Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ Severus Snape y el Renacer de los Hollows ❯ El Ayudante de Pociones ( Chapter 4 )

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Aclaración: Harry Potter y todo su universo es propiedad de J.K. Rowling, autora original del libro. Sólo los personajes originales me pertenecen. Este es un trabajo hecho por fans para fans. Visiten el flog oficial del fanfic! www.fotolog.com/snape_fanfic ^^
 
Capítulo 4 - El Ayudante de Pociones
 
James y Sirius pagaron muy cara su abusiva broma contra Snape.
 
Apenas el Profesor Dumbledore los vio involucrados en semejante escena, tuvieron que dirigirse rápidamente hacia el despacho de la Profesora McGonagall, quien muy furiosa por el comportamiento de sus alumnos no tuvo más remedio que descontar cien puntos a Gryffindor y castigarlos con detención de una hora los días que restaban del año escolar, además de darles un duro sermón sobre la actitud que se esperaba de los miembros de su Casa. Remus también recibió lo suyo, debido a que en su calidad de Prefecto no intervino para detener el enfrentamiento entre James, Sirius y Severus, lo que también le valió un sermón muy estricto de la profesora.
 
Severus, por otro lado, luego de tener una breve conversación con el Profesor Slughorn en la que veinte puntos fueron descontados de Slytherin, tuvo serios problemas los días siguientes a su humillación pública en los jardines de Hogwarts, ya que los testigos de la escena no tardaron en correr la voz sobre lo que había ocurrido, y cada vez que Severus caminaba por los pasillos podía sentir los cuchicheos de los curiosos atrás suyo. Sólo su actitud antisocial y una que otra maldición puesta en aquellos incautos que osaron burlarse de él de forma directa, además de la angustia y nerviosismo por la entrega de los resultados de los exámenes, lograron hacer que el tema de su penosa situación mostrando sus calzoncillos dejara de hablarse entre los alumnos del colegio.
 
La idea de haber tratado de forma tan miserable a Lily Evans atormentó a Severus durante mucho tiempo, sobre todo porque su compañera de clases había sido la única que se enfrentó directamente a Potter para detenerlo. Pero la pequeña escena que presenció en la que James y Lily discutían, había plantado una pequeña semilla de resentimiento hacia la joven pelirroja, un sentimiento que Severus sabía muy bien que era bastante infantil, sobre todo considerando que la muchacha nunca había dado muestras de interés hacia su persona, pero de todas formas disfrutaba tener una excusa más para intentar cobrar venganza contra James cada vez que lo veía caminar a lo lejos en los pasillos, aunque su feroz insulto hacia la linda joven le costó varias semanas en sexto grado en las que Lily ni siquiera se dignó a dirigirle la palabra.
 
Pero otra preocupación había aparecido en la mente de Severus; ya era la segunda vez que Evelyn Hollow, la niña de Gryffindor, estaba presente en una situación humillante para él, aunque a juzgar por su rostro aterrado y la forma en que aferraba el brazo del hombre desconocido de cabellos rubios, debía agradecerle a ella que James Potter no hubiese podido avergonzarlo aún más. Pero la curiosa familiaridad que tenía Eve con el misterioso hombre, y el parecido físico entre ambos, no dejó de llamarle la atención a Severus. “No puede ser su padre” - pensó - “es demasiado joven y ella es hija de muggles...”, y en realidad, el hombre de largos cabellos rubios no debía tener más de unos veintitrés años como mucho, aunque la elegante túnica plateada y el porte orgulloso lo hacían parecer un poco mayor. “¿Tal vez sea su hermano?...No... no se parecen tanto...” Severus siguió intrigado acerca de la relación entre el mago que había detenido a Potter y la chica hija de muggles por un buen tiempo, sobre todo porque no había olvidado la extraña luz blanca que había causado su derrota en el Club de Duelo, la cual, según sus propias deducciones, definitivamente no había sido producto de un hechizo mal realizado, como afirmaba la alumna de Gryffindor.
 
Después del terrible período de exámenes y la entrega de resultados, finalmente el año escolar había llegado a su término en la tercera semana de Junio y tanto alumnos como profesores se marcharon hacia sus casas para las vacaciones de verano, quedando sólo el Sr. Filch a cargo del cuidado del castillo. Tres meses después, en un lluvioso primer día de Septiembre, el Expreso de Hogwarts reanudaba su viaje hacia la ciudad de Hogsmeade cargado del bullicioso reencuentro de los compañeros de clase de cursos superiores, que contrastaba notoriamente con el nerviosismo y timidez de aquellos que recién comenzaban su vida escolar en el Colegio de Magia y Hechicería.
 
El año escolar para Eve comenzó con algunas agradables novedades. Para empezar, no había tenido que embarcarse en medio de la noche y bajo una intensa lluvia en los diminutos botecitos que, guiados por el gigante Hagrid, cruzaban el lago con los alumnos de primer año para llegar a Hogwarts, sino que ahora, en su calidad de alumna de segundo año, tenía el privilegio de utilizar unos flamantes coches que guiaban a los alumnos de cursos superiores hasta el castillo. Mientras sus amigas se subían aparatosamente a uno de los coches más cercanos, intentando subir con todas sus fuerzas los pesados baúles que contenían su equipaje, Eve se detuvo delante del carruaje, protegiendo su cabeza de la lluvia con la capucha de su túnica de mago, y con una triste sonrisa en su rostro acarició tiernamente la cabeza del impresionante caballo negro, esquelético de pies a cabeza y con grandes alas como de murciélago que estaba amarrado con riendas al coche. El calavérico thestral, que resultaba invisible para la gran mayoría de los alumnos de Hogwarts, sintió la suave mano de Eve en su sien y cerró sus blancos ojos sin pupilas en señal de cariñosa aprobación.
 
Otra de las novedades fue su primera Ceremonia de Selección de Casas como espectadora desde la larga mesa de Gryffindor, ocasión que aprovechó para aplaudir y gritar con mucho entusiasmo cada vez que un alumno de primer año era seleccionado en la casa de los leones, y tal como Lily había hecho el año anterior, procuró rescatar a uno que otro recién llegado de las bromas pesadas de los Merodeadores, hacia quienes muy secretamente sentía una cierta aversión desde que Sirius y James realizaron la horrible broma a Severus.
 
