Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Amor difícil ❯ Porque no le importa ( Chapter 9 )
Descargo de responsabilidad de Maddie-san: No soy dueña de DBZ.
Amor difícil
Capítulo nueve
Porque no le importa
Eran las cinco de la mañana cuando Vegeta se abrió camino hacia la cocina para desayunar antes de continuar con su entrenamiento. Hoy se sentía en un estado de ánimo peor que de costumbre y no estaba seguro del porqué. Algo no parecía estar bien, pero no podía poner el dedo en la llaga. Entonces, para su sorpresa, cuando entró vio el sitio completamente vacío. La mujer cabeza de chorlito no estaba preparando la comida, “su” comida y el padre de la mujer no se hallaba en su asiento habitual, leyendo el periódico o fumando un cigarrillo.
No era que le importara, pero significaba que tenía que darse la molestia de hacer su propio desayuno, eso no ayudaba a su estado de ánimo actual. Ojalá hubiera algunas sobras en algún lugar de la nevera. Usualmente la mujer cabeza de chorlito las preparaba para él cuando estaba demasiado ocupada regando sus plantas como para cocinar. Mientras se dirigía a la nevera, los gritos de Trunks se oyeron y suspiró con fuerza. El niño debía aprender a cuidar de sí mismo.
No le interesaba la edad que tuviera, era un saiyayín y se suponía que ya sabía lo básico. A su edad, Vegeta podría haber destruido un planeta entero.
Con ese pensamiento en mente, agarró una caja de pizza de la nevera y sin siquiera molestarse en calentarla porque estaba hambriento, comenzó a comer. Mientras se sentaba, notó que la mujer o no se había levantado todavía o no se había despertado. Su ki permanecía en el mismo lugar, eso significa que no salió de la cama para ir a cuidar del mocoso. Por lo general, se levantaba después del primer minuto. Siguió desayunando, pensaba que probablemente estaba siendo perezosa. Eso o ella no se recuperaba aún de la pequeña cantidad de alcohol que ingirió hace dos noches. Después de todo, como humana, casi era de esperar; podían ser tan débiles a veces.
Vegeta todavía recordaba aquella noche muy claramente; se había sentido fuera de carácter para él, no podía superar lo que hizo. Le permitió pasar allí la noche acostada sobre él, pero no estaba seguro del porqué. Eso casi lo mató, literalmente. Su reciente frustración sexual estuvo muy presente, ella se quedó dormida de manera inocente y lo volvió loco al sentir su suave piel contra la suya. Por supuesto, él no era un animal y mantuvo sus propios deseos bajo control sin dificultad.
Era probable que fuera bastante fácil porque su mente estaba muy preocupada por lo que ocurrió. Él nunca le dijo verbalmente que no se rindiera, pero le había hecho conocer su respuesta. Esa noche no consiguió descansar mucho, ya que sus reflexiones le llenaron la mente. No era él. Cada vez que ella se acercaba era como si lo hiciera pasar más allá de sus límites, como si estuviera tratando de sacarlo de su zona de confort para ver cómo reaccionaría.
Vegeta suspiró; no podía concentrarse en sus pensamientos de forma adecuada, especialmente no con Trunks gritando como telón de fondo, eso lo molestaba. Enfadado, decidió ir a ver por qué la mujer tardaba tanto tiempo en levantarse. Estaba acostumbrado a su pereza, pero esto era demasiado incluso para ella. ¡Tenía ese maldito monitor por todos los cielos! Dejó caer el trozo de pizza sobre la mesa y se dirigió hacia la habitación. Sus pasos eran fuertes mientras se acercaba cada vez más al dormitorio de Bulma.
No fue hasta que llegó a su puerta que sintió algo extraño, una sensación similar a la que había sentido por la mañana. Esta vez, sin embargo, fue capaz de decir lo que era: su ki estaba perturbado. Frunció el ceño y abrió la puerta sin darle una advertencia. Al entrar la encontró enterrada bajo varias mantas, no se movía. Vegeta suspiró una vez más y caminó hacia la cama, apenas era capaz de ver a través de la montaña de almohadas y mantas.
