Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ Indomable ❯ Capítulo 8 ( Chapter 8 )

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<b>Capítulo 8</b>
 
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
 
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“Charlie.” Llamó Bill luego de entrar a la habitación de su hermano. “¿No vas a levantarte hoy?” Un débil gruñido fue la respuesta y el recién llegado se acercó a la cama de su hermano. Cuando el pelirrojo vio la mano que sobresalía de las sábanas supo de inmediato lo que sucedía. “Si te sigues escondiendo aquí vas a parecer un cobarde, Charlie.”
 
“No soy un cobarde.” Dijo al tiempo que metía la mano bajo las sábanas. “Pero me siento muerto.” Se quejó lastimeramente.
 
“¿Quieres que llame a la doctora?” Le preguntó su hermano no muy convencido aún de la enfermedad de su hermano.
 
“Es una veterinaria.” Se quejó el pelirrojo con aquel dejo que al parecer le era natural cuando buscaba alguien que lo mimara. Su hermano soltó una carcajada. No podía creer que aquel que tuviera la peor reputación de toda la hacienda pudiera comportarse como un cachorro apaleado cuando pescaba un poco de fiebre.
 
“Igual te sirve, eres medio bestia de todas formas.”
 
“¡Bill…! No bromees.” Justo en esos momentos Harry entró a la habitación y al ver a los dos hermanos frunció el ceño.
 
“¿Qué sucede con Charlie?” Preguntó acercándose.
 
“Es sólo un poco de fiebre, ya se le pasará.” Comentó Bill restándole importancia. “Tal vez ma tenga algo para darle.”
 
“No. No la molestes para eso.” Gimió el pelirrojo haciendo que ambos visitantes sonrieran al escucharle.
 
“Eres un total desperdicio apenas te enfermas, Charlie. Te traeré algo de desayuno, así ma no sabrá que estás aquí todavía.” Le dijo y salió dejando a su hermano con el moreno. La verdad era que Harry había ido pensando en molestarlo por la <i>fiebre de pollo</i> que le había dado durante la fiesta, pero ahora veía que era algo un poco más serio. Nunca había visto a ese pelirrojo en cama o al menos, sin poderse levantar de ella y envuelto hasta las narices en las sábanas.
 
“Hey, bonito.” Dijo acercándose a la cama del pelirrojo.
 
“No molestes, Harry.” Gimió por lo bajo pero el moreno se le acercó, presionándolo levemente con el cuerpo y poniendo sus codos a ambos lados de tal forma que las sábanas mismas aprisionaban al pelirrojo. Un resoplido incómodo fue la respuesta pero cuando Charlie volteó a mirar al moreno este le puso una mano en la frente. “Frío.” Susurró con un escalofrío y Harry suspiró resignado.
 
“Esto es lo que te ganas por provocarme tanto, Charlie. Pero de todas formas voy a ver si el médico está disponible.” Le dijo a modo de reproche.
 
“¿El de gente?” Preguntó con voz ronca pero perdiendo el efecto por la infantil esperanza en ella.
 
“Sí, el médico de gente, no la veterinaria. No me puedo permitir que te enfermes ahora. Además tu madre me mataría.”
 
“¿Y qué le dirás de esto?” Preguntó mostrándole las marcas de la soga.
 
“Le diré que te portaste mal y tuve que darte una lección.”
 
“No me haces gracia.” Harry se inclinó y depositó un beso en la sien del pelirrojo provocándole otro escalofrío.
 
“Ya, venga, será mejor que lo vaya a buscar temprano.” Dijo levantándose y acomodándole un poco la sábana. Las botas resonaron un poco arrastradas mientras salía de la habitación pero no fue hasta que Charlie se quedó dormido que resonaron por el pasillo.
 
En el pasillo el moreno se encontró con quien menos se esperaba y no pudo menos que sonreír al ver en los ojos grises una pequeña flama de resentimiento. El rubio ya estaba listo para salir, por lo visto, pero Harry no tenía idea de a dónde.
 
