Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ En Silencio ❯ Capítulo 14 ( Chapter 14 )

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Capítulo 14
 
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
 
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Malfoy hizo que Harry se sentara nuevamente sobre la cama, ambos con las piernas cruzadas, uno frente al otro con algo de espacio entre los dos. “Bien, Potter, comencemos de nuevo.” Lo vio abrir la boca para quejarse y lo silenció con un gesto de la mano. “Primero, vamos a poner las cosas en claro.” Harry le dio una mirada dudosa para finalmente resignarse. “No soy un frágil e indefenso objeto. Si no pude defenderme aquella noche en la torre de astronomía fue porque te subestimé.” Harry puso un codo en una rodilla y descansó su cabeza sobre la mano dándole una mirada de si claro ya te lo creí, a lo cual el rubio dio un indignado resoplido. “Ni siquiera sabía que podías utilizar magia de ese nivel sin usar tu varita. No te vi sacar nada, simplemente estabas mirándome…” Harry lo vio parpadear varias veces y luego entrecerrar los ojos.
 
“Cualquier hechicero puede utilizar magia sin varita cuando se trata de sus sentimientos. La magia se descontrola en relación directa con la fuerza del sentimiento.” Nuevamente la fría mirada se mostró confusa. “Me lo dijo el profesor Snape.” Añadió encogiéndose de hombros. “Puedo hacer ese tipo de cosas desde que tengo recuerdo. Soy peligroso.” Recalcó lo último como dejándole saber al Slytherin que lo que le había dicho anteriormente tenía su base lógica.
 
“Deja de decir eso.” Gruñó con fiereza el rubio. “¿Nadie te ha dicho que mientras más repites una mentira más comienzas a creértela?”
 
“¿Es por eso que siempre repites que los Malfoy son lo último del planeta?” Harry sonrió abiertamente hasta que Draco se inclinó hacia el frente y lo atrapó por la nuca atrayéndolo en su dirección.
 
“Somos lo mejor. Nunca te atrevas a dudarlo. Lo repito para que pueda entrar en la dura cabeza de algunos Gryffindor.” Lo soltó con el aire del que regaña a un niño pequeño por su repetida ignorancia. “Admito que quizás no hubiera podido escapar de tu magia pero al menos pude haber hecho un esfuerzo. De la forma en que sucedió estaba tan aturdido que apenas atiné a mirarme los pies. Eso es tomar a uno por sorpresa.” Draco levantó la barbilla levemente y sus ojos grises brillaron orgullosos. “Excelente táctica aunque algo falta de sutileza, simplemente ibas a asfixiarme. Ni siquiera pensaste en que te descubrirían o que podrían asociarte de inmediato con mi muerte.”
 
“¡Yo no quería matarte! Estaba fuera de control, ¿por qué nadie lo puede entender?”
 
“Fue un acto inconsciente, pero el sentimiento estaba allí. Lo que debes aprender es que antes de actuar sobre un sentimiento de esa índole debes tener un plan.” La boca de Draco se torció en una sonrisa autosuficiente. “Ahora, como te decía, no puedes tratarme como una débil mujercita muggle. Si lo haces juro que te partiré el trasero antes de que puedas descontrolarte.” Harry no pudo evitar sonreír levemente ante la comparación pero puso su expresión más seria para encubrirla. El Slytherin no podía siquiera comenzar a imaginarse lo que Harry conocía sobre su persona. Todas esas palabras no eran más que el intento por cubrir su fracaso en la torre de astronomía aunque algo de lo que había dicho sí le había interesado. Hay que tener un plan antes de actuar sobre los sentimientos. ¿Quién podría haberle dicho esas palabras a Draco? ¿Snape? Quizás. De hecho las mismas resumían en gran parte lo que el profesor de amargo semblante había estado tratando de enseñarle desde hacía más de un año. Pero era imposible enseñarle a un Gryffindor a pensar antes de actuar, simplemente esa no era la naturaleza de un león.
 
Quizás era por eso que cada vez que perdía el control Tom lo aprovechaba. Sabía que la condenada serpiente simplemente vivía esperando el momento en que sus sentimientos hicieran posible dicha acción. Tom no podía controlar a Harry cada vez que se le antojara, eso era algo de lo cual Harry estaba agradecido, simplemente la parte de Tom que ocupaba su interior no era lo suficientemente fuerte como para abrumar la parte de él que era Harry Potter.
 
