Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ Corazón de Serpiente ❯ Capítulo 3 ( Chapter 3 )
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Capítulo 3
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
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Se detuvo frente a una habitación que conocía tan bien como la de Lucius. Abrió la puerta y fue recibido por los suaves colores del mar, verdes y azules mezclados con plata. Se dirigió al mueble que había permanecido cerrado por tanto tiempo y que guardaba los efectos personales de Draco Malfoy. Buscó en las gavetas hasta que finalmente encontró lo que buscaba, un hermoso cepillo de plata. Lo examinó cuidadosamente mientras producía un frasco. Con agonizante lentitud fue desprendiendo hebra tras hebra de rubios cabellos casi blancos. Cuando terminó el cepillo no conservaba ni una sola fibra de aquel oro y sin embargo el frasco no tenía demasiado. Siempre había conocido a Draco como un ser meticulosamente ordenado, que el cepillo conservara algunas hebras era pura suerte. Un instrumento seguramente olvidado el día que había desaparecido.
Suspiró cansado, tendría que continuar al día siguiente, ver si podía apartar tiempo para crear la pócima que necesitaba y finalmente hacerse a la idea de lo que tendría que hacer y decir para comenzar la revisión del caso de Malfoy padre. Pero antes que nada... una carta sería el primer paso. Bueno, dos cartas, trataría de escribirle nuevamente a Draco. Al regresar por el pasillo sintió demasiada curiosidad por saber si Lucius estaría o no descansando pero entrar seguramente pondría el hombre nuevamente nervioso. Continuó con paso apresurado hasta su propia habitación, una de las reservadas para los huéspedes que era bastante amplia. Colocó el frasco en un lugar seguro y descolgó la famosa capa de su padre colocándosela de inmediato y desapareciendo de la vista.
Con paso lento regresó a la habitación de Lucius y entró, el hombre se había acurrucado contra la cabecera. Parecía estar dormido pero acercándose más Harry vio que se debatía entre el sueño y la consciencia. Sus dedos huesudos se aferraban como garras a las colchas. Harry sintió el corazón darle un vuelco al ver de aquella forma al una vez orgulloso Lucius Malfoy, los blancos cabellos revueltos sobre sus hombros volvían a taparle el rostro.
Sus labios llagados murmuraban de forma continua, como un rezo que Harry no podía entender. Delirios tal vez. No pudo continuar en el interior de la habitación y salió de ella, asegurándose de no hacer demasiado ruido. Respiró profundamente. Mañana en la mañana tendría que dejarlo salir de la cama, pero primero se iba a asegurar de que nada en la habitación pudiera ser utilizado por el hombre para quitarse la vida.
Recordó un antiguo hechizo que había aprendido en los primeros años como auror. Era utilizado para impedir que los prisioneros se suicidaran, especialmente aquellos condenados por crímenes aborrecibles. Sonrió con tristeza, los aurores eran tan crueles como los mortífagos en muchos aspectos. Con esos pensamientos se dirigió a su habitación.
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“Ron... necesito algunos informes acerca de los fugitivos que tenemos.” Le dijo Harry al joven Weasley quien era uno de los aurores trabajando en el Ministerio de Magia en la misma área suya, atrapando fugitivos.
“¿Informes? ¿Desde cuándo el Ministerio guarda informes de los prisioneros, Harry?” Preguntó el pelirojo con curiosidad.
“Pero debe haber algo... no lo sé, observaciones, algo.” Presionó intentando obtener la información que buscaba.
“Puedes hablar con los dementores que cuidaban las celdas.” Comentó el pelirojo con sarcasmo y desdén. Harry frunció el ceño. Su amigo estaba malhumorado al parecer, nunca le hablaba en aquel tono de voz.
“¿Qué te pasa, Ron?” Preguntó intentando descifrar la causa.
“Nada, sólo que comienzas a hablar como Granger.” Musitó.
Harry volteó los ojos, sus dos mejores amigos habían tomado caminos separados, caminos que los llevaban a encontronazos una y otra vez. Sin embargo y por la forma en que ambos se obsesionaban en esas ocasiones era como si aún sintieran algo el uno por el otro. Se trataban con la misma intensidad que dos amantes enojados. Pero él no iba a exponer su vida haciéndole ese comentario a Ron. Sí pudiera ser que algo quedara entre los dos... pero no era exactamente amor.
