Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ Corazón de Serpiente ❯ Capítulo 4 ( Chapter 4 )

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Capítulo 4
 
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
 
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Cuando Blaise Zabini terminó de atender a Lucius eran las tres de la madrugada. Harry se había quedado a su lado en todo momento y ahora sentía que no podría concentrarse lo suficiente para aparecerse en su casa de lo cansado que estaba. Aún se hallaban en el interior de la habitación de Lucius quien dormía plácidamente.
 
“¿Qué vas a hacer con él?” Preguntó sin ánimos de una discusión y evidentemente preocupado.
 
“Yo… estoy pensándolo.” El moreno lo miró con curiosidad mal disimulada y una expresión incrédula.
 
“¿No lo vas a entregar? Tengo entendido que está en tu lista de fugitivos.” Harry asintió.
 
“Uno menos que buscar, ¿no? Pero tengo otros planes. Al fin y al cabo le juré protección.”
 
“Perderás tu licencia de auror si alguien llega a enterarse… incluso podrías terminar en Azkabán tú mismo.”
 
“Lo sé. ¿Pero qué se suponía que hiciera?” Suspiró el auror. “Tengo que encontrar a Draco, él puede comenzar una orden de revisión para el caso de Lucius.” Blaise no podía entender por qué al captor de Lucius Malfoy le interesaba que su hijo abriera su caso nuevamente.
 
“Pero Lucius fue encarcelado con todas las pruebas en su contra. Demonios, tú mismo diste las pruebas decisivas.” Exclamó el pelinegro con ira.
 
“Lucius Malfoy fue un hombre con muchas influencias, el apellido aún conserva su distinción en el Ministerio.” Continuó el joven sin darse por enterado. “Además necesitan las… aportaciones que alguien como Lucius puede brindar.” Dijo con lentitud dándole un sentido adicional a la oración. Soborno.
 
“¿Tan fácil sería comprar el Ministerio?” Susurró con sarcástico escepticismo el joven.
 
“Más fácil de lo que piensas, mucho más fácil. Pero debe ser Draco quien comience la investigación. Hermione está a cargo de los expedientes de los casos y hace más de tres años que ocurrió. Recuerdo que muchos intentaron impedir que Lucius fuera a parar a Azkabán, fue hallado culpable por muy poco… Ahora no creo que los demás recuerden…”
 
“Pues te tengo malas noticias.” Murmuró nuevamente Zabini en tono lúgubre. Harry esperó pacientemente hasta que el hombre se decidió a continuar.. “Draco Malfoy se encuentra en el Hospital San Mungo.”
 
“¿Qué?” Susurró Harry sorprendido. Los ojos verdes muy abiertos.
 
“Lo que oyes, está en San Mungo, con una crisis severa debido a todo lo ocurrido luego de que su padre fuera a parar a Azkabán. Está ingresado bajo un seudónimo y yo soy su doctor de cabecera desde hace dos años. No lo reconocerías si lo vieras.” Su voz no ocultaba cierto rencor y amargura hacia el hombre que estaba sentado junto a él. Si Draco había sufrido un colapso nervioso era debido a su obsesión con Potter, insana obsesión pero obsesión de todas formas. Y el que lo culpara por la mayoría de sus problemas mucho antes de que su padre fuera enviado a Azkabán había contribuido negativamente. ¿Pero qué podía importarle eso a Potter?
 
“Imposible… imposible.” Susurró dando vueltas en el lugar y Blaise no dejaba de sorprenderse con la actitud.
 
“Muy posible. Aunque ha mejorado un poco con los cuidados pero sigue sin recordar demasiado. Sería poco prudente que lo envolvieras en este asunto.” El joven Gryffindor se llevó las manos al rostro masajeándose suavemente. Blaise lo vio pasarse la mano por los cabellos despeinándolos con cansancio.
 
“Entonces… sólo me queda una opción y en esa también necesitaré tu ayuda.” Susurró Harry de forma críptica. Zabini lo observó y de pronto sintió que hablaba con un verdadero Slytherin de sangre pura por la mirada que le estaba dando el joven. Si en esos momentos Harry Potter le hubiera dicho que había sido seleccionado para ser un Slytherin en vez de un Gryffindor seguramente le hubiera creído.
 
