Card Captor Sakura Fan Fiction ❯ Lecciones para dos ❯ Capítulo6 ( Chapter 6 )
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LECCIONES PARA DOS
Por Daulaci Serv
Basado en una novela de Jennifer Taylor
Conlos personajes de Card Captor Sakura, Por CLAMP.
CAPITULO 6
Eriol espero dentro del avión sin atreverse a mirar hacia fuera, después de unos minutos ella entró y se acomodó en su asiento sin que ninguno de los dos se atreviera a dirigirse una mirada.
Después de hacer los arreglos pertinentes despegaron para dirigirse finalmente al rancho del Sr. Masaki Amamiya.
Cuando por fin despegaron Tomoyo sentía que el alma se le iba del cuerpo, parecía estar en una especie de trance, antes de llegar a su destino, creyó que no podría ser capaz de levantarse de su lugar. No sentía ninguna parte del cuerpo, parecía tenerlo adormecido, pero después de aterrizar en un aeropuerto privado se levantó sin ningún problema del sillón y se dirigió afuera sin pronunciar palabra.
En el lugar ya los estaba esperando una furgoneta. Tomoyo ni siquiera recordó su equipaje, hasta que de reojo vio a Eriol llevándolo hacia el auto. El aspecto de ambos era deplorable. El chofer del vehículo se acercó a ellos.
-Buenas tardes, soy Mario, los llevare donde el Sr. Amamiya
-Los dos se subieron al vehículo y no dijeron palabra.
Cuando llegó a la propiedad de su abuelo Tomoyo no pudo apreciar lo hermoso de las instalaciones y la magnifica mansión que se encontraba en el centro de todo. Al llegar bajaron del carro y subieron las escaleras que los conducían a la entrada de la misma. Cuando llegaron al recibidor el Sr. Amamiya apareció por una puerta. Era un hombre casi tan alto como Eriol con una barba blanca y bien cuidada. Al ver a Tomoyo extendió los brazos y le dedico una ligera sonrisa -cuantas veces había imaginado Tomoyo que así sería, pero ahora eso carecía de importancia.
-¡Bienvenidos al Rancho Amamiya! -avanzó hacia Tomoyo y la abrazo.
Tomoyo no le devolvió el abrazo, no pudo. Si lo hacia se desmoronaría frente a los dos y eso era lo único que no deseaba en ese momento. No les demostraría cuanto la habían lastimado.
Al notar su reacción el semblante del señor Amamiya cambió. Aún con Tomoyo en brazos levantó la mirada hacia Eriol, pero no obtuvo ninguna respuesta, el se mantenía impasible y sereno; aunque en su mirada parecía haber cierta incertidumbre.
-Veo que necesitas descansar un poco antes de que hablemos. ¿María? -volteo ligeramente hacia atrás y en ese momento apareció una chica con uniforme detrás de él-. Lleve a la señorita a sus habitaciones.
Tomoyo no dijo nada y siguió a la joven como una autómata. A sus espaldas escuchó la voz de los dos hombres mientras subía las escaleras.
-Sr. Hiragizawa -estrecho la mano de Eriol-. Veo que cumplió con lo acordado, aunque lo esperaba ayer, ¿todo esta bien? -en ese momento, Tomoyo quien llegaba al rellanó de las escaleras, se detuvo, apretó la mano que tenía sobre el barandal hasta ponerse los nudillos blancos. Después continuo su ascenso hacia el segundo piso. Los dos hombres se percataron de esto.
-¿Y bien? -preguntó el señor Amamiya volviendo su mirada a Eriol.
-Todo esta bien, tuvimos un contratiempo eso es todo. Ella esta… esta bastante impresionada desde que se entero de todo.
-Bueno, eso ya nos lo esperábamos ¿verdad? -añadió con una mirada significativa.
-Si -aceptó Eriol tenso.
-Esta bien, será mejor que usted también descanse un poco, más tarde hablaremos. Lo estaré esperando en mi despacho cuando este listo. Mario lo acompañara.
-Bajare en un momento -dijo Eriol antes seguir a Mario también por las escaleras.
********************
Tomoyo se había bañado para después recostarse. Había estado en la cama durante media hora, repasando los últimos momentos. Una sonrisa amarga cruzo por su cara. Y pensar que hasta hace unas horas ella pensaba que aceptaría a Eriol sin reservas, sin importar lo que le faltará por conocer de él. ¡Que ingenua fue! ¡Qué estúpida!