“Supongo que ella podría tener alguna información.” Murmuró Harry echándole un vistazo a los papeles en los cuales trabajaba el pelirojo.
“Si alguien en estas malditas oficinas conserva algo sobre los estúpidos mortífagos que están encerrados con justa razón en Azkabán esa debe ser Granger.” Gruñó Ron firmando algunos papeles con más fuerza de la necesaria y Harry pensó que pronto la pluma se partiría en dos.
“Gracias, Ron.” Y salió disparado de la oficina mientras el pelirojo continuaba azotando informes sobre el escritorio.
Suspiró al hallarse en el pasillo y se dirigió al séptimo piso del Ministerio. Allí pasó hasta una oficina más o menos agradable. Y lo decía porque incluso los sillones donde debían sentarse los visitantes estaban llenos de expedientes. No que Hermione fuera desorganizada sino que era la única en la oficina que todos catalogaban como una pérdida de tiempo, dinero y además desperdicio de talento como el de Hermione Granger.
La Procuraduría de Asuntos Legales de los Marginados. Bajo marginados caían, desafortunadamente, los prisioneros en Azkabán y dado el revuelo que se comenzaba a formar por los casos de negligencia de los aurores el trabajo de Hermione se había visto duplicado y triplicado en apenas semanas. Al principio de temporada a Harry le habían pedido una lista de todos los mortífagos que había enviado a prisión para ser revisada y Hermione le había ayudado. En ese entonces la oficina se veía un poco menos congestionada. Recordó que pronto tendría que declarar si alguno de los casos exigía una revisión más profunda pero sabía que ninguno de los fugitivos que había enviado a Azkabán saldría por falta de pruebas. Había tenido mucho cuidado en los casos que había tomado y entre esos casos se hallaba el nombre de Lucius Malfoy.
Recordaba lo difícil que se le había hecho capturarlo, Malfoy siempre había sido tan escurridizo como inteligente. Un caballero que guardaba la espada bajo la flor más hermosa. Había sido más suerte que maña capturarlo. Lucius había sido herido días atrás y la incansable persecución lo había debilitado. Con todo había permanecido hasta el último instante como todo un mago de sangre pura, arrogante y aún así, todo un caballero.
Ahora parecía una bestia acorralada lista para atacar a la más pequeña provocación mientras temblaba contra la esquina. A Malfoy sólo le quedaba pelear por la poca libertad que había conseguido y Harry estaba seguro que lo haría con uñas y dientes de ser necesario. Había sido afortunado de encontrarlo antes que nadie, sino... Sacudió la cabeza para alejar los pensamientos.
“Hermione.” Llamó al abrir la puerta.
La joven de enormes ojos castaños y hoyuelos lo recibió con una enorme sonrisa cuando levanto la cabeza de los papeles y enormes libros que revisaba. “¡Harry!” Exclamó con alegría. “¿Qué haces aquí? Pensé que te habían asignado unos casos de fugitivos.”
“Es por eso que estoy aquí, quería ver si tú tenías alguna información acerca de ellos, o sea, del tiempo que estuvieron en Azkabán. No quiero sorpresas al momento de encontrarlos menos aún regresarlos para ser enterrados nada más.”
“Muchos aurores sólo gustan de eso.” Comentó Hermione disgustada. “¿Por qué no me das una lista? Veré qué puedo hacer por ti.” Dijo la chica con energía. Harry sonrió, sabía que su amiga lo iba a ayudar, pero él necesitaba un favor aún más grande.
“¿Hermione...?” La chica levantó una ceja curiosa. Su amigo tenía aquella expresión que le decía que tenía algo más que pedirle, algo que no tenía que ver con el Ministerio sino con la amistad que los unía. “¿...podrías acompañarme a cenar hoy?” Esa era la señal. Visitar la mansión Malfoy no era del agrado de Hermione, pero era el único lugar seguro en el cual podían hablar sin que nadie del Ministerio se enterara. La chica sonrió tensamente.
