Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ Toque de Queda ❯ Capítulo 1 ( Chapter 1 )

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Toque de Queda
 
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Capítulo 1
 
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
 
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POV de Draco
 
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Hace días que siento su mirada siguiéndome cuando piensa que no estoy al tanto, pero cada vez que posa esos ojos azules en mi puedo sentir un estremecimiento desde mi nuca hasta la base de mi espalda. ¿Qué demonios le pasa conmigo? ¿Acaso su famoso amigo y la estúpida sangre sucia no pueden entretenerlo lo suficiente? Sé que no le agrado y me complace grandemente saberlo. Me deleito cada vez que su rostro pecoso me mira con ganas de estrangularme, me da placer cada vez que mi sadística sonrisa lo hace enrojecer de la furia.
 
Hoy fue un día muy bueno. Gracias a lo imposible que es que te controles cuando te hablo el profesor Snape dedujo más puntos que de costumbre. Eso me ha puesto de un humor increíble. Lo único capaz de manchar mi felicidad en estos momentos sería descubrir que Pansy se ha vuelto a colar en mi dormitorio. Sí que es insistente la mujercita.
 
Ahora sentados en el comedor arreglo mis cabellos para que los mechones no caigan en mi rostro o en mí comida mientras escucho con una oreja lo que dicen mis compañeros y con la otra intento escuchar lo que se habla en la mesa de Gryffindor, especialmente lo que Potter o cualquier miembro del Trío Dorado esté conversando. Generalmente son estupideces de ignorantes. ¿Pero qué se puede esperar de una sangre sucia y un media sangre como Potter? Tú sin embargo parecieras hacerte el tonto. Sé que eres un sangre pura, pobre sí, pero sangre pura al fin. Medio emparentados gracias a la línea de mi madre. La de los Malfoy nunca se podría haber teñido con uno de ustedes pero la de los Black era de esperarse.
 
Me sorprende que muy pocas veces los corrijas en sus pensamientos. ¿Acaso eres tan tonto como para alimentar la ignorancia de tus compañeros respecto al mundo mágico? Aunque debo aceptar que la sangre sucia se preocupa por mantenerse al tanto, mucho más que el supuesto Salvador del Mundo Mágico. Patético. Finalmente me dedico a comer. No es hasta tarde en la noche, mientras estoy haciendo mis rondas como prefecto que siento una presencia siguiéndome. Ya sé que eres tú, ¿acaso pensabas que nunca iba a notarlo? Patético.
 
Puedo sentir cada paso tuyo tras los míos, cada respiración contenida intentando hacerte invisible a mis sentidos, pero eres torpe incluso en eso. Nunca hubieras tenido madera para ser un Slytherin por más sangre pura que poseyeras. Dejo escapar un resoplido arrogante que hace que te detengas temeroso de ser descubierto pero continúo caminando, por lo que vuelves a seguirme.
 
Casi estoy al final de mi ronda, cuando volteé para regresar tendré que pasar a tu lado y sabré exactamente dónde te escondes y dónde me esperas para verme pasar. Patético.
 
Me detengo unos segundos en el punto donde debo voltear sólo para darte tiempo a esconderte y cuando lo hago sonrío levemente. Hoy te has escondido tras la puerta de un aula vacía. No es hasta que me acerco con pasos lentos que puedo sentir que hay algo mal. Tu respiración suena agitada, como si fuera a descubrirte. Sabes que nunca lo hago, ¿por qué hoy sería diferente? A menos que estés pensando hacer algo. Mi mano va de inmediato a mi varita bajo mis ropas y mi rostro se endurece con determinación. Sería un tonto si te subestimara, para tanta ignorancia tienes un cuerpo lo suficientemente fuerte como para dominarme. Creciste mucho durante las vacaciones. ¿No se supone que juegas como guardián de los aros? Cualquiera diría que estuviste practicando con una quaffle y una de las paletas de madera el puesto de bateador.
 
Mis botas resuenan secamente sobre la piedra del pasillo mientras me acerco y vuelvo a escuchar tu respiración agitada. Tienes miedo, ¿pero de qué? Supongo que en unos momentos lo sabré. Me pregunto si esperarás a que pase y me atacarás por la espalda o serás todo lo Gryffindor que puedes ser y saldrás a mi encuentro con todo ese estúpido valor del que siempre alardean tú y tus amigos.
 
