Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Amor difícil ❯ Amor de manta ( Chapter 4 )
Descargo de Responsabilidad de Maddie-san: No soy dueña de DBZ.
Amor Difícil
Capítulo cuatro
Amor de manta
Vegeta.
A pesar de que Bulma todavía no superaba lo que él le había hecho hace unos días, se encontraba ideando la forma de recuperarlo. Por supuesto, no podía ser demasiado obvia o se daría cuenta y todo el plan se vendría abajo. También estaba dejando pasar algún tiempo por un motivo: tenía la esperanza de que baje la guardia un poco. Evidentemente, Vegeta ya conocía su carácter a estas alturas y era muy consciente de que no olvidaría lo que sucedió.
Se aseguró de estar el mayor tiempo posible en su laboratorio o cuidando de Trunks; no cruzaba el camino de Vegeta muy a menudo. Miró su reloj, este le indicó que eran las once y treinta y siete de la noche, y Bulma se apartó de su escritorio para estirar los brazos. Venía trabajando en algunas actualizaciones para la cámara de gravedad por un par de días; resultaba sorprendente que no lo hiciera porque él se lo pidiera, sino porque era obvio que se lo exigiría muy pronto; eso significaba que bien podría empezar, además creía que la ayudaría a ganar algunos puntos extras.
Cuando sus párpados se volvieron más pesados, decidió que era hora de irse a la cama; sabía que Trunks se levantaría temprano mañana. Simplemente lanzó el lápiz sobre los planos, se levantó y subió las escaleras en dirección a los dormitorios. La idea de pasar por la habitación de Vegeta le vino a la mente, pero recordó lo débil que había sido la última vez; no podía dejar que eso sucediera de nuevo.
Al igual que él, disfrutaba de tener el control y ya era hora de recuperarlo. Sin dar ni un segundo vistazo hacia ese lugar, pasó por delante, solo que ahora desconocería si regresó de la cámara de gravedad o no. Había una habitación en la que sí se detuvo y fue la de Trunks. Bulma abrió la puerta sin causar ningún ruido haciendo el mayor esfuerzo por ser discreta, pero al parecer algo, tal vez en su ki, perturbó a su pequeño, porque de inmediato pudo oír gritos escapando de él. Resignada dejó caer la cabeza mientras caminaba hacia la cuna maldiciéndose mentalmente por venir a comprobar si estaba bien. Parecía que iba a ser una larga noche después de todo.
Alzó a Trunks, lo cargó con mucho cuidado y le susurró palabras dulces. No había muchas formas de calmarlo, por lo general la mejor manera de hacerlo era mecerlo; el movimiento lo relajaba. Fue lo que hizo, se sentó en la mecedora con Trunks acurrucado entre sus brazos y comenzó a balancearse de atrás hacia adelante tarareando una canción con la esperanza de que se quedara dormido. De forma inconsciente, ella poco a poco cerró los párpados, pero se mantuvo haciendo todas sus acciones. Como los gritos de Trunks iban decayendo, aunque todavía parecía despierto, Bulma decidió descansar algo los ojos. Apenas importaba, eso no haría ningún daño, ya que no tenía la intención de dormirse.
En tanto, al otro extremo del pasillo, Vegeta regresaba de la cámara de gravedad con una toalla envuelta alrededor del cuello y gotas de sudor cayendo por su musculoso cuerpo. Hacía unos minutos sintió el ki de Bulma y sabía qué, por ahora, estaba bien encaminada hacia su propio dormitorio. A pesar de no verla mucho en los últimos días, tenía la sensación de que todavía seguía frustrada por su pequeño acto de venganza. Técnicamente, él aún lo estaba. Lo planeó como un ajuste de cuentas por la vez en el pasado cuando ELLA lo dejó a ÉL, pero al parecer, su cuerpo sintió la necesidad de tenerla, suponía, debido a que había pasado un largo tiempo desde la última vez. La frustración sexual era quizás lo peor de todo y la experimentaba de nuevo. Vegeta la culpaba de esto, ya que ella fue quien creó la necesidad en primer lugar hace casi más de tres años. Tres años. Era prácticamente imposible creer que hubiera pasado tanto tiempo desde la muerte de Frízer y su plena libertad.
