Harry Potter - Series Fan Fiction ❯ Toque de Queda ❯ Capítulo 3 ( Chapter 3 )

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Capítulo 3
 
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Los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
 
Nota: Nuevamente un POV de Draco, espero que aún les guste y por cierto, recuerden que mis agradecimientos los estoy dejando justo con sus comentarios, definitivamente es mucho más fácil actualizar de esta forma. Gracias por el apoyo inicial.
 
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Estoy tan enojado que ninguno de mis compañeros Slytherin se ha atrevido a hablarme. Hasta el profesor Snape parece tenerme respeto hoy porque ni siquiera me comenta lo buen alumno que soy para humillar a los Gryffindor durante la clase.
 
Mis ojos están fijos en tu rostro cada vez que estás presente pero no has vuelto a mirarme. Sé que te sientes miserable, no que eso sea un cambio radical en ti, siempre has sido miserable, como tu compañero. Incluso en mi mente pronuncio las palabras con veneno.
 
Pero lo que más me revienta de todo es que aunque sé que eres su perro faldero que lo sigues a todas partes me hiciste pensar y creer que serías mi perro faldero. ¿No dijiste que me amabas? ¿No te humillaste hasta el suelo por complacerme? Ahora te lames las heridas a sus pies cuando deberías estarlo haciendo a los míos.
 
Sé que es estúpido sentir celos de esa forma, yo que tengo todos los perros falderos que se me antojan esperando por las migajas de mi mesa y de mi cama. Pero tú las comías con más devoción que los demás y yo te dejaba lamer mi mano como a ninguno...
 
Maldito desagradecido.
 
¿Crees que no he viso cómo Potter te está tratando de proteger? ¿De consolar? Estaba en lo correcto de lo que sospechaba de ambos. Estaba en lo correcto y me enloquece saber que me estabas viendo la cara. Seguramente Potter ya se te ha ofrecido antes. ¿Cómo pude pensar que eras inocente, ignorante, puro?
 
Doy un resoplido de desprecio en tu dirección y mi mirada recae sobre un Ravenclaw que me mira con ojos de borrego degollado. Sonrío con crueldad en su dirección y el muy estúpido me sonríe de vuelta. La víctima perfecta justo ahora. Sólo tengo que enviarle un recado.
 
Sentiría mucha más satisfacción si me vieras concertando la cita por lo que olvido el recado y decido esperar a que la clase termine para hacerlo personalmente y estar seguro de que me verás.
 
Me sorprende lo lento que pasa la clase ahora que tengo algo pendiente por hacer. Apenas se escucha la primera campanada que anuncia la hora me levanto con mis libros y salgo al pasillo. El Ravenclaw del cual no sé ni siquiera su puto nombre se me acerca algo cohibido. Al menos conoce su lugar. Lo detengo cuando pasa a mi lado y espero unos segundos hasta estar seguro que puedes verme. Le presto suficiente atención al tonto como para que quiera derretirse mientras le hablo, es más tonto que tú, puedo verlo en sus ojos porque se han llenado de estrellas y corazones.
 
Le doy el tiempo suficiente para que no se sienta demasiado especial y luego sepa reconocer las señales de que la relación estaba condenada desde un principio a ser tan sólo una noche más. Cuando se va me volteo a verte, estás de pie a una buena distancia de mi sin ser capaz de moverte y tus ojos azules están clavados en mí. ¿Sufres? Bien. Eso era lo que quería ver.
 
Bajas la cabeza y caminas con rapidez hasta pasarme de largo y casi me echo a reír de no haber sido por ese presentimiento de que alguien más me está observando. Volteo lentamente en dirección a la persona que me está provocando e imagina mi sorpresa al descubrir al tonto de tu compañero.
 
“¿Se te perdió algo, Potter?” Le pregunto enfrentándolo. Me gustaría ver que intentara defenderte confirmándome las sospechas que tengo de ustedes dos. Vamos, Potter, hazme el día.
 
Se me acerca con paso lento, casi cansado y me enderezo desafiante. Me mira por largo rato con esos ojos verde botella que tanto me hacen rabiar. “No... al que se le perdió fue a ti.” Habla tan bajo... tan sereno... que no puedo contestarle y cuando me doy cuenta ya ha desaparecido de enfrente de mí y corre tratando de alcanzarte. Te echa el brazo al hombro y te detienes levemente, pareciera que te dice algo y tú volteas a verme por sobre tu hombro. El también se voltea a verme. Me siento culpable y cruzo los brazos tratando de protegerme de esa culpa con mi arrogancia. Finalmente continúan su camino y yo siento ganas de maldecir a todo lo que se me ponga enfrente. “Malditos Gryffindor.”
 
