Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ En Silencio ❯ Capítulo 13 ( Chapter 13 )

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Capítulo 13
 
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
 
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La práctica de Quidditch de Slytherin continuó hasta que fue casi la hora de almuerzo. El grupo terminó de recoger su equipo y se dirigieron a las duchas. Draco no se molestó en reunirse con sus compañeros, era prefecto y como tal tenía privilegios. En esos momentos no se sentía con ánimos de entrar en una ducha comunal por más necesitado que estuviera de una.
 
Se dirigió a su habitación apestando a sudor y al cuero del equipo, su túnica de Quidditch susurrando con sus pasos. A su paso muchas de las jóvenes estudiantes no tuvieron reparo en seguirlo con la mirada. Algunos de los chicos tampoco, incluso los que no tenían inclinación alguna por su mismo sexo. Draco simplemente llamaba la atención de una forma u otra, por su belleza, por su porte o simplemente por su arrogante disposición, cualquiera que posaba sus ojos sobre el rubio sentía la necesidad de obedecer o de retarlo. Pero los únicos que se atrevían a retarlo era el Trío de Oro, en especial aquellos ojos verdes transparentes y furiosos a la vez cuando le devolvían el reto.
 
Cuando ya estaba a punto de ingresar al pasillo que lo llevaría a su propia habitación se encontró con una rubia muy conocida que se le cruzó en el camino. Suspiró fastidiado pero no podía ignorarla. Pansy era una mezcla de prima, amiga, súcubo y demonio que ninguna de las otras chicas de Slytherin podía soñar con ser. Después de todo, el rey necesitaba una reina, aún cuando
 
“Drakey.” Exclamó entusiasmada la rubia.
 
“Pansy… no tengo tiempo ahora.” Murmuró mientras intentaba pasarla de largo.
 
“No, no, no, Drake, corazón, ¿a dónde crees que vas?” Ronroneó mientras sujetaba el cuello de su túnica de Quidditch con suavidad. “Sabes cómo me enloquece verte con el uniforme…”
 
“Parkinson.” Reclamó tratando de conservar la serenidad. No podía entender cómo era posible que la rubia, siendo tan pulcra y mística en sus cosas no pudiera evitar echársele encima siempre que lo veía en el uniforme y acabado de terminar un juego.
 
“¿Cuándo vas a aprender, bebé?” Preguntó con sobrada dulzura y Draco volteó los ojos con fastidio.
 
“Panse, ¿por qué no vas y molestas a Blaise? Si te apresuras seguramente lo encontrarás en las duchas. Hasta podrías ser afortunada y encontrarlo sin el uniforme.” Dijo con fingida felicidad esperando que la chica cayera en la trampa pero de ninguna forma hizo que la rubia se moviera, la muy maldita lo conocía a la perfección.
 
“Pero tú ya estás aquí, ¿qué te cuesta complacerme?” Gimoteó la chica y Draco se llevó los dedos a las cejas masajeándose suavemente la frente. “Sólo una probadita y prometo que iré con Blaise.” Insistió mientras pasaba dos dedos por su cuello y comprobaba que estaba completamente empapado de sudor. Draco sintió estremecerse con la extraña caricia, odiaba que la aparentemente descerebrada rubia supiera con exactitud los puntos más sensibles de su anatomía. Suspiró finalmente, mientras más pronto accediera a la petición más pronto podría continuar su camino.
 
“Está bien, Panse.” Murmuró cerrando los ojos y pronunciando con deliberada tensión el apodo. “Pero nunca voy a entender cómo es que te puede gustar hacer esto, es… asqueroso…” Contuvo la respiración cuando sintió que la lengua de la rubia comenzaba a acariciarlo muy cerca de su oído, justo bajo el lóbulo en dirección a su cuello y se le escapó un jadeo contra su voluntad. “…repugnante… …y extremadamente antihigiénico.” Puntualizó cuando la rubia se detuvo levemente antes de continuar bajando por su cuello muy cerca de su pecho mientras sus pequeñas manos abrían levemente la túnica.
 
