Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ Toque de Queda ❯ Capítulo 4 ( Chapter 4 )
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Capítulo 4
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
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Me despierto aún atontado por las pociones que la enfermera del colegio, Madame Pomfrey, me ha hecho ingerir. ¿Pero sabes qué? Podría jurar que los labios me saben a chocolate. Sí... es chocolate y me paso la lengua por los labios algo goloso. Me encanta el chocolate.
Me siento mil veces mejor que ayer. Pero claro, todas las pociones que me tomé deben haber hecho efecto. Aunque creo que lo de la cadera tardará un poco más en resolverse. Se me arruga el rostro cuando intento sentarme y siento los huesos dolerme hasta el alma. Pero de todas formas logro hacerlo y me siento de lado para quedar de frente con una enorme canasta de... “¡Dulces!” Exclamo y de inmediato zambullo una mano en la canasta y saco una caja de chocolates que no había visto en mi vida. Cuando abro la tapa veo que le falta uno y arrugo el ceño. ¿Quién se ha comido mis chocolates? Me pregunto enojado. Todas mis preocupaciones acerca de mis presentes se esfuman cuando veo a la enjuta enfermera con un enorme vaso de Sekele-gro.
“Joven Weasley, no debe estar sentado aún.” Me regaña, yo en cambio doy un gemido con el que intento se apiade de mi pero sus pequeños ojos azules son crueles, ¡porque es cruel que me haga beber tooodo el vaso! Aunque claro, está fuera de todo cuestionamiento el atreverme a expresar mi disgusto.
Ese mismo día en la tarde, estoy listo para salir aunque aún me duela la cadera. Madame Pomfrey me asegura que no hay problema mientras no haga demasiada fuerza, me ha puesto un hechizo de sujeción en los huesos. Me duele un poco, pero me parece que ha hecho un buen trabajo.
Es hora de clases para Gryffindor así que no me sorprende el que Harry o Hermione no estén por ninguna parte esperándome fuera de la enfermería aunque la verdad la compañía de ambos me hace mucha falta en estos momentos.
Sin embargo me sorprendo al verte ahí parado en el pasillo, recostado de la pared como quien no quiere la cosa justo en la esquina. En cualquier momento espero que digas cuán patético me veo saliendo de la enfermería, espero ver tu sonrisa arrogante recordándome cuán estúpido soy por siquiera haber permitido que un tonto golpe me llevara a la enfermería.
Pero llego hasta la esquina y ni una sola palabra, sólo tus ojos grises observándome de arriba a abajo, como quien observa una bestia de carreras en busca de lesiones que podrían incapacitarla para su propósito. Es extraño... porque nunca imaginé que pudieras mirarme de otra forma que no fuera aborreciéndome por ofenderte con mi existencia.
Sin embargo me vienen a la mente otras miradas... llenas de placer y lujuria y hasta sorpresa, dirigidas a mi persona en contadas ocasiones. Me pierdo en las memorias justo frente a tí, como el gran tonto que soy y mi cerebro algodonado por las pociones de la enfermera no me ayudan a pensar con claridad.
“Weasley...” Te escucho cuando llevo demasiado tiempo parado frente a ti. “¿Estás bien?” Parpadeo, sé que parezco tonto, pero no puedo concebir el que expreses tu preocupación por mí. ¿Desde cuándo te preocupas por mí? Está mal... Está completamente mal, especialmente porque me ha parecido que te has dirigido a mí en un tono mucho más suave que el que sueles utilizar conmigo. Debería ser yo quién te preguntara si te sientes bien.
Asiento con la cabeza y cambio la vista. “Te acompaño.” Me dices y esta vez realmente pienso que estoy alucinando. “No me mires con esa cara, Comadreja. Pensé que el golpe había sido en tus costillas y no en tu cabeza.” Luego de la reprimenda sólo atino a seguirte.
Caminamos lentamente por los pasillos, aún me molestan las costillas un poco y sólo entonces pienso que debemos hacer una pareja algo extraña. La comadreja y el hurón caminando lado a lado, yo con mi canasta de chocolates y tú deslizándote a la par.
