Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Amor difícil ❯ Día familiar ( Chapter 22 )
Descargo de responsabilidad de Maddie-san: No soy dueña de DBZ.
Amor difícil
Capítulo veintidós
Día familiar
Bulma se frotó su dolorido cuello mientras salía de la habitación de Trunks. Durante los últimos meses, su tiempo había estado extremadamente dividido; no solo tenía trabajo en la Corporación Cápsula, sino también a dos saiyayíns exigentes de los que ocuparse. Incluso durante los momentos más difíciles, no pudo contratar a alguien para que vigilara a su hijo. Lo intentó, pero resultó ser una pesadilla.
—¡Vegeta, debes estar allí! —exclamó Bulma cuando sintió que su paciencia se esfumaba—. ¡Quiero qué apruebes a la persona que cuidara a Trunks!
¡Saiyayín obstinado!, ¿realmente lo mataría sacrificar unas pocas horas de su precioso tiempo y dedicárselas a su hijo? A veces la hacía caer en el rencor, ¿por qué discutía con ella sobre absolutamente todo?
—Mujer, tengo mejores cosas que hacer.
A él le preocupaba muy poco la situación, en tanto no interfiriera con lo que deseaba, no podría importarle menos. El problema era que no había forma de escapar: si salía de la cámara de gravedad para comer, ella lo jodía hasta el cansancio con eso; por la noche, en el dormitorio, le hacía estallar los oídos con sus gritos. La verdad era que estaba siendo una completa perra sobre el asunto. Había pasado una semana desde que la idea se desarrolló en su mente y creyó que para ahora, lo habría olvidado.
Qué equivocado estaba.
Bulma le impidió alejarse poniendo una mano en su brazo.
—Vas a estar allí, Vegeta. —La expresión que vio en su rostro le dijo que a él no le importaba nada.
Perdió la paciencia por completo.
—Si tengo que apagar esa maldita cámara de gravedad permanentemente para hacerte venir, lo haré.
La genio de cabello azul se sentía tremendamente enfadada y aunque sus palabras estaban llenas de amenazas, su mente se encontraba un poco distraída. Había pensado en dejar de iniciar sus encuentros sexuales para tratar de hacerlo cambiar de opinión. En el pasado, siempre funcionó con Yamcha; pero al parecer, Vegeta era la clase de hombre que lograba ignorar sus propios deseos si se lo proponía. Ni siquiera parecía extrañar la cercanía ni había intentado tocarla.
¿Y qué si él tuviera más autocontrol?
Ella no podía retroceder ahora, ¡no después de haber sido quién lo comenzó! Todo lo que le quedaba era atenerse a esto. Todavía esperaba hacerlo cambiar de opinión para que entrevistara a algunas niñeras con ella. ¡No sería difícil! Diablos, él no tenía que hablar, simplemente quería su opinión. Con todos sus sentidos extras, sabía que Vegeta juzgaba bien un carácter cuando dejaba de lado su susceptibilidad.
Ante la mención de su preciosa cámara de gravedad siendo deshabilitada, él entrecerró los ojos. Podría amenazar su vida a cambio y aun así ella lo ignoraría. ¿Por qué no?, ambos sabían que no lo haría. Sí, el pensamiento lo molestó más allá de lo que creía. Le hubiese gustado decir que era el Príncipe de todos los Saiyayíns, que no debería haber ni una sola persona a la que temiera matar; el problema era que ya no eran palabras que fuera capaz de pronunciar.
Bulma lo comprendió. A pesar de lo enfurecido que estaba, él había perdido eso, el fuerte deseo de asesinarla cada vez que ella lo molestaba. Ahora la soportaba, la toleraba. En los últimos meses, a menudo él había dejado que comentarios e insultos cayeran impunes. Pasaba más tiempo en su compañía, principalmente porque compartían un dormitorio, pero no obstante lo hacía.
Vegeta aún la encontraba exasperante, aunque no hasta el punto en que deseara matarla. Nunca tendría el valor de quitarle la vida con sus propias manos y por un instante, se sintió débil. Toda su vida le enseñaron que nada bueno provenía de la debilidad. La mujer era la más grande que tenía. Ella lo hizo hacer cosas que nunca pensó que haría. Eso le dejó una sensación inquietante que no sabía cómo manejar, ya que nunca le había sucedido y no estaba seguro de que le agradara.