Llamaron suavemente a la puerta. Era la joven doncella, que le llevaba el mensaje de que se reuniera con su abuelo en el despacho si se sentía bien para hacerlo. La respuesta fue afirmativa.
Espero a que la doncella se fuera para levantarse y se dirigió al enorme armario que ocupaba un lateral de la bonita y amplia habitación. Su ropa estaba cuidadosamente colgada en perchas.
Descolgó un elegante vestido de seda color azul, añadió ropa interior y zapatos, incluso unos pendientes de oro. Ella quería tener su mejor aspecto, y armarse con una apariencia de compostura y normalidad. ¡No permitiría que nadie se diera cuenta que tenía el corazón roto!
Cuando estuvo lista bajo las escaleras y se dirigió al despacho de su abuelo. Se detuvo frente a una doble puerta de madera, antes de tocar pudo distinguir voces. El abuelo no estaba solo. También le pareció escuchar risas. Respiro profundo y llamó. De inmediato le abrieron y Tomoyo cruzó el umbral.
- Me alegra que estés aquí -dijo el anciano con una mirada que reflejaba en los ojos algo que parecía ser felicidad, triunfo tal vez… pero ¿Por qué?
El despacho era enorme aunque con muy poca luz, un gran escritorio de caoba con finos terminados, lo mismo que el librero con puertas de cristal lleno de libros con cubiertas costosas. Una chimenea moderna encima de la cual colgaba una pintura majestuosa donde pudo observar a su madre y a su tía Nadeshico cuando eran muy jóvenes. Y junto a la chimenea un sofá el cual era ocupado en ese momento por Eriol.
- El Sr Hiragizawa y yo estábamos conversando, casualmente hablábamos de ti - dijo el abuelo con naturalidad.
- Ahora entiendo el porque de la risa -pensó Tomoyo con amargura-. Y supongo que estaban celebrando algo no es cierto -dijo la chica con sarcasmo y haciendo un ademán para señalar los vasos en las manos de ambos hombres.
- Tomoyo no es…
- No se moleste Hiragizawa -lo interrumpió el anciano.
Tomoyo no quería mirar a ninguno de los dos. Sentía tanta rabia por ambos, tampoco les daría el gusto de verla perder el control. Aparto la vista de inmediato, no quería que leyeran sus intenciones en la cara. Fue entonces cuando se percato de algo sobre el escritorio. Había una gran cantidad de revistas, se acerco un poco más y pudo ver que se trataba de revistas en las que ella aparecía en la portada. No, corrección ¡eran todas las revistas en las que ella aparecía en la portada! Desde la primera hasta la última. También pudo ver su portafolios de fotografías. Y por último un periódico inglés, uno en particular amarillista, que tenía en primera plana la foto de Yue con una chica de cabello largo con tonos rosas. Los dos se sonreían muy cerca el uno del otro con las manos entrelazadas y podía ver que había una señal dirigida hacia las manos en que los dos tenían sus sortijas matrimoniales. Y en el encabezado se leía: “Yue Tsukishiro finalmente se caso pero… ¿Donde esta Tomoyo Daidouji?” Todo esto resaltado con grandes signos de interrogación.
Tomoyo estaba perpleja. ¿Qué estaba pasando aquí? ¿A que se debía todo esto? Con el periódico en las manos, se volvió a los dos hombres que la veían expectantes. Eriol en particular se veía un poco molesto, su mandíbula se tensaba y sus ojos estaban fijos en los de ella. También pudo ver que a su lado tenía dos fotos más de ella. Regreso su mirada a su abuelo.
- ¿Qué es todo esto? -preguntó todavía más sorprendida.
- Será mejor que te sientes -ordenó el anciano.
- Prefiero permanecer de pie -hablo serena y con claridad. Suspiro de alivio por haber recuperado el control.
- Nos permite un momento Sr. Hiragizawa -dijo en anciano con tranquilidad. El ambiente empezaba a tensarse.
- Por supuesto -dijo Eriol. Dejo su copa en el bar y camino con las dos fotos de Tomoyo en la mano. Paso junto a ella para dejarlas en el escritorio. Al volverse sus miradas se cruzaron un segundo pues Tomoyo aparto la vista de inmediato-. Esperaré afuera, con permiso.
