Yu-Gi-Oh! Fan Fiction ❯ A la Orilla del Nilo ❯ Atemu, el cubrió Egipcto con sombras ( Chapter 1 )
Título: A la orilla del Nilo
Autora: Ninna a.k.a. Inith
Fecha: 05 de Febrero 2004
Parings: YB/YY
Resumen: A las orillas del Nilo, dos niños se encuentran, ambos de familias y realidades diferentes, Faraón y Ladrón…( lo sé, apesta)
Advertencia: Yugioh no es de mi propiedad y no intento hacer dinero con él, de hecho es sólo para pasar un rato de ocio.
Notas de la Autora: Lean, comenten, pero no me manden algo muy malvado que soy maniacodepresiva.
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Capítulo 1: Él cubrió Egipto con sombras
Esa noche era más fría que las otras, algo en el ambiente la transformaba en un fenómeno climático para la estación del año correspondiente. Un fenómeno climático para los humanos sin poderes sobrenaturales, pues no lograban sentir las fluctuaciones en la magia temporal que rodeaba las esquinas de toda la ciudad y el Imperio.
Menfis aún no dormía, las estrellas brillantes en el firmamento, donde Ra se posaba día a día. Las festividades en honor al hijo de Osiris continuarían por varias horas más, en las calles la gente reía y bailaba, bebían y conversaban; niños y adultos en un conjunto de felicidad y alegría deslumbrantes, ajenos a los dolores y contracciones que presentaba una de las esclavas del harem del faraón.
El trabajo de parto comenzó al ponerse el sol, transcurrirían varias horas antes de que la tortura de Míriel terminara y Simón pudiera escribir en los registros el nombre que recibiría esta nueva vida.
Ithil Míriel fue un regalo de cumpleaños para el Faraón, escogida especialmente por su hermano menor, Akunadín, de belleza exquisita, traída de lejanas tierras para agraciar la cama del gobernante; al contrario de las mujeres egipcias y de las tierras alrededor del Reino, sus cabellos largos conformaban un velo color blanco, aún más puro que los cabellos de una anciana, sin embargo su cuerpo era joven, pequeño, suave y terso, cada curva perfecta en su figura, su piel pálida y suave, en más de algún momento el mismo Faraón la había confundido con las sábanas de seda blanca que cubrían su lecho. Y sus ojos, aquellos hermosos ojos azules, parecían zafiros deslumbrantes a la luz de las velas y antorchas de la sala… en ese momento el dejo de dolor que presentaban le hacía más exquisita a la vista de los presentes, un brillo melancólico y determinado en el mar sin fin de estrellas encerradas en cristal.
Los minutos transcurrían, cada segundo se acercaba más y más al nacimiento del bebé de una de las favoritas del Faraón, después de todo, era la segunda sólo porque Nimrodel le había dado sus únicos dos hijos mayores y por tanto sus herederos. Si, las hijas del faraón sumaban 45 y sus hijos 2, dos niños que representaban la alegría y esperanza del Reino.
Simón entró en el cuarto donde los sanadores atendían los partos. Cuatro sirvientas corrían en todas direcciones trajinando en busca de los implementos que las parteras requerían mientras la madre esperaba valientemente la bendición de Isis.
"Otra niña en el harem" comentó Akunadín acercándose a Simón con un gesto despreocupado. "No sería extraño que nos hiciéramos de otro miembro femenino en la familia real, si es tan hermosa como su madre de seguro será una potencial alianza política con algún Reino vecino".
" De cierta manera tienes razón" contestó el pequeño egipcio con su rostro cubierto por el velo. " Sin embargo tengo la seguridad que en tal caso su majestad preferiría que contrajera nupcias con vuestro hijo, el pequeño Seth".
El sacerdote suspiró, con una mano quitó de su rostro el mechón que cubría parte de su rostro, una horrible cicatriz de una batalla pasada que le había costado su ojo izquierdo.
"Aún así no nos vendría mal un varón, Akunamukanon siempre ha deseado llenar el palacio con risas de niños… y aunque ama a sus hijas…"
"Quiere más herederos" completó Simón antes de que el sacerdote pasara a un tema tan complicado, la falta de varones en el harem pesaba fuertemente en el corazón de todos.
No hablaron más durante varias horas, el cuarto en completo silencio salvo por el susurro de las sábanas donde la futura madre tendía a arquearse de dolor, aún así no dejo escapar ningún grito, sus labios pálidos firmemente cerrados al igual que sus ojos.
Una de las parteras se acerco a ella, sus manos robustas y gentiles palparon a la joven midiendo la dilatación presente entre sus piernas. No era el primer parto que atendía, ella, Harther había ayudado a traer al mundo al faraón, su hermano y casi todos los hijos del actual gobernante, ya no era ajeno a sus ojos ver a una mujer en tal estado, el vientre abultado y todas la ondas de dolor que viajaban por su cuerpo a medida que era preparada para ver a su bebé.
Observando por el balcón se encontraba Simón, en su espera, imaginando como sería la criatura, qué rasgos del padre heredaría, como le nombrarían, cuantas canas aparecerían en la cabellera de Mahaado cuando estuviera bajo su tutela en enseñanza.