—Una hora, mujer. Ni un minuto más —dijo apartando el brazo para caminar hacia la cámara de gravedad.
Una brillante sonrisa apareció en el rostro de Bulma ante su respuesta. Quizás él podía ser convencido de algunas cosas.
Era horrible. Horrible incluso no era una palabra lo suficientemente fuerte como para describir la situación. Bulma percibió una especie de furia moverse en su interior que no había experimentado en mucho tiempo: celos. Sí, ese fue el sentimiento amargo. La última vez que recordó haberlo sufrido vívidamente fue cuando vio a Yamcha rodeado de todas aquellas mujeres.
Los celos no eran algo que sintiera a menudo con Vegeta, después de todo, nunca salía ni miraba a nadie más. Así era como a ella le gustaba.
Sin embargo, esta miserable puta era una historia nueva.
Honestamente, ¿estaba aquí para ser una niñera o una prostituta de tercera?
Ya no la soportaba y solo habían pasado diez minutos en la sala con ella. Todo el tiempo que intentó hacerle algunas preguntas, los ojos de la joven permanecieron fijos en Vegeta. Sí, él lucia muy atractivo y habría entendido si la chica hubiera cometido un desliz y echado un vistazo una o dos veces, pero no era lo que hacía. No, todo lo contrario, ella lo devoraba sin rodeos con la mirada.
¿Pensaba qué le daría el trabajo?
Vegeta estaba sentado en el sofá, un poco lejos de Bulma, con los brazos cruzados frente a su pecho mientras contenía una sonrisa de satisfacción. De momento, la situación resultaba ser mucho mejor de lo que esperaba. Los celos no eran una emoción que oliera en ella muy a menudo y era un poco entretenido. Por otra parte, esto le recordaba por qué encontraba a los humanos despreciables.
Claramente para el ojo ajeno, daba la impresión de que estaba casado con la mujer. Aun así, a la chica no le daba vergüenza tratar de coquetear con él justo en frente de Bulma. Los humanos no tenían honor ni respeto. En cierto modo, estaba casi contento de haber asistido a la entrevista de trabajo. Si no lo hubiera hecho, ella habría contratado a una mocosa molesta como esta que lo seguiría como a su propia sombra.
—Lo siento, estamos buscando una niñera, no una puta.
Las palabras que escaparon de la boca de Bulma parecieron impresionar bastante a la joven, ya que finalmente alejó los ojos de Vegeta para volverse hacia ella. Un rubor de vergüenza decoró sus mejillas cuando bajó la mirada al piso, como si lo lamentara; a pesar de eso, Bulma no le creyó.
Las tres entrevistas que siguieron no fueron mucho mejores. O las mujeres babeaban frente a Vegeta o adolecían de un detalle molesto. Una tenía una voz chillona y asumió que si el sonido era doloroso para sus oídos humanos, este destruiría la sensible audición saiyayín.
Pero luego apareció un pequeño milagro. Una joven entró y apenas miró a Vegeta. Ella le estrechó ambas manos y además su atención no la dejó todo el tiempo. Bulma se sintió extremadamente aliviada de conocer a una persona normal que no estaba impulsada por las hormonas. Hablaron durante unos minutos y decidió que tenía que ser ella.
Salió de la sala por poco tiempo para buscar a Trunks, quería ver cómo reaccionaría su hijo en presencia de la extraña. Desafortunadamente cuando regresó, el lugar estaba vacío a excepción de Vegeta.
—¿A dónde se fue? —preguntó frunciendo el ceño.
—La boté —le contestó Vegeta levantándose del sofá y se dirigió hacia ella.
—¿La botaste? ¡Si era perfecta!
Él se burló.
—Me tocó. —Menospreciaba a los humanos que pensaban que podían tener o hacer lo que quisieran. Como si permitiera que alguien como ella le pusiera las manos encima.
Los ojos de Bulma se ampliaron un poco.