Abro los ojos haciéndome el sorprendido cuando sales a mi encuentro e intento suprimir la sonrisa que se forma en mis labios. Parece que al fin tendré una buena excusa para humillarte.
 
“¿Weasley?” Digo fingiendo sorpresa. Tú sólo me apuntas con la varita y estoy por levantar la mía cuando tus labios pronuncian una maldición imperdonable que me hace curvar las cejas con curiosidad. Por unos instantes no sé realmente cómo reaccionar. ¿Quién hubiera pensado que tendrías las suficientes agallas como para atreverte a lanzarme esa clase de hechizo oscuro? Te veo temblar mientras mantienes la varita en alto, seguramente mueres por saber si tu hechizo funcionó. Es entonces que mi mente extiende frente a mis ojos un plan que te hará sentirte doblemente humillado. Fingiré, sí, fingiré que tu hechizo ha resultado y veré cuáles son tus deseos reales hacia mi persona. Veré de primera mano cuánto en realidad deseas humillarme. Porque un imperius sólo puede usarse para manipular o humillar y no creo que tengas la suficiente malicia como para intentar manipularme por más que lo intentes.
 
Pongo mis ojos casi en blanco para luego liberar mi rostro de toda expresión y dejo caer mis manos a ambos lados de mi cuerpo y espero impaciente tu primera orden.
 
“¿Malfoy?” Tu voz tiembla de miedo y de aprehensión pero no me muevo ni un centímetro, aún no me has ordenado nada. Te acercas y pasas una mano frente a mis ojos que no parpadean. No sé cómo puedes pensar realmente que me tienes bajo la maldición y me da más trabajo controlarme por tu ignorancia que fingir una maldición que nunca has visto. Quizás no pueda resistirme cuando mi padre la usa, pero tú... simplemente careces de la crueldad suficiente como para hacerla efectiva. “Sígueme.” Susurras muy bajo y comienzo a caminar en tu dirección como un autómata. Si Blaise me viera ahora seguramente se arrastraría por las mazmorras riéndose.
 
Entras a un aula y te sigo, enciendes las antorchas que iluminan el lugar y me indicas con una mano que me pare al frente. No me muevo, no has dado una orden verbal, eres tan tonto que lo has olvidado o quizás es sólo el nerviosismo que te oprime. Porque estás tan nervioso que tiemblas como las hojas de verano cuando la brisa sopla contra ellas.
 
Finalmente das la orden verbalmente y me paro frente a ti. De un momento a otro espero que comiences a dar órdenes tontas para que haga el gracioso frente a ti y no me decepcionas. Salto un poco, me toco la nariz, me señalo los ojos, saco la lengua, hago la figura cuatro... no tienes mucha imaginación. Lo hago todo sin chistar y espero ver tu sonrisa de satisfacción pero no llega. Sigues tan nervioso que no puedes disfrutar el espectáculo, o eso imagino. No tiene sentido la broma si no puedes siquiera disfrutarla. Es tu última orden la que me hace abrir los ojos a tus verdaderas intenciones.
 
“Malfoy, quítate la capa.” Susurras con enormes ojos azules. Hipócrita, ¿cómo puedes seguir nervioso si toda esta treta era para verme desnudo? Esta no es el tipo de broma que hace un inocente. Sin embargo y controlando mis impulsos me quito la capa. Así como lo espero me ordenas quitarme la camisa. Intento controlarme nuevamente, quiero ver cuán bajo puedes llegar. Tener que utilizar un hechizo oscuro para obtener este tipo de satisfacción morbosa.
 
Sé que mi piel reluce pálida bajo la luz de las antorchas y tus ojos recorren mi torso desnudo, húmedo y agitado, devorando cada pedazo de piel o eso me pareciera. Casi me descubro cuando te escucho dar un prolongado suspiro de alivio, mis ojos casi me delatan al mostrarse curiosos. Por suerte no me miras a la cara, sólo miras una parte de mi cuerpo que no puedo imaginar porque no me atrevo a mover mis ojos nuevamente.
 