—Mujer, el mocoso está gritando —dijo antes de cruzar los brazos.
Esperó unos segundos para que ella contestara, pero no lo hizo.
—¡Mujer! —¿Qué trataba de hacer?
Sin esperar otro segundo, Vegeta agarró el borde de una de las mantas, la tiró y se deshizo de todas a la vez. ¿Por qué tenía tantas? Lo que encontró bajo ese lío no era lo que esperaba. Bulma se había hecho un ovillo, su cabello azul estaba húmedo con lo que parecía sudor y su rostro se veía rojo como un tomate. Ella también respiraba mucho más intensamente que de costumbre, tenía los ojos cerrados y gemía un poco mientras dormía.
Vegeta puso una mano en su hombro y la sacudió ligeramente.
Ella se veía vulnerable, sabía que algo andaba mal. No solo no respondía, sino que también todo su cuerpo se sentía como si estuviera en llamas, su piel quemaba al simple contacto. Definitivamente no era la temperatura humana normal. Decidió sacudirla una vez más en un intento de obtener una reacción de ella. Esta vez, lo hizo más fuerte y notó que se despertaba. Vegeta la observó abrir los ojos con dificultad, sus orbes azules estaban húmedas como si estuviera a punto de llorar. Ella tenía la mente mareada y apenas podía ver, todo lucia muy borroso.
—¿Vegeta? —dijo con una voz ronca.
Él retiró la mano de su hombro, el sudor de la piel se transfirió a su palma.
—Mujer, ¿qué te pasa? —preguntó de una manera casi suave.
Ella se estremeció.
—Yo... mi cabeza.
Bulma sentía como si estuviera ardiendo en vida y ni siquiera lograba moverse. Tenía el cuerpo paralizado y pesado en extremo, al menos en comparación con lo habitual. No solo eso, sino que su boca estaba deshidratada y sus labios se secaron. No entendía lo que pasaba. Se había sentido completamente bien cuando se acostó la noche anterior. Ahora, apenas podía mantener los ojos abiertos y mucho menos pensar con claridad. Ella se aferró a sus mantas al tratar de levantarse, pero fracasó.
Vegeta la observó, su ceño todavía se mantenía presente.
—Eres patética —sentenció. Él cogió una almohada y la puso contra la cabecera, luego la agarró por la cintura y la alzó de una manera casi gentil, lo cual era sorprendente. No podía dejar de advertir lo laxa que se sentía en sus brazos, como si estuviera muerta, y cuando colocó su cuerpo en una posición adecuada, casi se deslizó de inmediato. Él suspiró de rabia antes de bajar la almohada y la ayudó a acostarse correctamente. Se sintió algo enojado consigo mismo por hacerlo. ¿Por qué le importaba tanto si estaba cómoda o no?
Fue en ese momento cuando Bulma pareció escuchar los gritos de Trunks.
—Trunks está llorando —dijo e intentó levantarse.
—Mujer, ni lo pienses, no voy a ayudarte de nuevo. —Obviamente no podía moverse, ¿por qué era tan terca?
Ella movió la cabeza de lado a lado.
—Tengo que ir.
—Llama a tu madre para que lo haga, no te voy a levantar del suelo. —Ya había hecho más de lo que debía. Solo entró en su habitación para ver por qué no cuidaba del mocoso. Ahora que lo sabía, no había motivos para quedarse.
Bulma abrió la boca presta a responder cuando empezó a toser un poco. Le tomó unos segundos ser capaz de respirar normalmente.
—Mis padres se han ido por el fin de semana. —Al fin logró decir.
Vegeta maldijo mentalmente. Era evidente que la mujer ni siquiera podía cuidar de sí misma en este instante, así que, ¿quién se encargaría del mocoso? Casi sentía como si pusiera los ojos en blanco. No tenía tiempo para eso, no ahora. Ya había perdido suficiente entrenamiento. La miró, luego a la puerta y reparó que un sentimiento de furia se agitaba dentro de él. Tal vez este era el mal presentimiento que sintió en la mañana. Ahora estaba convencido de que no debió haber entrado en su habitación en primer lugar.
