Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ The Sweetest Slave ❯ Capítulo 5 ( Chapter 5 )
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Capítulo 5
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
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Cuando Lucius regresó a la casa, Narcisa le esperaba en la habitación. Estaba algo ansiosa y apenas verlo todo su cuerpo se tensó. Lucius se acercó con lentitud a la mesita de noche y puso sobre ella su bastón, volteando a ver a Narcisa nuevamente quien sonrió y se relajó. Cuando las misiones para el Lord se fueron tornando peligrosas y Lucius comenzó a llegar mal herido a la casa, ambos habían tenido muchas discusiones. Algunas fuertes, otras pasables, todas se resumían en que Lucius era demasiado orgulloso para pedir ayuda y Narcisa no gustaba de jugar el papel de esposa temerosa y preocupada.
Finalmente, una noche al regresar de una de las reuniones con las ropas desgarradas, Lucius dejó su bastón sobre la mesita de noche y mirándola fijamente le dijo. “Si me siento lo suficientemente confiado como para caminar sin mi bastón, entonces no tienes por qué preocuparte de mí.” El gesto se había vuelto una especie de ritual desde entonces. Cada vez que el rubio regresaba a la casa de una reunión peligrosa, dejaba su bastón en la mesita de noche a la vista de su esposa.
Esa noche, Lucius se dejó caer en la cama con un largo suspiro mientras Narcisa se dedicaba a desabrochar, desatar y desabotonar sus ropas. Volvió a suspirar cuando se sintió libre del peso de las mismas. “Debo tomar un baño.” Le dijo con languidez y se levantó, completamente desnudo, demostrándole de una buena vez a su mujer que todo estaba bien pero cuando ya llegaba a la puerta se detuvo un momento sujetándose del dintel hacia el baño.
Narcisa que le observaba esperó con paciencia lo que le diría y cuando Lucius volteó la sonrisa que ella podía ver claramente dibujada en la pequeña expresión de su rostro la animó. “Aunque… ¿tal vez nuestro medimago residente podría echarme un vistazo si mi adorada esposa se lo pide?” La rubia sólo se tardó en levantarse de la cama lo que le costaba sonreír de vuelta mientras Lucius se volteaba y proseguía al baño.
Jules no tardó en llegar a la habitación siguiendo los pasos de la mujer que le había asegurado que Lucius necesitaba de su opinión como medimago. Al verlo entrar al baño Lucius estaba preparado para todo menos para recibir realmente a un medimago. La expresión profesional de Jules y la actitud severa lo hicieron dar un par de pasos atrás cuando el castaño sacó su varita y le apuntó con ella. En segundos varios pergaminos comenzaron a aparecer y desaparecer antes que pudiera hacer nada.
Lo único que alcanzó a hacer fue a darle una mirada de reproche a Narcisa al ver que la rubia reía tras su mano por encima del hombro de Jules.
“¿Jules?” Intentó luego que el hombre terminara de leer los pergaminos y los hiciera desaparecer con un movimiento de su varita.
“No debería extrañarme, pero tienes la presión un poco elevada, lo demás se remedia con descanso y relajación.”
“Y finalmente llegamos a la verdadera razón por la cual quería que vinieras a verme, Jules. Relajación.” Susurró Lucius con voz sedosa. En ese mismo instante Narcisa rodeó los hombros de Jules con manos delicadas, acariciando los bordes de la bata del castaño hasta llegar al nudo del cinturón y comenzar a deshacerlo con destreza.
Como medimago estuvo a punto de protestar, pero tan pronto el cuerpo de Lucius estuvo frente al suyo y el de Narcisa lo empujó con firmeza contra el rubio toda protesta murió.
La mañana siguiente tardó un poco en llegar para Jules. Sin saberlo tenía a Narcisa plácidamente dormida sobre su pecho mientras Lucius ya despierto besaba con lentitud su cuello. “¿Estás despierto, Jules?”