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Hace tres semanas que lo elegiste a él sobre mí y mis rondas luego del toque de queda no son lo mismo. Me la paso volteando a ver a mis espaldas a ver si me estás siguiendo aún cuando no siento tu cercanía como antes. Son sólo ilusiones, tú estás en la torre de Gryffindor por donde paso todas las noches a ver si te descubro escurriéndote fuera de ella. Tan fuerte puede llegar a crecer la costumbre...
 
Sé que aún te duele, puedo verlo en tus ojos azules que ahora miran apagados a todas partes intentando no posarse sobre mí. Se supone que no debe importarme. No eres nada, no me llegas ni a los talones para besarme los pies... si alguna vez te lo permitiera. ¿Acaso Potter no te da lo que yo te daba? Una imagen tuya, jadeando sobre tu espalda con él entre tus piernas viene a mi mente y siento ganas de golpearme la cabeza contra el muro del pasillo. Crabbe y Goyle me miran con extrañeza cuando me enderezo. Supongo que esa es la razón por la cual uno no debe acercarse a los Gryffindor. Las malas costumbres se pegan.
 
De todas formas se me antoja fastidiarte un rato... ¿y por qué no? También me das para un buen rato, eso es para lo único que me sirves. Y si no he malinterpretado esa mirada triste seguramente te mueres porque te vuelva a tocar. Pero tendría que salirme de mi agenda para ir hasta donde estás, eso en sí mismo sería estúpido de mi parte siendo que tengo que mantener mi fama, lo más indicado será hacerte llegar una nota. La hora y el lugar serán suficientes, estoy seguro que no tardarás ni un segundo en venir a mí tal y como te lo he pedido. Sonrío complacido con mi propio razonamiento.
 
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Ahí estás, tan delicioso como te recuerdo y aunque este lugar no es el aula de siempre en las mazmorras sigue siendo algo fría y tiemblas un poco. No puedo evitar una sonrisa de satisfacción. Saber que no puedes resistirte a mis órdenes me infla el ego en proporciones gigantescas. “Weasley.” Te digo a modo de saludo.
 
“Malfoy. ¿Qué es lo que quieres?” Tu tono me revela que no quisieras pelear. ¿Te rendirás tan rápido? ¿Dónde está tu león interno... tu fuego?
 
“Quiero un buen rato y tú me lo puedes dar.”
 
“¿No tienes con quién acostarte esta noche?” Preguntas con cierto enojo pero tus ojos siguen siendo tiernos pedazos de cielo mañanero humedecido de rocío.
 
“Se me antojaba un pelirojo. Hace tiempo que no tengo uno, sólo en Gryffindor los hay.” Contienes levemente la respiración pero no me rechazas. Sonrío porque sé que he ganado, sé que quieres esto a pesar de la humillación que te doy. Te muerdes los labios, en su día me hubieras dicho tantos insultos que mis oídos resonarían por una semana sólo con el timbre de tu voz, hoy simplemente asientes tu consentimiento y comienzas a desvestirte.
 
Cuando estás completamente desnudo te apoyas en el escritorio de ese salón dándome la espalda. De entre mis ropas saco un frasquito que he traído para la ocasión, sabía que no te me negarías. Te preparo y te tomo, así de simple. No hay besos, no hay caricias, no hay quejas. Te dejaría unas monedas sobre el escritorio al terminar pero algo en mi interior se resiste a hacerte esa última humillación. Pero puedo hacer otras cosas... como terminar antes que tú y salir de tu cuerpo sin satisfacerte para escuchar cómo me vas a rogar para que complete el trabajo.
 
Me arreglo las ropas y espero a que tu cuerpo reaccione y entiendas que no voy a terminar con lo que empecé a menos que comiences a rogar. Jadeas profundamente pero sigues sin decir nada y mis ojos se abren incrédulos cuando veo que comienzas a vestirte. ¿Qué demonios crees que haces? Te dejo que termines de arreglarte porque aún no puedo reaccionar. “¿Terminaste?” Susurras con voz quebrantada y sólo entonces escucho el silencioso llanto en tu voz porque no me miras a la cara, ni siquiera levantas un poco el rostro para que pueda verte. Como no respondo te alejas hacia la puerta, algo tambaleante, como si te hubieras dado unos tragos.
 
