Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Amor difícil ❯ Soledad ( Chapter 24 )
Descargo de responsabilidad de Maddie-san: No soy dueña de DBZ.
Amor difícil
Capítulo veinticuatro
Soledad
Los ojos de Bulma se abrieron cuando su sueño fue perturbado por un ruido extraño. Lentamente levantó la cabeza y echó un vistazo a su alrededor para tratar de ver si algo se hallaba fuera de lugar. La habitación estaba oscura y completamente vacía, justo como cuando se fue a la cama. Un profundo suspiro salió de sus labios mientras apoyaba la cabeza sobre la almohada otra vez. Se volvió hacia un lado para comprobar la hora: cuatro de la madrugada; por un breve momento, dudo si volvería a dormirse.
Podía notar el lado vacío a su costado que no sabía cómo la hacía sentir. Habían transcurrido solo dos semanas, todavía le quedaban dos, tal vez más, ya que había puesto muchísima comida. Una sensación de soledad envolvió su corazón cuando se preguntó si ella siquiera cruzaba sus pensamientos. Bulma no trataba de ser melodramática, pero pasar tanto tiempo sin ninguna noticia le oprimía el corazón. Ella era tan independiente como él, aun así, a veces el amor te arrastraba hacia abajo.
Durante el día, no había ningún problema, después de todo, Trunks y ella paraban muy ocupados; en cambio, cuando llegaba la oscuridad, era otra la historia. No estaba realmente triste, era más que nada el vacío. Eso y sus peleas. Parecía que solo la cargaban de energía para poder gritarle o preparar algún tipo de plan de batalla contra él. Nadie le ofrecía un desafío en la casa salvo Vegeta. Quizás también extrañaba la calidez de su cuerpo.
La última vez que la dejó, la vida sexual de los dos no había sido regular y la verdad era que no buscaba su cuerpo, pero ahora que se acostumbró a él... probablemente estaba un poco excitada.
Tomó una respiración profunda, pateó las mantas de su cuerpo y se sentó en el borde de la cama. Su mente permanecía llena de pensamientos y cada vez que algo así sucedía, era imposible que durmiera. Bulma caminó en dirección a su armario y agarró una bata; después de ponérsela, se dirigió a la puerta y salió hacia la cocina. Como no podía dormir, iba a tomar un poco de leche tibia.
Desde el momento en que comenzó a llegar, tuvo la sensación de que había alguien más y casi creyó que era él. Una vez que entró, notó que el lugar estaba vacío. A veces a su mente le gustaba jugarle malas pasadas. Negó con la cabeza suavemente y sacó la leche de la nevera junto con la miel, luego la puso a calentar. En tanto esperaba, se apoyó en el mostrador y miró por la ventana.
Trunks y ella pasaban bastante tiempo juntos. No es que no lo hayan hecho en el pasado, pero ahora era diferente. Bulma había encontrado un viejo cuaderno de sus padres en el que registraron su progreso cuando era una niña. Tan pronto terminó de examinarlo, decidió que su hijo lo haría mejor; desde entonces, trabajaba en sus lecciones.
Primero comenzó con el lenguaje de Trunks. Ella se sentaba con él y le enseñaba cómo pronunciar cada palabra correctamente; también introducía algunas nuevas en cada sesión. El próximo paso que quería tomar acabada esa etapa era ayudarlo a formar las oraciones de una manera adecuada, pero deseaba que él tuviera el vocabulario indicado primero; además, había comprado muchos libros para niños, muy cortos y muy fáciles. Todos los días, le leería el mismo libro cuatro veces. Trunks estaría sentado en su regazo y ella señalaría cada palabra mientras la vocalizaba despacio.
Al principio, Bulma esperó que él no se quedara quieto o que hiciera una rabieta, lo cual nunca sucedió. Por supuesto, al instante se dio cuenta de que tal cosa se debía a su padre. Al parecer, entrenar con alguien tan estricto como Vegeta tenía algunos beneficios. Trunks rara vez gimoteaba o se quejaba y eso por regla general solo ocurría cuando tenía hambre. Su actitud hacía que todo el proceso de aprendizaje fuera mucho más fácil. Quizás Vegeta poseía algunas buenas habilidades de crianza después de todo.