Por supuesto, nunca podría liberarse del lagarto. Aunque estaba muerto hacía tiempo, “dos veces”, Vegeta siempre llevaba consigo las cicatrices de su infancia y de todas las cosas horribles que se vio obligado a hacer hasta el punto que se volvió algo natural. Las pesadillas nunca se irían, él podría tener un descanso, pero siempre volvían. Se distrajo de sus propios pensamientos por un cambio en el ki de Bulma y caminó hacia la habitación de Trunks. Cuando llegó, vio la puerta junta y la abrió completamente. Dentro, como esperaba, la encontró dormida en la mecedora sosteniendo al pequeño. Aunque el niño no lloraba, sus ojos todavía permanecían algo abiertos. Quizás no quería interrumpir el sueño de su madre; no es que eso lo detuviera antes.
En el momento en que Vegeta estaba a punto de irse, suspiró como si se hubiera dado por vencido. Caminó hacia el par y se detuvo con las manos torpemente delante de él. Cuando quiso tomar a Trunks para colocarlo en su cuna, se dio cuenta que no sabía cómo alzar a su propio hijo. Lo intentó algunas veces antes de enfadarse, así que lo cogió con una mano, lo liberó de las de Bulma y lo levantó; el niño era un saiyayín, sobreviviría sin importar como lo agarrara. Vegeta parecía muy incómodo sujetando a Trunks mientras lo colocaba, con sorprendente dulzura, en su cuna y lo cubría con una manta. Observó a su hijo, cuyos ojos azules lo miraban con una expresión confusa en el rostro.
—¿Dada?
Era extraño que justo después del poco tiempo que pasaron juntos, su favorita y la primera palabra que pronunció fuera esa. En ese momento Vegeta no supo de qué forma reaccionar y casi cambió de postura incómodo. Al instante apartó la mirada como si hubiera sido sorprendido haciendo algo que no debía y la dirigió hacia Bulma. Ella todavía dormía plácidamente, tenía cabeza apoyada en la mecedora y ahora se estaba abrazando. Mientras la veía pensó en lo frágiles que eran los humanos y como podían enfermarse con facilidad, luego buscó a su alrededor hasta que una pequeña manta llamó su atención. La jaló, se acercó a Bulma y la cubrió con esta guardando cuidado de no molestar su descanso. Le echó un vistazo una vez más, decidió que ya era hora de que se fuera y cerró la puerta detrás de él.
Al alejarse, la tensión que había llenado su cuerpo estando en la habitación comenzó a dejarlo; cuanta más distancia los separaba, más relajado se sentía.
Solo un pensamiento daba vueltas por su mente: él tenía que hacerlo todo.
✺✺✺
Bulma parpadeó un par de veces antes de sentir que algo caía de su cuerpo. Abrió sus ojos azules para notar una manta blanca a sus pies y un dolor enorme en el cuello, eso hizo que levantara la mano para frotarlo y aliviar el dolor. Se sorprendió al ver que se hallaba en la habitación de Trunks sentada en la mecedora; fue entonces cuando recordó haberse quedado dormida la noche anterior, aunque estaba bastante segura de que Trunks estuvo en sus brazos cuando lo hizo. A menos que lo hubiera puesto en la cuna, luego se sentara de nuevo, ¿y se durmió?, ¡no lo podía recordar! Bulma alzó la vista y vio a su madre inclinada sobre la cuna hablando y haciéndole cosquillas a un Trunks muy despierto; tenía una enorme sonrisa en el rostro pues pasaba tiempo con su nieto.
—¿Mamá? —preguntó asombrada por no haber advertido su presencia.
Bunny de inmediato giró la cabeza hacia su hija, su sonrisa dominaba cualquier otra característica en su rostro.
—Oh, cariño, lo siento, ¿te desperté? —consultó inocentemente.
Bulma hizo un gesto de negación con la cabeza.
—No, no lo creo. —Eso no importaba, si su madre y su hijo estaban despiertos, significaba que ya era hora de despertar.
—No te encontré en tu dormitorio esta mañana y ¡pensé que dormías con Vegeta otra vez! —dijo Bunny riendo como una estudiante de secundaria—. Dios mío, ¡me decepcionó mucho verte aquí sola! —agregó y se llevó las manos al rostro para enfatizar sus palabras.
