Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Amor difícil ❯ Autocontención ( Chapter 12 )
Descargo de Responsabilidad de Maddie-san: No soy dueña de DBZ.
Amor difícil
Capítulo doce
Autocontención
Bulma hizo una especie de mueca mientras se levantaba de la cama; la espalda la estaba matando y lo había hecho durante la última temporada. No era la primera vez que algo así ocurría y se imaginaba que se le desgarraba un músculo cada vez que se estiraba o se inclinaba, era un fastidio. Cuando un suspiro escapó de sus labios, se encontró mirando el espacio vacío en su dormitorio. Hace unos días, Trunks regresó al suyo y ahora, un pequeño sentimiento de soledad se deslizaba dentro de su corazón; había perdido la compañía de su hijo.
Se mordió el labio inferior antes de negar con la cabeza. En seguida, entró a la ducha y permitió que el agua lavara sus pensamientos. Cosas buenas habían sucedido y no existía ni una razón para hacer hincapié en los pequeños detalles. Bueno, técnicamente no pasó nada bueno, pero tampoco nada malo. Vegeta, contrario a todas las expectativas, fue civilizado en la playa y no tuvo ni una pelea con él en días recientes. Rayos, no podía recordar la última vez que debió arreglar la cámara de gravedad.
En ese momento, frunció el ceño, ¿era eso bueno? No conseguía apartar la sensación que la afectaba, sentía como si algo estuviera mal. No le agradaba que su rutina habitual hubiera desaparecido, porque estaba acostumbrada a ella y le gustaba la unión que les traía. Sin demora, se convenció de que tal vez Vegeta había aprendido a ser un poco más cuidadoso; además, durante su entrenamiento, ahora tenía a Trunks con él, lo que significaba que no estaba actuando de modo imprudente como de costumbre.
Sí, esa era la explicación.
Unos minutos más tarde, Bulma emergió de la ducha sintiéndose fresca. Su enfermedad había desaparecido y su estado de ánimo era resplandeciente, este iba a ser un buen día. Miró su despertador, que indicaba las ocho de la mañana, y decidió que era hora de ir a darle el desayuno a Trunks. Sin embargo, estaba sorprendida de que todavía no llorara. Probablemente, la sesión con su padre fue más agotadora de lo que pensaba. Tenía que admitir que era algo bueno, porque le alegraba dormir un poco más por las mañanas. Aun así, debía asegurarse de que Vegeta no fuera demasiado duro con su hijo.
Solo le tomó a Bulma unos instantes vestirse y con la suficiente rapidez, se dirigió a la habitación del pequeño. Una vez que llegó allí y abrió la puerta, fue bendecida con una vista inesperada. Trunks estaba sentado sin hacer ruido en su cuna con el pulgar en la boca mirando hacia la ventana. Frunció el ceño confundida. Suavemente caminó hacia él, extendió las manos y lo cargó. Él le sonrió, pero no pudo apartar la extraña sensación que captaba, ¿por qué estaba esperando por ella en completo silencio? Algo no parecía bien.
Trunks apoyó la cabeza en su pecho, como solía hacerlo, con los ojos azules muy abiertos y no dejó escapar ni un sonido. Un poco preocupada, Bulma se dirigió a la cocina para darle de comer, ¿quizás Vegeta sabría lo qué pasaba?, ¿y si tenía algo qué ver con el entrenamiento? No importaba lo que se dijera, no podía evitar el pequeño salto en los latidos de su corazón. Su pequeñín siempre manifestaba sus deseos; por lo general, no le gustaba ser ignorado. Una vez más, respiró hondo diciéndose que no era nada. A lo mejor se sentía un poco cansado esta mañana.
Cuando llegó a la cocina, encontró a su madre cocinando, ella tarareaba para sí misma. Tan pronto como Bunny vio a su nieto y a su hija, una sonrisa apareció en su rostro.
—Buenos días —cantó.
Bulma le ofreció una sonrisa débil y puso a Trunks en su silla alta.
—Buenos días, mamá.
Miró a su alrededor tratando de ver si Vegeta estaba cerca, pero parecía no estar a la vista. Eso la dejó con una sola opción.
—Mamá, ¿has visto a Vegeta?