Pero si Tom no era lo suficientemente fuerte como para tomar control de Harry ¿por qué entonces podía hacerlo cuando permitía que sus emociones fluyeran descontroladas?
 
“¿Potter?” La voz enojada del Slytherin lo sacó de sus pensamientos como un latigazo al aire.
 
“¿Uh?”
 
“Es ofensivo que no le prestes atención a tu interlocutor.” Siseó el rubio.
 
“Lo siento.” Se disculpó.
 
“Bien. Te preguntaba si existe alguna razón por la cual no puedas tocarme además de pensar que podrías matarme o alguna otra tontería por el estilo.”
 
“Eh… pues… no lo creo.” Murmuró algo tímido.
 
“Bien, una pregunta más y podemos continuar. ¿Sientes deseos de matarme? ¿De hacerme daño?”
 
“No.” Dijo secamente el moreno sin mirarlo a los ojos pero el rubio lo obligó al contacto visual.
 
“¿Estás seguro?”
 
“Sí.”
 
“Entonces… podemos comenzar.”
 
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Draco se hallaba sentado en la sala común de los Slytherin. Crabe y Goyle estaban sentados cerca, Pansy, por alguna razón que el rubio desconocía estaba sentada sobre las piernas de Gregory. Era como ver una pequeñísima y delicada hada sentada sobre un enorme oso de peluche. Draco sacudió la cabeza ante la imagen y rogó porque la chica no estuviera intentando lo que él pensaba que estaba intentando. La rubia al ver la mirada que le dirigía el prefecto le sonrió dulcemente aunque sus labios se curvaron con premeditada malicia. Por Merlín, sí estaba pensando hacer lo que él había pensado que haría. Se llevó ambas manos al rostro intentando borrar la imagen.
 
Cuando finalmente se dignó a enderezarse paseó su vista por la sala y observó a Zabini mientras hablaba con dos chicas Slytherin de sexto año quienes no se abochornaban al acercársele y acariciarle los negros cabellos.
 
Habían pasado tres semanas desde la noche en que Draco había buscado abiertamente al Joven-Que-Había-Vivido con la firme intención de seducir su confianza y lo que pudiera agregársele. En honor a la verdad Draco comenzaba a sentirse frustrado. Potter confiaba en su persona, pero esa confianza se basaba en el poder que sentía tener sobre el rubio, como si Draco no lo supiera. El muy engreído le había permitido acercarse porque confiaba en que su magia lo protegería de cualquier treta que el Slytherin pudiera intentar.
 
Llevaba varias semanas intentando acercarse, hacer que esa débil confianza creciera pero no había conseguido nada y eso lo enojaba sobremanera. Por otro lado había descubierto que al moreno no le molestaba en lo más mínimo que Draco lo acorralara en los lugares más recónditos del castillo y le robara el aliento, la compostura y la dignidad. Ah… pero eso era algo que también le causaba escozor, Potter no le había permitido pasar de unos cuantos besos apasionados y varias caricias incluyendo acercamientos de cuerpo completo. Maldita timidez virginal la que poseía el Gryffindor. Las risas de la rubia lo trajeron de regreso a la sala común. Gregory había pasado sus brazos alrededor de la cintura de Pansy.
 
Draco los observó de forma ausente. Mientras Gregory acercaba a Pansy, Vincent se dedicaba a observar a la rubia con la misma intensidad que su compañero. Draco no lo había notado antes pero Crabe y Goyle habían cambiado bastante. Seguían siendo extremadamente grandes, dos jóvenes que habían crecido hasta ser tan altos como el ex-profesor Remus Lupin, el hombre lobo. Sus rostros habían dejado de tener la regordeta redondez que los identificaba en su quinto año y se habían vuelto angulosos de forma que ya habían perdido el aire de bruta ignorancia. Ahora y mirándolos de cerca podía ver claramente en los ojos marrones de ambos una chispa predadora. Si Draco alguna vez había tenido pesadillas con aurores o mortífagos aquellos ojos resumían la razón básica de su terror. Los cuerpos de Crabe y Goyle eran, respectivamente, el físico del hombre que arrebataba por la fuerza lo que deseaba y sin embargo… ¿Cómo demonios podían ir a parar dos brutos de semejante tamaño a Slytherin?
 
Draco no había pasado su tiempo en Slytherin dejándose engañar por las apariencias. Ambos eran leales compañeros, ambos eran por así decirlo sus guardaespaldas, la fuerza física de Slytherin. Pero no estaban en la casa de la serpiente simplemente por eso.
 
