Card Captor Sakura Fan Fiction ❯ Junto a ti ❯ Capítulo 7 ( Chapter 7 )

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JUNTO A TI
Por Daulaci Serv
 
Con los personajes de Card Captor Sakura, Por CLAMP.
Parte en combinación con la trama de la novela de Elizabeth Graham, Farsa Dolorosa.
 
 
CAPITULO 7
 
En sus sueños Tomoyo sostenía una lucha inútil por salir de un río con aguas agitadas. Trataba de agarrar unas manos grandes y fuertes que veía a los lejos, pero no podía llegar a ellas. A espacios intermitentes, aparecía la imagen de cuadro que había pintado del rancho estropeado de manera brutal.
 
-¡No! -gritó despertando alterada por el sueño.
 
De momento le costó mucho trabajo recordar donde se encontraba, pero después de un segundo recordó que se hallaba en la habitación de la servidumbre en el rancho de los Kinomoto. Trato de serenarse, pero le fue muy difícil controlar su agitada respiración y el palpitar acelerado de su corazón.
 
De repente escuchó unos golpes en la puerta.
 
-Tomoyo, ¿estás bien? -era la voz de Touya.
 
-Si -respondió levantándose de la cama, y se apresuró a abrir la puerta.
 
-¿Qué pasa? -preguntó cuando se encontró con Touya en la puerta.
 
No hubo respuesta a la pregunta. La expresión de Touya era malévola. Con lentitud, se percató de que los ojos masculinos se habían detenido en el escote bajo de su camisón, analizando la suavidad de sus curvas bajo el ligero material. En su prisa por abrir la puerta Tomoyo había olvidado cerrar la bata, apresurada, lo hizo sin poder evitar un sonrojo.
 
-¿Qué… qué haces aquí? -tartamudeó la chica alarmada.
 
-Se supone que deberías estar en la cocina preparando el desayuno… -repuso irritado-, ya es muy tarde… -y subió la mirada hacia el cabello desordenado y los ojos amatistas-. Además escuche algunos ruidos raros.
 
-¿Qué… qué horas son? -preguntó ella en un murmullo ignorando el último comentario a propósito.
 
-Mucho más tarde de la hora en que deberías estar ocupada en la cocina -fue su brusca respuesta.
 
-¡Dame quince minutos y estaré trabajando… amo!
 
-Que sean diez, y reconsideraré que te quedes -declaró con cierta ironía. La mirada de la chica estaba crispada de un notable enojo, pero había algo más… tal vez temor y cierta confusión por la forma en que se despertó momentos antes.
 
Tomoyo se disponía a entrar cuando una mano firme se lo impidió. Sentía en aquel toque que cada fibra de su ser, cada nervio, parecía dispararse a magnitudes inimaginables para ella hasta ese momento. Touya la retuvo un momento y la observó en silencio preocupado.
 
-¿Qué pasa Tomoyo?
 
-¿Qué… qué pasa de… de qué?
 
-¿Estás enferma? Tal vez te hizo daño la empapada de ayer - y dicho eso le tomó la barbilla para levantarle la cara y observarla mejor-. Estás sudando.
 
-¿Sudando? -y era cierto estaba empapada en sudor, pero como explicarle que se debía a la pesadilla y no a lo sucedido el día anterior-. No… no es nada -aseguró apartándose de él.
 
-¿Estás segura? -insistió
 
-Si -respondió ella con firmeza.
 
No dijo mas nada al asunto. Dando una cabezadita se marchó dejando a la chica.
No iba a sacar mejor respuesta de aquella terca mujer.
 
Tomoyo lo miró alejarse por el pasillo. Vestía una camisa color beige y pantalones ajustados de trabajo. Al notar que él se volvía de nuevo, se sorprendió.
 
-Yukito debe haber desayunado donde pasó la noche, por lo tanto no debes preocuparte por él esta mañana.
 
Diez minutos más tarde, según lo acordado, volvió a enfrentarse a la fría realidad al entrar en la bien equipada cocina. ¿Qué cosa desayunaba un ranchero?
 
¿Huevos? Si, desde luego, ¿y tocino?, otra afirmación. ¿Qué más? Pan tostado, y café. Percibía ya su aroma, y tomó un jarro y se sirvió de la cafetera. No se preocupó por azúcar o crema, y dio un sorbo al líquido que apreció devolverle la vida a su cuerpo aún adormilado. Su cerebro empezaba también a reaccionar, cuando se abrió la puerta de la cocina y apareció Touya.
 
-¿Y el desayuno? -le recordó con aire severo, por lo que ella dejó el jarro a su pesar, y se dirigió al refrigerador.
 
-Ahora mismo. ¿Cómo prefieres los huevos? -le preguntó recordando las veces que le hicieron la misma pregunta.
 
-Fritos.
 
Con la esperanza de que él no permaneciera mirándola, tomó una sartén y colocó en ella las rebanadas de tocino.
 
Después de esforzarse manipulando la estufa, respiró aliviada cuando por fin ésta se prendió y comenzó a freír el tocino, cuyo apetitoso aroma se diseminaba por la habitación.
 
El primer huevo se le rompió, pero el segundo cayó perfecto, no obstante, casi llora cuando la yema se desparramó sobre la clara al colocarlo en el plato junto al otro despedazado.
 
Touya miró su desayuno con desagrado cuando ella se lo colocó frente a sí. Por fin, como si le costara trabajo hablar, musito:
 
-¿No falta algo?
 
-“Pan tostado, lo olvide”
 
Se alegró de alejarse de la dura mirada masculina, y buscó en las alacenas hasta encontrar el tostador en el cual colocó las rebanadas. Observaba con gran concentración hasta que éstas salieron doradas, y entonces les aplicó una generosa porción de mantequilla.
 
-¡Listo! -anunció triunfante al colocar el pequeño plato en el costado izquierdo de Touya-. ¿Deseas mermelada, o… algo más?
 
-No -repuso él con voz tenue, mirando fijamente los huevos ya fríos y el tocino a medio freír-. Esto es más que suficiente.
 
Satisfecha, la joven se dirigió una vez más a la cafetera y se sirvió otra taza, pero en esta ocasión sí tomó crema y azúcar.
 
-¿Más café? -preguntó con vivacidad al notar que el jarro de él estaba vacío.
 
-Por favor -pidió Touya desolado, y bebió el contenido.
 
-¿No tienes hambre? -le preguntó sentándose frente a él.
 
-No -respondió Touya con dureza-. Me parece que perdí el apetito.
 
-No me sorprende -rió ella entre dientes al tiempo que elevaba la taza-. Me impresiona cómo puede alguien comer alimentos a esta hora.
 
-Si -asintió él, mirando hacia el desastre que era su desayuno, y que estaba intacto-. A mí también.
 