“¿Qué tienes ahí?” Preguntas asustándome y sacándome de mis cavilaciones.
“Chocolates.” Digo de inmediato con voz asustada deteniéndome. Sonríes levemente, con malicia y hurgas en la canasta hasta que sacas la caja. Esa que no sé a dónde la pudieron haber comprado porque ciertamente Honeydukes, con toda su fama, no tiene chocolates tan finos. Y sin gota de remordimiento la abres y te echas un chocolate a la boca. Miro la caja con anhelo pero no me siento con ánimos de decirte nada, no sea que te esfumes comprobándome que tu presencia a mi lado es tan sólo producto de mi febril imaginación. ¿Cuánto más patético puedo ser?
Caminas en dirección a la torre de Gryffindor y te sigo en silencio, observando aún la caja de chocolates que llevas en las manos y que al parecer no piensas soltar. Apenas logré probar dos. Maldición.
No veo por dónde vamos en realidad hasta que estoy parado de frente al cuadro de la Señora Gorda que guarda la entrada a la torre. Es entonces que me preguntas lo que nunca pensaba te escucharía decir.
“¿Puedo acompañarte?” Tu sonrisa me deslumbra, aunque sea apenas una curva en tus labios. Asiento tontamente y murmuro la palabra secreta. La Señora Gorda te mira muy mal pero igual te permite pasar abriendo el cuadro con lentitud. Sé que no debe haber nadie en la sala común pero igual me adelanto un poco para asegurarme de que no haya nadie y te vean a tí, una serpiente, dentro de la guarida de los leones. “Permíteme ayudarte con esa canasta.” Dices al tiempo que me la quitas y comienzas a subir en dirección a las habitaciones. Te detienes sólo para ver que te siga y te diga cuáles de todas las puertas pertenece a mi habitación.
“Es la octava puerta.” Digo sin pensar y asientes antes de continuar. Yo sigo tras de ti, cual corderito en vez de león. Hipnotizado por la gracia de tus movimientos, preguntándome aún si esto es un sueño. Porque el Draco Malfoy que conozco no puede estar acompañándome aquí, a mi lugar íntimo y sagrado. Menos con preocupación.
Al llegar a la habitación veo que miras a tu alrededor y de repente tus ojos se fijan en mi cama. Me intriga porque todas las camas son iguales y sin embargo no puedo hacer otra cosa que asentir cuando arqueas una ceja en mi dirección para confirmar tus sospechas. Te veo llegar a ella y sentarte en el borde, colocando la caja de chocolates sobre la colcha. Me das una mirada de soslayo, me provocas con ella. Tomas un chocolate de la caja y elevas nuevamente una ceja pero esta vez es como si me llamaras mientras sostienes el chocolate.
Me acerco unos pasos y dejo la canasta de dulces al pie de la cama. Me inclino un poco ignorando la molestia en mi cadera y extiendo la mano para tomar el chocolate que me ofreces. Tú en cambio tomas mi mano y me acercas a la cama mientras pones el chocolate casi al alcance de mis labios. Tengo que sentarme para evitar el malestar que me causan mis huesos.
Acercas el chocolate a mis labios y yo, obedientemente, los separo para recibir tu grandilocuente gesto de misericordia hacia este, tu esclavo sin remedio.
El terso sabor me hace agua la boca apenas tocar mi lengua. Pero cuando tras ese dulce sabor se vienen también tus labios y tu lengua sobre mi boca se me escapa un pequeño gemido.
Sé que después de aquella noche en que amanecí a solas en la Sala de los Menesteres no debí hacerme más ilusiones contigo. Desde hace par de semanas que no recibo siquiera un insulto tuyo. Tan poca cosa soy a tu vista. Por eso este beso me desconcierta, pero sin lugar a dudas me deja sin aliento y me derrite de la misma forma en que se derritió la golosina en mi boca.
Tus dedos acarician mi nuca mientras continúas explorándome. Tu otra mano se desliza con suavidad sobre mi pecho, empujándome lentamente sobre la cama hasta tenderme. Me dejo ir, me dejo atrapar y me olvido del orgullo que nunca he tenido cuando te devuelvo el beso, primero con timidez pero luego con calor. No creo que justo ahora pueda reaccionar con deseo pero es algo bastante parecido aunque más pasivo. Le echo la culpa a las pociones de la enfermera.