“Me sorprendes, Draco querido. Has estado estudiando para darle gusto a ese Gryffindor y no has aprendido nada. El olfato es uno de los cinco sentidos más importantes, trabaja a nivel psicológico en muchos casos. Por el olfato puedes asociar momentos, puedes relajar a una persona e incluso puedes excitarla.” Ohh, claro que Draco sabía todo eso, sino no tendría guardada en su habitación el bendito frasco de aceite comestible.
 
“Lo que en realidad no puedo entender es qué tiene que ver todo eso con el sudor.” Murmuró por sobre la cabeza de la chica cuando esta le besó el enclave hundido entre sus clavículas lamiendo suavemente.
 
“Esto…” Dijo al tiempo que pasaba un dedo por su cuello recogiendo algunas gotas de sudor y esparciéndolas en la punta de sus dedos. “…eres tú. A esto olería tu cuerpo aún cuando acabaras de bañarte si utilizaras un jabón sin olor. A esto sabrías cuando alguien te probara.” Susurró tersamente. Draco sintió estremecerse levemente. “El día que te enamores, Draco Malfoy, este será el olor que buscarás en tu pareja de forma inconsciente. No será un perfume ni una fragancia costosa sino la esencia de esa persona y esa se resume en esto… sudor.” Draco jadeó nuevamente.
 
“Tienes cada cosa rara, Panse. Nunca me voy a enamorar.” Murmuró cuando la chica finalmente se separó de su piel.
 
“¿Cuándo será que por fin entiendas algo de lo que te digo? Te enamorarás y para tu desgracia seguramente será la persona equivocada, todo por tu orgullo. Pero no estoy aquí para darte sermones, ¿cierto? No voy a gastar sabiduría cuando sé que no me harás caso. Voy a buscar a Blaise.” Le dijo con dulzura cerrándole la túnica y dándole unas palmaditas en el pecho.
 
“Jumh… seguramente se volverá loco cuando se dé cuenta de que apestas como yo.” Gruñó antes de que la chica lo soltara. La rubia sólo se echó a reír como una colegiala.
 
“Ahh… claro que se volverá loco. Yo no soy la única que conoce tu olor, Drake.” Sonrió con picardía y escapó a toda prisa cual ninfa dejando a un silencioso Draco Malfoy intentando descifrar sus palabras.
 
“Eso fue… perturbante.” Murmuró finalmente a nadie en particular mientras resumía su camino. Al llegar a su habitación se desvistió a toda prisa y se metió a la ducha. Cuando salió se preparó para bajar al almuerzo, la práctica de Quidditch de ese día le había vuelto los ánimos y no de la forma que había pensado. Un reto siempre era algo que le aceleraba el pulso.
 
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Harry bajó de la torre de astronomía a la hora justa para comenzar el almuerzo. Era mejor aparecer antes que sus amigos comenzaran a buscarlo y descubrieran que había pasado toda la mañana alejado en la torre. Sentía las piernas adormecidas, como si caminara sobre gelatina y llegó a pensar que quizás el rubio le había lanzado una maldición sin que se diera cuenta. Apenas había asomado la cabeza entre las puertas del Gran Comedor se fijó en la mesa de los Slytherins. Sin temor a equivocarse allí estaban los rubios cabellos de Draco Malfoy. Volvió atrás y trató de controlar los extraños vuelcos que le daba el estómago. No entendía qué era lo que estaba mal o lo que había cambiado.
 
El hecho de que Malfoy lo hubiera besado no era lo que más le preocupaba. Para nada, se repitió, había disfrutado de aquella caricia de la misma forma en que un pobre disfruta un chocolate fino que le han regalado el día de navidad, sin remordimiento. No… el problema eran los tormentosos ojos grises mientras lo desafiaban con aquella promesa. Eso lo hacía algo más serio… algo más íntimo que un simple beso. Cercano y personal. Maldijo en su mente suavemente, estaba actuando como Ron antes de declarársele a Hermione. Se golpeó la frente con la mano y miró el techo del pasillo.
 