“Potter… ¿por qué haces esto? Ya sé que le juraste a Lucius sin saberlo… pero eso no explica por qué conservas la casa. Es como si hubieras estado esperando a que uno de ellos regresara.” Harry sonrió de lado, una sonrisa distraída pero lo ignoró como muchas veces ya había hecho esa madrugada..
 
“¿Por qué? Ni yo mismo lo sé. Envidia tal vez.”
 
Blaise dejó escapar un bufido sarcástico que a las claras le dejaba saber lo mucho que le creía. “¿El salvador del mundo mágico siente envidia de unos sucios mortífagos?”
 
“¿Draco es un mortífago?” Preguntó asombrado.
 
“No… Draco no tiene la marca.”
 
“No sé. He aprendido más en esta casa que los años que pasé en Hogwarts. Más de mí mismo que lo que Dumbledore o cualquier otro me haya dicho. Aquí es donde comencé a entender todas las medias verdades que me fueron alimentando desde que conocí el mundo mágico.”
 
“Es irónico, pensé que lo hacías por el dinero.”
 
“¿Dinero? Tengo de sobra Blaise. Heredé la fortuna de mis padres… y heredé la fortuna de los Black. Lo que gano como auror es suficiente para ni siquiera tocar el oro de Gringotts. Esta casa… es hermosa.” Susurró con reverencia y Zabini pudo ver un brillo extraño en sus ojos verdes como gemas relucientes. “Hubiera sido una lástima dejar que cayera en manos irresponsables que seguramente la hubieran destrozado hasta sacarle el último de sus secretos y riqueza. Pero que mal anfitrión soy. ¿Gustas un trago?” Preguntó levantándose y abriendo un pequeño gabinete de donde sacó dos vasos y una botella de wiskey de fuego. Blaise asintió obviando el claro intento de cambiar de tema y Harry le sirvió.
 
“Entonces rescataste la casa por amor al arte.” Sonrió el hombre mientras tomaba el wiskey de un sólo golpe. “Pero la fortuna de los Malfoy también pasó a tus manos.”
 
“Sí, también pasó a mis manos. Pero no he tocado ni un sólo sycle. Llevo tres años buscando a Draco para devolverle la cuenta pero ahora sé que no iba a encontrarlo. No puedo pasar nada a manos de Lucius, eso es obvio. Dices que Draco lleva dos años en San Mungo, ¿quién ha estado pagando su tratamiento?” Preguntó lleno de curiosidad y al ver cómo Zabini cambiaba de color y miraba su vaso Harry supo quién había estado costeándolo. “Oh.” Se dejó caer en el asiento.
 
“Dices que vas a necesitar mi ayuda, ¿para qué?” Preguntó interesado el médico.
 
“Yo…”
 
“Ya dilo, Potter. Hacen horas que me tienes intrigado con todo este asunto. Envías a Lucius Malfoy a la cárcel con justa razón, te apropias de la casa y de su fortuna pero no tocas nada. Dices que has aprendido cosas aquí, yo creo que eso son pamplinas, pero puede pasar por cierto, me has dado una razón lógica. Pero cuando el Niño Dorado del Mundo Mágico como lo conocemos, que por cierto es un auror, acoge en su casa al mismo mortífago que envió a Azkabán, lo esconde, lo trata como a un rey y busca a su hijo para comenzar unos trámites de excarcelación que podrían terminar en nada… es como decir que te has vuelto loco. Estás traicionando al ministerio y probablemente te salgas con la tuya. Nadie me creería y encima de eso si hablara en tu contra probablemente me quitarían la licencia y me enviarían al manicomio.” Harry sonrió de una forma que hizo que a Zabini se le crisparan los cabellos de la nuca.
 
“Esa es una forma bastante cruda de decirlo. Pero te diré que eso no es todo lo que pienso hacer.”
 
“Harry Potter, no me sorprendería que en estos momentos me dijeras que piensas hacerte un mortífago.”
 