Antes de oír que se cerraba la puerta Tomoyo vio las fotografías. Eran dos de sus favoritas. En una de ellas el fondo era blanco y ella estaba recostada de lado apoyada en los antebrazos mirando fijamente hacia la cámara, tenía un camisón rojo que resaltaba el blanco de su piel y un escote muy atrevido, con el cabello ligeramente alborotado. El maquillaje era dramático, con los ojos en colores obscuros y en los labios entreabiertos apenas se veía un poco de brillo. Era una foto muy sexy. En la otra se encontraba de pie en la playa con los pies en el agua y una larga falda blanca que volaba con el viento, un sueter tejido del mismo color que le llegaba debajo de las caderas y las mangas largas cubrían sus manos. El maquillaje en esta foto era completamente natural y las facciones en la cara de Tomoyo estaban relajadas con la mirada perdida. El aire le daba en la espalda y jugaba con su cabello. Esta era una imagen muy tierna pero también daba la impresión de soledad.
Las dos fotos fueron tomadas por su mentor el Sr. Carelli.
- ¿Por qué lo hiciste abuelo? -dijo ligeramente enfadada.
- ¿Qué, porque lo hice? -dijo imitando el tono de voz de su nieta-. Porque no podía quedarme sin hacer nada mientras presenciaba como desperdicias tu vida. Trate de ser paciente, trate de darte tiempo para que recapacitaras. Estuve vigilando tus pasos todo este tiempo. También escuche sobre el supuesto amorío que tuviste con ese tal Carelli, pero entonces todavía confiaba en que mi nieta no podía haberse enamorado de alguien tan viejo. Pero cual es mi sorpresa cuando me entero de esto.
El anciano lanzo otra edición del mismo periódico que había visto Tomoyo sobre la mesa. Este calló a sus pies, Tomoyo bajo la mirada para encontrarse con una edición de un par de meses atrás donde aparecían Yue y ella sonriendo, tomándose de las manos. El encabezado decía: “En unas semanas gran boda en el mundo de la moda”.
- ¿Era esto? -preguntó ella, volviéndose a mirarlo sin poder ocultar su incredulidad y su molestia-. ¿Hiciste que me quedara abandonada en la selva...? ¿Por esto?
- ¿Te parece poco? -preguntó el anciano, su voz resonó fuerte e inflexible-. Crees que iba dejar que mi nieta se casara con un bueno para nada, que seguramente perseguía tu fortuna, con un muñequito de revistas…
- Yue no es ningún muñequito de revistas, es un gran hombre, es… -iba decir un gran amigo- No es lo que tu piensas.
- ¿Ah no?, no te das cuenta que tenía razón. -Tomo la edición que estaba sobre la mesa- Se casó con otra ¿verdad?, y al parecer también una chica de sociedad.
- Que equivocado estás abuelo -dijo Tomoyo con amargura.
- No lo creo así, yo creo que sirvió de algo esta aventura. Nada barata si he de agregarlo. Al menos he evitado que cometieras una estupidez y tal vez hasta te he ahorrado una vergüenza.
- Aventura, así es como lo llamas. Me pagaste un tour en la selva ¿no?
Lo que había sucedido le había dejado cicatrices tan profundas que dudaba que llegaran a curarse algún día, pero el orgullo le impedía decirlo.
- Me voy, estoy harta de esto -dijo con determinación-. No voy a explicar ninguno de mis actos. Ni siquiera me diste la oportunidad para hacerlo, no me diste el beneficio de la duda. Sacaste tus propias conclusiones y te dedicaste a enmendar mis errores ¿no? Me enseñaste una gran lección ¿no? ¡Claro que me la enseñaste! Pero no es la que tú crees -dijo mientras le apuntaba con el dedo, estaba tan furiosa- Me voy de aquí ahora mismo y seguiré haciendo lo que estoy haciendo. Porque esto es mi vida abuelo y no voy a dejarla, soy muy feliz con lo que tengo y estoy logrando grandes cosas; es una lástima que tu no quieras participar en ello -su voz resonó clara dentro de la oscura habitación.
El anciano reacciono. Apretó sus labios y sus ojos brillaban de furia, pero a pesar de eso se contuvo y su voz sonó pausada y tranquila.
- Se que estas furiosa, pero debes pensar con tranquilidad, ese no es tu lugar. No seas niña Tomoyo, se que debes odiarme pero todo esto lo hice por tu bien.
- Ese es el problema abuelo, no soy una niña. Soy una mujer, una mujer que se ha abierto paso sola, tengo una buena reputación dentro del mundo de la moda. Y en parte les agradezco que me hayan negado su ayuda en su momento, porque todo lo que hice lo hice sola y ahora se de lo que soy capaz, y en el fondo debes reconocer que lo he hecho bien. Si dejas de lado todos esos chismes baratos te darás cuenta que así es.