Bunny asintió de prisa.
—Estuvo aquí desayunando hace una hora, más o menos. —Había estado tan asustada cuando Vegeta desayunaba porque ¡casi se le acabaron los waffles!, ¡qué tragedia habría sido! Debía ir de compras al supermercado, estos saiyayíns varones ¡podían comerse una casa entera! Su hija aceptó la respuesta y suspiró.
No era un asunto tan importante, así que Bulma supuso que estaba bien si lo dejaba para más tarde. A veces se preguntaba por qué aceptaba que esas cosas la preocuparan tanto. Para distraerse preparó la comida de Trunks y se la llevó lista para dársela de comer. Esta vez, fue agraciada con otra sorpresa. Cuando acercó la cuchara a su boca, Trunks la tomó y ella se quedó boquiabierta ante la acción.
El niño no pareció notarlo cuando se metió la cuchara en la boca, él solo.
Bulma no sabía cómo reaccionar. A menudo Trunks se alimentaba, pero eso era siempre que lo dejaba, nunca si se ofrecía a darle de comer. A su pequeño le encantaba ser mimado, ¿verdad? El pánico inundó sus ojos azules, poco a poco comprendió que únicamente había una persona responsable de esta súbita autonomía: Vegeta. Se suponía que debía entrenar a Trunks, no convertirlo en un hombre; al menos no todavía. Ella frunció el ceño, le entregó al niño el tazón y se levantó. Al parecer, podía hacerlo por sí mismo. Mientras él comía, iba a enfrentar a cierto saiyayín.
Sus pasos eran violentos y veloces al dirigirse a la cámara de gravedad.
¡No entendía cómo su pequeñito podía haber cambiado tan rápidamente! ¡Vegeta tenía que haber hecho algo! ¡Hace dos días, él era el niño exigente qué siempre había conocido! ¡Nadie podía ser otro así de la nada! Su respiración se aceleraba al apresurar sus pasos. En seguida llegó a la cámara de gravedad y la sensación de ira dentro de ella provocó que golpeara con violencia la puerta. Después de unos segundos todavía no había respuesta, así que repitió sus acciones y esta vez, gritó además de eso.
—¡VEGETA ABRE LA PUERTA!
Imbécil.
Finalmente, unos instantes más tarde, la puerta se abrió y Bulma se encontró mirando a un Vegeta muy enojado. Sus brazos estaban cruzados frente a su pecho, sabía que él no estaría del mejor humor para explicar algo, pero en este momento, no era una prioridad; su cólera la cegaba.
—¿Qué le hiciste a Trunks? —le preguntó.
La expresión de Vegeta permaneció sin cambios.
—Mujer, ¿de qué estás hablando? —¿En realidad lo había interrumpido para esto?
Bulma casi puso los ojos en blanco.
—¿Por qué es tan... —Buscó la palabra correcta—, autosuficiente?
Por primera vez, él permitió que las emociones se mostraran en su rostro al sonreír.
—¿Ya no puedes darle de comer?
Los ojos de Bulma se entrecerraron.
—¿Por qué no quiere mi ayuda?
—Mujer, ha crecido, ya era hora de que hiciera las cosas por su cuenta.
Pensando que la conversación había concluido, Vegeta se dio la vuelta para irse, sin embargo, Bulma no terminaba con él. Ella lo agarró del brazo con sus pequeñas manos e intentó forzarlo a darse la vuelta. No era lo suficientemente fuerte para hacerlo y a pesar de eso, Vegeta giró para escuchar lo que tenía que decir.
—También es mi hijo, ¿sabes?, quizás no quiero que crezca todavía.
Tal vez sonaba un poco egoísta, pero ¿quién podía culparla? Después de vivir con una persona como Vegeta durante tanto tiempo, era agradable ser necesaria. Le gustaba cuidar de alguien que apreciaba todo el trabajo que hacía. El amor de Trunks por ella era incondicional y siempre estaba agradecido; no diría lo mismo de Vegeta.
Él se burló.
—El mundo allá afuera no es fácil, mujer, no puedes criarlo para ser débil, no toleraré eso.
Casi siempre era lo mismo.
