Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Amor difícil ❯ Porque un saiyayín no hace eso ( Chapter 10 )
Descargo de responsabilidad de Maddie-san: No soy dueña de DBZ.
Amor difícil
Capítulo diez
Porque un saiyayín no hace eso
Los gritos de Trunks no tardaron en perturbar su sueño. Poco a poco, Bulma logró abrir los ojos y en seguida se encontró mirando su cuna; al parecer estaba enferma y le habían ordenado permanecer en la cama al menos por una semana. Por supuesto, halló la idea completamente imposible y absurda, ya que tenía dos saiyayíns que cuidar. Pese a ello, en un breve plazo, se dio cuenta de que necesitaba el descanso. Era fácil notar lo rápido que su energía desaparecía y como se quedaba sin aliento al menor esfuerzo. Por eso trasladó la cuna de Trunks a su dormitorio; de esa manera, no desperdiciaría fuerzas en buscarlo por la mañana. En cuanto a Vegeta, su madre se encargaría de él, al menos en lo que respecta a la comida, mientras que su padre repararía la cámara de gravedad si se malograba. No estaba entusiasmada con la idea de relegar esas tareas a sus padres, pero en este momento, era la única solución.
Bulma se puso en pie muy lentamente y se arrastró en dirección a la cuna. Cuando la tuvo a la vista, Trunks de inmediato dejó de llorar y le ofreció una sonrisa a su madre. Ella se la devolvió, lo levantó y lo sostuvo.
Al principio, había tenido miedo de poder contagiarlo, hasta que Vegeta le dijo que «los saiyayíns son más fuertes que eso». Ella le creyó porque no pensaba que dejaría que Trunks se enfermara. Después de todo, él ni siquiera la dejó sola cuando estuvo en su peor momento.
Era obvio que Bulma no se acordaba de todo debido a que permaneció o inconsciente o aletargada, pero recordaba que entró algunas veces en su habitación. Además, fue bendecida con algo maravilloso una vez que se despertó. Con la mente borrosa, abrió los ojos y lo primero que advirtió fue el paño en su frente. Confusa, miró a todos lados y Trunks captó su atención. Él se había agarrado firmemente a su brazo a la vez que su cabeza descansaba contra la pierna de Vegeta. En ese instante, su corazón saltó un latido. Efectivamente, cuando capturó el panorama completo, se vio forzada a admitir que Vegeta estaba en la cama con ella y Trunks... ¿cuidándola? Por supuesto, él permanecía dormido. Un ceño fruncido se dibujaba en su rostro, su cabeza se presionaba contra la cabecera de la cama y tenía los brazos cruzados delante del pecho. Encontró la imagen muy dulce.
Hasta ese momento seguía enferma y no se podía mover ni nada, pero había sentido una nueva clase de felicidad. Los tres juntos parecían una familia. A pesar de que no era un espectáculo al que estuviera acostumbrada, le encantaba. No tardó mucho en volverse a dormir y cuando despertó, Vegeta y su hijo habían desaparecido de la cama. Sin embargo, ella lo sabía.
Vegeta, a menos que no hubiera estado dormido, probablemente no se dio cuenta de que los vio; ella no tenía problemas con eso. Además, no sacó el tema a colación por miedo a arruinar el buen momento. Era su recuerdo perfecto y quería guárdalo para sí misma.
Cuando Bulma llegó a la puerta de su dormitorio, un ligero agotamiento la sacó de sus pensamientos. Apoyó una mano contra el marco de la puerta para tomar un pequeño descanso. A Trunks, quien descansaba la cabeza contra su pecho, no pareció molestarle y ella se preguntó si tal vez su pequeño podía sentir su ki, después de todo, no conocía mucho sobre los saiyayíns y su desarrollo. Naturalmente, siendo madre, había estado registrando su progreso, pero también era algo que podía mirar con ojos de científico. Él era uno de los pocos saiyayíns restantes y era interesante descubrir cómo maduraban.