—¿Ella, qué? —Vegeta no lo repitió, sabía que había escuchado bien la primera vez. Bulma sintió que su ira crecía—. ¡Al parecer es imposible conseguir niñeras en esta ciudad! —Un profundo suspiro se le escapó.
—No es mi problema, mujer —dijo y se alejó.
Ella tenía que admitir que él se quedó mucho más tiempo de lo que esperaba.
Bajó la vista hacia su hijo, era evidente que estaba irritada.
—Parece que te quedarás todo el tiempo con mami.
Después de ver cómo las mujeres no lograban controlarse alrededor de Vegeta, decidió que lo mejor era soportar su agenda apretada. No era que desconfiara de él, después de todo, había echado a la muchacha. Tan solo le recordó los malos momentos con Yamcha.
Esas dos relaciones eran sumamente diferentes. Por primera vez en más de cuatro años, Bulma consideró lo que tenía con Vegeta como una relación estable. No hacían nada que las parejas normales hicieran, excepto el sexo y todavía peleaban como locos la mayor parte del tiempo, sin embargo, estaban juntos. No necesitaba de una etiqueta o siquiera ser mencionado. Se hallaban cómodos el uno con el otro y eso era suficiente.
Aunque tenía la corazonada de que estaba a punto de hacer que Vegeta se sintiera extremadamente incómodo. Durante el cumpleaños de Trunks, se había enterado de su cumpleaños. De acuerdo, no consiguió una fecha exacta, pero decidió inventar una. El cuatro de diciembre le pareció bien a ella. Al contrario de con Trunks, no podía convertirlo en una gran fiesta o no se presentaría, por lo que eligió hacer algo pequeño para los tres.
No incluyó a sus padres, ya que tenía la extraña sensación de que a él le daba miedo su madre.
Como Bulma no era buena cocinando ni horneando, había pedido un pastel. Por más que Vegeta comiera mucho, pensó que no querría gran cosa, así que era uno bastante pequeño. Eso sí, ordenó mucha comida. Al principio, la idea de llevarlo a un restaurante le pasó por la mente, pero cada situación que imaginaba terminaba con él volando el lugar.
Era mucho más seguro para todos si Vegeta se quedaba en la Corporación Cápsula.
Casi había terminado de planearlo todo, hasta su regalo que vendría más tarde durante la noche. Lo que restaba por hacer era atraparlo a tiempo una vez que hubiera acabado de entrenar. El mejor plan era que sucediera en su dormitorio. Si lo organizaba en la cocina, su madre se daría cuenta de lo que pasaba y estaría allí.
Bulma no permitiría que eso ocurriera, porque por una vez, quería que Vegeta tuviera una agradable velada familiar; incluso si no le importaban los cumpleaños.
✺✺✺
Trunks se hallaba en el piso tratando de hacerse con algo de comida mientras Bulma se aseguraba de que todo quedara bien. Al principio, puso las bandejas en la cama, pero después concluyó que con Trunks a su lado, era una mala idea. Para evitar cualquier tipo de desastre, instaló muchas mantas en el suelo y colocó todo correctamente.
Vegeta había apagado la cámara de gravedad hacía cinco minutos y solo podía suponer que fue a la cocina para servirse la cena. No le preocupaba porque conocía el apetito saiyayín: no tenía límites y siempre y cuando hubiera comida, comería.
Se cercioró de que todo estuviera escondido detrás de la cama; como probablemente lo olería, cubrió las bandejas con cobijas en un intento por disminuir el aroma. Cuando él entrara, lo más seguro era que quisiera tomar una ducha y ella necesitaba que continuara con su rutina. Para conseguir que no se acerque, ya había dejado lo que requería para ducharse tendido en la cama. Si preguntaba por el olor, diría algo así como que ella y Trunks estaban teniendo un pequeño picnic.
Posiblemente no encontraría la idea atractiva y seguiría con su ducha antes de tratar de robarles algo. Todo saldría bien.
Bulma escuchó algunos sonidos y se dio cuenta de que Trunks había intentado coger una presa. Con una sonrisa en los labios, se inclinó para cargarlo y se sentó en el suelo. Luego lo colocó entre sus piernas, bajó la mirada y se llevó un dedo a los labios para advertirle que se callara. El niño pareció comprender, porque descansó la cabeza sobre el regazo de su madre y se agarró de sus manos.