“Sí, estoy despierto.” Masculló el hombre sin abrir los ojos haciendo sonreír a Lucius. “Es una habilidad…”
“Comienzo a pensar que más que estar despierto, tu habilidad es hablar coherentemente estando aún dormido.” Jules refunfuñó levemente lo que causó que Narcisa despertara. Los claros ojos miraron adormilados a su esposo y sonrió. Luego, al darse cuenta de que dormía sobre Jules sus mejillas adquirieron un leve tinte rosado. “¿Dormiste bien, querida?” Preguntó Lucius sin viso de maldad al acariciar sus dorados cabellos.
“Jules es tan dulce, Lucius.” Susurró la mujer en una especie de ronroneo deslizando sus manos por los costados de Jules.
“Los estoy escuchando.” Masculló el aludido con ojos aún cerrados haciendo que ambos rubios sonrieran. “¿Podemos desayunar aquí?” Preguntó el castaño y Lucius asintió, pensando que era lo mejor en esos momentos en que ninguno de los tres quería moverse de donde se hallaba.
A mediodía ese mismo día le llegó aviso a Lucius de los planes del Lord. Atacarían sin demora una pequeña villa donde se suponía se escondía un buen número de rebeldes. Lucius hizo un drama bastante aceptable acerca de su renuencia por acudir al llamado frente a Jules y Narcisa se mostró lo suficientemente preocupada como para terminar de sellar el dilema frente al medimago.
Jules le vio partir con gran pesadumbre mientras Lucius le daba una última mirada a aquellos ojos azul oscuro para asegurarse de que se llevaba una parte del corazón del castaño.
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Lucius logró llegar hasta la puerta de la sala de emergencias del Hospital San Mungo donde fue recibido de inmediato por algunas enfermeras. Antes de su aparición muchos otros también se habían aparecido al hospital que ahora era controlado por los seguidores del Lord Tenebroso. En su trayecto el rubio pudo ver algunas enfermeras y doctores con collares de servidumbre y los que no los llevaban, suponía, eran seguidores del Lord pero no era hombre de confiarse tan fácilmente.
El ataque del Lord se había malogrado. Las bajas y los heridos entre las filas de los defensores había sido grande y Voldemort no se hallaba nada contento.
Lucius había sido de los muchos que habían sido heridos. Ninguno se había esperado tal respuesta de parte de los rebeldes seguidores de la luz. La resistencia había ido en aumento sin que lo notaran y en el ataque había sido demostrado. La villa al final había sido recuperada pero las bajas eran lo que más preocupaba.
Aquella pequeña escaramuza perdida le daba mala espina a Lucius. No sólo le decía que el otro bando se estaba fortaleciendo y organizando sino que le daba una idea de cuánto tiempo faltaba para que los rebeldes finalmente se hicieran con suficiente poder como para ser una amenaza real. Si seguían de esa forma pronto cabría la posibilidad de un nuevo enfrentamiento simplemente para defender la nueva posición que habían adquirido en la comunidad mágica y no para suprimir una simple rebelión, como debería ser.
Lucius sabía cuando llegaran al poder la necesidad de mantener un orden les haría quitar la vista de algunos objetivos. No era lo mismo planificar día y noche un ataque que mantener el orden público y trabajar en los tiempos libres para montar una defensa adecuada. Prácticamente habían tomado el lugar de los aurores, trabajo que no era nada fácil, aún cuando sólo se trataba del Londres mágico.
Sin embargo aquella era la primera señal de que las cosas no iban como deberían y él no estaba seguro de cómo reaccionaría el Lord ahora que estaba en el poder… Porque si bien seguía siendo poderoso, él era uno de los que entendía que los razonamientos del Lord iban perdiendo validez a diario mientras su carácter se volvía inestable. En el fondo, Lucius pensaba que lo mejor ahora que habían logrado su objetivo de dominar al mundo mágico era rescatar las leyes que permitirían que la próxima generación de magos fuera más pura y deshacerse del monstruo en el cual se estaba convirtiendo el Lord con tantas matanzas. Pero Lucius era sabio y se guardaba sus pensamientos muy en lo profundo, evitando en lo posible los encuentros cercanos con el dictador.