Una pequeña sonrisa apareció en sus labios cuando se dio la vuelta para agarrar la leche. Se sirvió una taza, le agregó miel y se sentó a la mesa. No podía evitar pensar en él, se preguntaba si volvería diferente. No sería una sorpresa, ya que la última vez regresó convertido en un super saiyayín, sin embargo, dudaba que hubiera algo después del nivel que había alcanzado durante los juegos de Cell.
A pesar de eso, lo más probable era que seguiría intentándolo.
Si no lo hiciera, no sería Vegeta.
Bulma bebió la leche en silencio completamente sola en la cocina. Era difícil apartar la mirada de la ventana, ya que tenía la constante sensación de que él aparecería. No era que lo echara de menos, era solo eso, no podía describirlo. Algo en lo profundo de ella clamaba que se encontraba cerca, pero no era capaz de explicar por qué se sentía de esa manera.
Estaba loca, Vegeta no regresaría antes. El viaje fue su idea y su elección en primer lugar, ¿por qué retornaría después de estar en el espacio la mitad del tiempo que había planeado? Él no era así; además, a pesar de que tomó la decisión de quedarse, no tenía ningún vínculo real con este planeta. Si un día se hartaba, se marcharía y nada podría impedírselo.
Todavía era libre porque su corazón no tenía ataduras.
✺✺✺
Algo era pesado, algo estaba sobre ella. Bulma luchó por abrir los ojos y una vez que lo hizo, todo lo que vio fue la oscuridad. Cuando sus ojos se adaptaron poco a poco a la sombría habitación, distinguió una silueta. Tan pronto como ella observó su cabello puntiagudo, inhaló profundamente; tenía que estar soñando, no había forma de que él ya estuviera aquí.
Bulma trató de alcanzar la lámpara para arrojar algo de luz sobre la situación. Por desgracia, tan pronto como extendió el brazo, él le agarró la muñeca. Ella inclinó la cabeza hacia su dirección y sus ojos de ónix eludieron la oscuridad. Era realmente él, pero eso no aclaraba lo que hacía aquí. Tal vez algo sucedió, después de todo, era la única forma de explicar su temprana presencia.
—¿Vegeta? —preguntó ella, su voz todavía se oía un poco ronca—. Qué…
Antes de que Bulma pudiera terminar la frase, él le cerró la boca poniendo un dedo sobre sus labios.
—Hablas demasiado —contestó finalmente y cambió de posición.
Con la rodilla, le separó las piernas y ella lo aceptó de buen grado. Se colocó en el medio y acercó el rostro al de ella. Todo lo que Bulma llevaba era su ropa interior y una camiseta de gran tamaño. Vegeta bajó la manga para exponerle el hombro y luego procedió a probar su piel, causando que ella temblara de placer ante el contacto inesperado.
Él no quería que le preguntara por qué ya había regresado.
No se quedó sin comida, no tuvo problemas, no había una sola cosa incorrecta en el espacio exterior o con su equipo. No, el problema resultó ser él mismo. Todos los días, a cada instante, algo se sintió mal. Era como si hubiera una voz en el fondo de su mente hablando con insistencia, pero no podía descifrar lo que decía.
El planeta en el que el que aterrizó carecía por completo de vida y eso lo complació; no obstante, a medida que pasaban los días, descubrió que las horas se prolongaban. Nunca había sentido que disponía de demasiado tiempo para entrenar, sin embargo, tenía experiencia con aquel sentimiento. Obviamente, la emoción le desagradó mucho, ¿por qué sucedió algo así cuándo todo lo que quería, todo lo que precisaba le fue entregado?
Y por si fuera poco, estaban las ridículas largas noches de sueño: o dormía demasiado o no dormía en lo absoluto. Desde que comenzó a compartir una habitación con ella, la mujer bien lo mantenía despierto toda la noche con sus movimientos o el hecho de que estuviera allí le permitía dormir. Ese solo pensamiento lo volvió loco. ¿Cómo podía su presencia tranquilizarlo y dejarlo descansar? Eso era ridículo, no necesitaba depender de nadie para nada; aun así, sin importar lo que él hiciera, ella nunca estaba lejos.