Una vez que recuperó el aliento volvió a caminar. Le tomó casi el doble del tiempo que solía llegar a la cocina y se sintió aliviada al verla. Toda su atención se centraba en caminar y en su hijo, y se mantenía por completo ajena sobre quien más se hallaba allí. Con cuidado puso a Trunks en su silla alta, avanzó hacia el mostrador y comenzó a prepararle un poco de avena. Usualmente era su desayuno favorito cuando no estaba siendo difícil. Se encontraba tan inmersa en su propio mundo que no se percató de la persona detrás de ella.
—Buenos días, cariño, ¡te levantaste temprano! —la saludó Bunny mientras terminaba de poner los panqueques en un plato.
Bulma saltó un poco sorprendida ante la voz de su madre y se volvió para revisar la cocina. Ella estaba casi a la derecha detrás suyo y Vegeta estaba en la mesa, justo al lado de Trunks, ¿cómo no los había notado? Algo confundida por su propia reacción lentamente asintió, luego procesó las palabras. ¿Temprano? Giró la cabeza para mirar el reloj y vio que indicaba las cinco a.m. ¿LAS CINCO DE LA MAÑANA? Revisó el exterior: todavía parecía algo oscuro. No le extrañaba que se sintiera tan desorientada, era demasiado pronto para que estuviera despierta.
Vegeta la observaba fijamente, él recordaba lo ocurrido hace dos noches. No debió quedarse... en realidad nunca debió estar en la cama, pero era allí donde acabó. Diantres, incluso se durmió, aunque no se sentía cansado. Una vez que despertó, comprendió al instante lo que hizo y se marchó con el niño. Era bueno que la mujer se hubiera mantenido inconsciente todo el tiempo. Bajó la guardia por completo y se permitió relajarse lo suficiente en su presencia hasta caer en el sueño. Ni siquiera podía dormirse cuando se sentía agotado.
Entonces, el azul se encontró con el negro y ella miró a Vegeta. Era imposible leer las emociones en su rostro en ese momento, pero podía ver algo en sus ojos. Rápidamente rompió el contacto visual antes de que la analizara, o al menos, eso era lo que le parecía. Sintió sus ojos en su cuerpo y por un segundo se halló aturdida. Bulma en seguida alejó esa sensación y reanudó el desayuno del pequeño. Una vez que terminó, caminó en dirección a los dos hombres y dejó la cuchara y el tazón delante de Trunks. Por lo general ella lo alimentaba, pero hoy estaba exhausta.
—Él puede comer por sí mismo —dijo Vegeta pensando que iba a mimarlo de nuevo.
Bulma apartó los ojos de su hijo para mirarlo.
—Lo sé —respondió.
Trunks había crecido y lo advertía. Tal vez era la madre en ella quien se negaba a dejarlo ir. Disfrutaba de cuidarlo, él era su pequeño niño. Quizás trataba de aferrarse el mayor tiempo posible, porque, la verdad, crecían demasiado rápido. En síntesis, era su hijo también y en tanto quisiera alimentarlo, lo haría. Más no hoy.
Al llegar a ese punto, decidió que había utilizado suficiente energía por ahora y resolvió descansar los brazos sobre la mesa. Aunque sus ojos casi se cerraban, podía ver como Trunks vigilaba a su padre. Vegeta ya estaba comiendo y venía más comida, su hijo observaba sus acciones. Él parecía estar más preocupado por su desayuno y no se dio cuenta de que Trunks trataba de imitarlo. Bulma se mordió el labio inferior en un intento de contener su sonrisa cuando vio a Trunks hacer los mismos movimientos de su padre. Una risa suave escapó de ella y eso pareció llamar la atención de Vegeta.
—Mujer, ¿de qué te ríes?
Bulma sonrió.
—Parece que tu hijo te admira.