Como si estuvieran leyendo sus pensamientos ambos jóvenes levantaron sus ojos hacia su líder y lo observaron con curiosidad. Cuando la rubia sintió que había perdido las atenciones que estaba recibiendo siguió la dirección y se encontró con un Draco Malfoy desparramado sobre la butaca en la que estaba sentado. Ciertamente que parecía un arrogante príncipe desafiando la rigidez de la etiqueta real con su rebelde abandono.
 
“Drakey.” Murmuró la chica con una tonadilla juguetona. “¿Qué te pasa esta noche, bombón?” Draco suspiró aliviado de que la rubia no se levantara de su cómodo lugar para acercársele, no tenía ganas de contacto físico con nadie, aún cuando fueran esos extraños momentos hormonales de la rubia.
 
“Nada.” Gruñó con fastidio.
 
“Te conozco, bebé, te pasa algo. Pero si no quieres hablar…” La chica se encogió de hombros y se recostó del pecho del joven que la abrazaba mientras enganchaba sus piernas sobre las de su compañero quien las sujetó de inmediato. Al parecer tampoco estaba de humor para sus momentos hormonales.
 
“No es nada importante, Panse.” Alargó el apodo con tono burlón. Maldita bruja siempre lo descubría. No pasaría ni un minuto antes de que Blaise se uniera a ella en su preocupación, podía ver cómo corría el reloj sobre los segundos. En veinte las chicas estaban siendo despedidas, en treinta más habían sido despachadas y en los últimos diez Blaise se acercaba y se encaramaba en el brazo de la butaca. Cerró los ojos mientras sus dedos se hincaban en el suave cuero de la butaca.
 
“Suficiente, príncipe. ¿Qué es lo que te ha estado poniendo con ese humor de los mil demonios?” Preguntó el moreno con una sonrisa.
 
“Potter.” Susurró entre dientes.
 
“Me debes, Bley dulzura.” Sonrió la rubia desde su lugar.
 
“Demonios.”
 
“¿Ustedes se atrevieron a apostar?” Gruñó incrédulo el prefecto.
 
“Lo siento, príncipe. La tentación fue demasiado grande. Pero en fin, ¿qué es lo que te ha hecho Potter esta vez? Te tiene lloriqueando por las esquinas.” Comentó de buen humor el moreno, Draco se enderezó y le dio un empujón que lo envió al suelo para deleite de la rubia. “¡Drakey!” Exclamó indignado Zabini.
 
“Con amigos como ustedes quién necesita enemigos.” Siseó entre dientes haciendo que el moreno sonriera de oreja a oreja.
 
“No sé cómo puedes preocuparte tanto por Potter. Te estás obsesionando con él, Drakey. Lo que necesitas es olvidarte de esa molestia de ojos verdes por un tiempo.” Comentó la rubia como si fuera lo más obvio del mundo. “Mañana en la noche es el momento perfecto para que te distraigas un poco. Después de la fiesta estoy segura de que no recordarás a esa pequeña plaga.” Draco dio un resoplido disgustado a modo de respuesta. ¿Cómo podía olvidar la dichosa fiesta de día de brujas? Pansy y su maligno duplicado, Blaise, se lo habían estado recordando desde hacía dos meses. Sería una fiesta fenomenal, como todas las fiestas de la casa de la serpiente, pero Draco sólo pensaba en unos ojos verdes que continuaban mirándolo con desconfianza.
 
Se estrujó la cara con fuerza antes de levantarse y anunciar que iría a dormir temprano.
 
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Harry se sentía ese día sin ganas de ir a las clases. Al menos no tendría que asistir a sus cursos extra. Esa noche era día de brujas. Cuando llegó a la sala común de los Gryffindor vio que todos parecían infectados de alegría y bullicio. La energía que tenían los de primer año era contagiosa, especialmente porque nunca habían asistido a una de las fiestas en Hogwarts y todo lo que veían los llenaba de asombro.
 
Hermione ayudaba a unos estudiantes de tercer año a completar sus atuendos para la noche con algunos hechizos simples que le daban más efecto a los disfraces. Iba disfrazada de hada con un traje corto de gasa de seda en cientos de colores y unas alitas hechizadas que revoloteaban pegadas a su espalda soltando brillos dorados cada vez que se movía. Incluso había hechizado su varita para que resplandeciera de color dorado.
 
