Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ Corazón de Serpiente ❯ Capítulo 7 ( Chapter 7 )
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Capítulo 7
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
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Draco caminaba de arriba a abajo en el salón principal de la mansión. Poco a poco comenzaba a asimilar algunos detalles que no había podido captar el día anterior cuando los efectos de la crisis aún carcomían su lucidez. Harry Potter, enemigo número, dueño de todos sus bienes tenía a su padre oculto en la mansión. Con qué propósito aún no podía descubrirlo.
“¿Me estabas esperando, Malfoy?” Sonrió Harry mientras descendía las escaleras con paso seguro. Draco quiso borrarle la sonrisa de un golpe pero se abstuvo.
“Pensé que los antídotos te provocaban mal humor. ¿Por qué la sonrisa?”
“Umhh… sólo pensaba.”
“Los milagros existen.” Se burló el rubio.
“Ahh… te gustará lo que me dijo este milagro.” La sonrisa que le estaba dando el moreno no era mejor que las que él mismo había visto en su espejo por lo que por unos instantes temió lo que le fuera a proponer.
“¿Qué es lo que quieres, Potter?” Le contestó lo más sereno que pudo.
“Te devolveré todo, tu dinero… tu casa… tus secretos y hasta cierto grado a tu padre. No del todo, no es como si fuera a entregarte a Lucius tan fácilmente. Pero a cambio quiero algo de tí, espero que puedas soportar el estrés de saberlo.” Sonrió aquella maldita sonrisa y Draco gruñó por lo ajo.
“Ya escúpelo maldito bastardo.” Siseó con veneno.
“Mis padres estaban casados cuando me concibieron, Malfoy. Pero estoy seguro que luego que me escuches no podrás jamás pensar otra cosa de mí y no te culparía.”
“Potter.” Le dijo amenazador.
“Lo que quiero… Malfoy… es a ti.”
“¿Qué?”
“Lo que escuchaste, pero me compadeceré de ti y te lo repetiré con más detalle. Quiero tu cuerpo en mi cama, bajo mi cuerpo, todas las noches hasta que dejes de respirar.” Terminó la frase en un susurro cargado de lujuria para mayor efecto.
“Estás loco.” Gritó con incredulidad.
“Quizás… Te voy a dar un día para pensarlo. Ahora, ¿me acompañas a cenar? Hoy los elfos preparan dulce de leche.” Dejó tras de sí a un rubio enfurecido rechinando los dientes. Con todo sujetó la varita bajo las ropas, no había llegado a ser auror por nada. Se acercó a la mesa sin contratiempo y esperó pacientemente hasta que el rubio se sentó a la mesa. Los ojos azul plata fulguraban en su dirección pero aparte de la severa expresión nada delataba su conflicto. Se quedó viéndolos olvidando que era de mala educación hasta que la mirada se volvió desafiante y lo sacó de su trance. A pesar del momento tenso el auror no dio muestras de arrepentimiento. Agradeció que los elfos comenzaran a servir.
La comida pasó en silencio, ninguno de los dos comió demasiado, Draco por el coraje que lo consumía y Harry por los efectos secundarios del antídoto dedicándose a picotear algunas de las delicias que había en el plato con desgano. Finalmente los elfos sirvieron el postre y Draco no puedo evitar quedársele viendo al auror mientras con obvio placer devoraba el dulce de leche. Sus ojos verdes brillaban con fascinación cada vez que se echaba un bocado y con obligada lentitud saboreaba cada cucharada.
A mitad de postre el moreno tuvo que dejar la cuchara en el plato, se sentía enfermo, producto del reciente ataque, pero no iba a mostrarse débil en esos momentos. Cuando se quería impresionar a un Malfoy la debilidad era lo último que se podía mostrar. Tenía algunos escalofríos y de no haber sido por la camisa de mangas largas seguramente estaría temblando. Un suave sonido como de latigazo se escuchó cerca de la puerta y ambos se giraron al ver llegar al médico brujo.
“Potter, ¿qué haces fuera de la cama?” Preguntó molesto al instante de verlo. El aludido le dio una sonrisa tímida.
“Buenas noches, doctor. ¿Gusta cenar con nosotros?” Sonrió tratando de ocultar su malestar pero el medimago sabía perfectamente su condición.