¡No, no, no! ¡¡Se supone que me vas a rogar!! Quiero gritar, quiero reclamarte y cuando sales por la puerta quiero que regreses aquí. Pero no puedo rebajarme a ordenarte que regreses, estoy satisfecho, me serviste para mis propósitos, no tengo razón para retenerte, sólo mis egoístas deseos de hacerte rogar por algo que evidentemente no te interesa. ¿Qué sentido tendría entonces?
 
Salgo con paso vacilante, siempre que estábamos juntos te escoltaba hasta el cuadro de la mujer gorda. Sigo tus pasos a una conveniente distancia pero no te diriges a la torre. No es extraño que decidas no llegar hasta la torre, pero realmente pensaba que irías a parar a los brazos de Potter. Subes hasta el cuarto ese donde alguna vez Potter reuniera a su grupo de tontos para enseñarles Defensa Contra las Artes Oscuras.
 
Espero un buen rato afuera, ansioso por entrar, temeroso de entrar. No sé qué me pasa. ¡Maldita sea! ¿Por qué no puedes hacer lo que te digo, Weasley? Tienes que enredar las cosas más sencillas. Empujo la puerta tan silenciosamente como puedo.
 
¿No se suponía que este lugar tendría algunos muebles? Tampoco era tan amplio que yo recuerde. De buenas a primeras no te veo pero sé que entraste aquí y no hay otra salida, tienes que estar aquí. Camino un poco y veo tu figura en medio de todo ese vacío. Te has quitado la capa y la has doblado para que te sirva de almohada. No puedes estar dormido tan pronto. Me acerco en silencio, procurando hacerlo sin que me descubras y así poder sorprenderte en el acto de masturbarte, porque estoy más que seguro que tienes que conseguir tu alivio en alguna parte y aquí es el lugar perfecto. Quizás hasta podría darte la satisfacción de saberte observado. Sería un buen espectáculo y hasta podría volver a poseerte si lo haces bien. Una cruel sonrisa se asoma a mis labios y termino de acercarme, esta vez con toda la intención de atraparte en el acto.
 
“¿Qué haces aquí, Malfoy?” El susurro me toma desprevenido y me detengo. “Quiero estar solo.” Tu voz suena un poco más calmada que antes pero yo estoy furioso contigo porque no estás haciendo lo que en mi mente arrogante pensé que hacías.
 
“Como si me interesara lo que quieres.”
 
“Tuviste tu diversión, ahora yo quiero tener mi paz.” Pero yo me niego a darte esa paz que dices querer. Simplemente me siento delirar cuando puedo dominarte.
 
“Creo que no, Weasley.” Te levantas repentino, como un rayo y no tengo tiempo siquiera de sacar mi varita cuando me doy cuenta que mis pies no tocan el suelo. Me miras con tus ojos azules furiosos y una expresión que me hace estremecer. Tu brazo ni siquiera tiembla a pesar que me tienes levantado en vilo por las ropas y me sujeto con ambas manos de tu puño. Tu respiración es agitada y me parece que de un momento a otro me vas a tirar contra el suelo o algo parecido sin embargo, luego de lo que parece una eternidad, me bajas con cuidado aunque aún no me sueltas.
 
“Vete, Malfoy. Antes que pierda el control.” Me sueltas despacio, tus ojos azules aún fijos en los míos y creo ver algo de locura en ellos. Finalmente estos sentimientos son algo que puedo entender. Ira, deseo, lujuria, pasión. Y como Malfoy que soy decido jugar con tu fuego.
 
“No me iré.”
 
“Malfoy.” Gimes de repente totalmente roto. “Déjame sólo, por lo que más quieras.” Sollozas levemente y te retiras varios pasos alejándote de mí. Nuevamente tiemblas como hoja al viento y eres ese Weasley que no puedo entender. Tienes la fuerza para enfrentarme, estas herido y lleno de coraje y aún así... pareces tan frágil ante mí. Contra toda lógica cubro paso por paso tu aparente huída hasta que te dejas ir al suelo de rodillas y vuelves a acurrucarte sobre la capa que habías dejado allí doblada. “Pude haberme enamorado de alguien más. Harry hubiera estado feliz. Pero no podemos escoger de quién nos enamoramos. Es injusto.”
 
