Dragon Ball/Z/GT Fan Fiction ❯ Amor difícil ❯ Un lugar olvidado ( Chapter 26 )

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Amor difícil

Capítulo veintiséis

Un lugar olvidado

 

 

Tal vez le rompería el cuello, tal vez lo vería perder toda su sangre de manera lenta. No, no sería lo suficientemente doloroso. Quizás la idea perfecta le llegaría en el momento en que se vieran.

—¿Dónde está “él”?

Bunny no pudo evitar sorprenderse un poco por el tono de su hija y su inesperada aparición, ella inclinó la cabeza hacia un lado y le ofreció a Bulma su mejor sonrisa.

—¡Buenos días, cariño!, ¿quieres desayunar? —contestó ignorando por completo su pregunta.

—No, mamá, no tengo hambre. —Bulma exhaló un profundo suspiro y pasó los dedos por sus cortos mechones azules —. Estoy buscando a “Vegeta”.

Bunny juntó los labios y se puso a reflexionar, ¿había visto al hombre guapo hoy? No podía recordarlo.

—No creo que haya desayunado todavía. —¡Esperaba que él no estuviera enfermo ni nada! ¡Pobrecito! ¡Quizás le prepararía una sopa!

Bulma asintió con calma.

—Por supuesto que no, él aún no hace “nada”.

Su madre parpadeó un par de veces claramente confundida, como no entendió el comentario de su hija, hizo caso omiso con una sonrisa.

—¿Por qué no te sientas?, estoy segura de que tienes hambre.

Bulma no sabía si estaba sorprendida o acostumbrada a la forma en que su madre parecía ajena a todo lo que sucedía a su alrededor. Decidiendo que no valía la pena molestarla, sobre todo porque ya se sentía enojada, avanzó y se sentó a la mesa. Fue entonces que notó lo vacío que lucía el lugar cuando Trunks se iba. Su hijo pasaba el fin de semana en la casa de Milk debido a que era muy difícil separarlo de Goten.

La primera vez que se ausentó fue un poco duro, pero ella se adaptó rápidamente; además, alternarían entre las dos casas.

En cierto modo, estaba contenta de que Trunks no estuviera porque guardaba una rabia tan intensa en su interior que iba a desatar el infierno sobre Vegeta.

—Mamá, ¿llamó Milk?

Bunny sonrió.

—¡Oh, sí; lo hizo hace unas horas!

—¿Dijo cuándo Gohan traería a Trunks?

—En la tarde o en la noche, creo; mencionó algo sobre que tenían que hacer la tarea.

Bulma resistió el impulso de poner los ojos en blanco, por supuesto.

Al menos eso le daría un poco de tiempo para encontrar a Vegeta. Sabía que él no se hallaba en la casa o si lo estaba, era muy bueno escondiéndose. Lo que sea que lo mantuviera alejado debía ser muy importante, ya que ni siquiera entrenaba. ¡La cámara de gravedad había permanecido apagada por los últimos tres días! Casi se preguntaba si no estaría enfermo.

Pero no, él no lo estaba, eso significaba que su enojo era completamente justificado. ¡Qué demonios le sucedía para evitarla así! Ella iba a retorcerle el cuello una vez que le pusiera las manos encima.

De improviso, fue sacada de sus pensamientos cuando su madre puso un plato frente a ella. Bulma le ofreció una sonrisa forzada, cogió el tenedor y lo hundió lentamente en la comida; pero todo el tiempo siguió distraída por el asunto de Vegeta. Él no comía ni entrenaba. Durante muchos años, pensó que esas eran sus razones para vivir.

A menos que evitarla fuera más importante que cualquier otra cosa.

Todo su cuerpo sintió su frustración cuando trató de calmarse, pero era más fuerte que ella. ¡Tres semanas!, ¡tres semanas era demasiado tiempo! Tal vez una fue su culpa debido a su período, en cambio, las otras dos eran culpa de él. ¡Acaso Vegeta paraba demasiado ocupado para tener que volver al dormitorio muy tarde!, ¡ella era la que trabajaba por el amor de Kamisama!, ¿cómo podía disponer de menos tiempo? Su empleo en la Corporación Cápsula era importante, pero sabía cuándo parar y eso que era una adicta al trabajo.