Bulma que estaba acostumbrada a lo mucho que su madre trataba de empujarla hacia Vegeta, simplemente ignoró su decepción. Bueno, en realidad ella fue la única en darse cuenta de lo que vendría, ya que se la pasó bromeando sobre como Bulma y Vegeta debían estar juntos desde el principio, y aunque negó esas afirmaciones, ella tuvo la razón. Aun así, apartó todos esos pensamientos a un lado, caminó hacia a la cuna, alzó a Trunks y lo besó en la frente como solía hacerlo en la mañana. Para su sorpresa, él se encontraba en un estado de ánimo inusualmente bueno, a pesar de que por lo general era un monstruo a primera hora. Debía admitir que era un cambio agradable, estaba segura de que no necesitaba a dos saiyayíns gruñones en la misma casa.
Pasó junto a su madre que los miraba fascinada y se dirigió a la cocina. Alimentaría a Trunks y luego lo llevaría al laboratorio con ella; tenía la esperanza de que se comportara lo suficientemente bien como para que pudiera trabajar un poco. También en este caso, sabía que su madre estaría más que feliz de cuidarlo, pero Bulma se negó a hacer eso. Estaba bien que de vez en cuando ella hiciera de niñera, sin embargo, no siempre podía ser así. Era su hijo y se encargaría de él, incluso si significaba que su trabajo sufriría un poco por ello. Al llegar a la cocina, el estado de ánimo de Trunks pareció iluminarse, sin duda porque comprendía que la comida se acercaba y ella sacudió la cabeza ante su reacción muy saiyayín.
—Buenos días, Bulma.
Levantó la cabeza solo para ver a su padre vestido con su bata de laboratorio habitual, un montón de folders bajo el brazo y un café en la otra mano.
—Oye papá, ¿a dónde vas?
—Tenemos algunos problemas en la compañía —respondió, sonaba muy agotado—. Al parecer, no pueden ser resueltos desde aquí y debo ir.
Bulma estaba al corriente del disgusto de su padre por todo el aspecto comercial de la empresa, él prefería estar en su laboratorio trabajando en sus inventos. Ya que la mayoría de las veces la que iba era ella, asumió que decidió ir por su cuenta por que la veía con Trunks. Se habría ofrecido como voluntaria, pero no se sentía para nada lista; todavía había mucho que hacer con Trunks, incluyendo su desayuno y su baño.
—Buena suerte, papá —dijo tratando de alentarlo.
—Gracias, cariño —contestó antes de inclinarse para besar a su nieto en la cabeza.
—Llámame si te hago falta —clamó mientras él salía de la casa.
Si la necesitaba no le quedaría más remedio que ir, después de todo, se suponía que se haría cargo de la compañía muy pronto. A pesar de que la mayor parte de esta ya era suya, desde el nacimiento de Trunks no trabajaba mucho debido a que concentraba su atención en su pequeño. Su padre no se hacía más joven y ella era la heredera, es decir, en algún momento tendría que hacer un compromiso. Aunque por otro lado, las cosas serían probablemente un poco más fáciles con Trunks crecido, puesto que Vegeta lo vigilaría. La verdad era que no estaría cuidando de él, sino entrenándolo, pero al menos, saldría de la casa segura de que alguien, aparte de sus padres, estaba allí con él. No pudo evitar reír cuando el pensamiento de Vegeta como niñera cruzó por su mente, el pobre saiyayín no sabría qué hacer con un bebé.
—Bulma, voy a hacer algunas compras y traeré comestibles, ¿necesitas algo? —le consultó Bunny mientras entraba en la cocina.
Ella volvió la cabeza en dirección a su madre, pensó en ello e hizo un gesto de negación.
—No, no necesito nada.
Bunny asintió, tenía su habitual sonrisa pegada al rostro.
—¡Llámame si deseas algo! —gritó al salir de la cocina dejándola sola otra vez.
Por un segundo, Bulma se sintió como si no tuviera una vida, al menos en comparación con sus padres e incluso con Vegeta. Todos parecían contar con algún tipo de rutina, en cambio ella solo iba con la corriente haciendo lo que le parecía más urgente o lo que pensaba que lo era. Aunque, estrictamente hablando, Vegeta hacía lo mismo, pero se rehusaba a detener su entrenamiento, lo que demostraba que tenía mucha más autodisciplina de la que ella jamás podría reunir. Pero incluso si superara el límite entrenando todo el día, de todas las ventajas, ninguna incluiría su cuerpo. Un leve rubor apareció inmediatamente en sus mejillas cuando se dio cuenta de su obsesión por los músculos de Vegeta y su apariencia en general. Por lo visto fue culpa de ella y de su mente sucia que estuvieran en esta situación.