“Claro, Harry. Para mí será un honor acompañarte. Sólo recuerda pasar a recogerme a la oficina cuando te vayas a ir.” Harry le dio una amplia sonrisa y agradeció profundamente que la joven conservara todo el tacto y sexto sentido que había poseído durante sus años de estudio en Hogwarts.
El resto del día lo pasó investigando los posibles paraderos de los escurridizos fugitivos, incluyendo los de Malfoy, no quería levantar ninguna sospecha al respecto demostrando poco interés en sus posibles escondites. Lo mejor era que nadie sospecharía de la mansión Malfoy siendo que era él su único habitante. Nadie dudaría del mismísimo Harry Potter, no después de haber conseguido la posición de auror y el mejor de todos, por supuesto.
Cuando la tarde y la hora de partir se aproximaron Harry dirigió nuevamente sus pasos hacia la oficina de Hermione. Para su desdicha Hermione tenía un visitante. Blaise Zabini. El joven de largos cabellos negros seguía siendo tan bien parecido como cuando eran estudiantes en Hogwarts, el único problema con Zabini era que... parecía andar tras Hermione. Y eso le parecía tan bizarro a Harry que no podía menos que pensar que buscaba de alguna forma inmiscuirse en los asuntos del Ministerio. A Zabini no le habían sobrevivido sus padres, ambos habían muerto durante la batalla final contra Lord Voldemort, por esa única razón odiaba a Potter con toda su alma.
“Potter.” Siseó el joven. “Qué desagradable sorpresa.”
“El gusto es todo tuyo, Zabini.” Al ver las expresiones de odio Hermione se puso en pie de repente y comenzó a recoger sus artículos personales de encima del escritorio a toda prisa.
“Deben continuar desesperados aquí en el Ministerio para seguir necesitando la ayuda del Niño de Oro y salvador del mundo mágico.” Susurró con intenso sarcasmo.
“Creo que prefieren contratar ese tipo de aurores a hijos de ex mortífagos...” Contestó Harry con igual malicia.
“Caballeros.” Los interrumpió la joven. “Creo que será mejor que prosigamos nuestros caminos, es tarde.” Dijo algo azorada.
“Será lo mejor, ¿vamos?” Harry observó cómo Blaise le ofrecía el brazo a Hermione y arqueó una ceja confundido.
“Yo... Harry, lo siento, olvidé que había hecho planes...” Murmuró la chica dándole una mirada arrepentida. Blaise simplemente sonrió con malicia al ver el rostro de Harry quien se había quedado sin habla por unos instantes.
“¿Una cita?” Preguntó desconcertado Harry mientras Hermione caminaba hacia Blaise.
“Pues... no... sólo una charla entre amigos.” Murmuró la joven ignorando el resoplido indignado de su acompañante.
“Ah... pero... si sólo es una charla entre amigos... podrían venir a la mansión. Así nos podrías complacer a ambos.” Casi suplicó Harry. Sí, en esos momentos Harry Potter se sentía desesperado. Tenía que hablar con Hermione, aún cuando tuviera que esperar a que Blaise Zabini se cansara de perseguirla.
“La mansión Malfoy querrás decir.” Murmuró el joven con veneno.
“La misma, no le he cambiado el nombre.” Contestó sin perder el paso.
“Harry... no creo que sea buena idea.” Titubeó la joven observando la animosidad entre ambos.
“No, Mione, está bien, hace mucho que no visito la mansión de los Malfoy y me gustaría ver en qué estado realmente la tiene el auror Potter.” Replicó con malicia. Harry se preguntó por enésima vez por qué Hermione se permitía juntarse con esa clase de compañía.
“No hay problema, Hermione, estoy seguro que Zabini sabe ser un invitado educado cuando se lo propone.” El aludido se erizó pero Hermione se apresuró a tomar su brazo. Harry entonces tomó la mano de la chica con suavidad y cuando Zabini iba a protestar Harry se apresuró a desaparecer junto con los dos y reaparecer en la mansión.
“Lo siento, pero sólo los Malfoy o el actual dueño pueden aparecerse al interior de la mansión.” Dijo con suavidad cuando aparecieron frente a los portones. De inmediato un pequeño carruaje mágico apareció.