—Mujer, no tengo tiempo para lidiar con esto.
Bulma negó violentamente.
—No te preocupes. —Hizo una pausa en un intento por recuperar el aliento—. Yo lo haré.
Vegeta le echó una mirada y asimiló su condición actual una vez más. Podía hablar en este momento y si podía hacerlo, estaría bien, ¿verdad? Suspiró, apartó la vista de ella y salió de la habitación tratando de ahuyentar los gritos del niño. La mujer solo necesitaba un poco más de tiempo y estaría en pie de nuevo. Después de todo, la había visto recuperarse muy rápidamente en el pasado. No es que se preocupara por su estado actual, porque no era así.
No lo era.
No.
✺✺✺
Una hora desperdiciada.
Vegeta había desperdiciado una hora entera de su entrenamiento, sus pensamientos continuaban completamente enfocados en Bulma. Desde que había llegado a la Tierra, nunca la vio enferma antes y de alguna manera la imagen se mantenía grabada en su mente. Era una visión extraña y no estaba seguro de cómo se sentía al respecto. Ella lucía tan débil y mientras nunca fue muy fuerte físicamente, mentalmente, conseguía estar a la par de él. Pero no esta vez, apenas permaneció despierta el tiempo suficiente para responderle.
Por lo tanto, debido a ella, no lograba enfocarse y perdió un tiempo precioso. ¿Por qué no podía dejar de prestarle atención siquiera por unas horas? No era como si estuviera a punto de morir... porque... no era así. La mujer se veía un poco más laxa que de costumbre, pero aparte de eso, nada estaba mal. Probablemente ya se sentía bien. Si iba hacia allá, la encontraría ajustando algunos aparatos o jugando con el mocoso. Había sido algo temporal.
Aunque ella se sentía extremadamente caliente al tacto... su piel ardía y estuvo sudando a lo loco.
De seguro era porque se enterró bajo un montón de mantas. Luego se preguntó por qué necesitaría tantas mantas cuando hacía mucho calor afuera... Si había algo mal con ella era mental, no físico. Vegeta tomó una respiración profunda y aumentó un poco la gravedad en un intento de traer algo de desafío. Tal vez, si hacía las cosas más difíciles sería más fácil concentrarse. Por lo general, el entrenamiento siempre aclaraba sus pensamientos.
Cuando empezó a hacer flexiones, su mente se volvió a escabullir y rememoró aquella noche.
Estuvo claramente embriagada la noche en que se metió a su cama, ella se presentó vulnerable y sabía que no lo habría hecho en su estado normal. ¿Quizás por eso él admitió algunas cosas? Aun así, se maldijo por ello. Sentía como si le hubiera dado la ventaja. Pero, por otro lado, ni siquiera estaba seguro si ella recordaba todo lo que ocurrió, porque no había hablado ni una palabra al respecto.
Bueno, no era nueva información que no le agradara el débil. Nunca le agradó por un montón de razones que no necesariamente la involucraban. Su olor lo molestaba y no la quería con ese aroma debido a que la contaminaba. Además, la mujer no tenía al hijo de Yamcha, tenía a “su” hijo. ¿Por qué debería llevar el aroma de otro hombre y tener a su hijo? Tal vez era un poco posesivo respecto a ella, especialmente cuando se trataba del débil, pero no lo veía como una flaqueza.
No eran nada el uno para el otro, ni siquiera amigos; aun así, no quería que nadie más la tocara. Vegeta lo imaginaba como si la hubiera conquistado y no deseaba que nadie estuviera cerca de lo que había reclamado. En especial porque el débil la dejó escapar intencionalmente de entre sus dedos. Esa fue una vista para saborear. Además, podría no saber lo que quería de esto, pero tenía la certeza de que no terminó con ella y ahora que estaba el mocoso, él no aceptaría a otro hombre alrededor de su hijo.
