Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ Corazón de Serpiente ❯ Capítulo 5 ( Chapter 5 )
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Capítulo 5
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
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“Buenos días, Draco.” Saludó Zabini luego de asegurarse que la puerta estaba bien cerrada, acercándose a donde se hallaba el hombre con lentitud y sin hacer movimientos drásticos que pudieran ponerlo nervioso. Harry también se acercó sin hacer ruido, observando con interés la interacción de ambos e intentando evaluar mejor la condición mental de Draco. “¿Cómo estamos hoy?”
“¿Quién eres?” Gruñó amenazador el hombre apenas volviendo los ojos hacia el doctor.
“Soy Blaise.” Suspiró el doctor.
“Pruébalo.” Murmuró con desdén sin moverse.
“¿Tengo que hacer esto todos los días, Draco?” Exclamó el médico brujo con fastidio pero los ojos azul cobalto no le prestaron más atención hasta que el moreno se enrolló las mangas de la camisa y le mostró ambos brazos. En el brazo derecho había una cicatriz muy clara sobre el bíceps. Harry se acercó curioso y pudo distinguir dos letras claramente… D. M. Arqueó una ceja con sorpresa pero mantuvo silencio. De pronto el joven sobre la cama se había levantado y había tomado al moreno por ambos brazos con fuerza despertando de su letárgico desinterés.
“¿Qué ha pasado, Blaise? ¿Lo han encontrado los aurores?” Preguntó con vehemencia y algo de histeria. Blaise lo soltó de sus brazos volviéndolo a la cama mientras trataba de calmarlo con tono suave.
“El está bien por el momento, a salvo de cualquier mal.”
“¿Pero cómo puedes saberlo?” Exclamó. “¿Acaso sabes dónde está?”
“El está bien, Draco, lo juro.” Susurró viendo de frente al joven. “Pero necesita de ti, tu padre necesita que salgas de aquí y regreses a reclamar lo que te pertenece.”
“¡No! No, Blaise, no puedo regresar. No quiero regresar. Los aurores me vigilarán día y noche, me perseguirán, me quitarán todo lo que pueda recuperar, lo sabes. Además, ese… ese…”
“Potter.” Zabini aún no podía entender cómo era que Draco, con todo lo orgulloso que había sido una vez no pudiera en su locura mencionar el nombre del hombre, cualquiera pensaría que intentaba decir el nombre del señor oscuro.
“Sí, él. Está en mi casa… en la casa de mis padres, él tiene todo.” Susurró con desprecio pero aún así podía escucharse el pánico oculto bajo sus palabras.
“Draco, tienes que regresar, tienes que enfrentarlo de una buena vez. No te hace bien esconderte.” Le exigió Zabini con seriedad.
“¿Esconderme? Nadie puede esconderse de él, Blaise, ¿no lo sabías? El podría estar ahora mismo aquí…” Bajó la voz hasta convertirla en un susurro y observó a su alrededor con sospecha. “El tiene una capa… especial. ¿No lo sabías, Blaise?”
“Draco…” Susurró Blaise mostrándose afectado cuando el joven se levantó de la cama y comenzó a buscar lentamente sus alrededores. Claro que Blaise lo había visto hacer lo mismo muchas veces y había pensado… había estado convencido de que la mente de Draco estaba totalmente perturbada por su fijación en el joven de ojos verdes que había condenado a su padre. Pero ahora… Por Merlín, lo había tratado como un caso perdido por todas aquellas extrañas reacciones y no era hasta que conocía un poco a Potter que entendía que las paranoias de Draco tenían un fundamento lógico. Encima el hombre era un auror, quién de los hijos de los mortífagos y magos de pura sangre que pensara que la magia oscura no debía ser prohibida no le tenía miedo al sólo nombre de uno cuando de pequeños sus casas solían ser violadas de forma consistente bajo las órdenes de los seguidores de la luz.