“¿Aún conservas esa tonta regla?” Gruñó Zabini disgustado al montar al carruaje luego de Hermione.
“Conservo muchas cosas en su estado original.” Murmuró Harry luego de ordenarle a la carroza que los llevara a la mansión. El corto viaje concurrió en silencio y al llegar Zabini fue el primero en bajar, ofreciéndole galantemente la mano a Hermione para que bajara. A la orden de Harry las puertas de la mansión se abrieron y ambos visitantes observaron fascinados todo el esplendor de la mansión Malfoy. Harry los hizo pasar hasta el comedor donde apenas sentarse los elfos comenzaron a servirles. De reojo observaba a la joven y su acompañante, esperando ansioso un momento en el que pudiera captar la mirada de Hermione y preguntar lo que quería. Pero no sabía si con la presencia de Zabini podría confiar en que nada saldría de aquel lugar.
Blaise Zabini, luego de terminar sus estudios en Hogwarts había decidido convertirse en medimago, una sorpresa para muchos que no lo conocían bien. Era poco común de un Slytherin girar hacia las artes de la sanación, muchos preferían convertirse en maestros de pociones. Pero Zabini había demostrado su habilidad en esa área y en la actualidad era uno de los mejores en su campo... la remoción de maldiciones peligrosas.
La cena continuó en silencio hasta el momento en que los elfos sirvieron el postre. “Harry, casi olvido lo que me pediste.” De su bolso sacó varios libros de récord y se los pasó a un muy interesado Potter. Blaise trató de ver de lejos de qué se trataba pero no consiguió nada.
“Esto se ve muy mal, Mione, muy mal.” Murmuró al cabo de un rato. “Y apenas es nada.”
“Nadie está muy interesado en ellos de todas formas.” Comentó la joven con seriedad.
“¿De qué se trata todo eso?” Preguntó finalmente el joven de largos cabellos que estaba ya muerto de la curiosidad por saber de qué hablaban. Hermione le dio una mirada a Harry pero este ni siquiera la estaba mirando.
“Se trata de los fugitivos de Azkabán.” Susurró por lo bajo la joven.
“¿Qué con ellos?” Preguntó interesado.
“Estoy asignado para recuperar a los fugitivos de Azkabán.” Comenzó a decir Harry interrumpiendo el secreteo entre ambos. “La mayoría de los fugitivos que han sido descubiertos han regresado muertos. Hay una razón para ello y el Ministerio no quiere abrir los ojos.” Dijo algo enfadado. Blaise lo miró con asombro. “Quería ver si podía conseguir algunos datos que me ayudaran antes de ir tras los fugitivos pero obviamente nadie se ha preocupado por reunir esa información.” Blaise echó a reír de buena gana.
“Potter, ¿cómo se te ocurre que el Ministerio va a gastar tiempo y esfuerzo en reunir datos sobre gente que prácticamente está muerta?” Preguntó el joven galeno con diversión.
“¿Por qué no habrían de hacerlo? De haberles dado algo más de atención seguramente no habrían tantos fugitivos como ahora.” Blaise volteó los ojos, al parecer el joven auror estaba un poco ciego de un lado.
“Yo mismo solicité visitar la prisión. Ver si podía brindarle algo de ayuda a alguno de los prisioneros como medimago.”
“¿Y qué pasó?”
“Lo obvio, soy hijo de mortífagos, Potter.”
“Eres el mejor en tu campo.” Exclamó el joven. “¿Cómo pueden impedirte la entrada en Azkabán?” Por unos instantes el aludido sonrió de lado observándolo con detenimiento.
“Veo que no estás tan ciego como el resto.” Comentó. Harry sintió que su rostro le ardía con la mirada que el joven le daba por lo que bajó sus ojos al plato y continuó comiendo. Hubo silencio por otro largo rato mientras Harry hojeaba la información que la joven le había traído hasta que un elfo doméstico interrumpió la comida y se acercó a Harry con expresión angustiada. Cuando el joven hubo hablado con el elfo su expresión se había tornado seria y preocupada.