Me agacho al lado de tu forma estremecida por el sentimiento que intentas contener sintiéndome extraño. Nunca antes me había sentido inclinado a mostrarte compasión, porque esto tiene que ser compasión y nada más. Especialmente cuando esos ojos azules tuyos quisieron traspasarme el alma con tu agonía desnuda.
 
Te acaricio el costado hasta las caderas y acaricio tus muslos sin gota de vergüenza. Tus sollozos se detienen momentáneamente y en el silencio que sigue, cada angustiosa respiración tuya se escucha como un grito ensordecedor. Finalmente me atrevo a acariciar tu entrepiernas y noto con algo más que asombro que no estás excitado en lo más mínimo. Pero se suponía que estarías muriendo por venirte luego de que estuvimos juntos y que por eso me ibas a rogar.
 
Sólo ahora que intento recordar tu excitación durante el acto descubro que en ningún momento pude verte. Te desvestiste y me diste la espalda de inmediato. No llegué a echarle un vistazo a tu carne endurecida al saber que estaría en tu interior. No lo puedo entender y estoy algo perdido cuando tu mano se posa sobre la mía y la retira con lentitud, como si no quisieras dejarla ir y a la vez no quisieras que te tocara.
 
Tan frágil... tan incongruente... no puedo evitar inclinarme hacia donde está tu rostro y en un gesto que nunca había sentido por nadie te beso la cálida sien con cuidado. Gimes suavemente y me arriesgo a besarte otra vez. De pronto todo tu cuerpo parece que va a derrumbarse y esta vez los sollozos son claros y fuertes. Hago que te voltees boca arriba y te beso en la boca. Ahí puedo sentir un sabor amargo que no te conocía.
 
Te dejo respirar, justo ahora se te hace difícil pero te acaricio el rostro, quitándote los mechones rojos de la frente. Tengo la impresión de que si en estos momentos yo lo decidiera tú vivirías o morirías según mis deseos. Nunca nadie me ha mirado de la forma en que lo haces tú. ¿Por qué? Podría juntar todas las cosas que deseo en este mundo y ninguna de ellas tendría tus ojos azules ni tu sonrisa. ¿Sonreirías para mí? Sé que no te he dado motivos pero me gustaría saber cómo se siente una de tus sonrisas en mi dirección aunque fuera una sola vez. Quizás sea otro capricho pero no me importa, quiero saber, es muy tarde para evitarlo.
 
Te beso esos pedazos de cielo con sus luceros humedecidos mientras continúas hipando amargamente. Tienes el rostro tan caliente que me pareciera que se desprende vapor de él. Justo en estos momentos podría burlarme de tí viendo lo grande que eres y cómo estás llorando igual que un pequeño bebé, pero eso lo puedo dejar para otro día. La última cosa que acaricié con tanta ternura fue a mi mascota preferida, no creo recordar otro momento en que este sentimiento surgiera de mi interior, ni por mi padre, ni por mi madre, ni por ninguno de mis compañeros.
 
Con las caricias parece que te calmas un poco pero aún me miras con algo de desconfianza. No te culpo, yo no me hubiera dejado siquiera tocar de haber pasado por lo mismo, pero tú eres tan diferente a mí en muchos aspectos que es fascinante. Me arriesgo a besarte de nuevo en la boca y pareciera que te provocara otro episodio de llanto porque tus lagrimas corren más rápido y te quejas como si algo te doliera muy profundo. No puede ser tan difícil arreglar el desorden que eres, he hecho esto muchas veces a esos amantes de una noche que han pasado por mis manos aunque nunca por mi cama ni por mi cuerpo pues nunca han dejado huella. El único problema que puedo prever es este sentimiento que me estorba justo en el pecho.
 
Te dejo llorar, a veces llorar te deja una sensación de tranquilidad que no puedes encontrar en ninguna otra parte, te lo puedo decir por experiencia aunque hace mucho tiempo que no lo hago yo mismo.
 
Comienzo a acariciarte con suavidad, recorriendo tu cuerpo hasta ponerte boca arriba. Había cerrado los ojos y ahora que los abro me da con mirar a mi alrededor. Ya no estamos en el salón vacío. Descubro entonces que esta es una habitación mágica e imagina mi sorpresa cuando veo una cama. Es idéntica a la mía, no la que utilizo aquí en Hogwarts y que comparto con mis compañeros de cuarto sino la que tengo en mi casa, esa a la que no he llevado a nadie porque la considero exclusiva y sagrada, demasiado íntima para una estúpida noche que no llegará a nada más. La ignoro por un buen rato, quizás así desaparezca. Pero cuando vuelvo a abrir los ojos la maldita cama sigue ahí y yo estoy considerando seriamente moverme contigo a ella porque el piso no es nada cómodo.
 