En ese momento se escuchó un taconeo en el piso de azulejos, y la puerta de la cocina se abrió de par en par.
 
Tomoyo volvió la cabeza y se encontró con la silueta de un hombre joven que sobrepasaba la estatura promedio. Lo había reconocido era Yukito.
 
-Oh, hola.
 
Miraba a Touya y a Tomoyo, y después observó con sorpresa y admiración el pelo negro recogido en una cola de caballo, el pequeño óvalo femenino de facciones perfectas, y el tono de sus ojos. Yukito miró de soslayo a su amigo. Y pensó.- “Oh No Sakura... ¿otra mas? Y tan gentil que se ve... ya veré con mi suerte, lo duro que la hace pasa” -mirando nuevamente a la preciosa joven de ojos amatistas.
 
Touya se puso de pie y los presentó con brevedad.
 
-Este es Yukito Tuskishiro, el capataz del rancho y gran amigo… Tomoyo Matsube, nuestra ama de llaves temporal.
 
¿Percibió Tomoyo una nota de alivio en la palabra “temporal”? no tenía tiempo para analizarlo, y se levantó para saludar a Yukito.
 
-¡Mucho gusto! -el joven la recorrió con la mirada-. ¿Un poco de café? -ofreció ella y amablemente y con una dulce sonrisa, se dirigió a la estufa.
 
-Por supuesto. Gracias… Tomoyo -el recién llegado separó una de las sillas frente a la mesa y tomó asiento; Touya lo imitó-. Yukito tenía cierta mirada que Touya reconoció de “¿De donde sacaste una chica así? Si es lo que pienso, perdónala por favor.” pero prefería (mas aun con el temperamento de su viejo amigo), no mencionar nada delante de ella y reformulando una pregunta interrogó-. ¿Cómo lograste cruzar el río anoche? Juraría que ningún hombre o bestia lo haría.
 
-Me las arreglé ¿Qué apariencia tiene esta mañana?
 
-Parece que alguien debió estar muy ocupado desde el amanecer -respondió Yukito, y después sonrió a Tomoyo quien puso frente a él la taza de café-. Gracias. Supongo que anoche regresaron a tiempo.
 
-Si -se limitó a decir Touya, al tiempo que se ponía de pie-. Cuando termines será mejor que vengas. La lluvia tiró muchas cercas, y no quiero que el ganado deambule por donde no debe. Iré a los pastos del norte. Tu puedes ir hacia el sur -se oía el taconeo de sus botas al dirigirse a la puerta, pero antes de llegar a ésta se volvió añadiendo-: Estoy retrasado, Tomoyo, será mejor que descubras el resto de la casa por ti misma. Le diré a la cocinera de los trabajadores que nos prepare la comida; regresaremos a cenar a las siete.
 
Diciendo esto, salió, y la joven se quedó mirando la alta figura a través de la ventana, hasta que desapareció entre unos árboles. Un suspiro se le escapó.
 
-No permitas que Touya te moleste -musitó Yukito desde la mesa-. Perro que ladra no muerde.
 
-¿Es una promesa o una amenaza? -preguntó mirando al joven, y dando un sorbo a su café que ya estaba frío-. ¿Siempre desayuna tan poco?
 
La mirada de Yukito se posó en el plato que dejó su amigo casi intacto.
 
-No, por lo general toma un buen desayuno -y agregó con lentitud-: a veces el día se hace muy largo. Bueno, al menos parece que se comió el bistec.
 
-¿Bis… tec? -Tomoyo oprimió la taza-. ¡Jamás escuché que alguien desayunara un bistec!
 
-¿Quieres decir que no…? -Yukito parecía confuso, y después agregó temeroso-: ¡Sin duda por eso estaba de tan mal humor! Si hay alguien que necesita proteínas, es Touya.
 
-Hay proteína en el tocino y los huevos -declaró Tomoyo, cansada de pronto de discutir la alimentación de Touya Kinomoto-. Si hubiera querido, pudo desayunar lo que preparé. ¡O por lo menos, me hubiera advertido anoche que desayunaba bistec! -repuso escandalizada. Ahora entendía el uso de la palabra “Temporal” que utilizó el hombre al momento de presentarlos.
 
-Mmm. Creo que estás acostumbrada a…
 
Yukito dejó de hablar al escuchar un ruido distante que llegó a la cocina, el taconeo de unas botas. A continuación se abrió la puerta de la cocina, era Touya un tanto molesto.
 
-Creo que ya se ha desperdiciado bastante tiempo de un día, como para seguir platicando. ¿No les parece?
 
Yukito pareció no molestarse con el comentario y se puso de pie para colocarse de nuevo la chaqueta. Touya se aproximó a Tomoyo.
 
-Cuando regrese -le dijo en voz baja-, espero encontrar una casa que brille desde el ático hasta el sótano… y la cena en la mesa a las siete.
 
-¡Si, señor! -contesto Tomoyo con desafío. Los ojos de Touya se entrecerraron ante la actitud de la joven, pero dejo la conversación ahí, y se volvió para salir de nuevo de la casa.
 
Después de mirar con cierto recelo el enorme y brillante fregadero, la joven colocó la loza en su interior, y se dirigió a la parte principal de la casa. Haría una inspección por su cuenta, sin sentirse inhibida por la presencia del arrogante de Touya.
 
El pasillo principal le pareció más grande que la noche anterior, y lo cruzó de prisa para entrar en el comedor a través de un arco del lado derecho. Había una mesa reluciente flanqueada por sillas de altos respaldos. Había un brillante mueble de madera adosado a la pared, y con una repisa adornada con platos. Una hilera de ventanas a lo largo de una de las paredes; en el centro, puertas que daban al patio donde había una terraza. Desde la sala se dominaba la vista de los prados verdes, y del camino circular para los coches. El lugar era tan magnifico que no podría ser captado en su totalidad en fotos. En verdad, hermoso.
 
Después de echar un vistazo, Tomoyo se percató de que el mobiliario de esa habitación era menos ostentoso que el de la lujosa mansión de los Daidouji, no obstante, se percibía un ambiente cálido de hogar en la decoración.
 
Ascendió por la amplia escalera que serpenteaba hacia la izquierda, para conducir al piso superior. Caminaba cautelosa, sintiendo que usurpaba la intimidad de… Touya Kinomoto.
 
Las puertas de baños y habitaciones daban al pasillo central, y la joven tuvo poca dificultad para localizar la habitación de Yukito, donde estaba la fotografía de una joven rubia, sobre la mesa junto a su cama. También fue fácil identificar la que ella suponía era la del señor Kinomoto, donde encontró varias fotografías de sus hijos y una de su difunta esposa. También había un escritorio y una repisa con libros que ella supuso debía ser de arqueología. Por último pasó junto a la que parecía ser la de Sakura, que habían conservado intacta desde el día en que ella se había marchado a la ciudad, aún había ahí muchos de sus muñecos de peluche y adornos infantiles. Era una habitación muy femenina y discreta, digna de una personalidad como la de su amiga. Incluso sonrió al recorrerla con su mirada y seguir adelante.
 