Se observaron en silencio unos segundos. Tomoyo creyó ver una fugaz mirada tierna en los ojos del anciano ¿sería admiración? No era posible, de seguro ella se había equivocado.
- Solo quisiera saber algo más. ¿Mi mamá estaba enterada de todo esto? -Tomoyo aspiro profundo y se preparo para oír lo peor.
- No.
Tomoyo dejo escapar un suspiro de alivio y cerró los ojos agradeciendo lo que escuchaba.
- De hecho ella viene en camino, se pudo histérica cuando se enteró de lo sucedido. Y fue peor cuando le explique que todo lo tenía arreglado. Llegará mañana.
- Bien, entonces la esperare, pero después de eso me iré -dijo la chica caminando a la puerta. Cuando tocó la perilla se volvió-. No te odio abuelo, pero mientras insistas en verme como una niña y no respetes mis decisiones preferiría no volver a verte…
- No seas caprichosa…
- No es capricho, cuando te hayas dado cuenta de las cosas búscame y hablaremos. Estaré ansiosa porque ese día llegue -añadió Tomoyo cansada.
- Esa es tu última palabra -dijo esto mientras la veía abrir la puerta.
- Si.
Y salió.
Ojalá que las hojas no te toquen el cuerpo cuando caigan...
para que no las puedas convertir en cristal...
Cerró la puerta tras de sí, para recargarse un momento en ella con la mirada en el piso. Tomo una gran bocanada de aire, no quería llorar, no ahí donde nadie la consolaría o le diera la razón. Tomo fuerzas y se separo de la puerta levantando la vista y entonces lo vio. Era Eriol, de pie, delante de ella.
Ojalá que la lluvia deje de ser el milagro que baja por tu cuerpo…
Ojalá que la luna pueda salir sin ti.
Ojalá que la tierra no te bese los pasos.
Con él si podía enojarse. A él si podía odiarlo.
Ojalá se te acabe la mirada constante,
la palabra precisa, la sonrisa perfecta
-¿Porqué lo hiciste?
Ojalá pase algo que te borre de pronto
una luz cegadora, un disparo de nieve
-Te lo dije, me contrataron para hacer un trabajo y lo hice.
Ojalá por lo menos que me lleve la muerte
para no verte tanto, para no verte siempre,
-Pero que beneficioso fue que el contrato incluyera a una mujer como yo, con la que te podías desquitar por todo lo que te hizo una de nosotras.-Tomoyo descargó todo su coraje en cada palabra-. Ya estarás satisfecho.
en todos los segundos... en todas las visiones...
Ojalá que no pueda, tocarte ni en canciones...
Eriol no podía negarlo, algo había de cierto en sus palabras. Apretó los puños con fuerza, no sabía que más podía decirle.
-No, no estoy satisfecho… ¡no me siento feliz con todo esto!
Ojalá que la aurora no te de gritos que caigan en mi espalda
Ojalá que a tu nombre se le olvide esa voz
Ojalá las paredes no detengan tu ruido de camino cansado
-Y todo lo que hiciste estaba en el contrato.
-No.
Ojalá que el deseo se vaya tras de ti
a tu viejo gobierno de difuntos y flores...
A Tomoyo le molesto mucho la serenidad con la que dijo esto último.
- ¡Cómo te has te ver reído de mi! -dijo con toda la amargura que le era posible. Empezó a caminar para dirigirse a las escaleras. No valía la pena decir más.
Ojalá se te acabe la mirada constante,
la palabra precisa, la sonrisa perfecta
- Tomoyo espera, las cosas no fueron así… yo… -y la tomo de la muñeca al tiempo que pasaba junto a él.
Ojalá pase algo que te borre de pronto
una luz cegadora, un disparo de nieve
- ¡No me toques! -dijo mientras se soltaba con violencia-. Y no me dirijas la palabra. Tu contrato terminó. ¡Ah! ¡Pero claro porque no pasas y recibes el dinero que ganaste tan duramente!
Ojalá por lo menos que me lleve la muerte
para no verte tanto, para no verte siempre...
Dicho esto casi corrió hacia las escaleras y Eriol no trato de detenerla ¿acaso ella quería que lo hiciera? Llego a su habitación y cerró, se detuvo un momento.
en todos los segundos... en todas las visiones...
Ojalá que no pueda, tocarte ni en canciones...