Llegó a una de las estaciones de atención médica y lo revisaron de inmediato. Uno de los medimagos se apresuró a atenderle, ser uno de los allegados del Lord tenía sus ventajas. Cuando finalmente estuvo lo suficientemente bien ya deseaba poder salir del lugar que comenzaba a llenarse no sólo de los seguidores del Lord sino de los pocos prisioneros que habían logrado capturar esa noche.
Ansioso por salir del lugar apresuró sus pasos en dirección al punto más cercano de apariciones. Fue entonces que divisó un rostro conocido entre todos aquellos. Pero claro, todos los Weasley le eran conocidos. Se desvió prestamente y se acercó a donde lo tenían atado y amordazado en una esquina.
“¿Qué tenemos aquí?” Preguntó al mortífago que lo vigilaba al tiempo que sus ojos pasaban revisión sobre el prisionero. Pudo ver también a un total de ocho personas más, amordazadas y atadas de la misma forma, todas ellas heridas aunque el pelirrojo parecía de más gravedad que el resto.
“Los hallamos intentando robar medicamentos y pociones. Serán interrogados más tarde.” Lucius los observó con interés por largo rato. Si no se equivocaba aquel era el segundo hijo de Arthur Weasley, el domador de dragones. No sabía de un ataque al hospital pero al parecer los rebeldes no perderían oportunidad alguna.
“Ese no parece que vaya a resistir hasta el interrogatorio.” El hombre torció un poco el rostro ante la observación del rubio.
“No les interesa si sobreviven… no recibirán atención médica en el hospital. Están demasiado ocupados con los nuestros.” Respondió con una mueca de disgusto el mortífago. Lucius creyó ver una leve sombra de protesta en el rostro del mortífago pero el hombre se tragó cualquier sentimiento que tuviera con respecto a los prisioneros.
“Tengo lugar en la mansión para retenerlos hasta que estén listos. Así podrían dejar de preocuparse por ellos.” Comentó y el hombre se animó un poco ante la posibilidad de evadir su situación y quedar bien de todas formas.
“Claro, Señor Lucius.”
“Ayúdeme a trasladarlos, si es tan amable.” De inmediato comenzó a juntarlos tal cual estaban con un wingardium. Lucius por su parte conjuró una soga lo suficientemente larga como para atarles a todos en secuencia y la convirtió en un portal directamente a la Mansión Malfoy. “Muchas gracias… ¿señor…?”
“Leroy, Andros Leroy, Señor Malfoy.”
“Bien, señor Leroy, muchas gracias por su ayuda.” Le dijo con voz tersa pero antes de pronunciar las palabras que activarían el portal se giró hacia el hombre nuevamente apuntándole discretamente con la varita. “Ah… se me olvidaba, Señor Leroy. Obliviate.” Luego pronunció las palabras que hicieron que Lucius y las nueve personas aparecieran en la mansión.
“¡Jules!” Gritó apenas aparecer. “¡Jules!” Volvió a rugir. Algunos elfos aparecieron al escuchar los gritos de su amo y a los primeros los envió a preparar nueve habitaciones seguras. A otro de los elfos lo envió a buscar a Jules mientras le ordenó al resto que estuvieran listos para obedecer las órdenes del hombre. Apenas había terminado de hablar cuando vio a Jules bajando las escaleras con gran preocupación.
“Jules… necesito que los revises, en carácter de medimago.” Le dijo con seriedad cuando lo tuvo lo suficientemente cerca. “Pero te darás cuenta que no son huéspedes, así que quiero que tengas mucho cuidado.” Le advirtió con más énfasis que de costumbre.
Apenas ver a los siete hombres y dos mujeres que se hallaban en el suelo se acercó para revisarlos. “Los elfos tienen órdenes de obedecerte en todo y conseguir lo que necesites para atenderlos. Por lo demás, lo único que quiero es que te asegures que el pelirrojo sobreviva.” Los instintos de Jules se dispararon de inmediato, dejando la actitud sumisa y sorprendida a un lado para convertirse de esclavo personal a medimago y las órdenes comenzaron a fluir de inmediato.