“Buenos días.” Saludó colgando los pulgares en los bolsillos traseros del pantalón. “¿Cómo amaneció el potro más salvaje de la región?” Dijo acercándose más al rubio.
 
“Te agradeceré que cortes las comparaciones estúpidas.”
 
“Quisquilloso.” Susurró Harry con malicia sin alejarse cuando la expresión del rubio enrojeció levemente.
 
“Necesito ir a la casa de mi padrino, a menos que tengas equipo tecnológico en este campo.”
 
“De hecho, tenemos un par de computadoras, pero no son de uso personal. Es equipo moderno para la extracción de la leche. No creo que a Bill le agrade que toques ese equipo. Pero puede que Ron te permita utilizar la suya un poco. Si quieres le pregunto.”
 
“Prefiero no importunarlos, son asuntos de la oferta.”
 
“Ah, cierto, la oferta. Bien. ¿Conoces el camino a la casa de tu padrino? Severus, ¿cierto?” Draco entrecerró los ojos.
 
“Sí, Severus Snape.” Le confirmó secamente.
 
“No me mires así, en el campo es imposible no conocer a tus vecinos. No hay nadie más en millas a la redonda.”
 
“Seguro. Sí, conozco el camino, pero no tengo transporte.”
 
“Puedo prestarte a Manchas todo el tiempo que quieras. Además, le caíste bien.”
 
“Lo que sea.” Masculló Draco. “Pero también necesito llevar a Parkinson conmigo.” Harry cambió la expresión a una pensativa.
 
“Ya veo. Si puedes esperar un poco, voy a buscar al médico, él tiene un auto y seguro puede hacerles el favor de llevarlos a casa de Severus. Eso, si no te molesta.”
 
“Después que esté en casa de Severus me importará poco.”
 
“Bien. Entonces, no tardo mucho, voy a avisarle, generalmente usa un radio y se le puede contactar desde la estación.”
 
“No me imagino por qué.” Dicho lo cual se dio la vuelta para dirigirse al comedor con el resto de los peones. Harry le vio marchar con la diversión desnuda en su rostro. El hecho de que el rubio conservara aún la rabia del día anterior le decía que no le era ajeno. Si el rubio no hubiera temido demostrar su interés hubiera actuado con normalidad en vez de parecer una damita ofendida la mañana siguiente.
 
Con todo, no podía olvidar lo que había hablado con Lucius. Tirarse a Draco no era suficiente. El rubio sería suyo más allá de un día o una sola noche. Le iba a poner la marca con fuego, porque los hombres como Draco sólo recordaban con fuego.
 
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Luego que el médico viera a Charlie y certificara que había pescado un resfriado, Draco y Pansy partieron con el hombre. Harry los despidió en el patio de la casona y fue allí que se dio cuenta de que el grupo de Ron ya estaba de regreso, algo extraño siendo que apenas comenzaba el día.
 
Se ajustó el sombrero antes de salir en su búsqueda y los encontró bajo el tamarindo tomando algo. Iba con buen paso cuando vio que su citadino amigo era abordado por el pelirrojo. Antes que entraran en materia decidió interrumpirlos.
 
“¡Oye, Ron!” Llamó cuando ya estaba cerca. “Necesito hablarte.” El pelirrojo asintió, siguiéndolo un poco más alejado del grupo. Apenas estar lejos Ron lo detuvo por un brazo.
 
“Si es para hablarme de Blaise…”
 
“Ron…”
 
“Harry. Eres el jefe y eso me sienta fantástico porque eres el dueño de todo esto y estás metido con nosotros en todo. Pero me gustaría que recordaras que siempre hay líneas que no se pueden cruzar.”
 
“¿Tú y Blaise son ya una línea que no puedo cruzar?” El pelirrojo le dio una mirada dolida.
 
“Pensé que te alegrarías de que encontrara a alguien que me agradara.”
 