Ojalá
Silvio Rodríguez
- Ojalá nunca lo hubiera conocido, ojalá no me sintiera así, ojalá… Y se tiró a la cama para llorar, y descargar todo el dolor que la embargaba en ese momento, se tapo la cara con la almohada. No quería que nadie más la escuchara.
*******************
- ¿Quién? -pregunto Tomoyo aún recostada en la cama. Había estado llorando hasta quedarse dormida, los golpes a la puerta la habían despertado y sentía un fuerte dolor de cabeza.
- Soy yo señorita… María
Tomoyo encendió la luz de la lámpara de la mesita y vio el reloj. Las 7pm.
- Adelante -dijo mientras se recostaba de nuevo tapando sus ojos con la mano, el dolor era punzante y se sentía cansada a pesar de haber dormido tanto.
- Buenas noches señorita
- Buenas noches María ¿que se te ofrece? -hablo la chica casi sin ganas.
- El señor desea saber si los acompañara a cenar -la mucama mientras se acercó lentamente a la cama, pero guardando la distancia.
- ¿Los? ¿Él y quien más? -preguntó Tomoyo abriendo los ojos mientras bajaba la mano.
El señor Hiragizawa señorita.
- Sigue aquí -dijo en un suspiro apenas audible.
- Si señorita, al parecer se va después de la cena.
- Se va -pensó Tomoyo- ¿A donde ira? -sentía una profunda tristeza- ¿Lo volveré a ver? ¿Acaso eso importa?
-¿Señorita?
-¿Si? -se sobresaltó un poco, la voz de Maria la había sacado bruscamente de sus pensamientos
-¿Qué le digo al señor?
Guardo silencio un momento. No podía enfrentarlos a los dos, todavía no, tal vez nunca. Los dos hombres a quienes más amaba y que la habían lastimado tanto.
-Dígale que le agradezco que me esperara, pero que no me siento muy bien y… -hizo una pausa lanzando un suspiro largo para después volver a taparse los ojos con el antebrazo-. Nada más María, gracias.
-Si señorita.
-María… -la mucama se dirigía a la puerta cuando Tomoyo la llamo de nuevo mientras se sentaba en la cama sosteniendo su cabeza con una mano-. Por favor traéme un vaso con agua y unas aspirinas.
-Esta bien Señorita.
Una hora más tarde…
Tomoyo oyó el ruido del motor de un coche. Instintivamente corrió a la ventana, justo a tiempo para ver a Eriol marcharse. Ella tenía una mano en la ventana y otra en el pecho, creyó que no podría sentirse peor pero así era. Volvió a la cama unos minutos más tarde cuando ya la imagen del carro se había perdido a lo lejos.
-Tal vez así es mejor -dijo Tomoyo dejando caer una sola lágrima en la almohada y dejarse llevar por el sueño.
********************
Se despertó en medio del un gran silencio. En su cuarto al igual que afuera todo esta oscuro solo la luz de la luna proporcionaba cierta claridad. Se levantó de la cama, el dolor en su cabeza se había ido, pero aún se sentí desganada, deprimida tal vez. Pensó en Sakura- Ojalá ella estuviera aquí -dijo en voz alta. ¿qué haría ella? -pensó- ¿Qué me diría?.... comeríamos helado como cuando éramos niñas y alguna de las dos estaba triste.
-Eso haré -dijo con determinación mientras se ponía su bata y se calzaba unas pantuflas. Bajo las escaleras con cuidado de no hacer ruido y entró a la espaciosa cocina, busco el interruptor, prendió la luz y tuvo que esperar unos minutos para acostumbrarse. Fue hacia el enorme refrigerador y lo abrió, afortunadamente había un litro de nieve de chocolate.
-A mi abuelo le encanta -pensó pero inmediatamente aparto al anciano de sus pensamientos. No quería pensar en nada más, no quería sentir nada más.
Apagó la luz y se sentó en la gran mesa de la cocina, había dos ventanas y una puerta de cristal que daba al jardín trasero, lo cual permitía que entrara la luz de la luna. A Tomoyo le agrado la sensación de intimidad que sentía al estar así. Después de dejar dos cucharadas del helado lo dejo caminando hacia la puerta para contemplar la luna. Grande, fría, lejana… lejana como… y en ese momento pudo ver dos ojos azules intensos y una boca que…
-¡No! -Tomoyo cerró lo ojos bajando la cabeza y sacudiéndola con fuerza. No quería pensar en él… Abrió los ojos y miro hacia el frente, pudo ver su reflejo en el vidrio, se veía tan diferente, le parecía ver a alguien extraño, ajeno y sus ojos expresaban… dolor.