Pero la sorpresa más grande del segundo año todavía estaba por llegar.
 
Los alumnos de sexto año por primera vez se enfrentaron a un horario y carga de trabajo que los exigió al máximo; muchos habían pensado que el quinto curso, con la rendición de los T.I.M.O.s, era lo peor que les había tocado vivir en Hogwarts, pero una vez que comenzaron las clases más avanzadas se dieron cuenta que eso había sido sólo el comienzo, ya que básicamente, sus dos últimos años en Hogwarts apuntaban directamente a la rendición de las evaluaciones finales, los Exámenes Terribles de Alta Sabiduría e Invocaciones Secretas (E.X.T.A.S.I.S.), y ya después de la primera semana de clases algunos alumnos comenzaron a manifestar curiosas reacciones alérgicas, insomnio, sonambulismo, ataques de pánico y alucinaciones.
 
Los profesores también tuvieron que enfrentar un año difícil en Hogwarts. El Ministerio de Magia en Londres adoptó una forma de trabajo muggle intentando aumentar la eficiencia de todos los departamentos, ministerios e instituciones del mundo mágico, y anunció a comienzos de año la necesidad de la revisión de varios reglamentos y estatutos, así como también los contenidos de los programas de estudio tanto de los Colegios, Institutos de Oficios Mágicos y Centros Avanzados de Estudios Superiores. Gracias a esto, todos los maestros debieron trabajar horas extra revisando los contenidos de sus asignaturas, presentando detallados informes y organizando planes de trabajo para obtener la acreditación de calidad por parte del Ministerio, un requisito que sería obligatorio para toda casa de estudios mágicos.
 
En medio de estos trámites burocráticos, los alumnos (sobre todo los de cursos superiores) se vieron con montañas de trabajos prácticos y de investigación, para suplir de alguna manera los contenidos que los cansados profesores no alcanzaban a profundizar en clase.
 
“Disculpe... ¿Profesor?”
 
El Profesor Slughorn se paseaba entre algunos alumnos de Slytherin, mirando con ojos cansados y un aspecto poco saludable los calderos que contenían Poción del Frenesí.
 
“¿PROFESOR?”
 
“¡Ah! Disculpe, señor Lupin... ¿qué me decía?”
 
Remus, que tenía su mano levantada hacía por lo menos unos diez minutos, dejó salir un resoplido y miró al profesor con una leve expresión de enfado. James y Sirius intercambiaron rápidamente una mirada; se acercaba la luna llena del mes de Octubre y Remus ya comenzaba a mostrar signos de su próxima transformación en hombre lobo en su carácter.
 
“Profesor, quería preguntarle sobre las instrucciones de la poción... el libro parece que se contradice en esta parte...” - comentó Remus, su voz un poco más ronca que lo habitual.
 
El Profesor Slughorn se quedó un breve instante sin reaccionar, al parecer procesando lentamente lo que Remus le acababa de decir, y luego de un breve pestañeo pareció volver en sí y se dirigió a la mesa donde estaban sentados los Merodeadores.
 
“Ah, sí, sí, veamos qué ocurre...” - se limitó a decir el profesor, su voz sonaba muy cansada.
 
“Profesor, ¿cuánto tiempo más durará la evaluación del Ministerio?” - preguntó James al ver el mal semblante de Slughorn. El profesor dejó salir un suspiro.
 
“Ah, Potter... ojalá esto se acabara pronto, pero de acuerdo a lo que hemos conversado el cuerpo docente en las reuniones con el Director, este proyecto del Ministerio es a largo, largo plazo...”
 
Unos alumnos de Gryffindor que estaban sentados cerca del mesón de los Merodeadores intercambiaron algunos comentarios mientras el profesor, luego de haber resuelto la duda de Remus (el libro tenía un error de impresión que Slughorn corrigió fácilmente con su varita), volvía hacia el sector de la sala ocupada por los Slytherin.
 
“Muy bien, alumnos, quedan cinco minutos para que entreguen sus pociones del frenesí... vayan dándole el toque final y luego vacíen una muestra, la que deberán dejar encima de mi escritorio...”
 
En ese preciso momento Slughorn pasó junto a la mesa donde estaba sentada Lily, quien todavía estaba muy molesta con Severus y se había sentado un par de puestos alejada de él.
 
“Oh, pero qué veo... ¿Qué ocurrió, señorita Evans?”
 
El Profesor Slughorn asomó su rostro en el caldero de Lily; la Poción del Frenesí, si bien tenía el burbujeo intenso que describía el libro, no había logrado adquirir la consistencia exacta como de almíbar que indicaba su puesta a punto.
 
“No lo sé, profesor” - respondió la joven un poco contrariada - “Supongo que también estoy un poco cansada...”
 
“Es cierto, es cierto, ¡este año deben responder a altas exigencias!” - exclamó Slughorn, como haciéndole una advertencia a toda la clase. “Deberán esforzarse el doble de lo que hicieron el año pasado si quieren obtener al menos una A en sus ramos...”
 
De pronto, Slughorn que había reanudado su paseo mientras hablaba, se detuvo en seco. Se encontraba frente al caldero de Severus, el que contenía un líquido almibarado y burbujeante con un agradable aroma a menta. Sin decir ninguna palabra, el profesor acercó su rostro al caldero observándolo con detenimiento, y luego le dirigió a Severus la más amplia y radiante de sus sonrisas.
 
“Señor Snape, si hoy fuese el E.X.T.A.S.I.S. de Pociones, habría obtenido un Extraordinario con el más alto puntaje” - declaró Slughorn, con el orgullo de contar con semejante alumno en su clase brillándole en los ojos. “¡Mis más sinceras felicitaciones!” - dijo luego, y se dirigió a la clase. “Miren todos, por favor, el señor Snape no sólo ha logrado preparar a la perfección la Poción del Frenesí, sino que además, ¡ha ido más allá y la ha modificado! ¿Para qué agregó la menta?”
 
