a punto de levantarse cuando sintió la mano del pelirrojo posarse en su brazo, volteó a mirarlo y vio en aquellos ojos café una furia inmensa aunque también algo de sueño.
“Permítame aclarar y corregir sus dudas, mi respetada señora. Técnicamente usted y el señor Lucius ya están divorciados, el que no hayan resuelto la repartición de bienes es irrelevante, según la ley. Desde el momento en que usted radicó el divorcio dejó de ser la señora Malfoy. Luego sí, soy un bastardo pero tengo vocación. Soy el Asistente personal del Primer Ministro.” De no haber sido porque Lucius se hallaba bloqueando su camino hacia el joven de buena gana la mujer se le habría arrojado encima aunque aquello demostrara la clase de dama que podía llegar a ser.
“¿Quién demonios te has creído para hablarme de esa forma?” Chilló Narcisa sin podérselo creer.
“Narcisa.” La voz de Lucius ya era algo forzada pero la rubia continuó su descarga contra el joven y contra él.
“Esto lo vas a pagar muy caro, como que soy una Black.” Chilló histéricamente y con un veneno propio de la mujer.
“Pues espero que tenga ahorrado para cumplir su promesa porque según estoy viendo, no creo que vaya a recibir nada de la fortuna Malfoy.” Comentó como al descuido el joven mientras le echaba una mirada de arriba abajo.
“¿A qué te refieres, arrimado?”
“Me refiero a la cláusula matrimonial que parece haber olvidado, donde le indica que en caso de separación sin haber un heredero que continúe la línea de los Malfoy usted no recibirá ni un céntimo.”
“¡Draco es el heredero de los Malfoy!” Chilló con todas sus fuerzas la mujer y Lucius tuvo que detenerla físicamente para que no se acercara al pelirrojo que seguía despreocupadamente sentado en la cama.
“No tengo nada contra el chico, pero olvida un pequeño detalle.” La mujer lo miró con ojos chispeantes pero Percy no se inmutó. “Olvida que Draco no va a contribuir con la línea de los Malfoy puesto que… Draco es homosexual.” Percy sonrió con crueldad. “Así que a menos que pueda comprobar que el hijo que espera es de Lucius…”
“¿Cómo…?” Todos los movimientos de Narcisa se detuvieron en ese instante y sus ojos adquirieron una cualidad cristalina levemente peligrosa.
“Soy el Asistente del Ministro, señora, hago casi todos los informes… aunque suelo hacerme de la vista larga en algunos casos, especialmente con las personas amables y respetuosas que conocen su lugar.” Narcisa estaba lívida y sus delicados puños blancos del coraje.
“¡Te odio!” Gritó con todas sus fuerzas.
“El sentimiento es mutuo, ahora, si es tan amable y nos permite descansar el resto de la mañana quizás el señor Lucius recordará que al menos le dio un hijo y la recompensará por su esfuerzo como mejor le parezca.” La mujer dio un muy indignado resoplido y elevó sus narices a punto de decir algo pero entonces Lucius la empujó fuera de la habitación. Percy, al saberse solo, se dejó caer nuevamente en la cama y se acurrucó bajo las cobijas como si nada hubiera pasado.
Cuando Lucius regresó se le quedó viendo por largo rato hasta que el joven se volteó y lo vio. “Lo siento, las discusiones en la mañana me ponen de mal humor.” Masculló medio dormido.
“Lo recordaré para futuras referencias.” Murmuró el rubio al ver que el pelirrojo se había vuelto a dormir. De pronto las palabras de Percy le llegaron fuertes y claras. Su ex mujer estaba embarazada y no precisamente de él.
“¡Percy!” Gritó mientras lo zarandeaba para despertarlo y así poder obtener las respuestas a las preguntas que se agolpaban en su cabeza en esos segundos.
El pelirrojo abrió los ojos enfadado y murmuró algo que Lucius no entendió pero que al cabo de un rato comenzó a sentir. Su cuerpo comenzó a encogerse y a cambiar de forma y al cabo de unos minutos en lugar de Lucius Malfoy había un tierno cachorro de gran danés, blanco de ojos azules. Percy simplemente alargó sus brazos y lo cobijó bajo las sábanas junto al calor de su cuerpo. Con un tranquilo suspiro el cachorro de nariz roja cerró sus ojos azules y se quedó dormido junto al pelirrojo.
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“Señor Weasley, ¿qué hace este animal en su oficina?” Preguntó Fudge haciendo una extraña mueca con la cara en el momento en que entró a la oficina de Percy la mañana siguiente.
“Lo siento mucho, señor Fudge, es un detalle de parte del señor Malfoy.” Dijo al tiempo que se apresuraba a tomar el enorme cachorro en brazos.
“¿Del señor Malfoy? No lo he visto esta mañana…” Comentó alisándose las ropas y el bigote, emocionado porque el señor Malfoy podría estar en el Ministerio. No había persona a la que Cornelius Fudge intentara halagar más que al rubio del bastón.