El cuarto de Touya debía ser alguno de los que le faltaban por ver, y con curiosidad buscó el que sería el refugio de Touya. La habitación más lujosa, era sin duda la suite de los dueños de la casa, pero al dar un vistazo a su alrededor, Tomoyo notó que nadie la ocupaba. Era claro que solo se guardaba esa habitación para cuando Touya llevará a su esposa al rancho, para ocupar la habitación principal.
 
Y ya había elegido a la mujer que la compartiría con él, pensó al tiempo que asomaba la cabeza por otra puerta, una habitación que parecía destinada a las visitas. Después lo hizo en la última que quedaba y al abrir supo de inmediato que se encontraba en el refugio de Touya. Había una cama con las sábanas revueltas que dominaba la habitación, sin embargo no era tan grande como la de la suite principal. Tomoyo oprimió los labios. Touya daba la impresión de ser un hombre muy pulcro, pero el desorden de su alcoba indicaba lo contrario. Había cajones a medio abrir, cuyo contenido asomaba, como si unas manos impacientes hubieran buscado algo; y la ropa sucia estaba amontonada en el baño contiguo.
 
Tomoyo cerró la puerta y regreso a la cocina. Pensaba en la cena que debía preparar esa noche. La primera comida sería la que dejara una impresión duradera, y deseaba que fuera algo perfecto. Y es que, se percataba que fue la mirada juiciosa y cautelosa del sujeto lo que la puso tan nerviosa en el desayuno que ahora sin siquiera consumir, yacía en el zafacón de la cocina.
 
Decidida, se preparó café fresco y un par de panes tostados, lo que constituyó su retrasado desayuno. Sentada frente a la mesa de la cocina, sintió la soledad que le rodeaba, siendo el zumbido del refrigerador el único que rompía el silencio profundo. Al mirar a su alrededor se percató de que no había radio y recordó que ella había llevaba el suyo.
 
Fue a su habitación a recogerlo, sabía que no podría estar constantemente comunicada con Sakura y ahora la única forma de mantenerse informada de la situación de su familia era mediante los noticieros. En especial la noticia que quería escuchar era la de la recuperación de su madre, aún podía sentir cierto dolor al saber que no podría estar junto a ella.
 
Suspiró ante sus pensamientos, después de llevar el radio a la cocina y checar si había algún noticiero se decidió revisar el piso de la planta baja; en especial, los azulejos del pasillo principal, que mostraban las pisadas de lodo desde la entrada hasta la cocina.
 
Provista de una esponja y de un recipiente de plástico que contenía agua caliente con jabón, había buscado inútilmente unos guantes para proteger sus manos pero al no encontrarlos regresó al pasillo y miró pensativa la amplia extensión del piso. Le tomaría horas limpiar cada rincón, y encogió los hombros para marchar decidida hacia la puerta principal con el fin de asear sólo el área llena de lodo.
 
Se sintió complacida de dejar el pasillo reluciente, y en un exceso de energía siguió con el piso de la cocina. La esponja le facilitaba el trabajo, y satisfecha, dio un sorbo a una taza de café caliente mientras contemplaba su labor.
Con indolencia se fijó en sus uñas llenas de jabón, una de ella se había roto, además el barniz se había levantado en algunas partes. Touya le comentó que tenía bonitas manos, y que le gustaban las uñas cuidadas en una mujer. Aún le conmovía el inesperado cumplido, pero de pronto, desapareció la suave sonrisa de sus labios.
 
¡Debió adivinar que el cumplido tenía un significado oculto! A pesar de que sonó sincero, ahora le parecía claro que fue la forma que él empleó para interrogarla de otro modo, con mayor sutileza de la que empleara al principio.
 
¡Qué tonta! al pensar que un hombre como él haría un cumplido a su ama de llaves. Nada de lo que hiciera dijera debía ser tomado a la ligera. Siempre tendría una intención.
 
¿Y qué si el sospechaba que no era lo que decía ser?, encogió los hombros. De ser una verdadera ama de llaves tendría las uñas cortas porque el trabajo manual lo requeriría. Bien, si eso era lo que Touya esperaba, le iba a dar gusto.
 
Diez minutos más tarde, había reducido sus largas uñas.
 
Elevó las manos y las contempló con satisfacción. ¡Veremos qué opinas al respecto, arrogante Touya Kinomoto!
 
Según se presentaron las cosas, Tomoyo estuvo demasiado atareada y aturdida para preocuparse por la reacción de Touya, y se concentró en la cena que serviría a él y a Yukito. Puso la mesa con un mantel blanco de lino, pesados cubiertos de plata y unas copas de cristal.
 
Después de todo era más fácil cocinar, sin la mirada de ese hombre sobre ella.
 
Parecía que la costumbre era que entraran por la puerta trasera que daba a la cocina. Los sonrientes ojos de Yukito fueron los primeros en buscar la silueta femenina, inclinada frente al fregadero donde preparaba la ensalada. Después entro Touya, que con ligereza miró a la joven con un delantal.
 
La mirada burlona descendió desde los ojos amatistas, hasta el ancho delantal blanco, que ella se esforzó por ajustar sobre el vestido azul pálido. ¡Cómo si fuera su culpa que el ama de llaves tuviera una talla mucho mayor que la de ella!, pensó enfadada ante el análisis masculino.
 
-¡Cielos! -exclamó Yukito dirigiéndole a Tomoyo con una sonrisa dulce y amistosa-. ¡Una joven que parece una verdadera estrella de cine es quien nos prepara la cena! -Tomoyo sonrió ante la ocurrencia mientras veía a Yukito, con una sonrisa, dirigirse al cuarto de las botas cercano a la cocina.
 
Touya no siguió a Yukito. Con una breve mirada, la joven apreció en la ropa masculina la evidencia de un día duro de trabajo. Touya se había quitado la chaqueta al entrar, y la camisa mostraba marcas de sudor mientras los pantalones se veían arrugados. Las botas tenían una capa de lodo.
 
-¿Cómo va todo? -preguntó él indiferente, como si sus pensamientos estuvieran en otro sitio.
 
-Bien -repuso ella-. Serviré a las siete en punto, espero que estén listos para entonces.
 
-Despreocúpate -repuso él con marcada sequedad-, estamos más que ansiosos de que den las siete para sentarnos a disfrutar una buena comida.
 
Tomoyo escuchó el sonido de las botas al alejarse y se concentró en aderezar la ensalada, y a continuación centró su atención en lo que sería el resto de la cena. Apenas había iniciado la labor cuando Touya regresó, esta vez calzando unas suaves pantuflas.
 