Como si fuera el momento preciso, Vegeta entró a la habitación unos instantes después. El aroma de la comida captó su atención y giró la cabeza en dirección a Bulma y a Trunks. Estaban sentados en el suelo y todo lo que podía ver desde su ángulo era su nuca; la cama cubría el resto de su cuerpo. Frunció un poco el ceño, echó un vistazo al costado y advirtió que sus cosas se ubicaban en la cama.
—Pensé que querrías tomar una ducha —le explicó Bulma mientras volvía la cabeza hacia atrás para mirarlo.
De inmediato, Vegeta supo que algo pasaba. Ella no había hecho nada fuera de lo común, pero la sensación lo inundó. Sus ojos nunca la dejaron cuando recogió lo que necesitaba. Bulma le estaba ofreciendo su mejor sonrisa en un intento por tranquilizarlo, sin embargo, todo lo que pareció hacer fue aumentar sus sospechas.
Ella lo miró hasta que desapareció en el baño. Luego, una vez que se fue, le dijo a Trunks:
—Creo que tu papá es un poco paranoico.
—Papá gruñón.
Ella sonrió.
—Oh no, cariño, ese es su estado de ánimo habitual.
Trunks le devolvió la mirada a su madre y se rio. Al parecer, el ceño fruncido de su padre no lo asustaba tanto como antes y parecía encontrarlo un poco divertido. Bulma difícilmente podría culparlo, la forma en que Vegeta se alteraba tanto a veces era bastante hilarante.
Como tendrían que esperar un poco, buscó un pedazo de pan y arrancó un trozo pequeño. Ella se lo dio a Trunks y se comió el trozo más grande. Lo usual era que sus planes funcionaran bastante bien y confiaba en que este no sería diferente; además, lo quería de buen humor para más tarde.
Vegeta había estado un poco irritado últimamente y la mayoría de los días se quedaba en la cámara de gravedad más de lo normal. A veces, lo sentía acostarse a las tres de la madrugada. Debido a eso, no habían estado juntos en bastante tiempo y, la verdad, lo extrañaba. Pensó que una agradable cena familiar, aunque fuera algo que lo alejara de su zona de confort, sería un detalle simpático y más adelante, podrían tener una noche de pasión para coronar todo con un final perfecto.
El problema era que no estaba segura de que cooperara. Si solo supiera qué lo perturbaba tanto...
Pasaron unos minutos más hasta que Vegeta finalmente salió del baño. A diferencia de lo usual, probablemente porque Trunks estaba allí, ya tenía un boxer en lugar de una toalla. Su cabello empezaba a desafiar la gravedad una vez más mientras arrojaba la toalla en el cesto de la ropa sucia.
—¿Hambriento? —preguntó Bulma sin darse la vuelta para mirarlo.
Para ser sincero, todavía no confiaba en lo que ella tenía en mente, pero la comida era la comida y daba por hecho de que no lo preparó porque olía bien. Gruñó y caminó hacia donde estaban. Notó la manta blanca y todas las bandejas puestas encima, ¿qué podría empujarla a hacer esto?
Vegeta se sentó un tanto alejado de ella y frente a Trunks. Su hijo se rellenaba el rostro con todo lo que quedaba a su alcance. Cuando al fin notó la presencia de su padre, levantó la vista. Trunks lo observó e inclinó la cabeza completamente hacia un lado, luego se volvió hacia su madre.
—¿Papá come con mamá?
Una pequeña sonrisa se dibujó en los labios de Bulma. En efecto, era realmente una escena inusual. Imaginó que su hijo tenía muy pocos recuerdos de los dos juntos. Él estaba con ella o brevemente con su padre.
Vegeta la miró y vio que solo le sonrió a su hijo. Un suspiro casi se le escapó cuando agarró un plato y comenzó a servirse; Bulma preparó uno para ella y para Trunks también. Como no disfrutaba del silencio, decidió conversar.
—Trunks necesitará una nueva cama.
Vegeta le echó un vistazo, pero no dijo nada.