“Ssshhhh… silencio.” Susurró Draco. “Podría estar aquí. Incluso podría estar afuera esperando para entrar cuando abras la puerta en la forma de una de las enfermeras.” Draco soltó una risa desquiciada. “Aunque sería gracioso descubrirlo en la forma de una enfermera.” La risa se tornó cruel. “Podría divertirme un poco con él.”
“Draco, ninguna de las enfermeras es Harry Potter.” Le aseguró el doctor y en su mente hizo la anotación de advertirle a las enfermeras que tuvieran mucho más cuidado con el paciente. Harry por su parte hacía esfuerzos sobrehumanos por esquivar al rubio que había comenzado a moverse alrededor de la cama.
“Draco, sé dónde está tu padre y está a salvo.” Trató de cambiar el rumbo que llevaba la conversación pero finalmente, cuando el hombre continuó ignorándolo Blaise pensó que sería mejor dejarlo sólo. Cada vez que Draco insistía en que Harry Potter estaba en su habitación parecía perder la poca lucidez que ganaba y ahora que el auror realmente estaba allí podría ser que diera con él. “Creo que te veré mañana.” Dijo mientras se levantaba. “Espero que te sientas mejor y podamos charlar un rato más.”
“Blaise.” Susurró el joven acercándose. “El está aquí… puedo… olerlo.” Blaise palideció. Aquello sólo significaba una cosa. “Puedo sentirlo, hoy sí.” Echó a reír nuevamente y se levantó tomando a Blaise del brazo.
“No… Draco, Potter no está aquí. Sólo es tu imaginación. Draco, por favor.”
“Si no está aquí, Blaise, traidor, entonces me dejarás confirmarlo.” Lo llevó hasta la puerta y sin dar espacio la abrió y empujó al doctor afuera. “Eres un traidor, Blaise. Amante de sangres sucias y de muggles. Me las pagarás Blaise.” Susurró el joven para luego cerrar la puerta.
Harry no podía creer lo que estaba sucediendo. Draco Malfoy lo había atrapado en el interior del cuarto. Corrección… un desquiciado Draco Malfoy, no había otra palabra para el dudoso brillo en los ojos azul cobalto del joven. Sacó su varita y la sujetó con fuerza listo para defenderse en caso de que fuera necesario aunque prefería no hacerlo no fuera a hacer que la mente de Draco colapsara.
“¿Dónde estás, Potter? Sé que estás aquí. ¿Viniste a reírte como todos? ¿Viniste a satisfacer tu curiosidad? Ya sé, viniste a ver cómo un Malfoy se arrastra por el suelo frente a tus pies, viniste a que te suplicara por lo que me pertenece. Eres un cobarde, Potter.” Lo último lo gruñó con tal convicción que hizo que Harry se estremeciera en su lugar sin saber que esa era la diatriba de Draco.
“Es cierto que eliminaste a la sabandija, felicitaciones. Ese sangre sucia no merecía todo el poder que tenía. Pero tú tampoco. No fuiste nadie, ¿el salvador del mundo mágico? Pamplinas. Pudo haber sido Neville Longbottom, ¿no es así, Potter?” Parecía escupir el nombre y eso, por alguna razón, le afectó más que todo lo que había dicho hasta el momento. “Pudo haber sido cualquier estúpido Gryffindor. Pero siendo tú tenías que dar un paso más allá. Tú le diste tanto poder al Ministerio que ahora ni una sola familia de sangre pura está segura en sus casas.” El hombre pasó cerca nuevamente y Harry apenas pudo esquivarlo.
“Toda la sangre de nobles hechiceros ha sido pisoteada y violada por tu culpa. Hemos sido humillados, registrados, tratados como viles criminales sin importar todo lo que hemos hecho por mantener vivo el mundo mágico.” Echó a reír de repente. “Tú serás el culpable de que el poder de nuestro mundo disminuya, gracias a ti todo lo que vale la pena conservar de nuestras herencias se irá a la basura, desecrado por las manos de unos tontos aurores y un Ministerio que cada día se corrompe más.” Tomó aire y se acercó un paso más hacia donde estaba el moreno.