Lucius se quedó a un lado, observándolo con renovado asombro el cambio de Jules de sumiso esclavo a medimago. Era un cambio que le hacía sentir un nuevo respeto… más allá de la intimidad que compartían y más allá del carácter generalmente sumiso y sosegado del hombre. Aquellos ojos mostraban la férrea determinación del que sabe lo que hace y Lucius fue testigo de cómo aquella voz suave se volvía dura e implacable nuevamente, como la voz que da la orden de ataque al ejército que dirige.
Tres horas más tarde Jules tenía a sus nueve pacientes debidamente atendidos y acomodados en las habitaciones que habían preparado los elfos. Habitaciones cuyas ventanas tenían barrotes mágicos pero que de otra forma eran iguales a cualquier otra habitación de visitantes en la mansión.
El que más tiempo le había tomado era el hombre del clan Weasley, sin embargo luego de terminar con él estaba completamente recuperado de sus heridas aunque algo exhausto. Lucius entró en el momento en que iba a administrarle una poción para hacerle dormir. “Jules.” El afamado medimago, Jules Melié, desapareció dejando en su lugar al hombre que comenzaba a robarle un lugar en su interior. Lucius suspiró levemente. “¿Es posible hablar con él?” Preguntó señalando al hombre.
Los ojos azules de Jules se abrieron con temor. Nunca lo había visto hacerlo, pero sabía que Lucius era capaz de torturar… lo presentía muy en lo profundo de su corazón y la preocupación debió reflejarse en su rostro porque el rubio se apresuró a añadir. “Sólo le haré unas preguntas, Jules. Nada de qué preocuparse, te lo aseguro. Puedo esperar si piensas que no es el momento más oportuno.”
“No… está bien… aunque no creo que resista mucho más despierto.”
“Bien… entonces no tardaré mucho.” Se volvió hacia el pelirrojo quien al verlo dejó escapar una mueca de desprecio pero sin mucho efecto ya que el cansancio le pesaba demasiado.
“Charles Weasley. ¿Correcto?” El pelirrojo asintió. “Atrapados intentando robar medicamentos del hospital. Eso significa que están escasos de medicamentos… o que los heridos fueron demasiados.” El hombre le dio una mirada rencorosa y no respondió. “Hoy estuve en el ataque al poblado muggle… y me sorprendí al ver tantos magos ofreciendo resistencia cuando se pensaba que la oposición estaba menguando.” El silencio se prolongó hasta que Lucius volvió a hablar.
“El apellido Malfoy está asociado a muchas ramas en el mundo mágico, unas muy reconocidas, como lo es el aspecto político. Pero una de las razones por las cuales la fortuna Malfoy no ha decaído es por la diversidad de industrias en las que está involucrado.”
“¿A dónde quiere llegar con toda esta charla inútil, Malfoy?” Preguntó el hombre cansado. Lucius sonrió al ver que finalmente había obtenido algo de atención de parte del pelirrojo.
“Hay muchas industrias en las que el apellido Malfoy está involucrado de forma, digamos, anónima. Una de ellas, seguramente la reconocerá, son los acres Evergreen.” Charlie abrió los ojos cuan grandes eran, acción que Jules imitó.
“¿Los Acres Evergreen? ¿Los terrenos que suplen la mayoría de los ingredientes para las pociones medicinales de toda Inglaterra?” Lucius sonrió ante la exclamación de Jules. Obviamente estaba familiarizado con el nombre. El rubio asintió. “Pero nadie puede entrar o salir de allí, tan sólo los ingredientes pueden pasar las barreras mágicas.”
“Ahí es donde se equivoca, mi preciado Jules. Los habitantes de los Evergreen no desean abandonar sus tierras, pues morirían, son autóctonos y no pueden sobrevivir en otro lugar.”
“Hadas.” Lucius asintió a la exclamación de Charlie.
“Nadie puede entrar porque el lugar entero está bajo un antiguo fidelius.”
“No diga… los Malfoy son los guardianes del hechizo. ¿Qué es lo que quiere, Malfoy? Hemos estado perdiendo tiempo muy valioso.” Le reclamó Charlie.