Para distraerse de sus propios pensamientos, Bulma comenzó a alimentar a Trunks; casi le tomó media hora llenarlo. Era un poco triste saber que en menos de una hora tendría hambre de nuevo. Esto no era ningún problema, ella podía atiborrar la nevera una y otra vez para satisfacer a ambos saiyayíns, pero a veces, se preguntaba como Milk había hecho con dos saiyayíns en su casa; Gohan era mucho mayor que Trunks y lo más probable era que comería mucho más, especialmente desde que entrenaba. Las maravillas que Milk podía lograr nunca dejaban de asombrarla. Una vez que Trunks terminó de comer, Bulma lo levantó de su silla, lo cargó y lo llevó con ella al laboratorio. Había instalado una pequeña área para él allí desde esas veces que estuvo enterrada bajo mucho trabajo y hasta ahora, demostró ser extremadamente útil. Tan pronto como llegaron, lo dejó en su pequeña zona de juegos y se sentó frente a su escritorio; estaba lista para trabajar.
Asumió que Vegeta no descomponía la cámara de gravedad en bastante tiempo, porque su entrenamiento no era tan duro ahora que alcanzó el nivel de super saiyayín y no existía ninguna amenaza de qué preocuparse. Sin embargo, lo conocía lo suficientemente bien como para no correr riesgos y en sus mejoras incluyó refuerzos adicionales. Además, se había percatado de lo rápido que podía cansarse de sus juguetes de entrenamiento y dado que no los mejoraba desde antes de los androides, ya era hora de un cambio. La parte complicada era cuanto tiempo le llevaría hacerlo. Como tenía que cuidar a Trunks y dormir para descansar, tardaría casi una semana en completarlo todo; no estaba segura de que a Vegeta le gustaría oír eso. ¿Qué haría él consigo mismo si no contara con su preciosa cámara de gravedad durante tanto tiempo?
Se rio al imaginarlo arrancándose el cabello, volviéndose completamente loco y sabía que ese escenario no estaría demasiado lejos. ¿Tal vez si dividía las mejoras entonces no tardaría tanto? Pero claro, tendría que perder un montón de tiempo en el panel de control, sería una verdadera molestia apagarlo de manera continua. Bulma suspiró y se pasó la mano por el cabello, estaba desesperada por encontrar una solución, ya que casi había terminado los planos. En ese momento fue interrumpida por el sonido de su teléfono celular, respondió de inmediato una vez que se dio cuenta de que era su padre.
—¿Bulma? Tienes que venir; perdón por molestarte, pero no puedo arreglarlo todo, tardaría demasiado.
Ella suspiró mientras cerraba los ojos.
—Estoy en camino —dijo antes de cerrar su teléfono.
Volvió su atención a Trunks, quien se entretenía con sus juguetes y se preguntó qué haría con él. Su madre acababa de irse, no podría cuidar de él y no había manera de que lo llevara consigo. Eso solo le dejaba una opción, la cual ni siquiera sabía si funcionaría. ¿A lo mejor lo conseguiría si era lo suficientemente enérgica y rápida para salir en el instante en qué se lo propusiera?
Odiaba el hecho de que esto tuviera que pasar por él, pero no le quedaban muchas opciones. Bulma alzó a Trunks y subió rápidamente las escaleras corriendo en dirección a la cámara de gravedad donde estaba Vegeta. El corazón le palpitaba en el pecho; aunque esperaba que él se negara, no podía darle la oportunidad de decir que no o estaría perdida. Pronto se encontró frente a la puerta de la cámara y la golpeó sin cesar. Solo le tomó un minuto escuchar que Vegeta la apagaba junto con una maldición escapando de sus labios e inmediatamente cubrió los oídos de Trunks. Unos segundos más tarde, abrió la puerta claramente cabreado, pero una vez que la vio con el niño pareció sorprenderse.
—Mujer, ¿qué quieres? —preguntó mirando a Trunks.
Ella respiró muy profundo y empujó al niño en sus brazos; Vegeta casi lo dejó caer.
—Tengo que ir a ayudar a mi papá a la Corporación Cápsula, tienes que cuidar a Trunks —contestó casi todo en una palabra, luego, literalmente, comenzó a correr hacia la puerta esperando que no la siguiera. Vegeta la observó marcharse; la confusión estaba escrita en todo su rostro mientras miraba al niño que tenía la cabeza pegada a su robusto pecho. De seguro la mujer no lo había dejado para que lo cuidara, ¿verdad? Buscó su ki; cuando pudo sentir que se alejaba más y más de la casa, amplió los ojos un poco y solo cuatro palabras le vinieron a la mente.