“Te odio.” Susurró el joven y Harry se quedó muy quieto en su lugar. Las mismas palabras resonaban en sus oídos con una voz rota y quebrada. “Te odio, Harry Potter.” Volvió a susurrar y esta vez las manos hallaron el material de la capa. Draco emitió un chillido de regocijo. “Ya te tengo. Sabía que estabas aquí.” Dijo con mal contenida alegría. No tiró de la capa sino que lentamente la fue sujetando hasta tenerla segura entre sus manos, como quien devela una obra de arte. “Sí… Sí… Estás aquí.” Susurraba al tiempo que aparecían los negros cabellos revueltos.
Cuando la capa se deslizó por completo Malfoy la dobló cuidadosamente con el forro hacia afuera sin dejar de mirar a Harry y sin quitar la sonrisa maníaca. Los ojos de Harry se habían enrojecido levemente y su boca estaba apretada en una fina línea cuando Malfoy se acercó y lo tomó con ambas manos del cuello.
“Hola, Potter. Esperé mucho para volver a verte.” Dijo mientras apretaba suavemente el cuello de su antiguo Némesis como si lo acariciara. “Recibí todas tus cartas.” Siseó en su oído con malicia. “¿Me extrañaste?”
“Draco.”
“No. Malfoy.” Siseó mientras apretaba el cuello y su rostro se torcía con ira.
“Bien, Malfoy.” Corrigió Harry.
“Así está mucho mejor. Sí, mucho mejor.” Sonrió con falsa dulzura. “¿Te faltó algo más por usurpar? ¿Es por eso que estás aquí?” Preguntó aguzando los ojos azul cobalto. Harry se quedó admirando la tormenta tras aquellas gemas azules tan brillantes, cientos de pensamientos y recuerdos de aquellos días de ignorante felicidad en Hogwarts pasaron por su mente. Otros cientos de aquel rostro élfico sonriéndole con crueldad, dulce tortura que aún le quitaba el sueño. Tenía que sacarlo de allí, sacarlo de su locura y traerlo de vuelta de la misma forma que iba a traer de vuelta al antiguo Lucius Malfoy. Iba a restaurar sus vidas así como había restaurado y protegido los tesoros de la hermosa casona.
“Sí… me faltaba algo, pero ya lo tengo.” Susurró con media sonrisa y sintió las manos en su cuello moverse inquietas, como dudando si estrangularlo de inmediato o esperar. La sonrisa se volvió una de complicidad cuando Harry se acercó a Draco. “De hecho ahora sólo me falta una cosa para completar mi colección ya que tengo a tu padre.” Esta vez las manos sí se cerraron sobre su garganta y Harry las tomó a prisa cerrando sus dedos sobre las muñecas con fuerza e impidiendo que Draco lo estrangulara.
“No.” Susurró mientras mantenía sus ojos verdes fijos en los de Malfoy. “Este no es el momento para venganzas, Malfoy. No cuando tu padre está en mis manos.” El joven lo empujó con rencor y Harry sonrió.
“Eres un maldito bastardo si piensas que voy a permitir que me amenaces con eso. Mi padre y mi fortuna y toda la mansión Malfoy estarán de vuelta en mis manos mucho antes de lo que imaginas.”
“¿Irás a reclamarla al Ministerio?” Murmuró Harry con una sonrisa divertida.
“Iré a reclamarla al mismo infierno si eso es lo que tengo que hacer para quitártela.”
“Bien. Pero te sugiero que comiences cuanto antes, no querrás que remodele la casa antes de que la pidas de vuelta, algo así como convertirla en una hermosa fogata.” Los ojos azules lo miraron con ira apenas contenida pero de pronto una sonrisa diabólica se asomó a aquellos los labios tan acostumbrados a torcerse.