Ron no estaba por ninguna parte, seguramente estaría en los dormitorios. No se equivocó cuando al subir se encontró con tres Gryffindor que apenas podían reconocerse.
 
“¡Harry!” Exclamó Ron con alegría. Harry le sonrió de vuelta. “¿Dónde está tu máscara?” Preguntó confundido rogando porque el moreno hubiera adquirido una y que simplemente estuviera esperando para prepararse hasta más tarde.
 
“Yo…”
 
“Harry… dijiste que conseguirías una.” Exclamó desilusionado el pelirrojo.
 
“Lo siento Ron, pero no me siento con ánimos de disfrazarme y eso.” Murmuró Harry sin mucho convencimiento. “Sus disfraces son excelentes.” Añadió con media sonrisa. Ron iba disfrazado de cazador con una máscara de cuero marrón que le cubría los ojos, un carcaj lleno de flechas, un arco e incluso una daga falsa en el cinturón. Los que lo acompañaban eran Seamus y Dean. El inseparable dúo iba disfrazado de espadachines con enormes sombreros de ala y la indispensable pluma, espadas falsas que tocaban el suelo y una réplica bastante real de los uniformes de mosqueteros reales.
 
“Neville también irá de mosquetero, será genial.” Exclamó el irlandés con una sonrisa. Ambos tenían cubiertos sus rostros con medias máscaras de seda negra que se amoldaban a sus facciones. “Deberías acompañarnos, Harry.” Musitó el joven.
 
“No… está bien. Iré a mi cuarto un rato. Quizás le pida a Dobby que me lleve algo al cuarto.” Se despidió antes que sus amigos intentaran convencerlo. Simplemente no se sentía con ánimos de acompañarlos esa noche. Con paso lento y algo arrastrado llegó a su habitación y se dejó caer sobre la cama.
 
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“Pansy, dulzura, ¿podrías dejarme en paz unos minutos?” Preguntó con mordaz cortesía el prefecto de Slytherin pero la chica dio un suave respingo y continuó acariciando los rubios cabellos con fascinación.
 
“Parece que en otra vida eras un gato persa o algo parecido.” Comentó Blaise en su dirección mientras revisaba los últimos detalles pendientes. Sólo faltaba que los invitados a la fiesta de brujas comenzaran a llegar pero antes tendrían que hacer su aparición en la fiesta del Gran Comedor. “¿Dónde rayos están Crabe y Goyle?” Preguntó molesto.
 
“Deben estar en la fiesta de la escuela. Supongo que no podían pasar la oportunidad.” Contestó la rubia con melosidad.
 
“Espero que mínimo hayan recordado sus disfraces.” Comentó Blaise sin mucha preocupación en realidad.
 
“No te preocupes por eso, Blaise. Me encargué de eso esta vez.” Exclamó alegremente la rubia. “Dray, corazón, aún no me dices de qué irás disfrazado.” Comentó con voz melosa.
 
“Es obvio, Pansy, querida, Dray va a ir vestido de príncipe de hielo.” Se burló el joven de larga cabellera.
 
“Blaise.” Gruñó Draco. “Es sólo una tonta máscara, ya no fastidies.”
 
“Al menos este año te dignarás a compartir con el resto de tu casa, eso es más que el año pasado.” Draco dejó escapar otro gruñido de descontento y se levantó de la butaca donde se encontraba. Pansy se levantó en perfecta sincronía con el rubio.
 
“Vamos, no voy a esperar aquí como un tonto a que lleguen todos.” Gruñó molesto
 
En el Gran Comedor la fiesta ya había comenzado. Como había predicho Pansy, Crabbe y Goyle atacaban sus platos con alegría. Por instinto Draco dirigió su mirada hacia el lugar en la mesa de los Gryffindor que por costumbre ocupara el trío de oro. Se sorprendió al encontrar los asientos aún vacíos. Con desgano comenzó a probar algunas de las golosinas que había sobre la mesa y por qué no… así esperar a ver si el trío aparecía, especialmente el moreno en el cual había gastado tantas energías en las últimas semanas. Diez minutos más tarde una Hermione Granger y un Ron Weasley algo apagados llegaban a su mesa, era obvio que el moreno había rechazado los intentos de ambos por hacerlo bajar. Se sintió decepcionado, la realidad era que le habría gustado ver al joven buscador de los Gryffindor aunque fuera una vez esa noche, tenía la esperanza…
 