“Me alegra que lo hayas hecho… en serio…”
 
“¿Lo dices porque es de la ciudad?”
 
“No… Ron, no pongas palabras en mis labios.”
 
“Pues entonces ya di lo que quieres decirme. Me tienes hasta la coronilla y no acabas de decirme qué es lo que quieres, Harry.” Le dijo molesto el pelirrojo.
 
“¿Sabes qué? Olvídalo, Ron.” Harry se proponía alejarse pero su amigo no se lo permitió, lo tomó por el brazo con brusquedad y le dio una mirada llena de rabia.
 
“No. Esta noche. En <i></i> corral.” Le dijo con un pequeño jalón antes de soltarlo. “Y no me iré hasta que hayamos aclarado esto.”
 
“Bien. En </>mi</i> corral. No llegues tarde y lleva algo para suavizar las cosas.” Gruñó molesto el moreno dándole una mirada desafiante a su amigo.
 
“Ya lo veremos. Tal vez no haga falta suavizar las cosas.” Replicó igual de desafiante el pelirrojo y ambos partieron por su lado, Ron a su grupo y Harry en busca de su caballo para alcanzar a su grupo que ya había partido.
 
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Lucius se sirvió un trago del gabinete que guardaba en su amplia oficina antes de resumir su ir y venir. Estaba preocupado por su hijo, eso no lo podía negar, pero apenas iban un par de días. Si le hubiera pasado algo ya le habrían notificado. Dejó escapar un largo suspiro. Necesitaba concentrarse en su trabajo y los pendientes que tenía.
 
Pero su mente no dejaba de <i>cabalgar</i> las tierras que jamás había podido olvidar y que tocaban a su corazón con tanta fuerza ya que dolía.
 
Pero el recuerdo que más dolía y que aún le acompañaba eran aquellos que venían acompañados de la sonrisa sincera de James Potter mientras lo poseía.
 
El calor del cuerpo de Lucius subió unos grados y le dio otro sorbo a su trago mientras cerraba los ojos e intentaba recordar aquel primer encuentro íntimo entre ambos.
 
Recordó que había sido en la cabaña más remota de la Doble G, allá donde nadie casi iba. En un principio no había notado las miradas cómplices entre James y Sirius y los demás, pero luego, en retrospectiva, se había sentido algo tonto al no darse cuenta. Pero la verdad era que sólo tenía ojos para James.
 
“¿James?” Susurró Lucius con voz trémula al sentir el cuerpo de James acomodarse bajo las sábanas contra su cuerpo. “¿Qué haces?” El moreno le respondió acercándose a su cuello y Lucius cerró los ojos mientras su respiración se agitaba.
 
El moreno deslizó su mano por el costado de Lucius, como si con ella devorara la pálida piel hasta llegar a su muslo y regresar. El rubio se volteó con lentitud, temiendo estar soñando. “Lucius… ¿pensaste que no me daría cuenta?”
 
Lucius no supo qué contestarle y se limitó a verse reflejado en los ojos color almendra de James. Los labios que hacía tanto había estado deseando se acercaron a los suyos para besarle con hambre. James no perdió tiempo en acomodarse encima de su cuerpo contagiándolo con el agradable calor de su cuerpo y haciendo que el frío que sentía se desvaneciera de inmediato. “Quiero que seas mío, Lucius.” Volvió a repetir el nombre como si fuera de seda y el rubio respondió con un sonido gutural de aceptación, separando sus piernas y ondulando su cuerpo para volver a sentir la fricción entre sus excitaciones.
 
James se dedicó entonces a besarle a consciencia, sin prisas, mientras sus cuerpos iban encontrando la forma de amoldarse por primera vez. Los suaves gemidos de Lucius sólo lograban provocarlo más.
 
Su sexo encontró la cálida entrada de Lucius y presionó un poco, arrancándole otro gruñido al rubio que al sentirle se arqueó levemente ante la inminencia de lo que estaba por hacerle el moreno. No tenía que dar su permiso, desde el momento en que había permitido la primera caricia había dado todo el consentimiento que necesitaba dar y esperaba que James lo aprovechara al máximo.
 