Bulma presionó los labios mientras hacía lo posible por encontrar una solución. A diferencia de los demás, no captaba el ki, lo que sin duda le facilitaba a él esconderse. Si no podía captarlo de una forma normal, eso no quería decir que le estuviera prohibido buscar una manera de hacerlo. Era una científico, ¿no? De acuerdo, tomaría algo de tiempo, pero en el fondo creía firmemente que valía la pena intentarlo.

Habiendo recuperado un poco de su buen humor, sintió que su corazón se volvía más liviano. Bulma hizo a un lado su desayuno intacto. Si trabajaba a conciencia, solo le llevaría un par de horas. Después de todo, había creado el radar de dragón, entonces ¿qué tan difícil podría ser inventar un radar de ki? Y una vez que lo tuviera, no habría forma de que Vegeta escapara de ella nunca más.

Orgullosa, salió de la cocina a toda prisa dejando atrás a una aturdida Bunny. Ella miró la comida de su hija y suspiró. ¡Había preparado todo esto y ni Bulma ni Vegeta desayunaron! ¡Los muchachos de estos días se emocionaban en exceso! Oh, si ella fuera un poco más joven, se comportaría igual.

Quizás le haría una pequeña visita a su esposo.

✺✺✺

Bulma casi soltó un grito de emoción luego de instalar las últimas adiciones a su radar. Había trabajado en ello durante seis horas, ignorando por completo el mundo que la rodeaba. Ni siquiera sabía si esto iba a funcionar, pero estaba dispuesta a poner su alma en ello. Al fin lograría estar al mismo nivel de los demás. Tenía máquinas para volar, algunas para luchar y ahora un detector de ki. Claro, era una forma un tanto mezquina de encontrar a un luchador, aunque también inteligente.

Su deleite solo creció al cerrar la tapa posterior de su nuevo dispositivo. Dio un brinco de entusiasmo, presionó con mucha delicadeza el botón amarillo al costado y la pantalla azul se iluminó por completo. Ella comenzó a morderse el labio inferior mientras esperaba a que aparecieran los pequeños puntos anaranjados que indicaban que había un ki alrededor; lo había programado para ubicar un ki alto solo para que los bajos no la distraigan de su objetivo principal.

Su alegría descendió cuando no pasó nada. Lo primero y lo único que asumió fue que no funcionaba. Vegeta tenía que estar cerca. Maldición, incluso si él se ubicara por la casa de Milk, lo detectaría. Calmadamente, puso el dispositivo sobre la mesa, echó un vistazo a sus herramientas y llegó a la conclusión de que tendría que volver a empezar todo de nuevo; el único problema era que no sabía dónde cometió el error, ¿tal vez había hecho mal los cálculos para encontrar la onda de energía correcta?

Un poco frustrada, se dejó caer en una silla.

Ni siquiera estaba segura de por qué se hallaba tan enojada en primer lugar. Al principio, se dijo que era debido a que habían pasado tres semanas desde la última vez que Vegeta la había tocado, pero con el paso del tiempo, comenzó a preguntarse si no era otra cosa. No solo existía el hecho de que no tenían relaciones sexuales, también era que apenas lo veía. Algo lo mantenía ocupado.

Vegeta no era alguien que compartiera la historia de su vida y eso a veces le dificultaba adivinar lo que pasaba por su mente. Hasta ahora, habían estado juntos por años y, sin embargo, conocía muy poco sobre él. Ese hecho nunca la molestó, ya que sabía cómo era, aun así, cuando desaparecía por tanto tiempo, no podía evitar preocuparse; si algo andaba mal con él, ¿se lo diría?

