Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ Corazón de Serpiente ❯ Capítulo 6 ( Chapter 6 )
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Capítulo 6
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
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“Potter, debería maldecirte hasta la próxima vida.” Gruñó Zabini mientras el ojiverde le servía un trago.
“¿Y no lo harás por?” Preguntó Harry mientras tomaba el suyo despreocupadamente.
“Porque ni siquiera yo en dos años de tratamiento logré sacar a Draco de su tonto estupor. Aunque esté en desacuerdo con la forma en que lo hiciste admito que obtuvo el resultado esperado.” El joven auror asintió distraído.
“Necesito otro favor Zabini.” El doctor volteó los ojos irritado.
“No otro favor, Potter, ¿quién piensas que soy? ¿Tu padrino o algo así?” El aludido sonrió con tristeza.
“Para nada… Cuando termine de pedirte los favores que necesito seguramente te deberé la vida.” Blaise arqueó una negra ceja con curiosidad.
“Eso podría interesarme. ¿Y qué es lo que me pedirás ahora?”
“Mmhh… este favor es más para Draco que para mí. Draco necesitará su fortuna de vuelta para poder comenzar a gestionar la revisión del caso de Lucius, eso será fácil, sólo tiene que ir a Gringotts y llenar los papeles que tengo dispuestos desde hace año y medio. Pero no creo que Draco aprecie el gesto, ya sabes como son los Malfoy, si quisiera ayudarlo y no tengo una agenda oculta seguramente no lo aceptaría. Pero ya me encargaré de que acepte. Hermione les puede informar de todo el papeleo necesario para comenzar la revisión pero necesitará algo más que su favor. Quiero que me ayudes a convencer a Draco a aceptar mi propuesta… cuando sepa cuál es.” Se llevó los dedos a los labios mientras meditaba. Zabini lo observaba atónito intentando asimilar lo que el auror le decía.
“¿Por qué confías tanto en que te ayudaré?” Replicó confundido aún.
“¿Por tu lealtad a los Malfoy? O quizás por esas dos letras que tienes grabadas en tu brazo. Estás marcado por un Malfoy, Zabini, ¿qué más confirmación necesito?” Blaise atinó a sonrojarse levemente ante la insinuación. Cuando Draco había comenzado a volverse más paranoico lo había tomado un día por sorpresa y luego de casi alcanzarlo con una maldición imperdonable lo había atado en una de las mazmorras de la mansión y le había hecho aquella cicatriz. Afortunadamente luego del suceso bastaba con que le mostrara el brazo a Draco para que este se tranquilizara.
“Lo que haga con mi vida no es de tu interés.” Exclamó furioso apenas evitando hacer añicos el vaso de cristal.
“Pero es de mi conveniencia. Blaise, yo sé que harás lo que sea mejor para esos dos, basta ver cómo te preocupas por ambos. Me hubiera gustado tener un amigo así.” Murmuró más para sí mismo que para el doctor, sacudió los pensamientos de inmediato. “Como te decía, necesitarán más que el favor de Hermione y del Ministerio para que el caso pueda progresar. Tan pronto se les asigne una fecha para el caso necesito saber la hora exacta en que se pasará a vista.”
“¿Y esperas que Draco te dé esa información cuando eres el testigo principal de la fiscalía?”
“No, espero que tú me des ese dato. Necesito asegurarme de tener un imprevisto demasiado importante.”
“¿Qué es lo que estás haciendo, Potter? No… apenas puedo entenderlo. Esto… ¡Demonios!”
Harry terminó de beber su güisqui de fuego cuando escuchó unos pasos acercarse. Draco, aún en la ropa del hospital y zapatillas de descanso se acercaba con su frío temperamento. El moreno sonrió al ver que aún en aquellas fachas Draco Malfoy era capaz de conservar toda su gracia y encanto, se veía frágil, tan frágil como el fénix de Dumbledore justo antes de ser envuelto en llamas. Por el gesto parecía que venía otra discusión por lo que Harry decidió dar el primer golpe.