Él ladeó un poco la cabeza y reparó en los brazos y la postura de Trunks. El niño estaba comiendo muy alegre exactamente igual que su padre y Bulma amaba verlo. La respuesta de Vegeta no tenía precio. Parecía que el Príncipe de todos los Saiyayíns no sabía cómo reaccionar ante la inesperada adulación. Cuando Bulma le devolvió la atención a Trunks, la asaltó la creciente corazonada de que iba a ser parecido a su padre. Esperaba que no fuera tan terco, pero, por otro lado, era pedir demasiado. Ella no estaba segura de cómo se sentiría con un mini-Vegeta caminando por la casa.
Otra risita se le escapó.
Vegeta no tenía ni idea de lo que pasaba por su mente, aun así, no le gustó y la miró furioso. No era una sorpresa que Trunks tratara de aprender algunos modales. Al menos lo hacía de la persona adecuada. Eso solo hizo que su deseo de comenzar a entrenarlo aumentara. Era evidente, él estaba más que preparado, el único problema era la mujer. Vegeta sabía que no lo dejaría, diría que todavía era demasiado joven. Aunque, ¿por qué ella debería contar con todos los votos en este asunto? El mocoso era su hijo también. Si quería entrenarlo, entonces lo haría.
—El niño está listo para comenzar su entrenamiento.
En ese instante, Bulma levantó la cabeza y puso su atención por completo en él. ¿Entrenamiento? ¡Trunks ni siquiera tenía dos años! Por supuesto, era medio saiyayín, pero era imposible que pudiera ser entrenado. ¡No permitiría que su hijo hiciera ninguna de las cosas que había visto hacer a Vegeta! Un asunto era herirte y aprender, en cambio, esto era una locura y demasiado peligroso para un niño pequeño. Ella se negaba absolutamente a dejarlo que sometiera a Trunks a eso.
Casi fulminó con la mirada a Vegeta.
—¡Es demasiado joven! ¡Lo harás hacer las cosas que haces!
Vegeta sintió ganas de poner los ojos en blanco. ¿Era la mujer por naturaleza lenta o su enfermedad la estaba afectando?
—Mujer, voy a entrenarlo, no voy a matarlo. —Como si él fuera capaz de aventar a su hijo en una cámara de gravedad aumentada a 500 g. ¿Pensaba qué era un completo idiota? Comprendía que el mocoso aún era un niño.
Bulma juntó los labios y miró a Trunks. ¿Realmente estaría bien permitir qué Vegeta lo entrenara? Por más que detestara la idea, su hijo era un saiyayín y la lucha corría por su sangre. Estaba preocupaba. Vegeta era conocido por sobrepasarse cuando se trataba de entrenar y tenía miedo de que fuera a exceder el límite de Trunks, igual que hacía consigo mismo todo el tiempo. No quería ese tipo de trabajo y presión sobre él, en especial a una edad tan joven. Dudas le llenaban la mente mientras se lamía sus labios secos; era incapaz de tomar una decisión.
—No creo que sea una buena idea —declaró finalmente.
Al parecer, a Vegeta no podía importarle menos. No era la única que tomaba decisiones.
—No necesito tu aprobación, mujer, ni solicitaba tu permiso, te lo informaba. —Con eso dicho, Vegeta dejó caer su tenedor y salió de la cocina.
Sabía que podía estar un poco molesta, pero una vez más, apenas importaba. Como lo había dicho antes, era su hijo también y si quería entrenarlo podía hacerlo. El niño era capaz de caminar y eso era suficiente. Desde luego, no lo pondría bajo el mismo tipo de entrenamiento que se imponía. Entendía que era lo que le preocupaba a la mujer y honestamente se preguntaba por qué lo hacía. Era cierto que se presionaba a sí mismo, más esa era su libre decisión y su cuerpo. No significaba que no sería duro con su hijo. Vegeta sería estricto e intenso sin llevar al niño a la muerte.
Bunny, quien había estado cortando frutas y terminando el siguiente cargamento de panqueques, llegó a la mesa con la nueva porción de Vegeta, pero él ya no seguía allí. El tamaño de su sonrisa disminuyó un poco antes de que volviera su atención a su hija. Claro, no podía notar la mirada de preocupación en sus ojos. Asumió que la enfermedad provocó que bajara su estado de ánimo.