Refunfuño levemente cuando mi cuerpo convence a mi mente. Das un corto suspiro terminando casi por completo el suave sollozar que hasta hacía unos segundos atrás te atacaba sin dejarte respirar, me miras con dolor, piensas que me iré ahora pero te confundo cuando extiendo mi mano para ayudarte a levantar. La tomas sin protestar mientras te pasas una manga por la cara para secártela un poco y entonces ves el mueble. Contrario a todo lo que pensaba te detienes. Es como si clavaras tus pies en el suelo. ¿Alguna vez has intentado empujar una cabra? Eso es lo que me parece que hago porque no hay forma de que te muevas.
 
“¿Qué te pasa ahora, Weasley?” Exclamó sin poder creer lo que haces.
 
“No quiero.” Susurras con tanto temor que pareciera que voy a degollarte o algo así en esa cama. ¿No quieres estar cómodo? “Por favor, no me obligues de nuevo.” ¿Que no te obligue... de nuevo? Mis ojos se abren incrédulos y no es hasta este momento que comprendo cuán grave ha sido mi falta. Pensé que me deseabas y hasta ahora descubro que te forcé. No con mi fuerza, sino con el amor que dices tener por mí.
 
“No voy a obligarte.” Murmuro sin poder articular demasiado, por suerte no me estabas mirando sino verías por primera vez en tu vida la culpa que siento. “Lo prometo.” Añade mi boca traidora. Sólo entonces te dejas llevar hasta la cama. Me quito los zapatos y me imitas, también me quito las medias y justo cuando voy a sacar las colchas para que podamos meternos bajo ellas veo un par de pijamas sobre la cama. Parpadeo confundido pero tú agarras la primera que alcanzas y comienzas a desvestirte. Te imito para no sentirme tan estúpido y descubro que la ropa de dormir es de mi talla exacta aunque me hubiera gustado otro color, negro tal vez, no este azul claro casi metálico como mis ojos, la tuya es igual pero es obvio que también es de tu talla exacta. Esta vez no titubeas al meterte bajo las colchas.
 
¿Espera un momento? ¿Vamos a dormir juntos? O sea... dormir como en... ¿dormir? Pero ya me miras desde la cama como diciéndome qué esperas, fue tu idea. Me niego rotundamente y sin embargo me deslizo bajo las colchas hasta quedar a tu lado y en un movimiento antinatural te abrazo. No te mueves demasiado, de hecho, estás tan tenso que pienso que pronto volverás a romper en llanto. Pero al cabo te relajas mientras que a mí me pesan los párpados. Lo cálido de tu cuerpo junto con lo mullido de la cama me hace prometerme que en diez minutos más me despediré para irme a mi habitación. Finalmente cierro mis ojos y cuando los vuelvo a abrir tengo la leve sensación que la noche ha pasado junto con el toque de queda.
 
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Hace dos semanas que desperté contigo a mi lado y ¿sabes qué? Soy un desastre. Fui un cobarde al salir casi corriendo de la habitación sin mirar atrás. ¿Pero qué podía hacer? Este sentimiento me asusta. Es como una fiebre que me consume poco a poco, derritiéndome por dentro lo que antes era hielo.
 
Ni siquiera puedo pasar un momento tranquilo cuando estoy sólo porque mi estómago y mi pecho pareciera que se van a incendiar. Lo único que veo son tus estúpidos ojos azules mirándome. Sí... has vuelto a tu antigua costumbre de seguirme con la mirada a donde quiera que vaya pero esta vez soy yo quien se esconde. ¡Deja de torturarme, maldita Comadreja! Gimo en mi soledad, desesperado como nunca en mi vida había estado y ni siquiera tengo idea de por qué. Tengo que salir de mi habitación y para qué negarlo... tengo que verte. Hasta en mi mente lo tengo que decir bajito porque no quiero que nadie, absolutamente nadie se entere. Quiero verte, tengo que verte. Por Merlín, ¿qué es lo que me pasa?
 