“Ah... siento mucho que no pueda continuar con ustedes... es que... se me ha presentado una situación...” Dijo mientras intentaba sonar lo más amable posible pero en su voz se notaba la urgencia con la que debía atender cualquiera que fuera el asunto que el elfo le había traído. Hermione fue la primera en levantarse.
“No te preocupes Harry, ya es tarde para mí también.”
“No, Hermione... es sólo que...”
“La mansión, lo sé Harry. No te preocupes por eso.” Harry asintió agradecido pero Blaise notó que algo más lo preocupaba, algo importante que no podía ser sólo la mansión. Se sorprendió cuando Hermione fue a darle un abrazo a su amigo y por encima del hombro de la joven lo vio formar las palabras regresa en su dirección. Lo miró sin entender pero la vehemencia y la seriedad en el rostro del auror lo hizo pensar que Potter debía estar lo suficientemente desesperado si le estaba pidiendo ayuda para lo que fuera que estaba ocurriendo. Arrugó el rostro con desagrado y vio que el rostro del joven parecía decaer. Mentalmente pensó que valdría la pena regresar aunque fuera para saber qué era lo que ocurría.
“Vamos, Hermione.” Apresuró a la joven. Se despidieron y pronto se hallaron fuera de la mansión. Blaise Zabini acompañó entonces a Hermione a su casa para luego reaparecer en la mansión Malfoy. Al verlo Harry Potter brincó en su lugar como si no lo hubiera estado esperando.
“¡Zabini!” Exclamó sorprendido de verlo en el interior de la mansión.
“¿Acaso esperabas a alguien más?” Comentó con sarcasmo.
“No... es sólo que no pensé que pudieras aparecer en el interior de la mansión, supongo que tu lealtad a los Malfoy es grande.”
“Mi lealtad a los Malfoy es incuestionable es por eso que se me revuelca el estómago al verte aquí en su interior manchándola con tu presencia.” Gruñó con odio.
“Ya lo entendí. Pero tengo que pedirte un gran favor.”
“Yo no te haría ni el favor de enviarte al infierno, Potter. No si lo necesitaras en realidad.”
“Pero a los Malfoy sí.” Interrumpió con vehemencia.
“¿A qué te refieres?” Preguntó entrecerrando los ojos con sospecha viendo al auror más que nervioso.
“Te diré a qué me refiero si juras que no saldrá de tu boca nada de lo que escuches o veas aquí esta noche.” Le insistió el ojiverde con vehemencia.
“Eso depende.”
“Si no lo juras entonces tendré que arriesgarme con otra persona y no tengo mucho tiempo para buscar a alguien más.” Volvió a insistir haciendo que Blaise se desesperara y subiera el tono de voz a uno más molesto aún.
“¿Siquiera podría saber qué tipo de favor necesitas de mí?”
“Necesito... tu ayuda como medimago.” Al momento de entender que alguien en la casa necesitaba ayuda médica la actitud de Zabini cambió de inmediato a una preocupada y Harry comprendió que su devoción médica iba más allá de sus prejuicios.
“No tengo por qué, el juramento de Hipócrates es necesario para todos los medimagos, deberías saberlo ya. ¿Dónde está el paciente?” Harry le indicó que lo siguiera.
“Hace dos noches un hombre invadió las mazmorras de la mansión, llegó a través de un túnel secreto que yo no conocía. No sabía cómo había logrado pasar los hechizos de protección por lo que tuve mucha curiosidad por saber quién era. Al encontrarlo tuve que jurar protegerlo para que me permitiera ayudarlo y lo hice sin conocer su identidad.”
“Una soberana tontería.” Le comentó en tono paternalista.
“No tienes que decírmelo. En fin, cuando logré ayudarlo mis elfos lo reconocieron antes que yo.” Llegaron frente a la habitación principal y Blaise levantó una ceja confundido.
“¿Lo pusiste en la habitación de Lucius?” Exclamó indignado el galeno, Harry asintió y empujó la puerta. La habitación estaba en semi penumbra y dos elfos se preocupaban sobre una figura que se convulsaba espasmódicamente sobre la cama.
“Lumos.” Exclamó Harry y Blaise tuvo que contener la sorpresa de ver a Lucius Malfoy tendido sobre la cama. “Lucius necesita tu ayuda.”
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