“No puedo estar enamorado.” Murmuró con firmeza. “Pero sí estoy obsesionándome con ese maldito bastardo.” La voz en su interior coincidió con sus pensamientos. Sin tener una verdadera razón lógica se sintió más tranquilo. Al menos había llegado a una especie de entendimiento consigo mismo. Aspiró profundamente y se preparó para entrar, con todo aquella mini charla que había tenido consigo mismo no le hizo tambalearse menos cuando al entrar la mirada líquida de Malfoy lo siguió hasta su lugar en la mesa de los Gryffindor.
 
“¡Oye, compañero, pensé que no ibas a llegar! ¡Hoy tienen pastel de carne y papa!” Exclamó Ron con entusiasmo. Harry le devolvió una gran sonrisa y comenzó a llenar su plato con el mismo entusiasmo. No era hasta ese momento que se daba cuenta del hambre que sentía aunque era de esperarse pues apenas había tenido apetito en el desayuno.
 
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“Malfoy, ¿qué tanto miras para la mesa de esos tontos?” Preguntó Blaise consternado al ver que el prefecto no cesaba de lanzar miradas en aquella dirección. Draco giró en su dirección, alguna veces olvidada de quiénes se rodeaba. “No me digas que estás observando a tu conejillo de indias.” Dijo en aquel tono que sabía le agitaba la sangre al rubio.
 
“¿Acaso no tienes a quién más atormentar, Blaise?” Siseó por lo bajo mientras decidía qué desayunar. Sus ojos cayeron sobre unos nectarines de suave piel.
 
“Eres el más fácil de atormentar. Además no me perdería ni un sólo segundo de tu real mal humor, príncipe.” Le dijo de buen humor mientras le hacía una profunda reverencia.
 
“Blaise, ¿qué mosca te picó hoy?” Preguntó molesto. Su amigo sabía que el apodo le molestaba mucho más que los apodos que Pansy podía imaginar. De pronto supo la respuesta. “No. Digas. Nada. Más.” ¿Cómo podía haber olvidado que la rubia había ido en busca del moreno de largos cabellos justo después de haberse encontrado con ella. Pansy tenía ese efecto en Zabini cada vez que la chica se concentraba en hacerlo perder la prudencia. El moreno sonrió con malicia y Draco casi pudo sentir cómo sus hormonas irradiaban en todas direcciones. Murmuró por lo bajo mientras se servía algo de crema de frambuesas para acompañar los nectarines.
 
“La próxima vez que sepa que Panse te ha jodido el cerebro me voy a quedar en mi habitación.” Siseó con disgusto. No bien había terminado de hablar cuando la mencionada rubia hizo su aparición en el comedor sentándose con toda la gracia de la cual era capaz, casi como una veela, al lado de Zabini.
 
“Buen provecho.” Dijo a modo de saludo mientras depositaba un beso en la sien del moreno y sonreía con su perenne dulzura. Llenó su plato con su usual parsimonia y luego de probar delicadamente lo que había elegido centró su atención en Draco.
 
“Espero que no olvides que aún nos faltan algunos detalles que discutir para la fiesta, querido.” Draco volteó los ojos con fastidio.
 
“Lo sé, Panse. Pero esta noche tengo otros asuntos que atender.” La chica arqueó una ceja curiosa pero Draco no dio señal alguna de comentar más al respecto y la seriedad de su rostro impidió que intentara sacarle más información. Con una mano hizo que sus cabellos azotaran fuera de su rostro y dio un respingo indignado pero rápidamente se volvió hacia su compañero de cabellos negros y procedió a ignorar al prefecto por completo.
 