“La mayoría de las personas preferirá la menta antes que el sabor ahumado de la poción original” - respondió Severus con una leve sonrisa de triunfo; podía sentir los ojos verdes de Lily mirándolo con cierto reproche después de observar con desgano su propio caldero, y casi podía adivinar la cara de rabia de Sirius y James al ver que el profesor lo alababa tan abiertamente. “Además, sirve para contrarrestar algunos efectos secundarios desagradables...”
 
“Como la excesiva tendencia a la risa, me imagino” - interrumpió el profesor, ante lo cual Severus se limitó a asentir con la cabeza.
 
“¡Excelente trabajo, Snape! Ni siquiera necesito revisar la muestra para saber que esta poción está perfecta... diablos, ¡sin siquiera tomarla ya me ha hecho entrar en frenesí!” - Slughorn soltó una breve y sonora carcajada. “Tienes la nota máxima” - dijo, y se escuchó un murmullo de descontento entre los alumnos de Gryffindor, mientras que los Slytherin Rosier y Avery levantaban su dedo pulgar a Severus en señal de felicitación.
 
“¡Muy bien, alumnos, se acabó el tiempo! ¡Es hora de vaciar las muestras en sus botellas y dejarlas en mi escritorio!” - anunció el profesor, elevando la voz por sobre los comentarios de sus alumnos. “Y para la próxima clase, por favor, quiero cincuenta centímetros de pergamino acerca de los usos del ajenjo en pociones, todos los que puedan encontrar...”
 
Al ser el único que no necesitaba entregar la muestra de su poción para ser calificado, y mientras el resto de la clase reclamaba por la increíble extensión de la tarea que les había enviado Slughorn, Severus comenzó a ordenar sus cosas y guardarlas en su mochila. En media hora tenía clase de Historia de la Magia y quería intentar obtener algo de comida en la cocina del colegio, ya que la noche anterior había trasnochado haciendo un extensísimo ensayo para Encantamientos y en la mañana se había quedado dormido, sin poder desayunar antes de irse a la clase de Pociones. Cuando ya se disponía a abandonar la sala, junto con algunas compañeras suyas de Slytherin que le habían pedido sus apuntes de Historia, el profesor lo llamó.
 
“¡Ah! ¡Severus!” - Slughorn acostumbraba a tutear a sus alumnos fuera de las horas de clase. “¿Puedes quedarte unos instantes, por favor?”
 
Severus miró al profesor un tanto asombrado y no tuvo más remedio que pasarle su cuaderno a sus compañeras, y quedarse en el salón de Pociones.
 
“Gracias, gracias, toma asiento, por favor” - le dijo el profesor, señalando una silla al frente de su escritorio. Severus colgó su mochila en el respaldo y se dejó caer perezosamente en el asiento; no le gustaba demasiado hacer vida social con el cuerpo docente de Hogwarts.
 
Slughorn se sentó en la silla atrás de su escritorio y observó a Severus unos breves instantes con sus ojos brillantes; parecía estar planeando algo importante.
 
“¿Ocurre algo, profesor?” - preguntó finalmente el joven, deseoso de poder abandonar pronto la sala.
 
“Como debes saber ya” - comenzó el profesor - “los profesores de Hogwarts estamos este año con una carga de trabajo inusual gracias al Ministerio...” - Severus asintió en silencio.
 
“Para mí es especialmente complicado” - siguió el profesor - “ya que, como bien sabes, el ramo de Pociones se dicta desde el primer curso en el colegio, por lo que me corresponde preparar el informe del plan de estudios para cada uno de los siete cursos”. Slughorn intentó sonreír de forma optimista, pero a Severus le pareció más bien una mueca de sufrimiento contenido.
 
“Ah... mmm... me imagino que eso debe ser bastante cansador” - dijo Severus, a quien le pareció que el profesor esperaba una respuesta antes de continuar con su conversación. Su estómago hizo un suave ruido de protesta.
 
“¡Ni que lo digas, muchacho!” - exclamó el profesor con un tono de voz muy teatral, afirmándose pesadamente en el respaldo de su silla. “Y es por eso que hoy se me ha ocurrido una idea brillante, a mi parecer” - siguió Slughorn, nuevamente mirando a Severus con sus ojos radiantes y una amplia sonrisa. “Dime, Severus, ¿te gustaría ganarte unos cuantos galeones este año?”
 
Severus pestañeó un par de veces y no supo qué decir; la verdad, aún no imaginaba cuál era el plan del profesor, pero pronto comprendió que Slughorn no lo dejaría ir hasta no escuchar una respuesta, y su estómago nuevamente le recordaba la urgencia de pasar por la cocina antes de la próxima clase.
 
“Ehmm... supongo” - respondió finalmente. “Mi tío se encarga de todos mis gastos” - se apresuró a decir el joven, antes de que Slughorn volviera a hablar - “no sé qué tal le parecerá a él, pero de todas formas, creo que a estas alturas sería bueno... antes de salir de Hogwarts...”
 
Severus no siguió hablando; bajó su mirada levemente y parecía sumido en profundos pensamientos.
 
“Ah, claro, olvidaba que tu tío se hace cargo de tu educación en Hogwarts” - dijo Slughorn, al parecer levemente contrariado ante ese hecho. “Pero tal como dices, se acerca el momento de la graduación y entiendo que tienes otras obligaciones, allá en el mundo muggle...”
 
Severus miró al profesor directamente a los ojos, un poco molesto y sorprendido ante su último comentario. Slughorn pareció darse cuenta de lo inconveniente de sus palabras y se apresuró en cambiar de tema.
 
“¡Pues bien, la independencia financiera, entre muchas otras cosas, es algo que los jóvenes de tu edad desean con ansias!” - exclamó el profesor con una expresión de nostalgia por los años de juventud que Severus no supo decir si era genuina o también era parte de la estrategia de Slughorn. “Y eso es lo que te ofrezco, en una u otra medida, mediante un trabajo muy sencillo que sólo tú, de todos mis alumnos, puede realizar. ¿Te interesa?”.
 
 
Un destello de interés y vanidad se asomó a los ojos de Severus al escuchar esa frase; evidentemente, las palabras cuidadosamente escogidas de Slughorn estaban dando resultados.
 
