Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ En Silencio ❯ Capítulo 12 ( Chapter 12 )

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Capítulo 12
 
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
 
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Esa noche el castigo no le fue de mucha ayuda al moreno. Se había quedado tenso, murmurando de a ratos bajo la respiración. Draco sentía que trataba de trasmutar un pedazo de madera en piel. Exhausto y molesto decidió terminar y al ver su expresión ninguno de los jóvenes intentó retenerlo más tiempo en la habitación. Harry por su parte continuó con aquel humor y ni siquiera mostró curiosidad cuando el rubio se detuvo y comenzó a limpiarse las manos y a recoger los frascos.
 
“Harry.” Murmuró Hermione preocupada pero Harry se levantó furioso de la cama. Estaba cansado de que sus amigos lo ignoraran para de pronto preocuparse por su bienestar. Ese día no había sido el mejor de su vida, sentía verguenza por lo que le había hecho al profesor Snape y no quería hablar del asunto. Encima de eso sabía en su interior que su destino se reía a carcajadas de lo que le estaba sucediendo y la voz comenzaba a fastidiarlo. No que no pudiera controlarse pero hoy no podía, no quería seguir escuchando lo que tuvieran que decirle. Simplemente los pequeños detalles convergirían en unos momentos frente a sus amigos convirtiéndose en algo imposible de controlar.
 
“No, Hermione, no quiero hablar de esto.” Exclamó levantando la voz más de lo normal. Ron se interpuso de inmediato entre Harry y la joven.
 
“Harry, Hermione tiene razón. Nos estás dejando fuera, compañero, nos preocupas…”
 
“Les doy miedo.” Gimió Harry entre histérico y molesto. “¡Soy… un… monstruo!” Gritó con respiración forzada perdiendo el poco control que le quedaba, alrededor de su cuerpo un aura roja comenzó a refulgir violenta y Draco que estaba cerca de la cama fue empujado con fuerza por ella perdiendo el equilibrio y dejando caer los frascos al suelo.
 
“¡Harry!” Gritó el pelirrojo, sus expresivos ojos azules fijos en su amigo que los miraba desde arriba de la cama con una expresión furiosa.
 
“¡No, Ron! Estoy cansado. Cansado de hacer todo lo que me ordenan hacer, cansado de seguir instrucciones y esperar no ser consumido por… esto.” Bramó asqueado.
 
“Por favor, Harry, por favor cálmate.” Gimió Hermione sin embargo ninguno de los dos Gryffindor había retrocedido. Draco los observaba desde el suelo a donde había ido a parar al perder el equilibrio. Los dos amigos enfrentándose a lo que era en esencia el poder de Harry Potter, aquel mismo poder que había consumido a Voldemort en la hora final. Draco no había presenciado la hora final del mago más temido de todos los tiempos, su padre le había ordenado proteger a los hijos de mortífagos que debían permanecer en Hogwarts. La realidad era que su padre no esperaba que ese día Potter venciera a su señor. Las verdadera intención de Lucius había sido salvaguardar a los futuros mortífagos que llenarían los espacios que sus padres probablemente dejarían vacantes durante la batalla final, porque de eso ambos bandos estaban seguros, aquella iba a ser la batalla final. Al final el Niño Que Había Vivido había obtenido la victoria con un hechizo que ninguno de los presentes había visto jamás y el cuerpo de Lord Voldemort había sido consumido.
 
Sus oídos retumbaban con el sonido ensordecedor del aura que comenzaba a llenar la habitación provocando explosiones doradas que hacían estallar algunas de las posesiones del chico. Draco estaba absorto y no pudo evitar que su boca se entreabriera cuando la fascinación dominó sus sentidos. Poder… crudo… limpio… aterrador. La clase de poder que un Malfoy anhelaba poseer y controlar. Sus ojos grises observaban el cuerpo tenso del moreno con reverencia, admirando los brillantes tentáculos de magia dorada que comenzaban a chocar contra las paredes de piedra de la habitación y hacían temblar el castillo desde sus cimientos sin que los cuatro se dieran cuenta.
 
En esos momentos Draco comenzó a distinguir voces en la estática del sonido que producía el aura mágica, era como la primera vez que había sentido la mínima conexión con la magia de Potter, aquella electrificante sensación.
 
