Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ Huevos Revueltos ❯ Capítulo 8 ( Chapter 8 )
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Capítulo 8
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
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Draco se alisó por enésima vez la túnica rojo borgoña que Ron le había regalado el día antes para que pudiera estar presentable durante la vista. No era su color preferido y hacía resaltar su palidez de una forma extraña pero el pelirrojo le había dicho que era para la buena suerte. Rojo Gryffindor. Además no tenía nada más que ponerse.
La punta de sus dedos parecía estar teñida del mismo color, como un sonrojo. Sus labios se hubieran perdido entre la blancura de su rostro de no haber sido porque llevaba horas mordiéndoselos del nerviosismo.
Harry había intentado tranquilizarlo y aún de pie a su lado derecho parecía que su hombro lo sostenía sólo por estar allí. A su lado izquierdo estaba Ron. Ambos aurores vestían sus uniformes. Esa mañana, cuando Draco los había visto esperándole frente a la chimenea para tomar la red floo hacia el Ministerio casi había olvidado que llevaba dos semanas en compañía de ambos, durmiendo, comiendo y viviendo todos juntos porque Ron no se había regresado a su apartamento.
El moreno le había preparado su plato preferido, huevos revueltos. A Ron, como siempre, le había preparado un plato de cereal con leche. Harry lo mismo comía de todo lo que preparaba. Todo había parecido normal, pero al momento de verlos frente a la chimenea, con sus uniformes pulcramente alisados, sus expresiones serias, sus cabellos levemente engominados… había sido suficiente para comenzar a perder las uñas apenas llegar al Ministerio. Harry había tomado su mano y luego de quitársela de la boca no la había vuelto a soltar. Ron le había puesto una mano en la espalda y parecía darle fuerzas para caminar. Ahora de pie frente al pequeño jurado ambos sonreían mientras Draco sentía morirse.
A pesar de todo su nerviosismo debía reconocer que no era lo que esperaba. Tan sólo tres hombres, dos mujeres, no había juez ni abogado pero al menos tampoco había un fiscal. “¿Draco, te sientes bien?” Preguntó Harry en su oído y el rubio asintió. Apenas hacerlo fueron llamados a acercarse al jurado. Draco se sentó en la silla que había mientras los dos aurores se quedaban de pie a ambos lados suyos.
Contestó todas las preguntas, se enrolló la manga de la túnica cuando se lo pidieron y se le hicieron preguntas acerca del collar que había utilizado. Su varita fue examinada varias veces, tantas que pensó que la madera podría derretirse como metal caliente o encenderse en fuego, pero nada de eso sucedió.
Al final, los únicos cargos que prevalecieron sobre los demás fue el haberse fugado de custodia pero quedaron minimizados bajo la premisa de su inocencia aunque no fueron del todo perdonados.
Bajo esos cargos tendría que cumplir un par de meses en probatoria aunque no en arresto domiciliario.
Cuando salió de la vista con apenas un escarmiento fue como si de repente levantaran un gran peso de encima de su pecho y volviéndose a mirar al moreno aún a su lado sonrió ampliamente, una sonrisa sincera y algo aguada al final por lo que el pelirrojo le tendió un pañuelo.
“Estoy libre.” Susurró emocionado. “No voy a ir a Azkabán.” Harry asintió sonriendo. “Ya no voy a tener que esconderme de nadie.”
“Sólo de los reporteros.” Comentó Ron.
“Sólo de los reporteros… y puedo regresar a casa… y puedo ir a donde quiera…” Volvió a decir el rubio como en sueños y con una expresión cercana a la incredulidad.
“Dentro de los límites del Londres Mágico.” Le recordó Harry.
“Sí, dentro de Londres… pero no tengo que salir de Londres…” Los ojos de Draco se aguaron visiblemente y Harry le dio una mirada enternecida.
“Draco, ¿estás llorando?” Preguntó el moreno en un susurro.
“No, los Malfoy no lloran.” Gimió entre hipidos y Harry lo atrapó contra su pecho y le revolvió los cabellos con cariño.
“Es cierto, los Malfoy no lloran, pero se ponen extraños cuando están felices. Mejor vamos a comer algo antes de que lleguen más reporteros.” Dijo el pelirrojo cuando sintió un par de luces a sus espaldas y sabiendo que no podría detener a los reporteros por mucho tiempo.
Su moreno amante asintió y comenzó a arrastrar a un todavía emocionado Malfoy fuera del Ministerio de Magia. Cuando el rubio logró sacar la cabeza del pecho de Harry se hallaban en Hogsmeade.
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Draco se detuvo frente al multipisos donde se hallaba el apartamento de Harry. Hacía casi un año que su caso había sido revisado, diez meses no eran tantos en su calendario. Hacía ocho que había terminado su libertad provisional. La mansión estaba nuevamente bajo su nombre y los baúles en Gringotts habían comenzado a recuperar lo que el Ministerio les había desfalcado.
Vestía una elegante túnica gris acero y colgada en su brazo llevaba una canasta de mediano tamaño llena hasta el tope con lo que parecían ser provisiones.
Subió las escaleras y pronunció la contraseña. “Tornillos de crema.” Giró la perilla y puso la canasta sobre la mesa de la cocina. “¡Ya llegué!” Con la varita agrandó la canasta y comenzó a sacar los víveres que acababa de comprar; pan fresco, leche, huevos, queso blanco, margarina, jalea de frambuesas, pastrami en lascas, salchicha vienesa y cereal de trigo en ruedas azucaradas.
Luego de guardarlo todo se asomó al dormitorio. El moreno no se había levantado pero no estaba dormido por lo que entró y recostándose en la cama comenzó a llenarlo de besos. “Buenos días, abejita.” Le saludó Harry con voz ronca. “¿Me preparaste el desayuno?”