—¿Vegeta perdió el apetito? —le consultó casi sorprendida. No era como si a él no le gustara recibir una cuarta porción. ¿Tal vez estaba enfermo?
Bulma hizo un gesto de afirmación con la cabeza.
—Supongo que sí.
Dios, podía ser tan terco a veces. En el fondo tenía la seguridad de que él hablaba en serio. Si deseaba entrenar a Trunks, lo haría. Después de todo, ella también dormía y trabajaba; había tantos momentos en los que se le presentaría la oportunidad, en especial ahora que estaba enferma. Por otro lado, tal vez debería confiar en él. Si quería algo real, si quería que la dejara entrar, lo indicado era comenzar con algo de confianza de su parte. Bulma asintió, le daría el beneficio de la duda. Él cuidaría de Trunks, después de todo, seguramente no deseaba que su propio hijo muriera. Además, un tiempo de unión entre los dos solo podría ser bueno.
Era el primer paso, ¿verdad? Al parecer, ella y Vegeta darían pasitos de bebé. No parecía mucho y con todo, representaba un montón para ellos.
Un día a la vez.
✺✺✺
Vegeta estaba solo entrenando intermitentemente durante las últimas dos horas. Aunque, de nuevo, a menudo se encontraba algo distraído. Culpó a la mujer. En realidad esta vez era posible que se culpara a sí mismo, ya que sus decisiones eran las responsables. No podía olvidar lo que pasó. Había cuidado de ella y algunas de sus acciones habían sido naturales. Como si no tuviera que pensarlo, como si quisiera cuidarla, como si le importara su salud o si iba a estar bien.
Él era esa maldita persona diferente cada vez que ella se acercaba y cuanto más tiempo pasaba, menos le gustaba. Vegeta tenía una lucha interna entre en quién se estaba convirtiendo y quién era. Obviamente las personalidades colisionaban, porque se negaba a ser otro; él tenía su orgullo. Lo peor de todo era que estaba cambiando por sí mismo. No era como si hubiera caído en una trampa o hubiera recibido un ultimátum, el cambio sucedía por sí solo y no lo podía detener.
Por más que la mujer fuera en extremo emocional y a menudo actuara de un modo especial, nunca le dijo que cambiara. Nunca lo obligó a quedarse ni a ser padre. Ella tomó la decisión de conservar al mocoso pensando que lo criaría sola. Bulma nunca le suplicó que se quedara. En sus ojos, fue capaz de ver lo que ella quería y que nunca expresó. Lo único que hizo fue guardarlo para sí misma. E incluso, si le hubiera dado una voz, eso no significaba que la escucharía, nunca lo había hecho antes.
Todos estos cambios, esta nueva persona en la que se estaba convirtiendo, eran debido a que se dejó transformar. Vegeta permitió que este planeta y estas personas lo influenciaran… De hecho, toleraba a la mayoría de ellos en su entorno sin matarlos. Los dejó acercarse demasiado a él. Lo conocían más de lo que quería. No necesitaba de personas ni de amigos como ella los llamaba. No había razón para que se dejara rodear por esta gente. Sin embargo, lo hizo. Y no los atacaba con tanta frecuencia como debería.
Vegeta lo veía como una debilidad.
Era la única cosa que no superaba, la única cosa que se negaba a aceptar. Las debilidades eran lo peor, nada bueno podía salir de ello. Toda su raza había muerto porque prefirieron ser súbditos en lugar de pelear. La debilidad era el peor tipo de error porque te costaba todo. Vegeta se proyectó para ser fuerte, el más fuerte. Aunque se negó a aceptar que algo se interponga en su camino... la dejó distraerlo. Consintió que estuviera cerca muy a menudo y en silencio aceptó que lo pusiera a prueba, que invadiera su privacidad.
