Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Amor difícil ❯ Comodidad ( Chapter 18 )
Descargo de responsabilidad de Maddie-san: No soy dueña de DBZ.
Amor difícil
Capítulo dieciocho
Comodidad
¿Tres? ¿O eran cuatro?
Un suspiro escapó de sus labios cuando apartó los nuevos planos. Honestamente, estaba demasiado cansada para seguir trabajando. Bulma permitió que su cabeza descansara en la cabecera y cerró los ojos. Quizás era hora de parar, a fin de cuentas, ya daban las once y era probable que Vegeta detuviera su entrenamiento.
Todo este lío en la cama seguro lo molestaría y ella no tenía ganas de discutir.
— ¡Querida, ya viste esto!
Ante sonido de la voz de su madre, los ojos de Bulma se abrieron de golpe. Gimió discretamente y esperó a que apareciera a la vista; no pudo evitar levantar una ceja cuando ella entró sosteniendo una enorme caja con una gran sonrisa en el rostro.
—¡Mira todas las revistas qué coleccioné a lo largo de los años!
Intrigada, Bulma tomó una después de que su madre pusiera la caja en la cama. De inmediato, una similitud entre todas le llamó la atención: ella estaba en las portadas. Cada vez más fascinada, comenzó a revisarla.
Bunny se sentó a su lado, feliz de que compartiera su alegría.
—Cada vez que veía una en la que salías, la compraba. —¿Cómo podría no hacerlo?, ¡era tan halagador que la imagen de su hija estuviera en ellas!
Bulma asintió distraídamente, sin escuchar en realidad mientras las sacaba y hojeaba solo los titulares. La mayoría de ellas eran sobre cosas típicas: a veces mencionaban sus inventos, otras se debían a quién era, algunas incluso tenían fotos de ella y Yamcha.
Pero había una cosa para la que no estaba preparada y era el grupo de revistas que se encontraban al fondo. Sus titulares eran un poco diferentes: «Bulma Briefs tiene un hijo fuera del matrimonio», «¿Cayó la vergüenza sobre el apellido Briefs?», «Como Bulma Briefs salió con su domingo siete», «Entérese de su tragedia, la heredera quedó sola y embarazada después de una noche de sexo ocasional».
Sintió que le temblaban las manos, las soltó y cayeron sobre su regazo. Las lágrimas le escocían los ojos, mas no caían. A Bulma no le preocupaba lo que la gente pensara. Demonios, siempre fue obstinada y hacía lo que quería.
Trunks era su regalo más preciado, a ella no le importaba la manera en que llegó a su vida o los eventos que rodearon su nacimiento. Él era su pequeñito. Francamente, ni siquiera le molestaba que Vegeta y ella no estuvieran casados o que nunca lo estarían; le gustaba su vida y como otros la juzgasen, la tenía sin cuidado.
Sin embargo, dolía.
En algún lugar en lo profundo, no podía negar la pequeña tirantez en su corazón.
¿Cómo era posible qué no viera estas revistas?, ¿cómo no se enteró? Cuando Trunks nació permaneció muy ocupada manejándolo todo, no era una sorpresa que hubiera estado un poco desconectada de la realidad... pero, aun así, ¿cómo pudo pasarlo por alto?
¿Y por qué se detuvieron?
Todavía salía con Trunks, ¿por qué no había personas que sacaran fotos o publicaran artículos nuevos?
Antes de que se diera cuenta, se encontró arrasando la caja en busca de más. Bunny se quedó sin aliento y se rio sin entender lo que pasaba. Después de unos minutos, Bulma concluyó que esas eran las únicas. Entonces tenía razón, se habían detenido, a menos que su madre hubiera dejado de comprarlas.
—Mamá, ¿cuándo dejaste de comprar esto? —preguntó tratando de evitar que su voz se quebrara.
Bunny se llevó un dedo al mentón y le dio ligeros golpecitos durante unos segundos.
—Hace aproximadamente un mes, ¡he estado tan ocupada!
Bulma se mordió el labio inferior. Su madre era la persona equivocada a quien preguntarle, lo más probable era que su padre manejara más información, aunque ya era demasiado tarde. Tendría que esperar y preguntarle mañana. Un fuerte suspiro escapó de sus labios mientras agarraba un grupo de revistas.