Lentamente su cuerpo fue invadido mientras intentaba respirar en interrumpidos jadeos. Cerró los ojos con fuerza cuando sintió que gritaría por las sensaciones y volvió a abrirlos cuando James se inclinó sobre su pecho y le mordió con cuidado uno de los pezones. Las manos que sujetaban los hombros de James fueron a sus cabellos para dirigirle hasta que finalmente el moreno comenzó a moverse en su interior.
 
Al principio fue con cuidado pero Lucius se alegró de que al parecer James supiera leer su cuerpo a la perfección. Pasados los momentos de incomodidad el ritmo del moreno se volvió más pronunciado y vivo, dejando a Lucius sin aliento y con un solo pensamiento, que James lo estaba marcando como de su propiedad. Era eso y el contacto físico lo que le llenaban de satisfacción el momento. La hermosa sonrisa en los labios de James mientras se lo cogía sería un recuerdo que quedaría grabado para siempre en su memoria.
 
No recordaba ya los detalles con exactitud, pero James lo había cabalgado una vez al principio de la noche, dejándolo exhausto y lo había vuelto a hacer un par de horas más tarde hasta que finalmente la mañana los había encontrado amándose nuevamente.
 
Lo que sí recordaba era ese sentimiento de satisfacción, de estar completo, de pertenecer que aquella quedada en la cabaña le había regalado. Al día siguiente fue Sirius el que llegó a buscarlos. Tenía una sonrisa de oreja a oreja y Lucius recordó lo mucho que lo había odiado en esos primeros minutos de la mañana mientras le miraba atentamente en busca de confirmar sus sospechas. Pero James lo había parado en seco de inmediato.
 
“¿Cuál es tu problema, Siri? ¿Acaso hice sentir mal a Sev cuando te lo llevaste a los manzanos detrás de la casa de su padre?” Y entonces Lucius había comenzado a entender la nueva actitud de su moreno amigo desde que un día Sirius lo llevara a su casa luego de que el caballo que montaba lo tirara y saliera huyendo.
 
Sirius se había puesto más rojo que un tomate y había pedido disculpas de inmediato pero Lucius apenas le prestó importancia a su conducta. Sirius era así, y eso era lo que hacía que fuera un amigo interesante.
 
En esos momentos Theodore atinó a pasar cerca de su oficina y sin entender realmente por qué se acercó a la puerta y lo llamó. “Theodore.” Llamó casi en un susurro, con la leve esperanza de que el moreno no le escuchara realmente. Pero Theodore se detuvo y regresó sobre sus pasos.
 
“¿Señor Malfoy?” Preguntó con su usual rigidez profesional pero algo en los ojos grises le pareció diferente. No sabía si por la forma en que le miraban o por la gran melancolía que le parecía ver en ellos. Pero de algo estaba seguro, su corazón reconoció en esos momentos que Lucius necesitaba alguien cerca suyo, alguien con calor humano y no un mero asistente.
 
Miró hacia el pasillo y al ver que estaba desierto puso una mano en el pecho del rubio presidente y lo empujó con suavidad al interior de su oficina cerrando la puerta tras de si.
 
No preguntó nada, sólo pasó sus manos por el cuello de Lucius y unió sus labios con aquel hombre que alguna vez le había enseñado una forma diferente de amar. Era una pena que Theodore no se hubiera sentido conforme con aquella relación porque la verdad Lucius era un hombre que sabía amar y amar con pasión.
 
El rubio aceptó su boca de inmediato, permitiendo que el empuje de Theodore lo dominara y lo guiara de la forma en que mejor le pareciera. Lo único que Lucius deseaba era mitigar un poco el dolor de la pérdida en su corazón, aunque mañana el dolor regresara. No debía pensar en la Doble G.
 