Extiendes una mano temblorosa y puedo sentir tus dedos fríos sobre mi brazo. Es entonces que te escucho hablar, susurrar con voz trémula. “Por Merlín, gracias, gracias...” Y de pronto todo tu cuerpo se abalanza sobre el mío y trato de mantenerme lo más firme posible. ¿Qué demonios haces? Me pregunto algo asustado. Tus brazos me sujetan con fuerza y me siento aprisionado casi sin respiración. Has escondido tu rostro en mi hombro y tiemblas mucho más que antes. Tiemblas y te estremeces y de pronto escucho el más leve de los sollozos. ¿Por qué lloras? No puedo entenderte.
 
Por unos momentos creo que ha sido mi imaginación pero de pronto siento en mi hombro una cálida gota y sé por el calor de tu rostro que estás llorando a lágrima viva aunque sólo escape uno que otro sollozo. Lo sé porque tu pecho se estremece espasmódicamente con cada respiración que intentas tomar.
 
Apenas puedo mantenerme quieto porque te apoyas en mi cuerpo y pesas mucho más de lo que imaginaba, debes ser todo músculos y yo apenas soy un suave arco de gracia y elegancia intentando sostener tu cuerpo tosco y brusco.
 
Pasan minutos eternos y tu llanto disminuye hasta que finalmente me dejas ir. Siento la humedad en mi hombro y tú también la notas, por lo que tomas el borde de tu capa y secas el hombro que te ha servido de pañuelo con delicadeza. “Lo siento.” Susurras y tu rostro está en mi línea de visión. Estás todo rojo, tus ojos azules aún bañados en lágrimas sin embargo una brevísima sonrisa adorna tus labios. Luego pareces controlarte y pasas el dorso de tu mano por tus ojos intentando secarlos.
 
Sigues temblando, creo que ahora es peor y quisiera entender qué es lo que está sucediendo pero apenas hablas. Tan hablador que eres para otras cosas, Comadreja. ¿Por qué rayos no dices nada ahora?
 
Extiendes tu mano hacia mi rostro y acaricias la curva de mi mejilla tan suavemente que apenas lo siento. “Es bueno saber que aún no eres uno de ellos.” Susurras con la voz aún quebrada por lo mucho que intentaste controlar tu llanto mientras estabas sobre mi hombro. ¿Así que estás contento? ¿Eso era lo único que querías saber? ¿Por qué te preocupaba que fuera o no uno de ellos? Ahora sé que lo que buscabas era la marca sobre mi brazo. ¿Cómo puedes pensar que mi orgullo me permitirá postrarme ante un media sangre?
 
Mucho antes de que pueda intentar analizar tus razones para comprobar lo que parecía carcomerte me ordenas ponerme la ropa. Esta vez me resisto, tengo demasiadas dudas... demasiadas preguntas, no puedes despedirme simplemente así como si nada. Quiero saber y quiero saber ahora...
 
“¿Malfoy?” El temor ha vuelto a tu voz, eso me parece bien. Y el temblor ha regresado triplicado. Eso es perfecto porque ahora sabrás exactamente lo que sí puede hacer un Malfoy. Levanto mi varita y susurro entre dientes el hechizo como el siseo de una serpiente enojada.
 
Imperius.” Esta vez el hechizo sí funciona, lo sé porque lo he practicado, he estado bajo su dominio varias veces hasta poder rechazarlo finalmente. Que el estúpido de Potter pudiera hacerlo de buenas a primeras no significa que todos tengan su habilidad, para algo tenía que servir el supuesto niño que nos salvaría de las garras de la serpiente desfigurada del Lord. “Entrégame tu varita.” Te ordeno con frialdad y sin remordimiento alguno la tomo de tus manos que me la ofrecen traicionándote. Luego te ordeno que te acerques lo que haces sin problema ya que has dejado de temblar desde el momento mismo en que te puse la maldición.
 
“Quiero saber de inmediato por qué razón intentaste usar una maldición oscura conmigo.” Preguntó algo enojado pero pronto recuerdo que la maldición del imperius no funciona de la misma forma que el veritaserum. No es para obtener respuestas, sino resultados. No hay forma de que puedas decirme algo que específicamente no te he ordenado. Puedo ordenarte qué decir pero no puedo hacerte pensar por ti mismo para que me respondas. Quisiera gritar frustrado y con algo de enojo me pongo mi camisa y mi capa. “Finite Incantatum.” Mascullo y te veo parpadear varias veces confundido. Las lágrimas vuelven a tus ojos azules, sabes lo que ha sucedido, el temblor regresa nuevamente pero esta vez sólo miras al suelo del aula.
 