Sus ojos todavía estaban llorosos y aun así se negó a dejar que el tema la afectara. ¿A quién le importaba si no contaba con una familia convencional? Eso no la hacía menos buena o mala, amaba su vida tal y como era, y punto.
Cuando bajó los brazos para devolverlas a su lugar, unas tres cayeron al suelo. Bulma guardó primero las que mantenía en sus manos, pero en el momento en que fue a recoger el resto, notó que no estaban en el piso. Por un instante el corazón se le encogió cuando vio sus pies.
Levantó la mirada un poco y se halló con él. Los ojos de Vegeta recorrieron las revistas durante unos segundos antes de ver en su dirección. Sus fríos ojos de ónix quedaron sobre ella analizando su rostro, probablemente sumando dos más dos.
En lugar de romper el contacto visual, Bulma se puso de pie y se las quitó con mucha calma. Él nunca ofreció resistencia, en su lugar, de inmediato comenzó a alejarse hacia la ducha.
Fue entonces cuando Bunny lo advirtió.
—¡Eres tú, Vegeta! —dijo casi chillando.
Bulma podría haberlo imaginado, pero juró que por un breve segundo lo vio detenerse en seco y estremecerse. ¿Quién lo hubiera imaginado? El mayor miedo de Vegeta: Bunny Briefs. Casi no logró contener la risa.
La sonrisa de Bunny pareció desvanecerse un poco, pero después de unos momentos se iluminó de nuevo. El pobre muchacho probablemente se mostraba tímido porque lo atraparon en su habitación con escasa ropa; aunque no debería serlo, ella estaba acostumbrada y apreciaba “mucho” la vista. Que tristeza que se fuera.
Luego de unos segundos, Bulma giró la cabeza y enfocó su atención en lo que había estado haciendo antes de la interrupción. Sin pensarlo dos veces, colocó el resto de las revistas en la caja a donde pertenecían. No había necesidad de detenerse en esto, además ella no obtendría ninguna respuesta hasta mañana.
—Oh, querida, ¿ya terminaste de revisarlas? —preguntó Bunny un poco sorprendida.
Bulma forzó una sonrisa.
—Sí, gracias mamá, creo que me iré a la cama ahora.
Bunny soltó una risita.
—Por supuesto, “ve” a la cama, cariño —dijo con tono muy sugerente.
La mujer de cabello azul se paralizó, pero guardó silencio mientras veía a su madre agarrar la caja y salir, no sin gritar:
—¡Querido, mira lo que tengo aquí!
A veces, Bulma envidiaba la paciencia de su padre, tenía que ser un regalo de Dios.
Se frotó un poquito los párpados, se terminó de despabilar y se deshizo de sus ojos llorosos. Su siguiente acto fue proceder a seguir con su rutina nocturna, aun cuando lo usual era que Vegeta no estuviera allí cuando ella hacía eso. Necesitaba el baño, pero él lo utilizaba. Podía esperar, sin embargo, ¿sería un gran problema si entraba?
Decidiendo que no lo era, Bulma se dirigió hacia allí. Su pequeña mano agarró la perilla, la giró y abrió la puerta. Una gran cantidad de vapor llenaba todo el lugar, lo cual no era una sorpresa teniendo en cuenta que a Vegeta le gustaba que su agua hirviera. En silencio, a pesar de que probablemente él ya era consciente de su presencia, ingresó a hurtadillas.
Agarró una toalla blanca que colgaba, limpió la niebla en el espejo y alcanzó su cepillo y su pasta dental. Mientras esperaba a escuchar cualquier sonido o queja, comenzó a cepillarse los dientes. Después de unos instantes no se podía oír nada, así que para romper el silencio decidió tararear una canción.
Si eso no lo molestaba…
En realidad, toda esta situación ya parecía molestarlo lo suficiente. Todas las mañanas ella lo escuchaba gruñir, soltar alguna maldición y se veía más que enfadado. U odiaba la habitación —en tal caso por qué no hacía el intento de irse— o en verdad no era una persona de la mañana, lo que sería extraño para alguien que se despertaba a las cuatro de la madrugada todos los días.
Ella se encogió de hombros y escupió la pasta dental en el lavabo. Al mismo tiempo, escuchó que el agua se detenía y supo que él estaba a punto de salir. En el espejo podía ver su musculoso brazo asomar por la cortina de la ducha para buscar una toalla. Desafortunadamente, no obtuvo la visión que deseaba porque cuando apareció ya tenía una toalla alrededor de la cintura.