“La tendré de vuelta antes que termine esta semana.” Susurró. “¡Blaise!” Rugió con todas sus fuerzas y el moreno abrió la puerta de inmediato. “Eres un maldito traidor Blaise.” Le espetó con furia mientras buscaba alrededor. El moreno lo observaba confundido y le daba miradas recelosas al auror. “¿Dónde están mis cosas?”
“En la mansión, por supuesto.” Sonrió Harry. “¿Necesitas sacar algunas?”
“Maldito, Potter.” Aulló. “Me las vas a pagar. Blaise, vamos.” El encantamiento de imagen desapareció de repente y Harry se vio frente al Draco Malfoy que recordaba, ojos de un azul metálico furioso, cabellos rubios y piel hermosamente pálida. El cabello, como el de su padre, le llegaba hasta las nalgas, por lo demás, las ropas que llevaba era lo único que descuadraban la imagen, ropa de hospital y descalzo. El blanco de la ropa haciendo que semejara una angelical aparición.
“Draco, no puedes salir así nada más de aquí.” Exclamó Blaise alarmado. “Potter, esto es tu culpa.” El aludido sólo sonrió más ampliamente. “Si le sucede algo a Draco…”
“Ya es tiempo de que dejes de protegerlo, Blaise. Creo que Draco está bastante grandecito para tomar sus propias decisiones.”
“Déjalo en paz, Potter.” Rugió el rubio interponiéndose de forma protectora frente al doctor.
“Entonces dame otra cosa en qué entretenerme, Malfoy. Veamos si es cierto que puedes cruzarte en mi camino… Veamos si es cierto que puedes quitarme a Lucius.” Susurró con dulzura el joven de ojos verdes. “Te espero en casa.” Puntualizó con obvia malicia, dejando a propósito el nombre de la mansión y desapareció con un ruido como de látigo. Draco Malfoy enrojeció y parecía a punto de estallar de la ira.
“Blaise, si no me llevas ahora mismo a la mansión Malfoy será mejor que no estorbes el camino.” Gruñó decidido.
“Draco… Por favor.” Suplicó Blaise tomándolo de los brazos, una expresión de angustia en sus ojos caramelo oscuro.
“Estoy bien, Blaise. Estoy bien. Dijiste que mi padre estaba en un lugar seguro. ¿Cómo entonces Potter dice tenerlo?” Le exigió confundido.
“Es una historia algo complicada. Justo en estos momentos tu padre está en la mansión, bajo mi cuidado. Se suponía que Potter lo entregara de vuelta a Azkabán hace unos días pero no lo ha hecho. Hoy sólo veníamos a buscar algunas pociones para ayudarlo a recuperar más rápido. Draco, me preocupas.” Susurró al final con evidente preocupación.
“Estoy bien, Blaise, en serio.” Draco suavizó la mirada un tanto, la preocupación de su amigo lo estaba haciendo meditar. “Sólo iré a buscar mi ropa, si es cierto que Potter la ha conservado. Y creo que aprovecharé para ver a mi padre. Luego…” Se detuvo pensativo. “Luego no lo sé, necesito tiempo para pensarlo. Vamos.” Murmuró. El doctor lo observó unos segundos con serenidad, tratando de descifrar al hombre que estaba frente a sí y que hasta hacía unos momentos atrás la locura había estado estrangulando entre sus garras. Sonrió cuando vio en los ojos platinados el destello único que le decía que Draco Malfoy estaba de Vuelta.
“Vamos.” Lo tomó del brazo y ambos aparecieron en el interior de la mansión Malfoy. Harry los estaba esperando en el recibidor con una enorme sonrisa en los labios y una mirada extrañamente atenta.
“¿Por qué tardaron tanto? ¿Miedo, Malfoy?” Un gruñido ronco salió del joven.
“Vete al diablo, Potter. ¿Dónde está mi padre? Sé que lo tienes aquí, ¿acaso está en las mazmorras?” Reclamó furioso.