Permitió que la mujer entrara en su mente y frenara su entrenamiento. La dejó acercarse, toleró que lo contradijera porque deseaba esa lucha, ese espíritu lleno de energía. Esas peleas, esos momentos, lo hacían sentir algo. A eso no le tenía miedo, la ira era un sentimiento que llevaba en el corazón toda su vida y la había aceptado durante mucho tiempo. Pero ese era el único sentimiento que se daba el lujo de tener, al resto los ahuyentó. Él no era como ella, no era un libro abierto que cualquiera podía leer. Desde el principio, siempre fue capaz de notar lo que ella sentía. Él, por otra parte, se escondía detrás de su ceño y así estaba bien.
Vegeta fue sacado de sus pensamientos por un golpe en la puerta de la cámara de gravedad. No tardó demasiado en saber que era la mujer y también podía decir que traía a Trunks. Esa última parte lo intrigó, así que apagó la cámara, ya que 500 g probablemente la mataría y se dirigió a la puerta. Presionó el botón rojo para abrir. Al otro lado estaba Bulma con el rostro ligeramente enrojecido, pero no de rabia; llevaba a Trunks cargado.
Arqueó una ceja y cruzó los brazos esperando a que ella le explicara lo que quería.
Esto era difícil para Bulma, más de lo que él imaginaba. Entregarle a Trunks para que pudiera entrenarlo era como cortar el vínculo que tenía con su pequeño. Sentía como si fuera todo un adulto cuando se lo devolviera. Por supuesto, no tenía sentido, él sería el mismo niño luego de unas pocas horas, sin embargo, no podía evitar que el sentimiento la dominara. Una vez que Vegeta comenzara a entrenarlo, Trunks se iría haciendo poco a poco cada vez más independiente y haría las cosas por su cuenta, y tal vez eso era lo que temía. Quería que su pequeño la necesitara. Probablemente, eso la hacía sentirse imprescindible e importante. No estaba segura, pero no deseaba que esa sensación desapareciera. Ahora bien, ella estaba tratando de ser el adulto aquí y un día, todos tenían que dejar ir a alguien.
Bulma quería que Trunks creciera para ser fuerte, que supiera pelear. Según Vegeta ya debería conocer lo básico y no era así. Si pretendía que él ganara fuerza y fuera un saiyayín, debía entregarlo. Decidiendo que aunque le doliera era lo correcto, miró a Vegeta. Ellos requerían un tiempo de unión, Vegeta necesitaba ser padre no porque lo obligaran, sino porque lo deseaba. Si él se iba a quedar por su hijo, entonces no debía interponerse en el camino de lo único que podría crear un vínculo entre los dos. Si el entrenamiento era como Trunks llegaría a conocer a su padre, que así sea.
Ella rompió el contacto visual con Vegeta y bajó suavemente a Trunks, a quien le tomó unos segundos estabilizarse sobre sus pies. Bulma todavía sostenía su diminuta mano, pero comprendía que tendría que liberarla pronto.
—Querías entrenarlo —dijo al fin mirando a su hijo antes de pasar los dedos por sus mechones sueltos color púrpura.
Por un segundo fue casi como si él estuviera sorprendido. ¿No le importaba que entrenara al niño? Para ser honesto, había esperado más de una pelea de su parte, sin embargo, allí estaba ella, cediendo completamente.
—Entonces, ven. —Lo esperó.
—Pero —añadió—. Solo ten cuidado, Vegeta, todavía es muy joven.
Él permaneció en silencio y bajó los brazos. En respuesta, asintió un poco, luego miró a su hijo, él todavía se aferraba a la mano de su madre.
—Vamos —indicó y se dio la vuelta para adentrarse en la cámara de gravedad.
De manera lenta, Bulma soltó la diminuta mano de su hijo y Trunks la miró. Ella asintió con la cabeza y en seguida, él siguió a su padre caminando tan rápido como pudo. Lo observó y era de sorprender que no se sintiera triste ni preocupada. Tal vez fue la visión de Trunks siguiendo a su padre lo que conmovió su corazón, pero ella sonrió. Una vez que Vegeta se detuvo y Trunks hizo lo mismo supo que no era un lugar para que estuviera más. Este era un momento de padre e hijo y no pertenecía allí. Con una última mirada de nostalgia cerró la puerta y los dejó.