“Cenaré tan pronto mis pacientes sigan mis instrucciones.” Le dijo en un tono que no admitía peros. Harry suspiró y con una disculpa hacia el rubio se levantó de la mesa haciendo un esfuerzo mayor por no mostrar lo mal que se sentía. Blaise lo acompañó hasta la habitación de huéspedes. “Ya puedes dejar de fingir, Potter, a mí no me engañas. No debiste salir de aquí.” El moreno se encogió de hombros mientras se volvía a cambiar y se metía bajo las colchas temblando pronunciadamente. El médico atizó el fuego de la chimenea y le echó un poco más de leña. “Eres terco como una mula.” Murmuró mientras comenzaba a sacar algunas pociones de su bolso y escogía entre ellas una que le ofreció. El auror la miró con desconfianza y negó. “Lo que decía… terco como una mula. Si no me necesitas para nada más estaré con Lucius.” Blaise se levantó con la intención de salir pero se detuvo a pocos pasos de la puerta.
“¿Qué harás con Lucius? Te atacó y eso violenta el acuerdo entre ustedes…” Comenzó con evidente preocupación.
“Lucius aún está perturbado.” Le cortó el auror de inmediato.
“Eso no importa a la hora de reclamar una deuda de magos.”
“No creo que Draco aprecie el gesto.” Contestó secamente.
“¿Qué tanto te importa lo que piense Draco?”
Se sacudió de hombros. “Le ofrecí un trato, estoy seguro que ya te dará los detalles.”
“¿Por qué no me los das tú?”
“No sé si Draco se sentirá bien si yo te lo digo. ¿Sabes? En dos noches será el concierto de Moonless Lake.”
“¿Acaso estás invitándome?” Replicó con sarcasmo.
“No seas tonto, a Hermione le gusta mucho ese grupo.”
“Oh.” El auror sonrió y se cubrió hasta el cuello con las colchas por lo que el medimago dio por terminada la conversación. Al salir de la habitación se topó de frente con Draco quien lo tomó por el cuello de la túnica y lo empujó contra la pared.
“Eres su cómplice. Nunca pensé que me traicionarías de esta forma.” Gruñó con coraje.
Zabini maldijo mentalmente, seguramente el rubio los había estado escuchando. “No te he traicionado, sólo hago lo que es mejor para ustedes dos.” Siseó mientras se lo quitaba de encima de un empujón. Draco intentó golpearlo pero Blaise lo detuvo a tiempo y lo sujetó de las ropas, ambos gruñendo viciosamente.
“Eres un tonto, Draco Malfoy. La próxima vez que pienses que soy uno de tus juguetes o parte de tus pertenencias me voy a olvidar de mis juramentos y te voy a dar la paliza de tu vida.”
“No me hagas reír, Blaise.” Siseó mientras le tomaba del brazo justo donde sabía que estaban las letras. “Me perteneces en cuerpo y alma, no puedes escapar de los juramentos que me hiciste.”
“Exacto, no puedo. Aún así eres capaz de tildarme de traidor cuando sabes perfectamente que no puedo traicionarte.” Lo soltó de repente haciendo que el rubio se tambaleara levemente. “Alguna vez pensé que nos unía un juramento mayor pero los Malfoy no conocen el significado de la lealtad, por eso me obligaste a tus tontos hechizos. Fui un ingenuo en pensar… bah. Lo que sea que te haya pedido el Gryffindor hazlo y recupera tu fortuna para que limpies tu apellido que es lo que te interesa y todo esto se acabe de una buena vez. Así no tendré que estarme preocupando en vano por un engreído como tú.” Comenzó a caminar en la dirección de la habitación de Lucius.
“¿Sabes lo que me pidió?” Susurró Draco mientras se deslizaba levemente pared abajo como si las piernas no pudieran aguantar su peso. Blaise se detuvo contra todo razonamiento. Por más que intentara desentenderse de los problemas de Draco no podía, era un tonto, lo sabía, incluso Crabbe y Goyle habían superado su fijación por el rubio. Era débil, no había otra razón, débil por creer que en el duro corazón de piedra de los Malfoy podría existir lo que él había llegado a conocer como amistad. Esperó con paciencia a que continuara.
“Quiere usarme, quiere que sea su… su…” No podía decirlo, no porque le faltara valor sino porque sellaría con sus propias palabras su destino. “Quiere que le caliente la cama.” Blaise estaba más que aturdido con la revelación. Sabía que el auror tenía algunas cosas ocultas pero aquello era demasiado. Además no veía al moreno solicitando favores sexuales a cambio de restaurar a la familia Malfoy como parecía ser su plan.