No dudaba de su devoción. Vegeta no era alguien que soportara una situación que no le gustaba en silencio. Si todavía permanecía aquí, significaba que no le mortificaba estar a su lado. Bulma no necesitaba que viniera y se lo dijera a viva voz para que lo sintiera. A su manera, él era feliz en la Tierra con Trunks y con ella; pero a veces, la oscuridad nublaba sus ojos, había algo que se guardaba para sí mismo.

Solo deseaba poder ayudarlo.

Antes de que Bulma continuara con el hilo de sus pensamientos, se escuchó un golpe en la puerta y alzó la mirada. Cuando nada más sucedió, dijo:

—Adelante.

Unos instantes más tarde, Bunny apareció y se veía extremadamente emocionada.

—Oh, cariño —dijo cerrando la distancia entre las dos—. ¡Vas a estar muy feliz! ¡Vegeta está desayunando arriba!

Bulma frunció el ceño un poco, en gran parte porque estaba algo sorprendida. ¿Acababa de regresar?

—Ya voy —contestó ofreciéndole una sonrisa a su madre.

Bulma agarró el radar de la mesa y lo tiró a la basura; mientras lo hacía, se le escapó por completo el gran punto intermitente en la pantalla azul que indicaba la presencia de un ki cercano. Ella suspiró, se levantó y comenzó a seguir a su madre. Ni siquiera estaba segura si iba a hablarle a Vegeta, después de todo, no podía salirse con la suya tan fácilmente. Sin embargo, quería verlo, solo para cerciorarse de que se encontraba bien. No comprendía lo que pasaba, por más que estuviera familiarizada con su forma de sobreesforzarse.

Su corazón comenzó a latir un poco más rápido al acercarse a la cocina. No llevó demasiado tiempo hasta que su cabello puntiagudo apareció a la vista y al advertir que su piel no tenía laceraciones, se sintió aliviada. Él no parecía herido ni agotado, eso la hizo deducir que no estuvo entrenando en lo absoluto.

Sabía que él podía darse cuenta de que ella entró, pero ni siquiera alzó el rostro para verla. Bulma estaba a punto de sentirse un poco ofendida por su conducta cuando notó algo en sus ojos. La mirada en ellos no era la de costumbre. Había algo extraño, él casi se veía triste; quizás triste no era la palabra correcta, tal vez nostálgico se ajustaba mejor a la situación.

Sea lo que fuera, Vegeta expresaba una emoción que parecía incómoda en su rostro. Los latidos de su corazón aumentaron y pronto le fue imposible mirar hacia otro lado. Ella quería saber desesperadamente por qué lucia tan triste. No pudo detenerse, se encaminó hacia la mesa de la cocina y sin siquiera fijarse en el desayuno servido, se sentó e hizo todo lo posible por apartar los ojos de él.

Fue demasiado tarde; antes de que Bulma pudiera hacerlo, Vegeta levantó el rostro y sus miradas se cruzaron. La que él le dio fue suficiente para enviarle escalofríos por la espalda. Involuntariamente, ella se encontró rehuyendo de esos ojos. Bulma esperaba que le dijera algo, lo que nunca sucedió. Para saber como estaba, alzó la vista, pero él ya veía hacia otro lado.

El ambiente era denso y sofocante, aunque no por Vegeta. Algo simplemente no se sentía bien y no podía alejar ese sentimiento. Era como si fuera evidente y sin embargo no conseguía descifrarlo.

El silencio la mataba y decidió romperlo.

—¿Por cuánto tiempo te quedarás? —preguntó de una manera un poco sarcástica.

Vegeta detuvo sus movimientos y esperó por unos segundos, luego procedió a bajar el tenedor, apartó su plato y para su sorpresa, él permaneció en silencio mientras se ponía de pie. Obviamente estaba tratando de salir de la cocina sin siquiera decirle una palabra. Bulma se sintió un poco enojada, aun así, considerando la mirada en su rostro, le pareció que era mejor no insistir en el tema.

Pero al parecer, Vegeta tenía algo que decir antes de irse.

—Deberías ocuparte de tus propios asuntos, mujer.