Eriol una vez más vino a su mente.
Si Tomoyo supiera la imagen que daba en ese momento, con su bata blanca brillando en la oscuridad con la luz de la luna, y su largo cabello negro haciendo contraste. Su piel blanca y sus ojos amatistas brillantes. Todo esto no pudo pasar inadvertido pues Tomoyo ya no estaba sola, dos ojos azules la miraban con intensidad desde la puerta.
Se veía tan hermosa… tan blanca, parecía un sueño. Tal vez debería pellizcarme pensó Eriol. Había salido al jardín a respirar, no podía dormir, no podía dejar de pensar. Nunca creyó que volvería a sentirse así. Y había estado tan equivocado, tan ciego; tenía que haber sido tan estúpidamente necio. Fue entonces cuando vio que la luz de la cocina se encendía. ¿Quién será? ¿Tal vez…? Y así fue, era ella. Parecía tan triste y el sabía que parte de esa tristeza había sido provocada por él. Quería decir algo, cualquier cosa que la hiciera sentirse mejor, pero su garganta estaba cerrada, trato de aclararla para poder hablar pero…
Ese sonido la asustó de momento, sacándola de sus pensamientos, dio un pequeño salto y se llevó una mano al pecho. Al voltear se encontró con su mirada. Tomoyo no podía creer que él estuviera ahí. Llevaba los pantalones del pijama azul marino, y la bata apenas sujeta con un nudo muy débil que dejaba al descubierto su torso desnudo.
-Pensé que estaba soñando -dijo Eriol pausadamente y dando un paso para entrar-. ¿No podías dormir? -como no obtuvo respuesta continuo-. Entiendo, yo tampoco. ¿Comiendo helado eh? Niña traviesa -tomo la cuchara que antes había ocupado Tomoyo y probó un poco del helado. Fue un gesto muy sensual que no pasó inadvertido para ella, lo miraba fijamente sin poder apartar su vista de él; su pulso se aceleraba conforme el se acercaba. Tomoyo paso saliva.
-No soy una niña -dijo con dificultad y salió al jardín. Había caminado un par de metros cuando sintió una mano en el brazo y se dio la vuelta obligándose a mirarlo.
-¿A dónde crees que vas? -preguntó Eriol con tono amable.
-Adonde no tenga que soportar tu presencia. ¿Tienes algún inconveniente?
-Si
-¿Si? -pensó Tomoyo sin aliento, trató de hablar con serenidad-. ¿Por qué has vuelto? ¿Creí que te habías marchado anoche?
Él la acerco más dominándola con su estatura. Su proximidad era incómoda, pero ella se negó a retroceder.
-¿Cómo iba marcharme sin despedirme de ti, Tomoyo? No, solamente fui a recoger unas cosas que necesitaba para el viaje de vuelta. Regrese un par de horas después, pero como dije no podía dormir y te encontré en la cocina demasiado hermosa para ser real -esto último lo dijo mientras quitaba un mechón de su frente con la mano libre. Algo que hizo que Tomoyo cerrará los ojos un segundo para disfrutar el momento.
Tomoyo abrió los ojos rápidamente dándose cuenta de su debilidad y se ruborizó por esto. Apartó la vista y oyó a Eriol reír suavemente.
-¿Qué quieres esconder Tomoyo?
-Nada -respondió ella y optó por atacar para no sentirse tan indefensa-. Pensé que tendrías otra razón para volver aquí que el simple deseo de despedirte.
-Así, ¿y cual sería esa razón?
-Dinero. Tal vez lo pensaste mejor y crees que la suma que se te pago es poco, tomando en cuenta el tiempo que tuviste que soportar a esta niña rica, traviesa y frívola.
Eriol no dijo nada y la miraba con ojos inexpresivos. Ella quería irse pero él aún la sujetaba por el brazo, no lo apretaba pero algo le decía a Tomoyo que no la dejaría ir pues la conversación aún no había terminado.
-Entiendo que aún estés molesta, pero nuestras aventuras en la selva no parecen haberte sentado tan mal.
-Mi abuelo y tú tienen una manera muy particular de calificar esta experiencia. ¡Una aventura! ¡Para enseñarle una lección a la niña! ¡Para alejarla de sus distracciones! -todo esto lo dijo levantando la voz paulatinamente, hasta que se dio cuanta que estaba perdiendo el control, pero continuo hablando bajo, pronunciando con firmeza cada palabra-. Pues debes saber que a esta niña no la van a alejar de lo que ama.
