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Capítulo 4
¿No Me Quieres?
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Los personajes de Weiss Kreuz no me pertenecen y no estoy recibiendo ningún tipo de compensación por esto.
Este fanfic contiene referencias shounen-ai, Aya/Schuldrich, Ken/Omi.
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Era pasada la medianoche cuando una pequeña sombra se escurrió dentro del cuarto de Ken.
"Ken... ¿qué te sucede hoy? Estás muy callado." Se escuchó una melodiosa voz a la cual el pequeño kitsune reconoció de inmediato como la voz del joven que había servido la comida.
"No pasa nada Omitchi. Es sólo que no pude evitar recordarlo." Dijo suavemente el joven mientras abrazaba a la otra figura. "Si tan sólo me hubiera asegurado de que me estaba siguiendo, quizás aún..."
"Shhh... Ken, no te hace bien recordar esas cosas." Le dijo el rubio, plantándole un tierno beso.
"Lo sé Omitchi, pero no puedo evitarlo." Suspiró el joven cerrando los ojos con fuerza y tratando de contener el sentimiento de culpa que lo embargaba profundamente.
Los susurros se detuvieron y no pasó mucho tiempo hasta que sólo se escucharon los acompasados sonidos de la respiración de ambos, profundamente dormidos. El pequeño kitsune salió de la habitación y se dirigió a la habitación donde descansaba Schuldrich.
De un salto subió a la cama y se metió bajo las sábanas, descansando finalmente sobre el pecho del hechicero. Schuldrich apenas abrió los ojos al sentir la peluda forma acomodarse sobre su pecho.
"¿Dónde estabas pequeño?" Le dio adormilado.
"Salí a tomar aire, sólo eso. Duérmete." Le susurró el kitsune.
"Ummhh." Y todo quedó en completo silencio.
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Ran se desperezó lentamente, estirando las patas y bostezando brevemente. Continuaba anidado sobre el pecho de Schuldrich. Se volvió a acomodar sobre el hechicero, tal como soliera ver hacer a los conejos cuando descansaban al sol. Posó la cabeza sobre sus patas delanteras y se dedicó a observar al hombre que dormía plácidamente.
El sol aún no iluminaba completamente la habitación, pero la luz que se colaba por la ventana anunciaba su pronta aparición. Bajo esa luz matutina Schuldrich parecía la más hermosa aparición, con sus cabellos extendidos sobre las sábanas, los párpados cerrados en un despreocupado gesto. El pecho subía y bajaba suavemente, arrullando al pequeño kitsune.
*Pequeño kitsune, sólo eso. ¿Por qué no acepta que ya tengo dieciocho años?* Pensó lleno de angustia. Todos los días recibía el mismo trato de parte del hechicero. Había crecido dentro de aquel cuerpo encantado. Ciertamente había extrañado a Ken los primeros días que pasó convertido en kitsune, pero según pasaban los días, fue adaptándose a su nuevo cuerpo y le gustó.
Ah, pero el cuerpo del kitsune había pasado por tantos cambios antes de que él realmente pudiera entender lo que sucedía. Pasó muchos días tratándo de aclarar sus propios impulsos y sentimientos, muchos días que se convirtieron en años, hasta que su mente alcanzó una edad relativamente proporcional a la edad del kitsune. Entonces comenzó a comprender mejor lo que le sucedía.
El kitsune había sido creado por el hechicero, por lo tanto, el kitsune le debía al hechicero completa lealtad. Esa lealtad se debatía con el caracter del niño, acostumbrado a su propia voluntad y nada más. Finalmente había logrado balancear ambos aspectos con un sentimiento bastante parecido a la amistad.
Cuando alcanzó los diecisiete años, la amistad que había desarrollado hacia el hechicero se hizo más profunda. Pero Schuldrich no se había percatado de nada, simplemente lo seguía tratando como al niño que había convertido en kitsune. Cómo odiaba que lo llamara chibi. Era la palabra que le recordaba claramente la incapacidad del hechicero de ver más allá de su cuerpo de niño o kitsune.