Bulma no pudo evitar que todo su cuerpo se congelara por sus palabras. El timbre de su voz era similar al lleno de frialdad que usaba antes de comenzar a vivir con ella, antes de Trunks, antes de todo.

—Lo siento, asumí que estábamos en una situación en la que podía preocuparme por tu paradero —contestó ella sin alterarse.

Bulma no quería ser la clase de mujer que se la pasaba detrás de su pareja como una sombra preguntándole por todas y cada una de las cosas que hacía, pero su comportamiento resultaba fuera de lo común. ¿No era normal que hiciera algunas preguntas cuándo apenas lo había visto durante más de dos semanas? Cualquier otra persona hubiera hecho lo mismo.

—No estamos en ninguna situación —replicó, su tono era completamente neutral como si estuviera haciendo un comentario sobre el clima.

A veces, Vegeta deseaba que lo dejara en paz y que no le preguntara nada. Si ella disfrutaba de charlar, él no; además lo que hiciera con su vida, era su problema.

En aquel preciso momento, la urgencia de darle una cachetada apareció en Bulma, pero se contuvo, su enojo la obligó a ponerse de pie.

—No volveré a cometer el mismo error otra vez—dijo antes de empujar con brusquedad la silla y alejarse rápidamente de él con pasos estridentes—. No sé por qué desperdicio mi tiempo en ti —agregó en voz baja mientras se alejaba. Un humano no la habría escuchado, pero Vegeta sí.

Con la furia hirviendo en su interior, hizo lo único que se le ocurrió: encerrarse dentro de su laboratorio. Era el único lugar donde su ira sería provechosa y donde no dañaría a nadie ni rompería nada. Vegeta podía sacar lo peor de ella con sus palabras y sus acciones, si bien en otras, sacaba lo mejor.

¿En realidad era tan malo querer conocer lo qué pasaba por su cabeza?

Quizás era así. A veces olvidaba que él no fue criado en la Tierra. Lo más probable sería que dónde y cómo había sido criado eran la razón exacta por la que él no compartía nada. Seguramente ni siquiera sabía cómo hacerlo porque nunca le dieron la oportunidad.

Eso hizo que se sintiera menos triste; con ese pensamiento en mente cerró la puerta del laboratorio.

Tal vez, algún día, entendería a Vegeta.

✺✺✺

Bulma abrió los ojos poco a poco al advertir que una extraña sensación recorría su cuerpo. Tardó unos segundos en notar que se había quedado dormida. Con mucha calma levantó la vista para chequear el reloj, su visión aún era un poco borrosa: las 7 p.m. Todavía era bastante temprano, eso arruinaría su noche. Suspiró hondo y cuando estuvo lista para darse la vuelta, finalmente se dio cuenta de que había una mano en su hombro.

Ella casi dio un salto del susto y reconoció el guante blanco como el de Vegeta. Bulma se sorprendió por su presencia; nunca iba a verla después de una discusión, ya que era muy orgulloso.

—¿Por qué siempre tienes la necesidad de saberlo todo? —Ella abrió la boca para responder, pero él no le dio la oportunidad—. Deberías aprender que algunas cosas no te conciernen.

Lenta y suavemente retiró la mano de su hombro y la dejó caer en el vacío. La mujer siempre hacía esas cosas y decía tonterías, y con todo era como una voz persistente en el interior de su cabeza.

Bulma esperaba que él se fuera ahora que había dejado su punto de vista aún más claro, mas no fue así. Lo sintió de pie detrás de ella, sin moverse y, por intriga, inclinó la cabeza hacia un lado para echarle un vistazo. Su mano seguía estirada a un lado como si estuviera esperando la suya. Un poco confundida, lo miró y él la vio directamente a los ojos.

Su corazón martilleaba mientras se preguntaba ¿estaba Vegeta ofreciéndole la oportunidad de tener una idea de lo qué pasaba por su cabeza? Esto era lo más loco que le había sucedido. No podía ser otra cosa, él quería que lo siguiera. Como sabía que quizás sería una oportunidad única en la vida, levantó la mano y la puso en su palma.

