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Profecía Sesshomaru x Kagome
Capitulo I
Un viento frió soplo, algo sumamente extraño, no era otoño, el verano apenas comenzaba, las hojas de los árboles fueron mecidas en un movimiento sincronizado y algunas de estas cayeron al suelo y otras volaron lejos.
En el cielo, el destello de una flecha sagrada al ser disparada se hizo presente. En la oscuridad de la noche, bajo un cielo sin luna y sin estrella, las cuales se escondían tras el cielo nublado, demostraban su miedo ante la batalla que en la tierra de humanos y demonios se libraba.
Una silueta femenina era difícilmente distinguida.
Ella apuntaba con una flecha a todas las direcciones esperando por el ataque de su enemigo. Un ruido en los arbusto hizo que si oído se agudizara. Entonces disparo.
Un grito de dolor proveniente de un youkai, rompió el silencio y perdiéndose en un eco le dio la victoria a la miko que había disparado la flecha sagrada.
Por fin había terminado, esta vez el ejército de demonios era más grande y más poderoso.
El viento soplo de nuevo, y esta vez las nubes se hicieron a un lado dejando paso a la luz de la luna la cual alumbro a la joven sacerdotisa que se encontraba en un bosque rodeada por restos y sangre de demonios.
Estaba vestida con un kimono rojo adornado con dibujos de sakuras las cuales danzaban cuando la brisa tocaba a la joven.
Su cabello largo hasta un poco más debajo de su cintura, de forma lisa hasta llegar a sus puntas las cuales terminaban en rizos definidos. Su piel era blanca, con toques rosas en sus resaltados pómulos. De facciones y rasgos delicados. Sus ojos eran color café caramelo, de los cuales una mirada fría, producto de muchas decepciones eran opacados.
Era alta, de cintura pequeña, piernas largas y anchas caderas las cuales le daban una silueta perfecta y deseable ante los humanos y algunos youkais.
La joven caminaba a paso lento, tenía una herida en su pierna derecha la cual sangraba mucho, necesitaba llegar al castillo de su amo y curarla con rapidez. Con su arco en una mano y una piedra de color azul la otra la joven recitaba un rezo a medida que caminaba. Purificaba la piedra después de haber estado en manos maligna por tanto tiempo.
Aquellas circunstancias le habían revivido las dolorosas memorias de cuando era una simple colegiala y buscaba los fragmentos de la perla de Shikon junto a sus difuntos amigos y al hombre al cual amo pero que la traiciono Inuyasha.
Cerro sus ojos, sus pasos era guiados por sus instintos, y las imágenes de la ultima vez que vio a Inuyasha pasaron por su mente como una película de terror.
Era doloroso y decepcionante al mismo tiempo ver aquel hanyou al cual estuvo apunto de entregarle su ser, convertirse en un Youkai por completo perdiendo su parte humana, para que luego matara a sus amigos descuartizándolos uno a uno sin escuchar las suplicas de estos. Ella horrorizada emprendido su huida se adentro en el bosque en donde era perseguida por el, como si la estuviera cazando.
Tropezó y perdió el conocimiento, cuando despertó se encontraba en un cuarto, acostada en una cama grande, cubierta con sabanas de seda y rodeada de pinturas y cuadros de otros seres, algunos que ella había visto antes morir bajo el poder de la espada de Inuyasha… acaso estaba muerta….no, alguien la había salvado.
Con todos aquellos acontecimientos juntos, Kagome había madurado mucho y su poder incremento de manera sorprendente. Ya no era la de antes, el corazón se lo habían vuelto de piedra.
Abrió sus ojos, ya se encontraba enfrente de las grandes puertas de hierro del castillo del Youkai que la había salvado esa noche de Inuyasha. Un castillo construido en una colina, rodeado por bosques, los cuales eran habitados por pájaros, mamíferos e insectos. No muy alejado del castillo un río hacia su pasar en el peces de todos los colores y tamaños, el lugar era como vivir en la paraíso, a diferencia que no era Dios quien lo reinaba.
El aullido de un lobo se escucho en la cercanía. Entonces las puertas se abrieron, y ella hizo su entrada.
El castillo además estaba construido con bloques de ladrillos y piedras, los vidrios de este eran vitrales puesto en ellos varias imágenes estaban dibujadas… y cada una de ellas contaba la historia o algo mejor conocido como una profecía.
Pasando por una gran sala, en donde había pinturas y retratos de antepasados del dueño del castillo, Kagome se detuvo ante uno de ellos y lo miro.
El hombre retratado en el cuadro, era de ojos color púrpura los cuales estaban delineados de negro resaltando el color. De cabellos del mismo color de sus ojos con visos plateados el Youkai se hacia ver intimidante. Vestido con una armadura dorada tenía en sus manos una espada en posición de ataque. Kagome junto sus manos e hizo una reverencia, para después dejar su arco y flechas a un lado de este.