Y entonces le dijo que había una esperanza; no entendía por qué dejó que tal cosa sucediera. Vegeta se preguntó qué demonios era la esperanza. Solía tenerla hace mucho tiempo y desapareció de su vida, sobre todo gracias a Frízer. Uno realmente no puede poner sus esperanzas en nada. Era falso, una ilusión en la que no se podía confiar. Todos los que alguna vez se entregaron a eso fueron unos tontos, probablemente unos tontos muertos. Sin embargo, le dijo que creyera en ello. ¿Cómo podía decirle a alguien que había una esperanza cuando no creía en su existencia? Aunque, desde que comenzó a vivir aquí, muchas cosas en las que no creía lo cogían por sorpresa. Se suponía que era diferente, pero a veces sentía como si fuera uno más. No podía ser. Era un saiyayín despiadado, ¿por qué se tendría que mezclar con esta gente? No era Kakaroto, este no era el mundo que conocía.
Ellos quizás se le parecían, mas no era real.
A veces maldecía a este miserable planeta y a todos los que vivían en él, especialmente a ella. Tenía un rumbo definido para su vida, sin embargo, en este momento, todo era un desastre. A Vegeta le gustaba mantener el control, pero siempre que ella estaba cerca ocurría algo que lo hacía perderlo. No le gustaba lo impredecible, a pesar de lo cual, era en lo que su vida se había convertido desde la segunda vez que regresó. La verdad era que ella se forzó a entrar. Nada de lo que pasó entre los dos fue porque él lo buscara. Bulma siempre había sido quien lo empujó y lo empujó hasta que él se perdió en todo esto. Se entregó a los sentimientos como si no tuviera el control. Esa era la razón exacta por la que los odiaba: no puedes controlarlos porque te controlan. No veía el punto de anular su propio ser.
Por otra parte, había cambiado en los últimos dos años.
Si él todavía fuera el Vegeta de aquel entonces, nunca habría soportado el modo en que ella le hablaba. Mató a gente por menos que eso, en cambio, a la mujer, la dejaba jugar con fuego. Además, no poseía ese nivel de paciencia con nadie excepto ella. A los otros, cuando intentó hacerlos pagar, lo detuvo. Había otra cosa, le permitió detenerlo. Antes nadie podía decirle qué hacer, ni siquiera Frízer y él tenía el poder de matarlo mientras ella no.
Por qué actuaba así con la mujer, no lo sabía.
Ella no era fuerte, al menos no físicamente. Nunca pudo dominarlo y no le dio razón alguna para quedarse. Le suministró otras cosas, le proporcionó desafíos, lo enfrentó cuando nadie más lo hizo y él estaba quedándose en su casa. Tampoco podía negar la atracción física, eso era un hecho. Después de todo era la criatura más decente en esta maldita bola de barro. Suspiró; en resumen, aún no llegaba a ningún lado en todo este asunto. Algo en ella lo cambió y no estaba seguro de que le agradara.
¿Realmente quería ser una persona diferente?, ¿qué había de malo con ser quién era? Nunca tuvo un problema con eso antes. Además, si la mujer conocía su carácter, no debería tener ningún inconveniente con eso. No iba a cambiar por nadie. Se suponía que era el Príncipe de todos los Saiyayíns, no necesitaba trabajar en su personalidad. Ya había hecho mucho más de lo que debería. Maldición, él casi se adaptó a este mundo y ya tenía una sensación incómoda.
Los sentimientos, como a ella le gustaba mencionar tan a menudo, no eran algo con lo que él creció. A medida que maduraba, aprendió a reprimirlos más y más porque sabía que lo haría más fuerte. Él todavía creía que eran una debilidad, ¿cómo no podrían serlo? En aquel entonces, cuando los androides llegaron por primera vez, no había salvado a la mujer porque no sentía nada hacia ella. Si hubiera ido a buscarla a ella y al mocoso, habría perdido de vista a su oponente. Se suponía que la lucha era lo primero, estaba en su sangre. Incluso ahora, después de todo lo que pasó, todavía entrenaba.
