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Capítulo 5

Se Rompe el Hechizo

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Los personajes de Weiss Kreuz no me pertenecen y no estoy recibiendo ningún tipo de compensación por esto.

Este fanfic contiene referencias shounen-ai, Aya/Schuldrich, Ken/Omi.

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A pesar de su rapidez, Schuldrich comenzaba a perder de vista al pequeño y escurridizo kitsune. La desesperación y el miedo de que algo le pudiera pasar se comenzaban a apoderar de él.

"¡RAN! Kuso, baka kitsune." Repetía casi sin respiración. Finalmente, después de varios minutos, perdió por completo la pista del pequeño animal. Se detuvo brevemente, recostándose contra el tronco de un árbol para recuperar la respiración.

"Incluso Ken aprendió su lección. ¿Por qué no puedes aprender la tuya?" Suspiró profundamente. La seguridad del pequeño kitsune siempre había sido su prioridad.

Mientras tanto, Omi y Ken también buscaban al pequeño animal. Se habían dividido para aumentar las posibilidades.

Después de varias horas de búsqueda Ken pudo divisar una pequeña bola roja escondida tras unos arbustos. Suavemente se acercó y se percató de que el kitsune había caido exhausto por la carrera y el esfuerzo. Tiernamente recogió al animal y lo acomodó en su pecho, dirigiendo sus pasos de vuelta a la casona.

Al llegar a la casa, se acomodó en la sala de estar con su preciosa carga y suavemente comenzó a llamarlo mientras le acariciaba las orejas con ternura.

"¿Ran...?" No hubo respuesta. "¿Ran?" Ken comenzó a pensar que quizás se había equivocado, que no era posible que el pequeño kitsune fuera su amigo de la infancia.

"Ran... por favor despierta." Mientras le hacía cosquillas en la panza.

"Mmhh... Schu, quiero dormir un poco más." Dijo moviendo las patitas en el aire para deshacerse de la mano que le hacía cosquillas. Ken se sobresaltó al escuchar hablar al kitsune, no porque le hubiera respondido, sino porque le parecía lo más extraño del mundo. No era cosa de todos los días escuchar un animal hablar.

"Ran... soy yo, Ken." El kitsune abrió suavemente los ojos y cuando pudo enfocarlos bien, casi cayó de los brazos que lo sujetaban.

"¡Ken!" Gritó levemente asustado por la cercanía del joven.

"Ran, finalmente estás de vuelta!" Le dijo alegremente. El kitsune observó a su alrededor.

"¿Dónde está Schu?" Dijo preocupado y tratando inútilmente de safarse de los brazos de Ken.

"Ese hechicero te secuestró y te convirtió en lo que eres." Dijo visiblemente tenso. El kitsune le devolvió una mirada fría.

"¿Dónde está Schu?" Repitió en un tono gélido.

"¡No lo sé! Y no deberías estar preguntando por ese hechicero, sólo te ha dado problemas." Dijo enojado el joven, negando con la cabeza. ¿Es que acaso aquel hombre le había hecho a su amigo algo más que convertirlo en kitsune?

"Hummh." El kitsune saltó de los brazos de Ken al piso. "Eso es asunto mio Ken." Le respondió enojado.

Ken lo observó confundido. No comprendía por qué su amigo estaba preguntando por el hombre que, en su opinión, era el causante de todos sus problemas. Pero lo que Ken no entendía era que para Ran, ser un kitsune era el más leve de sus problemas.

"No puedo entenderte Ran. ¿Es que no quieres regresar aquí conmigo? Hace diez años que te pensé desaparecido... Te di por... muerto." El joven se detuvo en sus palabras. Un extraño dolor le cruzaba el pecho mientras observaba cómo el pequeño kitsune se negaba a verlo.

"Si no ibas a quedarte... ¿por qué regresaste?" Le dijo en un susurro. El kitsune no contestó de inmediato. Finalmente Ken lo vio mover suavemente la satinada cola y una oreja.

"Te extrañaba. Supongo que quería saber cómo estabas." Dijo el kitsune con algo de sentimiento en su voz.

"Yo quiero que te quedes." Le volvió a susurrar Ken.

Quería que su amigo regresara, en los cortos siete años que lo había conocido se habían vuelto inseparables, casi como hermanos a pesar que de eran de distintas familias. Ciertamente después de la desaparición de Ran nada había vuelto a ser como antes. Ambas familias se distanciaron y finalmente la familia de Ken decidió mudarse a otras tierras.

Sólo Ken había querido quedarse, en su corazón siempre había guardado la esperanza de que algún día Ran regresaría a ese lugar. Y si no encontraba a nadie, no sabría a dónde ir.

"Yo..." El pequeño animal dio un profundo suspiro.

"¡KEN!" La voz de Omi se escuchó fuerte y clara desde la puerta. "¡Ayúdame por favor!" El llamado era urgente y ambos, Ken y el kitsune, fueron a ver qué sucedía. Omi no venía sólo, apoyado en su hombro venía cierto hechicero de cabellos anaranjados.

"¡Kuso!" Gimió el hechicero, apoyando su peso sobre el joven de ojos azules. Un agudo dolor lo hacía estremecerse y cerrar los ojos fuertemente.

"Omi, ¿qué sucedió?" Preguntó Ken preocupado mientras Ran se acercaba cuidadosamente.