—Él no está creciendo en el mismo entorno que tú, Vegeta, no está obligado a ser tan duro. Los sentimientos le son permitidos, eso no lo debilitará.
Sus ojos se volvieron más oscuros y le clavó la mirada.
—No sabes nada sobre sobrevivir, mujer, siempre has tenido gente en la cual confiar. La vida no es así.
En ese punto, ella se estaba dirigiendo a abrir un camino. Siempre era tan difícil conseguir que Vegeta compartiera o mostrara cualquier tipo de sentimientos, e intentaría sacar lo mejor de cada ocasión que él le diera. Esta era una de ellas, si solo pudiera hacerle admitir algunas cosas.
—La vida de Trunks no tiene que ser tan dura como la tuya, Vegeta, crecerá con sus dos padres.
La mano de Bulma que se había quedado en su brazo se deslizó hasta su muñeca como si estuviera tratando de consolarlo. Quizás ese fue su primer error, Vegeta no buscaba la compasión de nadie y ella lo sabía, más no pudo detenerse de hacer ese gesto. Él significaba todo para ella y deseaba poder borrar su dolor, pero si mantenía esa pared, sería imposible que lo hiciera.
Ante sus palabras, Vegeta se puso rígido.
—Mi vida no fue dura, mujer; no fui mimado y sobreviví. —Inmediatamente apartó el brazo. Una furia se agitaba dentro de él y no estaba seguro del porqué, sus palabras no deberían afectarlo tanto.
De pronto, el silencio se instaló entre ellos y Bulma entendió que lo mejor era dejarlo solo. No quería decir que se daría por vencida, simplemente necesitaba otro enfoque. No conseguiría trabajar con sentimientos cuando se trataba de Vegeta, lo único que parecía entender era lo físico: en la lucha y en el amor. Vegeta no amaba, al menos no con palabras y a pesar de eso, Bulma había sentido a menudo emociones de gran alcance durante su contacto carnal. Tal vez era la única manera en la que sabía expresarse.
Despacio, ella asintió con la cabeza antes de decidir que dejarlo era la mejor solución en este momento. Cuando Vegeta no iba a compartir, podía sentirlo. Un suspiro escapó de sus labios y lo miró una última vez, luego bajó la vista al suelo, dio media vuelta y se fue. Bulma era consciente de que su vida no había sido fácil, pero a veces deseaba que él se permitiera olvidar. Ahora en la Tierra, con ella, con Trunks, tenía otra vida, una nueva.
Si tan solo dejara ir el pasado.
Una vez que Vegeta sintió que estaba lo suficientemente lejos, cerró la puerta de la cámara de gravedad. Podía percibir un cosquilleo en el brazo donde su mano había estado descansando, aun así, lo hizo a un lado. A veces lograba enfurecerlo. No tenía ningún deseo de que ella conociera cómo fue su pasado, lo más probable era que no sería capaz de manejar la mayoría de las cosas que había hecho. Algunas de ellas todavía lo perseguían por la noche y constituían la razón principal por lo que sus horas de reposo fueran tan cortas. Si se dejaba caer en un sueño profundo, las pesadillas vendrían.
Entrecerró los ojos y reanudó su entrenamiento.
Y se dio cuenta de que cada día le permitía entrar más y más.
¿Podría ser un error?
✺✺✺
Error.
Bulma gimió y tiró la cuchara dentro del tazón. Honestamente, no tendría que ser tan difícil hacer un simple pastel y con todo, ¡estaba fuera de su alcance! No debió dejarse llevar por los consejos de su madre. Bunny le había hablado al oído, diciendo que necesitaba ser una buena esposa para Vegeta. Al parecer, una buena esposa sabía cocinar. Era cierto que cuando tenías a alguien que comía tanto como él, eso era casi una obligación; pero ella contaba con su madre para hacerlo, ¿verdad? Y si no, ¡contaba con el suficiente dinero para ordenar un festín todos los días!
Luego pensó en Trunks. ¿No sería bueno que si su madre no estuviera aquí, pudiera prepararle una comida casera? Después de mucho meditar estuvo de acuerdo. Bunny dijo que aprendió a hornear primero y le dio algunas recetas antes de desaparecer con Trunks. Bulma aprendió después de tres horas y cinco pasteles que era un caso perdido. Se quedó mirando su última mezcla, estaba segura que sería tan horrible como la primera. Ella era tan buena siguiendo instrucciones, ¿por qué no podía hacerlo cuando se trataba de cocinar?