Con el rabillo del ojo Draco observó a un chico de Ravenclaw levantarse de su lugar y dirigirse a la mesa de los Gryffindor. Se acercó al famoso Niño-que-había-vivido y le entregó una nota para luego retirarse de inmediato. Vio cómo los dos compañeros del moreno intentaban ver la nota o quitársela. No se preocupó, no conseguirían descubrir el verdadero mensaje.
 
Sin prestarle más atención a la escena continuó con su desayuno.
 
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Malfoy entró a la habitación de Harry como si perteneciera allí. El pelirrojo era el único que se hallaba con Potter a esas horas de la noche y jugaban animadamente al ajedrez sobre una mesa.
 
“Buenas noches, Malfoy.” Lo saludó el moreno mientras que su compañero le daba un aparatoso jaque mate con un alfil blanco. Había serenidad en su voz y sin embargo la sensación de estar viendo a un cervatillo acorralado no se le iba de la mente al rubio. Se corrigió mentalmente… aquel no era ningún cervatillo, una criatura de aspecto engañoso tal vez pero no un inocente cervatillo.
 
“Buenas noches, Potter, Weasley.” El pelirrojo levantó la vista en su dirección general a modo de saludo.
 
“Bueno, compañero, me retiro. Y recuerda lo que te dije.” Susurró de forma conspiratoria tratando de que el rubio no lo escuchara. Había algo de preocupación en los expresivos ojos azules y seriedad en su rostro. Harry asintió solemnemente.
 
“No te preocupes Weasley, creo que Potter sabe defenderse perfectamente. ¿No es así, Potter?”
 
“No es Harry quien me preocupa…” Sonrió ampliamente para luego girarse hacia Harry. “Me pregunto si una piel de hurón se vería bien en tu cama, compañero.” Exclamó con media sonrisa antes de escapar por la puerta.
 
“Maldito bastardo pecoso.” Siseó entre dientes el rubio. Harry sonrió deliberadamente. Había estado esperando el momento en que el rubio se presentara. Le había costado trabajo convencer a sus amigos de que no habría problema con quedarse sólo con Malfoy. Tuvo mucha suerte al descubrir que Hermione sentía estar muy atrasada en sus tareas a causa del castigo con lo que la convenció mucho más pronto. A Ron no le fue difícil de convencer, la única preocupación del moreno era que Malfoy lo sacara de sus casillas pero finalmente había cedido.
 
Cuando el pelirrojo cerró la puerta el rubio se le acercó con lentitud. “¿Te molesta si comenzamos?”
 
“¿Te molesta esperar?” Replicó cortésmente. El rubio le dio una sonrisa burlona mientras le hacía una corta reverencia y Harry se desapareció en el baño cerrando la puerta tras de sí. No tuvo que mirar al espejo para saber que era observado con interés.
 
“Estás planeando algo.” Susurró su reflejo con malicia.
 
“No estoy planeando nada. Tampoco quiero que te entrometas.” Susurró entre dientes mientras comenzaba a desvestirse.
 
“No me parece necesario intervenir cuando sacas a relucir tu lado Slytherin.” La respuesta fue una risa afectada.
 
“No… sólo cuando sale mi lado Gryffindor… qué oportuno.” Siseó mordaz.
 
“Si supieras controlar tus pataletas no tendría necesidad de hacerlo.” Comentó y los ojos rojizos se iluminaron con malicia desde el otro lado del espejo.
 
“Déjame en paz.” Gruñó en voz baja el moreno.
 
“Te molesta que tenga razón.” Comentó con inflada satisfacción.
 
“Lo que me molesta es que seas un sabelotodo engreído. Juro que haces ver a Hermione como una dulce y humilde mujercita.” Siseó Harry
 
“No me compares con esa sangre sucia.”
 
“Era una halago… media sangre.” Le increpó el joven para luego colgar una toalla sobre el espejo.
 