Ira. Rencor. Tengo miedo. Acércate. Estoy solo. Odio. Soy un monstruo. Tengo tanto miedo. ¿Qué sucede? Ayúdame. Acércate. Necesito…
 
Draco se puso en pie en contra del poder que emanaba del cuerpo del joven que continuaba gritando incoherencias en dirección a sus amigos quienes no se retractaban un sólo paso manteniéndose firmes y tratando de razonar con él. Su mente trató de comprender cómo era posible que los dos Gryffindor continuaran de pie ante tal demostración de poder sin caer de rodillas y… besarel borde
 
Dio un paso en dirección al joven y su cuerpo se estremeció de los pies a la cabeza.
 
Acércate. Ayúdame. Tengo miedo. Necesito… que te acerques… necesito…
 
Se acercó otro paso como en trance, las grises profundidades humedecidas por el esfuerzo de no perder ni un sólo detalle de la gloriosa visión. Una nueva oleada de magia se desprendió del aura y envolvió a Draco por unos segundos acariciando su propia magia y provocándola a someterse a la voluntad de la más fuerte. El deseo de obedecer le nubló la mente y sin razonamiento alguno terminó de acercarse a un Harry Potter que parecía no darse cuenta de su presencia ni de su cercanía. Se debatió entre caer de rodillas y besar el borde de las ropas del joven hasta que recordó que la única pieza que el moreno tenía encima era la toalla.
 
Pero para qué besar el borde de una toalla si los labios de Potter eran mucho más provocativos, mucho más deseables. Con un último impulso se subió a la cama, de pie frente al joven y lo tomó de la nuca uniendo sus pálidos labios con los tiernos pero enrojecidos labios que gruñían ininteligiblemente.
 
Harry sintió la húmeda calidez invadir su boca y todo el coraje y la ira que sentía se desvanecieron en una nube de confuso bienestar. Ron y Hermione observaron estupefactos cómo la furiosa aura roja se esfumaba absorbida nuevamente por Harry. Todo cesó, el ruido, el poder, el temblor del colegio, todo cesó y se detuvo en el único instante en que los labios del rubio permanecieron sellados sobre los del moreno. Harry cerró los ojos perdido en las sensaciones hasta que le fue devuelta la capacidad de respirar. Con ojos muy grandes observó el rostro de Draco Malfoy, la boca entreabierta, las mejillas sonrosadas, los labios enrojecidos y la respiración errática. En esos momentos el latigazo de la magia que había absorbido segundos antes lo golpeó y todas sus energías desaparecieron. El esfuerzo de absorberla había sido tan grande que no se había detenido en el exceso sino que también había consumido parte de sus niveles normales. De no haber sido porque Malfoy aún lo sujetaba por la nuca y de alguna forma había pasado su brazo alrededor de su cintura habría caído al suelo. Una paz que no había sentido conocido nunca lo sobrecogió y el absoluto silencio de su mente cubrió todos sus pensamientos como un rico bálsamo. La sensación lo atrapó en un abismo blanco que aceptó sin protestar y su cuerpo se derrumbó sobre el de Draco.
 
“Demonios sangrientos.” Susurró el pelirrojo. “Lo besaste.” El rubio no contestó, estaba absorto contemplando el rostro relajado del joven sobre su pecho. Con cuidado fue bajando el cuerpo hacia la cama y con extrema delicadeza lo acomodó sobre las sábanas y lo cubrió.
 
“¿Cómo hiciste eso, Malfoy?” Preguntó Hermione cuando logró articular palabra.
 
“Lo besaste.” Volvió a repetir Ron.
 
“No lo sé… yo sólo… tuve que hacerlo.” Musitó el rubio sin poder apartar su vista del joven moreno. Poder absoluto… perfecto.
 
“¡Lo besaste!” Exclamó Ron por tercera vez y Hermione le propinó un buen golpe. “¡Ouch!”
 
“Ya, Ron, es obvio que lo hizo. ¿Malfoy, acaso no sabes lo que pudo haberte pasado?” Exclamó horrorizada la joven de cabellos castaños. “Pudo haberte… o sea… él estaba… por Merlín, Malfoy. Tú lo controlaste.” Susurró aturdida.
 
“No lo controlé, Granger. Yo sólo hice lo que me estaba pidiendo.” Susurró mientras continuaba absorto acariciando los negros cabellos que caían sobre la frente del joven. Tanto poder… tanta perfección, tenía que pertenecerle… pero no sabía si él a la perfección o la perfección a él. Tenía que poseerle.
 