Mientras Bulma se hallaba ocupada tratando de encontrar una manera de salvar su pastel, un hambriento Vegeta entraba en la cocina. El olor que persistía en el aire era dulce, sin embargo, una vez que llegó y vio a la mujer rodeada de ingredientes y utensilios, sabía que lo que hubiera cocinado no sabría tan bien como olía. Consideró marcharse aun con hambre. Probablemente había algo en la nevera con lo que podía satisfacerse; con suerte, él se iría en poco tiempo.
En el momento en que puso el pie dentro, Bulma lo oyó y se volvió para examinarlo: el sudor goteaba por su pecho debido al entrenamiento y él jadeaba un poco, sus músculos parecían sobresalir más de lo habitual, tal vez porque acababa de sobrecargarse de trabajo. Lo habría observado más tiempo si sus ojos no se hubieran encontrado. Pretendiendo que no fue pillada comiéndoselo con la vista, Bulma enfocó su atención en el horneado; incluso Vegeta que comía de todo no comería eso. Ella suspiró y sacó la cuchara.
Se quedó quieta oyéndolo vagar por la nevera, buscando algo que llevarse al estómago.
—Hay pollo detrás de la mostaza —dijo mirando a otro lado.
Él no respondió, aunque bastante pronto, lo oyó cerrar la puerta y supo que lo había ubicado. Apareció en su línea de visión cuando se dirigió a la mesa donde casi tiró el pollo y se sentó molesto. Bulma sabía que debía apartar la mirada, más no pudo evitar observarlo. Fue entonces cuando una luz se abrió paso en su mente. Ella ya había asumido que Vegeta era más una persona física que orientada a los sentimientos; en este instante parecía enojado y se preguntó si lograría cambiar su estado de ánimo.
Con calma, ella sumergió el dedo en la mezcla de pastel, sus ojos nunca lo dejaron; Vegeta sabía cuándo alguien lo observaba. Bulma esperó a que él cambiara de posición, sin embargo, no lo hizo. Tenía el dedo goteando y se estaba poniendo ansiosa. Entonces sucedió, él inclinó levemente la cabeza, pero antes de que la capturara viéndolo de forma indiscreta, ella miró hacia el tazón, como si hubiera estado ocupada todo el tiempo. Suavemente, se metió el dedo en la boca, chupó la mezcla y luego, una vez que casi terminó, levantó la cabeza.
Sus ojos se encontraron, ella succionó el resto de la mezcla en su dedo y lo sacó. La mirada de Vegeta no revelaba nada y se quedó especulando si funcionó o no. Bulma no apartó los ojos cuando se dirigió al mostrador. Gracias a Kamisama por los minishorts. Se delató al por fin romper el contacto visual para estirarse y alcanzar algunos de los utensilios más lejanos. Tenía la sensación de que estaba siendo muy obvia; por otra parte, no era como si su relación, bueno, la física, con Vegeta no fuera ya abierta.
La pregunta era, ¿él lo mencionaría?, ¿se atrevería a decir que sabía lo que estaba haciendo?
Después de unos instantes más, volvió a su posición original. Bulma curioseó en su dirección y vio que había reanudado la comida y no le estaba prestando atención. Tanto esfuerzo para nada. A pesar de eso, se negó a darse por vencida, o porque era terca, o porque la mujer en ella exigía esto. Agarró el tazón del mostrador y avanzó decidida a que la reconociera. ¿Qué era lo que había en él qué la hacía tan apasionada y ardiente? Nunca podía dejarlo ir, sin importar lo mucho que tuviera que presionar.
En seguida, llegó a su lado y, aun así, Vegeta no hizo ningún intento de echarle un vistazo. Una vez más, ella metió el dedo dentro del tazón, pero, en lugar de llevárselo a la boca, lo acercó a la de él. En esta ocasión, Vegeta la observó para comprender lo que pretendía hacer. Bulma sonrió levemente, sabía muy bien que él no era alguien que rechazara un desafío.