Su máscara estoica permaneció en su sitio al tomarla y la guio hacia afuera. Bulma no pudo evitar sonreir. Tal vez existía una manera de llegar a Vegeta después de todo. ¿Sería qué sus palabras lo golpearon más fuerte de lo qué pensaba? Al final, no importaba lo que desencadenó su decisión, estaba agradecida por ello.

Antes de que lo supiera, Vegeta la había hecho recorrer todo el camino hacia la entrada principal. De repente, sintió que él ponía un brazo en su cintura para acercarla a su cuerpo. Fue entonces cuando comprendió que estaba a punto de llevarla a volar. Ni siquiera podía recordar si alguna vez había volado con él en el pasado. La emoción la llenó mientras envolvía los brazos alrededor de su cuello.

—Di una sola palabra y te dejo caer —amenazó cuando despegaron lentamente.

Bulma enterró el rostro en la curvatura de su cuello para tratar de impedir que el viento la golpeara.

—Sé que eres capaz —respondió de forma burlona.

De pronto, percibió que el agarre que tenía sobre ella disminuyó y en un momento de pánico se aferró a él como si su vida dependiera de ello.

—¡ESTÁ BIEN! ¡No voy a decir ni una palabra! —exclamó Bulma mirando hacia el vacío. Idiota.

Lo escuchó reírse un poco y luego la volvió a agarrar con firmeza. Ella no pudo evitar pensar que era agradable verlo relajarse en su presencia. Con el paso de los años, había aprendido que incluso Vegeta tenía sentido del humor; era solo un lado de él enterrado muy profundamente.

Como había demasiado viento, no lograba ver hacia dónde iban, así que mantuvo el rostro presionado contra él y escuchó latir a su corazón. A diferencia de lo usual, latía a prisa, lo que hizo que Bulma se preguntara qué lo pondría en ese estado; pero sabía que pronto lo descubriría.

Viajaron en el aire durante casi diez minutos hasta que finalmente se dio cuenta de que se detenía. Bulma apartó su rostro de él y observó su entorno. Estaban en lo alto de una montaña y si bien había viajado bastante, el lugar no le resultaba familiar. Ella esperó a que los pies de él tocaran el suelo para soltar su cuello.

Creyendo que había algo que se suponía debía ver, comenzó a mirar frenéticamente a su alrededor, pero Vegeta la detuvo cogiéndola del brazo. Mientras ella lo veía a los ojos, no pudo evitar tener la sensación de que estaba a punto de compartir algo muy importante. De alguna manera, era como si su corazón explotara de alegría.

—Siéntate —le ordenó Vegeta e hizo lo mismo.

Bulma siguió su acción y se sentó en el suelo a su lado. A él no pareció importarle, ya que su expresión no cambió. Ella lo observó levantar el rostro y mirar hacia el cielo; un poco intrigada, hizo lo mismo, pero nada parecía fuera de lo normal, al menos no en su opinión.

Quería preguntar, sin embargo, decidió que era mejor esperar hasta que él se lo dijera. Después de todo viniendo de Vegeta, esto era un gran paso y ella no deseaba arruinar nada. A veces le resultaba difícil ser paciente, pero sabía que valdría la pena.

Lentamente, Vegeta levantó el brazo y señaló una zona en el cielo. Bulma siguió su dedo y vio dos estrellas pequeñas que apenas titilaban con una extremadamente brillante en el medio. Al principio no entendió por qué una estrella sería tan importante para él, pero poco a poco su cerebro hizo la conexión, ¿cuál sería la única estrella que tendría algún tipo de interés para Vegeta?

Su planeta de nacimiento.

Cuando una estrella muere, podrían pasar años hasta que los planetas lejanos recibieran su luz.

Esta tenía que ser la razón por la que desapareció en las últimas semanas y por qué ni siquiera entrenaba. Era el último signo que indicaba que su planeta y su pueblo habían estado allí hace mucho tiempo, la última prueba de que los saiyayíns existieron y que él fue una vez el príncipe de una raza orgullosa.