-Sólo quiero saber dónde habías planeado cenar -le preguntó agresivo.
 
-En la cocina, por supuesto -contestó ella como ausente concentrada en lo que estaba haciendo-. Esa es la costumbre cuando se es una ama de llaves -habló como si fuera lo mas lógico del mundo.
 
-Comerás con nosotros en el comedor. Ya tengo suficiente con trabajar con Yukito todo el día, para tener sólo su compañía durante la cena. Pon otro lugar para ti. Además, eso es costumbre de gente de dinero... aristócratas. Aquí llevamos las cosas un poco más simples.
 
-Si señor -repuso enfadada-. ¿Algo más, señor?
 
-Si, deja de llamarme “señor” y puedes… -calló de pronto-. ¿Qué demonios hiciste con tus uñas? -preguntó sorprendido.
 
-¿Mis uñas? -preguntó mientras trabajaba dándole un aspecto presentable a la cena-. Bien, pues tuve que cortármelas. Las labores domésticas no se llevan con las uñas cuidadas. ¿O, que cree usted?
 
-¿Nunca oíste hablar de los guantes?
 
-Si, pero no encontré ningunos en esta casa -lo cual era verdad y volvió a concentrar su atención en la cena.
 
-Deseo hablar contigo sobre ciertas cosas… en particular sobre el pasillo.
 
-¡Cielos! -exclamó la joven impaciente-, ¿no te das cuenta que estoy ocupada preparando la cena? -tirando toda formalidad por la borda pero todo aquello le exasperaba y supo que no era la forma de hablar con el dueño de la casa, pero estaba preocupada por esta primera cena. Después de cerrar la puerta del refrigerador, se volvió enfadada para mirarlo-. Es importante que estés a tiempo en la mesa, por lo tanto, si tenías la intención de asearte un poco… -hizo una sugestiva pausa, y notó cómo Touya empequeñecía los ojos y apretaba los labios.
 
-Bien, hablaremos más tarde -declaró él, después de inhalar con fuerza, y se encaminó hacia la puerta.
 
Tomoyo lo siguió con la mirada hasta que lo vio desaparecer por la puerta. ¿Qué le enfadaría tanto? Mencionó el pasillo, pero de seguro no tendría nada qué reprocharle. Quizá sus ojos de lince descubrieron algún residuo de lodo que ella pasó por alto… o tal vez siempre tenía ese aire reprobador, y era habitual que estuviera de mal genio.
 
Continuo sumida en sus pensamientos mientras batía unos huevos. Touya resultaba atractivo físicamente, con esa personalidad que infundía seguridad a una joven frágil como ella… o podía ser implacable y amenazante. Supuso que dependería de la forma como él considerara a una persona. O con que humor se dirigía a ella. Pero algo estaba claro: si lo hubiera conocido en otras circunstancias que no fuera el de ese momento, parecería un hombre horrendo. Pero, cada quien era diferente ¿no? Algunos le consideraban frívola... pero quienes se detenían a conocerle, descubrían a una persona totalmente opuesta.
 
¿Acaso Touya Kinomoto, poseía su lado opuesto?
 
Con un esfuerzo, volvió su atención a la comida que preparaba, y los pensamientos sobre los deseable o indeseable de Touya se esfumaron de su mente.
 
A las siete, abría las puertas que daban al pasillo, portando una bandeja enorme. Después, colocó un atractivo cóctel de camarones en cada lugar, y retrocedió para admirar el efecto en la elegante mesa. La presentación era igual a la de cualquier restaurante de categoría. Sonrió agradecida a su buena memoria.
 
-Muy bonito -escuchó una voz burlona detrás de ella; se volvió para encontrarse con Touya quien se aproximaba con rapidez. Se había transformado de un hombre trabajador en uno informal, pero de clase. Llevaba un suéter de cuello de tortuga amarillo pálido, muy bien combinado con los pantalones color café oscuros.
 
-No me hiciste caso de poner también tu lugar -dijo alterado, después de echar un vistazo a la mesa.
 
-Estaba a punto de hacerlo -repuso ella, señalando su cóctel sobre el mueble. Sin poder explicarse su nerviosismo, trato de controlar el temblor de las manos mientras sacaba los cubiertos, y los colocaba a los lados del cóctel.
 
-¡Ahí no! Equilibra la distribución y siéntate en este lado -y con impaciencia señaló un sitio en la mesa.
 
-Pero ése es…
 
-¿Para la dama de la casa? -terminó él con tono afectado, al tiempo que llegaba a su lugar y separaba la silla-. No llenes tu pequeña cabeza con sueños irreales, señorita Matsube -sonrió con una mueca, y se sentó, pero agregó en voz baja-: Sin embargo, resultaría divertido verte tratando de ocupar el sitio en forma permanente -y la miró desafiante.
 
Tomoyo se atragantó ante la arrogante presunción del hombre de considerarse un valioso logro, y no entendía su proceder, más no tuvo oportunidad de responder porque Yukito entro en ese momento.
 
-Te quedó hermosa la mesa, Tomoyo. No la habíamos visto así desde que Sakura se fuera.
 
La joven que ya estaba sentada, murmuró algo que parecían las gracias a Yukito, al que llamó el conciliador. Sus suaves modales eran algo que Touya podría aprender de él, pensó con amargura, mientras tomaba el tenedor y dirigía su mirada a Touya. Se sorprendió al verlo meditabundo, pero casi de inmediato, él sonrió con burla.
 
-En vista de que te tomaste la molestia de sacar las copas de cristal, creo que justifica que yo trate de buscar vino para llenarlas.
 
Sin embargo, antes de ponerse de pie, terminó los camarones con tal rapidez, que dio la impresión de poder comer una docena más sin que esto menoscabara su apetito.
 
Tomoyo se escapó a la cocina con los platos, y suspiró aliviada ante el esponjado aspecto que ofrecía el soufflé detrás de la ventana del horno. Sacó los rollos de pan que había descubierto esa mañana en un gran congelador, y los envolvió con una toalla de lino que había acomodado en una canastita redonda que encontró. Después, seguía la gran ensaladera, y por último, poner el precioso soufflé en la bandeja.
 
Cuando volvió a entrar en el comedor, Yukito se puso de pie con galantería y la ayudó con la pesada bandeja. Touya no se inmutó y siguió llenando las copas con vino tinto.
 
Tomoyo, segundos después, vio que el alto ranchero tomaba asiento de nuevo y miraba analítico la comida. ¿Era su imaginación o él apretó los labios en una mueca que ya le era familiar?
 
-¿Por casualidad, dejaste más rollos calentándose? -preguntó Touya entre dientes.
 
-Yo… bueno, no -contestó Tomoyo, ofuscada-. Calculé dos para cada uno.
 