“¿Qué... de qué trabajo se trata?” - preguntó finalmente Severus, y su profesor supo que ya lo tenía convencido.
 
“Oh, es muy sencillo. Verás, las clases prácticas de los cursos superiores son las que requieren mi mayor esfuerzo y atención ya que, como has podido comprobar, los contenidos son sumamente avanzados y delicados...” - Slughorn nuevamente esperó a que Severus asintiera con la cabeza antes de seguir hablando. “Pues bien, algo parecido ocurre con los primeros cursos de Pociones, aunque ahí la atención debe enfocarse más que nada en la correcta utilización de los implementos para preparar mezclas, la comprensión lectora de las instrucciones y las medidas básicas de seguridad”.
 
Slughorn se levantó de su silla y caminó lentamente hacia un estante cerca de su escritorio, al parecer escogiendo con suma delicadeza las próximas palabras que iba a decir.
 
“¿Entonces...?” - se atrevió a preguntar Severus, con impaciencia. Se acercaba la hora de su clase de Historia de la Magia, y ya que había abandonado toda esperanza de comer algo, quería asegurarse de, al menos, recuperar su cuaderno a tiempo.
 
“Entonces, Severus, en vista de la gran cantidad de papeleo que debo hacer gracias a nuestro querido Ministerio, se me ocurrió que sería una genial idea que tú me ayudaras en mis clases de Pociones de primer y segundo año”.
 
Severus se quedó en silencio e incluso su estómago pareció sorprendido por las palabras de Slughorn. ¿Un profesor de Hogwarts le estaba pidiendo que lo asistiera en clases?
 
“Por supuesto, sólo necesito ayuda durante las clases prácticas, es decir, cuando no vienen nada de mal un par de ojos extra” - siguió el profesor con entusiasmo. “Que tú puedas hacerte cargo de esas clases, desde luego que con mi supervisión, me ayudaría muchísimo para yo poder dedicarme a terminar mis informes para el Ministerio. ¿Qué te parece?”
 
“Pero... ¿qué dirá el Profesor Dumbledore?” - preguntó Severus con cierta inquietud; no le parecía demasiado apegado a las reglas que un profesor le pagara a un alumno para asistirlo en clases.
 
“Ah, no habrá problema con eso” - replicó Slughorn con seguridad. “Además, será una excelente experiencia para ti, Severus, algo que puedes incluir en tu ficha laboral e incluso puede servirte si alguna vez deseas hacer docencia en Hogwarts... Entonces, ¿cuento contigo?”
 
El profesor extendió su mano derecha hacia Severus para cerrar el trato y éste lo observó durante unos breves instantes. La idea de terminar sus días haciendo docencia en un colegio no lo entusiasmaba en absoluto y tampoco lo enloquecía el panorama de tener que cuidar a un montón de niñatos de primer y segundo año. Pero tal como había dicho Slughorn, Severus sabía que tenía asuntos pendientes fuera de Hogwarts y, finalmente, estrechó la mano del profesor con un “de acuerdo”.
 
***
 
El primer día que Severus entró a la clase de Pociones de los estudiantes de primer año, se produjo un silencio de sepulcro en toda el aula. Mientras el Profesor Slughorn explicaba de forma amable y entusiasta a sus alumnos la nueva modalidad de las clases prácticas de Pociones, cada uno de los pequeños estudiantes de Gryffindor y Slytherin fijaba sus ojos muy abiertos en la figura desgarbada de Severus. Para ellos, el chico de sexto año parecía mucho más alto y pálido de lo normal, su largo cabello negro tenía un aspecto grasiento y la mueca de rechazo que se dibujó en su rostro, apenas el profesor lo presentó al curso como su ayudante del ramo, no auspiciaba la mejor de las disposiciones por parte del joven. Bastó un breve instante en que el profesor se ausentó del aula, para que Severus dejara muy claras las estrictas reglas de disciplina que aplicaría durante las prácticas, ganándose de inmediato el respeto temeroso de sus pequeños alumnos.
 
Con los alumnos de segundo año, sin embargo, la situación fue levemente distinta. Mientras que los estudiantes de la casa Slytherin conocían el increíble talento de Severus y ya habían aprendido a respetar su superioridad o sufrir las consecuencias, los alumnos de la casa Gryffindor tenían una imagen muy distinta de su persona, en gran parte influenciada por los Merodeadores, y varios de ellos lo recordaban por el humillante episodio a fines del curso pasado, por lo que no fue extraño escuchar un murmullo de asombro y desaprobación en toda el aula apenas el Profesor Slughorn presentó a Severus como su ayudante para las clases prácticas de Pociones.
 
Al joven de sexto año poco le importaban las exclamaciones de descontento de un puñado de Gryffindors, o tener que supervisar la tediosa preparación de la poción para hacer crecer el cabello. Sin embargo, apenas divisó una larga cabellera ondulada color castaño claro y un par de ojos azules mirándolo con desconcierto, supo que la hora de su venganza por la derrota en el Club de Duelo había llegado.
 
El Profesor Slughorn aprovechó que la clase se encontraba completamente concentrada trabajando en sus pociones para pedirle a Severus que se hiciera cargo durante unos instantes, y salió rápidamente de la sala rumbo a su oficina, a continuar los extensos informes para el Ministerio de Magia. Severus se paseó durante unos minutos entre los calderos humeantes de los alumnos de segundo año, deteniéndose de tanto en tanto a observar con una mueca de burla a aquellos que, desesperadamente, intentaban agregar la cantidad necesaria de colas de ratón antes que la poción comenzara a burbujear furiosamente. De pronto, se detuvo maliciosamente junto al caldero humeante y lleno de burbujas de Eve, quien con su largo cabello tomado en un moño, las mangas de su túnica dobladas hacia arriba y sus mejillas encendidas de calor, revolvía con mucho esfuerzo el espeso líquido repleto de colas de ratón que conformaba la base de la poción.
 
Severus le dirigió a la muchacha una sonrisa terriblemente burlona y caminó rápidamente hacia el pizarrón al fondo de la sala.
 