“¿Y bien? ¿Qué has pensado acerca de mi generosa oferta?” Le dijo al hacerle frente. El rubio dio un resoplido indignado y en sus ojos plateados podía verse el conflicto. Una línea roja los enmarcaba pero por lo demás no había rastro de sentimiento alguno. El rubio apenas asintió con la cabeza de tal forma que incluso aquella pequeña reverencia no tenía nada de respetuosa ni de humillante. “Perfecto.” Exclamó el joven auror. “Ahora si me disculpan, debo continuar con mis labores.” Con una graciosa inclinación Harry Potter desapareció de la vista de ambos sin permitir que Draco desatara su ira sobre él.
“Está demente.” Susurró Blaise.
“Es un maldito bastardo.” Añadió Draco mientras giraba y se dirigía a su antigua habitación. Blaise pareció salir de su conmoción y se dispuso a seguir al rubio.
“¡Draco! ¡Espera!” Lo alcanzó cuando casi llegaba a su habitación. “Draco, yo necesito regresar al hospital, pero antes voy a revisar a tu padre de nuevo. Trataré de salir temprano y estar de regreso.” Draco entendió perfectamente la entrelínea de aquellas palabras, su amigo quería tener la certeza que no intentaría nada mientras estuviera sólo en la mansión. “Estaré bien.” Murmuró viendo de inmediato cómo los ojos castaño oscuros mostraban el alivio. Asintió mientras abría la puerta a su habitación y se detuvo en seco al ver que todo estaba en el mismo lugar que lo había dejado, como si alguien hubiera estado esperando su regreso. Se llevó una mano a los cabellos.
“Es un maldito canalla, seguramente ahora debe estarse riendo de todo con sus amigos aurores.” Masculló cerrando los ojos con cansancio.
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Harry había llegado a su oficina en el Ministerio, revisando los nuevos datos que le había dejado Ron. Antes de salir de la casa no se había ocupado en verificar que Lucius estuviera en su habitación siendo que Draco estaría en la casa confiaba en que el hombre estaría un poco más tranquilo y un poco menos perturbado. Se pasó una mano por los cabellos revueltos que nunca había podido dominar para luego ajustar sus lentes. De repente un pequeño rugido le indicó que probablemente ya se había pasado la hora del almuerzo. Fue entonces que recordó que había dejado su almuerzo justo sobre la mesa de la cocina donde los elfos solían dejarlo para que él lo recogiera. “Maldición.” Murmuró, con la prisa de salir de la mansión había olvidado algunas cosas. “Supongo que tendré que regresar.” Dio un suspiro y se reclinó en la silla de su escritorio.
Comenzó a recoger los papeles sobre su escritorio hasta que estuvo conforme con la relativa organización del mismo. Tomó su capa y su varita y salió de su oficina. Ya en el exterior del Ministerio desapareció y reapareció en la mansión Malfoy. Con pasos algo cansados se dirigió a la cocina, tal como había predicho, la bolsa con su almuerzo estaba allí. Un elfo doméstico apareció antes que pudiera tomarla y se ofreció a calentarla. Harry asintió y el elfo salió. Supuso que no tendría nada de malo ver cómo Lucius estaba reaccionando a la presencia de Draco mientras esperaba por su almuerzo.
Tocó a la puerta y llamó pero no recibió respuesta. Empujó un poco y se asomó, el cuarto estaba en semipenumbra pero podía ver la forma de Lucius sobre la cama. Suspiró aliviado y se acercó suponiendo que el hombre estaba dormido.
“Potter.” El susurro lo sobresaltó, seguía tan lleno de odio como siempre y su corazón dio un doloroso vuelco al sentirlo.
“Buenas tardes, Lucius. ¿Te sientes mejor?” Susurró tratando de no molestarlo demasiado. Lo dejaría tranquilo en unos momentos.
“¿Por qué lo trajiste aquí?” Preguntó con su voz rasposa y Harry pudo distinguir los ojos azules fijos en su persona aún en la semi penumbra.
“Esta es su casa, sigue siendo la mansión Malfoy.” Le aseguró con suavidad.
“Lo hiciste para humillarlo. Para humillarnos.” Lo acusó con serenidad el hombre.
“¡No! Yo… no lo traje por eso.”
“Claro que sí, Potter, te es imposible dejarnos en paz. Draco me dijo que la mansión está intacta, ¿por qué? No veo otra razón para que la mantuvieras intacta sino para humillarnos más.” Harry negó con vehemencia y se acercó a la cama.