“¿Qué es lo que sucede aquí?” Un agitado maestro de pociones abrió la puerta de golpe. Al ver al joven Gryffindor sobre la cama inconsciente no pudo mantener la controlada máscara de serenidad y se acercó presuroso al lado de donde yacía el joven vertiendo sobre el joven toda su preocupación. “¿Qué sucedió?” Preguntó confundido. Pasó su rostro sobre los tres ocupantes pero ninguno parecía capaz de contestar. Finalmente el pelirrojo levantó una mano tímido y señaló al rubio. Fue entonces que Severus se percató de la mirada que el joven Draco le estaba dando al moreno. “¿Draco?” Lo llamó pero el joven no respondió, llamó una segunda vez pero no fue hasta que lo sacudió levemente por los hombros que el rubio le prestó atención. Tenía la mirada perdida.
 
“Profesor…” Reconoció finalmente el joven.
 
“Joven Draco, ¿qué sucedió con Potter?” Exclamó en un susurro. Draco parpadeó, su profesor se notaba muy cansado, algo que no era usual en el hombre. Estaba más pálido, sus negros cabellos de cuervo estaban algo revueltos, como si algo le hubiera sucedido. Pero si el rubio hubiera podido verse hubiera notado que su propia apariencia no estaba muy lejos de la del hombre.
 
“Harry… él liberó su aura.” Musitó confundido aún. “Es muy poderosa… y hermosa. Es perfecta…” Susurró con aquella mirada de adoración y Severus comprendió que no podría sacarle nada más, el joven continuaba en cualquiera que fuera el trance en que el Gryffindor lo había atrapado. Se volteó hacia los otros dos jóvenes, ambos estaban extremadamente pálidos y lo más probable era que aún estuvieran en shock. Se pasó una mano por los negros cabellos y suspiró, después de todo había sólo unas cuantas cosas que la falta de experiencia podía asimilar y aquellos jóvenes aún estaban aprendiendo. El día había sido uno largo y ahora la noche parecía que no iba a tener fin. Suspiró profundamente y se preparó mentalmente para lidiar con los tres jóvenes, más tarde intentaría hablar con Potter.
 
Se puso en pie con sintiéndose más agotado que de costumbre y con las intenciones de llevar a los dos Gryffindors y a Draco a la oficina del director para ver qué podían sacar de aquello que balbuceaban. Entonces vio que el pelirrojo señalaba de forma muda la forma sobre la cama. “Señor Weasley, le sugiero que cierre la boca si no quiere atrapar algún mosquito.” Murmuró enojado pero al ver que la joven imitaba a su compañero con expresión de terror el profesor se giró nuevamente hacia donde señalaban ambos.
 
Sobre la cama el que había estado inconsciente hacía unos segundos atrás había vuelto a abrir los ojos, gemelas lenguas de fuego saludaron al profesor con fría expresión.
 
Imperius.” La voz algo más profunda del joven lo hizo sentirse como si flotara en una nube. Sabía que aquella era la maldición del imperius y no podía creer que Potter se la hubiera lanzado con tanta facilidad. Intentó luchar contra ella pero la voz que resonó en su mente le hizo temblar. No podía ser que estuviera allí. Sin darle demasiado tiempo recibió la orden de obliterar a los tres jóvenes de la memoria que acababan de presenciar. Sin poder evitarlo hizo lo que la voz le pedía y luego escuchó como de lejos su propia voz indicándole a los jóvenes que regresaran a sus respectivas casas que él se haría cargo del problema.
 
Cuando estuvo sólo en la habitación la maldición terminó y parpadeó varias veces para encontrarse sentado al lado del lecho de alguien que se parecía a Harry Potter pero no lo era. Los cabellos continuaban revueltos pero las facciones eran duras y sus ojos refulgían de un color que no era el suyo.
 
“¿Quién eres?” Se sintió preguntarle. El joven simplemente levantó una mano en su dirección y la posó justo sobre su marca en el brazo derecho. El dolor fue increíble pero escuchó claramente lo que le decía.
 
“Lo siento Severus, pero no puedo dejarte este recuerdo. Obliviate.” Cuando Severus Snape recobró la consciencia de lo que hacía se hallaba en medio del Gran Comedor. Muchos estudiantes parecían tan perdidos como él y otros continuaban en estado de shock. Recordó el temblor de la escuela y se puso en movimiento de inmediato revisando si alguno de los niños y jóvenes de su casa estaban heridos.
 
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El profesorado hizo un gran esfuerzo por descubrir lo que había causado el temblor, pero ni siquiera Dumbledore pudo dar con una respuesta convincente. Por lo que el evento fue atribuido a un leve sismo, cosa que no había ocurrido en años. Ese día habían cancelado las clases puesto que el nerviosismo de los estudiantes hacía imposible que prestaran atención. McGonagall y Severus habían sido los primeros en cancelar siendo los más molestos por la falta de atención.
 