“Lo envió esta mañana con un mensajero y no he tenido tiempo de llevarlo a casa pero a la hora del almuerzo me encargaré.”
“Ah, no te preocupes, estoy seguro que no hará muchas travesuras. Es que necesito para esta misma tarde el informe de gastos especiales de este mes. ¿Crees que puedas terminarlo a tiempo?”
“Sólo le hacen falta algunos ajustes. En cuanto esté listo se lo llevaré personalmente.”
“Gracias. Y por cierto, es un magnífico ejemplar.” El hombre salió y Percy se dedicó a rascarle la panza al cachorro.
“Bien… supongo que ya no tendré que explicar qué hago con un cachorro de gran danés en la oficina.” El animalito emitió un gruñido tierno y Percy suspiró. “No te preocupes, estarás bien para la hora de la cena. ¿Quieres una poca de leche? Seguro tienes hambre, los cachorros suelen comer cada dos o tres horas.” Abrió una pequeña alacena y sacó un litro de cristal, transformó uno de los vasos en mamila y se la puso en el hocico para luego encantarle y que se mantuviera en la misma posición mientras continuaba sus informes. Al cabo de unos minutos tocaron a la puerta. “Adelante.”
“Percy.” Lo saludó cortésmente el hombre. Reconoció la voz del recién llegado de inmediato.
“Charlie.” Exclamó sorprendido. ¿Qué haces aquí? Pensé que estabas en Rumania.”
“Adelanté la visita, todo está tranquilo y quise aprovechar. Supuse que te gustaría tener tus datos sobre los dragones más temprano.”
“Ah… los dragones… claro.” El pelirrojo dio una mirada extrañada al escuchar el tono de voz y finalmente se percató de un par de ojos azules que lo observaban desde el regazo de su hermano.
“¿Percy, qué es eso?” Preguntó acercándose para ver mejor.
“Un gran danés.” Dijo sin levantar la vista.
“Ah, claro que sé qué tipo de raza es pero no había visto uno desde la última vez que convertiste a Bill… ¡Percy, tienes que decirme a quién transformaste en perro!” Exclamó emocionado su hermano.
“Yo no convertí a nadie en perro.” Dijo algo nervioso.
“Pamplinas, tiene tu marca por todas partes y tuvo que haber sido en la mañana. Alguien intentó despertarte y descubrió tu mal humor mañanero.” Se frotó las manos. “Eso significa que durmieron juntos.”
“¡¡Charlie Weasley!!” Exclamó poniéndose rojo como un tomate.
“Por favor, no me vengas con mojigaterías. ¡Accio cachorro!”
“¡No!” Pero muy a su pesar el cachorro fue a parar a los brazos expectantes de su hermano mientras la mamila caía al suelo. El cachorro dio un pequeño chillido de pánico. “Ah, ya, pequeño, no te voy a hacer daño, sólo quiero echarte un buen vistazo.” Susurró al tiempo que lo ponía a la altura de sus ojos y miraba con intensidad a la criatura. “Ya dime de quién se trata, si es que lo quieres de vuelta.” Le dijo con picardía a su hermano menor.
“No puedo decírtelo. ¡Lo estás asustando!” Exclamó vehemente cuando el animal volvió a gemir. “¡Charlie, devuélvemelo!”
“Vamos, Percy, no puede ser tan importante. Eres muy frígido para tener amantes.” El comentario se le clavó al joven dignatario en el pecho aunque el dolor no asomó a su rostro.
“Te lo diré cuando me lo devuelvas y me jures con hechizo de silencio que no le contarás a nadie.”
“Juro solemnemente que este secreto no saldrá de mi boca so pena de perder eternamente mi voz.”
“Dámelo.” Insistió seriamente y Charlie le entregó el animal. “Lucius.” Susurró muy quedamente.
“¿Qué?” Exclamó escandalizado su hermano.
“Lo que escuchaste. Ahora, debo terminar un reporte hoy, mañana escucharé la información de los dragones.”
“No hace falta.” Le contestó con frialdad su hermano. “Te la dejaré por escrito.” La cara de disgusto del segundo Weasley era clara y cuando salió sin siquiera despedirse Percy se sentó en el escritorio y comenzó a acariciar la suave piel blanca mientras una solitaria lágrima se secaba en el borde de sus pestañas.
Seis horas más tarde, Percy terminaba su trabajo y entregaba todos los informes que le habían sido solicitados ese día. Se sentía exhausto, otra vez había comido poco pues no tenía apetito, entre el trabajo, su familia y la segura rabieta que Lucius formaría cuando regresara a su forma original no le quedaban ánimos ni para la cena. Se apareció en su casa y se fue directo a su cuarto, puso al cachorro sobre la cama y se despojó de todas sus ropas menos la interior. Finalmente se subió a la cama y se recostó de la cabecera tomando al animal y dejándolo sobre su regazo. Lucius recordaría todo lo que había visto y escuchado ese día, pero como cachorro que era se la había pasado durmiendo la mayor parte del tiempo.