—Mezcla de pastel —casi susurró mirando sus ojos onyx.
Vegeta se quedó examinando los suyos azules sospechosamente, ¿qué intentaba lograr? Bajó la vista hacia el dedo que goteaba y luego de nuevo a ella. Había notado su comportamiento desde que entró en la cocina: la forma en que se lamió el dedo, la forma en que se inclinaba. Obviamente quería probar un punto. Pues bien, en este instante, ella estaba tratando de ver si realmente le chuparía el dedo. Una pequeña sonrisa de suficiencia apareció en su rostro cuando decidió que podía ser divertido entretenerla, además, tenía la sensación de que ese plan sería contraproducente.
Los ojos de Bulma se ampliaron un poco cuando lo observó acercarse a su dedo con la boca. Sus ojos estaban en ella todo el tiempo mientras, lentamente, él la abría y ponía la punta de la lengua en su dedo. Tan pronto como percibió el calor de su boca en la piel, ella sintió que una sacudida de placer le bajaba por la espina dorsal y se puso peor cuando sintió la lengua. Por un segundo las rodillas se le debilitaron, estaba segura de que su nariz podía oler su estado actual. Maldito sea, ¿por qué era tan condenadamente atractivo incluso cuándo no lo intentaba?
Siguió haciendo esas acciones durante unos cuantos segundos más antes de alejarse, sin romper la mirada. Cuando al fin lo hizo, la sonrisa de suficiencia en su rostro todavía se hallaba presente: ella estaba excitada. Solo había un problema, su propio cuerpo lo traicionó. Sus ojos parpadearon y decidió que ya era hora de que se fuera. Esto no era lo que se suponía que sucedería y nadie más que él y la maldita arpía que los había interrumpido eran los responsables.
—Ni siquiera puedes hornear, mujer —dijo y se levantó.
Dicho esto, se alejó para reanudar su entrenamiento. Comería más tarde, ahora tenía algo de frustración de la que deshacerse y eso era lo que iba a hacer. Un suspiro de fracaso mezclado con un gruñido se le escapó cuando desapareció de la cocina.
Bulma lo contempló alejarse un poco nerviosa. Su mente se llenó de pensamientos y ninguno de ellos era puro. Lo que pasó no era una mala cosa, ¿verdad? No había nada de malo con que ella y Vegeta compartieran una relación física, aunque ¿estaba bien escuchar siempre a su cuerpo? Ella quería algo más que físico, quería lo emocional; pero el sexo era todo lo que podía obtener de él en este momento y para ser honesta, tenía un autocontrol increíble. Había visto a Vegeta caer por menos que eso, sería justo permitirle un poco de alivio.
Volvió la cabeza para mirar hacia la puerta por donde se había ido. Tal vez, si seguía seduciéndolo, él tomaría la decisión por su cuenta. Siendo franca, ¿cuándo Vegeta venía a verla por su cuenta? Ella siempre fue la que iniciaba las interacciones físicas. ¿Su control no se partiría en algún momento? Podría ser un saiyayín, pero por más que nunca lo admitiera, experimentaba debilidades como todos los demás; un día eventualmente se rendiría, lo hizo varias veces con ella. Bulma suspiró.
Parecía que había sido menos complicado acercarse antes de los androides. Era como si tuvieran un arreglo y estaba bien decirlo sin más, ¿por qué ya no?, ¿por qué se sentía avergonzada?, ¿por qué él se negaba a hablar de ello? Eran adultos y era natural tener necesidades. Quizás si pudiera convencerlo de eso, estaría de acuerdo con ella, aunque fuera muy terco. Debía de empezar en alguna parte, ya que a pesar de que pasaron algún tiempo juntos, le daba la impresión de que todo seguía igual.
Vegeta debía salir de su caparazón.
✺✺✺
Un puñetazo.
Otro puñetazo.
Vegeta podía sentir que el sudor que goteaba por su nariz caía al suelo, pero él le prestaba poca atención. Todos sus músculos le gritaban que cesara el entrenamiento. Su cuerpo estaba a punto de quebrarse, pero apartó la sensación como si no fuera nada. Había elevado el nivel de gravedad más de a la que normalmente entrenaba: a 700 g. La mujer se quejaría si lo supiera y diría que era demasiado alta, que rompería la máquina. No le importaba, gruñidos salían de él después de cada golpe que lanzaba.