¿Qué demonios está pasando?
✺✺✺
Mujer estúpida.
Vegeta se hallaba en la cocina desesperado por encontrar una manera de impedir que Trunks llorara. El niño había estado gritando con todas sus fuerzas durante casi quince minutos, era un ruido terrible y doloroso para sus sensibles oídos. No podía creer que se hubiera atrevido a dejarlo a solas con él, sin siquiera preguntarle. Simplemente se lo arrojó, ¡y huyó antes de que pudiera decir una palabra! ¿Quién se creía que era? Tenía otras cosas que hacer durante el día y la mayor parte de ello implicaba entrenamiento. Era obvio que ahora no conseguiría hacerlo; no podía dejar al niño solo llorando en medio de la habitación. Ya había intentado darle leche a su hijo, pero no funcionó. En estos momentos estaba tratando de darle de comer, asumió que era lo único que haría que dejara de molestarlo.
Existía un único problema; no tenía ni idea de lo que se suponía que debía alimentar al niño. La nevera estaba casi vacía y no veía nada en particular que fuera solo para bebés, aunque creyó recordar que la mujer normalmente le daba una especie de puré. No entendía por qué se molestaba en hacerlo, los saiyayíns podían comenzar a comer alimentos más grandes casi desde el momento en que nacían, sus dientes salían bastante temprano. Una vez más, recorrió la nevera hasta que sus manos agarraron algo que tenía la foto de un bebé. Vegeta lo sacó, cuando miró el paquete azul, algunas instrucciones le llamaran la atención: microondas. Giró la cabeza hacia el microondas y suspiró. Empujó el alimento congelado dentro, programó el tiempo y se apoyó contra el mostrador.
Cerró los ojos cuando los gritos de Trunks que resonaban en su mente le produjeron un fuerte dolor de cabeza. Podía oír los segundos pasar y deseaba con desesperación hacer estallar el temporizador por tomarse tanto tiempo. Afortunadamente para él, después de unos segundos, este emitió un pitido y supo que estaba listo. Vegeta abrió una gaveta, tomó una cuchara, sacó la comida y caminó en dirección a su hijo. Él niño casi lanzó la cuchara junto con la comida y cruzó los brazos mientras Vegeta esperaba a que comiera. Al parecer, Trunks tenía otros planes para la cuchara, él comenzó a golpearla violentamente contra la mesa causando un fuerte estruendo. Vegeta se apresuró a quitársela para aliviar sus pobres oídos.
Lentamente su irritación crecía.
—¿Tengo qué alimentarte? —preguntó casi incrédulo.
Era evidente que Trunks no respondería a su pregunta, en lugar de eso le sonrió a su padre. Vegeta casi puso los ojos en blanco cuando se sentó junto a su hijo, no podía creer lo que estaba a punto de hacer. Tomó una cucharada de comida y la llevó a la boca del niño; como en lugar de abrirla él la mantuvo cerrada, la comida manchó el área alrededor de esta. Vegeta lo intentó de nuevo con un poco más de fuerza en esta ocasión. Una vez más, Trunks rechazó la comida y, a estas alturas, perdió su sonrisa y se puso bastante molesto. Cruzó los brazos delante de su pecho, lo cual lo hizo lucir muy parecido a su padre.
Vegeta suspiró de molestia y lo intentó una última vez, sin embargo, el resultado fue el mismo. Al parecer ganó su mal temperamento, porque lanzó la cuchara con más fuerza de la que esperaba y golpeó la pared. Eso no pareció ayudar a la situación, ya que la reacción causó que Trunks llorara una vez más; el sonido resonó en toda la casa. ¿Cómo lograba la mujer manejar esto? Se negó a que ella pudiera hacer algo que él no podía. ¡No era más que un niño!, ¿cómo no conseguía hacer que dejara de llorar? Entonces recordó la forma en que la encontró el otro día. ¿Tal vez usó esa silla para ayudar a Trunks a dormirse? Desesperado por algún tipo de sosiego, Vegeta cogió torpemente a su hijo y caminó hacia la habitación del pequeño.