—Quiero decir que una cuna ya no tiene sentido, lo único que hace es romper los barrotes y escapa de todos modos. Pensé que podríamos conseguirle una cama normal en lugar de cambiar constantemente su cuna, dudo que se caiga o se lastime.
Él sabía lo que eso significaba: ella iría de compras y volvería con todo, excepto con lo que había ido a buscar. Sucedió una vez y la habitación acabó abarrotada por dos días seguidos porque la mujer no tenía ni idea de dónde poner las cosas. Aunque estaba de acuerdo en esto, la cuna era inútil. A menudo, cuando iba a la cámara de gravedad por la mañana, veía a su hijo vagando por los pasillos.
—Entonces cómprala —contestó desinteresado.
Era casi linda la forma en que trataba de ayudarla. Fue en ese momento cuando Bulma cayó en cuenta de que casi todas las bandejas se encontraban destapadas, ya que Vegeta se había estado dando un atracón y que la única que quedaba intacta era la del pastel. También se percató de que quería alcanzarla. Casi se lanzó sobre la comida para atraparla; una vez que lo consiguió, la estrechó contra su pecho.
Vegeta arqueó una ceja ante sus acciones, ¿qué le pasaba?
—Es... mmm, espera —dijo, luego se levantó y salió lo más rápido posible; había olvidado traer los fósforos.
—Mamá rara.
Vegeta no pudo evitar sonreír por lo bajo al oír el comentario de su hijo. La mujer era extraña.
Unos minutos más tarde, Bulma volvió a entrar y él giró la cabeza hacia ella. La vio llevando un pastel con velas que le recordó mucho al que había encargado para el cumpleaños del mocoso. Sintió que su molestia crecía poco a poco, ¿qué demonios estaba haciendo?
Con una enorme sonrisa, puso el pastel frente a él.
—¡Feliz cumpleaños!
Vegeta frunció el ceño.
—Mujer, no es mi cumpleaños.
Él podía ser tan difícil a veces.
—Dijiste diciembre y estamos diciembre. He decidido celebrar tu cumpleaños hoy.
Vegeta cruzó los brazos frente a su pecho, ¿por qué ella insistía en seguir todas esas tontas tradiciones humanas? Eran inútiles.
—¿Soplaras las velas?
Él le lanzó una mirada asesina que le dio la respuesta. Haciendo caso omiso, Bulma se encogió de hombros y cargó a Trunks.
—Vamos, sopla las velas de papá.
Dio un vistazo en su dirección.
—Pide un deseo.
Trunks sopló las velas, aplaudió y Bulma lo siguió.
Por más que Vegeta quería apartar la mirada, se encontró contemplándolos. Ambos sonreían tanto que casi reían, parecían felices. Eso dejó una sensación inquietante dentro de él, ¿por qué tanta felicidad? No entendía cómo tenían la capacidad de distanciarse de todo lo malo que les pasaba e incluso actuar como si nunca hubiera sucedido.
De pronto, en un instante, fue traído de sus pensamientos por unos labios. Ella le besó la mejilla y se apartó.
—Feliz cumpleaños, Vegeta.
✺✺✺
Después de unos minutos de discusión, Bulma consiguió vencerlo; obligó a Vegeta a llevar a Trunks a su habitación. La verdad era que quería ese tiempo para mimarse un poco. Por lo general, él la veía vestida y deseaba algo más especial para esta noche. Aun más teniendo en cuenta que el pastel no le había levantado el estado de ánimo.
Se apresuró a abrir su armario y comenzó a rebuscar en el interior. Su gaveta especial donde guardaba la ropa elegante y la lencería sexy era algo que no revisaba desde que se mudó. La abrió a toda prisa y dentro halló más de lo esperado. Había una gran cantidad de negligés y llegó a la conclusión de que nunca compró la mayoría de ellos, lo que solo podía significar una cosa: su madre se había escabullido unos minutos mientras acomodaba las cosas.
Sintió que un pequeño rubor aparecía en sus mejillas, ¿por qué su madre pensaba que era su papel unirlos a Vegeta y a ella de esta forma?