“No, nada de eso. Es sólo que en todo ese plan que has dicho falta algo… o mejor dicho alguien. Y esa persona en estos momentos no puedo utilizarla porque está en San Mungo. Necesito sacarlo de allí, a cambio de ello el Hospital San Mungo recibirá una generosa aportación para poder brindar sus servicios a magos indigentes de los cuales no se sabe su identidad. Luego de eso pienso cobrarme algunos favores que tengo por ahí.” Comentó de forma despreocupada.
“Slytherin.” Susurró Blaise cuando Harry se levantó y le sirvió otro trago. “Aún no me dices por qué el cambio de parecer.”
 
“Quizás aún no estoy seguro.” Harry levantó el vaso de cristal. “Por los Malfoy.” Susurró dándole una mirada penetrante cargada de misterios y malicia.
 
“Por los Malfoy.” Apenas habían terminado los tragos escucharon un débil quejido proveniente de la cama y ante los ojos de Zabini el cambio fue instantáneo. Harry Potter se había puesto en pie y se hallaba al lado de la cama.
 
“Lucius. ¿Cómo te sientes?” Preguntó preocupado. El hombre gruñó y en cuanto pudo reconocer al que le hablaba el rostro se endureció.
 
“Maldito Potter.” Masculló con voz apagada. Blaise se levantó de su lugar y se acercó.
 
“Señor Malfoy. ¿Cómo se siente?” Los ojos azules se volvieron hacia el medimago y por unos largos minutos recorrieron las facciones. Una chispa de reconocimiento llegó finalmente a su mente confundida.
 
“¿Zabini?”
 
“Sí, señor Malfoy, soy Blaise Zabini y estoy aquí para ayudarle.” Le aseguró Blaise sentándose a su lado en la cama.
 
“Yo… será mejor que los deje solos.” Murmuró Harry dando la vuelta y retirándose tan rápido como sus pies se lo permitían. Extraño, pensó Zabini.
 
“Señor Malfoy…”
 
“Zabini, tienes que ayudarme a salir de aquí antes que el estúpido de Potter me entregue al ministerio.” El desespero en la voz del hombre hizo que a Blaise le doliera el pecho y se juró que en cuanto el señor Malfoy estuviera recuperado iba a obliviar esas imágenes de su cabeza para que nadie, ni siquiera él, pudiera recordar el estado en el que alguna vez estuvo el hombre.
 
“No, señor Malfoy, debe quedarse, aquí estará seguro por el momento.”
 
“No entiendes muchacho… Potter es un auror…”
 
“De hecho, es el auror asignado para llevarlo de regreso a Azkabán. Debe descansar, mañana todo estará más claro. Se recuperará pronto si sigue mis instrucciones.” Esperó y vio que finalmente Lucius comenzaba a entender un poco de lo que le decía. Suspiró aliviado pero entonces el hombre recuperó aquella mirada desesperada.
 
“Zabini, ¿cómo está…?”
 
“Draco… está mejor, no mucho pero mejor. Aunque le tengo noticias que quizás lo hagan reaccionar de una buena vez.” El joven de largos cabellos sonrió. “Mañana hablaremos, señor Malfoy. Por hoy debo regresar a mi despacho, así podré traer las pócimas que le harán falta para una pronta recuperación. Además quiero pedirle que no se mueva de aquí, debe descansar.”
 
Cuando finalmente estuvo seguro de que Lucius había entendido y que haría lo que le había pedido, Zabini salió de la habitación. Bajó hasta el recibidor donde se encontró con el joven auror dormido sobre uno de los sillones.
 
“Potter.” El joven se sobresaltó y estuvo de pie de inmediato. Blaise le dio una sonrisa maliciosa. “Regresaré tan pronto tenga lo que necesito, espero que no haya problemas con eso.”
 
“No… no, para nada. Dejaré las protecciones de la misma forma para que puedas entrar y salir cuando lo necesites.”
 
“Es extraño que aceptes mi presencia con tan poca confianza que me tienes.”
 