-Comprendo. ¿Hay… algo más? -suspiró Touya notándose que se esforzaba por usar un lenguaje civilizado pese a las circunstancias que se presentaban en esos momentos en la cena.
 
-Desde luego. Ahora traeré el postre.
 
Se levantó y se llevó los platos, los cuales reemplazó en la bandeja por rebanadas de melón, y antes de salir conectó la cafetera eléctrica.
 
Cuando regreso sirvió los platos. Los labios de Touya se comprimieron un poco más al mirar la pálida fruta frente a sí.
 
-El café estará listo cuando hayamos terminado esto -anunció con tono alegre mientras tomaba asiento, debido a que estaba por terminar su primera cena en el rancho.
 
El soufflé no fue lo que se llama un éxito, meditaba; sin embargo, los hombres mostraron aprecio a la comida, vaciando la gran ensaladera, terminándose los rollos de pan y comiéndose hasta el último camarón del cóctel. Los miró complacida, comenzando a sentirse a gusto.
 
-Estoy segura de que no siempre están tan callados como ahora -dijo animada-. Por favor no permitan que mi presencia les impida hablar como de costumbre, deben tener muchas cosas que comentar acerca del rancho.
 
Dos pares de ojos la miraron confundidos, luego Yukito preguntó a Touya en tono grave:
 
-¿Qué tenemos para mañana?
 
-E… mmm… -el aludido carraspeó-, bueno, pensé que podríamos revisar los pastizales del norte, ir a los corrales donde herramos…
 
-¿Van a marcar ganado? -preguntó Tomoyo con ojos desmesurados.
 
-Esa es la intención -repuso Touya con sequedad-. A pesar de que esa tarea casi siempre se hace durante el invierno después que se reúne el ganado.
 
-Pero yo pensé que eso se hacía hace mucho en la época de los vaqueros sin ley y los forajidos.
 
-El robo de ganado todavía no desaparece -declaró él, al tiempo que alejaba el plato de cristal del postre-. Pero también reunimos a las vacas por otras razones. Se les tiene que vacunar contra infecciones, y también hay que…
 
-¡Touya! -la voz de Yukito era como una advertencia, sin que el joven levantara la vista de la rebanada de melón.
 
-Lo lamento -declaró Touya mirando divertido a Yukito y encogiendo los hombros-, se me olvida que eres una sensible joven citadina. No hay muchas por los alrededores… -hizo una pausa y miro fijamente a la joven-. Aparte de las que Sakura nos busca -enfatizando esto último.
 
Tomoyo miró de frente los ojos burlones y después se levantó. No comprendía el último comentario.
 
-Iré por el café -anunció con dignidad, y recogió el último grupo de platos para escapar una vez más a la cocina.
 
¡Engreído! Lleno de confianza y gran seguridad sobre su atractivo hacia el sexo opuesto.
 
Cuando se acercaba al comedor llevando el café, alcanzó a escuchar en tono jocoso a Yukito dirigiéndose a Touya, y se detuvo antes de ingresar.
 
-Vamos, Touya -decía Yukito suplicante-. No puedes tratar a la chica así todo el tiempo.
 
-Claro que sí, si Sakura cree que puede seguir mandándome a sus amiguitas para ver cual de ellas me atrapa esta muy equivocada.
 
-Pero Touya, no puedes estar seguro de que esta vez es diferente, por lo que me haz dicho tal vez la chica realmente necesita el empleo.
 
-“Y no sabes cuanto” -pensó Tomoyo desde su escondite.
 
-No lo sé, hay algo en ella que me tiene intrigado, hay algo que esta ocultando eso es definitivo.
 
Tomoyo al escuchar esto último tuvo que agarrar con fuerza la bandeja con el café y las tazas para no dejarla caer al suelo.
 
-Pero… ¿por qué tratarla de esa manera? Por que no dejar que permanezca aquí los dos meses sin causarle tantos problemas, después de todo solo será temporal ¿no es cierto?
 
Era la primera vez que Touya escuchaba de otra persona esas palabras “solo será temporal”, él no había dejado de repetírselo a Tomoyo y a él mismo para darse ánimos, pero escuchado de alguien más sonaba diferente. ¿Realmente importaba mucho que solo fuera temporal?”. Touya sacudió la cabeza negando, para alejarse del rumbo que estaban tomando sus pensamientos.
 
-Lo único que sé es que es la última vez que Sakura me manda a una de sus amigas. Esta vez le daré una lección que nunca olvidará. El juego acaba de empezar -dijo amenazante.
 
-No apoyo tu proceder, tal vez sea quien dice ser. Pero no haré nada para impedírtelo -cambiando de tema, agregó-. Conozco a una persona que no estará muy contenta de saber que cada noche una belleza como Tomoyo se sienta en esta mesa frente a ti.
 
-¿Y quién sería esa persona? -preguntó Touya con tono suave.
 
Antes de que Yukito respondiera, ella se apresuró a entrar y de un golpe depósito la bandeja en la mesa.
 
-Tal vez se refiere a la señorita Akizuki… Nakuru Akizuki, ¿no es cierto? -se aventuró a decir.
 
Touya volvió la cabeza como si lo hubieran golpeado, y entrecerrando los ojos la miró fijamente. Por fin, dijo con lentitud:
 
-En realidad, Sakura hizo una gran labor contigo, ¿verdad? -preguntó con ironía levantando una ceja y mirando a Yukito, este último solo lanzó un suspiro como dándose por vencido.
 
-Me dijo que estabas construyendo aquí tu nido de amor para Nakuru, si a eso te refieres -replicó con osadía mientras distribuía el café que sirvió en las finas tazas de porcelana. Apenas se percató de la mirada que cruzó Touya con Yukito.
 
-Es factible -declaró él entre dientes.
 
-¿En verdad estás construyendo ese palacio para Nakuru? -preguntó Yukito con curiosidad, y pareció desilusionado con la breve respuesta de su amigo.
 
-¿Para quién más? ¿No crees que es su tipo de lugar?
 
-Lo supongo -repuso Yukito, encogiendo los hombros-, le gustan las cosas nuevas, pero… ¡por favor, Touya, no lo hagas! Siempre pareciste feliz con esta casa.
 
-Se dice que un cambio es tan bueno como un descanso -ahora fue Touya quien encogió los hombros-, y la dama involucrada merece consideraciones, ¿no lo crees?
 
Con esa declaración, Tomoyo sintió un impacto… tan fuerte, que aflojó la presión en el asa de la taza de porcelana.
 
Resultaba claro que Touya estaba enamorado de la tal Nakuru, ya que de lo contrario no estaría construyendo un santuario a su elección.
 
-¿Qué estás pensando?
 