Tras unos segundos, negó con la cabeza al decidir que era algo bueno. Conociéndola, existían muchas cosas buenas allí. Examinó la gaveta aceleradamente, asegurándose de escuchar en caso de que hubiera pasos. Al final tomó una decisión, escogió la lencería negra. Era un brasier negro con un velo transparente del mismo color que colgaba de él y que terminaba en lo alto de sus muslos, con una minúscula ropa interior que hacía juego. Cielos, él sabría lo que estaba haciendo en el momento en que la viera.
Bulma se quitó la ropa y se puso su atuendo sexy. Resolvió jugar a algo casual; se acostó en la cama, tomó el control remoto y encendió el televisor. Puso las noticias, ya que bien podría hacer algo interesante mientras lo esperaba. El corazón le martilleaba; no era que estuviera nerviosa, sino por la emoción. Cada vez que ella y Vegeta terminaban juntos, era principalmente porque la acumulación del deseo era demasiado para soportarlo o porque era muy fuerte y crudo. No había seducción ni bromas.
Por supuesto, ella se moría por seducirlo; quería intentar burlarse de él, empujarlo a su límite y luego detenerse, pero tenía la certeza de que eso era imposible. Sobre todo gracias al hecho de que no podría parar y también porque él no se lo permitiría. Lo más probable era que la atraparía y la “castigaría” por tratar de hacerlo.
Pensar definitivamente sería malo para ella. No más pensamientos. Estaba casi al borde hallándose sola; rayos ¿cómo se suponía que debía conseguir autocontrolarse cuándo él llegara?
Sería descubierta en seguida. Él la olfatearía tan pronto como abriera la puerta. Literalmente.
Bulma intentó calmarse y enfocar su atención en algo, a pesar de que era difícil, en particular cuando lo escuchó caminar hacia la habitación. Por un breve segundo pensó en correr y volver a ponerse su ropa normal o meterse debajo de las mantas; seguramente no le daría una segunda mirada si se escondía, mas no lo hizo. Ella quería esto, lo necesitaba. Tal vez era por todo el tiempo perdido o a causa de que se sentía feliz por cómo estaban, por cómo iban las cosas, pero quería esto.
Impaciente, esperó a que abriera la puerta. Vegeta ingresó en el instante en que se pasaba los dedos por su cabello aún húmedo. Sabía que ella miraba la televisión y no le habría prestado mucha atención si no hubiera sido por el leve aroma a excitación en la habitación. Frunció el ceño, levantó la cabeza y la observó. Le tomó mucho de su control no reaccionar ante lo que se le ofrecía. Ella estaba siendo bastante osada, debía admitirlo.
Sus ojos quizás la recorrieron más tiempo de lo necesario antes de sonreír disimuladamente. Podía decir con facilidad lo que intentaba hacer. Al menos había estado en lo correcto todo el tiempo, ella no tenía ningún problema con lo que hacían y esta cosa del dormitorio sí contaba con beneficios. Como no lo miraba, él fácilmente volvió a fingir que ella no estaba presente. Parecía que la mujer quería jugar.
En su línea de visión, todavía podía ver ese maldito boxer y eso la enojaba. A estas alturas, ya debería haberla descubierto, sin embargo, caminaba de manera casual como si no fuera nada. Bulma decidió volver la cabeza hacia un lado y después de unos segundos, sus ojos se encontraron. Una vez que lo hicieron, Vegeta se encargó de cerrar la distancia entre los dos. Solo se detuvo cuando sus rodillas tocaron el borde de la cama y todo el tiempo, el contacto visual no se rompió. Bulma soltó el aliento que no sabía que estaba reteniendo y cambió de posición.
Se dirigió hacia él a gatas hasta alcanzarlo, luego se puso de rodillas y estuvieron casi cara a cara, ninguno de los dos quería apartar la mirada como si fuera una batalla por el dominio.
Bulma sintió los pectorales de Vegeta bajo sus manos y fue entonces cuando se percató que había sido ella quien lo tocó primero. Aun así, lo vio a los ojos mientras dejaba que sus manos vagaran por su torax. Lentamente exploró cada muesca y cicatriz en su piel. Eran suaves, aunque ásperas, incluso si eso no era posible. Palpaba su calidez y era como si sintiera los latidos de su corazón bajo las yemas de los dedos. Su cuerpo estaba marcado por todos los años que había luchado y todas las batallas en las que había estado.