No importaba que no tuviera un buen aspecto en la mañana, él había seguido con su día. ¿No significaba eso qué todavía poseía el control total de sí mismo? Aunque, si era honesto, debía admitir que lo único que se mantuvo en su mente desde entonces era ella. Suspiró profundamente antes de darse cuenta de que la única manera de sacarla de sus pensamientos era confirmar que estuviera bien. Le tomaría solo unos segundos y podría al fin reanudar su entrenamiento.
Algo decepcionado consigo mismo, apagó la cámara de gravedad y salió. Al principio, él buscó su ki y lo encontró en el cuarto de Trunks. También notó que los gritos se habían detenido. Tal vez estuvo en lo cierto todo el tiempo, ella estaba bien. Aun así, quería una confirmación para poder seguir con su día. Nunca le pareció extraño pensar en necesitar una confirmación. Se dirigió con rapidez a la habitación de Trunk solo para dar con una puerta abierta. Entró y sus ojos se ampliaron ante la idea de lo que tenía en frente.
Bulma yacía en el suelo, obviamente inconsciente, mientras Trunks sentado cerca a su cabeza pasaba los dedos por su cabello azul. Cuando advirtió que Vegeta entraba en la habitación, levantó la vista y lo miró con unos ojos azules preocupados.
—¿Dada?
Vegeta miró a su hijo por un segundo antes de concentrar su atención en Bulma. Su cabello todavía estaba empapado y la ropa se aferraba a su piel por el sudor. El color de su rostro se había profundizado. Frunció el ceño y se acercó a ella escudriñando la habitación. ¿Cuánto tiempo estuvo así? No había comprobado su ki en más de una hora, así que sabía que no podía ser más tiempo que eso. Además, en su estado actual, tuvo que haberle tomado cerca de media hora vestirse y llegar a la habitación de Trunks.
Sí, no podía ser más de media hora.
Se inclinó lentamente para levantarla con suavidad. Su cuerpo ardiente se presionaba contra el suyo mientras miraba en dirección a Trunks. El mocoso estaría bien allí por un tiempo, fue lo que decidió y salió de la habitación con Bulma cuidadosamente metida entre los brazos. El corazón de Vegeta latía ligeramente más rápido que de costumbre y lo atribuyó al hecho de que acababa de terminar su entrenamiento. Tan pronto como pudo alcanzó su dormitorio, solo para encontrar que era un desastre. Las almohadas y las mantas estaban esparcidas por el lugar mezcladas con las ropas.
Como no tenía mejores opciones, la depositó en la montaña de mantas. Agarró algunas de las almohadas, las colocó en la cama y añadió una manta ligera que tendió sobre el colchón. Luego volvió a ella, la recogió de nuevo y la colocó con gentileza en la cama. No la cubrió todavía, ya que su temperatura corporal seguía siendo elevada. Vegeta sabía que necesitaba enfriarla un poco. Fue entonces cuando caminó hacia el cuarto de baño donde recogió un paño, lo puso bajo el agua y se aseguró de que estuviera completamente mojado. Sin siquiera exprimirlo, volvió a su lado.
Apretó con firmeza la tela contra su frente que ardía, haciendo que el agua goteara a ambos lados de su cabeza. Durante todo ese tiempo, ella no se movió y si no fuera por su ki, se habría preguntado si aún estaba viva. Vegeta se sentó en el borde de la cama con los ojos fijos en ella. En estos momentos llevaba mucha ropa, lo cual no podía ser bueno. ¿Qué había estado pensando cuándo se vistió así? Con cuidado, comenzó a quitarle el pantalón lleno de sudor dejándola solo con su ropa interior azul bebé. Él podría haberle quitado la blusa, pero decidió que estaría bien con eso.
Entonces ella habló.
—Ve…Vegeta.
Inmediatamente la miró a los ojos, pero Bulma nunca los abrió. Vegeta tenía dudas de si se hallaba despierta o si decía su nombre en sueños. Luego sintió que unos dedos rozaban los suyos y al mirar hacia abajo, parecía como si ella estuviera tomando su mano. No le gustó la situación, se puso de pie y se alejó de la cama. Con el conocimiento de que estaba bien, por lo menos por ahora, salió; tenía la intención de cuidar al mocoso. Si la mujer se había desmayado significaba que aún no era alimentado.