Pasada una semana y media, Vegeta decidió que no lo soportaba más; después de todo, ¿qué caso tenía? Había deseado aislarse en el espacio y estar completamente solo. Durante un tiempo pensó que le hacía falta algo así, creía firmemente en eso, pero una vez que le fue concedido, simplemente no era igual. La soledad no le despertaba ningún interés, al menos no tanto como antes. Estar consigo mismo solía ser lo que prefería, ya que las otras personas lo molestaban, sin importar quienes fueran.
Si ese era el caso, ¿por qué estaba de vuelta, por qué estaba sintiendo su calor?
Bulma envolvió los brazos alrededor de su cuello y hundió los dedos en su cabello mientras Vegeta seguía besándole la piel.
Él la había dejado atrás sin considerar sus sentimientos y también a su hijo. No era la primera vez que hacía algo así; pero sin importar lo que hiciera, cada vez que regresaba, allí estaba ella.
Una vez que Vegeta perdió su planeta natal, nunca tuvo nada a lo que regresar. No solo lo habían obligado a trabajar para Frízer, sino que no tenía ni idea de a dónde ir. Donde quiera que iba todo se hallaba en un constante cambio, siempre era diferente, nada era igual. Cada vez que se dirigía a un nuevo planeta era para purgarlo de la misma manera en que él lo había sido. No quería conocer a la gente, porque no solo sería inútil, sino que no los necesitaba.
Ella era diferente.
Por primera vez, existía un planeta al que podía ir que no estaba muerto. Él mismo amenazó con destruirlo varias veces, a menudo diciendo que lo haría después de los androides, pero eso nunca sucedió probablemente porque su vida quedó atrapada en un torbellino y todo se convirtió en un desastre; sin embargo, sabía que podría regresar a la Tierra. A fin y al cabo, ¿por qué no debería? Había comida, alojamiento, un equipo de entrenamiento; todo estaba provisto para él. Todas sus necesidades y deseos eran satisfechos hasta en lo más mínimo.
Y de casi todo se hacía cargo la mujer.
Ella era una cosa tonta, frágil. ¿Cuántas veces pudo haberle roto el cuello cómo lo había hecho con tantos otros? En eso consistía el problema. Él no lo hizo. En lugar de matarla y esclavizar este lugar, la dejó vivir y no tuvo nada que ver con Kakaroto. Ese payaso no lo asustaba y no le habría impedido asesinarla. ¿La única razón por la que permanecía con vida era porque así lo quiso?
¿A qué se debía?
¿Por qué su presencia y su vida hacían una gran diferencia? Se suponía que debía ser como cualquier otro ser humano, mas no era así. Si lo fuera, él no se habría acostado con ella y aunque la idea no siempre fue la más placentera, dejó que le diera un hijo. La mujer era diferente porque era mejor que el resto.
Había algo en ella que nunca logró entender.
En ese preciso momento, él pudo oler su dulce aroma a miel mezclado con su excitación y casi le provocó un gruñido. ¿Cuántas veces quiso despedazar al débil por acercársele demasiado? Incluso ahora, a pesar de que ya no había nada entre ellos, su existencia no era algo que toleraba con facilidad. Probablemente porque no permitiría que nadie la alejara de él y conocía las intenciones en la mente de ese débil.
Al principio creía que no quería que ella se acostara con otro debido a que había dado a luz a su hijo. Hoy en día las razones eran muy diferentes. Su cuerpo le pertenecía. Estaban compartiendo una cama y significaba mucho más de lo que ella pensaba. Un príncipe no compartiría su cama con cualquiera. Podría haber decidido quedarse en su propia habitación y no lo hizo.
Su cuerpo, toda ella era suyo.
Y la sabía muy consciente del hecho. Después de ese despliegue de aromas hace mucho tiempo, de los celos que se le escaparon de control, ella nunca volvió oliendo tan fuertemente a otros hombres. Había olores casuales, pero él los reconocía como de las personas con las que trabajaba.
Hace algunos años, no le habría importado para nada lo que hacía ni con quién mientras arreglara la cámara de gravedad e hiciera lo que le ordenara. Ahora era un poco diferente. Diablos, a veces se encontraba haciendo, después de horas de pelea, lo que ella quería; ¿cómo terminaron las cosas de esa manera?