“Necesito tomar algunas decisiones… pero no quiero tomarlas sin tener suficiente información. Puedo ver que uno de los bandos se recupera a pesar de nuestros esfuerzos por eliminarlo… pero aún no sé cuánto y no me gusta estar en el bando perdedor.”
“No puedo darle toda la información que busca, Malfoy.”
“Lo sé… pero pensaba que un acto de buena fe podría ganarme esa información.”
“Un acto de buena fe no requiere paga ni recompensa.” Le espetó Charlie sin contemplaciones y Lucius volvió a sonreír.
“Es por eso que los dejaré ir… a usted y a sus ocho compañeros. Todos sin un sólo rasguño, completamente sanos y con la posibilidad de conseguir lo que salieron a buscar.” Jules entendió entonces la simple estrategia del rubio. El acto de buena fe aseguraba la consideración que necesitaba y la información que había confiado tan sólo le decía a los seguidores de la luz que él tenía algo que ellos necesitaban pero sin entregárselos.
“¿Y todo eso a cambio de información?”
“A cambio de cierta información. Claro que será para mi uso personal, como ya le dije, necesito tomar algunas decisiones.”
“Entonces no tendrá problemas con un fidelius sobre la información.” Murmuró el pelirrojo con una sonrisa ladeada que le costó ya demasiado puesto que el sueño le vencía.
“Pero claro, Señor Weasley.” Temiendo que el hombre no fuera a estar muy coherente Lucius decidió dejarle descansar. Además que la mirada preocupada de Jules le decía que el medimago regresaría si continuaba con la conversación. “Me retiraré por el momento. El doctor Melié les seguirá atendiendo. ¿Cuándo podrán partir, Jules?”
“En un par de horas si no les administro la poción para dormir.”
“¿Le parece bien, Señor Weasley?” El hombre asintió aún cuando los ojos se le cerraban. “Perfecto.” Cuando Lucius salió Jules le siguió. Sabía que no debía pero su curiosidad era demasiado grande.
“Lucius.” Murmuró apenas pero Lucius podía, si quería, separar la respiración de Jules de la de su esposa, por eso el murmullo no pasó desapercibido y sin pensarlo se detuvo para esperar. Al girarse vio a su esclavo en aquella posición sumisa que últimamente le provocaba sacudirlo hasta sus cimientos aún cuando no estaba seguro si por coraje o por deseo. Se acercó al hombre y le hizo levantar la cabeza con un beso suave.
“Dime, Jules. ¿Cuál de todas tus curiosidades quieres que responda?” Casi ronroneó mientras acariciaba con ternura la mejilla del hombre. “Quieres saber por qué lo hago.” Jules asintió. Lucius lo abrazó a su cuerpo disfrutando el calor que despedía y aspirando el aroma que tanto le gustaba.
“Verás… Jules… No me gusta perder. Justo ahora disfruto de libertad, pero si hubiera un revés, que es lo que presiento, quiero estar del lado correcto. Además, si fuera a terminar en Azkabán… te extrañaría demasiado.” Sonrió besándole nuevamente. “Es por eso que necesito que me hagas una lista de las pociones que creas básicas para atender heridas de magia negra. Suficientes como para trescientos magos. Y si deseas, puedes preguntarle al señor Weasley si necesita alguna en especial. Enviaré la lista a los Evergreen.”
“Pero… ¿cree que aceptarán su propuesta?”
“Ya aceptaron, Jules. ¿No escuchaste las condiciones?” Jules abrió los ojos con sorpresa. Era cierto, se hablaba de condiciones cuando se quería aceptar una propuesta.
“Pero no habrá suficiente tiempo…”
“En los Evergreen el tiempo es relativo.” Sonrió Lucius con un aire misterioso y un brillo en los ojos. “Haz la lista y no te preocupes por el resto.” Le dijo empujándole suavemente hacia la habitación nuevamente. “Ahora tengo que regresar al hospital y resolver algunos detalles.” Y se alejó por el pasillo mientras Jules lo observaba intentando descifrar lo que acababa de suceder.
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Gracias por leer.