"Se torció el tobillo." Dijo Omi mientras Ken le ayudaba a entrar al hombre al interior de la casa. Cuando lo hubieron sentado el hechicero se percató de que el kitsune se hallaba en la sala de estar. "El bosque es peligroso para los que no lo conocen bien. Pero con un poco de descanso y algo de hielo estará bien." Dijo el rubio con una sonrisa.

"Maldito kitsune, terco animal del demonio, sólo eres un bicho mimado." Dijo furioso mientras Ken doblaba cuidadosamente el ruedo del pantalón para echarle un vistazo al tobillo.

El kitsune apenas hizo un leve sonido como si tosiera en toda respuesta mientras movía la cola aburrido.

"¡Me las vas a pagar!" Amenazó el hechicero mientras su cuerpo se tensaba en respuesta al toque de Ken en su hinchado tobillo.

"Humhh." Fue la respuesta del kitsune y se dispuso a salir de la casa.

"¡NO!, ¡NO! ¡ESPERA!" Le dijo con desespero. "Está bien, está bien, ¡lo siento! ¿Qué más quieres que te diga?" Lo miró enojado. El kitsune se detuvo y pareció meditar en la disculpa. Schuldrich lo miró con ojos de súplica hasta que finalmente el kitsune se decidió y trepó al regazo del hombre. Ken y Omi los observaban interactuar y una leve sonrisa asomó a los labios del rubio.

"No puedo creer que me manipules de esa forma." Dijo seriamente dolido el hechicero.

Omi se intercambió una mirada muy significativa con Ken. Era obvio que entre esos dos había más que compañerismo, amistad o lo que pudiera existir entre lo que ellos pensaban eran víctima y victimario. De repente el kitsune se dirigió a Ken.

"¿Tienes algo de comer? No he desayunado." Ken sonrió un poco más calmado, ignorando la mirada sorprendida de Omi al escuchar hablar al kitsune.

"Seguro." Y se dirigió a la cocina seguido del joven de ojos azules, dejándo al hechicero y al kitsune en relativa tranquilidad.

El resto del día hubiera pasado más o menos en calma de no haber sido por las constantes quejas del hechicero a causa de su tobillo torcido.

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Esa noche, aún en la casona, Ran continuaba despierto, acostado sobre el pecho del hechicero.

"Ran..." Escuchó que Schuldrich lo llamaba quedamente.

"Humm?" Le dijo fingiendo somnolencia.

"No has contestado mi pregunta." Schuldrich le acarició suavemente las orejas.

"¿Ummhh?" El kitsune comenzó a ronronear complacido por el gesto del hechicero.

"¿Por qué no quieres ser humano otra vez?" Schuldrich vio que el kitsune entornaba la mirada y luchaba entre contestar o no la pregunta que se la acababa de formular.

"Si me convierto en humano te desharás de mí." Dijo con rapidez. El hechicero tardó un poco en procesar la oración.

"¿Cómo así?" Le dijo preocupado por lo que el pequeño kitsune estaba pensando.

"Si hubiera regresado a mi forma humana, ya me hubieras regresado aquí." Dijo suavemente mientras recostaba su peluda cabecita sobre el cálido pecho. Schuldrich estaba algo confundido. ¿Sería posible que el niño dentro del kitsune se hubiera encariñado con su persona? Pero habían pasado diez años, el niño seguramente había crecido, dieciocho años eran edad suficiente.

"¿Ran?" Le dijo pensando que se había quedado dormido.

"Quiero quedarme contigo Schu." Y lo susurró tan suavemente que Schuldrich tuvo que esforzarse para entender lo que el kitsune acababa de confesarle. Ya no supo qué decir. El pequeño animal se acercó a su rostro. Pudo sentir entonces el tan familiar aroma de la criatura que nunca había exhudado el olor de las bestias del campo, sino un extraño perfume a fresas maduras.

Lo siguiente que sucedió después lo dejó sin aliento, el animal se acercó aún más y le dio un pequeño lenguetazo en los labios. Schuldrich se quedó petrificado. Le parecía que sus labios ardían en donde el sencillo roce había acariciado su piel. Se sentía casi como... un beso.

De repente, el peso del kitsune se volvió más constrictivo sobre su pecho, cubriendo sus caderas y sus piernas hasta que finalmente unos hermosos ojos púrpuras se encontraron con los suyos. Finos hilos carmesí acariciaban su rostro en suave cascada. Un ser angelical lo observaba intensamente, respirando aquel olor a fresas maduras sobre su rostro.

"Chibi... has crecido mucho." Fue lo único que atinó a decir ante la hermosa aparición. Sobre sí se encontraba un muy crecido y muy cautivador joven. Sus labios sonrosados se acercaron a los de Schuldrich, provocándolos sensualmente mientras unas delicadas manos quitaban algunos mechones naranja de su frente en un gesto lleno de ternura.

"No soy chibi." Le dijo mientras una sonrisa maliciosa se posaba en sus labios. Se movió suavemente sobre el hechicero, dejándole sentir la suavidad de su piel y antes de que Schuldrich pudiera protestar, aquellos sonrosados labios descendieron sobre los suyos, sellándolos suavemente.

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Owari

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Gracias a todos los que leyeron el fic, gracias a los que lo lean después de hoy. Espero les haya gustado.

Hasta una próxima ocasión mina-san. ¡Ja ne!