Ahora Schuldrich deseaba que regresara a donde pertenecía. Pero ¿cuándo iba a entender Schuldrich que el kitsune pertenecía a donde quiera que él estuviera?
*Kuso...* Maldijo mentalmente. Sería mejor regresar, antes de que Schuldrich insitiera en que debía quedarse, en que debía regresar a ser humano y alejarse de él. Pensándolo bien, quizás esa era la razón principal por la que se había alejado de todos los seres humanos, el temor a regresar a su forma original y tener que alejarse del hechicero. Definitivamente no podía perder tiempo en regresar.
"Schu..." El pequeño kitsune estaba sobre el pecho del hombre. "Schu... es hora de levantarse." Volvió a llamar.
"Maldición, ¿por qué te tienes que levantar tan temprano?" Murmuró el pelirojo.
"Tenemos que irnos." Susurró el kitsune. El hombre trató de sacudirse el suave peso de su pecho.
"¿A dónde quieres que vayamos?" Le preguntó aún sin abrir los ojos.
"A casa." Contestó. Schuldrich se restregó el rostro con el dorso de la mano.
"Ran... ¿por qué eres tan testarudo? Ya han pasado diez años, hace mucho tiempo que pudiste haber roto el hechizo y no lo has hecho. Ahora tienes la oportunidad de regresar a tu casa, con tu amigo Ken ¿y me dices que quieres regresar? No puedo entenderte." Suspiró cansado.
"Te quieres deshacer de mí." Dijo el kitsune, levantándose de inmediato, pero los brazos del hechicero eran mucho más rápidos y lo atraparon. El pequeño kitsune le devolvió una mirada irritada.
"Suéltame Schu." Le dijo con voz profunda y enojada.
"No hasta que me digas por qué." El hechicero le devolvió la misma mirada enojada.
"¿Por qué?"
"Sí. Quiero saber por qué no quieres regresar a tu forma humana." Le dijo con cuidado.
"Schu..." ¿Qué decirle? ¿Cómo decirle que no quería alejarse de él? Seguramente no lo entendería. Decidió utilizar otra táctica.
"Sabías que el hechizo que usaste sólo se puede romper con un beso..." Con lo despistado que solía ser el hechicero, seguramente podría entramparlo fácilmente en una mentira.
"Ya lo sé pequeño." Le interrumpió.
"Déjame terminar." Gruñó.
"Bien, bien, continúa."
"Sólo se puede romper con un beso de amor." Dijo las últimas palabras con cierto sarcásmo, pero en el fondo rogaba por que Schuldrich le creyera. No era tan inusual que ciertos hechizos tuvieran un remedio semejante. El beso de amor era parte de muchos de ellos.
El hechicero quedó con una expresión de muda sorpresa por mucho rato.
"¿Cómo puedes estar seguro?" Dijo finalmente y levantando una fina ceja con desconfianza.
"Lo leí en uno de tus libros." Puntualizó.
Schuldrich estaba un poco confundido, pero su mente comenzó a divagar, atando cabos y pistas y llegando finalmente a una conclusión aceptable por la cual el kitsune había retrasado tanto su transformación. Viviendo en casa del hechicero nunca había tenido la oportunidad de conocer a nadie más. No que Schuldrich no le permitiera sus propias aventuras lejos de su constante vigilancia. El pequeño kitsune se negaba a entrar en contacto con cualquier otro humano aparte del hechicero.
"Lo siento pequeño. Yo... no estaba muy familiarizado con los hechizos. Creo que estaba muy enojado para pensar." Trató de disculparse.
"Humm." Bingo... El hechicero se había tragado el cuento. Pero un poco más de actuación no le vendría mal para cimentar su torcida confesión.
"No me mires así." Le reprochó. Las miradas del kitsune lo irritaban grandemente. Siempre tenían cierto grado de acusación directa.