Un grupo de Slytherin se dirigía al campo de Quidditch, aprovechando el furtivo descanso para practicar, obviamente Draco se hallaba entre ellos. El buen humor reinaba entre los miembros de la casa de las serpientes desde el partido que le habían ganado a Gryffindor.
 
A pesar de los buenos ánimos circundantes Draco no había sacado ninguna satisfacción de ese partido, el juego que quedaba era contra Ravenclaw ya que habían vencido a Hufflepuff a principios de temporada mucho antes que a Gryffindor. Ese año las cosas se pintaban bien pero Draco no estaba emocionado. El partido que realmente había estado ansiando era el de Gryffindor y los resultados a pesar de ser a su favor no habían sido del todo satisfactorios.
 
Se volvió a ajustar los guantes de cuero y los protectores de brazo para finalmente trepar a su escoba. Con un fuerte golpe se halló en el aire a varios metros del suelo y sin preocuparse demasiado comenzó a escudriñar el campo en busca del reflejo dorado.
 
Al cabo de unos quince minutos una bludger le pasó bastante cerca, sus compañeros estaban masacrándose los unos a los otros al estilo Slytherin. Estaba absorto en eso cuando un reflejo dorado atrajo su atención, estaba cerca de la torre de astronomía. Le extrañó que estuviera en esa dirección puesto que se suponía que la esfera no se alejara tanto del campo de Quidditch. Se acercó con cautela tratando de divisarla nuevamente.
 
Para su deleite descubrió algo más interesante. Potter estaba sentado en el alfeizar de una de las grandes ventanas, una pierna levemente doblada sobre el borde de piedra y su túnica de la escuela flotando levemente donde colgaba fuera de la ventana. Tenía la cabeza inclinada sobre los brazos como si dormitara. Draco sonrió con malicia, era la oportunidad que había estado esperando. Se acercó con cuidado.
 
“Oye, Potter.” Susurró con voz serena para no asustarlo. El moreno levantó el rostro levemente y Draco pudo ver las verdes esmeraldas algo enrojecidas y aguadas mirándolo con una mezcla de asombro y coraje.
 
“¿Qué quieres, Malfoy?” Le preguntó con voz rasposa el moreno. Con la gracia de un gato Draco se acercó a la ventana y asiéndose con una mano al borde de piedra desmontó y se dejó deslizar hasta quedar sentado en una posición similar en el alfeizar pero del lado contrario. Harry bajó las piernas de inmediato, la cercanía del rubio en esos momentos no era bienvenida. En su mente sólo tenía los eventos que habían sucedido el día anterior. Sabía lo que le había pasado a sus amigos, al Slytherin y a su profesor de pociones pero no se veía cambiando lo que había sucedido. Ya era suficiente con que hubiera perdido el control y casi derribar la escuela sepultando a todos en su interior.
 
Llevaba un buen rato solo en la torre. Se había encargado de estarlo con un hechizo de no existo en las puertas pero obviamente había olvidado que la torre tenía otros accesos como las ventanas. No había estado llorando pero sí tenía ganas de hacerlo, el problema era que las lágrimas no le salían de los ojos por lo que su rostro estaba levemente enrojecido y su nariz miserablemente enrojecida. Sentía que lo menos que necesitaba en esos momentos era que Malfoy se burlara de su frustración. Pero claro, Malfoy no recordaba nada por lo que seguramente metería las patas al instante de abrir la boca.
 
Luego de unos minutos de silencio miró de soslayo al rubio. Claro que el joven lo observaba de vuelta aunque no con la expresión de burla que esperaba. Lo observaba con seriedad y si se hubiera atrevido a mirarlo de frente hubiera notado la intensidad de aquella mirada metálica.
 
Draco cruzó la escoba sobre sus piernas y apoyó las manos en ella. “Me pareció ver la snitch en esta dirección.”
 
“No está aquí, seguramente esté sobrevolando el campo de Quidditch.” Murmuró como si fuera lo más obvio del mundo.
 
“Pero encontré algo más interesante.” Susurró el rubio inclinándose levemente.
 
“¿Sí? ¿Qué?” Dijo bruscamente el moreno como lo haría un niño de seis años que intenta mostrarle al mundo que su curiosidad no existe.
 