Pero no importaba, solo hacía que lo quisiera más, ¿por qué era fuerte o por qué deseaba consolarlo? No estaba segura.
Una cosa que sí comprendía era que él necesitaba de alguien a quien pudiera confesarle sus emociones en silencio. Cuando estaban conectados, ella percibía lo que pasaba en su corazón. Durante su primera vez, finalmente se había dado cuenta de que Vegeta tenía sentimientos. Él simplemente no sabía cómo mostrarlos. Siguió arrastrando los dedos por su cuerpo hasta que alcanzó el dobladillo de su boxer, luego se aferró a éste esperando a que se lo sacara para que estuviera desnudo. Él la dejó sin aliento con una sola mirada e hizo que el deseo estallara en su interior.
Bulma presionó su cuerpo contra el de él, casi culpándose por usar tanta ropa. Mientras ella se perdía en sus ojos, notó un atisbo de la emoción que los atravesaban. No era amor, pero tampoco era furia. No importaba lo que Vegeta dijera alguna vez, la necesitaba. No precisaba decírselo, ella lo entendía. Eso le trajo una sonrisa a los labios y antes de que él pudiera preguntar al respecto, cerró los ojos y lo besó. No fue un acto salvaje ni lleno de lujuria, sino suave y gentil. Cuando lo hizo, jaló ligeramente el boxer y fue todo lo que requirió para pasar de su ropa interior a su premio.
Vegeta advirtió que este caía a sus pies, lo empujó a un lado y procedió a envolverla con sus poderosos brazos. Bulma abrió la boca para permitirle deslizar la lengua en su interior. Él subió los dedos hasta su cabello azul, ella lo sintió enredarlos entre sus mechones y resistió el impulso de inclinar la cabeza hacia atrás. Presionó la parte inferior del cuerpo contra la suya y se percató de su longitud contra su núcleo cubierto. Un estremecimiento de dicha la atravesó cuando reparó que el agarre a su alrededor se tensaba. Las palabras quedaron atrapadas en su garganta y no supo si se atrevería a decirlas.
¿Qué sucedería si lo asustaba?
Con los ojos fuertemente cerrados, decidió apartar esos pensamientos. Ahora no era el momento, aunque honestamente no había uno mejor, ya que así era cuando estaban más cerca el uno del otro. El corazón de Bulma seguía latiendo con fuerza al igual que el suyo. Él rápidamente localizó el camino hacia el costado de su ropa interior donde esperaba encontrar un lazo, pero no había nada. Vegeta no era alguien que tratara con este tipo de cosas ni que se tomara la molestia con una prenda. Entonces, hizo lo que solía hacer y la arrancó bruscamente desde atrás.
Ella se quedó sin aliento por la sensación, mas no se sintió enojada. La idea de que la deseara hasta el punto de rasgarle la ropa era bastante excitante.
Bulma sintió la frialdad de la habitación sobre su piel y se estremeció. Como para calentarla, él presionó sus cuerpos con fuerza y ella se perdió en su abrazo. Era extraño cómo podía ser tan rudo y tan dulce al mismo tiempo; extendió los dedos hacia su cabello e hizo su cosa favorita al enredarlos allí.
Las manos de Vegeta bajaron hasta que llegó a sus suaves muslos y cuando lo hizo, los agarró firmemente, los levantó y la hizo caer de espaldas. Al instante se colocó entre sus piernas, casi la aplastaba con su cuerpo. Bulma se hallaba sin aliento cuando él se separó de sus labios para darle la oportunidad de reponerse. Sus hipnotizantes ojos de ónix se clavaron en el océano que eran los azules y ella no conseguía apartar la mirada. Cada vez que estaban como ahora, sentía como si pudiera vislumbrar su alma.
Y todas las veces, su corazón saltaba un latido. Amaba a este hombre.
Bulma pensó que había amado a Yamcha, pero si hacía una comparación, sería meramente un enamoramiento adolescente, un primer amor, la primera vez que pensó “nunca quiero separarme de este hombre”. Esto era diferente, había sido capaz de dejar a Yamcha atrás, sin embargo, la sola idea de que Vegeta nunca volviera a estar a su lado, le destrozaba el corazón. Estaba entrando en su caparazón, estaba destruyendo poco a poco sus paredes.