“Señorita Hollow” - dijo en voz alta, de modo que toda la clase pusiera atención. “¿Podría hacer el favor de leernos las instrucciones de preparación de esta poción que aparecen en su libro?”
 
Eve levantó su cabeza y miró perpleja a Severus; no esperaba que el joven Slytherin se dirigiera directamente a ella de esa manera en clases, sobre todo después de haberla ignorado durante un año entero. Sin estar completamente segura de lo que hacía, tomó su texto de Pociones y comenzó a leer.
 
“Vierta cinco litros de agua en su caldero y póngalos a hervir durante cinco minutos...”
 
“No, Srta. Hollow, vaya directamente a la parte donde se explica claramente la forma en que esta poción se debe revolver” - le indicó Severus, con un dejo de sarcasmo en su voz que causó gracia a algunos alumnos de Slytherin.
 
Eve volvió a mirar a Severus, aunque ahora parecía un poco molesta.
 
“Revuelva quince veces en sentido de las agujas del reloj, luego dos veces en sentido contrario, y deje reposar durante veinte minutos...”
 
“Srta. Hollow, me pregunto si después de haber cursado un año entero en Hogwarts usted, por lo menos, ha aprendido a contar...” - la interrumpió Severus, y se escucharon unas risitas provenientes del grupo de alumnos de Slytherin. Eve se ruborizó y miró a Severus con rabia. “Aunque quizás su problema esté relacionado con su incapacidad de comprender lo que lee” - continuó Severus, mientras las risas de los Slytherin seguían llenando la sala.
 
“Por supuesto que sé contar y leer...” - respondió Eve, muy molesta, pero fue interrumpida nuevamente por Severus.
 
“Entonces, Srta. Hollow, debiera saber que ha sobrepasado por mucho la cantidad de veces que esta poción debe ser revuelta antes de su reposo”.
 
Eve se quedó en silencio, sin saber qué decir. Las risas de los Slytherin y el sarcasmo de Severus hacían que su corazón latiera furiosamente en su pecho, el enojo ruborizando aún más sus mejillas.
 
“Pues bien” - respondió finalmente, su molestia haciéndose evidente en su voz - “me pareció que el texto está equivocado”.
 
Nuevamente se escucharon las sonoras carcajadas de los Slytherin mientras Severus esbozaba una amplia sonrisa de incredulidad.
 
“¿Está diciendo, Srta. Hollow, que sus incipientes conocimientos sobre Pociones como alumna de segundo año, son superiores a los del autor de este libro, que ha educado a generaciones de magos mucho más importantes y talentosos que usted?”
 
“¡Cualquiera que vea esta mezcla puede darse cuenta que necesita ser revuelta por lo menos veinte veces más!”
 
“Oh, sí, Srta. Hollow” - respondió Severus con sorna, mirando con desdén las numerosas colas de ratón que aún salían del caldero de la joven. “Cualquiera puede darse cuenta que su desastrosa mezcla está muy lejos de convertirse en la poción para hacer crecer cabello...”
 
“¿Y debo suponer que tú puedes hacerlo mucho mejor? ¿O tus habilidades en Pociones igualan a lo demostrado en el Club de Duelo?” - respondió Eve, procurando llenar de sarcasmo cada una de sus palabras.
 
Se produjo un silencio incómodo mientras Severus miraba a Eve con una extraña expresión en su rostro. Varios alumnos notaron que el ayudante ya no sonreía.
 
“Cuando vuelva el Profesor Slughorn” - dijo el joven, tranquilamente - “me encargaré que cinco puntos sean descontados a Gryffindor por tu falta de respeto, Hollow”.
 
“¡No puedes hacer eso, tú no eres el profesor!” - le replicó Eve con furia, mientras varios alumnos de Gryffindor dejaban salir exclamaciones de asombro y protesta ante la amenaza de Severus.
 
“Entonces serán diez puntos menos...” - continuó Severus.
 
“¡Quién te crees que...!”
 
“¿Quieres que sean quince puntos entonces, Hollow?”
 
Eve se contuvo y no siguió respondiéndole a Severus, pero miraba al joven de sexto año con sus ojos llenos de odio mientras volvía a ocuparse del contenido de su caldero. No podía entender cómo alguna vez se había sentido atraída por el joven Slytherin, que ahora le parecía tan increíblemente desagradable, e ignoró completamente la mueca burlona que hiciera Severus al pasar nuevamente junto a su caldero y encontrarla aún revolviendo su poción. Pero pronto Eve dejó de lado su enojo al comprobar que, finalmente, la mezcla de los ingredientes comenzaba a formar un líquido más fluido y con suaves burbujas multicolores; luego de revolver unas cinco veces más, finalmente se sintió conforme con la suave loción que burbujeaba tranquilamente en su caldero y la dejó reposando a fuego lento, mientras el resto de la clase seguía esperando a que, de alguna manera mágica, la espesa mezcla con las colas de ratón que tenían en reposo hacía ya media hora se convirtiera en la loción burbujeante que describía el texto antes de agregar los ingredientes finales.
 
Severus volvió a pasearse junto al caldero de Eve, pero para alivio de la joven, el ayudante esta vez no emitió ningún comentario desagradable; al contrario, a Eve le pareció que el alumno de sexto año mostraba un disimulado interés en la mezcla que burbujeaba tranquilamente en su caldero. Después de que Severus observara durante unos instantes la poción, Eve notó que el joven parecía estar listo para emitir un juicio sobre su trabajo; ya podía imaginarse la sonrisa burlona en su rostro y las palabras llenas de sarcasmo...
 
Sin embargo, Severus sólo emitió un breve comentario.
 
“Buen trabajo, Hollow”.
 
Eve miró sorprendida al alumno de Slytherin, sus ojos muy abiertos por la impresión; no podía creer que acababa de recibir una felicitación de su parte. Severus la observó unos breves segundos con su rostro inmutable y luego se dirigió rápidamente hacia el Profesor Slughorn, quien acababa de regresar a la sala de clases.
 
“¿Todo bien, Severus?” - preguntó el profesor con una sonrisa en su rostro, al ver a todos sus alumnos completamente concentrados en la preparación de sus pociones.
 