Seguramente estaría encerrado en su cuarto decidido a aislarse. Pero ese no era su maldito problema, se reprendió con energía. Si Potter quería acuartelarse en su habitación él no iba a ser quien se arriesgara a sacarlo, no cuando acercarse al moreno significaba en su opinión ponérsele en bandeja de plata… humillarse más todavía intentando ganarse su favor. Movió la cabeza tratando de sacudir las imágenes que le venían de repente y que comenzaban a manifestarse físicamente en su cuerpo. Malo, malo, Drakey malo la voz de Pansy resonó en su cerebro, nada sacaba con torturarse de aquella forma. Suspiró resignado y continuó comiendo mientras el salón bullía con los estudiantes, la música y las máscaras muchas veces grotescas de algunos. Finalmente suspiró aliviado cuando media hora más tarde Pansy lo tomó de un brazo y le comentó que era tiempo de encaminarse a las mazmorras. Los Slytherin que asistirían a la fiesta no se habían disfrazado para la fiesta que se celebraba en el comedor y cuando vieron que ambos prefectos se retiraban de la mesa siguieron el ejemplo de sus líderes y poco a poco fueron desfilando en dirección a la que se pintaba como la mejor de las fiestas de ese año.
 
Draco había ido a su habitación en busca de su máscara puesto que ya estaba vestido. Unos pantalones ajustados de piel de dragón, un colacuernos húngaro seguramente por la textura y color de los mismos que eran más negros que la noche misma. La camisa de seda carmesí se le ajustaba al cuerpo con suavidad. Con sumo cuidado y frente al espejo se ajustó la máscara que le cubría la parte superior del rostro y que representaba a un fénix que no bien estuvo en su lugar comenzó a arder con un suave fuego mágico. Sonrió satisfecho, aquella era la mejor forma de burlarse de Dumbledore y de su orden, ¿qué mayor ironía que el hijo de un mortífago representando a la tonta ave? Tenía que reconocer que el fénix era un ave hermosa aunque el rojo no era su color predilecto. Terminó de alisar la camisa y salió en dirección a la mazmorra donde estaba todo preparado para la fiesta.
 
Como era de esperarse su llegada causó conmoción, muchos de los Slytherin que conocían lo que significaba el fénix le aplaudieron su audacia con maliciosa alegría. No bien había ingresado a la mazmorra sintió unas manos arreguindarse de su brazo y al voltear descubrió a una Pansy vestida de ángel, o al menos eso parecía, tenía dos pequeñas alas blancas en su espalda que se movían con ella gracias a un hechizo y sus rubios cabellos estaban sujetos en una trenza suelta, coronados con una aureola dorada. Sus ropas eran las que deshacían la imagen pues apenas cubrían su cuerpo. “Pansy, ¿no crees que puedes pescar un resfriado con eso?” Murmuró en su dirección. La chica se limitó a reír como una colegiala.
 
“Dray, tú siempre preocupándote por todo.”
 
“No me llames Dray.” Siseó enojado. “Al menos no en público.” Susurró mirando a todas partes para ver si alguien había escuchado la indiscreción.
 
“Oye, bombón, te falta algo.” Susurró en confidencialidad el angelito. De entre su pronunciado escote sacó lo que parecía ser un lápiz labial. Draco reconoció el artefacto como uno de los muchos que solía llevar la chica pero este en especial guardaba más de mil colores mágicamente. La chica le susurró el color al objeto y luego lo destapó. “Quédate quieto.” Murmuró con suavidad. Pasó el cosmético por los labios del Slytherin que pronto adquirieron un furioso tono carmesí perfectamente armonizado con la camisa mientras Draco le daba su mirada más seria y matadora pensando que esta vez la rubia se había pasado. “Listo.” Dijo al tiempo que lo guardaba en su lugar. “Ahora te ves endemoniadamente aterrador.” Susurró la joven mientras lo tomaba de la nuca con inusitada violencia y le arrebataba un profundo beso que lo dejó sin aire.
 
Cuando lo soltó Draco parpadeó varias veces mientras Pansy le daba una sonrisa lujuriosa y pasaba la lengua por sus labios. “Y no mancha.” Sonrió con angelical malicia antes de soltarlo pero de inmediato lo tomó de la mano y lo arrastró hacia donde estaba el resto del grupo reunido.
 
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Gracias por leer.