“Lo siento.” Susurras quebrantado. ¿Cuán tonto puedes llegar a ser? No quiero excusas, quiero respuestas.
 
“¿Por qué?” No quieres responderme, no quieres siquiera mirarme y estoy a punto de perder la paciencia. “Si no lo dices volveré a echarte la maldición del imperius.” Te sobresaltas levemente por el tono de mi voz pero aparte de eso no obtengo ninguna reacción. “Me lo debes, Weasley. Me lo debes por intentar utilizar la maldición conmigo. Así que dime por qué.”
 
“Por que...” Espero impaciente, apenas susurras inteligiblemente. Me acerco a sabiendas de que mi cercanía te pone aún más nervioso.
 
“Dímelo.” Susurro muy cerca de tu boca. Te sobresaltas, no te habías dado cuenta de que me había movido otro poco. Mi mano se acerca a tu rostro sin consultarme y levanto un poco tu barbilla para que tus ojos azules me miren. Esos ojos azules tan insignificantes durante el día son hermosos cuando están cuajados de lágrimas. Perfectos. Te veo tomar aire y esos desteñidos zafiros se llenan de valor, ahora puedo ver en ellos el momento exacto en que tiras todo por la borda y decides que no te importa cuál podría ser mi reacción.
 
“Te amo.”
 
Las palabras resuenan irreales en mis oídos y sé que en estos momentos mi expresión debe valer una fortuna. Son tus estremecimientos los que me sacan de la inercia que me han causado tus palabras. ¿Por qué tiemblas tanto?
 
“No me importa si te burlas, pero tenía que saber que todavía no les pertenecía... que aún tenía...” No te atreves a ofrecerme tus esperanzas por lo que callas y dejas la frase a mitad pero yo la he entendido. Querías tener la oportunidad de convencerme de no unirme a ellos.
 
“¿Estás satisfecho con lo que encontraste?” Pregunto con calma y asientes tímidamente. De pronto mis ojos te ven bajo otra luz que antes ni siquiera había pasado por mi cabeza. Ahora entiendo las miradas... las silenciosas persecuciones. “¿Crees que eres digno de amarme? Soy un Malfoy.” Te digo con serenidad y en tus ojos hay dolor como nunca he visto. Dolor porque sabes que serás rechazado, porque sabes que no me llegas ni a los tobillos y que nunca me envolvería con alguien tan bajo como tú. ¿Acaso no es lo que todos piensan?
 
“Me basta con lo que sé.” Respondes evitando mi mirada una vez más. Patético, sí, así como tierno e inocente. ¿Qué más podría pedir para mí? Un juguete nuevo para mis juegos, para mi crueldad. Estaría loco si te rechazara ahora.
 
“¿Y si quiero probar lo que me ofreces?” Pregunto con toda la doble intención. Sé que me has entendido porque veo cómo se enrojecen tus mejillas por la vergüenza. Perfecto.
 
“Sólo tienes que pedírmelo.” El susurro trémulo de tus labios es toda la confirmación que necesito en estos momentos.
 
“Quiero probarte ahora.” Asientes tontamente y esperas mi próximo movimiento. Quiero reír, quiero gritar. Estás a mi merced, qué maravilloso obsequio de tu parte. Me humedezco los labios y te tomo del cuello de la túnica para bajarte a mi altura y besarte, sintiendo cómo mi cabeza se emborracha al saber que tengo el poder para dominarte, para que obedezcas mis deseos y mis caprichos.
 
Cuando termino de besarte puedo ver que tienes los ojos cerrados y que tus labios están rojos y húmedos. Me siento satisfecho pero aún quiero probar cuán dispuesto estás a seguirme, cuán profundo es tu deseo porque conociendo la extensión de tus sentimientos sabré cuánto puedo manipularte y hasta qué punto.
 