Draco se atrevió entonces a tocar el borde de la manga de la túnica de Harry trazándola con un dedo sobre el brazo y llamando la atención del joven que volteó lentamente a ver qué era lo que sentía en su brazo. “A ti.” Harry levantó los ojos atónito en dirección al rubio. Quizás sus oídos lo habían engañado. Parpadeó con lentitud pero la mirada del rubio continuaba clavada en su rostro.
 
“¿A… mí?” Susurró conteniendo el aliento temiendo que aquello fuera tan sólo otra cruel broma del rubio.
 
“Dime, Potter. ¿Cuán poderoso eres realmente?” La realidad llegó entonces de golpe. ¿Cómo podía olvidar que a los Malfoy sólo les interesaba el poder? Los atraía como mariposas a la llama, hermosas mariposas cuyas alas reflejaban el poder del cual se alimentaban.
 
“Ah… de eso se trata. Poder.” Murmuró con decepción el moreno. “¿No lo sentiste aquella noche aquí mismo?” Dijo con sarcasmo mientras se ponía en pie y caminaba al centro de la torre y elevaba los brazos en dirección a las paredes. Dejó escapar una risa carente de sentimientos. Se volteó hacia el rubio en grácil ademán. “¿No lo sentiste mientras colgabas en el aire, Malfoy?” Susurró al tiempo que una de sus manos se cerraba en el aire y Draco casi pudo sentir nuevamente aquel poder aplastándolo lentamente. “Pude haberte matado.”
 
Levantó levemente la barbilla con aquella expresión de superioridad que Harry había llegado a conocer tan bien en seis años y algo más. “Venciste al señor tenebroso, sé que eres poderoso. Quiero saber cuánto.” Susurró cuando estuvo seguro de que su voz no temblaría. Harry le devolvió un resoplido ahogado.
 
“¿Me tienes miedo, Malfoy?” Preguntó el joven ladeando la cabeza tratando de dilucidar la razón por la cual el rubio le preguntaba aquello. Sentía que Malfoy estaba en aquellos momentos evaluándolo como un posible aliado o hasta como un posible medio para alcanzar sus fines… fueran cuales fueran. Draco por su parte se sintió enfurecer. Los Malfoy no le tenían miedo a nada, ¿cómo se atrevía a pensar que él, Draco Malfoy, podía sentir miedo de él… Harry Maldito Potter.
 
Se puso en pie resuelto y dejó la escoba apoyada contra el alfeizar. Con tres pasos bien medidos estuvo parado frente al moreno dándole una mirada glacial digna de un insultado príncipe. “Si te tuviera miedo no me habría acercado a ti ni durante el castigo ni ahora.”
 
Estuvieron midiéndose unos instantes, ambos habían alcanzado alturas similares y musculaturas similares aunque la esbeltez de Harry se debiera más a los malos tratos y no al gusto exigente de un noble. En los ojos verdes Draco podía ver reflejado el obstinado temperamento propio de los rojos leones pero también podía ver la perspicacia propia de las serpientes. Era una combinación extraña, especialmente cuando en la dureza de aquella mirada relucía extrañamente una inocencia maltratada. Levantó una mano aún enguantada al rostro del moreno. Lo vio llenarse de sorpresa, la necesidad de escapar cuajada en esos mismos ojos pero imposibilitado de obedecer sus deseos de protección como todo buen Gryffindor. ¿Cómo podía ser aquel rostro el dueño del poder abrasador que lograra derrotar al señor tenebroso?
 
“No te engañes, Malfoy. Soy un monstruo.” Las palabras le sonaron extrañamente conocidas, como si ya las hubiera escuchado con anterioridad. Las sentía resonar en sus oídos en furiosos gritos.
 
“¿Un monstruo? Si lo fueras dónde están las garras atrofiadas… o la boca torcida…” Susurró el rubio pasando el pulgar con suavidad por los labios del joven. “¿Dónde escondes los cuernos y las escamas?” Elevó la otra mano y acarició con suavidad la frente del moreno quitando los oscuros mechones que revelaban la cicatriz en forma de rayo. “¿Dónde guardas los colmillos?” Susurró aún más bajo, casi contra sus labios. Lo sintió alejarse y lo retuvo a la fuerza. “¿Tienes la lengua bifurcada?” Sonrió con abierta malicia mientras salvaba el espacio entre sus rostros y le daba un beso lánguido. La boca del moreno lo recibió sin poner resistencia y se abrió para permitirle pasar.
 