“¿Cómo te atreves?” Exclamó indignado el reflejo desde abajo de la toalla pero Harry ya se metía a bañar. Salió unos quince minutos más tarde, sólo con una toalla y aunque su cuerpo temblaba imperceptiblemente por el nerviosismo al menos se recordaba que ninguno de sus amigos estaba presente por lo que no podrían juzgarlo. Dejó escapar un largo suspiro antes de abrir la puerta del baño, mismo que tuvo que contener al ver el estado del rubio.
 
Malfoy tenía puestos unos pantalones blancos que parecían ser los de un pijama, encima de eso una camisola del mismo material amarrada a un lado y lo esperaba sentado en el borde de la cama. A su lado sobre la mesita de noche descansaba inocentemente el frasco de aceite comestible. Al verlo salir los rosados labios se curvaron levemente con malicia, subió los pies a la cama y le indicó que lo imitara. Harry procedió a subirse a la cama e imitar la posición de piernas cruzadas de frente al rubio. Sentía muchísima curiosidad, aparentemente el rubio no lo haría esperar demasiado.
 
“Luego de los eventos de esta mañana llegué a la conclusión de que no te molesta mi cercanía como había pensado en un principio.” Comenzó a decirle mientras lo miraba directamente a los ojos con su mirada líquida aunque carecía en esos momentos de la cualidad abrasadora que habían poseído en la mañana. “Por lo tanto pensé que te agradaría saber que existen otras formas de relajarse sin tener que ser pasivo o sentirse humillado.” Harry bajó la vista y Malfoy continuó. “Aquí no hay nada de qué avergonzarse, Potter. Sólo tienes que seguir mis instrucciones al pie de la letra. Comenzaremos con los brazos que es lo más sencillo.” Se desató la cinta de la camisola y se la quitó quedando en un estado similar al del moreno. Harry no pudo evitar pasear su vista por los brazos y el pecho del rubio. La voz suave lo hizo prestar atención nuevamente. “Te mostraré paso a paso los movimientos y luego los repetirás conmigo.”
 
“¿Contigo?” Lo vio asentir mientras se estiraba para alcanzar el frasco de aceite. Apenas lo había abierto un exquisito olor a miel y especies inundó el aire cercano. Harry cerró los ojos levemente… el aroma le recordaba a Severus y con Draco en la habitación no era muy difícil volver a recordar lo que en un mal momento su libido le había indicado de ambos. Sin embargo no dijo nada, no quería dejarle saber al rubio que él tenía una idea de para qué servía el aceite. Quería saber con exactitud hasta dónde era capaz de llegar Malfoy para alcanzar el poder, porque en su mente no había ninguna duda de que aquella invitación para verse a solas esa noche y el uso del aceite eran sólo tácticas para fomentar alguna especie de lazo cuya única finalidad era asociarse con el poder que ahora representaba.
 
Malfoy vertió una pequeña cantidad en su mano y colocó el frasco entre sus piernas para frotar el aceite entre sus manos, calentándolo levemente. Con cuidado tomó la mano derecha del moreno y comenzó a cubrirla con el aceite. Harry sintió el calor subirle desde la mano hasta el cuello y luego regársele a todo el cuerpo. Dio un tembloroso suspiro pero Malfoy no comentó nada y continuó con aquellos delicados toques en su mano. Antes que pudiera fijarse realmente en lo que hacía el rubio le soltó la mano y le vertió un poco de aceite en la palma. Con los ojos verdes muy abiertos Harry procedió a frotar el aceite entre sus manos y con un poco de timidez tomó la mano derecha del rubio entre las suyas.
 
“Parece que no tuviste tiempo de sentir los movimientos, Potter.” Susurró con malicia el rubio y le volvió a tomar la mano para mostrarle. Esta vez Harry prestó más atención y cuando le tocó el turno pudo imitar los movimientos con más certeza. Repitieron los movimientos con ambas manos y finalmente el Slytherin comenzó a masajear sus brazos.
 