Dios, era una pervertida.
Luego ella levantó la vista. Vegeta contempló su reflejo en el espejo y cruzaron miradas. Los labios de Bulma se separaron ligeramente, mas no pronunció una palabra. Ella fue quien rompió el contacto visual al mirar su cepillo de dientes. Podía oír sus pasos y lo primero que se le vino a la mente fue irse.
Se dio la vuelta lista para hacer eso, pero al parecer no era lo que Vegeta había planeado.
Tan pronto como se giró, se encontró cara a cara con él, sus narices casi se tocaron. Inconscientemente, ella presionó sus labios con fuerza y una vez más sus orbes oscuras se clavaron en las suyas.
—Fuera del matrimonio —dijo rompiendo el silencio.
Así que había leído los titulares. Ella se lamió sus labios secos.
—Es tener un hijo cuando no estás casada. —Lo vio fruncir el ceño, ¿no sabía lo qué era casarse? Bueno, tal vez era diferente para los saiyayíns—. ¿Matrimonio… boda? —La expresión de Vegeta no cambió. Por supuesto, él no diría que no lo entendía—. Una ceremonia en la que dos personas se comprometen a estar juntos hasta que la muerte los separe.
Eso pareció hacer el truco.
Vegeta ya había asumido lo que decían los titulares por más que no estaba familiarizado con la expresión. Los saiyayíns no tenían bodas, ellos se apareaban. Por lo que él llegó a observar durante sus últimos años en la Tierra, ambas cosas eran muy diferentes. Todo indicaba que los humanos tomaban las palabras “hasta que la muerte los separe” muy a la ligera. El apareamiento era de por vida y no constituía un vínculo que pudiera revertirse.
Ella no debería preguntar, pero quería hacerlo.
—¿Dispones de algo así?
Incluso una raza de guerreros tomaban parejas... tenían que reproducirse, ¿no? Y por lo que ella notó con Vegeta, —aunque a menudo estaba tratando de ocultarlo— eran posesivos; seguramente no deseaban compartir a sus mujeres.
—Nada tan patético como la versión de ustedes. Los humanos no tienen valores y le faltan al respeto a sus propias palabras como si no albergaran ningún significado.
Su sentencia la frustró un poco y la cautivó por completo al mismo tiempo. La idea de que los saiyayíns pusieran todo su ser en un compromiso era encantador, pero odiaba cómo metía a la humanidad por completo en la misma bandeja. No todos eran así, simplemente debías mirar más allá de las excepciones. De acuerdo... tal vez muchos humanos eran así.
—Algunos de nosotros tomamos en serio lo que decimos. —Y de alguna manera ella pronunció una oración con más de un significado.
Él mantuvo sus ojos y profundizó la mirada, y era imposible para Bulma cortar el contacto visual mientras la atraía. Una mirada era todo lo que se necesitaba.
Ella era diferente. Vegeta aún no había determinado por completo si eso era algo bueno y debía reconocer que hasta el momento resultaba ser más tolerable que la mayoría de su gente, quizás era porque ella tenía una gran fortaleza mental.
Cuando Bulma vio cambiar su expresión, su mente vagó. Su tórax seguía mojado y su desnudez apenas era cubierta por una pequeña toalla. Todavía no se habían puesto “cómodos” en este baño, ¿no sería simplemente lo indicado considerando lo qué habían hecho en el de él?
En cambio, esta vez, en lugar de la ducha, no le importaría probar en la encimera donde él pudiera… oh vamos, ya empecé.
Ella necesitaba enfocar su mente. Bulma estaba de alguna manera tratando de mantener una conversación seria con él y todo lo que hacía era arrastrar su mente por las alcantarillas. Aunque no era su culpa, por primera vez en mucho tiempo tenía intimidad regularmente.
Lo más probable era que eso fortaleciera el deseo.
No tardó demasiado para de que el aroma de su excitación llegara a la nariz de Vegeta y una diminuta sonrisa de suficiencia apareció en sus labios. ¡Qué mujer tan vil! Él seguramente podía señalar con precisión lo que ella estaba pensando. Y no fue hasta que Bulma posó los ojos en su persona que se dio cuenta de que ya lo sabía.