El corazón comenzó a palpitarle en el pecho por la emoción cuando notó que decidió compartirlo con ella. Después de todo, no necesitaba hacerlo; a menudo ignoraba su opinión sobre muchos asuntos, pero al parecer, este, él había decidido que estaba bien que lo supiera. Vegeta siempre era muy reservado en todo y ella se sintió extremadamente conmovida. El único problema era que no estaba segura de cuales serían las palabras correctas que debía usar. Él nunca quiso compasión, por lo que cualquier cosa de ese tipo solo sería un insulto.

¿Lo extrañas? —preguntó ella al fin.

Vegeta negó con la cabeza.

No había nada que extrañar, ya que apenas vivió allí. Casi desde el mismo día que nació, quedó bajo el cuidado de Frízer. Los saiyayíns no tenían ningún tipo de apego y, sin embargo, no podía explicar por qué le era imposible dejar de venir a este lugar. Había estado volando despreocupadamente por los alrededores un día cuando se percató de la última visión de su planeta natal. En realidad, no se lograba ver desde ningún otro lado y con todo, esta montaña era lo suficientemente alta como para ofrecer una perspectiva adecuada.

Vegeta siempre supo dónde habría estado su planeta desde la Tierra. La mujer no era la única con un cerebro. Cuando vio algo brillando tan intensamente en ese lugar que solía estar vacío, comprendió de inmediato lo que significaba.

Él sentía mucha vergüenza por la forma en que los saiyayíns fueron derrotados y de alguna manera no deseaba que todavía estuviera presente. Por supuesto, su estatus sería mucho más importante en Vegetasei y recibiría mucho más respeto, pero ese planeta era casi desconocido para él y hasta ahora, casi había sido olvidado. Tal vez conocía más sobre la Tierra que de su propio planeta. La verdadera razón por la que venía a verlo era probablemente porque lo encontraba tranquilizador.

A menudo tenía muchas emociones conflictivas pasando por su mente, en especial el enojo; aun así, estar sentado en esta montaña, mirando hacia lo que solía ser su hogar, lo calmaba. Él mismo no podía explicar la razón, simplemente sucedió. Diablos, ni siquiera entendía por qué había llevado a la mujer consigo. Lo que le dijo en la mañana lo molestó muy poco, a pesar de lo cual, no fue capaz de controlarse. No importaba lo que ella pensara o que creyera en lo absoluto, sin embargo, allí se hallaba, justo a su lado.

Vegeta solo estaba contento de que hubiera mantenido sus estúpidas preguntas al mínimo. En verdad, era sorprendente saber que por una vez permanecía con la boca cerrada.

Bulma lo abrazó con mucha suavidad y presionó su cuerpo contra el suyo. No había palabras que pudieran darle consuelo porque no era lo que estaba buscando, pese a ello, quería estar cerca de él. La relación que compartían quizás no era convencional, pero se conocían muy bien. Y aunque ella podía ser bastante habladora algunas veces, sabía cuándo no se necesitaban las palabras, este era uno de esos momentos.

Su piel estaba tan caliente que él sentía como si le quemara la carne. También fue entonces cuando recordó que había pasado mucho tiempo desde la última vez que la tocó. Permaneció demasiado ocupado en sus propios asuntos para siquiera recordarlo. Antes del asunto del planeta, había aumentado el entrenamiento de su hijo; como pasó mucho tiempo con el engendro de Kakaroto, compensó las horas perdidas entrenándolo demasiado. Solo eso lo había hecho olvidar sus necesidades. A diferencia de los débiles humanos, él ejercía un mejor control sobre sí mismo, sus emociones y sus deseos, lo que significa que podría pasar mucho tiempo sin eso.

Aun así, debía admitir que la idea de llevarla al bosque parecía tener sus ventajas. Con delicadeza la agarró de la muñeca y la alejó un poco de él. Ella que pareció un poco sorprendida por su acción, lo entendió cuando la recostó de espaldas. Como era inicios de otoño, la hierba se sentía fresca debajo, pero lo ignoró. Vegeta lentamente se colocó encima de ella y capturó con suavidad su boca en un beso.