Cada vez que el moreno lo tocaba Draco sonreía en su interior. Podía sentir el temor del Gryffindor, el temblor y la verguenza. Por las barbas de Merlín, seducir a Potter era pan comido. Continuó con calma hasta masajear ambos brazos, hombros, parte del rostro y cuello. Esperando cada vez que el joven repitiera los movimientos. Con extrema paciencia esperó hasta que el joven cerró los ojos levemente mientras le masajeaba parte del pecho. Rozó como al descuido la piel más oscura que se había endurecido hacía un rato ya y escuchó con satisfacción un medio suspiro medio gemido.
 
Harry permaneció con los ojos cerrados al sentir la caricia y respondió como su cuerpo le pedía que respondiera, arqueándose suavemente y dándole voz a lo que sentía. No iba a negarse lo que el rubio le estaba ofreciendo aún cuando fuera por la razón equivocada. Menos cuando al final todo podía ser una cruel broma. “¿Qué haces?” Susurró sin abrir los ojos.
 
“¿No es obvio?”
 
“¿Por qué?”
 
“Es otra forma de relajar el cuerpo.”
 
“Oh…”
 
“¿Te agrada?” Harry sólo atinó a responder con la cabeza puesto que el rubio lo estaba acariciando nuevamente muy cerca de la sensitiva piel. “Te toca.” Dijo de repente soltándolo. Harry abrió los ojos y por unos instantes se quedó inmóvil tratando de descubrir por dónde iba a comenzar. El problema fue resuelto por el rubio al tomarle las manos y ponérselas directamente sobre el pecho desnudo. Con temor sus dedos comenzaron a trazar los movimientos requeridos y al cabo de unos instantes vio cómo las líquidas profundidades se cerraban con placer.
 
La verdad aquella aparente confianza era algo nuevo para Harry. Nunca en su vida alguien le había dado permiso para tocarlo, menos de aquella forma y aún cuando Malfoy tuviera las razones equivocadas para permitírselo el acto era simplemente demasiado para su comprensión. Por simple reflejo retiró las manos que acariciaban y las puso en su regazo examinándolas detenidamente como si nunca las hubiera visto antes.
 
“¿Qué sucede?” Preguntó confundido el rubio mientras arqueaba graciosamente una ceja.
 
“Nada.” Musitó. “¿Podríamos terminar con esto de una vez? Me gustaría irme a dormir.” Draco no podía creer que el moreno lo estuviera rechazando de esa forma. ¿Quién demonios se creía para hacerlo?
 
“¿Cuál es el problema, Potter? ¿Tanto te desagrada tocarme?” Siseó de repente el rubio molesto por la acción.
 
“¡No! Eso no es…” Se mordió los labios con fuerza intentando encontrar las palabras adecuadas pero aún así no quería explicarle al que tantas veces lo había torturado el sentimiento que el acto de tocarlo provocaba en su interior. Pero Draco ya se había levantado de su posición. El y su gran bocota, ¿por qué no podía haberla dejado cerrada por unos minutos? “Demonios.” Susurró por lo bajo cuando el rubio le indicó con brusquedad que se acostara sobre la cama. Obedeció sumisamente, arrepentido de que la atmósfera hubiera cambiado de forma tan repentina a su alrededor. Intentó lo mejor que pudo estar completamente quieto cuando los dedos de Draco comenzaron a moverse sobre su espalda. Los movimientos eran algo bruscos si los comparaba con las primeras veces que el rubio lo había tocado.
 
Pero la menos esos movimientos bruscos le eran mucho más familiares que los suaves con los que habían comenzado. Su familiaridad con lo brusco y lo violento en esos momentos lo tranquilizaba de una forma extraña sin embargo no podía sacudirse el sentimiento de que de alguna forma había herido la sensibilidad de Malfoy. La voz de Ron le vino a la mente como un relámpago ¿Malfoy sensible? ¡Bromeas!
 
No fue hasta que Malfoy le pidió que se volteara que salió de su ensimismamiento. No podía ignorar ahora la mirada directa que le daba el rubio. Estaba enojado, eso era obvio, pero Harry todavía no podía decidirse si le importaba o no lo suficiente. Las manos del rubio recorrían toda la expansión de su pecho pero no de la misma forma que minutos antes, no le provocaban las mismas sensaciones.
 