Estaba trabajando con su reserva de energía, lo sabía y no le interesaba. Si nunca hubiera empujado su cuerpo en el pasado, nunca habría alcanzado su objetivo. Un cuerpo saiyayín podía manejar tal tensión, tal trabajo; no fueron hechos para quebrarse, solo para ser más fuertes. Además, trabajar tan duro le permitía olvidar, no concentrarse en ella, en su hijo. Tanto si lo deseaba como si no, cada día los veía más y pensaba más en ellos. El niño no lo molestaba tanto; ella, sí. Todavía recordaba con claridad cómo se sintió en la playa.
Por alguna razón, estar allí juntos no lo irritó tanto como debería. Lo había tocado, besado y él no hizo absolutamente nada. ¿Podría ser que se hubiera acostumbrado a su presencia?, ¿era posible que ya no lo molestara? Todas esas peleas no lo exasperaban tanto, su propósito era entretenerlo, sazonar un poco su día. Demonios, incluso había caído en la rutina con ella. La idea de tenerla a su lado debería haber sido sofocante, así que, ¿por qué no lo era?
¿Por qué aún se sentía libre, como si estuviera haciéndolo todo por su propia voluntad?
Esta no era la manera en que las cosas deberían ser. Por otro lado, nada funcionaba como se suponía cuando se trataba de ella.
Y la forma en que obviamente intentaba llamar su atención. La pequeña bruja sabía que él no era capaz de controlarse por completo a su alrededor, si lo fuera, no tendrían un hijo. La única cosa que no entendía, sin embargo, era, ¿por qué ahora? Había pasado mucho tiempo desde la última vez que estuvieron juntos; demasiado si se basaba en la sensibilidad de su cuerpo. Sea como fuere, no comprendía por qué lo hacía precisamente en este momento. Todo entre los dos era un desastre y por más que lo odiara, no podía negar que se iba acostumbrando y que se sentía cómodo en esta casa.
Frunció el ceño.
¿Se estaba convirtiendo en ese idiota de Kakaroto?, ¿estaba dejando qué este planeta lo absorbiera?, ¿quería eso?
Más frustración se acumulaba en el interior de Vegeta gracias a los pensamientos que corrían por su mente. Cada día que pasaba, se confundía más. Incluso sus propias acciones lo desconcertaban. De hecho, se permitió relajarse en su compañía; por ejemplo, en la playa, no había hablado mucho con ella, pero se quedó y comió con ellos. No se fue hasta que ella se marchó. Vegeta podría haber estado haciendo cosas mejores con su tiempo, como entrenar. En su lugar, desperdició preciosas horas en la mujer, ¿y qué consiguió con eso? Él no ganaba nada con ella.
¿Se estaba volviendo suave?
En su furia, golpeó la pared con su puño y toda esta fue puesta en el movimiento. A pesar de la gravedad alta, se las arregló para perforar un agujero en la pared. No pasó mucho tiempo hasta que las luces parpadearon y pensó que logró arrancar algunos de los cables. Tal vez había sido suficiente por esta noche. Volvió a bajar al piso y apagó la cámara de gravedad medio destrozada antes de salir, la furia aún permanecía muy presente dentro de él. Al caminar por el pasillo, sus ojos se enfocaron en la habitación de Bulma; podía sentir su ki, ella se hallaba allí, probablemente dormía.
Estaba a punto de empujar sus pensamientos sobre el tema al fondo de su mente cuando oyó algo. Vegeta giró de inmediato la cabeza hacia el ruido, solo para ver la puerta entreabrirse. Podía notar a través de la abertura sus ojos azules mirándolo fijamente. Él detuvo sus pasos y se quedó contemplándola. Ella no pronunció una palabra, ni siquiera un susurro, simplemente lo miraba. Debería haberse ido, no debería haberle importado, sin embargo, no se movió. En realidad ella fue la primera en irse, aun así, dejó que la puerta se abriera y no estaba seguro si era una invitación.