Un ligero rubor apareció en sus mejillas e intentó alejarse. Como si su maldito ego no fuera lo suficientemente grande. Pero Bulma no pudo irse sin que antes un fuerte brazo le bloqueara el camino. Cuando ella lo intentó retirar, unos dedos se envolvieron alrededor de su mano.
Oh, Kamisama.
Sí, quería ser detenida, quería ser seducida.
Sus últimas interacciones habían sido provocadas por ella y solo por ella. Vegeta aún debía hacer un avance real o al menos uno adecuado. Ahora sentía sacudidas de placer recorriendo su cuerpo y no logró evitar que su excitación creciera, notaba la piel cálida y suave bajo su contacto.
Él la observó detenerse, así que avanzó un poco y rozó sus labios. Atrapada en el momento, ella cerró la brecha y él la besó con fuerza.
Bulma no podía hacer nada más que recostarse contra la encimera en busca de apoyo. Fue entonces cuando él movió las manos para ponerlas alrededor de su cintura y la acercó a su cuerpo. Como respuesta a sus acciones, ella se mordió el labio inferior y juró haberlo oído gemir.
Sin pensarlo, presionó su núcleo contra su endurecida longitud y él supo lo que ella deseaba, que impaciente. Bulma cogió el borde de su toalla deseando nada más que apartarla de su cuerpo.
De pronto, ella sintió su cálido aliento en el oído e inclinó la cabeza hacia atrás.
—Pensé que eras más fuerte que eso, mujer.
Al principio, la confusión apareció en sus facciones. ¿Más fuerte? Bulma apenas entendía qué tenía que ver con lo que estaban haciendo. Pero luego, sintió vagamente las puntas de unos dedos sobre sus mejillas y las piezas simplemente se armaron. ¿Se estaba refiriendo a antes, cuándo sus ojos estaban llorosos, cuándo ella había estado a punto de llorar? Él trajo a colación el tema de nuevo... no sería demasiado inverosímil.
Entonces, ¿Vegeta le decía que era más fuerte que eso?, ¿era su manera de decir que no debería dejar qué esos titulares la perturben? Podía ser una locura, podría no estar relacionado, aun así, quería creer que ese era el mensaje oculto. Y de alguna manera, fue de lo más dulce. Al igual que su cumplido oculto disfrazado de insulto cuando había estado preocupada por su vientre después del embarazo.
«Mujer, siempre has lucido mal».
Una sonrisa se manifestó en su rostro y ella le echó los brazos al cuello con ímpetu. Una Bulma más fuerte creía que tal comportamiento debía ser debidamente recompensado. Lo usó como apoyo para levantarse sobre la encimera. Su trasero estaba casi en el lavabo, pero apenas importaba.
Ella envolvió las piernas con firmeza alrededor de su cintura.
Era hora de quitarle la virginidad a este baño.
✺✺✺
Bip. Bip. Bip.
Los dedos de Bulma se crisparon mientras trataba de ignorar el ruido. Usualmente su sueño era demasiado profundo para que lo escuchara, sin embargo, esta mañana sintió como si el ruido le estallara en los oídos. Suspiró hondo, abrió poco a poco sus ojos azules y miró al techo. Fue entonces cuando se dio cuenta de que su almohada no se sentía igual, era más dura.
Inclinó la cabeza hacia un lado solo para encontrarse viendo piel. La cálida y perfecta piel de Vegeta. Con un movimiento rápido, ella se enderezó. Bulma al instante notó que había estado durmiendo atravesada en la cama. Su cabeza estuvo descansando sobre el pecho de Vegeta y sus pies colgaron al borde de la cama.
Amplió los ojos ligeramente antes de atreverse a mirar en su dirección, pero Vegeta no la observaba, en lugar de eso, apagó la alarma y como se hallaba libre de su presencia, se puso de pie.
Ella podría haber dejado ir esto, mas no lo hizo.
—¿Cómo llegué a esta posición? —preguntó, su voz era un poco áspera, ya que acababa de despertarse de cinco horas de sueño.
Esta vez él la contempló y nada bueno se veía en sus ojos. Era como si con una sola mirada dijera: ¿a qué te refieres con CÓMO llegaste a esa posición? Bulma juntó los labios y decidió que quizás era mejor dejar las cosas tal y como estaban. Se desplomó sobre la cama ahora vacía y colocó la cabeza sobre la almohada.