Las manos de Theodore le acariciaron con firmeza, tomando de inmediato el papel que su actitud sumisa le otorgaba. Era por esa razón que Lucius alguna vez se había arriesgado a intimar con aquel joven, porque le entendía sin necesidad de palabras. Bastaba con sentirlo y Theodore estaba donde tenía que estar. Una pena que tuviera una obsesión con las relaciones que no lo llenaban.
 
Pero cuando el moreno lo subió al escritorio sin mucho esfuerzo y se metió entre sus piernas todo pensamiento del pasado y del futuro se perdió en el calor que su joven asistente le brindaba.
 
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La llanura que precedía a la casa de Severus estaba limpia, no había ni árboles ni piedras que estorbaran, el hombre mismo se había encargado de nivelar poco a poco el terreno hasta que había quedado tan plano como era posible. Incluso había redondeado las pequeñas lomas de acuerdo a su gusto. La hierba carecía de abrojos y era toda de la misma variedad dándole una uniformidad especial.
 
El único problema, pensó Severus mientras observaba, era la mancha que había aparecido en su <i>patio</i> y que se llamaba Sirius Black. Dio un resoplido de molestia y salió fuera de la casa a donde apenas media hora antes había dejado a su propio animal ya ensillado, Hades. El animal relinchó excitado al sentir la urgencia con la que su dueño tiraba de las riendas y le hincaba los flancos.
 
Sirius sonrió cuando vio que el moreno al que había ido a ver parecía salir a su encuentro con ansiedad. La sonrisa se borró al ver que venía con la escopeta al hombro.
 
“¡Arre, Moreno!” Gritó hincando su montura.
 
En menos tiempo del que esperaba el caballo de Severus comenzó a alcanzar el suyo y el patio de la casa se fue acabando para ser cortado por la carretera de tierra que se adentraba a la casa como tal.
 
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Pansy conversaba animadamente con el doctor que había ido a ver a Charlie y que luego de auscultarle le había dejado algo para la fiebre y el resfriado. El hombre de piel clara y cabellos negros no prestaba mucha atención a la carretera y Draco maldecía en su mente cada vez que el auto se bamboleaba de lado a lado a causa de la irregularidad de la carretera.
 
Fue el grito de Pansy el que alertó al doctor y lo hizo hundir el pedal del freno hasta el fondo. Segundos más tarde un caballo pasaba por encima del bonete seguido por otro. El doctor sacó el cuerpo por la ventanilla, acción que fue imitada por el resto y Draco no quiso dar crédito a lo que veía.
 
“¡Padrino!” Gritó y se lanzó al interior del auto para tocar el claxon repetidas veces. Al cabo de un rato le pareció que su padrino se regresaba. No muy lejos de él venía el otro jinete. “¿Qué demonios haces, padrino?” Le exigió el rubio pero Severus se limitó a pasar frente al auto y galopar tranquilamente hacia la casa por el camino.
 
“¡Buenos días, Draco!” Draco le dio una mirada indignada al hombre de cabellos negros al que no reconoció. “Sirius Black.”
 
“¿El primo de mi madre?” Preguntó animado el rubio sonriendo levemente.
 
“Así es, aunque ella no me quiera. Pero para mí tú y tu padre son familia, así que me puedes decir tío si quieres.” La sonrisa del moreno aquel era contagiosa. Draco no había tenido la oportunidad de conocer el carácter de su madre pues sólo la había tenido hasta los cinco o seis años pero su padre insistía en que había sacado ese carácter. Ahora, al conocer al primo de su madre le parecía que tenía una nueva oportunidad para descubrir lo que no había podido vivir.
 
Los siguieron en el auto hasta la casa donde apenas bajarse Draco fue a parar al lado del hombre, tal vez demasiado ansioso por conocerle un poco más de lo que en otras circunstancias le habría parecido imperdonable. Pero supuso que no estaba demás. No sabía si tendría otra oportunidad de ver al hombre, aunque si el negocio con Potter se daba tal vez sería posible una relación más familiar con él.
 