Sin darme cuenta me vas acomodando bajo las sábanas. Me das otro chocolate y me vuelves a besar. “Mañana... en el pasillo que da a la última mazmorra del lado sur.” Me susurras. Intento protestar, decirte que ya no jugaré tus crueles maquinaciones pero tus besos en mis ojos, en mis mejillas, en mis labios y en mi cuello me van cerrando los ojos inexorablemente. Estos besos que hoy me das son diferentes. Son besos cálidos que me engañan con palabras dulces y me hacen relajar el cuerpo. Eres mi perdición.
“Pronto estarán aquí mis amigos.” Logro murmurar con pesadez. Pensé que después de varios días en cama estaría perfectamente despierto cuando saliera de la enfermería y de aquel camastro, pero me equivoqué porque obviamente necesito descansar.
“Lo sé. Pero un gryffindor no podría descubrir a un slytherin, menos a un Malfoy como yo.” Dices con una sonrisa llena de arrogancia antes de besarme una última vez. “Descansa.”
Tu voz es tan suave que no puedo hacer otra cosa que obedecer y termino de cerrar los ojos, cayendo de inmediato en un sueño profundo.
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No sé por qué tuve que hacerlo, pero ya lo hice, así que debo afrontar las consecuencias. Es por eso que ahora mismo no puedo dejar de mirarme en el espejo. Aunque en cierto grado, aún no excedo mi récord. Siempre he sido vanidoso y no creo que vaya a cambiar eso de una noche para otra. Me gusta lo que veo y estoy seguro de que a Weasley le gustará también. Aunque no sé por qué me preocupo. Si entendí correctamente, Weasley aún se muere por ser el suelo por el cual camino.
Lo que me molesta es no poder entender por qué lo traté como si fuera más que eso. Es un Weasley, nació para estar bajo mis pies.
Mis rondas comienzan en media hora pero no puedo esperar más, así que salgo de mi habitación con paso decidido, dispuesto a quemar un poco de la ansiedad que siento y que no debiera sentir. Porque no es como si fuera algo especial. De hecho, sólo es mi juguete, mi mascota.
Mi mascota especial... esa que lame mi mano cuando aún sujeto el fuste en ella. Que me adora a pesar de todo…
Respiro profundamente. No me agrada lo que estoy pensando y no me agrada lo que temo que haré cuando llegue a la última mazmorra del lado sur. Pero últimamente mi cuerpo no hace caso de lo que me agrade o deje de agradarme. Simplemente se rige por lo que desea y esta noche desea a Ron Weasley de una forma como nunca antes había deseado a nadie.
Intento despejar mis pensamientos cuando por fin comienzan mis rondas y espero pacientemente a que se cumpla mi horario para poder ir a la última mazmorra.
Luego de media hora el toque de queda está próximo y mis sentidos están ansiosos por captar cualquier sonido que me revele que he sido seguido por los pasillos pero el silencio es hueco, dejándome escuchar tan sólo mis pasos. Creo que siento un poco de decepción, pero no me hace enojar… tan sólo me causa preocupación que no debería sentir. Intento consolarme diciéndome que yo mismo le pedí que me esperara en la última mazmorra y que es una orden que no podía haber descartado aún en favor de seguirme como es su costumbre.
Finalmente escucho las campanadas que anuncian que el toque de queda ha llego y mis pasos se dirigen apresuradamente por el pasillo hacia el lado sur del castillo. Me digo que no es mi ansiedad de verlo sino el hecho de que quiero llegar antes que él y preparar un poco el lugar. Quiero que la mazmorra esté un poco más cálida, así no le molestará demasiado y mientras menos distraído esté más atención podrá prestarme... o eso quiero pensar.