Escuchó los enojados pasos de Vegeta que se dirigían al baño y se encogió de hombros. Ya había descubierto que él no era una persona de la mañana por su constante furia. A pesar de que…
Su cerebro enlentecido comenzó a juntar las piezas y se preguntó si a menudo se movía cuando dormía. ¿Era posible qué esta situación fuera recurrente?, ¿por eso siempre la detestaba en la mañana? Se mordió el labio inferior.
¿Podría ser que él lo tolerara, lo que sería un agravante en su mente?
Una pequeña sonrisa apareció en sus labios, era tan tierno.
Cuando Vegeta salió del baño, la observó. Ella mostraba esa sonrisa estúpida en el rostro y no le gustó porque no confiaba en eso. ¿Y por qué tenía que interrumpir toda su rutina estando despierta? Por lo general, apagaba la alarma al instante, pero hoy ella terminó acostada atravesada sobre su pecho y brazo, y para pararse, sabía que debía moverla... por eso dejó que la alarma se disparara hasta que la despertó.
Apartándola de su mente, se puso un short spandex. Había desperdiciado suficientes minutos preciosos, ahora necesitaba volver a la agenda. Tomó una toalla y cuando se dirigía hacia la puerta, su voz lo detuvo.
—¿Por qué entrenas tanto?
Vegeta se volvió un poco, solo lo suficiente para poder ver sus ojos.
—Quiero decir, los androides se han ido.
Él casi se burló.
—No porque no haya amenazas significa que hay paz, mujer. —Él se dio la vuelta completamente—. Si el niño no hubiera regresado del futuro, no habríamos sido conscientes del ataque que sobrevendría; la paz no existe.
Con esas palabras dichas, salió de la habitación dejándola sola.
Bulma envolvió las mantas apretadamente alrededor de su desnudez y asintió con calma. Él tenía razón, sin embargo, eso no significaba que requiriera entrenar tanto. ¿Empujaría su cuerpo así para siempre?, ¿no llegaría a un punto dónde no conseguiría hacer más progresos?
Debería haberse vuelto a dormir, pero sabía que no lo lograría. Su mente estaba trabajando y alerta, y no había forma de que encontrara el sueño otra vez, al menos no todavía. Suspiró, se quitó las mantas y se dirigió hacia el armario.
Bulma agarró lo más simple que pudo: un short blanco y una camiseta amarilla. ¿Quién en el mundo, excepto Vegeta, estaría despierto en este momento? Se peinó y lo imitó saliendo de la habitación.
La casa se sentía en extremo silenciosa menos la cámara de gravedad cuando caminaba por el pasillo hacia la cocina. Ella claramente necesitaría un café. Para su sorpresa, el lugar no estaba vacío, su padre se hallaba en la mesa leyendo su periódico como solía hacerlo. ¿Qué demonios hacía allí tan temprano?
—¿Papá? —dijo apenas escondiendo la sorpresa en su voz.
El doctor Briefs giró un poco y miró a su hija.
—Buenos días, Bulma —contestó como si fuera de lo más natural para los dos estar levantados en este momento.
—¿Por qué estas despierto tan temprano? —le preguntó mientras se dirigía a la máquina de café.
El doctor Briefs dejó su periódico.
—Bueno, sabes, cuando tienes mi edad, a veces no puedes dormir por mucho tiempo.
Bulma asintió y se sirvió un café, arrastró sus pesados pies hacia la mesa y se desplomó en una de las sillas. Fue entonces que recordó la noche anterior y todo el incidente de las revistas, no había mejor momento que ahora para preguntar.
—Papá, ¿viste la colección de revistas de mamá anoche? —indagó mirando su taza.
El asintió.
—¿Por qué se detuvieron?
Un suspiro escapó del doctor Briefs al voltear para ver mejor a su hija. Amaba a su esposa, pero a veces, ella no tenía la capacidad de comprender una delicada situación. Aunque estaba bastante seguro de que Bulma se habría enterado algún día.
—Los hice parar. —No quería entrar en detalles porque no deseaba que se sintiera culpable por esto. Él tomó la decisión por su propia cuenta. Sabía lo fuerte que era su hija, sin embargo, algunas de estas personas eran crueles. El mundo exterior no conocía completamente la situación o que Vegeta ni siquiera era de la Tierra para empezar.