La brusca pregunta de Touya interrumpió los pensamientos de Tomoyo, y lo miró sorprendida. Sólo entonces se percató de que Yukito se había retirado y sólo Touya permanecía con ella, y la miraba interrogante.
 
Los ojos femeninos se fijaron en los de él por un instante, para desviarse después hacia la cafetera.
 
-¿Pen… pen… sando? ¿Na… da? ¿Deseas más café?
 
-Tráemelo -le ordenó con suavidad, y la observó llegar a su lado para llenarle la taza.
 
Tomoyo lo miró perpleja al sentir que le rodeaba la cintura con un brazo para atraerla con fuerza, al punto que sentía la presión de las rodillas de él en sus muslos. Con el brazo libre, le quitó la cafetera colocándola sobre la mesa.
 
-Y ahora -comenzó a decir él, frunciendo el ceño pensativo-, ¿me dirás una cosa? ¿Es algo congénito la forma como tartamudeas en ocasiones, o sólo te ocurre cuando estás cansada?
 
-¿Tar… tartamudear?
 
-Acabas de hacerlo otra vez -señalo él con paciencia-. ¿Qué te sucede? ¿Me temes, o algo así? No te pasa cuando hablas con Yukito -preguntó con ese desafío que parecía usar con ella desde que se conocieron.
 
-¿Temerte? -preguntó aun mas nerviosa. Miró instintivamente retirando su vista de él, el brazo aun le rodeaba y era un tanto riesgosa la cercanía de ambos y esa sensación que Tomoyo, nunca había experimentado con nadie. “¿Por que era que este hombre le sacaba de sus casillas y la ponía tan nerviosa?”
 
 
-No sigas repitiendo lo que digo -le ordenó en tono acariciante, y el cálido aliento en su piel la hizo percatarse de que estaba sentada en sus muslos. Su mirada recorrió el rostro de la chica como si tratara de adivinar sus pensamientos, por último se detuvo en el cabello de la chica-. No me gusta tu pelo así, recogido y tirante -refiriéndose al cabello de la chica que llevaba recogido en la nuca durante la cena.
 
-No… sería nada práctico traerlo suelto mientras estoy sirviendo la comida -respondió ella y pasó saliva, consiente cada vez más de la proximidad de los labios de Touya.
 
Antes de poder decir algo apareció una sonrisa burlona en los labios de él, una vez más parecía estar entendiendo lo que ella sentía.
 
-Si te sirve de consuelo -musitó él sobre su boca-, has llegado más lejos que las otras candidatas de Sakura. Muchas no duran las primeras doce horas... -observando de soslayo la figura en sus piernas-. Es porque eres un caso aparte ¿lo sabes, no?
 
Tomoyo se incorporó con presteza.
 
-Te quieres mucho, ¿verdad? -inquirió desdeñosa, apartándose de él. La mente se le despejaba.
 
-No tanto como ustedes las jóvenes que quieren pensar en gastar todo el dinero que creen que poseo -dijo entre dientes, y esbozó una sonrisa cínica.
 
-El dinero no me interesa -repuso ella altivamente, y después de recoger la cafetera regresó a su lugar. Luego lo miró con recelo, mientras se servía otra taza de café le preguntó-: ¿Tiene tu hermana la costumbre de enviarte amas de llaves temporales?
 
-Espero que sepas quitar manchas de café de los manteles -señalo él, ignorando su pregunta, y la joven se dio cuenta horrorizada de que al servirse en forma automática, no sólo llenó la taza sino el plato, y ahora el líquido oscuro teñía el mantel blanco. Con una exclamación ahogada, retiró la taza y metió su servilleta debajo del mantel, tal como lo vio hacer a la servidumbre en incontables ocasiones cuando de pequeña salpicaba el mantel.
 
-Te aconsejo que atiendas eso cuanto antes -oyó la voz de Touya sobre su cabeza-, después ve al estudio. Tengo ciertas cosas que decirte.
 
Tomoyo podía escuchar el corazón latiéndole en los tímpanos de la rabia que sentía. Ciertamente no es el logro exitoso de un primer día en aquel rancho.
 
¡Pero ese hombre le sacaba de sus casillas! Sintiéndose en poder de tratarla así. Entonces, pensó en lo que dijo: jóvenes que quieren pensar en gastar todo el dinero que creen que poseo... ¿Quién creía en verdad Touya Kinomoto que era ella?
 
Todavía sentía una rabia muy poderosa que no le permitía analizar las cosas con cuidado.
 
Si perder tiempo, Tomoyo colocó el servició de café en la bandeja, después quitó el mantel y lo enrolló, metiéndolo bajo el brazo; en seguida se dirigió hacia la cocina tratando de equilibrarse por el peso de la bandeja. Una vez ahí, desdobló el mantel y miró atónita la mancha que parecía haberse extendido mucho. “Espero que sepas quitar manchas de café de los manteles”, imitó mentalmente la voz de Touya. Por nada en este mundo le confesaría que jamás quitó ningún tipo de mancha.
 
¡Vaya triunfal primera noche allí! Pensó con ironía. Pero prefería tratar de recuperar la calma. Le sacaba canas el hombre con aquella actitud de conquista y conquistador. Pero ¿Acaso se comportaba así con todas las amas de llaves? ¡Con razón no duraban mucho! Pensó. Respiró aliviada y miró la mancha una vez mas.
 
No debía ser tan difícil. Llenó uno de los fregaderos con agua fría y luego sumergió la parte manchada, para dedicarse enseguida a meter la loza a la máquina. Cerró la tapa y oprimió el botón de arranque. De inmediato, oyó el zumbido de la actividad iniciada, y no esperó más para ver cómo estaba el mantel.
 
Se mordió el labio inferior al notar que la mancha seguía igual de oscura; sin embargo, recordó que esa mañana había visto en la bodega un enorme envase verde con la leyenda: “Blanqueador potente”, de seguro lograría remover la mancha.
 
Se dirigió con cautela a la bodega, y después regresaba a la cocina trayendo consigo el pesado envase. Adivinando la cantidad, vació la solución directo sobre el mantel, y se alegró al ver que de inmediato desaparecía la mancha. Decidió dejarlo remojando e ir a cerciorarse de lo que Touya tenía que decirle.
 
Después de dejar el blanqueador en la bodega, fue a su habitación a retocarse el maquillaje, y a soltarse el cabello. Se dijo a si misma mentalmente que nada tenía que ver el comentario que Touya hiciera respecto a su cabello, ella lo soltaba solo porque así lo quería.
 
Se dirigió hacia el estudio, esa mañana al recorrer la casa también había estado en él. Un lugar muy masculino. Había un sofá en piel negra y sillas del mismo material acomodadas alrededor de una chimenea, y libros alineados en dos de las paredes. Había un escritorio con cubierta negra de piel, cerca de dos altos ventanales en la pared más alejada.
 