La mazmorra aún está a oscuras y hago encender todas las antorchas. El lugar está algo húmedo por lo que saco mi varita y me encargo del problema. No suelo hacer uso de mis conocimientos domésticos, soy un Malfoy después de todo. Pero eso no significa que no los haya aprendido, siquiera para casos de emergencia, como este. Un poco de calor no te hará daño, especialmente cuando acabas de salir de la enfermería. Al cabo sería en mi beneficio… ya que mientras más cómodo estés, mejor uso podré darte.
Estoy a punto de transformar unas viejas sillas de madera cuando escucho el sonido de pasos apresurados. Frunzo el ceño. No deberías poder correr aún. Levanto mi varita en dirección a la puerta y espero. La puerta se abre pero no eres tú el que entra. “Petrifi...”
“¡Expelliarmus!” El hechizo me eleva por los aires y me estrella contra la pared pero no me aturde lo suficiente para saber que es Potter el que ha entrado a la mazmorra. Mi varita aún está levantada en su dirección pero para mi desaliento también la suya. Respiro forzadamente y por unos instantes ambos mantenemos nuestras posturas.
“¿Dónde está Weasley?” Pregunto con enojo pero el que Potter esté aquí sólo significa que algo ha pasado contigo. Mi ceño me traiciona mostrando preocupación repentina lo que hace que Potter baje su varita y dé un largo suspiro. Tardo un poco en bajar la mía pero necesito saber qué es lo suficientemente importante para que envíes a tu amigo a encontrarse conmigo en una cita que debió ser clandestina.
“Ron despertó hace unos minutos. Me pidió que lo disculparas pero que tardará un poco.” Dice mientras sus ojos verde botella están clavados en mi rostro con fiereza, como si estuviera enojado por algo. “En mi opinión debería quedarse descansando. Su cadera aún necesita reposo. Pero ha dicho que bajará de todas formas.” Rezonga y entiendo lo que le sucede. Tiene coraje porque aún como estás vas a venir hasta aquí arriesgándote a una lesión mayor. Tendré que salvar cara por ambos.
“No he pedido tu maldita opinión, Potter. Y si eso es todo ya puedes irte. No voy a esperarlo.” Siseo enojado haciendo ademán de salir pero el muy idiota no se mueve de la entrada.
Lo veo echar un vistazo a su alrededor y de pronto me siento algo incómodo. “Está algo tibio para ser una mazmorra.” Comenta mientras su expresión se diluye un poco.
“Muévete, Potter.” Lo enfrento sabiendo perfectamente que ya le he ganado par de pulgadas de altura pero el muy terco se queda donde está haciéndome frente y avergonzándome más. Demonios.
“No. Ron vendrá aunque yo le diga que no vas a esperarlo.” La frustración es evidente en su voz y termino de entender su mal humor. No le creerás a tu más íntimo amigo cuando te diga que no te estaré esperando y bajarás de todas formas a buscarme para comprobarlo dudando así de su palabra. Siento algo de satisfacción y una leve sonrisa asoma a mis labios. El saber que no confiarás en la palabra de Potter y que sea él mismo el que me lo diga me halaga grandemente. Incluso desde lejos consigues inflarme el ego. Sin embargo, esta noche no se suponía que terminaría así. Se suponía que podría poner mis manos sobre tu cuerpo dispuesto y besar tus labios tan prestos a mi boca.
“Vamos.” Digo de repente sorprendiéndonos a ambos.
“¿A dónde?” Pregunta estúpidamente Potter.
“¿A dónde más, Potter? No voy a permitir que nadie me deje esperando.” Digo con un resoplido que intenta disfrazar la vergüenza que siento al intentar no admitir que iría hasta la torre de Gryffindor sólo para evitarte la incomodidad de bajar a las mazmorras en tu estado. Se quita de la puerta con inseguridad y yo paso a su lado alejándome todo lo que puedo sin que parezca que estoy huyendo, mucho menos que estoy ansioso por estar a tu lado. Pero una leve risa a mis espaldas me hace detenerme en seco y me giro furibundo para ver que Potter sonríe sin reparo alguno.
“Aún tengo mis dudas, Malfoy. Pero comienzo a pensar que aún hay esperanza para ti.” Me dice sonriendo ampliamente antes de pasar por mi lado echándome una mirada sobre su hombro, como si supiera algo que yo no.