Su hija parecía feliz y era todo lo que anhelaba, por eso se tomó la molestia de detenerlo.
Una pequeña sonrisa apareció en el rostro de Bulma. Su padre estaba a menudo ocupado, no siempre allí y con todo, no hacía mal su trabajo. Todos sus actos los realizaba con las mejores intenciones en mente. Se puso de pie y lo abrazó.
Probablemente habría logrado manejarlo después de la primera punzada, pero era un lindo gesto de su parte.
—Gracias, papá —susurró.
Su padre le ofreció una sonrisa y le devolvió el abrazo.
—Estoy para servirte.
Cuando ella se apartó, él vio que había tenido razón. Después de todas las aventuras de su hija a lo largo de su vida, era capaz de manejar algo de publicidad injuriosa. Al fin y al cabo, ella podía con el saiyayín y él sabía de primera mano lo difícil que era a veces.
De repente, el momento de paz fue interrumpido por una voz chillona.
—¡Oh, cielos!, ¡todos están aquí! —exclamó Bunny mientras entraba a la cocina.
Bulma abrió la boca para hablar, pero cambió de opinión. Ni siquiera quería enterarse de qué hacía su madre tan temprano. A veces la encontraba a las tres de la madrugada horneando pan para el desayuno, incluso se preguntaba si solía dormir.
—Haré algunos panqueques —dijo Bunny y comenzó a vagar por sus sartenes.
De inmediato, el estómago de Bulma pareció discrepar con la idea. Por más que fuera demasiado pronto para que comiera algo, ella no dijo nada, ya que en la casa nunca había comida extra, no con Vegeta alrededor.
Pensar en un saiyayín la hizo pensar en otro. Terminó su café de un solo golpe y se dirigió a la habitación de Trunks, donde imaginaba que lo encontraría durmiendo. Simplemente quería echar un vistazo.
Llegó en un instante y asomó la cabeza. Tal como esperaba, Trunks dormía plácidamente en su cuna. Era en momentos como este que a ella le agradaba mirarlo y descubrir a quién se asemejaba más. A pesar de que era algo difícil de admitir, debía decir que él se estaba pareciendo a Vegeta.
Lo cual no era algo malo, al menos heredó sus ojos azules.
En aproximadamente ocho meses cumpliría dos años y le daba la impresión de que era pronto. Ya tenía toda su fiesta de cumpleaños planeada. Esa vuelta de tiempo le recordó que para entonces, Trunks disfrutaría de un nuevo amigo.
Gokú y ella habían sido buenos amigos desde que eran jóvenes y en su mente, podía ver que esto pasaba para que Trunks y el hijo de Gokú y Milk lo fueran. Suponía que apenas habría una diferencia si fuera un niño o una niña, después de todo, no cambió nada en su caso.
Luego se quedó contemplando el ambiente. Pronto, todo el dormitorio que decoró se transformaría y probablemente habría un montón de autos y cosas así. Aunque tal vez no, si Vegeta tenía que decir algo al respecto.
En este momento Trunks era demasiado joven. Bulma ignoraba lo que sucedería una vez que creciera. ¿Cómo serían sus sesiones de entrenamiento? Vegeta era diferente cuando estaba a solas con ella o al menos le gustaba pensar eso. ¿Sería lo mismo con Trunks?
Quería creer que habría más en esas sesiones que solo entrenamiento. Sabía que Vegeta era a su manera el mejor padre que podía ser para Trunks. Una sonrisa apareció en sus labios mientras dirigía su atención a su pequeño una vez más.
Si él no iba a compartir mucho sobre sí mismo con su hijo, Bulma lo haría. Vegeta podría no sospecharlo, pero hizo cosas buenas y ella ansiaba que su hijo las conociera. El niño ya admiraba a su padre y ella no veía nada malo con eso.
Vegeta había recorrido un largo camino y se transformó en algo así como un hombre de familia.
La idea la hizo reír, ¿quién lo hubiera imaginado?
✺✺✺
Usando nada más que un boxer, Vegeta salió del baño después de su ducha diaria. Cuando entró, todas las luces se hallaban apagadas, lo que lo indujo a creer que estaba dormida.
Se estiró un poco, tiró de las mantas y se metió en la cama. Quizás sería capaz de quedarse dormido antes de que ella comenzara a moverse, si bien eso era extremadamente improbable. Programó su despertador y descansó la cabeza sobre su almohada.