"Humh..."
"Maldición Ran." Y Schuldrich se echó nuevamente en la cama. Mientras tanto, ninguno de los dos se percató del silencioso movimiento de la puerta al cerrarse nuevamente.
Omi corrió apresurado hasta la cocina donde Ken se encontraba desayunando.
"Ken-kun! Tengo buenas noticias." Le dijo casi sin aliento.
"Omi, ¿qué sucede?" Le preguntó el joven un poco sorprendido.
"¡Es Ran!"
"¿Ran?"
"Sí, Ran es el pequeño kitsune. El extraño... es un hechicero... Tiene a Ran." Le dijo casi sin aliento por la emoción.
"Cálmate Omi que así no te entiendo."
"El extraño que vino ayer, es un hechicero. Es el hombre que se llevó a Ran." Ken abrió los ojos muy grandes.
"¿Lo crees?"
"Los escuché hablando. O sea, el kitsune, le estaba hablando al extraño. El pequeño kitsune es Ran."
"No puede ser posible." Ken abrió los ojos más grandes si podía.
"Vamos." Y ambos se acercaron sigilosamente a la puerta de la habitación donde descansaba el hechicero.
Ken se sorprendió al poder distinguir dos voces claramente. Pero él no conocía la otra voz con la que hablaba el hombre. Cuando había dejado de ver a Ran eran aún demasiado niños y seguramente su voz había cambiado.
"Schuldrich, quiero regresar." Le dijo terminantemente.
"No hasta que me digas claramente por qué." Volvió a preguntar enojado el hechicero.
"¡¡Gggrrr!!" El gruñido se escuchó claramente al otro lado de la puerta.
"Y no me amenazes." Lo regañó el pelirojo.
"¡Bien!, entonces nos quedaremos aquí para siempre." Gruñó el kitsune tercamente.
"Nos quedaremos? NOS quedaremos? ¡TÚ te quedarás! ¡No pienso seguir cargando con un maldito kitsune testarudo!" Vociferó el hechicero.
El peludo animal se quedó inmóvil. Por unos momentos sus ojos mostraron la herida que acababa de recibir por parte del pelirojo. Nunca pensó que el hechicero pensara de esa forma con respecto a él. Cierto que el hombre nunca lo había maltratado, siempre lo había tratado con mucho cuidado y sus constantes diferencias eran simplemente una forma de mostrar cuán testarudos podían llegar a ser. Incluso su manera de tratarlo como a un niño no le había dolido tanto como aquellas palabras.
Pero así de rápido como mostrado su dolor, así mismo una mirada glacial se apoderó de aquellos hermosos ojos púrpura.
"Bien, no tienes por qué quedarte entonces." Y sin decir más saltó a la ventana y luego fuera de ella.
"¡RAN!" Gritó el pelirojo levantándose de un salto. "Maldición, RAN!" No perdió tiempo en vestirse y saltar por la ventana tras el pequeño kitsune.
"Por qué tienen que pasarme estas cosas. Kisama, maldito niño testarudo." Murmuraba entre dientes mientras seguía el rojo reflejo del animal.
Ken no necesitó más pruebas de la identidad de ambos visitantes.
"Schuldrich dijo que el hechizo se podía romper con un beso. Un beso de amor." Le dijo el rubio.
"Tenemos que encontrar a Ran antes que el hechicero." Dijo decididamente el mayor y Omi asintió, poniendo la palabra en acción.
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Continuará...
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Gracias por tu review Kaori, y tienes mucha razón, Ran está un poco celoso de Omi. Pero pienso que también está un poco celoso por la relación que Ken y Omi tienen y que él no puede tener. Pero espero que este capítulo te haya aclarado un poquitín más. Si no lo hace, dime exactamente en qué estás aún perdida, quizás te pueda ayudar. Sólo queda un capítulo más. Espero que te haya gustado este capítulo.
¡Ja ne minna-san! hasta la próxima.