“Vamos a ver a tu padre.” Murmuró el medimago tomando al rubio por los hombros y guiándolo hacia la habitación de Lucius. Luego de que viera que Lucius estaba mejor y asegurarse de que Draco estuviera dormido con una poción que pensaba suministrarle para calmarlo iba a hablar con el bastardo de Potter.
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“Potter, despierta. Potter, ¡Potter!” Lo sacudió con firmeza.
“Ummhh… vete.” Murmuró el moreno pero su mano inconscientemente sujetó su varita bajo las colchas.
“Despierta, maldita sea. Tenemos que hablar en este instante.” Exclamó supremamente cabreado.
“¡Petrificus Totalis!” Exclamó confundido el auror pero el medimago lo había evadido por un suspiro. “Ah… Zabini, lo siento.” Murmuró aún atontado. “¿De qué querías hablarme?”
“¿Qué demonios pretendes pidiéndole a Draco que sea tu puta?” Reclamó con vehemencia y el auror abrió los ojos levemente al escucharlo hablar de aquella forma aunque no tardó demasiado en cubrir su asombro.
“Ah, eso.” Sonrió de una forma que descuadraba totalmente con sus acciones previas.
“¿Cómo que eso? ¿Cómo es posible que le exijas eso para recuperar su fortuna siendo lo que eres?” Cada vez su tono de voz aumentaba.
“¿Y qué es lo que soy, Blaise?” Se encogió de hombros para luego pasarse la mano por los revueltos cabellos.
“¡Eres un auror! Eres quien venció a Ya-Sabes-Quién, eres un Gryffindor, carajo, eres el Maldito Harry Potter!” Gritó finalmente.
“Eso me han dicho… los que no me conocen. En fin, ya que me despertaste, ¿podrías decirme cómo está Lucius?” Le dijo ignorando su actitud.
“¿Estás escuchándome?” Volvió a increparlo.
“Sí, Zabini, estoy escuchándote. Entiende, no se me ocurre nada más por el momento, al menos nada digno de un Malfoy. Tienes que aceptarlo, si la situación fuera a la inversa ninguno de los dos me habría pedido menos. No voy a dañarlos, a ninguno, pero necesito tiempo para que reaccionen. No morirán con esa tonta petición.” Se dejó caer sobre la almohada nuevamente. “Además no me molestaría.” Sonrió tontamente. “No me molestaría de ninguno de los dos. ¿Crees que Lucius acepte también? Podría incluirlo, ya sabes…”
“¡Potter, estás enfermo!” Exclamó Zabini dándolo por un caso perdido y pensando seriamente que los dos Malfoy no eran los únicos que necesitaban ayuda psicológica.
“Sólo convence a Draco de que hay formas de evitar cumplir el contrato sin romperlo. Con eso estará tranquilo.”
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A la mañana siguiente Draco entró a Gringotts con todo el aire de un Lord. Tal y como Potter le había prometido, todos los papeles estaban en orden. El único inconveniente sería que el auror seguiría en la habitación de huéspedes como una adición permanente. Había aducido que de esa forma le sería mucho más fácil cumplir con su parte del trato. Cada vez que Draco recordaba el susodicho tato todo su cuerpo se tensaba con ira. La única novedad que le alegraba el día era saber que Potter no se hallaba en la mansión y que su padre había comenzado a recuperar su cordura con el tratamiento de Zabini. El médico brujo había ido más allá de su deber y había conseguido todos los documentos necesarios para comenzar la revisión del caso, luego sólo tendría que llevarlos al Ministerio asegurándose de amedrentar, halagar y sobornar a las personas correctas. Sorprendió a muchos con su inesperada llegada pero nadie objetó demasiado su presencia como había estado temiendo y los gnomos. Al salir del lugar sintió que podía respirar más tranquilamente.
Regresó a la mansión luego de darse una vuelta por Londres, todo había cambiado en esos cortos años que había pasado en San Mungo pero no pudo disfrutar demasiado. Su mente se empeñaba en darle imágenes de lo que Potter le haría en cuanto cayera la noche. El contrato que había firmado con el hombre era efectivo de inmediato, extremadamente descriptivo y temía la hora en que tuviera que verse en la cama de su enemigo. Decidió visitar a su padre y lo encontró despierto y muy alerta cosa que lo alegró grandemente.