“Casi todo, profesor” - respondió el joven, con un tono de voz sedoso y aburrido. “Al parecer Hollow tiene serios problemas de conducta y respeto a la autoridad... quizás descontando puntos a su casa deje de comportarse como una banshee con ataque de histeria...”
 
Eve casi se cae de la silla cuando escuchó las palabras de Severus, y estuvo a punto de defenderse de forma muy enérgica de las increíbles acusaciones del ayudante, pero se contuvo al escuchar las palabras del profesor.
 
“¿La Srta. Hollow?” - preguntó Slughorn, y luego se echó a reír a carcajadas. “Ah, Severus, ya debes ir conociendo el temperamento de nuestra alumna estrella, es la mejor en Pociones de su generación, pero no te recomiendo hacerla enojar a menos que quieras salir con alguna maldición de la sala de clases”.
 
Severus pareció un poco contrariado al ver que el profesor se tomaba con tan buen humor el temperamento de Eve, y sin disimular su frustración por no lograr que descontaran puntos a Gryffindor, tuvo que acompañarlo a la revisión final de las pociones, puesto por puesto, y estar presente en el momento en que Slughorn llenó de felicitaciones a Eve por haber sido la única alumna capaz de preparar la poción de crecimiento de cabello a la perfección, momento que la joven aprovechó para entregarle una sonrisa completamente falsa al ayudante que hacía pocos momentos la había estado molestando en clases.
 
Pero Eve y Severus estaban lejos de conocerse realmente el uno al otro, y en los días siguientes recién comenzaron a comprender qué tan diferentes eran de la primera impresión que se habían creado ambos en el Club de Duelo.
 
A medida que avanzaba el año escolar y se acercaban las primeras calificaciones, los alumnos de todos los cursos se vieron inmersos rápidamente en las materias y estudiando afanosamente, por lo que la biblioteca, que en días normales era un lugar más bien deshabitado, se encontraba prácticamente repleta de estudiantes pidiendo libros, escribiendo en inmensos rollos de pergamino tendidos sobre las mesas, o con sus cabezas escondidas dentro de las numerosas páginas de algún texto de estudio.
 
Mientras Severus esperaba que Madame Pince atendiera a un grupo de alumnos de Hufflepuff para pedir un ejemplar de “Hechizos Avanzados del Alto Medioevo, Tomo II”, recorrió aburridamente la gran sala de estudio de la biblioteca con sus oscuros ojos, buscando una mesa libre donde poder sentarse a terminar su ensayo para Encantamientos, hasta que divisó un espacio en una mesa al fondo de la sala, donde había sentada sólo una persona con larga cabellera ondulada, de un color entre castaño claro y rubio, y su propietaria se encontraba con el rostro completamente oculto dentro de un gigantesco libro de “Pociones Ilustradas Para No-Tan-Principiantes”. La joven Eve cada cierto rato hacía un montón de anotaciones en un pergamino, sin despegar sus ojos del texto que tenía en frente, y estaba tan concentrada estudiando que no sintió los pasos sigilosos de Severus, quien con mucha facilidad, gracias a su altura, logró ver por detrás de la cabeza de la niña el capítulo del libro que estaba leyendo.
 
“¿Así que buscando antídotos de segundo nivel avanzado, Hollow?”
 
Eve dio un salto en su silla y casi da vuelta el frasco de tinta sobre los pedazos de pergamino en blanco que tenía a su lado. Al girar su cabeza vio con espanto que Severus observaba con interés el libro que ella estaba leyendo, una desagradable sonrisa burlona en su rostro.
 
“Es la tarea de Slughorn, Snape” - respondió Eve, mirándolo con recelo, e intentó ignorarlo y continuar con su lectura.
 
“No seas insolente, Hollow” - le advirtió Snape con sorna. “No recuerdo que el profesor Slughorn haya mencionado el libro de Pociones Ilustradas en la bibliografía del curso...”
 
“Una buena alumna buscará información en toda la bibliografía posible, ¿no?” - respondió Eve, sin despegar su rostro del libro y continuando con sus anotaciones.
 
Severus levantó una ceja y sin preguntar, dejó su mochila y sus libros en la mesa, sentándose delante de Eve.
 
“Ah, olvidaba que tú eres la alumna estrella de tu generación, Evelyn” - dijo el joven de sexto año, poniendo especial énfasis en el tono burlón y casi infantil con que mencionó esa última palabra. “Pero lamento comunicarte que se necesita más que un montón de libros y una postura arrogante para ser una buena alumna...”
 
Eve le lanzó una mirada fulminante a Severus al escuchar la forma en que la llamaba por su nombre. Sabía que el chico se estaba aprovechando de su calidad como alumno de curso superior para molestarla, y sintió que un súbito enojo encendía sus mejillas al verlo cómodamente instalado en su mesa de trabajo.
 
“¿Piensas quedarte ahí sentado?” - preguntó la muchacha, sin disimular el desagrado y asombro en su voz.
 
“La biblioteca está repleta y esta es la única mesa con un espacio libre” - respondió Severus con tranquilidad, mientras hacía a un lado algunos de los cuadernos de Eve y sacaba perezosamente un rollo de pergamino de su mochila. “¿Te molesta?”
 
“¡Claro que me molesta!” - respondió Eve con enfado. “¡No me dejarás estudiar!”
 
“No te des tanta importancia, Evelyn, no pienso perder mi tiempo en una mocosa como tú...” - contestó Severus, haciendo como que buscaba un capítulo en el índice de su libro de hechizos, pero en realidad se reía por dentro al comprobar lo mucho que enfadaba a la niña de Gryffindor que la llamara por su nombre. Aunque ya se consideraba vengado por la humillación en el Club de Duelo, después de varias clases prácticas de Pociones en que se dedicó a humillar públicamente a Eve delante de sus compañeros, ahora Severus encontraba que la actividad de atormentarla cada vez que pudiera era, en realidad, bastante entretenida, sobre todo porque la niña muggle seguía siendo un misterio para él.
 