¿Eso era lo que se estaba perdiendo?
¿Era esa la razón por la que regresó antes, a pesar de que podría haberse quedado en el espacio exterior por más tiempo, a pesar de que ella posiblemente deseaba que fuera así?
Tenía que haber perdido la cabeza.
No solo era eso, estaban también aquellas palabras que le había dicho. Vegeta creía que el amor era una emoción inútil, que todo lo que hacía era arrastrarte hacia abajo y exponer tus debilidades; sin embargo, la dejó pronunciarlas y actuó como si no importara.
Ella le dijo que lo amaba y él se lo permitió.
Bulma podía sentir sus labios sobre su cuerpo, aunque cada vez que lo hacía, parecía muy distraído; ni siquiera la miraba a los ojos. Si él no quería que ella hablara, entonces reclamaría toda su atención. Evidentemente, dos semanas eran poco tiempo, pero ahora que él estaba de vuelta aquí, con ella, sentía como si se hubiera ido una eternidad, como si cada parte suya lo hubiera extrañado muchísimo. Sin pensarlo más, agarró su rostro con las manos y lo levantó. Una vez que lo tuvo cerca, presionó bruscamente sus labios contra los de él tratando de mostrarle lo apasionada que era.
Al principio, estuvo un poco sorprendida de verlo y todavía se hallaba algo dormida; en cambio, en este momento, estaba completamente despierta. Existían un millón de razones por las que habría decidido regresar y de todas ellas, había una en la que Bulma quería creer. Necesitaba convencerse con firmeza de que volvió antes porque era lo que él deseaba. Tal vez se había apegado a su vida aquí más de lo que admitía.
Naturalmente, no lo obligaría a decirlo en voz alta; a pesar de eso, muy bien podría obtener su respuesta pronto. Vegeta parecía creer que era invencible y que su mente estaba protegida de todo, lo cual era un error; cuando se unían físicamente, dejaba escapar parte de su control. Con los años, ella llegó a descubrir lo que significaban ciertos movimientos, velocidades y acciones.
Bulma lo leía a él y a su estado de ánimo por medio de su vida sexual.
Nunca se lo diría porque entonces comenzaría a ser cuidadoso y ella no buscaba eso. Si le ofrecieran solo una situación en la que él se abriera por completo, la tomaría en un santiamén, pero siempre sería su pequeño secreto.
Bulma le cogió las manos y las puso en el dobladillo de la camiseta que llevaba puesta, como si le estuviera dando indicaciones. Quizás para demostrarle que no quería recibir órdenes, Vegeta hizo una de sus cosas favoritas arrancándosela del cuerpo. Sabía que no haría un escándalo al respecto, lo más seguro era que le perteneciera. Ella le compró tanta ropa que él jamás vestía y a la mayoría no las había visto.
Una vez que el aire fresco de la habitación la golpeó, se estremeció un poco. La suave brisa que entraba por la ventana molestaba su cuerpo e hizo que su deseo creciera aún más. Cuando finalmente la miró, ella se dio cuenta de que sus ojos eran hipnóticos, aunque no era lo único que notó. Por lo general, él se veía muy serio y fruncía el ceño, pero ahora no lo hacía. No solo lucia relajado, sino que sus ojos tenían una luz que nunca antes había visto brillar tanto.
Por un instante, le recordó a un niño que trataba de aprender, al que ella deseaba enseñarle con todas sus fuerzas; sin embargo, no podía ser brusca, así que tendría que ir despacio.
Un paso a la vez.
✺✺✺
De forma lenta, uno a uno, los días pasaron y era como si nunca se hubiera ido. Al inicio, Vegeta se sorprendió de que no le preguntara otra vez por qué había regresado antes, pero eso no lo molestaba. Desconocido para él, Bulma ya tenía su respuesta. La noche de su regreso, prácticamente había sido dulce; le volvió a hacer el amor y le dio la información que quería. Una parte profunda de Vegeta la extrañó. Él, el príncipe independiente que siempre buscó el poder y la soledad, tal vez en realidad deseaba su compañía.
¿Quién lo hubiera pensado?