“Padre.” Murmuró al entrar y encontrarlo observando al exterior de la habitación pero aún dentro del balcón.
“Draco, ¿cómo te fue el día?” Preguntó con su cordialidad de siempre y calor en los ojos azules al ver a su hijo.
“Todo está saliendo a la perfección.” Musitó mientras producía los papeles que declaraban que ahora era dueño absoluto de todo lo que le había pertenecido a la familia Malfoy.
“Excelente. ¿Y Potter?” Preguntó en voz baja, como quien guarda un secreto.
“Es un mínimo detalle, seguirá ocupando la habitación de huéspedes por el tiempo que desee.” A esto Lucius no comentó nada pero Draco sabía que le contrariaba grandemente. “He comenzado los trámites para revisar tu caso en el Ministerio de Magia.” Lucius arqueó una ceja.
“¿Y crees realmente que él permitirá que esas gestiones progresen?” Dijo con amargura. Draco observó el perfil de su padre, aún se veía frágil y bastante lejos de como lo recordaba pero después de haberlo visto la primera vez la mejoría era abrumadora. La piel aunque pálida estaba adquiriendo un tono más saludable y sus ojos azules no tenían esa espesa bruma que al principio los nublaba. Sus cabellos continuaban un tanto opacos pero Lucius se había negado a utilizar un hechizo en ellos, su orgullo no le permitía esas vanidades.
“Zabini piensa que no intervendrá. Espero que esté en lo correcto. Te ves mucho mejor, padre.” Comentó con una leve sonrisa.
“Estaré mejor cuando esa sabandija esté fuera de esta casa.” Murmuró con enojo. Draco sólo pudo suspirar, el que Harry Potter abandonara la mansión se pintaba como algo imposible de lograr.
Esa noche el rubio esperó con trémula expectación la llegada del auror. No iba a rebajarse ni a permitirse más humillación tratando de esquivar al hombre como le había sugerido Zabini, eso podría hacer que se enojara y que de alguna forma hiciera más insoportable el precio que debería pagar. No podía retractarse, su orgullo se lo impedía. Sin embargo esa noche Potter no apareció por ninguna parte. Despertó sobresaltado en la habitación de huéspedes, con el olor del auror en la cama y sábanas que utilizaba, aún así nada delataba que el auror hubiera hecho acto de presencia durante la noche.
La segunda noche se repitió la afortunada ausencia, la tercera noche los nervios lo querían matar y la cuarta comenzaba a preguntarse dónde diablos había ido a parar el hombre porque él no podía seguir durmiendo a la expectativa de una primera noche. Estaba enloqueciendo poco a poco.
La quinta noche un golpeado Harry Potter hizo aparición en la mansión, parecía que llevaba varios días sin dormir y que recientemente se había visto envuelto en una feroz contienda mágica. Lo vio ir directo a la ducha y esperó con temblor el momento en que el auror emergiera. El moreno apenas le dio un vistazo, sus ojos se notaban algo hinchados y su boca parecía no poder formar una sola palabra coherente. Se dejó caer en la cama ignorando el asustado salto que diera el rubio que intentaba no alejarse como un animal asustado de su lado. Draco esperó… y esperó… pero cuando escuchó que la respiración se iba volviendo cada vez más lenta su imprudencia lo hizo hablar.
“¿Potter?” Siseó.
“¿Qué?” Murmuró el moreno con molestia.
“¿Acaso no piensas cumplir?” La parte lógica de su cerebro le gritó desaforadamente que era un idiota pero la parte idiota de su cerebro le contestó que él era un Malfoy y nadie despreciaba a un Malfoy.
“¿Cumplir qué?” Gruñó un poco más despierto el auror.
“El contrato.”
“Oh, el contrato.” Escuchó que el moreno maldecía muy por lo bajo pero de igual forma se volteaba en su dirección. Se tensó cuando el auror lo tomó por los cabellos y le dio un beso enojado y desprovisto de calor para luego soltarlo y volverse a su lugar. “Listo, ahora podemos olvidarnos del asunto y descansar. Duérmete.” Le ordenó antes de cerrar los ojos. Draco estuvo a punto de protestar cuando finalmente su cerebro le ordenó quedarse quieto. Si Potter no iba a reclamarle su parte del contrato eso era cosa suya y él estaba más que feliz de que no lo hiciera aunque una parte de su mente continuara protestando por la falta de interés.
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