Aún no abres los ojos y ya estoy desabrochándote la capa, sacándote la camisa. Arqueo mis cejas con curiosidad, esta no es tu ropa usual. ¿Es nueva? No tiene agujeros ni tiene la apariencia de las ropas de segunda mano que suelen usar tú y Potter. Te la comienzo a sacar con algo más de cuidado, al cabo que se te ve mejor. ¿La usaste sólo porque ibas a seguirme? Qué considerado. Finalmente has abierto los ojos y te ves tan asustado que es perfecto porque me siento en el cielo de los predadores, a punto de hundir mis garras en la más tierna de las presas. Ante mi insistencia levantas los brazos y tu torso queda completamente desnudo.
 
Siempre pensé que serías tan pálido y ahora resulta que durante el verano estuviste tomando el sol porque tu pecho y tus brazos tienen un leve tono bronce que oculta tus pecas. Paso mis manos por esa piel besada por el sol, bajando por tu vientre endurecido no sólo por el ejercicio sino por lo tenso que estás. “¿Primera vez?” Te susurro con una sonrisa cargada de malicia y expectación. Tu sonrojo me responde mucho antes que tu boca. Te tomo del borde del pantalón y te halo hacia el escritorio en el frente del aula. Por primera vez observo el lugar, debe ser uno de los salones de tercer año y está limpio, eso es suficiente por el momento. Te hago reclinar en el mueble de madera y te sujetas del borde con tanta fuerza que podrías romperlo si no te relajas pronto. Tu pecho sube y baja en movimientos repentinos, como si necesitaras respirar pero se te hiciera muy difícil. Ah, es perfecto, esta imagen me la tengo que memorizar para la posteridad. Ronald Weasley a punto de perder su virginidad, a punto de ser sacrificado sobre el altar de mis deseos y placeres.
 
“¿Draco?” Susurras cuando la mirada que te doy te pone aún más nervioso.
 
“Voy a hacerte mío, Weasley. Esta es tu última oportunidad para negarte. ¿Quieres hacer esto o no?” Te advierto con seriedad y miras al suelo pero te hago levantar el rostro porque no quiero que luego vayas diciendo por ahí a tus amigos que te obligué a esto. No, eso no es lo que quiero. Si voy a tomar lo que me ofreces necesito que sea por tu voluntad, de otra forma no daría gracia que te lo sacara en cara frente a todos. “Dilo.” Presiono antes que te arrepientas.
 
“Sí, quiero.” Susurras con un poco de ese valor que te caracteriza. Me pregunto cuántas veces al día lo usas antes de analizar realmente lo que estás a punto de hacer. Sé que eres buen estratega porque me han comentado cuán bueno eres en el ajedrez, ¿por qué no puedes aplicar ese conocimiento a tu vida, serías increíblemente respetado y temido, como yo.
 
“Bien. Entonces relájate un poco.” Murmuro intentando dejar fuera de mi tono todo el deseo que siento en estos momentos mientras comienzo a desabrochar tus pantalones.
 
Lo que estoy por hacerte lo voy a recordar toda mi vida. No porque seas el primero o vayas a ser el último, sino porque eres tú. No lo admitiría jamás en voz alta pero me provocas y me haces sentir en una sola mirada más intensamente que todas mis noches de aventura juntas. Realmente no tengo tiempo para pensar en ello, sólo quiero disfrutar este momento al máximo porque quizás no haya una segunda vez. Después de esto no sé si volveré a tenerte porque no suelo estar dos veces con la misma persona, pero si esta insipiente prueba me hace sentir de esta forma creo que podría hacer una excepción contigo. Al final no significas nada para mí.
 
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Dos horas más tarde te veo escurrirte tras el retrato de esa horrible mujer que guarda la entrada de Gryffindor. Ella me mira con ojos adormilados y no dice nada, está molesta porque la has levantado de su sueño. Me vuelvo hacia las mazmorras con el sabor de tus labios en mi boca y con cada nervio de mi cuerpo cantando de satisfacción. Creo que guardaré un próximo encuentro para una ocasión especial. El vino agradable no se bebe todos los días o al menos eso me digo. Justo ahora me siento tan complacido que no me importa lo tarde que es ni que seas un Gryffindor o un pobretón. Mañana me encargaré que sepas cuán complacido estoy, así te tendré seguro para cuando se presente la oportunidad adecuada.
 
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Gracias por leer.