Vegeta se pasó los dedos por el cabello mientras salía de la cámara de gravedad. Su rutina había mejorado bastante. La verdad era que trabajaba más ahora que antes de marcharse, aunque esta vez no era por la falta de sueño. Él quería entrenar más. Ya que este planeta no podía satisfacer el desafío que su sangre saiyayín necesitaba, significaba que tendría que distraerse con otros objetivos. Si no lo hiciera, lo más seguro era que se volvería loco.
A diferencia de todos los demás en la Tierra, él creía que Kakaroto regresaría algún día. El idiota no se quedaría muerto para siempre, principalmente debido a su naturaleza saiyayín. Por más que esta estuviera enterrada en el fondo, todavía seguía presente, de ahí que disfrutara luchar tanto. Un día, el payaso se daría cuenta de que el mundo de los muertos no podía ofrecerle el desafío que su cuerpo deseaba.
Ni bien llegara ese momento, encontraría la manera de volver y cuando eso sucediera, Vegeta estaría listo. Kakaroto había alcanzado el nivel de super saiyayín antes que él, destruyó a Frízer y le quitó la oportunidad de derrotar a Cell. Si existía algo que le dejaba un sabor amargo en la boca, era la derrota, sin embargo, ese idiota lo hizo experimentarla una y otra vez.
A él no le importaba demasiado la amistad que la mujer tenía con Kakaroto. Un día lo vencería y recuperaría su honor, ese era quizás el objetivo que lo mantenía cuerdo. La idea de que otro era más fuerte fue el motor suficiente para llevarlo a empujar su cuerpo más allá de su límite. Vegeta nunca se conformaría con ser el segundo mejor, quería el primer lugar.
De repente, se distrajo de sus pensamientos por la presencia de un miserable ki, uno que visitaba su casa muy a menudo: el segundo mocoso de Kakaroto. Al parecer, a la mujer le encantaba la idea de que los dos niños pasaran el tiempo juntos, pero él no lo veía de la misma manera. Lo único que el tercera clase haría sería jalar a su hijo hacia abajo. Por otro lado, Vegeta tenía la certeza de que Trunks era mucho más fuerte y como Goten no estaba siendo entrenado, lo más probable era que se quedaría atrás. Ese pensamiento lo complació, implicaba que algún día podría ver a su hijo derrotar al del payaso.
Casi sería una victoria tan deliciosa como cuando él venciera a Kakaroto.
El humor alegre de Vegeta desapareció en un abrir y cerrar de ojos cuando entró en la cocina, o al menos lo que solía ser la cocina. Por más que los dos niños fueran muy pequeños, parecían dominar la habilidad del desastre, esta vez, tiraron algo que no debieron. La nevera estaba ahora en el piso y se podía ver que el contenido de las botellas rociaba la pared, que los huevos rotos ensuciaban el piso y que la leche salpicaba todo el lugar. No había nada en esa nevera que lograra salir intacto.
Vegeta estuvo entrenando en la cámara de gravedad por horas y se suponía que este era su descanso para almorzar. Claramente, estos mocosos tenían otros planes en mente. Sintió que su enojo emanaba de él. ¿A dónde se fue la mujer o la arpía, o incluso la madre cabeza de chorlito de la mujer? Casi dejó escapar un profundo suspiro antes de intentar localizarlas y pronto descubrió que la casa estaba vacía salvo por Bulma; ¿dónde se hallaban todos los demás?
Con la seguridad de que no sería él quien limpiaría el desastre, dejó la situación tal y como la encontró para ir a buscarla en el laboratorio. Sus pisadas eran estridentes durante todo el trayecto hacia el lugar. No quedaba más comida, esos mocosos lo habían desperdiciado todo y la culpaba a ella. ¿Qué hacía allí mientras andaban sueltos?, ¿no entendía qué el niño necesitaba disciplina, qué era lo más importante? Por lo visto, él era el único que le enseñaba eso a su hijo. Si ella hiciera lo mismo, todo ese lío y esa salvaje masacre no hubieran sucedido.
Estuvo a punto de destrozar la puerta cuando la estrelló contra la pared, haciendo que Bulma saltara de sorpresa y frunciera las cejas confundida e irritada mientras lo veía dirigirse en su dirección. Podía decir con una sola mirada que él no estaba contento, pero tampoco ella. ¡Casi la hizo cortar los cables equivocados con ese portazo! ¡Qué idiota!