Entonces, ella habló.
—¿Vegeta? —le preguntó, su voz era casi un susurro.
¿No estaba durmiendo?
—¿Qué quieres, mujer? —La habría ignorado, pero la conocía muy bien. Si no le respondía, lo más probable era que lo molestaría hasta que él lo hiciera. Aunque, sorprendentemente, tenerla preguntando no lo fastidió tanto como debería.
Una pequeña sonrisa apareció en el rostro de Bulma, podía decir por su voz que él estaba tratando de sonar enojado, pero ahora conocía la verdad. No le importaba tolerarla tanto como en el pasado. Seguramente eso lo enfurecía y a ella le encantaba.
—Me compré algo hoy —dijo con una voz llena de diversión.
Cuando Bulma no profundizó sus palabras, Vegeta asumió que debía darse la vuelta para ver de qué hablaba. Por más que la habitación estuviera a oscuras, él podía ver perfectamente, así que se volvió para mirarla. ¿La mujer estaba abrazando a un… animal de peluche amarillo?
Se parecía a ese juguete viejo no hecho a prueba de niños que su hijo llevaba consigo todo el tiempo. En cambio, este era más delgado y más largo. ¿Qué demonios quería hacer con eso?
Su expresión lo delató y la sonrisa de ella creció.
—Lo abrazaré mientras duermo, evitará que me mueva tanto.
Bulma podría haber seguido con su rutina habitual o incluso abrazar a Vegeta, pero no sería lo más cómodo para él. Ella era obstinada y aun así discernía cuando ciertas situaciones debían ser recompensadas con un compromiso. Esta era una. Obviamente, el príncipe saiyayín salió de su zona de confort para compartir un dormitorio con ella, por lo que no había nada de malo en tratar de hacerle esa transición más fácil.
Él hizo un sonido que fue una mezcla entre una risa y una burla.
—Si pelearas cuando estás despierta como lo haces cuando duermes, quizás serías una luchadora decente, mujer.
Aunque era inusual en él, Bulma lograba escuchar la diversión entrelazada en su voz y una sonrisa disimulada llegó a sus labios. ¿Entonces incluso alguien como Vegeta podía bromear sobre esto? La idea de que ella le propinaba unos cuantos puñetazos era hilarante y de alguna manera entendía por qué lo encontraba frustrante y a la vez algo divertido.
Decidiendo ver hasta dónde llegaría, cambió levemente el tema.
—No te preocupes, tengo todo lo que necesito para mi satisfacción justo aquí —dijo dando toquecitos a lo largo de la forma del peluche.
¿Qué mejor qué atacar el orgullo de un hombre? Especialmente cuando era el de Vegeta.
—Mujer, ambos sabemos que ese objeto inanimado no puede satisfacer tus exigencias mandonas.
Ella entornó los ojos.
—No soy mandona, soy difícil de complacer.
Vegeta se burló.
—Apenas.
Por primera vez durante su conversación, Bulma se sentó en la cama y puso las manos en sus caderas. Estaba haciéndole cosquillas a su amor propio con esas palabras y no le gustó.
—¿Y qué significa eso?
A veces era demasiado fácil.
—Mujer, todo lo que tengo que hacer es ponerte las manos encima y te trasformas en un charco.
Esta vez ella lo miró con tanta intensidad que cualquiera se habría desintegrado en cenizas.
—No es así. —Bulma cruzó los brazos frente a su pecho—. Para tu información yo tengo un gran autocontrol.
A veces, era así.
Cuando él estaba usando ropa y no trataba de ser seductor.
Está bien, quizás incluso cuando él no lo estaba intentando.
Maldita sea, ella iba a mantenerse firme hasta el final.
Esta vez, Vegeta se movió. Cuando Bulma lo vio sentarse y cerrar la distancia entre los dos, se sorprendió preguntándose cuándo comenzó a hacer tanto calor en la habitación. La urgencia de lamerle los labios apareció, ella luchó y selló la boca. Los labios de Vegeta estaban tan cerca que casi podía saborearlos.
Bulma sabía exactamente lo que él trataba de hacer: intentaba demostrar que era más fuerte que ella, que con ese cuerpo caliente tenía el control absoluto. Le probaría que estaba equivocado. No era tan difícil, después de todo lo había hecho un par de veces en el pasado.