“¡Potter!” Exclamo apretando los puños con fuerza. Se detiene unos segundos esperando a ver qué es lo que quiero y mi lengua parece haber perdido la movilidad hasta que finalmente puedo escupir las palabras. “Diez puntos menos para Gryffindor por estar fuera de tu torre después del toque de queda.” Digo pasando por su lado furioso pero puedo ver perfectamente cómo rueda los ojos antes de comenzar a seguirme.
“Eres un arrogante de primera, Malfoy.” Lo escucho a mis espaldas pero suprimo los deseos de deducir más puntos aún con mi puesto de prefecto. El tono con que lo dice es suficiente para saber que me odia con todo su corazón.
En poco tiempo estamos frente al retrato de la mujer gorda la cual parpadea curiosa al vernos a ambos frente a la entrada. Potter susurra la clave pero antes que pueda moverme saca del interior de su túnica una tela plateada con la cual me cubre.
“¡Potter, qué demonios crees que haces!” Exclamo indignado. Me está despeinando completamente. Pero antes que pueda quitarme la tela la ha cerrado frente a mi rostro y la ha tomado con el puño de tal forma que no puedo moverme.
“Shhh, Malfoy, te juro que si no haces silencio te quitaré la capa de invisibilidad justo en medio de la sala común. Prefecto o no, no creo que los demás te dejen salir intacto de aquí.” Y tiene mucha razón. Una cosa es entrar a la cueva del león cuando está abandonada y otra entrar cuando la madriguera está llena, especialmente con cachorros dormidos.
“Está bien, pero no tienes por qué zarandearme.” Siseo enojado bajo la capa. Voltea los ojos y entra. No tiene que dirigirme porque sé a dónde estás. Sin embargo me pide que espere en la sala común. Sube las escaleras, desapareciendo por varios minutos antes de escuchar tu voz algo dolorida.
Me levanto olvidando que la tela me hace invisible a tus ojos.
“¿Malfoy?” Escucho a Potter llamarme y buscarme con la mirada. Tú vienes apoyado en su brazo. ¿Qué te sucede? ¿Acaso no caminamos perfectamente hasta aquí cuando la enfermera te dio de alta?
“¿Weasley, qué demonios te pasó ahora?” Tus ojos se abren enormes como pedazos de cielo mientras terminas de bajar los escalones.
“No quiso tomar los medicamentos porque lo harían dormir antes de poder verte. Y si tú no lo haces regresar a la cama y tomárselos...”
“¡Harry!” Gimes adorablemente y sonrío bajo la tela.
“Por esta vez, Potter tiene razón. ¿Pero qué se puede esperar de un Gryffindor? Terquedad absoluta.” Digo con una mueca pero me apresuro a sujetarte del otro lado para que subas. No me doy cuenta de lo extraño que se ve el que parezcas sujetarte del aire sino que te ayudo hasta que llegas a tu cama. Todos duermen pero Potter sigue hablando como si nada. Me pregunto por qué se preocupaba porque yo hablara mientras él hace todo el ruido posible para despertar a sus compañeros. Pero justo ahora no me importa mucho si despiertan o no. Tomo de la mesa que queda al lado de tu cabecera las pociones que debiste tomar y las pongo frente a tí.
Cuando las tomas de mi mano siento que Potter me arranca la tela de encima y maldigo en voz alta mientras él se ríe por cómo ha quedado mi cabello. Estoy a punto de maldecir nuevamente cuando le das una mirada furibunda a tu amigo y veo cómo el moreno se escurre hasta su cama con el rabo entre las patas. Siquiera la noche ha valido la pena simplemente por ver a Potter escurrirse como un perro faldero recién apaleado.
Sacas tu varita de entre tus ropas y susurras un hechizo que no conozco. Potter te da una mirada enojada pero igual se arrebuja entre las sábanas cuando te encoges de hombros con una mirada de disculpa. Me frustra el no poder entender el lenguaje de ambos... me frustra y me causa celos porque entre nosotros aún no hay ese grado de intimidad.
“Lo siento, no se me ocurrió nada mejor...”