—Vegeta, si descompusiste la cámara de gravedad, no tengo tiempo para arreglarla en este momento —dijo con un tono que expresaba sin dudas lo enfadada que se sentía.
Él se detuvo una vez que acortó la distancia entre los dos y cruzó los brazos frente a su pecho.
—Mujer, no hay comida.
Ella levantó una ceja. ¿Qué quería decir con que no había más comida?, ¡si su madre fue de compras el día de ayer! Por más que Vegeta y Trunks tuvieran un gran apetito, no podía creer que acabaran con tanto en tan poco tiempo.
—¿Ya te comiste todo? —le preguntó ella dejando caer su alicate—. ¡Vegeta! ¡Mi madre acaba de hacer las compras! ¿Es tan difícil que te contengas de vez en cuando?
—No fui yo, mujer —respondió golpeando su palma contra el mostrador como para ponerlo en claro—. Tú dejaste a los mocosos sin vigilancia y casi destruyeron la cocina.
De pronto, ella amplió los ojos, como si acabara de recordar a los dos niños que se hallaban en la casa.
—¡Oh, Dios! —exclamó y pasó corriendo junto a él para tratar de subir las escaleras lo más rápido posible.
Su padre la había llamado, quería que inspeccionara algo por él y dejó solos a los niños pensando que podían cuidarse a sí mismos por un momento. El problema era que quedó atrapada en el trabajo durante los últimos veinte minutos y se le habían olvidado a su mente ocupada. Incluso se suponía que debía prepararles el almuerzo y solo eso le dio una idea de lo que hicieron en la cocina.
Se sentía como una idiota, en especial porque técnicamente estaba haciendo de niñera.
Milk había traído a Goten temprano después de que Bulma accedió a cuidarlo. Ella y Gohan tenían que ir a una entrevista de ingreso a una escuela elegante a la que quería que él asistiera y temió que Goten causara algunos problemas. La única persona capaz de vigilar a su hijo era Bulma, lo cual era perfecto, ya que los niños se llevaban muy bien.
Pero ahora, ella había fallado y su error le saltó a la cara una vez que vio el estado del lugar. Sus pupilas se agrandaron y se quedó boquiabierta, era lo único que logró hacer. Parecía que un tornado atravesó la casa. Cerró los ojos con fuerza durante unos segundos en un intento por calmarse.
En este momento ella tenía a dos monstruos y a un saiyayín muy enojado y hambriento. La limpieza se realizaría bastante rápido, todo lo que debía hacer era enviar algunos robots y, aun así, eso apenas se haría cargo de la situación. Bulma no estaba segura de si debía castigar a los niños, ya que aún eran muy pequeños y ella había sido la que los dejó sin vigilancia; sin embargo, si no decía nada, podría suceder de nuevo.
Se pasó los dedos por sus mechones azules, dejó escapar un suspiro y les habló.
—Ustedes están en un gran problema —dijo tomándolos de la mano—. Tienes suerte de que tu papá no hiciera explotar el lugar —añadió viendo a su hijo.
Trunks en seguida desvió la mirada.
La mención de su padre fue sin duda alguna suficiente para asustarlo. A veces se preguntaba cómo iba el entrenamiento de esos dos; tal vez intentaría instalar una cámara solo por una ocasión para espiarlos.
Bulma los dejó en el piso de la sala donde al menos no había una alfombra que manchar. Ambos niños estaban sucios y cubiertos de comida, eso significaba que necesitarían un baño. Su trabajo tendría que esperar por el momento, porque ellos la ocuparían durante la próxima hora. Sin dejar de mirarlos, caminó hacia el robot más cercano e ingresó algunas órdenes.
Ahora que se hizo cargo de eso, solo le quedaba un gran problema y ese era Vegeta. Como si fuera una señal, apareció en la habitación, todavía se hallaba bastante molesto. Bulma se percató de que estaba a punto de pedir algo de comer, así que se le adelantó y lo interrumpió antes de que él pudiera comenzar.
—Voy a pedir pizzas, iré de compras más tarde.