De pronto todos quedaron se arrodillaron, prácticamente corriendo por entre las puertas y cortinas apareció el Faraón, una gotas de sudor cayendo por su rostro, la capa volando tras sus pasos, seguida por el Mago recién mencionado, Karimu, Isis y Shaadi .
Rápidamente se acercó a la mujer y con sus ojos llenos de preocupación se sentó a su lado, con su mano acarició el rostro juvenil, los cabellos sueltos en la almohada y por último tomó su mano. Ella en respuesta abrió sus ojos y sonrió tiernamente al verlo.
"Eres muy valiente pequeña flor" fueron las primeras palabras del gobernante en la habitación, completamente dirigidas a la madre de uno de sus niños. "Has resistido mucho y no he estado a tu lado".
La pareja, abstraída entre ellos fue dejada para hablar privadamente por los individuos en la habitación.
"Jamás pensé que el Faraón podría correr tan rápido sin resbalarse en los pasillos" comentó Karimu sobando cierta parte de su anatomía, que indiscutidamente había sido lo primero en aterrizar cuando, en su loca carrera tras Akunamukanon, cayera producto de un resbalón.
"Es comprensible cuando tienes algo tan noble por hacer" respondió Isis sin quitar sus ojos de la puerta donde su señor estaba acompañando a una de sus esposas. "Nuestro Faraón es un gran hombre".
Mahaado asintió, cansado tras el viaje de regreso a Tebas y aún más de la cacería del Faraón al llegar a sus oídos la noticia de que pronto sería padre nuevamente. Cierto, podría ser muy frío cuando se trataba de gobernar un Imperio, pero el hombre tenía un corazón muy dulce cuando su familia era el tema. Estaba orgulloso de todos sus hijos, no le importaba si fueran niñas o niños, los amaba a todos por igual, y la preocupación que irradiaba durante los embarazos de sus esposas era increíble.
Sólo faltaba unas horas para el amanecer cuando las parteras comenzaron con la parte crucial del parto. Sentada Ithil usó todas sus fuerzas para traer al bebé.
Simón siguió mirando por el balcón, el aire helado de la noche poco a poco era reemplazado por la tibieza del día en invierno, las cortinas se movían al compás del viento, en igual ritmo que las hojas de las flores y plantas que adornaban aquella construcción. En el horizonte apareció la línea de color violeta que demarca el nacimiento de un nuevo día, pronto se convirtió en un color rubí y las murallas de la Ciudad Blanca reflejaron aquellos tonos en un efecto de magnificencia, iluminando con un efecto eterico el mundo por un segundo. Las pirámides y las arenas se vistieron de dorados y rubíes para recibir a Ra en lo alto del cielo.
Todo era hermoso, demasiado perfecto, asombroso a los ojos de los mortales despiertos, así como el juego de luces entró por las cortinas semitransparentes y en su baile sensual cubrió la habitación completamente.
Entonces hubo silencio.
Un último suspiro abandonó los labios de Ithil mientras ésta dejaba caer su cabeza cansada sobre los cojines, su mano tratando de alcanzar al bebé que sostenía la partera, una sonrisa ausente en su rostro, antes de que cerrara los ojos, y el mundo se cubriera de sombras.
El día se tornó noche, un manto oscuro ocultó el amanecer de los ojos de los mortales, sin estrellas ni nada brillante que permitiera observar a su alrededor. Fue un segundo, pero para mucos pareció una eternidad completa, como si la oscuridad sin fin comenzara a adueñarse de la luz que bendice al mundo de los humanos.
Los ojos de Akunamukanon observaron a su hijo, el pequeño retoño parecía una muñeca en los brazos de la partera, hasta que abrió sus ojos y rubí se encontró con rubí.
"Es varón" exclamó Akunadín al observarlo.
Alegría y miedo se apoderaron del Faraón, su hijo estaba bien, otra vida más para alumbrar las frías murallas del palacio, sin embargo, algo dentro de los ojos de ese bebé le aterrorizaba, una sabiduría e inteligencia jamás descrita ni presentada por los humanos, irradiaba una magia poderosa, incluso más que la suya propia… y su nacimiento había cubierto al mundo en sombras…
Harther pasó el bebé a una de las muchachas para que lo limpiara, al acercarse a la madre notó la extraña paz que su rostro y expresión le presentaba al día, un estado que ni siquiera la meditación podía traer. Con un suspiro apesadumbrado cubrió ese rostro hermoso con la sábana blanca.
" ¿Cómo habrá de llamarse?" preguntó Harther al aire, la pregunta rondando entre los ecos de la habitación silenciosa.
"Atemu" fue la respuesta del Faraón.
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Notas:
Bien, no era lo que yo esperaba, pero prefiero eso antes que una partida de Caballo Inglés. Este es el 6º fic que escribo, y el primero de YGH. En mi historia hay 4 fics que no sé con qué endemoniada cara escribí con 3 años menos de lo que tengo ahora, espero cambiar mi forma de escribir y no caer en una descripción tan *ejem* lemon.
Gracias por leerlo, déjame un review, plis???