Subía con dificultad las escaleras que la llevarían a su habitación. Y nadie la ayudaría a llegar a esta puesto dormía en una torre del lado este del castillo, no se le tenia permitido relacionarse con los demás. Con ninguno de los fuertes guerreros y seres que ahí vivían.
Por fin llego a la gran habitación, adornada por candelabros los cuales tenían sus velas encendidas para darle claridad al lugar. Su cama fue tallada y hecha de la madera del árbol sagrado de donde había despertado Inuyasha y esta era cubierta por sabanas de seda y algodón, de almohada rellenas por plumas de las aves del paraíso y un velo caía sobre esta rodeándola. Enfrente de la pared de su cama había dos pinturas. Una era de una hermosa mujer de ojos dorados como el mismo sol, cabellos negros… no era un demonio, era humana. Y a su la lado estaba ella. Vestida de sacerdotisa, una foto que le traía el recuerdo de una mujer que por mucho tiempo envidio y creyó culpable de que su amor no fuera correspondido Kikio. A petición de ella, el marco que protegía la pintura fue hecho de los restos del pozo devora huesos, los únicos trozos de madera que quedaron después que este fuera destruido.
Dejo sus sandalias a un lado de su cama y desato el nudo que amarraba su kimono haciendo que este se deslizara por su delgado y fino cuerpo, dejándola desnuda. Tomo un kimono rojo, sin nada en el. Y se lo coloco, este bordeaba sus curvas y resaltaba su busto, cayendo sobre sus piernas con una abertura pronunciada al lado derecho.
Se sentó en su cama, entonces escucho que la puerta se abría y entraba un ser alto.
Te has demorado- comento el ser.
Kagome solo lo miro y sonrió.
Tsukino-sama- dijo ella.- Arigato- y estiro sus manos para recibir el recipiente con las hierbas medicinales, las cuales estaban mezcladas con la sangre de ese ser para acelerar la curación.
El ser dejo a un lado su semblante frió y se sentó en la cama de ella. Tomo su blanca pierna e hizo a un lado el kimono descubriéndola.
Me alegra que llegaras viva- dijo Tsukino. El era ese youkai al cual Kagome le había hecho la reverencia, aunque ahora ya estaba un poco más viejo y débil, había vivido muchos años y bien sabía que su hora se acercaba.
Hoy eran más. Pero he conseguido la piedra por la cual me enviaste- dijo ella mirando a su lado izquierdo y señalando con la mirada aquella roca azul que brillaba con intensidad.
Debes quedártela- dijo el - te pertenece a ti
Pero para que la necesito?-pregunto Kagome
Ella te protegerá, esa piedra y su color representa salud y fuerza. Te darán vitalidad y te protegerán de seres malignos y nunca estarás vulnerable… así como cuando te encontré- dijo el sonriendo.
Prefiero no hablar de eso- respondió Kagome de manera fría y seca. Pero para darse cuenta de la falta de respeto que había cometido y bajando su cabeza en señal de disculpa.
Discúlpeme Tsukino- sama.- dijo y cerró sus ojos con fuerza esperando el castigo. Un golpe, una herida, una garra de veneno así como lo había hecho tantas veces en el pasado.
El seguía sonriendo.
Kagome- dijo el en tono de voz suave y bajo. Ella levanto un poco su mirada.
He terminado de curar la herida, es mejor que te limpies un poco y duermas mereces un descanso- dijo y le beso la frente a la joven.
Mañana tendrás entrenamiento en el campo de las aves de fuego, sabes bien que el fuego es tu debilidad y quiero que perfecciones la técnica- dijo en tono de voz severo.
Ella solo asintió.
Buenas noches- dijo
Buenas noches padre- dijo ella.
El sonrió y cerro la puerta tras el.
Kagome se levanto y tomo un jarrón con agua tibia que había en una mesa y tomo un paño que había a su lado y lo mojo en esta. Pasándolo por sus brazos y limpiando los restos de sangre. Una vez termino regreso a su cama, y se acurrucó en sus sabanas cerrando los ojos mientras sus sueños eran cuidados por su amo.
Afuera, apoyado en la puerta todavía se encontraba Tsukino-sama meditando.
Ya me queda poco tiempo, puedo sentirlo- dijo para sus adentros.
Duerme tranquila, pequeña mía- dijo en voz alta, desde el día que la encontró la había adoptado como a su hija, pues el nunca había tenido descendientes.
Debes ser fuerte, puesto en tus hombros ya hace una profecía que debes cumplir- dijo por última vez y dio un suspiro, el cual se deslizo por la abertura baja de la puerta y apago las velas del cuarto de Kagome. Dejándola en completa oscuridad.