Él la sujeto por el otro brazo también, tomándola por sorpresa. Y le dirigió una mirada furiosa.
-Si te refieres a tu prometido, ya deberías haberte dado cuenta de lo poco que vale.
-¿Yue? -dijo Tomoyo sorprendida, ni siquiera había pensado en él, pero entendió a lo que se refería-. Eso a ti no te interesa y no te importa lo que él y yo hagamos.
-¿Hagamos? -dijo Eriol furioso. Él le apretó los brazos con tanta fuerza que Tomoyo abrió la boca para gritar pero el orgullo le impidió hacerlo.
-Significa que todavía piensas ir a buscarlo, no te das cuenta de lo que ha pasado.
Tomoyo no pronunció palabra ¿qué más da lo que pensará? Ya antes había sacado sus conclusiones y tampoco le dio una oportunidad para explicarle entonces. ¿Porqué habría de hacerlo ahora? Solo se limito a desviar la mirada.
El silencio de Tomoyo no ayudo mucho. Sintió que Eriol se podía tenso y escuchó que aspiraba profundo. Levantó la cabeza para verle el rostro.
-¿Estas enojado Eriol? -dijo Tomoyo con burla- ¿Pensaste que no podía decepcionarte más? ¿Creíste que…
-No sigas Tomoyo -Eriol la levanto por los hombros para acercar su rostro al de ella. Tomoyo podía sentir su aliento, su boca tan cerca. Volteo la cabeza antes de que fuera tarde.
-Me estas lastimando
Eriol disminuyo la presión en sus manos pero no la soltó.
-¿Y lo que paso entre nosotros en la selva?
-No paso nada entre nosotros -dijo sin convicción.
-¿No? No puedes negarlo, no puedes decir que no sientes nada. Que no sentiste nada. ¿Por qué crees que peleábamos todo el tiempo?
-Porque me provocabas, porque disfrutabas molestándome.
-¿Por qué crees que lo hacía?
- Yo que sé.
-¿No sentiste que algo se encendió entre nosotros?
Atracción. Eso es de lo único de lo que él hablaba. No de amor.
-¿Qué pasó con aquel beso?
Tomoyo sabía muy bien a cual beso se refería, el primero al que se entregó con todo el corazón y en el que ella creyó percibir la misma reacción de parte de él.
-Nada… y… yo… necesitaba… estaba…
-¿Qué?
-Fue un error -se apresuró a decir Tomoyo.
-¿Un error?
-Por supuesto. En circunstancias normales nunca habría sucedido.
-¿Así que fue un error debido a la fuerza de las circunstancias? ¿Eso es lo que quieres decir? -preguntó él bajando la voz, con un tono ligeramente amenazador que hizo que un escalofrío recorriera la espalda de Tomoyo.
-Naturalmente -dijo con un ligero temblor en su voz.
-¿Y si no me hubiera detenido? ¿También eso habría sido un error?
-No paso nada -dijo Tomoyo obligándose a hablar con firmeza-. ¿No creerás que me enamore locamente de ti ¿verdad Eriol?
Él se rió con suavidad, pero no había ni rastro de diversión en sus ojos.
-No, no he creído eso ni por un momento. Pero sé que ese beso no fue un mero producto de las circunstancias.
El corazón de Tomoyo latió rápidamente, presa del pánico.
-No tengo ni idea de lo que estas hablando.
-Fue el deseo Tomoyo, y no las circunstancias.
Lo sabía, eso había sido para él. Lo empujo para que la soltara, con el rostro lleno de desprecio.
-Bien, me alegro de que hayas encontrado una explicación tan satisfactoria para todo esto.
-Si tienes otra explicación, adelante preciosa. Dímela.
Le dio la espalda para no ver su expresión burlona, esforzándose por conservar la calma. Camino un par de pasos, usando los pocos segundos que eso le dio para hacer acopio de las fuerzas que le quedaban.
-No. No tengo otra explicación. Y francamente preferiría olvidar lo ocurrido -se volvió hacia él-. Así que esta conversación ha terminado.
Ella comenzó a caminar hacia la casa pero nuevamente fue tomada por el brazo y obligada a volverse.
-Ésta bien, esta conversación ha terminado. Pero primero voy a refrescarte la memoria preciosa. Y de paso la mía.