Eve entrecerró sus ojos con furia y, soltando un resoplido, regresó a su lectura. Durante unos minutos ambos permanecieron en completo silencio, cada uno leyendo su libro, y sólo se distinguía el sonido de la pluma de Eve mientras hacía rápidas anotaciones en su pergamino. De pronto, el silencio se rompió.
 
“No entiendo para qué anotas tantas cosas si en clases vas a saltarte las instrucciones de preparación de casi todas las pociones...”
 
Eve dejó de escribir y levantó un poco su cabeza por sobre el libro de Pociones Ilustradas. Severus continuaba leyendo su libro, sin prestarle atención.
 
“¿Qué quieres decir?”
 
“Sabes muy bien a qué me refiero” - contestó Severus, sin mirarla. “A pesar de que el profesor Slughorn te tiene en un pedestal y, por cosa de pura suerte, logras mejores trabajos que tus compañeros (lo cual tampoco es muy difícil), no creas que no me he dado cuenta que sigues con tu ridículo hábito de cambiar la forma de preparación de las pociones...”
 
“Hacer pociones es un arte, Severus...” - respondió la niña, con un tonito maternal en la última palabra que arrancó un destello de furia en los negros ojos del joven.
 
“No tienes derecho a llamarme así” - se apresuró en decir Severus, mirándola fijamente y muy serio - “Soy tu ayudante y me debes respeto. Además, olvidas que hacer pociones es también una ciencia...”
 
“Es un arte y ciencia para hacer magia” - respondió Eve. “Es natural que la preparación de pociones cambie de persona a persona, tratándose de un arte...”
 
“Pero tus cambios a la preparación de pociones no tienen ninguna base científica...” - la interrumpió Severus, con mucha seriedad. “No existe una razón lógica en tu actuar que justifique las numerosas modificaciones que haces a las instrucciones dadas”.
 
“No exageres, no son tantas las modificaciones que hago” - dijo Eve sin darle importancia a las palabras de Severus. “Son pequeños experimentos, nada más...”
 
El joven Slytherin entonces estiró su brazo y alcanzó un pequeño libro en un rincón de la mesa, lo abrió rápidamente y se lo mostró a Eve.
 
“¿Llamas pequeños experimentos a esto, Hollow?” - preguntó Severus, con sus dientes apretados.
 
Eve miró el libro que Severus le mostraba con ímpetu y se sonrojó. Era su libro de Pociones para la clase de Slughorn, lleno de rayas y anotaciones encima de las instrucciones, con comentarios como “revolver hasta lograr la consistencia” (donde el texto decía “revolver cinco veces en sentido contrario al reloj y dejar reposar”), “dos cabezas de ajo hacen mejor efecto” (en lugar de “medio diente de ajo para lograr risa nerviosa”) y “nota: buscar propiedades del bezoar” (encima de las instrucciones para el antídoto de la poción Piernas de Lana).
 
“Hay un serio error lógico en todas estas anotaciones, Hollow. Tus pequeños experimentos pueden costarte la vida si no tienes más cuidado y haces caso a lo que te enseñamos el profesor y yo...”
 
“¡Pásame mi libro!” - Eve le arrebató el texto a Severus mientras se sonrojaba más furiosamente. Algunos alumnos giraron sus cabezas al escuchar la fuerte voz de Eve y ambos jóvenes volvieron rápidamente a su lectura, procurando no llamar más la atención.
 
“Eres un abusador” - le susurró Eve asomándose detrás de su inmenso libro. “¡No tienes derecho a meterte en mis cosas!”
 
“Eres tan poco discreta que cualquiera puede darse cuenta de todas las estupideces que anotas en tu libro” - respondió Severus, también susurrando. “¡Entiéndelo de una vez, Hollow: no estás en posición de inventar instrucciones para cosas tan delicadas como las pociones!”
 
“Ah, ¿y tú eres tan versado en pociones que tengo que hacerte caso?”
 
“¡Soy tu ayudante! ¡El profesor Slughorn me puso en ese trabajo aburrido para vigilar que niñas idiotas como tú no hagan volar Hogwarts por una mezcla mal hecha!”
 
“Pues qué bien haces tu trabajo si yo he podido hacer todos estos cambios sin que el profesor se de cuenta...”
 
“El profesor no se da cuenta porque yo tampoco se lo he dicho, Hollow”. Severus miró fijamente a la niña, cuyo rostro aún estaba enrojecido de rabia y vergüenza. “Te estoy haciendo la última advertencia o te costará caro, ya lo verás”.
 
“¿Qué más te da si yo cambio las pociones?” - preguntó Eve, y Severus pensó que la niña se pondría a llorar. “¿Acaso no he logrado los resultados esperados clase a clase? ¿Acaso no he demostrado que con mi manera de hacer las cosas puedo hacer las pociones mejor que el resto?”
 
“¿Cuál es la necesidad de hacer todos esos cambios? ¿Qué pretendes demostrar?” - preguntó Severus, francamente intrigado ante la insistencia de la niña.
 
“¡Es necesario!” - contestó Eve, nuevamente subiendo el volumen de su voz. “¡Para mí nada es cierto, nada es seguro! ¡Yo jamás dejaré de cuestionarme todas las cosas!”
 
Nuevamente algunas cabezas se dieron vuelta hacia donde estaban ellos, haciendo callar a Eve, quien recordó las reglas de la biblioteca (silencio ante todo). La joven temblaba de rabia y comenzó a guardar sus cosas en su mochila, pero no se dio cuenta que Severus observaba cada uno de sus movimientos con una extraña expresión en su rostro; parecía que el joven Slytherin había descubierto algo completamente inesperado en ella. Eve cerró su mochila y se puso de pie rápidamente, pasando al lado de Severus sin siquiera mirarlo, pero de inmediato se dio vuelta y le habló nuevamente.
 
“¿Quieres lógica en mis actos? Muy bien” - dijo la niña, con su voz quebrada llena de ira contenida y mirando fijamente al joven, que se encontraba atónito. “Es ilógico pensar que personas distintas tendrán la misma fuerza, trabajo muscular y movimientos a la hora de preparar pociones. Para un fortachón como Hagrid una vuelta de cucharón es suficiente, mientras que para un niño de cinco años son necesarios veinte o treinta vueltas. El arte de hacer pociones está en entender esto y descubrir cuánto esfuerzo necesita cada uno para lograr el resultado esperado. ¡AHÍ TIENES TU LÓGICA!”
 