Mientras Trunks luchaba en sus brazos, Vegeta abrió la puerta con un pie, más que aliviado de estar allí. No estaba familiarizado con el cuarto, ya que solo lo había visitado unas cuantas veces, la mayor parte del tiempo fue en la oscuridad y el niño dormía. Miró la mecedora, se sentó allí sintiéndose claramente incómodo; este no era su elemento y reajustó la forma en que sostenía a Trunks entre sus brazos. Por una vez, reconoció estar más que contento de que nadie estuviera en la casa en esta ocasión para verlo. Solo lo hacía porque el maldito mocoso no dejaba de llorar; esa era la única razón.
Vegeta empezó a balancearse en la mecedora, tenía el cuerpo extremadamente contraído y se sentía nervioso sosteniendo a Trunks de forma floja con las manos alejándolo de su cuerpo. Aunque el niño seguía llorando, parecía no estar gritando tan fuerte como antes. Quizás solo se hallaba cansado; la mujer podría haberle dicho eso, así no habría malgastado tanto maldito tiempo. El momento era embarazoso y no se sentía cómodo porque sabía que nunca se había hecho cargo de su hijo. Los saiyayíns no eran criados con muchos mimos o ternura, sino con rigor y entrenamiento, así crecerían para ser fuertes y no tan vulnerables. Había visto como el hijo de Kakaroto se comportaba a veces y no tenía ninguna intención de que el suyo acabara de esa manera.
Finalmente, para alivio de Vegeta, los gritos comenzaron a morir a paso lento y sintió que su cerebro se descomprimía. El dolor de cabeza todavía continuaba presente, pero había disminuido. Ahora conocía el truco de la mujer para silenciarlo cuando estaba de mal humor. Esperó unos minutos después de que el bebé se durmiera para levantarse de la silla y lo recostó con mucho cuidado en la cuna, satisfecho de que no se despertara. Vegeta lo cubrió con una manta, salió en silencio de la habitación y cerró la puerta detrás de él; si se despertaba, lo oiría aunque la puerta no estuviera abierta. Suspiró cuando se encontró en el pasillo y se preguntó si debería de ir a la cámara de gravedad. Siempre que la encendía, era ruidosa y afectaba su capacidad de oír el mundo exterior, y si la mujer volvía y el niño estaba llorando, ella le haría la vida imposible.
Cruzó los brazos delante del pecho mientras caminaba hacia la sala de estar. Puesto que no podía entrenar, bien podría ver esa televisión que a todos los seres humanos les parecía tan interesante. Demonios, incluso había pillado a Kakaroto perdiendo su tiempo observándola. La única vez que se sentó frente a una, fue por que la mujer lo obligó a ver una película. Tal vez le proporcionaría algún tipo de distracción, especialmente tomando en cuenta que por el momento ni siquiera tenía algo que comer. Maldita mujer, lo dejó con un bebé que lloraba y una nevera vacía; ¿en qué estaba pensando?
✺✺✺
Diantres.
Las últimas tres horas habían sido un completo infierno para Bulma. En algún lugar de la sala principal de interruptores hubo un cortocircuito que causó que todos los cables eléctricos en el laboratorio de la Corporación Cápsula sufrieran una falla. Por lo tanto, ella y su padre tuvieron que pasar todo el tiempo tratando de ubicar el pequeño cable que se malogró. Algunos empleados les echaron una mano lo cual aceleró el proceso, sin embargo, aun así, fue un dolor de cabeza. Bulma estaba de mal humor en este momento, con grasa en la cara, cansada y con los brazos adoloridos por estar estirándose todo el tiempo. Lo único que deseaba era una buena ducha y quizás dormir un poco, si pudiera. Claro, primero quería ver como estaba su pequeño, esperaba que nada malo hubiera sucedido mientras Vegeta lo vigilaba. No era que no confiara en él, pero tenía muy mal genio y no sabía cómo cuidar de un niño. Dejarlo a cargo de Trunks fue algo de último minuto y de ser por ella, habría escogido a alguien más.
Bulma empujó la puerta principal, se sentía aliviada por poner los pies dentro de la casa. Dejó caer el bolso en el suelo y se quitó los zapatos, sin importarle que aterrizaran en el pasillo antes de entrar. Para su sorpresa, todo se hallaba completamente tranquilo y eso la puso un poco inquieta; se preguntó si ambos, Trunks y Vegeta, seguían vivos.