“No, Lucius. Yo…” Respiró profundo y cerró los ojos intentando controlar los temblores que amenazaban con recorrer su cuerpo. “No es mi intención hacerles más daño.” Murmuró con voz temblorosa. Abrió los ojos cuando escuchó la voz de Lucius a escasos centímetros de su cuerpo.
“Mientes.” Siseó el hombre y algo que Harry no había visto por tener sus ojos cerrados se clavó en su abdomen. Abrió los ojos enormes y dio un mudo grito cuando Lucius torció la daga en el interior de su carne.
“Desmaius.” Susurró el moreno con dolor mientras sujetaba su varita en dirección a Lucius. El hombre cayó sin sentido. “Wingardium leviosa.” Volvió a susurrar y el cuerpo levitó hasta la cama, allí lo dejó y murmuró el hechizo que lo mantendría confinado a la cama. Miró hacia la herida y vio lo que parecía ser la empuñadura de una de las dagas que había tratado de retirar del cuarto. Seguramente Draco se la había llevado a su padre de vuelta. Se balanceó peligrosamente sobre sus pies a punto de perder el balance, recuperándolo al último momento y haciendo un esfuerzo por salir de la habitación sin desmayarse.
Ya en el exterior sujetó la daga y la arrancó de sus entrañas, colocando una mano sobre la herida. Se recostó de la pared al lado de la puerta, la daga ensangrentada en una mano mientras reclinaba la cabeza hacia atrás y respiraba forzosamente. Tendría que buscar a un medimago de inmediato, pero no sabía qué excusa podría dar con respecto a la herida. Bueno, había estado siguiendo los pasos de los fugitivos, eso tendría que ser suficiente, o quizás podría conseguir que Zabini lo viera.
“¿Qué le hiciste a mi padre?” Preguntó incrédulo Draco al verlo con la daga cubierta de sangre justo frente a la habitación de Malfoy. La varita que el joven acababa de recuperar en su cuarto fue apuntada en su dirección. “¡Crucio!” Exclamó con fiereza y Harry cayó al suelo convulsándose de dolor. “¡Crucio!” Los espasmos hicieron que la sangre brotara a borbotones de la herida. La maldición fue mantenida hasta que el rubio estuvo levemente satisfecho y entró a la habitación para ver a su padre.
Harry continuó convulsando por algunos segundos, los ojos fuertemente cerrados. El dolor de la herida no era demasiado comparado con otras heridas que había recibido como auror. El dolor del cruciatus era otra cosa, había sido intenso y eso sólo le daba una noción. Draco Malfoy debía odiarlo de forma total y absoluta puesto que la maldición dependía del odio que la persona que lo hacía sentía por la persona a la que se lo infligía. Tosió y escupió al sentir el sabor metálico de la sangre en su boca.
Draco entró a la habitación con el corazón en la boca pero se quedó perplejo al ver que su padre dormía profundamente. Se acercó y trató de levantarlo, fue entonces que comprendió que habían utilizado un hechizo de inconsciencia con él. Seguramente Potter. Lo buscó y rebuscó pero no vio señales de violencia en el cuerpo dormido. “Lumos.” Exclamó confundido y descubrió las manchas de sangre en el suelo, el rastro llevaba al exterior de la puerta pero no había ninguna sobre la cama ni sobre el cuerpo de su padre. Un leve temor lo sobrecogió, no porque entendiera que había sido su padre el que había atacado al auror sino porque su mente repasaba todas las posibles implicaciones de que Potter muriera a manos de su padre quien tenía una deuda de hechiceros con él. Se levantó prestamente y abrió la puerta pero el cuerpo no estaba allí. Había sangre por todo el pasillo manchando las paredes de forma irregular y el suelo.
Siguió el rastro hasta una de las habitaciones de huéspedes y abrió la puerta con cautela. El joven estaba sentado precariamente en su escritorio e intentaba escribir una carta. Sintió furia al pensar que probablemente estaba dándole al Ministerio detalles acerca del paradero suyo y de su padre y se acercó rápidamente. Lo tomó con fuerza de los cabellos provocándole un ronco gemido mientras le arrebataba el pergamino. Comenzó a leer.