Los ojos grises del hombre se parecían a los suyos, fue lo primero que pensó. Y su desenfado bien podría haberlo heredado de él, especialmente al ver la forma en que le importaba poco el que su padrino lo rechazara una y otra vez durante la visita. El hombre simplemente destilaba encanto y un aura de obtener siempre lo que quería. Esa cualidad era algo que Draco reconocía a leguas en cualquiera y estimaba si la persona sabía usarla con soltura.
 
Definitivamente, él y su <i>tío</i> Sirius se iban a llevar bien.
 
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“Sí, estoy bien, por décima vez, padre. ¿Por qué no iba a estarlo? Sólo estoy en el campo.” Dijo el rubio mientras sonreía sosteniendo el auricular.
 
“Estaba… algo preocupado, sólo eso, como no me avisaste que habías llegado.”
 
“Hace mucho que no te llamo para avisarte de todo lo que hago.” Comentó Draco con algo de arrogancia. “Por cierto, no me dijiste que las tierras de Potter fueran tan…”
 
“¿Hermosas? Claro que te lo dije. Te dije que eran paradisíacas. Que nunca hayas visto algo igual sólo hace que la impresión sea más grande pero siempre han sido así.”
 
“Pensé que esto era campo y vacas.” Al otro lado de la línea Lucius se enderezó con orgullo.
 
“Me alegra que te hayan gustado. ¿Qué te ha dicho Potter con respecto al negocio?”
 
“Nada concreto aún. No parece muy interesado con la propuesta pero es lógico cuando se ha criado entre vacas y caballos el no saber apreciar la civilización.” Escuchó que su padre reía al otro lado de la línea y entrecerró los ojos con sospecha. “¿Qué, dije algo estúpido?”
 
“Para nada, hijo. Para nada.”
 
“Me estás ocultando algo de nuevo, ¿piensas que no te conozco, Lucius Malfoy?” Gruñó con fastidio y estaba a punto de continuar cuando Sirius, al escuchar el nombre dejó escapar una exclamación de alegría y le arrebató el auricular.
 
“¡Cano!” Gritó con todas sus fuerzas mientras reía de sincera felicidad. “¿Qué has hecho, dónde estás metido, cuándo vienes a visitarnos? Mira que nos tienes totalmente abandonados.”
 
“Sirius. Qué bueno escucharte. ¿Qué haces en casa de Severus? Pensé que estaban peleados.”
 
“Nah, ya sabes cómo es él. Dice odiarme pero es sólo para que le preste atención.”
 
“¡Sirius!” Exclamó Severus al regresar con unos refrigerios para su ahijado y su acompañante mientras obviaba por completo la presencia del moreno.
 
“¿Lo escuchas? Ya me está llamando. Pero en serio, Lucius, ven a visitarnos, hace mucho que no cabalgamos juntos.”
 
“Yo… creo que ya no recuerdo cómo montar.”
 
“Imposible. Eso no se olvida, menos cuando lo hacías desde antes de nacer.” Dijo con una sonrisa maliciosa el moreno al escuchar la grave risa del rubio al otro lado de la línea.
 
“No cambies, Sirius.” Susurró Lucius cuando finalmente pudo tomar algo de seriedad. “Y deja de importunar a Severus. Así a lo mejor logras que te muestre su lado bueno de nuevo.”
 
“Claro, hombre. Pero hazme el favor de pensarlo bien, ehh. Cuídate.”
 
“Tú también, Sirius.” Y ambos terminaron la llamada, Sirius con una enorme sonrisa y Lucius con una más melancólica.
 
“Oye, Canito, deberías convencer a tu padre de hacernos una visita. Se le extraña por estos lares.”
 
“¿Canito?”
 