Cuando llegó al lugar, Trunks le sonrió ampliamente, Vegeta lo ignoró mientras lo levantaba con rapidez. La única otra vez que se encargó de él fue cuando la mujer había hecho mejoras en la cámara de gravedad y todavía no tenía mucha experiencia. Sin embargo, nadie más era capaz de hacerlo al parecer y no podía dejar al niño en el suelo muriéndose de hambre. Llegó a la cocina tan rápido como pudo y puso a Trunks en su silla.
Vegeta señaló con el dedo a su hijo.
—No me importa si eres difícil por la mañana, comerás lo que te daré.
No se repetiría lo de la última vez. No le importaba si no le gustaba lo que le diera. Trunks se quedaría en su silla hasta que terminara de comer o viviría sin alimentos. Vegeta, concretamente desde que comenzó a vivir bajo el reinado de Frízer, no había sido agasajado con la comida de su elección y creció muy bien. La mujer lo estropeaba demasiado y necesitaba endurecerse. No tenía la intención de que su hijo dejara de entrenarse por cualquier cosa como el hijo de Kakaroto.
Se dirigió a la nevera, cogió la primera comida para bebés que vio, tomó un tenedor y regresó donde Trunks. Colocó ambas cosas delante de su hijo que lo miró con unos ojos enormes, pero Vegeta no estaba dispuesto a caer en ese truco.
—Puedes comer solo. —Sabía que Trunks era capaz de hacerlo, aun así, la mujer, como siempre, lo consentía impidiéndole hacer algo por su cuenta.
Trunks le clavó los ojos durante un rato, luego miró su comida. Parecía que tenía mucha hambre porque fácilmente se dio por vencido. O era eso, o se sentía un poco asustado de su padre. Vegeta sonrió satisfecho antes de darse cuenta de que podía servirse algo también. Después de todo, el asunto de la mujer había arruinado su desayuno y él se estaba quedando sin energía. Además, debía esperar hasta que el mocoso terminara de comer para poder volver a ponerlo en su cuna.
Existía un inconveniente, estaba atascado en el mismo problema de antes: no había comida preparada para él. En esta ocasión, en vez de abrir a la nevera, abrió el congelador. En el interior, rápidamente notó esa cosa que siempre la veía comer. Estaba frío y lleno de remolinos de chocolate. Tomó una cuchara, ya que era así como la había visto comerlo y mientras caminaba de regreso hacia la mesa, empezó a escavar. Se sentó junto a su hijo y ambos muy felices terminaron de alimentarse.
Fue entonces, cuando nada preocupaba su mente, que Vegeta reflexionó de nuevo sobre sus acciones anteriores.
¿Por qué resultó casi automático para él buscar a la mujer y traerla de vuelta a su habitación?, ¿por qué se dedicó inmediatamente a cuidar del mocoso? El Vegeta que conocía hubiera tratado de despertar a la mujer y en el peor de los casos, se habría ido y regresado a su entrenamiento. Pero ese Vegeta se había ido. No estaba seguro de cuando sucedió, de algún modo, poco a poco, se transformó en alguien más. En realidad no. Por el momento, simplemente no se reconocía. Se sentía atrapado. No era el mismo, aunque tampoco era nadie más. No podía decidir qué quería.
Hace mucho tiempo pensó que lo que ayudó a transformar a Kakaroto fue su familia, pero Vegeta lo hizo sin eso. Bien, técnicamente estaban Trunks y la mujer, sin embargo, él no los consideraba su familia. Entonces, cuando vio cómo Kakaroto se hacía más fuerte que él, pensó que tal vez eran ellos los que le daban fuerzas. Tomó la decisión de quedarse y criar a su hijo, pero ese apego no lo hacía sentirse más fuerte. ¿En realidad haría una diferencia si alguien viniera y tratara de destruir este lugar?, ¿el conocimiento de que su hijo vivía aquí lo haría luchar de manera diferente?