Bulma se mordió los labios al bajar por el pasillo. La oleada de emociones había drenado totalmente su energía y sabía que necesitaba acostarse o se desmayaría. A pesar de eso, la felicidad llenaba su corazón. Parecía ser que hizo más progresos con Vegeta de lo que creía posible y nada fue porque lo planeara. En realidad, todo lo que pasaba entre los dos, al menos, las mejores cosas, eran siempre por un impulso. Era evidente que nunca quedarían atrapados en la rutina. No es que le importara, ella podía aburrirse con facilidad, más no con Vegeta.
Había trascurrido casi cuatro años desde que él se mudó a su casa y cada día se sentía como el primero.
Su vida fue puesta completamente de cabeza muchas veces, además experimentó una avalancha de emociones y con todo, amaba cada segundo de esta. Su corazón todavía se aceleraba ante la proximidad de sus cuerpos y sentía dolor dentro de este cada vez que se preocupaba por él.
Bulma sabía que nunca podría dejarlo ir, porque, desde el principio, Vegeta le había robado el corazón.
Ahora, si tan solo pudiera arreglárselas para robar el de él.
✺✺✺
Era extraño, aunque satisfactorio.
Vegeta encontró el entrenamiento algo incómodo. Nunca en su vida había instruido a un niño antes y para ser francos, no estaba seguro de cómo empezar. En primer lugar, la mayor parte del tiempo, Trunks o bien no entendía o no sabía lo que estaba diciendo, lo que lo hacía extremadamente difícil. Al principio intentó un pequeño ataque de ki para ver cómo reaccionaría, pero el niño dejó que las primeras ráfagas lo golpearan y lloró por el impacto, aunque, por supuesto, no estaba herido. No puso suficiente poder en ellas para incluso hacerle moretones.
Desde el principio, Vegeta se dio cuenta de que volar era inútil en este momento. Trunks no tenía un enfoque claro y en su mayor parte culpaba a la mujer. Una cierta disciplina necesitaba ser introducida o nada de esto funcionaría o importaría. Ahora, conseguir que la mujer y su madre cabeza de chorlito lo hicieran, era otra historia. Eso significaba que tendría que acortar su propio tiempo de entrenamiento y por más que la idea no lo complaciera, él era el único que podía entrenar a su hijo. Todavía quedaba por sostener una conversación con la mujer. Tal vez ella no sería tan indulgente como lo había sido antes.
Al final, después de dos horas de entrenamiento, todo lo que logró que hiciera fue que bloqueara sus pequeños ataques. No era mucho y con seguridad tendría que enseñarle de nuevo; sin embargo, de alguna manera, no le importaba demasiado. Claro, su paciencia se había agotado unas cuantas veces y levantó la voz, aun así, ni una vez el niño lloró. La verdad, ahora que pensaba en ello, el niño no solía llorar en su presencia; eso solo ocurría cuando la mujer se hallaba presente. Otro mal hábito que le estaba enseñando. Era demasiado reservado, demasiado tímido y contaba con que su madre estuviera allí todo el tiempo.
Vegeta tenía la intención de prepararlo para la vida real.
La razón principal por la que se detuvo, excepto cuando pensaba que gran parte de esto parecía una pérdida de tiempo hasta el momento, era porque el mocoso se sentía fatigado. En una situación normal no lo habría dejado descansar, después de todo para los saiyayíns, la lucha era lo primero; pero era la primera vez que usaba cualquier tipo de fuerza. Además, si algo pasaba, la mujer le arrancaría las orejas. Había puesto a Trunks en su cama hace unos diez minutos y tenía la intención de reanudar su propio entrenamiento. No consiguió hacer mucho cuando se quedó con Trunks, así que necesitaba compensar.