Antes de que pudiera moverse, Eriol deslizó una mano sobre su cintura y la atrajo hacia él sin la menor suavidad. De inmediato ella sintió esa extraña debilidad que la atacaba siempre que Eriol la tocaba. Las piernas no la obedecían.
-Eriol…
El la beso en la boca impidiéndole hablar. Un dulce calor invadía el cuerpo de Tomoyo, un calor que quería retener para siempre. A pesar de esto Tomoyo se resistía a dejarse llevar por completo. Tenía los puños cerrados sobre el pecho de él. No podía respirar y Eriol la apartó.
-Mmm -murmuró-, tal y como lo pensé. Sabes a pétalos de rosa -y la contemplo- de una rosa blanca.
-¡Oh! -jadeó Tomoyo- ¿Cómo te atreves? ¿Cómo pudiste?
Pero como respuesta Eriol volvió a besarla, suavemente al principio, después con una creciente pasión destinada a acabar con su resistencia. Tomoyo abrió lo puños y lo empujó tratando de detenerlo pero el la acercó más hacia él. Ella notó que el corazón de él aceleraba su ritmo y se sintió perdida.
Sus labios se unieron a los de él, cálidos y tiernos, dándole la respuesta que él buscaba y mucho más.
-Tomoyo -dijo Eriol sin aliento sobre su boca y la beso de nuevo. Tomoyo correspondió, rodeándole el cuello con los brazos. Ninguno de los dos supo cuanto duro el beso pero pareció una eternidad.
-No fue tan difícil -aseguró con suavidad, separándose un poco de ella- Ahora podré estar seguro que no me olvidaras.
Tomoyo lo empujó para apartarlo y se dirigió furiosa a la cocina, no se detuvo hasta que llegó a la mesa y se recargó un poco en ella esperando a que se detuviera el temblor de sus piernas.
-¡Eres tan insoportable! -le dijo por encima del hombro.
-No no lo soy.
Tomoyo podía sentir el aliento de él en su nuca, quiso apartarse pero el la sujeto por la cintura pegando más su cuerpo al de ella.
Quédate un momento así,
No mires hacia mi que no podré aguantar
Si clavas tu mirada que me hiela el cuerpo
Me ha pasado antes que no puedo hablar.
-Ya no quiero pelear contigo Tomoyo -dijo Eriol cerrando los ojos.
Tomoyo no sabía que pensar, el temblor volvía otra vez a ella-. Solo tendría que decirme que me quiere, que le importo aunque sea un poco.-pensó Tomoyo cerrando los ojos a su vez-. Es todo lo que necesito de él…
Tal vez piensas que estoy loco,
Y es verdad un poco tengo que aceptar
Pero si no te explico lo que siento dentro
No vas a entender cuando me veas llorar.
Pero Eriol no lo hizo. No pudo, las palabras no venían a su boca. Tenía miedo de salir herido otra vez. Pero tampoco quería dejarla ir. Ansió besarla otra vez, pero sabía que si lo hacía de nuevo, estaría perdido para siempre. Si permitía que eso sucediera, sus sentimientos quedarían expuestos a todo el dolor que tanto había luchado por olvidar. Sería muy fácil enamorarse de ella.
Nunca me sentí tan solo
Como cuando ayer de pronto lo entendí mientras callaba
La vida me dijo a gritos
Que nunca te tuve y nunca te perdí y me explicaba
Que el amor es una cosa
Que se da de pronto en forma natural lleno de fuego
Si lo forzas se marchita y sin tener principio llega a
Su final.
Eriol relajo el abrazo y poco a poco la soltó. Ahí quedaron todas las esperanzas de Tomoyo. Se volvió hacia él y lo miro a los ojos. Había algo que no supo descifrar, tal vez porque sus propias emociones eran confusas. Respiro profundamente y se dio la vuelta. Eriol la dejo marchar sin una protesta.
Ahora tal vez lo puedas entender
Que si me tocas se quema mi piel
Ahora tal vez lo puedas entender
Y no te vuelvas si no quieres ver.
Cuando por fin pudo hablar, ella se había marchado y una lágrima recorría su mejilla.
Que lloro por ti
Que lloro sin ti
Que ya lo entendí
Que no eras para mi y lloro.
Que lloro
Sin bandera
de viaje
Esto no ha terminado aquí Tomoyo Daidouji. -pensó Eriol golpeando la mesa, molesto consigo mismo por su cobardía.
Continuara…
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