Lo dudaba.
Simplemente lucharía por las mismas razones por las que siempre lo había hecho. Porque podía, porque quería demostrar que era el más fuerte.
¿Qué conseguiría darle Bulma qué tanto necesitara? Toda su vida, Vegeta había estado completamente solo; eso nunca lo afectó, pues no precisaba de nadie. Significaba que ella no sería capaz de traerle compañía, ya que él no la quería. Esa sensación de amor de la que siempre hablaba tampoco podía ser lo que le faltaba, porque no sabía lo que era. La había oído hablar de ello y escuchó lo que la gente decía sobre eso en la televisión, sin embargo, nunca experimentó ninguna debilidad como esa antes. No era algo que pudiera tener, eso iba en contra de su propia naturaleza.
Los saiyayíns no amaban.
Pero por otro lado, ella le había hecho hacer cosas que los saiyayíns nunca hacían.
Vegeta suspiró pesadamente y dejó caer el recipiente vacío sobre la mesa. Una vez más, sus pensamientos sobre la mujer consiguieron arruinar otra cosa: su comida. Giró la cabeza en dirección a Trunks, solo para descubrir que ya había terminado. Suponiendo que era suficiente, lo levantó manteniendo una cierta distancia entre ellos, como de costumbre, y se dirigió hacia la habitación del pequeño. En cambio, al parecer, Trunks tenía otros planes en mente. Se retorció para escapar del sostén su padre y cayó en el suelo. Sorprendentemente, no lloró cuando sucedió.
Vegeta maldijo mientras se agachaba para recogerlo, pero Trunks decidió ponerse de pie despacio. Observó, algo sorprendido, como el pequeño empezaba lentamente a llegar al pasillo por su cuenta. No podía creer que el mocoso ya caminara bien, ¿por qué no lo sabía?, ¿y por qué demonios la mujer y su madre siempre lo llevaban en brazos cuándo conseguía hacerlo por sí mismo? Era claro que si Trunks caminaba, significaba que ya era hora de comenzar su entrenamiento. Si el niño caminaba, podía luchar. Diantres, si pudiera volar y no caminar, aun así estaba apto para luchar.
Lo siguió de cerca, Trunks se tambaleaba un poco dirigiéndose a su propia habitación. Cayó varias veces, aun así, cada vez, después de algunas luchas volvía a ponerse de pie. Vegeta sabía que él no heredó ese rasgo de ella. El niño era un caminante lento, a pesar de lo cual, no se daba por vencido. Después de casi diez minutos, llegó a su habitación y en lugar de entrar, siguió avanzando. Vegeta podría haberlo llevado en la dirección correcta, pero en su lugar, lo dejó explorar. Probablemente la mujer no lo dejaba hacerlo. ¿Y qué si se caía o se lastimaba?, ¿de qué otra manera se suponía que debía aprender?
Mientras Trunks seguía caminando, Vegeta notó que se acercaba más y más a la habitación de Bulma. Rápidamente se dio cuenta de que había estado en lo cierto: Trunks entraba en el cuarto de su madre con pasos decididos. Luego, una vez allí, se detuvo y la señaló.
—¿Mama? —le preguntó a su padre.
Vegeta asintió antes de mirar hacia adentro, estaba muy oscuro. Pasó junto al niño, que con rapidez lo siguió, y se dirigió hacia Bulma. Fue entonces cuando vio que el paño había caído de su frente. Al recogerlo, lo sintió algo seco, así que procedió a mojarlo otra vez. ¿Por qué se estaba ocupando de ella de nuevo, como si fuera natural? Reflexionó sobre la cuestión durante un rato y decidió que era porque no necesitaba que siguiera enferma mañana. No podía desperdiciar todos sus días cuidando de los dos.