Auror R. Weasley
Tengo una pista de los fugitivos que pienso me llevará a su captura por lo cual no estaré disponible por unos días. Dile a Hermione que la información fue de mucha ayuda.
Auror H. Potter
Draco no parecía comprender si aquella era una clave entre los aurores pero entonces vio un segundo pergamino sobre el escritorio listo para ser enviado.
Doctor B. Zabini
Me gustaría que pudiera acompañarme esta tarde en la mansión y así poder compartir un poco más nuestra mutua obsesión sobre una copa de vino tinto.
H. Potter
“¿Qué pensabas hacer con esto, Potter?” Siseó cerca de su oído pero los ojos nublados del auror le indicaron que estaba ya demasiado lejos para entenderlo. Le soltó los cabellos y buscó con la vista algo con lo cual detener la hemorragia. Con un hechizo simple hizo desaparecer la túnica de auror y la camisa y vendó la herida. Lo dejó sobre el asiento del escritorio mientras pensaba el mejor curso de acción. No podría dejar que Potter muriera, menos cuando su padre había sido el causante, eso condenaría su alma eternamente, no que la tuviera demasiado a salvo. Sonrió con crueldad.
“Potter.” Lo tomó de los cabellos y lo zarandeó hasta que los ojos verde jade se fijaron en los suyos con algo de reconocimiento. “Bendita sea mi estrella, voy a salvar tu insignificante vida y a cambio quiero que liberes a mi padre de su deuda.”
“Pues tendrás que apresurarte…” Susurró al tiempo que comenzaba a temblar. “La daga estaba envenenada.” Jadeó levemente a causa del dolor pero una sonrisa se dibujó en sus labios y Draco frunció el ceño. “No creo que Lucius fuera a desperdiciar la oportunidad.” Susurró entre escalofríos. Draco aguzó la mirada con sospecha. Un agudo chillido llamó su atención, una enorme lechuza negra esperaba impaciente las cartas que el auror había estado a punto de enviar. “Ron podría sospechar si no regreso al Ministerio y no debes llevarme al hospital, también sospecharían.” Murmuró con trabajo. Draco lo meditó y al cabo de un rato amarró la carta a la pata del ave enviándola al Ministerio.
Con un silbido agudo llamó a otra de las lechuzas y algo apresurado escribió una carta y la dirigió a Blaise. El gemido del auror distrajo su atención del ave que se alejaba.
“Patético.” Gruñó con desdén. El joven pareció escucharlo y elevó los ojos en su dirección aunque Draco estaba seguro que no lo miraban fijamente.
“Si muero… el Ministerio se apropiará de la casa y de la fortuna porque no la has reclamado aún. Necesitas mi consentimiento para recuperarlo todo.” Susurró entre jadeos. Draco maldijo furiosamente al escucharlo. De mala gana lo arrastró hasta la cama y allí lo dejó, esperando que Blaise tuviera el tiempo de llegar antes que el tonto Gryffindor expirara.
Media hora más tarde Blaise apareció en la sala de la casa y maldijo en voz alta todo el trayecto hasta la habitación de huéspedes. “Desde que Potter decidió que valía la pena conservarlos en la casa no he tenido mas que problemas. Todo lo que hacen es querer asesinarse el uno al otro. Voy a ganarme una atención del jefe de personal del hospital por desatender mis pacientes a cada hora del día.” Exclamaba desaforadamente mientras analizaba el veneno que había en la daga. Tardó unos minutos en dar con el veneno y administrar el antídoto correcto. Luego utilizó un hechizo para cerrar la herida sin embargo Harry continuaba temblando en la cama.
“El veneno es uno fuerte, todavía sentirá los efectos. Luego necesitará descansar. Espero que no lo maten entre ustedes dos.”
“¿Qué pasa contigo, Blaise? Te estás suavizando.” Exclamó el rubio enojado.
“Créelo o no, Draco, este estúpido auror es la única oportunidad que tú y tu padre tienen de regresar a su antigua vida tal y como la conocían. Será mejor que medites en eso, yo tengo que regresar al hospital y por Merlín, trata de no matarlo. Regresaré en la noche luego que termine mi turno a ver a tu padre.” Comenzó a recoger sus pociones de forma enérgica mientras el rubio lo observaba de lejos, el disgusto claro en sus ojos.