Había una parte que ella no incluyó. Como se aseguró de ser un idiota cuando bajó, se lo devolvería. Bulma no iba a ir de compras sola. Tal vez era hora de que Vegeta conociera el peso de su ingesta de alimentos. Había una manera fácil de engañarlo para que viniera; era algo bajo y mezquino, mas no le importaba. Apagaría la cámara de gravedad y si la quería de vuelta debía venir.
Ella casi se rio, ambos sabían que él tenía una pequeña debilidad por ella y no la mataría por eso, aunque iba a estar bastante enojado.
Vegeta gruñó en respuesta. Pizza no era lo que rondaba su mente; eso retrasaría su entrenamiento, lo normal era que tardara más de media hora en llegar a la casa, pero se moría de hambre.
—Ahora voy a darles un baño a los niños. —Ella caminó en dirección a Vegeta, lo agarró del brazo y lo llevó al sofá—. Mientras tanto, ¿por qué no te relajas un poco? —Incluso él necesitaba un descanso de vez en cuando. Ella lo obligó a sentarse y, para su sorpresa, le hizo caso.
Bulma extendió la mano hacia el control remoto y encendió el televisor. De inmediato cambió el canal a uno que solía pasar todas esas sangrientas películas de guerra que al menos lo mantendría un poco interesado.
—No te preocupes, me aseguraré de conseguirlas en menos de media hora. —Todo lo que debía hacer era mencionar el dinero extra si las pizzas llegaban a toda velocidad. No era la primera vez que lidiaba con esa pizzería.
Luego exhaló hondo, se dirigió hacia los niños y los arrastró junto con ella. En menos de cinco minutos se ocupó de cada una de las crisis en la casa. Por un instante, se sintió como la mujer maravilla.
Al parecer no había nada que no pudiera hacer.
✺✺✺
Ella era malvada, despreciable y la odiaba.
Por su culpa, estaba rodeado de molestos debiluchos que no dejaban de empujarlo, sin siquiera volver las caras para temer su mirada mortal, además, todas esas prostitutas se negaban a apartar los ojos de él. La idea de volarlos cruzó por su mente, pero no tenía ningún deseo de escuchar la voz chillona de la mujer. Ella había gritado sus instrucciones lo suficientemente fuerte antes de ir a buscar algo. No podía matar a nadie, ni siquiera dañarlos.
Era afortunada de que necesitara la cámara de gravedad.
No obstante, ella no saldría bien librada de esto como pensaba. Evidentemente, la había acompañado porque, antes que nada, ella le dijo que si no lo hacía no compraría ningún alimento y que, por la forma en que entrenaba, requeriría muchísimo. En segundo lugar, ella apagó la cámara de gravedad. A pesar de que estaba lejos de ser un idiota, no entendía la forma en que funcionaba, así que no consiguió encenderla. Y por si fuera poco, lo hizo con un control remoto del cual no conocía su ubicación.
Después de amenazarla durante diez minutos seguidos —amenazas que ella ignoró— decidió venir. Aun así, todo este tiempo solo había estado pensando en cómo se vengaría. La idea de destruir su laboratorio le cruzó por la mente, pero no sería beneficioso para él. Después de todo, si lo destruyera, ¿cómo repararía su cámara de gravedad y le haría un nuevo equipo de entrenamiento?
Debía ser algo que solo la afectara.
La idea demoniaca se gestó en su mente cuando se percató de algo acerca de ella: era bastante vanidosa, casi siempre se ponía pintura en la cara y se arreglaba para sí misma. También solo vestía ropa costosa, como se enteró por las conversaciones entre ella y su madre. Consideraba su apariencia muy importante. Todo lo que tenía que decidir era qué parte quería arruinar.
Solo había un problema; si era demasiado obvio, ella apagaría la cámara de gravedad de nuevo y no podía permitir que eso sucediera.
Fue entonces cuando pensó en el plan perfecto. Había una cosa que siempre modificaba, una cosa para la que usaba un millón de productos: su cabello. Ella cambiaba de peinado casi todas las semanas y en este momento, como era bastante largo, estaba bastante complacida porque al parecer hacía con él lo que deseaba. Eso significaba que un cabello más corto la molestaría mucho. En realidad, si lo pensaba con cuidado, nunca antes la había visto lucirlo así.