Cuando él se mudó por primera vez a su casa, nunca pensó que le importaría demasiado. Disfrutaba haciéndolo enojar, pero jamás imaginó que terminaría así.
Te amo.
Dos simples palabras que Vegeta nunca pronunciaría, ella lo reconocía y a pesar de eso, no le importaba. Entendía que él era capaz de demostrarlo sin decirlo y prefería no escucharlo y saber que era así a oírlo cuando no significaba nada. Él la hacía sentir como ninguna otra persona y le dio tanto, incluyendo a Trunks.
Vegeta podía notar su distracción, pese a que todavía seguía estando muy involucrada y muy excitada. Trató de mirarla para ver en qué estaba pensando, pero su expresión no la delataba. Ella se estuvo mordiendo el labio inferior cuando él arrastraba la boca por sus senos. Conocía algunos trucos que la harían olvidar cómo pensar. Sin bien, no importaba cuán metido en esto él también estuviera, no era tan rudo como de costumbre. Deseaba sentirla, deseaba verla debajo de él mientras le daba placer, deseaba ver su rostro.
Te amo.
Él estaba siendo tan dulce, tan tierno. Las palabras le quemaban los labios, mas no se atrevía a decirlas. Ella apartó los dedos de su cabello y casi le clavó las uñas en la espalda y lo arañó. Podía palpar todos los cortes debajo de sus dedos y se mordió el labio con más fuerza. No deseaba gemir aún, le gustaba el silencio, le agradaba el ambiente que traía. Se suponía que debían estar provocándose el uno al otro, en cambio, esto era gentil. Aunque era diferente de lo habitual, lo disfrutaba.
Te amo.
Finalmente él lo vio en sus ojos. El destello que había visto hace mucho tiempo, el que lo había hecho dejarla sentada allí. Miró hacia otro lado, no quería ver esos ojos. Para asegurarse de que los cerrara, Vegeta cubrió su boca con la suya. Bulma le dio la bienvenida al gesto y se atrevió a insertar la lengua dentro de su cálida caverna, se movió un poco debajo de él y lo escuchó gruñir en su boca. Él era muy sensible. Se movió de nuevo y esta vez, su longitud rozó su núcleo humedecido.
Bulma balanceó ligeramente las caderas y después de unos segundos, la punta de su longitud se posicionó en el lugar correcto. Cruzaron miradas por un segundo y cuando el momento se sintió bien, él lo introdujo dentro y la vio cambiar de expresión: sus ojos se cerraron cuando lentamente entraba en ella. Observó como apenas echaba la cabeza hacia atrás ante la sensación familiar en su interior. Su velocidad era pausada, pero a Bulma no le importaba, comenzó a mover las caderas a su ritmo y él lo mantuvo igual, sin cambiarlo nunca. Ella se agarraba de la sábana tan fuerte que sus manos formaban puños en sus ansias por más.
Sus poderosos brazos lo mantenían sobre ella mientras se deslizaba de dentro hacia afuera de una manera muy tortuosa.
Bulma abrió los ojos, sus orbes azules brillaban, ¿era por el placer o por las lágrimas?, en todo caso ¿por qué lloraría? Buscó en él tratando de encontrar algo y cuando se miraron fijamente, lo vio. Era débil, estaba rodeado de oscuridad y, sin embargo, podía observarlo. Era la luz dentro del corazón de Vegeta que resplandecía a través de sus ojos.
Y las palabras escaparon de ella. Fue abrumador, tenía que decirlas.
—T… te.
Antes de que lo que se moría por decir fuera escuchado, sintió que él le atrapaba los labios con el pulgar y el índice, y los juntaba para luego asolar sensualmente su boca.
Bulma supo en ese momento que no quería que lo dijera, pero la comprendía y, aun así, parecía estar bien con eso.
Una vez que él se apartó de su boca, ella sonrió. Bulma enterró el rostro en la curvatura de su cuello en el instante en que una sensación de plenitud la invadió. Vegeta presionó los labios contra su cabello y aumentó la velocidad levemente.
Dos pequeñas palabras.