Una vez que el paño se humedeció, volvió a la habitación donde, para su sorpresa, encontró a Trunks de pie de la cama. Cómo el niño había llegado allí, no tenía ni idea. Después de todo, era la primera vez que mostraba algún tipo de fuerza. Algo complacido, Vegeta volvió a poner el paño sobre la frente de Bulma y lo presionó para que cayera un poco de agua en su cara. No estaba tan roja como solía estar, pero todavía sudaba mucho. Él miró sus ojos cerrados y suspiró.
—Mujer, eres una carga muy grande —comentó, aunque no podía oírlo —. ¿No crees que tengo cosas mejores que hacer que cuidarte? —Ella permaneció en la misma posición —. Será mejor que no vuelvas a hacerme esta mierda de nuevo. —Por alguna razón, le gustaba decirse que lo hizo a propósito, porque le dijo que no se rindiera. Como si ella quisiera demostrarle algo.
Entre tanto, Trunks, que ya estaba subido a la cama, ahora tenía ambas manos alrededor del brazo de su madre. Vegeta observó cómo los ojos del niño se fijaban en ella, como si estuviera esperando que lo cargara, pero el momento nunca llegó. Entonces sucedió, Trunks abrió su boca a lo ancho, bostezó y se acurrucó con lentitud contra el cuerpo a su lado. Cerró suavemente los ojos, sin soltarla y casi parecía un gesto protector.
Vegeta esperó unos segundos y asumió que se durmió. Empezó a darse la vuelta, dispuesto a marcharse, cuando una voz lo detuvo.
—¿Dada?
Algo sorprendido, giró y vio que Trunks había levantado la cabeza y lo miraba a través de la oscuridad. Era como si su hijo esperara que se quedara. Por un segundo, Vegeta se detuvo y pensó en la propuesta. ¿Por qué debería quedarse? Ahora que ambos estaban dormidos no existía ni una razón para que permaneciera en el lugar, porque finalmente podría entrenar en paz. Pero entonces, si no tenía ningún deseo de quedarse, ¿por qué seguía allí, de pie, pensando en ello?
Estaban durmiendo y no era su intención hacer eso. Todavía contaba con mucha energía para gastar y no era así como planeaba hacerlo. Además, él no hacía ese tipo de cosas, no se relajaba en un ambiente familiar. Eso era para gente como Kakaroto. Al parecer, no importaba lo que pensaba, ya que se dio cuenta de que sus pies lo arrastraban en dirección a la cama. Antes de que lo supiera, sus rodillas se presionaron contra el borde y Trunks todavía lo miraba muy esperanzado.
Y luego, después de mucho tiempo, Vegeta cedió.
Por un instante, dejó de pelear por primera vez en su vida.
Todo había sido siempre una batalla, una lucha, pero no ahora. Simplemente decidió ir con el curso de cosas.
De manera lenta, se metió en la cama y se sentó. Cuando lo hizo, se aseguró de mantener cierta distancia entre él y ellos. Aunque, Trunks parecía tener algo más en mente. Mientras sus manos permanecían en el brazo de su madre, descansó la cabeza contra la pierna de Vegeta. En seguida, él se tensó bajo el contacto, pero no se movió. No pasó mucho tiempo hasta que el ritmo respiratorio de Trunks cambió y pudo decir que estaba dormido. Por una fracción de segundo, casi lo envidió.
Vegeta no podía dormir tan fácilmente, demasiados recuerdos lo perseguían. Dejó que su mirada se dirigiera hacia Bulma y Trunks, y los observó descansar. Entonces, un suspiro escapó de sus labios, apoyó la cabeza contra la cabecera de la cama y miró hacia adelante. Nunca había estado en el cuarto de la mujer antes, al menos no en su cama y en este tipo de situación. Ella solía ser la que se acercaba a él y se sentía raro pensar que por primera vez, era como si él viniera a ella.
No le gustaba esa idea, pero no podía alejarse.
Vegeta evitó mirarlos por completo, muchos pensamientos pasaban por su mente confundida. Para aquel que siempre estuvo solo, era un concepto difícil de comprender y no lo entendía del todo. Sin embargo, se permitió hacerse una pregunta en la que nunca pensó. Al fin y al cabo, allí estaba.
¿Era esto tener una familia?