Me escurro por los pasillo buscándote y por primera vez en todo el tiempo desde que me escondo de ti no puedo encontrarte. De repente me siento correr por los pasillos, abriendo las aulas ignorando el hecho de que puedo encontrarte en una y que sabrás lo que estuve haciendo. Finalmente me doy por vencido con un gruñido derrotado y entonces lo veo. Tu maldito compañero, debes estar cerca entonces. Espero paciente hasta que se acerca a donde me encuentro pero no hay rastros de ti por ninguna parte. En sus manos lleva una enorme canasta llena de dulces y golosinas, a su lado camina la sangre sucia de Granger. Estoy a punto de rebajarme para detenerlo y exigirle dónde te encuentras pero como el Slyhterin que soy me oculto antes de que me vea y luego los sigo.
 
Sus pasos me llevan hasta la enfermería. ¿A quién demonios están visitando? Pero claro... si no estás con ellos entonces debes ser tú el que está adentro. Me pregunto qué ha pasado para que estés ahí. Doy media vuelta y me alejo, se me ha ocurrido una tonta idea... una idea que me hace sentir estúpido pero es la mejor excusa que se me ocurre, pero tengo que apurarme sino no alcanzaré a completarla.
 
Dos horas y media más tarde me escurro nuevamente por el pasillo hacia la enfermería. Madame Pomfrey me detiene en la entrada y me pregunta qué se me ofrece. “¿Puedo ver a Ronald Weasley?” La mujer pone cara de pocos amigos, seguro no entiende por qué he ido a verte, pero el que no me haya dicho lo contrario me confirma que eres uno de sus pacientes.
 
“Pase, joven Malfoy. El joven Weasley está solo, tiene veinte minutos ya pronto tengo que cerrar la enfermería por el día de hoy y hay que darle descanso a los pacientes.” Asiento cortésmente y la sigo hasta tu camastro.
 
“¿Cómo sigue?” Pregunto para dar la impresión de que conozco la situación.
 
“Sus costillas se han recuperado muy bien, sólo le hace falta algo de descanso, el problema será la cadera, tardará un par de días en sanar completamente. Ustedes, jóvenes, nunca miden los riesgos que se toman, la ignorancia es atrevida.” Asiento tontamente hasta que se va y me deja a solas contigo. Al lado del camastro está la canasta que Potter te ha llevado, apenas la has tocado. Uno de tus ojos está completamente cerrado, tu nariz hinchada y tu boca amoratada. Eso debió doler tanto como el resto de las fracturas. Me presientes a tu lado y te volteas levemente intentando abrir tu ojo bueno.
 
“Malfoy.” Balbuceas a causa de la hinchazón de tu boca. Estoy tan nervioso que se me ha olvidado la excusa que tenía preparada pero reacciono a tiempo, el temple Malfoy siempre se hace cargo de todo. Meto la mano en mi bolsillo y susurro un engorgio haciendo que el paquete que había encogido vuelva a su tamaño normal.
 
“Vine a traerte esto.” Murmuro sofocando la anticipación a tu reacción pero aún con tu boca magullada sonríes levemente y el ojo bueno se te cierra.
 
“Gracias.” Por unos instantes me vuelves a mirar pero es obvio que estás bajo pociones fuertes para el dolor porque pareces algo perdido.
 
“¿Quieres uno?” Pregunto sobresaltándote un poco y asientes como puedes así que procedo a sacar un chocolate de la caja. Sé que Potter te ha traído tus preferidos, él conoce mejor tus gustos que lo míos. “¿Fue jugando al Quidditch?” Vuelves a asentir mientras yo le quito el delicado papel a los más finos chocolates que jamás hayas probado. Lo sé porque son mis preferidos, el chocolate es tan fino que al contacto con mis dedos comienza a derretirse deliciosamente. Lo acerco a tus labios que abres con algo de esfuerzo hasta que ese pedazo de cielo está en tu boca. Cierras los ojos placenteramente y sonrío sin querer. ¿Qué estoy haciendo? Susurra mi mente y de pronto siento la necesidad de salir corriendo de ese lugar.
 
Ahora que has terminado de saborear la golosina no has vuelto a abrir los ojos, de hecho, tu respiración acompasada me dice que te has dormido por lo que cierro la caja de chocolates y la pongo dentro de la canasta de Potter. Mañana... mañana intentaré aclarar mis sentimientos, justo ahora no puedo.
 
Sin más doy media vuelta y me alejo de ti, poniéndole toque de queda a mis sentimientos por el momento.
 
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Gracias por leer.