Bulma gimió. Había pasado mucho tiempo; sin embargo, deseó que no le hubiera sido tan fácil obtener una reacción suya.

Él puso las manos en sus caderas y presionó su piel. Era extraño pensar que cada vez que vino, había sido completamente absorbido por el cielo, en cambio, la única vez que la trajo, olvidó ese tema. Vegeta no era de los que se detenían demasiado en el pasado. De acuerdo, esto no podía ser dejado a un lado, pero él era más fuerte como para permitir que lo detuviera.

Encontrar esta clase de espectáculo en el firmamento había sido inesperado y debido a eso no supo qué hacer. Obviamente, no sería algo que confesaría; después de todo, si bien rara vez conservaba algún tipo de apego, la Tierra lo había cambiado. No era algo que le gustara admitir: él era diferente; no se podía negar que sus reacciones a ciertas cosas no eran las mismas.

Ella era la prueba.

La mujer tenía un carácter muy fuerte para su propio bien y muy poco respeto por su estatus, sin embargo, eso no lo molestaba. De hecho, dejó de tratar de entender por qué ella no lo molestaba —realmente sí lo hacía— o por qué se quedó. Lo hizo porque fue su decisión y punto final.

Cansado de sus propios pensamientos, profundizó el beso. Había perdido más tiempo de lo necesario sentado allí mirando al cielo. No sabía cuánto duraría la estrella, pero llevar a la mujer con él lo ayudó a darse cuenta de la necedad de sus actos. Una vez que ella le preguntó si extrañaba el planeta y encontró la respuesta con facilidad, concluyó que estuvo confundido.

Esto lo tomó por sorpresa y no supo cómo reaccionar. No extrañaba a su planeta de origen, simplemente sintió el vacío de su pueblo que se había ido para siempre. Vegeta no era alguien que sintiera mucho y esto lo incomodaba, ¿quién hubiera pensado que la mujer sería la que lo ayudaría a arrojar luz sobre el problema?

Advirtió que ella se movía inquieta debajo de él y sabía que se estaba poniendo impaciente. A medida que pasaron los años, había llegado a conocerla bastante bien, todos sus rincones y sus emociones. No era como si hubiera intentado entenderla o algo por el estilo, simplemente pasó.

Bulma notó su atención en otra cosa, como si no se enfocara en su actividad actual.

—Y yo aquí pensando que me extrañaste —dijo con una voz entrecortada por la diversión.

—No te hagas ideas, estaba tratando de cerrar esa boca tuya.

Ella podría haberse enojado, más no fue así. En lugar de eso, rio un poco y le dio un golpecito en el brazo. Bulma había reconocido con facilidad el tono de su voz como juguetón. Pequeños momentos como ese habían sido más y más frecuentes a lo largo del tiempo y ella los disfrutaba todos. Estaba contenta de que él se permitiera relajarse en su presencia.

Sin embargo, en este momento, tenía algo más que palabras en mente. Quizás parecía un poco obsesiva, pero transcurrieron varias semanas y siempre había algo especial en la forma en que le hacía el amor. Hace un par de años atrás, seguramente nunca hubiera usado esa expresión cuando se refería a Vegeta, pero el tiempo le había enseñado algo diferente. Podía leer los profundos secretos que guardaba en su corazón y oír las palabras que nunca pronunció.

Para volver a centrar su atención en el asunto, ella introdujo los dedos en su espesa melena como siempre le había gustado hacer y le bajó la cabeza. Sus labios se tocaron con gentileza antes de que ella pasara la lengua por su labio inferior. Sintió que electricidad recorría su cuerpo cuando él colocó una mano en sus senos cubiertos y los palpó delicadamente a través de la tela.

Su núcleo ya estaba ardiendo cuando él comenzó a meter una mano dentro de su blusa. La sensación del frío sobre su cálida carne le envió escalofríos por la columna vertebral y la hizo echar la cabeza hacia atrás. Al ver el acceso que le daba, él no lo dudó y sus labios abandonaron su boca. Suavemente, comenzó a dejar un rastro de besos por su cuello, pero luego se detuvo. Vegeta enterró el rostro allí e inhaló su aroma.