“Sí, cabellos blancos, así se le dice en el campo. No te ofendas por ello.” Draco le dio una mirada dudosa mientras Severus refunfuñaba algo con labios apretados. “Y como las alegrías es bueno tomarlas de a poco para que no se amarguen, me retiro, no sin antes recibir la bendición del dueño de esta casa.” Dijo inclinándose en dirección a Severus mientras Draco reía por lo bajo. Para él era más que obvio que su <i>tío</i> estaba haciéndole el cortejo a su padrino pero este, por alguna razón se estaba haciendo el difícil y de la manera más obvia, dándole la espalda y haciéndose el sordo.
 
“Vamos, padrino. No dejes que se vaya sin echarle una bendición a mi tío.” Exclamó Draco con diversión.
 
“La única bendición que le puedo echar es la de mi escopeta.” Gruñó el hombre.
 
Sirius hizo todo un teatro de acercarse a Severus por la espalda y asomarse sobre su hombro. “Si vienen de ti, hasta los perdigones son un gesto de cariño.” Sirius sonrió cuando los nudillos del hombre se tornaron blancos sobre el vaso de cristal que sujetaba y sus ojos se abrieron sorprendidos y asustados. Luego caminó hacia la puerta, hizo una pequeña reverencia hacia Pansy y le dio una guiñada a Draco mientras se colocaba el sombrero nuevamente.
 
Apenas Sirius bajó las escaleras Severus pareció reaccionar. “¡Maldito seas, Black!”
 
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El día había pasado sin muchos tropiezos, de hecho, con más tranquilidad que de costumbre y eso le carcomía en el estómago a Harry sabiendo que en la noche se iba a enfrentar a su amigo.
 
Al llegar al corralón exclusivamente para Azkabán vio que Ron ya le esperaba y eso le hizo dar un nuevo vuelco en el estómago. No se había sentido así cuando enfrentó a Bill, menos aún cuando se enfrentó a Charlie, por qué entonces tenía que sentirse como un estúpido ahora que iba a enfrentar a Ron.
 
“¿Y bien?” Dijo deteniéndose justo en medio del espacio arenoso que componía el corralón al ver que Harry estaba ya en el portón, tal cual si fuera el ejemplar que esperara a Harry. “¿Vamos a hablar sin rodeos?”
 
“Sin rodeos.”
 
“Entonces me dirás cuál es tu problema con Blaise.”
 
“No tengo problemas con Blaise.”
 
“¿Entonces es conmigo?” Harry se mantuvo en silencio. Si decía que no tenía problemas con Ron estaba mintiendo. “Ya veo.” Ron lo invitó a acercarse con un movimiento lento pero imperativo mientras su cuerpo se cuadraba. Harry entró finalmente al corralón y se quitó la camisa y el sombrero quedando en sus pantalones vaqueros.
 
Al llegar frente a Ron este había hecho lo mismo y se hallaba en las mismas condiciones. Se cuadró frente al pelirrojo en espera de la señal. “Blaise es un peón que apenas conoces.” Comentó Harry.
 
“Eso se puede resolver con facilidad.” Gruñó Ron lanzando el primer golpe que Harry evadió con facilidad tirando uno propio que el pelirrojo esquivó con igual gracia. Comenzaron a rodearse.
 
“¿Te has preguntado si está solo, si ha tenido otros amantes?” Harry se lanzó encima del pelirrojo de tal forma que lo tuvo por el cuello en segundos con el brazo torcido en la espalda.
 
“Eso no importa.” Gruñó nuevamente Ron inclinándose y poniendo su peso hacia delante, levantando a Harry del suelo con la fuerza de su cuello y sus hombros para darle la vuelta. Eso le ganó poder escurrirse y tener una oportunidad de lanzar un golpe que conectó al estómago de Harry.
 
“Eso dices ahora. ¿Pero no querías un peón para hacerlo hombre?” Gruñó cargando contra el pelirrojo sin importarle el dolor en el estómago. Logró tumbarlo a tierra y enredó sus piernas con las de Ron para intentar inmovilizarlo. El pelirrojo se arqueó con fuerza logrando voltear a Harry y quedar sobre él.
 
“¡Y lo voy a hacer!”
 