Draco no se esperaba ser recibido con tan poca resistencia. Su corazón dio un extraño vuelco al pensar que quizás el moreno lo había estado esperando hacía tiempo, que no sólo lo había estado deseando como había descubierto días atrás en el Gran Comedor. Exploró la húmeda cavidad con lentitud mientras las lenguas de ambos se acariciaban con tortuoso placer. Se sentía tan perfecto… tan abrasador.
 
Lo dejó ir poco a poco, terminando con pequeños besos que parecían querer asegurarse de que la próxima vez serían bienvenidos nuevamente. “¿Dónde están los ojos rojos de demonio…?” Susurró con voz cargada sin esperar la reacción que provocaría.
 
Harry abrió los ojos como platos y se tensó, empujándolo con fuerza y desprendiéndose de su cuerpo. Draco se tambaleó levemente con el ataque, el rechazo lo había tomado por sorpresa. Buscó la razón y sólo vio que los labios del moreno temblaban levemente. Con una mirada más profunda notó que todo su cuerpo temblaba. No tenía idea de qué podía haberlo causado pero su mente le proporcionó un recuento de lo que había sucedido aquella noche cuando había provocado al joven. Los verdes ojos se fijaron en su rostro mientras el joven daba un paso lento pero decidido en su dirección.
 
La mano derecha de Harry se levantó repentina con reflejos únicos en dirección al rostro del rubio. Draco no pudo evitar cerrar los ojos preparándose para lo peor. Sintió finalmente que el moreno tomaba su mano izquierda y le ponía algo en ella, cerrando sus dedos contra el objeto con fuerza.
 
“Recuerda que no me tienes miedo, Malfoy.” Susurró Harry dolido. Cuando Draco se dignó a mirar lo que había en su mano vio la snitch. A pesar de que los Malfoy no mostraban sus emociones Draco dejó escapar un suspiro de alivio. Cuando finalmente captó lo que había pasado dio un resoplido indignado y sus ojos se entrecerraron molestos mientras se retiraba unos pasos. “No todos los monstruos se muestran como los esperamos ver. Algunos saben vivir y actuar como humanos cuando quieren decepcionar.” Añadió el moreno sin emoción en su voz.
 
“Si eres un monstruo, Potter… acabas de conocer a tu asesino.” Siseó desafiante el rubio. Recogió la escoba y se giró repentino hacia el moreno. Harry lo esperó sin inmutarse pero no se esperaba que Draco lo tomara de la nuca y le forzara un beso. Sus labios se abrieron como antes, como si estuvieran desconectados de su mente y cuando el joven de ojos grises lo dejó ir sintió perder la compostura. “Y cuando termine contigo serás tan humano como cualquiera. Marca mis palabras, los Malfoy no prometemos en vano.” Harry no podía despegar los ojos de la visión que presentaba Draco en aquellos instantes, no sabía si porque aún el beso no lo dejaba pensar en otra cosa o si era que el rubio poseía algún embrujo que su sola presencia pudiera conjurar. Por Merlín, pensó, aquellos ojos lo tenían sujeto al lugar donde se hallaba sin permitirle moverse ni articular palabra y a la vez lo llamaban con furia instándolo a responder de inmediato a su llamado. ¿Cómo podía él negarle algo al que podía controlarlo con su sola presencia?
 
Necesito…
 
El rubio le dio una última mirada de arriba a abajo como grabando la imagen que presentaba allí de pie en medio de la torre con sus ojos verdes llenos de anhelo y confusión. Lo miraba con ira, enojo… no podía descifrarlo pero cuando los enrojecidos labios se curvaron levemente en aquella maldita sonrisa sintió su piel estremecerse y su pecho sacudirse desde el interior en respuesta. Lo vio regresarse a la ventana y trepar a ella con facilidad, dejándose caer luego sobre la escoba para dirigirse al campo de Quidditch, snitch en mano.
 
Salió finalmente de su pétrea inmovilidad y se acercó corriendo a la ventana para verlo alejarse. Su corazón latía tan aprisa que lo sentía en su pecho como un pájaro intentando escapar de una jaula. ¿Qué había intentado hacer Malfoy? Se llevó una mano a los labios. No había intentado, había hecho… ¡y cómo! Las rodillas le temblaban mientras continuaba allí, el beso aún ardiendo en su boca y en su cuerpo. Observó cómo los jugadores descendían lentamente al saber que la snitch había sido atrapada y pudo ver como si los tuviera de frente, aquellos ojos de un gris azuloso despedirse desafiantes.
 
Te necesito…
 
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Gracias por leer.