Severus abrió su boca en inmenso asombro pero no alcanzó a decir nada, porque Eve salía rápidamente de la biblioteca como un torbellino, dejando al joven Slytherin sumido en sus pensamientos, comprendiendo recién que la niña Gryffindor se parecía mucho más a él de lo que nunca hubiese imaginado.
 
En la siguiente clase práctica de Pociones, Eve se sentó junto a sus dos mejores amigas y permaneció muy silenciosa durante toda la clase, sin prestar ninguna atención a los paseos de Severus y los ácidos comentarios que éste hacía a sus demás compañeros, sobre todo a los Gryffindor. Concentrada en medio de la preparación de su antídoto para la poción del estornudo, Eve no se dio cuenta del momento en que sus amigas se dirigieron al estante de los ingredientes al final del salón, y tampoco se dio cuenta que ahora estaba siendo observada. Justo en el momento en que terminaba de triturar sus cien gramos de patas de araña (que el libro sugería no fueran más de ochenta), sintió una voz al frente suyo que la dejó helada.
 
“¿Qué piensas hacer con ese kilo de patas de araña, Hollow?”
 
Eve levantó su mirada rápidamente y se encontró con Severus, que estaba apoyado en la mesa del frente y mirándola con un rostro sumamente serio, con un cierto aire de enfado.
 
“Sigues exagerando, no es un kilo...” - respondió Eve casi en un susurro. Ya se estaba preparando para el sermón humillante que Severus acostumbraba a darle delante de toda la clase.
 
Pero Severus no dijo nada, y en lugar de eso, se acercó más al puesto de Eve, de forma que sólo ella pudiese escuchar sus palabras. Eve ni siquiera le dirigió la mirada, pero un ligero rubor encendió sus mejillas, haciéndola enfadarse con ella misma.
 
“Lo que dijiste el otro día en la biblioteca...” - comenzó Severus, preocupado de finalizar la conversación antes que regresaran las amigas de Eve.
 
“¿Carece de toda lógica y me hacen una niña estúpida?” - lo interrumpió Eve, amargamente, mientras jugaba con el montoncito de patas de araña que estaban trituradas sobre su mesa. Severus dejó salir un suspiro lleno de cansancio, y aunque la joven no lo miró directamente, pudo ver que el alumno de sexto año parecía haber cedido por un segundo al agotamiento producto de sus clases avanzadas y su trabajo como ayudante.
 
“¿Puedes quedarte callada cinco minutos, Hollow? ¿O acaso pretendes tener siempre la última palabra?” - preguntó Severus, con enojo. Eve volvió a mirar fijamente el montoncito de patas de araña sobre su mesa, como si se tratara de algo sumamente interesante. “Lo que dijiste el otro día en la biblioteca...” - continuó Severus - “...estuvo muy bien”.
 
Eve sintió que se paralizaba de asombro. Era la segunda vez en el año que Severus le decía que había hecho las cosas bien.
 
“Muy pocas personas (demasiado pocas, diría yo) logran comprender cuál es la lógica en la preparación de pociones” - siguió Severus. “No es tan sólo seguir un montón de instrucciones al pie de la letra, es comprender qué hace funcionar la magia de sus ingredientes y cómo poder mejorar aquello... y aunque me cueste admitirlo, tú comprendes eso a la perfección...”
 
“¿Ah, sí?” - fue lo único que Eve logró responder, mientras intentaba ocultar su rostro ruborizado detrás de su largo cabello ondulado.
 
“Pero escúchame muy bien, Hollow” - siguió Severus, acercándose un poco más a ella. “Puedes modificar todo lo que esté sujeto a las particularidades de cada persona... movimientos para revolver, forma de cortar, incluso los instrumentos sugeridos... pero jamás... jamás, Hollow... modifiques los ingredientes en las cantidades que se señalan...”
 
Severus movió rápidamente su varita y el montón de cien gramos de patas de araña desapareció de encima de la mesa de Eve, mientras la niña miraba a su ayudante con ojos asombrados y a la vez un poco arrepentidos.
 
“Esa es la ciencia de hacer pociones, Hollow...” - finalizó Severus, mirándola fijamente y muy serio, como buscando asegurarse que la niña no volvería a intentar sus peligrosos experimentos.
 
“Está bien” - asintió finalmente Eve, bajando un poco su cabeza, avergonzada. “Yo... yo no sabía...”
 
“Ahora lo sabes” - respondió Severus secamente, y se alejó de la mesa rumbo a los puestos de los alumnos de Slytherin, mientras las amigas de la joven Gryffindor regresaban desde el fondo del salón.
 
Eve permaneció observando a su ayudante durante algunos minutos, y de pronto le pareció comprender mucho mejor su actitud. No debía ser fácil tener que lidiar con un montón de niños torpes o ávidos de experimentar, como ella, y evitar que ocurriera una catástrofe, o peor aún, que uno de ellos saliera seriamente lastimado. El alumno de sexto año en realidad no era más que un adolescente con una enorme responsabilidad puesta en sus hombros por el Profesor Slughorn, y Eve se preguntó cómo reaccionaría ella ante semejante tarea. Antes de que Severus se sintiera observado, Eve regresó a la preparación de su antídoto, y puso en su balanza exactos ochenta gramos de patas de araña para luego triturarlos, mientras sus pensamientos seguían puestos en el comportamiento del joven Slytherin.
 
Al final de la clase, y después de mucho meditarlo, Eve llegó a la conclusión de que todas las palabras hirientes y burlas que Severus hacía a los alumnos no eran más que su propia manera de exigirles más esfuerzo y dedicación en su preparación de pociones, hiriéndoles el orgullo si era necesario para que alcanzaran la perfección, y definitivamente, tales demostraciones de preocupación hacia sus alumnos sólo podían significar que el muchacho, en realidad, era mucho más amable de lo que aparentaba.