“¿En las mazmorras?” Le dijo con incredulidad pero obviamente el rubio no le iba a creer otra cosa hasta que viera a su padre. “Antes de permitirte verlo tenemos que dejar algunas cosas en claro.” El rubio arqueó una ceja con disgusto pero Harry continuó. “Primero que nada, la vida de tu padre está en mis manos. Yo lo capturé y es mi deber entregarlo a las autoridades pertinentes o directamente a Azkabán, como mejor me parezca. Aún así no lo he hecho, por lo tanto, tu padre está en deuda conmigo, una deuda de magos, así que no pienses por un minuto que puedes sacarlo de esta casa cuando te plazca porque en cuanto lo hagas iré tras de ti y de tu padre y los entregaré a ambos.”
“¿Qué si decido descubrirte, Potter? Tu carrera no duraría un segundo si el Ministerio descubre que hospedas a un fugitivo.” Gruñó Draco.
“Puedes denunciarme… aún así serán dos personas para Azkabán y una de ellas sigue siendo Lucius.” Comentó encogiéndose de hombros el joven de ojos verdes. “Puedes ver a tu padre hoy. Pero si quieres volver a verlo…”
“¿Qué quieres a cambio, Potter? Nombra tu precio.” Siseó Draco irradiando todo el encanto Malfoy del que era capaz.
“¿A cambio de tu padre? Nada, no lo tendrás. ¿A cambio de poder verlo cuando te plazca…?” Harry pareció meditarlo llevándose un dedo a los labios. “A cambio de poder verlo quiero que ocupes tu antigua habitación en la mansión… permanentemente.”
“Estás demente.”
“Somos dos.”
“Nunca imaginé que fueras un sádico, Potter.”
“La vida está llena de sorpresas, Malfoy. Ahora, si te calmas un poco quizás podamos ver a quien tanto anhelas.” Susurró con aquella dulzura que hacía que Draco deseara saltarle encima y despedazarlo. Hizo un esfuerzo sobrehumano por contenerse para luego ver que el joven daba media vuelta y se alejaba con la gracia propia de un mago de la nobleza. Parpadeó varias veces antes de recuperar completamente la compostura y comenzó a seguirlo, Blaise a corta distancia.
Observó el interior de la casa, todo parecía estar en orden. De hecho, todo parecía estar en el mismo lugar que él recordara hacía más de dos años atrás, nada había cambiado y todo relucía como nunca, incluso más que cuando los Malfoy la habían habitado. Se sorprendió cuando Harry se detuvo frente a una puerta y tardó un poco en entender que aquella era la habitación de su padre. El moreno le hizo señal de que esperara.
Harry entró a la habitación y pudo ver que Lucius estaba despierto, observando el techo como solía hacer, como había visto a Draco hacer en el cuarto de hospital. La luz que entraba por las ventanas entibiaba el rostro aún flaco cuando los ojos azules se movieron en su dirección. Harry suspiró levemente aliviado al ver que Lucius no saltaba de la cama como un animal arisco igual que antes, signos de que estaba recuperando su habitual cordura y sensatez. “Lucius… tienes visita.” Susurró quedamente mientras sacaba la varita y le ponía fin al hechizo que le impedía salir de la cama.
“¿Padre?” La voz fue apenas nada, un murmullo doliente al ver el estado del hombre pero Lucius lo reconoció de inmediato y sus ojos se iluminaron visiblemente.
“¿Draco?” El joven empujó a Harry a un lado y se abalanzó sobre la cama. Ambos rubios se fundieron en un abrazo mientras se susurraban palabras que sólo ellos podían escuchar. Pasaron más de diez minutos en aquel intercambio hasta que Draco recordó de repente que Harry Potter estaría observándolos y seguramente estaría mofándose de la demostración de afecto poco usual entre los Malfoy. Se giró con presteza para descubrir que ambos estaban solos en la habitación.
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