Este todavía seguía mezclado con su fertilidad anterior y fue suficiente para poner sus sentidos en alerta. En los últimos tiempos no habían tenido la oportunidad de ser muy salvajes, porque ella siempre estaba preocupada por el mocoso. Era cierto que a estas alturas ya habían descubierto que el niño tenía la muy mala costumbre de caminar en un mal momento, en cambio, ahora ella era toda suya. Nadie los interrumpiría en lo alto de las montañas, especialmente su madre; aunque eso no era en lo que debería pensar ahora.

—¡Hola!, ¿qué están haciendo aquí arriba…

Le tomó unos segundos a Bulma, que no podía ver porque Vegeta estaba encima de ella, reconocer la voz. ¡Gohan! Lo quería muchísimo y aun así, en este instante, lo maldecía en su mente.

—¿Mamá?

Y Trunks.

Suspiró profundamente, pero no fue nada en comparación al gruñido que escapó de Vegeta. Ahora sus ojos permanecían fijos en los de ella, casi como si temiera que si se volvía y miraba a los dos chicos, todo el infierno se desataría.

Con cuidado, ella se apartó de él y se puso de pie, había un evidente rubor de vergüenza cubriéndole las mejillas.

—Muchachos, ¿qué hacen aquí? —preguntó mirando fijamente a Gohan como si lo estuviera culpando de todo.

Gohan compartió su vergüenza, su propio rostro también lucía rojo. Cuando había sentido el ki de Bulma y Vegeta mientras se dirigía a dejar a Trunks en su casa, esta situación nunca le cruzó por la mente. Él nunca pensó que estarían haciendo… bien… eso… en la montaña. Gohan se sentía aterrado de ver en la dirección de Vegeta.

—Nosotros… este… estuvimos volando y los sentí cerca.

Bulma se mordió el labio inferior.

—Oh, ya veo. —¿Ahora había que tener una señal de ki que se asemeje al letrero que se pone en las puertas de “no molestar”?—. Bueno, entonces supongo que… mmm… llevaremos a Trunks a casa, ¿verdad, Vegeta?

Se volvió para mirarlo, solo para descubrir que no había nadie detrás. Ella asintió con calma, ¡por supuesto! ¡Y casi lo tuvo a él también!, ¡maldita sea! Ahora que lo atrapara en la casa, lo más probable era que la evitaría. Honestamente, ¿no podía entender qué ella tenía necesidades?

De repente, Bulma recordó un detalle muy importante; Vegeta había sido su medio de transporte, eso solo le dejaba una forma de volver a casa.

—Mmm, Gohan —le consultó con su voz más dulce—. Voy a necesitar que me lleves también.

Por supuesto, no hay problema —respondió al instante sintiéndose un poco aliviado de que solo debía lidiar con ella y no con Vegeta.

Bulma estaba a punto de dirigirse hacia él cuando recordó algo.

—Trunks, ven aquí.

—¿Ahora?

—Solo ven —replicó con una entonación un poco más mandona.

Trunks obedeció y tan pronto como estuvo al alcance de su madre, ella puso los brazos alrededor de su cuello, miró hacia el cielo y señaló a Vegetasei.

—¿Ves esa estrella en lo alto?

El asintió.

—De ahí es tu padre.

Sus palabras atrajeron la atención de Gohan que alzó la vista hacia el cielo para ver el lugar de donde era el suyo.

—¿De allá arriba? —preguntó Trunks un poco sorprendido.

Bulma sonrió.

—Sí, del espacio exterior.

Ella podía ver lo orgulloso y emocionado que estaba su hijo y solo esperaba que un día Vegeta compartiera muchas historias con él. Bulma quería que conociera su herencia y que se sintiera orgulloso de esta.

Él tenía motivos para estarlo, después de todo, era el hijo de un gran hombre.