“Que enviar a Potter con un recado.” Aunque siéndote sincero, nada me halaga más que el hecho de que Potter tenga que saber a qué punto llegarías por obtener mi aprobación. “La próxima vez envíame un mensaje con una lechuza, sería más discreta.”
“Lo siento.” Susurras nuevamente, con algo de dolor y no precisamente porque estés arrepentido.
“Toma la poción.” Digo con seriedad volviendo a ofrecerte los frascos y arrugas el rostro de una forma que no puedo más que encontrar dulcemente graciosa.
“Sabe a los mil demonios.” Te quejas sin chispa de vergüenza.
“Tómala y me quedaré esta noche aquí, contigo.” Tus ojos se abren incrédulos, pero ni siquiera se te ocurre hacerme jurar lo que acabo de prometer, tan sólo te llevas la poción a los labios y bebes de ella sin pestañear. Cuando terminas la pones en la mesa de al lado y me miras expectante. Miro de soslayo a Potter y no puedo evitar sonreír. He ganado. Sé que he ganado. No sólo sobre ti, sino sobre él. Eres mío y ya nadie podrá negarlo, menos aún el Héroe de Gryffindor y esta es una victoria demasiado dulce como para desperdiciarla.
Con la misma sonrisa me comienzo a desvestir sin importarme que Potter me pueda estar mirando también. Me quedo en ropa interior y me deslizo bajo las sábanas al lado tuyo, acurrucándome con cuidado entre tus brazos y tú pareciera que no sabes si tocarme o simplemente abrazarme. Finalmente optas por lo último y debo admitir que es agradable. El calor, el olor característico de tu piel y de tus sábanas. Es como tener los sentidos invadidos de ti.
Cierro los ojos con placer olvidándome de todo a mi alrededor, incluso de tu amigo. No quiero que este sentimiento de haber llegado finalmente a casa se desvanezca todavía.
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POV de Harry
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Los observo a ambos, acurrucados bajo las sábanas y no puedo evitar sentirme dejado a un lado. Sin embargo, ¿qué más puedo pedir para mi mejor amigo que su felicidad? Aún cuando esa felicidad tenga el nombre de mi supuesto enemigo.
Claro que Draco no lo sabe, pero seguro se lo sospecha. Yo lo sé desde que lo vi entrar con la caja de chocolates a verte a la enfermería. Está enamorado de ti, como un demente y saberlo me provoca una sonrisa renuente. Porque hay que estar demente para ser un Malfoy y llevarle chocolates a un Weasley, aún cuando sea en nombre de la manipulación.
No, yo sé que esa serpiente no ha cambiado, al menos no demasiado. No se puede esperar que cambies de un día para otro teniendo los padres que tienes y perteneciendo a la familia que perteneces. Pero estamos hablando de Ron, mi mejor amigo. Ese que se juega el todo por aquellos a quienes ama. Lo supe desde el día que se sacrificó por mí y por Hermione en el juego de ajedrez gigante. Cuando saltó conmigo por el túnel que llevaba a la cámara de los secretos. Cuando tomó “prestado” el auto de su padre para que pudiéramos llegar a Hogwarts. Aún cuando enojado me dio la pista para los dragones del torneo de los tres magos…
Ron es el mejor… no encontrarás nadie para sustituirlo una vez decida que te quiere a su lado, Malfoy, espero que sepas apreciarlo. Porque si no lo haces juro que maldeciré tu trasero de aquí hasta tus tataranietos.
Por mí parte, no puedo meterme en los asuntos de Ron, pero eso no significa que no puedo hacer algo para evitar lo peor. Eso me deja con una sola opción… Voldemort tiene que desaparecer de una vez y por todas. Así Draco no se verá presionado a unirse a sus filas y Ron tendrá una mejor oportunidad de felicidad.
Las cosas que debo hacer para asegurarme de su felicidad.
Ruedo los ojos al ver movimiento bajo las sábanas y aunque no puedo escuchar por el hechizo de interferencia que ha puesto Ron, imagino lo que debe estar pasando. Espero que no se arriesguen a más esta noche, aún Ron no está del todo recuperado.
Deberían respetar el Toque de Queda.
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Fin