Tocó a la puerta esperando que después de haber cenado y descansado Touya se hubiera ablandado un poco. Sin embargo, cuando abrió la puerta del estudio, el relajamiento ero lo que parecía más lejano de su mente, porque inclinado sobre el escritorio, miraba con el ceño fruncido un montón de papeles y escribía en el talonario de cheques.
 
Por fin miró hacia arriba, como si se percatara de la presencia femenina.
 
-Cuentas -dijo con una mueca y después de dejar la pluma, se puso de pie y se estiró con lentitud-. El mundo puede caernos encima, pero las cuentas seguirán llegando -por un instante, su mirada fue cálida al fijarse en la sedosa cascada de cabello que contrastaba con el tono pálido del vestido azul, el cual marcaba la esbelta silueta. Pareció haber un brillo en los ojos cafés, pero cuando la miró de nuevo al rostro su expresión volvía a ser enigmática.
 
-Dijiste que deseabas verme -comenzó a decir la joven-, pero si estás ocupado…
 
-Es más importante que te aclare ciertas cosas -y se dirigió hacia ella, la tomó con fuerza de un brazo y la guió hacia la puerta. Nadie la había tratado nunca con aquel roce tan personal y posesivo al mismo tiempo. Pero ella no hizo nada para impedirlo.
 
 
En el pasillo se detuvo frente a la mesa de centro y la soltó.
 
-¿Ves algo de malo en este piso?
 
Tomoyo miró sorprendida hacia los azulejos bajo sus pies. Sus ojos se movieron un poco más lejos y percibió una línea que separaba el área limpia del resto del pasillo.
 
-Debes estar bromeando -dijo volviéndose para mirarlo y notó que él negaba con la cabeza.
 
-En el futuro, limpiarás este piso un día sí y uno no, y lo pulirás los viernes. Y otra cosa… -volvió a tomarla del brazo, y subieron las escaleras y de allí a la habitación de él-. ¿Según tu experiencia, qué ves desordenado aquí?
 
Tomoyo miró a su alrededor, y después respondió malhumorada:
 
-No has hecho la cama.
 
-Corrección. Fuiste tú quien no la hizo. Esa no es mi tarea, para ello empleé un ama de llaves.
 
Antes de que ella pudiera responder, por tercera vez la tomó del codo y la llevó al estudio donde la hizo sentar sin mucha ceremonia en una silla frente al escritorio.
 
-Me doy cuenta de que tu primer día ha sido difícil, y no ha habido nadie para enseñarte todo y decirte cuáles son tus labores, por eso te pedí que vinieras. Para decir que… ¡cielos! -con una mano se alisó el cabello-, los cestos de ropa sucia están llenos, hay polvo por todas parte y… me estoy muriendo de hambre -tocando su estómago con un gesto infantil.
 
-¡Pero si acabas de comer! -parpadeó confundida.
 
-Cené el tipo de comida que sería satisfactorio para un hombre que trabaja detrás de un escritorio. ¿Pero tienes idea de lo hambriento que puede estar alguien que tiene un largo día de trabajo físico al aire libre?
 
-Yukito pareció satisfecho con lo que les di -repuso ella con rigidez-, y también trabaja al aire libre.
 
-Te apostaría todo lo que poseo a que está en este momento en la cocina preparándose el emparedado más grande que hayas visto jamás. Conozco a Yukito y puedo asegurarte que come hasta el triple que yo... la única diferencia conmigo es que, él por caballerosidad y cortesía, no te lo diría en tu cara.- mirándole nuevamente con aquel desafío. -no fue él quien la contrató. Cosa diferente en mi señorita Matsube -declaró dirigiéndose a la puerta le dijo invitador-: Vamos -entreabrió la puerta con cautela, y ambos miraron por el espacio.
 
Yukito subía la escalera a hurtadillas, portando platos con comida. Tomoyo se sintió traicionada y volvió al interior de la habitación.
 
-De acuerdo -dijo enfadada-, quedó claro tu punto. Si lo que quieren es hartarse, eso tendran. Mañana por la noche, las papas les saldrán por los oídos y… también una tarta rellena de manzanas y embarrada de crema.
 
-¡Mmmm…! -exclamó Touya como si le despertara el apetito, por lo que ella se dirigió a la puerta.
 
-¿Algo más?
 
-No… no lo creo.
 
Cuando llegó a la cocina, su enfado no había disminuido, sin embargo, miró pensativa el refrigerador. Si Yukito tuvo suficiente hambre para la visita inesperada, Touya también debía tenerla. Aceptó con honestidad la desilusión por el día de trabajo tan fuera de lo común.
 
Aún enfadada, encogió los hombros y caminó hacia el refrigerador. Encontró jamón cortado y lo que quedó de los ingredientes que usó para la ensalada que preparó. Diez minutos más tarde, iba hacia el estudio con una bandeja en la que había un emparedado gigante y café recalentado.
 
Sus insistentes toques fueron contestados por una inesperada respuesta suave.
 
-Adelante -al entrar la dominó un extraño placer, y cuando Touya elevó la mirada del escritorio, sus ojos se abrieron incrédulos al verla depositar la bandeja-. Tomoyo. ¿Pero qué crees que…?
 
-Dijiste que tenías hambre -lo interrumpió, y sin esperar respuesta se encaminó hacia la puerta-. Tal vez eso será suficiente hasta que desayunes tu bistec.
 
-¿Bistec?
 
-¿Debes repetir todo lo que digo? -agregó triunfante, imitando lo que él le dijera-. Estoy a punto de ganarme el sueldo del día, haciendo tu cama.
 
Tomoyo sintió una recompensa al notar la confusión en Touya y dispuso a subir por las escaleras hacia su habitación, se apresuró a tender la cama de él. Esta era una labor que le enseñaron a la perfección en la escuela, pero pareció extrañarse al quitar las almohadas. Alisando y dejando la cama lista y al menos, ordenada, se inclinó debajo de la cama y después cruzó hacia el armario que estaba cerca de la puerta y buscó entre los desordenados cajones.
 
-¿Estás buscando algo? -escuchó la pregunta desde la puerta, y se ruborizó al ver a Touya reclinado en el marco cruzado de brazos.
 
¡¿Desde cuando estaba ese hombre mirándole desde ahí?!
 
-Creo que no encuentro tu pijama -declaró con solemnidad. Ella se preguntó ¿Ya se acabaría ese enorme emparedado? ¡Ese hombre tenía un apetito voraz!
 
-No es novedad. No uso.
 
-¿No usas…? -sonrojándose sutilmente. Jamás había tocado un tema personal y tan íntimo con ningún hombre. ¡Ni siquiera con ninguno de sus novios!
 