“No dejes que su cuerpo se enfríe demasiado o el esfuerzo habrá sido en vano.” Dijo como despedida y salió de la habitación dejando a Harry a merced del joven Malfoy.
Draco esperó hasta estar seguro de que Blaise había dejado la mansión, sólo entonces se acercó al joven moreno que estaba sobre la cama. Su rostro estaba pálido y temblaba con violentos escalofríos. Tomó uno de los sillones y lo acercó, al menos podría disfrutar de cerca el sufrimiento del auror y eso quizás podría calmarlo un poco.
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Harry despertó ya cuando anochecía y se encontró solo en su habitación. El cuerpo le dolía y la cabeza le palpitaba miserablemente. Se levantó con cautela, masajeándose suavemente las sienes en un intento por disipar el dolor. Buscó su varita y suspiró aliviado al sentirla en su lugar de costumbre. De haber ignorado los posibles resultados de tomar una poción para el dolor de cabeza y el cuerpo lo hubiera hecho, pero como auror sabía que su cuerpo no resistiría demasiado habiendo sido envenenado. Un ruido cerca de la puerta lo tuvo en alerta inmediata y su varita afuera.
“Estupefacto.” Exclamó al ver el cuerpo ingresar a la habitación. El cuerpo cayó al suelo y Harry se acercó aún apuntando con la varita. Suspiró cansado al ver que había congelado a Draco Malfoy. “Finite incantatum.” Susurró pero no dejó de apuntarle. Draco se levantó aún algo tieso y le dio una mirada fulminante.
“Lo siento, Malfoy, regla de auror, maldice primero, pregunta después.” Musitó con seriedad. “¿Se te ofrece algo?” Preguntó con lentitud.
“Quiero que liberes a mi padre de su deuda contigo.”
“¿Disculpa?” Preguntó confundido mientras sentía que el dolor de cabeza le taladraba con cada palabra que pronunciaba.
“Creo que escuchaste perfectamente.”
“¿Y cómo es que te sientes en la posición de exigirme eso?” Le dio una mirada semi enojada, no se sentía con ánimos de discutir justo en esos momentos.
“Te salvé la vida.”
“Corrección, el doctor Zabini me salvó la vida y dada su profesión no puede reclamar deudas médicas a ninguno de sus pacientes. Ahora si no es mucha molestia desearía un poco de privacidad, los antídotos me ponen de mal humor.” Musitó con calma mortal sin quitarle los ojos de encima, no iba a ser tan tonto como para fiarse de buenas a primeras. Los ojos de Draco se tornaron de un gris glacial.
“Esto apenas comienza, Potter.” Susurró entrecerrando los ojos y salió de la habitación azotando la puerta. De inmediato Harry selló la habitación con hechizos de seguridad especiales, se colocó un hechizo que lo despertaría en caso de que los primeros fueran violados y se echó sobre la cama. Se puso un brazo sobre los ojos y la mano sobre el vientre. Suspiró aliviado de estar solo en esos momentos, los antídotos realmente lo ponían de mal humor, la sensación que dejaban al final le era tan molesta que los aurores con los que había trabajado alguna vez sabían que una vez que Potter tomaba un antídoto o la misión terminaba o el sujeto bajo investigación terminaba. Lo que quedara de ambos casos después de desatar su furia por haber sido envenenado, claro está.
Por suerte recordaba que Draco había escuchado su razonamiento y había enviado la carta a Ron, eso le daría unos días para descansar y poner en orden sus ideas ahora que ambos Malfoy estaban en la casa.
No pudo evitar sonreír, sus ojos vueltos como en una ensoñación. Los Malfoy estaban en la mansión y parecían más viciosos e implacables que nunca. Eso era algo que no había soñado en mucho tiempo y menos que pudiera suceder tan pronto. Se levantó levemente y observó un reloj que había en una de las paredes, ya casi era hora de cenar. Su estómago dio un rugido al recordar que no había almorzado nada por culpa de Lucius y sonrió al pensar que Draco estaría también a la hora de la cena. El mal humor se le disipó un poco, tal vez podría desquitarse con alguien después de todo.
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Gracias por leer.