En el momento en que estaba a punto de llegar a la cámara de gravedad echó un vistazo en dirección al dormitorio de Bulma. Vegeta sabía que no se encontraba tan enferma como antes y que permanecía en su habitación desde hace un rato. Lo más probable era que estuviera trabajando en un proyecto como la había visto hacer a menudo. Se decía eso, él no necesitaba comprobar que siguiera bien. En primer lugar, ella no lo requería y en segundo lugar, era una mala idea. No deseaba volver a ser su niñera, su madre estaba aquí ahora y podía cuidarla.
Entonces, una vez más, Vegeta fue traicionado por su propio cuerpo que se dirigía hacia su habitación en lugar de a la cámara de gravedad. Quería maldecirla, pero sentía que era más culpa suya que de ella. A paso lento, llegó y vio la puerta abierta. Una mirada adentro y se iría. Esa era su intención. Al revisar, la vio en su cama llorando. Sus ojos estaban rojos e hinchados y respiraba con dificultad. Bulma tenía un pañuelo en la mano que apretaba con fuerza y se secaba algunas de sus lágrimas.
Por un segundo, Vegeta se congeló en la puerta sin saber qué hacer. ¿Por qué demonios lloraba? Ella miraba hacia su regazo y lágrimas caían de sus ojos. Rayos, ni siquiera notaba su presencia. Quería irse, pero su deseo de descubrir por qué lloraba era mucho más fuerte. Entró en silencio mirándola. Fue entonces cuando advirtió que tenía algo en el oído y un cable colgaba de este. Al dar un paso más, lo distinguió.
Lo que vino después, no lo esperaba.
Los ojos azules de Bulma se ampliaron y lo miró con intensidad. Se quitó el auricular, la cantidad de lágrimas rodando por sus mejillas aumentaron. Ella había hecho lo que siempre hacía cuando estaba presa en la cama: ver una película romántica. Solo que esta vez eligió la más sentimental y ahora, durante Diario de una pasión, sintió que se le iba a romper el corazón y las lágrimas llegaron. Un romance triste era siempre la manera de destrozarlo. Y en el instante, cuando este estaba a punto de estallar, vio a Vegeta.
Sentía que la cabeza le daba vueltas, sobre todo por la medicación para su enfermedad; estaba totalmente sin energía y lloraba a mares. Lucía como un terrible desastre. Y luego, por una fracción de segundo, se preguntó por qué había venido. ¿Era por preocupación, por qué quería comprobar que estuviera bien? Parecía fuera de carácter para Vegeta y lo encontró absolutamente tierno. Sí, tal vez no era el motivo por el que entró, pero ella se lo decía. Después de todo, no podía haber muchas explicaciones; su padre y su madre estaban dispuestos a ayudarla con cualquier problema.
Bulma empujó el mini DVD portátil de su regazo e hizo lo mismo con la manta. Antes de darse cuenta, se puso de pie y lo miró directamente. Vegeta trataba de entender la mirada en sus ojos para determinar sus intenciones, esto era algo que nunca había visto en el pasado. Y todavía no sabía por qué lloraba. Ella estaba sola en la habitación, ¿qué podía haber ocurrido para ponerla así?
Vegeta fue rápidamente sacado de su trance cuando Bulma comenzó a caminar hacia él, sus grandes ojos lo miraban fijamente. Ella se dirigía en su dirección despacio. Por un instante, él se preguntó si debería tener miedo de lo que iba a pasar.
—Mujer, ¿qué estás haciendo? —le preguntó frunciendo el ceño.
Bulma se mordió el labio inferior. ¿Qué era exactamente lo que hacía? Oh, Dios, ¿no estaría buscando consuelo en Vegeta? Sí, así era. Aún podía recordar hacerlo a menudo con Yamcha. Empezaba a llorar como una loca y él la abrazaba, claramente incómodo, mientras murmuraba que no volvería a ver otra película con ella. Pero Vegeta no haría eso. Si tenía suerte, lo único que sucedería sería que le diría que se fuera. Quizás la alejaría. Aun así, seguía caminando en su dirección, su corazón palpitaba como un tambor.