-Duermo desnudo -le dijo con solemnidad, pero había un brillo burlón en sus ojos-. ¿Nunca hiciste la prueba? Oh, no -musitó-, usas ropa de dormir muy sensual, ¿o me equivoco?
 
El color arreboló más las mejillas femeninas mientras recordaba la mirada de Touya esa mañana, sin embargo, la joven se dominó con rapidez. Caminó hacia la puerta con paso decidido e intentó alejarse cuando él la tomó con una mano de la cintura, y con la otra le retiró un mechón de cabello del rostro.
 
-Y volveré a tu cuarto mañana -murmuró y su cálido aliento casi quemaba la mejilla de la joven-, si no te levantas a prepararme el desayuno.
 
-No será necesario -declaró con dureza-. Tu ama de llaves dejó un despertador, por lo tanto, mañana estaré lista a tiempo -como única respuesta Touya la oprimió más contra su cuerpo, Tomoyo casi se abandonó al momento, cuando una voz le advirtió que siempre perdería en ese tipo de juego.
 
-Qué lástima -fue el único comentario de Touya, pero sus ojos parecían fijos en los labios de la joven. Por un instante Tomoyo se preguntó qué significaría ser besada con toda intención por Touya.
 
No obstante, evocó el brillo burlón de él en el comedor, y la forma arrogante como le recordó sus deberes; y se apartó de él, caminando casi a ciegas hacia la puerta.
 
-Si no necesitas nada más, buenas noches -le dijo desde la puerta, y no esperaba encontrar una mirada de confusión en los ojos masculinos.
 
-¿Conque tomándolo con calma, eh? -sonreía con cierto cinismo-. Qué lista… pero todo lo que yo quería era demostrar mi agradecimiento por tus consideraciones.
 
-¿Debo esperar actitudes similares de agradecimiento de Yukito? -preguntó con frialdad, y sintió satisfacción al notar que él empequeñecía los ojos, enfadado.
 
-Lo encuentro difícil -repuso Touya con sequedad-. Yukito ya mostró su forma de ser y no creo que su novia pase por alto que coquetee con el ama de llaves.
 
Tomoyo encontró en aquello la respuesta que buscaba desde el amanecer: El sujeto coqueteaba con ella
 
-¿Entonces… no consideras que tu propia novia podría desaprobar que seas tú quien coquetea con el servicio doméstico?
 
-No tengo novia.
 
-¿Entonces para quién construyes esa casa?
 
-Ah… no dije que no tuviera el prospecto de tener una pronto respondió con burla.
 
Tomoyo lo miró con ira contenida, sin embargo, se preguntó por qué se alteraba tanto. Su papel en el rancho era ser el ama de llaves, y si Touya Kinomoto tenía una docena de novias no era de su incumbencia.
 
-Qué descaro el tuyo… ¿o debo decir, el de ella? Según tú se llevó al espécimen más codiciado de la región, qué suerte la suya.
 
-Ella debe pensar lo mismo, te aseguro -su voz parecía amenazadora cuando añadió-: Pero mientras tanto, creo que debes canalizar toda esa aguda energía en limpiar la casa como te instruí. Anoche mismo te mencioné que quiero ver que te ganes el sueldo.
 
-Hasta el último centavo de él -dijo Tomoyo entre dientes y se encaminó a la cocina.
 
Touya mientras tanto sonreía para si mismo pensando que el juego había empezado.
 
-Veamos cuanto aguantas señorita Matsube.
 
Segundos después en la cocina Tomoyo miraba horrorizada el mantel que sostenía en las manos. La mancha se había ido por completo, pero con ella también la tela. El agujero se agrandó cuando lo estiró, y con dedos temblorosos volvió a meterlo al fregadero.
 
¿Por qué fue tan torpe de poner una cantidad desconocida de blanqueador? Contuvo el aliento al imaginar la expresión de Touya si se enteraba.
 
Si hubiera sabido, como él insinuó, pensó desasosegada. Sin embargo, había varios manteles de diversos colores en el aparador. De alguna manera podría avisar a Sakura para que comprará otro y lo enviará cargándolo a la cuenta de sus padres… los hombres estaban fuera la mayor parte del día, y ella misma recibiría el paquete. Después de un momento descarto esa idea, ¿cómo avisar a Sakura? No podía llamar a casa, no podría llamar a casa de Sakura aunque tuviera su teléfono.
 
Desesperada, enrolló el mantel y quitó el tapón del fregadero para que se fuera la solución. Como medida temporal, lo llevó a su baño y lo metió en la tina. Al día siguiente tendría tiempo para pensar lo que haría con él.
 
De vuelta en la cocina, se dejó caer en una silla y apoyó el mentón entre las manos. Un desastre como el mantel agujerado sería una verdadera arma en manos de Touya… incluso podría cambiar de idea y no contratarla para el puesto temporal. Ese pensamiento la llenó de desesperación.
 
Pero era necesario mantenerse allí el mayor tiempo posible. Al menos hasta que Sakura le fuera a buscar o le mandara a decir que podía regresar. Ahora más que nunca, pensó en sus padres. La noche, fue un desastre tras otro.
 
Aunque aun no entendía porque Touya se comportaba así con ella. ¿Abusaba tanto de su posición como señor de la casa que se aprovechaba de la ayuda con tal desdén? No. Se respondió a si misma. La foto que vio de Sakura, junto a su hermano, no daba la impresión que fuera ese tipo de hombre.
 
Entonces ¿por qué parecía desafiar su carácter y su determinación con tales provocaciones? Quería hacerle flagelar. No sabía porque exactamente, pero no lo iba a lograr.
 
Parecía que, era una especie de desafío pensó: tal vez, tratando de que las amas de llave salieran corriendo del rancho por su actitud y así convencer de una vez por todas a Sakura de volver. Pero Sakura se notaba tan feliz con su trabajo en la ciudad.
 
Su hermano era un acaparador entonces. Era lo que hacía: Espantaba con su actitud a las amas de llaves para finalmente, conseguir que su hermana, se rindiera y volviera a su lado para ayudarle a llevar el rancho.
 
Tomoyo no sabía lo equivocada que estaba. Porque en verdad, la autenticidad de toda aquella situación se encontraba precisamente en la falsa idea de Touya de quien era ella. Quien podría ser verdaderamente ella.
 
Pero no pensaba en aquello sino en lo primero. No iba a lograr asustarla. Tenía que soportar el mayor tiempo posible allí. Tenía que hacerlo por ella y por Sakura; después de todo, arriesgaba su plan al ser descubierto si regresaba ahora.
 
 
 
Su mirada se posó en la lavadora de loza. Cansada, decidió que sería mejor guardar de una vez los utensilios. Los platos brillaban relucientes en la sección inferior, y la invadió una ola de satisfacción mientras los colocaba en las alacenas. Se sentía un poco mejor. “Mañana será otro día” -se animo.
 
*********Continuará…