“Confío en tus habilidades como medimago y confío en tu lealtad hacia los Malfoy. Creo que eso es suficiente por el momento.” Susurró cansado. Blaise se despidió con una leve inclinación y Harry decidió que era tiempo de ir a dormir.
 
A la mañana siguiente Harry no se sorprendió de encontrar a Blaise Zabini al lado del lecho de Lucius. El hombre dormía plácidamente y tenía mejor semblante, cosa que lo alivió grandemente. El poco color que tenía naturalmente comenzaba a regresar a su piel antes grisácea y muchos de los moretones y pequeñas cortaduras habían desaparecido aunque aún quedaban las mayores e infectadas. “Buenos días, Zabini.”
 
“Buenas, Potter. ¿Listo para cazar fugitivos?” Musitó sarcástico el joven de cabellos largos.
 
“La verdad pensaba que quizás me podrías mostrar algunos de tus pacientes… sólo para estar más informado de cómo se utilizarán las donaciones que pienso hacer.”
 
“Como medimago no necesito tu dinero, pero el Hospital se beneficiaría mucho.” Le aseguró.
 
“Sé que no lo necesita, doctor Zabini, pero doy gracias porque no permite que su orgullo se interponga con su deber.” El joven lo dijo con tanta seriedad que Zabini tuvo que aceptar que era un cumplido. “¿Ya desayunaste?”
 
“Los elfos me llevaron el desayuno a la habitación de Lucius, gracias.”
 
“¿Entonces estamos listos para partir?”
 
“Sólo con una condición.” Harry ladeó la cabeza con curiosidad. “No permitas que Draco te vea. Podrías atrasar su recuperación. Aún no está listo para salir.” Temía que ver al captor de su padre volviera a retrasar los pocos adelantos que había logrado con el heredero de los Malfoy. Quería prepararlo poco a poco y tenía la esperanza de que las noticias de que su padre estaba fuera de prisión y a salvo lo ayudaran a salir de aquella extraña obsesión que lo mantenía allí. Pero sabía que la mente de Draco Malfoy estaba en peor estado que la de su padre. Blaise Zabini había enviado cartas a Lucius acerca de la caída y lenta recuperación de su hijo tras su encarcelamiento, el hombre tenía mucha más estabilidad mental que el joven Malfoy, aún así había sucumbido parcialmente a los horrores de la prisión. Draco había recibido toda la presión
 
Harry asintió y lo vio tomar su capa. Ambos aparecieron en las afueras del hospital y se dirigieron por largos pasillos y varios niveles hasta llegar a un área especializada donde las habitaciones eran privadas. Aparentemente el doctor Zabini se había encargado de asegurar toda la privacidad que le era posible al rubio. “Si vas a entrar será mejor que utilices algún hechizo para cambiar tu apariencia.” Murmuró Zabini al detenerse frente a una puerta. Harry sacó de su bolsillo lo que parecía ser un pañuelo pero al ver que el moreno lo volvía a su tamaño normal hizo un sonido asombrado.
 
“No te preocupes, siempre que no me dejes encerrado adentro no tendré problemas.” La cabeza flotante de Harry le comentó con una sonrisa. Por el rostro de Zabini cruzó una expresión de entendimiento y sorpresa que desapareció instantes más tarde.
 
“¿Desde cuándo tienes esa capa, Potter?” Preguntó con alarma.
 
“Desde la escuela, fue de mi padre.” Dijo sin mucha emoción. El doctor asintió y Harry se cubrió la cabeza. Al abrirse la puerta entró tras el hombre y tuvo que suprimir un suspiro de asombro. En la cama de hospital no vio precisamente a un Draco Malfoy como lo recordara. El joven en la cama tenía largos cabellos negros similares a los de Zabini y unos ojos azul cobalto que miraban espaciados el techo del cuarto. La piel se veía un poco más bronceada pero el rostro y el cuerpo eran los mismos y Harry hubiera podido reconocer aquel ceño fruncido en cualquier parte bajo cualquier rostro. La expresión de desprecio gritaba Malfoy a los cuatro vientos.
 
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Gracias por leer.