Trató de convencerse de alejarse, en cambio, su obstinación y curiosidad lo hicieron caminar hacia la habitación. Vegeta se maldijo mentalmente mientras avanzaba hacia ella. Cuando llegó a la puerta, la abrió un poco más y examinó el lugar. Aunque la oscuridad engullía todo, veía muy bien, Bulma estaba sentada en el borde de la cama mirándolo persistentemente. Se dio cuenta de que llevaba un short y una blusa; sus ojos puestos en él lo observaron avanzar en su dirección.
Ella entreabrió los labios cuando se sentó a su lado dándole la espalda. Ninguno de los dos dijo una palabra, a pesar de que podía sentirla posar la mirada en él. Luego, unos instantes después, la sintió moverse. Con suavidad, Bulma envolvió los brazos alrededor de su cintura y presionó el rostro contra su nuca desnuda. La posición era similar a aquella en la que habían estado unas pocas semanas atrás. Una vez más, ella oía el latido de su corazón, que a diferencia de la última vez mantenía un ritmo normal; el suyo no, este martillaba dentro de su pecho.
Y de repente, notó que las lágrimas le quemaban los ojos, si bien, las reprimió.
No podía explicarlo, no podía entenderlo.
Bulma presionó su cuerpo con fuerza contra el de él aplanando sus senos en su poderosa espalda. ¿Qué tenía este hombre que hacía que le doliera el alma?, ¿qué tenía que le cautivaba el corazón? Vegeta no era particularmente dulce, ni siquiera agradable; era fuerte, pero podía ser egoísta. Se negaba a sentir y la alejaba de manera constante. Para ser honesta, nunca habría un futuro para los dos y con todo, se aferraba. ¿Era por el atisbo de luz qué a veces él le permitía ver? O tal vez era porque él sostuvo su corazón entre sus manos antes de que ella siquiera se diera cuenta de que lo cuidaba.
Todo en Vegeta gritaba soledad, rehusaba la compañía; sin embargo, sabía que la ansiaba.
Un solo toque de él y su cuerpo ardía en llamas. La hacía sentirse completa y especial. Extrañamente, el hecho de que la tolerara a su alrededor o que la dejara acercarse a su cuerpo como ahora, era suficiente para que se sintiera deseada. Estaba segura de que nunca consentiría que nadie lo hiciera. Tal vez estaba creando poco a poco un recuerdo de sí misma en el corazón de él. Cada día que pasaba, su disgusto por ella parecía disminuir. Si Vegeta pudiera entender sus sentimientos, quizás las cosas serían más fáciles; pero nunca le pediría demasiado, Bulma nunca le pediría que fuera un hombre que no era.
Todo lo que debía hacer era ser él mismo y eso siempre sería suficiente para ella.
Sin reflexionar más, Bulma presionó sus húmedos labios contra su nuca. Para sorpresa de ambos, él no se puso rígido ante el contacto; se encontró completamente relajado bajo su abrazo. Una pequeña sonrisa apareció en los labios de ella y besó su piel otra vez. Estaba cálido, como si quemara. Ya no pensaba con claridad, dejó que su boca recorriera la espalda desnuda. Cada músculo, cada cicatriz, los besó. Esta vez, en cambio, advirtió que los latidos del corazón de Vegeta aumentaban y se preguntó si era algo bueno.
Ella hundió las yemas de los dedos en las líneas de sus abdominales agarrándose con fuerza, casi temiendo que la empujara. Sintió el calor de su propio cuerpo elevarse y su ritmo respiratorio aumentar. Se levantó apenas, con los brazos aún envueltos alrededor de su cintura para presionar unos cuantos besos a lo largo de la línea de su mandíbula. Sus ojos se mantuvieron firmemente cerrados cuando se acercó lo más posible su boca. Casi la tocaba, pero se ubicaba demasiado lejos. Su posición no le permitía mucho movimiento; Bulma quería llegar y no estaba segura si él la dejaría.