El rubio se había concentrado en ignorar la mirada de Potter. Había ido con una sola idea en mente, seducirlo y un simple rechazo lo había sacado de sus casillas. ¿Cómo demonios se dejaba amilanar de esa forma? El era un Malfoy, los Malfoy no se detenían ante una estupidez como aquella. En lo profundo del pecho hizo eco un gruñido airado y sin darse tiempo para meditarlo descendió sobre el cuerpo que yacía sumiso bajo sus manos.
 
“¡Malfoy!” Fue lo único que pudo exclamar Harry antes de que el rubio reclamara como suya su boca por segunda vez aquel día y como la primera vez su boca se abrió bajo la fuerza de la otra, recibiéndolo con labios entreabiertos. Luego de una corta lucha Malfoy se enderezó dejando al moreno jadeando descontroladamente.
 
“¿Cómo es posible que no quieras tocarme y aún así me permitas besarte?” Exclamó el rubio con enojo. Harry se estremeció levemente con el tono del rubio. Era cierto, no entendía cómo era capaz de aceptar que el rubio lo tocara y no poder tocarlo de vuelta. “Tócame.” Murmuró entre dientes el Slytherin mientras entrecerraba los ojos visiblemente enojado. Le dio una mirada trémula de arriba a abajo y saltó cuando el rubio le gritó. “¡Vamos, hazlo! ¿A qué demonios le tienes miedo, Potter?”
 
Harry se levantó de repente de la cama y se alejó. “¡Tú no lo entiendes, Malfoy!” Exclamó de pronto. “Puedo hacerte daño. Todo lo que toco lo destruyo.” Siseó entre dientes.
 
“¿Me crees tan débil que no pueda sobrevivirte? Eres un iluso, Potter, soy un Malfoy, soy más de lo que tú podrías llegar a ser alguna vez.”
 
“¡Tengo más poder que tú y que toda tu familia juntos!”
 
“Pero tengo una ventaja sobre ti.” Murmuró bajándose de la cama y volteando al Gryffindor para quedar frente a frente. “Sé controlarme, sé sacar el máximo de mis habilidades, sé manipular el poder a mi conveniencia. Es por eso que tienes miedo, Potter. Tendrás muchísimo poder pero no te servirá de nada mientras no sepas controlarlo.” Los ojos verdes se mantuvieron clavados en el suelo hasta que Draco lo tomó de la barbilla y levantó su rostro. “Yo te puedo enseñar.” Susurró de la forma más serena que pudo. “Sólo tienes que confiar en mí.”
 
Draco rogó con todas sus fuerzas que el estúpido Gryffindor cayera por aquella tonta excusa. En su momento le había parecido una de sus ideas más bizarras pero viendo cómo los verdes ojos comenzaban a tragarse su falso enojo y sinceridad se dijo a sí mismo que era uno de los mejores actores de todo Slytherin después de Blaise, aunque nunca pudiera confesarlo en voz alta. Finalmente lo vio asentir y tuvo que contener un grito de satisfacción para no delatarse. Sin embargo no pudo evitar reclamar con fiereza los labios del moreno. Si iba a engañarlo haciéndole confiar para qué negarse a sí mismo la satisfacción de aprovecharse de la situación. Ahora vendría la parte más difícil, conservar la confianza de Potter hasta el día señalado por su padre y si podía hacerla crecer, hacerla más ciega entonces mejor. Lamentablemente eso incluiría no aprovechar del todo aquella situación tan propicia para mostrarle al moreno cómo realmente funcionaba el aceite comestible.
 
Suspiró imperceptiblemente, la paciencia era una de las pocas virtudes necesarias para un Slytherin, paciencia para esperar ya fuera el momento de la venganza o el momento de la victoria. Paciencia.
 
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Gracias por leer.