—¿Hola? —llamó a nadie en particular. Se atrevió a aventurarse un poco más en la casa, solo para encontrar a Vegeta sentado en el sofá viendo la televisión como un marido completamente normal, eso la dejó consternada, ¡parecía tan impropio de él!
—¿Vegeta? —preguntó, su voz era casi un susurro.
Él había notado su presencia, pero esperaba que simplemente pasara de largo sin hablarle.
—¿Estás intentando disculparte? —dijo sin mirarla.
Los labios de Bulma se separaron un tanto y repitió sus palabras:
—¿Disculparme? ¿Por qué querría pedirte disculpas? —preguntó con un tono mucho más fuerte esta vez.
—Por dejarme al mocoso —contestó con falsa calma en su voz. Lo menos que ella podía haber hecho era consultarle, en lugar de groseramente asumir que él no tenía nada más que hacer.
Bulma puso las manos en sus caderas y sus ojos azules se ampliaron. Ella había tenido que hacerse cargo de Trunks todos los días desde que nació y Vegeta por unas míseras tres horas ¿lloriqueaba cómo una niña? ¡Ella era la que se levantaba cada noche para cuidarlo mientras él dormía o entrenaba!
—¡POR TRES HORAS! —Bulma inclinó la cabeza a un lado, se mordió los labios y continuó—. ¡No tenía otra opción! ¡Kamisama sabe qué no querría molestarte con tu propio hijo!
Por un instante vio un destello de dolor en sus ojos, pero podría haberlo imaginado. Los rasgos de Vegeta se endurecieron y frunció el ceño profundamente, aun así, ninguna palabra escapó de sus labios. Sus oscuros ojos carbón se quedaron mirando fijamente a los azules sin apartar la vista. Se acercó a ella asustándola un poco, Bulma se apartó algo de él. ¿Acaso sus palabras habían sido un tanto duras?, ¿Vegeta creía qué insultaba sus habilidades de crianza? Estrictamente hablando no era el mejor padre y si uno consideraba su forma de ser, incluso que reconociera a Trunks era bueno, sobre todo porque ella decidió conservar al niño sin preguntarle. Estaba asumiendo algunas responsabilidades, aunque nunca tuvo voz en todo el asunto.
—Lo sient..
—No me importa, mujer —respondió interrumpiéndola.
Un segundo se hallaba delante de ella y al siguiente miraba el vacío, y el corazón se le llenó de pesar. Su mal humor se debía a los acontecimientos anteriores, así que cuando él intentó provocarla, cedió totalmente a la ira. Vegeta no demostraría si se sentía lastimado y lo ocultaría detrás de su rabia, eso haría difícil determinar lo que pensaba. Aunque, esta vez estaba bastante segura de que logró herir sus sentimientos. Bulma suspiró hondo y corrió hacia la habitación de Trunks donde encontró a su hijo en un sueño profundo y perfectamente seguro. Ella había dudado de sus habilidades, pero allí estaba el niño, ileso y satisfecho. Tal vez fue descortés de su parte pensar que Vegeta no conseguiría hacerlo, pero él nunca demostró lo contrario.
Paso los dedos por el flequillo púrpura de Trunks antes de suspirar.
—Supongo que mamá lo arruinó todo —dijo ella con una voz tranquila.
Siempre parecía que Vegeta no podía sentir y a veces se le olvidaba que ciertas cosas llegaban a ofenderlo. No sucedía muy a menudo, sin embargo, todavía podría pasar. Al parecer se preocupaba más por Trunks de lo que decía o de lo que él mismo pensaba. Bulma cerró los ojos con fuerza y volvió a suspirar. Sabía que había llegado el momento de adularlo. Ella era una de las pocas personas que alguna vez se acercarían a Vegeta y no tenía la intención de dejarlo marchar. Habían hecho muchos progresos, no quería perderlo. Se inclinó, presionó un beso en la frente de Trunks y salió de la habitación.
Bulma casi bajó corriendo a su laboratorio para agarrar los planos del escritorio. Todavía no los completaba, hubiera querido terminarlos antes de mostrárselo, pero tenía la corazonada de que esta sería su única oportunidad, así que la tomaría. Mientras volvía arriba, se detuvo un segundo para preguntarse dónde estaba; su respuesta fue rápidamente contestada cuando escuchó la cámara de gravedad. Era obvio que él se encerraría allí porque se sentía enojado y había perdido tres horas de su entrenamiento. Por segunda vez hoy se encontró golpeando a su puerta, aunque en esta ocasión no había la seguridad de que él contestara. Sin embargo, siguió golpeándola con su pequeño puño, tenía la esperanza de que tarde o temprano él se cansaría del ruido y solo la abriría.