Esperó unos segundos para decidirse, luego lo liberó de su control y se puso de pie con lentitud. Casi con timidez se le acercó y una vez que se hallaron uno frente al otro, encontró el valor para sentarse sobre él. Quedaron cara a cara, ella tenía las piernas casi envueltas alrededor de su cintura. Al principio los brazos de Vegeta descansaban sobre sus costados y casi se preocupó. Ella llevó las manos a su cabello negro, pero las dejó quietas, aunque deseaba pasarle los dedos. Era un fetiche suyo que no podía controlar.
Tomó unos segundos para que Bulma bajara las manos y le acariciara el rostro. Inclinó ligeramente la cabeza; sus narices casi se tocaban, sus labios estaban tan cerca, ella ya sentía su cálido aliento. De pronto se arrojó. Chocó los labios contra los suyos y si bien debía ser un beso dulce, de alguna manera perdió el control y terminó asolando su boca. Fue entonces cuando él alzó las manos. Lo sintió agarrarla por los hombros y presionar su cuerpo para juntarlos. Bulma tomó el labio inferior de Vegeta entre sus dientes y lo mordisqueó un poco.
Ese gesto pareció disminuir su autocontrol y antes de que ella lo supiera, sintió que él invadía su boca con la lengua. No intentó detenerlo, gimió cuando lo dejó lamerle el labio como si la saboreara. Mientras tanto, él siguió moviendo las manos y Bulma las sentía bajar por su espalda, ¿por qué quería desesperadamente que la sostuviera? Si había una persona que sabía lo rudo que podía ser, era ella y para ser honesta, le encantaba. Deseaba que él tomara y tomara todo de ella hasta que no quedara nada.
Vegeta comprendía que había caído directo en la trampa, a pesar de ello, no intentó detenerse. Tal vez necesitaba esto. Tal vez la quería. Le faltaba el contacto de la piel y sin pensarlo, deslizó las manos por debajo de su blusa y sintió la suavidad de esta bajo sus dedos ásperos. Apretó con gentileza las caderas de Bulma y la oyó gemir de nuevo. Su ingle se presionó contra su núcleo y sabía que ella era consciente de su estado actual. Él tenía la mente nublada por su propio deseo, arrastró las manos hacia abajo y sin darse cuenta, ya la estaba agarrando de las nalgas con fuerza.
Bulma echó la cabeza hacia atrás rompiendo el beso.
Cuando su cabeza volvió a la posición original, él la vio a los ojos. Sí, el deseo era evidente en ellos, pero era más que eso. Por lo general, podía leerla como un libro abierto porque sus emociones eran tan evidentes en su rostro. Ella nunca fue alguien que ocultara lo que sentía, esta vez no era diferente. Todos sus sentimientos los podía ver; sin embargo, allí, en la mezcla, en el remolino, notó uno nuevo. Esa emoción solo la había observado una vez en sus ojos. Fue hace mucho tiempo y le sorprendió que aún lo recordara.
Sucedió después de la pelea contra Frízer. Su idiota débil volvía y rememoró la expresión de su rostro cuando lo vio: se había iluminado por completo, sus ojos brillaban como diamantes, era como si todo alrededor de ella hubiera dejado de existir por un segundo. Al parecer, lo llamaban amor. Ahora mismo, en este preciso momento, lo veía en sus pupilas y sintió que su propio deseo se extinguía.
Ella trató de reanudar el beso, más él la esquivó. La confusión pronto apareció en los rasgos de Bulma y estaba convencido de que no lo entendería. Vegeta casi suspiró, pero se contuvo. Agarró sus caderas una vez más y con cuidado, la levantó. Antes de que ella pudiera entender lo sucedía, Vegeta la había recostado en la cama. Bulma entrecerró los ojos un poco; ¿qué pasaba? Cuando estaba a punto de hacerle esa pregunta, él hizo algo inesperado, posó los labios en su frente.
Fue tan breve, casi inexistente, ella incluso pensó que lo había imaginado.
Él la miró una última vez y se alejó. Bulma lo observó detenidamente mientras lo hacía y sus ojos solo se apartaron en el momento en que él cerró la puerta. Con los labios entreabiertos, sin aliento, se pasó los dedos por el cabello. Todavía no entendía lo que lo hizo partir, ¿había temido lo que podría haber pasado si se hubiera quedado?
Y en la oscuridad, sus ojos se iluminaron y brillaron.
Vegeta.