El reloj cucú en la pared dio la hora en punto y Lucius fue recuperando su forma normal hasta ser humano completamente. Quedó tendido sobre la cama, desnudo y con la cabeza en el regazo del pelirrojo quien no había dejado de acariciarlo.
“Lo siento.” Fue lo primero que salió de los labios de Percy. Lucius se quedó allí, en su regazo, dejando que el joven lo tocara. Había pasado más de ocho horas transformado en un animal, no cualquier animal, un cachorro de gran danés… blanco. Pero también había pasado casi ocho horas siendo acariciado, mimado, alimentado y por puro capricho no quería que terminara aún, menos cuando el pelirrojo lo estaba haciendo voluntariamente.
“Creo que no volveré a tomar leche en mucho tiempo.” Comentó y Percy sonrió aliviado. Sus manos acariciando el sedoso cabello y sus ojos admirando el cuerpo desnudo y maduro que era Lucius Malfoy. La piel no era tan perfecta como parecía, tenía pequeñas marcas y finas cicatrices que no se veían a simple vista.
Percy sabía la verdad, Malfoy había sido un mortífago por voluntad propia, pero según él podía entender las razones. Para Percy, el lado de la luz y el lado de la oscuridad estaban regidos por una misma medida, poder. Para él Lucius era como cualquier funcionario cuya facción política había caído en desgracia y buscaba desesperadamente congraciarse con los que estaban en el poder. Y si alguien sabía cómo congraciarse con aquellos que buscaban el control aquel era Lucius.
El hombre comenzó a incorporarse en la cama sin romper el contacto con el joven para besarlo en plena boca con suavidad, como siempre Percy se lo permitió y Lucius se deleitó nuevamente en aquellos labios suaves. Pronto su mano derecha lo tomó de la nuca mientras la otra lo tomaba de la cintura para bajarlo posesivamente a la cama. Suyo, siempre suyo, cada vez que lo quisiera, esa era la promesa que el cuerpo de Percy le hacía cada vez que lo tocaba. ¿Acaso no podía ver que le pertenecía? ¿Por qué se negaba a aceptarlo de una buena vez? ¿Y por qué él mismo sentía la necesidad de tenerlo atrapado entre sus brazos cuando se mostraba tan fácil de dominar?
“Percy…” Susurró mientras sus caderas se unían a las del joven pelirrojo con pasión. Un débil gemido le respondió y separó las piernas del pelirrojo con su propio cuerpo de inmediato. Era como llegar a casa, un sentimiento de familiaridad que no pensaba comentar. Se necesitaría todo un ejército de señores oscuros para hacerlo confesar semejante sentimiento.
Al cabo de un rato la ropa interior de Percy le estorbaba y sin muchos miramientos comenzó a bajarle la pieza sin dejar de besarlo. En esos momentos lo trataba con sumo cuidado, como si fuera lo más precioso que hubiera tenido en sus manos. Nuevamente aquella docilidad ante sus deseos lo enloquecía y lenta, muy lentamente, comenzó a devorar la piel levemente pecosa y tersa.
Esta vez Percy no se sintió tan avergonzado… al cabo que no le podía pasar nada peor de lo que ya le había pasado y Lucius, por más dañino que fuera para su salud era una tentación a la que no podía resistirse ni con el pensamiento. Cuando el hombre lo besaba sentía perder la razón y todo su cuerpo vibraba con las sensaciones que le provocaba el simple gesto de acariciarlo. Ni siquiera cuando sabía que Lucius sólo quería seducirlo era capaz de negarle el contacto que le pedía.
Se dejó perder en aquellos labios que encendían fuego en su pecho con cada beso que depositaban, con cada pedazo de carne que marcaban. Las manos de Lucius terminaron de tenderlo sobre la cama y bajo su cuerpo hasta sentir la hinchada erección contra su entrada. El rubio no lo tomó en esos momentos pero se mantuvo rozando sus glúteos, humedeciéndolos con su deseo y Percy se sentía desvanecer de placer. “Lucius…” Susurró finalmente al tiempo que la punta de la erección se encajaba levemente en su entrada. Sin poder contenerse más juntó su cadera hacia la del rubio penetrándose y viniéndose a la vez bajo aquel cuerpo. Cuando recuperó la respiración el hombre sonreía levemente.
“Parece que te has vuelto algo sensible…” Musitó y terminó de entrar en su interior con lentitud, provocándole gemidos profundos, haciéndole el amor pausadamente hasta hacerlo venir por segunda vez. En ese momento Lucius volvió también a inundar su interior. Era la segunda vez que lo hacía pero esta era mejor que la primera porque no se separó de su cuerpo tan rápidamente y pudo recuperar el aliento entre sus brazos dejándose ir en un dulce dormitar sin que los labios del hombre dejaran de recorrer su pecho y su cuello.
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Gracias por leer.