Vegeta la oía muy claramente, pero por el momento no tenía ganas de abrir la puerta. En primer lugar, había perdido bastante tiempo hoy y en segundo lugar, sabía que ella estaba de pésimo humor. A pesar de que se encargó del maldito mocoso, aunque no tuviera que hacerlo y el niño estaba bien, ¿había tratado de decir qué no podía cuidar de su propio hijo, qué lo dejaría morir o algo así? Aquí la única torpe propensa a los accidentes era ella. ¿Acaso prefería confiarle el niño a la cabeza hueca de su madre qué a él?
Después de unos minutos, ella aún seguía golpeando y eso lo molestaba.
—¡VEGETA, abre la puerta! —exclamó con un puño en la puerta y los planos en la otra mano.
Para su sorpresa, la cámara de gravedad se detuvo; ella se alejó de la puerta, casi esperaba que él la atravesara destruyéndola. Unos instantes después, Vegeta apareció con su habitual ceño fruncido y la fachada que usaba de nuevo en su lugar, como si nada hubiera ocurrido entre los dos.
—Mujer, me has hecho perder bastante tiempo hoy, ¿ahora qué quieres?
Bulma tragó saliva, después agarró los planos de ambos extremos con las manos y los estiró frente a él. Los ojos de Vegeta los recorrieron durante unos segundos antes de encogerse de hombros.
—¿Qué estoy viendo?
—Las nuevas mejoras para la cámara de gravedad —respondió ella con entusiasmo.
Vegeta la miró, luego volvió a mirar los planos y finalmente se lo arrebató de las manos. Había estado viviendo allí por más de tres años, a estas alturas, tenía una comprensión bastante buena de sus garabatos. Pasó el dedo por este mientras examinaba cuidadosamente los esquemas, ninguna emoción apareció en su rostro al hacerlo. Al cabo de unos minutos, alzó la cabeza.
—¿Cuánto tiempo tomará?
Ella juntó los labios, era ahora cuando esto se complicaría.
—Una semana. —En el momento en que Bulma notó el cambio en su expresión, se apresuró a proponer el otro plan, aunque sabía que no le gustaría lo que implicaba.
—Normalmente me llevaría solo unos días, pero con Trunks...
Observó cómo su expresión cambiaba ligeramente, parecía reflexionar sobre el problema.
—¿Tu madre? —preguntó, esperaba que la mujer cabeza de chorlito cuidara al niño. Después de todo, ella era la única, excepto la mujer, a quien había visto cuidarlo en el pasado. Su padre estaba bastante ocupado todo el tiempo, lo que solo dejaba a Bunny para vigilar a su nieto.
Ella negó con la cabeza.
—Mi mamá suele entrar y salir de la casa; no estoy muy segura de quererla afuera con Trunks —contestó sintiéndose un poco malvada por decir eso. Amaba a su madre, pero a veces podía ser despistada y algo tonta. No significaba que no le confiaría a su hijo, simplemente lo haría dentro de ciertos límites.
—Quiero decir, siempre puedo pedírselo a Milk, ella tiene experiencia con los niños.
Tan pronto como el nombre escapó de sus labios, hubo un cambio completo en el comportamiento de Vegeta y sus ojos parecieron agrandarse.
—¡No! Yo… yo mismo vigilaré al maldito niño.
Bulma miró al suelo y asintió.
—Siento mucho lo de antes —dijo de forma significativa—. Estaba un poco molesta y tú no ayudabas —agregó algo acusadora —. Te prometo que no volveré a criticar tus habilidades como padre otra vez —finalizó en un tono divertido.
Vegeta pareció ruborizarse tenuemente por sus palabras, como si ser referido como padre le resultara embarazoso.
—Solo asegúrate de no tardar más de unos días. —Con eso dicho, él cerró la puerta delante de su cara y regresó a la cámara de gravedad.
Bulma se quedó en el otro lado con una sonrisa. Al parecer, los próximos días resultarían ser bastante emocionantes e interesantes. Vegeta lidiando con un niño durante ese lapso de tiempo sería un espectáculo para recordar. Quizás debería tomar una foto.