Si le dijo que había una esperanza, eso significaba que también había la esperanza de que le pidiera que se quedara a su lado. Podría no rechazarla, ¿verdad? Incluso existía la posibilidad de que la dejara limpiarse las lágrimas en su pecho “desnudo”.
Cuando se detuvo frente a Vegeta, él hizo la pregunta.
—¿Por qué estás llorando? —Parecía confundido.
El labio inferior de Bulma temblaba al tratar de formar las palabras para explicarlo. Dios, pensaría que se volvió completamente loca. Por fin encontró el coraje de abrir la boca y aclararlo.
—Estaba viendo, este…, mmm…, una película —contestó entre lágrimas y sollozos. A ella le pareció que sonaba como una idiota cuando dijo esa declaración en voz alta.
—¿Una película? —Él parpadeó—. Mujer, estás loca.
Ahora ni siquiera sabía por qué había venido a verla. Sin duda, su enfermedad no era física sino mental. ¿Lloraba por una estúpida película? Había observado un par con ella y para ser honestos, no eran más que una pérdida de tiempo. Por otra parte, esto la definía perfectamente. Vegeta suspiró y se preparó para salir de la habitación. Cuando lo hizo, fue detenido por una mano en su brazo. Inclinó ligeramente la cabeza y miró a Bulma, que tenía hasta cierto punto un firme agarre y se acercó a él.
A ella le gustaba jugar con fuego.
Bulma respiró hondo antes de hacerlo. Envolvió suavemente los brazos alrededor de la cintura de Vegeta y presionó el rostro contra la piel desnuda de su pecho. Lo sintió ponerse rígido bajo su contacto, pero ella no se separó. Vegeta no se movió, sus brazos descansaban a los lados.
¿Qué diablos hacía? ¿Quería que la consolara por llorar? No le importaba que se afligiera por alguna estúpida película, no era asunto suyo, además, él no hacía ese tipo de cosas. Se sintió incómodo y sin que ni uno de los dos lo advirtiera, un diminuto tono de rojo apenas perceptible, apareció en sus mejillas.
Ella sabía que estaba a punto de decir algo, así que lo detuvo.
—Lo sé, «los saiyayíns no abrazan».
Entonces sucedió, una pequeña sonrisa de lado apareció en los labios de él y no se detuvo. No trató de alejarse, en lugar de eso recordó cuando pensó que la mujer trataba de aplastarlo. Había sido hace mucho tiempo, antes de Trunks, antes de que ocurriera algo entre los dos. Vino a su memoria las dos veces que intentó abrazarlo y la pequeña pelea que siguió. De alguna manera, se sentía como si hubiera ocurrido en otra vida o a alguien más, ¿cómo pasaron de eso a lo qué era ahora?
Esta vez, fue el turno de ella de sonreír.
—Yo tenía razón. —Esperó, él no dijo nada—. Los saiyayíns hacen más de lo que piensas, creo que tú eres el único obstinado.
Estaba equivocada. Los saiyayíns no hacían las cosas que él hacía. Maldición, no entendía por qué actuaba así. Incluso ahora, todavía no era él mismo permitiéndole esto. Se dio cuenta de que tal vez no había manera de detener el cambio por el que pasaba. Aún lo rechazaba con firmeza y no le gustaba, pero no creía que pudiera frenarlo. Cada día se dejaba absorber más y más. En un futuro, probablemente sería imposible volver atrás para retener lo que dejaba ir.
Él suspiró.
—Me molestas.
Ella sonrió.
—Lo sé.
Y de pronto, la mano de Vegeta se movió y descansó sobre la espalda de Bulma. Ella esperó a que se diera cuenta de lo que había hecho y la sacara, pero, para su sorpresa, no lo hizo. Era como si él estuviera contento con donde estaba y no le importaba si lo sabía. Por un segundo, Bulma se percató de lo diferente que era este Vegeta de aquel a quien le había enseñado a abrazar hace un par de años.
Este era...
Su saiyayín.