Una sonrisa de suficiencia apareció en su rostro; oh sí, iba a vengarse.
La compra de víveres continuó, Vegeta permaneció la mayor parte del tiempo en completo silencio, lo cual fue algo que asustó un poco a Bulma. Debería estar gruñón y odiarla, sin embargo, permanecía sereno. En seguida supo que era algo malo. Todo el viaje a casa estuvo igual de callado, solo mantenía los brazos cruzados frente a su pecho, sin mirarla nunca.
¿Tal vez ella fue demasiado lejos en esta ocasión? Su entrenamiento ya había sido retrasado y luego la vio llegar para apagar su cámara de gravedad. Quizás solo trataba de darle la ley del silencio. No sería la primera vez. Estrictamente hablando, nada de lo que sucedió era su culpa. Si él pasara algún tiempo ayudando en lugar de entrenar siempre, no necesitaría tomar medidas drásticas para obligarlo a venir.
El día que él encontrara ese control remoto, estaría jodida.
Una vez que finalmente regresaron a la Corporación Cápsula, Vegeta bajó del pequeño aerojet y se dirigió a la casa. Bulma agarró la cápsula que contenía los comestibles y lo siguió por detrás. No pudo evitar admirar su espalda mientras él avanzaba. Era tan poderosa y definida, que era difícil mirar hacia otro lado. Cielos, a veces todavía era como una chica de secundaria cuando se trataba de su cuerpo.
Lo pervertido en su interior deseó que él no estuviera demasiado malhumorado esta noche.
Después del día estresante que tuvo, ciertamente necesitaba un tiempo de relajación y él sabía cómo hacer desaparecer el estrés.
—¡Hola, cariño! —la saludó Bunny tan pronto como ella entró a la cocina.
Bulma se sintió un poco aliviada de que su madre estuviera allí, ya que no tenía ningún deseo de guardar la comida; no sabía dónde poner la mayor parte porque casi nunca iba de compras y en este momento, se encontraba agotada. Estuvo de pie casi todo el día; después de hacerse cargo de todo, le parecía que requería de un descanso.
Tal vez tomaría una siesta durante una hora y luego regresaría al proyecto en el que ayudaba a su padre.
Bulma se dio cuenta de que debía volver a activar la cámara de gravedad antes. Metió la mano dentro de su brasier, donde había guardado el control remoto por si acaso él comenzara a buscarlo, y presionó un botón verde. En un segundo se escuchó un sonido familiar en toda la casa.
Satisfecha, estiró los brazos y le entregó la cápsula a su madre.
—Aquí están los víveres —le informó antes de dirigirse a la sala.
Bunny miró la pequeña cápsula blanca en su mano y sonrió. A veces su hija podía ser algo tonta y distraída, ¿no sabía qué las compras ya habían sido hechas?
Tan pronto como Bulma llegó al dormitorio, se dejó caer sobre la cama e inmediatamente cerró los ojos. Para su desgracia, no estaba al tanto de la presencia de Vegeta y de Trunks en la habitación contigua. Él había descubierto la manera perfecta de vengarse sin que la mujer destruyera la cámara de gravedad; todo lo que tenía que hacer era darle la tijera a su hijo y llevarlo a la habitación.
El niño aprendía con velocidad porque agarraba y probaba todo lo que encontraba, la tijera era algo que disfrutaba. A Vegeta le agradaba pensar que se debía a que en cierto modo era un arma.
Guió a Trunks dentro de la habitación e hizo sus pasos lo más ligeros posible. Bulma, que estaba casi dormida, oyó la puerta, pero no pensó en nada al respecto. Entonces, de repente, sintió un peso familiar al lado de su espalda que reconoció como el de su pequeño.
—Hola, Trunks —dijo con una voz llena de alegría.
Vegeta salió del lugar en un santiamén dejando la puerta abierta y caminó en dirección a la cámara de gravedad ahora que volvía a estar prendida. A la mujer le gustaba pelear y podía ganar algunas batallas, pero nunca sería lo suficientemente inteligente como para ganar la guerra. Su sonrisa solo crecía con cada segundo que pasaba mientras ingresaba allí.
Unos instantes más tarde, Bulma escuchó el corte y Vegeta la escuchó.
Toda la ciudad lo hizo.