“¡No sabes lo que dices!” Gritó Harry enfurecido logrando voltear nuevamente el pelirrojo quien a pesar de intentar sacárselo de encima no pudo de inmediato. “¿Qué harás si descubres que ya es hombre? ¿Qué harás si te dice al final que sólo fue un buen rato?” Se levantó lo suficiente para atinarle un puñetazo en la quijada que le volteó el rostro pero el pelirrojo pareció apenas enterarse pues volvió a mirarle con furia.
 
“Ya soy un hombre, Harry. Puedo aguantar lo que venga.”
 
“¿En serio?” Y le golpeó con el otro puño. Ron volvió a mirarle con la misma rabia y desafío.
 
“No voy a morir por una decepción.” Sólo entonces Harry se detuvo, respirando fuerte, no por la pelea, apenas había sido nada, sino por lo que implicaba lo que acababa de decir su amigo. “Eres un tonto, Harry. ¿Piensas que quiero que me protejas?” Ron se irguió y tomó a Harry de la nuca para mirarle directo a los ojos y susurrarle fieramente. “Te patearía el trasero si te atrevieras a insinuarlo.”
 
Se quedaron así unos minutos, Harry intentando descifrar por qué le molestaba tanto que Ron estuviera rondando a Blaise y Ron esperando que Harry hiciera el primer movimiento. De pronto el moreno le puso una mano en el pecho y lo empujó a la arena.
 
“Pero si te juntas con Blaise… ¿con quién me juntaré yo?”
 
“Por favor, Harry. ¿Cuántos peones tienes en tu hacienda?”
 
“Ninguno te llega a los talones. Tú eres… después de mí, el único que podría sustituirme.”
 
“¿Ni siquiera Bill?” Susurró el pelirrojo con una tímida sonrisa.
 
“Ni siquiera Bill.” El moreno finalmente pudo sonreír. “Maldita sea, Ron, ¡eres un mal nacido!” Exclamó Harry zafándose del agarre del pelirrojo pero apenas hacerlo Ron se le lanzó encima y lo hizo caer de rodillas en la arena.
 
“¡Ni pienses que te irás con un par de golpes de este corralón, gamberro!” Exclamó el pelirrojo y ambos se enfrascaron en una lucha de buen ánimo que terminó con ambos tirados en el suelo del corralón, llenos de arena hasta el pelo.
 
“¿Una ducha?” Preguntó Harry jadeante y Ron asintió.
 
“Sí, una ducha.”
 
Ambos recogieron sus camisas y se dirigieron a la ducha que había en el mismo corralón no sin que antes Harry saludara a su caballo de paso fino, Azkabán. El animal relinchó y comenzó a patear el suelo pero el moreno no se detuvo.
 
Ya en la ducha se terminaron de desvestir y luego de sacarse lo más gordo de la arena se enfrascaron en una lucha diferente, aquella de sus bocas dominándose y sus caderas buscando el contacto que aliviara la excitación de la pelea.
 
“Estaré bien, Harry. Algún día tenía que pasar. Además, aprendí de ti.”
 
“Tu corazón no es como el mío, pero estarás bien.” Susurró finalmente el moreno sin mirarle a los ojos para luego cargar nuevamente contra la boca de su amigo y comenzar a devorarlo. “Date vuelta.” Le dijo. Ron pareció meditarlo un poco antes de acceder, apenas hacerlo Harry lo tomó por las caderas. Hundió los dientes en el cuello de Ron haciéndole gritar y empujó al interior del pelirrojo en una sola embestida.
 
“¡Harry!” Y los ojos verdes sonrieron complacidos. Ese gruñido de placer le decía que aquel cuerpo aún le pertenecía.
 
<i>Aún eres mío, Ron. Todavía me perteneces.</i> Y procedió a cogerse a su pelirrojo con la misma salvaje pasión que se había cogido a sus hermanos, marcándole como a ellos por primera vez.
 
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Gracias por leer.