“En un minuto, pero primero quiero mi beso de buenos días.” Le contestó sonriente, inclinándose y juntando los labios cómicamente mientras esperaba el beso.
“Ya tienes tu beso.” Le dijo besándole de vuelta. “¿Y Ron?”
“No llegó anoche. No sé qué le pudo haber sucedido. Llamaré a Kingsley, ¿te parece?” El moreno asintió y Draco le permitió levantarse para que se duchara mientras él se dirigía a la cocina a preparar el desayuno. Desde que Harry le enseñara a cocinar, no había quién le ganara en la cocina, además, era algo que lo relajaba grandemente.
Media hora más tarde ambos estaban sentados a la mesa desayunando cuando se escuchó la voz de Shacklebolt desde la chimenea.
“Harry… Draco… buenos días. ¿Ronald aún no llega?” Harry se limpió con la servilleta y se acercó al fuego.
“No, señor. Estábamos por llamarle para ver qué había sucedido. Se suponía que hubiera llegado anoche pero no lo hizo ni llamó ni ha dejado mensaje.” El rostro del auror se vio preocupado.
“Harry, el medallón de protección de la Orden de la Jarretera ha desaparecido.” Al decir esto Draco dejó su desayuno a un lado y se acercó al fuego.
“¿Mi collar?” Preguntó el rubio con temor en su voz y el auror asintió y les explicó lo que había sucedido la noche anterior y por lo cual estaba preocupado.
“Justamente ayer en la noche. Aún no tenemos sospechosos. Pero no les digo esto para alarmarlos sino para que tengan los ojos abiertos. Quien quiera que lo haya tomado conocía del medallón y de la forma en que ayudó en tu caso, Draco. No descarto que alguien cercano a tu familia lo haya tomado.”
“Estaremos vigilantes.” Respondió Harry y la imagen del auror en la chimenea asintió para luego despedirse.
“¿Harry?” Preguntó Malfoy compungido pero el moreno se apresuró a asegurarle que Ron estaba perfectamente bien. Le abrazó y le besó acariciándole los cabellos con suavidad y diciéndole palabras dulces al oído.
El momento fue interrumpido por el sonido del celular de Harry y el moreno, al ver que se trataba del pelirrojo contestó de inmediato.
“¡Ron! Sí… ¿dónde estás metido? ¡Qué! Demonios, sí, sí… ¡lo juro! Por Merlín, Ron, si no apareces aquí ahora mismo iré a buscarte y me importará un bledo la Orden de la Jarretera y su maldito medallón.” Colgó y suspiró profundamente. “Estará aquí en unos minutos, todo está bien.” Pero Draco se temía lo peor y al mencionar el collar sólo le podía venir un pensamiento a la mente. Alguien había tomado el collar y se lo había puesto a Ron. Sabía que el permitir que publicaran la historia había sido un error pero los reporteros seguramente tenían a alguien en el Ministerio más que gustoso de dar la información acerca de lo sucedido.
“Tiene el medallón, ¿cierto?” Harry asintió. “¿Quién?” El moreno suspiró como si estuviera demasiado cansado.
“Ya lo verás. Espero que no te moleste ver a un antiguo compañero de clases.” Draco no supo si la noticia le agradaba o no. La mayoría de sus compañeros de clase eran fugitivos y no todos por la misma razón que él lo había sido.
Se preocupaba por el pelirrojo de la misma forma en que se preocuparía por Harry. Ambos se habían convertido en parte importante de su vida, tanto así que había preferido quedarse en el apartamento de Harry en vez de regresar a la mansión que se suponía era su casa.
Tocaron tímidamente a la puerta y Harry se apresuró a abrir. “Bebé… en verdad lo siento.” Musitó Ron apuntándole con la varita.
“Te dije que lo juraba. Draco…”
“También lo juro, sea lo que sea.” Contestó Draco de inmediato sabiendo exactamente a qué se refería el pelirrojo. Ron bajó su varita con un gesto cansado y se giró para tomar a quien fuera que se estaba escondiendo a sus espaldas.
Un lamentable revoltijo de cabellos negros fue presentado ante ambos y Draco fue el primero en reconocerlo. “Zabini.” El delgado moreno de largos cabellos y ojos almendrados parecía haber salido de una madriguera y no precisamente de Comadrejas. Estaba algo sucio, con los cabellos enredados y en su rostro se podían ver las marcas levemente azuladas y amarillentas de golpes viejos. Además de eso, sus mejillas estaban hundidas y sus hermosos ojos almendrados habían perdido su brillo.
Si aquel había sido su propio aspecto al llegar al apartamento entonces entendía perfectamente el motivo de que Harry siempre estuviera preocupado por su peso.
“Me tomó desprevenido.” Murmuró Ron a espaldas de Blaise y Harry se limitó a mover la cabeza condescendientemente.
“Tal parece que tendremos un invitado más a desayunar.” Comentó Harry. “Blaise, ve y toma un baño para que puedas desayunar, te conseguiré algo de ropa.” Draco tuvo el presentimiento de que pronto el moreno de largos cabellos estaría siendo rellenado a las buenas o a las malas.
“Yo le buscaré la ropa, Harry. Blaise es más o menos de mi talla.” Y tomó la mano del recién llegado quien se dejó llevar hasta el baño.
“Draco…” Musitó Blaise mientras era llevado al baño.
“No te preocupes, Blaise, todo saldrá bien. Además, conozco algo que te pondrá de muy buen humor.”
“¿Y eso qué es?” Preguntó tímidamente el moreno, tomando en consideración la apariencia de su antiguo compañero de escuela. El rubio sonrió ampliamente antes de responder con una chispa de picardía en sus ojos grises.
“Huevos revueltos.”
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Owari