Bueno, fue una vez, lo había hecho una vez, ¿y qué?
Vegeta se desplazó para sujetarla por los costados, pero nunca la besó. En lugar de eso, su boca bajó hasta su cuello y ella sintió su cálido aliento cosquillearle la piel. Bulma no logró hacer nada excepto tomar una respiración profunda. Su sangre corrió rápidamente a su rostro y estaba bastante segura de que se encontraba nerviosa.
No era justo que él usara su cuerpo contra ella. De acuerdo, podía hacerle lo mismo, sin embargo, la experiencia le había enseñado que ese tipo de plan por lo general era contraproducente. Aun así, presionó su pecho contra el suyo.
Él no se detuvo cuando finalmente terminó de torturar la suave piel de su cuello. Eso de inmediato le envió a ella escalofríos por la espalda, pero rápidamente se recordó su objetivo: debía demostrarle que tenía el control sobre sí misma.
Un momento, ¿cuál era el tema de esta discusión? Ya no conseguía acordarse.
Bulma estaba bastante segura de que su aroma la delataba. Aunque no podía culparla por excitarse, así que siempre y cuando mantuviera la compostura, estaría bien.
Y luego, Vegeta decidió jugar sucio.
Suavemente, con total inocencia, succionó el punto sensible cerca de su oreja. Un gemido escapó de ella y no alcanzó a evitar la debilidad en sus piernas; sus ojos se estrecharon, él quería jugar de esa forma, ¿eh?
Bulma conocía su lugar único. El descubrimiento fue meramente un accidente. Ella había pasado los dedos por donde solía estar su cola y lo sintió ponerse rígido y contener un sonido. En ese momento, como estaban en medio de algo, no lo analizó, pero ahora...
Sintiéndose audaz, ella envolvió los brazos alrededor de su cintura.
Como él no hizo nada para detenerla, supuso que pensaba que estaba cediendo o que no pensaba en ese punto. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios cuando lo encontró fácilmente. Antes de que Vegeta pudiera hacer algo, sus dedos lo recorrieron y él tensó su cuerpo.
Todo lo demás sucedió en un instante.
Antes de que Bulma parpadeara, se sintió presionada contra algo duro mientras lo escuchaba gemir en un segundo plano. Cuando ella enfocó sus orbes azules en su silueta, se dio cuenta de lo que pasó.
Vegeta casi tenía un brillo maligno y la mantenía atrapada entre la pared y él mismo; pero ella no estaba simplemente contra una pared, sino que levitaba sobre la cama. Bulma exhaló con fuerza, ya que no podía dejar de mirarlo. Al parecer, él no había apreciado su pequeño movimiento.
Vegeta acercó la boca a su oído y susurró.
—¿Así es cómo quieres jugar, mujer?
Sus palabras y su voz ronca fueron suficientes para hacerla excitarse más. Ella no asintió, solo inclinó apenas la cabeza hacia atrás.
Bulma notó que una de sus manos la agarraba del cuello y le apartaba la cabeza de la pared. Luego con la otra, en un instante, él le quitó la ropa interior y la tiró descuidadamente al suelo. Sin detenerse, sin una mirada y ni siquiera una advertencia, lo sintió empujar su longitud endurecida dentro de su núcleo empapado.
De inmediato, un gemido escapó de sus labios y rápidamente ella se encontró chocando contra la pared una y otra vez. El agarre en su cuello era lo único que le impedía a su cabeza hacer lo mismo.
La forma en que él martillaba dentro de ella, sus gruñidos... Bulma nunca lo había visto así antes, tan apasionado. Mientras la embestía cada vez más fuerte y profundo, no podía hacer otra cosa que enterrar el rostro en la curvatura de su cuello y tratar de disminuir la fuerza de sus gritos.
Aunque estaba bastante segura de que todos en la casa lograban escucharla.
Sin pensarlo, ella le mordió la piel del cuello y una oleada de lujuria la atravesó. A Vegeta, quien movió su cuello ligeramente para darle un mejor acceso, no parecía importarle sus acciones.
A medida que él continuaba, ella sentía la pared temblar por detrás y el deseo de sonreír apareció. Esta se volvía más débil con cada impacto y sabía exactamente lo que eso significaba: que probablemente pronto se daría por vencida.
Se encogió de hombros.
Podía permitirse una pared nueva.